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Anudando lazos afectivos: familias yucatecas y chiapanecas separadas por la migración

temporal a Quebec

Adriana Leona Rosales Mendoza, Universidad Pedagógica Nacional, México

Linamar Campos Flores, Universidad de Montreal, Canadá

Resumen

En esta ponencia presentamos resultados preliminares de una investigación en la que exploramos

algunas de las emociones generadas a partir del proceso migratorio en el que se ven envueltas

familias yucatecas y chiapanecas, cuyos hombres (esposos, padres, hijos) participan en el

Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales México-Canadá (PTAT). En nuestro estudio nos

hemos centrado en la provincia de Quebec, aunque no es el destino que ocupa el primer sitio en

cuanto a colocación de trabajadores mexicanos, antes están Ontario y Columbia Británica. En este

trabajo nos enfocamos en los estados de Chiapas y Yucatán, específicamente en tres municipios,

uno netamente mestizo que aporta una buena parte de la mano de obra del estado de Chiapas:

Arriaga, y dos municipios indígenas con incipiente participación, Maní y Tahdziú en Yucatán.

Cabe mencionar que en 2016, 23,893 mexicanos viajaron mediante el PTAT a Canadá, 404

yucatecos y 920 chiapanecos. De todo el estado de Yucatán se inscribieron 70; pero solo viajaron

11 de Tahdziú y 10 de Maní. Específicamente en Quebec participaron 42 personas del municipio

de Arriaga, 3 de Maní y uno de Tahdziú.

En primer lugar, realizamos una caracterización de las aportaciones teóricas sobre las

emociones en el campo de la migración, con miras a comprender los procesos emocionales

generados en las familias de los migrantes temporales. Aportamos después información sobre el

PTAT en los dos estados mexicanos mencionados, para terminar con un análisis etnográfico

basado en testimonios de trabajadores agrícolas entrevistados en Chiapas y Yucatán.


El giro emocional vs el paradigma cartesiano

Las emociones han sido consideradas como antagonistas de la razón desde Descartes, quien

desarrolló el paradigma cuerpo-mente, en el que se consideran como dos entidades distintas. Hasta

los albores del Siglo XXI, el estudio y el análisis de las emociones en las ciencias sociales fueron

considerados como “carentes de seriedad”. El ‘giro emocional’ inició prácticamente en el año 2000

con una profusión de trabajos provenientes de la Sociología, la Antropología y la Geografía. Son

reconocidas las publicaciones de Hochschild (1979), Thoits (1989), Ahmed (2004), Davidson,

Bondi y Smith (2005), Turner y Stats (2005), Svašek (2005) y Turner (2011).1

En la investigación que realizamos en Yucatán y Chiapas exploramos las emociones generadas a

partir del proceso migratorio. Autores relevantes en el abordaje de las emociones como un

componente esencial de la migración han sido Hochschild (1979, 1983), Pribilsky (2004), Parreñas

(2005), Merla y Baldassar (2007, 2008, 2010), McKay (2007), Svašek y Skrbiš (2007, 2010), Ryan

(2008), Aresti y Marroni (2010), Wright (2012), Brooks y Simpson (2013), Aure (2013), por

mencionar algunos, aunque reconocemos que hemos carecido de acceso a muchos que

seguramente se han realizado en Latinoamérica. No obstante, cabe destacar que la gran mayoría

de estos estudios, tratan sobre los efectos de la movilidad laboral circular de mujeres del Sur, que

realizan trabajo de cuidado de niños, ancianos y enfermos en países del hemisferio Norte.

La perspectiva propuesta por Hochschild (1979, 1983) denominada cadenas globales de cuidado

(CGC), plantea la necesidad de modificar el ángulo sobre el que los estudios precedentes han

observado el fenómeno migratorio, ya sea que un ser humano se desplace por cortos períodos o lo

haga de manera constante o permanente. Hochschild sostiene que existe una “fuga de cuidado” al

momento en el que una madre toma la decisión de salir de su país para ir a trabajar a otro, con la

1
No mencionamos aquí a Erving Goffman y su famoso artículo sobre la vergüenza (1956), ver las referencias
bibliográficas.
finalidad de cuidar a las-los hijos de otra persona, por ejemplo. De acuerdo a este enfoque, se crea

una cadena con la finalidad de llenar “el vacío” que se produce con la partida de la madre-migrante-

trabajadora. Esta tesis ha sido extendida y aplicada para explicar lo que sucede cuando madres y

padres se desplazan hacia otros países –que pueden ser migraciones horizontales o verticales- y

permanecen de manera intermitente pero sistemática fuera del hogar.

Relevante es el aporte de Hochschild en cuanto a la ‘gramática emocional’ y las ‘reglas

emocionales’ que rigen a los individuos en una sociedad dada, y que afectarán su

“performatividad” al desplazarse a otra sociedad de la que desconozcan sus parámetros, a los

cuales tendrán que adaptarse, particularmente si se desea establecer una comunicación afectiva (y

de toda índole) con los integrantes de la sociedad en la que se encuentre laborando, como es el

caso de los trabajadores agrícolas. De acuerdo con Hochschild existe la posibilidad de trabajar los

estados anímicos, por lo que la gestión de las emociones consiste en intentar modificar, en

intensidad o en calidad, una emoción específica, a fin de que se desarrolle conforme a las reglas

emocionales de una cultura o lugar-espacio específicos. (1979: 561-568).

