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La presente obra es una de las más sugestivas y pedagógicas

historias del latín e imagen ideal del manual universitario de la


disciplina. È1 própósito del autor, profesor de filología compara­
da en la Universidad de O xfod, ha sido «compendiar para los
estudiantes de lenguas clásicas, para los colegas que trabajan
otros campos de estudio y para todos a quienes puedan interesar,
los resultados alcanzados por la investigación en torno a la histo­
ria de la lengua latina desde la Edad del Bronce hasta la caída
del Imperio Romano. N o se ha dado por supuesto conocimiento
alguno previo de los principios y m étodos de la filología compa­
rada, reservándose, tales cuestiones al examen de los varios pro­
blemas a los que afectan. Mi intención ha sido exponer la com­
munis opinio en los casos en que existe, y, en caso contrario,
plantear con la m ayor claridad posible los datos y los diversos
puntos de vista que se han form ulado; con todo, no he sido
siempre capaz de ö tu ltar el hecho de que tengo opiniones pro­
pias». Para m antener el volumen del libro y su coste dentro de
unos límites razonables, ha sido necesaria una estricta selección
de temas, y, en este sentido, el autor, manteniendo la clásica
división, de fonética, morfología y sintaxis, ha preparado una
síntesis de gramática histórico-com parada particularmente ágil y
eficaz. La obra se completa con una antología de textos latinos
arcaicos y con exhaustivos índices de materias y palabras.

Letras e Ideas
L. R. P a l m e r

INTRODUCCIÓN
AL LATÍN

EDITORIAL ARIEL, S. A.
BARCELONA
T ítu lo original:
The L atin language

P resentación, traducción y notas de


J u a n J osé M o r á l e jo y J o s é L u is M o r a l e jo

1.a edición 1974: E ditorial Planeta, S. A.


1.a edición en E ditorial A riel
(Col. Letras e Ideas):
octubre 1984
2 .a edición: m arzo 1988

© F aber & Faber, Londres

D erechos exclusivos de edición en castellano


reservados para todo el m undo
y propiedad de la traducción:
© 1984 y 1988: E ditorial Ariel, S. A.
Córcega, 270 - 08008 Barcelona

ISBN: 84-344-8378-5

D epósito legal·. B. 6.629 - 1988

Im preso en España

N in g u n a parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida,


alm acenada o tran sm itid a en m anera alguna ni p o r n in g ú n m edio, ya sea eléctrico, quím ico,
m ecánico, ó p tico , de grabación o de fotocopia, sin perm iso previo del editor.
NOTA A LA 2.* EDICIÓN

Aunque en las Notas de los Traductores y en la Bibliografía se han


introducido algunas modificaciones puntuales — especialmente en lo que
se refiere a obras que han tenido ulteriores ediciones actualizadas— , se
ha dejado para mejor ocasión la revisión de uno y otro apartado a la luz
de la abundante bibliografía reciente.
PRESENTACIÓN

El libro The Latin language h a sido la m á s p ersonal contribua


ción de L. R. P alm er, p ro feso r de filología co m p arad a en la U niver­
sidad de O xford, a la colección “The G reat Languages” por él d iri­
gida y editada en Londres p o r P ab er & Faber. Recordem os q u e en
la m ism a serie publicó W. J. E ntw istle su volum en dedicado a las
actuales lenguas hispánicas.
La idea p rim era de esta trad u cció n —que aparece por circu n s­
tancias varias con m ás re tra so del razonable—· descansaba so b re la
im presión especialm ente g rata que la p rim e ra p a rte d e la o b ra nos
hab ía causado. Nos p arecía u n a de las m ás sugestivas y pedagógicas
histo rias del latín jam ás escritas, e im agen ideal del m anual u n iv er­
sitario de la disciplina. Al térm in o de su tra b a jo perm anece esa idea
en la m ente de los trad u cto res, que, p o r o tra parte, no niegan la
excesiva concisión y convencionalidad de los capítulos que P alm er
consagra a la g ram ática del la tín p ro p iam en te dicha.
Nos hem os tropezado a lo largo del tra b a jo con no pocas dificul­
tades. La m ayoría de ellas derivaban de u n c a rá c ter d e la o b ra que
el lector ad v ertirá desde sus p rim eras páginas: se tra ta , en grado
extrem o, de u n libro inglés escrito p a ra ingleses. E ste m arcado eso-
terism o, que lingüísticam ente se acercaba a m enudo a los confines
del slang, nos ha obligado en no pocos p asajes a traducciones de
ca rá c ter am plio, preferibles siem pre a literalism os que exigen una
cadena interm inable de escolios y aclaraciones. P o r lo que se refiere
a los sím iles e ilustraciones, que, com o es n atu ral, to m a el a u to r de
su lengua m aterna, hem os adoptado u n a p raxis ecléctica, realizando
la correspondiente traslación al castellano en los casos en que p a re ­
cía necesario y posible. P a ra la trad u cció n de la term inología hem os
p rocurado ten er m uy en cu en ta la establecida ya p o r estudiosos es­
pañoles. En cuanto a las ab rev iatu ras de c a rá c te r técnico, tam bién
hem os procurado ceñirnos a la ya considerable tradición de los es­
tu d io s lingüísticos escritos en castellano; no creem os haber, em plea-
8 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

do ninguna desconocida p a ra las perso n as relacionadas con el m u n ­


do de la filología.
El profesor Antonio P rieto, codirector de la colección que acoge
esta versión española, quería que los trad u cto res añ adieran a este
texto algo de su p ropia cosecha. A unque vendim iando a m anos lle­
nas en ajena viña, lo han in tentado en las N o t a s de l o s t r a d u c t o r e s
que lo acom pañan, y que situam os al final del texto (pp. 337 y s s .),
dada la extensión de algunas de ellas. Tales anotaciones no están
proyectadas ni elaboradas según u n criterio uniform e. Responden,
en gran m edida, a las p articu lares aficiones o experiencias de sus
autores dentro del cam po de los estudios clásicos, y, desde luego,
a la idea de d ejar constancia del m ucho y b uen tra b a jo realizado
por investigadores españoles en estas parcelas del saber.
Parecidas tendencias nos h an guiado en la tarea de actualizar y
com plem entar la B ib l i o g r a f í a —m uy su m aria— aducida p o r P al­
m er. Tampoco n u e stra contribución preten d e, n i m ucho m enos, ex-
haustividad alguna. Nos h a parecido ú til m an ten er el A p é n d ic e de
t e x t o s l a t i n o s a r c a ic o s que incluye la edición inglesa del libro;
puede, en efecto, a h o rra r eventuales peregrinaciones a los re p e rto ­
rios usuales.
Y pasem os al capítulo de g ratitudes. N ada tiene d e simbólico, y
se corresponde en gran m edida con el de las dificultades re g istra ­
das a lo largo del tra b a jo de esta versión.
P ara el esclarecim iento de ciertos p u n to s oscuros h a sido fu n d a­
m ental la inform ación y el consejo p re sta d o p o r los profesores
J. C. W hite, P ujáis y Lorenzo, de la U niversidad C om plutense de
M adrid, y p o r la señorita J. Benton, de la U niversidad V anderbilt
en M adrid.
El profesor M ariner, de la U niversidad C om plutense, ha tenido
la am abilidad de leer el original de las N o t a s de l o s t r a d u c t o r e s , y
de m ejorarlas con su crítica y orientación.
Q uerem os d ejar tam bién constancia del apoyo y buena acogida
p restados por E ditorial P laneta y, concretam ente, p o r el profesor
Prieto.
Reconocidas estas deudas, sólo nos queda reivindicar p a ra no­
sotros, de m odo exclusivo y solidario, la responsabilidad de esta ver­
sión.

Juan J o sé M orale jo
1 J o sé L u is M orale jo
PREFACIO

En este libro, uno m ás en una serie que no está dirigida en p rin ­


cipio a los especialistas, he intentado com pendiar para los estudian­
tes de lenguas clásicas, para los colegas que trabajan otros cam pos
de estudio y para todos a quienes puedan interesar, los resultados
alcanzados por la investigación en torno a la historia de la lengua
latina desde la Edad del Bronce hasta la caída del Im perio Romano.
No se ha dado por supuesto conocim iento alguno previo de los p rin ­
cipios y m étodos de la filología comparada, reservándose tales cues­
tiones al exam en de los varios problem as a los que afectan. M i in ­
tención ha sido exponer la com m unis opinio en los casos en que
existe, y, en caso contrario, plantear con la m ayor claridad posible
los datos y los diversos p u n to s de vista que se han form ulado; con
todo, no he sido siem pre capaz de ocultar el hecho de que tengo opi­
niones propias.
Para m antener el volum en del libro y su coste dentro de unos
lím ites razonables ha sido necesaria una estricta selección de tem as.
E sta exigencia ha sido especialm ente im periosa en él capitulo de
sintaxis, que ha tenido que estructurarse com o u n com entario co m ­
pendioso de las gram áticas escolares de serie. Las circunstancias
han dado lugar a ciertas infracciones de la ortodoxia, que espero
harán m ás cóm odo el em pleo del libro. Así, p or lo que mira a los
textos latinos arcaicos, he preferido referirm e a los Rem ains of Old
L atín de E. H. W arm ington que a repertorios m enos accesibles. No
he logrado concillarm e la aprobación de todos m is amables c ríti­
cos con relación al em pleo del signo v para la u consonantica, pero
se trata de una distinción ú til desde el pun to de vista, filológico>y
no he tenido reparo en seguir el ejem plo del m anual de Leum ann-
H ofm ann. Las cantidades vocálicas sólo se han notado en los casos
en que resultaban relevantes para el problem a en cuestión.
Me he beneficiado del saber y consejo de m uchos amigos y colegas
inm ediatos. Debo estar particularm ente agradecido a Mr. J. Crow,
al Prof. W. D. Elcoclc, al Prof. D. M. Jones, a Mr. S. A. H andforth,
10 INTRODUCCIÓN AL LATIN

al Prof. W. S. Maguiness, a Mr. A. F. Wells y al Prof. E. C. W ood­


cock, que han leído parcial o totalm ente las pruebas, y que han
corregido num erosos defectos de fondo y de form a. Debo adem ás un
reconocim iento al estam ento de los estudiosos en general. El dejar
constancia detallada de m is deudas no resultaba practicable en una
obra de esta naturaleza. He intentado rem ediar u n poco la laguna
en la bibliografía, pero ésta tiene la finalidad específica de ayudar
a dar con el cam ino a quienes deseen proseguir sus estudios en este
campo. Como relación de m is dependencias resulta del todo in su fi­
ciente, y de m anera general m e veo obligado a aplicar al autor de
esta obra las fam osas palabras de Livio: si in ta n ta scrip to ru m tu rb a
m ea fam a in obscuro sit, nobilitate ac m agnitudine eorum qui no­
m ini officient m eo consoler.

L. R. PALMER
PRIMERA PARTE

Esbozo de una historia de la lengua latina


C a p ít u l o p r im e r o

EL LATIN Y LAS DEMAS LENGUAS INDOEUROPEAS

H is c o n s t it u t is r e b u s, n a c t u s id o n e a m a d n a v ig a n d u m t e m p e s t a ­
t e m I I I f e r e v ig ilia s o lv it e q u ite s q u e in u lte r io r e m p o r t u m p r o g r e d i
e t n a v is c o n s c e n d e r e e t s e se q u i iu s s it . a q u ib u s c u m p a u lo t a r d iu s
e s s e t a d m in is tr a tu m , ip s e h o r a d ie i c ir c ite r I I I I c u m p r im is n a v i­
b u s B r ita n n ia m a t tig it a t q u e ib i in o m n ib u s c o llib u s e x p o s it a s h o s ­
tiu m c o p ia s a r m a ta s co x isp e x it. (C é sa r , D e b e llo g a llic o , 4, 23, 1-2.)

E ste pasaje, en el que el gran político y estilista Julio César d es­


cribe el prim er asalto del pod er arm ado de R om a a n u e stra isla, ha
representad o p a ra m uchas generaciones de ingleses el prim er golpe
e im pacto de la au téntica lengua latina. Un b ritán ico letrado y p a ­
trio ta que se en co n trara e n tre los expectantes guerreros sobre las
colinas del K ent se h u b iera preg u n tad o con asom bro lógico qué
clase de gente eran aquellos invasores y de dónde venían. Menos de
cien años después u n rey b ritán ico fue llevado a la capital d e los
invasores, y allí T ácito certificó en él u n h ab lar de tal dignidad, una
retó rica ta n acabada y u n latín ta n im pecable como p ara ganarle
estim ación y u n cautiverio honorable. En la ciudad de sus vence­
dores pudo h ab er leído en Livio el orgulloso relato de los orígenes
legendarios de R om a y de su ascenso a la grandeza del Im perio. Su
actual descendiente, bien que anim ado p o r el pensam iento de que
estudia en el país de Carataco, tiene que acercarse con hum ildad a te-
em presa de ra stre a r, aunque sea de m odo esquem ático, la h isto ria
de la lengua que aquellos rom anos d ieron a u n a tan gran p arte del
m undo occidental.
R ecibe el nom bre de latín p o rq u e en u n principio es sim plem en­
te uno de los dialectos hablados p o r los latinos, u n grupo de trib u s
em parentad as que ocupaban el te rrito rio del Lacio, y en el que
R om a m an ten ía u n a posición p redom inante (véase capítulo I I I ) .
El histo riad o r de la lengua latin a te n d rá que ocuparse en p rim e r
14 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

lugar de las sucesivas form as de la lengua ta l com o se nos aparece


en u n a serie de textos que —p a ra lo que nos interesa— alcanzan
desde la caída del Im perio h a sta los m ás antiguos docum entos con­
servados. Hay que añad ir inm ediatam ente que la lengua latina con­
cebida así tiene poca h isto ria : ciertos cam bios fonéticos, m orfoló­
gicos, sintácticos y sem ánticos que han sido fiel y diligentem ente
registrados. P ero hay u n a casi absoluta ausencia de textos anterio ­
res al s. m a. C. En P lauto, cuyas com edias nos obsequian con el
p rim e r volum en considerable de latinidad, la lengua de los rom anos
aparece en u n a form a que difiere m uy poco del la tín de la E dad de
Oro. No hay u n a docum entación que tenga p a ra el h istoriador del
la tín la significación que tiene el B eow ulf p a ra el estudioso del in ­
glés. Dado, pues, que el estudio histórico de los m onum entos de la
lengua latin a se nos acaba en u n pun to m uy alejado incluso de la
legendaria fundación de la ciudad en el 753 a. C., se hace preciso
re c u rrir a o tro m étodo, el m étodo com parativo, acerca del cual se
im ponen unas p alab ras previas.
Las lenguas son en esencia sistem as de signos vocales que los
seres hum anos em plean p a ra com unicarse unos con otros. Esas ex­
presiones o com plejos fónicos producidos p o r el hab lante provocan
en el oyente ciertas respuestas; a esto lo llam am os com prensión.
P ero no cualquier oyente puede com prender; p o rq u e la com prensión
de u n a lengua requiere u n largo y trab ajo so adiestram iento en el uso
de ese sistem a concreto de signos. E ste adiestram iento, el “aprender
a h a b la r”, viene exigido p o r u n hecho que es de im portancia fu n d a­
m ental p a ra la ciencia del lenguaje: no existe conexión n a tu ra l o
necesaria e n tre los signos fónicos y los significados que com portan.
El c ará c ter a rb itra rio de la atrib u ció n de significados a los signos
fónicos tiene u n a im p o rtan te consecuencia teórica. Si dos —o m ás—
grupos de h om bres em plean signos fónicos idénticos o sem ejantes,
debem os te n e r p o r m uy poco prob ab le que esta sim ilitud se deba
al azar o a invención independiente. Cuanto m ás a rb itra ria es la
conexión en tre sonido y significado y m ayor la trascendencia de las
sem ejanzas en tre los sistem as com parados, m enor es el grado de
probabilidad de que el parecido sea accidental. En el caso de siste­
m as de signos ta n a rb itra rio s y com plejos com o las lenguas, toda
sem ejanza significativa debe llevarnos a la conclusión de que los
dos sistem as e stá n unidos históricam ente, es decir, a afirm ar o bien
que uno ha nacido del otro, o bien que am bos descienden de un an ­
tepasado com ún. En alem án, p o r ejem plo, signos com o Mann, Gras,
Hand, etc., aparecen casi con el m ism o significado que en inglés
man, grass, hand, etc., y la hipótesis de creación independiente es
infinitam ente m enos p robable que la de u n a conexión histórica. Las
sem ejanzas de vocabulario y e stru c tu ra gram atical son tales que so­
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 15

lam ente pueden explicarse postulando u n com ún antepasado del que


am bos derivan. A hora nos proponem os aplicar este m étodo com ­
parativo a d escubrir posibles p arien tes de la lengua latina, con la
esperanza de que ello nos cap acitará p a ra seguir su historia re ­
m ontando la época del m ás antiguo testim onio escrito existente.

Los DIALECTOS ITÁLICOS: OSCO-UMBRO

E ntre las inscripciones de la antigua Ita lia se encuentran las es­


crita s en la llam ada lengua osea. Osci, antiguo *Opsci, fue el n o m ­
b re que los rom anos dieron a los h ab itan tes d e C am pania que los
griegos llam aron O t ukoí . P ero la lengua h ablada p o r las trib u s
sam nitas con las que m ás ta rd e R om a en tró en conflicto evolucio­
nó h a sta ser m ás o m enos igual a la de los oscos. Así llegaron los
rom anos a designar este grupo de dialectos con el nom bre d e la
trib u en que lo en co n traro n p o r vez prim era, al igual que los fra n ­
ceses u san el no m b re trib a l Alem anni p a ra designar la lengua que
los ingleses llam am os G erm an: p o r ejem plo, Livio en su relato de
la gu erra c o n tra los sam nitas (10, 20, 8) escribe : “gnaros Oscae lin­
guae exploratum q u id ag atu r m ittit”.
Las inscripciones escritas en oseo se en cuentran en aquellas p a r ­
tes de Italia que estuvieron ocupadas p o r trib u s sam nitas : Sam nium ,
Campania, Apulia, Lucania y B ru ttiu m . La lengua osea fue intro d u ci­
d a tam bién en Messana cuando ésta fue to m ad a p o r los “m am erti-
no s”, los m ercenarios cam panos reclutados p o r Agatocles. Las in s­
cripciones, que cub ren u n período d e unos cinco siglos desde las
m ás antiguas leyendas de m onedas h a sta los graffiti de Pom peya
escritos después del p rim e r terrem o to en el año 63, e s tá n redactadas
en varios alfabetos. La m ayoría m u e stra n el alfabeto oseo, derivado
del griego calcidico a trav és del etrusco. P ero el texto m ás extenso,
la Tabula Bantina, u n a plancha de bronce enco n trad a en B antia en
1793 y que contiene reglam entos m unicipales, e stá escrita en alfa­
beto latino, m ien tras que en inscripciones de Italia m eridional se
utiliza u n alfabeto griego. El oseo fue la lengua principal de la Italia
cen tral h a sta su som etim iento p o r los rom anos, y se m antuvo en
uso en docum entos oficiales h a sta la G u erra Social de 90-89 a. C.
El hecho de que las inscripciones m u estren pocas variantes dialec­
tales a pesar de lo am plio del área en que se utilizó sugiere q u e en
este oseo oficial tenem os u n a lengua com ún regularizada.
E strecham ente relacionada con la osea e s tá la lengua llam ada
um bra. Su único docum ento extenso son las fam osas Tabulae Igu-
vinae. D escubiertas en 1444 en G ubbio (antigua Ig u v iu m ), en U m ­
bría, estas nueve tablas de bronce —dos de las cuales se han p e r ­
16 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

dido después de su descubrim iento— contienen las actas de una


fra tría religiosa sem ejante a la ro m an a d e los Arvales Fratres
(véanse pp. 72 s.). E scritos p a rte en alfabeto latino y p a rte en el
um bro nativo —derivado com o el oseo de u n alfabeto griego occi­
dental a través del etrusco—, los textos se alinean desde aproxi­
m adam ente el 400 al 90 a. C. A dem ás de p o r estas tablas, la lengua
u m b ra nos es conocida p o r o tra s pocas y m agras inscripciones, pero
hay testim onios de que los u m bros en alguna época ocuparon un
área que se extendía h a sta la costa occidental. Al oseo y al um bro
podem os añ ad ir algún pequeño testim onio d e los dialectos de trib u s
m enores de Ita lia central que h a n sido algunas veces agrupados có­
m odam ente b ajo la denom inación de “sabélicos”. Se incluyen aquí
los dialectos de los Paeligni, los M arrucini y los Vestini, todos los
cuales se asem ejan estrecham ente al oseo. El dialecto de los Volsci,
conocido solam ente p o r u n a co rta inscripción de la ciudad de Veli­
trae, parece ocupar u n a posición interm ed ia en tre oseo y um bro.
Los llam ados “dialectos itálicos” indudablem ente m u estran m u ­
chas sem ejanzas con el latín, pero es difícil p recisar el grado exacto
de parentesco. Los estudiosos no h an decidido si se los debe consi­
d e ra r como dialectos diferentes de u n a y la m ism a lengua, la “itá ­
lica”, o como dos lenguas separadas. É sta es en g ran m edida una
discusión sobre térm inos que carecen de precisión científica alguna.
U na lengua es u n sistem a de signos vocales usado p o r u n a com uni­
dad dada de seres hum anos. C ualquier p erso n a que hace u n uso
inteligible de este sistem a se convierte ipso facto, al m enos por el
tiem po en que lo usa, en m iem bro de e sta com unidad lingüística.
E ste factor de inteligibilidad puede ser utilizado p a ra alcanzar una
definición aproxim ada de dialecto. D entro de u n sistem a dado pue­
den presen tarse variantes locales y personales, p ero en la m edida
en que la inteligibilidad no se vea seriam en te afectada se entiende
que tales variantes no im plican la desaparición de la calidad de
m iem bro de la com unidad lingüística. E sas form as locales e indivi­
duales de expresión so n consideradas solam ente com o subvariantes
del sistem a usado en to d a el área. El térm ino “dialecto” im plica así
a la vez diferencia y sem ejanza, sentido de exclusividad y, sin em ­
bargo, de solidaridad. Allí donde el sentido de so lidaridad lingüís­
tica es roto p o r la organización en estados políticam ente separados,
los hablantes tienden a dignificar su p ro p ia variedad de habla con
el nom bre de “lengua”. Así, noruegos, suecos y daneses son absolu­
tam ente capaces de conversar en tre ellos usando cada uno su “len­
gua”, aunque p o r la p ru eb a de la inteligibilidad to d as ellas podían
ser consideradas como dialectos de la lengua “escandinava” . Queda
p o r añadir que la inteligibilidad constituye solam ente un m edio to s­
co aunque eficaz de distinguir en tre lengua y dialecto. El lím ite
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 17

puede variar con el tem po del habla y de u n a frase a otra. P or o tra


p a rte, en u n a serie de dialectos hablados so b re u n área dada pueden
ser m utuam en te inteligibles los geográficam ente contiguos, m ientras
que no superan esta p ru eb a los que ocupan las posiciones extrem as.
La diferencia real en tre los dos térm in o s es que “lengua” es u n té r ­
m ino absoluto, m ien tras que “dialecto” p lan tea el problem a d e la
relación : dialecto = v ariante de x.
Si ah o ra aplicam os esta p ru eb a al latín y los dialectos itálicos,
y com param os u n texto u m b ro con su trad u cció n latina, p. ej.:
I Λ 7 ss .: p u s v e r e s T r e p la n e s t r e f s i f k u m ia f f e it u T r e b e lu v i e
u k r ip e r F is iu , t u ta p e r I k u v in a = p o s t p o r t a m T r e b u la n a m t r i s s u e s
g r a v id a s f a c ito T r e b o l u v i o p r o a r c e F is ia p r o c i v i t a t e I g u v in a ,

a la p rim e ra ojeada re su lta rá evidente que las dos lenguas son m u ­


tu am en te ininteligibles. Se h a calculado que de u n sesenta a u n se­
te n ta p o r ciento de las p alab ras contenidas en las T ablas Iguvinas
son extrañ as al latín, m ien tras que p a ra el griego sólo del diez al
quince por ciento de las p alab ras que aparecen en las Leyes gorti-
tin ias cretenses no se en cuentran en ático. A estas diferencias de
vocabulario decisivas debem os añad ir divergencias significativas de
fonética y m orfología.

Fonética

1. Las consonantes labiovelares (véanse pp. 227 s.) reciben tr a ­


tam iento diferente : así, al latín quis y vivus corresponde el oseo con
pis y bivus.
2. Las oclusivas asp irad as ides . 1 (véanse pp. 228 s.) aparecen en
la tín como b y d en posición m edial, en “itálico ” como f: tibí, m e ­
dia = u. tefe, o. méfiai.
3. k t y p t del latín aparecen en o sco-um bro como h t y ft: Oc­
tavius, scriptae = o. Uhtavius, o. scriftas.
4. La síncopa de vocales breves en sílabas m ediales (véase
p. 213) es m ás pronunciada que en latín : agito = o. actud, hortus =
o. húrz.
5. ä final > ö en “itálico” : via = o. v i ú , a t r ä = u. a t r u .

M orfología

En la p rim era y segunda declinaciones el o sco-um bro tiene las


desinencias originarias de nom . pl. -äs, -ös (véase p. 243), que el latín
1. id e(s). = indoeuropeo(s) o in d oeu rop ea(s).
18 INTRODUCCIÓN AL LATIN

ha sustituido p o r las form as pronom inales -di (-ae) y -oi (-Ï). En


los tem as en consonante el oseo p re se n ta la declinación originaria
-ës, que el latín ha sustituido p o r -ës (véanse pp. 245 s.). En el gen. sg.
de los tem as en -o - y en consonante el latín tiene -I e -Is respecti­
vamente, m ien tras que el osco-um bro tiene -eis en am bas declina­
ciones. Tam bién la conjugación del verbo p re se n ta divergencias de
consideración. El fut. -bo característico del latín es desconocido del
osco-um bro, que ha form ado su tiem po de fu tu ro a p a rtir de u n a
antigua form ación de subjuntivo: p. ej. deivast = iurabit, ferest =
feret. El inf. pres. act. del itálico term in a en -o m : o. ezum , u. erom =
esse. El fut. perf. p re se n ta el fo rm an te -u s: u. benust = venerit.
A la vista de estas grandes diferencias e n tre el latín p o r u n lado
y el osco-um bro p o r el otro, es indudable que deberíam os recono­
cerlos como lenguas separadas. El grado d e ininteligibilidad es m u ­
cho mayor, p o r ejem plo, que el que hay e n tre italiano y español.
Pero, como hem os dicho, el uso de los térm in o s “dialecto” y “len­
gua” es asunto de precisión, y estudiosos com o A. Meillet, que con­
sidera al latín y al o sco-um bro com o dialectos diferentes del “itá ­
lico”, basan sus conclusiones so b re ciertas sem ejanzas im p o rta n ­
tes que hem os de exam inar ahora.

Fonética (véanse pp. 211 s.)

En am bos grupos: (1) ide. s se convierte en a, (2) eu > ou,


(3) r y I > or, ol, (4) ψ y i} > em, en, (5) las asp iradas sonoras bh,
dh, gh, pasan a fricativas sordas, ( 6) s intervocálica se sonoriza,
(7) t- t > ss, ( 8) p alab ras del tipo silábico p—g» > qv— qu (p. ej.
*penque > quinque), y (9) - t se convierte en -d.
Al valorar estos testim onios debem os reco rd ar u n a vez m á s el
principio fundam ental de la lingüística co m p arad a: que p a ra es­
tablecer u n parentesco se necesita la existencia de sem ejanzas d e ta l
naturaleza que excluyan la posibilidad de desarrollo independiente.
En apariencia, el postulado de u n a “u n id ad itálica” exclusiva a p a r­
tir de la cual se h ab rían desarro llad o el latín y el osco-um bro ven­
d ría exigido p o r el establecim iento de sem ejanzas sorprendentes,
que estas lenguas com parten con exclusión de o tra s lenguas em pa­
rentadas de m anera m ás distante. A hora bien: (1) rep resen ta u n
desarrollo co m partido p o r todas las lenguas ides. excepto el sá n s­
crito, (5) h a ocurrido sep arad am en te en griego helenístico, ( 6) es
un fenóm eno m uy co rrien te sin significación p a ra la cuestión del
parentesco, (7) se h a dado en germ ánico y céltico, ( 8) es tam b ién
u n rasgo del céltico. U na vez elim inados esto s rasgos, queda el te s ­
tim onio fonético com o base poco segura p a ra u n a hipótesis de p a ­
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 19

rentesco, porque se h a observado con frecuencia que lenguas en


p roxim idad geográfica m u e stra n sem ejanzas d e e stru ctu ra fonética
y fonológica aunque no estén em parentadas. Así, Sapir ha señalado
que cierto núm ero de lenguas indias no em parentadas de la costa
del Pacífico, en A m érica del Norte, desde C alifornia hasta el su r
de Alaska, “tienen en com ún m uchos rasgos im p o rtan tes y d istin ­
tiv o s”. En la an terio r enum eración el cam bio de eu a ou se d a no
sólo en latín y osco-um bro, sino tam bién en véneto y m esápico. El
cam bio r, l > or, ol es tam b ién u n rasgo del véneto y del ilirio. Tales
sem ejanzas pueden, p o r tan to , ser p ro d u cto de la contigüidad m ás
que del parentesco y no ten er entonces fuerza lógica p a ra la cuestión
de u n a u n id ad itálica.
De m ayor im po rtan cia son las sem ejanzas de m orfología, p o r ­
que es infrecuente que u n a lengua im p o rte de o tra m ecanism os de
declinación y conjugación. Pues bien, tan to en latín com o en osco-
u m b ro el abl. en -d, que en ide. quedó lim itado a los tem as en -o -
(“segunda declinación”), fue extendido a o tro s tipos, p. ej. lat. prai-
dad, o. toutad, lat. loucarid, o. slaagid ( = fin e ) , lat. castud, etc. La
m ism a desinencia tam b ién aparece en los adverbios que por su fo r­
m a son antiguos instru m en tales en -ë; p o r ej. lat. facilum ed, o. am -
p ru fid ( = im p ro b e ). La form ación del dat. sg. de los pronom bres
personales es tam bién sorp ren d en tem en te sim ilar en am bos grupos:
lat. arc. mihei, u. m ehe, lat. are. tibei, u. tefe, lat. are. sibei, o. sífel.
P asando ah o ra al sistem a verbal, nos encontram os con que los tipos
de conjugación son los m ism os en am bos grupos: es decir, que los
verbos se organizan en las c u a tro conjugaciones que nos son fa m i­
liares p o r las g ram áticas latinas. Adem ás, el o. fufans = erant sugie­
re que el osco-um bro había creado u n im perf. ind. del tipo re p re ­
sentado p o r el lat. am abam (véase p. 270). La form ación del im perf.
subj. es tam bién idéntica: fo ret = o. fu síd (*fu - s ë - d ) . En este m is­
m o sentido se creó u n sistem a de pasiva característico (véanse
pp. 264 s.) a p a rtir de elem entos presen tes en el m ás antiguo ide.:
así sacratur = o. sakarater. Se observan tam b ién sem ejanzas en la
form ación del supino (u. anzeriatu = observatum ) y del gerundivo
(sacrandae = o. sakrannas). F inalm ente podem os m encionar la fu ­
sión del aor. y del perf. ides. en u n único “p erfecto”, y la fusión
de los m odos originarios su b j. y opt. en las form as de subjuntivo
del latín y del osco-um bro.
Sem ejanzas d e ta l alcance en la reorganización de los sistem as
nom inal y verbal ponen al latín en relación m ás estrecha con los
•dialectos itálicos que con cualesquiera otras lenguas ides., aunque
en u n artículo reciente D. M. Jones h a argum entado que los hechos
encajan m ejo r “d en tro de u n esquem a de relaciones del ide. occi­
d ental (véase infra) que en el desarrollo de u n itálico com ún uni-
20 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

fo rm e”. La in terp retació n de esta relación m ás estrecha en té r ­


m inos históricos es, sin em bargo, discutida.
La hipótesis m ás sim ple que p o d ría d ar cuenta de los hechos o b ­
servados es suponer que en algún m om ento en el p asado existió una
com unidad “itálica” en cuyo seno se d esarro llaro n los rasgos com u­
nes que hem os observado en el latín y los dialectos itálicos, y que
las m uy im p o rtan tes diferencias son p ro d u cto del desarrollo in d e­
pendiente tra s la ru p tu ra de e sta com unidad lingüística. P ero u n
p ro feso r alem án, A. Walde, en u n tra b a jo sobre la relación e n tre
itálico y céltico que tendrem os ocasión de d iscu tir m ás adelante,
m antiene que las sem ejanzas e n tre latín y o sco-um bro son un fe ­
nóm eno de convergencia, el reflejo lingüístico de contactos en tre los
dos grupos en u n período co m parativam ente reciente en Ita lia m is­
m a. La escuela italian a de lingüistas apoya esta hipótesis con va­
riaciones secundarias de énfasis. Así, Devoto sostiene que las diver­
gencias e n tre latín y osco-um bro son antiguas y que las sem ejanzas
se desarro llaro n en fecha relativam ente tard ía, cuando los p ro to -
latinos se h ab ían establecido ya en el Latium . Del siglo v m en ade­
lan te —fundación de R om a y presencia de u n a trib u sabina sobre
u n a de las colinas— se establecieron relaciones que desem bocaron
en u n intercam bio de elem entos lingüísticos e n tre los p ro to latin o s
y los osco-um bros; es e sta etap a de aproxim ación progresiva la que
debería ser llam ada “período itálico”. Devoto sostiene que esto no
debe entenderse en u n sentido genealógico que im plique la id entidad
en época an terio r de los d os sistem as lingüísticos. A todo ello pue­
de o b jetarse que la contigüidad geográfica y los contactos sociales
y culturales e n tre pueblos que h ablan lenguas diferentes pueden
desem bocar en sem ejanzas del sistem a fonológico y en intercam bio
de préstam o s de p alabras, pero que las peculiaridades estru ctu rales
fundam entales, tales com o los tipos de tiem po, m odo y form ación
de los casos, no son fácilm ente transferibles. Las evoluciones lin­
güísticas deben ser reconducidas en ú ltim a instancia a actos de h a ­
bla, que son esencialm ente h áb ito s sociales, y h áb ito s sociales tales
com o los testim oniados en los subjuntivos y sim ilares son tra n sfe ri­
bles de u n grupo de seres hum anos a o tro solam ente bajo condi­
ciones tales de intim id ad lingüística que co m p o rten u n a “com unidad
lingüística”. U na in stitución osea com o el “figón” puede llegar a ser
algo arraigado en la vida rom ana, y llevar consigo la p alab ra osea
popina; pero ¿bajo qué condiciones de habla podem os im aginarnos
el intercam bio de u n gerundivo, u n supino o u n im perfecto de su b ­
juntivo en tre hablantes que, en e sta hipótesis de convergencia, se
entendían m utu am en te todavía m enos que los del la tín y osco-um ­
b ro docum entados h istóricam ente? Los conceptos d e “intercam bio
lingüístico”, “esquem as m entales com unes”, “convergencia” y sim i­
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 21

lares, con los que opera Devoto, e stá n dem asiado alejados de los
hechos del hab la real. Los hechos lingüísticos exigen la suposición
en una época y en u n lugar de u n a fo rm a de sociedad que abarque
a rep resen tan tes de am bos grupos itálicos m ayores, esto es, a los
antepasados lingüísticos de los h ab lan tes del latín y de los del osco-
um bro. P ero e sta necesidad no im plica u n a “unidad itálica” que
ab arque a todos los p ro to latin o s y protoitálicos. Como hipótesis m í­
n im a p o d ría b a sta r con suponer que u n grupo de invasores osco-
um bros se fusionó con los protola,tinos, y que fue este in je rto de
un a población ex trañ a en el tronco latino el que p ro d u jo las se m e­
janzas entre latín y o sco-um bro que h an sido punto de p a rtid a de
esta discusión. Las leyendas sobre los orígenes de Rom a — T ito
Tacio y el ra p to de las m u jeres sabinas— parecen im plicar algunos
hechos históricos com o los que hem os postulado (los elem entos sa­
binos en latín se rá n discutidos en pp. 47 s.), y el testim onio de los
dialectos no rom anos del Lacio ap u n ta en la m ism a dirección (véase
capítulo II I ) . Q ueda p o r d ecir que e sta conclusión concuerda en lo
principal con la de Devoto, p o rq u e excluye u n a com unidad “itálica ”
existente antes de la invasión de la península apenina por los a n te ­
pasados de los dos grupos de tribus. Las sem ejanzas m ás estrechas
reunidas bajo el rótulo de “itálico”, estam os de acuerdo en q u e se
d esarrollaro n sobre suelo italiano. Todo lo que hem os sugerido es
que el concepto de convergencia exige traducción a los hechos del
h abla real y a los condicionam ien tos de la sociedad hum ana que
éstos im plican.

L a TEORÍA ÍTALO-CÉLTICA Y LA “ CIVILIZACIÓN DEL NOROESTE”

Llevando ah o ra n u e stra atención m ucho m ás lejos, podem os de­


cir en pocas p alab ras que el m étodo com parativo lia determ inado
que el latín pertenece a u n grupo de lenguas que se extiende desde
la India, en el este, h a sta las lenguas céltica y germ ánica, en el
oeste. En estas lenguas se h a n detectado sem ejanzas de estructura
y de vocabulario fundam ental ta n notables que excluyen toda otra
explicación que la de que descienden de u n antepasado com ún, que
es conocido como indoeuropeo. E sta suposición de una lengua m adre
m ás o m enos uniform e p a ra d ar cu en ta de las sem ejanzas detecta ­
das en el grupo de lenguas em parentadas debe im plicar además
la existencia en u n a época dada d e u n grupo de hablantes de la m is­
m a: el pueblo indoeuropeo. P o r o tra parte, el análisis del fondo
de palab ras com unes h a perm itido a los estudiosos tra z a r una im a­
gen de algunos rasgos de su civilización. Así, parecen, haber tenido
fam iliaridad con el cobre y su laboreo; practicaro n u n a agricultura
22 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

al m enos prim itiva, y dom esticaron algunos anim ales, como la vaca
y la oveja; ad o raro n a u n dios del cielo lum inoso y tuvieron una
sociedad organizada p atriarcalm ente. Sin em bargo, no hem os de
im aginarlos com o u n a com unidad política estrecham ente coheren­
te con u n a lengua uniform e; m ás p robablem ente fueron un agre­
gado indefinido de trib u s sem inóm adas, asentadas p o r algún tiem po
p a ra cultivar el suelo y puestas de nuevo en m ovim iento cuando el
suelo quedaba agotado p o r sus prim itivos m étodos de cultivo, y
que tal vez se reunían de cuando en cuando p a ra celebrar los ritos
religiosos com unes. U na “sociedad” tal m o stra ría inevitablem ente
diferencias dialectales. Además, d u ran te el largo período de m igra­
ciones que con el tiem po los llevaron a los m uy disem inados asen­
tam ientos en que aparecen en tiem pos históricos, algunas trib u s
p ueden h ab er establecido relaciones m ás estrechas por períodos
lim itados, o bien con m iem bros de diferentes trib u s pueden haberse
form ado b andas de nóm adas. P o r ello hem os de c o n tar con la p o ­
sibilidad de que en tre la época originaria ide. y la aparición de los
p ueblos separados en sus h á b ita ts históricos m ed iaran o tras “u n i­
d ad es” de d uración e intensidad variables. E stas com unidades p o ­
d ría n haberse reflejado en la lengua, y el com etido del lingüista es
tra ta r de d etectar p o r m edio del análisis tales afinidades dialecta­
les m ás estrechas d entro del grupo m ás grande. Tal análisis ha
revelado cierto núm ero de peculiaridades que “itálico” y céltico
com parten con exclusión de las o tra s lenguas em parentadas. E nu­
m erarem os los hechos antes de d iscu tir su significación, p o rq u e su
in terp retació n es todavía m uy disputada.

Fonética

1. Las labiovelares ides . 2 (q*, gr«, g*h) m u estran igual trata m ie n ­


to en itálico y céltico, convirtiéndose en labiales en b ritán ico y osco-
u m b ro , y en velares en latín y gaélico (por ejem plo el interrogativo
ide. qHs, etc., aparece en irl. com o cia, en lat. com o quis, en gal.
com o pwy, en o. como p is). Se h a sugerido que estos hechos son
reflejos de u n pasado parentesco dialectal en u n grupo italo-céltico;
que en un a época p reh istó rica los antepasados lingüísticos de celtas
e itálicos vivieron en estrecha proxim idad, y que, así agrupados, el
pueblo p reb ritán ico com partió con los presabélicos este cam bio
q n > p. M ás ta rd e el grupo entero se dividiría y “re -h a ría ”, p a ra
fo rm a r el p reb ritán ico y el pregaélico el céltico com ún, y el “p re -
latin o ” y el presabélico el itálico com ún, siguiendo cam inos sepa­
2. V éan se pp. 227 s. Las len gu as célticas difieren solam en te en el tr a ta ­
m ien to de qv.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 23

rados desde entonces en adelante céltico e itálico. E sta hipótesis


queda invalidada p o r u n sim ple hecho: en to d as las lenguas celtas
la p - ide. originaria h a desaparecido (p. ej. irl. én “p ája ro ” , gal.
edn < *pet~n, cf. lat. penna, etc.) : esto significa que el cam bio
ç» > p en b rit. debe de h ab er tenido lugar después del período co­
m ún céltico y p o r ello o currido independientem ente del cam bio si­
m ilar en osco-um bro. En cualquier caso, un cam bio sim ilar se ha
dado en eólico, en el que las labiovelares tam bién aparecen com o
labiales (p. ej. *penque > πέμπε). P or tan to , el fenóm eno no es p ru e ­
b a concluyente de parentesco m ás estrecho.
2. M ás peculiar, y consecuentem ente de m ayor significación
com o p ru eb a de relación, es el cam bio ocurrido en palabras cuya
p rim e ra sílaba com ienza con u n a labial y la segunda con una labio-
velar: en esas p alab ras la asim ilación se ha dado ta n to en itálico
como en céltico , 3 p— qv > q»—q«: p. ej. ide. *penque “cinco” > ital.-
célt. *q'-‘enque, airl. cóic, agal. pim p, lat. quinque, o.-u. *pom pe (cf.
púm periais “quincuriis”) .

Morfología

1. El gen. sg. de los tem as en -o - acaba en -i: irl. maqi “del


h ijo ”, galo Segomari, lat. dom ini. A unque en sán scrito (véanse
pp. 243 s.) se h an encontrado huellas de un caso adverbial e n ~l,
ello no dism inuye la significación de este fenóm eno. Su incorpo­
ración a la declinación regular en sustitución del gen. originario en
-osyo es u n a innovación com ún a céltico y latín (el osco-um bro ha
hecho la sustitución con -eis p rocedente de los tem as en -i- d e la
te rc e ra declinación), pero com p artid a tam b ién p o r el véneto y el
m esápico, dialecto ilirio (véanse pp. 49 s .).
2. Las form as im personales del verbo en osco-um bro y céltico
está n caracterizadas p o r -r: p. ej. u. ferar “llévese”, gal. gweler “ve”,
irl. herir “lleva”. E sta - r es tam bién m arca del deponente y de la
pasiva en am bos grupos: p. ej. lat. sequor, sequitur, irl. sechur,
sechithir. Se han encontrado estas desinencias -r en o tras lenguas
ides., p o r ejem plo tocario, h e tita y frigio, y el testim onio de dichas
lenguas sugiere que la desinencia - r aparecía originariam ente sólo en
el sg. y en la 3.a p. pl. del presente. T am bién aquí encontram os un
significativo desarrollo com ún de u n rasgo heredado.
3. Los verbos del tip o am a-re, m ané-re en latín form an su
fu tu ro con u n elem ento -b - (amabo, m onebo), derivado de la raíz
ide. bhu “ser” (véase p. 271) ; la form ación es en realidad un tie m ­

3. Véase p. 226.
24 INTRODUCCIÓN AL LATIN

po perifrástico con el significado de “he de a m a r”, etc. El m ism o


tipo se en cu en tra en céltico, p. ej. irl. léicfea “d e ja ré” . Aun cuando
es difícil red u cir las form as atestiguadas a u n único prototipo, p a ­
rece ineludible concluir que el germ en del fu tu ro en -b - existía en
los dialectos de los que se derivaron la tín e irlandés. Innovación no­
table, es testim onio significativo de u n a relación estrecha o tro ra de
itálico y céltico.
4. En ide. el subjuntivo [ N o t a 1 ] 4 se form ó a p a rtir de varios
tem as tem porales p o r adición o alargam iento de la vocal tem ática
e/o : p. ej. en griego hom érico ind. ΐμεν subj. ΐομεν, o ind. λύομεν
sutaj. λύωμεν. Pero en céltico el m odo subjuntivo es independiente
del tem a tem poral y se form a añadiendo -ä o -s a la raíz: p. ej. irl.
bera (her “llevar” ), tiasu (tiag “ir ”) . Los m ism os tipos aparecen en
itálico (véase p. 277) : p. ej. lat. are. advenat con el subjuntivo fo r­
m ado sob re la raíz ven- y no sobre el tem a d e p resente veni-, y
faxo, capso con -s - añadida a las raíces fa c- y cap-, d istin tas de los
tem as de p resen te fací- y capí-. Este rasgo m orfológico, que se en ­
cu en tra solam ente en itálico y céltico en tre las lenguas ides., podría
re su lta r p ru e b a concluyente de p arentesco íntim o. P ero el hecho
de que el subjuntivo sea independiente de los tem as tem porales y
pueda incluso form arse de u n a raíz diferente (p. ej. fuarn como
subj. de sum ) concuerda con los rasgos m ás arcaicos del sistem a
verbal ide., en el que no hab ía conjugación p ropiam ente hablando,
sino que cada tiem po existía independientem ente de los otros. Es
posible p o r ello que los subjuntivos en ä sean arcaísm os, elim ina­
dos en las o tras lenguas ides. y conservados solam ente en itálico
y céltico. Si adoptam os este p u n to de vista, estos subjuntivos tienen
m enor fuerza p ro b ato ria de parentesco, porque, como se apuntó
m ás arriba, los arcaísm os pueden sobrevivir independientem ente en
las diversas lenguas.
5. En la com paración de adjetivos, itálico y céltico m u estran
tam bién concordancias que los vinculan estrecham ente. En ide . 5 el
com parativo se form aba ( 1 ) añadiendo el sufijo -ios a la raíz, p. ej.
ser. nava- “nuevo”, náv-yas “m ás nuevo”; ( 2 ) con el sufijo -tero,
que tenía función “de c o n tra ste ” o “separativa”, así en laevus :
dexter, m agister: m inister, etc. T anto el latín com o el irlandés han
desarrollado y regularizado el p rim e r procedim iento (p. ej. lat. se­
nior, irl. siniu). Tam bién en el superlativo podem os distinguir dos

4. La in d icación N o ta , seguida de un núm ero y en tre corchetes, rem ite a


las N o t a s d e l o s t r a d u c t o r e s (pp. 337 ss.). (N. d e los t.)
5, Es probable que el indoeuropeo n o poseyera un verdadero “com p arativo”,
sin o que los derivados en -io s, -is δη, tu vieran u n valor m uy aproxim ado al del
in g lés biggish, sizish , que tien en fu n ción “rela tiv a ” en cu an to opuestos al s ig ­
nificado “a b solu to” del llam ad o p ositivo (véanse pp. 253 s.).
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 25

tipos: (1) sufijo -t°m o (lat. u ltim us, in tim u s), cuya función origina­
ria fue quizá señalar el “p u n to extrem o de u n continuo espacial” 6,
y (2) el tipo en -is -to (ing. sw eetest, gr. ηδιστος), que com o los n ú ­
m eros ordinales (p. ej. ing. first, al. zwanzigste, gr. -πρώτος, etc.)
indicaba el m iem bro que culm ina o com pleta una totalidad. Este
segundo tipo no se en cuentra en italo-céltico, que sin em bargo tie ­
ne, adem ás del tipo ( 1 ), u n a fo rm a com pleja en -s°mo, que no se da
en ninguna o tra p a rte : lat. m axim us, o. nessim as (= p ro xim a e), airL
nessam , gal. nesaf.

Vocabulario

El análisis del vocabulario revela que hay tam bién cierto n ú ­


m ero de p alab ras exclusivas del itálico y del céltico. P o r ejemplo,,
los verbos cano y loquor tienen co rrespondientes exactos en irl.:
canim y -tluchur. E n tre los térm in o s de agricultura, la raíz que en­
contram os en lat. m etere “segar” aparece en o tro lado con este sig­
nificado solam ente en céltico, p. ej. gal. m edi; asim ism o seges “m ies”
corresponde al gal. heu “se m b ra r” . P a ra las p a rte s del cuerpo p o ­
dem os a n o ta r las ecuaciones cülus = irl. cúl, dorsum = irl. druim ,
pectus = irl. hucht, tülus = irl. sál. P odem os añadir los nom bres
pulvis = gal. ulw, haréna = irl. ganem, terra = irl. tir, avunculus =
gal. ew ythr, saeculum = gal. hoedl; y los adjetivos vastus = irl. fota,
tru x = irl. trú, grossus = irl. bras, m itis = irl. m óith, vätes “b ardo,
vate”, aunque relacionado con p alab ras germ ánicas com o aing. wóp
“canto, poem a”, en cuentra correspondencia exacta en irl. fá ith “p o e ­
ta ” . E ste acervo de testim onios p o d ría parecer capaz d e establecer
u n argum ento fu erte y suficiente en favor de la existencia en un
tiem po de u n a com unidad que ab a rc a ra a los antepasados lingüís­
ticos de los pueblos latino (itálico) y celta. P ero antes de ad m itir
tal cosa hem os de ad v ertir que hay elem entos (1) com unes a cél­
tico y germ ánico, ( 2 ) com unes a itálico y germ ánico, (3) com unes a
los tres, y (4) que las p alab ras pertenecientes a este últim o grupo
se en cuentran con frecuencia tam b ién en balto-eslavo. ■Esto ha
llevado a los teóricos a h ab lar de u n grupo “occidental” de lenguas
indoeuropeas que incluye céltico, germ ánico, itálico y balto-eslavo,.
pero excluye el griego. O rdenem os estos testim onios antes de p r o ­
ceder a valorarlos.

6. V éase p. 254.
26 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Céltico y germ ánico

airl. oeth = gót. aips (ing. oath), airl. orbe = gót. arbi (al. Erbe),
gal. rhydd = gót. freís (ing. fr e e ), airl. rü n “secreto” = gót. runa,
airl. luaide = aing. lead (ing. lead), etc. A éstos hem os de añ adir un
am plio núm ero de p réstam o s que se h an hecho estos dos grupos
d e lenguas, como gót. reiks de la p alab ra célt. ñ x .

Itálico y germ ánico

Se h a n aducido los testim onios siguientes:


1. La evolución t- t > -s-s; p ero tam b ién se en cu en tra en céltico
(véase in fra).
2. La sonorización de fricativas so rd as intervocálicas (p. ej. lat.
aedes de u n a raíz ide. *aidh- que aparece tam b ién en gr. αΐθω) se
d a en los dos grupos; p ero es u n a evolución fonética que fácilm ente
p u d o tener lugar de m an era independiente, y que esto fue así lo
sugiere el hecho de que en itálico el cam bio esté lim itado al latín.
P o r consiguiente, de e sta sem ejanza n o puede e x traerse conclusión
alguna sob re parentesco.
3. El aoristo y el perfecto ides. se h a n unido p ara fo rm ar u n
único tiem po p re té rito (véanse pp. 272 s .) .
4. En am bos grupos (y en céltico) el p arad ig m a del verbo “se r”
está form ado p o r dos raíces, es- y b h u -: lat. est, fu it, ing. is, be, etc.,
irl. is, biuu, etc.
5. El perf. növi se co rresponde p o r su form ación con el aing.
cneow. P ero esta -u aparece en germ ánico tam b ién en el près, cnä-
wan, y el origen del perf. en -u - en latín es cuestión ta n ard u a (véan­
se pp. 273 s.) que e sta ecuación es u n a base dem asiado insegura
p a ra la construcción de teo rías sob re parentesco.
6 . Las form as de perfecto con vocal radical alargada del tipo
de sëdim us se encu en tran tam bién en germ ánico, cf. gót. sëtum .
Debe advertirse, sin em bargo, que en gótico la vocal larga se lim ita
a l plural, de m odo que las form as de singular sëdi, etc., del latín
po drían ser consideradas igualaciones analógicas (véanse pp. 272 s.) .
7. El dem ostrativo lat. is, ea, id = gót. is, ija, ita.
8. A todo esto podem os añadir n u m erosas correspondencias en
el vocabulario. P o r ejem plo, m uchas ecuaciones de verbos está n
lim itadas a itálico y germ ánico: dücere = gót. tiuhan (ing. tug);
cläm äre = a a a . 7 hlamön; tacëre = gót. pahan; silëre = gót. ana-silan.

7. A ntiguo alto alem án.


ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 27

Adem ás, am bos grupos co m p arten en exclusiva térm inos de agricul­


tu ra como far = anor. barr (ing. b a rley), sulcus “surco” = aing. sulh
“a ra d o ”; y adem ás haedus = gót. gaits (ing. g o a t), u lm u s = ing. elm,
annus = gót. apns, “año”.

