Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
America Mestiza 10 Meso PDF
America Mestiza 10 Meso PDF
Cuando en 1943 Paul Kirchhoff caracterizó Mesoamérica, uno de los puntos funda-
mentales para hacerlo fue partir de la base de que aquella super-área tenía una histo-
ria común. A ello agregó una serie de elementos exclusiva o al menos típicamente
mesoamericanos, que junto con otros aspectos, sirvieron para delimitar Mesoamérica
para el siglo XVI. De lo anterior se deduce que, al ser Mesoamérica caracterizada por
la presencia de determinados rasgos comunes, el contacto constante entre los diversos
pueblos que la conforman resultó en un mestizaje presente en muchos aspectos de su
cultura. Los elementos mencionados por Kirchhoff fueron los siguientes:
La Quemada G o l f o d e
ÁRIDA AMÉRICA
Teúl Tamuín Tampico
Pánuco M é x i c o
Dzibilchaltún Izamal
Mayapán Chichén Itzá
Ixtlán Tuxpán Uxmal Cobá
Kabah Labná
Opeño Teayo Jaina Tulum
Zacoalco Chupicuaro Tajín Yohualinchán Edzna
Sayula Jiquilpan Tula Misantla
Tzintzuntzan Tenayuca Teotihuacán
Toliman Hochob
Tenochtitlan-Tlatelolco Zempoala Champotón
Colima Apatzingan Cholula
Malinalco Xpuhil
Xochicalco Remojadas Río Bec
Huétamo Tuxtla Santa Rita
Tehuacán
Iguala Cerro de las Mesas La Venta Comalcalco
Mezcala Teotitlán Tres Zapotes Tortuguero
Cixtlahuaca Palenque Uaxactún
San Lorenzo
Límites del área cultural mesoamericana Tilantongo Holmul Tikal
San Jerónimo Yaxchilán Piedras Negras
Principales zonas culturales:
Mitla Bonampak Lubantun
Acapulco Monte Albán Seibal
Altiplano central Giengola
Pusilha
Mixteca Tonalá
Tututepec
Valle de Oaxaca y Tehuantepec
Costa del Golfo-Huasteca Quiriguá
Aunque es evidente que algunos de estos elementos son propios de una determi-
nada región y no existen en otras regiones mesoamericanas, como puede ser el caso
de las chinampas o las guerras floridas del centro de México, queda claro que eran de
conocimiento común y que si no existían en otras regiones, era por motivos natura-
les, ya que las chinampas requerían de áreas húmedas y de una tecnología específica,
o por costumbres propias de determinados pueblos, como era la práctica de las gue-
rras floridas. Sin embargo, muchos de los elementos mencionados eran comunes a
MESOAMÉRICA ANTIGUA 105
Mesoamérica y la influencia de una región en otra desde épocas muy tempranas nos
habla de un mestizaje cultural que permitió el tránsito de ideas, costumbres, inter-
cambios lingüísticos, adaptaciones de todo tipo, etcétera, sin que cada región perdie-
ra sus propias características culturales, lo que ha permitido a la arqueología clasifi-
car y estudiar los diferentes pueblos (teotihuacanos, nahuas, zapotecas, mixtecas,
totonacas, mayas...) que formaron el mosaico cultural de Mesoamérica.
Existen otros rasgos fundamentales para entender cómo desde siglos atrás hubo inte-
rés en adoptar de un pueblo determinadas características para incorporarlas al pro-
pio. Tal es el caso de la planificación urbana, donde tenemos ejemplos de la manera
en que la concepción del universo y el diario recorrido del sol eran determinantes
para la orientación de la ciudad y de su espacio sacralizado. Veamos los casos de Teo-
tihuacán y Tenochtitlán.
