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Traductora: Sherab.
Ezequiel 28:12
Capítulo 1.
“Hay una ventaja en ir con los malos en esta versión moderna del
gobierno de la guerra entre indios y vaqueros”, pensó Jude Lucien
mientras guiaba suavemente su nuevo Porsche Boxster y se
deslizaba con facilidad fuera del congestionado tráfico de Miami.
“Consigues los juguetes que más molan”. El coche era totalmente
nuevo, recién sacado del concesionario, pagado con los dólares
duramente ganados a unos traficantes de drogas colombianos a los
que había engañado unas semanas atrás. De todas formas, eran unos
amateurs, un grupo de patanes recién llegados que intentaban
abrirse camino en el negocio precipitadamente, con unos kilos de
farlopa y algunas Glock 9mm. “Evidentemente no entendieron la
parte organizada del crimen organizado”, bufó Jude recordando a
los hombres que al principio pensaron que podían fanfarronear ante
ella y después, cuando eso no funcionó, obligarla a punta de pistola a
hacer un trato. Uno de ellos se asfixió hasta la muerte después de
que le aplastara la laringe con un codazo bien colocado. El otro cayó
de rodillas suplicando cuando vio el destino de su amigo. Una rápida
bala en la cabeza terminó con sus ruegos de clemencia.
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— ¿El “Serafín de la Muerte”?— Jack Lucas miró incrédulo a la
pequeña mujer de pelo dorado de pie frente a él— ¿Qué cojones es
un serafín?— pasó una mano por su abundante y mal cortado pelo
gris— ¿Alguna nueva consecuencia del SIDA?
Liz Gardener hacía una mueca cada vez que Lucas decía “cojones”,
que era muy a menudo. Tan a menudo que una vez su jefe le
preguntó si sufría algún tipo de problema nervioso.
Ojos verde claro brillaron con excitación. Liz llevaba sólo un año en la
brecha y todavía no había perdido el entusiasmo. Incluso tenía un
auténtico don para el lenguaje que hacía que alguien como Lucas,
que había sido un reportero simple del tipo “quién-qué- cuándo-
dónde”, suspirara de orgullo y envidia.
— Lucas, sabes tan bien como yo que aquí hay algo importante.
Tiene de todo: drogas, asesinatos, fuerzas de la ley corruptas. Y una
mujer guapa de por medio.
— La historia es del año pasado— cruzó los brazos, pero Liz podía
intuir por la forma en que sus ojos no se apartaban de los de ella,
que estaba enganchado.
— ¡Alto ahí!
— Pero...
Liz sonrió una vez más y se pasó las manos por su pelo rubio dorado.
Estaba más cerca de los treinta que de los veinte pero todavía tenía
que enseñar el carnet en las discotecas y las tiendas de licores. Se
mantenía en forma con sesiones regulares en el gimnasio y había
llegado a ser una experta kickboxer, lo que le había venido muy bien
unas cuantas veces en su tipo de trabajo. Su rápida sonrisa y sus
penetrantes ojos verdes parecían llegar al alma de las personas, y
hacer que quisieran contarle su historia. Cosa que también le había
sido útil en su trabajo.
Fue testigo desde fuera de cómo, pieza a pieza, el caso del estado
comenzó a desmoronarse sobre las enrojecidas orejas del fiscal Mark
Brugetti. Testigos se retractaban misteriosamente de sus
declaraciones, desaparecían documentos y, además, la DEA dejó de
colaborar declarando que abrir sus archivos pondría en peligro otras
operaciones que se estaban llevando a cabo. A partir de aquel
momento, el caso del estado se apoyaba sólo en el testimonio de un
criminal convicto, terreno dudoso como poco. Pero lo que había
asestado el golpe de gracia al caso contra Jude fue el propio
testimonio de la ex–agente. A Liz le había costado una semana de
cenas con un tipo insufriblemente aburrido que hacía la ronda en el
palacio de justicia, eso sin mencionar la lucha con él en la puerta de
su casa cada noche, pero se las había apañado para sacar un pase de
prensa del Herald para los días en que Lucien testificaba.
— ¿Verdad?
— Sí — contestó ausente.
— Jack Taylor declaró que la vio esnifar cocaína con los miembros de
lo que entonces se llamaba el Cártel Massala y que más tarde, vio a
unos cuantos hombres que siguiendo sus instrucciones, emboscaron y
asesinaron a esta gente. Y que usted personalmente asesinó a Enrico
Massala aunque éste estaba colaborando con la DEA por aquel
entonces.
— Voy a ser franca. He servido a la DEA durante más años de los que
quiero recordar. Y durante ese tiempo participé en más de quinientas
detenciones que resultaron en más de cuatrocientas condenas y la
puesta fuera de la circulación de cientos de kilos de cocaína y otras
sustancias con un valor en la calle de millones... ¡qué coño!,
probablemente de billones. Mi trabajo cada día consistía en eliminar
drogas de la calle y meter en la cárcel a los chicos malos. Lo que
usted o el señor Taylor olvidaron mencionar de ese testimonio ‘ocular’
fue que él era uno de esos chicos malos. Sería mejor que lo volviera a
llamar al estrado y le preguntara si recuerda haber presenciado esa
‘carnicería’ antes o después de que yo arrastrara sus miserables
huesos hasta la cárcel. ¿Me entiende?
°°°°°°°°°°°°°°°
... Continuación...
El vapor empañaba el espejo oval cuando Jude salió de la ducha.
Eliminando la condensación con una gruesa toalla y utilizándola
después para absorber el agua que escurría por su fibroso cuerpo, se
vio enfrentada a un reflejo ligeramente brumoso. El rostro que le
devolvía la mirada desde el espejo era terso y sin rastro de la tensión
causada por su profesión. No siendo una persona con tendencia a
contemplar los favores con los que había sido agraciada en la lotería
genética, Jude se inclinó mientras cogía un secador profesional y lo
aplicaba a los gruesos mechones de cabello negro. Media hora
después apartaba el pelo de su cara y aplicaba una mínima cantidad
de máscara a sus pestañas. Deslizando su ágil cuerpo en una falda de
suave piel negra, metió los faldones de la camisola color burdeos y
subió la cremallera. Mirándose en el espejo una vez más, al tiempo
que se ponía los zapatos, reprimió un largo suspiro.
Jude ofreció una brillante sonrisa que iluminó el azul pálido de sus
ojos y que resultaba un irónico contraste con el gruñido amenazador
de su voz.
— Había oído que era una persona muy brillante, Romair. Por favor,
no me decepcione al principio de nuestra relación.
— Igual que yo, Romair,— le ofreció otra sonrisa, esta vez sin
ninguna promesa maliciosa— . Y ahora, ¿quiere que le aconseje algo
de la carta o prefiere oír las recomendaciones del chef?
— Ahí tiene.
— Claro, Jude. Nos vemos arriba— dijo con una sonrisa cómplice y se
inclinó hacia ella—. No te culpo. Es toda una belleza— señaló
ligeramente en la dirección en que la otra mujer se encontraba.
Capítulo 2.
"No puedo creer que haya dicho eso". Liz se recriminó dándose
mentalmente una palmada en la frente, pero Jude simplemente
respondió con una sonrisa, los oscuros reflejos de sus ojos danzaban,
y la guió hacia la escalera de caracol, haciéndola subir a la sala VIP.
—Así que es aquí donde vienen las niñas mayores —murmuró para sí
misma.
Una parte de Liz era una eterna voyeur: observar a todo el mundo,
incluso a sí misma, mientras pasaban por la vida. Esa parte era la
razón por la que era tan buena reportera. Y ahora esa misma parte
observaba con asombrada incredulidad esas palabras que salían sin
esfuerzo de sus labios. "Tiene que ser este vestido el que habla",
consideró Liz silenciosamente, preguntándose de dónde venían todas
esas frases ocurrentes.
—Que no se diga que soy una mujer que no arriesga. Permíteme que
me presente correctamente: mi nombre es Jude Lucien —. Ofreció su
mano a Liz con elegancia.
"Un punto para el equipo de casa", pensó Liz exhultante mientras
estrechaba la mano de Jude sorprendida ante su inesperada calidez.
Aunque, Liz consideró una vez más, todo lo que sabía de esta mujer
implicaba pasión, desde la violencia que envolvía a la oscura mujer y
sus inconfundibles colores, hasta el ardiente brillo que iluminaba sus
ojos inquietos. "Es asombroso que su tacto no queme," musitó y se
sorprendió al notar que sus pensamientos se escapaban de modo
temerario y por su cuenta, hacia otras circunstancias que podrían
implicar el tacto de esta mujer. Sabía que el juego estaba en marcha,
pero voluntariamente ignoró sus sospechas de que las reglas, de
algún modo, habían cambiado dramáticamente.
—Hay un problema...
—Para eso es para lo que te pago tanto, Sash —replicó Jude con una
sonrisa burlona, apartando ausente un bucle del oscuro pelo rizado
de la mujer tras sus finos hombros, —para que puedas ocuparte de
los problemas. Ahora ve a ganarte el sueldo.
Los oídos de Liz se agudizaron ante la mención del nombre del Cártel
y mantuvo una expresión ligeramente atenta aunque de profundo
aburrimiento. Años de ser la hija de un diplomático le habían
enseñado en qué situaciones era mejor parecer un objeto de
decoración. Sin embargo, debajo del tranquilo exterior, su mente iba
a toda velocidad. "Massala... tiene que tratarse de la importante
operación de la que he estado oyendo hablar".
Jude lanzó una mirada perezosa al reservado del rincón, donde los
tres hombres se sentaban dejando una nueva ronda de vasos vacíos
sobre una mesa ya llena de ellos.
Había un aire de familiaridad entre las dos, pero Liz detectó un ligero
indicio de resentimiento en la voz de la esbelta mujer. "Casi como si
estuviera celosa". Para Liz no había duda de que la historia romántica
de Jude era tan turbulenta como parecía ser el resto de su vida. A
juzgar por su comportamiento, esta mujer probablemente había sido
parte de ella. Sasha indicó con la cabeza hacia otro reservado,
discretamente apartado en una esquina menos iluminada.
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—¿Cómo...? Yo no te dije...
—Tengo mis fuentes —rió Jude mientras unos ojos verdes se fijaban
en ella. —He llamado abajo y he preguntado. Parece que has causado
una gran impresión en Barnes —bromeó.
—¿Sabes? Por aquí tiene toda una reputación de ser muy atractiva.
Te rompería el corazón si le das la oportunidad.
—Oh, ¿estás diciendo que tú no? —Elizabeth le contestó con un
destello en sus ojos —Pareces del tipo que también tendría su propia
reputación.
—He aprendido que es mejor no creer todo lo que ves. A veces, las
circunstancias encuentran alguna forma de... modificar la verdad —
replicó. —Además, has sido tú quien ha dicho que ibas a cambiar mi
vida. Así que creo que debería ser yo quien pregunte cuáles son tus
intenciones.
—Lo sé, lo sé... ¿Qué hace una buena chica como yo en un sitio como
éste? —Elizabeth sacudió la cabeza. —Barnes me preguntó lo mismo.
¿Por qué todo el mundo me pregunta eso?.
Jude asintió.
—Ya sabes que el Club es mío pero ¿qué hay de ti? ¿En que ocupas
tus días?
—Soy escritora.
—¿De verdad?
—Ha ido pagando las facturas bastante bien, pero ahora estoy
terminando con ello. Por fin tengo la oportunidad de escribir sobre
algo que me interesa de verdad. Algo importante —. La emoción
brillaba en sus claros ojos verdes y Jude no pudo evitar sonreír.
—Ay, pero mi querida Jude ¿por qué creo que echarías más de menos
la caza de lo que disfrutarías de esa alegría? —. Sus ojos brillaron
misteriosamente mientras inclinaba la cabeza hacia la mesa en la que
se sentaba Elizabeth. —Hay una fiereza en ti que se resiste a ser
domada, y no envidio la tarea que tiene delante a aquella que intente
hacerlo.
—Ya estás poniéndote místico otra vez —. Ahora, no había duda del
firme tono irónico de la frase mientras se paraba, deleitándose, en las
extraordinarias sensaciones que caramboleaban en su cuerpo.
... Continuación...
“Así que ese es Massala”, Liz rumió sobre este nuevo ‘jugador’,
mientras observaba a Jude hablar con el hombre de piel olivácea.
“Decían que el Cártel nunca se recobraría de la masacre. Parece que
estaban equivocados.” Mientras que una parte de su mente
reflexionaba sobre las posibles razones de la reunión entre Romair
Massala y Jude Lucien, la otra parte era claramente consciente de los
estragos que la oscura mujer estaba haciendo entre sus sentidos.
Liz no era extraña a los impulsos, pero los tiempos, siendo como
eran, no eran precisamente seguros para actuar por puro deseo. Así
que se encontró viviendo sobre todo en su cabeza, contemplando de
lejos bellezas de largas piernas y a compañeras de clase de dulce
olor. Y con su talento de narradora transformándolas en cómplices
ignorantes de su placer. Durante los pasados meses, la imagen
fotográfica de Jude había llegado a ser tan familiar como su propio
reflejo, y sus sueños habían sido anfitriones de más de una fantasía
que implicaba a Jude.
— ¿Elizabeth?
— ¿Eso es todo?
— Toda una imagen la que has evocado—se las apañó para inyectar
una suave ironía en su voz .— Me hace parecer como una auténtica
seductora.
— Vamos—ordenó suavemente.
Sin vacilar, la mujer más pequeña entrelazó sus dedos entre los de
Jude y preguntó:
— ¿Dónde?
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El pulido metal del Boxster brillaba con reflejos platino a la luz de la
luna y las luces de neón destellaban sobre su superficie. La noche no
estaba llena de la humedad que invadía el aire durante las horas del
día, y la gente parecía moverse más fácil y libremente bajo la mirada
benevolente de la luna. La salida del Club se demoró
interminablemente debido a todos aquellos que paraban a la pareja
para saludar a Jude. Todo el mundo, según le parecía a Liz, quería
ser reconocido por Jude, como si fuera una bendición para sus
juergas nocturnas. De hecho, algunos de los clientes la saludaban con
la reverencia debida a una gran sacerdotisa. Era la salvadora que les
procuraba alivio a su mundana existencia con su club, sus drogas y
su propia presencia mercurial.
— Tengo una casa en la playa. Pensé que allí sería un poquito más
fácil hablar. Pero si hay algún otro sitio donde prefieras ir...
Jude asintió.
— Así que vives con tres perros en una casa de ensueño, conduces un
rápido deportivo y eres propietaria del nightclub de moda. Pareces de
ese tipo de mujeres sobre las que mi madre me advertía— bromeó
Liz.
Sólo el puro esbozo del rostro de Jude era visible a la luz de la luna,
pero Liz sentía como si cada rasgo hubiera sido grabado a fuego en
su memoria. Con mano insegura pasó sus dedos por la suave mejilla
de la mujer oscura.
— ¿Qué...?
Capítulo 3.
—Tú...— balbuceó.
—¿A quién crees que disparaba? Además,— añadió con una mueca
mientras él limpiaba la herida con antiséptico y comenzaba a
coserla— si hubiera sido el Cártel, ahora mismo estaría muerta.
—Sí, vivirás.
—¿Tienes antibióticos?
—¿No quieres alguna camisa o algo así? Quiero decir, la tuya está
empapada.
—No sé,— objetó— casi como que pega con los pantalones de piel
desgarrados ¿no crees?
Eso había sido el principio. Un día después, llegó una cartera de piel
acompañada de una mujer delgada con la piel de color de café con
leche intenso.
El caballo era ahora, más que nada, un viejo amigo que arrullaba
otros dolores nuevos que su nueva familiaridad con Jude inspiraba.
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"Au, au, au, au, au, au...". Liz se encontró tristemente devuelta a la
consciencia por un dolor punzante en su costado. Recordaba con
viveza el aroma especiado de Jude llenando sus pulmones,
anticipando el ligero roce de los labios de la mujer alta mientras
comenzaban a descender sobre su boca, y entonces... "nada"...
excepto ese dolor agudo.
—Hola— dijo Jude suavemente— . Me alegra ver que sigues entre los
vivos.
—Que eres uno de los malos. O por lo menos, que eras uno de los
malos.
—¿Me besaras?— Una sonrisa que la mujer del pelo color miel no
pudo controlar se abrió en su rostro y se reflejó en la mueca de
respuesta de Jude.— Dios... que si quería... Espero no haber perdido
mi oportunidad para siempre.
—El médico ha dicho que deberías tomártelo con calma durante los
próximos días... y... me sentiría mucho mejor si te recuperas aquí.
Tómatelo como unas vacaciones gratis. Podrías escribir, contemplar
el océano y relajarte— se detuvo un momento para observar la cara
alarmada de Liz.— Por supuesto, serías libre de ir y venir cuando
quieras...— aseguró a la pequeña mujer.
... Continuación...
"Piensa, Liz, piensa...", aunque empezaba a ser cada vez más difícil
mientras el Percodán entraba firmemente en su sistema.
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Liz se despertó con un sabor como a goma en la boca y un dolor
sordo en el costado. Siguieron unos momentos de desorientación
mientras intentaba averiguar exactamente dónde se encontraba.
"Jude... la casa de la playa... pistola... Oh, claro... ya está".
Lentamente giró la cabeza de lado a lado haciendo una mueca ante la
dolorosa confusión. No estaba Jude. "Mmm...". Sus sentidos se
agudizaron cuando sus ojos encontraron la nota pegada a la jarra de
cristal con agua y cubitos de hielo medio derretidos. La letra era
sólida y enérgica, y Liz se preguntó ausentemente qué sacaría de ella
un grafólogo.
—Parece que alguien está preocupado porque la gente tire algo más
que piedras— murmuró suavemente. Paseó por la planta baja
descubriendo, además del salón y varios cuartos de baño, una cocina,
un comedor formal, y un gimnasio. La mayoría de las habitaciones
tenían acceso a un largo porche que recorría toda la longitud de la
casa, y ofrecía la misma preciosa vista que el dormitorio. Un vistazo
fuera le dijo a Liz que el porche rodeaba una piscina que parecía fría
e invitadora a la cálida luz del sol. Todas las habitaciones estaban
bellamente decoradas en tonos azules y grises con obras de arte de
muy buen gusto sobre las paredes, pero, de algún modo, a la
reportera le parecieron remotas y vacías.
—Uh... hola— Liz hizo una mueca viendo como la perra se levantaba
encolerizada.— Quizá esto no ha sido tan buena idea— . Comenzó a
moverse poco a poco hacia la puerta pero el animal, gruñendo, se
colocó entre ella y su meta.— Tranquila... no voy a hacerte daño—
mostró las manos abiertas a la perra— y con suerte tú tampoco me
harás daño a mí. ¿Te parece un buen plan?— pero el akita continuó
gruñendo, mientras Liz, poco a poco, se situaba cada vez más
cerca.— Qué suerte. Sobrevivo a una bala sólo para que ahora me
acabe devorando el Cujo éste— . Puso los ojos en blanco ante lo
absurdo de la situación en la que se encontraba.— He tenido que
hacer algo terrible en alguna vida pasada para merecer esto. Si fui
tan mala, ¿por qué no me reencarné en un contable o algo así?
Liz notó que la perra había dejado de gruñir y ahora la estudiaba con
expresión maliciosa. Decidiéndose a aprovechar la ventaja, continuó
dirigiéndose al animal en tono despreocupado. Parecía que
funcionaba bastante bien.
Capítulo 4.
Jason Childs era tan rubio como morena era Jude, con un pelo claro y
rizado que le acariciaba los hombros, y unos ojos azules como el
aciano que reflejaban calidez donde los de Jude brillaban con su
oscuridad. Era la quintaesencia del chico californiano, nacido y crecido
en las playas y las olas. Su aspecto risueño y su dulce, dulce sonrisa
encerraban una mente perspicaz capaz de hacer malabarismos con
las miríadas de capas que eran necesarias para ser un agente
infiltrado.
Sabía que Jason conocía todos los rumores que corrían desenfrenados
sobre ella. Cómo había hecho caer a ese traficante o a ese
contrabandista, proezas espectaculares que parecían estrafalarias
hasta que alguien conocía verdaderamente a Jude en carne y hueso.
Había otras historias más inquietantes, sobre hasta donde había
llegado para proteger su cobertura, incluyendo una muy
desagradable de cómo había dado una paliza de muerte a tres
policías uniformados que habían caído sin saberlo en la mitad de una
operación. "Tenéis que dar gracias por que no los matase", fue el
único comentario que hizo sobre ese asunto. Jude no le daba muchas
vueltas a los comentarios y sólo esperaba que su nuevo compañero
se reservase el juicio hasta que por fin la conociera en persona, una
fría noche de febrero.
Como uno de los pocos agentes infiltrados del sexo femenino, Jude
era como una anomalía entre ellos. La mayoría de las mujeres en la
DEA eran apoyos en la vigilancia o técnicos que hacían funcionar los
artilugios de alta tecnología que eran esenciales para el esforzado
trabajo de Jude. Intentar hacer amistades o incluso conocidos entre
sus compañeros agentes le parecía absurdo. Las relaciones nunca le
habían resultado fáciles a la sombría mujer, y su vida como infiltrada
no favorecía ataduras de larga duración. La mayoría de sus amantes
eran elegidas al azar en la vida oscura que rondaba, mujeres cuyos
ojos no temían recorrer su cuerpo y cuyas voces no temían llamarla.
No... Eso no podía conseguirlo de los estirados agentes con sus
precisas y compartimentadas vidas. Sólo una vez había roto sus
reglas en torno a sus compañeros de trabajo cuando cayó en una
relación fortuita con uno de los miembros de su equipo de vigilancia.
Una pequeña pelirroja con un cuerpo espectacular y un desafortunado
hábito de decir 'no' cuando quería decir 'sí'. Atravesar las tórridas
negaciones de la pasión había sido bastante excitante las primeras
veces. Cuando finalmente Sandi superó su letanía de "No, no puede
ser", había ido a Jude como un gato salvaje, dejándole marcas de
arañazos que a la agente le resultó jodido explicar. Jude, sin
embargo, se cansó rápidamente de todo el proceso, prefiriendo
lavarse las manos de todo este drama y obtener placer de
procedencia... más... directa.
Jason pareció inseguro de qué decir ante esta afirmación. Había sido
con mucho la cosa más personal que ella le había dicho nunca, y casi
podía verle sopesando mentalmente sus palabras, preparándose para
usarlas como un pequeño cincel para abrirse paso más hacia dentro
de los laberínticos pasajes de la mente y el corazón de Jude. No le dio
oportunidad y continuó.
Jude agitó la cabeza con furia para eliminar los recuerdos que
amenazaban con tragársela entera. Había abandonado la ilusión de
estar hecha para ninguna otra cosa que no fuera la tenebrosa vida
que ahora abrazaba, lo único todavía familiar a los restos hechos
jirones de su alma. Pero algo en la mujer de pelo rubio que había
conocido la noche anterior había despertado un inseguro anhelo de
conexión. Y ese anhelo estaba matizado por un intenso deseo físico
que Jason nunca había provocado.
°°°°°°°°°°°°°°°
Kent Laird paseaba a lo largo de su impersonal despacho con pasos
lentos, medidos. Cuatro arriba, una vuelta, cuatro abajo, una mirada
al reloj, una vuelta, cuatro arriba. Repetición. A las 11:00 AM
exactamente sonó su teléfono.
— Tengo problemas.
Click.
Fácil ¿verdad?
Kent gruñó y cerró los ojos ante la visión de Maltos tirando de los
Levi's de Jude hacia abajo.
Jude le miró con la misma consideración que uno tendría por un niño
retrasado.
Kent cerró los ojos al darse cuenta de cómo los hombres de Maltos le
habían encontrado.
Más tarde supo que Jude le había salvado la vida casi sacrificando la
suya, dejándose capturar para averiguar dónde estaba. Como
consecuencia del fiasco, casi se hicieron amigos, por lo menos tanto
como su rabia y su humillación por haber necesitado que le salvara,
le permitían. El lado oscuro de Jude siempre le había aturdido y le
había asustado, pero ella lo había usado para protegerle. Ahora tenía
una deuda con ella. Su deserción hacia el otro bando le había
enfurecido pero, cuando finalmente Jude le había llamado para cobrar
su deuda, Kent no había rehusado. Por fin vio su oportunidad de
terminar de atar los últimos cabos sueltos que habían estado
pendientes todos estos años atrás.
Continuación...
— ¿Pero? —inquirió.
— Le he dicho la verdad. Que era uno de los chicos malos. Parece que
se lo ha tomado bien—. Una sonrisa de gato de Cheshire iluminó los
ojos del Arcángel, avivando el pálido azul hacia un brumoso índigo, y
Kent, de pronto, sintió que la temperatura en la mesa subía.
— Más o menos.
°°°°°°°°°°°°°°°
Para la hora en la que terminó con Kent, hizo sus otros recados y
revisó un par de cosas con Sasha en el Club, ya eran bien pasadas
las tres cuando llegaba a casa. Cogiendo un montón de paquetes del
diminuto maletero del Boxster, entró en la cocina por la puerta lateral
del porche.
— Podías haberme dicho que tenías a alguien aquí —la rotunda mujer
mejicana, unos veinte años mayor que Jude, se quejó mientras se
afanaba en guardar la compra.
El pedido llegaba cada sábado del mercado local como un reloj, y casi
nunca cambiaba, para disgusto de Carmina. Simple era la forma más
caritativa de describir los gustos culinarios de Jude, y la mujer oscura
normalmente se sentía satisfecha con comidas abundantes a los que
el ama de llaves se refería con desesperación como "platos rústicos".
Por otra parte, los años que había sido empleada de la Señora,
habían sido los más fáciles y los más lucrativos de la inmigrante, así
que no se sentía inclinada a discutir.
— Muy bien, iré a ver como está. ¿Podrías hacernos algo de comer?
Sé que es tarde, pero estoy muerta de hambre —sonrió
abiertamente.
— Na... cenaré tarde. Haznos una sopa o algo así. Hey, ¿qué tal un
poco de caldo tlalpeno? —. Jude se marchó subiendo a saltos las
escaleras antes de que su ama de llaves pudiera empezar su sermón
habitual sobre sus terribles hábitos alimentarios, sin mencionar la
bebida.
La luz bailó una vez más en los ojos de la pequeña mujer mientras
una sonrisa traviesa se encuadraba en su cara.
— Uh... nada...
— ¿Qué?
— Uh... no. La verdad es que tengo a alguien que lo hace por mí. Ya
sabes... uno de esos... un...
— Sí. Conoce mis tallas y eso, así que no tengo que preocuparme—.
Jude se encogió de hombros tímidamente— No se me dan muy bien
estas cosas de chicas... —No acabó la frase, claramente azorada.
— Los vaqueros es lo único que nadie puede comprar por ti, porque
sino no quedan bien, ¿no crees? —sus ojos azules brillaron con
regocijo cuando la mujer pequeña asintió con énfasis.
— Estás equivocada —la alta mujer gruñó.— Soy mucho, mucho peor
—advirtió, girando sobre sus talones y desapareciendo, cerrando la
puerta de un golpe.
