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aqui el texto de de las diecinueve «Te- escrito de Benjamin, redactado en la primav: esta transcripcién faltan en particular las con las que termina el texto aleman. Desde ese , el acdpite XIX constituye un problema, por- in original figura con el numero XVIII. En jamin sometia su traduccién a cambios nota- nes y retoques. Nosotros la hemos tomado de s borradores: la seccién N del Libro de los pa- luces, una version apenas diferente de ellos. este escrito ha dado lugar a numerosas con- volumen editado por Peter Bulthaup, Mate- jamins Thesen «Uber den Begriff der Geschich- und Interpretationen, Francfort: Suhrkamp, kamp Taschenbuch Wissenschaft», n° 121, se instrumento indispensable para desentrafiar as de ese texto dificil, en el que cada e disolver en si los usos terminolégicos de la ia», tal como se la concebia hasta ese momen- , el lector sacar provecho del examen que ha- wy en el capitulo 6 de su obra Rédemption et estudio de Rolf Tiedemann, «Historischer Ma- der politischer Messianismus?» [«jMaterialis- )'Bivolumen mencionado contiene especialmente el estudio de Ger- tard Kaiser, «Walter Benjamins “Geschichtsphilosophische Thesen”: turKontroverse der Benjamin-Interpreten»; el de Theodor W. Adorno, MFertechritts, ye) de Rolf Tiedemann, «Historischer Materialismus oder Wlitischer Messianismus?», ademas del articulo de Pierre Missac, «Es find Thesen, Sind es Thesen?», publicado por primera vez en aleman *Michael Lowy, Rédemption et utopie: le judaisme libertaire en Eu- Tope centrale, Une étude d'affinité élective, Paris: PUF, 1988, col. «So- Cilopie aujourd'hui», pags. 121-61 [Redencién y utopia: el judaismo li- lertario en Europa Central. Un estudio de afinidad electiva, Buenos Ai- tee: El Cielo por Asalto, 1997) 379 mo histérico o mesianismo politico?»)], aporta ya la mayorte de los elementos informativos, Tiedemann se consagra sobre todo a mostrar que lo que se ataca es el concepto miamo, en beneficio de lo que ha sido histéricamente reprimido en la imagen. El subtitulo francés: «Sur le concept d’histoire» [«So- bre el concepto de historia»], confirma que la interrogacién se, refiere a la esencia del concepto, antes de cuestionar la fina-, lidad de un proceso. La alusién del acdpite IX a la acuarela_ de Paul Klee, Angelus Novus, en la cual, nos dice Scholem, Benjamin veia algo asi como un «ejercicio visual propuesto a ‘ la meditacién, aparece para Tiedemann como una «imagen / barroca». El angel, que no ve nada del porvenir, al que da la espalda, alegoriza —dice el autor— la imposibilidad de des- cribir la sociedad futura, sobre la cual Marx no dijo palabra. , «Parece expresar la desesperaci6n del superhombre frente a, la inhumanidad de la historia.» Si el viento del «progreso» viene del paraiso, no se trata de pensar, siempre segiin Tie- demann, que esa «tempestad» barre la historia, en el sentido de que el devenir social se vea afectado de inanidad por el amontonamiento de «escombros» del pasado. La imagen del Angel sigue siendo sélo una imagen, no la del historicista ni la del Mesias, sino una figura que permite identificar al his- toriador materialista, tan impotente como él y mero poseedor _, de una «fragil cuota de poder mesianico». La otra vertiente de la inteligibilidad del texto consiste en relacionarla con los usos teolégicos que sirven de relevo ala‘ imagen (designada por Benjamin como «la imagen de la sal- vaciém). El tikkun de la tradicién hebrea se encuentra aqui, en efecto, con la dimensién escatolégica del marxismo. punto neuralgico de las «Tesis» radica en ese encuentro, pues el autor purifica esta dimensién misma de las ilusiones del progreso —propias de los «historiadores» de la cultura o, en términos generales, del credo positivista—, al mismo tiempo que denuncia la creencia en un progreso de la emancipacién, en la versién socialdemécrata de la Segunda Internacional. En lugar de poner al proletariado en la perspectiva de un te- los liberador, Benjamin no percibe mas que una «catastrofe» histérica. Si seguimos otra vez el estudio de Tiedemann, las discu- siones con Horkheimer se habrian referido a una idea preci- ® Rolf Tiedemann. «Historischer Materialismus oder politischer Mes- sianismus?, en Dialektik im Stillstand: Versuche zum Spdtwerk Walter Benjamins, Francfort: Suhrkamp, 1983, col. «Suhrkamp Taschenbuch Wissenschaft», n° 445, pag. 104. Consagrados uno y otro a deapojar al materialiamo de wu yoltura ideolégica, los dos hombres divergen en la inter- omvtacion que dan do la «incompletitud del pasado», Hork- pimer considera que suponer esa falta de consumacién muivale a introducir una nocién tool6gica. La respuesta de Benjamin, tan conmovedora como extraordinaria, rehtsa qreer que el resultado de la lucha de clases deba, on adelante, interpretarse