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Wendy Racines Lozada – V-23.527.

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Maestría en gestión y políticas culturales ININCO-UCV
Gestión cultural e innovación – Prof. Adriana Alfonzo

El gestor cultural como motor de creatividad social


Al hablar de innovación en el sector cultural, es posible identificar un amplio espectro
de experiencias y conceptualizaciones en torno a la cultura de innovación, creatividad,
tecnología, desarrollo, innovación emergente, etc. El debate solo nos deja una conclusión
equívoca: la innovación en las industrias creativas y culturales es compleja. No basta con
incorporar tecnología, nuevas formas de promoción o crear tendencias artísticas. Tampoco
es suficiente desarrollar productos creativos o causar impacto a partir de iniciativas. La
innovación va mucho más allá: es el desarrollo de soluciones ingeniosas a través de
procesos de creatividad social (Lloveras, Martínez, Piazuelo y Rowan, 2009)1.

La creatividad social es una de las características esenciales del perfil de todo gestor
cultural, quien debe organizar, planificar y promover dinámicas creativas en la resolución
de problemas generando impacto social. El gestor cultural es, ante todo, un servidor público.
Su principal interés es el de guiar, mediar y satisfacer las necesidades y demandas
culturales de los diversos públicos a los que se dirige; lo cual incluye tanto a los públicos
internos, como a los stakeholders y las audiencias/consumidores. Para cumplir con su labor,
es imprescindible el estudio y evaluación minuciosa de la sociedad y el entorno. Solo
cuando conoces a profundidad el pasado, el resto de ofertas, la capacidad de acceso y
penetración del consumo cultural, se comienza a pensar en cómo reinventar procesos,
resolver problemas eficientemente y crear valor

Un gestor cultural de espíritu innovador examina minuciosamente cómo cumplir las


expectativas de valor de su gestión y de sus proyectos, mientras formula nuevas
oportunidades. Le interesa lo complejo, lo diverso y lo heterogéneo: Vence la resistencia,
lo convencional y lo establecido. Hurga en ese afán curioso por rescatar “lo perdido” y
recrear enfoques distintos que abracen la pluralidad. Para la cultura, este factor es clave
porque son características que describen el núcleo de su propio concepto. Por esta razón,
la innovación tecnológica solo es un paso, una opción y un lugar al que frecuentemente
acudimos, porque las invenciones y tendencias de la revolución digital buscan maximizar
los beneficios o jugar con posibilidades que, hace décadas, solo habitaban en nuestra
imaginación. La tecnología, dentro de la innovación, es una herramienta que amplifica
nuestras capacidades y/o dinamiza las diversas relaciones de los sistemas que creamos.

1Lloveras, Martínez, Piazuelo y Rowan (2009). Innovación en cultura. Una aproximación crítica a la
genealogía y usos del concepto. Traficante de sueños, Madrid.
Por ende, la aparición del Internet y las redes sociales y su uso extendido para la
promoción de eventos, proyectos y productos culturales es un nuevo canal que brinda
acceso y participación de mayor alcance y democratización; sin embargo, con el tiempo, en
esos espacios se generan convenciones y la “chispa” de innovación se pierde. El gestor
cultural, apoyado de su equipo de mercadeo, debe explorar nuevas posibilidades para
destacar y generar valor. Algunas tácticas que sugieren creatividad social necesariamente
van un paso más allá: actividades que promuevan participación cultural en línea, espacios
de co-creación, galerías virtuales, curaduría de contenidos sobre un proyecto artístico, etc.

Sin embargo, el gestor cultural también debe promover una cultura de trabajo
basada en estos principios. Desde la forma en la que se emplean los canales de
comunicación hasta una estructura horizontal de recursos humanos o una inversión en las
competencias y conocimientos que su capital humano debe manejar para representar y
crear dentro de su organización, cada pequeña acción orientada a la creatividad social, es
un semillero de innovación que rápidamente fecunda nuevos intereses y búsquedas entre
el equipo. Y tal y como señalan las tendencias en el mundo de los negocios, no hay mejor
inversión que la de fortalecer y motivar a tu propio equipo de trabajo.

Al trabajar en red y de cara a la sociedad, los gestores culturales también tienen en


sus manos el derecho y responsabilidad de influir en el espíritu creativo de la ciudad y de
sus ciudadanos. Desarrollar proyectos con propósito y conciencia ciudadana,
necesariamente, incentiva a otros a formar parte de ese colectivo de creatividad social.
Llenar de contenido un espacio, hablar de temas cercanos, integrar a la comunidad al hecho
artístico, fortalecer la co-creación y el tejido de redes de colaboración, solidaridad y
acompañamiento son solo algunas de las responsabilidades a considerar.

La innovación no se ata a cuantiosos presupuestos o logísticas engorrosas. Y los


gestores culturales no se limitan a la programación intensiva de actividades con el fin de
entretener. Actualmente el desafío se inclina a la creación sustentable, optimización de
recursos, la rentabilidad, la humanización y el impacto social, la participación ciudadana y
la apertura de oportunidades a través del empoderamiento y la escucha.

“La cultura es una dimensión básica para reimaginar el mundo” (Agenda 21) Si en
Venezuela se habla de “pérdida” de espacios, valores, tradiciones e identidad, la meta está
en recuperarlos, fortalecerlos y propiciar la apropiación y uso de los mismos. ¿Cómo vamos
a hacerlo? ¡Vamos a reimaginar el mundo! De eso se trata la innovación.

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