Contraviniendo los postulados de Hochschild, la perspectiva de McKay (2007) es que las CGC se

centran en una noción “demasiado orgánica de madres presentes (y ausentes)” (2007:177). Dicho

de otra manera, se minimiza el papel posible que juega la familia extendida como proveedora de

cuidados y de afectos. McKay postula que filtramos nuestros análisis a partir de conceptos

occidentales de “familia”, “intimidad”, “afecto”, y “cuidado”, y al tomar distancia de esta mirada,

la presencia física deja de ser una condición sine qua non para definir la existencia de una intimidad

real. Entendemos aquí la intimidad según Berlant (2000) quien la describe como “having at its

root an aspiration for a narrative about something shared, a story about oneself and others that

will turn out in a particular way” (p. 1). Dicho concepto abre la puerta al reconocimiento de un
trabajo emocional como base de los intercambios íntimos que se convierten en acciones, tales

como las de conectar, compartir, contar historias, responder… y no como una cualidad inherente

en las interacciones humanas. Dicho de otra manera, la posibilidad de mostrar el afecto y de crear

la intimidad, puede ser construida.

La geógrafa propone, además, tomar en cuenta otras variables que modifican de manera interesante

la lectura de la experiencia de la migración. En principio, nos recuerda que el concepto de “familia”

engloba un abanico de formas de parentesco y de vínculos emocionales. Conjugamos aquí las

definiciones de Alberdi (1999) y de Mummert (2013) que dan cuenta del amplio espectro de

posibilidades en torno a la familia mexicana: [la familia puede ser concebida como] una

colectividad compuesta por varias personas que viven juntas, compartiendo recursos económicos

comunes; unidas por el afecto, el matrimonio o la afiliación, y atravesadas por jerarquías de género

y generacionales, cuyas relaciones de parentesco son relaciones de poder en las que se

entremezclan intereses, emociones y afectos.

McKay (2007) coincide con Pribilsky (2004) al poner en tela de juicio que el alejamiento pueda

tener solamente consecuencias nefastas para el tejido familiar. Éste último realizó un estudio entre

migrantes ecuatorianos en el que se demuestra que éstos han desarrollado vínculos emocionales

más profundos con sus hija-os, justamente en razón de que no han cohabitado con ellos y, por

tanto, no están sujetos a las ‘reglas emocionales’ locales que consideran el respeto como un

componente primordial entre los intercambios hija-os/padres/hija-os.

Ahora bien, para las geógrafas feministas que han propuesto un abordaje activo de la disciplina en

el tema de las emociones, la importancia de incluir a estas en los estudios es un primer punto de

discusión. El llamado "emotional turn", de acuerdo a Davidson, Bondi y Smith (2005), tiene como

origen el interés de aclarar los procesos de diferenciación espacial que las emociones producen y
la manera en las que éstas son vividas de acuerdo a los espacios en los que toman forma, y según

las poblaciones interpeladas. Insisten en que el término no debe ser entendido de manera limitada

partiendo de su facilidad de atravesar las fronteras disciplinarias. En sus propios términos, una

geografía emocional "intenta entender experiencial y conceptualmente la emoción en términos de

su mediación y articulación socio-espacial" (p. 3). Dicho de otra forma, las geografías

emocionales dan cuenta de la dimensión intrínsecamente emocional de nuestra relación con el

lugar, y de manera vasta, de dicha relación con el mundo (Smith y col., 2009). En este orden de

ideas, Aguilar y Soto (2012) ofrecen una descripción precisa de lo que el vínculo entre corporalidad

y espacialidad significan para el abordaje geográfico que incluya la emocionalidad que los conecta

[…] el cuerpo posee la doble característica de ser un espacio en sí mismo, al tiempo

que ocupa y se mueve en el espacio. El cuerpo como espacio es la primera escala

corporal al establecer la diferencia entre el yo y el otro, diferencia fundamental para

configurar el espacio personal (Smith, 1992). En el mismo sentido, como bien afirma

Edward Soja (2008) la producción de la espacialidad o la ‘creación de geografías’

comienza con el cuerpo, con la construcción del sujeto como una entidad espacial

implicada en una relación compleja con su entorno (p.7).

Más aún, el cuerpo, la subjetividad y la pasión que surgen y son inherentes a él, integran los

llamados sesgos de género de la producción geográfica, que históricamente han sido tratados como

características vinculadas a la feminidad, y por ello, dejados fuera de la investigación científica

(Bondi 2005; Anderson y Smith, 2001; Davidson y Milligan 2004, McDowell, 1999). Las

geografías de género, consideradas fundamentales para posicionar la discusión del cuerpo como

un lugar, plantean que el cuerpo es la primera escala geográfica, el espacio donde se localiza el

individuo y sus límites que resultan permeables respecto a los otros cuerpos (McDowell, 1999).
"La creación de geografías comienza con el cuerpo; el sujeto es entendido entonces como una

entidad espacial implicada en una relación compleja con su entorno" nos dice Soja (citado por

Soto, 2012:199). Es en razón de estos sesgos que adquiere relevancia la insistencia de las geógrafas

feministas para modificar las dicotomías cartesianas mente/cuerpo, razón/emoción, en la que

cuerpo y emoción son presentadas como atributos femeninos de menor valor.

Emociones y estrés, dos nociones entrelazadas

Para los fines de nuestro análisis, utilizaremos dos definiciones que describen lo que entendemos

por emociones. Desde una aproximación sociológica relacional, Bernard et al (2011) proponen una

definición que incorpora tanto al sujeto como al espacio: "Las emociones deben ser consideradas

a la vez como fenómenos de la vida afectiva (sentimientos, afectos, humores, sensaciones), que

como un modo de aproximación de lo colectivo y de lo social (prácticas, representaciones, normas,

valores, ethos, estratificación, etc.), que tienen una influencia recíproca sobre nuestra noción

espacial del mundo, sobre nuestras interacciones espaciales y nuestra relación con el territorio”2

(2011:1). O bien, como Pain y Smith lo proponen: "emotions are in a reflexive relationship with

context in its widest sense. They affect the world, consciously and unconsciously; they are used

and useful" (2010:303).