°°°°°°°°°°°°°°°
"¿¿¿¿Qué coño???". Liz había visto el rápido cambio en el rostro de
Jude, endureciendo las bronceadas facciones y transformándolas en
afilados planos y ángulos que amenazaban con partirla en dos. "¿Qué
la ha puesto así? ¿El abrazo?". Liz negó con la cabeza al diálogo
silencioso de su mente. Su abrazo había sido impulsivo y aunque los
brazos que la habían envuelto no se habían negado, habían sido
acompañados por el latido frenético de su corazón. "Si no supiera
más cosas, diría que estaba... ¿asustada? No puede ser". El recuerdo
fugaz de una mano temblorosa la noche anterior relampagueó ante
sus ojos haciendo estallar chispas diminutas de comprensión en la
consciencia de Liz.
Por alguna razón, pensó Liz, dos palabras para abarcar todo lo que
estaba empezando a suceder entre ellas no deberían ser suficientes,
pero allí estaban, saliendo de los labios de Jude. Sonrió con
confianza. Las palabras eran su ocupación y sabía mejor que mucha
gente cómo hacerlas valer.
Capítulo 5.
Sin embargo, Liz pronto descubrió que había mucho de la casa que
no había visto. Como su principal interés había sido descubrir el
escondite de los secretos de Jude, realmente no había prestado
mucha atención al piso de abajo. Ahora, mientras seguía a Jude,
escuchándola hablar sobre las diferentes obras de arte de las paredes
y sobre los muebles de las habitaciones, Liz comenzó a darse cuenta
de que lo que en un principio había visto como el frío aire de algún
diseñador, no era más que otra faceta de la personalidad de la
agente. "¿Y por qué no debería saberlo todo sobre arte
contemporáneo?", pensó cuando Jude admitió que esas habitaciones
se habían diseñado más para el público, al contrario que su
dormitorio y la biblioteca.
Casi como si ese fuera su pie, Carmina asomó la cabeza por la puerta
de la cocina gritándoles que fueran a recoger la comida antes de que
cambiara de opinión y se la diera a Aggie y a Pete que, al menos,
habían tenido la deferencia de ir a hablar con ella a la cocina mientras
la preparaba.
Cuando Liz estuvo por fin echada en la cama de Jude una vez más,
ésta le alargó dos píldoras y corrió a reclamar su comida a una
quejosa Carmina.
—¿Jude? —su castigo silencioso fue detenido por una suave voz que
penetraba en su conciencia y la llamaba de vuelta al presente—.
¿Jude? —repitió.
—No merece la pena. Siento haber sido tan brusca, creía que tenías
dolores.
—Oh, los tengo —Elizabeth asintió—. Pero esa cosa me deja K.O.
muy rápidamente. Quería disfrutar de la sopa sin desmayarme sobre
ella.
—En absoluto.
Pete miró suplicante a las dos mujeres, sus ojos negros alternando
entre una y otra. Jude miró a la bestia expectante y entrecerró los
ojos.
—¿Liz? —inquirió Jude. "Ahí está otra vez esa mirada de pánico", notó
Jude observando como el rostro de Elizabeth se quedaba helado
momentáneamente.
—Exacto —rió Jude—. Así que supongo que es Liz por defecto, ¿eh?
—Sí, eso creo. Uau, chica... eso ha dolido— se enjugó ausente las
lágrimas que le caían por las mejillas con el dorso de la mano—.
Buff...
—¿Qué ha pasado?
—¿Estás segura?
Jude sólo sacudió la cabeza, pero Liz pudo ver la sonrisa que estiraba
las comisuras de su boca. Bajó con cuidado el elástico de los
pantalones y destapó la herida.
Continuación...
—Sí, pero espera a que Aggie lo vea, y entonces querrá formar parte
del cuadro —gruñó Jude, aunque oponiendo sólo una resistencia
simbólica antes de volver a acomodarse—. Bueno, ¿y de qué quieres
hablar?
—¿Perdón?
—¿Y esto ganó un concurso del día de San Valentín? —bromeó Jude
intentando suavizar la repentina opresión de la atmósfera.
—Creo que, más que nada, lo que quería es que alguien aceptase
quién soy y que me quisiera por ello. Puede que incluso a pesar de
ello.
No sabía dónde había estado durante los últimos días. Sus cada vez
más preocupados mensajes habían quedado sin respuesta hasta que
ella, finalmente esa noche, había devuelto su llamada, simplemente
confirmando que se encontrarían en su viejo refugio. La había
encontrado en la cueva, tirada sobre la arena que todavía conservaba
el calor de la luz del día, dando rápida cuenta del bourbon. "He traído
la cena", fue todo lo que Jason dijo. Se sentaron en silencio durante
un tiempo interminable hasta que las palabras, vacilantes,
comenzaron a fluir y llegaron al punto en el que estaban ahora.
—Jude...
—Oh no, Angel. No voy a dejar que te libres de mí tan fácilmente. ¿Es
que tú no te das cuenta?
Una risa ahogada rasgó la garganta de Jude.
—¿Estás loco?
Una llamarada de algo que tenía un extraño parecido con los celos,
parpadeó en la boca del estómago de Liz.
—Le maté.
°°°°°°°°°°°°°°°
"¿Ha sido nada más que un sueño?", Liz se despertó a un silencio
sepulcral y a una oscuridad absoluta, las palabras de Jude aún
resonando en sus oídos horas después. Aturdida, echó una mirada al
reloj digital que brillaba a su derecha. "2:00´ AM... Ya sé que no fue
un sueño". Recordaba los rasgos normalmente bronceados de Jude
volverse pálidos, y la dureza de sus palabras. "Ese final de la
conversación fue real", pensó Liz tristemente. Jude se había
despedido bruscamente y había desaparecido de la casa. Suponiendo
que no volvería a ver a la mujer otra vez ese día, Liz se tomó los
analgésicos y se deslizó agradecida en el olvido.
Esa noche, sus sueños sobre la mujer oscura habían sido como
ninguno de los que había tenido antes. Estaban llenos de imágenes
de Jude herida e inmersa en un gran sufrimiento, sus ojos azules
suplicándole ayuda a Liz, alternándose con visiones sangrientas y
violentas de la agente ejecutando, implacable, a series de víctimas
sin rostro, que terminaban con la propia Liz. El impacto de la bala
golpeando contra su pecho la sobresaltó devolviéndola directamente
a la conciencia de la noche.
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[Nota 7]: Cool Whip es una especie de nata o crema montada que
fabrica y distribuye la casa Kraft (sí, la de la mayonesa, el queso
Philadelphia y las galletas Oreo). Tiene la particularidad de que al
contrario que la crema normal, no tiene apenas grasa, ni colesterol,
se puede conservar en el congelador, descongelar y volver a congelar
hasta cinco veces. Y es muy, muy popular en Estados Unidos.
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Capítulo 6.
"Ahí está otra vez", se maravilló Liz. El débil sonrojo era casi
imperceptible bajo la piel bronceada de Jude. Su aparición, la única
indicación que Liz había descubierto de un lado vulnerable en la
agente, reafirmó la amistad que estaba brotando, y que había
quedado en entredicho desde la sorprendente revelación de Jude el
día anterior.
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Las cosas se asentaron en un ritmo extraño pero cómodo en casa de
Jude. Liz descubrió que Carmina sólo iba unas pocas veces a la
semana y se ocupaba de la limpieza, haciendo la comida sólo si Jude
estaba en casa, que no era ni de cerca, tanto como Liz hubiera
deseado. Ni siquiera sabía cuando dormía. Sin embargo, Liz utilizó su
tiempo a solas en su provecho llamando a Lucas a la primera ocasión.
— ¿Algo más?
— Entendido. Y Liz —la voz ronca de Lucas bajó una octava—, ten
cuidado.
°°°°°°°°°°°°°°°
Jude corría playa abajo a un ritmo constante y a grandes zancadas
que devoraban la tierra bajo sus pies. Aggie y Clytemnestra la
escoltaban uno a cada lado, la lengua fuera mientras seguían el paso
de las largas piernas de su ama. Chapoteaba en la orilla, dejando que
el agua salada refrescara su acalorado cuerpo, disfrutando las
diferentes texturas que rozaban su piel. Finalmente, el brillo
abrasador del día había pasado como si el mismo sol comenzase a
cansarse de su propia intensidad, y buscase alivio dejándose caer
tras la línea del horizonte. En ese momento Jude se sentía bastante
satisfecha con lo que le había tocado en la vida. Notaba la arena
granulosa bajo sus pies desnudos y el agua refrescante; y sus ojos
estaban deslumbrados por los tonos pastel del sol marchándose.
Aggie, bendita su alma torpe, se rozaba contra ella mientras brincaba
a su lado playa abajo, su piel cosquilleando en sus piernas. Las
sensaciones inundaron el sistema de Jude, y conscientemente
permitió que todo el estrés y la tensión del día salieran lentamente de
su cuerpo. Sasha había estado insoportable toda la semana... "De
mal humor sin duda porque no le he estado prestando suficiente
atención...", y eso había puesto de los nervios a casi todo el mundo
en su círculo profesional más cercano. Como resultado, los cocineros
iban de rabieta en rabieta, a los camareros se les caían las cosas, y
no llegaban los pedidos de comida y licores.
La última vez que había tocado a Sasha había sido justo después de
la Masacre del Cártel, antes de que tomara la firme decisión de
intentar hacer lo correcto lo mejor que pudiera. Jude no había dado
ninguna explicación sobre el cambio en su relación, ni Sasha la había
pedido. La mujer sombría, de vez en cuando, todavía sentía esa
ardiente intensidad entre ellas, y sabía, mirando en el velado azafrán
de los ojos de Sasha, que ella también lo sentía. Para Jude, sin
embargo, regresar a la cama de Sasha significaba regresar a la
oscuridad de la que estaba intentando salir con todas sus fuerzas.
Por fin rodeó la cabeza de playa que puso su casa a la vista. "Vamos
Angel... una milla más..." Las palabras de Jason resonaron en su
cabeza y trajeron una sonrisa inesperada a su rostro. Para su
sorpresa, los recuerdos que surgieron a continuación, fueron
recuerdos tranquilos, llenos de risa y dulzura, recuerdos en los que
no se había permitido ahondar desde la muerte de su compañero. No
se le había escapado que éstos habían vuelto con toda su fuerza al
mismo tiempo que Elizabeth había entrado en su vida. Dudó entre
pensar que esos recuerdos traían a su memoria la alegría de permitir
que alguien entrase en su corazón, o que estaban advirtiéndola de las
consecuencias de una acción tan imprudente.
— ¿Qué te hace decir eso? —preguntó Liz, intrigada por la luz que
arrojaba sobre la misteriosa vida que vivía Jude.
— ¿Arcángel?
— ¿Elizabeth?
— No es un amigo exactamente.
Liz estaba bastante segura de que Stephen había quitado todos los
puntos aunque parecía un poco ido y se había puesto notoriamente
espectral cuando empezó a hablar de Jude. Sin embargo, Liz
agradeció la oportunidad de sentir otra vez sobre ella las manos de
Jude.
Jude se arrodilló a su lado y subió con cuidado el borde del polo verde
de Liz, sus ojos posándose brevemente en el rostro de la reportera.
—Lo siento si no tengo un olor muy ‘fresco'—bromeó, una luz
juguetona ardió en sus ojos.
Liz luchó con todas sus fuerzas para evitar que una sonrisa estúpida
apareciera en su rostro. Jude parecía como un chaval tímido pidiendo
una primera cita, y era un aspecto muy atractivo e inesperado de una
mujer que parecía ser especialista en un consumado control.
— Eso suena muy bien —replicó, intentando que su voz sonase casual
—¿Tienes algo pensado?
— Creo que podría soportarlo —dijo con calma, una chispa en sus
ojos.
— ¿Qué quieres decir? —objetó Jude— ¿No han traído la compra esta
mañana? Hubiera jurado que he visto aquí...
La mujer del pelo color miel soltó una risita reprobadora. —Aquí se
imponen medidas drásticas. Tendría que haberlo sabido. Alguien que
puede hacer la compra por teléfono seguro que no podría entenderlo.
Jude hizo un repaso mental de la lista de las cosas que tenía que
hacer y de las que podría escabullirse.
Continuación...
°°°°°°°°°°°°°°°
— Llegas tarde —Kent tamborileó con sus dedos en la formica barata
de la mesa al tiempo que Jude se deslizaba en el asiento frente a él.
— Estoy bien, Jude, gracias. ¿Y tú? —se burló—. Te juro, Lucien, que
tus modales son peores cada vez que te veo.
— No.
— Sip —asintió con la cabeza —. Una cita como Dios manda, del tipo
no-negocios-sólo-salgo-con-ella-porque-me-gusta—. Una mueca de
rara felicidad apareció por sí misma sobre su rostro ante el
pensamiento de sus planes con Elizabeth.
— Te tomará la palabra.
°°°°°°°°°°°°°°°
Jude regresó a una casa llena de unos seductores ritmos de R&B que
brotaban suavemente del equipo estéreo, y del tentador aroma de un
chisporroteante pollo, especias y salsa picante. Asintió
apreciativamente ante la música y siguió a su nariz a la cocina.
Una vez arriba, una ducha rápida la refrescó del pegajoso camino a
casa, secándose el pelo en un tiempo record, y dejándolo caer tan
libremente como el de Liz. Después sacó del armario su par favorito
de vaqueros.
— ¿Es allí donde consigues todos los CDs? —Liz se incorporó haciendo
un gesto hacia las filas de estantes donde estaban ordenados los
discos—. No puedo imaginarme que tengas tiempo para haber
comprado todo esto —se dio la vuelta por fin, posando su vista sobre
su cita de esa noche —: ¡Oh!... —Inesperadamente las palabras
desaparecieron de sus labios, sus ojos recorrieron toda la longitud del
largo cuerpo de Jude de arriba a abajo. Desde los pies enfundados en
las botas, hasta los hombros cubiertos de piel, Jude era la vívida y
deslumbrante encarnación de todas las fantasías que Liz había tenido
jamás sobre chicas ‘malas'.
— ¿Te gusta? —murmuró, sus ojos medio cerrados solo por el tacto
de los dedos de Liz. Estos se movieron sobre el cuero y bajaron por
su hombro trazando la curva de un bíceps, hasta descansar sobre su
antebrazo.
— Me gusta.
El primer beso, inseguro y vacilante, dio paso a otros cada vez más
llenos de confianza, y un gemido estremeció la garganta de Jude
cuando la lengua de la pequeña mujer se abrió camino en su boca,
buscando, mimando y atormentando a Jude con su ternura. Un
hambre que no tenía nada que ver con los aromas especiados que
emanaban de la cocina, retumbó en el cuerpo de Jude con una fuerza
desconcertante, devolviendo de un golpe a la mujer oscura a la
consciencia del mundo exterior.
— Sip, —rió Jude, un sonido grave, vibrante que retumbó en los oídos
de Elizabeth— algo así.
Era una invitación para dejar de lado cualquier peso que Jude pudiera
estar cargando sobre sus hombros, y comenzar a jugar. La
combinación de la radiante sonrisa de Elizabeth y la cálida sensación
de su cuerpo ligero entre sus brazos, hizo que fuera incapaz de
resistirse. Se inclinó y entrelazó sensualmente sus labios con los de
Elizabeth durante un momento—: Enséñeme cómo, señorita —
susurró terminando el beso—. Enséñeme cómo.
°°°°°°°°°°°°°°°
Continuación...
— No en tu caso.
— En absoluto.
— No puede ser—. Jude levantó una inquisitiva ceja hacia ella—. ¿Los
Bee Gees? —preguntó incrédula— ¿Me tomas el pelo?
— ¿Has dicho que cantabas con la radio?—. Una sonrisa maliciosa fue
creciendo en el rostro de Liz mientras deslizaba el disco en el
reproductor y presionaba el botón— Eso tengo que oírlo.
— Sí, sí, claro; todo el mundo es un crítico —Jude puso los ojos en
blanco y deslizó un largo brazo cómodamente sobre los hombros de
Liz—. No necesito que le des pistas sobre como manejarme, viejo.
Bueno, ¿tienes una mesa para nosotras o yo misma tendré que echar
a alguna de esta basura?
— Yo te consigo una mesa. No hace falta que tires a nadie más por la
ventana —proclamó Nickie, saliendo apresuradamente de detrás del
mostrador y dirigiéndose a las filas de mesas.
Jude abrió la boca para hablar, pero los clamorosos gritos de "Que
alguien, maldita sea, nos ponga otra ronda", interrumpieron cualquier
cosa que estuviera a punto de decir. Liz apretó los dientes, lo
suficientemente molesta como para querer acercarse y golpear al
dueño de tan ofensiva voz, pero Jude simplemente sonrió como
diciendo "...la próxima vez...", y se colocó detrás del bar con
tranquila comodidad.
— Hey, camarera... —La voz dulce de la visión de pelo color miel que
contemplaba el espectáculo, captó su atención— ¿Puedes atenderme?
— Así que ¿qué hay que hacer aquí para conseguir una copa decente?
—decía Liz, ajena al espectáculo privado que estaba ofreciendo a la
imaginación de Jude.
La otra mujer obedeció en silencio, y Jude deslizó sus dedos entre los
labios de Liz, ahogando el gemido que brotó cuando todo su largo fue
abrazado por el calor de la boca de su acompañante. Liz aprovechó
plenamente la invasión, pasando su lengua por la sensible carne y
únicamente soltando a su presa de mala gana, cuando Jude tiró de
ellos para liberarlos. Jude pasó rápidamente los dígitos por la sal de
las margaritas, y se los ofreció de nuevo—: ¿Preparada? —preguntó
con voz ronca.
Liz solo pudo asentir mientras cogía la bebida. Sus labios se abrieron,
dando la bienvenida al ofrecimiento de Jude. La punzada de la sal
cubrió el dulce sabor de la piel cuando los dedos de Jude la
abandonaron una vez más. Bebió el tequila de un trago, dejando el
vaso en el mostrador con un golpe sordo. Le lloraron los ojos por la
quemazón del alcohol, y sus sentidos, ya exquisitamente
atormentados, ardieron aún más.
— Las tuyas son las rayadas —Liz comentó, antes de inclinarse para
tirar otra vez. La bola blanca golpeó y desvió ligeramente la roja
número dos, enviándola limpiamente al agujero lateral—. Oh, olvidé
preguntar ¿quieres que marquemos los tantos? —preguntó
inocentemente.
°°°°°°°°°°°°°°°
— ¿Dónde aprendiste a jugar al billar así? —preguntó Liz horas
después mientras se dejaban caer perezosamente en el porche en
casa de Jude.
— ¿Qué se supone que quiere decir eso? —Liz se inclinó hacia atrás
para atisbar entre las sombras, solo pudiendo distinguir en la
oscuridad un débil destello de los ojos claros de Jude.
La voz de Jude tenía un tono triste que hizo que la percepción de Liz
se pusiera en guardia. La noche entera había sido tan maravillosa que
ya podían ir dándole si permitía que todo desapareciera en las dudas
sin expresar de Jude.
— Sacar otra vez esa mierda de "no soy buena para ti" —suspiró Liz—
. Nos conocemos desde hace siete días y ya lo has hecho tres veces.
Dos hoy. Y si sigues haciéndolo, voy a tener que... —su voz decayó,
frustrada. Su mente estaba llena de todo lo que había averiguado
sobre la mujer frente a ella, haciéndola consciente de que todavía
había tantas cosas que no sabía, que no podía saber, a menos que
Jude decidiera contárselas. Y eso significaba dejarla entrar en su
corazón. Y Liz fue consciente con un estallido de dolorosa claridad de
que realmente quería entrar, quería conocer a Jude Lucien, a la
mierda el artículo o el libro. La mujer bromista y risueña que había
entrevisto esta noche, solo la hacía ansiar más. Así como la tentadora
caricia de su boca y sus manos la hacía desear sentir su completo
abrazo. Pero el deseo tenía que ser mutuo, o si no, nunca
funcionaría. Había muchas cosas que superar por ambas partes como
para que pudiera suceder de otra manera—. O tendré que rendirme
—terminó suave, tristemente.
— No lo haré.
Capítulo 7.
Por segunda vez en varias semanas, Jude volvió a ver cómo el sol
caminaba hacia el día con paso fanfarrón, nada más que por
permanecer de pie junto a la puerta observando la forma dormida de
Elizabeth. Estudió las líneas flexibles de la mujer extendida en todo lo
ancho de la cama, preguntándose qué demonios era lo que había en
ella que tenía un efecto tan devastador en sus defensas.
—Algo.
°°°°°°°°°°°°°°°
El tiempo no espera a ninguna mujer, ni siquiera a una tan exhausta
como Jude, y en el momento en el que la mujer oscura regresó al
mundo consciente, el sol rociaba diligentemente la Tierra con una luz
brillante y casi dolorosa.
—Arrgghh... —gruñó, convirtiendo sus ojos en apenas dos hendiduras
en un vano intento por protegerse de la luminosidad del día. Fallando
en el intento, dejó caer la cabeza otra vez donde reposaba,
acurrucada en la suavidad de la penumbra entre el hombro y el cuello
de Elizabeth, apretándose contra su piel flexible.
—Apenas —resopló.
Una rápida mirada hacia abajo reveló que, mientras dormía, Jude
había reclamado para sí y de forma involuntaria, el cuerpo que estaba
debajo del suyo. Una mano había subido la camiseta de Elizabeth y
se apoyaba perezosa sobre una amplia extensión de abdomen
desnudo, mientras que un muslo poderoso se abrazaba a las caderas
de la mujer más pequeña, apretándolas cuidadosamente contra las
suyas.
—Hay cosas que tengo que hacer —replicó, confundida por el tono
ligeramente petulante de su propia voz.
—Pues me parece que es un buen plan. Pero tengo una pregunta —en
ese momento, ni hecho a propósito, un sonoro quejido retumbó en
las tripas de Jude—: ¿Qué hay para desayunar?
—Huevos Rancheros.
—Supongo que sí —accedió Liz. Los ojos azules volvieron a ella para
revelar un expresión abierta que Liz nunca había visto antes y que la
desarmó. Hizo un esfuerzo por mantener su respiración regular y
tranquila, dándose cuenta de que estaba descubriendo algo de Jude
Lucien que ningún archivo de ordenador o artículo periodístico podría
revelar.
Jude se pasó una mano por su brillante mata de pelo y suspiró, como
si estuviera cansada de la conversación.
—Oh, sí —suspiró Jude otra vez con una sonrisa irónica. Echó una
mirada a su reloj—. Vamos. Te lo cuento todo después de la película.
Tenemos que marcharnos si queremos llegar a tiempo al cine.
Antes de salir para el cine, Jude se había puesto una camisa larga de
algodón blanco que flotaba suelta sobre unos ligeros pantalones de
lino blanco, y que ahora estaban elegantemente arrugados. Una
suave extensión de piel bronceada era visible a través del escote
abierto, y su cuello y sus orejas se encontraban desnudos de
cualquier joya. Sacudiendo la cabeza para liberar el pelo del lazo que
lo mantenía sujeto y en orden en el descapotable, Jude componía, a
los ojos cansados del marinero, la figura de una elegante decadencia
sureña. Inmediatamente a su lado, Liz era una niña, dorada de
redención y vestida con una blusa ocre de cuello redondo y una falda
corta de color rojizo que dejaba sus piernas desnudas, con excepción
de unas sandalias. Sonriendo ampliamente a sus dos clientes,
preguntó:
—Pónganos algo para combatir el calor del día —dijo lanzando una
mirada traviesa hacia su compañera.
—Verá, señorita, no hay nada mejor. Es tan suave como la brisa del
océano acariciando su pelo, y te acuna como el suave balanceo de un
barco.
Irónicamente, para Jude era más seguro de esta forma. Tanto amigos
como enemigos la evitaban y esto hacía más difícil que ninguno
percibiera alguna debilidad que pudiera darles la posibilidad de
acabar con ella. Sin embargo, Jude se daba cuenta ahora de que,
mientras se asentaba en el desconcertante y sencillo confort de su
nueva amistad con Elizabeth, eso también la distanciaba de sí misma.
Sin el calor de una conexión humana, para ella fue sencillo empezar a
creerse las mismas cosas que los extraños creían: que no tenía
sentimientos, que era despiadada, que era menos que humana...
Dos vistas del azul del océano se abrieron ante Liz en ese momento,
y sin siquiera detenerse a probar la temperatura del agua, la esbelta
mujer se zambulló directamente en ella.
Continuación...
°°°°°°°°°°°°°°°
—Jude, tienes que probar esto. ¡Es fabuloso! —gimió Liz extasiada,
tomando otro bocado de lo que el marinero había llamado "Ensalada
del Mar". Era una mezcla de pasta, verduras y mejillones, con un
aliño de limón rociado libremente sobre toda la creación. Liz alargó
un tenedor lleno en un vano intento de convencer a Jude para que lo
probara.
—No, ¿te has parado alguna vez a sentir de verdad los Krispis cuando
los has masticado? —la atravesó un escalofrío—. Son asquerosos.
—Sólo que me quedaba con la ropa puesta y con todas las propinas.
Y si no podía con los tipos que se pasaban de la raya, el hermano
mayor de Nickie, Tommy, estaba allí para echarme una mano.
—Ouch.
—Eso es lo que le hace la pubertad a una chica –afirmó Liz, y Jude rió
con tristeza.
—Así fue durante un buen rato. Él abrió y siguió con su turno y casi
limpia la mesa. Nunca le había visto jugar así. Pero en su última bola,
se quedó con una colocación muy mala, iba a tenerlo realmente difícil
para meter su octava bola... Afortunadamente para mí, falló.
—¿El qué?
—¿Estás preguntando si el ‘acto’ era algo extraño para mí? —se burló
Jude.
—No creo que lo fuera. Quiero decir, sabía que no me haría daño, si
es eso lo que preguntas.
—¿Lo hizo alguien? —la pregunta estaba formulada antes de que Liz
pudiera detenerla—. Hacerte daño, quiero decir.
—¡No! —casi gritó Liz—. Porque... —vaciló, trabándose con lo que iba
a soltar a continuación—. Porque no puedo soportar la idea de que
alguien te haga daño —terminó la frase sin poder contenerse.
—¿Por qué?
—Por preocuparte por la niña que fui. Eso es... bonito... Elizabeth.
Nadie ha hecho eso nunca.
Una risita sorda rompió el silencio, y Jude se inclinó alzando una ceja
en la dirección de su acompañante.
—¿Sí?
Liz tragó con dificultad. Este tema había estado dándole vueltas en la
cabeza desde la primera vez que la boca de Jude había probado la
suya en la tarde del día anterior. No le cabía la menor duda de que
Jude iba a ser una amante magnífica, y necesitaba tanto tocar a la
mujer oscura que los músculos le dolían por la presión.
—Oh, sí... —asintió Liz—. ¿En qué crees que llevo pensando todo el
día?
°°°°°°°°°°°°°°°
El Boxster hizo el camino de vuelta a casa en un tiempo récord, pero
aún así, el sol había hecho su aparición final sobre el horizonte,
abandonando la ciudad en sus diversiones crepusculares. Jude abrió
la puerta lateral con manos temblorosas y quitó la alarma como en
un sueño. Inmediatamente, los brazos de Elizabeth se enroscaron
alrededor de su cuello, ese pecaminoso cuerpo confundiéndose con el
suyo. "Oh, Dios...", pensó Jude, incoherente. Deshicieron el camino a
través de la casa mientras unos hábiles dedos que no pertenecían a
Jude, intentaban arrancarle la camisa blanca de los hombros.
