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y le daba abrazos y su acostumbrado cuello buscaba. “Todo el que esté presente -estaban presentes los cortesanos~ se aterra; mas ella los libricos cuellos acaticia del crestado reptil ey sibitamente dos son y, junta su espiral, serpean, hasta que de un vecino bosque a las guatidas Megaron. Ahora también, ni huyen del hombre ni de herida le hieten, y qué antes habfan sido recuerdan, plécidos, los reptiles. Perseo y Atlas Pero aun asia ambos consuelos grandes de su tornada figura su nieto les habia dado, a quien, por él debelada, honraba la India, a quien celebraba la Acaya en los templos a él puestos. Sélo el Abantiada, de su mismo origen creado, ‘Actisio, queda, que de las murallas lo aleje de la ciudad de Argos y conta el dios lleve las armas; y su estirpe ono cree que sea de dioses; pues tampoco de Jupiter ser creia a Perseo, a quien Danae habia concebido de pluvial oro. Pronto, aun asf, a Actisio—tan grande es la presencia de la verdad— tanto haber ultrajado al dios como no haber reconocido a su aieto le pesa: impuesto ya en el ciclo esté el uno, mas el otto, “t5devolviendo el despojo memorable del vipézeo portento, claire ticrno rasgaba con sus estridentes alas, y cuando sobre las libicas arenas, vencedor, estaba suspendido, de la cabera de la Gérgona unas gotas cayeron cruentas, que, por ella recogidas, la tierra animé en forma de vatiegadas serpientes, de abi que concurtida ella est, e infesta esa tierra de culebras. Desde ahi, a través del infinito por vientos discordes llevado, ahora aqui ahora all, al ejemplo de la nube acuosa se mueve, y de la alta superficie retiradas largamente contempla las tierras y todo sobrevuela el orbe. Tres veces las heladas Ursas, tres veces del cangrejo los brazos ve, ‘muchas veces para los ocasos, muchas veces ¢s arrebatado a los ortos, 98 ya cayendo cl dia, temiendo confiarse a la noche, se posé, reinos de Adas, en el Vespertino circulo, yun exiguo descanso busca mientras el Lucero los fuegos S0convoque de la Autora, y la Autora los catros diurnos. Aqui, de los hombres a todos con su ingente cuerpo superando, el JapetiGnida Atlas estuvo: la diltima de las tierras bajo el rey este, y el ponto estaba, que 2 los jadeantes caballos del Sol sus superficies somete y acoge sus fatigados ejes. 5Mil greyes para él y otras tantas vacadas pot sus hierbas erraban y su tierra vecindad ninguna oprimia; las arbéreas frondas, que de su oro radiante brillaban, de oto sus ramas, de oro sus frutos, cubrian, “Huésped’ le dice Perseo a él, “sia tila gloria te conmueve de un linaje grande, del linaje mio Japiter el autor; © si etes admirador de las gestas, admiraris las de nos; hospedaje y descanso busco.” Memorioso él de la vetusta ventura era “Temis esta ventura le habia dado, la Parnasia~: “Un tiempo, Atlas, vendté en el que setd expoliado de su oto el étbol Stuyo, y del botin el titulo este de Jupiter un nacido tendri.”” Esto temiendo, con sélidos montes sus pomares habia cerrado Atlas, y a.un vasto reptil los habia dado a guardar, y alejaba de sus fronteras a los extrafios todos. A éste también: “Mirchate fuera, no sea que lejos la gloria de las gestas ‘que finges”, dijo, “lejos de ti Jupiter quede”, y fuerza a sus amenazas afiade, y con sus manos expulsar intenta al que tardaba y al que con las plicidas mezclaba fuertes palabras. En fuetzas infetior ~pues quién parejo seria de Atlas a las fuerzas- “Mas, puesto que poco pata tila estima nuestra vale, “Scoge este regalo”, dice, y de la izquierda parte, él mismo de espalda vuelto, de Medusa la macilenta cara le sacé. ‘Cuan grande él era, un monte se hizo Atlas: pues la barba y la melena a ser bosques pasan, cimas son sus hombros y brazos, o que cabeza antes fue, es en lo alto del monte cima, «ojos huesos piedea se hacen; entonces, alto, hacia partes todas ctecié al infinito, asi los dioses lo establecisteis, y todo con tantas estrellas— el cielo, descansé en él. Perseo y Andromeda Habia encesrado el Hipétada en su eterna cétcel a los vientos ¢, iavitador a los quehaceres, clatisimo en el alto cielo, “el Lucero habia surgido: con sus alas retomadas ata él por ambas partes sus pies y de su arma arponada se cifie yeel fluente aire, movidos sus talates, hiende. Gentes inaumerables alrededor