En paralelo, otro factor que juega un papel preponderante en lo que toca a los impactos de la

migración cíclica laboral recurrente como es el caso del Programa de Trabajadores Agrícolas

Temporales (PTAT), es el estrés3. De una parte, las condiciones de trabajo demandan la aceptación

2
Traducción libre del francés por parte de las autoras.
3
Entendemos por estrés la respuesta normal del organismo a un estímulo transitorio o permanente (estresor) para
ayudarle a confrontar una situación problemática o vivida como tal, que puede convertirse en un desequilibrio
sustancial entre las demandas ambientales percibidas y las capacidades de respuesta del sujeto. El estrés es pues un
estado de tensión física y emocional causado por la presencia de un estresor, a la vez que es una realidad subjetiva
(real o percibida) que depende a la vez de la situación estresante y de la manera en la que el individuo la percibe, que
produce secuelas físicas o psicológicas. Si en principio esta reacción es positiva, la recurrencia, la intensidad y la
durabilidad (cronicidad) lo convertirán en lesivo para la integridad del individuo que lo vive, exponiéndolo tanto a
daños a nivel fisiológico (tensiones musculares, fatiga, dolor de cabeza, desarrollo de enfermedades cardiovasculares,
de obligaciones que exponen virtualmente a los trabajadores a situaciones de abuso y explotación,

así como a procesos de estrés fisio-psicológico, así como el que se sucede por los procesos de

aculturación (Berry 1980, 2005). Adicionalmente, los individuos que laboran en el PTAT se

encuentran sometidos a lo que Depatie-Pelletier (2016) llama “varios tipos de estrés inducido por

el Estado”, derivado de las restricciones al derecho a la integridad psíquica y física que pueden ser

asociadas a diversas categorías de impacto de las políticas de ralentización en la toma de decisiones

que impactan la vida de los individuos” (p. 609).

En lo que toca a la familia, las esposas están sujetas a la incertidumbre de lo que le sucede (o puede

suceder) a su compañero mientras se encuentra fuera de casa, ya sea un accidente o una

enfermedad. De igual manera, tal y como lo veremos a continuación, ellas están sujetas a

situaciones estresantes como ir a cobrar los envíos de dinero, que debe realizarse en pequeños

grupos para evitar ser asaltadas (en el caso de las chiapanecas). Para las yucatecas no existe todavía

un riesgo alto de robo, aunque sí el mandato de género de que no deben salir solas. Otra fuente de

estrés es realizar una correcta utilización de los recursos enviados que las haga ver como eficientes

gestoras de los haberes que sus esposos han ganado con tanto esfuerzo, so pena de ser –o de

sentirse– juzgadas como “malas administradoras” en el caso de falla.

La composición de la población chiapaneca

De acuerdo con datos de INEGI del año 2015, la población total en Chiapas era de 5 252 808, de

los cuales había 2 573 587 hombres, y 2 679 221 mujeres (INEGI, 2015), quienes estaban

gastrointestinales, endocrinas y respiratorias); psicológico (aumento del consumo de alcohol, tabaco o calmantes;
modificación de hábitos alimenticios, tensión en las relaciones, pensamientos confusos, dificultad de concentración)
y emocional (impaciencia, irritabilidad, susceptibilidad, apatía, cambios de humor, inquietud desmesurada, pánico,
ideas suicidas, sentimiento de incompetencia o inutilidad, depresión entre otros) (APA, 2016; Achotegui, 2002; Aresti,
2001; Lazarus, 1983; Mason, 1975).
distribuidos en los 122 municipios del estado. En 2005, Chiapas ocupaba el 2º lugar en personas

hablantes de una lengua indígena (HLI), o sea, el 21.8% de la población total mayor de 5 años

(INEGI, 2005). Diez años después, de los 4 872 816 de tres años y más, el 27.9% era HLI,

principalmente de tzeltal, tzotzil, chol o zoque (INEGI, 2015). En 2015 (INEGI, 2015), el 38% de

la población chiapaneca se encuentra en el rango de edad de 20 a 49 años, es decir, califica para

acceder al PTAT. En 2005, el 60% de la población mayor de 5 años profesaba la religión católica,

en tanto que el 22% se reconocía de otra religión. En todo el país la población rural ha disminuido

de manera significativa,4 después de Oaxaca, Chiapas es el “ ‘estado más rural’, tanto en términos

absolutos -volumen de población rural- como relativos -grado de ruralización-” ya que el 61.2%

de personas chiapanecas habitan en zonas rurales (INEGI, 2005:5).

El municipio de Arriaga

En sus orígenes, Arriaga fue una congregación de familias que se asentó en lo que se conocía como

el Valle de Jalisco perteneciente a la municipalidad de Tonalá, y que en 1910 tomó el nombre de

Ponciano Arriaga al constituirse como un pueblo. Durante varias decenas de años, los productos

agrícolas que generaba la zona de la Fraylesca, llamada “granero de Chiapas”, eran transportados

hasta el municipio de Arriaga donde se cargaban en el ferrocarril que les llevaría hacia Veracruz,

para posteriormente ser trasladados a la Ciudad de México. De acuerdo con el testimonio de uno

de los notables de la costeña ciudad, quien accedió a ser entrevistado pidiendo el anonimato

(2016), la ciudad era boyante, abundaba el empleo pues se había desarrollado una industria de la

transformación que atraía inversiones. Decisiones políticas que no fueron claramente explicadas

convirtieron a Arriaga en una especie de ciudad fantasma en la que hoy en día se ven deambular a

las y los migrantes centroamericanos que esperan a “La Bestia” para iniciar o continuar con su

4
Cabe hacer notar que los datos que consignan la proporción de población rural datan del año 2000.
periplo hacia “el Norte”. Las actividades económicas que proporcionan empleo a las y los

arriaguenses se concentran actualmente en Tonalá, municipio aledaño, en el que tanto la pesca

como el turismo demandan mano de obra que es cubierta por una buena parte de los habitantes de

Arriaga.

