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La Inglaterra agrícola

En otras palabras:' el típico trabajador agrícola inglés era un asalariado, un proletario rural. No hay
duda de que junto a él sobrevivían toda clase de pequeños propietarios -(pero con la misma
frecuencia éstos podían ser pequeños artesanos" rurales, comerciantes, carreteros, etc., que
poseían una huerta oun campo de heno y que no se consideraban a sí mismo granjeros), y algunas
personas que podían ser clasificadas como campesinos. Sin embargo, socialmente hablando, los
miembros marginales de una clase media rural se asimilaban al resto de las "clases bajas" y se
distinguían de los granjeros."

Ha sido motivo de discusión durante mucho tiempo cuál fue el momento preciso en que
desapareció el campesinado inglés y la producción rural inglesa comenzó a estar dominada por la
triple división en terratenientes, agricultores arrendatarios y obreros asalariados. La opinión más
común actualmente es que esta estructura comenzó a existir en líneas generales hacia mediados
del siglo XVIII, para citar la fecha más tardía, es decir antes del comienzo de la revolución
industrial.4

"El campesino -según se ha señalado- no dirige una empresa en el sentido económico; maneja una
casa, no un negocio".

La primera consecuencia importante de los cambios agrarios durante la Revolución industrial fue
casi con certeza que el problema desapareció, porque el miembro característico de la clase pobre
rural era ahora un proletario sin tierra, que dependía casi exclusivamente de su trabajo asalariado
o de la Ley de Pobres para ganarse la vida. "El cercamiento --dijeron los Hammond- fue fatal para
tres clases: el pequeño arrendatario, el cottager y el advenedizo".

La historia social de la aldea del siglo XIX en gran parte de Inglaterra es la historia de las tentativas
de los hombres pobres para escapar a la dependencia económica y social de aquellos que les
daban empleo y ayuda. Y, de todas maneras, según lo atestigua este libro, el empleo en las aldeas
disminuía y se tornaba cada vez más incierto.

Pero Inglaterra ya no era esa clase de sociedad. Se alejaba rápidamente de lo Que había
conservado .de una sociedad semejante en el pasado. En lugar de la comunidad de' aldea
(simbolizada por las tierras comunales y el campo abierto), había ahora cercados. En vez de la
ayuda mutua y la obligación social, estaba ahora la Ley de Pobres administrada exclusivamente
por los gobernantes de la campiña.* En vez de la familia, el patronato o la costumbre, estaba
ahora el nexo directo de los salarios, que ligaba ·a los desposeídos con el poseedor.
El pobre rural

El aspecto más significativo pero también el más oscuro de este cambio es la trasformación de las
relaciones que existían entre el rico rural y el pobre rural, entre los arrendatarios y su fuerza de
trabajo, en una relación puramente mercantil entre el empleador y el proletario. La mejor manera
de ejemplificar este hecho consiste en analizar tres importantes aspectos del mismo: la separación
entre empleador y trabajador, el contrato de trabajo y los métodos de pago de salarios.

Las razones de esta implacable proletarización del trabajador agrícola pueden ser analizadas más
detalladamente de, lo que hemos hecho hasta ahora. Estas razones fueron económicas, sociales e
institucionales, en ese orden de importancia. La naturaleza misma de la expansión de la
agricultura -según hemos visto, fundamentalmente la expansión del cultivo de los cereales-
intensificó la trasformación del sirviente en trabajador ocasional, porque el-cultivo de los cereales
minimiza el trabajo regular durante todo el año y maximiza la fluctuación periódica de demanda
de mano de obra.* Pero económicamente, los dos impulsos más poderosos para la trasformación
de los sirvientes internos en trabajadores, de la remuneración en especie en pago en efectivo y de
los contratos largos en breves, fue el aumento del precio de los productos agrícolas y el creciente
ejército de reserva de mano de obra. Con el aumento de los precios, era evidente que al agricultor
le convenía vender la mayor cantidad posible de sus productos en el mercado, pagando a sus
trabajadores en efectivo y dejándoles que comprasen sus propios alimentos; o, en otras palabras,
echando sobre ellos la carga de la inflación.

Existía una contradicción fundamental en el corazón de la sociedad agraria inglesa, durante el


período de la Revolución industrial. Sus gobernantes querían ser al mismo tiempo capitalistas y
estables, tradicionalistas y jerárquicos. En otras palabras, querían que Inglaterra estuviese regida
por el mercado libre universal de los economistas liberales (que era inevitablemente tanto un
mercado de tierras y de hombres como de mercancías), pero sólo en la medida en que conviniese
a los nobles, los caballeros y los arrendatarios; propugnaban una economía que implicaba a' clases
mutuamente antagónicas, pero no querían destruir una sociedad de rangos establecidos

En consecuencia, el sistema consiguió lo peor de los dos mundos. El orden social tradicional
degeneró en un pauperismo universal de hombres desmoralizados, que no podían caer por debajo
de la escala de ayuda, hiciesen lo que hiciesen, pero que tampoco podían elevarse por encima de
ella; hombres que no tenían ni siquiera la garantía nominal de un salario de subsistencia, dado que
la "escala" podía ser -y con la creciente alza de los impuestos llegó a ser lo reducida a lo que los
ricos aldeanos creían adecuado para un trabajador. El capitalismo agrario degeneró en una locura
general, en la cual se incitaba a los arrendatarios a pagar lo menos posible (dado que los salarios
debían ser completados por la parroquia), y utilizó a las masas de trabajadores empobrecidos
como excusa para no elevar su productividad; mientras que sus cálculos más racionales serían
cómo obtener del resto de los contribuyentes el mayor subsidio posible para su lista de salarios.
Por el contrario, los trabajadores. Se veían alentados a trabajar lo menos posible, dado que nada
podía elevarlos por encima del mínimo oficial de subsistencia. Si es que trabajaban, lo hacían sólo
porque sus padres lo habían hecho antes que ellos y porque la propia dignidad de un hombre así
lo exigía.

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