—¿Por qué has tenido que elegir una camisa con tantos malditos
botones? —murmuró Liz casi inaudible dirigiendo a Jude hacia las
escaleras. Finalmente, dando por perdida la pelea, agarró la camisa
por los bordes y la abrió por la fuerza. Jude protestó con un pequeño
grito cuando los botones saltaron por los aires, pero Liz la hizo callar
con un gruñido gutural: "Quiero verte... ahora...".
—¡No, por Dios! —respondió Jude— Solo... ah... solo que... oh,
mierda... Solo quiero tomármelo con calma. No quiero que esto nos
sobrepase.
—No quieres que hagamos nada que yo pueda lamentar luego ¿es
eso? —Liz agarró a Jude de la barbilla e hizo que sus ojos azules se
centraran en los suyos verdes.
—Algo así.
—De acuerdo —dijo Liz con calma—, aquí estaré cuando regreses.
Jude vaciló un momento porque sabía que Liz aún estaba mirando,
después se encogió de hombros mentalmente y sacó la Sig Sauer de
su lugar en la caja fuerte junto con un cargador de repuesto. Ambos
también aterrizaron sobre la cama.
Capítulo 8.
—Te juro por Dios, Jude, que eres peor que un gato.
—¿Y eso por qué? —se iba apartando de Jude, manteniendo varios
pasos de distancia entre ellas mientras se dirigía a la cocina. Sólo
consiguió llegar hasta la mesa del comedor antes de que Jude la
alcanzara, envolviendo sus largos brazos alrededor de su fina cintura.
Unas manos pequeñas guiaron a Jude hacia abajo, quien obedeció sin
resistirse. Trazó un camino de besos incendiarios sobre la piel
leonada de Sasha, deteniéndose sobre sus pezones erectos,
pintándolos rápidamente con el pincel de su lengua, moviéndose
después aún más abajo ante la insistencia desesperada de Sasha.
—Oh, Cristo...
°°°°°°°°°°°°°°°
El distrito comercial estaba desierto en esa noche de domingo cuando
Jude dejó el coche en su plaza del garaje subterráneo. Cromo y
cristal se elevaban en industrial súplica hacia las deidades de la
tecnología mientras el ascensor la llevaba hasta las oficinas de JLE
Limited en el piso veintisiete. Se adentró en el silencio antinatural de
un santuario abandonado, y caminó con paso suave y sin hacer ruido
sobre la lujosa moqueta negra. Su visitas aquí eran más regulares
que las que hacía al Club, ya que las oficinas eran el centro de sus
operaciones legales. En consecuencia, una gran oficina en la esquina
llevaba su nombre grabado sobre una placa de plata. La puerta
estaba abierta y entró sin hacer ruido.
—No, decidió ver qué era lo que Romair Massala tenía que ofrecer.
—¿Cómo lo averiguaste?
—Pero él sólo tiene acceso a los suyos, y son mínimos —objetó Jude.
—No. Por eso estaba Romair tan ansioso por ponerse en contacto
contigo —echó una mirada a su reloj—. La reunión es dentro de una
hora. Quiere que estés allí.
—Si es una emboscada no voy a permitir que caigas en ella con los
ojos cerrados —arguyó Sasha vehementemente mientras Jude
caminaba a grandes pasos por el corredor oscuro—. O desarmada.
—No voy con los ojos cerrados. Y tengo esto —midió el peso de la Sig
en su mano.
—No tengo que matarlos a todos, querida13. Sólo tengo que matar a
los suficientes como para poder escaparme.
—¿Por qué pasar por todo esto si lo que vas a hacer es huir?
—Decía que no quiero hacerme cargo de nada, así que ten cuidado,
¿entendido?
°°°°°°°°°°°°°°°
El encuentro iba a ser en el puerto deportivo, en el cobertizo de
atraque 114, y Jude, precavida, aparcó aproximadamente a un cuarto
de milla, confiando en que nadie detectara el Boxster en su nicho de
sombras. Hizo un camino serpenteante hacia el lugar designado,
buscando signos de ocupación reciente, pero la noche estaba vacía de
los sonidos sordos que acompañan a los grupos de hombres que
matan el tiempo. Unos quince minutos antes de la hora establecida
para la reunión, se deslizó en el cobertizo, inadvertida por los tres
hombres reunidos bajo la pequeña fuente de luz que iluminaba la
calle.
—Quizá.
"Oh, vamos chicos... Ésta es la ronda más aburrida que he visto en
mi vida de lo de ‘enséñame lo que tienes...’", gruño Jude
silenciosamente. "Ha llegado el momento de hacer las cosas un poco
más interesantes".
—Ah, Jude... Qué bien que hayas podido reunirte con nosotros. Por
un momento temí que no hubieras recibido mi mensaje.
...que lo que es malo para mí... —¡BOFETADA!— ...es malo para él...
—¡BOFETADA!— ¿Entendido?
—Nnnoooo... —suplicó.
La sutil fuerza de las emociones que esta mujer invocaba en ella era
más fuerte de lo que parecía, casi lo suficientemente fuerte como
para hacer que bajara el acero bruñido de la Sig Sauer que apuntaba
a la cabeza del lloroso Diego. A pesar de sus sentimientos, estaba
medio convencida de que Elizabeth no era nada más que una
aparición divina enviada desde el Cielo para atormentarla con
visiones de una gracia que nunca podría tener. Amar a Elizabeth
significaba dejar pasar la rabia que la consumía y comenzar el
doloroso pero inevitable camino hacia la curación. Pero el
condicionamiento y diez años de una vida vivida en el ocaso podían
más que ese sentimiento naciente, y un velo rojo cayó sobre la
palidez de sus ojos.
—Desde luego, sabes cómo organizar una fiesta salvaje —gruñó entre
dientes, salpicando a sus asaltantes con varias ráfagas y haciendo
caer a varios de ellos.
—¿Y tú?
—Y entonces, ¿qué?
Dando una voltereta, Jude sabía que ahora sus mayores adversarios
eran los irregulares fragmentos de cristal que se esparcían a su
alrededor. Su camisa de seda ya estaba hecha jirones, pero menos
mal que la piel demostró ser algo más duradera. "Tendría que
haberme puesto el chaleco", pensó sardónica, cayendo con una limpia
flexión y una voltereta que hubieran sido el orgullo de Jackie Chan.
"¿Pero quién sabía que iba a hacer de especialista?". Poniéndose de
pie, echó a correr hacia la cobertura protectora de la oscuridad. Unos
pocos disparos sin éxito la siguieron, pero tuvo la sensación de que
esos tipos habían abandonado todo seguimiento. Con todo ese equipo
antiaéreo, no es que fueran precisamente vestidos para una
persecución urbana. Jude bendijo ese poco de buena suerte mientras
corría haciendo un recorrido enrevesado a través de callejones y
edificios ocupados ilegalmente. Intoxicada por la adrenalina y la furia,
Jude era una sombra llena de ira que viajaba con destreza a través
de la noche. Finalmente, alcanzando la seguridad del Boxster, se
deslizó en su confort cubierto de piel, respirando pesadamente.
Capítulo 9.
Silencio.
El sonido silbante de ruedas sobre metal indicó a Liz que Jude había
salido al porche en lugar de subir hasta la oscuridad amenazadora de
su dormitorio. Distraídamente, la mujer del pelo color miel se
preguntó hasta qué punto el cambio de rumbo de Jude tenía que ver
con su propia presencia allí.
—Vete.
El amanecer invasor arrojó una luz vacilante sobre varios cortes que
salpicaban los elegantes rasgos de la mujer sombría. Las heridas, en
lugar de hacer que Jude pareciera más vulnerable, le daban un aire
siniestro y salvaje mientras examinaba a Liz.
"Porque aquí es donde quiero estar, más que en ningún otro sitio del
mundo".
—Eso es... deja que salga... vamos... déjalo salir, Jude... estás a
salvo... te lo prometo...
°°°°°°°°°°°°°°°
Se creía que era imposible acabar con el Cártel Massala. Ni un solo
agente de la DEA había conseguido infiltrarse, a ningún nivel, en su
organización.
Tras aquello, fue más fácil abandonar el ansia por el mundo de la luz
del día. Conoció a una joven llamada Sasha LeMontaine que demostró
ser de lo más... entretenida... cuando la inquietud se apoderaba de
ella y su cuerpo hervía de añoranzas sin nombre. Y pasaron seis
meses más.
°°°°°°°°°°°°°°°
Maldiciendo el estridente sonido del teléfono, Jude intentó de mala
gana deshacerse de la forma ágil enroscada a su alrededor.
—Ah... sí... bien, parece que tenemos... una situación... que necesita
de tu destreza –Jude se movió hasta estar sentada, apartando a
Sasha con firmeza. Nunca, en el año y medio en el que había estado
con el Cártel, se había dado una “situación” que no pudiera esperar.
—¿Dónde? —preguntó.
—Me he enterado por una muy buena fuente de que este delicioso y
guapo joven es un agente federal, que trabaja con alguien de mi
organización para... ¿cómo dicen en las series de televisión?...
Derrocarme.
—¿Y?
—Te estoy diciendo que podrías aporrearle durante todo el día, hasta
puede que lo disfrutase, pero no te va a decir lo que quieres saber
porque no sabe nada –conteniendo la respiración, Jude sabía que
estaba cerca o de escapar o de algo bastante peor.
—Ya veo lo que quieres decir –Rico frunció los labios pensativo-. Sin
embargo, si te creo, eso querría decir que mi fuente me está
mintiendo.
Una oleada de furia bañó los rasgos de Jude, casi blanqueando el azul
ártico de sus ojos, pero la contuvo enérgicamente sabiendo que la
desobediencia no era una opción. Sólo conseguiría que los mataran a
los dos. Por así decirlo, todavía quedaba una oportunidad, mínima
pero la había, de que Jason escapara con vida.
—No sé...
—Culpa tuya, Rico. Dijiste que esto no podía esperar. Ya sabes cómo
odia que la dejen... colgada.
—¿Y?
—Oh, no, para nada... No tú. Él —sacando la misma Smith & Weson
de acero con la que la había encañonado hacía más de un año, se la
ofreció por la culata—. Sólo una bala y cinco oportunidades de
libertad.
A Jude se le cayó el alma a los pies y supo que no tenía más opción
que aceptar. El rechazo supondría la muerte de ambos. Jude sopesó
el arma con pericia. Odiaba las 45, con los cañones tan largos y los
acabados tan ostentosos, prefiriendo el peso más ligero de la Sig, con
sus líneas más delicadas y su apagado metal bruñido.
Jude nunca había sido alguien que rezara, nunca creyó en el Dios
vengador ante el que su madre se había postrado durante toda la
vida de Jude. Todavía podía oír al cura gritándole “nacida en
pecado desgraciada... y, por ello, morirás...”, y jamás había
cuestionado realmente su estado maldito. Pero Jason... él era otra
cosa... razonó ahora, elevando una débil oración a quien quisiera que
la escuchara en el Cielo. Si de verdad hubiera... alguien... allí arriba...
no haría que Jason pagase por sus propios errores. En ese instante,
de buena gana habría dado la bienvenida al peor de los fuegos del
Infierno si eso servía para librar a Jason de lo que estaba a punto de
hacerle. Una última suplica... y apretó el gatillo...”
°°°°°°°°°°°°°°°
—Oh, Dios... Jason... lo siento tanto... tanto —murmuró Jude sobre la
cálida piel donde su cabeza descansaba suavemente, y Liz supo con
espantosa certeza lo que había ocurrido después de que Jude
apretara aquel gatillo.
°°°°°°°°°°°°°°°
Varias horas después, un movimiento de Jude acurrucándose sobre
ella la sobresaltó, despertándola, y levantó la vista para ver la cara
preocupada de Carmina mirando desde la puerta. Se deshizo con
suavidad del enredo de los brazos de Jude, bajándose hasta los
blandos almohadones. Sus miembros crujieron en protesta cuando se
puso de pie y cruzó la terraza en unos pocos pasos silenciosos.
°°°°°°°°°°°°°°°
—Hey, Bella Durmiente... —Liz apartó con suavidad un mechón
enmarañado de la ceja sudorosa de Jude. No bromeaba cuando le
dijo a Carmina que hacía calor, y la piel de Jude casi echaba vapor en
el húmedo día—. Despierta —canturreó con suavidad.
—Que...
Una vez allí, Liz le quitó con cuidado la camisa destrozada y la lanzó
por encima de su hombro a la papelera.
—Pero...
—Ajá.
—Es bastante preciso. Creo que una vez le tiré una botella.
—Me lo ha dicho.
—No, no me lo ha dicho.
—Así que... ya ves por qué me sorprendió un poco el verte aquí esta
mañana.
Los ojos de Jude se volvieron para estudiarla. El azul pálido era ahora
el color invitador de un cálido día de primavera.
°°°°°°°°°°°°°°°
Liz se detuvo en los cálidos torbellinos lujuriosos que se
arremolinaban en su cuerpo, odiando abandonar su confort. Por fin,
abrió los ojos a un azul luminoso, vibrante de emoción, y se encontró
con un tipo diferente de calor.
—Espera —Liz hizo un gesto con las manos—. Pensaste bien —le
confirmó. Igual que Jude lo había necesitado la noche anterior, ahora
era el turno de Liz de asegurarse de que esto era lo que la mujer
oscura quería realmente, y que no se trataba de una reacción a
ciegas—. Es que... acabas de pasar por un torbellino emocional.
¿Cuándo fue la última vez que bajaste la guardia como lo has hecho
esta noche? No quiero que hagas nada que más tarde, cuando las
emociones se asienten, puedas lamentar.
—Me sorprende que hayas podido abrochar esta cosa después del
destrozo que le hiciste ayer —bromeó.
—Oh —se ruborizó, pero en seguida rompió a reír—. Ah... no, creo...
quizá... pueda pasarme... sin ella... durante un rato... Ya que lo
dices.
—¿Te gusta esto, Jude? —bromeó Liz, observando cómo los ojos de
Jude se abrían con esfuerzo.
—¡Ya está! ¡Se acabó! —Jude levantó a la mujer más pequeña en sus
brazos de un solo y resuelto movimiento, recorrió la corta distancia
hasta la cama y lanzó a ambas sobre su acogedora superficie.
—Oh, Dios... –nunca había imaginado que podría sentir tanto con tan
sólo la punta de los dedos.
—Oh, Dios... Liz —gimió Jude cuando la lengua de Liz rozó el centro
de su deseo, pintándolo con el suyo propio. Un estremecimiento
incontrolable sacudió el cuerpo de Jude, paralizándolo en el punto
más alto de su curva, y Liz sintió los primeros estremecimientos
rodeando sus dedos. Cuando la cresta de la ola rompiente llegó, ella
la surcó con Jude, haciendo más lentos sus movimientos,
conduciéndola a casa. Por fin, permanecieron quietas, el centro de
Jude todavía latiendo suavemente alrededor de sus manos. Le brindó
otro tierno beso, sonriendo ante la sacudida que pasó por su cuerpo
tembloroso, y lentamente se deslizó hacia arriba de la forma delgada,
reemplazando sus dedos con uno de sus bien formados muslos.
Liz se deslizó un poco más abajo por el cuerpo de Jude para apoyarse
en su pecho y el ligero movimiento hizo que el muslo de Jude se
pegara contra su propio ansioso centro. Inconscientemente, se apretó
contra la sólida presencia. La acción no pasó desapercibida para Jude
y una sonrisa traviesa se curvó en sus labios. Con destreza, dio la
vuelta a ambas, de forma que Liz quedó bajo su largo cuerpo.
—Me da la sensación de que hay algo... que puedo hacer por ti...
Elizabeth —ronroneó con tono sensual, las sedosas palabras
provocando temblores a lo largo del ágil cuerpo. —¿Hmmm? —arqueó
una ceja inquisitiva.
El calor que había podido controlar concentrándose en el cuerpo de
Jude entró en erupción violentamente, corriendo por la sangre de Liz,
sofocándola de necesidad.
—Ssííí... —murmuró.
Jude era todo gracia felina mientras sus manos comenzaban una
ronda de exploraciones por el cuerpo de Liz, trazando el mapa de sus
músculos, articulaciones y nervios, maravillándose ante la belleza
áurea que se extendía ante ella. Liz estaba más que preparada para
el contacto de su amante y con una necesidad sobrecogedora,
ansiaba la boca y las manos de Jude en su centro. Sus pequeños
dedos se enroscaron en el cabello oscuro, dirigiéndola hacia abajo, no
dejando tiempo a Jude para detenerse en los sensibilizados pechos,
en las estremecidas caderas o en las flexibles piernas.
Capítulo 10.
"¿Cubierto de pelo?"
—Tengo que sacar algo del coche, Carmina —Jude hizo una mueca
con desenfado y salió disparada afuera, donde había dejado aparcado
el Boxster. Algo de la emboscada la estaba incomodando y había
hecho que se levantara y dejara a Elizabeth. Se inclinó sobre la
puerta del lado del copiloto y cogió la pequeña metralleta que había
recogido de su atacante muerto. Sopesándola con la mano, se la llevó
dentro de la casa.
—¿Por qué mete esa basura aquí? —preguntó con una irritación hacia
su jefa que superaba el sentido común que le decía que no debía
enfadar a un asesino con un arma en sus manos—. Dijo que estaba
mejor.
—¿Lo promete?
—Ni de coña ellos habrían organizado algo así —murmuró con humor
negro.
"Dos... Sasha me ha vendido". Esa idea le hizo tan poca gracia como
la de que la Agencia iba detrás de ella. Le dio vueltas y vueltas,
mirándola desde todos los ángulos, a ver si era tan descabellada
como parecía. "Sasha ha tenido años para hacerlo... ¿por qué ahora?
¿Qué sentido tiene? ¿Trabaja con Romair? Na... odiaba a los Massalas
incluso cuando Rico era el jefe... Y el Cártel nunca pondría a una
mujer al timón". Aunque sus instintos le decían que Sasha no la
traicionaría de esta forma, mantuvo la idea viva en su mente,
sabiendo por experiencias pasadas que la traición venía, la mayoría
de las veces, de las fuentes más cercanas.
"Cuatro... Diego acudió a la DEA para hacer un trato... Esto tiene más
sentido que acudir a Romair... y la Agencia utilizó la información para
tenderme una trampa... Esto explicaría por qué Romair parecía tan
alucinado como yo cuando esos tipos aparecieron... Esto es más
lógico".
Se deslizó una vez más escaleras abajo sin hacer ruido y asomó la
cabeza por la puerta de la cocina.
—Eh... ¿Carmina?
—¿Sí, señora*?
Pero todo lo que Carmina oyó fue una risotada gutural que venía de
su jefa mientras regresaba con su nuevo amor.
°°°°°°°°°°°°°°°
Liz había regresado a sus plácidos sueños sin perderse uno solo, y
cuando una figura la despertó de nuevo, esta vez era claramente
femenina... claramente humana... claramente, su nueva amante.
Jude rió y empujó a Aggie fuera de la cama con una mano perezosa,
dispersando a los perros que sigilosamente habían vuelto después de
que las mujeres se durmieran, cada una en los brazos de la otra. La
noche se había llenado con exploraciones de sus respectivos cuerpos,
a veces suavemente, a veces con fiereza, siempre apasionadamente
y con aire reverente. Liz se había sentido silenciosamente
consternada al descubrir una serie de cicatrices, antiguas y nuevas,
en la piel bronce de Jude. No porque estropearan la perfección de su
cuerpo, sino más bien porque cada marca era la evidencia del dolor
que había tenido que sufrir. En un acuerdo tácito no habían hablado
del origen de esas cicatrices o de la situación en la que Jude se
encontraba en ese momento. Era un tema que ambas sabían que
tendrían que abordar pronto si el maravilloso descubrimiento que
habían hecho iba a durar más de una noche, pero ninguna de las dos
quería estropear la brillante alegría que las consumía.
—¿Y bien?
—Y bien, ¿qué?
—¿Y por qué no? —preguntó, fingiéndose ofendida—. ¿Es que acaso
no soy lo suficientemente alta, sombría y misteriosa?
—Oh, eres todo eso y más —aseguró fervientemente Liz—. Pero creo
que tendrían algún problemilla con ciertos... otros... aspectos.
—Ah... no.
—Uh... no exactamente.
—Um... no precisamente.
Jude soltó una risilla—: No, no lo es... pero digamos que voy a esa
librería desde hace casi cinco años y esto es algo... bastante
alejado... de mis usuales hábitos de lectura. Se sorprendió
ligeramente cuando compré cuatro novelas románticas.
Liz nunca pensó que su corazón pudiera latir tan rápido, pero ante las
palabras de Jude, lo hizo... tanto que pensó que iba a estallarle.
—Supongo que pensé que estarías... algo así como huyendo de casa
o... no lo sé —continuó Jude, pasando una tentativa mano sobre la
mejilla de Liz—. Un marido... una novia... algo de lo que quisieras
apartarte —se encogió de hombros ligeramente—. Quizá una vida en
la que no encajas. Y alguien como yo... bueno, yo ofrezco un buen
lugar en el que esconderse durante un tiempo.
—¿Qué quieres decir con eso de que "alguien como tú ofrece un buen
lugar para esconderse"? —interrogó suavemente.
°°°°°°°°°°°°°°°
Jude vio un destello febril en esos ojos malaquita y como respuesta,
surgió el deseo dentro de ella. Con destreza, se dio la vuelta de modo
que todo el largo del cuerpo de Liz se extendiera debajo de ella. Liz
gruñó protestando, pero Jude la calmó con expertas manos
recorriendo su piel brillante de sudor.
—Por favor... —susurró Jude con voz ronca, su propia necesidad casi
abrumándola. Había sido capaz de contener en su mente y en su
cuerpo el creciente deseo por esta mujer, convenciéndose de que sólo
podría ser una amante transitoria para Liz. Estaba persuadida de que
la pequeña mujer nunca podría confiar en alguien tan completamente
consumido por la violencia. Las palabras de Liz, sin embargo, y la
innegable emoción que salpicaba sus ojos verdes, le dijo a Jude que
no se encontraba sola en esas profundidades tan poco familiares.
Cada rendición que Jude había hecho en estas dos últimas semanas,
le había ido llevando hacia ese lugar donde Liz había mostrado sus
propios miedos y se había rendido completamente a su abrazo—: Por
favor... —repitió, su propia voz sonaba desconocida para sus oídos—.
Déjame...
Era más que una petición de poner sus manos sobre el cuerpo de la
pequeña mujer, lo que ya había hecho más de una docena de veces
en el día que llevaban siendo amantes. Era una súplica para reclamar
el alma de Elizabeth con la suya propia; una admisión de necesidad,
de deseo, del nacimiento del amor. Era un zumbido que atravesaba
su cuerpo, visible en su mirada y en el suave temblor de sus manos.
—Sí.
¿Puede ser posible que el mundo se mueva sólo para dos personas
cuando hacen el amor? La lógica dicta la imposibilidad de tal
inclinación del eje de la Tierra. Pero mientras la boca de Jude se
movía sobre la piel de Liz en una ardiente consumación de cosas
todavía por decir, ésta sintió cómo su existencia se daba la vuelta
desechando la vida en la que había estado subsistiendo para hacer
sitio a una nueva en la que viviría de verdad.
Una vez más, Jude depositó sus cuerpos unidos sobre el colchón,
deleitándose en la sensación de sus miembros entrelazados. Largos,
lentos momentos se escaparon mientras sus bocas exploraban la piel
de la otra, mordisqueando y saboreando. Jude trazó una línea de
besos por el cuello y los hombros de Liz, deteniéndose en la bella
suavidad de su piel. Le acarició los pechos con manos tiernas,
pasando los pulgares sobre sus excitadas cúspides. Liz gimió de
placer, arqueando la espalda, ofreciendo más piel a ese tacto
experto.
Continuación...
°°°°°°°°°°°°°°°
—Tienes la oreja perforada dos veces —notó Liz, inspeccionando el
lóbulo causante de su comentario.
—¿Tú crees?
Hacía largo rato que la mañana había dado paso a la tarde, y Jude
sabía que lo único que estaba haciendo era posponer la inevitable
conversación que tendrían que tener sobre lo que le había pasado a
Jude en el cobertizo del muelle, y hacia dónde se dirigirían, si es que
podían ir a algún sitio, desde este cálido lugar que ahora las cobijaba.
—¿Y por qué no llevas uno? —se las apañó Liz para preguntar
mientras la lengua de Jude hacia resbalar por su espina dorsal
sensaciones deliciosas.
—¿Un qué? —murmuró Jude, que había perdido por completo el ritmo
de la conversación.
Como respuesta, Liz capturó el rostro de Jude con las dos manos y
fijó una severa mirada en la mujer oscura.
—Trato hecho —accedió Liz, cediendo ante las sombras que bailaban
en los ojos pálidos de Jude.
Jude tomó aire ante el ligero tacto—: Eres cruel... —gruñó—. ¿Por
qué tengo la sensación de que si tengo que mantenerme a la altura
de esta bestia insaciable voy a tener que comer? —echó otra mirada
a los ojos brillantes de su amante y añadió—: Muchísimo.
°°°°°°°°°°°°°°°
A pesar de las tácticas disuasorias de Liz, que incluyeron inmovilizar a
la mujer más alta contra la cama y atormentarla sin piedad con
manos y dedos, el par bajó al fin a la cocina, donde descubrieron que
Carmina había creado y dejado en el refrigerador un auténtico
banquete para la nueva pareja.
—Totalmente.
Aunque las palabras eran de broma y ligeras, una luz débil en los ojos
claros de Jude hicieron que Liz se incorporara y estudiara a su
compañera con detenimiento—: No lo dices de broma, ¿verdad? —
preguntó tras un largo momento de contemplación.
°°°°°°°°°°°°°°°
Jude miró fijamente a la batidora que zumbaba suavemente antes de
volver su mirada hacia Liz.
—Oh, sííí... —dijo entre dientes mientras los dedos de Liz jugaban
brevemente con el vértice del deseo de Jude para puntuar la
pregunta.
Deslizando las manos hacia abajo a lo largo del cuerpo de Jude, las
volvió a esconder bajo la superficie de seda y separó dulcemente los
pliegues de los labios internos de su amante. Un gruñido
estrangulado resonó en la garganta de Jude, y enredó sus dedos
temblorosos en el pelo de Liz. Una larga caricia de su lengua se
hundió directamente en el corazón de su deseo, saboreando su
humedad. Jude echó la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos contra
los rayos del sol, preguntándose cuál de los dos calores era más
fuerte: el que caía de lleno sobre ella, o el que surgía desde lo más
profundo de su interior. Gimió de nuevo cuando la lengua de Liz se
adentró aún más en su centro, buscando y encontrando un ritmo
intenso, implacable.
—Na —Liz envolvió con sus brazos a la mujer más grande para que
no se moviera—. Me gusta.
Recogió las provisiones mientras Jude hacia un cómodo nido con los
almohadones, sonriendo abiertamente cuando Jude se dejó caer
perezosa sobre ellos, con una sonrisa juguetona.
—Lo siento, Jude —Liz quiso darse una patada. "Por supuesto que
Jude nunca había llorado por él"—. No tenía que haberte presionado.