Vocabulario occidental

Se ha señalado con frecuencia que céltico, itálico, germ ánico —y


a veces balto-eslavo— tienen en com ún p alab ras que no aparecen
en griego, arm enio e in do-iranio. E stas p alab ras son ta n num erosas
y p a rte tan fu ndam ental del vocabulario que las coincidencias, así
se argum enta, no pueden deberse al azar, sino que reflejan un p e río ­
do com ún de civilización, llam ado “la civilización del N oroeste” .
E n tre estas p alab ras en contram os los adjetivos p a ra “verdadero”
(vérus, irl. fir, aaa. w ar = aesl. vëra “fe, confianza”), “ciego” (cae-
cus), “liso” (glaber)·, los n om bres de vegetales corilus “avellano”,
flös “flor”, salix “sauce”, ulm us, irl. lem “olm o” ; los térm inos zooló­
gicos porcus “lechón, cebón” (no “cerdo dom éstico” p o r oposición
a sus “cerdo salvaje, jab alí”, com o se h a dicho a m enudo), m erula
“m irlo ”, n a trix “culeb ra de agua”, piscis “pez” ; térm inos de agricul­
tu ra (objetos y tra b a jo s) : granum , faba, sero “sem b rar” , scabo “ra s­
c a r”, seco “co rtar, segar”, sü go “chupar, m am ar”, m olo “m o ler”
(ide. com ún en el sentido de “m achacar, a p la sta r”), lira “su rc o ”;
térm inos sociológicos: civis, hostis, hom o (que contiene la raíz
*ghem /ghom especializada p a ra significar “ser h u m ano”, com o en
gót. guma, irl. duine, lit. z m u ö ), vas “fianza, g aran tía”; palab ras
varias : verb u m “p a la b ra ” (gót. y a p ru s .), nidus, en el significado
especializado de “nido”, m are, vinco, ferio, cüdo “golpear, fo rja r”,
em o “tom ar, co m p ra r”.
Los hechos, seleccionados y dispuestos así, parecerían sostener
firm em ente las conclusiones que en ellos suelen basarse: q u e los
pueblos que m ás ta rd e h ab laro n las lenguas itálicas después de la
ru p tu ra de la com unidad indoeuropea se asen taro n o perm anecie­
ro n en E uropa y p o r algún tiem po co m p artiero n u n a civilización
com ún con los antepasados lingüísticos de los celtas, germ anos y
balto-eslavos. Pero existen o tro s hechos que p o d rían haeernos d u ­
dar. E n tre esas p alab ras occidentales encontram os, p o r ejem plo, la
m uy im p o rtan te teu tá “pueblo” (o. to u to = lat. civitas, u. tota, irl.
tuath, gót. piuda “nación”) ; y esta p a la b ra falta en latín. Otro tan to
ocurre con la p alab ra occidental p a ra “casa” ejem plificada en irl.
treb, lit. trobà, ing. thorp, que aparece en itálico en o. trííbúrn, u.
trem nu, pero e stá ausente del latín, porque es m uy dudoso que
trabs “viga” esté relacionada con estas palabras. P o r otfo lado,
28 INTRODUCCIÓN AL LATIN

en dom us el latín h a conservado u n n o m b re ide. general q u e no se


encu en tra en céltico, germ ánico o báltico. Tales ejem plos subrayan
lo peligroso que es el b asar conclusiones sobre parentesco en se­
m ejanzas o diferencias d e vocabulario. En cada lengua la d e sap a ri­
ción de p alab ras depende de u n a variedad de facto res cuya in te ra c ­
ción es ta n com pleja que la ausencia de u n a p a la b ra co n creta o
p alab ras en u n a lengua puede m uy bien ser accidental. P o r ejem plo,
ignis “fuego” tiene parien tes en scr. agnís y tam b ién en balto-eslavo;
p ero la p a la b ra falta en o sco-um bro, donde, sin em bargo, u. pir e n ­
c u e n tra sus p arien tes en gr. ττϋρ, ing. fire, y tam b ién en h etita, a r ­
m enio y tocario. Tam bién en este caso el la tín h a perdido u n a a n ti­
gua p a lab ra ide. y roto así u n vínculo incluso con su s m ás próxim os
parien tes e n tre los dialectos itálicos. Igu al sucede con la p alab ra
p a r a “agua”, que el latín designa con aqua, y que tiene parientes
solam ente en germ ánico (gót. ahwa “río ”) y posiblem ente en céltico.
Solam ente en u n sentido d istin to de “ola” conserva el la tín en la
p a la b ra unda la antigua p alab ra ide. am pliam ente atestiguada en to ­
das partes, p. ej. u. utur, ing. water, gr. ϋδωρ, etc. De las dos p ala­
b ra s ides. p a ra “hom bre, v arón” ( 1 ) *uiro, ( 2) *ner, el latín no ha
conservado la segunda (excepto en los n om bres p ropios sabinos
Ñero , 8 N erio), que, sin em bargo, está re p resen tad a en o. níír,
u. n erf (acus. pl.). airl. nert, gr. άνήρ, scr. nár-, etc. Estos ejem plos
p o d ría n m ultiplicarse, pero lo dicho será suficiente p a ra ilu stra r el
pelig ro de los argum entos ex silentio en m ateria de vocabulario.
C ada p alab ra tiene su p ro p ia histo ria, y el tip o de sem ejanzas en tre
lenguas cam bia de u n a p a la b ra a o tra. Así, terra se encu en tra en
céltico e itálico, pero el germ ánico earth tiene u n parien te en gr.
ερ«ς y célfc. ert. S ería fácil, en realidad, com poner u n a lista de p a ­
lab ras latinas que el griego co m p arte co n exclusión de u n a u o tra
lengua del llam ado “grupo occidental”, p o r ejem plo, en tre las p a r­
tes del cuerpo cutis tiene correspondencias en gr. κύτος, en g erm á­
nico (ing. hide) y en báltico (aprus. keu to ); inguen “ingle” tiene
correspondencia exacta en gr. άδήν, con p arien tes tam b ién en ger­
m ánico (anor. 0 k k r); nefrundinés, asim ism o, tien e parien tes sola­
m en te en gr. νεφρός y germ ánico (al. Niere) ; con pellis podem os
igualar πέλλα y aisl. e ing. fell; pénis se relaciona con el gr. πέος y
scr. pásas; p a ra pUgnus “p u ñ o ” se citan gr. πύξ, πυγμή; iecur, una
p ala b ra de u n tipo m orfológico m uy antiguo, se en cu en tra en griego
(fjmxp), litu an o (jä k n o s) e indo-iranio, pero falta en las lenguas oc­
cidentales céltica y germ ánica; germ ánico y báltico carecen asim ism o
de la p alab ra p a ra “hueso”, lat. os, gr. όστέον, scr. dsthi, het. hastäi,
■etc. Algunos térm in o s agrícolas y zoológicos revelan u n p atró n com ún:

8. S egú n S u eton io, T iberiu s, I, 2, N ero — f o rtis ac stren u u s.


ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 29

agnus encuentra u n co rrespondiente exacto solam ente en gr. άμνός


(am bos < *ágenos), presuponiendo las form as célticas una o - o ri­
ginaria (irl. uan, gal. oen) y las eslavas ö- o â - (jagnç); pullus está
relacionado con gr. πώλος, con las p alab ras germ ánicas rep resen ta­
d as p o r ing. foal y con el arm . ul; la p alab ra p a ra “huevo”, ovum,
tiene u n elem ento -u - que aparece solam ente en dór. ώΓεον (y en
ira n io ), m ien tras germ ánico y eslavó no p resen tan huellas d e esa
-u - in terio r (p. ej. al. Ei < *aiya); gláns tiene congéneres en griego
(βάλανος), balto-eslavo y arm enio (kalin); virus “zum o venenoso
de una p la n ta ” está em parentado con airl. fi, gr. Fiôç y ser. visám;
en este grupo podem os incluir los nom bres ier men, term inus “m o­
jó n ”, em parentado con gr. τέρμα, y vallus “estaca”, del que se aduce
u n único pariente, el gr. ήλος (eól. Γάλλοι) , Podem os añadir a éstos
los verbos carpo “coger, a rra n c a r”, em parentado con gr. καρπός; con
p alab ras germ ánicas, de las que escogemos ing. harvest, y con pala­
b ras balto-eslavas, com o lit. kerpû; lego “coger, re u n ir”, del que
solam ente en griego (λέγω, etc.) y en albanés se citan parientes;
o tro verbo técnico sem ejante, glubo “yo pelo”, tiene su co rrespon­
dencia exacta en gr. γλύφος y en p alab ras germ ánicas tales como
ing. cleave (aing. cléofan, aaa. klioban, anor. k ljü fa ); sarpo “p o d a r”
tiene u n a raíz serp que aparece en gr. ορπηξ “brote, renuevo”, en
aesl. srüpü “p o d ad era” y let. sirpis. T am bién creo puede ser incluido
con razón aquí como u n térm ino de labores agrícolas: em p aren ta­
do con crësco, se lo h a relacionado con arm . serem “yo p ro creo”,
serm n “sem entera” y adem ás con lit. seriù “alim en tar” y gr. έκόρεσα,
κόρος “saciar”, “saciedad”. Finalm ente, la p alab ra p a ra “oso”, ursus,
puede refo rzar la cautela en to rn o a los argum enta ex silentio en
m ateria de vocabulario : em p aren tad a con gr. άρκτος, ser. rksas, arm .
a rj y airl. art, se en cu en tra ausente del germ ánico y del balto-eslavo,
en los que h a sido reem plazada p o r nuevas p alabras, quizá p o r r a ­
zones de tabú.
D entro del vocabulario sociológico podem os ad v ertir que la p a ­
lab ra viens puede invocar p arientes en germ ánico (p. ej. gót. weihs
“pueblo”), gr. FoIkoç, ser. vësàs, y en balto-eslavo (p. ej. abúlg.
vlsl “pueblo”) , m ientras que en céltico no existe salvo en préstam os
latinos com o irl. fich. El griego es tam bién m iem bro del grupo que
tiene parientes de n urus “n u e ra ” (ser. snusá, arm . nu, abúlg. snücha,
aaa. snur, gr. νυός). ia n itñ ces “esposas de h erm an o s” está igualm en­
te rep resen tad a en gr. είνάτερες, ju n to con ser. yätar-, arm . ner, alit.
jéntè, aesl. jçtry; pero los m iem bros im p o rtan tes del grupo occi­
dental carecen de dicha palab ra, com o les o curre con la p alab ra
p a ra “herm ana del esposo”, glös, que tam bién tiene u n pariente en
gr. γαλόω ς y esl. zülüva, ruso zólva). Im p o rta señalar, aderbás, en
30 INTRODUCCIÓN AL LATIN

conexión con esto, que líber “libre” tiene su única correspondencia


exacta en gr. ελεύθερος, aunque es posible u n a relación m ás rem o ta
con aaa. liuti “gente” (al. L eu te), etc.
El latín tam b ién co m p arte con el griego —a veces en régim en de
exclusividad— im p o rtan tes térm in o s religiosos y rituales. P o r ejem ­
plo, libare en cu en tra parien tes inm ediatos sólo en el im p o rtan te
grupo gr. λείβω, λοιβή, etc., aunque puede ra stre a rse u n a conexión
m ás d ista n te con el lit. lletl “d e rra m a r”; lat. spondeo “hacer u n a
p ro m esa solem ne”, que pro b ab lem en te hacía referen cia en otro tiem ­
po a la cerem onia religiosa que acom pañaba a la prom esa, es la fo r­
m a causativ o -iterativ a de la raíz que aparece en gr. σπένδω “hacer
u n a libación” ; la antigüedad de esta p a la b ra pued e juzgarse por el
hecho de que tam b ién aparece en het. Sipanti “él hace u n a libación”.
O tro térm in o del vocabulario religioso es voveo, vö tu m : com o pue­
de verse p o r el u. vu fetes (lat. “votis”), la p a la b ra puede se r recon-
ducida a la fo rm a radical *uog*h, a la que perten ecen véd. vâghât
“sacrificio, realización d e u n a pro m esa” y adem ás gr. εύχομαι “yo
suplico”, te m p lu m “el espacio delim itado p o r el au gur” no tiene
p arien te m ás íntim o que gr. τέμενος “recinto sagrado”, de la raíz
*tem “c o rta r”, nem us “bosque sagrado” se asem eja m ás estrecha­
m ente en fo rm a y en significado a gr. νέμος, aunque el ca rá cter re ­
ligioso de la p alab ra e stá señalado m á s fu ertem en te en los re p re ­
sen tan tes célticos, irl. nem ed “san tu ario ”, galo νεμητον9. P o r o tra
p a rte , el céltico no form a p a rte del grupo que p re sen ta térm in o s
religiosos que se corresponden con el lat. daps “com ida sacrificial” ;
el grupo incluye al germ ánico (aisl. ta fn “anim al d estinado al sacri­
ficio”), arm . tawn, y posiblem ente gr. δεΐπνον.
Podem os red o n d ear la p ru eb a con u n variado grupo de palabras
en que coinciden latín y griego con exclusión de u n a o m ás lenguas
del grupo occidental, fa m a (tam bién itálico) tiene correspondencia
exacta solam ente en gr. φήμη (dór. φαμα); el único parien te seguro
de fñ g u s es el gr. ρίγος. E n tre los verbos, ango = gr. αγχω ; la raíz
el “ir ” aparece en am b-ul-are, ex-ul, en gr. έλθειν y en airl. lod “yo
fu i” ; el tem a d e p resente eo, Ire se en cu en tra en griego, lituano e
indo-iranio, p ero no en germ ánico n i en céltico; fugiß, fugäre tienen
parien tes en griego y lituano; lubeo, en griego, balto-eslavo e indo-
iranio; m ereo está em parentado con gr. μέρος, μείρομοα, etc., y la
raíz se en cu en tra en el galo R o-S m erta , nom bre de una diosa, así

9. E. L aroch e, H isto ire de la racin e N EM en grec an cien , p. 259: “L e celto -


germ an iq ue n e m e to - form e en fa ce du g rec-la tin n e m e s- un groupe en ap p aren ­
ce h o m o g èn e.” S in em bargo, señ a la que el estu d io de la on om ástica proporciona
d atos a favor de la existen cia de un tem a en -s e n céltico, h ech o que subraya
los rasgos de la a rgu m en tación ex silen tio.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 31

com o en el het. mar-lc “p a r tir ” (una víctim a) ; los p arientes m ás p ró ­


xim os de periculum , peritus < (ex) perior se en cu en tran en gr. πείρα,
etc., aunque tam b ién el germ ánico p resen ta derivados como aaa.
jara “peligro”; el im p o rtan te verbo dö, da, existente en griego, balto-
eslavo, arm enio e indo-iranio, falta en céltico y en germ ánico; para
iacio sólo encontram os u n p arien te en gr. ϊημι, ?)κα; salio tam poco
tiene correspondencia exacta m ás que en gr. αλλομαι.
P asando a los adjetivos, el p arien te m ás próxim o del lat. brems
es el gr. βραχύς, si bien en gótico y en avéstico hallam os derivados;
cavus suele ponerse en ecuación con gr. κοίλος ( * k o F i X o ç ) y con irl.
cma ( *Icouio ) ; sólo en gr. δεξιτερός hallam os el sufijo que indica “un
m iem bro de u n p a r en c o n tra ste ” unido a la raíz que significa “de­
rech o ” y que aparece en dexter; tam b ién p a ra scaevus proporciona
el griego con σ κ ά ρ ο ς el único paralelo perfecto, m ien tras que laevus
se corresponde exactam ente con gr. XaiFôç y aesl. lëvü; paucus, al
igual que paulius y pauper, contiene la raíz *pau que encontram os
en gr. παυρος y en gót. fawai “poco” ; lëvis “suave” se iguala con
gr. λείος. Podem os te rm in a r la lista con el p ro n o m b re am bo, que
se corresponde exactam ente con gr. αμφω.
El testim onio p resentado en los p á rra fo s precedentes tiene como
finalidad im pugnar las tesis de la particip ació n del la tín en u n a ci­
vilización del n oroeste de E uropa de la que h ab ría que excluir al
griego. N uestra posición es que tales tesis pueden no ser m ás que
rebuscados argum enta ex silentio que se apoyan en la pérdida fo r­
tu ita p o r el griego de m uchas de esas· p alab ras “occidentales” des­
pués de la en trad a en la península balcánica de los pueblos greco-
parlantes. Como co ntraargum ento hem os aducido un núm ero
im p o rtan te de p alab ras que el griego com parte con el latín con ex­
clusión de algunas o todas las dem ás lenguas occidentales. Es p re­
ciso in sistir en que, al o b ra r así, n u estra intención ha sido puram ente
destructiva. Las coincidencias greco-latinas se deben probablem en­
te a la conservación independiente de elem entos del m ás antiguo
vocabulario ide. No im plican necesariam ente u n parentesco especial
en tre griego y latín que lleve a p o stu lar u n a unidad “italo-greca”
prehistórica. ’

A f in id a d e s ít a l o - g r e c a s

Una unidad de esta clase ha sido defendida por cierto núm ero
de estudiosos que llam an la atención sobre las sem ejanzas siguientes:
1. En am bas lenguas el acento de p alab ra no puede ir m á s allá
de la tercera sílaba a co n tar desde la final —la antepenúltim a—,
m ientras que en indoeuropeo el acento era absolutam ente libre.
32 INTRODUCCIÓN AL LATIN

Ahora bien, las condiciones varían de u n a a o tra lengua, y en todo


caso el sistem a de acentuación del latín clásico es u n fenóm eno re ­
lativam ente reciente, ya que en el latín p reh istó rico h abía u n fuerte
acento de intensidad sobre la p rim era sílaba de la p alab ra (véanse
pp. 212 s.). [ N o t a 2.]
2. En am bas lenguas las oclusivas sonoras aspiradas se hacen
sordas (p. ej. bh > ph). Ahora bien, este fenóm eno, aun adm itiendo
que esté verdaderam ente com probado —es hipotético p a ra el itálico
prim itivo—, es tan com ún en fonética que p o d ría haberse producido
independientem ente, al igual que en griego postclásico las aspiradas
sordas se hacen fricativas, llegando a ser así φέρω y /ero (< *bherö)
m ás o m enos idénticos en su pronunciación.
3 . Dignos de mayor crédito son ciertos rasgos com unes en el
terreno de la morfología. Así, el nom. pl. de los tem as en -o - te rm i­
n ab a originariam ente en -ös, form a que todavía m antenían indo-
iranio, germ ánico y osco-um bro. Sin em bargo, tan to el latín como
el griego la sustituyeron p o r -oi, que caracterizaba a los d em o stra­
tivos (véase p. 244).
En am bas lenguas, asimismo, el nom. pl. originario de los tem as
en -a-, que era en -äs (p. ej. o. aasas = arae) , fue reem plazado por
-ai según el -oi de la segunda declinación. E ste contagio p o r contac­
to de los nom bres por los dem ostrativos que los preceden es, sin
em bargo, u n fenómeno corriente, y la coincidencia de latín y griego
descansa probablem ente sobre desarrollos independientes. Volve­
m os a encontrarlo en la desinencia del gen. pl. de los tem as en -a^.
En indoeuropeo la desinencia era öm < ä-öm . En cam bio, la form a
correspondiente del dem ostrativo fem enino era *täsöm (cf. lat.
is-tarum , gr. τά(σ)ων), y esta desinencia fue llevada a los nom bres
fem eninos correspondientes (regin-arum, θεδ(σ) ω ν).
En am bas lenguas encontram os u n a interacción sem ejante entre
los nom bres en -ä- y los en -o- en el ac. pl. En ide. aparecía como
-ä -n s y -o-ns, pero en el prim ero probablem ente desapareció la -re-
produciendo la desigualdad -äs, -ons. T anto el latín como el griego
restablecieron la sim etría reintroduciendo -ans en la p rim era decli­
nación; luego, en latín y en la m ayoría de los dialectos griegos (ad­
viértase, sin embargo, cret. τονς έλευθερονς, etc.), -n - desapareció con
alargam iento compensatorio de la vocal precedente, de m odo que la
desinencia de vi-äs, etc., pasó a ser idéntica con la de τιμάς, etc.
Tam bién en el verbo encontram os un ejem plo de desarrollo in ­
dependiente que produce una coincidencia engañosa. El “im perativo
fu tu ro ” se form aba por adición del ablativo del dem ostrativo -töd
al tem a del imperativo —p. ej. datód, gr. δότω(δ)— . Estas form as
servían p a ra cualquier persona y núm ero, pero tan to el griego como
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 33

el latín han creado form as p a ra la 3.a p. pl., de m odo que feru n to se


asem eja estrecham ente a φερόντω (véase p. 276).
4. De las sem ejanzas de los vocabularios heredados hem os tr a ­
tado ya, pero adem ás en tre am bas lenguas se h an originado “isoglo­
sas” (véase p. 40) p o r p réstam o s culturales de la civilización m edi­
te rrá n e a con la que u n a y o tra e n tra ro n en contacto (véanse pp. 64
ss. sobre cornus, porrum , malva, vaccinium , ervum , etc.). E stas iso­
glosas no tienen, p o r supuesto, relación alguna con la cuestión de
u n a unidad preh istó rica italo-greca.
P a ra resu m ir podem os decir que las diferencias entre griego y
latín pesan m ás que las sem ejanzas, debidas en b u en a m edida a
desarrollos paralelos y a p réstam o s independientes de lenguas m e­
d ite rrán eas desconocidas . 10
Las coincidencias en tre latín y griego debidas a la conservación
de elem entos antiguos de la lengua m ad re ide. no pueden, p o r des­
contado, utilizarse com o p ru e b a de u n parentesco p a rticu lar en el
período que siguió a la desm em bración de la unidad ide. Si su n ú ­
m ero parece relativam ente am plio, hay que atrib u irlo a los hechos
accidentales que nos h an p roporcionado u n a cantid ad apreciable de
textos francam ente antiguos tan to p a ra el latín como p a ra el griego.
Si tuviéram os textos de fecha sim ilar p a ra el céltico y el germ ánico , 11
el esquem a de relaciones p resen taría, sin lugar a dudas, un aspecto
m uy diferente.

F enóm enos m a r g in a l e s

En los p á rra fo s inm ediatam ente p recedentes hem os venido con­


siderando algunas características com partidas con u n a o m ás len­
guas occidentales, grupo de dialectos del que cabe razonablem ente
suponer que h ab ría quedado en estrech a proxim idad geográfica des­
pués de la ru p tu ra de la unid ad ide., d esarrollando así rasgos com u­
nes. Pero, ap arte de éstos, los estudiosos h an detectado en itálico
y céltico o tro s rasgos que son com partidos p o r lenguas del otro
extrem o del m undo ide., y que faltan en cam bio en las lenguas in~

10. La in flu en cia directa del griego sobre el la tin será tratad a en el p ró ­
xim o capítulo.
11. El galo o céltico co n tin en ta l n os es conocido solam en te por algu n as
breves inscrip cion es y por palabras citad as por au tores la tin o s y griegos. El
testim o n io m á s an tig u o para el gaélico so n las in scrip cion es ogám icas, que
d ata n del siglo v d. C. El germ án ico h a ce su prim era ap arición en las in scrip ­
cion es rú n icas del siglo i n d. C., y su prim er te x to im p ortan te e s la trad ucción
gótica de la B ib lia por U lfilas, obispo del siglo iv d. C. E n cu an to al báltico, los
d ocu m entos m á s an tigu os —la traducción d el catecism o de Lutero— d a ta n so­
la m en te del sig lo XVI.
34 INTRODUCCIÓN AL LATIN

term edias. En o tra s p alab ras : tenem os que in tro d u cir u n a clasifi­
cación nueva, la de caracteres “periférico s” com o opuesta a la de
“cen trales” . T am bién en este caso se rá lo m e jo r en u m erar los he­
chos antes de pro ced er a d iscu tir su significación y las conclusiones
que legítim am ente p uedan ex traerse de ellos.
1. El latín p resen ta u n a fo rm a d e te rc e ra p erso n a del plu ral del
perfecto de indicativo, tipo dix-ëre, que carece de la característica
-n t que observam os en dicunt, dicebant, dixerunt, dixerant, etc.
P ues bien, desinencias sem ejantes con - r se en cu entran en h e tita
(-ir) y en to cario (-ar, -a re), en ta n to que en in d o-iranio el p e r­
fecto y el optativo tien en su te rc e ra p erso n a de p lu ral ca ra c teri­
zada tam bién p o r -r (para detalles véase p. 275). Tales desinencias
no se en cu en tran en las “lenguas cen trales” como el griego, ger­
m ánico, báltico o eslavo, que, p o r consiguiente, deben haberlas
elim inado en época prehistórica.
El latín conserva o tra s dos peculiaridades del perfecto que p u e­
den rem o n tarse al período m ás arcaico del indoeuropeo.
2. El tipo corriente de perfecto [N o ta 3] en -v-, como am ávit,
docuit, etc., se considera com o desarrollado a p a rtir de form as como
ηδυϊ, que tiene u n a característica -υ - que aparece tam bién en scr.
jajñau “él h a conocido”, así com o en el arm . cnaw “él h a nacido” .
Lo notable es q u e esta -v - aparecía originariam ente sólo en la p r i­
m era y te rc e ra perso n as del singular: así toe. p rakw ä = *precaví,
m ien tras que el h e tita p re se n ta form as de p re té rito en -u n p a ra la
p rim e ra p erso n a del singular, donde aparece la desinencia -n unida
a la característica Tam bién en este caso se h a llegado a la con­
clusión de que se tra ta de u n tipo antiguo del que sólo quedan re s­
to s en lenguas “m arginales” , com o indo-iranio, tocario, h etita, a r­
m enio y quizá céltico, habiendo form ado con él el la tín su tipo m ás
característico de perfecto. D ebem os advertir, sin em bargo, que en
sán scrito la desinencia -u aparece sólo en p erfectos reduplicados
com o papräu “yo he llenado” (ide. *plé “llen ar”), m ien tras que en
latín ningún p erfecto en -v - aparece caracterizado tam b ién p o r re ­
duplicación (véanse pp. 273 s .) .
3. La o tra peculiaridad flexional del p erfecto latino que presen ­
ta paralelo en o tra s lenguas es el elem ento -is- [N o ta 4] que ap a re ­
ce precediendo a las desinencias de segunda perso n a: dixisti, dixis­
tis. T am bién en h e tita el p re té rito m u e stra a veces u n a -s- ante las
desinencias q u e com ienzan con -t- , p ero n o an te las que em piezan
p o r vocal; en to cario y védico se h an observado hechos sim ilares.
L a conclusión es que tam b ién aquí h a conservado el latín u n rasgo
arcaico del sistem a de conjugación ide. que aparece, adem ás, sola­
m en te en lenguas periféricas. E ste elem ento -is-, sin em bargo, ap a­
rece tam b ién en todos los dem ás tiem pos y m odos del perfecto
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 35

latino (dixero, dixeram , d ix isse ), asi como, indirectam ente en la


nueva desinencia de la tercera p ersona del p lu ral dïxërunt, que ha
sustituido a dixëre (para detalles véanse pp. 274 s.), y m uchos es­
tudiosos hacen rem o n tar estas form aciones del p erfecto latino a un
originario aoristo en -s - (véase p. 275).
■4. Se h a detectado todavía o tro rasgo “periférico” en el hecho
de que m ien tras o tras lenguas ide. tienen u n a form a específica de
fem enino p a ra los p articip io s de p resen te y de perfecto, el latín tie­
ne una única fo rm a com ún, p. ej. ferëns. D ado que tam poco el he-
tita hace distinción e n tre m asculino y fem enino y lo m ism o ocurre
en arm enio, o tra lengua “periférica” , se h a concluido que el indo­
europeo no com pletó el proceso de distinción form al de género en
tales palab ras h a sta después de la separación de las gentes que fue­
ro n los antepasados lingüísticos de los hablantes d e lenguas p eri­
féricas. Sin em bargo, esto sólo se puede defender olvidando o re ­
chazando la explicación altern ativ a de que en este caso el desarrollo
form al del latín h a b o rrad o u n a distinción de género originariam ente
indoeuropea. P a ra el hetita, la m ás reciente g ram ática digna d e ver­
dadero c ré d ito 12 afirm a: “El h etita distingue dos géneros, el genus
com m une (m asculino-fem enino, género perso n al), que com prende
los antiguos m asculino y fem enino, y el genus n eu tru m .” Además,
en este caso se olvida el testim onio de o tras lenguas periféricas: por
ejem plo, form aciones de fem enino com o sati, p articipio de presente
sán scrito de es “se r”, llevan en sí to d as las señales de una verdade­
ra antigüedad. Con todo, la fo rm a correspondiente m ás cercana
que encontram os en ’έ ασσα « .* e s n tis ) del griego, u n a de las len­
guas llam adas “centrales” . R esulta difícil conciliar este tipo d e he­
chos con el postulado de la separación m ás antigua del indo-iranio
—como lengua periférica— del cuerpo principal de la lengua m adre
ide. (para o tro s rasgos com unes del griego y el indo-iranio, tales
com o el aum ento y la p artíc u la prohibitiva, véase p. 41).
5. Los estudiosos h an preten d id o d etectar tam bién en el voca­
bulario latino elem entos m arginales sem ejantes, com partidos sola­
m ente con el céltico y las lenguas del extrem o o riental del m undo
ide. En p articu lar se h a p restad o atención a p alab ras de las esferas
de la religión y el derecho. La p a la b ra rëx “rey ” aparece en céltico,
p. ej. irl. rí, fem. rígain, galo D u m n o -ñ x (tam bién com o préstam o
céltico en germ ánico, p. ej. ing. bishop-ric), en el occidente y, ade­
m ás, solam ente en indo-iranio: ser. rajan-, fem. r&jñi. Muchos p o ­
nen en ecuación flä m en “sacerdote” con ser. brahmán, si bien la
- ä - del latín p resen ta dificultades; o tro s derivan la palabra latina
de * b h lä d -(s)m e n y citan com o parien tes el gót. blötan “a d o ra r” y

12, J. F r i e d r i c h , H e th itisc h e s E lem en ta rb u ch , I, 14.


36 INTRODUCCIÓN AL LATIN

el anor. blöt “ofrenda, víctim a”. T am bién se h a puesto en relación


iüs con scr. y öh “ ¡salve!” y avést. yaoz-dadäiti “purifica”. A la fo r­
m a originaria reconstru ib le *yevos o *yovos se le d a el significado
prim itivo de “fórm u la religiosa que tiene fuerza de ley”. P o r ello
iüdex significa “el que p ro n u n cia la fórm ula sag rad a”, y ius turare
“pronunciar la fórm u la sag rad a”. El térm in o h a sido secularizado,
naturalm ente, en latín, de m odo que Servio com enta a propósito
de Virgilio (Georg., I, 269) : “ad religionem fas, ad hom ines iu ra
p ertin en t”. P alab ra de la m ism a esfera es lëx “ley”, térm ino que de­
signa las disposiciones p articu lares cuyo con ju n to constituye el iüs.
Quienes defienden la teo ría “m arginal” igualan lëx con el véd. rájani
(locativo) “bajo la ley” y el avést. razan- “ley religiosa”. A hora bien,
estas palabras in d o -iranias tien en m ejo r conexión con la raíz reg
“estirar, enderezar, reg ir”, y lëx se relaciona o bien con el verbo lego
“coger, escoger”, que, sin em bargo, d eja sin explicar el desarrollo
sem ántico, o bien con la raíz *legh “yacer, ten d er”, que aparece en
el ing. law “ley, derecho” (aing. lagu). De m ayor pro babilidad goza
la ecuación de o tra p a la b ra religioso-legal, crëdo, con el scr. srád-
dadháti, com puesto de u n no m b re radical *kred y el verbo *dhë
“poner, hacer”, com puesto que vuelve a aparecer en el avést. zrazdä
“creer”. El nom bre *kred, argu m en tan los defensores de esta teoría,
indicaba en o tro tiem po el pod er m ágico de u n objeto, y la expresión
verbal com puesta *kred -d h é significaría p o r consiguiente “poner
poder mágico d en tro de u n a p erso n a o cosa”, operación de la que
resultaría el sentim iento de fe o confianza. P ero en este caso, como
en el de ius, el em pleo es profano y m aterial, al igual que el del
nom bre correspondiente fidës. Catón, p o r ejem plo, aconseja vilicus
credat nem ini “que el casero no p reste a n adie”. D ecir que el sig­
nificado religioso que aparece en in d o -iran io es el originario es, por
tanto, una presunción, y se p o d ría sugerir con no m enos p robabili­
dad que *kred en u n p rim e r m om ento significara algo así como
“p ren d a” depositada en m anos de o tra persona, creando y sim bo­
lizando así la relación de fe y confianza, u n a acción que puede apli­
carse tam bién a las transacciones con los dioses, quizá sobre la base
del do u t des. O tro térm ino legal que m u e stra u n a distribución
“m arginal” sem ejante es res. E ncontram os una correspondencia
exacta en el véd. rám (acu s.), que significa “riqueza” . Tam bién en
galés medio rai tiene el significado de “riqueza”, “propiedad”. En
latín el significado originario de “p ro p ied ad ” aparece todavía cla­
ro en expresiones como res familiaris.
Parece evidente que tales concordancias e n tre lenguas situadas en
polos opuestos del m undo ide. excluyen la posibilidad de que se tr a ­
te de innovaciones com unes de esas lenguas. Las sem ejanzas sólo
pueden explicarse suponiendo que las lenguas en cuestión han con­
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 37

servado rasgos antiguos de la lengua m adre. Que ta l conservación


se deba a la posición “m arginal” de estas lenguas es una tesis m ás
du d o sa y que im plica u n a cuestión de m etodología digna de discu­
sión, sobre todo p o rq u e se h a hecho u n uso acrítico del principio
d e marginalitá, especialm ente p o r la escuela italiana de la “neo-
lingüistica” . El principio en cuestión procede de los estudios de geo­
grafía dialectal. En u n m ap a dialectal, p o r ejem plo el de los térm inos
galorrom ánicos p a ra designar a la “yegua”, vemos que la form a
está n d a r francesa ju m e n t se extiende sobre la m ayor p a rte de
la F rancia cen tral y septentrional; cavalla, fo rm a in tru sa proceden­
te de Italia, ocupa u n a región com pacta en el sur, m ientras que la
antigua palabra, equa, se en cuentra sólo en el Macizo C entral y en
unos pocos lugares aislados de los Pirineos y los Alpes. Se ha con­
servado, p o r tanto, en áreas m arginales y aisladas. S on tales m apas
los que han llevado a los lingüistas a fo rm u lar el principio de que
las áreas m arginales tienden a ser arcaicas. P ero hem os de tener
p resen te que en la m ayoría de los países en que se han llevado a
cabo estudios de geografía lingüística del tipo referido encontram os
u n cúm ulo de com unidades locales organizadas en u n estado n a ­
cional en el que los dialectos está n expuestos al influjo de u n a len­
gua uniform ad a que p e n e tra en to d as p artes, irrad iándose desde
u n centro cu ltu ral y adm inistrativo. Es esencial com prender q u e el
im pacto de la lengua unifo rm ad a so b re el hablante de un dialecto
produce u n fenóm eno de bilingüism o: el que habla dialecto en tien ­
de, p o r lo m enos, la lengua uniform ada. Si su com unidad e stá ais­
lada, el hablante en cuestión tiene m enos contacto con los de la
lengua uniform ada y está p o r ello m enos expuesto a innovaciones
procedentes de esa fuente. T am bién es verdad, naturalm ente, que se
ve privado de la influencia p ro te c to ra y conservadora de la lengua
uniform ada. Pero lo fundam ental en geografía lingüística es que un
áre a lingüística dada es el cam po donde actú an fuerzas lingüísticas
sociales, que operan p o rq u e el h abla es u n proceso m im ético. Así,
pueden op erar (a) d onde hay inteligibilidad m utua, y (b) donde la
contigüidad geográfica y los m edios de com unicación aseguran el
necesario contacto en tre hab lan te y oyente. Si ahora volvemos a las
interrelaciones de las lenguas indoeuropeas, nos encontram os con
que desde su base caen fuera, de los principios de la geografía dia­
lectal. ¿Con referencia a qué centro de innovación puede ser lla­
m ado el sán scrito á rea m arginal o á re a central? Podem os preg u n ­
ta r: central ¿respecto de cuál?, m arginal ¿respecto de cuál? En el
segundo milenio antes de C risto, indo-iranio, hetita, griego, latín, cél­
tico, etc., existían en regiones geográficam ente m uy distantes. Pues
bien: ¿dónde estaba el estado organizado? ¿Dónde estaba la lengua
unifo rm ad a basada en la solidaridad de u n a clase dominante?· ¿D ón­
38 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

de la carrera política ab ierta al hom bre que poseía el don de la


palabra? ¿Dónde, luego, el bilingüism o en co ntinua expansión, el
contacto de hom bre con hom bre, que es el único que hace posible
la cadena in in terru m p id a de procesos m im éticos subyacentes a la
difusión de determ inadas form as lingüísticas a p a rtir de u n centro
de innovación? Algunos ejem plos escogidos de en tre las palab ras ya
estudiadas d e ja rá bien claro lo inadm isible que re su lta la aplicación
de los conceptos de la geografía dialectal a u n a serie to talm en te dis­
tin ta de hechos lingüísticos. ( 1 ) aqua se h a dicho que es m ás arcaico
que (2 ) ϋδωρ p orque el segundo se en cu en tra en el áre a central, es
decir, innovadora, según se m u e stra en el cuadro siguiente:

g erm . la t. o.-u. gr. h e t. in d o -ira n .

(1) g ó t. a h v a , e tc . aqua
(2) gót. w a to , (u n d a ) u tu r Οδωρ m a ta r u d n a íj,
w a tin s (g en .)

Según esta teoría, el latín es m ás m arginal que el um bro. Pero la


concordancia de germ ánico, h e tita e indo-iranio, ju n to con el m uy
arcaico tipo de declinación docum entado en gót. w atins, het. w ete-
nas, ser. udnas, dem u estra p o r encim a de toda d u d a razonable que
esta palabra pertenece al m ás antiguo fondo indoeuropeo. Queda
p o r añadir que el céltico, en la p eriferia occidental extrem a, h a in ­
troducido en su lugar u n a p alab ra nueva: irl. dobur, gal. dw fr, bret.
dour, que aparece tam bién en el topónim o germ ánico U erno-dubrum
“agua de aliso”. T am bién se dice que ignis es m ás antiguo que pur
porque el segundo se en cu en tra en u n área central, es decir, inno­
vadora, con la siguiente distribución:

germ . la t. o.-u. b a lto -e s l. gr. in d o -ir a n .

(1) ig n is lit. u g rñ s a g n ih
(2) jir e p ir ■πυρ

E sta vez el germ ánico es m enos “m arginal” que el latín, y, al


igual que en el caso anterior, el u m b ro fo rm a grupo con el griego
p a ra com partir u n a p alab ra cuya presencia en to cario (puw ar “fue­
go”) dem uestra que pertenece al fondo m ás antiguo. Una vez m ás
el céltico — ¡m arginal y arcaico !— sigue u n cam ino propio : irl. ten
“fuego”, gal. tán, bret. tan, p a la b ra que se h a p u esto en relación
con avést. tafnah “calor”. La cuestión no precisa m ás discusión.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 39

Q uedará ahora claro que los conceptos fundam entales de la “lin­


güistica de las áre a s” ■ —centro de innovación, m arginalidad y sim i­
lares—, derivados com o son en buena m edida del estudio del com ­
p o rtam ien to de dialectos en estados organizados centralm ente y en
los que u n con ju n to dado de fuerzas sociales gobierna la difusión
im itativa de los d atos lingüísticos, no tienen validez si se los aplica
a u n a serie to talm en te d iferen te de hechos lingüísticos, a saber, las
interrelaciones de lenguas m utu am en te ininteligibles disem inadas
p o r inm ensas extensiones geográficas.
Los m étodos y principios de la geografía lingüística son aplica­
bles en sentido estricto solam ente a m aterial sincrónico reunido
d e n tro de u n sistem a de dialectos dotado de estrecha coherencia.
P a ra p erm itir la aplicación de tales principios a los dialectos ide.
tendríam o s prim eram ente que red u cir el m aterial disponible, ates­
tiguado en fechas m uy divergentes y bajo diferentes circunstancias,
a u n a base sincrónica. T endríam os, p o r ejem plo, que reconstruir
prim ero el céltico de hacia el 2000 a. C. y situarlo en la posición
geográfica que ocupaba p o r esa fecha, y h acer lo m ism o con todos
los dem ás-grandes grupos ide. Ya hem os apuntado lo difíciles y dis­
cutibles que serían tales reconstrucciones, p o r lo fragm entario del
m aterial disponible. En p a rtic u la r deben tra ta rs e con la m ayor pre­
caución las concordancias y discordancias de vocabulario e n tre las
lenguas ides. Las lenguas renuevan fácilm ente, p o r m últiples inci­
dentes lingüísticos e históricos, su vocabulario heredado. Tanto es así
que sólo p a ra u n a p equeña p a rte del léxico de las lenguas ides. se
h an establecido conexiones etim ológicas razonablem ente seguras, y,
en la realidad, m uy pocas p alab ras están rep resen tad as en todas las
ram as de la fam ilia ide. Los casos d e supervivencia de palabras p a r­
ticulares p o d rían reg istrarse p o r m edio de fichas perforadas que
p o d rían entonces ser clasificadas p o r u n a m áquina com putadora
— ¡aunque el diám etro de las perforaciones ten d ría que ser variable
p a ra rep resen tar los diferentes grados de credibilidad de la etim o­
logía!—. De este m odo se obten d rían estadísticas de las diferentes
interrelaciones, de las cuales hem os discutido ya algunas, y u n a vez
q ue quedara aclarada satisfactoriam ente la cuestión de la significa­
ción de las estadísticas, serla posible una interpretación m ás con­
vincente de los hechos de vocabulario. E n tretan to puede dud arse de
que en el caso de rëx, léx y sim ilares tengam os elem entos de u n vo­
cabulario arcaico conservado solam ente p o r grupos desgajados en
época tem p ran a de la m asa principal de la nación ide. y desapare­
cido en la p a rte “cen tral” del dom inio. Tenem os que preguntarnos,
p o r ejem plo: ¿en qué fecha apareció en griego la palabra extraña
βασιλεύς, y a qué p a la b ra reem plazó? Si reem plazó a rëx en el se­
gundo m ilenio antes de C risto, después de que los griegos e n tra ran
40 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

en Grecia, la innovación no tiene nada que ver con la posición “cen­


tra l” del griego entre las lenguas ide. Es u n hecho to talm en te p a ra ­
lelo con el de la sustitución de los nom bres del “agua” y el “fuego”
en el “m arginal” céltico y la sustitución del nom b re antiguo del
“caballo” equus, etc., por u n derivado *hrossan “el saltador, co rre ­
d o r” en germ ánico occidental (la p alab ra antigua sobrevive en aing.
eoh, gót. aíhwa, aaa. ehu). La p érdida de réx en griego pudo m uy
bien ser un sim ple accidente de vocabulario acaecido en época ta rd ía
y no m ás significativo que la supervivencia de los no m enos im p o r­
tantes térm inos religiosos σπένδω, λείβω, τέμενος, etc. (véase su p ra).
La m ism a crítica puede aplicarse a o tros inten tos de determ i­
n ar las afinidades dialectales del latín. Se h a señalado, p o r ejem plo
que ciertos grupos de lenguas ide. tienden a confundir o y a: ide.
*októ(u) “ocho”, gót. ahtau, lit. aStuoni, scr. astäu. E sta tendencia,
que aparece en indo-iranio, balto-eslavo, albanés y germ ánico, no
se encuentra en céltico, itálico y griego, y se la considera como una
“isoglosa” im portante p ara dividir en grupos los dialectos ide. El
térm ino “isoglosa”, tom ado a los geógrafos lingüísticos, es em ­
pleado habitualm ente por los lingüistas p a ra indicar u n rasgo com ún
com partido p o r cierto núm ero de lenguas o dialectos. Tam bién en
este caso será conveniente considerar las im plicaciones del térm ino
antes de aplicarlo sin sentido crítico a u n cuerpo de m aterial to ta l­
m ente diferente. Sobre el m apa lingüístico que señala las v arian­
tes dialectales de u n rasgo lingüístico dado se tra za u n a línea
que une las localidades que presen tan u n rasgo com ún. Ac­
tuam os así porque la contigüidad geográfica y los hechos conocidos
de la historia política y social nos au torizan a concluir que los fe­
nóm enos separados están enlazados p o r cadenas de procesos m i-
méticos. La línea, la isoglosa, es u n a expresión de tal conexión. Pero
el aplicar el térm ino “isoglosa” a sem ejanzas d etectadas en lenguas
am pliam ente dispersas y m utuam ente ininteligibles p reten d e ignorar
uno de los escalones de la argum entación, a sab er: que las sem e­
janzas en cuestión sean de tal categoría que excluyan la posibilidad
de desarrollo independiente y exijan la suposición de u n a com unica­
ción e im itación lingüísticas en algún período de la historia. U na
breve reconsideración del cambio o > a es suficiente p a ra hacer
saltar el engaño que subyace al empleo del térm ino “isoglosa” en
este caso. Es u n cambio fonético relativam ente secundario, que ha
vuelto a producirse en época m ás reciente en algunos dialectos del
inglés (strop y strap son dobletes dialectales), así com o en algunas
variedades del inglés americano m oderno. El proceso es, p o r tanto,
de tal naturaleza que tenemos que d ar u n a resp u esta afirm ativa a
la pregunta que el com paratista debe fo rm u lar constantem ente :
¿puede tra ta rse de algo accidental? Siendo esto así, hay que d es­
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 41

p o ja r al paso de o a a de la im p o rtan cia que se le h ab ía dado en la


discusión de las relaciones dialectales indoeuropeas, y sería m ás
p ru d en te evitar en absoluto el em pleo del térm in o “isoglosa” con
■sus im plicaciones de “conexión p o r cadenas d e procesos m im éticos”.
Quizá de m ayor im portancia com o criterio de interrelación sea
el cam bio provocado p o r la yuxtaposición de dos oclusivas dentales
en palabras como *vid-tos, donde el tratam ien to latino vïsus
( < víssus) recuerda el del germ , wissan (< ide. w id -la n ), en con­
tra ste con el gr. (F) ιστός. E ste resultado -s s - se encuenta en itáli­
co, céltico y germ ánico, - s í- en griego, eslavo e iranio. Es este últim o
hecho el que debilita la signiñcación del fenóm eno, porque el ind.
sa ttá difiere del íntim am en te em parentado irán, hastö (am bos < ide.
*sed-to-, cf. lat. sessu s), y ello sugiere que el desarrollo es relativ a­
m ente reciente en iranio e independiente del cam bio sim ilar regis­
tra d o en griego y en eslavo. Se ha supuesto que en ide. prim itivo
- t - t - h ab ría dado -ts t-, com binación fonética que se habría sim pli­
ficado según u n núm ero lim itado de posibilidades, pero de modo
independiente, en las lenguas particulares. Esto no resu lta irrazo ­
nable, y, si es verdad, tam poco este fenóm eno puede ser co n tem ­
plado com o u n a “isoglosa” que im plique “conexión p o r cadenas de
procesos m im éticos” y, en consecuencia, com o índice de relación
dialectal.
M ás firm em ente establecida e stá la isoglosa relativa al tr a ta ­
m iento de las oclusivas guturales indoeuropeas, que en u n a serie
de lenguas aparecen com o fricativas. El ejem plo que se suele citar
habitualm en te es el n o m b re del núm ero “cien”. La gutural aparece
in alterad a en lat. centum , irl. cet, gr. έκατόν (gót. hu nd ha quedado
oscurecido p o r la acción d e la ley de G rim m ), en tan to que irán.
satam , ind. çatam, aesl. süto, lit. Siñitas, p resen tan todos ellos una
fricativa sorda. El fenóm eno del que esta p alab ra sirve como ejem ­
plo típico suele em plearse p a ra dividir las lenguas indoeuropeas en
dos grandes grupos: el grupo centum , que com prende el céltico,
germ ánico, itálico, griego, h e tita y tocario, y el grupo saísm , in te ­
grado por albanés, balto-eslavo, arm enio e indo-iranio. Es legítim o
preg u n tarse si el hecho tiene una im portancia tan cardinal, dado
que esta división e stá cruzada p o r o tra s isoglosas. P o r ejem plo, el
em pleo del aum ento p a ra caracterizar tiem pos pasados se encuentra
en griego, arm enio e indo-iranio (ε-φερε, arm . e-ber, ind. á^bharat),
grupo que tam bién coincide en su uso de la p artícu la prohibitiva
rae: gr. μή, arm . mi, in d o -ir an. mä.
Podem os resu m ir ah o ra las conclusiones sugeridas por el p re ­
cedente exam en de los d atos p o r lo que m ira a las afinidades del
latín. Poco queda del “dogm a” de que el latín desciende de uno de
los dialectos centum que form ó grupo con el germ ánico, el.céltico y
42 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

el “itálico”, y con el balto-eslavo, del grupo satam , en u n período de


civilización com ún de la que no p articip ó el griego, en tró en una
com unidad lingüística p reh istó rica con el céltico, y form ó m ás ta r ­
de con los “dialectos itálicos” u n “itálico com ún”, del que salió el
latín por diferenciación . 13 Lo que hem os establecido es que el latín
es una lengua indoeuropea con u n com plejo esquem a de relaciones,
que m u estra p u n to s de sem ejanza, variables de u n detalle a otro,
con la m ayoría de las o tra s lenguas indo-europeas. Hem os im pug­
nado pocos de los hechos de sem ejanza co m ú n m en te aceptados. Lo
que sí nos hem os arriesgado a p o stu lar es el relativo peso de tales
hechos en el cálculo de las “interrelaciones”, así com o a denunciar
la conversión de esos p u n to s de coincidencia lingüística observados
en hipótesis acerca de com unidades p reh istó ricas o “naciones”. Lo
com plicados que pueden ser los hechos históricos que d ejan su
huella en la lengua podem os percibirlo a través del ejem plo del in ­
glés, que desde cierto p u n to de vista es la lengua de los “n o rm an ­
dos afrancesados re-germ anizados” . No postulam os una u n idad
germ ano-rom ánica p a ra explicar las considerables sem ejanzas que
existen en tre el inglés y el francés. P o r lo m ism o, los rasgos com u­
nes del latín y el “itálico” no im plican necesariam ente que existiera
en u n tiem po u n “itálico com ún” del que surg ieran p o r diferencia­
ción latín y osco-um bro. Como se h a indicado ya, la hipótesis m í­
nim a exigida p a ra explicar las sem ejanzas observadas en tre los dos
grupos es ¡a fusión de u n grupo h ab lan te del “itálico ” con los p ro ­
tolatinos. Los datos no lingüísticos que sostienen este m ínim o de
hipótesis serán exam inados en el capítulo siguiente. P o r últim o, h e­
mos afirm ado que la m arginalitá es u n a Sondergöttin que no puede
exigir culto fuera del cam po de sus funciones peculiares en la geo­
grafía lingüística de los estados con organización central, e incluso
ahí no está totalm ente libre de la sospecha de ser u n a falsa diosa . 14

13. La ú ltim a ed ición [ N o t a 5] de la E squ isse de M eillet (1948) todavía


con tien e la afirm ación de que “le vieil ita lo -celtiq u e et l ’italiq u e con stitu en t
des p aliers en tre l ’in d o-eu rop éen com m un et le la tin ” (p. 127).
14. E ste p u n to será discutido en la segun d a ed ición de m i A n in tro d u c tio n
to m o d e m lin g u istics (Faber & F aber).
C a p ít u l o I I

LOS PROTOLATINOS EN ITALIA

En el capítulo p recedente nos hem os ocupado de los rasgos de


la lengua latin a p a ra los que podem os d e te c ta r sem ejanzas en o tras
lenguas ides. Tales sem ejanzas sugerían c ie rta s conclusiones acerca
de los orígenes rem otos del latín en u n dialecto ide. Pero el latín
tal com o aparece en los textos, aun en los m á s antiguos, tiene una
individualidad ta n acusada que debe ser contem plado como u n a len­
gua ap a rte incluso con relación a sus m ás inm ediatos vecinos, los
dialectos “itálico s” oseo y um bro. E sta tran sfo rm ació n tan radical
de u n dialecto ide. occidental debió ten er lugar, sin duda alguna,
después de la e n tra d a de los “p ro to latin o s” en la península apeni-
na. El latín es, en realidad, el resultado lingüístico de las m últiples
experiencias h istóricas de esos p ro to latin o s en su nuevo am biente
m editerrán eo . P o r eso n u e stra ta re a inm ediata ha de ser la d e r a s ­
tre a r ta n lejos com o sea posible el curso y etapas de la ru ta que
llevó a este pueblo indoeuropeo a sus asentam ientos de época h is­
tó rica en el Lacio y luego se p a ra r los varios ingredientes q u e se
m ezclaron con los elem entos indoeuropeos heredados p ara fo rm ar
esa am algam a que es el latín.
El fondo léxico com ún a latinos, celtas y germ anos que hem os
exam inado en el capítulo a n terio r debe reflejar la participación en
una com ún unid ad cultural. Ello im plica que los antepasados lin­
güísticos de estos tre s grupos vivieran en o tro tiem po en una p ro ­
xim idad geográfica m ás o m enos estrecha. Así los datos sugieren al
co m p aratista que la lengua latin a fue llevada a Italia p o r invasores
procedentes de la E uropa cen tral u occidental. El lingüista, sin m ás
ayudas, no puede d a r m ayor precisión al cuadro. Pero u n m ovim ien­
to de pueblos de tal im po rtan cia h istó rica es susceptible de re fle jar­
se en los resto s de cu ltu ra m aterial que es com etido de la arqueolo­
gía el exam inar. Es p o r ta n to al arqueólogo a quien hem os de
dirigir p rim ariam en te n u e stra s p reguntas acerca de las etapas d e la
44 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

r u ta seguida p o r los p ro to latin o s hacia el su r, en b u sca del Lacio,


dónela los hallam os al iniciarse la época histórica. Al m enos pode­
m os proporcionar al arqueólogo u n a precisión im p o rtan te: el nom ­
b re latino del “bronce”, aes, es indoeuropeo com ún, en ta n to que
fe rru m “hierro” no tiene correspondencias, ni siq uiera e n tre las
lenguas occidentales m á s estrecham ente em p aren tad as con el latín.
Esto significa, ante todo, que podem os desechar los asentam ientos
neolíticos de Italia como posibles p reten d ien tes al títu lo de p ro to ­
latinos.
El uso del bronce fue introducido en Italia, según m odelos m e­
diterrán eo s orientales, en u n a fecha relativam ente tard ía, pro ce­
dente de culturas de la E u ro p a central. El proceso parece haber co­
m enzado con la infiltración de gentes lacustres llegadas de Suiza
que, poco antes del año 2000 a. C., crearo n poblados edificados sobre
pilotes en la región de los lagos del noro este de Italia. Sin em bargo,
este desarrollo n o fue de g ran significación 1 en la h isto ria de la
península como conjunto, y es en los poblados llam ados de terra-
m ara hallados a am bos lados del Po donde m uchos estudiosos han
buscado los orígenes de la indoeuropeización de Italia. La terram ara
— “tierra negra”, nom b re local dado a los agregados de restos p ro ­
cedentes de esos asentam ientos— h a sido d escrita com o “u n a espe­
cie de vivienda lacu stre sin lago” . El poblado característico h a sido
definido como trapezoidal p o r su fo rm a y cerrad o p o r u n te rrap lén
y un foso. El ritu al fún eb re rep resen ta u n a divergencia con relación
a la inhum ación p racticad a en la Ita lia neolítica. Los cadáveres eran
quem ados y las cenizas puestas en u rn a s que e ra n luego deposi­
tad as en cem enterios alzados tam b ién sobre pilotes, fu era del pobla­
do. El uso del caballo está atestiguado p o r la p resencia de bocados
perforados, invención que aparece p o r vez p rim e ra en E uropa en la
cultura de Tószeg, de H ungría occidental. U na a u to rid a d h a decla­
rado recientem ente que “la cerám ica, el rito de incineración y el
caballo, factor fundam ental, pueden co nsiderarse m ás significativos
en esta región que en cualquier o tra ” . 2 La peculiaridad de la cons­
trucción sobre pilotes se explica p o r la hipótesis de que las terre-
mare sean obra de invasores procedentes de H ungría occidental,
practicantes del rito funerario de los “cam pos de u rn a s ”, quienes
se habrían fusionado con h ab itan tes de chozas y poblaciones lacus­
tres en torno al 1500 a. C. O tra p a rtic u la rid ad a la que tenem os que
aludir ahora es que en la terram ara de Castellazzo di Fontanellato
el poblado está dispuesto de m anera que las dos calles principales

1. Algunos estudiosos atribuyen la s h ab itacion es sobre p ilo tes a u n a pob la­


ción indígena m editerránea.
2. C. P. C. H aw k es, T he p re h isto ric fo u n d a tio n s o f E u rope, p. 342, obra de
la que soy a m pliam en te deudor.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 45

se entrecru zan en ángulo recto, y las secundarias, paralelas a ellas,


subdividen el poblado en secciones rectangulares. No ta rd a ro n los
estudiosos en d arse cuen ta de las sorpren d en tes sem ejanzas que
ello p resen tab a con la disposición de u n cam pam ento legionario
rom ano, con su fossa y su vallum y la intersección regular d e sus
calles principales, el cardo y el decum anus. Se h an encontrado o tras
analogías con p rácticas rom anas en el tem p lu m rodeado p o r una
zanja apoyada en el costado este de la terramara, así como en el p e­
queño foso que se en cu en tra a veces al pie del te rra p lé n que rodea
el asentam iento. Tam bién los rom anos señalaban con u n surco los
lím ites del tem plo —el em pleo de u n arado de bronce es índice de
lo antiguo de la cerem onia—, y tam b ién se señalaban así los lím ites
de la prop ia ciudad. A dem ás es esta cu ltu ra “que h ab ita sobre p i­
lotes” la que parece d a r u n a explicación verosím il de un nom bre
latino de sacerdote. El p u en te sobre el foso que d a b a paso a un
poblado de este tipo e ra u n lugar vulnerable que req uería u n a p ro ­
tección m ágica no m enos que la p u e rta de e n tra d a del tipo m ás
usual de vivienda hum ana. Así fue com o la expresión “con stru cto r
de p u entes”, pontifex, se especializó p a ra designar al sacerdote que
dirigía las cerem onias m ágicas que eran acom pañam iento esencial
de la construcción del puente.
E sta sedu cto ra hipótesis que p o d ría h acer rem o n tar a los p ro ­
tolatinos, a través de las terrem are, a la c u ltu ra de los cam pos de
u rn as de la E uropa central, está, p o r desgracia, ab ierta a una serie
de objeciones. Según la te o ría de Pigorini, el pueblo de las terre­
m are se puso en m arch a hacia el su r al final de la E dad del B ronce
y posteriorm en te ocupó to d a Italia; serían, de hecho, los antep asa­
dos de las trib u s h ablantes de lenguas itálicas. Pero si esto fuese
verdad, esperaríam os que apareciesen las terrem are características
al su r del valle del P o en u n a serie cronológicam ente escalonada.
A hora bien, no existen en Ita lia terrem are fu e ra del valle del Po.
Todavía peo r ; la terram ara “típica” con su sem ejanza al cam pa­
m ento legionario es u n a generalización de la p rim era que se descu­
brió, y que h a resultado caso único, pues las d escubiertas m ás ta r ­
de presen tan variaciones ta n to de disposición com o de form a. El
llam ado vallum no puede ser m ás que u n a solución local y ocasio­
nal del problem a de las inundaciones.
O tra objeción se p resen ta si nos volvemos a la h isto ria arqueoló­
gica del Lacio. El Lacio y el solar de R om a estuvieron ocupados en
tiem pos neolíticos sólo esporádicam ente, si es que realm ente lo
estuvieron, y los p rim ero s testim onios de u n asentam iento consi­
derable d atan de la E dad del H ierro. E sta cu ltu ra d e la Edad del
H ierro está estrecham ente relacionada con la de E tru ria y con la
de la Italia septentrional llam ada de Vilanova. Lo que resulta en ­
46 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

tonces vital p a r a la te o ría que hace p roceder a los latinos de los


te rra m a ríc o la s es q u e los d ato s arqueológicos acrediten una relación
e n tre las c u ltu ra s d e las terrem are de la E dad del B ronce y de Vi-
lanova de la E d a d del H ierro. A hora bien, no se h a aducido p rueba
convincente d e ta l vinculación, y algunos estudiosos dignos de c ré ­
d ito c o n sid e ra n actualm ente a los vilanovianos com o bandas de in­
vasores re c ie n te s procedentes de los Sudetes y H ungría, algunos
de los cuales se h a b ría n asentado en la región de Bolonia 'm ien tras
o tro s h a b ría n avanzado h a sta E tru ria y el Lacio, llegando h a sta los
M ontes A lbanos. Al igual que sus predecesores de las terrem are
quem aban a su s m uerto s; y éste es tam b ién el rito fúnebre que sé
en cu en tra en los m á s antiguos cem enterios de la E dad del H ierro
h allados en el F o ro Rom ano. Sin em bargo, este sencillo cuadro se
oscurece p o r el hecho de que en tal lugar se h an hallado tam bién
tu m b a s en q u e el cuerpo aparece inhum ado. E stas tum bas son de
fecha m á s recien te, si bien parece que u n intervalo d e tiem po no
largo h a b ría sep arad o la llegada de estos dos grupos d istintos al
solar de R om a. El cuadro se rep ite en los poblados de los M ontes
A lbanos, d onde las tum bas de crem ación son incluso m ás antiguas
que las del P o ro , lo que concuerda con la leyenda de la fundación
de R om a p o r pobladores procedentes de Alba Longa. Pero si igua­
lam os a los vilanovianos, que p racticaban la incineración, con los
p ro to latin o s, ¿cuál era el pueblo que p racticab a la inhum ación v se
unió a ellos tem p ran am en te en el te rrito rio del Lacio? Se h a seña­
lado que tam b ién en la G recia “geom étrica” se observa esta in ­
novación del rito de inhum ación, así como en el á re a danubiano-
balcánica, donde se ha atribuido a la influencia de los pueblos
jin e tes traco-cim erios. Así, la aparición en Ita lia de u n pueblo aue
p ra c tic a la inhum ación en contraría lugar en u n m ovim iento m ás
am plio que recib iría su em puje del este. E n tre los resultados de
esta influencia oriental que se h a sugerido figurarían la intensifica­
ción de la cría del caballo, de la p rá c tic a d e la equitación y la
introducción del hierro. Que estas innovaciones fuero n relativam en­
te ta rd ía s parece indicarlo la prohibición ritu a l ro m ana del hierro
y del uso del caballo. La relación con el oriente e stá tam bién ap u n ­
tad a p o r la etim ología m ás probable sugerida p a ra la p alabra latina
ferrum . Se la ha hecho derivar de *bhersom o *fersom y puesto en
relación con las palabras sem íticas barzel (hebreo-fenicio) parzlá
(siríaco), parsüla (asirio), que posiblem ente fueron a su vez to m a ­
das de alguna lengua asiática desconocida. Volviendo a Italia pode­
m os ahora advertir en p rim er lugar que las tum bas de incineración
(pozzi) se encuentran en la Italia septentrional y central, pero no en
el sur; m ientras que las de inhum ación (fo sse ), en el su r h a sta Ca­
labria, pero no m ás al norte de Populonia. Si ah o ra añadim os el
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 47

testim onio de la lingüística, observam os que los dialectos osco-


um b ro s rodean al grupo latino-falisco y lo separan d e la Ita lia del
norte. Así, re su lta difícil re sistir a la tentación de concluir que los
h ablantes del osco-um bro rep resen tan u n a oleada algo m á s re ­
ciente de invasores, inhum antes, cuya ausencia del n o rte de Italia
ap u n ta a u n a invasión a trav és del A driático m ás que por la ru ta
continental del norte. Y puede o c u rrir m uy b ien que las leyendas
acerca de la fusión de las trib u s latinas y sabinas en los prim eros
años de la ciudad sean u n a supervivencia en la m em oria popular de
los acontecim ientos que se reflejan en los testim onios arqueológicos.
No falta testim onio de la contribución de los dialectos itálicos
y del “sabino” en p articu lar a la form ación d e la lengua latina. Te­
nem os en p rim e r lugar el de los p ropios escritores rom anos de que
curís (= hasta, Ovidio, Fasti, 2, 477), dirus ( = malus, Servio, Aen.,
3, 235), cascus ( = vetus, V arrón, L. L., 7, 28), feb ru u m (ibid., 6 , 13)
era n palab ras sabinas. A éstas podem os añadir, basándonos en c ri­
terios fonéticos, p alab ras que p resen tan u n a - /- m edial fren te a
la -b - netam ente rom ana: 3 bufa, büfó, forfex, inferus, rüfus, scröfa,
vafer. El origen dialectal de la ú ltim a p alab ra citada está indicado
tam bién p o r su supervivencia solam ente en algunos dialectos d e la
Ita lia m oderna. Igualm ente el ital. bifolco debe rem ontarse a una
antigua fo rm a dialectal *bufulcus con la m ism a divergencia fo n é­
tica con respecto al rom ano p u ro bubulcus. P o r o tra p arte, ide. 9#
d ab a v inicial en latín, p ero b en los d em ás dialectos itálicos (véan­
se pp. 227 s.). Así, bös « *g»öus) y botulus se revelan como in tru ­
sos dialectales que h an desplazado a los resultados esperados *vös,
*votulus. ide. qu da en latín q u - pero p - en “itálico ”, d ato que señala
a lupus, popa, poplna (rom . coquina) y nefrundines (Festo, 342, 35)
com o elem entos dialectales no latinos del vocabulario. Pasando a
las consonantes aspiradas, gh > h en la tín (véase p. 229), pero cierto
núm ero de dialectos del Lacio p resen tan f en lugar de h: fircus,
fêd u s (haedus), fasëna (harëna). (La consideración de fel y fë n u m
como restos sabinos descansa sobre etim ologías dudosas.)
El sabino se caracterizaba, adem ás, p o r la conservación de -s-
intervocálica, que en latín pasó a -r - (ausum = aurum , fasëna =
harëna). P o r ello hay al m enos u n a presunción de origen sabino
p a ra palab ras latinas com o caesar, caseus, etc. El diferente tr a ta ­
m iento de los diptongos descubre o tra serie de p alabras de posible
origen sabino. Así, de ou, au y ai originarios, los resultados latinos
ü, au, ae co n tra sta n con los sabinos ο, 5, ë, respectivam ente. Según
esto, hem os podido reg istrar como sabinas p alabras como robus,
röblgö, lötus (form a opuesta a la n etam en te rom ana lautus), ölla