Sintetizamos en un párrafo una parte de la historia que no se ha descrito en los textos o en las

páginas Web de los gobiernos municipal y estatal, misma que sirve para explicar las razones por

las que algunos funcionarios públicos (chiapanecos de origen), al tener la posibilidad de beneficiar

a campesinos que serían integrados al Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales, eligieron

a los habitantes de este municipio que había sido fuertemente golpeado con la decisión de cancelar

los proyectos de inversión y de cerrar las fuentes de empleo.

Describiéndolo en cifras, Arriaga cuenta con una población de 40,042 personas de acuerdo al

Censo de Población de 2010 (INEGI). Según INAFED poco más de 600 se consideran población

indígena, aunque solo hablen español (INAFED, 2017). Forma parte de la Región Económica IX

Istmo-Costa, cuya cabecera es Tonalá. La municipalidad presenta un índice de marginalidad

medio. El promedio de personas en una casa es de 4.4 miembros. En lo que toca a la escolaridad

media de la población de 15 años y más, ésta se sitúa en 7,3 años.

Fue en 1990 cuando los primeros habitantes de Arriaga (y de la Colonia Buenavista) partieron

mediante el PTAT a Canadá, y su número se ha incrementado año tras año. El municipio aporta

un gran porcentaje de éstos: en 2016, el número de trabajadores agrícolas ascendió a 256, lo que

representa el 27.8% de los 920 trabajadores chiapanecos que participaron en el PTAT, ver tabla 1

(STPS, 2017).

Tabla 1: Arriaga, Chiapas. Participación en el PTAT por provincia canadiense de destino

2010-2016
2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016

ONTARIO 116 126 115 118 96 116 124

C. BRITÁNICA 66 57 56 49 58 62 72

QUEBEC 39 41 42 44 49 45 42

OTRAS 37 14 22 10 22 21 18

TOTAL 258 238 235 221 225 244 256

Fuente: Elaboración de las autoras, con información de la STPS, 2017.

La composición de la población yucateca

Según información del INEGI, Yucatán tenía una población total de 2 118 762, de los cuales 1 044

244 eran hombres, y 1 074 518, mujeres (INEGI, 2015), distribuidos en 106 municipios. Según

estimaciones del INEGI (2015), el 42% de la población yucateca tiene entre 20 y 49 años de edad,

rango de edad en el cual se encuentran los participantes en el PTAT. De la población de tres años

y más, es decir, 1,992,871, el 28.9% era HLI (maya, chol, tzeltal y mixe) (INEGI, 2015). En 2010,

el 82% de la población de Yucatán se decía católica, y el 12% profesaba otra religión, aunque cabe

mencionar que va en aumento la adscripción a otras religiones cristianas. La población del estado

de Yucatán ha atravesado por un proceso de “urbanización” en términos de ubicación geográfica,

por lo que muchas personas han abandonado el campo; aunque el sur y el oriente del estado

continúan siendo las zonas en las que más se desarrolla la agricultura.

El municipio de Tahdziú

De Tahdziú, cuyo significado en maya es "lugar del pájaro tziu", no se conoce la fecha exacta de

su fundación. Después de la conquista su territorio quedó bajo el régimen de las encomiendas de

Juan Magaña Arroyo y de Juan de Argais y Cienfuegos. Después de la independencia de la Corona


española (1821) comienza su vida como municipio, el cual limita al norte con Yaxcabá, al este y

al sur con Peto, y al oeste con Chacsinkin. Se considera región rural-urbana y tiene 48 rancherías

y localidades pequeñas. La tenencia de la tierra es ejidal. La cabecera del municipio es Tahdziú, y

cuenta con colonias como Cisteka, Kantirix, T. Macte, Mogte, Sisbic, San Fernando y San Ignacio.

En este municipio, como en Maní, las personas habitan en solares, en los cuales se encuentra la

casa de los abuelos, y de los hijos varones que se van casando. Un material de construcción es la

madera del “chit”, el cual se utiliza para edificar los “ripios”, es decir, la tradicional casa con forma

oval, y techo de palma de guano. La organización de las casas está divida, y uno de los cuartos es,

generalmente, solo cocina, la cual tiene frecuentemente fogón de leña; se duerme en hamaca. La

mayoría de los hogares son de jefatura masculina, y las “jefaturas femeninas” son, generalmente,

por viudez, al igual que en Maní.

La municipalidad presenta un índice de marginalidad alto, y es considerado el municipio más pobre

del estado de Yucatán. El promedio de personas en una casa es de 5.2 personas. La escolaridad

media de la población de 15 años y más, es de 4.9 años (CONEVAL, 2010). La participación en

el PTAT de oriundos del municipio de Tahdziú comenzó en 2010, los hombres se emplean en

Alberta, Columbia Británica, Ontario, y solo uno viaja a Quebec. En 2016, el número de

trabajadores procedentes de este municipio que trabajó en Canadá fue de 11, lo que representó el

2.72 % de los 404 trabajadores yucatecos en el PTAT.5

El municipio de Maní

Maní, que significa “lugar donde todo pasó”. No se conoce la fecha de la fundación del municipio

y su cabecera, aunque se sabe que existía desde antes de la conquista. En la época prehispánica fue

5
Información de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), 2017.
cacicazgo de Tutul Xiú, y su proceso de colonización estuvo a cargo de Francisco de Montejo el

“adelantado". En ese lugar, en 1562, se llevó a cabo el trágico episodio de la historia en la que fray

Diego de Landa a través del llamado “Auto de Fe” decidió quemar la mayor parte de los códices

mayas en una gran hoguera. Entre 1900 y 1980 solo existían registros censales de dos pueblos en

el municipio: la cabecera de Maní y Tipical. En 1931, una parte de su territorio (Tzintzec) se

adhirió al vecino municipio de Mama (INAFED). Actualmente, la cabecera de Maní es un sitio

histórico y turístico, pues en él se asienta el Convento de San Miguel de Arcángel, diversos cenotes

y un famoso restaurante.