—Dímelo.
—¿Acaso importa?
—Importa.
Capítulo 11.
—Bueno... sí... —Liz echó una mirada a su alrededor—. Je, je, je...
Desde luego que sí lo es... Estaba buscando algo que ponerme —hizo
un gesto hacia su torso desnudo.
—Si es algo parecido a lo que pasa a mí, creo que me hago una idea
bastante clara —contestó Liz irónicamente.
—Sip.
Era un poco más pequeña que alguna de las otras camisas que había
visto y pudo meterla fácilmente en los vaqueros. La dejó abotonada
baja, liberando el largo de su pelo rubio-miel del cuello: —¿Qué te
parece?
—No estás haciendo esto nada fácil —musitó Jude con aliento
irregular, su cuerpo respondiendo a la sensual atención.
°°°°°°°°°°°°°°°
Los treinta minutos de viaje pasaron rápidamente, y pronto
estuvieron entrando por un sendero arenoso que conducía a un
restaurante de aspecto destartalado que estaba situado directamente
en la playa. Los sonidos de risas y música llegaban fácilmente hasta
ella desde el porche, y se sorprendió al ver el número de coches
aparcados en la arena sin orden ni concierto alrededor del edificio.
Los perros brincaron alegremente cuando Jude les dejó salir del
Explorer, pero permanecieron obedientemente al lado de su ama. —
Muy bien, chicos —Jude acarició la piel de Aggie—. Id a buscar a
Cassandra.
—¿Y les pusiste sus nombres a tus perros? —y aunque Liz agitó la
cabeza con incredulidad, una sonrisa creció en su rostro ante la
intimidad del gesto de Jude.
—¿Te quedaste con los dos para que pudieran estar juntos?
—Ven aquí, tú... —dijo la mujer alta, abrazando con fuerza a Liz.
Acomodándose cada una en los brazos de la otra, una tranquila
calidez rodeó a la pareja, haciéndolas totalmente ajenas a las
miradas curiosas de los clientes que salían y entraban del
restaurante.
°°°°°°°°°°°°°°°
Liz se dio la vuelta en el círculo de su abrazo, de modo que ahora uno
de los brazos de Jude rodeaba sus hombros con tranquilidad. En lo
que concernía a la reportera, se iba a quedar ahí toda la noche, al
diablo las apariencias. Estaba en compañía de la mujer más bella,
fascinante y sensual que había conocido nunca y, con franqueza, a Liz
le importaba un soberano bledo quien lo supiera. “A mamá le daría
un ataque... Y a papá le daría un paro cardiaco.” La visión de la cara
de consternación de sus padres trajo una mueca diabólica a su rostro
y se permitió una pequeña risa a sus expensas.
El chico abrió la boca para replicar, pero una voz detrás de las
mujeres interrumpió: —Por supuesto que estoy por aquí. ¿No lo estoy
todas las noches? Claro, que si te dejaras ver más que una vez de
vez en cuando, probablemente lo sabrías.
Liz se dio la vuelta para encontrarse con quien hablaba: era una
pequeña mujer latina con unos ojos risueños y una cascada de pelo
oscuro cayéndole sobre los hombros. Iba vestida informalmente, con
unos pantalones azul oscuro y una blusa de manga corta de color
crema que resaltaba el tono oliváceo de su piel. Jude se movió hacia
la diminuta mujer, levantándola en un gran abrazo y dándole vueltas
alrededor de la entrada.
—Sí, aquí estás. Y tus modales son tan atroces como siempre —
golpeó a Jude en el brazo y rodeando su alta forma, miró a Liz,
señalándola con la mirada—: ¿Nos vas a presentar? —miró de nuevo
a Jude y la estudió detenidamente—. ¿Hace cuántos años que te
conozco? ¿Seis, siete? Y nunca has traído a nadie para que me
conozca. Y ahora que por fin lo haces, te olvidas de presentarnos.
—¿Cómo estas? —extendió una mano hacia una asombrada Liz que
iba atando cabos rápidamente—. Soy María.
Jude respondió con una amplia sonrisa y se situó entre las dos
mujeres, rodeándolas a cada una con un brazo—. Ya deberías saber
que conmigo siempre hay algo más.
María soltó una carcajada al ver a Jude levantar una ceja indignada:
—Parece que ésta te ha calado.
—Tú eres demasiado guapa para ser un hombre, así que debo estar
hablando contigo —replicó él.
Sonriendo ligeramente, la mujer sombría sólo les estrechó la mano y
puso una silla para Liz. Dejándose caer en la que había junto a su
amante, sonrió ampliamente—: Supongo que tienes razón. Tú
tampoco estás demasiado mal, T. Para ser un hombre, quiero decir.
Fue una declaración sencilla, reflexionó Liz, pero una que tenía mucha
importancia, ya que sacando a la luz su conexión con los dos
hombres, Jude les decía a sus amigos que era alguien en quien
podían confiar. La reportera estaba asombrada por la admisión que
Jude le proporcionaba en esa parte oscura de su vida, y eso la decidió
a empezar a aclarar ese nido de serpientes que eran las mentiras que
todavía había entre ellas. Liz tomó suavemente la mano de Jude, que
descansaba en el brazo de la silla, y entrelazó sus dedos con los
suyos. Devolvió la sonrisa a Tony, que las miraba sonriendo con cara
de tonto. La cara de Kent era hermética, pero la reportera creyó
atisbar un ligero deje de mala cara, que ocultó rápidamente.
Cualquier intento de observación más allá, fue interrumpido por el
sonoro tono barítono de la voz de Tony.
—¿Cómo una niña buena como tú ha acabado con una tipa huraña
como Jude?
—Lo siento —se disculpó Liz intentando tomar aire—, pero es que
parece que todo el mundo acaba preguntándome alguna variación de
lo mismo.
—Eso es porque parece una niña buena —explicó Jude con una
sonrisita—. “Parece” es la palabra clave.
—¡Eh, tú! —para sorpresa de los dos hombres, Liz dio una palmada a
Jude en el brazo—. Ten cuidado —advirtió juguetona.
—Cállate —gruñó Jude como una fiera, pero el ligero rubor que
iluminó sus rasgos fue visible para todo el mundo.
Liz echó una mirada a Jude, que tenía una sonrisa de desconcierto
sobre el rostro. Varios pares de ojos curiosos se habían centrado en
la bulliciosa mesa, y la mujer que normalmente se enfrentaba al
fuego hostil con despreocupada facilidad, ahora se retorcía incómoda
ante el escrutinio e intentaba hundirse aún más en su silla. La
reportera dio un pequeño apretón a la mano de Jude y la oscura
mujer ofreció una intensa y excepcional sonrisa a su pareja.
—¿No me vas a preguntar qué quiero yo? —preguntó Liz con cara de
falsa inocencia.
Tony le contestó con otra sonrisa—: Digamos que no hay duda sobre
el objeto de tus afectos —se inclinó hacia delante, con una expresión
conspiradora en su rostro—: Si te sirve de consuelo, ella tenía la
misma expresión cuando te miraba.
—Oh, venga, T… Conoces la historia tan bien como yo. ¿Por qué esta
niña tendría que sufrir porque el Arcángel piensa que puede cambiar?
—agitó la cabeza—. Eso, sencillamente, no es posible.
—No pudo aceptar que Jason fuera más importante para Jude que
cualquier operación, daba igual lo seria que fuera —terminó Liz por
él.
Continuación...
°°°°°°°°°°°°°°°
—Eh, tú —Jude asomó la cabeza tentativamente por las puertas de la
cocina, esquivando por poco a un camarero que salía disparado con
una bandeja bastante cargada.
—Ven aquí antes de que alguien se golpee y acabe sin sentido —le
regañó María, aunque sus ojos bailaban divertidos.
Barrido del Mar llevaba funcionando casi diez años, y María había sido
su principal propietaria durante tres de ellos. Ella era la primera
ayudante del chef cuando conoció al chico de los ojos brillantes que
luego se convirtió en su marido, y a la inquietante mujer a quien
reconoció como el espejo del alma de éste. Al final, se había hecho
cargo de la cocina, y entonces, con la ayuda financiera de Jude,
compró el lugar inmediatamente a los dudosos personajes que lo
habían tenido hasta entonces. Ahora, el restaurante daba beneficios
saludables y aunque María había ofrecido devolverle el dinero a Jude,
ésta sabía reconocer una buena inversión cuando la veía y mantuvo
intacta la sociedad. El arreglo funcionaba para ambas mujeres,
cementando el vínculo entre ellas, incluso aunque su relación era a
veces tirante al máximo.
—¿Dónde está Jessie? —preguntó Jude, mirando alrededor de la
oficina en busca de su ahijada de dieciséis años—. Esperaba poder
verla esta noche.
—Mea culpa —reconoció Jude—. Las cosas... han sido una locura —
levantó las manos ante la mirada exasperada de María—: Ya sé que
digo eso todo el rato, pero, de verdad, últimamente ha sido mejor
que no haya estado por aquí demasiado —“Palabras clave para ‘no
era seguro estar conmigo'.”
—No quiero oír nada de esa mierda —replicó María cortante, dándole
la espalda a Jude y poniéndose a revolver entre algunos papeles.
Era algo que Jude no había dicho nunca antes en voz alta,
especialmente a María, ya que su palabra para la esposa de Jason la
obligaba. En el fondo, Jude no había creído nunca antes que pudiera
realmente dejar todo eso, no importaba lo mucho que una parte de
ella desease hacerlo. “Las cosas son ahora diferentes”, se reconoció
por fin a sí misma, sabiendo que sin la aceptación incondicional de
Elizabeth, tal cosa nunca podría haber sido imaginable, y mucho
menos posible.
°°°°°°°°°°°°°°°
—¿Por qué siempre acabo como alguien del servicio? —gruñó Jude,
dejando la bandeja en la mesa y reuniéndose con sus compañeros.
Kent había regresado poco antes que Jude y se había disculpado por
su comportamiento. Y aunque sus instintos captaron algo raro, Liz
aceptó la disculpa del agente elegantemente, no queriendo empañar
la velada.
—Depende.
—¿De qué?
—Porque pareces tan... servicial. Como una Girl Scout —Liz parpadeó
inocentemente, haciendo una pausa con un agudísimo sentido del
tiempo—. Casi —añadió tras un segundo.
—¿Perdona?
—¿Cómo iba a saber que eras alérgica al marisco? —dijo María, que
había llegado durante la conversación. En un movimiento que hizo
que Liz frunciera la ceja ligeramente, deslizó los brazos alrededor de
Jude y le dio otro rápido abrazo para comunicarle su felicidad. Dirigió
al camarero mientras colocaba plato tras plato de guisos de aspecto
exótico frente al cuarteto.
—Ese es mi lema, sí señor —la reportera echó una mirada a los otros
cuatro sentados a la mesa—. ¿Podemos empezar ya? Me muero de
hambre.
°°°°°°°°°°°°°°°
Jude insistió en que María cenara con ellos, y en seguida el grupo
estuvo lleno hasta arriba de buena comida y de viva conversación, a
pesar de la silenciosa tensión que existía entre los hombres de la
Agencia y la traficante. Mientras Kent y Tony todavía parecían rehuir
respetuosamente a la mujer sombría, María no mostraba esa reserva.
Era obvio que las dos mujeres compartían un lazo muy fuerte, forjado
por su vínculo común con el marido muerto de María. Para sorpresa
de Liz, al avanzar la noche, Jude comenzó a compartir historias de la
Agencia con Kent y Tony, hablando de casos menos peliagudos que
ella y su compañero habían resuelto. Por supuesto, esto llevó a María
a relatar sus desventuras domésticas con Jason, incluyendo una en la
que embaucaron a una reacia Jude para que les pintara la casa.
Jude parpadeó—: ¿Culpa mía? Seguro que tienes razón, ¿por qué me
la estoy cargando esta vez?
—Estábamos celebrándolo.
—Y él me pidió salir.
—Miles...
La letra era bastante inocua al principio, y la voz de Jude era más que
agradable. Sin embargo, mientras continuaba y tomaba a Ría entre
sus brazos y la arrastraba por toda la habitación con el
acompañamiento de la banda, la canción se hacía más y más subida
de tono, hasta que la mayoría de los clientes terminaron riendo con
divertido asombro, y la cara de Ría ardía de vergüenza.
Cuando el último estribillo terminó, Jude hizo girar a María una última
vez, haciéndole un saludo desenfadado e inclinándose profundamente
ante los aplausos de la multitud.
—Porque quiero — replicó con una sonrisa la mujer del pelo rubio-
miel—. ¿Algún problema?
—Una serenata, ¿eh? —bromeó Liz—. ¿Por qué no me diste una a mí?
—Se podría decir así —la mujer oscura estuvo de acuerdo, abrazando
a su chica dulcemente—. Venga, recojamos a los perros y vámonos
de aquí.
—Que te jodan.
Ojos pálidos, grises, se volvieron para mirarla con dureza, con una
frialdad renovada ardiendo en ella. Liz no quiso apartar la mirada,
deseando que sus músculos no temblaran. El cálido verdor de sus
ojos observó el rostro de Jude, buscando pistas de la amante dulce
que había llegado a conocer.
—¡No! Te guste o no, soy parte de esto —apretó con fuerza el brazo
de Jude, sabiendo ambas que en cualquier momento, la mujer oscura
podría liberarse fácilmente de su agarre. Jude la sintió cerca e
involuntariamente, recordó su conexión. Eso le permitió escuchar las
tranquilas palabras que salían de los labios de su amante—. No voy a
perderte de nuevo en la noche del demonio.
Capítulo 12.
—¿Por qué?
—Y ¿por qué no? Me refiero a que durante los últimos cuatro años o
así, no es que haya sido exactamente amiga de la ley y el orden.
Podría ser cualquiera de la Agencia... desde la gente que traicionó a
Jason hasta un equivocado “caballero andante” que espera hacerme
pagar por mis pasados crímenes. A pesar de lo que estoy intentando
hacer para equilibrar la balanza.
—Ayúdame.
—Pero no lo hiciste.
Jude levantó la cabeza para fijar sus ojos en los de Liz —: Por ti —
murmuró, incapaz de creer la serena fuerza que vio residiendo en las
profundos remolinos verdosos.
—No —corrigió Liz—. Por ti. Solo necesitabas que te recordaran que
existe otro camino—. Estudió los ángulos y los planos del rostro de
Jude, acariciando con dulzura la suave piel bajo sus dedos.
—Nunca... creí... que pudiera ser de ninguna otra manera —dijo Jude
con voz entrecortada.
—Créelo ahora —susurró Liz, capturando los labios de Jude con los
suyos.
°°°°°°°°°°°°°°°
—¿Me contarás alguna vez dónde te hiciste esto?
Liz frunció las cejas—: ¿Por qué creo que esto no es solo sobre del
tatuaje?
—Deja que me ponga cómoda —dijo Liz, sospechando que iba a ser
una historia larga. Jude apiló dos almohadas detrás de su cabeza y se
acomodó, mientras Liz se colocaba sobre el estómago de su amante,
con la barbilla apoyada en las manos. Cada par de piernas se
enroscaba con naturalidad alrededor del otro par, manteniendo un
muy necesitado contacto a lo largo de sus cuerpos. Jude dejó escapar
un suspiro entrecortado cuando uno de los pechos de Liz presionó
contra su centro, enviando una deliciosa oleada a través de su
cuerpo.
—Podríamos discutir sobre eso, pero no creo que hiciera ningún bien
—Liz lanzó una mirada airada a su novia.
—Más o menos.
—He actuado tantas veces y durante tantos años como uno como
para pensar que no.
—¿Es por eso por lo que hiciste todo esto? —exigió saber Liz— ¿Por
que es más fácil creer lo que todo el mundo te ha dicho, desde tu
madre y los cabrones de los curas, hasta la gente como Kent que se
supone que son tus amigos? —hizo una pausa e inspiró
profundamente mientras Jude la observaba en silencio con una
expresión de sorpresa. La pequeña mujer golpeó con los dedos un
lado de la cabeza de su novia. —Ojalá pudiera llegar tras esos ojitos
azules y ver qué es lo que te ha jodido tanto. Porqué es más fácil
para ti matar que amar —se encogió de hombros, dejando caer la
mirada en el vibrante blanco de la sábana arrugada a su lado—. Pero
no puedo. Jason no pudo. Nadie puede hacer que creas que tu vida
merece la pena vivirse bien excepto tú.
Jude rió sin ganas—: Algo tenía que hacerme sentir mejor.
—Y ¿qué hiciste?
Jude puso una sonrisa felina—: Ella fue una de las primeras cosas
que le robé a Rico—.
Liz asintió—: Allí era donde actuaba el Cártel de Medellín hasta que el
gobierno colombiano lo eliminó.
—Exacto... con algo más que un poco de presión de la Agencia. Por
supuesto, el de Cali ocupó inmediatamente su lugar.
°°°°°°°°°°°°°°°
Colombia parecía tener dos tipos de tiempo: caluroso y más caluroso
que el infierno. Incluso la legendaria frialdad de Jude había acabado
hecha pedazos a causa de la letal combinación entre el clima y los
lugareños con los que había tenido que tratar desde su llegada. A lo
largo de las últimas semanas había estado saltando desde Bogotá a
Cali, a Buena Ventura, a Medellín... y francamente, ya había tenido
más que suficiente con las generosas raciones de machismo servidas
en cada reunión. Totalmente desacostumbrada a ser desestimada,
Jude se había encontrado sin saber qué hacer. Como último recurso
había seducido a la amante de uno de los altos lugartenientes del
Cártel de Cali. Pensó que eso, o bien le ganaría un lugar en la mesa o
una bala en la cabeza. En su estado mental, la verdad es que no le
importaba mucho en cual de las dos cosas resultaría. En cualquier
caso, no podrían ignorarla por más tiempo.
Una fría y larga ducha después, Jude se sentía algo más humana
mientras se abotonaba la camisa y la remetía dentro de unos amplios
pantalones cortos. —¡Qué coño! —murmuró, haciéndose una gruesa
trenza—. Soy una turista ¿no? Entonces debo parecerlo.
Una vez tomada nota, dejó a las dos mujeres solas de nuevo.
—¿Sabes?... Creo que tienes razón. Es una frase de una película. Pero
no consigo acordarme de cual por mucho que lo intento. Sin
embargo, recuerdo que el hombre al que nuestra heroína deja
sentarse no tenía demasiadas buenas intenciones.
—Un pirata.
Jude rió ante esa descripción tan apropiada. —¿Y qué se supone que
eres tú? ¿Una damisela en apuros? —bromeó.
Jude estudió la elegante forma frente a ella. Esto podía ser divertido.
—Eso es una pasada de largo ¿Hay algo más corto que pueda
llamarte? —dijo arrastrando las palabras.
—¿Y qué hay de ti, pirata mía? ¿Qué alias utilizas para escapar de la
atención de nuestras maravillosas autoridades locales?
—¿Diminutivo de...?
—Solo Jude.
—Ya veo.
—Tú primero.
Continuación...
°°°°°°°°°°°°°°°
El sol se hundía en el horizonte manteniendo hasta el último
momento los largos tentáculos de luz que se estiraban hacia las dos
mujeres que paseaban por las murallas de la ciudad. Cartagena era
una ciudad que llevaba sus cicatrices con orgullo; su gente la bautizó
con el nombre de ‘La Heroica’ durante la lucha por liberarse del
dominio español. Los turistas todavía vagabundeaban por las calles
libremente, la luz les garantizaba el movimiento de un modo
imposible una vez cayera la oscuridad. De todas las ciudades por las
que Jude había pasado recientemente, Cartagena era la que había
conseguido una paz más estable entre sus mundos diurnos y
nocturnos. Puede que las alimañas se mantuvieran relativamente
escondidas durante la luz del día porque los cruceros hacían de la
ciudad una de sus escalas; o puede que la vista del mar suavizara sus
impulsos más violentos. Cualquiera que fuera la razón, Jude estaba
agradecida. Quería disfrutar de la compañía de la criatura
derrochadora de elegancia que se encontraba a su lado. Aún así, sus
sentidos eran dolorosamente conscientes de las miradas
depredadoras que recorrían su cuerpo mientras caminaba.
—No es que Colombia ocupe uno de los lugares más altos en la lista
de sitios de vacaciones más acogedores.
Una sonrisa perezosa creció sobre los rasgos de Jude—: Tendría que
ir a mi habitación antes. Porque si no, no tendría nada que ponerme.
°°°°°°°°°°°°°°°
Jude no recordaba cómo había empezado todo... había ayudado a
Keir a soltar amarras y a izar la vela principal... después se había
dirigido hacia la pequeña proa de la nave, disfrutando de la brisa
marina sobre su rostro. Había unas cuantas embarcaciones en el
agua, barcos de recreo como ese, transportando a sus ricos
propietarios desde y hacia la costa y lejos de los peligros de los
moradores nocturnos de Cartagena, y hacia la seguridad de sus islas.
Jude frunció una ceja—: ¿Quieres decir que nunca antes te habías
acostado con una mujer?
—No creo que nos tengamos que preocupar por eso —contestó
displicente. Los sentidos de Jude se hallaban unidos con el olor de la
mujer sobre sus manos, el sabor del sexo en su boca, y los ecos
moribundos de los gemidos desgarrados de Keir que todavía
resonaban en sus oídos. Deslizó los dedos a través de la línea
elegante de la cadera de Keir. —Ven aquí —ordenó, mientras sus
dedos se hundían en la piel que encontraron y arrastrando a la otra
mujer hacia ella.
Y las estrellas dibujaron espirales aún más alto dejando escapar unas
manos extendidas, para que pudieran alcanzar lo más profundo del
deseo, y que amenazaban con sacudir hasta arrancar de sus nichos
en el cielo nocturno a todas las luces del Cielo.
°°°°°°°°°°°°°°°
—¿Qué te ha traído a Colombia —La pregunta fue hecha sobre un
desayuno a base de pomelo amargo y piel dulce.
—¿Cómo cuáles?
—Lo que fuera de lo que esto iba a protegerte, cualquiera que fueran
los viajes que hicieras... no sirvió de nada ¿verdad?
—No, no sirvió.
—Lo siento.
Unos iris sin color se encontraron con el azul pálido de Jude en una
mirada fija.
°°°°°°°°°°°°°°°
Condujeron el barco hasta una isla diminuta, lejos del cuerpo
principal de las Islas del Rosario, atracando en una pequeña
ensenada y echando el ancla.
—Yo no...
—No pruebas tu propia medicina ¿no? —se burló Keir—. Quiero que
esta tarde estés relajada. Te prometo que esta sustancia es
completamente natural, y mil veces menos letal que la mierda que tú
pones en la calle—.
—¿Verdad que sí? —sonrió Keir, pasando una mano perezosa por el
torso mojado de Jude—. Después volveremos a darnos un buen baño.
—Adelante.
—No puedo comprender por nada del mundo porqué los tours no
vienen aquí —Keir iba diciendo mientras avanzaban—. Supongo que
porque la isla es una de las más alejadas y es diminuta. Literalmente
no hay nada que ver salvo ruinas. Ni espacio para puestos de
refrescos o de postales.
—Lo más aproximado que puedo decir es que era un lugar de culto.
°°°°°°°°°°°°°°°
—¿La amabas?
Jude miró fijamente a los ojos verdes de la mujer que ahora sostenía
su alma y sonrió con dulzura—: No —replicó—, sólo era alguien... con
quien pasar el rato. Alguien que buscaba riesgo y pensó que conmigo
lo encontraría. Tenía razón —Jude agitó la cabeza—. Pero tampoco se
merecía lo que le ocurrió.
—Lo que sea... —susurró Jude con voz ronca, poco consciente de lo
que estaba diciendo pero incapaz de negarle nada a esa mirada
esmeralda tan hipnótica.
Capítulo 13.
—No es algo que esté deseando hacer —le dijo a Pete. La pequeña
bestia permanecía a los pies de la cama, la cabeza ladeada mirándola
solemnemente—. Pero tengo que hacerlo, colega —continuó Liz—. Me
ha dejado entrar en su mundo ¿te lo puedes creer? Puede que no
crea en sí misma, pero cree en mí—. Observando detenidamente al
perro negro, se dio cuenta del significado de sus últimas palabras.
"Oh Dios... cree en mí... y está todo construido sobre una mentira".
Liz cerró los ojos ante el pensamiento de lo que podría ocurrir, la
seria posibilidad de que Jude la echase de su vida. O peor.
—Juro por Dios que me lo voy a cortar cualquier día —gruñó, echando
la masa rebelde sobre un hombro.
Jude emitió una carcajada —: ¿Quieres decir que pensabas que todo
lo que hacía era tratos a medianoche en callejones oscuros? Es cierto,
hubo un tiempo en el que estaría metiéndome en la cama a esta
hora; pero en algún momento a lo largo del camino acabé poseyendo
legítimamente lo que parece ser la mitad de Miami —movió la
cabeza—. Dirigir todo este follón lleva más tiempo que...
—Oh...
—Lo sé... pero... —. El tacto suave como una pluma de los dedos de
Liz quebraron sus palabras. Con un experto giro de la mano, Liz
apartó la toalla de la cintura de Jude, dejando ese magnífico cuerpo
desnudo ante sus ojos. Y cada nuevo roce de esas manos las
acercaba más a la maraña de vello que protegía el haz de nervios de
su centro. Involuntariamente, sus piernas se separaron ligeramente
con la esperanza de atraer más cerca las enloquecedoras caricias.
Jude tomó aire para responder pero se encontró los labios cubiertos
por una boca ávida decidida a devorarla. Liz apartó el brazo en el que
se apoyaba y el movimiento consiguió eficazmente que quedara
tumbada en su regazo con las caderas colocadas en el borde de la
cama. —Espera... —fue más un gemido que una protesta, y Liz sonrió
al ver la vibrante confusión reflejada en el rostro de Jude— Yo... Tú...
—Por favor.
—No, somos... —corrigió Liz con una dulce sonrisa que Jude no pudo
ver—, somos maravillosas.
Los ojos azules estaban cerrados, pero Liz podía ver su vehemente
necesidad en la tensión pintada en el cuerpo de Jude. Sus propios
músculos estaban rígidos por empatía erótica, y un pulso ardiente
latía entre sus piernas. Aumentó mínimamente el ritmo de sus
manos, buscando satisfacer el ansia de sus cuerpos. Jude dijo entre
dientes arqueándose mucho más en su abrazo—: No... pares.
A Liz le llevó un momento darse cuenta de que esa era la primera vez
que Jude expresaba un deseo específico. Su cuerpo siempre
comunicaba fácilmente lo que quería, guiándola sin palabras, pero ni
siquiera una sola vez Jude había dicho: "Esto es lo que quiero de
ti...".
—Lo sé —accedió Liz con una sonrisita—, pero tengo que protestar o
pensarás que no me importa.
—Le diré a Carmina que haga algo especial para cenar —murmuró
Jude.
°°°°°°°°°°°°°°°
sigue -->
Continuación...
—¿Dónde demonios te has metido?
La reciente dificultad para localizar a Jude era algo que ocurría por
primera vez en su relación. Incluso cuando Jude estaba jugando con
otras amantes siempre había sido accesible. Sin lugar a dudas, los
negocios siempre habían sido lo primero. En el pasado, Sasha no
había tenido dudas en sacarla de la cama con otra mujer para que se
ocupara de alguna emergencia, y Jude era bastante consciente de
que algunas veces su ayudante lo había hecho solo para fastidiarla.
