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Hace unos años revisé una de las biografías más populares de Marie Curie, escrita por Eve

Curie (su hija). Es la que se suele citar para hacer recuentos sobre su vida. Es una historia de
reconocimientos y conquistas importantes que resaltan los logros de su madre. Sin embargo, me
quedé con la duda sobre cuán fácil fue este camino para Marie. La narración refleja la marcha
positiva del conocimiento, pero no me ayudaba a responder la inquietud que yo tenía. ¿Cómo es
posible que una mujer haya ganado dos premios nobel a inicios del conservador siglo XX?

Así que hace pocos días, recordando esta inquietud, decidí revisar otra biografía. Esta es de Susan
Quinn y se titula “Marie Curie: a life”. Quinn ganó la Guggenheim Fellowship y una residencia
Rockefeller para reunir datos y escribir esta biografía, que luego recibió varias distinciones. Muchos
de los mensajes que niegan la desigualdad de género en la ciencia suelen recurrir a las figuras Marie
Curie y otras mujeres distinguidas para justificar que sus logros son ejemplo de la equidad en la
participación de la producción del conocimiento. Sin embargo, el libro de Quinn es un excelente
ejemplo sobre cómo el hecho de ser mujer influye en las posibilidades de acceder a recursos y
reconocimiento público en una sociedad vigilante de la vida privada.

Maria Sklodowska nació en 1867 en un hogar pobre en Polonia. Fue a la escuela gracias al apoyo de
su padre, profesor, y terminó como la primera de la clase. Aunque inmediatamente quería ir a la
universidad a seguir su formación en ciencias, no pudo. La Polonia controlada por el Imperio Ruso
prohibía a las mujeres estudiar en la universidad. Maria formó parte de un núcleo de entusiastas que
fundó una universidad clandestina para continuar nutriendo su pasión por el conocimiento
científico.

Con su hermana, Bronya, desarrollan un plan para estudiar en Francia. Maria llega en 1891, decidida
a desarrollar una carrera en matemáticas y física en la Sorbona. Aquí también decide cambiar su
nombre a Marie, pues el rechazo a otras nacionalidades era muy fuerte. En 1893 terminó como la
primera alumna de su maestría en física y al año siguiente obtuvo su maestría en matemáticas. Le
ofrecieron un puesto en la Universidad de Cracovia en Polonia, a donde quería regresar para
acompañar a su familia aún sumida en la pobreza. Sin embargo, el departamento terminó negándole
la posición debido, explícitamente, a que era mujer. Decepcionada, Marie decide quedarse en la
Sorbonna y realizar su doctorado.

Buscando un laboratorio donde conducir sus experimentos conoce a Pierre Curie, miembro de una
familia socialista, quien supo reconocer la calidad de las ideas y trabajos que desarrollaba Marie. Él
era el jefe del Laboratorio de Física Industrial de la Escuela Municipal de París. Pierre siempre la
reconoció como una igual, en una sociedad en donde el acceso al laboratorio científico estaba
prohibido para las mujeres. Ella lo alentó a consumar sus importantes hallazgos en magnetismo en
una tesis doctoral, para que pueda avanzar en su carrera como catedrático. Gracias al apoyo de
Marie, en 1895 Pierre sustenta su tesis y recibe una cátedra de la Escuela Municipal. Ese año Marie y
Pierre se casan en una ceremonia civil. Con poco dinero, Marie usa un traje azul sencillo como su
vestido de bodas. Usaría el mismo traje, su mejor traje, como un uniforme de laboratorio en los años
por venir. De hecho, recién cuando Marie se casa con Pierre, ella puede conducir sus experimentos
en su laboratorio.

Mientras tanto, Marie decidió realizar su investigación doctoral en física estudiando los rayos
Becquerel, un resultado de la ionización de las sales del uranio en el aire. Marie plantea la hipótesis
de que se trataba de una propiedad atómica de algunos elementos. Acuña el término
“radioactividad” para explicarlo. En un paper enviado a la Academia de Ciencias de Francia en 1898
introduce el término y sostiene además que en este espacio se encontrarían nuevos elementos
desconocidos para la ciencia. Marie pidió a Pierre que firme el artículo con ella para que este fuera
aceptado, pues no era visto con bueno ojos que una mujer publique artículos científicos.
Más adelante en ese año, los Curies encontrarían evidencia suficiente para reconocer dos nuevos
elementos para la ciencia: el radio y el polonio (así bautizado para honrar la patria de Marie). Apenas
dos meses después, da a luz a su primera hija, Irene. Durante los siguientes tres años, Marie se
dedicó a trabajar en el aislamiento del radio y a criar a Irene, mientras también trabajaba como
profesora en una escuela de mujeres para mantener el hogar. Su pasión por la investigación y su hija
quedaron registrados en los dos diarios que Marie escribió en paralelo en esa época: uno en el que
registraba sus progresos en el laboratorio, y otro en donde reflexionaba sobre su experiencia como
madre y los importantes hitos en el desarrollo de la pequeña Irene. El paralelo es evidente: para ella,
ambos roles eran igualmente importantes.

Como resultado de sus investigaciones, en 1903 los miembros de la academia de ciencias francesa
decidieron nominar a Pierre y Becquerel al Premio Nobel por sus aportes para compreder la
radioactividad, manteniendo deliberadamente a Marie fuera del listado de reconocimientos
científicos. Es gracias a la protesta de Pierre y a la presencia del matemático sueco Mittag-Leffler,
progresista, que Marie es reinsertada en la nominación. La academia, en general, mantendría esta
postura que escamoteaba los logros de Marie, a pesar de que existían evidencias de su ejemplar
contribución a la ciencia. Así por ejemplo en 1903, los Curie fueron invitados por la Royal Institution
de Londres a dar presentaciones sobre sus investigaciones. Sin embargo, la tradición indicaba que las
mujeres no podían brindar tales charlas, por lo que Pierre fue el único responsable. Ese año Marie
defiende su tesis y se convierte en la primera mujer en Francia en recibir un doctorado.

Pierre recibe la cátedra en física de la Sorbona en 1904. Él siempre apoyó a Marie en sus
investigaciones y hacía público el reconocimiento de sus contribuciones a la ciencia. Su fallecimiento
por un accidente en 1906 fue un shock para Marie. A pesar del dolor, decidió continuar adelante sus
investigaciones, en honor a Pierre: “Crushed by the blow, I did not feel able to face the future. I
could not forget, however, what my husband used to say, that even deprived of him, I ought to
continue my work.” El gobierno de Francia le informó que podían asignarle un estipendio por viudez,
como una situación de excepción por el trabajo de Pierre. Ella rechazó la oferta insistiendo que
podría mantener a sus hijas y a sí misma.

La Sorbona ofrece a Marie el puesto de Pierre. Se convirtió en la primera catedrática de la Sorbonna


y logró canalizar suficiente financiamiento para crear el primer Laboratorio de Radio en Paris.
Estableció el Curie como la unidad de medición de la radioactividad y en el proceso aisló el radio
como un nuevo elemento en la tabla periódica. Aún así la Academia de Ciencias Francesa le negó la
membresía. En una elección en donde la prensa la atacó por ser mujer, extranjera y atea, la
academia francesa eligió a Edouard Branly, quien tenía una interesante producción científica pero,
bueno, no era ganador de un Premio Nobel. Católico, protegido del Papa, Branly representaba a una
sociedad que aún abrazaba ideales conservadores. Para la academia francesa, Marie Curie
solamente había sido la asistente de Pierre y consideraban que su reconocimiento en el nobel de
1903 se debía únicamente a un gesto de amor.

Marie sería otra vez objeto del escarnio de la prensa cuando en 1911 se descubrió la relación que
había iniciado con el médico Paul Langevin, quien estaba en proceso de divorciarse. Mientras Marie
participaba de una importante conferencia científica sobre el futuro de la radioactividad, realizada
en Bruselas, en donde estuvieron también un joven Einstein, el físico Ernest Rutherford y el
matemático Henri Pointcaré, la prensa francesa destruía su imagen. La viuda insultaba la memoria
de su marido por iniciar una nueva relación. La viuda era una entrometida en un matrimonio frágil
pero cristiano. La viuda era la razón del sufrimiento de la esposa e hijos de Langevin. Cuando Marie
regresó de Bruselas, una turba la esperaba en la puerta de su casa, con frases como “bruja” y “atea”.
Al finalizar ese año recibió la noticia de que era acreedora a un segundo premio nobel, gracias al
hallazgo del radio y el polonio. En su discurso tuvo mucho cuidado en reconocer los aportes de todos
aquellos que habían realizado aportes al campo de la radioactividad, entre ellos Pierre y Rutherford.
Su modestia llamó la atención de los asistentes. Marie había quedado bastante acongojada luego del
incidente por Langevin. El episodio la dejó en un estado de depresión del que difícilmente se
recuperaría, aún a pesar del nuevo reconocimiento. No volvió a la casa que compartía con Pierre,
aquella que la turba visitó, y rentó en privado una nueva casa en París usando su apellido de soltera.
Firmaría como Marie Slowdowska en adelante. Entró a un periodo de encubrimiento y pararía todas
sus investigaciones por 14 meses, por temor a represalias en su vida y la de sus hijos. Ella continuaría
sus investigaciones luego en silencio. No volvería a tener nuevas parejas.

En 1914, junto con su hija Irene, reunieron apoyo y financiamiento para implementar laboratorios
móviles de rayos X que puedan usarse para atender a heridos en los campos de batalla durante la
primera guerra mundial. Para eso, Marie tuvo que aprender a manejar y se convirtió en una de las
primeras mujeres en tener licencia para conducir. Ya en el campo de batalla, a Marie le preocupaba
que Irene no pudiera sorportar las imágenes de un combate. Por eso se decidió a mantenerse
siempre firme y a proyectar serenidad y claridad, aún a pesar de que ella también estaba aterrada. El
trabajo de ambas salvó la vida de muchos soldados. Por estos esfuerzos Irene recibe una medalla de
reconocimiento por su trabajo como “enfermera”. A Marie se le negó, una vez más, reconocimiento
alguno. El episodio Langevin seguía en la mente de las instituciones conservadoras francesas, como
el cuerpo militar. Años después, en 1919, sería invitada por los Estados Unidos para dictar charlas
sobre radiología y entrenar al cuerpo médico. Fue presentada como “sanadora”, no como
“científica” o “doctora”.

Marie dedicó el resto de su carrera a fortalecer el Instituto del Radio, lugar que se convertiría en uno
de los más modernos lugares para la investigación científica. Con ningún financiamiento del
gobierno francés, ella recibió apoyo de campañas, especialmente en los Estados Unidos, y de
distintas becas y distinciones. Muy poco del dinero fue destinado para su riqueza personal. Ella
seguía manteniendo una vida modesta y con los recursos necesarios para mantener sus hijas. Irene,
años después, se convertiría en una de las estrellas del instituto fundado por su madre. Su trabajo
sería reconocido en 1935, cuando recibió junto a Frederic Joliot, un Premio Nobel.

Marie falleció en 1934. Sus restos descansaron en Sceaux por 60 años. Recién en 1964, el gobierno
francés autorizó su traslado al mausoleo nacional, el Panteón, en Paris.

Marie Slowdowska – Curie fue una mujer ejemplar. En lo que se refiere a romper el techo de cristal,
ella lo pulverizó. Pero no pudo hacerlo sola. Su increíble capacidad creadora y determinación por sí
solos difícilmente hubieran hecho eco en la sociedad conservadora de la época. Marie nunca hubiera
podido participar del debate científico, ciertamente no por que careciera de mérito, sino por el
simple hecho de ser mujer. Tuvo que casarse para acceder a este campo. Y tuvo la suerte de
enamorarse de alguien que supo reconocerla, valorarla y apoyarla a lo lardo de toda su carrera. Solo
a partir de ese mutuo reconocimiento y respeto por el otro, esta pareja logró brillar y crecer. Una
relación virtuosa que además iluminaría al mundo con contribuciones sin precedentes.

Cuando Pierre fallece, Marie tiene que enfrentar a una sociedad a la que no le basta que sea una
brillante científica. Su vida privada resulta siendo tan o más importante que sus contribuciones a la
química y a la física. Sin un hombre que la legitime al lado, ella es poco más que una “sanadora”.
Este menosprecio le costará caro. Ella no podrá investigar al mismo ritmo que cuando Pierre estaba
a su lado. El menosprecio de la prensa la ninguneará y dificultará que continúe con su agenda
científica, tanto por la depresión que le genera, como por lo difícil que resultará que otras
instituciones en su país financien sus actividades. Una guerra mundial después, y luego de demostrar
con hechos las aplicaciones que sus descubrimientos tienen para mejorar la salud de las personas,
ella logra canalizar financiamiento para sacar adelante a su instituto. Y no lo hará en su país, donde
aún pesa sobre ella como una espada de Damocles la condena de tener otra pareja. Gracias a estos
esfuerzos no solo crece ella: crece la ciencia, crece la salud, crecen sus hijas -quienes también
trabajarían por mejorar el mundo.

La vida de Marie Curie es testamento de que creer en las mujeres trae beneficios para todos. ¿Qué
hubiera ocurrido si ella no hubiera tenido que enfrentar todas estas dificultades sólo por el hecho de
ser mujer? Hallazgos científicos que no conoceremos.

Por ti, Marie Curie. Te recuerdo en este #8M. Te abrazo hoy y siempre.

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