3. V éan se pp. 229 ss.


48 in tro d u c c ió n a l la tín

(= a ul(l)a ), levir (< *daivër, cf. δαήρ, “herm ano del m arid o ”). E sta
ú ltim a p alab ra proporciona, adem ás, o tro criterio fonético: la l- en
lugar de la d - que sería de esp erar en latín. Este fenóm eno se ob­
serva tam bién en lingua p o r dingua, lacrima p o r dacruma, en oleo
fre n te a odor y solium fren te a sedëre.
Q ueda p o r a ñ ad ir que p a ra la m ayor p a rte de los casos exam ina­
dos en el p á rra fo precedente no podem os alcanzar m ás que “una
presunció n de origen sabino”. Las p alab ras catalogadas pueden h a ­
b e r entrad o en el latín en fechas m uy d istintas; y m uchas de las
características que hem os em pleado com o criterios eran co m p arti­
das p o r los dialectos ru rales del Lacio, de m odo que las palabras
exam inadas pueden igualm ente ser m uy b ien de origen latino rú s ti­
co (véase in fra). Adem ás, tenem os un conocim iento lim itado de las
peculiaridades del dialecto sabino que p uedan diferenciarlo del g ru ­
po osco-um bro. De hecho, los pocos resto s conservados de este
dialecto m u estran que llegó a e sta r tan influido p o r el latín desde
fecha m uy tem p ran a que su m ism a clasificación con el grupo osco-
u m bro es objeto de dudas. Sin em bargo, que tal es la clasificación
correcta parece probable al exam inar nom bres sabinos como P o m ­
pilius (que p resen ta la p - p ro p ia del osco-um bro en lugar de la g e ­
latina) y Clausus (por Claudius, con asibilación no latina de -di-
ejem plificada tam bién en basus = badius “castañ o -p ard o ”). El nom ­
b re Sabini resum e todo el problem a. Al igual que Sabellus (*Safno-
los) y Sam n iu m (*Safniom ) contiene la raíz Saf; se supone que ellos
se llam aban a sí m ism os Safini, m ien tras que la fo rm a de su nom ­
b re que nos es fam iliar p o r los autores latinos incluye la variante
fonética -b - típicam ente ro m an a que ya hem os exam inado. A pesar
d e lo m enguado de los testim onios, se h an hecho intentos de ra s­
tre a r en latín no sólo u n a m oda “sabinizante”, sino incluso una
“reacción an tisab in a”. Ello no p asa de ser u n a sugestiva especu­
lación.
Podem os in te n ta r ahora establecer u n balance provisional. P a ­
rece que la lengua indoeuropea que conocem os en época histórica
como latín ,es u n a am algam a de dos lenguas ide. introducidas en el
Lacio hacia el año 1000 a. C. p o r grupos de invasores que se habrían
abierto cam ino desde la E uropa central p o r diferentes rutas. Estos
grupos hablaban, sin duda, lenguas m uy diferenciadas antes de en ­
tr a r separadam ente en Italia, pero se p ro d u jo u n a aproxim ación
com o consecuencia de su contigüidad y fusión en su asentam iento
en el Lacio y en Rom a en particu lar. Es esta com plicada serie de
acontecim ientos que subyacen a las afinidades lingüísticas lo que
los co m p aratistas han proyectado hacia u n p asado m ás o m enos
rem oto como período del “itálico com ún” .
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 49

Xl i r i o

Hemos de com pletar ah o ra n u e stro cuadro con u n a breve rese­


ñ a de otros invasores indoeuropeos d e Italia y exam inar las co n tri­
buciones que h an hecho a la lengua latina. A dem ás d e la que po d e­
m os definir como la invasión p ro to latin a de incineradores a través
de la región septentrional y de la invasión u n poco m ás ta rd ía de
osco-um bros inhum antes a través del A driático, los arqueólogos
reg istran la e n tra d a de u n tercer pueblo que m u e stra influencias
orientales claras y cuya llegada tra jo consigo u n conocim iento de
la equitación propiam ente dich a —como opuesta al empleo del ca­
ballo como anim al de tiro — y la intensificación de la cria caballar . 4
El p u n to m áxim o de esta “orientalización” se produce en la segunda
m itad del siglo v in a. C. La c o n tra p a rtid a lingüística de este te s ti­
m onio arqueológico viene d ad a p o r los restos, localizados en la costa
oriental de Italia, de los dialectos que se clasifican como “ilirios” .
La base de las afinidades ilíricas de estos dialectos consiste en un
am plio núm ero de nom bres de lugar y de p ersonas o tribus. Así, a
los Iapyges se los eq u ip ara con los Iapydes de la Iliria septentrional;
a los Calabri, con la trib u iliria de los Γαλάβριοι. A los Poediculi
se los pone en conexión con ΠοΙδικον, en el Nórico; a los Apuli, con
A pulum , en Dacia. Es en las antiguas Apulia y C alabria donde encon­
tram o s la m á s densa aglom eración de tales nom bres ilirios, h ab ién ­
dose atribu id o a ta l fuente m á s de la m itad de los nom bres de a n i­
m ales, lugares, ríos, m ontes y trib u s d e la región. Tenem os com o
ejem plos B ru n d isiu m ,5 cuyo p u erto es descrito por E strabón como
sem ejante a la cornam enta d e u n ciervo. De ahí el nom bre d e la
ciudad, pues en H esiquio y en o tro s textos encontram os la glosa
βρένδονΐλαφον, y u n a form a de la p alab ra parece sobrevivir en el
aibanés b ri-n i “cuerno” ; Salapia y Salapitani se ponen en relación
con los ilirios Selepitani y contienen las p alabras sal “sal” y ap
“agua” ; O druntum (O tranto) contiene la p alab ra m esápica odra
“agua” (cf. ϋδωρ, e tc .). P artien d o de este foco d e Apulia y Calabria,
los ilirios parecen h aber alcanzado Lucania y el ager Bruttius, en
cuya onom ástica se h an detectado im p o rtan tes elem entos ilirios :
p o r ejem plo A m antia y el hidrónim o Apsias (de gran sem ejanza con
el ilir. apsus). Adem ás, C rotona fue fundada en territorio del que
se decía que hab ía estado antes en posesión de los Iapyges. Testim o­
nios sim ilares no faltan tam poco en Sicilia, donde, p o r ejemplo, Se-

4. V éase J. W i e s n e r , D ie W e lt a ls G esch ich te, V III, 1942, pp. 197 ss.


5. O tros nom bres de ciudades derivados por un sufijo sim ilar de nom bres
de a n im a les son U lcisia (P an on ia) < ule “lob o” y T a rvisiu m (Treviso) .< ta rv o
“toro” . V éase B e r t o l d i , C o lon izzazion i, p. 167.
50 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

gesta y Egesta contienen el característico sufijo ilirio en -e st- (cf.


y Iad est-in î en los B alcanes). P o r o tra p arte, parece no
Τ εν εσ τ-ΐν ο ι
h a b e r huellas ilirias en el Sam nio n i en Cam pania. Así pues, el te s ti­
m onio lingüístico apoya el de los au to res antiguos sobre el origen
ilirio d e algunas trib u s de la antigua Ita lia (por ejem plo los daunos,
los peucetios, los pelignos y los libu rn o s). El testim onio directo de
la lengua “m esápica” o “yapigia” consiste en u nas doscientas in s­
cripciones, la m ayoría de las cuales son epitafios que contienen so­
lam ente nom bres propios, de e n tre los que m uchos se encu en tran
tam b ién en la región véneta (véase in fra ). E n tre sus rasgos gram a­
ticales podem os señalar p a ra los n om bres el genitivo de singular en
-ih i y el dativo de p lu ral en -bas (logetibas) ; el sistem a verbal p re ­
se n ta form as de voz m edia pero no aum ento, y se conservan los
m odos subjuntivo y optativo. P u n to s im p o rtan tes de fonética son
el cam bio ide. o > a, com o en germ ánico, y los resu ltados b y d de
bh y dh. Es objeto de cierta controversia si el ilirio fue u n a lengua
cen tu m o satem , aunque la balanza de posibilidades parece incli­
n arse del lado de centum . Lo apoya, adem ás, el hecho de que en ili­
rio las labiovelares d an labiales com o resultado.
Se h a localizado en latín u n pequeño grupo d e palab ras ilirias
(es decir, m esápicas); son: blatea “p a n ta n o ” (ilir. balta), deda “n o ­
driza” (cf· gr. τήθη), paró “pequeño barco” (procedente del m esapio
a trav és del griego del su r de Ita lia π αρώ ν), gandeia (con el sufijo
ilirio -eia, p alab ra relacionada con la gondola veneciana, que des­
ciende en ú ltim a instancia del véneto, a trav és del lat. vulgar *gon-
dula), y höreia “b arq u illa de pesca” . La im p o rtan cia del caballo
está atestiguada p o r el p réstam o m annus “caballejo” (ilir. m a n d a -),
p alab ra que está tam bién en el no m b re del dios m esapio M enzana,
identificado con Jú p ite r, y al que se sacrificaban caballos vivos
(cf. adem ás Virgilio, Aen., 7, 691: M essapus eq u u m d o m ito r). P a re­
ce verosím il que los ilirios actu a ra n com o interm ed iarios en la tra n s ­
m isión a Italia de ciertos elem entos léxicos y cu ltu rales griegos. El
m ism o nom bre de Graeci, se h a pensado, p o d ría h a b e r sido el n o m ­
bre ilirio p ara designar a u n a trib u griega con la que h ab rían tenido
contacto en el n o rte del Epiro. La confusa form a latin a del nom bre
de Odiseo, Ulixes, puede tam bién en co n trar aquí su explicación.
(En relación con esto podem os reco rd ar que se h a sostenido que las
leyendas relativas a Eneas llegaron a Ita lia y a R om a p o r m ediación
de los ilirios.) Igualm ente lancea “lanza d isp arad a con u n a co rrea” ,
palabra de origen céltico en ú ltim a instancia, no p uede e n tra r en
ecuación directa con gr. λόγχη, y su sem ejanza difícilm ente po d ría
ser accidental. El paso de o a a sería explicable si la p alab ra hubiera
pasado al latín a través del ilirio. De este m odo tam b ién se puede
establecer u n a relación etim ológica en tre gr. θώραξ y lat. lóríca, si
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 51

bien esta ú ltim a tiene m ayor probabilidad de conexión con lörum.


La diferencia fonética e n tre lat. ballaena y gr. ψάλλοανα h a sido
tam bién explicada p o stulando u n interm ediario m esápico. F inalm en­
te, tenem os que reco rd ar q u e de las regiones ilirias de la Italia
oriental llegaron a R om a los poetas Ennio, su sobrino Pacuvio y Ho­
racio. Teniendo esto p resen te vale la pena señalar que lama, “p a n ­
ta n o ” , p alab ra atestiguada solam ente en Ennio y H oracio, aparece
com o com ponente de n om bres de lugar en las área s ilíricas de
Italia.

VÉNETO

En la cabecera del A driático encontram os testim onios de otro


pueblo, los vénetos, cuya lengua y cu ltu ra m u estran estrechas sem e­
janzas con las de las trib u s ilirias que acabam os de estudiar. F am o ­
sos en la c ría caballar, sacrificaban a su diosa R eitia im ágenes de
caballos. Al igual que los tracios, ren d ían culto al h éroe Diomedes,
al que sacrificaban caballos blancos. Las b o tas altas que usaban se
atribuyen tam bién a influencia tracia. La incineración con su b si­
guiente enterram iento en u rn a s está atestiguado en esta cu ltu ra a
p a rtir del siglo rx , y se h a form ulado la hipótesis de que este p u e ­
blo llegara del nord este bajo la presió n de los traco-cim erios. Los
estudios onom ásticos h an revelado huellas de los vénetos en una zona
que alcanza h a sta L iguria (lada tin u s, Crixia, Segesta) e incluso el
Lacio, donde los Venetulani (Plinio, N. H., 3, 69) son los habitantes
de *Venetulum , topónim o que significa “lugar de los vénetos” , como
T usculum es “lugar de los túseos (etru sco s)” . De m odo paralelo
Carventum, ha sido puesto en conexión con el ilirio caravantis (*kar-
va n t- "rocoso”) , en tan to que Praeneste m u e stra el bien conocido
sufijo -est-.
Las afinidades de la lengua véneta son objeto de cierta polémica.
Los nom bres p ropios son u n a base insegura p a ra el establecim iento
d e parentescos lingüísticos, y, de hecho, el véneto im portó elem en­
tos de su onom ástica del céltico (p. ej. V erkonzara), del ilirio
((pohiios) y del latín (A p p io i). Las m onografías recientes concuer-
dan en que el véneto p resen ta m uchos p u n to s de coincidencia con
el latín. Las oclusivas asp irad as bh y d h se convierten en / en p o si­
ción inicial y en b, d, respectivam ente, en posición intervocálica,
exactam ente com o en latín. P o r o tra p arte, en el tratam iento de la
g u tu ra l asp irad a gh el véneto coincide con el ilirio, y lo m ism o ocu­
rre con las sonantes nasales m , n (> am , an, m ien tras que en latín
está n represen tad as p o r em, en). Las sonantes líquidas r y l, en cam ­
bio, p re se n ta n los m ism os resu ltad o s en véneto, ilirio y latín· O or,
52 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

ol). No conocem os gran cosa del sistem a m orfológico. En el nom bre


p resen ta el véneto el dativo p lu ral en -φοβ, -bos, que aparece ta m ­
b ién en céltico, itálico, ilirio e indo-iranio. Los tem as en -o tienen
el genitivo de singular en ~í, característica co m p artida con latino -
falisco, céltico e ilirio. En el sistem a verbal encontram os u n ao ris­
to en -to (zonasto = donavit) que recu erd a al del indo-iranio y del
griego (εδοτο ) . 6 En el vocabulario es m ás so rp ren d ente la afinidad
con el latín. Así, el no m b re de la diosa Louzera corresponde al lat.
Libera, y el térm ino que significa “lib re” ha ad quirido en am bas
lenguas el sentido especial de “h ijo s” (louzerotpos — lib eris). Los
verbos latinos donare y faxo está n exactam ente co nstruidos como
vén. zonasto y υ/ιαχβθο, m ien tras que la diosa antes m encionada,
R eitia, tiene u n epíteto ¿ahnate-i que, in te rp re ta d o como “sana­
d o ra ”, encu en tra su única explicación etim ológica en el lat. sanare.
P ero o tra serie de “isoglosas” une al véneto con el germ ánico. Q ui­
zá lo m ás llam ativo es que en am bas lenguas el acusativo singular
del prono m b re perso n al de p rim e ra p erso n a haya tom ado del no­
m inativo u n a consonante g u tu ral: así eyo, m eyp — gót. ik, m ik, (tam ­
bién het. u k, a m m u k ). El pro n o m b re de iden tid ad tam bién p resen­
ta un estrecho parecido en am bas lenguas: vén. sselboi sselboi =
sibi ipsi; cf. aaa. der selb seibo. T am bién en el vocabulario hay un
p u n to im p o rtan te de sem ejanza: si a-hsu e stá co rrectam ente in te r­
p retado com o “H erm es”, puede entonces ser p arien te del germ.
ansu- “divinidad”. Que los vénetos estuvieron en o tro tiem po en
estrecha proxim idad geográfica de los germ anos parece sugerirlo
la m ención de unos Venedi en la región del V ístula p o r autores
antiguos. El conflicto de testim onios aconseja entonces ad m itir p ro ­
visionalm ente el veredicto de u n a reciente au to rid ad que sostiene
que el véneto es u n a ra m a independiente del indoeuropeo estrecha­
m ente relacionada con el latín y el ilirio y con p u n to s de contacto
con germ ánico, céltico e incluso balto-eslavo.

S íc u l o e " it á l ic o o c c id e n t a l ”

El exam en del ilirio nos lleva ah o ra a la consideración de la len­


gua sicula, cuyos testim onios consisten en algunas inscripciones y
un núm ero considerable de glosas, así com o n om bres personales y
de lugar. Si bien es cierto que los estudiosos e stá n de acuerdo en que
esta lengua e ra indoeuropea —la fo rm a verbal esti excluye cualquier
duda a este respecto—, sus afinidades próxim as son objeto de cier-

6. En z o n a s-to se h a añ ad ido ia d esin en cia personal a u n a form a de p reté­


rito caracterizada por -s. E l profesor T . Buí'iow llam a m i a ten ció n sobre form as
sim ilares del h etita : n a -iS -ta “él d irigió”.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 53

ta polémica. Las conexiones con el ilirio que sugieren los testim o­


nios onom ásticos (p. ej. -n t- en A grigentum , Σεργέντιον) e stá n apo­
yadas p o r las referencias de H esiquio a la existencia de sículos en
D alm acia (cf. Plinio, 3, 141). Sin em bargo, el necesario m ovim ien­
to de pueblos desde los Balcanes h a sta Sicilia a través de Ita lia se
ve contradicho p o r el testim onio de la arqueología, pues si bien se
han descubierto resto s sículos en el B ru ttiu m , es claro que tal cul­
tu ra llegó de Sicilia a trav és de los estrechos. M ás peso tiene el
testim onio de u n a m ás estrech a afinidad del siculo con el itálico.
Según algunos autores antiguos (V arrón y F av o rin o ), los sículos es­
tuvieron en u n tiem po asentados p o r to d a la p enínsula h asta la G a-
lia Cisalpina, y tal afirm ación está apoyada p o r la am plia difusión de
ciertos nom bres personales y de lugar (p. ej. Sicilinum ). Algunos de­
talles del testim onio lingüístico p arecen a p u n ta r en la m ism a direc­
ción. Así, el propio n o m b re de Siculi tiene el m ism o form ante que
o tro s gentilicios prim itivos de trib u s indoeuropeas de Italia (cf. R u ­
tuli). Las glosas —p o r no e n tra r en las inscripciones, cuya in te r­
pretación es cuestión de co n jetu ra en la que los estudiosos discre­
p a n am pliam ente— sugieren u n a conexión p articu larm en te estrecha
con el latín: άρβίννη “carn e” cf. lat. arvina; κάμπος “hipódrom o”
cf. campus; κάτινος cf. catinus, catillus; dös “d on” cf. dös; Δουκέτιος,
un rey de los sículos, cf. dux; γ έλ α (= πάχνη) cf. gelu; πατάνιον,
πατάνα, cf. patina. Un grupo sem ánticam ente bien definido es el
form ado p o r las p alab ras referen tes a m onedas y pesos: μοΐτον
= m u tu u m , νοΰμμος = num m u s, λίτρα cf. libra (am bos procedentes
de *liQra), όγκία = uncia. El siculo λέπορις, aunque tiene origen
ibérico, fue relacionado p o r V arrón con el lat. lepas, con un com en­
tario que tiene cierta relación con el p resen te problem a.
le p u s q u o d S ic u li q u id a m G r a e c i d ic u n t λ έ π ο ρ ιν . A R o m a q u o d o rti
S ic u li, u t a n n a le s v e t e r e s n o s t r i d ic u n t, f o r t a s s e h in c illu c tu le r u n t
e t h ic r e liq u e r u n t id n o m e n . (L. L ., 5, 1 0 1 ).

E sta afirm ación de que los sículos estuvieron en u n tiem po asenta­


dos en el Lacio está apoyada p o r el hecho de que los sicanos figura­
b an en tre las tre in ta trib u s que se reu n ían anualm ente para el cul­
to de Jú p ite r Latiaris en el M onte Albano.
Pues bien, si u n pueblo originario del Lacio h u b iera em igrado a
Sicilia, deberíam os razonablem ente esp erar e n co n trar algunas hue­
llas de su paso por, y quizá asentam iento en, el territo rio in term e­
dio. De hecho algunos estu d io so s 7 h an tra ta d o d e establecer la
existencia de u n grupo “itálico occidental” de dialectos que abar-

1. D e v o to , S to ria , pp. 56 ss.


54 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

caria al latín, ausonio, enotrio y sí culo. Antes de la invasión de los


sam nitas a m ediados del siglo v, C am pania estab a h ab itad a p o r los
Opici, de cuya lengua se afirm a que difería de la osea en puntos im ­
p o rtan tes. Así, el topónim o Liternum,, en gr. Λευτερνο-, parece ser
u n derivado de la raíz *leudh, y en oseo d a ría Louferno. El “ópico”
p resen ta, adem ás, la fo rm a su m com o el latín, m ien tras que el oseo
tien e sim. U n im p o rtan te criterio fonético vuelve a alinear al “ópi­
co” con el latín fren te al oseo: en posición intervocálica p resen ta
oclusivas sonoras donde el osco-um bro p resen ta fricativas sordas.
Así, los n om bres Stabiae y Allibae aparecen en las form as S tafia y
A llifae en el período sam nita. De m odo paralelo la p alabra m edi­
te rrá n e a teba “colina” se en cu en tra m ás ta rd e en la Cam pania
sam n ita en la fo rm a tifa. P o r o tra p arte, el “ópico” se une al sículo
al re p re se n ta r u n a antigua dh p o r í en c o n tra ste con el resultado
latino d /b : Liternum . Los ausonios, situados al n o rte de los ópicos,
son incluidos tam b ién en este grupo “itálico occidental”, pero sin
o tro apoyo que el no m b re de trib u R utuli, que explicado etim ológi­
cam ente com o “los ro jo s” vendría a revelar la m ism a p a rticu la ri­
dad fonética (d h > t) que el “ópico”. P o r lo que se refiere a los eno-
trio s de Lucania, el único testim onio lingüístico aducido es tam bién
u n nom bre, en este caso de lugar, Ager Teuranus, que según p a re ­
ce conserva el antiguo diptongo eu, distinguiéndose así del “itálico”
general en que pasó a ou.
P o r consiguiente, las bases sob re las que se h a erigido la h i­
pótesis del “itálico occidental” son de lo m ás endeble, y su in te r­
p retació n no h a estado al m argen de la polém ica. Algunos estudio­
sos consideran R u tu li ilirio y Λεύτερνοι egeo. Es desde luego una
hipótesis plausible el que el sículo Αΐτην signifique “m ontaña ardien­
te ” y contenga la raíz ide. aidh, p ero la m orfología de la form a re ­
construida, *aidhena, perm anece confusa. Y no pueden b a sta r topó­
nim os preindoeuropeos com o Tebae p a ra hacer surgir nuevos
dialectos itálicos. El sículo está relativam ente m ucho m ejo r docu­
m entado, y sin em bargo incluso en su caso los testim onios resultan
equívocos. De hecho se h a afirm ado que “la sem ejanza (entre sículo
y latín) es dem asiado pronunciada, h a sta el p u n to que sería difícil
rechazar la preten sió n de contem plar com o m eros p réstam os todas
las palabras siculas que ta n fácilm ente p u eden ponerse en conexión
con form as griegas o latin as”. Nos encontram os aquí o tra vez con
u n a ya conocida cuestión de m étodo; la com ún posesión de elem en­
to s de vocabulario, especialm ente de los referen tes a realidades de
cu ltu ra, intercam bio y com ercio, no im plica necesariam ente relación
genética. Las sem ejanzas y diferencias e n tre libra y λίτρα pueden,
de hecho, explicarse p o r hipótesis varias de contactos culturales
d irecto s o indirectos. Igualm ente, los térm in o s com unes p a ra pesos
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 55

y m edidas (por ejem plo quincunx aparece com o “calco” en el grie­


go siciliota πεντώγκιον, en tan to que τετράς se explica como tra n s­
form ación de τετράς b ajo la influencia de quadrans) pueden ser
sim ples reflejos de tem p ran as relaciones com erciales entre Boma,
Italia, m eridional y Sicilia. Se ha apuntado, p o r cierto, que bajo la
dom inación etru sca de R om a h a b ría tenido lugar u n a sistem atiza­
ción de los pesos y m edidas, con influencia sobre los otro s esta­
dos de Ita lia como consecuencia del prestigio de la Rom a etrusca,
según parece indicar, p o r ejem plo, el uso de letras y abreviaturas
latinas en las m onedas de la Ita lia central y m eridional. Podem os
recordar al respecto el em pleo en inglés de la ab reviatura Ib. para
“libra de peso” y del signo £ p a ra “libra esterlin a”, con todo lo que
significan en relación con las influencias italianas en la vida com er­
cial y financiera de G ran B retaña. Tam poco el testim onio de las
glosas sículas corre m ejo r su erte en m anos de los críticos de la
teo ría “itálica occidental”, άρβίννη es declarado “h iperlatino” ; κό­
τινος, préstam o latino, m ien tras que lat. latex y patina resultan prés­
tam os del griego al latín. P asando a o tras p alab ras citadas a m enu­
do como p ru eb a de la vinculación sículo-latina, κάρκαρον y κύβιτον
no están d irectam ente atrib u id o s al siculo, y en cualquier caso pue­
den igualm ente bien ser p réstam o s latinos. U na crítica de tal efica­
cia puede aplicarse a tod o s los argum entos aducidos en favor del
“itálico occidental”, de m odo que n ad a queda sino el simple hecho
de que el siculo era u n a lengua indoeuropea.

E trusco

De m ucho m ayor im portancia p a ra el h isto riad o r del la tín que


los pobladores del suelo italiano a que acabam os de referirnos fue
un pueblo nuevo que hizo su aparición en Ita lia d u ra n te el siglo v m
a. C. T rasp asaría los lím ites de este libro el e n tra r en la discusión
de los orígenes de los etruscos. B aste con decir que las dos tesis
principales m antenidas en la antigüedad al respecto, a saber:
(1) que habían llegado de Lidia b a jo el m ando de T irreno (H erodo­
to ) , y ( 2 ) que eran autóctonos a p e sa r de d iferir de todos los dem ás
pueblos de Ita lia en lengua y costum bres (Dionisio d e H alicarnaso),
encuentran aún hoy defensores. Cierto es q u e la p rim era tesis está
apoyada p o r hechos com o el de que los p ropios etruscos creían ser
lidios llegados p o r m ar a Italia; que la cronología de los testim onios
arqueológicos indica la aparición en T oscana d u ra n te el siglo vin
de u n a nueva civilización que gradualm ente se fue expandiendo de
n o rte a su r y desde la co sta hacia el interio r, sin llegar a Bolonia
h a sta u n p a r de siglos después de su aparición prim era; q u e sus
58 INTRODUCCIÓN A L LATIN

costum bres m atriarcales —evidentes, p o r ejem plo, en la de escribir


los m atroním ícos sobre las lápidas sepulcrales— encuentran co­
rrespondencia en Lidia, y qué la im portancia y la técnica de su a rte
adivinatoria recuerdan las de Babilonia. Lo que está fu era de duda
es que hacia el últim o cuarto del siglo vx el im perio etrusco se ex­
ten d ía desde las colinas de las faldas de los Alpes h a sta Cam pania

—donde fracasaron en su intento de som eter a Cum as— y desde
Córcega al Adriático. De u n in terés m ás inm ediato p a ra el tem a que
nos ocupa es que estaban establecidos en F alerii ya en la segunda
m itad del siglo vn, y que a continuación se hicieron dueños de una
b u ena p arte del Lacio, incluida Rom a, donde su dom inación duró
u n siglo y medio, estando docum entada su presencia, por ejem plo,
p o r el topónim o Tusculum y el vicus Tuscus en la p ro p ia Roma.
De decisiva im portancia en m ateria de planificación urbanística,
d e organización política, religión y vida cultural superior, la dom i­
nación etrusca dejó en la lengua latina u n a huella so rprendentem en­
te escasa , 8 aun en las esferas donde su influencia sobre las in stitu ­
ciones y usos rom anos es m ás visible, pues los m ás im portantes
funcionarios religiosos y políticos son designados con térm inos la­
tinos. Sin embargo, la íntim a fusión a que se llegó en tre las a risto ­
cracias etrusca y rom ana se revela en la onom ástica personal. En el
lado rom ano el sistem a indoeuropeo de un nom bre com puesto único
(tipo Hipparchus) fue sustituido p o r la costum bre etrusca de usar
praenomen, nom en (gentile) y cognomen, siendo m uchos de los n o m ­
bres mismos de origen etrusco. E n tre ellos podem os citar en p a rtic u ­
la r los en -na, -erna, -enna, -inna, como Vibenna, Caecina, M astar-
na, Perperna, Velina; cf. los etruscos Porsenna, Porsina. O tro grupo
im portante está representado p o r los nom bres en -o correspon­
dientes a form as etruscas en -u; en tre ellos están los apodos fam i­
liares Cato, Cicero, Piso y Varro. M uchos nom bres gentilicios lati­
n o s en -a tienen u n origen sim ilar. El etrusco em pleaba ese sufijo
p a ra derivar cognomina y gentilicia de praenom ina, como νβίχα del
praenomen υβΐχβ; cf. lat. Casca: Cascus. Si ahora recordam os el
hecho de que m uchas localidades reciben su nom bre del de fam ilias
(Tarquinii, Falerii, Vei, Corioli, etc.) y que m uchos nom bres en -a
son empleados como gentilicia, cognomina y topónim os (Atella, Sora,
Acenna, etc.), y que, adem ás, m uchos paralelos etruscos nos cap a­
citan para extraer de la serie Rom aeus R om atius rum ate rumaQe el
nom bre básico de fam ilia ruma, es difícil resistir a la conclusión
de que tam bién la ciudad de Rom a, como Acenna y dem ás, derive

8. CI. H. H. S c ü l l a r d : “R om a nunca fu e en sen tid o real u n a ciudad etru s­


ca; sim plem ente tuvo que soportar la d om inación de un pequeño núm ero de
poderosas fam ilias” (A h isto ry of th e R o m a n w o rld 753-146 B. C., p. 37).
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 57

su nom bre del de u n a antigua fam ilia etrusca. E sta conclusión re ­


cibe m ayor vigor del exam en del nom bre de uno de los m íticos
fundadores de Rom a: R ém us. Recordem os an te todo que la tra d i­
ción da a la habitatio R em i el no m b re de Rem ana; y el lugar “ubi
Rem us de u rb e condenda fu erat ausp icatu s” se llam aba Rem ora
(cf. Ennio: “certab an t, u rb e m R om am Rem oram ve vocarent”) . Aho­
ra bien, R em ona (gr. 'Ρεμώνιον) es el “asentam iento” de los *remu
o rgmne, como Ταρχώνιον es la ciudad de los taryu o taryna, y
Rem ora m u estra u n sufijo en -r frecuente en etrusco. Así, Remo,
el antepasado epónim o de los rem ne etruscos, acaba revelándose
etrusco no m enos que el n o m b re de la ciudad a la que la historia
negó su nom bre. Conviene su b ray ar que no hay paralelos lingüísti­
cos que pudieran apoyar la hipótesis de que R ém us se hu b iera fo r­
m ado a p a rtir de R om a p o r “falsa analogía”. Es posible tam bién que
al m enos tre s de las siete colinas de R om a recibieran sus nom bres
de los de fam ilias etruscas. P a ra el m ons Palatinus tenem os la serie
de nom bres etruscos Palla, Palanius, Palinius, etc. (cf. Sulla, Sullanius,
Sullatius; Volca, Volcanius, Volcatius; Bulla, Bullanius, Bullatius).
El origen etrusco del n o m b re del m o n s Velius es claro por el grupo
vel, velni, velus, velie, Velenius, Vellenius, Velianius. P ara el m ons
Caelius tenem os el nom b re etrusco caile vipinas (cf. el nom bre
M. Caelius Tuscus). A parte de estos casos, tam bién es posible que
el nom bre del valle situado en tre las colinas Viminal y Esquilina, la
Subura, esté relacionado con los nom bres etruscos Zupre, supri.
La im portancia de la contribución e tru sca a la organización po­
lítica de R om a está atestiguada p o r el hecho de que las tre s m ás
antiguas centurias de equites llevan nom bres etruscos: Ram nes,
Tities, Luceres (“om nia haec vocabula T usca” , V arrón, L. L., 5, 55),
siendo, adem ás, p robable el origen etrusco de tres de las trib u s
“rú stic as” : Lemonia, Pupinia y Voltinia. T am bién se ha atribuido,
y con m otivos de credibilidad, origen etrusco a los nom bres dados
a los equites en la época m onárq u ica: flexu n tes (tam bién flexuntae),
celeres (para cuya form ación cf. Luceres) y trossuli. C riterios m o r­
fológicos y sem ánticos sugieren tam bién que satelles “guardaespal­
das” es un p réstam o etrusco : la institución de la guardia de corps
fue introducida en R om a p o r nobles etruscos, asociándola la tra d i­
ción con T arquinio el Soberbio en p articu lar. O tros dos térm inos m i­
litares sin etim ología ide. m u estran sim ilares características m o r­
fológicas : m iles, m ilitis y vêles, vëlïtis, el segundo atribuido ya a
los etruscos p o r au to res antiguos. A parte estos casos, el etrusco hizo
un a contribución notablem ente escasa al vocabulario latino. La lista
que sigue e stá fundam entalm ente constitu id a p o r p alabras que indi­
can cosas sin gran im portancia; en tre ellas so n de n o ta r los té rm i­
nos de teatro y de o tras diversiones : cacula “sirviente de un m ilitar”
58 INTRODUCCIÓN AL LATIN

(etr. *cace, *cacla) ; caerim onia (posiblem ente de u n *caerimo, p ala­


b ra que en su form ación recuerda a lucum o; ta l vez tu vieran razón
los autores antiguos que la hacían derivar del n o m b re de la ciudad
etru sc a de Caere) ; crum ina (cf. gr. γρυμέα, véase in fra) ; cupencus
“sacerdote de H ércules” (etr. cepen “sacerdote” ; pero p alab ra sabi­
n a según Servio) ; fala “an dam iaje”; fenestra (etr. *fnestra) ; genista
“h in iesta”; hister, histrio (“h iste r Tusco verbo ludio v o cabatur”, Li­
vio, 7, 2, 1); lanista “en tren ad o r de gladiadores”; laniéna “pu esto de
carnicero”; lepista “vaso p a ra b eb er”; rabula “abogado picapleitos”
(etr. rapli); satura “serm o” < satir “hablar, decir” ; servus (cf. los
no m bres etru sco s Serui, Serué); spurius (cf. spurcus “im puro” y el
nom bre Spurinna); sübula (“subulo dictus, quod ita dicunt tibicines
T usci”, V arrón, L. L., 7, 35). A estos ejem plos podem os añ adir los
nom bres de divinidades Angerona (del etr. ancaru “diosa de la m u e r­
te ”) y Libitina “diosa de los m u erto s” , “p om pa fú n ebre”, “fé re tro ” ,
etc. (cf. etr. lupuce = m o rtu u s est [ ? ] ) , y dos derivados de nom bres
de ese tipo: aprilis (etr. a p ru (n ) del gr. Ά φρώ , fo rm a abreviada
de ’Αφροδίτη) y a u tu m n u s (del etr. autu, cf. lat. A u tiu s ), con u n ex­
tendido sufijo egeo-anatolio que vem os tam b ién en Picum nus, Ver­
tum nus, así com o en topónim os prehelénicos com o Αϊσυμνος, Λάρυμ-
να, etc. Q ueda añad ir que estos p réstam o s co ntenían elem entos
form ales tales com o sufijos que fuero n ad aptados a su nuevo am ­
biente y añadidos tam b ién a p alab ras p u ra m e n te latinas. E ntre tales
liíb rid o s etru sco -latin o s podem os m encionar lev-enna, soci-ennus,
doss-ennus (p ersonaje de la farsa atelana; nom b re basado en dos-
sus, form a vulgar de d o rsu m ), fav-issa (favea + el conocido sufijo
etrusco que vemos, p o r ejem plo, en m antissa “co n trapeso”, “pico”) .
A parte de estas contribuciones p rocedentes de su p ro p ia lengua,
la influencia de los etruscos puede verse tam b ién en las tra n sfo rm a ­
ciones que hicieron experim entar a p réstam o s griegos en trados en
el latín. Estos casos será m ejo r exam inarlos en el m arco general
de la contribución griega a la p rim itiv a civilización itálica.

G r ie g o

Todo a lo largo de su h isto ria la civilización y la lengua de los


rom anos estuvieron pro fu n d am en te influidas p o r los griegos. Ten­
drem os ocasión en los capítulos siguientes de exam inar las suce­
sivas etapas. P o r el m om ento vam os a ocuparnos del m ás arcaico
su stra to de elem entos griegos en el latín. F u e en el siglo v in cuando
los griegos com enzaron su colonización d e la Ita lia m eridional y Si­
cilia. Es curioso que el p rim er asentam iento, sin du d a precedido
p o r relaciones com erciales, fue el m ás alejado de la tie rra p atria :
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 59

Cum as, fu n d ad a hacia el 750 a. C. p o r colonos procedentes de Calcis,


ciudad de Eubea. P ro n to siguieron o tras colonias calcidias, como
Naxos, Zancle y Rhegion. E stos colonos llevaban consigo un dialecto
del grupo jónico-ático. Siracusa, en cam bio, fue fu ndada p o r co­
rintios; Gela, p o r cretenses y rodios, h ablantes todos ellos de dia­
lectos dóricos. En la costa o riental de Ita lia la colonización empezó
p o r obra de las ciudades de la Acaya, en la costa n o rte del Pelopo-
neso, siendo Sibaris la p rim e ra colonia, seguida m ás tarde p o r C ro­
tona. Tarento, p o r su p a rte , fue el único esfuerzo colonial de E sp a r­
ta en estas zonas, y según la trad ició n los colonos eran elem entos
p redorios de la población de Laconia, expulsados de ella. E stas ciu­
dades griegas, con su energía sin lím ites y sup erio r cultura, tenían
m ucho que ofrecer a los re sta n te s pobladores de Italia, y su influen­
cia es paten te no sólo en las artes d e la civilización m aterial, sino
tam b ién en la religión, el m ito y la lengua. E n p articu lar, el testim o ­
nio del a rte etrusco revela que m uchas figuras del panteón y la m i­
tología griegas resu ltab an fam iliares a los etruscos ya por el año
600 a. C. P o r o tra p arte, se h a afirm ado que “en ningún caso se pue­
de d em o strar que se haya p roducido u n contacto inm ediato entre
R om a y G recia o u n a colonia griega ” . 9 Fue, p o r tan to , a trav és de
interm ediario s no rom anos com o los elem entos de la cultu ra grie­
ga y sus correspondientes nom bres llegaron a los rom anos en esta
época prim itiva.
La aplicación de ciertos criterio s filológicos a las palabras d e re ­
ferencia nos capacitará p a ra esbozar —aunque sea ru d im en taria­
m ente— distinciones de cronología y dialectos. En p rim er lugar, el
grupo jónico-ático se distingue de los otros dialectos griegos p o r el
paso de δ a η (μάτηρ > μήτηρ). Esto q uiere d ecir que los préstam os
que en latín presen ten ä (p. ej. m ácina < μάχανα) tienen que p ro ce­
der de los dialectos dóricos de Italia. O tro índice m uy útil de c a rá c ­
te r cronológico es el proporcionado p o r el tratam ien to de la digam ­
m a (F, pronunciada com o la w inglesa). Este sonido desapareció en
jónico-ático en u n a época an terio r a las p rim eras inscripciones; en
ciertos dialectos dóricos resistió m ás tiem po, pero aun en ese gru­
po se perdió el sonido em pezando p o r la posición intervocálica. En
consecuencia hay que asignar u n a fecha tem p ran a a la e n tra d a de
p alabras como A chivl (< Ά χ α ρ ο ι) y oliva ( < éXocíFa).
El tratam ien to de las vocales y diptongos in terio res en los p ré s­
tam os nos p roporciona m ás datos de tip o cronológico, dado que ta ­
les sonidos se vieron som etidos en latín a u n proceso de d eb ilita­
m iento, según parece, lo m ás tem prano, en el siglo iv (aunque sobre
este punto véanse pp. 220 ss.). Según esto, p réstam o s como caviera

9. A l t h e im , H isto ry of R o m a n religion , p. 149.


60 INTRODUCCIÓN AL LATIN

(καμάρα), phalerae (φαλάρα), tru tin a (τρυτάνα), m ácina (μδχάνα),


balineum , balneum (βαλανεΐον), talen tu m (τάλαντον), T arentum (Τά-
ραντα), etc., tienen que h ab er en trad o en la lengua an tes de que los
cam bios fonéticos indicados d ejaran de operarse, y resu ltan por
ello claram ente distinguibles de los p réstam o s de época p o sterio r
com o cerasus (introducido p o r Lúculo en el 76 a. C.), que no p re ­
se n tan el fenóm eno indicado. Podem os suponer tam bién que las
p alab ras griegas cuya fo rm a latina denuncia influencia etru sca p e r­
tenecen al período de la dom inación e tru sc a sobre el Lacio. E sta
m ediación es denunciada p o r u n a in certid u m b re en la adaptación
de las consonantes oclusivas, paten te, p o r ejem plo, en am urca
(άμόργα, con u n cam bio en la vocal in te rio r com parable al de
alum nus < *alom nos), gubernare (κυβερνάν), A grigentum ("Ακρα-
γ α ς); o tam b ién p o r alteraciones de la cantidad, com o en crëpîda
(κρηπίδα). Aquí, com o en los p réstam o s directos del etrusco, el ú n i­
co testim onio de la intervención e tru sc a es a m enudo circu n stan ­
cial. Así, sporta es obvio que re p re se n ta gr. σπυρίδα. La p ru eb a de
la m ediación etru sca e stá en la sustitu ció n de d p o r t y de u p o r o,
que volvem os a en co n trar en cotoneum < κυδώνιον. De m odo sim i­
la r se deriva grum a de γνώμα (cf. M em run < Μέμνων), trium pus
[ N o t a 6 ] de θρία μβος y catam itus de Γανυμήδης. En el caso de
cisterna (κίστη) y lanterna (λαμπτήρ) nos en contram os con adición
de u n sufijo etrusco bien conocido que denuncia el cam ino p o r el
q u e estas p alab ras llegaron al latín. Con éstas podem os com parar
crëterra = κρητηρα. En el caso de g u ttu rn iu m o cu tu rn iu m “vas
quo in sacrificiis vinum fu n d e b a tu r”, tan to la fonética com o la m o r­
fología indican que el gr. κωθώνιον sufrió u n a p rim e ra distorsión
p o r obra de hablantes etru sco s antes de llegar a Rom a. En el caso
de e sta p alab ra conviene adem ás fijarse en su esfera sem ántica,
p u esto que m uchos térm in o s referentes a cerám ica y u tillaje les
llegaron a los rom anos de los etruscos. En e sta línea es tam bién p o ­
sible que ta n to urna com o urceus tengan u n a lejan a conexión con
el gr. ΰρχη. O tro grupo sem ántico que podem os reseñ ar aquí es el
constituido p o r p alabras referentes a las representaciones teatrales.
H em os visto ya que hister e histrio derivan del etrusco, y es p ro ­
bable que persóna sea u n a p alab ra etru sca en la que se h a añadido
el sufijo -öna a la p alab ra cpersu, pro b ab le deform ación etru sca del
gr. πρόσωττον. T am bién la p alab ra scëna puede h ab er llegado por el
m ism o cam ino, pues solem os en co n trarla escrita scaena, y que el
etrusco tran scrib ía a veces ä p o r ae se ve en Calaina (por Γαλδνα) y
laena, p ren d a de vestir, si es que es u n p réstam o del lat. lana. O tros
ejem plos confirm atorios de este fenóm eno son Saeturnus, Aescula­
pius (Αίσκλαταός) (ejem plo de la sustitución inversa tenem os en era-
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 61

pula por κραιπάλα). paelex p o r παλλακή resu lta m ás com plicado,


dado que la p alab ra puede pertenecer al fondo m editerráneo. Lo
m ism o puede o c u rrir con caupo, cuyo significado co rresponde exac­
tam ente al del gr. καπηλός, y en el que la su stitu ció n de a p o r au su ­
geriría m ediación etrusca. La diferencia de sufijo, sin em bargo, ex­
cluye al griego com o lengua prestam ista, y pudo o cu rrir m uy bien
que tanto griego com o etrusco to m aran la p alab ra del vocabulario
m editerrán eo autóctono, habiéndola recibido del segundo el latín.
Una interesan te cuestión se ha suscitado en to rn o al posible origen
de elementum, en u n gr. *elepanta “letra de m arfil”, caso en el que
el cam bio de p en m sería u n a contribución etrusca, de la que tene­
m os u n paralelo, al m enos parcial, en el prenestino M elerpanta por
Βελλεροφόντης. Hay todavía o tra p alab ra la tin a que m u estra u n a si­
m ilar afinidad con el griego: se h a hecho derivar form a de μορφή
p o r m edio de u n etr. *m orm a, con su stitu ció n de φ por m (la disi­
m ilación de m -m en f- m tiene paralelo en form ica: μύρμηξ, y fo r­
m ido: μορμώ). P o r últim o, veam os u n índice lingüístico del papel
representad o p o r E tru ria incluso en la form ación de las leyendas
rom anas: el cognom en del Horacio defensor del puente, Cocles “el
tu e rto ”, no es m ás que la form a etru sq u izad a de Κύκλωψ, o tra vez
con o p o r u.

C é l t ic o

El im perio etrusco, debilitado en su cen tro por disensiones in ter­


nas, recibió su golpe de m u erte a m anos de u n nuevo grupo de inva­
sores indoeuropeos. Los celtas, p artien d o de su asentam iento en
to rn o al curso alto del R in y del Danubio, h abían atravesado el p ri­
m ero de dichos ríos en u n a fecha no an terio r al 900 a. C. en direc­
ción a lo que m ás tard e se llam aría la Galia. La invasión céltica de
Italia, sin em bargo, no tuvo lugar a través de los Alpes occidentales
(así, Livio, 5, 33 ss.), sino p o r el B rennero y p artien do del A lto Rin
hacia fines del siglo v a. C. En Italia se ap o deraron de la llanura sep­
tentrional com prendida en tre los A peninos y los Alpes, donde los
restos por ellos dejados se superponen a los de la civilización etru s­
ca. H icieron retroceder a etruscos y u m bros y enviaron expediciones
de pillaje p o r toda la península, llegando a saq u ear la propia Roma
en el 390 a. C. No parecen haber establecido asentam ientos p erm a­
nentes en p a rte alguna de Italia, excepto en la región conocida como
Galia Cisalpina, y aun en ella fuero n fácilm ente absorbidos p o r las
poblaciones circundantes, de m odo que el galo dejó de hablarse en
Ita lia hacia el 150 a. C. (Polibio, 2, 35, 4). E sta inestabilidad lingüís­
tica, unida a su ignorancia del a rte de escribir, puede explicar el
62 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

hecho de que únicam ente tre s inscripciones escritas en galo se hayan


encontrado en Italia, y sólo u n a en la G alia Cisalpina. Los galos,
hablantes de la variedad del céltico conocida com o céltico continen­
tal, que se distingue inter alia p o r p re se n ta r p com o resultado de
ide. q», ap o rtaro n al latín cierto núm ero de p alab ras procedentes de
los siguientes principales cam pos sem ánticos :
Equitación y m anejo de carros: benna “carro de dos ruedas con
caja de m im bre”, carpentum “coche de dos rued as cu b ierto ”, carrus
“carro de cu atro ru ed as”, cisium “vehículo ligero de dos ru edas”,
covinnus “carro de g u erra con guadañas en las ru ed as”, essedum
“carro de g u erra”, p eto rritu m “c a rru a je de cu atro ru ed as”, reda
“coche de viaje”, verëdus “caballo” (del h íb rid o b a jo latino para­
veredus derivan el al. Pferd y esp. palafrén) . m annus está atestigua­
do p o r Consencio como p réstam o galo, pero es m ás probablem ente
ilirio (véase supra, p. 50, y Ernout-M eillet, s. v.).
Milicia: cateia “(especie de) boom erang”, gaesum “jab alin a”, lan­
cea (véase su p ra ), parm a “escudo ligero”, sparus “venablo” , cater­
va = legio aparece citado a m enudo com o p réstam o galo al latín
(Isidoro, Or., 9, 3, 46), p ero puede ser p alab ra originariam ente latina
perteneciente a la m ism a fam ilia que cassis y catena.
Vestido: birrus “capa con capucha”, bracae “bragas, calzones”
(palabra to m ad a p o r los celtas al germ ánico), sagus, sagum “túnica,
sayo”.
Varios: alauda “alo n d ra”, betulla “abedul”, bulga “zu rró n ” (em ­
parentado con la p alab ra germ ánica de la que procede en inglés
belly). De p a rtic u la r in terés es am bactus “siervo”, p alab ra em plea­
d a p o r Ennio. E m parentada con el galés a m aeth “siervo”, la p alab ra
se abrió cam ino en el germ ánico, y es del gót. andbahti ( = al. A m t)
de donde derivan fr. ambassade, etc.

L e p ó n t ic o

En el te rrito rio galo de la Ita lia septentrional, cerca de Bellinzo­


na, se han descubierto huellas de u n pueblo m isterioso que p ra c ti­
caba el rito de inhum ación; los yacim ientos han proporcionado in s­
cripciones escritas en la lengua llam ada “lepóntica” . E sta lengua,
indoeuropea sin d uda alguna, pertenece al grupo cen tum y al igual
que el galo hizo p asar ide. f a p (si es que la enclítica -pe es real­
m ente equivalente a lat. que). Como el céltico y el latín, form a el
genitivo de singular de los tem as en -o - en -i. O tra sorprendente
peculiaridad es que el nom inativo de singular de los tem as en -n -
term in a en -u, lo m ism o que en galo. Se h a afirm ado adem ás que
de unos seten ta n om bres propios conocidos, al m enos cincuenta
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 63

tienen correspondencia en galo. P o r o tra p arte, m uchos topónim os


de la región p resen tan el sufijo -asco, -asea. Esto sugiere, p o r lo
m enos, un su stra to lígur (véase in fra ), pero p o r la época de estas
inscripciones (siglo xx a. C. en adelante) to d a esa p a rte de Italia
h a b ía sido invadida p o r los galos, de m odo que algunos estudiosos
autorizados m antienen que el “lepóntico” debe considerarse como
dialecto céltico. O tros ponen m ayor énfasis en los caracteres no-
célticos (por ejem plo, la p reten d id a conservación de p - inicial en
pala “lauda fú n eb re” (?) y las diferencias en el sistem a de
nom bres personales), clasificando esta lengua como celto-lígur. Mas
esta diferencia en tre las dos concepciones parece ser de sim ple én­
fasis, dado que am bas e stá n de acuerdo en a trib u ir las inscripcio­
nes lepónticas a u n pueblo céltico asentado en lo que originalm en­
te sería te rrito rio “líg u r”.

Líg u r

E n tre los antiguos pueblos del M editerráneo occidental encon­


tram o s al de los lígures. Si eran autóctonos o u n a trib u m ás de
invasores ide., es u n debatido problem a que debem os considerar
brevem ente. Ein época histórica aparecen com o u n típico pueblo “re ­
liquia”, habitando tie rra s p obres e inaccesibles, a las que se habían
visto confinados p o r la presió n de pueblos m ás poderosos. P ero es
seguro, p o r el testim onio com binado de los au to res antiguos y de los
topónim os, que en u n tiem po se extendieron p o r u n á re a m ucho m a­
yor de la E uropa occidental, llegando haáta la llanura del Po y por
el su r h a sta E tru ria y, según algunos autores, incluso hasta Rom a
y el Lacio. E sta á rea se corresponde a grandes rasgos con la d istri­
bución de los topónim os form ados con el sufijo -se- (por ejem plo
los hidrónim os Vinelasca, Tulelasca, Neviasca, etc.). Tam bién ten e­
m os noticias de lígures en Córcega; incluso de los sículos se h a afir­
m ado que eran lígures em pujados a Sicilia p o r u m bros y pelasgos.
T anto en Sicilia com o en Liguria encontram os los topónim os E ntel­
la,, Eryx y Segesta. La lengua de los lígures ha sido descrita como
indoeuropea “p o r encim a de toda d u d a ” , 10 con base en que las p a­
labras lígures como asía, λεβηρίς “gazapo, conejo”, saliunca “vale­
rian a” son todas indoeuropeas, y en que m uchos de los topónim os
tam bién lo son: p o r ejem plo el río Porco-bera “que lleva salm ones”,
el m onte Berigiema “que lleva nieve”, la ciudad de Bormiae “fuen­
tes calientes”, todos los cuales son restos de un dialecto ide. que
p o r el testim onio fonético no puede ser considerado ni itálico ni

10. W hatm ough, F o u n dation s, p. 129.


64 INTRODUCCIÓN AL LATIN

céltico. E sta tesis de que el lígur sea una lengua indoeuropea choca
con el testim onio de la arqueología, pues im plica u n a invasión, se­
gún puede presum irse, procedente de la zona de los lagos de Italia,
de la que no hay huellas en las cu ltu ras p reh istó ricas de la región.
Esto nos hace volvernos a la hipótesis de que el lígur fu era hablado
p o r los descendientes de los habitan tes neolíticos de la región. Que
de hecho los lígures fueron los ocupantes prim itivos de su h á b ita t
histórico parecen indicarlo las relaciones lingüísticas con el sículo
que ya hem os exam inado. Así las cosas, se h a afirm ado con no m enor
seguridad que el lígur es no-indoeuropeo (H. K ra h e ), y que el ca­
rá c te r ide. de algunos de los topónim os h a de explicarse p o r la h i­
pótesis de que u n pueblo ide. se h u b iera superpuesto en u n m om en­
to dado a la población neolítica. La polém ica parece resolverse en
u na discusión de definición y cronología. Quienes defienden el c ará c­
ter indoeuropeo del lígur ad m itirían seguram ente que ello im plica
una invasión y som etim iento de la población preexistente, de la que,
por o tra parte, se supone que h ab ría em igrado desde África del
n o rte a Ita lia a través de E spaña y Francia (O CD , 11 “L igurians”) .
La cuestión ah o ra es a quiénes hay que asignar el nom bre de “lí­
gures”, y luego en qué fecha llegó el pueblo al que tenem os que
a trib u ir las p alab ras y topónim os indoeuropeos adm itidos p o r am ­
bos bandos. D ejarem os la cuestión de lado con u n as palabras de
prudencia. La in terp retació n de los^ topónim os p rehistóricos es en
gran m edida u n dom inio de la co njetura. Lo incierta que resu lta
podem os verlo p o r u n ejem plo clave. El orónim o Berigiema m encio­
nado en la Sententia M inuciorum h a sido analizado, según hem os
visto, como Beri-giem a “que lleva nieve” (bher + *gheiem). Esto im ­
plicaría que el pueblo que hubiera puesto este nom bre h ab lara una
lengua centum , p ero quedando su pertenencia al grupo itálico ex­
cluida po r su tratam ien to de la oclusiva asp irad a (bh > b). A hora
bien, to d a esta construcción cae p o r su base si, com o ha sugerido
un estudioso digno de crédito, tenem os que analizar la p alab ra como
Berig-iema.