No era nada más que una parte de la eterna lucha de poder entre
ellas. Sin embargo, a lo largo del último año el paisaje erótico de
Jude había sido árido, y sus llamadas a las cuatro de la mañana no
habían interrumpido nada más que un sueño agitado. Si Sasha había
notado el cambio no había dicho nada; y Jude no estaba por ofrecer
voluntariamente ninguna información.
—Más o menos.
—Así que... ¿qué más da? Son solo centros comerciales. No ir a esta
reunión no es el fin del mundo. Si quieren los terrenos, negociarán. Si
no los quieren, pues no. En cualquiera de los casos a JLE le va a dar
igual a largo plazo. No se trata de vida o muerte para nosotras —el
pronombre era su oferta de paz hacia la otra mujer. Sasha era su
empleada de palabra nada más, y ambas lo sabían.
—Oh —respiró—. Sash... —se pasó una mano agitada por el pelo.
Estaba acostumbrada a un montón de cosas de su socia, pero
preocupación auténtica no era una de ellas. Sencillamente, era algo
que no estaba en su repertorio de emociones aceptables. —Lo siento
—dijo finalmente —. Ni siquiera lo he pensado.
Sasha asintió:
Jude arqueó una ceja, escéptica—: Vaya sorpresa. Nunca hizo nada
más que intentar sacarme los ojos con sus zarpas cada vez que me
veía.
Por desgracia, no iba a ser el caso. Sasha sabía que había pocas
cosas que pudieran distraer a Jude de sus negocios y de ganar
dinero:
—¿Alguien que conozco?
Sasha dejó escapar un silbido grave, con una mirada burlona en sus
ojos.
—Jude... yo...
—He oído lo que has dicho —replicó Sasha con la misma frialdad—.
Simplemente no lo entiendo.
°°°°°°°°°°°°°°°
Jude pasó las siguientes horas revisando papeles que se habían ido
acumulando durante su improvisado paréntesis fuera de la oficina,
pero su mente estaba en algo muy diferente. "Algo pequeño y rubio,
con los ojos más verdes que puedas imaginar." Jude se rió para sí
misma. "Se me está yendo la olla." Agitó la cabeza como con
arrepentimiento recordando la mañana.
Sabía que el ‘novio’ al que Elizabeth había aludido aquella vez y que
luego había olvidado convenientemente era una estratagema, pero
seguro que había algún amante en alguna parte. "Alguien de
verdad...", alguien que tenía algún derecho sobre la mujer del pelo
rubio, alguien que podía reclamar para sí mismo a esta persona
extraordinaria. "Puede que esté casada," consideró Jude, "y puede
que quiera dejarlo. Es posible que esté jugando con él... haciéndole
pagar por algo que le ha hecho". Su corazón se encogió
violentamente ante el pensamiento de que pudiera estar utilizándola.
La lógica descartó la idea, en ningún momento nada de lo que había
visto le había indicado que Elizabeth pudiera ser tan fría y
manipuladora. Pero el hecho era que tenía un secreto... y el saberlo
aterrorizaba a Jude. "Vamos, no le des más vueltas." se dijo, "Otras
te han hecho lo mismo e incluso cosas peores. Si te está utilizando,
¿por qué esta vez iba a importar más que las otras?".
"La quieres..."
°°°°°°°°°°°°°°°
—Me marcho, Sash —avisó a su ayudante que se acercaba
rápidamente. Durante horas, había estado luchando contra la
urgencia irresistible de irse a casa y tomar a Elizabeth entre sus
brazos y disolver con amor cualquier duda que la rubia pudiera
albergar. El darse cuenta de que estaba enamorada de ella había sido
aterrador pero ahora el miedo no tenía ninguna posibilidad contra la
luz cegadora que había dado calor a su alma en el momento que lo
había aceptado. Lo único que quedaba era decírselo y convencerla de
que podrían superar lo que fuera que aún se interponía entre las dos.
—Siempre tendrá una cuenta con nosotros, Sra. Lucien —le aseguró.
—¿Y la tarjeta?
Se la tendió silenciosamente.
°°°°°°°°°°°°°°°
Una sola pregunta había consumido a Liz desde que Jude se había
marchado por la mañana.
Era así de simple. Quería a Jude. Quería todo lo que había sido, todo
lo que era, y, más importante, todo lo que podía ser. La reportera
haría cualquier cosa para proteger la más mínima posibilidad de un
futuro con ella. Con este fin, estuvo dándole vueltas a todo lo que
había averiguado sobre el intento de Jude de rectificar y los hombres
que estaban intentando evitarlo.
—Exacto.
—Caramba, Liz... tranquilízate —hizo una pausa, y Liz casi pudo oír
chirriar los engranajes de su cerebro—. ¿Cómo de bien has llegado a
conocer a tu sujeto? —preguntó con cuidado.
Liz no vaciló:
Capitulo 14
continuación...
Y vio las ruinas del alma de Jude en la tierra baldía de esos duros
ojos azules.
“¿Tan cerca de qué? ¿Qué pensaba yo que podría construir sobre una
mentira?”
—No —dijo Liz con voz ronca. Aunque sus pensamientos se iban
dando unos con otros en su prisa por correr dentro de su mente, se
encontró curiosamente incapaz de hablar.
— ¿Una reportera? —repitió incrédula— ¿Has hecho todo esto por una
jodida historia? —la verdad penetró en el alma destrozada de Jude y
se alejó de Liz. Cuando se dio la vuelta la reportera notó el brillo
depredador en los pálidos ojos azules—: Enhorabuena, querida* —
murmuró en tono bajo—. Has conseguido lo que los Federales, los
grandes medios y los periodicuchos, no han podido. Has logrado la
historia completa —. Canturreó burlonamente—: Sexo, drogas y rock
‘n’ roll. ¿Qué más podrías pedir? —dijo con desdén. Liz recordó
aquella noche en el porche cuando vio por primera vez el corazón
oscuro de su amante. —Así que dime: ¿qué quiere saber tu público?
—su voz descendió hasta convertirse en un peligroso y sensual
ronroneo—. ¿Les vas a contar lo que se siente estando dentro de mí?
¿Cuál es mi sabor? ¿Cuál es mi olor? —. Se acercó más a ella, y Liz
no pudo evitar que un escalofrío de excitación sexual surgido del
miedo, la atravesara. Unos dedos largos se extendieron para acariciar
con suavidad el rostro de la reportera —: ¿Sabes? Todavía tengo tu
olor sobre mis dedos —trazó el perfil de los labios de Liz, acariciando
ligeramente el pequeño corte—. ¿Es por eso que no querías dejarme
marchar esta mañana? ¿Querías asegurarte de que tenías todos los
detalles?
Liz cerró los ojos ante la presión, segura de que para ella todo se
había acabado. Una furia silenciosa comenzó a nacer en su interior:
hacia ella misma simplemente por no decirle antes la verdad, y hacia
Jude por claudicar ante todo aquello de lo que aseguraba que quería
liberarse. De pronto, la presión en su cuello desapareció, y abrió los
ojos para ver a Jude retirándose de nuevo, esta vez hacia la puerta.
—Te quiero fuera de aquí para cuando vuelva —dijo Jude suavemente
en la creciente oscuridad que la rodeaba—. Y si alguna vez veo algo
de esto en letra impresa... créeme, Elizabeth, te mataré—.
Increíblemente, la frialdad de sus ojos se fundió por un momento y
un cálido pulso de vida vibró en su lugar—: No importa que no quiera
hacerlo —añadió antes de deslizarse de vuelta a las sombras.
°°°°°°°°°°°°°°°
°°°°°°°°°°°°°°°
En el tercer piso del Club, tras una entrada bien camuflada para los
clientes normales e incluso para los VIPs, había una pequeña suite:
un dormitorio, un baño y una oficina que tenía su propia entrada.
Jude había utilizado estas habitaciones en el pasado como una
especie de lugar de encuentro para sus conquistas. Era un buen
sistema y evitaba que sus ‘juguetes’ se mezclaran con su vida ‘real’.
Ahora se retiró allí, casi como un animal herido que regresa a su
guarida abandonada durante largo tiempo para desangrarse en paz.
°°°°°°°°°°°°°°°
La fiesta nocturna estaba bastante avanzada en el momento en que
hizo su primera aparición. Un pulso licencioso corría por el Club, los
clientes respondían sin saberlo a la llama salvaje de la sangre de
Jude. Sasha había indicado discretamente a los pincha-discos y a los
camareros que dieran marcha esa noche. Así que la música era un
poco más sensual, las bebidas algo más efectivas, y la clientela algo
más desinhibida mientras la noche extendía su mano y les hacía
señas para que la siguieran.
La gente hablaría sobre esa noche y la inquietud carnal que los había
infectado a todos ellos durante meses. Su oscura reina había
regresado, y su gente se deleitaba en ello.
Quizá esa fue la razón por la que al principio Jude no la vio acercarse.
Se trataba de otro glorioso espécimen para que ella lo tomara o no,
según dictara su talante. Algo, sin embargo, un destello dorado, una
brizna de su aroma en el aire, identificó lo que había estado
buscando, y se dio la vuelta justo cuando Elizabeth se plantaba frente
a ella.
—Jude... —vaciló.
—Te quiero.
Las palabras eran la única cosa a la que Liz se podía agarrar en la
vorágine en la que se encontraba. Como reportera había aprendido
que la mayoría de las verdades eran relativas dependiendo del
enfoque de la historia, de quien hablase, y de sus motivaciones. Sin
embargo, también había aprendido que había algunas verdades que
era fundamentales, verdades que habían constituido los cimientos de
los individuos, de filosofías, de naciones.
Fuera lo que fuera que había pasado, Jude tenía que saberlo.
—Te quiero.
—Te quiero.
—Mientes.
—Te quiero, Jude —repitió, levantando una mano firme apenas para
acariciarle la mejilla.
* En español en el original. N. de la T.
continuación...
—Te... —el asombro hizo que tropezara con las palabras—, te quiero.
—Te quiero.
—Te quiero.
La boca de Jude siguió a sus manos a través del paisaje del cuerpo
Liz, confirmando con el gusto lo que el tacto ya había comunicado a
su cuerpo tembloroso. Elizabeth era ligera y cálida, sal y musgo, y se
encontraba de buen grado a merced de las exigencias de la mujer
morena. Jude se colocó sobre ella para sujetar con firmeza las
piernas de Elizabeth y mantenerlas juntas a la altura de las rodillas.
Inclinando la cabeza hacia el pezón dolorosamente despierto justo
debajo de su boca, gimió en lo profundo de su garganta cuando su
lengua sintió su dureza. Elizabeth gimió agradecida por el contacto,
hundiendo las caderas en el colchón, a punto de enloquecer por el
tacto hipnótico de Jude.
Con su propia excitación fluyendo entre sus piernas, Jude buscó llevar
aún más allá el deseo de la mujer rubia, atacando un pecho cada vez.
Su boca era un voraz instrumento de placer, dedicado a una sola
tarea. Elizabeth se agarró al cabecero de la cama buscando algo que
la sujetara mientras su cuerpo de arqueaba impotente por el
tormento, suplicando más—: Por favor... —jadeó.
—Sí, Elizabeth —susurró Jude—, déjame oírte... esta noche necesito
oírte.
—Tócame.
Para la mujer oscura, esta caricia era la absolución para un alma que
no la merecía. Quiso ir más allá dentro de su amante, deleitándose en
las paredes firmes que rodeaban sus dedos y su lengua, buscando
ese lugar perfecto que podía llamar hogar. Una suave exclamación le
indicó que lo había encontrado, y en un instante dedos y caderas se
movían a un ritmo inexorable. Cerró los ojos para absorber mejor la
sensación del deseo de su amante. “Esto era el aire... esto era su
vida... esto era su hogar...
Esto era...
Todo”.
—Supongo que tienes razón —dijo Jude con reluctancia. Sin embargo,
ambas mujeres permanecieron en silencio, sus respiraciones y sus
ritmos cardiacos volviendo a la normalidad lentamente. Le gustaba
cómo la rubia se encontraba estirada sobre ella y odiaba tener que
abandonar el momento de paz que habían conseguido crear, pero aún
había muchísimas más cosas que decir—: Pensé que se trataba de
otra persona, ya sabes —dijo en la penumbra.
—Tu secreto. Sabía que ocultabas algo —explicó Jude—. Solo que
pensé que... que había alguien más. Alguien con quien ibas en serio a
quien intentabas herir estando conmigo.
—Vuelve aquí ¿vale? —le soltó el brazo y se pasó una mano por el
cabello despeinado—. No, espera, deja que abra la cama primero.
—Entonces perdóname—.
— ¡No! —Jude abrió los ojos de golpe— ¡No! —repitió con fuerza— No
tenía ningún derecho a pegarte. Y mucho menos a apuntarte con una
pistola —negó con la cabeza—. Puedo estar mal, pero hasta eso llego.
Sin embargo, Liz no iba a dejar que Jude cargase con el sentimiento
de culpa que compartían sobre la espantosa confrontación en el
estudio—: Siempre he sabido que por las razones que sean, la
violencia es tu primer instinto. Y fue un riesgo que asumí mintiéndote
como lo hice —. Liz quiso alcanzar su mano y atraer a Jude,
tranquilizar esa mirada que amenazaba con apartarse de ella. Tenían
que enfrentar este último obstáculo y superarlo, porque de otro modo
Liz sabía que el miedo a la violencia de la otra mujer destrozaría
cualquier esperanza que tuvieran de reconstruir su relación. Estudió a
su compañera un rato más antes de decir sus siguientes palabras—:
Eso no quiere decir que disfrutase el que me lanzaras al otro lado de
la habitación.
—Nunca —Jude agitó la cabeza con énfasis. Buscó como pudo las
palabras para describir el dolor candente que la asaltó en el momento
en que vio a Liz peinando sus archivos privados. En ese momento
supo que era algo más que la rabia de la mentira. Era el dolor
profundo y absolutamente extraño de quien veía todos sus sueños y
sus esperanzas reducidos a cenizas en un solo y desgarrador
instante. Viendo a Elizabeth en ese momento, la había asaltado la
furia del desposeído, aullando porque tras mostrarle cosas
infinitamente preciosas, se le decía que no eran para gente como ella.
Su alma había gritado agónica con cada maltrato hacia la mujer más
pequeña, pero había sido incapaz de detener su instinto básico de
aniquilar cualquier cosa que le hiciera daño. Empujada por un poder
más fuerte que el de su formidable fuerza de voluntad, cruzó la
habitación y envolvió a la reportera en un abrazo salvaje, su cuerpo
transmitía un arrepentimiento mucho más profundo de lo que jamás
podrían comunicar las palabras.
La palabra fue sellada con un beso dulce que prendió en las astillas
de su deseo que siempre acechaba cerca de la superficie cada vez
que estaban cerca. Por ahora, las dudas habían desaparecido, los
pesares disipados... y no había nada que se interpusiera entre ellas.
Una luz brillante que parecía bañar el largo de sus cuerpos mientras
Jude se movía con suavidad sobre su amante y Elizabeth respondía
de igual modo.
Liz sintió que las manos de Jude comenzaban a recorrer su cuerpo
una vez más. Sabiendo que una vez que empezaran a hacer el amor,
cualquier conversación se perdería para el resto de la noche, tomó
con reluctancia esos elegantes dedos con sus manos, deteniendo su
exploración—: Todavía tenemos cosas... — otro beso dulcemente
erótico la interrumpió—... de las que hablar... —gimió cuando la boca
de Jude empezó a abrirse camino sobre su mandíbula hacia el pulso
en su cuello—. En serio.
Era un tono al que Jude no podía negarse, y se retiró con una mueca
llena de picardía—: Entonces ¿estamos bien?
—Creo que ahora estamos de puta madre —replicó Liz, con una risa
de alivio que surgía desde dentro—. Pero hay un par de cosas más
que necesito decirte—. No le pasó desapercibida la tensión que se
apoderó del cuerpo de Jude, aunque ésta hizo un trabajo admirable
no cambiando su expresión. La reportera alisó las arrugas diminutas
en la ceja de Jude, dejando que sus dedos trazaran el corte afilado de
su mandíbula—: Shh... —la tranquilizó—. No es nada malo.
—Oh. Ese problema —frunció una ceja hacia la otra mujer—. Veamos.
—Algo así. Al principio creí que querían librarse de Jason y de ti. Pero
cuanto más pienso en ello, más creo que lo que querían era quitar de
en medio la influencia de Jason sobre ti. Él resulta muerto y tú matas
a los responsables de su muerte.
—Rico y el Cartel.
Y lo hizo.
— ¿Lo estaba?
—Eso era nuevo para mí. Ahí fue como supe que tenía a alguien
dentro de la Agencia, pero no pude averiguar quién. Te apuesto un
millón de dólares a que Romair sabe quien es.
Jude sonrió de forma forzada—: Por eso es por lo que puede que tu
plan funcione.
Capitulo 15
continuación...
—Oh, eso —rió Liz—. Bueno... es que esta es la primera vez desde
que... bueno... ya sabes... desde que nos hemos convertido en...
bueno, eso, ya sabes... que he conseguido despertarme contigo.
Normalmente desaparecías y alguno de los perros ocupaba tu lugar. Y
lo que estaba pensando era que por fin me despertaba junto a ti —
estudió el rostro de su amante, sintiendo como un ligero rubor
sofocaba sus mejillas—. Estúpido ¿eh?
—Creo que eso sería una buena idea —aunque las palabras de Jude
eran solemnes, no pudo reprimir el brillo de sus ojos.
—Eso me han dicho —bromeó Jude—. Pero tengo que confesar que
en este caso tengo un pequeño incentivo extra.
Jude abrió los ojos y miró con todo su corazón en los verdes campos
que se abrían ante ella—: Despertarme contigo todas las mañanas.
Jude sonrió vacilante—: ¿Sí? —abrazó con más fuerza a la mujer más
pequeña, acariciando dubitativa los suaves mechones dorados—
¿Entonces lo estoy haciendo bien en esto de la mañana después?
°°°°°°°°°°°°°°°
Liz abrió los grifos y el agua rugió contra el esmalte. Sin decir una
palabra, guió a Jude hacia la ducha, colocándola bajo el chorro. Un
brillo seductor iluminó los ojos de Liz mientras hacía espuma con el
jabón—: Me moría de ganas de hacer esto contigo —confesó.
— Y ¿qué modo es ese? —dijo la mujer más alta con una sonrisita.
—Tú lo has querido —Liz se encogió de hombros y apartó a Jude de
un pequeño empujón, de forma que ahora ésta se encontraba detrás
del chorro de agua.
Jude arqueó una ceja—: No sabía que fueras ese tipo de chicas.
Sasha arqueó una ceja burlona, sus dedos se deslizaban con facilidad
sobre el centro de Jude donde descansaba la evidencia de la agitación
de Jude — ¿En serio? —dijo entre dientes—. Me parece que no. Estás
tan mojada por mi causa como siempre.
“Te quiero...” Palabras que jamás había oído antes y que, si se rendía
al fuego helado de sus venas, nunca volvería a oír. “Te quiero...”
Agarró la otra muñeca de Sasha, deteniendo el insidioso asalto sobre
su piel. Unos ojos azules aguantaron la mirada de ojos azafrán con
auténtica resolución. Cada gramo de fuerza que había dedicado a ser
un ángel, un demonio, una espantosa figura de venganza, brillaba
ahora en su mirada—: La quiero.
—Sí.
Juego finalizado.
Sasha señaló con la cabeza a los documentos sobre la mesa, sus
movimientos ahora se habían vuelto desgarbados, cosa rara en ella—
: Aún así, necesito que firmes esas facturas de alcohol.
°°°°°°°°°°°°°°°
Una sonrisa irónica cruzó por los labios de Jude—: ¿Vas a arreglarme,
Dr. Freud?
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El personal del Club todavía tenía que empezar a llegar, así que solo
había dos coches en el aparcamiento. El Porsche de Jude descansaba
amenazador en su plaza cerca de la puerta, y un desconocido Saturn
azul oscuro estaba aparcado al final del todo. — ¿Es tuyo? —preguntó
Jude, haciendo un gesto con la barbilla.
¿POR QUÉ?
—Entender ¿qué?
— ¿De verdad?
—Y eso ¿era…?
Miró en las profundidades de los ojos de Jude, aliviada de ver que
todavía brillaban con calidez. Después aspiró profundamente y dijo
suavemente—: Por qué no podía sacarte de mi cabeza.
—Veamos, creo que la respuesta exacta fue: "¿Te has vuelto loca?" —
sonrió ampliamente—. Esa es la respuesta habitual de Lucas para casi
todo. Y en este caso pensó que mi plan era particularmente
disparatado.
—Lo era —dijo Jude sin rodeos—. ¿Qué hubiera pasado si yo hubiera
sido como todo el mundo dice que soy? ¿Qué hubiera pasado si yo
hubiera...? —se detuvo de pronto, tragándose el resto de la frase.
—Déjame ver tus ojos —susurró con la voz rota por la emoción. En
silencio, Jude obedeció a la petición; y Liz se encontró frente a un
azul más profundo, más intenso que cualquier vista del océano, o
cielo de verano, o joya centelleante que hubiera visto jamás. En los
ojos de Jude vio una admisión descarnada de deseo y de necesidad y
de amor. La contestó con una igual, esperando que pudiera transmitir
una décima parte de lo que sentía por la mujer sentada a un suspiro
de distancia. Sintió como a Jude se le cortaba la respiración, y supo
que había tomado la ola en la que ella iba—: Sí —murmuró, sintiendo
los labios de Jude buscando los suyos—. Sí...
°°°°°°°°°°°°°°°
—Es un restaurante que se llama "Barrido del Mar"...sí. Lo sé,
Lucas... No, no está en medio de ninguna parte... No... No... ¡No!
Vale... sí, dos horas. Bien. Nos vemos allí —Liz colgó el teléfono con
un suspiro cansado y se dejó caer de nuevo sobre la cama en la que
no había dormido desde hacía casi un mes.
°°°°°°°°°°°°°°°
Chapter 16
Jude y Liz traspasaron a pie la puerta de Barrido del Mar para encontrar una
ansiosa Ria de pie en el puesto de camareros, con un fruncimiento de cejas
acentuando sus ya expresivos rasgos.
–¿Qué está pasando? –preguntó sin preámbulos. Sus brazos estaban cruzados
con fuerza sobre su pecho, y sus ojos ardieron intensamente al estudiar la
figura vestida de cuero. Jude había llamado antes para advertirle que Lucas
preguntaría por ella, pero la oscura mujer no había ofrecido ningún detalle
aparte de ése. Sin embargo, Maria no era estúpida… no había sido la esposa de
un agente de la DEA sin aprender que la información más importante,
normalmente, no era verbalizada… y no le costó mucho darse cuenta que
aquella petición hecha entre dientes probablemente estaba muy relacionada
con el giro de Jude hacia la luz.
–Hola, Jude, qué bueno verte de nuevo. Ahora, ¿qué coño está pasando?
¿Estás bien?
Jude y Liz intercambiaron una breve mirada, y Jude levantó las manos en un
gesto de paz.
–Sí, fuera en el porche. Le puse en tu vieja mesa, tal y como me pediste –lo
señaló con un movimiento de cabeza.
Liz tragó saliva con fuerza, mirando el azul que había palidecido peligrosamente
durante las últimas horas. La retirada de Jude más y más hacia dentro de sí
misma mientras ponían en marcha su plan asustaba a la mujer más pequeña…
tampoco ayudaba que Jude hubiera resucitado su vestimenta de Arcángel
cuando volvieron a la casa. Pantalones de cuero y una camisa de seda azul
oscuro envolvían ahora la piel de su amante con una amenazadora cercanía,
resguardándola incluso del más leve de los toques de la mujer más pequeña.
Cuando la periodista había mirado interrogativamente el atuendo, Jude se había
limitado a encogerse de hombros y responder:
–¿Elizabeth? –la voz de Jude le arrancó de vuelta a las dos mujeres frente a
ella.
–Sí, estoy bien –contestó–. Sólo estaba pensando en qué voy a decirle a Lucas.
Tranquilizada por la familiar calidez del tacto de Jude, Liz cerró los ojos y se
dejó ser acurrucada en el abrazo de su amante. No le importó que Ria estuviera
observando con ojos sorprendidos ni que los clientes del restaurante pudieran
sentirse escandalizados por la exhibición. Anhelaba la seguridad de esos brazos
rodeándole y el aplomo implícito de que enfrentarían cualquier cosa que
ocurriera juntas.
A pesar de su tono tranquilo, la mirada de los ojos de Jude le dijo a Liz que
aquello era mucho más que una petición casual. Era un juramento silencioso de
que –si salían de aquella– Jude estaba dispuesta a intentarlo, dispuesta a
confiar. De nuevo… a pesar de todo.
–Sí.
–Bien. Entonces está arreglado –tras un último apretón Jude le soltó–. Habla tú
primero con Lucas, y yo me reuniré contigo en unos pocos minutos. ¿Quieres
algo de beber?
Jude se volvió para encontrar la mirada de Ria aún fija firmemente sobre ella.
–¿Vas a decirme ahora qué está pasando aquí, Ángel? –sus ojos marrón
chocolate barrieron una vez más la extensión de Jude, su mirada diciéndole a la
agente que su transformación no había sido ignorada. Ni era apreciada–.
¿Quién es ese tipo?
–Desde que empecé a salir con Elizabeth –sacudió la cabeza–. Pero supongo
que debería empezar a llamarle ‘Liz’ desde ya.
–Ponme al tanto en esto –Ria puso una mano sobre los tensos músculos del
antebrazo de Jude–. ¿Elizabeth es periodista?
Un asentimiento.
–¿Del Herald?
Un asentimiento.
–No lo sabía.
–Hija de puta –maldijo entre dientes Ria-. No puedo creer que todo fuera una
mentira –su cuerpo se tensó cuando se volvió para darle a la mujer de pelo
color miel una porción de lo que pensaba, pero el firme agarre de Jude le
mantuvo en su sitio–. ¿Cómo se atreve? –la ira llameaba en sus ojos.
–No, Maria –los ojos azules miraron directamente a los marrones, contanto una
historia totalmente propia… de rabia, pena, y –milagrosamente– perdón–. No
todo fue una mentira. No puede serlo.
–La amas.
Jude hizo una leve mueca como si le hubieran golpeado. Su boca se torció en
una mueca.
–Claro que lo hago –la tensión desapareció en el aliento del aire que la
transportaba–. Sólo desearía que no doliera tantísimo ahora mismo –murmuró,
bajando la mirada hacia el líquido ambarino de su vaso.
Ria estaba más cerca de Jude de lo que la oscura mujer dejaba llegar a nadie,
pero había una incomprensión perdida en la voz del Arcángel que ella nunca
había oido procedente de aquella mujer, a quien ella y Jason siempre habían
mirado como alguien ligeramente distinto a los humanos. Su corazón sufría
ahora por una niña perdida que nunca había conocido el amor ni la seguridad, y
al mismo tiempo llameaba con una indignación asesina hacia quien había
maltratado tan duramente aquel precioso regalo.
Jude terminó su copa y observó a Maria con un gesto equilibrado. Sus ojos
chispearon levemente ante la declaración de su amiga, y no supo si estar
enfadada o conmovida por las palabras bien intencionadas. Especialmente ya
que venían de una mujer que, hacía sólo unos pocos años, habría condenado
alegremente el cuerpo de Jude a las llamas del Infierno que existiese, fuera el
que fuese.
La mujer más pequeña se pasó una mano por el desordenado pelo oscuro y
estudió a su amiga con exasperación creciente.
–Tú sólo te has plantado ahí y me has dicho que esa mujer te acosó –te acosó,
Ángel– durante casi un año antes de arreglar un encuentro contigo bajo
premisas falsas. Prosiguió enrollándose contigo bajo esas mismas premisas
falsas y sólo te dijo la verdad después que le pillaras en el acto de repasar tus
archivos privados –su voz aumentó con incredulidad mientras terminaba–. ¿Qué
me estoy perdiendo?
–Ella me ama.
–¿Te ama? –repitió ella con incredulidad, perpleja porque Jude hubiera dicho
realmente aquellas palabras–. ¿Por qué deberías creerle? ¿Quién te dice que no
es simplemente otra de sus mentiras?
–Ria, soy la última persona del mundo con derecho a garantizarle el perdón a
cualquiera. Después de todo lo que he hecho… a gente que se lo merecía y…
que no… –fallándole, las palabras se quedaron en silencio, y ella se encogió de
hombros con indefensión.
–Esto es mucho que aceptar, Ángel –enlazó los elegantes dedos de la oscura
mujer con los propios–. Si dices que está arreglado entre vosotras dos,
entonces yo no puedo discutir eso. Pero me siento furiosa porque te haya
hecho daño, y no estoy segura de poder perdonarle por ello –viendo a Jude a
punto de hablar, levantó una mano con advertencia–. Eres mi amiga, y no
renunciaré al derecho de estar enfadada en tu nombre. Nunca te he visto así,
Jude… Nunca. Siempre supe que tenías una increíble capacidad para amar en
tu interior… tu lealtad hacia Jason demostró eso. Pero nunca pensé que serías
capaz de permitirte ser amada –apretó con fuerza en brazo de Jude–. Eso es
más difícil para ti, creo yo.
Un profundo rubor calentó los rasgos de Jude, y ella recordó por qué siempre
había detestado las charlas como aquélla. Lo que sentía por Elizabeth, no
obstante, no le permitía alejarse ni del hecho de amar a la periodista ni –si las
últimas 12 horas suponían alguna indicación– de expresar aquel amor en voz
alta. En los corredores donde se había movido eso podría demostrar ser fatal,
tanto para ella como para aquellos a quienes quería. Había mantenido a Ria y a
Jessie lejos de las sombras mediante mantenerse a sí misma bastante alejada
de ellas. Aquel estridente e innegable clamor de su sangre por Elizabeth había
destruido todas las barreras entre ellas, y con eso, toda esperanza de mantener
a las sombras lejos de su amante. La única opción que Jude tenía ahora era
barrer lejos las sombras, y rezar porque los dioses que existieran no le
quemaran viva por salir a la luz de una vez por todas.
-Lucas, suenas como mi padre… salvo por el hecho que… él nunca diría ‘coño’.
Bueno, como sea sigues sin sonar como mi editor.
Ella se había fijado por primera vez en las heridas cuando se estaban
preparando para venir. Jude había lucido un rostro avergonzado hasta que la
periodista señaló la herida pareja en la propia mejilla de Jude. “Estamos en paz,
cariño… Simplemente no quiero que esto vuelva a suceder, ¿vale?”
–¿Y bien? –él le miraba impacientemente. Ahora podía olerlo –ella podía
decirlo–… La historia que se estaba cociendo. Los músculos de su cuello se
agruparon cuando él se echó inconscientemente hacia delante en la silla, dando
golpecitos con el pie en un staccato incesante. Liz podía sentir la mesa vibrando
suavemente siguiendo su ritmo–. ¿Qué te ha ocurrido, Liz?
Ella sonrió serenamente a su jefe, sabiendo que sus palabras iban a hacerle
cruzar totalmente el límite.
-Me enamoré, jefe -Lucas llenó sus pumones de aire con objeto de empezar su
recital, pero Liz le detuvo con una palma levantada-. Llámalo destino, llámalo
sino, llámalo mirar sobre una sala llena de gente y ver a la mujer más hermosa
que he visto nunca en mi vida devolviéndome la mirada. A mí -repitió
suavemente, casi para sí misma. Ella nunca sabría a ciencia cierta qué había
visto Jude en ese instante en el cual sus ojos conectaron, pero ahora creía que
debió ser algo semejante al calor que había recorrido su espalda mientras se
sometía a la mirada de Jude. Fuego oscuro, murmuró para sus adentros,
olvidando a su jefe. Ella es una llama que arde sin luz. De algún modo, Liz
sabía que era parte de su destino devolverle a Jude la luz que le habían robado
hacía años.
-¿Liz? -Lucas hizo gestos con la mano delante de ella-. ¿Liz? Vuelve...
-No es tan sencillo -Liz sacudió la cabeza. Incluso si hubiera querido, no había
forma de reducir las últimas semanas a una simple pepita apta para la
publicación. Por primera vez en su vida, las palabras le fallaron, y Liz descubrió
para su sorpresa que, en realidad, le importaba una mierda.
-¿Entonces qué cojones es, Liz? Desapareces durante semanas con sólo una
llamada telefónica para decirme que realmente no sabes nada, realmente no
puedes explicar nada, pero me mantendrás informado -se pasó una iracunda
mano por el pelo-. Tuve que aprender a usar el jodido mail, ¿sabes, Liz? ¿Sabes
qué grano en el culo fue eso para mí? ¿Y qué obtengo a cambio? Nada.
Abolutamente nada, joder.
Liz protestó.
-Diciendo básicamente 'Me divierto. Ojalá estuvieras aquí'. Sólo que yo no sabía
dónde coño estaba ese 'aquí'. Sabía que te las habías arreglado para que casi te
mataran menos de tres horas después de estar acompañada por esa mujer. Y
que ya no estabas pasando las noches en tu casa. Después me llamas ayer y
dices que Lucien aún está trabajando para la D-jodida-E-jodida-A. Ahora te
presentas con pinta de haber peleado tres asaltos con Joe Louis.
-Liz... no me estás contando lo importante. ¿Con quién coño andas que te está
plantando moratones en la cara?
-Usted es Lucas.
-Y usted es la zorra que pega a mujeres -él hizo un gesto hacia el rostro
magullado de Liz.
Los ojos de Liz se abrieron de golpe cuando Lucas desveló unos cojones* que
ella nunca imaginó que él tuviera. Pero por otro lado, recordó, él se había
mezclado con asociaciones corruptas en el apogeo de su carrera. Echó una
breve mirada a su amante, que sonreía ligeramente y no mostraba vestigio
alguno de insulto. Gracias a Dios se dejó las pistolas en el coche.
Capítulo 17
Mecerse en sus brazos por la noche era su asignatura favorita una vez más en
la húmeda oscuridad que envolvía a Jude, Adentrándose con decisión en su
cara y su cabello. Se podía oler la leve insinuación de la humedad en el aliento
del viento y sabía que probablemente habría en Miami una tormenta
desagradable después. Genial ... eso es todo lo que necesito, pensó
sombríamente. Dios puesta en valor de su cosecha ... [god putting in his two
cents' worth...]¿Qué sigue? ¿El fuego del infierno y el azufre?
Un sudor que no tenía nada que ver con los más de 100 grados de la ola de
calor que azotaba en la actualidad a la ciudad se deslizó por su rostro. Miedo…
Se dio cuenta con sorpresa. Por primera vez en su vida, ella estaba
absolutamente aterrorizada. Su temor no era frío y desolado ... No, era cálido
y insidioso ... funcionando fácilmente en su cuerpo, llevándolo de su cerebro a
su los músculos. Le rodeaba su corazón y apretaba suavemente para
recordarle gravemente su mortalidad. Bailaba en el viento y le susurraba al
oído, convenciendola de abandonar su misión y olvidar el camino que tratado
de establecer a través de la oscuridad.
Eso le mostró la vida que perdería si ella fallaba. Hace mucho que había sido
cierto. Esta vez, sin embargo, su fracaso conllevaría un precio demasiado alto
- significaría dejar Elizabeth para siempre.
Esto sencillamente no era aceptable.
Por supuesto, por otra parte, el éxito significa tratar de tener una vida con
Elizabeth. Tratando de combinar la oscuridad que había sido su hábitat
durante tanto tiempo con el brillo natural en el que vivía su amante no era algo
que Jude pensara hacer. Una gran parte de sus dudas podían incluso ser
razonables. Pero ella no podía más que dejar de intentar razonarlas o ella
podía dejar de vivir.
Lo que la llevó de vuelta a donde había empezado - cara a cara con el temor
que se apoderó de ella, no importa cómo ella trató de girar fuera de su alcance.
Tengo que dejar de pensar tanto.
Afortunadamente, sus reflexiones fueron detenidas abruptamente cuando a
ella se encontró con la puerta cerrada que el hogar vigilado de Romair
Massala. La extravagancia de la puerta de hierro forjada era de rigor en la
zona discreta en la que él vivía, su puerta estaba atornillada y era de aspecto
siniestro, la única puerta de entrada hacia el exterior eran las indicaciones de la
vocación ilícita de su propietario. Un oscuro centinela dentro de la portería, con
los ojos sospechosamente ojeando a lo largo del Porsche y deteniéndose sobre
la mujer que lo conducía. "¿Te has perdido?" , preguntó, la cadencia musical
de su acento sin querer eliminar cualquier amenaza de la cuestión.
Jude no se inmutó. "Estoy aquí para ver a tu jefe", contestó secamente.
"El Sr. Massala no recibe a visitantes esta noche," el centinela le informó.
"Creo que va a verme." Cuando el guardia no hizo ningún movimiento hacia el
teléfono celular elegante que podía ver en el escritorio, gruñó en voz baja.
Negociar con un pequeño y molesto empleado era lo último que tenía en
mente. Con un salto ágil tenía su pie en el asiento del Boxster, su Sig [pistola]
pegada a la nariz del guardia antes de que pudiera hacer el más mínimo
movimiento. "Tome el maldito teléfono y digale a su jefe de mierda que el
Arcángel está aquí para verlo. ¿Comprende?" Utilizó deliberadamente su
apodo de la agencia para obtener su atención.
Debió de haber funcionado, pues los ojos del centinela se abrieron cuando la
mujer morena reveló su identidad. El asesinato de Rico Massala a manos del
Arcángel fue materia de leyendas, incluso ahora, en el cártel. La historia se
susurró a través de las filas del cártel como historia de fantasmas de un niño,
todo el mundo aterrado cuando lo oía.
Hubo dos sobrevivientes a la masacre, y sus descripciones habían hecho
justicia a la belleza,
al terrible rostro, que lo miraba ahora fijamente. La pistola en la mano no
significaba nada - fueron los ojos de Jude los que enviaron su mano temblorosa
al teléfono.
Tan pronto como dio el código de Romair, Jude le arrebató el teléfono de su
mano, demasiado irritada como para esperar un minuto más. "¿Romair? Soy
Jude. Tenemos que hablar".
La voz de Romair - aunque es evidente que se sorprendió al oír su voz en su
línea de intercomunicación - estaba calmada. "Ciertamente. ¿Cuando quieres
que nos reunamos? "
"Ahora. Estoy sentada afuera de tu puerta."
Hubo una pausa larga en el otro extremo de la conexión, y Jude casi podía
escuchar los pensamientos que se lanzaban a través del cerebro de Romair
mientras él examinaba todas sus opciones. Romair no era un idiota ... debería
saber que algo grande era lo que la había llevado a su puerta. Finalmente,
habló. "Muy bien. Que Miguel te deje entrar" Se aclaró la garganta con
delicadeza. "Eso es ... si tu no has ..."
"Tu guardia está muy bien, Romair," Jude le aseguró, sonriendo al joven que
seguía mirandola a ella - y a su Sig - con cautela. Nunca había visto un
argentino tan pálido antes. "Solo estoy un poco impaciente. "
Una risa profunda y retumbante se hizo eco de rodar a través de su conexión.
"Puedo imaginarlo. Bueno, si no está demasiado petrificado, puede traerte
aquí. Les dejaré saber a mi gente que estás aquí, así ellos no te darán. .. un
saludo similar ".
"Gracias, Romair. Habré acabado en un minuto". Ella rompió la comunicación
y le dio al centinela a su espalda el teléfono. "¿Ves? Eso no era tan mal,
¿no?" -le preguntó conversacional. "Tu jefe dice que me dejes pasar". El
centinela asintió con voz temblorosa y tomó la automática de cierre. Jude se
deslizó hacia abajo en el asiento de cuero, metiendo su arma cómodamente
detrás en su plataforma de hombro. Su peso era una presión tranquilizadora a
su lado, un compañero familiar mientras viajaba entre las sombras una vez
más.
Una vez concedida la admisión, el Porsche ronroneaba suavemente a lo largo
del camino sinuoso. Aparcó el coche en el parque delante de la unidad circular
que había antes de la impresionante fachada de la mansión de ladrillo. Dos
hombres vestidos con idénticos trajes oscuros se interponían entre ella y la
entrada.
¿Debo llamarlos los Hombres de Negro [Men in Black]? Jude rió para sus
adentros mientras se acercaba a ellos.
"No armas", él más grande de la pareja le informó a ella, mirando fijamente a
la plataforma del hombro.
Odio los trajes. "Si fuera a matar a tu jefe, estúpido hijo de puta , no habría
llamado y
Anunciado mi llegada. "
"No armas", repitió.
¡Dios mío ... Romair me está tomando el pelo con los trajes.... me pregunto lo
que dirá este tío sile tiro sus cuerdas .
Abrió la boca para dar una respuesta sarcástica, pero fue interrumpida por la
voz suave de Romair. "Estamos un poco beligerantes hoy, ¿no? "Se quedó
enmarcado en la puerta, con una sonrisa fácil estirada sobre sus rasgos que
llegó a los ojos marrones. Estaba vestido de manera informal, en color crema,
pantalones de lino y una pálida camisa de durazno que complementan su
oscuro aspecto bien. Se remangó las mangas de la camisa, a lo largo de sus
musculares antebrazos, y - Jude observó con sorpresa - que estaba descalzo.
"Demasiado café supongo", respondió ella con una sonrisa, lo que confirma
sus sospechas internas que le gustaba este hombre, a pesar de su aparente
misión de detenerlo. Había sido fácil tenerle antipatía a Rico - él había sido un
repugnante y pequeño adulador con una tendencia a tratar a sus empleados
como si fueran animales de circo disponibles
únicamente para su entretenimiento. Jude había sido su preciada pantera,
elegante y brillante con una gran brutalidad, y había disfrutado viendo su salto
en su mando. Pero como los animales salvajes suelen hacer, Jude ha
demostrado que no iba a ser domesticado a su llamada.
Traer a Romair se suponía que sería el precio de su redención, pero por la
forma en la que el argentino saludó a sus guardias casualmente e invitó a la
pantera a su casa, Jude finalmente comprendió que la redención – la forma en
que la quería y ansiaba – podía no ser comprada por traicionar al otro. Ella
tendría que vivir con sus pecados por el resto de su vida. Nadie más - ni la
agencia, ni la iglesia, ni nadie - podría concederle la paz. Cualquiera que fuera
la elegancia con la que lo lograría sólo sería lo que ella se concediera a sí
misma ... y eso dejaba efectivamente a su preciada esperanza por los suelos.
La cara de Elizabeth derivaba a través de sus pensamientos, e
inconscientemente, la mujer morena recordó el tierno abrazo que habían
compartido antes de irse. El silencio susurro: "Te amo ..." todavía brillaba a
través de su audiencia, y reforzó su valor con su fuerza.
Tal vez hay esperanza para mí todavía.
"Debo decir, Jude, que tu inesperada llegada es un poco… desconcertante ",
iba diciendo Romair mientras la conducía a través de la casa a su estudio. Ella
captó imágenes fugaces de muebles de buen gusto, alfombras de lujo, y la
tenue iluminación mientras ella caminaba detrás de él. Un niño pequeño se
asomó por la esquina del extremo del corredor, el intruso con una curiosidad
no disimulada. Ella le sonrió, y él chilló suavemente por la sorpresa, y su
pequeña cabeza estuvo nuevamente fuera de su vista. "No acostumbro a
hacer negocios en mi casa." Esto último lo dijo con un endurecimiento casi
imperceptible en su voz mientras él estaba cuidadosamente pendiente de la
ropa de cuero en Jude. "Es bastante malo tener guardias armados protegiendo
a mi familia ... pero yo me asegurar de que son tan… discretos ... como sea
posible."
"En otras palabras, que no te gusta que el coco a aparezca en tu casa, ya que
asusta a los niños", Jude interpretarse secamente. "Mira ... yo no estoy
contenta por esto. Te aseguro que no tengo ningún interés en aterrorizar a tu
familia y no tengo tiempo para discutir contigo. Tenemos un problema".
Ella lo vio sentarse detrás de un escritorio de caoba maciza cubierta de las
tareas que lo habían ocupado antes de su interrupción prematura. Detrás de él
estaba un gabinete similar al que se extendía a lo largo de las grandes ventana
en el resto de espacio. La superficie estaba llena de fotos de Romair, una
mujer que asumió sería su esposa, y un número de niños pequeños que se
parecía mucho al hombre que se encontraba frente a ella. Parecen felices,
observó casi con nostalgia, de repente odiaba su propia intrusión amenazante
en lo que obviamente era el refugio de Romair. "Lo siento", dijo en voz baja.
Romair frunció los labios y le indicó a la silla frente a él. "¿Lo sientes por
qué?" , preguntó en voz baja, aunque parecía que ya lo sabía. Sus ojos
estaban cálidos mientras la miraba a ella.
"Por estar aquí." Ella miró su propio atuendo y el arma que a menudo parecía
como si se tratara de una de extensión de su propio cuerpo. "Como esto". Ella
sonrió con ironía. "Yo no soy exactamente el tipo de persona que normalmente
invitan a cenar a casa. "
"Tonterías, Jude". Ahora él también estaba sonriendo. "Tú eres siempre
bienvenida a mi casa para la cena. Siempre que deje la pistola atrás. "Estudió
los pantalones que se aferraban a su longitud elegante agradecida." Y el cuero
también ", agregó con un suspiro de pesar que Jude no se perdió.
"¿Paola es del tipo celoso?" -le preguntó a la ligera.
Se echó a reír. "No, en absoluto. Sin embargo, puedes resultar demasiado
tentadora para mi hija mayor." Hizo un gesto a una fotografía enmarcada en
plata de una joven que miraba de forma exquisita y desafiante a la cámara.
"Ariana parece haber heredado no sólo el bueno ojo de su padre para las
mujeres hermosas, sino también su terca voluntad. "Él se rió medio
despectivamente. "Alguien como tú ... resultaría un reto irresistible para ella."
Para los ojos entendidos de Jude, Ariana parecía estar cerca de 18 años de
edad, y ella estudió la imagen con sorpresa. Podría haber jurado que él le
había dicho que sólo había estado casado durante diez años. Echando un
vistazo a la serie de fotografías dispersas por el gabinete, se dio cuenta de que
ninguno de los otros niños de Romanair había llegado aun a la adolescencia.
Él siguió sus los ojos mientras ella estudiaba las imágenes. "Ella parece ...
mayor que tus otros hijos", dijo Jude cuidadosamente.
Se rió de su inferencia. "Ariana fue el resultado… de una indiscreción juvenil
... por mi parte. Yo no era mayor de lo que ella es ahora cuando la madre de
Ariana se quedó embarazada ". miró solemnemente a los ojos de Judas." Yo
soy un hombre que toma sus responsabilidades en serio. Le propuse
matrimonio a Julia, y fui rechazadp. "Su boca torcida en una mueca, la herida
aún abierta después de todos estos años." Mi familia no era ... adecuada ...
suficiente para ella. A pesar de la condición de Julia, a mí no me dejaron entrar
en su casa y Julia fue enviada lejos para tener al niño en secreto. "
"Entonces, ¿cómo ...?" A pesar de la urgencia de su misión, Jude fue detenida
en la historia. Romair fue sin lugar a dudas un hombre de fuerza, la resolución,
y honor - a pesar de su imperio ilegal. Su determinación de no propios
comprar su libertad a costa de su crecimiento.
"Encontré el lugar donde fue enviada, y mi familia organizó la ´adopción ´de mi
propia hija. Ariana ha estado en el cuidado de mi familia desde el día en que
nació. Y cuando me casé con Paola, Ariana fue reconocida como mi hija y ha
vivido con nosotros desde entonces. "Él sonrió con cariño a la imagen de su
hija mayor, que era de hecho una versión femenina de su padre. "Ella es
inteligente, salvaje y totalmente tempestuosa. Y tú - mi querida Jude - eres
exactamente el tipo de problemas que ella anhela encontrar. Miró con atención
a la mujer frente a él. "Aunque no creo que un baile o dos le haga ningún daño
a nadie. Ella está totalmente demasiado acostumbrada a salirse con la suya
con todos ". Asintió con la cabeza, una pequeña sonrisa jugar a través de sus
rasgos.
Jude tuvo un gracioso rubor debido a la franca evaluación que hizo Romair de
su atractivo, no importa el hecho de que era hablando de su propia hija. "Uh ...
bueno ..." Estaba completamente perdida, y eso deleitó al hombre que se
encontraba frente a ella.
"Oh, esto es maravilloso ...", él rió. Romair tenía una rica y profunda voz y su
risa no era una excepción. Era cálido y amable, expresando una felicidad que
Jude nunca había asociado con la gente en su línea de trabajo. "El notorio
Arcángel cogido desprevenido. Lástima que nadie me creería."
"En eso tienes razón," Jude estuvo de acuerdo con sequedad. "Como ...
intrigante ... como esta línea de conversación , esta no es la razón por la estoy
aquí. "
Su rostro se puso serio, y el marrón cálido de sus ojos adquirió un brillo
calculador. "Hay
algo que quieres de mí. "
"Sí," Judas respondió sin vacilar. "Pero hay algo que puedo darte a cambio".
"¿Y qué podría ser?"
"Tu vida".
El argentino frunció el ceño, estudiando la elegante extensión ante de él otra
vez. "Ya has hecho eso, Jude. No he olvidado que tú fuiste quién me sacó de
cobertizo cuando la DEA decidió presentarnos una llamada inesperada. "
Los ojos de Jude chispearon. "¿Tú sabías que eran de la Agencia?"
"En ese momento, no. Envié a varios de mis hombres al sitio después.
Encontraron ..."
"Conchas H-K. [pistolas]" Jude asintió. "Yo supuse eso una vez que volví a
casa y miré el arma que le quité a uno de ellos.”
"¿Estás aquí para decirme que tengo un topo en mi organización?"
"Es un poco más complicado que eso. ¿Dónde estabas cuando Rico tomó
parte en el Cartel?"
Romair se sentó en la cómoda silla de cuero y enlazó las manos delante de él.
Su ceño
fruncido por el pensamiento de Jude sentada en silencio, mentalmente
instándole a darse prisa. Después de una larga pausa, hablaba, "Quieres
saber el nombre del hombre que traicionó al compañero de mi primo, ¿no?"
Por segunda vez en otros tantos minutos, Jude fue sorprendida
completamente desprevenida. "Tú lo has sabido todo este tiempo? "Sus ojos
azules palidecieron con violencia, los músculos en su cuerpo instintivamente
bobinado." ¿Por qué no me lo dijiste antes? "
"Vamos a decir que era mi as en la manga". Romair tendió una mano
advirtiendo. "Antes de que nos conocimos, pensé que tal vez podría usarlo
como moneda de cambio. Para hacer llegar a la mesa conmigo ". Se movió en
su silla y miró al Arcángel con astucia. "Pero tú estuviste de acuerdo, sin
duda. Eso siempre me confundió, Jude. Tú no tenías ninguna razón para
sentarse conmigo.” Rió con amargura. "Mi encantadora hija por otro lado, yo
no tengo nada que ofrecerte. El Cartel nunca será lo que era ... No será
siquiera una porción de ello. Y tú lo sabes. "
"Tal vez estoy cansado de tener que preocuparme por profesionales
independientes tratando de poner mi cabeza en una pica como una tarjeta de
saludo ".
"Dudo seriamente que hay alguien - afiliados o no - que podría traer tu cabeza
a cualquier parte donde no quiera ir ".
"No les impidas que lo intenten", comentó con ironía Jude. Se movió en su
silla y se levantó, sus músculos clamando por la actividad. El rugido silenciado
en sus oídos fue creciendo como se sentía acercando cada vez más y más
cerca de las respuestas que se le había escapado estos largos años. Se
paseaba por la larga oficina de Romair, sus botas dejando muescas suave en
la alfombra de felpa gris. Girando sobre sus talones, se enfrentó a él de
frente. "Tienes razón. Tenía mis propias razones para sentarme contigo."
"¿Cuáles son?"
"Yo tenía un acuerdo con la DEA – huelga decir que tenía un acuerdo con un
hombre que estaba colaborando con los traidores de Jason a ofrecerte y
entregar el resto del Cartel ". Caminó otra vez, deliberadamente dándole la
espalda a él.
El rostro de Romair se endureció en una máscara de furia, y su cuerpo
temblaba con el esfuerzo de permanecer sentado, que disminuyó ligeramente
cuando la Glock [pistola] de su repisa estuvo colocada debajo de la mesa.
"Deja el arma abajo, Romair. Yo no he cogido la mía", dijo sin volverse. Su
ritmo llevó a sus ojos una vez más. "Lo que pasa es que nunca hubo un
acuerdo `real` ". Todo era una estafa para que nos maten. Era reamente una
relación muy agradable. Dos narcotraficantes peleando sobre el territorio para
morir en una redada de la DEA." Ella sonrió con admiración sombría por la
belleza del plan. "El nombre del granuja morirá contigo, y el cabo suelto - a
saber, yo - finalmente lo vincularán."
Romair pensó por un momento, teniendo en cuenta las palabras de Jude.
"¿Por qué no han hecho esto antes?"
"Por dos razones. One - el poder ha sólo recientemente reconsolidado en el
Cartel. No tenían forma de saber que en su organización iban a golpear hasta
ahora. Dos - que nunca pudieron acercarse lo suficiente a mí. Mientras
todavía estaba en el negocio, nadie podía acercarse a mí. "
"Pero si tú pensaste que eran tus aliados, la guardia bajaría".
Jude se encogió de hombros. "Por lo menos lo suficiente para permitirles estar
más cerca de lo que alguna vez estuvieron".
Romair la miró astutamente a ella. "Tú ciertamente tienes que tener más de
un contacto allí. Podrías ir a ellos con tus sospechas sobre mi cabeza como
algo que ofrecer. ¿Por qué has decidido no seguir con tu parte del trato? "
Los ojos azules se encontraron con los marrones, cada uno midiendo los
otros. Cada mirada era a partes iguales fuerza, determinación, y sospecha,
mientras ellos se estudiaban el uno al otro. Finalmente Jude hizo un gesto a la
agrupación de imágenes detrás del Argentino. "Por ellos", dijo al fin. Porque tú
pareces ser la persona de honor que me gustaría ser -- a pesar de lo que
ambos hacemos en la vida. Después de todo lo que he hecho, no tengo
derecho a intercambiar tu libertad por la mía ". Ella se encogió de hombros
suavemente. "Recientemente, mi ... prioridades… han cambiado. Lo que he
ido haciendo los últimos años ... simplemente ya no es suficiente". Jude pasó
la mano por su pelo agitado, sin saber exactamente por qué estaba abriéndose
a la mirada penetrante de Romair , pero incapaz de detenerse.
La expresión del rostro Romair era inescrutable, pero al fin sus músculos
tensos visiblemente se relajaron y sus ojos se caldearon de nuevo al mirar a la
mujer que estaba frente a él. "Recuerdas cuando nos conocimos? Dije que
esperaba algún día ser capaz de decirle lo que vi en ti."
"No estoy segura de que quiera saberlo."
Él sonrió ampliamente a ella. "Piensa en lo que acaba de decir. Acerca de por
qué no te ocuparás de la Agencia," respondió suavemente. "Eso es lo que
veo. Eres una mujer de honor, Jude. Y de fuerza. Y de compasión. Cualquiera
que sea la oscuridad por la que has caminado eso sólo ha cegado a las
cualidades. "Él hizo una pausa y luego añadió cuidadosamente, "Estoy
contento de que algo te ha ayudado a comenzar a ver de forma clara de
nuevo." Jude dio un respingo, como un rubor suave comenzó a calentar su
características, y la sonrisa Romair creció. "¿O debería decir alguien? "El rubor
se intensificó, y se echó a reír alegremente. levantándose de su asiento, él
cruzó la sala hacia ella, poniendole sus manos sobre los hombros y señalando
a su nivel de los ojos. "Me gusta esto de ti, Jude. Me gusta
mucho ".
Jude desvió la mirada del hombre más alto, incapaz de tomar la bondad en su
mirada. "Me alegro de que te guste, pero no nos va a hacer mucho bien si
consigue que nos maten." Con las palabras irónicas, Jude recogió las
emociones de las últimas horas y las guardó cuidadosamente lejos en el fondo
de su mente. Necesitaba concentrarse por completo, y pensando en Elizabeth
sólo se distraerla de las tareas despiadadas que había delante de ella.
Romair asintió y se alejó comprendiendo. "Entonces, ¿cuál es tu plan? Te doy
el nombre y tú
vas tener un enfrentamiento al mediodía? "
Jude se encogió de hombros. “Algo así. Yo ya tengo algo en movimiento que
esperemos los prolongue, pero yo quiero saber quién y qué esperar cuando
esto suceda. "
"Ya veo. Bueno, no es tan simple como el nombre de un hombre."
"Nunca lo es, Romair. Pero podemos comenzar con ese nombre. ¿Quién es?"
Sin dudarlo, Romair se lo facilitó. "Kent Laird."
"Kent". Judas hizo una pausa, los músculos de su mandíbula apretando
rítmicamente. Sacudió la cabeza. "Es un cómplice. Ya lo sabía. ¿Para quién
trabaja? "
"Que yo sepa -- nadie. Se suministró a Rico con el nombre de su pareja. Pero
debe haber sido, ¿cómo se llama esto? Un agente doble. Porque nunca dijo
una palabra acerca de ti."
Mente de Judas corría frenéticamente al darse cuenta de que cada una de las
teorías de Liz eran ciertas. Kent no había estado en la nómina de Rico, é
estaba tratando de forzarla mediante la eliminación de la "distracción" que era
su relación con Jason. Ahora estaba tratando de limpiar su desorden. Algo se
le ocurrió. "¿Qué quiere decir eso entonces?
"Jude, ¿cómo sabía acerca de la reunión que tú y yo teníamos prevista en la
marina? La única persona con la que compartí eso fue con - "
"Sasha". Jude cerró los ojos en al darme cuenta. Oh dios mío
________________________________________.
"¿Así que en realidad me vas a hablar, o simplemente vas a seguir
deslumbrándome de un lado a otro de la habitación? " Liz colocó las dos
manos sobre la mesa donde Ría se sentó y miró a la otra mujer a la
expectativa. Jude se había ido sobre una hora, explicando que tenía que ver a
Romair. Durante ese tiempo, Liz había luchado con los primeros párrafos del
artículo que estaba escribiendo. años de formación le habían enseñado a
nunca a enterrar a su ventaja, pero, para Liz, estar enamorado de Jude era la
ventaja.
Eso es algo que la gente de Miami realmente no necesita saber.
Sin embargo, brilló en cada palabra que escribió acerca de la mujer morena.
Fue en cada párrafo que escrito, borrado, y dactilografía. La risa de ojos
azules de su amante era la mujer que quería capturar en su la pantalla y, con
ello, acabar con la presencia espectral del Arcángel en sus vidas.
Sabía que probablemente era una tonta esperanza. La oscuridad de Jude
quedaría siempre con ellos, que sospechaba que se introducían en la luz
maravillosa que compartieron juntas. Puedo lidiar con esto, se dijo, no querer
pensar en las armas de fuego siniestro que Jude había manejado con amor o la
facilidad con la que había discapacitado al hombre en la playa. Había sentido
que la ira se volvió hacia ella y estaba muy agradecida por cualquier impulso
que habían acallado los dedos de Jude en el gatillo de la pistola esa noche.
Liz había sido consciente del control de Ria durante sus giros mentales, y
realmente quería que ella sólo la regañara y acabar de una vez. Ria era una
persona importante para su amante, y Liz iba a ser condenada si la
desaprobación de Ria iba a ser una cosa más que estaría entre ellas. Con una
inusual falta de la gracia de la retórica, se había enfrentado al restaurador.
"¿Y?" ella le pregunta de nuevo. "Si tienes algo que tienes que decirme,
dímelo. Dado que no tengo toda la noche."
La frente de Ria se ensombreció aún más, si eso era posible, mientras estudió
a la mujer de pelo miel frente a ella. "No quiero comenzar esto, Liz. Confía en
mí."
La reportera se mordió los labios, luego se relajó en la silla frente a María. "Te
dijo todo, ¿verdad?"
"Sí", fue la respuesta cortante.
"¿Ella te dijo que me cortaría mi propia lengua antes que volverle a mentir
como la otra vez?"
Ria absorbio estas palabras sin ningún cambio en su expresión. “Eso es un
sentimiento muy noble, pero perdona yo si soy un poco escéptico.
Especialmente teniendo en cuenta los recientes acontecimientos. “
Una ola de ira lpasó a través de la periodista. “Mira – “
“ ¡NO! La esposa de Jason interrumpió. Mira tú. Jude dijo que te perdonó - y
creo honestamente que ella lo ha hecho. Nunca he visto una expresión en sus
ojos como la que vi esta noche. Pero no es tan fácil para mí. Si ella lo sabe o
no, esa mujer es muy querida para mí. Y tú caminas en la nada y convertirás
su vida al revés.
Liz quería defenderse, quería excusar sus acciones, pero sabía que en el
interior que Ria tenía razón. Sin embargo, aún así no lo hace más fácil de
escuchar.
“Hace dos días, pensé que eras lo mejor que jamás le sucedería en su vida.”
La expresión de los ojos de Maríaa era firme y constante. “ Hoy me preocupo
de que seas lo peor.”
La mujer de pelo miel escuchó esas palabras y el camino marcado de miedo
que ardía a través de su cuerpo. “Tal vez soy ambas cosas.”
“Tal vez” Acordó Ría. “Eso es de lo que tengo más miedo.”
Sabiendo que no había manera de que pudiera explicar sus acciones, pero la
guió el deseo de todos modos, y Liz respiró hondo. "Mira, Ria. Lo que hice fue
terrible. Y si yo hubiera tenido algún sentido se lo habría dicho el primer día. Me
di cuenta entonces que lo que estaba ocurriendo entre nosotras no era como
nada de lo que había sentido antes. Pero no dije una palabra. "Ella pasó una
mano por su pelo y dejó escapar un suspiro exasperado." Pensé ... No sé lo
que pensaba. Que tal vez la mentira se fuera ... que algo sucedería para que
no importara ". Sacudió la cabeza y añadió en voz baja:" Yo no quería dejar el
milagro que me estaba pasando. "
Ria consideró en silencio por un momento y luego dijo en voz baja.
"Observaros juntas es como ver a un león jugar con un niño. Sabiendo que el
desastre puede ocurrir en cualquier momento."
Liz se molestó por la analogía. "Mira, yo sé que es peligrosa y todo, pero no
soy un niño".
"Oh, no, no lo eres", Ria estuvo de acuerdo. "Jude lo es". La expresión de
sorpresa al ver a Liz fue increíble , ella continuó. "Hablo en serio, Liz. Ella no
tiene ningún marco de referencia para lo que está pasando entre vosotras dos.
Incluso lo que había con Jason
no se puede comparar. Durante el tiempo que la he conocido, ella lo ha
conservado todo bloqueado cuidadosamente lejos de sí, por lo que nadie
puede tocar lo que es esencialmente de ella. Y ahora que tú acabas de abrirte
camino a través de todo eso. Yo no estoy
bromeando cuando digo que mantienes su vida en tus manos, Liz. ¿Sabes
qué clase de poder tienes sobre ella? "Ria sostuvo los ojos verdes de Liz en un
casi hipnótica mirada." Ella no tiene ninguna defensa contra ti ".
Liz tragó saliva, mil sensaciones corriendo y chocando al azar a través de ella.
Visiones asaltando su mente de la facilidad con que Jude había acurrucado en
su largo cuerpo el más pequeño de Liz, la fuerza que la mujer morena había
mantenido durante toda la noche demonio que habían compartido, los ojos de
Jude angustiados cómo había sido cuando se dio cuenta de su traición. "¿Qué
otra opción tengo?" Jude se le había dicho esa mañana. Una sensación como
si alguien hubiera llegado dentro de su pecho y le arrancó los pulmones de su
cuerpo, Liz jadeó suavemente para respirar - por último la comprensión de la
profundidad de los sentimientos de la mujer morena por ella. "Oh Dios ..." Se
ahogó, apoyando los codos en la mesa y con la cabeza entre las manos.
Señaló a otro suspiro tembloroso y llevó su mirada hacia lRia. "Es así en
ambos sentidos, ya sabes," se dio cuenta en voz baja, sabiendo que su arrojo
en la cara de rabia de Jude fue impulsado por los mismos fuera de la
necesidad de tener el control de la mujer cercana a su oscura.
"Espero que sí, Liz. Sinceramente, espero que sí. Porque que dios te ayude
tanto, si no lo es."
Las mujeres se sentaron en silencio, contemplando el pasado y el futuro, hasta
que una voz cordial las interrumpido. "¿Qué hacen dos de las mujeres más
bellas en Miami sentadas aquí solas? No puedo creer que Jude te dejara sola
ni por un momento. Sé que yo no lo haría. "
Liz sintió un pequeño temblor de miedo que dominó su camino a través de su
cuerpo mientras levantaba la vista hacia el hombre sonriente abajo de ellas.
"Kent ..." , dijo, forzando una sonrisa en la cara.
________________________________________
Mientras Judas se abría paso por las calles de la ciudad, una llamada
telefónica de Sasha quién le dijo que no había estado en el Club de noche y no
la esperara. Un banco de nubes de mal agüero, oscureciendo la luna y las
estrellas, y rodó en reflejo las luces de neón de la ciudad. Miami fue pintado en
un extraño pulso de oro y se levantó la luz, y la gente en las calles parecían dar
la bienvenida a la tormenta. Un rayo rompió el brillo de vez en cuando con
piercing pernos blanco, mientras que se hizo eco de un trueno distante. El
viento se había recogido notablemente en el momento en que había estado
con Romair, y aunque las gotas de lluvia había comenzado a punto su
parabrisas, no había tomado el tiempo de poner en funcionamiento el del
Boxster .
Su cuerpo puso a prueba el coche automáticamente hacia el desván de
Sasha, su subconsciente le recordaba de las vueltas y revueltas por los
callejones oscuros que se tardó en llegar. El Porsche rugió en una parada, y
se llevó las empinadas escaleras de tres en tres, sabiendo todo el tiempo que
esto no era lo más inteligente que ella había hecho.
"Sasha !!!!" Ella golpeó la puerta de metal con ferocidad, el dolor que va desde
el puño hacia abajo el brazo. "Maldita sea ... Abre la maldita puerta ....!" Hizo
una pausa por un minuto, a la escucha de cualquier sonidos remoto desde el
interior, hasta que su memoria se fue hasta donde su ex-amante mantuvo una
llave de repuesto. Balanceándose en sus piernas en el rellano, Jude torció el
cuerpo bajo la estructura de metal, armas de largo alcance para la
caja magnética pequeña debajo de ella. Cuando Sasha le dijo por primera vez
a su ubicación de la clave, Jude se había quejado de de lo difícil que era
llegar. "Cualquier cosa que vale la pena hay que trabajarla ... ¿no te parece,
Jude?"
"Vale la pena tomar, ¿eh, Sash?" Jude murmuró cuando agarró la llave y se
torció el torso hacia arriba. "¿Qué estás tratando de tomar de mí, querida?
"Unos rápidos momentos más tarde , Judas estaba en el desván oscuro. Ella
sacó su pistola con cuidado de su funda y procedió con cautela. Como
precaución de que fuera a servir de algo después de ese alboroto que acabo
de hacer ... Mierda ... Angel, estás perdiendo. Ella rondaba rápidamente a
través de la zona, y señaló que parecía que Sasha había sido en efecto a casa
antes. Echó un vistazo a la cocina, observando el teléfono inalámbrico sentado
junto a los restos de una ensalada y un montón de papeles dispersa. Jude
estriada a través de ellos, haciendo muecas cuando reconoció el código de las
hojas de cálculo que detalla la organización
estructura de sus rutas de Colombia y el dinero que traían ahí. Agarró el
teléfono y pulsó el
botón de rellamada. Cuando la voz grabada de Kent le dijo que él no fue
capaz de tomar su llamada en este momento, Jude juró en voz alta y lanzó el
instrumento a través del cuarto. Aterrizó con un golpe contra una estampa
enmarcada, rompiendo el cristal en miles de piezas.
"Piensa, Ángel, ¿dónde se reúnen?" Se desplaza a través de las posibilidades
en su cabeza, antes de la respuesta fue clara. "La oficina", gruñó. No sólo
tienen total privacidad en una noche de viernes, pero Sasha tendrían acceso a
todo lo que necesitaba para establecer sus planes. "Tiene que ser ahí."
La lluvia había comenzado en serio ahora, pero Jude no sentía nada cuando
ella desgarró por la acera de la mancha del Porsche. A medida que se
acercaba a la oficina del distrito, prestó una atención cuidadosa a los coches al
pasar, no reconociendo ninguno de ellos como pertenecientes a ninguno de
sus empleados. Es posible que Sasha quiere aportar a profesionales
independientes para ayudarla a tomar el control, pero no probable. ¿Por qué un
barco de piedra ya que funcione sin problemas? Una vez que estoy fuera de
la imagen, que a sólo unos pasos y todo sigue igual. La fuerza respecto a los
intermediarios, y si no les da ninguna razón para dudar de ella, me quedaré con
ella ". Su puta madre ..." -murmuró, facilitando su coche en el garaje
subterráneo. Esa fue la única entrada que ninguno de ellos podía utilizar, el
único introducido para después de las horas de acceso. "Un camino para
entrar, un camino para salir. La pregunta es -- ¿Están esperandome?"
Todavía no hay señal del coche de Sasha. O del de Kent. Jude dejó el
Porsche aparcado cerca del ascensor y marcó la solicitud de la planta 14, sólo
en caso de que alguien estuviera vigilando las idas y venidas en el ascensor.
Ella subía la escalera el resto del camino, sólo para estar segura. El
deslizamiento de la Sig libre, una vez más, ella también
el otro sacó de su lugar de descanso en la parte baja de la espalda. "Me veo
como algo salido de un jodido episodio de Miami Vice ", se quejó a su reflejo en
el ascensor de superficies especulares. Revisó los clips en ambas armas de
fuego y luego deslizó la segunda por detrás de su espalda. Jude no era
normalmente un tipo de ir disparando. Su teoría era , cuantas más armas
tenías, más posibilidades tenía de volar su propia cabeza. Cuando sea
necesario, sin embargo, disparaba a quien, y lo que estuviera en su camino.
La adrenalina la pataleaba, las endorfinas corrían por su sangre ahora con
abandono. Esta fue la parte de la caza a la que su cuerpo siempre respondió,
y sus músculos temblaban con anticipación. Tomó a la escalera en silencio,
con cautela ... catalogando en su mente el dolor que iba a causar al hombre
que había entregado a Jason a sus enemigos. Tenía los ojos casi en blanco
por la rabia la consumía, la desaparición del azul casi por completo. En algún
lugar de las vacaciones lejos de su mente, el calor del amor de Liz se refugió
en la cara de tanto hielo, escondiéndose de distancia, en el temor de ser
extinguido.
18 ... 19 ... 20 ....
Los pisos caían mientras continuaba su ascenso constante hacia su presa.
Ella se centró en una cosa ahora. Encontrar a Kent y hacerle pagar. Sasha se
tratará con dureza también, pero estaba lejos del compromiso de matar a su ex
amante. Tal vez algunos impulsos renegados del carnal de la mañana, o tal
vez simplemente no quería matar a un cuerpo que había poseído tan a fondo.
Sea lo que fuere, el destino de Sasha estaba todavía indeciso.
23 ... 24 ... 25 ...
Llegó a la planta 27 y sin hacer ruido abrió la puerta de salida de incendios,
con la mirada barrió el pasillo a ambos lados antes de salir. Cada terminación
nerviosa despertó cada instinto en sintonía con los ruidos que pudieran indicar
problemas, se arrastró por el pasillo hacia su oficina. Parada en la puerta, Se
preparó para entrar, pero un hilo de luz que se escapó de la sala de juntas en
el pasillo le llamó la atención.
¿Qué diablos ...?
Sigilosa cambió la dirección, siguió por el pasillo y se acercó a la puerta
entreabierta.
Captando una señal de pelo rubio-miel, Jude dejó escapar un grito ahogado y
pateó la puerta abierta.
"Hola, Jude. Bienvenida de vuelta a tu pesadilla."
Kent estaba sentado con facilidad a la cabeza de la mesa en una de las sillas
de cuero de orejas. Liz estaba junto a él, atada a una de las sillas de escritorio
de cubículo. Su rostro estaba golpeado brutalmente, su pelo manchado de
sangre de una herida invisible. Estaba desplomada, y Jude no podía decir con
seguridad, pero ella pensó que su amante todavía
respiraba. Mejor para él que así fuera.
El Sig se acercó y señaló sin vacilaciones a la cabeza de Kent. "Vas a morir,
hijo de puta", dijo con calma.
"Jude, todos vamos a morir. La pregunta es, ¿quién va a morir hoy? Yo no, te
lo aseguro." Su propia Glock apuntó a la cabeza de Liz. "Ahora, suelta el arma
o se muere en este momento."
"¿Cómo sé que no está ya muerta?" Jude deliberadamente se hizo la tonta.
"Más al punto, ¿cómo puedo saber que vas a dejarla ir si depongo mi arma? "
"Yo no he dicho nada de dejarla ir", respondió Kent. "Pero ella todavía está
viva, lo prometo." Pateó la silla violentamente. "Álzate y brilla, nena. Tu novia
está aquí para verlo."
Liz gemía suavemente y levantó la cabeza, los ojos verdes poco a poco se
centraron en su amante. "Ju ... Jude", dijo con voz ronca.
Todo lo que Jude podía hacer para permanecer inmóvil, su corazón le gritaba
que corriera. Pero eso significaría la muerte para ambos. Obediente, dejó caer
el arma en el suelo.
Esto no puede estar sucediendo otra vez ... Dios, no.
Como si pudiera leer su mente, Kent cacareó con alegría. "Deja vu otra vez,
¿eh? Dime, ¿cómo se ve Arcángel a sí misma fuera de esto? Estoy seguro de
que va a pensar en una manera. Tú pareces tener siete vidas. Por supuesto,
tus socios por lo general no tienen tanta suerte, ¿verdad? "
"Salvé tu miserable pequeño escondrijo, ¿no?" Jude gruñó. "Debería haberte
dejado morir en el garaje".
"Sí, deberías haberlo hecho," Kent acordó amistosamente. "Porque después
fui tildado de un cobarde sin valor que dejó a su socio abandonado."
"Eso resume muy bien lo que hiciste", se burló de él, con ganas de meterse
debajo de su piel. Si puedo conseguir que dirija el arma en mí, ella podría tener
una oportunidad.
Su rostro se ensombreció con furia. "Me sacaron de las calles por ti y me
pusieron en una oficina de mierda donde no podía hacer nada bueno. O al
menos eso pensaba. "
“¿Bueno? Usted llama a traicionar a uno de los suyos algo bueno? " Jude
estaba incrédulo.
"Jason fue un accidente desafortunado, pero tú necesitabas un recordatorio de
tu misión. Tú eras demasiado buena siendo mala".
"Y yo necesitaba un recordatorio de quienes eran los malos?"
"Sí". Él le sonrió como si fuera un alumno apreciado. "La muerte de Jason
sirvió ese propósito."
Compostura de Jude fue rápidamente fragmentada, y sintió sus músculos
temblando de rabia. "Tú me hiciste matar a mi compañero, loco hijo de puta.
¿No lo entiendes? La única cosa buena en mi vida y me haces matarlo ... "-
rugió.
Kent palideció un poco por la violencia apenas controlada dirigida hacia él. "Tú
no estás destinada a cosas así. Al igual que esta cosa hermosa y joven aquí.
Tú solías saber eso. "
"Recuérdame Kent," Judas ronroneó, su voz goteando con la amenaza.
”Recuerdame para lo que estoy destinada. "
"¿No ves, Jude? Tienes un don ... has nacido como ellos. Puedes revolcarme
en su inmundicia - bebida sus bebidas alcohólicas, tomar sus medicamentos, a
la mierda a sus mujeres - de una manera que no puedo. Y entonces puedes
traer a la justicia ... a la que pertenecen. "Su rostro se endureció." La Agencia
te salvó, Jude ... te dieron un propósito, una razón para vivir, y tú lo
reembolsaste mediante la activación de ellos y escupiste en todo lo que te dio. "
Jude cerró los ojos ante la letanía que despotricaba. Podría ser su madre o el
sacerdote de su juventud que le gritaba con la misma facilidad. Las palabras
eran las mismas. Todos ellos eran personas que pensaban que había una
reclamación de su alma para servir a sus fines.
Todos eran la misma - la gente como su madre, como los sacerdotes, como
Kent – creyendo que ella fundamentalmente había nacido en el pecado.
Durante mucho tiempo ella había creído que tenían razón, que pertenecía a las
sombras, donde había huido para evitar los ojos de desprecio. Sólo las
sombras, que antes parecían tan aceptables, trató de hacer su propia
reclamación de la oscuridad dentro de ella, y ahora ella se apartó de ellas tan
bien.
Ella se abrió los ojos, con una determinación ardiente que quemaba
profundamente dentro de ella. Nadie poseía su alma… ella no pertenecería a
nadie excepto a la mujer que había visto su oscuridad y su luz y que la había
aceptado tal como era. La mujer a quien ella había confiado su corazón. Ella
echó un vistazo a la forma caída de su amante en la silla. " Estás equivocado,
Kent. Tú traicionaste a la Agencia." Las palabras ganaron ímpetu mientras que
ella habló. " Tú eras el cobarde. Tú eras la persona que permitió a los demás
hacer el trabajo sucio porque tú no tuviste los cojones para ello. Jason, Tony, y
yo te cubrimos porque tú no podías. Tú vendiste a Jason a Rico porque no
podías controlar la operación. Yo estaba a punto de traerlos, Kent. Pero eras
demasiado estúpido para darte cuenta de ello." Ella se rió mofándose de él. "
Vamos, Kent, tú estabas simplemente demasiado mudo para hacer nada bueno
a la agencia. Eso es por lo que ellos te pasaron a una oficina. Tú no eras
simplemente un cobarde—tú eras un idiota."
La cara de Kent, que se había estado volviendo progresivamente más oscura
cuando ella lo atormentó, contrayendose con un bramido del indignación y giró
al arma hacia ella. Jude había estado anticipando el movimiento y se apartó del
camino del disparo. Ella se balanceó y se lanzó sobre Kent. Chocaron en a
enredo apenas delante de la forma de Liz, y el arma se disparó otra vez con un
informe ruidoso.
Jude sentía la bala rasgar a través de su hombro derecho con un calor que la
chamuscaba, pero ella continuó hacia él implacablemente. Ella lo cogió en
ángulo recto en la quijada con su puño izquierdo, pero él tomó represalias
perforándole el hombro herido. Con un grito del dolor, Jude se calló, y Kent
aterrizó en ángulo recto encima de ella, montar su abdomen a horcajadas
musculoso en una mofa del abrazo de un amante. Deteniéndola por la
garganta, él comenzó a apretarle rítmicamente a través de la cara, agrandando
el corte en su cara en un formón que vertió sangre y la apertura de varias
nuevas heridas.
Jude sentía la segunda Sig el moliendole en los músculos de su espalda e
intentó frenéticamente pensar en una manera de conseguir al arma. Por lo
menos su atencion estaba distraída de Elizabeth. Agrupando su disperso
ingenio, Jude golpeó fuertemente a los ojos frises de Kent. Un aullido de doler
le dijo que ella había hecho el contacto, y el apretón del agente se disminuyó
un poc. Aprovechando, Jude se levantó hacia arriba, tomando la fuerza
restante de su brazo derecho para aterrizar con un puñetazo en la laringe de él.
Kent cayó al revés, y Jude cayó encima con él, su rodilla que molía
sólidamente en su ingle. " Esto debe doler, " ella estaba jadeando y respirando
entrecortadamente. " veamos si esto te gusta" ella gruñó, detrás dándole a
través de la cara. " Duele, ¿no? " Con su mano izquierda, ella alcanzó detrás
de ella y tiró de la segunda Sig hacia fuera. " Ahora tú vas a morir, hijo de
puta…”
" Me temo que no puedo permitirte hacer eso."
Jude congeló el dedo en el gatillo, reconociendo la voz detrás de ella. Con la
punta de la Sig todavía reclinada entre los ojos de Kent, ella echó un vistazo
sobre su hombro para ver a Sasha tranquilamente en el umbral, su propio arma
apuntando a Liz.
" Tan pesado como él es, Jude, no puedo dejarte matarlo aun." Ella dio un
paseo la longitud de la sala de reunión y ayudó suavemente a Jude a ponerse
en pie. Cuando Kent hizo un movimiento para levantarse, un gesto minucioso
del arma de Sasha lo impidió. Se fijó en el cuerpo ensangrentado de Jude con
una mueca. "No puedo creer que hayas sido disparada."
" Él fue afortunado, " Jude murmuró, no absolutamente creyendo que ellas
estuvieran teniendo esta conversación. Sin embargo, Sasha era cortés en los
más descorteses momentos, y Jude no iba a interrumpir el equilibrio que
mantenía a ambas, ella y Liz, vivas por el momento.
" Él debió tenerla. Aunque hace daño, ¿eh? "
" Como una perra, " Jude convino.