desde el punto de vista de los vencedores.4 A wu juicio, se cometeria con ello un error metodolégico fatal. La historia no sanciona el pasado en la percepcién completa- mente tendenciosa de los opresores, para quienes aquel no podia haber sucedido de otra manera. En este punto, el con- cepto de «redencién» (Erlésung) exige justamente ser trans- formado en un sentido materialista. La formula de Ibsen, que Benjamin parece hacer suya en la carta a Horkheimer del 28 de marzo de 1937: «Gliick wird aus Verlust geboren. / Ewig ist nur, was verloren» («La felicidad sélo nace para per- derse. / S6lo lo que esta perdido es eterno»), denota a las cla- ras la magnitud del pesimismo benjaminiano, asi como las consecuencias metodolégicas de la redencién del pasado a la cual se ha uncido.® Es delicado entonces, por no decir imposible, separar el contenido teolégico, aislandolo en la argumentacién de la vertiente «anarquista» hacia la cual se inclinaria e) autor.® Por un lado, el ajedrecista —el autémata que Johann Nepo- muk Maelzel habia exhibido en Estados Unidos entre 1820 y 1830, que sirvié de modelo a Edgar Allan Poe y a Benjamin 4 Ibid., pag. 107 (carta no incluida en la correspondencia). ° Enel Libro de los pasajes (N 8, 1], Benjamin escribe: «La historia no €s inicamente una ciencia: es en igual medida una forma de rememora- cién, Lo que la ciencia ha “constatado”, la rememoracién puede modifi- carlo. La rememoracién puede transformar lo que esta inacabado (la fe- licidad) en algo acabado, y lo que esta acabado (el sufrimiento), en algo inacabado. Esto es teologia, pero en la rememoracién hacemos una ex- periencia que nos impide concebir la historia de manera ateolégica, aun cuando no tengamos derecho, empero, a tratar de escribirla con concep- tos di égicos». c at ce ine tenes Geused Kaiser, «Benjamins “Geschichtaphilo- sophische Thesen”: zur Kontroverse der Benjamin-Interpreteny, en Benjamin-Adorno: Zwei Studien, Franefort: Athenaum-Fischer-Tas- chenbuch-Verlag, 1974, pags- 26:07 cues la base de in “lesion 6 ment i cién para marcar. : . Los Mengtinc tac ectaierakt (manuscrito 449), el anarquismo subya cente de Benjamin. 381 en el acapite I— sélo encarna el materialismo histérico a con- dicién de ser accionado por la ancilla theologiae, esa «vieja apergaminada y de mala fama», parecida hasta confundirse con la que describe Péguy con los rasgos de Clio. Por otro la- do, Benjamin dice con claridad que la teologia estaria «al ser- vicio» del primero, recuerda Tiedemann (la expresién fran- cesa «s ‘assurer les services de» [«asegurarse los servicios de»] introduce, de todos modos, un matiz en esa sumisi6n). Si bien la teologia se representa conforme al tipo del «enano», no debe concluirse que la ciencia teolégica es «enana» o esta desfigurada, sino que se disimula en el «aparato filos6fico» que se nos describe. Lo cierto es que la critica del automatismo revolucionario demanda que también se invoque, para aprehender toda la inteligencia de las tesis, el muy pesado segundo plano en el que han sido concebidas. El caracter «irresistible» de la lucha de clases sucumbia ante la falsa esperanza de los intelectua- les obsesionados por la amenaza del nazismo. Para Brecht y Benjamin, que se hicieron saber uno a otro sus respectivas sospechas, la burocracia estalinista aparecia, sin lugar a dudas, como una «traicién» al proyecto histérico de los opri- midos. Asi, Scholem leyé las tesis como el «despertar» de Benjamin, a raiz de la firma del pacto germano-soviético de agosto de 1939. Si bien es cierto que en 1931 el exiliado habia creido en la posibilidad de una guerra civil en Alemania, sus discrepancias con la orientacién del Partido Comunista Ale- man, la amargura que le produjo la descomposicién de las huelgas que pusieron fin al Frente Popular en Francia y, por Ultimo, la advertencia que representé la noticia de los gran- des procesos de Mosct, se conjugaron en la necesidad de una severa critica al nuevo aparato socialista. Benjamin supo dar pruebas, mas que ningtn otro escritor de izquierda, de una vigilancia creadora. Por ejemplo, es sensible a los Retoques que Gide le hizoa su Regreso de la U.R.S.S. (que en un principio habia recibido bastante mal). Sin poner verdaderamente en cuestién la no- cién de una praxis concreta del cambio social, se la dota de una significacién epistemolégica con respecto al pasado. El «tiempo de ahora» (Jetztzeit) o la «dialéctica en suspenso» (Dialektik im Stillstand) se convierten en los principales conceptos de su reflexién, en cuanto ya no se trata de separar esa praxis de una teoria del conocimiento. Del mismo modo, explica Michael Léwy, la aporia de la «secularizaciém del mesianismo, por la cual Marx habria transformado el tema 382 del paraiso perdido (el tikkun) en el tema de una sociedad sin