Aunque separadas en el tiempo (la primera se desarrolla entre los años 1-700 d.C.,
y la segunda entre 1325 y 1521 d.C.), la última toma de Teotihuacán la orientación
hacia poniente de su templo principal; la división de la ciudad en cuatro barrios
mayores y las cuatro calzadas, que apuntan hacia los cuatro rumbos del universo. A
ello se une la delimitación del espacio sagrado por una enorme plataforma que lo cir-
cunda, como vemos en la Pirámide del Sol o en la Ciudadela en Teotihuacán, o en
el recinto ceremonial de Tenochtitlán. Cabe señalar que Teotihuacán ya estaba
cubierta por tierra y vegetación, pero no pasa desapercibido para el recién llegado
azteca que allí hubo una gran ciudad cuya construcción atribuye a los dioses.
Y ya que nos referimos a Teotihuacán, hay que recordar que dentro de su espa-
cio urbano existen barrios de otros pueblos, como el conocido «barrio zapoteca», que
nos hablan de gentes de otras etnias asentadas en ellos, con el consiguiente intercam-
bio cultural. En este aspecto, los mercaderes tuvieron una gran importancia, pues el
intercambio de productos se dio a lo largo y ancho de Mesoamérica.
Dentro del ámbito de la planificación urbana tenemos otros ejemplos que son
altamente ilustrativos en lo que se refiere a influencia y mestizaje. Está el caso de Tula
Chico, Tula y Chichén-Itzá. Los dos primeros son parte de la antigua ciudad de Tula,
Hgo., y vemos cómo el primero de ellos, de cultura Coyotlatelco (que se desarrolla
entre los años 600-900 d.C.), guarda una distribución de edificios similar a la que
posteriormente formará la plaza principal de Tula, en el centro de México y de habla
náhuatl, y Chichén-Itzá, en la región maya y que hablaba esta última lengua. Hasta
la fecha continúa siendo motivo de discusión cuál de estas ciudades influyó en la otra.
La arquitectura nos brinda buenos ejemplos de algunas características que, surgi-
das en determinada ciudad, van expandiéndose a otras latitudes. Tenemos el orden
de talud y tablero, cuya presencia en Teotihuacán va a desbordar su propio ámbito
para llegar a regiones tan alejadas como el occidente de México, en donde lo tene-
mos presente en sitios como El Iztepete, Jalisco, y en muchas otras partes de Meso-
américa. Otro tanto ocurre con estructuras arquitectónicas como el juego de pelota.
Más de 1.500 canchas para el juego se han encontrado en las diversas regiones meso-
americanas. Las hay desde tamaño pequeño hasta de dimensiones monumentales,
como la de Chichén-Itzá o Tula; las hay con cabezales y otras en que no existe este
elemento; las hay con anillos y sin ellos; se han encontrado algunas con dos canchas
para jugar simultáneamente, como las del área de San Isidro, Chiapas. En fin, la
variedad es amplia y sin embargo todas ellas servían para la práctica deportiva o cere-
monial del juego, y guardaban un mismo simbolismo: la lucha o combate entre la
noche y el día. Algo significativo y que no debemos pasar por alto es cómo la impor-
tancia del juego de pelota lo lleva a ser mencionado en relatos míticos asociados a
personajes como Huitzilopochtli, entre los aztecas, o a los hermanos gemelos que,
según el Popol-Vuh, libro sagrado del Quiché, viajan al inframundo (Xibalbá) para
enfrentarse a los señores del lugar. Quizá la práctica del juego de pelota y el simbo-
lismo que conlleva es uno de los más destacados aspectos que nos hablan de un
común denominador de Mesoamérica y, por ende, del mestizaje que trae aparejado.
MESOAMÉRICA ANTIGUA 107
Estructura universal según el Códice Féjérvary-Mayer Huehuetéotl-Xiuhtecuhtli, Señor Viejo del Tezcatlipoca, el espejo humeante,
Fuego, piedra verde, cultura mexica, obsidiana, cultura mexica,
Museo del Templo Mayor, México, INAH Museo Nacional de Antropología, México
La cosmovisión
oriente. Para los grupos mayas el centro estaba ocupado por la ceiba, árbol sagrado que
enterraba sus raíces en el inframundo y subía hasta los niveles celestes.