y debajo habia dejado: de los etfopes los pueblos y los campos cefeos divisa. All, sin ella merecetlo, expiar los castigos de la lengua de su madre a Andrémeda, injusto, habia ordenado Amén; ala cual, una vez que a unos duros arrecifes atados sus brazos la vio el Abantiada -si no porque una leve brisa le habia movido los cabellos, y de tibio lanto manaban sus luces, ©5de mérmol una obra la habtia considerado-, contrae sin 61 saber unos fuegos y se queda suspendido y, arrebatado por la imagen de la vista hetmosura, casi de agitar se olvid6 en el aire sus plumas. Cuando estuvo de pie: “Oh”, dijo, “mujer no digna, de estas cadenas, sino de esas con las que entre si se unen los deseosos amantes, ©®revélame, que te lo pregunto, el nombre de tu tierra y el tuyo y por qué ataduras llevas.” Primero calla ella y no se atreve a dirigirse a un hombre, una vitgen, y con sus manos su modesto rostto habtfa tapado si no atada hubiera estado; sus luces, lo que pudo, de légrimas llené brotadas. “5A que mis veces la instaba, para que delitos suyos confesar no pareciera que ella no queria, el nombre de su tierra y el suyo, y cudnta fuera la arrogancia de la materna hermosura revela, y todavia no recordadas todas las cosas, la onda 100 resond, y llegando un monstmuo por el inmenso ponto ‘0se eleva sobre él y ancha superficie bajo su pecho ocupa. Grita la virgen: su genitor ligubre, y a la vez su madre esti alli, ambos desgraciados, pero més justamente ella, y no consigo auxilio sino, dignos del momento, sus llantos y golpes de pecho llevan y en el cucrpo atado estén prendidos, cuando asi el huésped dice: “De lagrimas lazgos tiempos quedat a vosottos podrian; para ayuda prestarle breve la hora es. A ella yo, sila pidiera, Perseo, de Japiter nacido y de aquélla a la que encerrada lend Jipiter con fecundo oro, de la Gérgona de cabellos de serpiente, Persco, el vencedor, y el que sus alas opatiendo osa ira través de las etézeas auras, seria pteferido a todos ciertamente como yerno; afiadir a tan grandes dotes también el mérito, favorézcanme s6lo los dioses, intento: que mfa sea salvada por mi virtud, con vosotros acuerdo.” Aceptan su ley —pues quiéa lo dudaria~ y suplican %85y prometen encima un teino como dote los padres. He aqui que igual que una nave con su antepuesto espolén lanzada surca las aguas, de los jévenes por los sudorosos brazos movida: asi la fieta, dividiendo las ondas al empuje de su pecho, tanto distaba de los tiscos cuanto una baledrica honda, N0girado el plomo, puede atravesar de medio cielo, cuando stibitamente el joven, con sus pies la tierra repelida, arduo hacia las mubes salié: cuando de la superficie en lo alto la sombra del vatén avistada fue, en la avistada sombra la fiera se ensafia, y como de Jipiter el ave, cuando en el vacio campo vio, 7Sofreciendo a Febo sus lividas espaldas, un reptil, se apodera de él vuelto, y para que no retuerza su salvaje boca, cen sus escamosas cervices clava sus vidas uifias, asi, en ripido vuelo lanzéndose en picado por el vacio, las espaldas de la fiera optime, y de ella, bramante, en su diestzo ijar 7%] Inéquida su hierro hasta su curvo arpén hundié. 101 Por su herida grave dafiada, ora sublime a las auras se levanta, ora se somete a las aguas, ora al modo de un feroz jabali se revuelve, al que el tropel de los perros alrededor sonando aterra. Ellos avidos mordiscos con sus veloces alas rehiye 7y por donde acceso le da, ahora sus espaldas, de céncavas conchas por encima sembtadas, ahora de sus lomos las costillas, ahora por donde su tenuisima cola acaba en pez, con su espada en forma de hoz, hiere. El monstruo, con bermellén sangre mezclados, oleajes de su boca vomita; se mojaron, pesadas por la aspersién, sus plumas, 7¥y no en sus embebidos talates més alld Perseo osando confiar, divisé ua risco que con lo alto de su vértice de las quietas aguas emerge: se cubre con el mar movido. Apoyado en él y de la pedia sosteniendo las crestas primeras con su izquierda, tres veces, cuatro veces pasé por sus ijates, una y otra vez buscados, su hierro. 735Los litorales el aplauso y el clamor lenaton, y las supesiores moradas de los dioses: gozan y a su yerno saludan y aunilio de su casa y su salvador le confiesan. Casiope y Cefeo, el padre; liberada de sus cadenas, avanza la vitgen, precio y causa de su trabajo. 