clases, experimenta una inversién radical. «Consecuencias seculares» tienen que deducirse del mesianismo, y no a la in- versa.? Asi, de manera mas general, sera la opresién misma del la que se situara en primer plano. El tema de la «re- duccién» en la ménada del recuerdo (en el acapite XVII) se sefiala de hecho, en una carta de abril de 1940 a Gretel Ador- no, como el mAs saliente en sus reflexiones. Los editores alemanes reconstruyen minuciosamente la historia de la redaccién del texto (GS, 1 3, pags. 1223-8). Yael 9 de diciembre de 1938, a la vez que hace una breve referen- cia a un trabajo de Adorno, «Sobre el caracter fetichista en la musica y la regresi6n de la escucha», Benjamin muestra su interés por las reservas de Adorno con respecto al término progreso. El 24 de enero de 1939 le sefiala a Horkheimer que ha descubierto en Turgot el impulso necesario para romper «a representacién de un continuo de la cultura» y ha seguido la huella de la intuicién en Lotze. La cita de este Ultimo en el acapite II pertenece, en efecto, a Mikrokosmos: Ideen zur Na- turgeschichte und Geschichte der Menschheit, vol. 3, Leipzig: Hirzel, 1864, pag. 49. Empero, habra que esperar hasta la sa- lida del campo de Nevers y sus discusiones con Soma Mor- genstern para que, el 22 de febrero de 1940, aparezca la pri- mera mencién del trabajo. «Acabo de terminar una serie de tesis sobre el concepto de historia», le escribe a Horkheimer. «Esas tesis se consagran, por una parte, a las concepciones esbozadas en el capitulo 1 de “Fuchs”. Por la otra, deben ser- vir como esqueleto teérico al segundo ensayo sobre Baudelai- re. Constituyen un primer intento de fijar un aspecto de la historia que debe establecer una escisién irremediable entre nuestra manera de ver y las supervivencias del positivismo que, a mi entender, plagian tan profundamente incluso aque- llos conceptos de la historia que, en si mismos, nos son mas préximos y familiares. El caracter despojado que he debido dar a esas tesis me disuade de transmitirselas tal cual estan. Se las quiero anunciar, de todos modos, para decirle que los estudios histéricos a los cuales, como usted sabe, estoy consa- grado no me impiden sentirme tan intensamente solicitado como usted y los demas amigos de alla por los problemas teé- 7M. Léwy, Rédemption et utopie. . ., op. cit., pag. 159. 383 ricos que la situacién mundial nos propone de manera ineluc- table».® Recién en abril le hard llegar una copia del texto a Gretel Adorno, en tanto que Hannah Arendt se Hevara el manuscri- to de Francia. Benjamin diré entonces que «ha dado cobijo a esas reflexiones en su interior durante una veintena de afios». Su carta a Gretel Adorno, adjunta al envio, también hace hincapié en la urgencia de la guerra, y se refiere a la constelacién de la que él forma parte. Brecht, que conoce el texto en 1941 por intermedio de Giinter Anders, lo juzga «cla- ro» y muy digno, pese a su brevedad, «su metaférica y su judaismo», de desentrafar los errores de interpretacién co- metidos con su pensamiento. De todas formas, habra que esperar hasta 1942 para que ese texto, que no estaba propiamente destinado a una publi- cacién, se incluya en el fasciculo «En memoria de Walter Benjamin», editado por el Instituto en Los Angeles. Pierre Missac revisé el texto de «Sobre el concepto de historia», tal como se presenta en los Gesammelte Schriften (GS, 1 3, pags. 1260-6), respetando algunas de las particularidades (como la palabra bloage) y llenando las lagunas. El mismo cono- cié personalmente a Benjamin en el momento de la redaccién de las «Tesis». Ofrecié antafio en Les Temps modernes, 25, oc- tubre de 1947, una primera traduccién del texto aleman. Mas adelante, Missac les dedicé dos estudios principales: «L’ange et l’automate: notes sur les “Théses sur le concept histoire” de Walter Benjamin», Les Nouveaux cahiers, 42, 1975, y «Ce sont des théses! Sont-ce des théses?», Revue desthétique, 8, 1985, pags. 199-209. Por ultimo, Claude Imbert profundizé en el tema con su articulo «Le présent et I'Histoire», en Heinz Wismann (ed.), Walter Benjamin et Paris: colloque international, 27-29 juin 1983, Paris: Cerf, 1986, pags. 743-92. Los editores alemanes establecieron los paralip6menos sobre la base de los manuscritos y los ordenaron en cinco sec- ciones diferentes. La ultima (que no hemos traducido) reine como tal algunas variantes, en las que se notan escasas dife- rencias con respecto al original. Esas paginas, traducidas por Francoise Delahaye-Eggers, se conservan aqui con sus subtitulos. ® Walter Benjamin, carta a Max Horkheimer del 22 de febrero de 1940, citada en GS, I 3, pags. 1225-6 (escrita en francés). 