E l SUSTRATO MEDITERRÁNEO

Desde los lígures dirigim os ah o ra n u e stra atención a las c o n tri­


buciones lingüísticas debidas a los pueblos m ed iterráneos au tó cto ­
nos en cuya tie rra se establecieron los protolatinos. Aquí nos encon­
tram os en seguida con u n a dificultad m etodológica, dado que
tenem os poco o ningún conocim iento directo de las lenguas p re ­

ll. O xford C lassical D iction ary.


ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 65

indoeuropeas de Italia. No es suficiente m ira r a to d as las palabras


latinas sin etim ología ide. com o preindoeuropeas. Las corresponden­
cias en o tra s lenguas pueden hab erse perdido, o haberse tra n sfo r­
m ado la p alab ra latina p o r las incontables fuerzas innovadoras que
actú an en to d a lengua, sin que podam os ig n o rar tam poco la posi­
bilidad del p réstam o de lenguas desconocidas con an terio rid ad a la
invasión de Ita lia p o r los protolatinos, ni la de la creación in d e­
pendiente. Es posible, sin em bargo, alcanzar u n a aceptable certeza
en algunas clases de palabras. Se h a observado que las palab ras de
su stra to que significan rasgos topográficos y anim ales y p lan tas
indígenas son p articu larm en te resistentes en todas p artes. Adem ás,
tales palab ras trascienden las fro n teras lingüísticas, y su carácter
no ide. se descubre a m enudo p o r el hecho de que, a p esar de a p a re­
cer en form as sem ejantes, no se las puede red u cir a u n a form a origi­
n aria com ún. Un ejem plo b astan te elem ental lo ofrece la p alab ra que
designa al m etal “plom o”. Las v ariantes que p resen ta en las fo r­
m as dialectales griegas (μόλυβδος, μόλιβδος, μόλιβος, βόλιμος) son
de p o r sí indicio de p réstam o cultural. En lat. p lu m b u m el pareci­
do, aunque vago, es inequívoco12. En los casos m ás favorables las
palabras indígenas p resen tan tam bién rasgos m orfológicos peculia­
res que dejan fuera de toda d uda razonable su procedencia. E sto es
verdad, p o r ejem plo, de la p alab ra vaccinium . La palabra griega
correspondiente es ύάκινθος. Nos encontram os ante u n parecido ge­
neral en la p a rte radical de la p alab ra, pero las diferencias son tales
que excluyen el p réstam o en cualq u iera de las dos direcciones. Ade­
m ás, la p alab ra griega tiene el sufijo -ινθο- q u e aparece en m uchos
topónim os y nom bres de objetos de cu ltu ra (p. ej. Κόρινθος, άσά-
μινθος “b a ñ e ra ”) atrib u id o s a la población prehelénica del Egeo.
P o r tan to , vaccinium puede atrib u irse con u n grado claro de ce r­
teza al su strato m editerráneo. En esta categoría de nom bres b o tá n i­
cos podem os incluir m enta (gr. μίνθη), viola (FÍov), lilium (λείριον),
cupressus (κυπάρισσος con el sufijo egeo -σσο- que se encuentra
tam b ién en to p ó n im o s), laurus (las varian tes griegas m u estran la
señal de la procedencia foránea: δάφνη, δαυκον, δαύχνα, λάφνη),
ficus (σΰκος, τυκον, arm . th u s), citrus (κέδρος).
Si bien es indudable que estas p alab ras resu ltan en últim a in s­
tancia réductibles a u n a fuente m ed iterrán ea com ún, queda tam bién
en claro que no hay justificación p a ra p o stu lar u n a uniform idad
lingüística en la form a de u n a “lengua m e d iterrán ea” antes d e la

12. p lu m b u m h a sid o razon ab lem en te atribuido a l ibérico y puesto en re­


lación con el vascuence berun. U n a p alabra “colon ial” com o é s ta puede tom ar
asp ectos d iferen tes en la s len gu as que la im portan.
66 INTRODUCCIÓN AL LATIN

llegada de las diversas trib u s in doeuropeas . 13 En el nom bre de la


“ro sa” , po r ejem plo, hay u n a aceptable sem ejanza en tre gr. Fρόδον
y el irán, wrdi (persa gul) que aparece com o p réstam o en el arm .
vard. En lat. rosa la consonante in te rio r re su lta desconcertante e
im plica u n a fuente interm ed ia en la que -d - se h u b iera asibilado . 14
O tro rasgo singular es que la -s - intervocálica se haya m antenido
al m argen del rotacism o norm al en las p alab ras latinas (véase
p. 231).
H a habido tentativas, especialm ente p o r p a rte d e estudiosos ita ­
lianos, de aislar los caracteres de las lenguas m editerráneas. Así,
partien d o de la alternancia de consonantes que aparece, p o r e je m ­
plo, en Padus : P atavium : Bodincus o B ergom um : Pergam um , se
han hecho deducciones acerca de la n atu raleza de las consonantes
oclusivas m editerráneas. P ero la frecuente aparición en otros luga­
res de tales alternancias (por ejem plo, en los dialectos germ ánicos:
B eet/bed, D ing/thing/ting) debe im poner precaución a tales vuelos
de la fantasía. P o r lo que se refiere al vocabulario, los dialectos m o ­
dernos, especialm ente los de las regiones alpinas, h a n sido tam iza­
dos en busca de p alab ras preide., y los estudiosos h a n llegado a ais­
lar u n a serie com pleta referen te a p articu lares del terre n o que re ­
su ltan de u n a sem ejanza so rp ren d en te en su e stru c tu ra fonética.
Así, ganda “escom bro”, alba “roca”, balsa “p an tan o ” , gava “arro y o ”,
etc. Se las ha com parado con p alabras etru scas com o lada “m u je r”
y se ha sacado la conclusión de que las form aciones de este tipo
eran predom inantes en las lenguas m editerráneas. É ste es u n o ri­
gen aceptable p a ra p alab ras latinas com o baca “baya”, “uva” pues,
com o hem os visto m ás arrib a, las p alab ras relacionadas con la viti­
cultura suelen ser de origen m editerráneo. V arrón (£,. L., 7, 87) nos
dice “vinum in H ispania b aca”, y es te n ta d o r reco rd ar aquí el n o m ­
b re del dios del vino Βάκχος.
M étodos sim ilares se h a n em pleado en los in ten tos de d ar m a­
yor precisión a la noción de las áreas dialectales m ed iterráneas. Así
se ha aislado un sufijo m editerráneo occidental - it- partiendo de
determ inativos de lugar com o Gaditanus, Iliberritanus, P anorm ita­
nus, etc. Sufijos sardos en -arr-, -err-, -u rr- se h an encontrado en
“form as ligeram ente divergentes” en topónim os de Sicilia como

13. Según K r a h e (In d o g erm an isieru n g, pp. 32 ss.), se deben d istin guir dos
áreas lin gü ísticas preindoeuropeas en Italia. Ita lia cen tral y m eridional, y S ici­
lia, sobre la b ase de los topónim os característicos en - s s - ( T ylessos e n el B r u t­
tium , K rim issa en la Ita lia m eridional, T elm essos en S icilia ), e n -νθ- (K o k y n -
th u s en el B ru ttiu m ), etc., p erten ecen al área eg eo -a n a to lia . K rah e pone esto
en conexión con la s afirm aciones de los autores an tigu os (com o D ion isio de
H alicarnaso, I, 23) acerca de la p resencia de “p ela sg o s” en va rias p artes de la
Ita lia central y m eridional. U n pueblo preindoeuropeo del M editerráneo oc­
cidental eran los “lígu res” (véase supra).
14. A sibilación de d tuvo lugar en oseo y m esapio.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 67

"Υκκαρα, ’Ίνδα ρα , Λιπάρα, y tra s habérselos puesto en relación


con el lat. suburra han sugerido la adscripción de las palabras la­
tin as arcaicas acerra “naveta p a ra incienso” y vacerra “pilar, p o ste ”
a una fuente m ed iterrán ea occidental.
P artien d o de los confusos y fragm entarios testim onios que he­
m os exam inado en las páginas precedentes, podem os in ten tar aho­
ra el esbozo de los m ovim ientos m asivos de pueblos que llevaron a
la indoeuropeización de la península apenina y com pendiar las m ú l­
tiples influencias que conform aron la h isto ria prim itiva de los la ti­
nos y su lengua en su nuevo asentam iento. Los prim eros invasores
hablantes de u n a lengua indoeuropea y procedentes de la E uropa
cen tral fueron los antepasados de los sículos. Los segundos en llegar
fueron los p rotolatinos, seguidos p o r los hablantes de los “dialectos
itálicos”. Sobre estos pueblos cayeron las varias trib u s de invaso­
res ilirios, quienes tal vez p ro d u jero n el em puje que arrojó a los
p rotolatino s de su asentam iento en el valle del Po hacia su solar
histórico en el Lacio. Una vez que se m ezclaron en su nuevo em pla­
zam iento con u n pueblo del grupo osco-um bro, tuvieron que so p o r­
ta r u n a nueva fuerza organizativa y civilizadora en fo rm a de d o m i­
nación etrusca. H asta dónde llegó d u ran te el período de suprem acía
etru sca este am algam am iento de pueblos en el cam ino conjunto h a ­
cia una nueva unidad puede adivinarse, según vim os ya, por el e s tu ­
dio de los nom bres de persona. Sobre esto ha escrito K rahe (Indo-
germanisierung, pp. 58 ss.) :
d e n tr o d e l s is t e m a d e lo s t r e s n o m b r e s u n e t r u s c o p u e d e lle v a r n o m ­
b r e s la t in o s o u m b r o s o ilir io s , o b ie n u n la t in o p u e d e t e n e r un
n o m b r e e t r u s c o o ilir io , u n ilir io u n n o m b r e o s e o o c é lt ic o o e t r u s c o ,
e tc . P u e d e o c u r r ir ta m b ié n , a u n q u e r a r a m e n te , q u e c a d a u n o d e lo s
t r e s n o m b r e s , p r a e n o m e n , n o m e n y c o g n o m e n , p e r te n e z c a a u n a le n ­
g u a d is t in ta . E s to d e j a v e r m u y c la r a m e n te q u e e s ta b a c o m e n z a n d o
u n p r o c e s o d e f u s ió n a la m a y o r e s c a la , q u e a c a b ó a la p o s t r e p o r
c o m p le ta r s e .

P o r últim o, fue b ajo la tu tela etru sca com o los rom anos com en­
zaron el aprendizaje de las “artes y disciplinas” dé la Grecia que
iba a d u ra r todo a lo largo de su h isto ria cultural.
C a p ít u l o III

LOS DIALECTOS LATINOS Y LOS PRIMEROS TEXTOS

Hemos exam inado h asta aquí los testim onios que se refieren a la
preh isto ria de la lengua latin a y llegado a la conclusión provisio­
nal d e que los p rotolatinos eran u n a trib u indoeuropea con origen
en la Europa cen tral que penetró en Ita lia hacia el final del segundo
m ilenio antes de Cristo. Llegados al Lacio hacia el siglo x a. C., los
latinos se asentaron form ando com unidades rurales dispersas o
p opuli que se unieron en confederaciones de vinculación poco es­
tricta. La p ro p ia R om a tuvo origen en u n synoecism us de pueblos
latinos incinerantes y sabinos inhum antes. En el terreno político es­
to s diversos populi latinos se aliaron en térm inos de igualdad, esta­
do de cosas que se prolongó, con excepción del período d e dom ina­
ción etrusca, h a sta el siglo iv, en que Rom a se impuso gradualm ente
sobre sus herm anos m ás débiles, acabando p o r reducirlos en el 338
a la condición d e aliados som etidos. Fue esta suprem acía política de
R om a la que llevó gradualm ente al desplazam iento de los dialectos
del Lacio p o r o b ra del latín de Roma. Sin embargo, que el rom ano
era en u n principio sim plem ente uno m ás de los num erosos patois
latinos resu lta evidente p o r el testim onio de las p rim eras in scrip­
ciones en lengua latina.
P o r ejem plo, en tre las inscripciones encontradas en el te rrito rio
de Falerii (Cività Castellana) hay una en la que se lee foied vino
pipafo era carefo — hodie vinum bibam eras carebo. Tenemos ejem ­
plificada aquí u n a peculiaridad fonética que distinguía al latín de
R om a de los dialectos rurales y tam bién de los dem ás dialectos itá li­
cos, a saber, el paso de - bh- a -b - entre vocales, frente a la - /- rústica.
U n desarrollo paralelo afectó a la -d h - originaria, -d - en Rom a fre n ­
te a - /- falisca, si es que efiles está correctam ente interpretado como
aedilis. A p esar de su coincidencia en este punto con el osco-um bro,
el falisco e ra u n dialecto de tipo latino, pues en él aparece qu como
resultado de *q», que en osco-um bro se convirtió en p (véase su p ra).
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 69

O tros pun to s de fonética que distinguen al falisco del latin son su


tratam ien to de los diptongos (ai > ë, como en pretod = praetor;
ou > ö, com o en lo fe r ta 1 = liberta) ; y la caída de consonantes fina­
les: cra(s), zen a tu o (s), s ta (t), m a te (r). En la m orfología podem os
destacar el dativo singular de la segunda declinación en -oi (zextoi),
la desinencia secundaria de tercera p erso n a de singular -d (douiad =
det), el fu tu ro en (carefo, pipafo) y el perfecto reduplicado fifi-
k e d = fin x it (?). Se h a hablado m ucho de u n supuesto genitivo en
-o sio de la segunda declinación. Pero el único ejem plo aducido es
u n ka isio sio 2 que e stá abierto a la sospecha de ser u n a ditografía,
m ien tras que hay m uchos ejem plos seguros del genitivo latino n o r­
m al en -i. Hemos reservado p a ra el final u n p unto interesante de
fonética: la oscilación en tre / y ft en inicial de p alab ra: hileo y filea,
haba = lat. jaba, pero foied = hodie. Este fenóm eno se encuentra
ta m b ién en sabino y en etrusco, lo cual sugiere que en el falisco
podem os ten er u n a lingua latina in bocca toscana. En todo caso el
m ism o fenóm eno aparece tam b ién e n el dialecto latino de Preneste
(P ale strin a ), donde se han detectado o tra s influencias etruscas.
De P ren este procede el m ás antiguo texto latino conocido. En
un a fíbula que data del siglo vx a. C. están escritas en caracteres
griegos las palab ras: Manios : m ed : vhe : vhaked : num asioi = M a­
nius m e fecit Num erio. Volvemos a en co n trar aquí el dativo en -oi
y o tro perfecto reduplicado, fefaced, en lugar del heredado fëcit
conservado en el latín de Rom a. R eaparece en las form as oseas
fefaeust, fefakid, hecho que quizá puede explicarse p o r la posición
geográfica de P ren este en la fro n te ra lingüística en tre latín y oseo.
T anto fefaced com o N um asioi p resen tan plenam ente conservadas
sus vocales interiores. Mas es posible que en u n a época ta n te m p ra ­
n a tam poco el latín de R om a h u b iera experim entado su caracterís­
tico debilitam iento de vocales átonas (véanse pp. 220 s .) . Otro rasgo
del prenestin o es el paso d e i a e an te vocal (conea, fileai) y en síla­
b a in te rio r ab ierta (Orcevia = Orcivius; cf. V arrón, R. R., 1, 2, 14:
“ru stici etiam quoque viam veham appellant et vellam non villam ”) .
P o r o tra p arte, en sílaba c e rra d a an te r, e pasó a i (M irqurios, cf.
stir cus en Lucania y tam bién oseo am iricatud = im m er ca to ). Así, el
lat. firm u s fren te a ferm e puede ser form a dialectal, y un sim ilar
origen dialectal puede a trib u irse razonablem ente a hircus.
E n el tratam ien to de los diptongos el prenestino, como otros
dialectos rústicos, d iferia del rom ano. En posición final -äi > à
(dat. Fortuna, prim ocenia); ai y ë (E sculapio); et > e (Hercole);
oi > δ (coraveron ~ curaverunt) ; eu > ou > ö (Poloces < Πολυδεύ­
1. Sobre esta palabra, véase p. 220.
2. Cf., sin em bargo, eco qu to le v o te n o sio , “yo soy el κώ θω ν de I .” ( V e t t e r
e n “G lo tta ”, 1939, 163 ss.).
70 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

κης) ; au > ó (Plotía). AI igual que en falisco, s se pierde en final de


palabra (nationu = nationis), pero se conserva ante consonantes n a ­
sales, posición en la que se perd ía en rom ano (losna ~ lüna < *louks-
nä). En cuanto a m orfología, podem os m encionar los nom inativos de
plural en -es de la segunda declinación (m a g istere(s)), form ación que
se encuentra tam bién en otros lugares, com o T ibur, c a p u a y Falerii.
O tro fenóm eno general en latín no rom ano es el genitivo singular en
-us (-os) ejemplificado en n a tio n u (s ) . T am bién en el vocabulario
tenem os algún testim onio de que los dialectos ru rales diferían del de
Boma. Así, sobre la p alab ra nefrendes escribe F esto : “su n t qui ne-
frendes testículos dici p u ten t, quos Lanuvini appellant nebrundines,
Graeci νεφρούς, P raenestini nefrones”. Tenem os aquí u n térm ino dia­
lectal para “riñones” em parentado con el alem án Niere, en tan to que
el latín rom ano em pleaba rênes. Las v ariantes fonéticas nefrones, ne-
frundines, nebrundines, que p resen tan - /- y -b - respectivam ente, son
dignas de mención. O tra p alab ra antigua conservada en latín rústico
pero perdida en el dialecto de R om a es la p ren estin a tongitio, nom bre
verbal del verbo tongeo, em parentado con el inglés think. Sobre ella
escribe Festo: “tongere nosse est, nam P raen estin i tongitionem d i­
cunt notionem ”. Tam bién el oseo p resen ta u n a p alab ra de esa raíz
en tanginom “sententiam ” .
Aparte de las prenestinas y faliscas, las inscripciones latinas “a r ­
caicas” de o tras localidades p resen tan o tra s acusadas diferencias
respecto al latín de Rom a, adem ás de las ya m encionadas incidental­
mente. Será conveniente u n resum en de las m ás im portantes.
E ntre las cuestiones de fonética podem os m encionar el paso de
d a r ante labial, como en arvorsum y arfuísse (cf. volseo arpatitu =
affundito y m arso apur fin em ). P o r ello arbiter puede ser p alab ra
dialectal. La violenta síncopa de vocales áto n as ejem plificada en
form as como lubs p o r lu b ë(n )s, dedront p o r dederunt y cedre p o r
caedere es sólo aparente, p o rq u e en m uchos casos los signos conso­
nánticos pueden tener valor silábico: b = be, d — de y c = ce. El
tratam iento dialectal de los diptongos se refleja en la declinación de
los nom bres, p o r ejem plo en los dativos de singular Locina y Diane
(ambos < äi), Marte (é < ei), etc.
En la prim era declinación el nom inativo de p lu ra l m antiene con
frecuencia la antigua desinencia -äs (m atronas, quas), m ien tras el
dativo de p lural aparece u n a vez en la fo rm a -as (< äis: devas Cor-
ñiscas). Sobre el genitivo de singular en -aes (Aquiliaes) véase
p. 242. E ntre las p articularidades dialectales de la segunda declina­
ción, el pretendido p lu ral en -ös aparece solam ente en nom bres
gentilicios precedido de dos praenom ina y que indican hijos del m is­
m o padre. P o r eso las form as en -o(s) pueden in te rp re ta rse com o
de singular. En el verbo, como desinencia m edia de la segunda p e r­
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 71

sona de singular, aparece frecuentem ente -us en lugar de la del latín


clásico -is: spatiarus. En el deda{nt) de CIL F 379 tenem os una fo r­
m a reduplicada de do com o en um bro. Puede verse la influencia de!
oseo en las form as de im perfecto fundatid, proiecitad, parentatid de
L uceria (A pulia), acerca de las cuales véase p. 276.
Del latín de la p ro p ia R om a no tenem os m ás que algunos vis­
lum bres desesperantem ente insuficientes h asta fines del siglo n i, en
que los textos se hacen m ás abundantes. [N ota 7.] La inscripción
m ás antigua es la escrita sobre u n cipo m utilado encontrado en 1899
b ajo una p ied ra negra que e ra considerada com o indicadora de la
tu m b a de Róm ulo. Sobre este cipo, que d ata del siglo v aproxim ada­
m ente, está escrito verticalm ente en b ustrófedon un. texto (n.° 3 )
cuya evidente antigüedad e im portancia p a ra la h isto ria del latín
h a excitado el ingenio de los estudiosos. Ha recibido in terp retacio ­
nes varias, com o la de reglam entación referente a los privilegios del
rex sacrörum , ley de T arquinio Prisco com puesta en saturnios, ley
de T arquinio el Soberbio concerniente al botín de guerra, etc. De las
p alab ras de la p a rte conservada del texto parece h aber acuerdo en
que quoi = qui, sacros — sacer, recei = regí, iouxm enta = iüm enta,
iouestod = iüstö. Esto añade poco al conocim iento del latín que no
h abíam os adquirido todavía p o r la reconstrucción. No menos d e s­
co ncertante re su lta la inscripción escrita sobre u n a vasija de tre s
com partim ientos en contrada en 1880 en el valle situado e n tre el
Q uirinal y el Vim inal (n.° 2). En la p rim e ra línea es posible desci­
fra r las palab ras deiuos, qoi, m ed, m itat, cosm is, virco, siet, pero el
sentido del conjunto todavía se nos escapa. En la segunda línea
n ad a es seguro. Las tres p rim eras p alab ras de la tercera línea d ue­
ños m ed feced significan evidentem ente B onus m e fecit. En fin, si
bien los testim onios prim itivos añaden pocos d ato s positivos a n u e s­
tro conocim iento del prim itivo latín, sí p erm iten concluir que en tre
los siglos v y i n a. C. el latín cam bió tan d rásticam ente que los
estudiosos ya no pueden com prender los textos de época anterior.
Es probable que los propios rom anos se vieran en la m ism a dificul­
tad, 3 a juzgar p o r el Carmen Arvale incluido en las actas de los r i­
to s de los Fratres Arvales correspondientes al año 218 d. C. Nos
encontram os an te u n texto ritu al con origen en un período m uy

3. E sto está exp resam ente atestigu ado por Polibio (3, 22, 3) al hablar del
trata d o h ech o en tre R om a y C artago al añ o sigu ien te de la expulsión de los
reyes: “M ás a d ela n te doy una traducción ta n precisa com o puedo. P ues hay
u n a d iferen cia ta n grande en tre el d ialecto h ab lado por los rom anos de h oy y la
len g u a a n tigu a, que algu n as p artes a duras p en as p u ed en elucidarse aun d e s­
p u és de u n cuidadoso estudio por la s personas m ás in te lig en tes” (véase T e n n e y
P r a n k , A n econ om ic su rvey o f a n c ie n t R o m e, I, pp. 6-7. [ N o t a 8.]
72 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

rem o to que, transm itido a través de generaciones sucesivas de fu n ­


cionarios religiosos, se había convertido en puro galim atías p a ra
quienes lo recitaban. Este texto (n.° 4) h a recibido reciente in te r­
p retación de m anos de E. Norden, quien lo traduce así:
(1) S a lu d , a y u d a d n o s , L a r e s (tr e s v e c e s ) .
(2) N o p e r m itá is q u e la p e s t e o la c a t á s t r o f e c a ig a n s o b r e e l p u e b lo .
(3) S a c ía t e , fiero M a rte; s a lt a s o b r e e l u m b r a l y q u é d a te a h í en p ie .
(4) lla m a d p o r tu r n o a t o d o s lo s S e m o n e s .
(5) S a lu d , a y ú d a n o s, M a rte.
(6) tr iu m p e . [N ota 9.]

El him no se cantaba en u n a cerem onia que tenía lugar en el lí­


m ite (lim en empleado en sentido m etafórico, cf. p o stlim inium ) del
ager Rom anus. Se im plora en p rim er lugar la ayuda de los Lares
(que son los agri custodes, cf. Tibulo, 1, 1, 9). Luego M arte, que no es
sólo el fiero dios de la guerra, sino tam bién el p ro te cto r de las co­
sechas, la casa y las instalaciones rurales, es requerido p a ra que
ocupe su lugar sobre el “um bral” y p ro te ja a la tie rra de las cala­
m idades. Los Semones son un grupo de divinidades del que poco
se sabe, pero Norden sugiere que se tra ta de potencias divinas,
agentes ejecutores, p o r decirlo así, de los dioses suprem os:
“Los Semones, m anifestaciones de los poderes que protegen al
pueblo, p re sta rá n su colaboración.” P u n to s de interés lingüís­
tico son la interpretación de enos como ë (partícula aseverativa
com o gr. íj) m ás nös; el retrúecano lue(m ) rue(m ) {rúes en lugar
del posterior ruina; del m ism o grupo sem ántico podem os citar
labes, strâgës, tâbës); sins aparece p robablem ente p o r sinäs; fu es
u n im perativo de la raíz *bhu, de la que salió u n a p a rte ta n consi­
derable de la conjugación del verbo “ser” ; berber es una fo rm a re ­
duplicada de u n tem a dem ostrativo que aparece tam bién en la
fórm ula augural ullaber arbos (V arrón, L. L., 7, 8; véase p. 73), alter-
nei parece ser u n a form a de locativo em pleada adverbialm ente con
el sentido de “por turno, alternativam ente”, advocapit es una form a
apocopada de advocapite, fu tu ro em pleado como im perativo. Es evi­
dente que en este docum ento tenem os u n texto latino de extrem a
antigüedad, si bien con algunas m odernizaciones superficiales (así,
pleoris po r pleoses) y posibles corrupciones. P ertenece a u n a a n ti­
quísim a cerem onia situada en el corazón de la religiosidad oficial
romana. Con todo, Norden ha aducido p ru eb as de peso que indican
que incluso un docum ento tan antiguo de la latinidad rom ana debe
m ucho en contenido, estru ctu ra y form ulación a m odelos griegos.
La influencia griega se deja ver tam bién en o tro docum ento fe-
chable en el siglo v a. C.: las X II Tablas. Con ellas pasam os a una
fuente de inform ación sobre la latinidad prim itiva aú n m ás tu rb ia:
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 73

p a ra n u estro exam en de las X II T ablas no tenem os testim onio ep i­


gráfico de p rim era m ano. H ayan sido o no destru id as las tablas de
bronce originales en el saqueo de R om a del 390 a. C., desde luego “al
final de la R epública no existía ningún texto au to rizado” 4. N uestro
conocim iento del texto de las Tablas procede de citas o p aráfrasis
de autores a p a rtir del siglo i a. C., especialm ente Cicerón y los ju ­
ristas. Los propios rom anos creían que cuando los patricios fueron
obligados p o r la presión de los plebeyos a consentir en redactar un
código jurídico, se h abía enviado u n a em b ajad a a A tenas p ara e s­
tu d ia r la legislación de Solón, y que después de su regreso los d e­
cem viri habían redactado el código, que h a b ría sido inscrito sobre
diez tablas de bronce y fijado en la plaza del m ercado (450 a. C.).
Las sem ejanzas de contexto y form ulación con los prim itivos có d i­
gos legales griegos, p o r ejem plo el de G ortina (C reta), hace vero­
sím il que este origen legendario contenga u n núcleo de verdad. El
origen griego de este docum ento fundam ental del derecho rom ano
explicaría p o r qué u n a p alab ra tan central del vocabulario legal como
lat. poena es u n p réstam o griego (ποινή). La enorm e im portancia de
las X II T ablas con relación al d esarrollo de la lengua literaria de los
rom anos puede valorarse p o r la observación de Cicerón (De leg.,
2, 4, 9) : “a parvis enim , Quinte, didicim us si in ius vocat atque eius-
m odi alias leges n o m in are”. L a significación del hecho de que un
texto que los escolares rom anos se apren d ían de m em oria estuviera
basado en m odelos griegos se rá estudiada m ás a fondo en nuestro
capítulo acerca del desarrollo de la lengua literaria. Los rasgos
lingüísticos arcaicos de los textos que los accidentes de la tradición
nos han conservado serán exam inados en la segunda p a rte de este
volum en. P ara ejem plos véase el Apéndice.
E n tre los textos prim itivos conservados en los escritos de a u to ­
res rom anos posterio res hay o tro s cuya evidente antigüedad los hace
p articu larm en te valiosos p a ra nuestro conocim iento del latín p r e ­
li terario. E n tre ellos está la fórm u la augural conservada en V arrón,
L. L., 7, 8. Tales fórm ulas se habían hecho en g ran m edida in inteli­
gibles a los rom anos de siglos posterio res y fu ero n objeto de in te r ­
pretació n y controversia p o r p a rte de gram áticos y lexicógrafos, se­
gún se ve p o r el com entario de V arrón: “quod addit tem pla u t sint
tesca, aiun t san cta esse qui glossas scripserunt. Id est falsum n a m ..
D am os u n texto de la form ula esencialm ente acorde con la re sta u ra ­
ción e in terp retació n de N orden (véase, sin em bargo, la crítica de
K. L atte, “Philologus”, XCVII, 1948, pp. 143 ss.) :

4. J o l o w ic z , H isto rica l in tro d u ctio n to R o m a n law , p. 106.


74 INTRODUCCIÓN AL LATIN

te m p la te s c a q u e m (e a e ) ñ n e s ita s u n t o
q u o a d e g o e a s t e lin g u a n u n c u p a u e r o
o lla n e r a r b o s q u ir q u ir e s t q u a m m e s e n t io d ix is s e
te m p lu m t e s c u m q u e m (e a ) f ( in is ) e s t o in s in is tr u m
o lla b e r a r b o s q u ir q u ir e s t q u o d m e s e n t io d ix is s e
te m p lu m t e s c u m q u e m (e a ) f ( in is ) e s t o <in> d e x t r a m
in te r e a c o n r e g io n e c o n s p ic io n e c o r t u m io n e
u tiq u e e a s r e c t is s im e s e n s i.

El augur está ocupado en señalar el tem p lu m d e n tro del que se


h a n de observar las señales. A nte él e stá u n a porción de suelo consi­
derada de c arácter so brenatural (cf. Accio, 557 W.: “quis tu es m o r­
talis qui in deserta et tesca te ap p o rtes loca”, y V arrón, L. L., 7, 10:
“loca quaedam agrestia, quod alicuius dei s u n t”) . En la p rim era p a r ­
te de la form ula el augur escoge dos árboles, a d erecha e izquierda,
y proclam a que cada uno de ellos es te m p lu m tescum que. te m p lu m
tiene aquí el significado de “lím ite”, en ta n to que tescum subraya
que se tra ta de terreno sagrado. Virgilio parece h acerse eco de e sta
fra se augurai en su lim ina laurusque (Aen., 3, 91). Las dos últim as
líneas están m utiladas y oscuras. V arrón p arafraseó su sentido en los
térm inos “dentro de ellos está n delim itadas las regiones en las que
los ojos han de observar”. Los tre s n o m b res ab stracto s en -io p u e ­
den ser activos como obsidio o pasivos com o regio, dicto, etc. El p re ­
fijo con- en com puestos verbales tiene valor perfectivo (p. ej. confi­
cere). Al m ism o grupo sem ántico pertenece condicio de la extendida
raíz ide. * d eik/d ik que significa “señalar, in d icar” . Así, condicio
significaba en u n principio “la acción de señ alar” o bien “al terren o
señalado”. A parecía originariam ente en contextos referentes al a rre ­
glo de disputas territo riales (cf. aequae condiciones), de m odo que
en ciertos contextos condiciones es sinónim o de pax, o tra p a la b ra r e ­
ferente al señalam iento de lin d e s 5 ( *pag "clavar”, cf. päla “estaca'”).
Así, conregio, etc., pueden significar el espacio com prendido e n tre
ciertos lím ites trazados p o r el acto físico d e tra z a r líneas (conregio),
utilizando la vista (conspicio), y p o r u n a operación m ental (cortu­
m io). inter tiene aquí su m ás antiguo significado. Es la form a sepa­
rativa de in caracterizada por el sufijo -te r (véase p. 254). Como in,
podía en origen ir con ablativo locativo. La fórm u la ta l como se nos
aparece está incom pleta y sin d uda term in ab a con u n a invocación
a la divinidad en la línea de la fórm ula citada p o r Livio, 1, 18, 9:
“u ti tu (luppiter) signa nobis c e rta adclarassis in te r eos fines quos
feci”. Puntos lingüísticos de in terés, ap a rte el arcaísm o técnico te s-
quom, son los dem ostrativos easte — istas, ollaner y ollaber (para

5. Para la sem ántica de la s palabras que d esig n a n a l “h ito ” véase m i T h e


In dó-eu ropean origins o f G reek ju stic e (“T rans. P hilol. S oc.”, 1950).
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 75

-n er cf. osco-um bro ner = sinister y gr. νέρ-τεροι = inferi, sinistri;


p a ra -ber cf. el reduplicado berber visto m ás a rrib a ), quirquir =
u bicum que con u n a form ación adverbial con -r sim ilar a la del ing.
where, there, lit. kur, y lat. quör, cür (véase p. 281).
E n tre o tra s fórm ulas religiosas conservadas p o r autores p o ste ­
rio res podem os citar las plegarias incluidas en las instrucciones que
C atón d a a los agricultores (De agr. cult., 132, 1, y 134, 3). Los rito s
descritos pertenecen al e stra to m ás antiguo de la religión rom ana,
y en tre las plegarias las m ás llam ativas p o r su fraseología son las
dirigidas a Juppiter Dapalis y a Jan o al hacer la ofrenda de u n a
strues, de u n fe rtu m o de vino. P or ejem plo “postea lañ o vinum
d ato sic: «lañe p a te r u ti te stru e om m ovenda bonas preces precatus
sum , eiusdem rei ergo m acte vino inferio esto.» p ostea Iovi sic:
«Iuppiter, m acte isto ferto esto, m acte vino inferio esto.»”. No
p u ede dudarse de que tenem os aquí “antiguas plegarias rom anas in ­
discutiblem ente genuinas, sacadas de los libros de los pontifices y
conservadas en su estado original p a la b ra p o r p alab ra” 6. Un té rm i­
no técnico que re c u rre co nstantem ente en estas oraciones es la
m isteriosa p alab ra macte. El significado del térm ino, sin duda de
g ran antigüedad, e ra sólo vagam ente com prendido incluso en la ép o ­
ca republicana y degeneró en u n a sim ple exclam ación de co ngratu­
lación: m acte virtu te “ ¡bravo!” . L a etim ología popular conectó m a c ­
te, m actus con m agnus y se lo explicó como magis auctus. E sta
explicación goza todavía hoy de cierto predicam ento, considerándose
m actus como participio de u n verbo *mago. Sin em bargo, la serie
m actus, mactare, m a gm entum p u esta en paralelo con aptus, aptare,
a m m e n tu m d e apio sugiere u n verbo básico *macio. O tros p ara le ­
los m orfológicos como lacio de lax, opio de ops hacen verosím il que
*macio se encuentre conectado de m odo sim ilar con u n nom bre *m ax
cuyo dim inutivo sería macula “m ancha” . El significado de “rociar,
a sp e rja r” que así se elucidaría p a ra macio, m a ctu s, mactare, com o
verbos aplicados a u n acto ritu a l concreto está confirm ado por los
contextos en que estas p alab ras está n atestiguadas. P o r ejem plo
Servio escribe sobre Aen., 9, 641:
M a c te , m a g is a u c te , a d fe c te g lo r ia . E t e s t s e r m o t r a c t u s a sacris:
q u o tie n s e n im a u t t u s a u t v in u m s u p e r v ic t im a m fundebatur, di­
c e b a n t “m a c tu s e s t t a u r u s v in o v e l t u r e ”.

No hay nad a de so rp ren d en te en la evolución sem ántica de una p a la ­


b ra que d enotaba originariam ente u n acto ritu a l especial hacia los
sentidos m ás generales de “sacrificar” , “d ar culto” , “consagrar” . De
los m uchos ejem plos disponibles de num erosas lenguas baste con
m encionar uno latino: im m olare, originariam ente “espolvorear h a-
6. W ard F o w ler , R elig io u s expérien ce of th e R o m a n people, p. 182.
76 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

riñ a sobre la víctim a”. Pero tal vez el paralelo m á s sorp ren d en te lo
p roporciona la palab ra ing. bless “co n sag rar”, “b endecir”, que p u e­
de em plearse en algunos contextos p a ra tra d u c ir m aete y mactare,
bless se rem o n ta al germ. *blôdisôjan (véase OED, 7 s. v.), derivado
de *bl 6 do “sangre”. Significando en origen “ro ciar con sangre del
sacrificio”, evolucionó tan to su sentido que en la época d e la con­
versión inglesa fue escogido p a ra tra d u c ir el lat. benedicere con
todas sus asociaciones de “venerar, alabar a Dios, invocar bendicio­
nes, bendecir a u n a divinidad”, etc. A la v ista del u so d e m acte en
rito s dirigidos a Jano, las observaciones del OED so b re el significado
original del aing. bloedsian son de p a rtic u la r in terés :
S ig n ific a d o o r ig in a l (p r o b .) h a c e r “s a g r a d o ” o “s a n t o ” o o n sa n g r e ;
c o n sa g r a r p o r m e d io d e a lg ú n r ito sa c r ific a l q u e s e c e le b r a b a p a r a
h a c e r u n a c o s a in v io la b le p o r e l u s o p r o f a n o d e l o s h o m b r e s y la
in flu e n c ia p e r n ic io s a d e h o m b r e s o d e m o n io s (la a s p e r s ió n c o n s a n ­
g re d e l d in te l y la s j a m b a s d e la p u e r ta , E x o d ., X I I , 23, p a r a h a c e r ­
lo s s a n t o s p a r a e l S e ñ o r e in v io la b le s p a r a e l Á n g e l E x te r m in a d o r ,
e r a a l p a r e c e r e l tip o d e id e a e x p r e s a d o p o r b lo e d s ia n e n l o s t ie m ­
p o s p r e c r is t ia n o s ) .

Hay pues acuerdo general en que la aspersión cerem onial descrita


como mactare era algo así como u n rito que tra n sfe ría a la víctim a
de la esfera de lo profano a la de lo sagrado. Así, V arrón describe a
u n cerdo que recibe tal tratam ien to com o m ola m actatus (Men., 2,
Bue.) “rociado con h arin a (que co n sag ra)” .
Es ahora el m om ento de p a sa r de estos escasos restos del latín
arcaico a averiguar cóm o el latín de R om a fue reem plazando g ra­
dualm ente a los dem ás patois de Lacio. E ste proceso lingüístico fue,
como todos, reflejo y consecuencia de hechos políticos y sociales.
Hacia mediados del siglo v a. C. el pueblo sabélico de las m ontañas
comenzó a descender a las llanuras. L a trad ició n sostiene que el
Capitolio fue ocupado p o r los sabinos y T usculum por los ecuos.
A la vista de este peligro el pueblo de R om a y las d em ás com unidades
latinas se vieron forzadas a una cooperación p o lítico-m ilitar en la
que Roma fue asum iendo gradualm ente el papel p reponderante. Las
amenazas de los diversos enem igos provocaron la alianza con los
latinos de 358-354, con los ecuos de T íbur y P re n e ste en 354-350 y
con los faliscos en 343-339. A la p o stre estalló el conflicto en tre R om a
y sus aliados, y hacia el 335 los latinos se en co n trab an ya bajo con­
tro l romano; sus ciudades qued aro n reducidas a la condición de
municipia; su territo rio , bajo la supervisión de colonias rom anas.
Ahora bien, la consolidación rom ana no se p ro d u jo p o r la vía d e la

7. O xford E nglish D iction ary.


ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 77

supresión, sino de la absorción. D u ran te este período vemos a fam i­


lias de origen no rom ano desem peñando papeles prom inentes en los
asuntos de Roma. La anexión del Lacio abrió el consulado a las fa­
m ilias nobles de las com unidades conquistadas, y Cayo Marcio R ú ­
tilo, el prim er d ictad o r plebeyo, e ra de origen volsco. Fue sin duda
este aflujo y absorción de elem entos no rom anos p o r el Estado ro ­
m ano el que tran sfo rm ó el dialecto de R om a en u n latín m etro p o ­
litano, algo asi com o el inglés están d ar, que, si bien es básicam ente
el dialecto de las clases educadas y com erciantes de Londres, surgió
de la fusión de elem entos procedentes de m uchos dialectos d istin ­
tos. Típicas consecuencias d e este proceso son los dobletes dialec­
tales com o whole y hale, sk irt y shirt, fo x p ero vixen, raid y road,
etc.; en la m orfología, la desinencia de la tercera p ersona de singu­
la r -s, que reem plazó a -th sólo a p a rtir de lös siglos x v i-xvii, es de
origen septentrional, com o lo son los p ro n o m b res they, them , their.
Del m ism o m odo el latín m etro p o litan o tom ó p alab ras y form as de
las zonas rurales. É stas se revelan com o in tru sas por sus divergen­
cias fonéticas. El diptongo ou evolucionó a ü en rom ano, a ö en c ie r­
to s dialectos rurales. P o r ta n to röbus y röbigo ( < *reudh~) h a n de
considerarse intru so s rú stico s en la m etrópoli. A estas palabras p o ­
dem os añadir, p o r el m ism o rasgo, ôpilio (en lugar del urbano u p i­
lio < *ovi-pilio). Se dice que dom os e ra u n a fo rm a rú stica del ge­
nitivo de singular de dom us em pleada p o r Augusto en lugar de
dom üs (< *dom ous). El desarrollo dialectal au > ö señala com o
rú sticas a p alabras como clödus, cöda, cödex, lötus, lötium , lom en­
tum., olla, ollula, plöstrarius, plôstellum (urbano plaustrum ), etc. En
relación con el paso rústico de ae a ë podem os citar a Varrón, L. L.,
5, 97 : “in Latino ru re edus qui in u rb e u t in m u ltis A addito haedus”.
C iertos dialectos rurales se distinguían del rom ano por la ausencia del
rotacism o, que hacia p a sa r la -s - intervocálica a - r - (/Zôs, flóris).
A tales dialectos tenem os tal vez que atrib u ir p alab ras latinas com o
adasia (“ovis vetula recentis p a rtu s ”) , caseus, y nom bres propios
com o Caesar, Valesius, etc. casa, si realm ente deriva de *qatia,
tiene que provenir de u n dialecto que asibilara la t ante i, cf. "o.
Bansae = Bantiae, m arso M artses “M artiis”. E n todo caso la -s-
intervocálica no es rom ana. De m odo sim ilar, la - /- intervocálica
fren te a b o d u rb an as denuncia com o in tru so s dialectales a las
siguientes p alabras; rü fu s ( < *reudhos, form a dialectal correspon­
diente al rom . rüber < * rudhros), scrofa, vafer (tam bién vaber). P o r
últim o, la form a fonética de fu rn u s (cf. fornax) y ursus (esperaría­
m os * or sus, véase p. 224) sugiere que estas p alab ras vienen de d ia ­
lectos en que o pasó a u an te - r - en sílaba cerrada.
Que la R om a prim itiva e ra esencialm ente u n a com unidad de ag ri­
cultores re su lta evidente p o r el testim onio de la religiosidad bflcial
78 INTRODUCCIÓN AL LATIN

rom ana, que, como se h a dicho, es la adaptación de u n culto agríco­


la, así como del p rim itivo derecho rom ano, que refleja los intereses
y conflictos propios de ios labradores. En un sugestivo trab ajo
J. M arouzeau ha señalado que la visión del m undo p ro p ia del lab ra ­
dor persiste en m uchas p alabras, m etáforas y proverbios rom anos.
Así, pecunia refleja la valoración de la riqueza en térm inos gana­
deros, según observó ya Cicerón, “tum e ra t res in pecore... ex quo
pecuniosi... vocabantur” . De ahí que el locuples sea el que tiene
“su parcela (locus) llena” . T am bién em o lu m en tu m es probablem en­
te en origen u n térm ino agrícola, el que designaba la cantidad de
harin a procedente de m o ler (m olere) u n a cantidad dada de grano,
(Sin em bargo, la conexión que se ha supuesto en tre el térm ino a r ­
caico adoria “gloria m ilitar en cuanto recom pensa” y ador, adoris
“una especie de grano, espelta” debe ser rechazada.) Tam bién laetus
era una palabra ru ra l que significaba “lozano, rico, productivo”,
em pleada p ara referirse a tierras y m ieses (“quid faciat laetas sege­
tes” , Virg., G., 1,1; “ager laetus”, Catón, Agr., 61, 2), así com o a ani­
m ales (“glande sues laeti red eu n t”, Virg., G., 2, 520). E ste sentido ta n
concreto se ve claram ente en los derivados laetare “ab o n ar” y lae­
tam en “estiércol, abono” . E n la lengua de los augurios u n laetum
augurium e ra el que presagiaba abundancia y prosperidad; de ahí
el significado de “alegre, gozoso”. De m odo paralelo, fëlix significa­
ba originariam ente “lo que produce m ieses” (los derivados en -le-,
-äc-, -üc-, etc., son especialm ente característicos del vocabulario
rústico) y pasó luego a em plearse m etafóricam ente con el valor de
“feliz, favorecido por los dioses, propicio”, almus, derivado de alere,
m u estra u n a evolución sem ántica sim ilar : se em plea con ager, terra,
vitis, etc., y tam bién con referencia a diosas conectadas con la fe rti­
lidad, Ceres, Maya, Venus, probus deriva de *pro-bhuos y significa­
ba “lo que crece en debida form a”, p o r ejem plo “probae... fruges
suapte n a tu ra enitent” (Accio, Trag., 199 s. W.) Luego se empleó con
un sentido m etafórico m oral. Una evolución sim ilar se observa en
frugl, dativo de frux, que se em pleaba en expresiones del tipo esse
frugi bonae “ser capaz de dar buen fru to ”. Se aplicó luego la ex­
presión a personas con sentido m oral, y en cierto m om ento bonae
frugi se abrevió en frugi, que pasó a funcionar como adjetivo indecli­
nable. luxus y luxuria parecen haberse referido en u n principio al
crecim iento incontrolado y desordenado de la vegetación; “luxuriem
segetum tenera depascit in herba” (Virg., G., 1, 112). Se h a estable­
cido una plausible conexión de estas p alabras con el adjetivo luxus
“dislocado, desplazado” (para el cambio de significado véase gr.
λελογισμένος “afeminado”), pero otros autores consideran luxus
como derivado de un desiderativo que contenía la fo rm a alargada
de la raíz que se ve en luo (cf. fluxus, laxus). T am bién pauper era
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 79

un térm in o agrícola que se aplicaba ta n to p a ra anim ales como p a ra


tie rra s con el significado de “poco productivo” . De las faenas a g rí­
colas provienen delirare, literalm ente “a p a rta rse del surco” (lira),
de donde “salirse del cam ino”, “e sta r loco”, y praevaricari, form a d e ­
rivada de varus “patizam bo”. En las faenas de labranza significaba
“h acer un surco torcido” (“a ra to r p ra e v a rica tu r”, Plinio, N. H., 18,
179) y pasó a em plearse en la lengua del foro p a ra referirse al a b o ­
gado que actú a en connivencia con la p a rte contraria. El m undo de
intereses del ganadero re su lta evidente en el térm ino subigere “p oner
a la hem b ra b ajo el m acho” o “pon er al buey bajo el yugo” , fënus
“in te rés” fue derivado po r los antiguos de la m ism a raíz que fëlix.
Se contem plaba al capital com o p ro d u cto r de fru to s: “fenus... a
fetu quasi a fe tu ra quadam pecuniae p arien tis atque increscentis”
(V arrón, ap. Gelio, 16, 12, 7); cf. gr. τόκος. Del a ta r a los anim ales
proceden los térm inos im pedire y expedire. Un anim al cojo era pec-
cus, de donde el derivado peccare (“solve senescentem m ature sanus
equum , ne peccet ad extrem um ridendus et ilia ducat”, Hor., Ep.
1 , 1 , 8·). incohare es literalm ente “u n ir al cohum ”, una p a rte del yugo.
stim ulare e instigare significan “espolear con el aguijón” , egregius y
exim ius significan am bos “u n a res escogida del rebaño, selecta”
(“exim ium inde dici coeptum quod in sacrificiis optim um pecus e
grege exim ebatur”, P. F., 72, 3). P or o tra p arte, contum ax se aplica­
b a en principio a los anim ales indom ables, díscolos. Una noción si­
m ilar subyace en calcitro (“equum m ordacem , calcitronem ”, V arrón,
Men., 479). En la lengua del derecho en contram os el térm ino rivalis,
derivado de rivus “arroyo”, que adquirió significación m etafórica
en las disputas sobre derechos de aguas, según se ve p o r Digesto,
43, 20, 1: “si in ter rivales, i. e. qui p er eundem rivum aquam ducunt,
sit contentio de u s u ...”. El térm in o legal stipulari tiene su origen en
la ro tu ra sim bólica de u n a p a ja (stipula) que se hacía al concluir
u n contrato. El forum , la plaza del m ercado rom ana, el centro de
la vida pública, tiene u n n o m b re que designaba en un principio al
vallado que rodeaba la granja. Tam bién cohors era u n térm ino r u ­
ra l que designaba en origen el patio, co rral o cercado donde se g u ar­
daban ganados, aves, aperos, etc, [ N o t a 10] (“cohortes su n t villarum
in tra m aceriam sp a tia ”, Non., 83, 11). La p a la b ra fue luego aplicada
p o r este pueblo de labradores-soldados a u n a p a rte del cam pam ento
y después a la unidad acam pada en ella, de m odo que vino a signifi­
car técnicam ente u n a subdivisión de u n a legión. U na cohorte co m ­
pren d ía tre s m anipuli. E stas unidades tam bién derivaban sus n o m ­
b res del vocabulario rústico. L iteralm ente “puñado, m anojo”, m a ­
nipulus, designaba técnicam ente los haces que el segador tom aba en
su m ano y atab a luego ju n to s p o r m edio de algunos tallos entrelaza­
dos (m anipulos obligare, vincire, etc.). El m anipulus llevaba corno
80 INTRODUCCIÓN AL LATIN

enseña u n haz de heno, y así llegó la p alab ra a ser el nom bre de


la unidad m ism a (cf. el calco sem ántico griego σπείρα “algo a lo
que se d a vueltas, que se a ta ”)· P o r últim o podem os m encionar el
térm ino m ilitar agmen, que era “algo que se llevaba hacia adelante:
u n rebaño o m anada”. Una figura ta n d rá stic a com o podría o cu rrír-
sele a un cam pesino es la ejem plificada p o r tribulare tribulatio, d e­
rivados de tribulum , trillo provisto de afilados dientes. Que tam bién
aerum na debe haber tenido alguna vez u n significado m aterial es
evidente p o r la observación de F esto sob re el dim inutivo a erum nu­
la : “aerum nulas P lau tu s re fe rt furcillas quibus religatas sarcinas
viatores gerebant..., itaque aerum nae labores onerosos significant”,
P. F., 22, 13. La p alab ra es ta l vez de origen etrusco, según sugiere
el sufijo -u m n - (véase p. 58). La noción subyacente de “carga” se
ve todavía en los ejem plos m ás antiguos: aerum nas ferre, gerere
(Ennio). T am bién prom ulgare es u n pintoresco térm ino ru ra l em ­
pleado originariam ente p a ra la operación de “sacar la leche de la
u b re ”. Tam bién verbos com unes como cernere y putare e ra n té rm i­
nos agrícolas que designaban, respectivam ente, las labores de la
“c rib a” y la “p oda” (putare es en realidad u n derivado de p u tus
“limpio, p u ro ”), propagare es “p la n ta r u n esqueje o vástago” (pro­
pago).
M arouzeau llam a tam b ién la atención sob re el g ran núm ero de ex­
presiones proverbiales latinas que se refieren a la vida del cam po
en sus diversos aspectos. P ero la significación del hecho es pro b le­
m ática, ya que lo m ism o o cu rre en cási to d as las lenguas. E xpresio­
n es com o “recoger el heno m ien tras hay sol” (“aprovechar la op o r­
tu n id ad ”) salen fácilm ente de los labios del inglés m ás hecho a la
vida de ciudad. Adem ás, dado que el desarrollo de la in d u stria
es relativam ente reciente y que la m ayoría del género hum ano se ha
sustentado desde la época neolítica p o r m edio de la agricultura y
actividades afines, es inevitable que todas las lenguas sean em inen­
tem ente langues de paysans.
Tal era, pues, la lengua de la R om a prim itiva, u n a lengua llevada
a Ita lia p o r ,u n pueblo indoeuropeo que tra s largo e rra r acabó por
asentarse en el Lacio. Allí se mezcló con la lengua de un pueblo
indoeuropeo distinto, y empezó su lenta m arch a hacia una posición
de significación m undial bajo la tu to ría d e E tru ria y de Grecia. Con
el increm ento del poder de Rom a y su acceso a la suprem acía polí­
tica de Ita lia recibió y absorbió a em igrantes procedentes del Lacio
y luego de to d a la península, incluida M agna Grecia. No fue sim ­
plem ente la aristo cracia dom inante la que se vio así increm entada.
P o r lo m enos desde el siglo vi R om a se h ab ía convertido en “la m ás
rica ciudad de Ita lia al n o rte de la M agna G recia”, atrayendo y reci­
biendo a inm igrantes, e n tre ellos a “u n num eroso grupo de artesanos,
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 81

a rtista s y co n stru cto res griegos” 8. R ecientem ente u n estudioso dig­


no de crédito h a defendido con razones de peso que la finalidad
de las reform as servianas e ra la de aprovechar esta m asa de resi­
dentes no ciudadanos p a ra las necesidades m ilitares del E stado ro ­
m ano (H. Last, J. R. S., XXXV, 1945, 33 s.). El influjo de estos ele­
m entos nuevos no podía p o r m enos que d e ja r consecuencias lin­
güísticas. En los b arrio s populares de la gran m etrópoli, la lengua,
sin la disciplina de u n a n o rm a literaria, experim entó un desarrollo
exuberante y desenfrenado. N uestra ta re a ah o ra debe ser la d e in­
te n ta r form arnos u n juicio de esta lengua h ab lad a de los prim eros
tiem pos de la República.

8. Cf. C i c e r ó n , D e rep., 2, 19, 34: “n o n ten u is quidam e G raecia rivu lu s i n


h a n c urbem sed ab u n dan tissim u s am n is illaru m d iscip lin aru m et a rtiu m ”.
C icerón cita com o ejem plo a D em arato de C orinto (segunda m itad d el si­
glo v u a. C.).
C a p it u l o IV

EL LATÍN COLOQUIAL: PLAUTO Y TERENCIO

E stá en la n aturaleza de las cosas el que, en la carencia de ap a­


ra to s de grabación fonográfica, no pued a d arse conocim iento d irec­
to alguno de la form a hablada de cualquier lengua no co ntem porá­
nea. A lo m ás que podem os a sp ira r es a e x traer rasgos coloquiales
de los docum entos escritos accesibles a nosotros. E ste análisis re ­
quiere un conjunto de criterios que nos capaciten p a ra señalar como
“ c o l o q u i a l e s ” determ inados fenóm enos. La lengua h ablada se dife­
rencia de la escrita, an te todo, p o r la m ayor intim id ad del contacto
e n tre hablante y oyente. El “to m a y daca” del diálogo aum enta la
tensión emocional, que se m anifiesta en interjecciones, exclam acio­
nes, energía, exageración, insistencia y co nstante interrupción. La
rapidez y espontaneidad de la conversación reduce el elem ento de
reflexión. Las frases no se organizan en e stru c tu ra s lógicas consis­
tentes po r sí m ism as, sino que el contenido significativo se com uni­
ca a saltos, con paréntesis, reflexiones secundarias y los cam bios de
c o n s t r u c c i ó n que los g r a m á t i c o s catalogan com o anacolutos, co n ta­
m i n a c i o n e s , etc. Lo m ás im p o rtan te quizá es el hecho de que la con­
versación se desarrolla en u n contexto situacional ya dado que fre­
c u e n t e m e n t e hace innecesaria y red u n d an te la referencia lingüística
p o r m e n o r i z a d a y explícita. De ahí que la lengua coloquial se carac-
terice por su capacidad de alusión directa, p o r sus elem entos deíc-
ticos, abreviación, elipsis y aposiopesis. J. B. H ofm ann h a aplicado
estos criterios al estudio de la lengua de los com ediógrafos ro m a ­
nos y de las cartas de Cicerón y h a reafirm ado la opinión general de
que tales docum entos reflejan el latín hablado de su tiem po. Vamos
ahora a analizar esta tesis.
A prim era vista la abundancia de interjecciones apoya la opinión
expresada: vae tergo m eo!, heu m e m ise ru m !, heus tu!, hem !, etc.;
m uchas de ellas proceden del griego : attatae, babae, eugepae. U na in ­
terjección puede incluso aparecer introduciendo u n a pregunta: “eho
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 83

an do rm it Sceledrus in tu s? ” {Mil., 822), Son frecuentes los acusa­


tivos exclam ativos: lepidum senem , facetu m puerum , bono sub-
p rom o et prom o cellam creditam ; estos acusativos aparecen a m enu­
do unidos a interjecciones: en ecastor h om inem periurium ; edepol
senem D em aenetum lepidum fuisse nobis, etc. En relación con esto
podem os m encionar los ruegos e im precaciones abreviadas com o ita
m e Hercules (iuvet), el infinitivus indignantis del tipo perii, hoc ser­
v u m m eu m facere esse au su m (“ ¡estoy perdido; que m i propio esclavo
se haya atrevido a hacer e sto !”); así com o frases exclam ativas
en general: “u t adsim ulabat S auream m ed esse quam facete!” (Asín.,
581).
La tensión em ocional del habla pop u lar aparece tam bién clara
en repeticiones del tipo abi abi aperite aperite; u t voles ut tibi lube-
bit; así como en la constante insistencia so b re la atención del oyen­
te: tu, frater ubi ubi est; tun, Sceledre, hic, scelerum caput. E ste em ­
pleo “pro stáctico ” del pro n o m b re personal de segunda persona lleva
en ocasiones a claros d esajustes sintácticos : “tu, si te di am ant,
agere tuam rem occasiost” (Poen., 659); “sed tu , qui p ro tam co rru p ­
to dicis caussam filio, eadem ne e ra t haec disciplina tibi? (Bacch.,
420 s.); tenem os casos a ú n m ás notables, com o “eam us, tu, in ius”
(Truc., 840), que se ha tra ta d o de explicar, u n poco retorcidam ente,
com o contam inación de eam us am bo in ius e i tu m ecum in ius. El
lenguaje coloquial hace u n uso m ucho m ás libre de los pronom bres
personales y dem ostrativos que el latín escrito. Ejem plos típicos son:
“quia si illa inventa est quam ille am at, recte valet” (Bacch., 192) ;
“pallam illam quam tibi dudum dedit, m ihi eam redde”. E ste is
“anafórico” puede incluso referirse a la p ersona a quien se dirige el
h ablante : “tu autem quae p ro cap ite argentum m ihi iam iam que
sem per num eras, ea pacisci m odo scis” (Pseud., 225 s.) ; “quid illum
fe rre vis, qui tib i quoi divitiae dom i m axum ae su n t, is num m um
n u llu m hab es?” (Ep., 329 s.). Tai redundancia expresiva, producto de
la ansiedad del h ablante p o r rem achar lo que quiere decir, es p a rti­
cularm ente frecuente en los superlativos: p rim u m d u m om nium “an­
tes de to d o ”; hom inem o m n iu m m in im i pretii; p erditissim us ego
su m om n iu m in terra; qua n tu m est h o m in u m o p tu m o ru m opium e, etc.
Los com parativos dobles son en no m enor m edida rasgos del habla
p o p u lar : “nihil invenies m agis hoc certo c e rtiu s” (Capt., 644) ; “ini­
m iciorem nunc u tru m credam m agis” (Bacch., 500); “magis m aiores
nugas” (Men., 55). Plauto abunda, adem ás, en ejem plos de la ten-
dencia general a refo rzar las expresiones negativas: “neque ego hau
com m ittam ” (Bacch., 1037); “nec te aleato r nullus e st sapientior”
(Rud., 359); “neque id h aud im m erito tu o ” (Men., 371). A m enudo se
d a a la negación u n a fo rm a m ás plena: así, nullus aparece em pleado
p o r non en expresiones del tip o “is nullus v enit” (A sin ., 408) ; p o r ne
84 INTRODUCCIÓN AL LATIN

en “tu nullus adfueris” (Bacch., 90) ; haud quisquam sustituye al m ás


incoloro nem o. ín tim am ente relacionado con estos fenóm enos está
el uso pleonástico de los pronom bres que significan “alguien, algo”
en expresiones negativas: “ne quid significem quippiam m ulierculis”
(Bud., 896); “ne dum quispiam ... im prudentis aliquis im m utaverit”
(M il, 431); “nisi quid ego mei simile aliquid co n tra consilium p a ro ”
(Vid., 67). En realidad el pleonasmo es u n recu rso ta n connatural a
la retórica pop u lar que podemos contentarnos con unos pocos ejem ­
plos tom ados al azar: am bo... duo; idem unum ; par idem ; repente...
subito; continuo... protinam ; om nibus universis; ru rsu m recipim us;
exire foras.
Es en el vocabulario donde el afán de im presionar, convencer y
dom inar al oyente produce m ás fuertes efectos, y es en él donde
re su lta m ás evidente el tono coloquial de Plauto. P alabras incoloras
com o dico en cuentran sustitutos m ás evocadores com o narro, fa ­
bulor, m em oro, o, en el imperativo, cedo “ ¡desem bucha!”. E n lugar
d e m iser sum encontram os vivo miser, p o r benevolens est, benevo­
lens vivit. Los usuales bonus, bene ceden paso a bellus, pulchre,
lepidus, lautus; m in u tu s y grandis suenan m ejo r q u e parvus y m ag­
nus. Una rica variedad de expresiones se pone al servicio de la n o ­
ción de “muy, m ucho” : adm odum , nimis, oppido, solide, probe, stre­
nue, etc. R esulta m ás claro el sabor coloquial de expresiones como
“verum , si frugist, usque adm utilabit probe” (“pero si sabe su oficio
lo esquilará h a sta desollarlo”, Capt., 269); “epityra e stu r insanum
bene” (Mil., 24). A bundan en Plauto pintorescos giros d e jerg a
com o “m e... decet curam que adhibere u t p raeolat m ihi quod tu
velis” (“m e conviene estar atento p a ra olerm e de antem ano lo que
tú quieres”, Mil., 40); “ea dem oritur te” (“ella se m uere p o r ti”,
Mil., 970) ; “m ulierem nim i’ lepida form a ducit” (“se lleva u n a m u jer
francam ente guapa”, M il, 870); “sed ecqua ancillast illi? est prim e
c a ta ” (“pero ¿tiene ella criada? Sí, y es u n a a stu ta de p rim e ra”,
Mil., 794; cf. “fabula prim e proba”, Nevio, Com., 1) ; “tu m igitur ego
deruncinatus, d eartu atu s sum m iser” (“entonces, p o b re de m í, m e
veo desollado y descoyuntado”, Capt., 641).
El últim o de los ejem plos propuestos p resen ta u n recurso p re d i­
lecto del lenguaje popular: la sustitución de los verbos sim ples p o r
com puestos, dotados de mayor fuerza expresiva. E jem plos con el
prefijo de- son deascio, deamo, delacero, deludifico, derogito, deluc­
to, etc. Este prefijo sirve tam bién p ara d a r intensidad a o tra s p a rtes
de la oración: derepente, desubito, etc. Tal vez el grupo m ás n u ­
m eroso de com puestos expresivos es el de los form ados con el p re ­
fijo con-, de los que comedo, que acabó por desplazar al verbo sim ­
ple edo, puede servir como ejemplo típico; otros son condeceo,
consilesco, commereo, commisceo, com m onstro, comperco. com pre-
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 85

cor, concaleo, condolesco, confodio, confulgeo, etc. Los com puestos


con ad- son m enos frecuentes: adcredo, adform ido, adlaudo, adm o­
deror. T am bién aparece este p reñ jo reforzando o tras p artes de la
oración: apprim e, approbe, adaeque.
Tam bién la sufijación desem peña u n papel en la tarea de dar
m ayor volum en y fuerza a los verbos sim ples. Así, fodico, frico y
vellico hacen las veces de fodio, frió y vello. Mas lo específicam en­
te característico del hab la popu lar es la sustitución de los verbos
sim ples p o r sus correspondientes form as frecuentativas, proceso que
se perpetu ó todo a lo largo de la h isto ria del latín h asta la época
de las lenguas rom ánicas. P lauto abunda en verbos como essito,
fugito, sciscito, ducto, m initor, quaerito, negito, dorm ito, loquitor.
Sin em bargo, son los dim inutivos la clase m á s im p o rtante de p ala­
b ra s con carga em ocional. Tales form aciones n o indican sim plem en­
te pequeñez com o en catillus, u n catinus pequeño, naturalm ente,
sino que, con las connotaciones añadidas de “querido”, “pobrecillo”
y sim ilares, expresan to d a u n a serie de actitudes em ocionales: te r­
n u ra y esp íritu juguetón, jocosidad, fam iliaridad y desprecio. Una
m uliercula no es u n a m u je r pequeña, sino u n a m ujerzuela, y se em ­
plea generalm ente con referencia a u n a cortesana. C uando Hegión
en los Captivi dice: “ibo in tro atq u e intus subducam ratiunculam ”
(v. 192), el sabor de la expresión viene a ser como el d e la m oderna
“u n a m iaja de cuen ta”. En el M iles gloriosus el to n o astuto e insi­
n u an te de Lurción cuando es som etido a in terro g ato rio por Pales-
trió n re su lta evidente en el dim inutivo que em plea: “sed in cella
e ra t paullum nim i’ loculi lubrici” (“u n lugarcillo u n poquito dem a­
siado resbaladizo”, v. 852).
La fam iliaridad no sin m ezcla de desprecio es clara en “quis haec
est m uliercula e t ille gravastellus q u i v enit?” (“ ¿quién es e sta m u ­
jerzuela y aquel vejete que allí viene?”, Epid., 620). La escena de
la su b asta b urlesca del Stichus p roporciona algunos ejem plos del uso
eufem ístico de los dim inutivos, ya que algunos de los artículos que
se ofrecen a la venta son “cavillationes adsentatiunculas ac peiiera-
tiunculas p arasiticas” (w . 228 s.). Mas es, natu ralm ente, en la len­
gua del am o r donde los dim inutivos en cu en tran u n em pleo m ás sim ­
p ático y profuso com o expresiones de cariño: m i animule, mea
melilla, m eus ocellus, m eu m corculum , m elculum , verculum , o cor­
pusculum m alacum , m ea uxorcula, edepol papillam bellulam, belle
belliatula. U n ejem plo francam ente exagerado es el que nos ofrece
la ta n citada c a rta de am or del Pseudolus (64 ss.) :
n u n c n o s t r i a m o r e s , m o r e s , c o n s u e t u d in e s ,
i o e u ’, lu d u s , s e r m o , s u a v is a v ia tio ,
c o m p r e s s io n e s a r ta e a m a n tu m c o r p o r u m ,
86 INTRODUCCIÓN AL LATIN

t e n e r is la b e llis m o lle s m o r s iu n c u la e ,
n o s tr o r u m o r g io r u m ... — iu n c u la e ,
p a p illa r u m h o r r id u la r u m o p p r e s s iu n c u la e ...

El mismo estilo de p aro d ia aparece en Asinaria, 666 ss.:


d ic m e ig itu r tu o m p a s s e r c u lu m , g a llin a m , c o t u r n ic e m ,
a g n e llu m , h a e d illu m m e tu o m d ic e s s e v e l v it e llu m ,
p r e h e n d e a u r ic u lis , c o m p a r a la b e lla c u m la b e llis .

Debe notarse que las form aciones de dim inutivo n o se encuentran


solamente en los nom bres, sino tam bién en los adjetivos (vetulus,
dicaculus, prim ulo diluculo, m inutulus, etc.), adverbios (pausillatim ,
pauxillisper, etc.), y especialm ente com parativos (plusculum , am ­
pliuscule, liquidiusculus, m aiusculus, nitidiuscule, tardiuscula). In ­
cluso encontram os el derivado verbal m issiculare (E pid., 132), con
el que podemos com parar pensiculo (Gelio y Apuleyo).
Vamos a cerrar esta rá p id a ojeada a los caracteres coloquiales
del latín plautino con la consideración de algunos fenóm enos que
reflejan la rapidez y espontaneidad del diálogo. Se requiere la aten ­
ción del oyente p o r m edio de frases in tro d u cto rias como quid ais?,
quid vis?, viden?, scin?, quid tu? El discurso co n tin ú a luego en frases
cortas desconectadas, sin m arcas explícitas de subordinación: nunc
quid vis? id volo noscere; dic mihi, quid lubet; cf. “sed volo scire,
eodem consilio quod intus m ed itati sum us gerim us re m ? ” (Mil., 612).
Tales yuxtaposiciones son las que han dado origen al em pleo no clási­
co del indicativo en interrogaciones indirectas : “scio iam quid vis d i­
cere” (Mil., 36). Estas construcciones p aratácticas abundan en P lau ­
to (véase Sintaxis, p. 324); “sed taceam , optum um e s t” (“me callaré,
es lo m ejor”, Epid., 59); “iam faxo hic e rit” (Mil., 463); “adeam us
appellem us” (Mil., 420); “ibo... visam ” (“iré y veré”, Bacch., 235);
“hoccine si miles sciat, credo hercle has su sto llat aedis to ta s”
(Mil., 309) ; “hercle opinor, ea v id etu r” (“pardiez que m e parece que
es ella”, Mil., 417). Cualquier tip o de subordinación lógica puede
estar implicado en tales yuxtaposiciones : consecutiva como en “ta n ­
tas divitias habet, nescit quid faciat au ro ” (“tiene ta n ta s riquezas
que no sabe qué hacer con su o ro ”, Bacch., 333); “n am n im i’ calebat,
am burebat g u tturem ” (Mil., 835) ; “sed m e excepit : nihili facio quid
illis faciat ceteris” (Mil., 168). En el ejem plo que sigue la interroga­
ción equivale a u n a oración condicional, expresándose la apódosis
p o r medio de una frase deíctica y uxtapuesta: “o p u ’ne e rit tibi ad­
vocato tristi, iracundo? ecce m e!” (Mil., 663).
La expresión coloquial está a m enudo in te rru m p id a por p a ré n ­
tesis: “nam vigilante Venere si veniant eae, ita su n t tu rp es, credo
ecastor Venerem ipsam e fano fugent” (“pues si vinieran estando
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 87

Venus despierta, tan feas son, por C ástor, que serían capaces, creo,
de hacer escapar del tem plo a la m ism a Venus” Poen., 322 s .) . Tales
paréntesis son especialm ente frecuentes con expresiones de c o rte ­
sía (“sed, am abo, advortite anim um ”, Mil., 382) o m odestia (opinor,
credo, etc.). El paréntesis plenam ente explicativo parece m ás raro
en Plauto que en Terencio, de quien tom a H ofm ann la m ayoría de
sus ejem plos: “dictum hoc ín ter nos fuit (ex te adeo ortu m st) ne
tu curares m eum neve ego tu o m ?” (Ad., 796 ss.); “m inis viginti tu
illam em isti (quae res tib i v o rtat male) : argenti tan tu m d a b itu r”
(Ad., 191); “nim ium in ter vos, Demea, ac (non quia adens praesens
dico hoc) pernim ium in te re st” (Ad., 392). Tam bién es un hecho fre­
cuente en el habla coloquial el que el h ablante com plete el esquem a
de u n a frase y desarrolle luego u n a serie de ideas secundarias. Te­
nem os este tipo de adiciones en “ait... sese illum am are, m eum erum ,
Athenis qui fu it” (“dice que está enam o rad a de él, de mi am o, el
que estuvo en A tenas”, P lauto, Mil., 127); “dedi m ercatori quoidam
qui ad illum deferat, m eum erum , qui Athenis fuerat, qui hanc am a­
v era t” (“se la di (la carta) a u n m ercader p a ra que se la entregase
a él, a m i amo, el que hab ía estado en Atenas, que se había enam o­
ra d o de ésta”, Mil., 131 ss.). Los dos ejem plos propuestos p erten e ­
cen, desde luego, al cuasi-prólogo de la com edia en cuestión (Acto II,
Escena 1.a), pero p u eden servir com o m u e stra de u n procedim iento
típico de la exposición oral. E stas adiciones de consideraciones su b ­
siguientes dan lugar a u n coloquialism o sintáctico especialm ente fre­
cuente: el acusativo proléptico. F rases com o “viden tu hunc quam
inim ico vultu in tu itu r? ” (Capt., 557) llevan de m odo n atural a cons­
trucciones del tipo “qui noverit m e quis ego sum ” (M il, 925) ; “dic
m odo hom inem qui sit” (Bacch., 555).
La espontaneidad del hab la conversacional, al d e ja r poco tiem ­
po a la reflexión o corrección, lleva, como hem os visto, a las ilogici-
dades y dislocaciones sintácticas que los gram áticos llam an anaco­
lutos. U na lengua puede ofrecer varias alternativas p a ra la expre­
sión de un a significación dada. En el curso de la frase el hablante
puede olvidar la construcción con la que h a com enzado y p a sa r a
o tra distinta. P o r este cam ino aparece la contam inación, fenóm eno
m uy com ún en el habla cotidiana. P o r ejem plo, en “triduom non
in terest aetatis u te r m aior siet” (Bacch., 461) el hablante ha m ezcla­
do dos m odos de expresión: “no hay ni u n a diferencia de tre s días
en tre sus edades” y “no se p o d ría d ecir cuál de los dos es el m ay o r”.
De m odo sim ilar “u t edorm iscam hanc crap u lam quam potavi p ra eter
anim i quam libuit sen ten tiam ” (“p a ra poder d o rm ir e sta borrachera
que cogí bebiendo co n tra m i voluntad”, Rud., 586) resulta ser una
fusión de praeter anim i sententiam y praeter quam libuit. Un tipo
especialm ente frecuente de anacoluto sin táctico es el ocasionado por
88 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

el afá n del hablante p o r fijar desde el comienzo la atención sobre


lo que en el m om ento le interesa. Y lo logra aludiéndolo al prin ci­
pio de la frase, a la que luego hace derivar hacia o tra construcción.
De ahí derivan anacolutos del tip o denom inado nom inativus pen­
dens: “n am u n u m conclave, concubinae quod d ed it m iles... in eo
conclavi ego p erfodi p arietem ” {M il, 140); “p lerique hom ines, quos
quom nil re fe rt pudet, ubi pudendum est, ibi eos deserit p u d o r”
(Epid., 166). A veces u n a oración su stan tiv a in tro d u cid a por quod
se encuentra en la m ism a posición de n eu tralid ad sintáctica: “istuc
quod das consilium m ihi, te cum illa verba facere de ista re volo”
(Mil., 1114), q u e podem os tra d u c ir p o r u n a expresión coloquial que
comience p o r “en cuanto al consejo que m e d a s ...”; cf. “quod apud
nos fallaciarum sex situ m st, certo scio, oppidum quodvis videtur
posse expugnari dolis” (“con lo que hay de tram p as en nosotros
seis, estoy seguro de que cualquier ciudad puede ser tom ada con
engaño”, Mil., 1156 s.). En am bos ejem plos el te m a central de la o ra ­
ción pendens es recogido luego en la construcción: de ista re, dolis.
Queda, pues, claro que a p rim era vista hay p ru eb as de peso p ara
concluir provisionalm ente que las com edias de P lau to representan
una lengua efectivam ente hablada, y parece razonable suponer que
ésa e ra la lengua coloquial de su tiem po. Podem os a h o ra p asar re ­
vista a sus principales características. La p rim e ra im presión es la
de la abrum adora fecundidad de su vocabulario, la ubertas serm onis
Plautini que hizo fam oso al a u to r e n la antigüedad y llevó a opinar
a V arrón que “in argum entis Caecilius poscit palm am , in ethesin T e­
rentius, in serm onibus P lau tu s” (Sat. Men., 399 B.). Derecho, reli­
gión, milicia, in trig a y am or, vicio y virtud, lujo y relajo, adulación
y denuesto: en todos estos tem as se explaya P lau to con estruendosa
alegría y agresiva vitalidad. Según se ve, u n inagotable flujo de p a ­
labras griegas siguió p restan d o su colaboración. E n tre los térm inos
n áuticos observam os prora, nauta, nautea, nauclerus, celox (κήλης
transform ado p o r asociación con velox), carina (si es que realm ente
procede de καρύϊνος), lem bus, stega “cu b ierta”, exanclare (άντλεΐν).
Conviene añadir aq u í algunas o tras palabras del léxico náutico no
atestiguadas de hecho en P lauto : aplustra (pl.), p a la b ra que se en­
cuentra en poesía a p a rtir de Ennio (= αφλαστον), cam psare “do­
blar, rodear (un cabo, etc.) ” (κάμψαι) y pausarius “p a tro n (de rem e­
ro s”) , es decir, el que da la señal de p a ra r (παύσοα). Los negocios y
finanzas están representados en P lauto p o r danista, logista, trapes-
sita, sym bolum , syngraphus, exagoga “exportación” , etc.; la m edici­
na, por glaucuma; la educación y enseñanza, p o r paedagogus, sylla­
ba, etc.; la técnica, p o r architectus, ballista, machaera, pessulus (πάσ­
σαλος). La p a la b ra contus (κόντος) n o aparece en P lauto, pero su
existencia e stá garantizada p o r el verbo coloquial percontor, que
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 89

probablem en te tuvo en o tro tiem po el sentido de “sondear o p ro b a r


con u n a v ara”. La influencia griega sob re la organización de la vida
ciudadana es evidente en p réstam o s com o platea, del que proceden
esp. plaza, fr. e ingl. place, etc., y m acellum “m ercado d e ab asto s”.
T am bién en el dom inio de la zoología ap o rtó el griego m uchos t é r ­
m inos : “edepol haec quidem bellulast. : : pithecium haec est prae illa
et ■sp inturn iciu m ” (Mil., 989). O tros son cantherius, balanus —un
m arisco—, ballaena, concha, narita (νηρίιης), scom ber. P a rtic u la r­
m ente num erosas son las p alab ras que designan a recipientes de vino
y objetos del a ju a r dom éstico: am pulla, batioca (βοσιάκη), cadus,
cantharus, cyathus, gaulus, lagona (λάγυνος), patina, scyphus, cista,
culleus (κολεός), m arsuppium , etc. De p a rtic u la r interés es la p a la ­
b ra clatri “en rejad o ” (C atón), que puede rem o n tarse a un dórico
κλδθρα y es p ro bablem ente u n p réstam o m uy antiguo. P lauto p re ­
se n ta u n derivado en “neque fe n stra n isi c la tra ta ” (“ni ventana si
no es en rejad a”, Mil., 379). P ero es en la esfera del placer, lujo, d isi­
pación y libertin aje donde m á s especialm ente G recia prestó su co n ­
trib u ció n a la vida y la lengua de R om a. Que las m ujeres rom anas
m irab an a las griegas com o las n u e stra s a las francesas en m ateria
de m odas es evidente p o r p asajes com o:
q u id is t a e q u a e v e s t e i q u o ta n n is n o m in a in v e n iu n t n o v a ?
tu n ic a m r a lla m , t u n ic a m s p is s a m , lin te o lu m c a e s ic iu m ,
in d u s ia ta m , p a ta g ia ta m , c a lt u la m a u t c r o c o t u la m ,
su b p a r u m a u t su b n im iu m , r ic a m , b a s ilic u m a u t e x o tic u m ,
c u m a tile a u t p lu m a t ile , e a r in u m a u t c e r in u m . (E p id ., 229 s s .) .

De cum atile com enta Nonio: “cum atilis a u t m arinus aut caeru ­
leus; a graeco tractu m , quasi fluctuum similis; fluctus enim graece
κύματα d icu n tu r”. Podem os citar tam bién los n om bres de artesanos
del lujo registrados en Aulularia, 508 ss.: phyrgio, patagiarii, m uro­
batharii, diabathrarii, molocinarii, strophiarii, zonarii, thylacistae,
corcotarii. Tam bién los adornos y cosm éticos tom an sus nom bres
del griego : spinter (σφιγκτήρ “b razalete”), fucus “rouge” , cincinnus
“bucle” y schoenus, “perfum e b a ra to ” (cf. V arrón, L. L., 7, 64:
“schoenicolae ab schoeno, n u gatorio u nguento”) . P o r últim o podem os
d a r ejem plos de los adjetivos y adverbios de b u e n tono equivalentes
a nuestro s chic, soigné, etc.:
e u g a e , e u g a e ! e x o r n a tu 's b a s ilic e ,
t ia r a o r n a t u m le p id a c o n d e c o r a t s c h e m a .
t u m h a n c h o s p it a m a u te m c r e p id u la u t g r a p h ic e d e c e t! (P e r s., 462 s s .)
90 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

La influencia griega se d e ja ver tam b ién en el cam po del d epor­


te (palaestra, discus, athletice, pancratice) y en el del teatro (scaena,
choragium; en lugar de ¡bis! los rom anos g ritab an πάλιν), y h a sta
la p alab ra que significa “alegre” es griega: hilarus. Pero una influen­
cia m enos inocente del griego es la que se observa en sycophanta,
parasitus, m oechus, m oechisso, com issor (κω μάζω ); y h a sta qué
p u n to los rom anos m irab an a los griegos com o a sus m aestros en
el libertin aje puede verse en el sentido atrib u id o a las palabras
graecor, pergraecor, congraeco, bien ilu strad o en el p asaje siguien­
te: “au ru m ... quod dem scortis quodque in lu stris com edim con­
graecem ” (“dinero p a ra gastárm elo en cortesan as y en com ilonas y
ju erg a s en lugares de m ala n o ta ”, Bacch., 743).
Algunos de estos p réstam o s pueden deberse, p o r supuesto, a los
originales griegos que P lauto seguía. Así exenterare aparece cuatro
veces en el Epidicus, pero en ningún o tro lugar n i en P lauto ni en
Terencio. A hora bien, au n siendo co rrecta la hipótesis de que esta
p alabra es u n calco de έξεντερίζειν, ningún a u to r cómico em plearía
u n a palabra to talm en te incom prensible p a ra su auditorio. Pudo m uy
bien o cu rrir que los públicos rom anos e n c o n tra ran el griego irre ­
sistiblem ente cómico, com o el francés en general o la p alab ra ale­
m ana que designa al nú m ero cinco se lo p arecen a los asiduos de
los m usic-halls ingleses. Sin em bargo, no puede d u d arse de la ca­
pacidad del auditorio rom ano p a ra com prender algo de griego, a u n ­
que fuera superficialm ente. Esto e stá im plícito en los juegos de p a ­
labras griegas en que P lauto se com place con frecuencia: “quis istic
est? :: C harinus :: euge iam χάριν τούτω ποιώ” (Pseud., 712); “quis
igitur vocare? : : Diceae nom en est : : in iu ria ’s, falsum nom en p o ssi­
dere, Philocom asium , postulas; άδικος es tu , non δικαία, et m eo ero
facis iniu riam ” (Mil., 436 s s .). D ebe tenerse p o r cierto que la m ayo­
ría de los num erosos p réstam o s griegos que encontram os en el latín
de esta época no fueron in troducidos p o r las clases cultas. Sin duda
m uchos de ellos fueron recogidos p o r la plebe ro m an a en su e stre ­
cho contacto con los griegos que se h ab ían asentado en la urbe, y
pasaron a fo rm ar p a rte integrante del h ab la cotidiana de los e stra ­
tos m ás b ajo s de la población. E sto e s tá firm em ente apoyado por
el hecho de que en las com edias de P lauto las p alab ras y expresio­
nes griegas aparecen p redom inantem ente en los p arlam entos p ro ­
nunciados p o r esclavos y p ersonajes de condición popular.
O tro indicio en este sentido es el uso frecu en te del griego en
térm inos y expresiones de jerga: m orus, bardus (βραδύς), blennus,
logi (equivalente a fabulae), graphicus servus “esclavo agudo, in te­
ligente”; “benene usque valuit? : : p an cratice atq u e athletice” (“ ¿se
h a m antenido b ien de salud? : : com o u n cam peón de lucha libre,
atléticam ente”, Bacch., 248). m assa (gr. μαζα, “p astel de cebada”
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 91

luego (LXX) “bulto, m asa”) aparece usado en una frase so rp re n ­


dentem ente m oderna: “arg en ti m ontes, non m assas” (“m ontañas de
dinero, no m ontones”, Mil., 1065). harpago, adaptación de άρπάγη,
designa en argot al “ro balotodo”. E n “aetern u m tibi dapinabo vic­
tu m , si vera a u tu m as” (“te prop o rcio n aré etern o banquete, si dices
la verdad”, Capt., 897), dapino = δαπανάω, si bien su significado la­
tin o puede h ab er sido influido p o r u n a falsa asociación con daps.
La p alab ra vulgar κόλαφος “golpe e n la cara” , “b ofetada”, que e stá
atestiguada desde E picarm o, el cómico siciliano, com o nom bre p ro ­
pio, en tró tam bién en el latín, p lau to p resen ta la form a tra n sc rita
colaphus, p ero p o r el verbo derivado percolopare de P etronio es evi­
dente que la lengua h ablada poseía u n a form a *colopus. Esta form a
vulgar es el origen del esp. golpe, it. colpo, fr. coup. P o r últim o, y
com o una prueba m ás de la capacidad del b ajo pueblo de Rom a p ara
recoger incluso las p alab ras griegas m ás curiosas, podem os citar
a Livio, 27, 11: “quos androgynos vulgus u t pleraque faciliore ad
duplicanda verba Graeco serm one ap p ellat”. Incluso u n sufijo verbal
de uso m uy com ún en griego fue trasp lan tad o al latín y se hizo p ro ­
ductivo : malacissare, cyathissare, purpurissare, etc., está n m odelados
sobre préstam o s griegos en -ίζω, adap tán d o se ζ al sistem a fonem á-
tico latino en la form a -ss- (cf. m assa < μ ά ζα ). A través de pa tris­
sare “im itar al p a d re ” (si b ien es cierto que u n πατριάζω con este
sentido está atestiguado p o r Pólux), graecissare, drachumissare, co­
m issari (κωμάζειν), etc., puede verse con qué independencia se de­
sarrolló en latín el sufijo.
En la e stru c tu ra gram atical hay pocas diferencias entre la lengua
de P lauto y el latín clásico. Algunos de sus usos sintácticos fueron
evitados en época p o sterio r: el acusativo con utor, las preposicio­
nes ex e in con nom bres de ciudades, el indicativo en interrogativas
indirectas, el infinitivo con valor final; todos ellos provocarían de­
sazón pero no radical incom patibilidad en u n purista. P or lo que
m ira a la m orfología, destacan algunas divergencias con respecto a
lo que será la n orm a clásica: encontram os un vocativo puere, el ge­
nitivo de singular de la c u a rta declinación es p o r lo regular del tipo
senati, el locativo de la q u in ta declinación aparece en la form a die
(die crastini), y no hace P lau to la distinción clásica en tre el ab la ti­
vo singular en -e p a ra p articipios y en -i p a ra adjetivos (m alevolen­
te). Los pronom bres p resen tan form as como ipsus, eum pse, eampse,
eapse, nom inativos de p lu ral como hisce, illisce, el ablativo singular
aliqui, qui (interrogativo, relativo e indefinido). En el verbo po d e­
m os d estacar los im perativos face, dice, el perfecto tetuli, su b ju n ­
tivos y optativos de aoristo [N ota 11] como faxo, capso, faxim, dixis,
induxis, así como el infinitivo pasivo en -ier (adducier). Pertenecen
a la tercera conjugación algunos verbos que luego p asan a la se­
92 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

gunda: olere, fervere, Intuor. Los verbos im personales tienen u n p e r­


fecto pasivo: p u d itu m est, m iseritu m est, perta esu m e s t.1 Algunos
verbos deponentes clásicos aparecen en activa: arbitro. Se encuentran
algunas form as p erifrásticas: carens fui, sis sciens, audiens sum , etc.
E n tre los adverbios tam bién se d a n arcaísm os: antid hac, antehoc
(Plauto no u sa antea), interdius. Podem os añad ir el prefijo verbal
indo: indaudio, indo-tueri, indupedio.
En la pronunciación vor- todavía no h ab ía pasado a ver- [ N o t a
12] (la form a vert- en lugar de v o rt- se decía introducida p o r Esci-
pión Africano, cf. Quintiliano, I, 7, 25); las vocales largas en sílaba
ñnal se m antenían tales: dicät, dicêt, audit, dicär, m ater, oratör; la
-s final tra s vocal breve se p ronunciaba débilm ente y carecía de va­
lor prosódico (sabem os p o r Cicerón, Or., 48, 161, que tal tipo de
pronunciación e ra m irado com o su b ru sticu m en sus tiem pos); la
-d final se pronunciaba todavía en m ëd, tëd, y la » intervocálica se
elim inaba en p alabras com o obliscor, dinus, controrsia, aunculus.
Algunas d e estas divergencias con respecto a la norm a clásica
pueden ejem plificarse p o r inscripciones de la m ism a época. Así, el
Senatus C onsultum de Bacchanalibus de 186 a. C. (Apéndice, n.° 8)
presen ta arvorsum , sëd, figier, gnoscier, y la construcción p erifrástica
scientes esetis (cf. sis sciens ya visto). P od ría considerarse esto
com o u n a confirm ación de que P lauto utilizó en sus com edias la len­
gua hablada de su época. P ero la observación m ás atenta de los
arcaísm os usados p o r P lauto debe detenernos: m uchos de ellos es­
tá n relegados al final del verso. P o r ejem plo, los infinitivos en -1er
aparecen de m odo casi invariable en tal posición (unos 168 ejem ­
plos) o en final del hem istiquio (6). U na m ayor lib ertad se observa
en los cantica. M ás o m enos lo m ism o puede decirse de los su b ju n ­
tivos fuam y fuas y de los optativos duim y duis, que aparecen sólo
al final de los senarios, interduim y creduis, p o r su parte, figuran
solam ente al final de los m etros m ás largos, antidhac aparece un
to ta l de nueve veces en P lauto y siem pre en final de verso. Tales re s­
tricciones en los rasgos arcaicos pod rían ap u n tar a que la lengua
de la com edia sea, al m enos en cierta m edida, algo estilizado y a r ti­
ficial; esto desm entiría n u estra conclusión provisional de que es un
reflejo de la lengua hablada de la época.
H. H affter, en u n detenido estudio de una pequeña selección de
fenóm enos, ha dem ostrado que hay, en efecto, una clara diferencia
en tre la lengua de los senarios y la de los m etros m ás largos. Así,
la figura etymologica, que aun en la correspondencia de Cicerón
aparece em pleada en pasajes de especial intensidad em ocional (“cu ra

I. puditum est ta m b ié n e n Ció., Pro Flaco., 22, 52; pertaesum e n Ció.,


Ep. ad Q. fr. 1, 2, 4.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 93
u t valeas m eque am es am ore illo tuo singulari”, A d fam., 15, 20, 3),
aparece con m ayor frecuencia en los m etro s largos que en los se n a ­
rios yám bicos. Y en los casos en que se reg istra en senarios se re ­
vela claram ente com o recurso estilístico estudiado, indicador de una
especial em otividad; de denuesto en “pulm oneum ... velim vom itum
vom as” (Bud., 511), de b u rla en “calidum p ra n d isti p randium ” (Poen.,
759), de alegría en “opsonabo opsonium ” (Stich., 440), de pathos en
“aequo m endicus atque ille opulentissim us censetur censu ad Acche-
ru n te m m o rtu o s” (Trin., 493 s.). EI recurso coadyuva, n a tu ra lm en ­
te, al proposito fundam ental de los m ultiples efectos cómicos p lau-
tin o s y p o r ello aparece casi invariablem ente en los parlam entos de
los principales caracteres cóm icos: el esclavo, el p a rásito y figuras
sim ilares. Los senarios difieren tam bién de los dem ás m etros en su
em pleo d e o tro s recu rso s de estilo característico s de la literatu ra
latin a prim itiva. De ellos se h a b la rá a lo largo del capítulo siguien­
te. P a ra n u estro s fines actuales b a sta rá con u n o s pocos ejem plos
ilustrativos.
De p rim a ria im p o rtan cia es el estilo hinchado o rim bom bante
[ N o t a 13] que se logra p o r la sum a de varios recursos. El m ás ele­
m ental de ellos es la acum ulación de sinónim os: “spes opes auxilia-
que a m e segregant sp ern u n tq u e se” (Capt., 517); “u t celem p atrem ,
Pistoclere, tu a flagítia au t dam na a u t desidiabula?” (Bacch., 375);
“vos am o, vos volo, vos peto atq u e obsecro” (Cure., 1 4 8 );2 “stu lti
stolidi, fatui fungi, b a rd i blenni, buccones” (Bacch., 1088). Igual d i­
ferencia de estilos en tre senarios y m etro s largos se da en Terencio.
En Phorm io, 458, aparece utilizada en u n a despedida la fórm ula con­
vencional “n um quid nos vis?”. En cam bio, en el septenario trocaico
v. 563 encontram os u n a form a “h inchada” : “n um quid est quod ope­
ra m ea vobis opu’ s it? ”. T am bién P lauto es rico en tales expresiones
rim bom bantes. P o r ejem plo, u n a v ariante del sencillo opportune
advenis es “o p tu m a o p p o rtu n ita te am bo advenistis” (Merc., 964),
con la que podem os co m p arar “te expecto: oppido opportune te
o btu listi m i obviam ” (Ter., Ad., 322). La form u la de cortesía di dent
quae velis se hincha p a ra d ar “di tibi om nes om nia o p tata o fferant”
(Capt., 355). Estos ejem plos ilu stran adem ás o tro recurso estilís­
tico m uy socorrido: las asonancias de diversos tipos. Las frases
aliteradas eran, desde luego, u n rasgo de la m ás antigua latinidad,
según puede verse p o r frases de c arácter proverbial (plaustrum per-
culi “he hecho volcar el c a rro ”, “estoy p erd id o ”, Ep., 592; iam ipse
cautor captust, Ep., 359), así com o p o r ejem plos provenientes de las

2. A ú n m á s re b u sc a d o r e s u lta e l “p ro d e u m p o p u la riu m o m n iu m a d u le s c e n ­
tiu m p o stu lo o b secro o ro p lo ro a tq u e im p lo ro fid em ” d e Cecilio, Com., 21.
94 INTRODUCCIÓN AL LATIN

otras lenguas itálicas (véase el capítulo siguiente). E jem plos de estos


fenóm enos pueden recogerse a m anos llenas de casi todas las páginas
de Plauto. P articu larm en te frecuentes son los p ares de palabras
aliterados, a m enudo en asíndeton: “cibatus com m eatusque”, “vic­
tu et vita”, “nec vola nec vestigium ”, “oleum et operam perdere”,
“vivus videns”, “im petritum inauguratum st”, “vivit valet”, “obliga
obsigna”, “se adplicant adglutinant”, “complicandis com ponendis” ,
“lab itu r liq u itu r”, etc. Es m uy corriente tam bién la aparición de
tricola con aliteración (tipo v e n iv id i v id ) : “exitium , excidium , exle­
cebra” (Bacch., 944); “screanti, siccae, sem isom nae” (Cure., 115);
“retines, revocas, rogitas” (Men., 114); “com pellare et com plecti et
co n trectare” (Mil., 1052); “supersit, suppetat, su p erstitet” (Pers., 331).
Com o ejem plo de tricolon que m uestra la “ley de los m iem bros
crecientes” (véase el capítulo siguiente) podem os citar “fac fidele,
sis fidelis, cave fidem fluxam geras” (Capt., 439). No son infrecuentes
los efectos de rim a:
ñeque ut hinc abeam, ñeque ut hunc adeam scio, timore torpeo.
(Truc., 824.)
pol magi’ metuo ne defuerit mihi in monendo oratio. : :
pol quoque metuo lusciniolae ne defuerit cantio. (Bacch., 37 s.)
teneris labellis molles morsiunculae,
nostrorum orgiorum... —iunculae,
papillarum horridularum oppressiunculae. (Pseud., 67 ss.)
nemo illum quaerit qui optumus et carissumust:
illum conducunt potius qui vilissumust. (Pseud., 805 s.)

La rebuscada estilización de la lengua de plauto se m anifiesta


claram ente en la lectura de u n a página cualquiera elegida al azar:
liber captivos avi’ ferae consimilis est:
semel fugiendi si data est occasio
satis est, numquam postilla possis prendere. : :
omnes profecto liberi lubentius
sumu’ quam servimus. (Capt., 116 ss.)
nunc ego omnino occidi,
nunc ego inter sacrum saxumque sto. (Capt., 616 s.)
inicite huic manicas* mastigiae. : :
quid hoc est negoti? quid ego deliqui? :: rogas,
sator sartorque scelerum et messor maxume? (Capt., 659 ss.)

Como ejem plo de la rebuscada estilización de los m etros largos


y los cantica podem os citar:
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 95
haec est. estne ita ut tibi dixi? aspecta et contempla Epidice:
usque ab unguiculo ad capillum summumst festivissuma.
estne consimilis quasi quom signum pictum pulchre aspexeris?
e tuis verbis meum futurum corium pulchrum praedicas,
quem Apelles ac Zeuxis duo pingent pigmentis ulmeis. (Ep., 622 ss.)
illic hinc abiit, mihi rem summam credidit cibariam,
di immortales, iam ut ego collos praetruncabo tegoribus!
quanta pernis pestis veniet, quanta labes larido,
quanta sumini apsumedo, quanta callo calamitas,
quanta laniis lassitudo, quanta porcinariis. (Capt., 901 ss.)

Vemos ahora cu án p ro fundam ente tenem os que modificar n u e s­


tra p rim era conclusión. La lengua de P lauto contiene indudablem en­
te num erosos elem entos coloquiales, p ero no constituyen sino uno
de los m uchos ingredientes con los que P lauto modeló u n a lengua
rebuscada y artificial en alto grado. C alando co n igual libertad en
la lengua del derecho, de la religión y de la trag ed ia de su tiem po y,
adem ás, con los rasgos coloquiales que hem os registrado, logró el
tono picante adecuado al género cómico. La lengua de Plauto, aun
la de los senarios, e stá m uy lejos del habla cotidiana de la época
de Aníbal. A través de unos pocos ejem plos finales podem os o b ser­
var cu án inextricablem ente m ezcló lo coloquial y lo estilizado. E n la
expresión lepida m em oratui (Bacch., 62) el adjetivo coloquial lepi­
dus aparece usado con el dativo de u n supino, construcción fran ca­
m ente ra ra y arcaica. En “m agistron quem quam discipulum m in ita ­
rie r” (“ ¡que u n discípulo se atreva a ’ am enazar a su m a estro !”
Bacch., 152), la construcción y el em pleo del verbo frecuentativo son
coloquiales; la desinencia del infinitivo pasivo, arcaica. En Poen.,
308: “eho tu, vin tu facinus facere lepidum et festivom ?”, el tono
coloquial es inequívoco (obsérvese la exclam ación, el tu repetido,
los adjetivos lepidus y fe stiv u s ), y sin em bargo el verso contiene una
figura etymologica. Como ilustración final podem os aducir el diver­
tido p asaje de la escena in ic ia l3 de la Casina en que Olimpión in cre­
p a a Calino:
quid facies? : : concludere in fenstram firmiter,
unde auscultare possis quom ego illam ausculer :
quom mihi illa dicet “mi animule, mi Olympio,

3. S e ñ a la H a f f te r q u e e n la s esc e n a s in ic ia le s la le n g u a e s tá co n f re c u e n ­
c ia m á s e stiliz a d a q u e e n o tro s p a s a je s , sie m p re d e n tro de los se n a rio s y á m ­
bicos. P o r ejem p lo :
sa e p e ego re s m u lta s tib i m a n d a v i, M ilphio,
d u b ias, eg en as, in o p io sas consili,
q u a s t u s a p ie n te r d o c te e t c o rd a te e t ca te
m ih i re d d id is ti o p ip a ra s o p e ra tu a . (Poen., 123 ss.)
96 INTRODUCCIÓN AL LATIN

mea vita, mea mellilla, mea festivitas,


sine tuos oculos deosculer, voluptas mea,
sine amabo ted amari, meu’ festus dies,
meu’ pullus passer, mea columba, mi lepus”,
quom mihi haec dicentur dicta, tum tu, furcifer,
quasi mus in medio parieti vorsabere.
nunc ne tu te mihi respondere postules
abeo intro, taedet tui sermonis. (Cas., 132 ss.)

Las com edias de Terencio, cuya vida literaria com ienza unas dos
generaciones después de Plauto, nos introducen en u n m undo lin­
güístico m ás tranquilo y reposado. H an desaparecido la exuberancia,
la vis cómica y el vigor de las bulliciosas y picarescas com edias de
Plauto. Los efectos de Terencio son m ás sutiles: reserva, reticencia
y autocontrol caracterizan su estilo. A estas diferencias se les ha
dado una interpretación social. Según algunos estudiosos co rrespon­
d en a diferencias de clase. Plauto refleja el habla de los estrato s m ás
b ajos de la población, m ientras que Terencio em plea el lenguaje de
la sociedad refinada: el círculo ilustrado de los Escipiones. P o r lo
que se refiere a Plauto, hem os visto ya cu án lejos de la verdad está
esta tesis. Nos queda p o r descubrir ahora el resultado de la aplica­
ción de los m ism os criterios y m étodos de análisis a la lengua de
Terencio.
En pronunciación y gram ática, como era de esperar, la lengua h a
realizado ciertos progresos hacia la n orm a clásica. Se ha consum a­
do el cam bio fonético ejemplificado -en votare > vetare, vortere >
vertere (véase su p ra). [N ota 14.] Terencio evita,.o em plea m ás ra ­
ram ente, ciertas form as gram aticales que aparecen librem ente en
P lauto: las form as m etaplásticas como fervere, olere, etc., son m ás
raras; nunca u sa dice o duce; tetuli, que es norm al en Plauto, ap a­
rece sólo dos veces en Terencio. Las form as de optativo en -ssim ,
ta n frecuentes en Plauto, son empleadas p o r Terencio como recurso
deliberadam ente arcaizante en pasajes con rem iniscencias de la len­
gua del derecho, faxim y faxo sobreviven, pero en frases estereoti­
padas. Terencio es m ás arcaico que Plauto en un aspecto: en la
segunda p ersona del singular pasiva usa norm alm ente las form as
m ás breves en -re, en tanto que Plauto p resenta nueve ejem plos de
-ris, que Cicerón prefiere en el presente de indicativo p ara evitar la
confusión con el im perativo. E ntre las form as no clásicas de la len­
gua de Terencio podem os anotar, resum iendo, ipsus (tam bién ipse),
hisce (tam bién hi), el dativo de singular femenino solae, algunas fo r­
m as activas como luctare, altercare, im perfectos del tipo insanibat,
y, p o r últim o, ciertos arcaísm os confinados al final de las unidades
m étricas (verso o hem istiquio) : -ier, siem, attigo, face, duint, etc.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 97
Que Terencio utilizó u n lenguaje m ás restringido y refinado r e ­
su lta evidente de la consideración de ciertas categorías de palabras
que hem os señalado antes com o típicas del h abla coloquial. Son
utilizados con m ayor econom ía y com o indicadores de c arácter los
térm inos de denuesto o invectiva. Hay m enos verbos frecuentativos,
merlos dim inutivos, m enos com puestos con ad-, con-, de- (véase
s u p ra ), y la m ayoría de los que él in tro d u jo fuero n luego in corpora­
dos a la lengua literaria. T am bién en sus p asajes dialogados se e s­
fuerza Terencio p o r lograr u n a m ás estrech a aproxim ación al h abla
n atural. Se ha hecho ver p o r H affter, p o r ejem plo, que Terencio p r e ­
fiere las interjecciones p rim arias como hem , au, vah, etc., a las se­
cundarias hercle, age, etc., y que con m á s frecuencia que en P lauto
constituyen de p o r sí u n a expresión com pleta:
ecquid spei porrost? : : nescio : : ah! (Phorm., 474.)
Geta! : : hem! : : quid egisti! (Ibid., 682.)
una omnis nos aut scire aut nescire hoc volo : : ah! : : quid est?
(Ibid., 809.)
di obsecro vos, estne hic Stilpo? : : non : : negas?
concede hinc a foribus paulum istorsum, sodes, Sophrona.
ne me istoc posthac nomine appellassis : : Quid, non, obsecro, es
quem semper te esse dictitasti? :: st! (Ibid., 740 ss.)

E sta últim a exclam ación en P lauto aparece invariablem ente seguida


de u n im perativo : st! tace; st! abi. El pasaje ilu stra, adem ás, o tra
peculiaridad de la fidelidad de T erencio al uso coloquial : con m u ­
cho m ayor frecuencia que P lauto p erm ite Terencio que aparezc
u n non aislado en u n a resp u esta negativa, supliéndose p o r la p re ­
gunta precedente el verbo que lo apoya. Éste es ta n sólo un ejem plo
de la realidad de que en T erencio hay u n m ás estrecho ensam blaje
e n tre los parlam entos de las p artes dialogadas; los personajes se
bastan, com o en el habla norm al, con el m ínim o de palabras, ya que
el sentido se com pleta p o r el contexto situacional. La agilidad que
así se logra puede apreciarse p o r unos pocos ejem plos :
quid ago? d ic , Hegio : : ego? Cratinum c e n s e o
si tibi videtur : : dic, Cratine : : mene vis? : :
te. (Ibid., 447 ss.)
salve, Geta ! : :
venire salvom volup est : : credo : : quid agitur?
multa advenienti, ut fit, nova hic? : : compluria. : :
ita. De Antiphone audistin quae facta? : : o m n i a (Ibid., 609 ss.)
quid istuc negotist? : : iamne operuit ostium? : : iam. (Phorm., 8 1 6 .)
98 INTRODUCCIÓN AL LATIN

P o r últim o:
quaeso quid narras? : : quin tu mi argentum cedo.
: : imrao vero uxorem tu cedo : : in ius ambula.
: : enim vero si porrö esse odiosi pergitis...
: : quid facies? : : egone? vos me indotatis modo
patrocinari fortasse arbitramini:
etiam dotatis soleo : : quid id nostra? : : nihil.
hic quandam noram quoius vir uxorem... :: hem :: quid est?
Lemni habuit aliam, : : nullu’ sum : : ex qua filiam
suscepit. (Ibid., 935 ss.)

Tam bién encontram os aquí ejemplificado el uso n a tu ra l de la in te­


rru p ció n que distingue, u n a vez m ás, a Terencio de P lauto, quien
hace de ella u n uso sorprendentem ente reducido. P lauto tiende, en
efecto, a hacer de cada locución u n a entid ad independiente. T am ­
bién en este aspecto Terencio reproduce con m ayor fidelidad las
condiciones del hab la real:
si quis me quaeret rufu’... : : praestost, desine. (Ibid., 51.)
cedo, quid portas, obsecro? atque id, si potes, verbo expedí.
: : faciam : : eloquere : : modo apud portum... : : meumne? : :
[intellexti :: occidi : : hem! (Ibid., 197 ss.)

P o r últim o, Terencio, aunque m enos vulgar y vigoroso que Plauto,


todavía hace uso abundante de palabras y giros expresivos de ca­
rá c te r coloquial. P o r ejem plo, de u n a sola comedia, el Phorm io, re ­
cogemos conraditur (40), ibi continuo (101), non sum apud m e (204),
garris (210), deputare (246); las respuestas afirm ativas adm odum ,
sic, oppido (315 ss.); tennitur (330), atque adeo quid mea? “Y, ade­
m ás, ¿qué m e im p o rta?” (389), cedo “dim e” (398), dicam ... im p in ­
gam (439), num q u id patri subolet? “¿Es que m i p ad re se huele
algo?” (474); los sinónim os p a ra “ ¡tonterías!” hariolare, fabulae,
logi (492 s.); com m odum “ahora m ism o” (614), facessat “ ¡que se
largue!” (635), e ffu ttiretis “charlataneaseis” (746), dilapidat “echa a
p erd er (nuestro d in e ro )” (897), quid id nostra? “ ¿qué nos im p o rta
eso a n o so tro s?” (940), ogganniat “que (le) m achaque (los o íd o s)”
(1030). No hay duda, pues, de que Terencio em plea u n notable cau­
dal coloquial que, podem os suponer, refleja el uso de su tiem po. P o r
supuesto, no es susceptible de prueba el que tal fu e ra el m odo co­
rrie n te de h ab lar en el “Círculo de los Escipiones”. En cualquier caso,
el m ayor refinam iento y reticencia de Terencio puede considerarse
com o característico del habla de la clase elevada. Pero las diferencias
en tre P lauto y Terencio pueden reflejar en igual m edida diferencias
de técnica literaria. Porque la lengua de Terencio, aunque m enos
pródiga y descom edida en su empleo de elementos ornam entales,
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 99
está m uy alejada del h ab la cotidiana, incluso de la m á s educada y
culta. El análisis de unos cuan to s p asajes lo h a rá evidente.
La aliteración aparece incluso en p asajes yám bicos de colorido
coloquial:
abi sis, insciens:
quoius tu fidem in pecunia perspexeris,
verere verba ei credere? (Phorm., 59 ss.)
persuasumst homini: factumst: ventumst: vincimur :
duxit. : : quid narras? : : hoc quod audis : : o Geta!
quid te futurumst? : : nescio hercle : : unum hoc scio,
quod fors feret feremus aequo animo. (Ibid., 135 ss.)

(A dviértanse el asíndeton y el hom oioteleuton de la prim era línea.)


quin quod est
ferundum fers? tuis dignum factis feceris,
ut amici inter nos simus? (Ibid., 429 ss.)
neque mi in conspectum prodit u t saltem sciam
quid de ea re dicat quidve sit sententiae. (Ibid., 443 s.)
tum pluscula
supellectile opus est; opus est sumptu ad nuptias. (Ibid., 665 s.)

E ste últim o pasaje, cuidadosam ente adornado con aliteración,


anáfo ra y quiasm o, podem os com p ararlo con este otro:
qui saepe propter invidiam adimunt diviti
aut propter misericordiam addunt pauperi? (Ibid., 276 s.)

que contiene paralelism o de cláusulas, asonancia y hom oioteleuton.


Los pasajes en versos largos m u estran , com o e ra de esperar, una
m ayor profusión de ornam entación estilística. B a sta rán unos breves
ejem plos:
at non cotidiana cura haec angeret animum : : audio.
: : dum expecto quam mox veniat qui adimat hanc mihi consuetu-
[dinem.
: : aliis quia defit quod amant aegrest; tibi quia su p e r e s t d o le t :
amore abundas, Antipho,
nam tua quidem hercle certo vita haec expetenda optandaque e s t.
(Ibid., 160 ss.)

En este pasaje advertim os, al lado de la cuidada aliteración, la “con­


geries” del final con hom oioteleuton.
“retinere am are am ittere” (175), “d eserta egens ignota” (751),
“o ra t confitetur p u rg a t” (1035) p ueden serv ir com o ejem plos de
100 INTRODUCCIÓN AL LATIN

tricolon en asíndeton. El tricolon con anáfora, aliteración y “m iem ­


b ro s crecientes” lo tenem os ejemplificado en “eius m e m iseret, ei
nunc tim eo, is nunc m e retin et” (188). Como ilustración final de o r­
nam entación estudiada y rebuscada podem os citar :
di tibi omnes id quod es dignus ,duint!
: : ego te compluris advorsum ingenium meum mensis tuli
pollicitantem et nil ferentem, flentem; nunc contra omnia haec
repperi qui det neque lacrumet: da locum melioribus. (Ibid., 519 ss.)

E stos ejem plos b astan p a ra m o stra r claram ente que Terencio


em pleó los m ism os recursos estilísticos convencionales de la lengua
literaria arcaica (véase el capítulo siguiente) que hem os observado
en Plauto. Aunque sus efectos son m ás sutiles, su a rte m ás recatado,
la lengua de Terencio está m uy lejos del h abla n atu ral, aun de la de
cualquier círculo refinado. En realidad, incluso se han planteado
dudas a la afirm ación de la vita de que T erencio fue amigo íntim o
de Escipión el Africano y de Lelio, en tan to que Jach m ann h a exte­
riorizado la sospecha de que el correcto y p u ro h ab lar atribuido p o r
Cicerón a Escipión y Lelio puede ser sim plem ente u n a inferencia a
p a rtir de los usos lingüísticos de Terencio, quien —según suele ap u n ­
tarse— hab ría creado personalm ente esta latinidad u rb an a en un
esfuerzo p o r d esarrollar un equivalente latino de la in sinuante y re ­
catada άστειότης de M enandro, con sus variados y sutiles efectos
de carácter. E n Plauto, en cambio, tenem os la lengua de la com edia
m usical o de la ópera bufa. Sobre las excelencias del estilo de T e­
rencio y su éxito al cap tar los efectos de la Com edia Nueva griega,
u n crítico de o tra lengua, m uy alejado de él en el tiem po y el es­
pacio, no puede hacer cosa m ejor que rep ro d u cir los testim onios
antiguos atribuidos por Suetonio [Vita Ter.) a dos grandes m aestros
del latín: Cicerón y César:
Cicero in Limone hactenus laudat :
“tu quoque, qui solus lecto sermone, Terenti,
conversum expressumque Latina voce Menandrum
in medium nobis sedatis vocibus effers
quiddam come loquens atque omnia dulcia dicens”.
item C. Caesar:
“tu quoque, tu in summis, o dimidiate Menander,
poneris, et merito, puri sermonis amator,
lenibus atque utinam scriptis adiuncta foret vis
comica ut aequato virtus polleret honore
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 101
cum Graecis neve hac despectus parte laceres,
unum hoc maceror ac doleo tibi deesse, Terenti”.

Q ue tam bién algunos de sus contem poráneos le censu raron esta fal­
ta de fuerza y vigor aparece claro en el prólogo del Phormio (4 s.) :
qui ita dictitat, quas antehac fecit fabulas,
tenui esse oratione et scriptura levi.
C a p ít u l o V

EL DESARROLLO DE LA LENGUA LITERARIA

A. P o e s ía

La lengua, instrum ento de comunicación del hom bre con sus


sem ejantes, se crea, tran sfo rm a y perfecciona en respuesta a las
m últiples y siem pre cam biantes exigencias de la sociedad y del
contorno en que se encuentra situada. Así, la h isto ria de u n a lengua
es, ni m ás n i m enos, la h isto ria de una cultura. De la significación
de lo griego en el desarrollo de la prim itiva civilización rom ana
m ucho se h a dicho ya en los capítulos precedentes. Al pasar ahora
al estudio del desarrollo del latín literario esta influencia resu lta
abrum adora. [ N o t a 15.] Del crisol de la historia hab ía surgido u n a
nación de soldados-agricultores, recios y disciplinados, hom bres des­
tinados a ser los señores de Italia y del m undo m editerráneo. Las
ciudades y estados helenísticos y helenizados fueron cayendo uno a
uno ante u n poder cuya energía no residía en el núm ero ni en la
fuerza corporal, ni en la riqueza o la astucia, sino en u n a disciplinada
unidad y en la p ráctica del ius armorum. Pero el propio Vegecio,
que así diagnosticaba las causas de la grandeza de Roma, reconocía
la suprem acía griega en las artes de la civilización: “G raecorum a r­
tib u s prudentiaque nos vinci nem o dubitavit” (De re militari, I, 1).
Y no era m ás que la p u ra verdad: en la época del triunfo de
R om a sobre las florecientes ciudades de la M agna G recia en la p ri­
m era m itad del siglo m a. C., a pesar del grado de riqueza y poder
p o r ella alcanzado, no había todavía una literatu ra nacional rom ana
digna de tal nom bre. La revelación de los tesoros culturales acum u­
lados por el pueblo m ás dotado del orbe a lo largo de una d ilatada
y fecunda h isto ria tuvo u n efecto abrum ador. El conquistador ro ­
m ano se som etió al derrotado. Ansiosos de que Rom a pudiera
parangonarse en cu ltu ra con los griegos, los generales victoriosos,
jun tam en te con estatuas y pinturas, trajero n de sus cam pañas filó-
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 103
sofos y profesores de retó rica p ara educar a sus hijos. Ejem plo
típico del celo filohelénico en el seno de la aristocracia rom ana es
Emilio Paulo, quien en 168 a. C. aplastó a Perseo de M acedonia en
P idna: como b o tín p o r su victoria no exigió sino la biblioteca del
rey. Y es que la lite ra tu ra rom ana es justam ente, al m enos en sus
inicios, la h isto ria de u n expolio; el m ayor m otivo de orgullo de un
au to r era el ser el prim ero en poner m ano al pillaje. Cierto que el
fuego central del genio esencial rom ano ardió invariablem ente bajo
esta m asa sup erp u esta de m aterial ajeno, y con el co rrer del tiem po
había de estallar en u n a llam a que igualó en esplendor a la m ás
brillan te de los griegos. Mas el h isto riad o r de la lengua, aunque sea
tam b ién u n am ante de Virgilio, tiene que d ar el debido énfasis al
hecho de que todos los géneros literarios latinos, con la excepción
de la sá tira (“satira to ta n o stra e st” es todo lo que puede proclam ar
Q uintiliano), debieron su fo rm a y m ucho de su contenido a la p r a ­
xis y la teo ría griegas. Así, debem os volvernos ante todo a la lite­
ra tu ra griega p a ra alcanzar a com prender el progreso del latín li­
terario.
El estud ian te de lite ra tu ra griega descubre en seguida que tiene
que aprend er no u n a lengua, sino varios dialectos. Esto es conse­
cuencia del form alism o de la lite ra tu ra griega, de la indiscutida con­
vención que establecía com o apro p iad a p a ra cada género una form a
p articu lar de lengua. Así, la épica hom érica fue el producto de una
tradición poética que, surgida en tre hablantes del dialecto eólico,
había pasado, en el tran scu rso del tiem po, a m anos de bardos cuyo
dialecto nativo e ra el jónico. Así, en la dicción poética de los poe­
m as hom éricos se halla integrado u n caudal de p alabras y giros de
períodos cronológicam ente diversos y de d istintos dialectos. El d ia­
lecto épico es u n p roducto artificial alejado del habla norm al de
sus creadores. Pero la convención dejó establecido de u n a vez p a ra
siem pre que todo au to r épico h asta el final del m undo griego em ­
ple a ra ese dialecto. P o r su p a rte , la lírica coral se desarrolló e n tre
los dorios, y así el dorio se convirtió en el dialecto propio de este
género con independencia del dialecto nativo del escritor. Por esto
el d ram a ateniense cam bia bruscam ente de dialecto cuando pasa
del diálogo en yam bos a la lírica coral. El m ism o principio es v áli­
do en cierta m edida p a ra la prosa. F ueron los jonios los prim eros en
escribir historia, ciencia y m edicina : p o r ello el jonio es la lengua
aceptada de la p ro sa científica, como p o r ejem plo el Corpus hipo-
crático, y el ateniense Tucídides p ro cu ra d ar a la lengua de su h is­
to ria cierto colorido jonio.
En resum en, tales eran las convenciones lingüísticas de la lite ra ­
tu ra griega. Mas antes de entregarnos al estudio de los autores r o ­
m anos y su em ulación de los m odelos griegos tenem os que recordar
104 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

otro hecho. En la época en que los rom anos iniciaron su aprendizaje


literario, la lite ra tu ra griega había trasp u esto ya su cénit. Los ro ­
m anos se toparo n con el m undo helenístico, el de los sucesores de
A lejandro, y la poesía helenística era creación de círculos de poetas-
estudiosos altam en te cultivados, con u n excesivo interés p o r las
técnicas literarias, y que tenían a. gala la oscuridad y la alusión e ru ­
dita; que em bellecían sus obras con p alab ras extrañas, las “glos­
sae”, ra ra s gem as arran cad as de antiguos aderezos. El doctus poeta
se m antiene ñrm e, incansable en sus ten tativas p o r d esen terrar n u e­
vo m aterial p a ra su poesía. En lo lingüístico siente debilidad por
las antigüedades raras.
Fue du ran te este período de la h isto ria de la lite ra tu ra griega
cuando Rom a comenzó su aprendizaje en el a rte de escribir.
initium quoque eius (scii, grammaticae) mediocre extitit, siquidem
antiquissimi doctorum, qui idem et poetae et semigraeci erant (Li­
vium et Ennium dico, quos utraque lingua domi forisque docuisse
adnotatum est) nihil amplius quam Graecos interpretabantur, aut
siquid ipsi Latine composuissent praelegebant. (Suet., Gram., I.)

La sensibilidad griega con respecto a la lengua de los diversos


géneros literarios se tra n sp a re n ta en la m ás antigua lite ra tu ra ro ­
m ana, que se inicia con la traducción de la Odisea en versos sa tu r­
nios p o r Livio Andrónico, u n nativo de T arento que fue llevado
com o esclavo a R om a en 242 a. C. y allí adoptado p o r la gens Livia.
S ubsisten pocos fragm entos de su obra, pero u n agudo análisis de
E, F raenkel (R .-E ., Suppi., V, 603 s.) ha dejado en claro que las
convenciones de la poesía helenística con su distinción de géneros
prevalecieron en ella. Así, la frase diva M onetas filia (fr. 30) “la
M usa” contiene el genitivo arcaico en -as que en la tín clásico so­
brevivió sólo en pater fam ilias. E ra ya u n arcaísm o en tiem po de
Andrónico, pues en o tros lugares u sa -ai, como hace tam bién el
arcaizante Senatus C onsultum de Bacchanalibus. Lo que es signifi­
cativo es que de los genitivos en -as citados p o r Prisciano (I, 198 s.),
tre s proceden de la Odisea de Andrónico, dos del B ellum Poenicum
de Nevio y uno de los Annales de Ennio, es decir, todos pertenecen
al género épico; P risciano no cita ninguno com o procedente de las
tragedias de estos poetas, a p esar de e sta r fam iliarizado con ellas.
O tros rasgos extraños a la dicción trágica que pueden detectarse en
los fragm entos de A ndrónico son filie (vocativo), dextrabus, dusm o
(= d u m o ), hom ónem , fitu m est, plurales de tercera persona del
tipo nequinont, y el adverbio quamde. F raenkel concluye:
una y otra vez puede verse cómo Livio se esfuerza, valiéndose de
formas altamente arcaicas, por conferir dignidad y carácter distan­
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 105
t e a su épica, distante n o sólo de la lengua c o tid ia n a , s in o ta m b ié n
del estilo de los géneros poéticos menos augustos... Todos s u s
sucesores se adhirieron al mismo principio. A la lengua d e la épica
romana le estuvo reservado desde el principio el privilegio d e una
solemnidad más elevada incluso que la de la tragedia, por n o men­
cionar los otros géneros poéticos.

Debe advertirse, sin em bargo, que tod o s los géneros poéticos ro ­


m anos, tragedia e incluso sá tira , hacen uso d e arcaísm os com o in ­
grediente de su dicción. La épica es diferente en grado, no en es­
pecie.
En su búsqueda de colorido arcaico los p oetas se sirvieron de
fo rm as desusadas de la declinación y la conjugación, así com o de
palab ras periclitadas, p rocedentes de su s am plias calas en la lengua
de la religión y en la del derecho. El m aterial puede clasificarse ad e­
cuadam ente b ajo las rú b ric a s de m orfología y vocabulario. Al es­
tablecer tales inventarios debem os te n e r en cuenta, naturalm ente,
que “arcaísm o ” es u n térm in o relativo. M uchas de las form as de
la poesía prim itiva que p arecían arcaicas a los au to res del p e río ­
do clásico e ra n form as contem p o rán eas p a ra los poetas que las
em plearon. E n tre éstas e stá n diferencias de género como caelus (m.)
o lapides (f.), p articu larid ad es referen tes a la declinación como exer­
citi, speres, o a la conjugación, com o fodantes, horitur, resonunt, etc.,
que fueron elim inadas en el proceso de norm alización que d iscu ti­
rem os m ás adelante. Y no debem os olvidar la im itación de los p re ­
decesores que la antigua teo ría recom endaba al poeta. Así, los poetas
posterio res a Ennio p ueden u sa r u n a form a o u n a p ala b ra no qua
arcaísm o, sino sim plem ente p o rq u e aparecía en Ennio. E sta cues­
tió n de los “ennianism os” nos ocup ará m ás adelante en el estudio
de la lengua de Virgilio. H echas estas aclaraciones previas podem os
reg istra r en tre los m ás im p o rtan tes arcaísm os m orfológicos de la
p rim itiv a dicción poética latin a: en la declinación de los nom bres,
el genitivo singular en -di, genitivos p lurales en -u m (p. ej. fa c tu m ) ;
en los pro n o m b res y dem ostrativos, ipsus, olli, y el dativo-ablativo
quis; adverbios del tipo superbiter, aequiter, rarenter, concorditer y
co ntem ptim , iuxtim , visceratim , etc. E n el sistem a verbal los fenó­
m enos m ás im p o rtan tes son los infinitivos pasivos en -ier, los im ­
perfectos de la c u a rta conjugación en -ibat, tem as desiderativos en
-ss- com o en prohibessis, los perfectos en -ë ru n t (form a que p e rsis­
tía en la lengua coloquial, pero que resu ltab a arcaísm o en poesía ')
y -ere en lugar de -ërunt. F inalm ente podem os m encionar form as
com o fuas y superescit. P ero no e ra sólo p o r m edio de sonidos y
form as com o se lograba el colorido apropiado. Los géneros poéticos

1, S o b re los té rm in o s “ a r c a ic o ” , “p o é tic o ” y “ c o lo q u ia l” v é a se c a p itu lo VI.


106 INTRODUCCIÓN AL LATIN

se distinguían tam bién p o r el vocabulario que se les perm itía. La


prax is griega en este p u n to hab ía sido analizada y form ulada por
A ristóteles. Haciendo u n a distinción fu ndam ental e n tre palab ras de
uso corrien te (κύρια ονόματα) y las que resu ltab an extrañas al m is­
m o (τά ξενικά), h ab ía establecido que el to n o su p erior de la expre­
sión literaria depende de u n uso m oderado de las tales ξενικά, que
elevan la dicción p o r encim a del lugar com ún (ταπεινόν). E n tre los
m odos de expresión poco com unes h abía señalado él las “glossae”
(palabras ex trañ as o raras) com o p articu larm en te indicadas p a ra
el género épico, aunque le p erm itía tam b ién hacer u so de palab ras
com puestas, p rim ariam en te dom inio del ditiram bo, y d e la m etáfora,
que es u n c a rá c ter específicam ente distintivo del verso yám bico. De
hecho la “glosa” fue u n rasgo específico de la épica griega en la fo r­
m a m ad u ra en que aparece en los poem as, hom éricos. Esto fue, com o
hem os visto, u n a consecuencia de la h isto ria de la poesía épica, p o r­
que H om ero es la culm inación de u n a tradición p o ética de siglos
que h ab ía preservado form as y p alab ras q u e ya no e ra n habituales
en la lengua h ab lad a co ntem poránea del poeta. H om ero im puso su
au to rid a d sob re toda la poesía griega subsiguiente y proporcionó
u n a can tera inagotable de m ateriales poéticos. N inguna fuente de r i­
queza com parable se ofrecía a los pioneros de la lite ra tu ra rom ana;
en cualquier caso, pocas huellas quedan de las fuentes en que los
poetas arcaicos calaron buscando p alab ras de sab o r antiguo. El h is­
to ria d o r del la tín tiene que lam en tar no m enos que Cicerón la p é r­
dida de los antiguos carmina:
atque utinam exstarent illa carmina, quae multis saeculis ante suam
aetatem in epulis esse cantitata a singulis convivis de clarorum
virorum laudibus in Originibus scriptum reliquit Cato. (Brutus, 75.)

Ennio se refiere tam b ién a sus predecesores que escribieron en m e­


tro saturnio. F ue sin d uda esa poesía tradicional la que proveyó a
A ndrónico y a sus sucesores de num erosas p alab ras características
de la dicción poética, tales com o Camena, celsus, am nis (una a n ti­
gua p a lab ra “ítalo -céltica” relacionada con el ing. “Avon”), aerum na
(posiblem ente de origen e tru sc o ), anguis (= serpens), artus (= m e m ­
b ru m ), letu m (= m o rs), tellus (= terra), u m eo y u m o r y verbos
arcaicos tales com o defit, infit, claret, clueo; adem ás, num erosos
térm in o s religiosos com o los verbos adolere, parentare, mactare, opi­
tulare, libare; los nom bres nem us, flam en, vates, epulo, polubrum ,
eclutrum , sagmen, lituus, libum , tesca, y los adjetivos almus, castus,
dirus (posiblem ente de origen sabino), augustus, obscenus, tu tu la ­
tus, solerhnis. Las m ajestuosas fórm ulas del derecho fueron, no
m enos que las de la religion, fuen te de p alab ras inusitadas. U n pa-
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 107
saje de V arrón (L. L., 7, 42) re su lta esclarecedor en este punto. Co­
m entando el “Olli resp o n d it suavis sonus Egeriai” de Ennio escribe:
“Olli” valet dictum “illi” ab “olla” et “ollo”, quod alterum comitiis
cum recitatur a praecone dicitur “olla centuria” non “illa”; alterum
apparet in funeribus indictivis quo dicitur : “Ollus leto datus est.”
Tenem os aquí u n a clara indicación de las fórm ulas legales y religio­
sas com o fuentes paralelas de la dicción poética.
Tam bién las p alab ras dialectales fueron aceptadas en la dicción
poética d e acuerdo con la te o ría y p rá c tic a griegas. A propósito del
vei’so veteres Casmenas cascam rem volo profarier, V arrón (7, 28)
com enta: “p rim u m cascum significat vetus; secundo eius origo Sa­
bina, quae usque radices in Oscam linguam egit” . Sem ejante es su
com entario a catus en el p asaje de Ennio iam cata signa ferae soni­
tu m dare voce parabant: “cata acuta: hoc enim verbo dicunt S abini”.
Es posible tam b ién que cohum , del que se nos dice q u e los poetas lo
u sa ro n p o r caelum, sea u n doblete dialectal de cavum. O tras “glo­
sas” e x tra n je ras son m ed d ix y fa m u l (am bos oscos) am bactus (galo),
sibyna (ilirio) y rum pia (tracio).
Como no podía ser m enos, el contingente m ayor en este p u n to lo
proporcionó el griego, aunque la p oesía latin a elevada fue m ucho
m á s reservada que la com edia y la lengua pop u lar en la adm isión
de palab ras griegas. Así, incluso a M usa le fue negada la e n tra d a
p o r Livio A ndrónico, que p u so en su lugar Camena, la p alab ra in d í­
gena p a ra designar a u n a “diosa de los m anantiales y las aguas”
—aunque en últim o térm in o e ra de origen etrusco, si hem os de
creer a M acrobio— . Nevio, p o r su p a rte , echó m ano d e una p e rífra ­
sis p a ra tra d u c ir Μούσα i: “n o vem Iovis concordes filiae so ro re s”
(B. P., fr. 1). Sólo Ennio tiene la osadía de p erm itir a las ex tra n je ­
ra s m usas p isar el suelo del Olimpo latino: “Musae quae pedibus
m agnum p u lsatis O lym pum ” {A., 1 W .). Ennio dio en trada a otras
p alab ras griegas com o bradys, charta, coma, lychnus, pero su se n ti­
m iento de incom odidad en relación con tal proceder resulta eviden­
te en su em pleo de aer: “vento quem p erh ib en t G raium genus aera
lingua” (A., 152 W .); sus sucesores se m o straro n parcos en el uso
del griego, como en el de to d a clase de “glosas” foráneas. En esto
tam bién fuero n discípulos dóciles de los griegos, quienes sabían
que el em pleo desm edido de este recurso estilístico acabarla p a ra n ­
do en βαρβαρίσμός.
La devoción de Ennio a sus m odelos griegos le llevó a com eter
algunos e rro re s de p ru eb a que, sin em bargo, no tuvieron efecto algu­
no en la poesía subsiguiente. A ristóteles incluyó en tre las “glossae”
ciertas distorsiones de p alabras, e n tre ellas las form as apocopadas.
En p a rte esta teo ría descansaba sobre u n defecto de com prensión
108 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Homero había conservado u n a antigua fo rm a δώ, que a los ojos de


las generaciones posteriores parecía u n a fo rm a abreviada de δώμα.
Sobre la aparente au to rid ad de Hom ero, E uforión h ab ía aventurado
?)λ por ήλος. Con tales m odelos a la vista, Ennio se atrevió a escribir
cael por caelum (Spur., 34 W .), do p o r d o m u s (ibid., 35) y gau p o r
gaudium (ibid., 33). S em ejante es su falso uso de la tm esis. Éste
era tam bién u n rasgo arcaico de la dicción hom érica del que Ennio
pudo hacerse legítimo eco eon su de m e hortatur. P ero m o n stru o s
como cere... brum (“saxo cere-co m m in u it-b ru m ”, Spur., 13 W.) h a ­
cían violencia a la lengua. Con todo, em inentes abogados han defen­
dido la inocencia de Ennio con respecto a esta culpa. O tra aberración
que conoció co rta vida fue el uso enniano d e la term inación casual
épica en -oeo en M ettoeoque F ufetioeo (A., 139 W .). En este p u n to
advierte Q uintiliano (I, 5, 12) : “Ennius poetico iu re defen d itu r”.
Como hemos visto ya, hay ciertos indicios de que e sta term inación
casual puede h ab er existido en latín dialectal.
No fue sólo en cuestiones generales de teo ría y convenciones
literarias donde los griegos ejercieron su influencia en la form ación
de la lengua literaria latina. El hecho de que u n a p a rte ta n grande
de la poesía arcaica latina sea no sólo im itación, sino incluso tr a ­
ducción literal del griego, significa que de m odo co n stan te el griego
perm aneció al lado de su pupilo. E sto puede ejem plificarse con el
verso con el que puede decirse que com enzó la lite ra tu ra latina,
viimm mihi, Camena, insece versutum (Od., 1),

traducción de ανδρα μοι £ννεπε, Μούσα, πολύτροπον, Od., 1, 1, donde


Andrónico ha traducido el arcaico εννεπε p o r u n a “glosa” equivalente
sacada de no sabem os qué fuen te (difícilm ente p o d ría h aberse él
anticipado a los hallazgos de la m oderna filología que ve en estas
dos palabras u n a identidad etim ológica (< *en-seque)). La últim a
p alabra del original griego tipifica u n p roblem a que puso a p ru e b a
los recursos del trad u cto r e im itador latino. El griego conservaba
aún en pleno vigor su poder de crear p alab ras com puestas que u sa ­
ba librem ente en poesía, especialm ente epítetos ornam entales. El
latín, sin embargo, había perdido en gran m edida e sta posibilidad
heredada. Así, el versutus de A ndrónico rep resen ta u n m odo idio-
m ático de trad u cir el com puesto griego πολύτροπος. En ocasiones
un tipo derivacional indígena se m o strab a adecuado p a ra so stener
la carga im puesta p o r el griego. Esto puede decirse, p o r ejem plo,
de los adjetivos en -ösus, que p ro porcionaban equivalentes adecua­
dos para, los num erosos epítetos ornam entales griegos en πολυ- y
-όεις. Valgan como ejem plos frondosus (E nnio), fragosus, labeosus
(L ucr.), piscosus, lacrimosus, squam osus, spum osus, etc. La equiva-
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 109
lencia de tales p alabras a com puestos está p u esta de relieve p o r la
acuñación ciceroniana de squam iger y sp u m ifer frente a los dos ú lti­
m os ejem plos, igual que encontró en aestifer u n equivalente del m é ­
tricam ente im posible aestuosus, aestifer es aceptado p o r Lucrecio y
Virgilio. Al lado de squam osus, Virgilio acuñó o tro su stituto, squa­
m eus, que puede adem ás servir p a ra tipificar o tro sufijo latino e sti­
m ulado p o r la presión del griego y especialm ente favorecido p o r los
poetas del hexám etro a causa de su conveniente conform ación m é ­
tric a (véase in fra ). P ero en conju n to los recursos del latín re su lta ­
ban inadecuados p a ra recoger la inm ensa variedad d e los co m ­
puestos griegos. El propio A ndrónico, cuando no consigue a tin a r
plenam ente, se contenta con los sucedáneos m ás aproxim ados : así,
χαλκήρει (δουρί) aparece sim plem ente com o celeris (hasta), que im i­
ta el sonido sin recoger el significado. Pero los p oetas posteriores,
conscientes de que los com puestos ornam entales eran u n rasgo esen­
cial del estilo épico, se vieron em pujados al em pleo d e un procedi­
m iento ajeno al genio de su lengua. El quinquertio de Andrónico
p o r πένταθλος hab la nacido m uerto, p ero los poetas trágicos hicie­
ro n gala de la m á s desab rid a audacia. N ada en la épica puede
rivalizar con el b ien conocido “Nerei rep an d iro stru m incurvicervi­
cum pecus” de Pacuvio (fr. 352 W.) (cf. άγκυλοχείλης κυρταύχην).
A ndrónico se h ab ía contentado con sim u m pecus. En general, las
p alab ras com puestas estab an lim itadas a unos cuantos tipos bien
definidos. P a ra el silvicola d e Nevio h ab ía am plio precedente en p a ­
labras com o agricola. P ero su creación arquitenens fue el pro to tip o
de una clase destinada a ju g a r u n im p o rtan te papel en la dicción de
la épica rom ana: suaviloquens, altitonans, om nipotens, sapientipo­
tens, velivolans, etc. Sim ilar a éste es el tipo ejem plificado p o r sua­
visonus, que aparece en u n fragm ento trágico de Nevio, aunque
quizá Livio puede reclam ar la p rio rid ad en e sta clase con el o dori­
sequus que se le atribuye. En la poesía subsiguiente hay una cantidad
abundante de tales com puestos con u n tem a verbal como segunda
p a rte: altisonus (Ennio, e tc .), laetificus (Ennio, etc.), largificus
(L ucr.), velivolus (Ennio, etc.), horrisonus (Lucr., e tc .), m ontivagus
(L ucr.), frugiparus (L ucr.), etc. En las obras de Nevio encontram os
o tro s tres p ro to tip o s que tuvieron g ran im portancia en la posterior
creación de com puestos poéticos:
1. frondifer: c f. dulcifer, frugifer, flammifer, e tc . (Ennio), aestifer,
florifer, glandifer, e t c . ( L u c r .) .
2. tyrsiger: c f. armiger ( A c c io ), barbiger, corniger ( L u c r .) , laniger,
naviger, saetiger, squamiger ( L u c r .) , e tc .
3. bicorpor: cf. bipes (N e v io , Trag.), bilinguis ( E n n io ) , trifax ( E n ­
n i o ) , biiugus ( L u c r .) , tripectorus ( L u c r .) , e tc .
110 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

A parte éstos, hay pocos tipos productivos. Los com puestos fo r­


m ados p o r dos tem as nom inales com o dentefabres, levisom nus, m u lt­
angulus, om nim odus, etc., son m ucho m ás raros. E n tre ellos cabe
destacar los com puestos en -pes, alipes (L ucr.), sonipes (Accio), ca-
prires (L ucr.), levijes (Cic.), m ollipes (Cic.). E n tre los que e n co n tra­
ro n aceptación general podem os m encionar m agnanim us, grandaevus
y prim aevus.
Así, si bien los p oetas rom anos luch aro n pacientem ente con una
lengua recalcitran te p a ra p ro d u cir los com puestos poéticos exigidos
p o r las leyes del género, en m uchos casos tuvieron que acep tar la
d e rro ta y, o b ien ignoraron los com puestos griegos, o bien los tr a ­
d u je ro n p o r m edio de p e rífrasis: τανύφυλλος aparece com o (cupres­
si sta n t) rectis foliis (Ennio), πολύμοχθος como m agni (form ica)
laboris (H or.), εϋρροος como late fusa (Cic.), θεοπροπέων com o fi­
denti voce (Cic.).
El griego ejerció adem ás o tra influencia decisiva en la form a de
la lengua lite ra ria latin a cuando Ennio rom pió con el h ábito de sus
antecesores, y en lugar del m etro indígena, el satu rnio, empleó p ara
sus Annales u n m etro griego, el hexám etro. El la tín es p o b re en
palab ras dactilicas, que vienen exigidas p o r este m etro, y Ennio echó
m ano d e recu rso s varios p a ra evitar p alab ras de conform ación r ít­
m ica im practicable. Así, p o r im perare, intuetur, Involans em pleó
induperare, indotuetur, induvolans, con u n prefijo indo que aparece
en las X II T ablas, pero que resu ltab a ya desusado en la época de
P lauto. E ste recurso pareció dem asiado extravagante a los poetas
posteriores, que resolvieron el p roblem a planteado p o r palabras
com o im perare em pleando la form a frecuentativa: îm përltâre. E sta
im posición m étrica explica tam bién el uso de plu rales poéticos como
gaudia, otia y de dobletes fonéticos del tip o vincula fren te a vinclis.
En o tro s casos se echó m ano de recursos m orfológicos com o los
genitivos plurales “arcaicos” parentum , cadentum , agrestum , etc., o
el infinitivo de perfecto en lugar del de p resen te (continuisse p o r
co n tin ere), si bien este uso tenía tam bién raíces en la sintaxis m ás
arcaica. La b ú sq u ed a de series dactilicas es tam b ién evidente en la
preferencia d ad a a ciertos tipos de derivación: Lucrecio sustituyó
m agnitudo y differentia p o r m axim itas y differitas. Los n eu tro s en
-m e n dan en el p lu ral u n dáctilo m uy p ráctico (fragm ina), y ello
puede explicar la preferencia de los p oetas p o r este tipo de fo rm a­
ción, que e ra u n rasgo de la lengua arcaica (Ps.-Servio, A., 10, 306:
fragm ina: antique d ictu m ). Sin em bargo, aun haciendo ju sticia a G re­
cia como n odriza de la lite ra tu ra rom ana, la sim ple lectu ra de
algunas líneas de su período de vigorosa adolescencia proclam a la
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 11]
esencial latinidad de su lengua. No es solam ente el vocabulario el
que es predom inantem ente latino, excepción hecha del pequeño p o r­
cen taje de “glossae” adm itidas en obsequio a las leyes de la poesía.
Los recursos de estilo son p alm ariam ente no-griegos. E sto aparece
claro de m odo inm ediato si contrastam o s u n pasaje de Ennio con
el correspondiente griego que trad u ce:
ώ μοι πίμ δή τοι φρένες οΐχονθ’ ΐμς τό πάρος περ
εκλε’ έπ’ άνθρώπους;
Quo vobis mentes rectae quae stare solebant
ante hac dementes sese flexere viai? (A., 194-5 W.)

Vemos aquí ejem plificada esa afición al juego de p alabras (m entes-


-dem entes) y a la asonancia, especialm ente a la aliteración, que es­
ta b a profundam ente arraig ad a en el solar latino, a juzgar por p ro ­
verbios com o m ense Malo malae n u b u n t y p o r carm ina religiosos
com o “utiq u e tu fruges fru m en ta vineta virgultaque grandire bene-
que evenire siris pasto res pecuaque salva servaseis” (véase in fra ).
De hecho, la aparición de p ares de p alab ras aliterados de ca rá cter
sim ilar en textos itálicos (por ejem plo, en la plegaria u m b ra: “iovie
h o sta tu an h o statu tu rsitu tre m itu h o n d u h o ltu nin ctu nepitu sonitu
savitu p rep lo tatu previlatu”) m u e stra que la aliteración y la asonan­
cia eran recursos endém icos e n tre los pueblos de la península. E jem ­
plos de e sta clase abu n d an en Ennio:
Haec ecfatus pater, germana, repente recessit
nec sese dedit in conspectum corde cupitus
quamquam multa manus ad caeli caerula templa
tendebam lacrumans et blanda voce vocabam. (A 44-7 W.),

p asaje en el que debe notarse, adem ás, la figura etymologica. En


ocasiones la aliteración es llevada h a sta el exceso, com o en el bien
conocido
O Tite tute Tati tibi tanta, tyranne, tulisti! (A., 108 W.)

Tam bién vem os plenam ente desarrollados en Ennio los recursos re ­


tóricos del hom oioteleuton (R om ani... Cam pani), la paronom asia
(explebant... replebant), la an títesis y la isocolia (véase el apartado
dedicado a la p ro sa ), que p a ra lo sucesivo d ejaro n su im p ro n ta en
la lengua poética de los rom anos. Los p asajes siguientes se com entan
p o r sí solos:
nec mi aurum poseo nec mi pretium dederitis
nec cauponantes bellum sed belligerantes
ferro non auro, vitam cernamus utrique;
vosne velit an me regnare era, quidve ferat Fors
112 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

virtute experiamur, et hoc simul accipe dictum:


quorum virtuti belli fortuna pepercit,
eorundem libertati me parcere certum est.
dono, ducite, doque volentibus cum magnis dis. (A., 186 ss. W.)
pellitur e medio sapientia, vi geritur res,
spernitur orator bonus, horridus miles amatur;
haud doctis dictis certantes, sed maledictis
miscent inter sese inimicitiam agitantes;
non ex iure manum consertum, sed magis ferro
rem repetunt regnumque petunt, vadunt solida vi. (A., 263 ss. W.)

Pasajes como éstos revelan a Ennio com o el cread o r de la lengua


de la épica rom ana. De lo que Virgilio debe a Ennio hablarem os
m ás adelante. L a influencia de Ennio sobre Lucrecio fue ta n grande
que P. Skutsch h a llegado a escrib ir: “Podem os decir que, aparte
divergencias en la construcción de los períodos y diferencias de
tem a, nada puede d a r u n a idea m ejo r del estilo enniano que un
cuidadoso análisis lingüístico de Lucrecio.”
En su lengua, el De rerum natura se nos aparece en gran m edida
inm une al m ovim iento de refo rm a de los “urb an izad o res”, cuya obra
de puriñcación y uniform ación se revela en los rígidos cánones g ra­
m aticales de los autores clásicos. En la im precisión de su gram ática,
y a pesar de la distancia tem poral, Lucrecio está m á s cerca de En­
nio y P lauto que de los p u rista s augústeos. En él hallam os en gran
m edida las m ism as variaciones de género (finis m . y f.), declina­
ción (sanguen, sanguis, etc.), conjugación (sonere), sintaxis (p. ej.
cum causal con indicativo), que son características de la lite ra tu ra
latina arcaica. A hora bien, esta in certid u m b re gram atical difícilm en­
te podríam os etiq u etarla como “arcaísm o”. Lucrecio no era u n poeta
alejandrino afanosam ente em peñado en la b ú sq u ed a de efectos ver­
bales con que lograr los aplausos de los p reciosistas de salón. F a ­
nático racionalista que a rd ía en deseos de salvar a los esp íritus de
la religión, usó la lengua de su tiem po com o el in stru m en to m ás
eficaz y claro de exposición, sin desdeñar ocasionalm ente el colo-
quialism o (p. ej. belle, lepidus). Pero el p oeta latino tiene que
som eterse a las leyes del género. N aturalm ente tiene que crear fo r­
m as aptas p a ra el hexám etro (p. ej. indugredi, discrepitant, inopi,
disposta, disque supatis, seque gregari). Incluso en sus neologismos
(y su tem a le obligaba a ab undantes innovaciones —“nec m e anim i
fallit G-raiorum obscura re p e rta difficile in lu stra re L atinis versibus
esse, m ulta novis verbis p raesertim cum sit agendum p ro p te r eges­
tatem linguae e t reru m n ovitatem ”, I, 136 s s .), Lucrecio usa los m ol­
des tradicionales : p. ej; adverbios com o m oderatim y com puestos
como falcifer. Tam bién en sus recu rso s de estilo Lucrecio se alinea
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 113
con los poetas arcaicos. De la “congeries”, acum ulación de sinónim os
que Ennio había llevado al absurdo con su “m aerentes flentes la-
cru m antes com m iserantes” (Spur., 40 W .), Lucrecio ofrece innum e­
rables ejem plos: “inane vacansque” (I, 334), “officere atque obsta­
re ” (337), “saepta e t clausa” (354), “seiunctum secretum que” (431),
“levis exiguusque” (435), “seiungi seque gregari” (452), “speciem ac
fo rm am ” (4, 52), “duplici gem inoque” (274), “m o n stra ac p o rte n ta ”
(590). A literación sostenida la tenem os en I, 250-64, u n p asaje que
ejem plifica tam bién el uso del epíteto ornam ental fijo, cláusulas
equilibradas m arcadas p o r el hom oioteleuton y la anáfora. El verbo
virescunt, que e stá atestiguado aquí p o r vez prim era, puede servir
p a ra ilu stra r la afición de los p oetas a los verbos en -esco.
Fue en su em pleo de los arcaísm os y “glossae” donde Lucrecio,
aun conform ándose a la convención y a lo que era peculiar del gé­
nero, reveló lo que podía lograr u n poeta de genio. U na sim ple lista
de estos elem entos de su dicción colocaría a Lucrecio al lado del
dotado poeta am ateur que fue Cicerón, su contem poráneo: geniti­
vos en -äl y en -um , infinitivos en -ier, verbo sim ple por el com ­
puesto, etc. P ero es especialm ente en su uso de los recursos tra d i­
cionales de la dicción poética donde Lucrecio revela al p o eta de
genio. Cuando su fuego se ab re paso a través del m aterial de la filo­
sofía n a tu ra l que sobre él se acum ula, el arcaísm o y la glosa b ri­
llan con u n a luz su p raterren al. De e n tre sus m uchos pasajes de in­
superable valor poético tendrem os que conten tarn o s con considerar
aquel (I, 80 ss.) en que Lucrecio recoge el exquisito pathos d e uno
de los textos m ás conm ovedores de la poesía griega: el coro de
Ifigenia del Agamenón. El análisis lo d añ a rá menos si lo hacem os
antes de leerlo, scelerosa es u n a form ación arcaica en -osus (cf. su­
p ra ) en lugar del m ás u su al sceleratus, y e stá com binado en “con­
geries” con impía. O tros arcaísm os son los genitivos en -ai, la an ás­
tro fe de propter, el adjetivo trem ibundus. Como “glosas” podem os
considerar las form as Iphianassai, Danaum, Hymenaeo. El tem a
m ism o hace inevitable la presencia de antiguos térm inos rituales :
injula, m inistros, casta, hostia, m actatu, felix fautusque. Por últim o,
podem os n o ta r u n grecism o sintáctico, el “calco” prim a virorum .
Sin em bargo, la presencia de estos o rnam entos de género en u n p a­
saje que debe m ucho de sus m agníficas cualidades pictóricas a la
inspiración griega no daña a su esencial latinidad. Puede servir para
ejem plificar en to d as sus fases el progreso realizado por los rom a­
nos en el cam ino de creación de u n a lengua poética eficaz.
Illud in his rebus vereor, ne forte rearis
impia te rationis inire elementa viamque
indugredi sceleris, quod contra saepius illa
religio peperit scelerosa atque impia facta.
114 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Aulide quo pacto Trivial virginis aram


Iphianassai turparunt sanguine foede
ductores Danaum delecti, prima virorum,
cui simul infula virgineos circumdata comptus
ex utraque pari malarum parte profusast,
et maestum simul ante aras adstare parentem
sensit, et hunc propter ferrum celare ministros,
aspectuque suo lacrimas effundere civis,
muta metu terram genibus summisa petebat:
nec miserae prodesse in tali tempore quibat
quod patrio princeps donarat nomine regem:
nam sublata virum manibus tremibundaque ad aras
deductast, non ut sollemni more sacrorum
perfecto posset claro comitari Hymenaeo,
sed casta inceste, nubendi tempore in ipso,
hostia concideret mactatu maesta parentis,
exitus ut classi felix faustusque daretur,
tantum relligio potuit suadere malorum.

Hemos rastreado h a sta aquí algunas de las líneas principales de


desarrollo de la lengua de la épica rom ana. A ntes de ocuparnos
m ás grande m aestro del género hem os de p a sa r brevem ente revista
a los esfuerzos realizados p a ra crear u n estilo apropiado p a ra la
tragedia. Hemos visto ya que Andrónico y Nevio h ab ían dado en ­
tra d a en la épica a ciertos arcaísm os dem asiado alejados de la len­
gua ordin aria p a ra poder em plearse en la tragedia. En general puede
decirse, sin em bargo, que las diferencias lingüísticas y estilísticas en­
tre la épica y la tragedia son m eram ente graduales y no cualitativas,
y que se desarrolló u n a lengua estilizada u n ifo rm e de la poesía eleva­
da en oposición a las de la com edia y la prosa. Los arcaísm os, las p a ­
labras “poéticas” y com puestas distinguen a la lengua de la tragedia
no m enos que a la de la épica. La tragedia hizo tal vez u n uso m ás
parco de tales recursos, pero lo fragm entario de la trad ició n d ra ­
m ática y épica arcaica hace im posible establecer estadísticas segu­
ras. Con todo, los com puestos m ás audaces está n atestiguados en la
tragedia (cf. s u p ra ). Tam bién los trágicos proporcio nan rico m a te ­
rial ejemplificador de los recursos de estilo que abundan en la épica:
aliteración, asonancia, asíndeton, trico la y, finalm ente, la “congeries”,
la acum ulación de sinónim os, rasgo ta n típico d e los antiguos car­
m ina y fórm ulas legales de los rom anos. B a sta rá n algunos ejem plos:
1. Aliteración (a m enudo con juego de p alab ras y figura etym o­
logica) :
quin ut quisque est meritus praesens pretium pro factis ferat.
(Nevio, Trag., 13 W.)
laetus sum laudari me abs te, pater, a laudato viro. (Ibid., 17 W.)
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 115

Salmacida spolia sine sudore et sanguine. (Ennio, Trag., 22 W.)


constitit credo Scamander, arbores vento vacant. (Ibid., 197 W.)

(En el últim o ejem plo n ótese el lugar p rom inente dado a los verbos,
u n recurso favorito de Virgilio);
Interea loci
flucti flacciscunt, silescunt venti, mollitur mare. (Pacuvio, 82-3 W.)
cui manus materno sordet sparsa sanguine. (Accio, 12 W.)

2. Tricolon en asíndeton:
Podem os com parar con
Urit populatur vastat. (Nevio, Carm., 32 W.)
ibid quid agat secum cogitat curat putat. (Ennio, Trag., 349 W.)
constitit cognovit sensit, conlocat sese in locum
celsum; hinc manibus rapere raudus saxeum grande et grave.
(Accio, Trag., 424-5 W.)
miseret lacrimarum luctuum orbitudinis. (Ibid., 54 W.)

3. El "estilo rim b o m b an te” :


ne illa mei feri ingeni atque animi acrem acrimoniam.
(Nevio, Trag., 49 W.)
more antiquo audibo atque auris tibi contra utendas dabo.
(Ennio, Trag., 324 W.)
id ego aecum ac ius fecisse expedibo atque eloquar. (Ibid., 154 W.)
pacem inter se conciliant, conferunt concordiam. (Ibid., 372 W.)
... ne horum dividae et discordiae
dissipent et disturbent tantas et tam opimas civium
divitias. (Accio, 590-2 W.)

Tales son las características generales de la lengua poética pre-


augústea. P ero antes de que Virgilio p u siera m ano a la tarea d e ele­
v ar la poesía ro m an a a su s m ás altas cim as, u n a reacción se alzó
c o n tra los h áb ito s e ideales arcaizantes profesados p o r la escuela
enniana. La “escuela m od ern a”, la de los poetae novi, trasplantó a
R om a la polém ica de los antiguos y los m odernos que en un tiem po
dividiera a los literato s de A lejandría cuando Calimaco rechazó el
poem a épico largo, tal com o lo p racticab a Apolonio Rodio, y p ro ­
clam ó que u n libro grande e ra u n μ έγα κακόν. De e sta nueva escue-
116 INTRODUCCIÓN AL LATIN

la, capitaneada p o r el gram ático y crítico P. Valerio Catón, fue


Catulo el m ás dotado representante. Tam poco estos poetas querían
oír hab lar de épica larga —Cicerón escribe acerca de E nnio : “O poe­
tam egregium ! quam quam ab his can to rib u s E uphorionis contem ­
n itu r”—, y se consagraron a géneros de m enor alcance que daban
ocasión a los m ás exquisitos refinam ientos de form a, lengua y m e­
tro. Fue en este últim o aspecto, que cae fu e ra de la finalidad del
p resente libro, donde sus reform as resu ltaro n m ás palpables. Hay
un punto de p ro so d ia que m erece m ención p o r su in terés lingüístico.
Los novi p ro h ib iero n la anulación de -s final, que la poesía an terio r
había adm itido (Cic·., Or., 161: “eorum v erborum q uorum eaedem
eran t postrem ae duae litterae quae su n t in optim us, po strem am lit­
teram detrah eb an t, nisi vocalis insequebatur, ita n on e ra t ea offen­
sio in versibus q u am nunc fugiunt poetae novi”). Esto no era m ás
que u n ejem plo de su aversion general p o r los arcaísm os que, id en ­
tificados con la rusticitas, antítesis de la elegancia m oderna y de la
urbanitas, q u erían elim inar los novi de la lengua de la poesía, pero
este em peño estuvo en buena p a rte c o n tra rre stad o p o r las leyes que
u n p o eta alejan d rin o profeso tenía que adm itir. La obligada m im e­
sis de los predecesores vino a significar que m ucho de lo que p o d rían
rechazar com o arcaísm o fue adm itido como trad ició n poética. Así,
tam poco Catulo rehúye arcaísm os m orfológicos como alis, alid, Troiu-
genum, am antum , tetuli, face, citarier, deposivit, lavit, recepso, quis,
qulcum , ubertim , m iseritus, o p alab ras arcaicas com o autum ant,
grates ago, oppido, nasse, illa tem pestate = illo tem pore, cupiens =
cupidus, apisci, auctare (en u n plegaria, 67, 2), postilla. Tam bién en
el uso de com puestos Catulo es fiel a la p rá c tic a de sus predece­
sores. En el poem a Peleo y Tetis, que pertenece al género épico,
hallam os, p o r ejem plo, letifer, corniger, caelicola, y raucisonus, ve­
ridicus etc. P ero en los dem ás poem as acuña com puestos que van
m ás allá de estos tipos bien establecidos y rivaliza con sus m odelos
alejandrinos av enturándose a crear pinnipes, p lum ipes y silvicultrix.
Tam bién los o rnam entos de estilo son de tip o tradicional, si bien
observa un m ayor discernim iento en el em pleo de la aliteración,
que, en general, reserva p a ra efectos especiales:
Thesea cedentem celeri cum classe tuetur. (64, 53.)
plangebant aliae proceris tympana palmis
aut tereti tenuis tinnitus aere ciebant. (Ibid., 261-2.)

O tros ejem plos (“frigoraque e t fam en”, 28, 5; lib enter... lae tu s”,
31, 4; “sa tu r sup in u s” —nótese el asíndeton— , 32, 10) son probable­
m ente pares de p alab ras establecidos ya de antiguo en la conversa­
ción ordinaria. E ncontram os tam b ién u n recu rso de estilo digno de
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 117

p a rtic u lar m ención en vista de su im p o rtan cia en la praxis de Virgi­


lio: si en u n verso aparecen dos nom bres y uno de ellos ha d e ser
calificado p o r u n adjetivo, p a ra lograr u n equilibrio se dota al otro
no m bre de u n epíteto. A dem ás, en tales grupos de p alabras se adop­
ta u n orden altam ente artificial, en el que los adjetivos se disponen
en paralelo o fo rm an u n quiasm o :
a lA B
inrita ventosae linquens promissa procellae. (64, 59.)

pero
non flavo retinens subtilem vertice mitram,
non contecta levi velatum pectus amictu
non tereti strophio lactentis vincta papillas. (Ibid., 63 ss.),

donde la disposición es diferente en las tre s líneas sucesivas :


(1) abÁB, (2) abBA, (3) aAbB. Finalm ente, veam os u n ejem plo de la
disposición quiástica: “ausi su n t vada salsa cita decurrere p u p p i”
(64, 6) = AabB.
A hora que hem os esbozado las líneas m aestras del desarrollo
gradual del in stru m en to de expresión poética que los rom anos fo r­
ja ro n con m ateriales indígenas bajo la guia de los griegos, es el m o­
m en to de p asar a Virgilio. P o eta rom ano form ado en la tradición
alejandrina, pagó a sus predecesores el trib u to de la im itación. La
m ajestad de su tem a y las leyes del género p rescrib ían una lengua
de colorido y ornam entación ennianos. El fondo virgiliano de p ala­
b ras “poéticas” básicas es el de sus predecesores (ales, almus, aequor,
am nis, arbusta, caelestes, coma, ensis, genetrix, letum , mortales, pro ­
les, etc.), con su m arcada p referencia p o r los verbos sim ples (linquo,
tem no, sido, suesco). Las innovaciones de Virgilio están tam bién fun­
didas en el m olde tradicional: adjetivos en -eus (arboreus, frondeus,
fum eus, funereus); en -alis, -ilis (arm entalis, crinalis, flexilis, glacia­
lis, sutilis); en -bilis (enarrabilis, im m edicabilis, ineluctabilis); en
-osus (onerosus, nim bosus, undosus, m o n to su s) ; verbos incoativos
en -esco (abolesco, crebresco, inardesco) ; frecuentativos (convecto,
dom ito, hebeto, inserto); nombres de agente en -tor, -irix (fu n d a ­
tor, latrator, pugnator); n eu tro s en -m e n (gestam en, libamen, luc­
tam en). Pero la exquisita sensibilidad de Virgilio no pudo ignorar
lo que se h abía logrado a través de la investigación y experimenta­
ción de los novi. P o r o tra p arte, com o poeta cuidadoso en extremo,
se veía obligado a rechazar u n a erudición q u e re su ltara opresiva y
p edante y destru y era el efecto m oral y em ocional. P o r eso Virgilio,
aun perm aneciendo fiel a la lengua de sus predecesores en la épica,
no se aleja dem asiado de las form as del h abla contem poránea. Por
118 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

ejem plo, no usa arcaísm os como duona, sos, endo, danunt, escit, ni
antiguas form as m etaplásticas como caelus, sanguen, flucti, lavere,
si bien algunas de ellas fueron rechazadas m ás p o r “vulgares” que
p o r arcaicas (véase capítulo VI); no em plea tam poco adverbios del
tipo rarenter, disertim y contem ptim . Q uedan tam bién elim inadas
las “glossae” dialectales como cascus, baeto, perbito, que tal vez con­
sideraba com o “ex ultim is tenebris repetita” (cf. Q uintiliano, 8, 3, 27).
Es cierto que tenem os ejem plos de genitivo en -äl, de olle y quis,
d e form as verbales en -ier, faxo, fuat, de las p artícu las ast, ceu, y de
pone, Pero estos arcaísm os no están introducidos indiscrim inada­
m ente como tendentes a d ar u n vago colorido poético. Algunos, n a ­
turalm ente, estaban im puestos p o r las exigencias (lenibat, nutribant,
m aererítum ) o conveniencias (infinitivos en -ier en el quinto pie:
aecingier artes) de orden m étrico. O tros com parecen en evocaciones
deliberadas de los predecesores, como, p o r ejem plo, en el p asaje de
tono lucreciano Aen., 6, 724 ss. con su cuidadosa notación de la es­
tru c tu ra lógica por medio de las partículas principio... hinc... ergo,
el arcaísm o ollis (usado solam ente en esta fo rm a p o r Lucrecio), la
aliteración elaborada (p. ej. “m ens agitat m olem et m agno se c o r­
p o re m iscet”), que es especialm ente frecuente en final de verso
(p. ej. “vitaeque volantum , m oribundaque m em bra, carcere caeco”).
Podem os n o ta r adem ás el pleonasmo revisant rursus y los n u m ero ­
sos ecos de la fraseología lucreciana (enniana) : globum lunae, m odis
m iris, volantum pt>r avium.
Ahora bien, im itatio aparte, los arcaísm os de Virgilio aparecen
usados con delicado y deliberado artificio. Como en el caso de L u­
crecio, están dictados p o r el tem a. Es digno de n otarse, p o r ejem plo,
que la form a fu a t aparece en Virgilio solam ente en u n discurso de
Jú p ite r (A., 10, 108), pasaje que será de in terés exam inar aquí. Las
p alab ras del pater om nipotens están introducidas p o r el arcaísm o
infit. La escena está caracterizada p o r u n a aliteración de intensidad
enniana:
... eo dicente deum domus alta silescit
et tremefacta solo tellus, silet arduus aether,
tum Zephyri posuere, premit placida aequora pontus.

El parlam ento se abre con u n grandioso “dicolon ab u n d an s” :


accipite ergo animis atque haec mea figite dicta.

El veredicto, que comienza con el m ajestuoso polisílabo quando­


quidem “com o quiera que” —nunca usado p o r Cicerón en sus dis­
cursos ni p o r César—, tiene una estru ctu ra b in aria equilibrada en ­
raizada en la lengua de la religión y el derecho:
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 119

quandoquidem Ausonios coniungi foedere Teucris


haud licitum, nec vestra capit discordia finem :
quae cuique est fortuna hodie, quam quisque secat spem,
Tros Rutulusne fuat, nullo discrimine habebo,
seu fatis Italum castra obsidione tenentur
sive errore malo Troiae monitisque sinistris.

En la últim a línea recordam os el dolo malo de las leges sacrae y el


sinister de la lengua augural. El arcaísm o fu a t encuentra, pues, su
lugar en un contexto m ayestático en que el p a d re de los dioses y los
hom bres aparece sentado en el tro n o desde el que d icta su justicia.
M arouzeau h a llam ado la atención sobre u n a serie de casos en que
tales arcaísm os dan color a la lengua h ablada p o r los dioses: quia-
nam es usado p o r Jú p ite r (10, 6), m oerorum por Venus (10, 24),
ast p o r Jun o (1, 46). No p o d ría hallarse una ilustración m ejor de la
afirm ación de Q uintiliano “verba a v etustate re p e tita ... adferunt o ra ­
tioni m aiestatem aliquam ” (I, 6, 39).
Tam bién la Sibila habla en u n a lengua que no es de este m undo:
olli sic breviter fata est longaeva sacerdos:
Anchisa generate, deum certissima proles.

Todo este p asaje (6, 317-36), que describe la llegada de Eneas a la


Éstige, es particu larm en te rico en colorido arcaico: enim “en ver­
dad”, la asonancia inops inhum ataque, la an ástro fe haec litora cir­
cum , la significación arcaica de putans, el locativo animi, y finalm en­
te la expresión ductorem classis, que, como u n a antigua gem a en
u na m o n tu ra m oderna de “glossae”, fo rm a el espléndido verso
Leucaspim et Lyciae ductorem classis Orontem. (334.)

En este p asaje podem os n o ta r, adem ás, las rem iniscencias ennianas


vada verrunt y vestigia pressit; las expresiones patroním icas A nchi­
sa generate y Anchisa satus, propias del estilo épico latino desde Li­
vio Andrónico; el grecism o sintáctico (es u n a “glosa)” iurare n u ­
m en, y finalm ente la construcción no latina -que... -que, “calco”
acuñado p o r Ennio com o p ráctico final de hexám etro en la línea de
expresiones hom éricas como ολίγον τε φίλον τε, πόλεμοί τε μάχοα τε,
etcétera.
Virgilio recu rre tam bién al arcaísm o cuando tiene que evocar la
solem nidad de la plegaria (p. ej. alma, nequiquam ) :
alma, precor, miserere, potes namque omnia nec te
nequiquam lucis Hecate praefecit Avernis. (6, 117-8.)
120 INTRODUCCIÓN AL LATIN

La m ism a base tiene la significación de u n detalle aparentem ente in ­


significante: el arcaico atque introduciendo u n p asaje que evoca el
pathos del cadáver insepulto:
atque illi Misenum in litore sicco
ut venere vident indigna morte peremptum. (162 s.)

E stas líneas, con su repetición de M isenum y la “glosa” Aeoliden,


m arcan el clím ax de u n p asaje rico en colorido y fraseología ennia-
nos (p. ej. “caecosque volutat eventus anim o secum; vestigia figit;
m u lta ín te r sese vario serm one se re b a n t”), en que Virgilio h a p ro ­
digado todos los recursos de su m agia verbal:
quo non praestantior alter
aere ciere viros Martemque accendere cantu. (164 s.)

sed tum forte cava dum personat aequora concha,


demens, et cantu vocat in certamina divos,
aemulus exceptum Triton, si credere dignumst,
inter saxa virum spumosa immerserat unda. (171 ss.)

Finalm ente,
tum iussa Sibyllae,
haud mora, festinant flentes aramque sepulcro
congerere arboribus caeloque educere certant,
itur in antiquam silvam, stabula alta ferarum:
procumbunt piceae, sonat icta securibus ilex,
fraxineaeque trabes cuneis et fissile robur
scinditur, advolvunt ingentis montibus ornos. (176 ss.)

El resto del episodio d e M iseno servirá p a ra ejem plificar o tro


recurso del a rte virgiliano. La “glosa”, según hem os visto, e ra uno
de los recursos tradicionales del género épico, y como ta l lo em plea­
ron los predecesores de Virgilio al m odo de los griegos, si bien L u­
crecio habla sido notablem ente m ás m oderado en el uso de este
ornam ento que Ennio, Cicerón o Catulo. T am bién Virgilio se a u to ­
lim ita en el em pleo de este recurso, cuyo uso excesivo h abría llevado
al barbarism o (véase p. 107). Al igual que los arcaísm os, la “glosa”
queda reservada p a ra efectos especiales, s i, como debe hacerse, ex­
cluim os de la definición de “glosa” las p alab ras que pertenecen al
fondo com ún de la dicción poética (letu m , am nis, e tc .), podem os n o ­
ta r en el p asaje en cuestión los térm in o s augurales (o b )servare, ag­
noscere, optare, laetus, y las rebuscadas expresiones rituales de la
escena fu neraria con sus “glossae” pyra, en lugar del térm ino indi-
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 121

gena, rogus, y cadus p o r situla, y finalm ente la escansión griega de


crateres.
S ería vano in te n ta r u n a espectrografía d e la m úsica verbal de
Virgilio con sus com plejas arm onías y sus cam biantes esquem as de
asonancia. Sin em bargo, la e stru c tu ra y ornam entación retóricas
son un capítulo de gran im portancia en la poesía postaugústea y
exigen al m enos u n a breve referencia. D urante el últim o siglo de
la República, u n com pleto aprendizaje de la retó rica griega había
llegado a ser u n a p a rte no rm al de la educación de u n rom ano. En
e sta escuela ap rendieron los rom anos la técnica de la prosa artística
y la construcción de períodos com plejos equilibrados (véase el a p a r­
tad o sig uien te). La adaptación del período artístico a la poesía del
h exám etro no fue el m enor de los logros de Virgilio; es un p u n to en
el que dejó m uy a trá s a sus predecesores. El poeta “arcaico” L ucre­
cio y el “n eotérico” Catulo h abían fracasado am bos en su intento
de resolver este problem a; sus largos p eríodos (véase Skutsch, Aus
Vergils Frühzeit, p. 65) carecían de arm o n ía y equilibrio internos
y consistían en su m ayor p a rte en sim ples s a rta s de oraciones su b o r­
dinadas. A hora bien, Virgilio había aprendido de sus m aestro s de
retó rica que la p ro sa de tensión em ocional elevada no exige largos
períodos elaborados con las p a rte s subordinadas cuidadosam ente
conectadas con la idea central, hipotaxis, sino p aratax is, con su p re ­
sión de las p artícu las de conexión lógica. P reg u n tas retóricas, excla­
m aciones, oraciones rá p id a s y breves m u tu am en te equilibradas, con
sim etría m arcad a p o r recursos com o la antítesis, la anáfora, el ho-
m oioteleuton, el quiasm o..., tales e ra n los recursos p rescrito s para
la consecución de fuerza, energía e intensidad (δεινότης) en la p ro ­
sa. 2 Fue este estilo el que Virgilio in tro d u jo en la épica rom ana.
En p rim e r lugar su período raram en te excede la longitud de cua­
tro hexám etros, el óptim o p rescrito p o r Cicerón (véase el a p artad o
siguiente y cf. Cicerón, Orator, 222). Así, la n arració n que a b re el
libro VI de la Eneida em pieza con dos períodos, cad a uno d e los
cuales consiste en tre s “cola” coordinados (véase el ap artad o si­
guiente) :
sic fatur lacrimans, classique im m ittit habenas,
et tandem Euboicis Cumarum adlabitur oris,
obvertunt pelago proras; tum dente tenaci
ancora fundabat navis et litora curvae
praetexunt puppes.