Diversos mitos nos hablan acerca de la creación de los astros, la tierra y los nive-
les del universo. Hay coincidencia en señalar que la tierra, nivel intermedio entre los
trece niveles celestes y los nueve inframundos, había sido creada a partir de un ani-
mal fantástico llamado en náhuatl Cipactli. Otros mitos relatan la creación del hom-
bre por la acción de los dioses. En fin, con sus variantes regionales los mitos atien-
den todo lo relacionado con lo ocurrido en los comienzos.
Pueblos agrícolas y guerreros, los mesoamericanos partían de necesidades comunes
Cipactli, dibujo reconstructivo del relieve de la de las que dependía su supervivencia. La producción agrícola y la práctica del tributo
Caja Bustamante
impuesto a los pueblos conquistados se manifestaban en las relaciones políticas entre
los pueblos y llegaban hasta el mundo de los dioses y los mitos. Deidades como el dios
del agua y la fertilidad estaban presentes en toda Mesoamérica con atributos similares
y nombres según la lengua de la región: Tláloc entre los nahuas, Chac entre los mayas,
Cocijo para los zapotecas..., distintas maneras de denominar a quien habría de propor-
cionar el agua indispensable para el crecimiento de las plantas. La guerra y la muerte
también tenían sus propios númenes con características muy parecidas. Buenos ejem-
plos tenemos de la manera en que se representaba al Señor del Inframundo en las dis-
tintas culturas: semidescarnado, con calaveras y huesos entrecruzados. La arqueología
nos ha proporcionado el rostro de la muerte con figuras como la del Zapotal, Veracruz;
la de la tumba de Zaachila, Oaxaca; el Mictlantecuhtli del Templo Mayor azteca o las
múltiples presencias de cráneos en códices y esculturas. Esto nos lleva a mencionar la
dualidad por excelencia del mundo prehispánico mesoamericano: la dualidad vida-
muerte, que partía de la observación de pueblos agrícolas que veían cómo a lo largo del
año había una estación de lluvia en que las plantas reverdecían, y una estación seca en
que todo moría. Por eso el calendario o calendarios mesoamericanos tienen esa duali-
dad constante en sus meses y las ceremonias correspondientes.
Por último mencionaremos cómo los dioses propios de una región eran adapta-
dos en otra. Es el caso de Quetzalcóatl, al que se atribuyen orígenes huastecos, pre-
sente con toda su importancia entre los aztecas y con el nombre de KukulKan entre
los mayas. O deidades que aparecen muchos siglos antes de nuestra era, como el dios
Viejo en Cuicuilco, en el centro de México, que continuará en el tiempo con sus mis-
Mictlantecuhtli, el Señor del mundo de
los muertos, cerámica, cultura mixteca,
mas características, como lo vemos en Teotihuacán, y más tarde, con algunos cam-
Oaxaca (Zaachila), Museo Nacional bio, entre los aztecas.
de Antropología, México, INAH
Expresiones artísticas
Muchas son las manifestaciones artísticas en las que quedaron expresadas distintas
culturas mesoamericanas y la relación que entre ellas había. En la pintura mural, por
ejemplo, tenemos las de Cacaxtla, sitio del área poblano-tlaxcalteca, en donde vemos
la batalla que entablan dos grupos étnicos diferentes. Unos son del altiplano y los
otros, vencidos por cierto, son mayas. Los primeros están ataviados con pieles de feli-
no, mientras que los segundos lo están como aves. Distinto resulta el caso de los
murales de la ciudad maya de Bonampak, donde el combate se lleva a cabo entre dos
grupos mayoides, dadas las características físicas de los contendientes. Desde el punto
de vista de la escultura, es interesante ver cómo figuras en piedra como las del chac-
mol están presentes en varios sitios mesoamericanos, pero son más abundantes en
Tula y Chichén-Itzá, aunque posteriormente también es incorporado por los aztecas.
A esto hay que agregar la innegable similitud entre piezas cerámicas de diversos orí-
genes, como las vasijas teotihuacanas, zapotecas y mayas. La dualidad vida-muerte,
expresada en un rostro humano de cual una mitad está descarnada y la otra conser-
Mictlantecuhtli, cerámica, cultura mexica, Casa
va la piel, la tenemos presente tanto desde el preclásico en Tlatilco (año 1.000 a.C.),
de las Águilas, Museo del Templo Mayor,
México, INAH como entre zapotecas y otras culturas.