384 Como nos era imposible presentar la totalidad de los ma- teriales publicados (GS, I 3, pags. 1229-52), tuvimos que ha- cer una dificil eleccién. La seccién 1 contenia muchas citas de Focillon, Poincaré y Louis Dimier, cuyo libro L’Evolution contre l'esprit, Paris: Editions Spes, 1939, parece haber ejer- cido una fuerte influencia sobre Benjamin. A pesar de la exis- tencia de pasajes significativos en esta seccién, era mejor in- tentar mantener su homogeneidad con la seccién siguiente, Ja numero 2, que hemos presentado in extenso. Las letras indicadas por Benjamin podrian corresponder una ampliacién de los acdpites A y B del texto aleman (aca- ite XVIII), pero no tenemos al respecto ninguna certeza. La seccién 3 también se ha traducido en su totalidad, con cepcién del manuscrito 475. En cuanto a la seccién 4, la s abundante, contenia muchos anexos, que hemos consi- lerado repetitivos y, por lo tanto, los descartamos; sélo he- os mantenido un fragmento que a nuestro juicio esta redac- do de conformidad con un plan mas articulado. Recordemos que los corchetes angulares < > encierran los sajes tachados o borrados por Benjamin. 385 Sobre el concepto de historia Se cuenta que habria existido un autémata que, cons- truido de tal manera que podia responder a cualquier ju- gada de un ajedrecista, debia ganar necesariamente todas las partidas. El] jugador automatico habria sido un mu- fieco, vestido con un traje turco, instalado en un sill6én y con un narguile en la boca. El tablero cubria una mesa provista de una instalacién interior que un juego de espe- jos diestramente ordenados hacia invisible a los especta- dores. En rigor de verdad, abajo de la mesa habia un ena- no giboso que manejaba la mano del munieco por medio de hilos. Ese enano era un maestro en el juego del ajedrez. Nada impide imaginar una suerte de aparato filos6fico si- milar. El jugador que debe ganar infaliblemente sera ese otro mufieco que lleva el nombre de «materialismo histé- rico». Ningtin adversario le seré de temer si se asegura los servicios de la teologia, esa vieja apergaminada y de mala fama que no tiene, seguramente, nada mejor que hacer que cobijarse donde nadie sospeche su presencia. I «Entre los rasgos mas destacados de la naturaleza hu- mana», dice Lotze, «hay una ausencia general de envidia de los vivos con respecto a su posteridad. Y ello, a pesar de tanto egoismo en cada ser humano». Esta notable refle- xién deja ver con claridad hasta qué punto la idea de la felicidad que atesoramos esta impregnada por el color del tiempo que toca en suerte a nuestra vida. Una felicidad que pueda ser objeto de nuestra envidia sélo existiré en 387 un aire que nosotros hayamos respirado; sélo existira en compania de personas que hayan podido dirigirnos la pa- labra: sélo existira, por iltimo, gracias a mujeres cuyas preferencias hayamos podido satisfacer. éQué queremos decir con ello? La idea de felicidad encierra inevitable- mente la de salvacién. Sucede lo mismo con la idea del «pasado». La imagen de la salvacién es su clave. {No flota a nuestro alrededor un poco del aire respirado antafio por los difuntos? gLa voz de nuestros amigos no es asediada a veces por un eco de las voces de quienes nos precedieron sobre la tierra? gAcaso la belleza de las mujeres de otra época deja de asemejarse a la de nuestras amigas? Nos toca, pues, darnos cuenta de que el pasado reclama una redencion que, tal vez, esté en una infima medida en nuestras manos. Hay un encuentro misterioso entre las generaciones desaparecidas y la generacién de la que nosotros mismos formamos parte. Nos han aguardado en la tierra, puesto que nos corresponde, como a cada unidad humana que nos precedié, una cuota del poder mesianico. El pasado la reclama, tiene derecho sobre ella. No hay manera de eludir su intimacién. El historiador materia- lista sabe algo de eso. Til El cronista que narra los acontecimientos sin querer distinguir jamas los pequenfios de los grandes tiene en cuenta la gran verdad de que nada de lo que se haya producido alguna vez debera quedar perdido para la his- toria. Es cierto que la posesién integral del pasado le esta reservada a una humanidad restituida y salvada. Sdlo esa humanidad recuperada podra evocar cualquier instante de su pasado. Todo instante vivido estara presente para ella en una cita en el orden del dia: un dia que no es otro que el del Juicio Final. 