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By Brandon Keim
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June 21, 2011 |
11:44 am |
Categories: Animals, Biology
La semana pasada se dio a conocer un estudio por el que se ha encontrado que una proteina
presente en la retina humana, cuando es colocada en la mosca de la fruta, puede restaurar su
capacidad para detectar los campos magnéticos. La investigación, dirigida por Steven
Reppert, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Massachusetts, sugiere que los
humanos podríamos tener, así, un sexto sentido latente, al igual que otros seres vivos que
necesitan de la orientación magnética para viajar por el planeta.
Según Reppert, ”se cree que es muy importante para el modo en que los animales emigran.
Quizás esta proteína está también cumpliendo una función importante para la detección de
campos magnéticos en los seres humanos.”
Para comprobar si los seres humanos tienen el potencial de ese sexto sentido, Reppert y sus
colegas probaron con moscas de la fruta cuyos criptocromos presentaban deficiencias y a
las que posteriormente implantaron la versión humana de la proteína. Las moscas con
criptocromos humanos mostraron de nuevo sensibilidad a los campos magnéticos a los que
fueron sometidas.
Esta capacidad estaría presente en todo el reino animal, pero hasta ahora se pensaba que no
existía en el Ser Humano, donde el criptocromo es considerado únicamente un reloj
biológico. “No podemos demostrar que hará lo mismo en los humanos, pero lo que es
seguro es que restauró la visión geomagnética de las moscas”, dice Reppert, cuyo objetivo
ahora es establecer la relación entre la información que recibe esta proteina en el ojo y su
transferencia al sistema nervioso para ser tratada por el cerebro. “Nadie sabe cómo se
produce”, concluye el científico.
Que el ojo humano pueda ser capaz de detectar campos magnéticos no parece nada
descabellado si tenemos en cuenta otras investigaciones en las que se asocian la luz y la
fuerza electromagnética. Así, no podemos olvidar los estudios realizados sobre la glándula
pineal, de carácter fotosensible, y su capacidad magnetorreceptora. Para el profesor
Bardasano, de la Universidad de Alcalá de Henares, la luz es el temporizador o
sincronizador principal de los ciclos vitales, mientras que los campos electromagnéticos
constituyen el sincronizador adicional. Los estudios realizados han llevado a concluir que
las alteraciones electromagnéticas, al igual que lo hace la luz, interrumpen el proceso de
secreción de melatonina y reducen de actividad en la glándula pineal, provocando casos
habituales de fatiga,estrés, trastornos del humor, trastornos del sueño, rendimiento
profesional disminuido, depresión e incluso riesgos de padecer cánceres como el de mama.
Pero la compleja relación que existe entre los campos magnéticos y el cerebro humano no
acabaría aquí. Entre los componentes del cerebro se encuentran los magnetosomas, que son
partículas de magnetita rodeadas de una membrana biológica, la cual permite la interacción
con las neuronas. La existencia de los magnetosomas en los animales era algo conocido por
la Biología, puesto que son los que permiten, a modo de brújula, orientarse a seres como las
aves migratorias, ballenas, delfines y tortugas marinas. Y, de hecho, se ha demostrado que
la perturbación magnética es causa de algunos episodios de desorientación en dichos
animales. En cuanto a los seres humanos, la Medicina empezó a tomarse en serio el asunto
de los magnetosomas a partir de los años noventa, cuando se observó que existe una menor
cantidad de estas partículas en el cerebro de los enfermos de alzheimer, relación que aún
sigue siendo motivo de debate.
Con todo esto, lo que parece claro es que puede que no seamos tan diferentes del resto de
seres vivos y debamos prestar más atención a las diferentes fuerzas que actúan en nuestro
planeta y que, por lo que se ve, puede que no sólo desorienten a ballenas y acaben con
bandadas de pájaros… ah no, que eso era por el estrés de los fuegos artificiales…
Desde el inicio de los tiempos, siempre se especuló con la capacidad que tenemos los seres
humanos de poder ver ciertas cosas que los demás no, como es la utilización de un sexto
sentido que permitiría captar acontecimientos ocultos y esotéricos, al igual que en ciertas
películas de intriga y ciencia ficción que tratan el tema de manera esencial.
De acuerdo a estudios, podría ser que ese sexto sentido exista, pero no a la manera que
estaba plasmado el el niño de la famosa película protagonizada por Bruce Willis, sino que
serviría para ver campos magnéticos.
En palabras de Steven Reppert, neurobiólogo e investigador del equipo médico que realizó
el estudio: "Se cree que esta proteína es importante en las migraciones animales. Tal vez
esta proteína también cumpla una función magneto-sensitiva importante en los humanos".
Investigaciones anteriores sugieren que además de ayudar a que algunos animales como las
tortugas marinas o las aves migratorias puedan navegar, la habilidad de detectar campos
magnéticos podría ayudarles también en la percepción visual espacial. Tal vez estos
animales posean una especie de sistema de coordinadas de campo magnético sobrepuesto a
los objetos que ven.
"Pudiera ser que esto ayudara a que los animales percibieran los objetos en el espacio-
tiempo de un modo en el que no habíamos pensado anteriormente", asegura Reppert.
Para comprobar si los humanos poseían este otro sentido, Reppert y sus colegas tomaron
moscas de la fruta salvajes (con sus criptocromos intactos) y las compararon con otras de
laboratorio en la que se habían remplazado sus criptocromos originales por la versión
humana de la proteína.
Luego ubicaron a las moscas en un laberinto en forma de T y equiparon cada uno de los tres
extremos con una bobina que los envolvía, de modo que cuando se aplicaba corriente una
de las tres bobinas se magnetizaba. Los científicos iban alternando la magnetización de las
tres bobinas, y también variaban la potencia. En algunos casos el campo magnético creado
superó en ocho veces el de la Tierra.
Las moscas que contaban con los criptocromos humanos mostraron sensibilidad a los
campos magnéticos evitando el extremo magnetizado, tal y como hacen de forma natural
cuando no se encuentran aclimatadas al magnetismo, y más tarde, cuando se les entrenó
recompensándolas con azúcar si acudían al campo magnético, acudiendo al extremo de la
bobina electrificada.
NEUROFISIOLOGÍA
MAGNETORRECEPCIÓN basada en FOTORRECEPTORES