110 EDUARDO MATOS MOCTEZUMA
Chac Mool, piedra, cultura tolteca, procede de las excavaciones de la Chac Mool, piedra policromada, cultura mexica, Etapa II del Templo
Casa de los Marqueses del Apartado, frente al Templo Mayor, Mayor, Museo del Templo Mayor, México, INAH
Museo del Templo Mayor, México, INAH
Con el triunfo militar que alcanzan los españoles y sus aliados indígenas contra los
aztecas el 13 de agosto de 1521, va a dar inicio una conquista más ardua aún: la con-
quista espiritual. Los primeros frailes (franciscanos, dominicos y agustinos) van a dar
paso a todo su ingenio con el fin de lograr la evangelización de miles de indígenas.
El mestizaje y el sincretismo que se logra en esta labor es impresionante. Por una
parte, los frailes tratan de desterrar todo el pensamiento mesoamericano, pues lo
consideran obra del demonio. Para ello recurren a diversas obras como son orienta-
ción de iglesias hacia el poniente, tal cual tenían los principales templos prehispáni-
cos; construir capillas abiertas en las fachadas de los conventos y dejar grandes espa-
cios abiertos en los atrios para que en ellos se reunieran los indígenas y participaran
de la misa, pues éstos no tenían la costumbre de ingresar al interior de los templos
(esto sólo le estaba deparado al sacerdote); organizar festividades que recordaran al
indígena sus prácticas rituales, como la de llevar a cabo danzas de moros y cristianos
o danzas de la conquista, de origen español, pero adaptadas al nuevo medio, al final
de las cuales se bautizaba a miles de indígenas; la elaboración de catecismos a mane-
Cabeza de la Dualidad, cerámica, cultura
zapoteca, Oaxaca (Soyaltepec),
ra de códices, como los realizados por fray Jacobo de Testera; la utilización de piedra
Museo Nacional de Antropología, México, INAH y materia prima proveniente de los templos antiguos destruidos. En este último caso
MESOAMÉRICA ANTIGUA 111
tenemos ejemplos de cómo los indígenas, obligados a destruir sus templos, tenían
que escoger las mejores piedras para la construcción de iglesias y conventos. Resulta que
seleccionaban las esculturas del dios Tlaltecuhtli, deidad que se labraba en grandes
bloques y cuya efigie se colocaba boca abajo, atendiendo a su carácter de Señor de la
Tierra. De esta manera el indígena lograba perpetuar al dios, ya que la otra parte de
la piedra se convertía en base de columna de alguna iglesia o convento. También
sabemos que los primeros franciscanos pronto se dieron cuenta de que los indígenas,
obligados a construir las iglesias, se las ingeniaban para colocar dentro de los muros
algunos de sus ídolos. Fray Toribio de Benavente, llamado Motolinía por los indíge-
nas, nos habla de esto y dice:
de piedra, de los cuales había infinito, no sólo escaparon quebrados y hechos peda-
zos, pero vinieron a servir de cimientos para las iglesias; y como había algunos muy
grandes, venían lo mejor del mundo para cimiento de tan grandes y santas obras1.
¡Ya vimos cómo la resistencia indígena logró conservar a sus dioses en las bases
de las columnas coloniales!
Quizá uno de los mejores ejemplos del naciente mestizaje después de la conquista
de México lo tenemos en la escritura. En efecto, los frailes del siglo de la conquista se
dieron a la tarea de aprender las lenguas locales, con el fin de conocer perfectamen-
te las costumbres y características de los indígenas. Fue así como empezaron a escri-
bir, con caracteres latinos, la lengua náhuatl y otras más. Se trató de un verdadero
trabajo lingüístico por medio del cual llegaron hasta nosotros buen número de mitos
ceremoniales, costumbres y cantos que son hoy por hoy venero indispensable para
conocer mejor la historia del México prehispánico.
Valga un ejemplo del siglo XVI escrito en náhuatl con letras latinas y la consi-
guiente traducción: