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Paolo Virno: Derecho de resistencia

Derecho de resistencia

Paolo Virno
Il Manifesto // 14 de noviembre de 2004
Publicado en castellano en: nodo50.org/tortuga/Derecho-de-resistencia-por-Paolo

Seattle, Niza, Praga, Génova: el movimiento sofismas faltos de ingenio y a citaciones


global ha ganado visibilidad y credibilidad multiusos. Bien mirado, esa discusión paga
gracias a la reiterada y dramática ruptura los efectos en cadena de un cambio
del orden público. Negarlo no es, desde drástico de paradigma teórico. Un cambio
luego, un delito: como no lo es, por lo tal que llega a escindir aquello que parecía
demás, sostener que los niños vienen de inseparable o a arrimar cuanto se colocaba
París. Es sólo una estupidez en las antípodas. En pocas palabras: la
autodescalificadora. Si no se quiere «salir lucha contra el trabajo asalariado, a
del siglo XIX» como los cangrejos, esto es, diferencia de aquella contra la tiranía o
debatiendo sobre los excesos de la Comuna contra la indigencia, ya no está en relación
de París o frunciendo el ceño al recordar la con la enfática perspectiva de la «toma del
sanguinaria arrogancia de Cromwell, poder».
conviene plantearse una cuestión espinosa:
Precisamente en virtud de sus caracteres
¿cómo concebir el uso de la fuerza hoy, en
sumamente avanzados, se perfila como una
la época en la que el Estado moderno se
transformación totalmente social, que se
derrumba junto con su monopolio de la
confronta de cerca con el «poder», pero sin
decisión política? Sería fácil explicar a
soñar una organización alternativa del
Giampaolo Pansa (que en La Repubblica de
Estado, sino que está encaminada a
ayer ha entonado un lívido mantra contra
entumecer y a extinguir toda forma de
el movimiento de 1977) por qué fue algo
mando sobre la actividad de las mujeres y
bueno y justo echar a Luciano Lama
de los hombres y, por lo tanto, el Estado a
[entonces secretario general de la CGIL] de
secas. Dicho de otra manera: mientras la
la universidad de Roma en febrero de aquel
«revolución política» era considerada la
año lejano. Fácil, pero ocioso. Lo que
premisa inevitable para modificar las
importa es orientarse en el presente,
relaciones sociales, ahora este botín
después de que muchas de las viejas
adicional se torna en el paso preliminar. La
brújulas se hayan roto.
lucha puede cumplir su índole destructiva
Todo aconseja no entregarse a ninguna sólo si de antemano resalta en altorrelieve
forma de fetichismo con respecto a la no otro modo de vivir, de comunicar e incluso
violencia y la violencia. Y desde luego es de producir. Sólo si, en definitiva, se tiene
estúpido identificar la radicalidad de una algo que perder además de las propias
lucha con su tasa de ilegalidad. Pero no lo cadenas.
es menos elevar la lenidad a inoxidable
Con todo, el tema de la violencia,
criterio-guía de la acción. Por lo demás, no
idolatrado o exorcizado, ha sido uña y
hay que preocuparse en exceso: el tránsito
carne con la «toma del poder». ¿Qué
del conflicto de la latencia a la visibilidad se
sucede cuando se considera a la existente
encarga siempre de llevarse por delante los
la última forma posible de Estado,
«eternos principios» adoptados en cada
merecedora de la corrosión y la ruina, y no
momento por los políticos de profesión.
desde luego de verse reemplazada por un
Sobre la antigua (pero no agotada) cuestión
Hiperestado «de todo el pueblo»? ¿Acaso
de las formas de lucha, la discusión da
la no violencia se convierte en el nuevo
vueltas sobre sí misma, abandonándose a

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Paolo Virno: Derecho de resistencia

culto a oficiar? No lo parece en absoluto.


Cabría, a lo sumo, servirse de un oximoron
imprevisto: el recurso a la fuerza debe
concebirse en relación a un orden positivo
que ha de ser defendido y salvaguardado.
El éxodo del trabajo asalariado no es un
gesto cóncavo, un menos algebraico.
Huyendo, uno está obligado a construir
distintas relaciones sociales y nuevas
formas de vida: se requiere mucho gusto
por el presente y mucha inventividad.
De esta suerte, el conflicto se entablará
para preservar lo «nuevo» que entretanto
se ha instituido. La violencia, de haberla, no
avanza hacia un «futuro radiante», sino
que intenta prolongar algo que ya existe,
aun informalmente. Frente a la hipocresía o
a la distraída memez que caracteriza hoy a
la discusión sobre legalidad e ilegalidad,
conviene remontarse a una categoría
premoderna: el ius resistentiae, el derecho
de resistencia. Con esta expresión, en el
derecho medieval no se entendía en
absoluto la facultad obvia de defenderse
cuando se sufre una agresión. Tampoco, sin
embargo, un levantamiento general contra
el poder constituido. La distinción es nítida
con respecto a la seditio y a la rebellio, en
las cuales se arremete contra el conjunto
de las instituciones vigentes para edificar
otras. Por el contrario, el «derecho de
resistencia» tiene un significado bastante
peculiar. Este derecho puede ser ejercido
cuando una liga artesana, o la comunidad
en su conjunto o incluso un individuo ven
alteradas sus prerrogativas positivas por
parte del poder central, válidas de hecho o
por tradición.
El aspecto más destacado del ius
resistentiae, lo que le convierte en el
último grito en el tema legalidad/ilegalidad,
es la defensa de una transformación
efectiva, tangible y ya acontecida, de las
formas de vida. Los pasos grandes o
pequeños, los desprendimientos o las
avalanchas de la lucha contra el trabajo
asalariado admiten un derecho de
resistencia ilimitado, mientras que excluyen
una teoría de la guerra civil.

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