E sta sencillez es característica constante del estilo narrativo de Vir­


gilio. P ero en el estilo “asiánico” de la p ro sa patética, la sencillez de

2, V éase W. K roll , “N eue Jah rb .”, 1903, pp. 23 s.


122 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

la e stru c tu ra sintáctica está com pensada p o r los elaborados artifi­


cios retóricos de la “concinnitas” (véase el ap artad o siguiente), la
antítesis, el ord en de palabras y la asonancia. T am bién en Virgilio
incluso las oraciones simples p resentan esa clase de estilización re ­
tórica. Podem os n o tar, p o r ejem plo, el tricolon “de m agnitud c re ­
ciente” :
bella, horrida bella
et Thybrim multo spumantem sanguine. (6, 86 s.)

El tricolon con anáfora:


ante fores subito non voltus, non color unus,
non comptae mansere comae. (Ibid., 47 s.)

El κύκλος en
cessas in vota precesque
Tros, ait, Aenea, cessas? (Ibid., 51 s.)

C om párese
socer arma Latinus habeto
imperium sollemne socer. (12, 192 s.)

El “dicolon ab u ndans” en
errantisque deos agitataque numina Troiae (6, 68),

y com párese
omnia praecepi atque animo mecum ante peregi. (Ibid., 105.)

Tales estru ctu ras binarias equilibradas son p articu larm en te c ara c­
terísticas de n u estro autor:
fataque fortunasque virum moresque manusque. (Ibid., 683.)
quos dulcis vitae exsortis et ab ubere raptos
abstulit atra dies et funere mersit acerbo. (Ibid., 428 s.)

Com párese
qui sibi letum
insontes peperere manu lucemque perosi
proiecere animas. (Ibid., 434-6.)
sed revocare gradum superasque evadere ad auras,
hoc opus, hic labor est. (Ibid., 128 s.)
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 123

nunc animis opus, Aenea, nunc pectore firmo. (Ibid., 261.)


(Aeneas) maesto defixus lumina voltu
ingreditur | linquens antrum | caecosque volutat
eventus animo secum. (Ibid., 156-8),

donde las dos oraciones principales coordinadas, de catorce silabas


cada una, dan escolta a la frase particip ial central. A m enudo la si­
m e tría está, su brayada p o r asonancias cuidadosam ente dispuestas.
Los pasajes que siguen ejem plifican uno de los recursos favoritos
de Virgilio: hom oioteleuton d e p alab ras colocadas en las posiciones
inicial y final de verso :
talibus Aeneas ardentem et torva tuentem
lenibat dictis animum lacrimasque ciebat.
illa solo fixos oculos aversa tenebat. (6, 467-9.)
at regina, nova pugnae conterrita sorte
flebat, et ardentem generum moritura tenebat. (12, 54 s.)
nec minus interea Misenum in litore Teucri
flebant et cineri ingrato suprema ferebant. (6, 212-3.)
pars calidos latices et aëna undantia flammis
expediunt corpusque lavant frigentis et unguunt. (Ibid., 218-9.)
it tristis ad aethera clamor
bellantum iuvenum et duro sub Marte cadentum. (12, 409-10.)

Es, naturalm ente, en los discursos donde encontram os los esq u e­


m as estru ctu rales m ás com plejos. El discurso de P alinuro (6, 347 ss.)
puede servir com o ejem plo. Em pieza con u n p a r coordinado de “cola”
de igual longitud (“p ariso n ”), con el equilibrio m arcado p o r hom oio­
teleuton:
...ñeque te Phoebi cortina fefellit,
dux Anchisiade, nec me deus aequore mersit.

La m ism a “isocolia” se m antiene y subraya cuidadosam ente a lo la r ­


go del pasaje: p. ej.:
cui datus haerebam custos cursusque regebam. (6, 350.)
paulatim adnabam terrae, iam tuta tenebam. (35'8.)
ferro invasisset praedamque ignara putasset. (361.)

En spoliata arm is, excussa m agistro (por excusso m agistro) la co n s­


trucción e stá forzada p a ra m an ten er el paralelism o. Notam os de
paso la disposición de adjetivos y n om bres (abBA) en:
124 INTRODUCCIÓN AL LATIN

tris Notus hibernas immensa per aequora noctes. (355.)

Finalm ente, como ha subrayado Norden, todo el d iscurso tiene una


disposición ordenadam ente retó rica con u n breve “prooem ium ”
(... m ersit), una “n a rra tio ” (nam que... in litore ven ti) y u n epílogo,
que tom a la form a de una “com m iseratio” que culm ina en dos ver­
sos de estudiada aliteración:
da dextram misero et tecum me tolle per undas,
sedibus ut saltem placidis in morte quiescam. (370 s.)

En m anos de Virgilio el largo proceso de perfeccionam iento d e los


recursos indígenas b ajo la supervisión de la técnica griega alcanzó
su cima, y la lengua latina quedó p o r ñ n m odelada com o poderoso
y sensible in strum ento de poesía elevada.
Si bien no form a p a rte de n u e stra ta re a el ra s tre a r la influencia
de Virgilio com o poeta y pensador —y la p oesía ro m an a no ib a a
m antenerse largo tiem po en estas altu ras—, podem os decir que su
influencia en la historia subsiguiente de la lengua lite ra ria fue in ­
m ensa. Sufriendo la suerte de los m ás grandes autores, pasó a con­
vertirse en texto escolar, se le aprendió de m em oria, se le recitó,
se le hizo víctim a de la “explication des textes” , se le analizó y, final­
m ente, se le descuartizó p a ra sacar de él ejem plos de las reglas
gram aticales. De este modo todo estudioso y todo copista se con­
virtió en un virgiliano. Pero nos estam os anticipando, y es el m om en­
to de ra stre a r el desarrollo paralelo de la p ro sa latin a artística.

B. La LENGUA DE LA PROSA LITERARIA

La fuente esencial de toda lengua literaria es la lengua hablada


en sus varias form as y m odalidades. A p a rtir de ese m aterial b ru to ,
la m ayor p arte de las sociedades hum anas, especialm ente tra s la in ­
vención de la escritura, han desarrollado form as p articu lares de
expresión lingüística que, aunque difíciles de definir, podem os cla­
sificar como “literarias”. Al ra stre a r las líneas m aestras del d e sa rro ­
llo de la p ro sa literaria latina hem os de ten er en cu enta algunas
consideraciones de im portancia. Es n orm alm ente en 1a, esfera de la
religión y en la del derecho donde se dan los p rim eros pasos que
distinguen la expresión literaria form al de la lengua coloquial. P ara
o rien tar al hom bre en su conducta con respecto a los dioses y a sus
sem ejantes se form ulan reglam entaciones. Tales fórm ulas religiosas
y legales que recogen el m os m aiorum , tran sm itid as de generación
en generación, conservan form as arcaicas de expresión. De ahí que
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 125
una lengua literaria que se d esarrolle a p a rtir de ellas sea una m ez­
cla de lo coloquial y lo arcaico. C onsiderarem os luego las form as de
la expresión persuasiva e im presiva, la retó rica n atu ral que la expe­
riencia creciente y la au to crítica tra n sfo rm a rá n en u n cuerpo cohe­
ren te de doctrina. En este p u n to los rom anos son especialm ente
deudores de los griegos, si bien algunos de sus recursos estilísticos
estaban bien enraizados en el suelo itálico. En p articu lar, la in sis­
tencia en la “claridad” (σαφήνεια) com o principal virtud del discurso
eficaz significa que las interrelaciones de las p artes d e un p e n sa ­
m iento com plejo deben h a lla r explícita expresión lingüística. De
acuerdo con ello, la ingenua yuxtaposición de oraciones sim ples es
gradualm ente d esarro llad a p a ra fo rm a r el período com plejo con
cuidada subordinación de sus p artes constituyentes. F inalm ente nos
enfrentarem o s con o tro problem a constantem ente p lanteado: la cen ­
tralización del gobierno en los estados organizados, el dom inio de
u n a cierta clase, el prestigio de que d isfru tan sus h ábitos sociales,
de los que no es el m enos im p o rtan te el m odo de hablar, vienen a
d a r como resultado el desarrollo e im posición d e u n a lengua estándar.
En latín este prejuicio de clase está resum ido en la p alabra u rb a ­
nitas.
Con relación a las p rim eras etapas del desarrollo de la prosa la ­
tina estam os aú n p eo r inform ados que al respecto de la poesía, p o r
lo escaso de la docum entación conservada. Tenem os, desde luego,
los fragm entos de las X II T ablas citados p o r los au tores po sterio ­
res. A hora bien, en su m ayor p a rte consisten en ordenanzas d esn u ­
das, sucintas, de la m ás sim ple e stru c tu ra : p. ej. si in ius vocat ito.
ni it, antestam ino. igitur era capito. Lo m ás característico de este
estilo es que no hay expresión explícita del sujeto del verbo, ' que
tiene que ser sobreentendido a p a rtir del contexto : “si (un d em an ­
dante) em plaza (a u n dem andado) an te el trib u n al, (el dem andado)
h a de com parecer. Si no com parece, (el dem andante) debe llam ar a
u n testigo. Luego hágalo d eten er”. E sta peculiaridad sintáctica, com o
otros m uchos p u n to s de las X II Tablas, tiene su correspondencia
en las leyes griegas arcaicas. Así, la u bicua influencia griega se rev e­
la incluso en los m ás prim itivos y aparen tem en te m ás rom anos
docum entos de la lengua latin a (véase s u p ra ).
Al igual que la poesía, la prosa literaria com ienza con traduc­
ciones del griego; como testim onio m ás antiguo conservado de la
lite ra tu ra latin a en p ro sa tenem os los p asajes citados p o r Lactan-
cio de la traducción enniana de la Ι ε ρ ά αναγραφή de Evémero. Q ue
Lactancio conservó la lengua de Ennio (en los frags. I, III, IV,
V I-V III, X I) sin alteraciones v erdaderam ente im p o rtan tes ha sido
recientem ente reafirm ado de m odo irrebatible. Sus principales ca­
racterísticas aparecen en el p asaje siguiente :
126 INTRODUCCIÓN AL LATIN

exim Saturnus uxorem duxit Opem. Titan, qui maior natu erat,
postulat ut ipse regnaret, ibi Vesta mater eorum et sorores Ceres
atque Ops suadent Saturno, uti de regno ne concedat fratri, ibi
Titan, qui facie deterior esset quam Saturnus, idcirco et quod vide­
bat matrem atque sorores suas operam dare uti Saturnus regnaret,
concessit ei ut is regnaret, itaque pactus est cum Saturno, uti si
quid liberum virile secus ei natum esset, ne quid educaret, id eius
rei causa fecit, uti ad suos gnatos regnum rediret, tum Satum o
filius qui primus natus est, eum necaverunt, deinde posterius nati
sunt gemini, Iuppiter atque luiio. tum Iunonem Saturno in con­
spectum dedere atque lovem clam abscondunt dantque eum Vestae
educandum celantes Saturnum, item Neptunum clam Saturno Ops
parit eumque clanculum abscondit, ad eundem modum tertio partu
Ops parit geminos, Plutonem et Glaucam. Pluto Latine est Dis
pater, alii Orcum vocant, ibi filiam Glaucam Saturno ostendunt, at
filium Plutonem celant atque abscondunt. (Frag. III (Vahlen, p. 223)
= Warmington, R. O. L., I, 418, s.)

P u n to s particularm ente notables en este p a sa je son la sencillez de


su e stru c tu ra sintáctica, la naïveté de las conexiones de frase (exim ,
ibi, tum., deinde posterius, etc.) y el u so red u n d an te del p ronom bre
anafórico i s 3.
Si es probable que Ennio recoja fielm ente el estilo de los p a sa ­
jes correspondientes de Evém ero, quien h a b ría afectado intencio-
nalm ente el estilo de la prim itiva n a rra tiv a p o p u lär griega, hay que
n o ta r tam bién que tales naïvetés son característica universal de la
n arrativ a popular, desprovista de ornato. Las hallam os en igual m e­
dida en el ejem plo del serm o inliberalis citado p o r el au to r d e la
Rhetorica ad H erennium (4, 11, 16) :
“hic tuus servus me pulsavit”, postea dicit hic illi: “considerabo”,
post ille convicium fecit et magis magisque praesente multis cla­
mavit!

Podem os com parar tam bién u n pasaje del analista C alpurnio pisón
(citado por Gelio, 7, 9) :
Cn. Flavius, patre libertino natus, scriptum faciebat, isque in eo
tempore aedili curuli apparebat quo tempore aediles subrogantur,
eumque pro tribu aedilem curulem renuntiaverunt;

o el pasaje de un discurso de G. G raco citado p o r Aulo Gelio, con


el com entario de que está en el tono propio de la conversación o r­
dinaria (10, 3, 5) :

3. Véase E. L a t jg h t o n , “Eranos”, XLIX, 1951, pp. 35 ss.; E. F ra e n k e l, ibid.,


pp. 50 ss.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 127

his annis paucis ex Asia missus est, qui per id tempus magistratum
non ceperat, homo adulescens pro legato, is in lectica ferebatur.
ei obviam bubulcus de plebe Venusina advenit...;

y finalm ente u n p asaje del m anual p ráctico de agricultura debido


a C atón:
alvom si voles deicere superiorem, sumito brassicae quae levissima
erit P. IIII. inde facito manipulos aequales tres conligatoque. postea
ollam statuito cum aqua, ubi occipiet fervere, paulisper demittito
unum manipulum, fervere desistet, postea ubi occipiet fervere, pau­
lisper demittito ad modum dum quinque numeres; eximito, item
facito alterum manipulum, item tertium. Postea conicito, contundi­
to... (De <agr., 156, 2.)

N uestro estudio del progreso de la p ro sa a p a rtir de form as tan


sim ples de expresión puede em pezar p o r Catón, que se sitúa al final
del período arcaico. Pese a todo su fervor antihelénico y a su afirm a­
ción de que todos los que se dedicaban al estudio de la poesía y
asistían a convivia no eran m á s que u n o s tim an tes (grassatores), y
a su receta p a ra escritores rem teñe verba sequentur, él m ism o no
estab a del to d o incontam inado de las a rte s de los aborrecidos grie­
gos. La base coloquial de su lengua es evidente en ejem plos c a ra c ­
terísticos com o nem o hom o, los dim inutivos pauculos hom ines, m e ­
diocriculum exercitum , los adverbios derepente, desubito, nim is =
“m uy”; futa re = saepius fuisse, en is e ibi superfluos, y en los n u ­
m erosos anacolutos de su sintaxis. D ebem os c o n tar tam bién aquí los
num erosos com puestos verbales, especialm ente los en con-, que ya
vim os que e ra n característicos de la lengua coloquial. E n un p asaje
de C atón (De agr., 129) encontram os confodere, conspargere, com bi­
bere, com m inuere, coaequare. Nótense tam b ién los “hipercaracte-
rizados” coaddo y dishiasco. E ntre sus arcaísm os podem os m encio­
n a r el pro n o m b re quis (abl. p lu r.), las form as verbales imposivi,
experirus, los infinitivos en -ier. Es posible, desde luego, que alg u ­
nas de éstas fu eran form as contem poráneas; p ero que Catón usó
arcaísm os com o u n recurso deliberado p a ra p ro p o rcionar dignidad
y solem nidad a su estilo es evidente; p o r citar sólo un ejem plo, véase
el fragm ento del De su m p tu que term in a: “vide sis quo loco res
publica siet u ti quod rei publicae bene fecissem , unde gratiam c a ­
piebam , nunc idem illud m em orare non audeo, n e invidiae siet. ita
in d u ctu m e st m ale facere im poene, bene facere n o n im poene licere” .
Aquí, ju n to con el coloquialism o vide sis encontram os la form a
siet que P lauto reserva p a ra final de verso, depósito de arcaísm os.
Pero al em plear im poene es aú n m ás arcaizante que Plauto, quien
u sa la fo rm a im pune.
128 INTRODUCCIÓN AL LATIN

E ntre los recursos de estilo de C atón e stá n los que ya nos re su l­


ta n fam iliares tra s nuestro estudio de P lauto y de la lengua poética.
El estilo “rim bom bante” prim itivo q u ed ará suficientem ente ejem pli­
ficado po r un pasaje del discurso En defensa de los r odios :
s c io s o le r e p le r is q u e h o m in ib u s r e b u s s e c u n d is a t q u e p r o lix is a tq u e
p r o s p e r is a n im u m e x c e lle r e a tq u e s u p e r b ia m a tq u e f e r o c ia m a u g e s ­
c e r e a tq u e c r e s c e r e . (21, 8 s., J.)

Los tradicionales dicola aliterativos en asíndeton aparecen en el d is­


curso co n tra G alba: “m ulta m e d eh o rtata huc p ro d ire : anni aetas
vox vires senectus”. Y no faltan ejem plos de aliteración (“a sp e rri­
m o atque arduissim o”) y de o tras fo rm as de asonancia como el ho-
m oioteleuton, p a ra cuya consecución no dudó en acuñar palabras
nuevas: p. ej. “aestate frigido, hiem e form ido” (87, 10 J.), y optio­
natus en “m aiores seorsum atq u e divorsum p retiu m paravere bonis
atque strenuis: decurionatus, optionatus, h astas donaticas aliosque
honores” (39, 3 J.). Tam bién fugella en la figura etym ologica “fugit...
fugella” (45, 6 J.) es u n ejem plo del juego de p alabras frecuente
en este estilo u n tanto prim itivo: cf. “cognobilior cognitio” (26,
10 J.), “honorem em ptitavere, m alefacta benefactis non red em p tita­
vere” (69, 7 J.). Tales recursos de estilo, com o hem os visto, eran
endém icos en Italia. A éstos tenem os que añ ad ir 3a influencia de la
poesía de Ennio en la prosa prim itiva. E ncontram os en gran m edida
los m ism os procedim ientos de form ación de p alab ras: p. ej. los ab s­
tractos en -tudo, como en el duritudo de Catón; adjetivos en -b u n -
dus (“neque enim tuburchinabundum et lurch in ab undum iam in
nobis quisquam ferat, licet Cato sit au cto r”, Q uintiliano, 1, 6, 42);
-osus (disciplinosus, consiliosus, victoriosus son atribuidos a C atón
p o r Gelio, 4, 9, 12); adverbios en -im y -te r (p. ej. pedetem ptim ,
arenter) y verbos frecuentativos en -tare, -itare (em p tita re). Sin
d u d a m uchas de estas palabras fueron resultado de los procedi­
m ientos analógicos norm ales; tales coincidencias de lengua no tie­
nen, pues, p o r qué ser pru eb a de u n a deuda de C atón con la lengua
de la poesía. Ahora bien, la influencia de Ennio es p articu larm en te
clara en “deinde postquam Massiliam p raeterim u s, inde om nem
classem ventus au ster lenis fert, m are velis florere videres” (34,
4 ss. J.), y en frases tales como d um se intem pesta n o x praecipitat,
sub tela volantia y el m u lti m ortales del p asaje que sigue, proceden­
te del discurso con tra Q uinto Minucio; en él se verá a qué cim as
de pathos y fuerza logró llegar esta p ro sa arcaica:
d ix it a d e c e m v ir is p a ru m b e n e sib i c ib a r ia c u r a ta e s s e , iu s s i t v e s t i­
m e n ta d e tr a h i a tq u e fla g ro c a e d i, d e c e m v ir o s B r u t t ia m v e r b e r a ­
v e r e . v id e r e m u lti m o r ta le s , a u is h a n c c o n t u m e lia m , q u is h o c im p e-
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 129

rium, quis hanc servitutem ferre potest? nemo hoc rex ausus est
facere: eane fleri bonis, bono genere gnatis, boni consulitis? ubi
societas, ubi fides maiorum? insignitas iniurias, plagas, verbera, vi­
bices, eos dolores atque carnificinas per dedecus atque maximam
contumeliam inspectantibus popularibus suis atque multis m orta­
libus te facere ausum esse! set quantum luctum, quantum gemitum,
quid lacrimarum, quantum fletum factum audivi? servi iniurias
nimis aegre ferunt, quid illos bono genere natos, magna virtute prae­
ditos opinamini animi habuisse atque habituros, dum viverent?
(41 J.)

Eran, sin duda, p asajes com o éste los que Cicerón tenía en el
pensam iento cuando escribía (B ru tu s, 294) : “orationes autem eius
u t illis tem poribus valde laudo : significant enim form am quandam
ingeni, sed adm odum im politam e t plan e ru d em ”. Tal era la lengua
de la p ro sa elevada latina hacia m ediados del siglo n a. C.: una
m ezcla de la lengua coloquial con las form as arcaicas de los car­
m ina religiosos y de las fórm ulas legales, em bellecida con cosm éti­
cos indígenas, con los lum ina de la retó rica griega y con las flores
de la dicción poética contem poránea. Fue esta curiosa am algam a
la que en el curso del siglo siguiente se fue refinando p a ra dar lugar
a la lengua de la p ro sa clásica. El proceso fue esencialm ente de
selección y exclusión, la persecución de la latinitas b ajo la b an dera
de la urbanitas. El m odo en que esta actitu d excluyente y puntillosa
se desarrolló en tre los rom anos es difícil de ra stre a r. Sin d u d a el
rá p id o crecim iento del p ro letariad o urb an o , con la inm igración de
gentes que hablaban u n latín dialectal o m al asim ilado, estim uló el
esp íritu de superioridad y la conciencia de clase de la a risto c ra ­
cia dom inante. Desde luego Cicerón, al lam en tar la decadencia d e la
latinidad p u ra a p a rtir de la época de Escipión, la achaca a la in c o r­
poración de elem entos nuevos a la población de la ciudad:
sed omnes tum fere, qui nec extra urbem hanc vixerant ñeque eos
aliqua barbaries domestica infuscaverat, recte loquebantur, sed hanc
certe rem deteriorem vetustas fecit et Romae en in Graecia, con­
fluxerunt enim et Athenas et in hanc urbem multi inquinate lo-
quentes ex diversis locis, quo magis expurgandus est sermo...
(Brutus, 258.)

La m ención del m ism o fenóm eno en Grecia, donde el m ovim iento


aticista había empezado hacia el 60 a. C., suscita necesariam ente la
sospecha de que la urbanitas es u n ejem plo m ás del dom inio de
G recia sobre la vida y la teo ría literarias de Rom a, donde los efectos
de la pu rg a fueron, p o r cierto, poderosos y saludables. L a “intelli­
gentsia” rom ana, que se m an ten ía en u n a posición de consciente
130 INTRODUCCIÓN AL LATIN

superiorid ad sob re la bullente vida de la capital, inició un proceso


de ξενηλασία lingüística: la elim inación de lo rústico, lo provincial
y lo ex tran jero (“neque solum ru sticam asp eritatem sed etiam p e re ­
grinam insolentiam fugere discam us”, De or., 3, 44). De las m uchas
declaraciones p ro g ram áticas podem os escoger u n a debida a Cice­
rón. Confiesa en u n pasaje la dificultad que exp erim enta p ara definir
la urbanitas, p articu larm en te en cuestiones de pronunciación:
qui est, inquit, iste tandem urbanitatis color? nescio, inquam; tan­
tum esse quendam scio, id tu, Brute, iam intelleges cum in Galliam
veneris; audies tum quidem etiam verba quaedam non trita Romae,
, sed haec m utari dediscique possunt, illud est maius, quod in voci­
bus nostrorum oratorum retinnit quiddam et resonat urbanius. (Bru­
tus, 171.)

En otros lugares da algunas orientaciones en m ateria de pronuncia­


ción, p o r ejem plo de la -s final.
quin etiam, quod iam subrusticum videtur, olim autem politius,
eorum verborum, quorum eaedem erant postremae duae litterae
quae sunt in optimus, postremam litteram detrahebant, nisi vocalis
insequebatur. (Orator, 161.)

En otro p u n to , la aspiración de consonantes, confiesa que su quis­


quillosa obstinación acabó p o r ceder an te el uso popular:
quin ego ipse, cum scirem ita maiores locutos ut nusquam nisi in
vocali aspiratione uterentur, loquebar sic ut pulcros, Cetegos, trium­
pos, Cartaginem dicerem; aliquando, idque sero, convicio aurium
cum extorta mihi veritas esset, usum loquendi populo concessi,
scientiam mihi reservavi. (Orator, 160.)

Pero es en el De oratore donde delinea los capítulos fundam entales


de la p u ra latinidad: corrección léxica y m orfológica, con la debida
atención al nú m ero y al género:
ut Latine loquamur non solum videndum est ut et verba efferamus
ea quae nemo iure reprehendat, et ea sic. et casibus et temporibus
et genere et numero conservemus ut ne quid perturbatum ac dis­
crepans aut praeposterum sit, sed etiam lingua et spiritus et vocis
sonus est ipse moderandus. (De or., 3, 40.)

S erá conveniente seguir el desarrollo de la p u rg a p u rista y el s u r­


gir del canon clásico ateniéndonos a las rú b ricas indicadas.
H em os tenido ya ocasión de m encionar algunas de las vacilacio­
nes m orfológicas del latín arcaico, la confusión de género, las fo r­
m as fluctuantes de declinación, conjugación y form ación de palabras.
Catón podía todavía p erm itirse em plear los genitivos illi, allí, solí,
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 131
nulli y los dativos fem eninos unae, eae, illae. Encontram os, adem ás,
clivum po r clivus, sagus p o r sagum. O tras form as no clásicas son
los locativos die proxim i y el excepcional genitivo p lu ral analógico
bovërum (aparecen en o tro s lugares las form as regerum , lapiderum,
nucerum , naverum ). E ntre las form as verbales, solui y ausi a p a re ­
cen en lugar de los “sem ideponentes” clásicos, en ta n to que sus
fitu r y fiebantur a d uras penas pueden citarse sin repugnancia en
u n libro que pueda caer en las m anos de u n joven estudiante. Al
igual que p a ra iussitur y possitur, puede alegarse como circunstancia
atenuante que p o testu r fue usado p o r Ennio y Pacuvio.
Tam bién en la sintaxis los p u ristas restringieron la m ucho m a ­
yor libertad de los escritores arcaicos, quienes, p o r ejem plo, tenían
a su disposición en la oratio obliqua no sólo el acusativo con infi­
nitivo, sino tam bién quod y u t (p. ej. “n a rra t u t virgo ab se integra
etiam nunc siet”, Terencio, Hec., 145). El indicativo en las in terro g a­
tivas indirectas había sido desde siem pre algo usual. En este p u n to
César y Cicerón m u estran u n a curiosa divergencia, pues el prim ero
evita el indicativo absolutam ente, m ientras que el segundo presenta
n ada m enos que cincuenta y cuatro ejem plos, la m itad de los cu a­
les aparecen en sus cartas. En el uso de los casos podem os señalar
la neutralización tem poral p o r p a rte de los autores clásicos de la
tendencia a reem plazar sim ples casos p o r giros preposicionales;
p. ej. ad con acusativo en lugar del dativo: ad praetores... honora­
rium dabant (Catón, 64, 1 J.) ; de con ablativo en lugar del genitivo
(“si posset auctio fieri de artib u s tu is”, 60, 1 J.) ; ab con ablativo ap a­
rece tam b ién com o su stitu to del genitivo.
En todo este proceso de p oda y escardado, los p u ristas rom anos
debieron de guiarse, en p rim e r lugar, p o r el sano sentido com ún lin­
güístico. Los oradores y abogados del tipo de Craso, a quien alababa
Cicerón p o r su “L atine loquendi accu rata et sine m olestia diligens
elegantia” (B ru tu s, 143), rechazaron, sin duda, los arcaísm os y a rti-
ficiosidades de dicción p o r la sencilla razón p ráctica de que re su lta ­
ban ineficaces. No m enos im p o rtan te fue la influencia de la teo ría
retó rica griega basada en la sana p ráctica que insistía en la claridad
(σαφήνεια), en la logicidad y en la evitación de la am bigüedad como
principales virtudes retóricas. Fue, sin lugar a dudas, p ara conse­
guir claridad p o r lo que los autores rom anos tam izaron los m ú lti­
ples recursos de la lengua preclásica en un esfuerzo p o r alcanzar el
ideal del m o t ju ste p a ra cada noción y el de u n a construcción p a ra
expresar cada relación sintáctica. Así, el sim ple ablativo de tiem po
es el único usado p o r Cicerón y César, en ta n to que los autores
anteriores se habían perm itido em plear in tem pore, etc. Tam bién
clásica es la im presión de refinam iento que pued e producir el ab la­
tivo in stru m en tal en expresiones como m axim o clamore con el apo-
132 INTRODUCCIÓN AL LATIN

yo de cum , si bien la preposición aparece ya en au to res anteriores.


De m odo sim ilar, el uso de cum con un sim ple ablativo m odal (cum
salute) se convierte en canónico sólo en la p ro sa clásica. Dos ejem plos
m ás b asta rá n p a ra ilu stra r la tendencia general a elim inar los do­
bletes sintácticos. El uso de si en el sentido del ing. w hether, in tro ­
duciendo interrogativas indirectas, que es frecuente en latín arcaico
y lo fue tam bién sin duda en la lengua coloquial de la época clásica
—aparece en las cartas de Cicerón—, es evitado en la p rosa clásica,
probablem ente sobre la base de que a esta conjunción le quedaba
reservado el valor del ing. if. De m odo sim ilar, la conjunción m ulti-
funcional u t en Cicerón abandona los siguientes valores: “desde
que”, “donde”, “cóm o” (excepto en la exclam ación vides ut, etc.),
“com o si” = quasi quidem ; tam poco em plea Cicerón un sim ple u t
p a ra in tro d u cir exclamaciones in d ep en d ien tes.4
Es, sin em bargo, en el vocabulario donde la elegantia, la puntillo­
sa selectividad del clasicismo, resu lta m ás evidente. Cicerón, ala­
bando el buen gusto ateniense, había escrito:
quorum semper fuit prudens sincerumque iudicium, nihil ut pos-
sent nisi incorruptum audire et elegans, eorum religioni cum servi­
ret orator, nullum verbum insolens, nullum odiosum ponere aude­
bat. (Orator, 25.)

U na p alab ra insolita y chocante del tipo indicado era, p o r ejem plo,


la preposición af: “insuavissim a praepositio est af, quae nunc ta n ­
tu m in accepti tabulis m anet ac ne his quidem om nium ” (Or., 158), o
tam bién las p alab ras com puestas de factu ra no latina, que Cicerón
rechaza: “asperitatem que fugiam us: habeo ego istam perterricrepam.
item que versutiloquas m alitias” (Or., 164). César, según Gelio
(1, 10, 4), hab ía hecho u n a declaración de principios sim ilar: “u t
tam quam scopulum sic fugias inauditum atq u e insolens verbum ”.
Cicerón escribió, alabando el exquisito sentido de la lengua que Cé­
sa r poseía: “sed tam en, B rute, inquit Atticus, de Caesare et ipse ita
iudico... illum om nium fere oratorum Latine loqui elegantissim e”
(Brutus, 232), u n a sensibilidad que no era m ero p roducto de una
dom estica consuetudo, sino que estaba basado en la lectura intensiva
y el estudio diligente de obras incluso recónditas. Con tales p rin c i­
pios los autores clásicos pusieron m ano a la ta re a de clarificar
el enm arañado desarrollo de su lengua literaria heredada. Los au to ­
res de los textos religiosos y legales, en sus denodados esfuerzos
p o r abarcar toda posible m anifestación de la actividad divina y de
la inventiva e iniquidad hum anas, habían desarrollado fórm ulas
como:

4. V éase W. K ro ll, “G lo tta ”, X X II, 1933, pp. 1 ss.


ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 133
n e v e p o s t h a c in te r s e d c o n io u r a s e n e v e c o m v o v is e n e v e c o n s p o n d is e
n e v e c o n p r o m e s is e v e le t n e v e quisquam fid e m in te r s e d d e d is e v e le t.
(S e n a tu s C o n s u ltu r a d e B a c c h a n a lib u s , 12 s.)

Tales acum ulaciones de sinónim os, cuyo nom b re técnico es “conge­


rie s”, habían llegado a ser, com o hem os visto, una característica del
estilo elevado, y fueron m uy em pleadas incluso p o r Cicerón e n sus
prim eras obras h a sta que M olón de Rodas puso diques a su juvenil
redundancia (“is d edit operam , si m odo id consequi p o tu it, ut
nim is redun d an tis nos e t su p ra fluentis iuvenili quadam dicendi im ­
pu n itate et licentia rep rim eret e t quasi e x tra rip a s diffluentis coerce­
re t”, B rutus, 316). De hecho la p ro sa clásica eliminó, de los com pues­
tos verbales vistos m ás a rrib a que significaban “co n spirar”, todos
excepto coniurare, si bien añadió conspirare, no incluido en el texto
que exam inam os. A hora bien, m ien tras que los principios teóricos
concernientes a la elegantia rep resen tab an u n cuerpo de d o ctrina
com ún, sus aplicaciones p rácticas d ieron resultados que provocan
la perplejid ad del lector m oderno. La evitación de arcaísm os tales
com o topper, oppido, aerumna, a utum o no p resen ta problem as.
Todos ellos fueron rechazados p o r Virgilio com o inadecuados inclu­
so p a ra la arcaizante lengua de la poesía, probablem ente com o ex
u ltim is tenebris repetita. P o r o tra p arte, la aversión de Cicerón —con
po steriorid ad a los p rim ero s discursos— y César p o r doñee y su
preferencia p o r d u m se debieron tal vez al hecho de que la prim era
de dichas conjunciones resu ltab a dem asiado ru d a y novedosa y no
estab a aún libre de la sospecha de vulgarism o. En gran m edida po­
d ría decirse lo m ism o de guia fren te al preferido quod. Arcaísmo y
vulgarism o fueron las Escila y C aribdis e n tre las que los pu ristas
clásicos pasaro n en su penosa navegación.
Una sim ilar sensibilidad fren te a los valores de u n a p alab ra pue­
de explicar p o r qué César prefiere non m odo, non solum, al non
ta n tu m favorecido p o r los que com pletaron su obra, al ser tantum
ambiguo. Se ha señalado tam bién que quom odo y quam quam son
evitados p o r César, y en cam bio el segundo aparece cuatro veces
en el libro V III del De bello gallico, debido a Hircio. Tam bién m ues­
tr a C ésar u n a preferencia p o r priusquam fren te a antequam y por
posteaquam fren te a postquam . D iferencias de valor y factores de
vulgarism o y u rb an id ad pueden d ar cuenta de m uchas de estas su ti­
lezas; pero, com o sugiere M arouzeau en su exam en de estos hechos,
no debem os ignorar el facto r de la elección personal y de los m eros
h áb ito s verbales. ¿P or qué César no em plea nunca quando o mox,
y om ite casi del todo igitur en favor de quare e itaque? ¿Por qué
su preferencia p o r tim eo fren te a vereor y m etuo? L a tendencia de
u n a p alab ra a reaparecer com o p o r háb ito u n a vez activada puede
134 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

observarse en el empleo en César del raro giro e regione no m enos


de siete veces en el libro V II de la Guerra de las Galias, m ientras
que sólo aparece una en todo el resto del corpus.
A pesar de su insistencia teórica en la evitación de inauditum
verbum , los escritores latinos no cesan nunca de lam entar la patrii
serm onis egestas en com paración con el griego. R ealm ente m ucho
quedaba p o r hacer antes de que el latín pudiera funcionar como in s­
tru m en to adecuado p a ra las actividades intelectuales superiores.
Quizá la m ás grande contribución de Cicerón a la lengua latina lle­
gara con su forzado retiro de la política, cuando se dedicó a la tr a ­
ducción de obras filosóficas griegas. Al hacerlo creó en gran m edida
el vocabulario del pensam iento filosófico abstracto. V eremos m ás
adelante u n ejem plo de su actividad en sus varias tentativas p o r
h allar un equivalente latino del tecnicism o retórico griego περίοδος.
Una carta a Ático (13, 21, 3) nos perm ite echar o tra apasionante ojea­
da al taller de Cicerón. El problem a planteado era cómo trad u cir las
p alab ras επέχειν y εποχή en su sentido filosófico de “suspensión del
juicio”. Cicerón se había decidido p o r sustinere (Ac., 2, 94), pero
Atico le sugería inhibere, que Cicerón aceptó p ara luego volverse
a trá s :
volvamos ahora a lo que nos ocupa; tu sugerencia de inhïbere, que
yo había encontrado muy atrayente, me parece ahora del todo ina­
decuada. El término es típicamente náutico. Yo estaba enterado
de ello, naturalmente, pero pensaba que los remeros detenían los
remos cuando se les ordenaba inhïbere. Mas de que esto no es así
me enteré ayer cuando una nave se acercaba a mi villa. Porque no
detienen los remos (s«sí¿neBí),,sinp que reman de modo distinto.
Esto está muy lejos de εποχή. Así/Rúes, procura ponerlo en mi libro
tal como estaba al principio. Díseío a Varrón por si también él lo
ha cambiado. Lo más adecuado es seguir a Lucilio cuando es­
cribe :
sustineas currum ut bonus saepe agitator equosque.
Y Carnéades siempre compara la guardia de un púgil (προβολή) y
el frenar del cochero a la εποχή. En cambio la inhibitio de los re­
meros implica movimiento, y bien potente, por cierto, pues se trata
de hacer girar la nave sobre sí misma.

A través de u n a prolongada experim entación en la traducción de té r ­


m inos griegos, Cicerón introdujo en el latín m uchas p alabras nuevas
cinctutis non exaudita Cethegis, y al hacerlo forjó el vocabulario
fundam ental del pensam iento abstracto que se ha convertido en p a ­
trim onio com ún de los pueblos del Occidente europeo: p. ej. qua­
litas (ποιότης), quantitas (ποσότης), essentia (ουσία), etc.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 135

Si bien la cuidadosa selección de las p alabras representó u n fac­


to r decisivo p a ra asegurar la claridad de expresión en que los p u ris­
ta s clásicos insistían com o p rim era exigencia, fue en su lograda
construcción de períodos com plejos donde m o straro n m ayor v irtu o ­
sism o e hicieron m ayor contribución al desarrollo de la prosa eu ro ­
pea. Se tratab a, ante todo, de la superación de las inconsecuencias
de construcción, de los inevitables anacolutos, de las “contam ina­
ciones”, de las “construcciones según el sentido” y faltas de concor­
dancia, del nom inativus pendens...·, en u n a palabra, de todas las
ilogicidades inherentes a la ligereza de la expresión coloquial que ya
hem os exam inado m ás arrib a. En u n segundo plano estaba la orga­
nización de las frases coordinadas inconexas en unidades m ayores,
con cuidada y explícita subordinación de las varias partes co n sti­
tuyentes al pensam iento principal (la sustitución de la parataxis
p o r la hipotaxis será exam inada en detalle en el capítulo X ). El m ás
im p o rtan te descubrim iento en la búsqueda de la claridad y equili­
brio en el período com plejo fue el de que el sujeto debía m antenerse
inm utado a lo largo de todo él. La pesadez e inseguridad de u n pe­
ríodo que ignoraba este recurso es evidente en el siguiente pasaje
de las Origines de Catón:
nam ita evenit, cum saucius multifariam ibi factus esset, tamen vul­
nus capiti nullum evenit, eumque inter mortuos defetigatum vulne­
ribus atque quod sanguen eius defluxerat cognovere, eum sustulere,
isque convaluit, saepeque postilla operam rei publicae fortem atque
strenuam perhibuit illoque facto quod illos milites subduxit exerci­
tum servavit. (19, 9 ss. J.)

E n este pasaje el co nstante cam bio de sujeto exige la tediosa repe­


tición del anafórico is, eum. Nótese tam bién que el ita evenit in tro ­
du ctorio no tiene influencia alguna en las construcciones, y m ejor
sería que fuera seguido en n u estra p untuación por u n a coma. Ahora
bien, la unid ad de sujeto no se podía lograr m ientras no se desa­
rro lla ra n las construcciones participiales concertada y absoluta. El
adjetivo verbal en -raí- que n osotros conocem os como participio de
presente era ya característico de la lengua “com ún” indoeuropea.
En los textos latinos m ás antiguos se usa casi exclusivam ente en
funciones nom inales. En Catón y en los prim itivos analistas, por
ejem plo, el p articipio de p resente no tiene la función específicam en­
te verbal de regir u n objeto en acusativo, y en buena parte puede
decirse lo m ism o del uso de Plauto. Terencio adm ite un com ple­
m ento directo, pero, con dos excepciones, sólo cuando el participio
está en nom inativo. Éste es el empleo p redom inante en V arrón, si
bien p resen ta ejem plos en que el participio e stá en acusativo y uno
en que está en dativo. G radualm ente el uso se hizo m ás .flexible
136 INTRODUCCIÓN AL LATIN

con variaciones de auto r a auto r —Salustio es notablem ente m ás


libre que César·—, hasta que Cicerón con su gran virtuosism o u sa el
participio transitivo en todos los casos posibles. Tam bién en abla­
tivo absoluto aparecen pocos ejem plos del participio de presente en
P lauto y Terencio, ap arte aquellos en que tiene función adjetival
(p. ej. m e praesente, sciente), y hasta Salustio y C ésar no se usa
librem ente la construcción. Fue este nuevo recurso sintáctico el que
hizo posible los períodos ta n com plejos y, sin em bargo, ta n coheren­
tes y lúcidos que abundan en las páginas de Cicerón.
El período com plejo extenso exigía no solam ente una disposi­
ción lógica que facilitase la com prensión. Hay que ten er siem pre
presente que el estilo de la pro sa rom ana estaba basado en la lengua
hablada y que evolucionó con la práctica de la oratoria. Según Ci­
cerón, habría sido M arco Emilio Lépido el p rim er orad or latino que
logró alcanzar la esbeltez de los griegos en el período artístico:
hoc in oratore Latino primum mihi videtur et levitas apparuisse
illa Graecorum et verborum comprensio et iam artifex, ut ita di­
cam, stilus. (Brutus, 96.)

Es evidente que las condiciones de la disertación en público im ponen


inter alia ciertas lim itaciones a la longitud de las p artes co n stitu ­
yentes de u n período : hay u n m áxim o de unidad expiratoria. Fueron
sin duda consideraciones prácticas de tal índole las que habían lle­
vado en G recia al desarrollo de u n estilo en el que el período se
fraccionaba en “m iem bros” (κώλα) y “porciones” (κόμματα), té rm i­
nos que Cicerón trad u jo p o r m em bra e incisa (Or., 211). En té rm i­
nos ideales el periodo complejo estaba form ado por cuatro m em bra,
cada uno de la extensión aproxim ada de u n hexám etro (Or., 222).
A hora bien, el estilo de períodos largos resulta m ás adecuado al gé­
nero histórico y a la o rato ria epideíctica (Or., 207) : ante los trib u ­
nales y en el foro debía usárselo sólo de modo restringido, pues de
lo contrario resu ltaría ineficaz, p o r producir im presión de inautenti-
cidad. En la práctica norm al de los tribunales la m ayor p arte del
discurso consistirá en períodos organizados en m em bra e incisa.
Cicerón cita (Or., 222 s.) u n ejem plo de este estilo tom ado de Craso
(“quin etiam com prehensio et am bitus ille verborum , si sic περίοδον
appellari placet, e ra t apud illum contractus et brevis, e t in m em bra
quaedam , quae κώλα Graeci vocant, dispertiebat orationem liben­
tiu s”, B rutus, 162) :
missos faciant patronos, ipsi prodeant...; cur clandestinis consiliis
nos oppugnant? cur de perfugis nostris copias comparant contra
nos?
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 137

Acerca de este p asaje com enta: “los dos prim eros elem entos so n de
los que los griegos llam an κόμματα y noso tro s incisa; el tercero e s un
κώλον o, com o noso tro s decim os, m em b ru m , y finalm ente sigue un
periodo, no largo, sino consistente solam ente en «dos versos», es
decir, m em bra”. Tal estilo resu lta p articu larm en te eficaz, escribe Ci­
cerón, en p asajes dedicados a p ro b a r o re fu ta r, y c ita un ejem plo
de su Pro C. Cornelio: “o callidos hom ines, o rem excogitatam , o
ingenia m etuenda” (hasta aquí p o r m em bra) ; luego con un incisum :
“dixim us”. Luego nuevam ente u n m em b ru m : “testis dare volum us” .
F inalm ente sigue la com prehensio (período) m á s breve posible, con­
sistente en dos m em bra: “quem , quaeso, n o stru m fefellit ita vos esse
factu ro s?” (Or., 225).
Los oradores antiguos em plearon com plejos recursos p a ra p o ­
n e r de relieve las p artes de u n parlam en to construido incisim y
m em bratim . Tam bién en este pun to podem os sacar provecho de la
lectu ra del análisis del m aestro (Or., 164 ss.) acerca de su propia
p ráctica, cuando da a u n período u n a “definición” de este tipo:
et finiuntur aut compositione ipsa et quasi sua sponte aut quodam
genere verborum in quibus ipsis concinnitas inest; quae sive casus
habent in exitu similis, sive paribus paria redduntur, sive opponun­
tur contraria, suapte natura numerosa sunt, etiamsi nihil est factum
de industria.

C ontinua Cicerón señalando que G orgias h ab ía sido el prim ero en


b u scar la concinnitas p o r m edio de tales recursos, y cita como e je m ­
plo de su p ro p ia o b ra u n p asaje del Pro Milone, 10:
est enim, iudices, haec non scripta sed nata lex, quam non didici­
mus, accepimus, legimus, verum ex natura ipsa arripuimus, hausi­
mus, expressimus, ad quam non docti sed facti, non instituti sed
imbuti sumus.

O tro recurso generador de concinnitas, favorecido p o r Gorgias y sus


sucesores, es la antítesis. T am bién d e ella, según él m ism o advierte,
hizo Cicerón frecuente uso:
nos etiam in hoc genere frequentes, ut illa sunt in quarto Accusatio­
nis (= in Verrem, 2, 4, 115) : “conferte hanc pacem cum illo bello,
huius praetoris adventum cum illius imperatoris victoria, huius co­
hortem impuram cum illius exercitu invicto, huius libidines cum
illius continentia : ab illo qui cepit conditas, ab hoc qui constitutas
accepit captas dicetis Syracusas”. (Or., 167.)

Si bien la estu d iad a teo ría que subyace a la elaboración de una


p ro sa latina arm ónicam ente equilibrada es u no de los muchos· dones
138 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

de G recia a la R om a literaria, los recursos em pleados ten ían raigam ­


b re itá lic a .5 Tam bién en este pun to podem os ver la influencia de
los carmina y de la lengua del derecho. En las plegarias, im precacio­
nes y fórm ulas m ágicas los concepta verba asum ían n atu ralm en te u n a
form a equilibrada en la que la longitud de las unidades estaba lim i­
ta d a por la exigencia de claridad, tono m ayestático y pausas re sp i­
ratorias. De los m uchos ejem plos de plegarias he escogido un o con­
servado p o r Livio, 1, 10, 6 ss. (cf. la fórm ula augural exam inada en
el capítulo III).
Iuppiter Feretri
haec tibi victor Romulus 8 sílabas
rex regia arma fero 8 ”
templumque his regionibus 9 ”
quas modo animo metatus sum 10 ”
dedico sedem opimis spoliis 11 ”
quae regibus ducibusque hostium caesis 13 ’’
me auctorem sequentes posteri ferent 12 ”

Es este estilo el que se rem eda, p o r ejem plo, en P lauto, Asín., 259 ss.
impetratum inauguratumst
quovis admittunt aves
picus et cornix ab laeva
corvos parra ab dextera
consiiadent.

El período construido lógicam ente con arm onía in tern a y equi­


librio de sus p artes constituyentes (concinnitas) recibió su perfec­
ción últim a cuando la disposición de las p alabras se hizo conform e
a u n esquem a rítm ico. Cicerón había establecido (Or., 201) que en
la collocatio verborum había que atender a tres cosas: com positio,
concinnitas y num erus. En nuestro examen del n u m erus podem os
to m ar una vez m ás como guía a Cicerón, si bien es claro que no d a
cuenta com pleta n i siquiera de su p ropia praxis en cuanto al ritm o.
El discurso —m antiene Cicerón (Or., 228)— no debe fluir sin p ausa
(infinite) com o u n río, ni detenerse p o r falta de caudal expiratorio.
Al igual que el golpe dado por un púgil diestro, u n período rítm ica­
m ente equilibrado tiene m ayor impacto. Esto se d em u estra q u eb ran ­
tando el orden de las palabras en u n período de b u ena e stru ctu ra
rítm ica:

5. Es con ven ien te recordar aquí que el “p arallelism u s m em brorum ” se co n ­


sidera u n rasgo d istin tivo de la m ás an tigu a p oesía sem ítica. J. D. Y oung ,
(“Jb. f. K lein as. F orsch .”, 1953, pp. 231 ss.) escribe: “Cuando h a lla m o s e l p a ­
ralelism o com o rasgo regular de un texto sem ítico, n os en con tram os a n te u n a
com posición p oética.”
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 139

se estropeará todo, como en este pasaje .de mi discurso Pro Corne­


lio: ñeque me divitiae movent, quibus omnis Africanos et Laelios
multi venalicii mercatoresque superarunt”; cámbialo un poco de
modo que tengamos: “multi superarunt mercatores vënalicüque”,
y todo se habrá echado a perder... Y si se toma una frase informe
de algún orador descuidado, y cambiando un poco el orden de las
palabras se la reduce a una forma bien encajada, se convertirá en
ajustado (aptura) lo que antes era flojo y suelto. Pues bien, tómese
del discurso de Graco ante los censores de este pasaje: “abesse non
potest quin eiusdem hominis sit probos improbare qui” improbos
probet”; cuánto mejor si hubiera dicho así: “quin eiusdem hominis
sit qui improbos probet probos improbare. (Or. 232 s.; cf. la tra­
ducción de A. Tovar, Barcelona, Alma Mater, 1967.)

T enem os aquí u n ejem plo de cláusula trocaica, una de las preferidas


p o r Cicerón p a ra la cadencia de período. Se tra ta del ditroqueo, una
de las cadencias predilectas de la escuela asiánica. “ ¡Qué exclam a­
ciones de adm iración dejó escapar el auditorio cuando Gayo C arbón
term inó con patris d ictu m sapiens tem eritas fili com probavit” (Or.,
214). A hora bien, es u n e rro r re c u rrir dem asiado continuam ente a
u n determ inado ritm o. Hay o tras cadencias agradables: el crético
( _ ^ _ ) y su equivalente al peón, en sus form as —v, ^ y
ap ropiada la p rim era p a ra los comienzos; la segunda, cadencia fa­
vo rita de los antiguos. “Yo no la rechazo de m odo absoluto pero
prefiero o tra s” (Or., 215). De hecho, el análisis m oderno ha dem os­
tra d o que e sta preferencia se inclinó en favor del crético m á s tro ­
queo ( —^ — / —v.), con sus varias resoluciones posibles, y del do­
ble crético, en ta n to que el ditroqueo, la cláusula asiánica, perdió
p a ra Cicerón p a rte de su atractivo a m edida que su a rte y experien­
cia se desarrollaron.
El estilo artístico plenam ente desarrollado, con sus rasgos típ i­
cos de concinnitas y ritm o, no era, p o r supuesto, apropiado para
em plearse en cualquier ocasión. H abía que ten er presentes los usos
propios del género:
nam nec semper nec apud omnis nec contra omnis nec pro omni­
bus nec cum omnibus eodem modo .dicendum arbitror, is erit ergo
eloquens qui ad id quodoumque decebit poterit accommodare ora­
tionem. (Cicerón, Or., 123.)