7#0E] sus manos vencedotas agua cogiendo lustra, y con la dura arena para no dafiar la serpentffera cabeza, sulle la tierra con hojas y, nacidas bajo la superficie, unas ramas tiende, y les impone de la Forcinide Medusa la cabeza. ‘La rama reciente, todavia viva, con su bebedora médula “5fuetza arrebat6 del portento y al tacto se endurecid de él y petcibié un nuevo tigor en sus ramas y fronda. ‘Mas del piélago las ninfas ese hecho admirable ensayan en muchas ramas, y de que lo mismo acontezca gozan, y las simientes de aquéllas iteran lanzadas por las ondas: 750ahora también en los cotales la misma naturaleza permaneci6, que dureza obtengan del aire que tocan, y lo que 102 mimbre en la superficie era, se haga, sobre la superficie, roca. Pata dioses tres él otros tantos fuegos de césped pone; ¢lizquierdo para Mercutio, el diestro para ti, belicosa virgen, 11 ara de Jupiter la central es; se inmola una vaca a Minerva, al de pies alados un novillo, un toro a ti, supremo de los dioses. En seguida a Andrémeda, sin dote, y las recompensas de tan gran proeza attebata: sus teas Himeneo y Amor delante agitan, de largos aromas se sacian los fuegos 1y guirnaldas penden de los techos, y por todos lados liras y tibia y cantos, del dnimo alegre felices argumentos, suenan; desatrancadas sus puertas los éureos attios todos quedan abiertos, y con bello aparato instruidos los cefenios proceres entran en los convites del rey. "Después de que, acabados los banquetes, con el regalo de un generoso baco expandieron sus énimos, por el cultivo y el babito de esos lugares pregunta el Abantiada; al que preguntaba en seguida el tinico narra el Lincida las costumbres y los habitos de sus hombres]; el cual, una vez lo hubo instruido: “Ahora, oh valerosisimo”, dijo, T?"di, te lo suplico, Perseo, con cudnta virtud y por qué artes arrebataste la cabeza crinada de dragones.” Perseo y Medusa Natra el Agenétida que bajo el helado Atlas yacente hay un lugar, seguro por la defensa de su sélida mole; que de él en la avenida habitaron las gemelas hermanas 75Pércides, que compartian de una sola luz el uso; que de éste él, con habilidosa astucia, furtivamente, mientras se lo traspasan, se apodeté, poniendo debajo su mano; y que a través de unas roquedas lejos, escondidas, y desviadas, y erizadas de espesuras fragosas alcanzé de las Gérgonas las casas, y que por todos lados, a través de los campos Ty a través de Ins rutas, vio espectros de hombres y de ficras que, de su antiguo ser, en pedernal convertidos fueron al ver a la Medusa. 103 Que él, aun asi, de la horrenda Medusa la figura habia contemplado en el bronce repercutido del escudo que su izquierda llevaba, y mientras un grave suefio a sus culebras y a ella misma ocupaba Tle atrancé la cabeza de su cuello, y que, por sus plumas fugaz, Pégaso, y su hermano, de la sangre de su madre nacidos fueron. Afiadié también de su latgo recortido los no falsos peligros, qué estrechos, que tierras bajo sf habia visto desde el alto, y qué estrellas habia tocado agitando sus alas; Tantes de lo deseado callé, aun asf; toma la palabra uno del ntimero de los proceres preguntando por qué ella sola de sus hermanas llevaba entremezcladas altetnas sierpes con sus cabellos. El huésped dice: “Puesto que saber deseas cosas dignas de relato, recibe de lo preguntado la causa. Clarisima por su hermosura ‘%y de muchos pretendientes fue la esperanza envidiada ella y en todo su ser més atractiva ninguna parte que sus cabellos era: he encontrado quien haberlos visto refiera. A ella del pidlago el regidor, que en el templo la pervirtié de Minerva, se dice: tornése ella, y su casto rostro con la égida, ‘Gla nacida de Jupiter, se tapé, y para que no esto impune quedata, su pelo de Gérgona muté en indecentes hidras. Ahota también, cuando atdnitos de espanto atetra a sus enemigos, en su pecho adverso, las que hizo, sostiene a esas serpientes. Libro quinto Perseo y Fineo Y mientras estas cosas, de los cefenos en medio del grupo, de Dinae el hétoe conmemora, de una bronca multitud los reales atrios se llenan, y el que unas conyugales fiestas cante no es su clamor, sino el que anuncie fieras armas, Sy en repentinos tumultos los convites tornados, 104

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