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Sin banderas que defender ningún porvenir fue promisorio. O tal vez sí.

Luego estaba Yo
prefiriendo a Miró sobre Goya o a Paris de comienzo del siglo pasado sobre la decadencia
actual. Acertado quien eligió estar rodeado de junkies que morían cada noche inyectándose
a Monet, a Dalí, a Buñel, a Wilde, a Capote o a Almodovar a través de sus ojos.

Antes que la comodidad excesiva me cubriera de intrascendencia y gloria fue necesario izar
de nuevo las velas. Desde el mástil se divisaba mejor el horizonte. El viento nunca sopló a
favor. Fue necesario entonces darle cuerda al reloj de las noches suicidas y volver a las
cuentas sin pagar. Nos quedamos de repente sin cerveza en la zona VIP. Y me vi solo,
embriagado por la lluvia que derrapaba en mi chaqueta y en el fondo de mi cabeza
retumbaba la banda sonora del fin: el ruido de una bolsa de plástico que rozaba su blue jean
roto mientras esa maraña infinita de líneas y tinta negra indescifrable se alejaba caminando
por la carretera del olvido. El profundo más allá me anunció el veredicto antes de cometer
el crimen. Valió la pena dejar de ser esclavo y convertirse en vagabundo.

Y ahí seguía yo buscando mudarme a las ciudades oxidadas de Manzur porque esa
desgastada realidad me producía nauseas. Como timonel, mi responsabilidad fue quizás el
vacío absoluto.

Preferí estar mar adentro donde no había sendero que seguir.

No me enseñaron a recordar. Nunca aprendí a recordar.

Haiksnmxksdnckndsjcndef

Sin banderas que defender ningún porvenir fue promisorio. O tal vez sí. Luego estaba Yo
prefiriendo a Miró sobre Goya o a Paris de comienzo del siglo pasado sobre la decadencia
actual. Acertado quien eligió estar rodeado de junkies que morían cada noche inyectándose
a Monet, a Dalí, a Buñel, a Wilde, a Capote o a Almodovar a través de sus ojos.

Antes que la comodidad excesiva me cubriera de intrascendencia y gloria fue necesario izar
de nuevo las velas. Desde el mástil se divisaba mejor el horizonte. El viento nunca sopló a
favor. Fue necesario entonces darle cuerda al reloj de las noches suicidas y volver a las
cuentas sin pagar. Nos quedamos de repente sin cerveza en la zona VIP. Y me vi solo,
embriagado por la lluvia que derrapaba en mi chaqueta y en el fondo de mi cabeza
retumbaba la banda sonora del fin: el ruido de una bolsa de plástico que rozaba su blue jean
roto mientras esa maraña infinita de líneas y tinta negra indescifrable se alejaba caminando
por la carretera del olvido. El profundo más allá me anunció el veredicto antes de cometer
el crimen. Valió la pena dejar de ser esclavo y convertirse en vagabundo.

Y ahí seguía yo buscando mudarme a las ciudades oxidadas de Manzur porque esa
desgastada realidad me producía nauseas. Como timonel, mi responsabilidad fue quizás el
vacío absoluto.

Preferí estar mar adentro donde no había sendero que seguir.


No me enseñaron a recordar. Nunca aprendí a recordar.

Haiksnmxksdnckndsjcndef

Sin banderas que defender ningún porvenir fue promisorio. O tal vez sí. Luego estaba Yo
prefiriendo a Miró sobre Goya o a Paris de comienzo del siglo pasado sobre la decadencia
actual. Acertado quien eligió estar rodeado de junkies que morían cada noche inyectándose
a Monet, a Dalí, a Buñel, a Wilde, a Capote o a Almodovar a través de sus ojos.

Antes que la comodidad excesiva me cubriera de intrascendencia y gloria fue necesario izar
de nuevo las velas. Desde el mástil se divisaba mejor el horizonte. El viento nunca sopló a
favor. Fue necesario entonces darle cuerda al reloj de las noches suicidas y volver a las
cuentas sin pagar. Nos quedamos de repente sin cerveza en la zona VIP. Y me vi solo,
embriagado por la lluvia que derrapaba en mi chaqueta y en el fondo de mi cabeza
retumbaba la banda sonora del fin: el ruido de una bolsa de plástico que rozaba su blue jean
roto mientras esa maraña infinita de líneas y tinta negra indescifrable se alejaba caminando
por la carretera del olvido. El profundo más allá me anunció el veredicto antes de cometer
el crimen. Valió la pena dejar de ser esclavo y convertirse en vagabundo.

Y ahí seguía yo buscando mudarme a las ciudades oxidadas de Manzur porque esa
desgastada realidad me producía nauseas. Como timonel, mi responsabilidad fue quizás el
vacío absoluto.

Preferí estar mar adentro donde no había sendero que seguir.

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Sin banderas que defender ningún porvenir fue promisorio. O tal vez sí. Luego estaba Yo
prefiriendo a Miró sobre Goya o a Paris de comienzo del siglo pasado sobre la decadencia
actual. Acertado quien eligió estar rodeado de junkies que morían cada noche inyectándose
a Monet, a Dalí, a Buñel, a Wilde, a Capote o a Almodovar a través de sus ojos.

Antes que la comodidad excesiva me cubriera de intrascendencia y gloria fue necesario izar
de nuevo las velas. Desde el mástil se divisaba mejor el horizonte. El viento nunca sopló a
favor. Fue necesario entonces darle cuerda al reloj de las noches suicidas y volver a las
cuentas sin pagar. Nos quedamos de repente sin cerveza en la zona VIP. Y me vi solo,
embriagado por la lluvia que derrapaba en mi chaqueta y en el fondo de mi cabeza
retumbaba la banda sonora del fin: el ruido de una bolsa de plástico que rozaba su blue jean
roto mientras esa maraña infinita de líneas y tinta negra indescifrable se alejaba caminando
por la carretera del olvido. El profundo más allá me anunció el veredicto antes de cometer
el crimen. Valió la pena dejar de ser esclavo y convertirse en vagabundo.

Y ahí seguía yo buscando mudarme a las ciudades oxidadas de Manzur porque esa
desgastada realidad me producía nauseas. Como timonel, mi responsabilidad fue quizás el
vacío absoluto.
Preferí estar mar adentro donde no había sendero que seguir.

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