Maní tiene 5,250 habitantes (INEGI, total de hogares 1,241, promedio de integrantes en los

hogares: 4.2. La municipalidad presenta un índice de marginalidad alto. La escolaridad media de

la población de 15 años y más, es de 5.9 años (CONEVAL, 2010). De acuerdo con la investigadora

canadiense Marie France Lebrecque (2017) fue a partir de 2002 cuando empezaron a participar

yucatecos en el PTAT; Maní fue de los primeros municipios considerados en el programa, y el

60% de los inscritos laboran en Quebec, si bien, en 2016, el número de trabajadores procedentes

de Maní que trabajó en Canadá fue de 10 varones, lo que representa el 2.47 % de los 404

trabajadores yucatecos que participaron en el PTAT.6

Lo que se oculta en las cifras: el caso de Arriaga, Chiapas

Volvamos a las estadísticas. En el caso del municipio de Arriaga y por añadidura de Colonia

Buenavista, es sólo a partir de 2014 que se ha reiniciado la contratación de trabajadores. Del

número total de varones enviados a través del PTAT, los mayores porcentajes corresponden a

aquellos que tienen más de 10 años dentro del Programa, incluyendo 14 personas que suman más

de 24 años de labor prácticamente ininterrumpida.

6
Información de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), 2017.
La relevancia de esta información en términos de separación familiar recurrente, son los posibles

impactos que la repetida ausencia puede provocar en los individuos, sus parejas y el tejido familiar

y social. Dicho de otra manera, el 70% de los trabajadores que provienen de la municipalidad de

Arriaga en general y varios de los individuos entrevistados, quienes habitan en Colonia Buenavista

se han ausentado de sus hogares al menos durante la mitad del año, en períodos que oscilan entre

los once y los veinticuatro años, que pueden significar dos o tres hija-os que han visto a su padre

la mitad o un tercio de su vida (en el caso de los que laboran ocho meses en Canadá) y que varios

de sus hija-os han nacido cuando ellos se encontraban ausentes.

El rango de edad más frecuente de los trabajadores del PTAT en Arriaga es el que se sitúa entre

los 36 y los 50 años de edad (más del 60% en promedio), que agregado al rango situado entre los

26 y 35 años nos ofrece un 80% de individuos que se ubican en la edad (re)productiva. Desde

nuestra perspectiva de análisis, esto significa adicionalmente que se elige a individuos sanos,

fuertes, productivos, quienes a su vez son alejados de sus familias y comunidades de origen en

donde estas características (juventud, vigor, productividad) podrían estar al servicio de los

poblados que habitan de manera eventual, y a los que volverán una vez que ya no sean considerados

de utilidad en el PTAT.

Recordemos que la actividad agrícola es considerada una de las más precarias y peligrosas por el

tipo de maquinaria y equipo que se maneja y que provoca un buen número de accidentes anuales;

al tiempo que expone a los trabajadores a la manipulación, inhalación y contacto de toda clase de

productos químicos. Si bien no aparecen en la estadística, durante nuestro trabajo de campo

tuvimos conocimiento de varios casos de discapacidad e incluso de muerte de personas que

laboraron dentro del Programa. La triste realidad para quienes se accidentaron –al menos en un

caso que constatamos– es que un joven adulto no solamente perdió su empleo, al ser expulsado
del PTAT, sino que también se quedó sin la posibilidad de laborar pues sufrió severos daños en su

corporeidad y no recibió una indemnización y/o una pensión que le permita vivir dignamente.

En este caso, la familia no sólo dejó de percibir los ingresos que eran enviados durante la estadía

laboral del trabajador, sino que además tuvo que confrontar una serie de gastos que afectaron

seriamente su estabilidad financiera. José Manuel7 no había podido encontrar un empleo que

ayudara a solventar mínimamente sus necesidades, debido a las lesiones sufridas, su esposa ha

tenido que laborar como empleada doméstica y realizar otras actividades para poder cubrir con la

manutención del hogar. Si bien nuestra investigación no contemplaba entrevistas de este tipo, nos

pareció que estas son también consecuencias no reportadas de manera oficial, aunque expuestas

por algunos investigadores como McLaughlin y Hennebry (2007, 2009a, 2009b), Preibisch y Otero

(2014), o en los reportes anuales del Sindicato de la Industria Alimentación y del Comercio en

Canadá (TUAC, 2002, 2005, 2007,2015).

Lo que se oculta en las cifras en Yucatán: los casos de Maní y Tahdziú

La participación en el PTAT de oriundos de los municipios de Tahdziú y Maní es incipiente, de

manera general, la inscripción al programa es menor en Yucatán que en Chiapas, y la población

de trabajadores es mucho más dispersa en ese estado de la península. Por tal motivo, presentamos

en la tabla 2 información del estado de Yucatán, en lugar de datos de cada uno de los dos

municipios seleccionados; lo cual nos sirve para comparar y corroborar que mientras que un solo

municipio de Chiapas envió en 2016 a 256 trabajadores, todo Yucatán aportó 404 en el mismo

año. Del total de yucatecos que participaron en 2016, el porcentaje más alto (8.9%)8 era oriundo

del municipio de Opichén (n= 36), seguido por Dzilam González con el 6.4% (n= 26), Didzantún

7
El nombre es ficticio para proteger el anonimato de los participantes en nuestro estudio, al igual que todos los
nombres que aparecerán a lo largo de la ponencia.
8
Tomando en cuenta que todos los trabajadores eran originarios del mismo municipio.
con el 5.2% (n= 21), y Chacsinkín, con 5.0% (n= 20). Entre 17 y 18 individuos (de 4.2% a 4.5%)

eran originarios de cada uno de los siguientes municipios: Tekax, Maxcanú, Izamal y

Dzonkahuich. De Tekit, Valladolid y Quintana Roo eran entre 13 y 14 trabajadores de cada uno,

lo que representó entre el 3.2% y el 3.5% del total. Mientras que Tahdziú, Halacho, Abalá y Maní

enviaron entre 10 y 11 personas cada uno, lo que fue equivalente a entre el 2.5% y el 2.7% por

cada municipio. Del total de personas yucatecas inscritas al PTAT en 2016 (n= 404), la mayoría

era originaria de 15 municipios, mismos que aportaron de 10 a 36 trabajadores cada uno; es decir,

el 66.36% (n= 256), el restante 36.63% (n= 148), clasificado en este texto como “otros”,9

corresponde a 44 municipios que enviaron entre 1 y 8 personas cada uno. La mayor parte de los

15 municipios en donde se concentra el más alto número de trabajadores del PTAT se hallan

ubicados en la denominada zona nuclear maya, al sur, oriente y suroeste del estado de Yucatán en

donde entre el 70% y el 90% de la población habla el idioma maya. Dos de los municipios que

aportan mayor mano de obra, Dzidzantún y Dzilam González, ubicados en la antigua zona

henequenera yucateca (al norte de la península) son considerados pueblos mestizos, pues solo

13.5% de en el primero, y el 16.3% en el segundo tiene hablantes de lengua indígena.

Tabla 2: Estado de Yucatán. Participación en el PTAT por provincia canadiense de destino

2010-2016

2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016

ONTARIO 115 112 116 133 132 151 145

C. BRITÁNICA 49 63 62 70 99 106 112

9
Si se hubiese clasificado a los trabajadores de cada uno de los 44 municipios la información hubiera resultado tediosa
y el gráfico ilegible, por lo que la autora de este apartado prefirió agrupar en “otros” a los 44 municipios que aportaron
de 1 a 8 trabajadores, en el año referido.
QUEBEC 35 51 63 51 63 68 70

OTRAS 42 62 65 77 73 78 77

TOTAL 241 288 306 331 367 403 404

Fuente: Elaboración de las autoras, con información de la STPS, 2017.

Tal como ocurre en Arriaga, en Maní y Tahdziú es relevante la información sobre el tiempo de

ausencia de los hombres en sus comunidades de origen, y sobre los impactos que la ausencia

paulatina puede generar en los trabajadores, sus parejas y el tejido familiar y social. De los 21

participantes en el PTAT de Maní y Tahdziú, el 85.7% se han ausentado de sus hogares entre seis

y ocho meses, durante períodos que oscilan entre los dos y los 14 años, lo que significa pasar más

tiempo de su vida en Canadá que en sus comunidades de origen, no ver crecer a sus hija-os y

perderse de muchos eventos familiares como graduaciones, cumpleaños, funerales, etcétera.

El rango de edad más frecuente de los trabajadores de Maní y Tahdziú en Canadá es el que se sitúa

entre los 39 y los 47 años de edad (el 33%), que agregado grupo de entre los 26 y 35 años,

constituye el 100% de individuos que se ubican en edad (re)productiva. Como ya se mencionó,

esto significa que se escoge a personas sanas, fuertes y productivas, y se les aleja de sus familias

y comunidades de origen durante sus “mejores años” para devolverlos cuando ya no son

considerados de utilidad en el PTAT, es decir, después de los 50 años.

Para los hombres mayas de Tahdziú y Maní que participan en el PTAT, la vida en el campo es

relevante, y transcurre en dos dimensiones geográficas, el trabajo en Canadá les permite invertir

en sus milpas, tanto en granos y fertilizantes, y en sistemas de riego -construidos por ellos mismos-

así como invertir en un transporte (carro o camioneta) que les permite comercializar sus productos

en la vecina Oxkutzcab, considerada “la huerta de Yucatán”. En el trabajo de campo realizado en

ambos municipios no detectamos casos de participantes del PTAT que hayan sufrido algún
accidente de trabajo en Canadá y, en general, refieren buenos tratos de parte de los patrones y

capataces de las granjas canadienses. Lo que más han resentido en cuanto a disminución de

prestaciones laborales es que desde 2013 ya no pueden solicitar el “seguro de paternidad”,

mediante el cual obtenían un apoyo económico cuando la esposa paría un hijo y ellos regresaban

a México.

Vínculos, dinero y emociones: chiapanecos y yucatecos ante el PTAT

En las conversaciones sostenidas con las esposas de los trabajadores migrantes, encontramos

características que pueden servirnos para construir una especie de “situación tipo” para describir

lo que ellas tienen que confrontar en una circunstancia que pareciera ser la más cómoda de la

ecuación “hombre-trabajador agrícola-migrante/mujer-ama de casa-no migrante”. Recordamos

aquí lo que Quezada (2007) y Rangel (2013) señalan en torno a la noción de arraigo territorial que

remite a un proceso mediante el cual se establecen relaciones particulares con un territorio con el

que se crean y consolidan vínculos, que constituyen una especie de atadura con el lugar, pudiendo

ser éstos los lazos familiares, económicos, profesionales, culturales, territoriales, históricos y

políticos. Dicha noción emerge como una variable que reitera a estas mujeres “la impertinencia

de participar activamente en la migración, pues dicho sentido de arraigo (socialmente elaborado

en sus contextos) termina por convencerles de que el espacio doméstico es el único ámbito en que

pueden legitimar su valor como sujetos” (Rangel, 2013:129).

Para las esposas-compañeras-madres de Colonia Buenavista es claro que el espacio migratorio es

masculino y selectivo. Hay que subrayar que ninguna mujer arriaguense participa en el PTAT (en

2016 solamente ocho mujeres chiapanecas fueron contratadas en dicho Programa, es decir, menos

del 1%). En cuanto a las mujeres yucatecas, ese mismo año fueron contratadas nueve, lo que

representa el 2.2% del total; hay que subrayar que ellas son mujeres separadas, viudas, solteras, y
de los casos que documentamos solo una es casada, a diferencia de los varones que, por regla

general, son casados.

Es además evidente que el sistema patriarcal tiene echadas sus raíces y mecanismos para preservar

el control masculino a pesar de la ausencia de los esposos en las comunidades, garantizando así la

obediencia y sumisión femeninas a los dictados de larga distancia de sus maridos, con el

consecuente “castigo moral” de las “detractoras del modelo”. Dicha circunstancia queda de

manifiesto en la descripción de una influyente mujer chiapaneca de la Colonia Buenavista, quien

nos sugiere ciertos hogares para ser visitados, pues sabe que ellos van a Canadá:

¿Ya entrevistó usted a las tres muchachas que viven aquí a la vuelta, en la casa que

tiene la fachada toda de ladrillo? Esas sí que son buenas muchachas, viera usted. Todo

el tiempo andan con su suegra (los esposos son hermanos, y todos van a Canadá). Bien

portaditas, nunca salen solas, siempre van con su suegra… allí se la pasan, la ayudan,

trabajan seriecitas, hasta que sus maridos regresan (mujer 1 de Chiapas).

Por otro lado, entre las mujeres yucatecas, esposas de trabajadores del PTAT, existe también el

mandato de género que las lleva a asumir que deben pedir la opinión y el permiso del marido, en

su ausencia, y aun cuando ellos se encuentran en la comunidad:

Siempre le pido permiso, siempre sabe que voy a la casa de mi mamá, por eso habla

diario, porque así le digo fui aquí, fui allá. Cuando me habla me pregunta ¿qué hiciste

hoy?, ¿fuiste a pasear?, o ¿alguien vino a visitar? Para eso sirve que me hable diario,

antes nada más mensajes, pero ahorita ya me puede hablar diario (mujer 1 de Yucatán).

Los migrantes temporales entrevistados hablaron también de los temas de conversación con sus

esposas, cuando están fuera de casa:


[Hablamos] de cómo están, de qué vamos a hacer con el dinero, en qué vamos a

invertirlo pues… o sea, uno de allá le guía a la esposa pues, qué va uno a hacer, qué

se va a comprar… todo, pues, le guía uno a la esposa para invertir en cosas buenas

(hombre 1 de Chiapas, el subrayado es nuestro).

Para darle consejo, le hablo por teléfono, así me relajo un poquito, le hablo con dos

dólares, compro una tarjeta; si traigo el celular, le pongo tarjeta, y así le puedo hablar

diario o muy seguido y decirle así en qué vamos a gastar el dinero que yo le mando

(hombre 1 de Yucatán).

De manera implícita o explícita prácticamente todos los entrevistados en Chiapas y Yucatán

reconocieron que son ellos quienes determinan lo que debe hacerse con los excedentes del dinero

que envían a casa. En la gran mayoría de los casos, podía observarse que una buena parte de las

remesas son utilizadas para la mejoría, la construcción o la adquisición de la vivienda (ver fotos 1

2 y 3).

Foto 1. Casas tradicionales, Chiapas Foto 2. Vivienda en construcción, Chiapas


Foto 3. Contraste entre las casas estilo “ripio” y la construcción de “material” en Yucatán.

Tres entrevistados de Chiapas nos indicaron que han adquirido una nueva parcela o añadido más

superficie a las tierras que poseen (hay una parte Ejidal en las formas de posesión de la tierra);

comprado algunas cabezas de ganado o hembras de cerdo para la crianza. Entre los yucatecos

cuatro hablaron de sus inversiones en la milpa, y también en animales de corral, como gallinas,

pavos y marranos.

La relación con los hijos varones se premia y controla de diversas maneras, por ejemplo, con el

uso de la motocicleta, que es un medio de transporte privilegiado y en boga en Chiapas. Los

jóvenes pueden utilizar o no la moto que papá ha comprado, siempre y cuando observen una

conducta de obediencia y acorde a las expectativas de su progenitor. Su utilización conlleva un

cierto estatus en el poblado, en donde proliferan las bicicletas. Tal y como nos confía uno de los

entrevistados:

A los chamacos les digo que le echen ganas, que estudien, porque el sol quema fuerte…

yo les compré unos pollitos (para gallos de pelea) para que se entretengan, porque eso

los mantiene alejados de “las malas compañías”. Mire, les compré una moto y mi

chamaco pequeño la quiso usar para echar carreras, y andarse por allí con unos maloras
(…) pues le quité la llave y no se la di hasta que me convenció que ya no lo iba a

volver a hacer (hombre 2 de Chiapas).

En Yucatán han entrado en uso las motocicletas, pero, en los municipios de Tahdziú y Yucatán

hay muchas bicicletas, y se prefiere el automóvil (quizás debido al intenso calor) el cual, aunque

sea propiedad del padre-esposo, es utilizado por los varones jóvenes de la familia, quienes se

pasean por la comunidad para demostrar el “estatus” que les proporciona manejar un carro.

Algunos han adquirido bicicletas para todos los varones de su familia.

Ya después, los últimos años que he ido compré este terreno, hicimos esta casa y

tenemos todo, tenemos amueblado, ahorita gracias a Dios hasta un carro; mis hijos

andan bien, a todos les compré bicicletas nuevas (hombre 2 de Yucatán).

Tanto en los yucatecos como en los campechanos, en medio de la “bonanza” que implican las

remesas, es decir, el acceso a la adquisición de bienes materiales y de consumo, están las

emociones. El hecho de proporcionar a la familia una mejor casa, un auto, una moto, una bicicleta,

ropa, fiestas de cumpleaños o graduaciones, lleva implícitas emociones sustentadas en el deber

ser, que en la masculinidad hegemónica se basa en el orgullo y satisfacción de ser el proveedor, y

poder proporcionar a la familia bienes materiales. El poder adquisitivo representa que cumplen

con su papel como proveedores del hogar; aunque varios expresaron que es un enorme sacrificio

separarse de sus familias. No obstante, existen sentimientos encontrados, y hay, sin lugar a dudas,

casos en los que las emociones tienen otro cariz. Un informante chiapaneco relató la difícil

experiencia de haber sentido que no volvería a ver a su esposa, y de perder a su hija más pequeña.