388 iv ta lieha de Cldaea HUG He deld dé bathe presente para a hiatoriadee forme er ol peneninionte de Karl Marx, wa SHH PELOHelA Of bOrhO A bane Coane brutes ¥ mate. palee a faite de lee cttales las Coane Hae ¥ Glowadas apex ase pusden subeietir. Now sqnivvearianos, sitt embaree, 4 reverands YU6 Getae Aitifiae no Getarin presentes ef ja lucha de Claeee 6OfHO NO Hea eH CHAntO betin deatinade ai veneeder, No hay nada de eae, pueate que elias ae afi man preCenInente ff 61 borAnGH de aquella misma Gore petencia, Be incorporan a esta bajo la forma de la fe, et poraie, la aatuelia, la perseverarcia ¥ la decision. ¥ la irrae diavién A6 wane fuersna, lejos de ser Abeorbida por la pre: pia lucha, 46 prolonee or tae profundidades del pasade hemane. Comlgiier vietoria Qué 6n 66a lucha hayan obte- fide ¥ feateiade low poderosue, ellae fo hat dejado de pox ja on cueetion, Asi come ine flores ae vuelven hacia él | las boas paendas, fnovidas por un misteriogs helig« / #6 Vael~en hacia a6 otro sol (ue esta surgiendé Ol herinetite Wietarica, Nada menos catensible que 6ae , fer, tarbién, hada mAs importante, La wuténticn imagen del PASHAG BIG APATECE OT if Fas 66. LHAKET HU fit STKE SING Para 6ClipaArae por on 1 inetnnte mguiernte, La verdad inmovil que Tretbes tite cere waprest ne me tyirieory Ve britece te Corr Feaponde, HHA whee, H Maes Comoe dela verdad on materia de Kate ae wporyn, the bien, on 6 versa de Dante Hie: crm itnagery Girien, irreeriplarable deb prande ae edide por oman Maeme que no he sabide teconceer vi wDeseriiy et paeads tal came Na aides) Gea ea, aemin Ranke, ta tarea del Nietorlador La definioidn ee completa Wente Quineried, El coheotiiente del pasads ee asemea 7A, Antes Dien, al acto mediante ef oul en el momento de WH pPelleke FEpPENtine, ee le presenta al hombre un reewer we pants de aalvarto, Bl materialionie Nistérioo eata tn teRhamente coneagrado a eaptar dna tmagen del pasade Al Come eeta Be le presenta de improvieo al individue, y eH @) (netante mieme de un peligro eupreme, Peligro que @mMenaea Canto a los elementos de la teadioiin come aloe Dombres a quienes eatin deatinados, ae preaenta a woe y @ Obros Come UNO solo vy el mieme, 6& decir, como el peligro de reelutarios al aerviois de la opreaidn, Cada época debe WA, de NEWS, AcoMeter eata dura tarea! liberar del confor Miemo @ Una tradioidn en ving de ser violada por él Re eerlemos que el Meaiae no viene adlo come redentor, sine eomo veneedor del Antioriato, Sélo un hietoriador conven eide de que Uh ehemigo Vietoriose No ae detendra siquicra ante los muertos, adlo ese historiador, aabra ativar en el eorasdn mismo de los acontecimientoa pasado la chiapa de una eaperanaza, A la eapera, y en la hora en que nos ene eontrames, el enemigo no ha dejado todavia de triunfar, VIL A loa hiatoriadores deseoaos de penetrar en el niicleo miamo de una época pasada, Puatel de Coulanges lea re- eomends una ves que aimularan no saber nada de lo ocurri do deapuds de ella, Bac ea oxactamente el método opucato al materialiamo hiatérioo, Equivale a una identifieacién afectiva [MinfiAlung) con una época determinada, Su ori- gen es la peresa de un corasén que renuncia a eaptar la imagen auténtion del pasado, imagen fugasz y pasajera cox mo un reldmpago, Naa peresa del coragén interead viva: mente a loa tedlogoa de la Edad Media, quienes, tratando: la bajo el nombre de acedia como uno de los siete pecados eapitales, reconocieron en ella lo maa recéndito de la trie teza mortal, Flaubert bien parece haberla experimen: 890 nos revele su secreto a la luz écon quién, a fin de cuentas, arse los maestros del historicismo? La sa ineluctable sera: con el vencedor. Ahora bien, sen un momento dado tienen en sus manos el po- son los herederos de todos aquellos que siempre, cua- 2© fueran los tiempos, cosecharon la victoria. arse con el vencedor, por lo tanto, el historia- remediablemente a los poseedores del po- @ctual. Eso le dice mucho al historiador materialista. quiera que has hoy haya conseguido la victoria ra parte del gran cortejo triunfal que pisotea a los tapizan el suelo. E] botin, expuesto como es debido en sejo, tiene el nombre de herencia cultural de la hu- a. Esa herencia encontrara en la persona del his- or materialista un experto algo distante. Este, al em su procedencia, no podra evitar un escalofrio, todo ello se debe no sélo a la labor de los genios y los ‘S investigadores, sino también a la oscura servi- de sus congéneres. Y si todo esto es testimonio de ra, no lo es sin serlo al mismo tiempo de la barba- barbarie se pone de manifiesto incluso en la ma- en que, con el transcurso de las épocas, aquella he- ha ido pasando de las manos de un vencedor a las . El historiador materialista, en consecuencia, se 4 mas bien a apartarse de ella. Su interés reside en sentido contrario el pelaje demasiado lus- Pde la historia. un cuadro de Klee titulado Angelus Novus se ve a que, en apariencia, se aleja de algo en lo cual pa- warse su mirada. Tiene los ojos desorbitados, la abierta y las alas desplegadas. Ese ha de ser el as- que presenta el Angel de la Historia. Su rostro esta hacia el pasado. Asi como frente a nuestra mirada escalonarse una serie de acontecimientos, sélo uno 391 se ofrece 2 la suya: una cat4strofe sin modulacié6n ni tre- uz. que amontona los escombros y los lanza eternamente delante de sus pies. El Angel querria demorarse en ese desastre. curar las heridas y resucitar a los muertos, pero se ha levantado una tormenta, procedente del Paraiso, que ha imfledo las alas desplegadas del Angel, y este ya no logra plegarias. Esa tempestad lo arrastra hacia el futuro al que el Angel no deja de dar la espalda, mientras los es- combros, frente 2 €1_ ascienden al cielo. Nosotros le damos @ esa tempestad el nombre de Progreso. x En los claustros, a los hermanos novicios se les propo- men temas de meditacién que han de apartarlos del siglo y sus temtaciones. Las reflexiones que exponemos aqui se establecieron con similar finalidad. Puesto que los politi- cos que constituian la esperanza de los adversarios del fascismo yacen en tierra y confirman la derrota, al trai- cGonar la causa que no hace mucho era la suya, estas re- flexiones se dirigen a los hijos del siglo que han sido em- baucados por las promesas que prodigaban esos hombres de buena voluntad. Nosotros partimos de la conviccién de que los vicios fundamentales de la politica de izquierda persisten. Y de ellos, denunciamos sobre todo tres: la con- fianza ciega en el progreso; una confianza ciega en la fuerza, la justeza y la rapidez de las reacciones que fer- mentan en el seno de las masas, y una confianza ciega en 1 partido. Habria que alterar seriamente los habitos mas caros a muestro espiritu. Sélo a ese precio se podra elabo- rar un concepto de la historia que no se preste a ninguna ecomplicidad con las ideas de aquellos que, aun en esta hora, no han aprendido nada. pct dis historia nos hace falta; pero no nos hace falta como a gel que, ocioso, vagabundea en los jardines de la erudi- — [Priedrich| Nietzsche, Segunda consideracién intempestiva: sobre la utilidad y los inconvenientes de la historia para la vida, Biartifice del conocimiento histGrico es, con exclusién ge cualquier otro, la clase oprimida que lucha. En €l pen- gmiento de Marx, esta aparece como la Gitima de las i la clase vengadora que Mevar4 4 buen puerto, enombre de tantas generaciones vencidas, la gran obra éeliberacién. Esta concepcién, que por un momento ha de renvir en las rebeliones del movimiento Espartaco, jam4s fue vista con buenos ojos por el Partido Socialista. Al cabo de algunos decenios, este logré sofocar el nombre de un Blanqui, cuyo sonido de bronce habia estremecido, cual una campana, al siglo XIX. Al Partido Sociaslista le com- placié conferirle al proletariado el papel de liberador de las generaciones futuras. De ese modo privaria a esta cla- sede su m4s precioso resorte. Por ello se enmohecieron en dicha clase, lenta pero irremediablemente, tanto su fuer- 1m de odiar como su disposicién al sacrificio, pues lo que dimenta a esa fuerza, lo que sustenta esa disposicién, es laimagen de los ancestros encadenados, no la de una pos- teridad liberada. Nuestra genecracién tiene la desgracia de saberlo, dado que la Gnica [seul(e)| imagen que va a de- Jar es la de una generaciOn vencida. Ese serf su legado para quienes la continGan. Xv Las clases revolucionarias tienen, en el momento de su entrada a escena, una conciencia mAs o menos clara de socavar mediante su accién el tiempo homogéneo de la historia. La Revolucién Francesa decret6 un nuevo calen- dario, El dia que inaugura una nueva cronologia tiene el 393 don de integrar el tiempo que la ha precedido. Constituye — una suerte de atajo histérico [eine Art historischen Zei- traffer]. Ese dia, el primero de una cronologia, es ademas el que evocan y hasta representan los dias feriados, que son en su totalidad no sélo dias iniciales sino también dias de recordacién. Los calendarios, entonces, en modo algu- no cuentan el tiempo a la manera de los relojes. Son los monumentos de una conciencia histérica que, desde hace alrededor de un siglo, ha llegado a ser completamente ajena a Europa. La Revolucién de Julio fue la Ultima en conocer un accidente en el que parece haberse traslucido esa conciencia. Pasada la primera jornada de combates, sucedié que, al llegar la oscuridad, la multitud, en dife- rentes barrios de la ciudad y al mismo tiempo, comenzé a emprenderla contra los relojes. Un testigo cuya clarivi- dencia podria deberse al azar de las rimas escribié: «Qui le croirait. On dit qu’irrités contre Vheure De nouveaux Josués, au pied de chaque tour, Tiraient sur les cadrans pour arréter le jour». [«Quién lo creeria. Se dice que, irritados con la hora, Nuevos Josués, al pie de cada torre, Disparaban contra las esferas para detener el dia».] XVII El historicismo encuentra su realizaci6n consumada en la historia universal. Nada mas opuesto al concepto de historia que hace suyo el materialismo histérico. La his- toria universal carece de esqueleto te6rico. Procede por la via de la suma. Al movilizar la infinidad de cosas que han sucedido, trata de lenar el vacio del