" Llamaré a Stephen luego. Él es quién te cuida, ¿no? " Ella arqueó una frente
en pregunta.
" Seguro, " Jude contestó incierto.
Sasha indicó a Liz con un tirón de su cabeza, " Desata a la reportera y
consigue que se mantenga en pie. Vamos a dar un paseo." Ella miraba con
desdén la forma de Kent . " Ahora levántate, idiota." Ella sacudió su cabeza
hacia el ensangrentado agente federal. " Tú tienes cosas insoportable
complicadas, sabes. Traerla aquí." Ella señalado al suave gemido de la
reportera.
Jude intentó no hacer caso de la roedura inquieta en el hoyo de su estómago,
esperando por todos los dioses que los pensamientos de lo que acababa de
pasar no hubiera sucedido " Hey … " Ella liberó rápidamente a Liz de sus
alojamientos y cogió la forma delgada en sus brazos, haciendo una mueca de
dolor en la presión sobre su hombro dañado. " ¿Puedes caminar?”
Liz abrió los ojos hinchados para centrarse nebulosamente en su amante. "
Parece fatal, Jude."
La mujer oscura manejó una risa desigual. " Dímelo a mí. ¿Puedes caminar? "
ella repitió.
" Sí… tan pronto como alguien diga el cuarto de parar." Ella deslizó el brazo
alrededor de la cintura de Jude y se dejó envolver en un medio abrazo. La
sangre que acomete abajo del brazo de Jude y sobre la Sig que ella todavía
agarraba en su mano hizo que la reportera se alarmara. " Estás herida."
" También tú, amor. Vamos, tenemos que movernos."
" ¿Esto ha terminado? " Los ojos verdes suplicaron suavemente a los azules.
Jude echó un vistazo para arriba a las dos figuras que esperaban en la puerta.
"Todavía no."
Para su sorpresa, Sasha permitió que Jude conservara las Sig y desarmó
aKent que se colocó enfurruñado al otro lado de la mujer rojiza. Él no había
aceptado aún el hecho de que dondequiera que fueran todos ahora que iban, él
no era uno de los que iban a hacer el viaje de vuelta. Jude estaba un poco más
incierta sobre lo que su ayudante tenía en mente para ella y Elizabeth. Pero
ella sospechó que presagia la enfermedad para la pequeña mujer actualmente
en sus brazos. Su mente comenzó a recorrer a través de varios panoramas
hasta que golpeó con el probable. " Vamos a ir a ver a Romair, ¿no? " ella
preguntó Sasha mientras que caminaron en el elevador.
Sasha sonrió en el reconocimiento. " Eso es por lo que tú consigues tanto
dinero, querida. Tú estás siempre un paso delante de la competemcia."
" Excepto esta vez."
La mujer rojiza se encogió agraciado. "Tú eras una pequeña… distracción."
Sus ojos se enangostaron mientras ellas miraron a la mujer miel-cabelluda que
se reclinaba bajo el abrigo del buen brazo de Jude. " De todas formas… los
muchachos están esperando en el garage. I fijé una pequeña reunión con
Romair donde nosotros vamos a resolver estas cosas. ¿Puedes limitar la
sangría lo suficiente hasta que lleguemos allí? "
" Sí, " Jude murmuró, aunque su brazo iba ya entumecido del dolor. " Donde
estamos exactamente yendo? "
Sasha le ofreció una misteriosa pequeña sonrisa. " Lo verás cuando lleguemos
allí."
Y no hay duda de que es donde matara a Kent y Elizabeth. Una parte de ella
todavía se preguntaba si ésa era intención verdadera de Sacha. La mujer rojiza
tuvo que saber que una forma para traer toda la furia de Jude era dañando a
Liz. Su optimismo se alzaba con este pensamiento. Sasha no tenía ninguna
manera de saber que Jude y Romair se habían reunido esa tarde y que ellos
habían juntado su conocimiento-- incluyendo sus suspicacias sobre Sasha.
¿Qué vas a hacer, Romair? ¿No te mostraras? O tú—
Mientras las puertas del elevador se abrieron, ellas fueron saludadas por el
rugido y el grito de un tiroteo. Oh… eso es lo que tú haces. Romair había
decidido al parecer tomar la iniciativa y a traer la reunión a Sasha. Jude
reconoció varios de los argentinos como sus propios hombres.
Apretando su abrazo en Liz, ella se agachó y rodó hacia la cubierta del cercano
Porsche, arreglándoselas para disparar a sus atacantes. Ya el coche costoso
estaba lleno de balas, así que ella razonó que algunos más no harían daño.
Ella vio a Sasha levantar su arma y disparar en el argentino más cercano,
entonces remató y se quitó de su camino. Kent no fue tan afortunado, sin
embargo, como él saltó para la seguridad de un pilar próximo, una bala perdida
lo cogió que rasgó a través de la tapa de su cráneo, exponiendo los restos
vulnerables de su cerebro.
Mientras Jude vió a su viejo socio morir, ella solamente lamentó no haber sido
quién le metió la la bala.
" Esto no es bueno, Jude. Éste no es bueno." Liz gimió mientras que ella cayó
contra la pared.
" Ytú dijiste que había un camino con las palabras." Jude hizo muecas. Esto
era lo que ella sabía mejor. Cómo salir de situaciones imposibles. Sin Liz como
moneda de cambio, nadie tenía cualquier asimiento sobre ella. Ella podría
concentrarse en salir ambas con seguridad y dejar a la gente de Romair y la
suya propia matarse. Por supuesto, la policía iba probablemente a estar aquí
en cualquier momento.
Ella vio surgir la forma lisa de Sasha y llevarse por delante a dos argentinos
más. La mujer rojiza gritó para que sus hombres se reagrupen, y los de los
trajes oscuros comenzaron a colocarse detrás de ella y lejos de Jude y de Liz. "
¿Dónde aparcó Kent? " ella preguntó a su amante.
La mujer de cabello miel frunció el ceño. " yo realmente no estaba prestando
atención en ese momento"
“Lo sé, pero piénsalo. Nosotras no podemos sacar el porsche de aqui."
Liz miró la máquina costosa que actuaba como su protector. " Nunca me gustó
este coche."
“ Jude frunció el sueño. " ¿Realmente? ¿Por qué no? " Una bala rayó por su
cabeza. " Joder esa estuvo demasiada cerca. Piensa Liz, ¿dónde aparcó? "
Las balas volaron sobre sus cabezas, los informes florecientes de la fabricación
del arma de toma de vista imposible. "Oh, no importa ... vamos tienen que
seguir para ello y esperamos que sea de la cochera." A pesar de que ella dijo
las palabras que ella sabía que en la forma en que estaban, que no llegaría
lejos. Su brazo derecho estaba entumecido ahora, y sospechaba que los
nervios habían sido dañados. Con sólo un buen brazo, ella iba a tener que
disparar y esperaba que Elizabeth pudiera mantener el ritmo. A juzgar por las
contusiones en el rostro de Liz, que figuraba a su amante, probablemente sufrió
una conmoción cerebral y no estaba en condiciones para funcionar.
Una mano suave la tomó del brazo y tiró de ella en un feroz abrazo. "Te amo,
Jude". Jude enterró la cabeza en el pelo de miel, ahora manchado de sangre.
Todavía olía un poco a la limpieza de champú perfumado que se frota con
cariño en ella, y Judas simplemente se dejó a la deriva durante un momento
precioso en la sensación de descanso en los brazos de su amante, una vez
más.
Se obligó a mirar a los ojos verdes más profundo que jamás había visto. Que
brillaban con un amor tan de gran alcance, si no Jude ya había sido en las
rodillas, ella habría caído a ellos. "Te amo también, Elizabeth. "Usamdo un
tiempo que no tenía, sus labios encontró a su amante y los capturaron en un
dolorosamente dulce beso que amenazaba con rasgar su alma de sus
amarras. Todo lo que había sido, y sería resonó en ese beso. Y prometió una
eternidad para las dos.
El tiempo pareció detenerse para la mujer morena, y ella podía escuchar cada
sonido distinto - el trueno en pleno auge fuera de sincronía con la luz de los
relámpagos que aún manchada por el cielo irregular, el ulular de las sirenas
más cerca de lo que esperaba, y destacando que todo el boom de fuego rápido
auge de las SIG y Glocks contestándose unos a otros en una sinfonía de
derramamiento de sangre . Los hombres cubrían el suelo, derramando su
fuerza de vida despreocupada en concreto, y Jude se dio cuenta en este
instante frenético que no quería morir.
No aquí ...
No así ...
Ya no.
Con un último abrazo, Judas le preguntó vacilante. "¿Estás lista?"
"Tato como pueda llegar a estarlo." Liz esbozó una sonrisa a su amante, sus
pensamientos infaliblemente paralela a la mujer morena.
"Tú decidiste en donde vamos a tomar esas vacaciones?"
Un sonido que fue mitad reír, llorar escapó de la garganta de la periodista.
"¿Por qué no acabamos de decidir cuando lleguemos al aeropuerto?"
"Bueno ... te lo advierto, yo quiero ir a algún lugar realmente genial ..." Ella
trató de bromear.
Finos dedos extendidos y acarició la cara de llena de heridas de Jude; en voz
baja. "Jude ..." La aceptación se refleja en los ojos profundos de la reportero.
"Es hora de ir a ..."
La mujer morena tomó aire para tranquilizarse y asintió. "Cuenta de tres ...
listos ..." Revisó el clip en su tiempo Sig último y flexiona los dedos alrededor
de la empuñadura. "Tres ... dos ... VAMOS .....!"
Agachandose mientras corrían, Jude y Liz recorrieron la ruta en zigzag hacia la
puerta. Jude dejó caer a un hombre que apareció de pronto delante de ellas,
pero eso distrajo su atención de su amante a su lado. Había tomado algunos
pasos más adelante cuando se dio cuenta de que Liz no estaba con ella. Con
un aullido de rabia, se dio la vuelta para ver a su amante en el suelo, la sangre
fluye de la pierna y el cuello. Ella se abalanzó hacia ala reportero, el nombre
de Liz rasgandole de su garganta. Así como llegó a la mujer de cabello de miel
sintió un calor horrible que salía de su espalda y su pierna mientras caía sobre
el cuerpo de su amante.
Y luego, afortunadamente ... todo se puso negro.
Epílogo
Seis semanas más tarde ...
"Tienes un minuto?" Lucas fue inusualmente tímido mientras miraba alrededor
de la pared gris fabricado de cubículo de Liz.
Sólo había vuelto a la oficina durante unos días y todo el mundo seguía
pisando con mucho cuidado a su alrededor . Ella había escrito su artículo, "El
alzamiento a la gracia", desde una cama de hospital. Ahora, Bantam Books le
ofrecía a ella una cantidad obscena de dinero para contar la historia completa
de principio a fin.
El problema era que había algunas partes de la historia que quería
desesperadamente olvidar.
Recordó besar a Jude ferozmente y correr al lado de ella hasta que un intenso
dolor le cortó abajo ... y aunque su mente estaba gritando a levantarse, a
correr, a unirse a su compañera ... se cayó, otra agonizante quema se
apoderó de ella, esta vez en su cuello .... Ella no podía ver la cara de Jude,
pero se podía oír el grito de angustia que su nombre desgarró de la garganta
de la mujer morena. Se obligó a los ojos abiertos ... dispuestos a que sus
brazos se alzaran ... y entonces vio caer a Jude ... incluso ahora .. era. tan
duro ... ¿Cómo podría el suelo estar tan lejos ...? Jude cayó con sus huesos
contra ella, el mal rojo de su vida que brotaba de las heridas en su cuerpo ...
Trató de gritar, intentó acunar la forma de su amante ... pero siguen formando
cada respiración costo de su energía y sus ojos se cerraron contra la marea
negra de bienvenida ... Su último pensamiento fue Jude ... y su última
esperanza era que dondequiera que ella iba, Jude la estaría esperando allí ...
Cuando se despertó en el hospital, le dijeron que tres días habían pasado.
Jude no estaba por ninguna parte. La policía la había interrogado casi tan
despiadadamente como ella les preguntó ... pero nadie sabía donde estaba
Jude. El equipo SWAT no encontró ningún rastro de ella ni de Sasha, entre la
docena de cuerpos que se recuperó. Kent ha sido uno de los cadáveres, y
poco a poco la historia se había desarrollado.
Los médicos le dijeron que había tenido suerte. Una bala que debería haber
sido mortal sólo le rozó el cuello. Ella tendría una fea cicatriz en el lado
derecho de su cuello, pero ella estaba viva. La bala en la pierna era más
problemático, pero un par de semanas de la terapia física la había devuelto a la
normalidad. Tan pronto como ella pudo sentarse, llamó a Lucas y le hizo traer
a su PowerBook al hospital. Ella se sorprendió cuando María se lo había
entregado. Habían compartido un intercambio incómodo, tanto atormentada por
el dolor y aún más incómodo todo lo que había sucedido. María había
golpeado en las puertas de todos los agentes de la DEA que conocía, como
Tony, para tratar de averiguar lo que había sucedido a Jude. No sabían nada.
O eso afirmaban.
Había intentado ir a la casa, pero la DEA la había acordonado y le impidió
entrar al interior. Ella había logrado hablar con Carmina por unos momentos, y
encontró al ama de llaves rotunda como angustiado como ella. Le había
prometido a la mujer de más edad que no descansaría hasta que ambos
sabían lo que había sucedido a Jude.
Eso fue hace seis semanas, y las pocas esperanzas de que ella se había
aferrado a la decoloración duro. Se mostró en sus ojos, su color verde
generalmente vibrante ahora embotado a un gris sin brillo. Sombras oscuras fe
de la que pasó noches en vela, el anhelo del cuerpo para la comodidad de la
forma elegante de su amante. Se movió en su asiento con un suspiro de
cansancio y agitó a su jefe "¿Qué pasa, Lucas?"
"Creo que sería una especie de estúpido preguntarle cómo estás. Te ves
fatal". Se sentó en el borde de su escritorio, su área ordenada visiblemente
inquietante él.
Liz gestionó una media sonrisa de corazón. "Realmente sabe cómo hacer que
una chica se sienta especial,"jefe " Ella se encogió de hombros. "Me voy a
casa en unos pocos momento de todos modos."
"Bien." Lucas asintió con la cabeza, rascándose la cabeza y mirar en
cualquier lugar, menos a su empleada.
Ella realmente no tenía ganas de andar de puntillas a su alrededor más. Todo
el personal, que en general era muy favorable, fue sin embargo con respecto a
su inquietud. Liz no sabía si era a causa de su calvario o por la contundente
honestidad con la que ella había escrito acerca de su amante y los
acontecimientos que condujeron hasta el disparo. Ella sabía que había roto la
regla de oro de la información, pero, francamente, que realmente
no importa un comino. Para ser honesto, no tenía muchas ganas de ser una
reportera más tiempo. Es necesaria un desprendimiento de que ya no poseía.
Si todo lo de Jude que quedaba era ese legado - Liz tenía unaresuelta negativa
a ser un espectador en su propia vida - entonces, por Dios, Liz iba a honrar a
eso. "Necesitas decirme algo?" Liz empujó.
"Sí ... el contrato del libro. ¿Vas a tomarlo?"
Ella suspiró de nuevo y se pasó una mano por el pelo. Más y más, Liz se daba
cuenta de que se había sido la apropiado de los hábitos que habían sido su
amante. Fue una de las pequeñas cosas que le hizo sentirse cerca de Jude
todavía. Era casi todo lo que quedaba de la mujer morena. "No sé, Lucas.
Probablemente. Me darán un anticipo bonito y gordo y me puedo ir a algún
lugar lejos de aquí.
"Eso podría hacer algún bien." Se pegó a la idea con entusiasmo. "Poner todo
esto detrás de ti."
Liz lo miró con una mirada fría que le hizo palidecer. "Yo no quiero olvidar,
Lucas. nunca". Ella quería gritarle, ¿no lo entiendes? Todo lo que significaba
algo para mí desapareció con ella ... La memoria es todo lo que queda. No,
ella no se iba a olvidar. Se iba lejos y recordaría, y con el detalle amoroso,
grabaría todo lo que habían sido la una para la otra. Cerró los ojos y exhaló
suavemente. "Lo siento, Lucas. Estoy muy cansada", se disculpó sin
convicción.
"Aún no puedes dormir?"
"No." Sacudió la cabeza. "Y odio eso que el médico me dio. Me hace sentir
todo borroso, incluso cuando estoy despierto. "Prefiero tener el dolor ... y
recuerdos ... que el sueño y el olvido.
"Bueno ... ve a casa y tratar de tomarlo con calma". Se puso en pie
torpemente, como si fuera a salir.
"Pensé que había algo que querías decirme?"
"Oh ... yeah ... uh ... yo sólo quería decirte, que la Junta quiere poner a
Alzamiento en la gracia la nominación para el premio Pulitzer. Ellos piensan
que tiene una buena “
Hace tres meses había sido todo lo que Liz hubiera deseado, sobre todo, junto
con el
reparto de libro. Ahora acaba de dejar su sensación de vacío. Ella asintió.
"Gracias por decírmelo, Lucas."
"Claro". Se acercó hacia el pasillo y se volvió hacia ella. "Vete a casa, Liz.
Nos vemos el lunes."
"Gracias, jefe." Ella lo saludó y se agachó para recoger sus cosas. Varias
otras personas como ella asintió con la cabeza salió de la oficina y distraída,
pulsó el botón del vestíbulo en el ascensor.
Después de que el clima frío-controlada pasillos de la oficina, el calor
abrasador del verano se sentía bien en su piel. Cegados por el brillo del sol,
se excavó en el bolso las gafas de sol y las puso con gratitud por los ojos.
Comprimir el bolso cerrado se volvió hacia el aparcamiento cruzando la calle a
su derecha.
"¿Quieres dar un paseo, querida?"
Liz congeló a mediados de paso, con miedo a la vuelta. Ella reconocía la voz.
Se había murmurado sus secretos a ella en la noche, llamó por su nombre en
la pasión, y la atormentaba con su ausencia estas semanas sin fin.
"Date la vuelta, amor." Se convenció de repente temblor músculos. "Elizabeth
..." Su nombre - un soplo, una susurro, un motivo. "Date la vuelta".
De alguna manera, con la fuerza que no sabía que poseía, Liz giró lentamente
sobre un solo pie, listo para huir de la voz para no demostrar que de un
fantasma.
Se quedó sin aliento al verla delante de ella.
Era Jude, delgada y demacrada - su pálida piel de bronce que Liz había
imaginado que podría ser, de lino blanco, pantalones y una camiseta azul
colgando de su cuerpo largo. Ella se apoyó en gran medida en un bastón de
caoba, y su brazo derecho estaba obligado cuidadosamente en un cabestrillo.
Las lesiones en su rostro parecían curar, pero no fue una ligera cicatriz en su
mejilla. Instintivamente, se dio un paso adelante, un sollozo sonó en la
garganta. "Oh Dios ..." -susurró-. ¿Es ... ¿Eres realmente tú? "
Jude le dio una sonrisa torcida, el movimiento de la detención de la única
indicación de su dolor. "Ven aquí".
Liz borró la distancia entre ellas con paso rápido, con los brazos hacia fuera
para llegar a Juda. Vacilante, con dedos temblorosos tanto que apenas podía
controlarlos, acariciaba el rostro de su amante, el dibujo suave Líneas a través
de las mejillas y la mandíbula. "¿Puedo?" ¿Puedo tocarte? ¿Puede Te amo?
¿Eres real?
La radiante sonrisa en el rostro de Jude respondió a las tres preguntas no
formuladas con un rotundo, sí ... y Liz puso tiernos brazos alrededor de la
cintura a su amante. Ambas jadearon suavemente al tacto, tanto con el temor
de que se trataba de algo que siempre les habían negado. Liz maldijo en
silencio la caña que Jude tuvo que agarrar y la herida en el brazo que
mantenía a su amante sin devolver el abrazo, pero tranquilizada por la forma
en que Jude se apretó contra la periodista tan firmemente como pudo, echando
todo su amor en ese fugaz contacto.
"¿Cómo? ¿Qué? ¿Qué te pasó, Judas? ¿Dónde fuiste?" Todas las preguntas
que cayeron al suelo, junto con las lágrimas que Liz pensó que ya había
llorado.
"Shh ..." Jude calmó, presionando besos suaves en la parte superior de la
cabeza de su amante. Se movían precariamente como Liz reforzado su
dominio, sin querer dejar que la mujer morena, fuera de su vista de nuevo.
"Con cuidado ahí", fue otra voz, una que Liz no reconoció fácilmente. Su
cuerpo se tensó cuando se volvió con la cabeza. La cara de ensueño de
Stephen transmitida a su vez. "No la dejes actuar tontamente contigo. Una
fuerte brisa la tiraría hacia abajo hacia abajo."
"Stephen ... ¿qué pasó? ¿Qué estás haciendo aquí?"
"¿Por qué no Jude te da la versión corta, mientras conduzco?" Stephen abrió
la puerta del verde Explorer y les ayudó a entrar. Parecía mucho más
coherente que la última vez que Liz lo había visto más tranquilo, y más feliz de
lo que ella había creído que podía ser. Cualquier temor de El Diablo que
parecía haberse disipado en las últimas semanas desde que se cruzaron por
última vez sus caminos. Ahora se alivió ligeramente Jude en el asiento trasero,
la solución de su experiencia con las manos, y le dio una mano a Liz en el
asiento junto a ella.
"La versión corta será por ahora", Liz acordó, juntando las manos de su
amante con torpeza, ya que el que tenía más al alcance era el brazo lesionado
de Jude, para sujetar su mano izquierda. Liz terminó su participación en un
medio abrazo, que fue bien con ambas. Stephen corrían alrededor de la parte
delantera de la Explorer y se metió en el asiento del conductor.
"¿A dónde?"
Jude parecía perdida. Ella miró a Liz con cuidado, buscando algún tipo de
signo. "Viaje a la casa de laplaya ", Liz ordenó en voz baja. Luego sonrió a su
amante." Yo no he sido capaz de ver los animales salvajes. Los echo de
menos. "
"Estoy segura de que ellos también te extrañan," Judas sonrió. "Espero que
recuerden quién soy."
"No has ido a tu hogar? ¿Dónde has estado? ¿Y por qué no te has puesto en
contacto con alguien? Ria y Carmina están a punto de salir de su mente por la
preocupación. ¿Por qué? "
"Whoa!" Judas le apretó la mano suplicante. "Cada cosa a su tiempo". Kay? "
"Lo siento". Liz sonrió tímidamente. "Tú me ibas a dar la versión corta."
"Correcto". Jude respiró hondo, tratando de resolver su pulso de carreras.
Con un comienzo, Liz se dio cuenta en la oscuridad, la mujer estaba temblando
violentamente. Apretó su abrazo ligeramente, satisfecha de que con su
contacto parecía asentarse Jude profundamente relajada en su abrazo.
"Después de que tú ..." dio de bruces con las palabras, "cayeras, traté de llegar
hasta ti.”
"Conseguiste que te dispararan también."
“Sí. Recuerdo la caída, pensando que todo había terminado para nosotras dos,
hasta que me desperté una semana más tarde en un habitación privada en
algún centro de triaje del que no quiero saber nada. "Ella asintió con la cabeza
al médico que conducía con cuidado por las concurridas calles de Miami. "Yo
no sé de dónde Romair lo encontró, pero Stephen estaba allí. Resulta que él
había pasado la mayor parte del día recogiendo los fragmentos de bala y otros
una variedad de material - incluyendo un riñón - fuera de mi cuerpo. "
"Jude - un riñón? Oh, Dios mío ... ¿Estás bien?"
"No te preocupes, el otro funciona bien. Sólo me va a doler muchísimo durante
un mes más o menos. La bala en la pierna simplemente jodió el músculo, así
que va a estar bien también. "
"Tu brazo?"
"El nervio está dañado". Jude se encogió de hombros. "Me dicen que voy a
tener un infierno de un detector de tormentas, y algunos de la movilidad estará
permanentemente restringido ... pero en conjunto no es demasiado malo como
compensación. Afortunadamente era mi brazo derecho y no a mi izquierdo.
No me gustaría tener que aprender a escribir con la otra mano. "
"Así que ... no entiendo. La gente de Romair te sacó?"
"Sí, él estaba allí mismo. Aunque yo no lo sabía en ese momento. Me
agarraron y volvieron a por ti cuando llegaron los policías. Puesto que sabía
que ibas a ser libre y clara en términos jurídicos, permitieron a la EMT cuidar
de ti y me empujó fuera de este lugar de triage que, aparentemente, Romair ha
atesorado como mierda exactamente así ". Ella sonrió, en reconocimiento de la
planificación del argentino. "Ese tipo sabe lo que está haciendo, Liz."
"Sasha?"
Jude se encogió de hombros. "Desaparecida. Permanentemente si ella tiene
algún sentido. No tengo ni idea de lo que estaba planeando. Ella pudo haberte
matado. "Su control sobre la mano del más pequeño de la mujer más estrictas."
Si alguna vez vuelvo a verla ... "
"Shh ..." Liz tranquilizó con un gesto de licitación. "No pienses en eso ahora,
¿de acuerdo?"
"De todos modos ... yo estaba bastante fuera de mí durante casi tres semanas,
no haciendo gran cosa, excepto dormir. Yo no estaba consciente más que de
unos pocos minutos. "
"Todavía no entiendo por qué Romair no se puso en contacto conmigo."
"Él no quería que estuvieras involucrada, Liz."
"Involucrada?" Involuntariamente, su voz se elevó tres octavas. "Te amo,
maldita sea. Ya estoy involucrada".
Jude cambió su cuerpo para que pudiera llamar a su amante cerca de ella.
"Jurídicamente hablando, amor. Él no sabía exactamente donde yo estaba con
la DEA, por no mencionar el estado. Hubo una clara posibilidad de que yo
fuera a tener que abandonar el país permanentemente. Si ese fuera el caso,
yo no quería que supieras nada hasta que se solucionara. De esta manera los
federales no te acosarían ".
"Estoy asumiendo que ya que estás aquí y no en Tijuana es que estás
aclarada".
Jude se rió suavemente, saboreando la forma del cuerpo de Liz cómodamente
contra de ella. A pesar de que se extendía los puntos que envolvían casi por
completo alrededor de su estómago, no estaba a punto de mover a su amante
de una pulgada más lejos de ella. "Mayormente" ella estuvo de acuerdo. "La
Agencia tiene su ropa interior en un fajo colectiva sobre lo que Kent hizo. Eso y
el retrato de color de rosa que pintaste sobre mí que los convenció de que
indagar más contra mí sería una pérdida de tiempo".
"No fue color de rosa", Liz protestó, apoyando la cabeza contra el pecho de
Jude para que pudiera escuchar el tranquilizador-dub, lub-dub del corazón de
la mujer morena. El pulso firme y constante trajo a casa el mensaje de que
todavía no se había hundido muy dentro. “Realmente estás aquí ", se
atragantó, las lágrimas comienzan a brotar una vez más por su cara.
"Estoy aquí", Jude cantó suavemente, acariciando la cabeza de cabellos de
oro y suspirando en voz baja. "No voy a ir a ninguna otra parte. Te lo prometo."
Viajaron en un silencio reconfortante el resto del camino a casa.
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FINIS