Su esposa, relata de su parte, la mezcla de angustia, de preocupación, de tristeza, de dolor y de

amor que tanto ella como su esposo vivieron durante esos días.
Ahora que mi esposa se iba a aliviar fui a al Centro de Apoyo [de Canadá] para

venirme, porque ella se puso muy grave y no estaba el bebé a término; imagínese como

me sentía yo allá trabajando… a veces me ponía a llorar, y yo necesitaba dinero; pero

si me venía de dónde iba a sacar dinero para pagar el parto que era de alto riesgo -y

era en clínica particular- y si me quedaba, qué tal que no la encontraba ya a ella

(hombre 3 de Chiapas).

Me dijeron que tenía preclamsia, y allí estaba yo en el hospital, solita, extrañando a mi

marido, deseando que estuviera conmigo (llora)… no sabía yo si lo iba a volver a ver,

pues me dijeron que todo se estaba complicando, y yo pensaba, ¡ay Dios qué van a

hacer mis hijos! [de cuatro y siete años] hasta que llegó la hora… cuando nació, era

una bebé muy pequeñita, pero gracias a Dios estaba completa y pues, aquí estamos

(mujer 2 de Chiapas, esposa del informante del testimonio anterior).

Cuando empecé en Canadá no tenía yo casa, andaba yo rentando siempre, el primero

año que me tocó ir a Canadá, perdimos un niño que tenía siete meses, pagué deudas,

me endeudé porque pagué todo el movimiento del bebé que estuvo en el hospital

privado, pues me salió en algo, ese año si me sirvió para pagar esa deuda que me quedó,

(hombre 3 de Yucatán).

Pues a veces me siento muy sola porque él se va, y mis hijos ya están en la escuela, y
como es de tiempo completo, pues salen tarde; me quedo sola, hago mi costura, pero
si no lo hago la costura voy en casa de mi mamá (…) mientras estoy costurando se me
va el día, y luego, criando mis gallinas y mis cochinos. Pero ya de noche, cuando están
dormidos, me pongo a llorar (mujer 2 de Yucatán).
Otro tema que tiene que ver con las emociones es la violencia dirigida hacia las mujeres, aunque

en este caso nos referimos solo al municipio de Arriaga en Chiapas. No porque la violencia de

género no exista en Yucatán, como en todo México, sino porque no ubicamos ningún relato en
informantes yucatecos (mujeres u hombres) que hablasen sobre el tema. Una de las entrevistadas

chiapanecas no deja lugar a dudas sobre los efectos perniciosos que el acceso a un ingreso, que

rebasa con creces la media local, puede tener en ciertos individuos, y sus consecuencias en la pareja

y la familia:

Desde que Fernando comenzó a ir a Canadá, las cosas empezaron a cambiar entre

nosotros. Se hizo más egoísta. Primero me mandaba un poco de dinero, y luego ya no

me daba nada. Me las veía yo difíciles para poder mantener a mis hijos, sobre todo al

que está fuera, que estudia la universidad. Cuando regresaba, se la pasaba una semana

en la cantina (me venían a decir que lo veían borracho, apostando a la baraja). Y luego

llegaba aquí a la casa y empezaba a insultarme cuando yo le pedía dinero para pagar

las deudas, la escuela, la comida… comenzaba a romper las cosas y quería pegarme,

hasta que un día fui yo quien lo golpeó con un bate de béisbol, ¿cree usted que hice

bien? (mujer 3 de Chiapas).

La violencia hacia las mujeres implica un gran “desgaste” emocional para ellas y sus hijas e hijos

y, seguramente también, para los hombres violentos. Informantes clave, que son testigos de los

procesos migratorios, la vida cotidiana y de trabajo de los participantes del PTAT en Quebec nos

comentaron que algunos de los mexicanos se han visto implicados en situaciones de violencia, no

necesariamente física, aunque sí emocional, como el hecho de tener otra pareja en Canadá, y

hacérselo saber a la esposa que espera en México. Otras formas “sutiles” de violencia tienen que

ver con no enviar dinero a sus familias, y llevarlo todo cuando regresan.

A manera de reflexión
Las dinámicas migratorias en la que se ven inmersos hombres y mujeres (así como sus familias)

de Chiapas y Yucatán son diversas. Arriaga es un municipio netamente mestizo, lo que implica

prácticas sociales más “occidentalizadas”. En contraste, Maní y Tahdziú son comunidades mayas

que, con los matices y cambios propios de la mundialización, han continuado preservando muchas

de sus tradiciones. Una diferencia importante en ambos es la adscripción religiosa; mientras Maní-

al igual que Arriaga, Chiapas- continúa siendo una localidad profundamente católica, en Tahdziú,

además del catolicismo, prevalecen otras religiones cristianas, como la presbiteriana, la evangélica

pentecostal y los testigos de Jehová.

No hemos explorado en los tres municipios sobre la influencia que podría tener la adscripción

étnica, la marginalidad, la filiación religiosa, el número de habitantes por comunidad, el grado de

escolaridad promedio o el acceso al trabajo mediante el PTAT en términos del divorcio; pero

sabemos que en Arriaga cada vez hay más parejas que se separan, inclusive entre los entrevistados.

En Maní y Tahdziú no es la regla, al contrario, las parejas permanecen casadas prácticamente toda

su vida, y entre los informantes no hallamos relación con la religión que profesan.

Los anteriores son solo algunos datos a explorar en próximas investigaciones. Lo que sabemos es

que el número de trabajadores del PTAT y, en general, las estadísticas, ocultan las vivencias

cotidianas de quienes migran de manera temporal, sus emociones (tristeza, enojo, culpa, depresión,

estrés, e incluso, vergüenza) y que apenas empezamos a profundizar en la subjetividad de las

personas migrantes, para dibujar el mapa de la geografía de las emociones.

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