recipiente que cons- tituye el tiempo homogéneo. Muy distinto es el materia- lismo histérico. Este dispone de un principio de construc- cién. El acto de pensar no se funda tinicamente en el mo- vimiento de los pensamientos, sino también en su bloqueo [bloage]. Supongamos repentinamente bloqueado el movimiento del pensamiento: se produciraé entonces, en una constelacién sobrecargada de tensiones, una especie 394 zp aoqueen réplica, un estremecimiento que llevara a la he ls constelacién que lo sufra, a organizarse de saprovise, 8 constituirse en ménada en su interior. El yswnsdor materialista s6lo aborda una realidad histé- pe cusiquiera @ condici6n de que esta se le presente bajo 3 rms de la monada. Esa estructura se le presenta co- ge signe de un bloqueo [bloage] mesianico de las co- sss passdas: dicho en otras palabras, como una situacién wrolucionaria en la lucha por la liberacién del pasado qgenmido. Al aprovechar esa oportunidad, el historiador iali: hara estallar la continuidad histérica para geprender de ella una época determinada; hard estallar quimente la continuidad de una época para desprender édls una vida individual, y, por Gltimo, hard estallar es- vide individual para desprender de ella un hecho o una ara dada. Lograra, de tal modo, hacer ver que la vida estera de un individuo cabe en una de sus obras, en uno desus hechos; que en esa vida cabe toda una época, y que ezuna época cabe el conjunto de la historia humana. Los fuws nutricios del Arbol del conocimiento son, pues, los q@eencierran en su pulpa, como una semilla preciosa pe- msin gusto, el Tiempo hist6érico. XIX «Los pobres quinientos siglos del Homo sapiens», nos ha dicho hace poco un bidlogo, «representan en el conjun- tode los periodos terrestres algo asi como dos segundos al cabo de un dia de veinticuatro horas. En cuanto a la his- ‘oria propiamente dicha del hombre civilizado, cabria en- tera en la quinta parte del Ultimo segundo de la ultima hora» El «presente», modelo de los tiempos mesianicos, al cndensar en si, como un formidable escorzo, la historia de toda la humanidad, corresponde con mucha exactitud al lugar que ocupa esa historia dentro del universo. 395 paralipomenos y variantes de las «esis sobre el concepto de historia» Seccién 2 Nuevas tesis B La imagen dialéctica es una bola de fuego que fran- quea todo el horizonte del pasado. La representacién de una historia uni- versal esta ligada a la del progreso y a la de la cultura. Para que todos los instantes, en la cadena del progreso, puedan insertarse en ella, es menester reducirlos al deno- minador comun de la cultura, de la filosofia de la Nlustra- 2 del Espiritu objetivo, sea cual fuere el nombre que se le dé. (Manuscrito 491.) 397 Nieves teats € Salo erande ef deaarrells histérics se desliza entre los Aedes del Mietoriador come uh hile liso puede hablaree de Rh eambta, ai ee hata de una cuerda muy des. Miachade y Nagentada en mil mechones, que cuelga co- WSO HAS treneae deshechas, ninguhe de esos mechones PORCH Uh lager deteriminado mientras ho se los recoja pa- A teeheartos on Un peinado, La concepoidn Aindamental del mito es la del mundo eoneebido en cuanto castigo: el castigo que se instaura an- te todo para quienes se exponen a una pena, El eterno re- TORR @& Gee Castigo, proyectado a escala césmica, como evando se retiene a un escolar después de hora: la huma- nidad debe escribir su texto @ posteriori, en innumerables repeticiones ((Paul] Bluard, Aépeétitions [Paris: Au Sans Pareil), 1922). (Manuscrito 489.) Nuevas tesis H El tipo de reduccién de una historia pragmatica no debe ser beneficioso para la historia de la cultura. Por lo demas, la concepcién pragmatica de la historia no fracasa a causa de las eventuales exigencias que plantean a su respecto las «ciencias exactas», en virtud de la ley de cau- salidad, Fracasa a causa de un desplazamiento de la pers- pectiva histérica. Una época que ya no esté en condiciones de transfigurar de manera originaria sus posiciones do- minantes deja de tener relacién con la transfiguracién que beneficiaba a las posiciones dominantes del pasado. 398 (Manuscrito 484.) Nuevas tesis K «Organizar el pesimismo significa (. . .), en el espacio @e la conducta politica (. . .), descubrir un espacio de ima- genes. Pero ese espacio de las imagenes no se puede apre- viarde manera contemplativa. El espacio de las imagenes {Bddraum] que buscamos (. . .) es el mundo de una actua- a integral y abierta por todas partes [die Welt allseiti- und integraler Aktualitat].» La Redencién es el limes del progreso. cM. ito 490.) Seccién 3 Obdservacién previa En la rememoracién [Eingedenken), hacemos una ex- periencia que nos prohibe concebir la historia de manera radicalmente ateolégica, aunque para escribirla no sea cuestién de procurar usar nociones teoldégicas [N 8, 1]. Mi pensamiento tiene la misma relacién con la teolo- gia que el papel secante con la tinta. Esta completamente embebido de ella, pero si nos limitaramos al secante no quedaria nada de lo escrito [N 7a, 7]. (Manuscrito 472.) Cuestiones de método III Con el tempo acelerado de la técnica, al que correspon- de una decadencia [Verfall] igualmente acelerada de la tradicién, el papel del inconsciente colectivo y el rostro ar- caico de una época también salen a la luz con mayor rapi- dez que antes, y asi sucede ya para la época que la sigue 400 gemmedsato. De alli la mirada que los surrealistas posan abso (Manuzscrito 467.) | Dee Dialektik im Stillstand» Gporia fundamental: «La tradicién como el disconti- suo del pasado en oposicion a la historia como el continuo tc los acontecimientos». — «Podria ser que la continuidad misma de la tradici6én no fuera mAs que apariencia [Schein]. No obstante, en ese caso, lo que establece la con- tinuidad en ella seria justamente la permanencia de esa @pariencia de permanencia».) (Aporia fundamental: «La historia de los oprimidos es discontinuo». — «La tarea de la historia consiste en de la tradicién de los oprimidos».) Otras observaciones acerca de estas aporias: «E] conti- de la historia es el de los opresores. Mientras que la ntacion del continuo culmina en la nivelacién, la 1 discontinuo esta en la base de toda tradicién autén- ica». — (Manuscrito 469.) Problema de la tradicién II En el proletariado no habia correspondencia histérica con la conciencia de un nuevo compromiso. No se encon- traba recuerdo [Erinnerung]. (Se intent6 crearlo artifi- cialmente, en obras como la Historia de la guerra campe- sina, de Zimmermann, entre otras, pero sin éxito.) (Manuscrito 466 reverso.) El ahora de la posibilidad del conocimiento [das Jetzt der Erkennbarkeit]. La frase segun la cual el historiador es un profeta que mira hacia atrds puede interpretarse de dos maneras. La interpretacién heredada pretende que, al resituarse en un pasado remoto, el historiador profetiza aquello que, para las personas de la época, debia considerarse atin co- mo porvenir pero que, en el interin, se ha convertido en 402 dltima conté con un fundamento, ya fuera teolégico, 1 en la Edad Media, ya fuera légico, como por ultima en Leibniz, la historia universal no tenia nada de mcebible. En cambio, la historia universal tal como ha practicada desde el siglo pasado no podria ser sino un de esperanto.) — La segunda posicién consolidada del ricismo se reconoce en la idea de que la historia se aria relatar. Para una investigaci6n materialista, el mento épico se quebrara inevitablemente en el trans- 9 mismo de la construccién. La liquidacién del ele- nto épico debe tomarse en cuenta, como lo hizo Marx su caracter de autor de El capital. El reconocié que la toria del capital sélo podia elaborarse en el marco de ro, muy ampliamente desplegado, de una teoria. Me- inte el esbozo teérico del trabajo bajo la dominacién del ital quae Marx expone en su obra, los intereses de la manidad se preservan mejor que en las obras monu- ntales o verbosas, y en definitiva descuidadas, del his- icismo. Es mas dificil honrar la memoria de quienes no nen nombre que la de las personas reconocidas . la memoria de los sin nombre esta dedicada la construc- 6n histérica. — El tercer bastién del historicismo es el is fuerte, el que mas cuesta derribar. Se presenta como identificaci6n con el vencedor» [Einfiihlung]. Los domi- intes del momento son los herederos de todos aquellos jue han vencido en la historia. La identificacién con el ncedor beneficia una y otra vez a los dominantes del omento. E] materialista hist6rico respeta ese estado de sas, pero también debe dar raz6n de que esté bien fun- lado. Aquel que hasta el dia de hoy ha obtenido la victo- ‘ia en los mil combates que atraviesan la historia tiene su arte en el triunfo de los dominantes de nuestros dias bre los que en nuestros dias estan dominados. El parti- lario del materialismo hist6rico examinara de la manera as suspicaz el inventario del botin que los primeros hiben frente a los segundos. A ese inventario, lo llama- os «cultura». Lo que ve el materialista histérico en los ienes culturales tiene, sin ninguna excepcidn, un origen que no puede sino considerarse con espanto. No deben ellos su existencia al esfuerzo de los grandes genios que los han producido, sino sobre todo a la servidumbre ané- 405 nima de los contemporaneos. Nada es jams un documen- to de la cultura sin ser también al mismo tiempo y en cuanto tal un documento de la barbarie. Frente a ello, el materialista histérico guarda distancia. Debe tomar la historia a contrapelo, aunque tenga que valerse de las te- nazas de la chimenea para ayudarse en la tarea. (Manuscritos 447 y 1094.)

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