El proem io, p o r ejem plo, debía ser de tono m odesto; la narratio,


sencilla, y de u n a claridad que reco rd ara la de la conversación cotí-
140 INTRODUCCIÓN AL LATIN

diana. Tam bién César, a quien Cicerón alaba com o ejem plo p re ­
claro de p u ra latinidad (“illum om nium fere o ra to ru m L atine loqui
elegantissim e” , B rutus, 252), ad o p ta estilos diversos. Sus C om enta­
rios están escritos en u n estilo austero, objetivo, con ciertas pecu­
liaridades que recuerdan la lengua oñcial de la cancillería (“n udi
enim sunt, recti et venusti, om ni o rn a tu o rationis tam q u am veste
d etra cta ”, B rutus, 262). En cam bio, en sus discursos “ad hanc ele­
gantiam verborum L atin o ru m ... adiungit illa o ra to ria orn am en ta d i­
cendi” (Brutus, 261). Así h a señalado N orden los recursos retóricos
de u n fragm ento del Anticato de C ésar (p. ej. “p u tares non ab illis
Catonem sed illos a Catone deprehensos”, citado p o r Plinio,
Ep., 3, 12, 3), m ientras que L öfstedt h a detectado cláusulas rítm icas
en uno del De analogia (Cic., B rutus, 253) : “ac si, u t cogitata p ra e ­
clare eloqui possent ( - -------), nonnulli studio e t u su elaborave­
ru n t ( --------- ), cuius te paene principem copiae ( —v, — ^ - ) atque
inventorem ( -------^ ) bene de nom ine ac d ignitate populi R om ani
m eritum esse existum are debem us (—«->— ) : hunc facilem et co­
tidianum novisse serm onem ( - >->— ^) num p ro relicto est hab en ­
dum ?” ( - ^ — ^ - ^ ) ; tam bién en la cita “tam q u am scopulum sic
fugias inauditum atque Insolens verbum ” ( —^ -------). Nótese ta m ­
bién la “congeries” inauditum atque insolens.
Aun con estas lim itaciones y concesiones a la distinción de géne­
ros, los ideales estilísticos (elegantia, concinnitas, n u m erus) de los
que Cicerón fue el práctico p o r excelencia no fueron universalm en­
te aceptados. Estaban, por u n a p arte, los descarriados aticistas que
creían que u n tono tosco y rudo rep resen tab a de m odo exclusivo
el auténtico estilo ático (Or., 28). Todavía peores e ra n los seguido­
res de Tucídides, n ovum quoddam im p erito ru m et ina uditum genus,
que se creían auténticos “Tucídides” tra s h ab er pronunciado unas
frases fragm entarias e inconexas: , “sed cum m u tila quaedam et
hiantia locuti sunt, quae vel sine m agistro facere p o tu eru n t, germ a­
nos se p u ta n t esse Thucydidas” (Or., 32). La concisión y la oscu ri­
dad del histo riad o r ateniense resultaban in apropiadas p a ra la o ra­
toria. Si bien Cicerón no niega la excelencia de Tucídides com o
historiador, los discursos de Alcibiades tal como aparecen en Tucí­
dides los considera “grandes... verbis, crebri sententiis, com pressione
rerum breves e t ob eam ipsam causam in terd u m subobscuri” (B ru­
tus, 29). Un estilo de esta clase, el polo opuesto del ciceroniano, que
buscaba palabras arcaicas y poéticas, com prim ido en vez de pleno,
que cultivaba deliberadam ente la inconcinnitas y rechazaba el n u m e ­
rus, fue el acuñado p o r el h istoriador Salustio. Los arcaísm os que
utiliza son los que ya nos resultan fam iliares p o r las páginas p rece­
dentes : parataxis, períodos torpem ente construidos con cam bio de
sujeto y uso superfluo del anafórico is, com binaciones aliterativas de
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 141

palabras (laetitia atque lascivia, m ansuetudine atque misericordia,


clades atque calam itas), “tricola” asindéticos con frecuente a lite ra ­
ción (“anim us aetas virtu s v ostra m e h o rta n tu r”, Cat., 58, 19; “pro
pudore pro abstinentia p ro v irtu te audacia largitio avaritia vigebant”,
Cat., 3, 3), escasa utilización del p articipio concertado, supino con
com plem ento directo, etc. En el vocabulario, su profuso em pleo de
viejas palabras dio lugar al reproche de “prisco ru m Catonis verborum
ineptissim um fu rem ”. Típica de él es la p a la b ra -prosapia (usada en
la expresión hom o veteris prosapiae), que aparece en Catón, es califi­
cada p o r Cicerón com o vetu s verbum y condenada p o r Q uintiliano
(I, 6, 40), quien la coloca en tre las p alab ras “iam o b litteratis rep etita
tem poribus... et Saliorum carm ina vix sacerdotibus suis satis in te l­
lecta”. A todo esto añadió Salustio los recursos retóricos establecidos
que ya hem os exam inado : isocolia, hom oioteleutón, aliteración, quias-
mo, antítesis, etc. A hora bien, el género histórico im ponía o tras exi­
gencias. Cicerón (Or., 65) lo había clasificado d entro de la o rato ria
epideíctica, cuya finalidad es el d eleitar m ás que el convencer, con lo
que podía p erm itirse m etáfo ras m ás libres y disponer las palabras
com o hacen los p intores con sus varios colores. Q uintiliano (10, 1, 31)
va m ás lejos: “est enim proxim a poetis et quodam m odo carm en
solutum ; ad m em oriam p o steritatis e t ingenii fam am com ponitur;
ideoque et verbis rem otio rib u s et liberioribus figuris n arran d i ta e ­
dium evitat”. P a ra tales efectos p ropios del género, Celio A ntipatro,
predecesor de Salustio com o au to r de m onografías históricas a la
m anera helenística, se h abía n u trid o de Ennio. T am bién la lengua
de Salustio sufrió notable influencia de la poesía rom ana arcaica
y en p a rtic u la r de los Annales de Ennio. E sta influencia es evidente
en su sintaxis (p. ej. los genitivos aevi brevis, nuda gignentium,
fru g u m laetus ager), en sus m étodos de form ación de palabras
(necessitudo, vitabundus, harenosus, im peritare, insolescere), en el
uso de verbos sim ples p or com puestos y, sobre todo, en su vocabula­
rio, que se n u tre abundantem ente del ya típico “gradus ad P a rn a s­
su m ” (aequor, proles, suescere, e tc .). Podem os tam bién detectar
expresiones aliterativas ennianas com o m are m agnum ("m ar encres­
p ad o ”), m u lti m ortales y fo rtu n a fatigat, e incluso cláusulas d e h e­
x ám etro, como, p o r ejem plo, fortia facta canebat. H em os de añadir,
p o r últim o, la concisión tucidídea y la estudiada variedad en las fo r­
m as de expresión: “p ars... alii”; “spes am plior quippe victoribus
et advorsum eos quos saepe vicerant” ; “in suppliciis deorum m agni­
fici, dom i parci, in am icos fideles e ra n t” (C., 9, 2); “audacia in bello,
ubi pax evenerat aeq u itate” (C., 9, 3); “quippe quas honeste habere
licebat abu ti p er tu rp itu d in em p ro p erab an t” (C., 13, 2).
En este estilo rebuscado y altam ente artificial, u n a de las m ás
originales creaciones de la lite ra tu ra latina, creyeron d u ran te largo
142 INTRODUCCIÓN AL LATIN

tiem po los estudiosos —y la creencia p ersiste aún— poder detectar


abundantes vulgarism os, y se inclinaron así a m irarlo com o una es­
pecie de “latín dem ocrático” afectado p o r Salustio, m ás o m enos
con el m ism o esp íritu que indujo a u n demagogo de la gens Claudia
a hacerse llam ar Clodio. E ste e rro r de com prensión con respecto a
u n estilo descrito p o r los antiguos como seria et severa oratio (Gelio,
17, 18), en el que la n ota dom inante es la σεμνότης tucidídea (es
decir, alejam iento, m ajestad ), fue p roducto de un em pleo indiscri­
m inado de los térm inos “vulgar”, “arcaico” y “poético” (archaïsm es
conserves par le peuple), cuya discusión se h a rá en el capítulo si­
guiente. Con relación a la im portancia de Salustio en la h isto ria de
la lengua literaria será suficiente reco rd ar las p alab ras de ad m ira­
ción que le dedica Tácito, quizá el m ás .original d e los estilistas
latinos: “S allustius... reru m R om anarum florentissim us a u c to r”
(Ann., 3, 30).
Totalm ente diferente es el estilo de otro g ran m aestro de la h is­
toriografía latina. Livio rechazó explícitam ente los principios y p rá c ­
ticas del estilo de Salustio y se adhirió a la escuela ciceroniana. Co­
pioso y abundante en su expresión (Q uintiliano, 10, 1, 32, habla de la
Livi ladea ubertas), evita illa Sallustiana brevitas y d a a sus p e río ­
dos u n m áxim o de elaboración. Pero la h isto ria no es oratoria, y los
períodos de Livio no son del tipo que p reten d e convencer al oyente
en la asam blea o en el tribunal, y que m ira a la credibilidad y no a
la species expositionis (Quintiliano, loe. cit.). Y así la lucidez de los
com plejos períodos de Livio se ve m enoscabada p o r su afición a las
construcciones participiales donde Cicerón h u b iera preferido o ra ­
ciones subordinadas con su relación lógica claram ente m arcada por
las conjunciones. En general los períodos de Livio so n m ás lentos
en su ritm o y m ás enm arañados en su construcción que los del gran
m aestro de la prosa clásica. Esto no supone negar su genio como
estilista original. La diferencia entre los dos autores no reside tal
vez en una m ayor o m enor capacidad artística, sino que es m ás
bien de función y género: los períodos de Cicerón e stá n dirigidos a
ilu stra r al oyente; Livio está com poniendo u n poem a en prosa (car­
m en solutu m ) p ara el deleite de un lector.
El género histórico, según hemos visto ya, exige colorido poético.
En Livio, como en Salustio, encontram os fraseología y rem inis­
cencias ennianas: “scutis magis quam gladiis g eritu r re s”, 9, 41, 18,
recuerda “vi g eritur res”, Ennio, Ann., 263 W. (cf. S alustio, “gladiis
res geritur”, Cat., 60, 2) ; el enniano “bellum aequis m anibus nox
intem pesta, direm it”, Ann., 170 W., se refleja en “aequis m anibus
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 143

hesterno die direm istis pugnam ”, 27, 13, 5; con la frase aliterativa
“plenum sudoris ac sanguinis”, 6, 17, 4, com párese “sine sudore et
sanguine”, Ennio, Trag., 22 W. M uchos giros “virgilianos” de Livio
deben explicarse p o r la com ún dependencia de Ennio, com o por
ejem plo “vi viam faciunt”, 4, 38, 4, cf. “fit via vi”, Aen., 2, 494; “ag­
m en... ra p it”, 3, 23, 3, cf. Aen., 12, 450; “iam in p a rte m praedae suae
vocatos deos”, 5, 21, 5, cf. Aen., 3, 222 “ipsum que vocam us in p arte m
p raedam qu e lovem ” .
Un origen enniano puede sospecharse tam bién en las sem ejanzas
en tre Livio y Lucrecio: “in volnus m o rib u n d a cecidit”, 1, 58, 11, cf.
“om nes plerum que cad u n t in volnus”, Lucr., 4, 1049. En general el
vocabulario de Livio abunda en p alab ras y form aciones poéticas
estereotipadas (proles, pubes, proceres, etc.; lacrim abundus, etc.).
Podem os reco rd ar cóm o los historiógrafos helenísticos adornaban
su p ro sa con p alabras poéticas com o κλαυθμός, λαιμός, άδηρίτως,
μήνις, λαΐλαψ, etc., afectación que provocó la b u rla de Luciano en
su Cómo se escribe la historia. Podem os tam b ién observar algunos
poetism os de sintaxis que ya nos son fam iliares (incerti rerum ,
aeger animi, cetera egregius).
Se ha puesto de relieve hace ya tiem po —por Stacey— que el
estilo de Livio no es u n ifo rm e a lo largo de to d a su obra. La p rim e­
ra década p resen ta num erosos rasgos arcaicos y poéticos, “m ientras
que en la te rc e ra y aú n m ás en la c u a rta Livio tornó a las form as
y n o rm as m ás estrictas del clasicism o”'. Así, la p alab ra regimen, de
un tipo hab itu al en la lengua arcaica, aparece cinco veces en Livio:
cu atro en la p rim era década y la q u in ta en la tercera década y en la
expresión aliterativa regim en rerum om nium , con la que podem os
com parar el enniano “id m eis rebus regim en re s tita t” (Trag., 231 W.).
De m odo sim ilar som no revinctus (cf. Ennio, Ann., 4 W. “som no leni
placidoque revinctus”) es abandonado p o r Livio tra s dos ejem plos
en la p rim era década. El cam bio de estilo aparece n ítido en la e sta ­
dística de o tro s dos fenóm enos. En la tercera persona de plu ral del
perfecto de indicativo activo la term inación norm al de la prosa, p re ­
ferida por César y Cicerón, era -érunt, m ien tras que - ère, como ya
hem os visto, resu ltab a arcaico y poético. P ues bien, es la segunda
form a la que predom ina en la p rim era década, especialm ente en los
seis prim eros libros (con el 77 % en el III y el 73 % en el I I ) . En
los libros siguientes se p roduce u n a constante dism inución hasta
llegar al XLI, en que sólo hay dos ejem plos de -ere fren te a cincuen­
ta y ocho de -érunt. Significativa es el alza de la curva en el li­
bro XX I, en que el 42 % de -ére es u n índice del intenso colorido
poético de todo el libro. P o r lo que se refiere a los verbos frecuen­
tativos, la ta b la estad ística que sigue habla p o r sí m ism a:
144 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

1." Déc. 3.· Déc. 4.° Déc. 5.a Déc.


agito 47 25 17 4
clamito 14 1 1 2
dictito 15 3 — —

imperito 6 4 — —

Lo que subyace a estas indicaciones de u n reto rn o gradual al uso


“m oderno” es, u n a vez m ás, el sentido del “deco rum ” lingüístico
que p o r encim a de todo caracteriza a los escritores antiguos. Del
m ism o modo que Virgilio hace u n uso m ás pródigo d e arcaísm os
cuando pasa a tem as m ajestuosos y solem nes, así tam bién Livio al
describir los orígenes legendarios del gran estado rom ano vistió el
m anto de la poesía (“mihi vetustas res scribenti nescio quo pacto
antiquus fit anim us”, 43, 13, 2).
Ciertos fenómenos que aparecen en Livio, com o tam bién en S a­
lustio, han sido etiquetados como “vulgares”. No d eja de ser signifi­
cativo el hecho de que se los haya detectado especialm ente en los
prim eros libros (p. ej. los verbos frecuentativos). Vemos que (intro­
ducti) ad senatum es reem plazado m ás ta rd e p o r el m ás correcto
in senatum. La frase participial introducida p o r sine, p. ej. sine prae­
parato commeatu, acaba cediendo el paso a nusquam praeparatis
com m eatibus, qua... qua en el sentido de p a rtim ... p artim —que se
encuentra en P lauto y en las cartas de Cicerón, pero nun ca en César
o Salustio— aparece nueve veces en la p rim era década y sólo en ella.
Ahora bien, u n a interpretación diferente de los hechos es sugerida,
p o r ejemplo, p o r el com entario de Servio “antique dictum e st” al
virgiliano ne saevi, Aen., 6, 544. Tam bién Livio em plea e sta form a no
clásica de prohibición: “erit copia pugnandi; ne tim ete” (3, 2, 9), y
tam bién aquí tenem os que escoger en tre “vulgar” y “antique dic­
tu m ”. Parece poco probable que u n au to r rom ano de genio, con
sensibilidad p a ra las leyes del género y p rofundo conocim iento de
la propiedad de las palabras, h ubiera dado paso a vulgarism os p re ­
cisam ente en las p artes de su obra en las que —según es evidente y
adm itido por φΐ m ism o— pretende evocar la atm ósfera de un pasado
rem oto y legendario. No es Livio quien yerra —a p esar de la patavi-
nitas que Asinio Polión le reprochaba según Q uintiliano, 1, 5, 56—,
sino nuestras clasificaciones estilísticas del vocabulario (véase el ca­
pítulo siguiente acerca del com plejo “arcaico-vulgar-poético”) .

C. P o e s ía y prosa p o s t c l á s ic a s

Hemos seguido h a sta aquí el progreso del latín literario p o r las


sendas de la pro sa y de la poesía, sendas que alcanzan sus cim as de
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 145

perfección en la o ra to ria m ad u ra de Cicerón y en la épica de V ir­


gilio. Cada u n a de estas especies de la lengua literaria tenía una n a ­
tu raleza distinta, p ro d ucto de u n a trad ició n que insistía en la
escrupulosa observancia de las p articu larid ad es del género. E stas
cum bres que dom inan el p aisaje literario del latín clásico están u n i­
das, naturalm ente, p o r cim as interm edias: la p ro sa histórica se ex­
tiende hacia el dom inio de la poesía, m ien tras que la com edia apenas
sobresale del nivel del latín cotidiano (“com icorum poetarum , apud
quos, nisi quod versiculi sunt, nihil e st aliud cotidiani dissim ile se r­
m o n is”, Cicerón, Or., 67). P ero en general puede afirm arse que el
ideal clásico ta l com o se m anifiesta en la o ra to ria de Cicerón y en
la épica virgiliana trazó u n a fro n te ra clara e n tre la lengua de la
p ro sa y la de la poesía.
E ste nítido co n traste se desdibujó en la lite ra tu ra postclásica.
La poesía invadió la pro sa y la retó rica se enseñoreó de la poesía. El
estilo de Virgilio, con su sofisticada técnica altam ente retórica, lleva­
b a en sí la sem illa de su p ro p ia decadencia. En época posterior M a­
crobio alabó a Virgilio p o r su carácter m arcadam ente retórico (“fa­
cundia M antuani m ultiplex et m ultiform is est et dicendi genus om ne
com plectitu r”, Sat., 5, 1, 4), pero esto resu ltab a peligroso en m anos
de hom bres de m enor genio. La poesía no p ro d u jo ya una gran
figura con p o sterio rid ad a Virgilio, cuya influencia p erd u ró indiscu-
tid a y abrum adora. De Lucano, quizá el m ás dotado de los poetas
épicos postclásicos, escribe Q uintiliano (10, 1, 90) : “L ucanus ardens
et concitatus et sententiis clarissim us et, u t dicam quod sentio, m a ­
gis orato rib u s quam poetis im itandus.” De Estacio se ha dicho
(W. K roll) que “sus Silvae son discursos y εκφράσεις de circu n stan ­
cias en form a poética, m ien tras que Juvenal y Persio en algunas de
sus sá tira s discuten θέσεις generales a la m an era de las escuelas de
re tó ric a”. P o r lo que m ira al proceso d e viciam iento de la prosa, lo
m ejo r que podem os hacer es resu m ir el diagnóstico del único gran
genio literario que p ro d u jo la época postaugústea. En su Dialogus de
oratoribus T ácito discute el problem a de por qué, m ientras las épo­
cas anterio res habían sido ta n prolíficas en oradores de genio, su
p ro p ia generación se veía to talm en te falta de elocuencia. Marco
Apro, uno de los personajes del diálogo, defendiendo el m oderno
estilo oratorio, ap u n ta que el público —de los tiem pos de Cicerón—,
p o r inexperto y poco sofisticado, to lerab a y adm iraba la acción de un
h om bre que fuera capaz de h ab lar d u ra n te u n d ía entero utilizan­
do todos los trucos del oficio según h abían quedado establecidos en
los m ás que áridos tra ta d o s de H erm ágoras y Á polodoro (Dial., 19).
Sin em bargo, en su p ro p ia generación, dado que p rácticam ente to ­
dos los oyentes tenían u n conocim iento al m enos superficial del a rte
en cuestión, el o rador ten ía que u sar de efectos nuevos y cuidarse de
146 INTRODUCCIÓN AL LATIN

no provocar la im paciencia de su auditorio. “¿Quién p re sta ría ate n ­


ción en estos tiem pos a los discursos c o n tra V erres?... En n u estro s
días el juez se adelanta al abogado que actú a y no le hace caso nisi
aut cursu argum entorum aut colore sententiarum aut nitore et cultu
descriptionum invitatus et corruptus est. Y ta n to el com ún de los
p resentes como el oyente ocasional que va y viene exigen laetitiam
et pulchritudinem orationis.” E staban, adem ás, los jovenes estu d ian ­
tes de oratoria, “puestos en el yunque”, que q u erían algo que
llevarse a casa y sobre lo que escribir a sus pueblos: “referre do­
m um aliquid in lu stre et dignum m em oria volunt; tra d u n tq u e in
vicem ac saepe in colonias ac provincias suas scrib u nt, sive sensus
aliquis arg u ta et brevi sententia effulsit, sive locus exquisito et poe­
tico cultu en itu it” (ibid., 20). Cicerón —adm ite— en las obras de sus
últim os años se h ab ía aproxim ado a tal estilo, p ero sus p rim ero s
discursos revelan no pocos defectos de tipo arcaico, len titu d en el
comienzo, excesiva extensión en la n arració n y descuido en la digre­
sión. Sobre todo, no había en ellos “n ad a que sacar p a ra llevarse
a casa” (“nihil excerpere, nihil referre possis” , ibid., 22).
Colorido poético y frases ráp id as rem atad as de m odo detonante
p o r u n epigram a: tales fueron los ideales del nuevo estilo. Séneca
había sido en su m om ento su p ro feta y su p rim e r g ran rep resen tan ­
te. Dando de lado a las puerilidades de los arcaístas que hablaban
la lengua de las X II Tablas, afectó u n a sentenciosa concisión —plus
significas quam loqueris— en la que 2a antítesis venía a ser el efec­
to fundam ental. El ciceroniano Q uintiliano lam enta s u influencia so­
b re los jóvenes (“si reru m pondera m inutissim is sententiis non fre ­
gisset”, 10, 1, 130), influjo de lo m á s pernicioso p o r lo altam ente
atractivos que resu ltab an sus vicios de estilo (abundant dulcibus
vitiis). Tam bién Tácito había puesto en boca de M ésala u n elogio
de Cicerón: “ex m ulta eruditione et plurim is a rtib u s et om nium
reru m scientia exundat e t exuberat illa adm irabilis eloquentia”
(Dial., 30), y se había referido con desprecio a los que “in paucissi­
m os sensus et angustas sententias d e tru d u n t eloquentiam ” (ibid., 32).
Ahora bien, es evidente que este ideal ciceroniano se aplicaba sola­
m ente al género oratorio. En sus obras h istóricas T ácito llevó a su
perfección el estilo com prim ido, to rtu rad o , epigram ático, en riq u e­
cido con u n colorido arcaico y poético, que su adm irado predecesor
Salustio había elaborado. La intensidad y tensión de su pensam ien­
to encuentran expresión en la deliberada evitación d e la concinnitas,
en la trab ajad a “variatio” de expresión de la que to d as sus páginas
ofrecen ejem plos: m inantibus intrepidus, adversus blandientes in ­
corruptus; quidam m etu, alii per adulationem ; crebris crim inationi­
bus, aliquando per facetias; Suetonio, cuius adversa pravitati ipsius,
prospera ad fortunam referebat; palam laudares, secreta male audie-
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 147

bant; vir facundus et pacis artibus, etc. En in terés de la brevedad


podó sin m iram ientos toda palab ra superflua, logrando una concen­
tració n de expresión tal vez sólo igualada p o r Horacio en sus odas.
La m ajesta d de su objeto y lo austero de su personalidad se reflejan
en la σεμνότης que los antiguos veían en el estilo de Tucídides. Se
logra ésta p o r el uso de expresiones arcaicas (perduellis, bellum pa­
trare) y poéticas, y de construcciones del m ism o tipo: los genitivos
incertus animi, am biguus consilii, los sim ples ablativos de “lugar
en dónde” (cam po aut litore), el in stru m en tal de agente (desertus
suis), etc., y sobre todo p o r el em pleo de p alab ras poéticas, entre
las que podem os c ita r los verbos sim ples en lugar de sus com ­
puestos: apisci, ciere, firm are, flere, piare, quatere, rapere, tem nere,
y los incoativos ardescere, clarescere, gravescere, notescere, suescere,
valescere, etc. A bundan las rem iniscencias de los poetas, especial­
m en te de Virgilio: “colles pau latim ra re sc u n t” , Germ., 30 (cf. “a n ­
gusti rarescen t clau stra P eio ri”, Aen., 3, 411); “quibus cruda ac v iri­
dis senectus”, Agr., 29 (cf. “sed cruda deo viridisque senectus”, Aen.,
6, 304); “vulnera dirigebant”, Hist., 2, 35 (cf. Aen., 10, 140). S in to ­
m ática resu lta la evitación de térm inos cotidianos que atentarían
co n tra la σεμνότης: podem os citar su casi cóm ico esfuerzo por evi­
ta r el llam ar pala a u n a pala: “per quae egeritur hum us aut excidi­
tu r caespes”, Ann., 1, 65; la agricultura, la construcción y el com er­
cio son aludidos con “ingem ere agris, illab o rare dom ibus, suas alie-
nasq u e fo rtu n as spe m etuque v ersare”, Germ., 46. Löfstedt llam a
la atención sobre la estudiada tendencia de T ácito a ap artarse de
lo com ún en la elección en tre adjetivo y genitivo. Así escribe (Ann.,
1, 7) “per uxorium am bitum e t senili adoptione” en lugar del m ás
u sual uxoris, senis. En cam bio, sustituye los tradicionales bellum ci­
vile y virgines Vestales p o r bellum civium (Hist., 1, 3) y virgines
Vestae (Ann., 1, 8 ). E ste uso de form as distan tes de las de su época
nos recuerda su propio epigram a m aior e longinquo reverentia. La
cualidad poética de su estilo está bien ejem plificada,en la siguiente
descripción del ataque a la isla de M ona y de la destrucción d e sus
bosques sagrados (Ann., 14, 30) :
stabat pro litore diversa acies, densa armis virisque, intercursan­
tibus feminis; in modum Furiarum veste ferali, crinibus deiectis
faces praeferebant; Druidae circum, preces diras sublatis ad caelum
manibus fundentes, novitate aspectus perculere militem, ut quasi
haerentibus membris immobile corpus vulneribus praeberent, dein
cohortationibus ducis et se ipsi stimulantes, ne muliebre et fanati­
cum agmen pavescerent, inferunt signa sternuntque obvios et igni
suo involvunt, praesidium posthac Impositum victis excisique luci
saevis superstitionibus sacri; nam cruore captivo adolere aras et
hominum fibris consulere deos fas habebant.
148 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

E ntre o tras m uchas cosas podem os n o ta r en este pasaje la p e r­


sonificación de acies; los térm inos poéticos fundentes, pavescerent,
fibris (por extis); el uso de adjetivo p o r genitivo (m uliebre agmen,
cruore captivo); el arcaísm o adolere aras, y la elaborada aliteración
de la últim a frase.
Hace ya m ucho tiem po observó Wölfflin que el estilo m aduro de
T ácito era el producto de u n desarrollo gradual. Así, la form ación
arcaica claritudo (cf. supra) no aparece en las obras menores, com ­
p a rte el terreno con claritas en las Historias (3: 3), y es quince ve­
ces m ás abundante en los Annales (30: 2). De m odo sim ilar, om nia
cede gradualm ente ante cuncta, essem an te forem , non possum y
po ssu m ante nequeo y que o, cresco ante glisco, etc. De los verbos
sim ples citados m ás arrib a notesco y gravesco se encuentran sólo
en los Annales (en otros lugares innotesco, ingravesco). En el cam ­
po de la sintaxis vemos que apisci se construye con genitivo sólo en
los Annales, donde tam bién hallam os los únicos ejem plos de id aeta­
tis, id tem poris fren te al uso anterior de eo, illo temporis, etc. O tra
peculiaridad de los Annales es la creciente inclinación hacia el abla­
tivo absoluto sin sujeto: intellecto, quaesito, properato, saepe apud
se pensitato, etc. De ello no hay ningún ejem plo en las obras m e­
nores y sólo tres en el conjunto de las Historias. O tro dato indicador
es la an ástro fe de la preposición, de la que sólo hay cinco ejem plos
en las Historias fren te a cincuenta en los Annales.
L öfstedt h a hecho ver que desde el libro X III de los Annales en
adelante T ácito dio m archa a trá s en ciertos aspectos y tornó a m o­
dos de expresión m ás norm ales. Esto se desprende claram ente de la
estadística de algunos fenóm enos seleccionados. (En la tabla, A nna­
les A = libros I-V I, X I, X II; Annales B = libros X III-X V I).

Dial. Agr. Germ. Hist. Ann. Ä. Ann. B


forem 0 4 0 51 62 1
essem 10 8 2 17 31 29
quis 0 1 0 23 '54 7
quibus — _ — 71 45 50
quamquam — _ — — 44 6
quamvis — — —
— 4 11

E stas observaciones no im plican u n cam bio im portante en el es­


tilo: son m eras modificaciones de detalle. Podem os atribuirlas a una
sensibilidad literaria m ás m adura que se daba cuenta de que un ex­
cesivo arcaísm o im pedía, en vez de producirla, la ta n deseada σεμ-
νότης.
P olarm en te opuesto al estilo com prim ido de Séneca y de la es­
cuela m oderna es el que Tácito ataca en el Dialogus (26) : “neque
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 149

enim o rato riu s iste, im m o hercle ne virilis quidem cu ltus est, quo
plerique tem porum n o stro ru m auctores ita u tu n tu r, lascivia verb o ­
ru m et levitate sen ten tiaru m e t licentia com positionis histrionales
m odos exprim ant”. T am bién Q uintiliano cen su ra la m oderna lascivia:
“alios recens haec lascivia deliciaeque e t om nia ad voluptatem m u l­
titu d in is im peritae com posita d electant” (10, 1, 43). E stos estilistas
continuaban, n aturalm ente, la larga trad ició n del asianism o, que iba
a verse reforzada en R om a p o r la llam ada “Segunda Sofística” . De
este estilo florido lleno de exuberancia (laetitia) y poeticus cultus,
de elaborada sim etría y efectos de asonancia, podem os elegir a Apu-
leyo como al m ás distinguido representante. G ran virtuoso de la
lengua, que, de acuerdo con la antigua doctrina, ad ap tab a su estilo
al género, Apuleyo p asa de la relativa sencillez y sobriedad de la
Apologia a la sofocante frondosidad de las M etam orphoses. En e sta
o b ra utiliza todos los recursos que la lengua le ofrece, arcaicos y
m odernos, coloquiales y solem nes. Un tono de artiflciosidad o rn a ­
m ental en exceso queda establecido desde el principio, en el que nos
describe su tie rra natal como “glebae felices aetern u m libris felicio­
rib u s conditae, m ea vetus p ro s a p ia 6 e s t” . La n arració n de los p o r­
m enores de su viaje suena a p aro d ia d e la construcción poética stra ­
ta viarum : “p o stq u am ard u a m o ntium et lubrica vallium et roscida
cespitum e t glebosa cam porum <em ensus) em ersi” (1, 2). Su añción
a los tip o s ab stracto s de expresión, tedioso rasgo del “gran estilo”,
e stá ejem plificada en “sim ul iugi quod insurgim us aspritudinem fa ­
b u laru m lepida iucunditas levigabit” (1, 2); o com binada en un tr i-
colon “abu n d an te” : “A ristom ene... ne tu fo rtu n a ru m lubricas am b a­
ges et instabiles incursiones e t reciprocas vicissitudines ignoras”
(1, 6). Estos artificios resu ltan especialm ente sabrosos en la descrip ­
ción de escenas triviales. Así, “vi con m is propios ojos a u n m alaba­
rista tragarse de p u n ta u n afiladísim o sable d e caballería” se dice
“isto gem ino o b tu tu circulatorem aspexi equestrem spatham p ra e a ­
cu tam m ucrone infesto devorasse” (1, 4). Sócrates empieza (1, 7)
a co ntar sus penas “im o de pecto re cruciabilem su sp iritum ducens”,
frase de co rte virgiliano con u n arcaico suspiritus com binado con
u n adjetivo cruciabilis acuñado, según parece, p o r Apuleyo. Sus p a ­
lab ras están introducidas p o r el arcaico-poético in fit; en la frase
“dum voluptatem gladiatorii spectaculi satis fam igerabilis consector
in has aerum nas incidi”, aerum nas es u n a p a la b ra convencional a r-
caico-poética, m ien tras que fam igerabilis, que u sa frecuentem ente
(es m uy típica su conjunción con el desenfadado y coloquial uxorcula,
9, 5), se conoce antes de Apuleyo sólo p o r u n a cita del De lingua
latina de V arrón. Sócrates da cuen ta a la anus scitula d e su d o m u i-

6. Sobre p ro sa p ia véase p. 141.


150 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

tionis, palabra em pleada anteriorm ente p o r Accio y Pacuvio. Su


m odestísim o grabattulus queda pone cardinem, (preposición a rc aica),
y cuando es sacudido por el tem blor de su dueño, o tra p alab ra pa-
cuviana, succussus, surge de entre los m uertos: “g rab attu lu s etiam
succussu m eo inquietus” (1, 13). Este grabattulus se revela como un
poderoso incitador del “tum or” trágico: “iam iam grabattule, in ­
quam , anim o m eo carissim e, qui m ecum to t aerum nas exanclasti,
conscius et arb iter quae nocte gesta su n t” (1, 16), donde exanclare
es una de las palabras condenadas por Quintiliano com o oblitteratis
repetita tem poribus. La lengua de las picantes y provocativas esce­
nas de am or (p. ej. “ipsa linea tunica m undule am icta et russea fas-
ceola praenitente altiuscule sub ipsas papillas succinctula illud ciba­
riu m .vasculum floridis palm ulis ro ta b a t in circulum ” 2, 7), salpica­
d a de dim inutivos, recuerda el plautino papillarum horridularum
oppressiunculae (véase p. 86). Pero lo que m ejor caracteriza al e sti­
lo asiánico es la vaporosa m araña en que mezcla u n a verbosidad
fétida con toda clase de flores retóricas, tum ida et pusilla et prae­
dulcia, po r citar las palabras de la fam osa condena de Q uintiliano.
B astará u n ejem plo: el consejo de la herm ana envidiosa (5, 20) :
novaculam praeacutam, adpulsu etiam palmulae lenientis exaspe­
ratam, tori qua parte cubare consuesti, latenter absconde lucernam-
que concinnem, completam oleo, claro lumine praemicantem, subde
aliquo claudentis aululae tegmine, omnique isto apparatu tenacis­
sime dissimulato, postquam sulcatos intrahens gressus cubile soli­
tum conscenderit iamque porrectus et exordio somni prementis
implicitus altum soporem flare coeperit, toro delapsa nudoque ves­
tigio pensilem gradum pullulatim minuens, caecae tenebrae custo­
dia liberata lucerna, praeclari tui facinoris opportunitatem de lumi­
nis consilio mutuare et ancipiti telo illo audaciter, prius dextra sur­
sum elata, nisu quam valido noxii serpentis nodum cervicis et ca­
pitis abscide.

Este grado de lascivia, levitas y licentia no gozó de universal ap ro ­


bación. F rente a los hom bres que, echando m ano de unos atavíos es­
tilísticos variopintos y propios de cortesanas, hacían de sus escritos
danza y canto (Tácito, Dial., 26), se colocaron los que preferían in ­
cluso una “toga de paño burdo” (hirta toga). Rechazando los “rizado-
res de Mecenas” (calamistros M aecenatis), como M ésala, no cesa­
ron de “vetera tan tu m et antiqua m irari” {Dial., 15). Colocando a
Lucilio po r encim a de Horacio y a Lucrecio p o r encim a de Virgilio,
to m aro n estos hom bres el partido de las palabras velut rubigine in ­
fecta. Entre los arcaístas podemos citar como ejem plo típico a F ro n ­
tón, quien se queja al respecto de Cicerón de que “in om nibus eius
orationibus paucissim a adm odum reperias insp erata atque inopinata
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 151

verba, quae n on nisi cum studio atque vigilia atque m u lta veterum
carm inum m em oria in d ag an tu r”. Tal e ra el esp íritu del tiem po, es­
clavo una vez m ás de u n a m oda literaria griega introducida p o r el
em perador Adriano, quien p refería a C atón antes que a Cicerón y a
Ennio antes que a Virgilio.
En esta g uerra de las escuelas estilísticas rivales que dom inó to d a
la h isto ria de la p ro sa postclásica hubo tam b ién los inevitables h o m ­
bres de com prom iso como Plinio el Joven, quien se contaba e n tre
los adm iradores de los antiguos y em ulaba a Cicerón, pero no por
ello despreció a los talentos de su p ro p ia generación. Al tiem po que
confiesa su adm iración p o r los verba quaesita et exculta, es capaz de
m odelar una sententia llena d e agudeza.
Con el paso de los siglos el m undo se fue haciendo viejo y em ­
pezó a soñar con su pasado; la p ro sa se convirtió en o bra de epígonos
que exageraban ora las peculiaridades de u n m odelo, o ra las de otro.
El empleo de Virgilio como libro de texto y base de la enseñanza
gram atical acabó tam b ién en la p ro sa en u n a dislocación del orden
no rm al de las palabras. La m irad a que se volvía hacia el pasado con
nostalgia confundió los géneros y los estilos. Todos los arm arios y
g u ardarrop as de la lite ra tu ra ro m an a fueron saqueados para vestir
estos m anierism os literarios, y la envejecida M usa no encontraba
n ad a de incongruente en u n a cosm ética que autorizaba la aplicación
sim ultánea del lápiz de labios y el rim m el. Típico ejem plo de esta
com pleta corrupción del gusto es Sidonio Apolinar, u n hom bre fo r­
m ado en la gram ática y retó rica tradicionales, que en la G alia de
godos y burgundios del siglo v pagó u n p atético trib u to de tra b a ja ­
da im itación al esplendor de la R om a m oribunda. Con relación al
estilo de sus cartas h a señalado W. B. A nderson “la pom posa co m ­
binación de rebuscam iento estilístico con verbosidad «sesquipedal»,
arcaísm os frontonianos, fantásticos neologism os y cascabeleos v er­
bales que hace de su correspondencia un conglom erado irrita n te
p a ra los nervios... El resultado es u n a reductio ad absurdum de to ­
dos los recursos de la retó rica y u n a p arodia del latín”.
E sta m ies llena de cizaña necesitaba u n a limpieza; el ra stro jo
ardió en el fuego b á rb a ro antes de que el cam po p u diera volver a
fructificar.
E ntretan to , la lengua cotidiana, su je ta a las leyes universales del
cam bio lingüístico, ad aptándose a las m últiples exigencias de las
situaciones nuevas y las experiencias inéditas, se había ido a p a rta n ­
do progresivam ente de la lengua artificial de la literatu ra, distorsio­
nada desde sus principios p o r la atracción de u n a cu ltu ra superior
y de una lengua d istinta. Al estudio de esta co rrien te subterrán ea
de la lengua viva vam os a dirig ir ah o ra n u e stra atención.
C a pít u l o V I

EL LATIN VULGAR [N ota 16]

Al inten tar continuar con la historia del latín hablado a p a rtir


del punto en que la abandonam os en el capítulo III, nos hallam os
ante las m ism as dificultades de método. El clasicismo, en su p u n ­
tillosa búsqueda de la urbanitas y la elegantia, había im puesto a la
lengua nacional severas restricciones de form a, sintaxis y vocabula­
rio. Aún m ás lejos de los modos ordinarios de expresión estaban
el estilo “m oderno” de Séneca y sus im itadores y el asianism o de
Apuleyo, adornados con arcaísm os y poetism os. Cuando el filólogo
aguza su oído intentando cap tar el habla llana de la vida corriente
se encuentra encerrado, p o r así decirlo, en u n perpetuo teatro do n ­
de la lengua está congelada en “poses” estatuarias, o se mueve con
los estilizados gestos de u n ballet sobre un ornado telón de fondo.
T al es la naturaleza de la gran m asa de datos que se ofrece al h isto ­
riad o r de la lengua latina. Mas fuera de este teatro, en casa, en el
“club” y en la calle, la lengua hablada, el m ás delicado y adaptable
instrum ento de colaboración del hom bre con sus sem ejantes, cam ­
bió constantem ente, hasta que en el transcurso de los siglos emergió
en la m ultiplicidad de form as de las lenguas rom ances. De este “latín
vulgar”, la lengua que se postula como origen de las m odernas ver­
náculas, que a su vez han desarrollado form as literarias, sólo pode­
m os tener u n conocim iento indirecto. Pero antes de proceder al exa­
m en de las fuentes de las que puede recabarse tal inform ación es
preciso esclarecer el concepto m ism o de “latín vulgar”.
Toda lengua hablada asum e u n a variedad de form as, aun en los
labios de u n m ism o hablante. El lenguaje, según hem os dicho, es
u n a parcela del com portam iento hum ano. Nuestros gestos y a c titu ­
des lingüísticas tom an form as apropiadas a la ocasión dada: con­
vencionales, graves y envaradas en una conferencia; espontáneas,
cordiales y llanas en la com pañía de nuestros íntim os. A ñádanse a
esto las diferencias lingüísticas entre las clases sociales, las ilu stra ­
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 153

das, las sem icultas y las to talm en te incultas. Y aun aquí la fro n tera
cam bia constantem ente. Incluso d en tro de u n a clase social dada las
diferentes generaciones tienen sus p articu larid ad es idiom áticas. Los
vulgarism os de la calle recogidos p o r los chicos y adoptados p o r
abuelas joviales d an con el cam ino que los llevará a los salones
refinados. Los vulgarism os de hoy se co n v ertirán en los “fam ilia-
rism o s” de m añana. Los dem agogos Clodios se g ranjean popularidad,
y la evangelización cristian a gana adeptos utilizando p ara ello la
lengua del pueblo. Pero de la lengua no se puede decir que
“om nia fatis in peius ru e re ”. El esnobism o es u n facto r ta n co­
rrie n te en el lenguaje como en las o tra s facetas del com portam ien­
to social, y las p ersonas de prestigio se convierten en objeto de im i­
tación p a ra sus inferiores. El progreso de la vida política, p o r su
p arte, hace cam biar la e stru c tu ra de la sociedad; u na nueva clase
dom inante surge sin e sta r lo b a sta n te asim ilada com o p a ra ad o p tar
las form as del h ablar refinado. Éstas son algunas de las m últiples
fuerzas universales que actu aro n en la gradual tran sform ación del
latín. No podem os p reten d er d o tar a u n fenóm eno tan proteico de
u n asidero term inológico rígido. M uchos han sido los intentos de
definirlo, y sin em bargo el “latín vulgar” sigue siendo u n pálido espe­
jism o. Podem os fijar n u e stra atención en p u n to s particulares de fo ­
nética, m orfología, sintaxis y vocabulario, y d etectar en los do cu ­
m entos de que disponem os desviaciones respecto al uso clásico.
Luego, rem ontándonos a p a rtir de las m odernas lenguas rom ánicas,
postularem os form as prim itivas que d a rá n cuen ta de los puntos de
sem ejanza. Las coincidencias en tre las reconstrucciones y los rasgos
no clásicos de los docum entos nos cap acitará p a ra identificar a los
segundos com o reflejos del latín hablado. P or este m étodo podem os
co n stru ir u n a im agen sintética del “la tín v ulgar” . A hora bien, este
m étodo es esencialm ente atom ista, tra ta separadam ente puntos p a r ­
ticulares cada uno de los cuales sale a la luz en los docum entos en
m edidas diversas de accidentalidad (cf. in fra ). No tenem os ningún
texto que sea testim onio fiel ni de uno solo siquiera de los estratos
lingüísticos sim ultáneos. El cincel del cantero, la plum a de la m onja
locuaz, el trozo de yeso que g arrap atea en la pared, se ap artan de
la lengua real y p ro cu ran m overse d en tro de m odelos tradicionales.
Sólo a través de sus inadvertencias ocasionales, como sin quererlo,
los escritores nos d an indicios de que su lengua usual se desvía de
la de la escuela, que em plean a base de esfuerzo. Podríam os decir
que hay, en el p aisaje m uerto del latín literario, áreas sísm icas d o n ­
de erupciones ocasionales revelan la intensa actividad su b terrán ea
que un día h a rá surgir u n m undo lingüístico nuevo.
Vamos ah o ra a p asar brevem ente rev ista a algunas de estas áreas.
P a ra el período republicano citarem os en p rim e r lugar el in teresan­
154 INTRODUCCIÓN AL LATIN

te pasaje del tra ta d o retórico Ad Herennium , 4, 14, en que el autor,


al distinguir los niveles de estilo, cita un ejem plo del a dtenuatum
genus, “id quod ad infim um et cottidianum serm onem dem issum
e s t” :
nam ut forte hio in balneas venit, coepit, postquam perfusus est,
defricari, deinde ubi visum est ut in alveum descenderet, ecce tibi
iste de traverso “heus”, inquit, “adolescens, pueri tui modo me pul­
sarunt, satis facias oportet”, hic qui id aetatis ab ignoto praeter
consuetudinem appellatus esset, erubuit, iste clarius eadem et alia
dicere coepit, hic “vix tamen”, inquit, “sine me considerare”, tum
vero iste clamare voce quae perfacile cuivis rubores eioere potest...
conturbatus est adolescens: nec mirum, cui etiam nunc paedagogi
lites ad oriculas versarentur imperito huiusmodi conviciorum.

Merece n o tarse la expresión “ecce tib i de trav erso ”, que podem os


com parar con el “ecce autem de traverso” de Cicerón (Ad Att., 15, 4
A 1), en tan to que el vivaz dativo “sim patético” recu rre en “ecce tibí
e tran sv erso ” (Acad., 2, 121). id aetatis nos resu lta ya conocido como
rasgo de la lengua popular, m ientras que el p erifrástico dicere coe­
p it estaba en cam ino de convertirse en frecuente su stitu to del p e r­
fecto aorístico en latín tardío. Finalm ente, oricula es la form a origi­
n aria que presuponen el Ir. oreille, el it. orecchio y el esp. oreja, en
ta n to que eicere en el sentido relajado de “sacar” anticipa usos pos­
teriores (véase p. 175).
Las farsas atelanas de Pom ponio y Novio nos p roporcionan otros
m ateriales. V arrón (L . L., 7, 84) advierte: “in Atellanis licet anim ad­
vertere rusticos dicere se adduxisse p ro scorto pelliculam ”. De los
fragm entos conservados podem os citar, adem ás, los fu tu ro s vivebo
y dicebo, los nom bres parüculo, m anduco “glotón” (acerca d e m an­
ducare en el sentido de “com er”, véase in fra ), y e n tre los verbos
los incoativos gallulascere (de u n dim inutivo *gallulus) con el sen­
tido de pubescere, roborascere, y los denom inativos sublabrare, prae-
lumbare, incoxare “acurrucarse”. E ntre las p alab ras griegas notam os
rhetorissare, m ientras que dicteria “puyas” es uno de los num erosos
híbridos greco-latinos de la lengua vulgar (véase in f r a ) . Finalm ente,
las Atellanae nos proporcionan el que parece ser el m á s antiguo ejem ­
plo de sustitución del nom inativo por el acusativo en el plural de la
prim era declinación (véase infra) : quot laetitias insperatas m odo m i
inrepsere in sinum . Löfstedt lo explica com o influencia de los dia­
lectos itálicos, pero el caso no está totalm ente libre de la sospecha
de ser un a construcción contam inada en la que el p rim er elem ento
sea un acusativo de exclamación.
Las cartas de Cicerón, especialm ente las dirigidas a sus amigos
íntim os como Atico, reflejan la latinidad de la conversación u rb an a
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 155

en la época final de la República, si bien en u n a ca rta a P eto Cicerón


se propon e u sar el “serm o plebeius; verum tam en quid tibi ego vi­
deor in epistulis? nonne plebeio serm one agere tecu m ?” (Ep., 9, 21, 1).
Sus m ás pronunciadas características son la elipsis y la concision.
Los lazos que unen a am bos am igos son tan estrechos que una m í­
nim a señal puede b a sta r p a ra indicar el sentido deseado. Esto es lo
que a veces hace la correspondencia ta n difícil de com prender com o
u na p a rte de u n a conversación telefónica: p. ej. “itane? n u n tiat B ru ­
tu s illum ad bonos viros? ευαγγέλια! sed ubi eos? nisi fortë se su s­
p e n d it” “ ¿De verdad? ¿Dice B ru to que él (César) (se va unir) a los
p atrio ta s? ¡Albricias! Pero ¿dónde los (h allará)? (En ninguna p a r ­
te) a no ser que se cuelgue” (Ad Att., 13, 40, 1). La sintaxis m u e stra
en abundancia p aratax is y p aréntesis, con la usual intercalación de
fórm ulas de cortesía como am abo te. Conviene n o ta r adem ás el e m ­
pleo coloquial de adjetivos en lugar de adverbios: “ad M. Aelium
n ullus tu. quidem dom um sed sicubi inciderit” “Bajo ningún co n ­
cepto debes acudir tú a él (tocar el asu n to ), a no ser que te lo e n ­
cu entres p o r casualidad” . El vocabulario está salpicado de palabras
p intorescas y llenas de fuerza: dim inutivos (aedificatiuncula, a m b u ­
latiuncula, diecula, vulticulus, bellus, integellus), form as frecuenta­
tivas de verbos e h íbridos (tocullio “avaro”, de τόκος “interes”). Un
tono de festivo afecto y chispeante argot irra d ia de pasajes com o
“hoc litte ru la ru m exaravi egrediens e villa... de A tticae febricula
scilicet valde dolui... sed quod scribis «igniculum m atutinum γερον­
τικόν» γεροντικώτερον est m em oriola vacillare... quid ergo opus e ra t
epistula? quid cum coram sum us et garrim us quicquid in buccam ?”
(Ad Att., 12, 1), en el que podem os ad v ertir in ter alia la form a p r i­
m itiva de la p alab ra rom ance boca (bouche, bocca, e tc .).
M ientras que Cicerón refleja el serm o cottidianus de los rom anos
cultivados, en la conversación del anfitrión y huéspedes de la Cena
Trim alchionis de P etronio captam os u n a vaharada que procede de
la cloaca. Hay vulgarism os de pronunciación (copones), los géneros
se confunden (fatus, vinus, caelus, librum ). H allam os num erosas
faltas de declinación (stips, Iovis, bovis, lacte, schem am , diibus).
Abunda la confusión de verbos activos y deponentes (exhortamt, lo-
quis, loquere, ridentur, som niatur), así como la “regularización” de
form as verbales (fefellitus sum , vetuo, m avoluit, plovebat, fa ciatur).
En sintaxis las construcciones “en donde” y “a donde” se confun­
den (videbo in p u blicum ), fruniscor se construye con acusativo, el
acusativo con infinitivo se ve reem plazado p o r oraciones com pleti­
vas introducidas p o r quia (dixi quia m ustella com edit, “dije que el
gato lo hab ía com ido” ). El vocabulario es enérgico, basto, a m enudo
to rpe, y está salpicado de p alab ras griegas e h íbridos greco-rom anos.
El pasaje que sigue servirá com o ilustración:
156 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

uxor, inquit, Trimalchionis, Fortunata appellatur, quae nummos mo­


dio metitur, et modo modo quid fuit? ignoscet mihi genius tuus,
noluisses de manu illius panem accipere, nunc, nec quid nec quare,
in caelum abiit et Trimalchionis tapanta est. ad summam, mero
meridie si dixerit illi tenebras esse, credet, ipse nescit quid habeat,
adeo saplutus est. sed haec lupatria providet omnia et ubi non pu­
tes... familia vero, babae babae, non mehercules puto decumam
partem esse quae dominum suum noverit, ad summam quemvis ex
istis babaecalis in rutae lolium coniciet. (37, 2-10).
“La señora de Trimalción —me repuso—■ se llama Fortunata, y
mide' su dinero por arrobas. Y hace nada nada ¿qué era? Con per­
dón de tu cara, no habrías cogido de su mano ni un cacho de pan.
Y ahora, sin cómo ni por qué, se subió a las nubes y es el factótum
de Trimalción. O séase, en pleno mediodía si le dijera que era no­
che cerrada, él se lo creería. Él no sabe lo que tiene, de tan riquísi­
mo como es; pero esa zorra tiene los ojos en todas partes, y hasta
donde no te figurarías... De sus esclavos, ¡caray!, no creo por Hér­
cules que haya ni un diez por ciento que conozca a su amo. O séa­
se, a cualquiera de estos cobistas lo podría meter en una hojita de
ruda”. (Trad. Díaz y Díaz, ed. Alma Mater, Barcelona, 1968.)

S on de n o ta r: tapanta = τά πάντα, saplutus = ζάπλουτος. lupatria es


un híbrido de lupus y la term inación que encontram os en πορνεύτρια,
etc., y babaecalus “el que dice siem pre que sí” es u n nom bre acu­
ñado sobre la exclam ación griega βαβαί καλώς “ ¡estupendo!” .
Se ha sugerido que la conversación de T rim alción y sus h u és­
pedes en la m esa no refleja el serm o plebeius de latinoparlantes
nativos. Salonius h a llam ado la atención sob re el hecho de que la
cena tiene lugar en u n a ciudad griega, pro b ab lem ente de la Italia
cen tral o m eridional, y que la m ayoría de los p erso n ajes son de ex­
tracción griega. Adem ás, las observaciones que hace u n hom bre
educado com o Eum olpo no contienen los erro res de pronunciación,
m orfología o sintaxis de los dem ás hablantes. En consecuencia se
inclina Salonius a creer que P etronio satiriza el la tín chapurreado
de los griegos residentes en la Ita lia cen tral y m eridional. H eraeus,
sin em bargo, h a m ostrado cóm o m uchos de los vulgarism os de la
Cena reaparecen en glosas y o tra s fuentes del latín vulgar : p. ej.
ipsim us “el am o”, “superlativo” de ipse, es la base del italiano m e-
desim o < *m et ipsim us; expudoratus aparece en glosas y es el a n te ­
pasado del italiano spudorato; la form a vetu a se corresponde con
presentes analógicos sim ilares, vacuo, consuo, conticuo, etc. Si bien
no es im posible que solecism os com o loquis no sean auténticos vul­
garism os —p ero cf. sequis, en o tro pasaje— , P etronio nos revela
efectivam ente en la conversación de T rim alción y sus huéspedes algo
del serm o plebeius del siglo i d. C.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 157

Menos variopintos pero no m enos valiosos com o fuentes del latín


vulgar son los escritores de tem as técnicos, cuya principal preocupa­
ción es tra n sm itir inform ación con pocas pretensiones estilísticas.
Tales son las obras de C atón el Viejo, Vitruvio, y en época ta rd ía
la M ulom edicina Chironis, traducción del siglo iv de u n m anual grie­
go de veterinaria, el De observatione ciborum de A ntimo (siglo vi),
el Oribasius Latinus en sus dos versiones (siglo vi) y la obra de P a-
ladio, dedicada a la ag ricu ltu ra (siglo v ) . E stas obras, aparte de sus
num erosos vulgarism os fonéticos y gram aticales, nos inform an a cer­
ca de u n vocabulario que de hecho quedaba al m argen de la clase de
tem as tratad o s p o r la lite ra tu ra de nivel superior. Una gran p a r ­
te de los contenidos son, natu ralm en te, de in terés m uy lim itado
p o r su grado de especialización, pero a m enudo nos d an testim onio
de palabras de la lengua cotidiana que sobreviven en las m odernas
lenguas rom ánicas. Así, el francés poulain y sus equivalentes ro m an ­
ces se derivan de pullam en, q u e está atestiguado tre s veces en la M u­
lom edicina Chironis. 1
Y a hem os dicho que ninguno de estos textos, a pesar de su falta
de pretensiones, puede postu larse com o verdadero y fiel espejo de
la lengua hablada. Lo m ism o cabe decir de la en cantadora Peregri­
natio Aetheriae, relato de u n a peregrinación a los Santos Lugares
em prendida hacia 400 d. C. p o r u n a m o n ja —su nom bre está en
discusión, aduciéndose los de A etheria y Egeria con ciertas g aran ­
tías de autenticidad—, oriu n d a de Galicia o de A quitania. M ujer de
elevado rango social, a la que gentes im p o rtan tes dispensan grandes
atenciones, escribe, sin em bargo, en u n estilo sencillo y llano, pero
no sin ciertas solicitas concesiones a los gram áticos. Se h a señalado,
p o r ejem plo, que nunca u sa las form as analíticas del com parativo
con magis y plus, que sin d u d a eran habituales en su tiem po, en
ta n to que en o tra ocasión incurre en u n lapsus de expresión de
carácter h ipercorrecto al em plear equivocadam ente el m oribundo
dativo en lugar del correcto ad con acusativo; ingressus est discipu­
lis (por ad d iscipulos). He aquí u n ejem plo típico de su estilo :
nos ergo sabbato sera ingressi sumus montem... ibi ergo mansimus
in ea nocte et inde maturius die dominica cum ipso presbytero et
monachis, qui ibi commorabantur, coepimus ascendere montes sin­
gulos. qui montes cum infinito labore ascenduntur quoniam non
eos subis lente et lente per girum, ut dicimus in cochleas, sed to­
tum ad directum subis ac si per parietem... verum autem in ipsa
summitate nullus commanet; nichil enim est ibi aliud nisi sola ec­
clesia et spelunca, ubi fuit sanctus Moyses (3, 1 ss.).

1. N ie d e r m a n n , “ N e u e Jahrb.”, XV, 1912, pp. 313 S.


158 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Tam bién im po rtan tes com o reflejo de los cam bios en el latín
hablado son las num erosas inscripciones debidas a p ersonas sin cul­
tu ra; entre ellas podem os señalar especialm ente: (1) las llam adas
defixiones, textos im precatorios escritos en lám inas de plom o, obje­
tos punzantes de uso m ágico y sim ilares, p o r m edio de los cuales
los autores esperaban provocar la ru in a de sus enemigos; (2) los
graffiti de Pom peya, y (3) los epitafios de las tum bas de las gentes
hum ildes. Como ejem plo citarem os el grito que b ro ta del corazón
de uno que quiere “d ar el pucherazo” en las carreras:
adiuro te demon quicunque es et demando tibi ex anc ora ex anc
die ex oc momento ut equos prasini et albi crucies occidas, et agi­
tatore Clarum et Felice et Primulum et Romanum ocidas collida
neque spiritum illis lerinquas. (= De 8753, DV 861.)
“Yo te conjuro, demonio, quienquiera que seas, y te pido que a par­
tir de esta hora, de este día, de este momento, atormentes y mates
a los caballos del (bando) verde y del blanco, y a los conductores
Claro y Félix y Prímulo y Romano que los mates y los estrelles y
no les dejes aliento vital.”

Dignos de n o tarse son el cambio de ae en e (dem on), el acusativo


con ex, en tanto que la ú ltim a palabra, lerinquas (por relinquas) se
ha enredado m alam ente los p ie s .2
Por últim o podem os m encionar los testim onios explícitos sobre
el latín “vulgar” e “incorrecto” debidos a los gram áticos y autores
de glosarios: p. ej. en la A ppendix Probi, así llam ada p o r hallarse
unida a u n m anuscrito de los In stitu ta A rtium , atribuidos al gra­
m ático Probo. E stas notas acerca de e rro res corrientes de p ro n u n ­
ciación fueron redactadas probablem ente en el p rim e r tercio del
siglo XV d. C. Muy posteriores son las glosas de R eichenau (siglo viii
o ix ), que explican palabras latinas de época an terio r en la lengua
usual (p. ej. binas = duas et duas; pulcra = bella; oppidis = castellis
vel civitatibus; sem el = una vice). El enciclopédico Isidoro de Sevi­
lla (siglo vu) cita tam bién térm inos a los que pone la etiqueta vulgo:
p. ej. “fimus, id est stercus quod vulgo laetam en v o catu r” (17, 2, 3);
“caulis... qui vulgo thyrsus d icitu r” (cf. tursus “tro ch o ”, préstam o
griego del latín vulgar, que ha dejado restos en ro m an ce). O casional­
m ente la pronunciación contem poránea es denunciada p o r una falsa
etimología: p. ej. “tónica” (= tunica) vestis antiquissim a appellata
quia in m otu incedentis sonum facit, tonus enim sonus e st” (19,
22, 16).
2. E s ta s m e tá te s is s o n u n fe n ó m e n o f re c u e n te en el la tín v u lg a r: p. e j.
it. padule < palude, sudicio < sucidus, e t c .
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 159

Partien d o de estas fuentes los estudiosos h an podido catalogar


algunos de los cam bios experim entados p o r el latín durante el p e ­
ríodo de transición que precedió al su rg ir de las lenguas rom ances.

F o n é t ic a

Acentuación

Hay acuerdo general respecto a la n aturaleza intensiva del acen­


to en latín vulgar, acento que en la m ayor p a rte de los casos inci­
d ía en la m ism a sílaba que en el latín clásico. Excepciones son los
casos que encierran hiatos periclitados como -te- en palabras del
tipo parlètem . La semivocal se consonantizó y el acento se tra n s ­
firió a la vocal siguiente, paryétem . Las vocales en silaba penúltim a
an te grupos consonánticos term inados en - r - a tra je ro n el acento,
de m odo que el clásico ténebrae se pronunció tenébrae en latín v u l­
gar; de m odo sim ilar integrum pasó a in tég ru (m ).

Vocales

La m ás im p o rtan te modificación que experim entó el sistem a vo­


cálico en latín vulgar fue la elim inación de las distinciones fonológi­
cas basadas en la cantidad, que eran u n rasgo fundam ental del latín
clásico (p. ej. m iser a m /m ise r am ). En el latín vulgar todas las vo­
cales acentuadas p asaron a ser largas y todas las átonas breves.
Que las vocales tónicas originariam ente breves se alargaron aparece
claro inter alia p o r el exam en de su tratam ien to en rom ance: así, el
resultado francés, español e italiano de focum m u estra diptongación
(feu, fuego, fuoco, lat. vulg. fo cu m ). De m odo sim ilar p éde(m ) a p a ­
rece como pied, piede. La p rim era q uiebra del antiguo sistem a de
distinciones basadas esencialm ente en la cantidad se produjo c u a n ­
do las vocales largas recibieron u n a pronunciación m ás cerrada que
sus equivalentes breves: fldus [fidus] pero fid e s [fides]. En co n ­
secuencia, cuando el sistem a evolucionó de m odo que todas las vo­
cales acentuadas p asaro n a largas y todas las no acentuadas a b r e ­
ves, las diferencias de cualidad vocálica p asaro n a ser la base de las
distinciones fonológicas. El nuevo sistem a com prendía nueve voca­
les de tim b re diferente, [e], [ ç ] , [i], [ j ] , [o], [ρ], [u ], [ y ] y [a ],
no habiendo distinción de tim b re en tre ä y á. Todo este sistem a se
conservó, al m enos en las sílabas acentuadas, en p artes aisladas del
territo rio rom ánico (Dacia y algunas zonas dialectales de Cerdeña).
En el resto del m ism o se in tro d u jo u n a simplificación consistente en
160 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

la convergencia de [o] y [y ] y de [e] e [j] (véase in f r a ) . Este sis­


tem a m ás sencillo fue la base del rom ance continental occidental
Los tres estadios pueden represen tarse así:
lat. clás. ä ê ë i i Ö Ö Ü ii

lat. vulg. primit. a e e Í ? <? o y, u


\ / ■ \/
rom. cont. occ. a e e i Q 0 u

Es difícil d ar u n a fecha precisa de la aparición del nuevo sistem a.


Sucede, en efecto, que las fechas de los prim eros testim onios docu­
m entales de los cam bios p articu lares de la can tid ad vocálica varían
de caso a caso. Ahora bien, es verosím il que el sistem a haya cam ­
biado com o un todo y que el proceso gradual haya ido afectando
sim ultáneam ente a tod o s los com ponentes del sistem a fonológico.
Los cambios expuestos se reflejan en los textos e inscripciones que
poseemos a través de las confusiones ortográficas que interpretam os
con arreglo aÎ principio de que los sím bolos de los sonidos no son
intercam biables si no tienen u n valor igual o m uy sem ejante. Al
hacerlo así debem os ten er en cuenta que el alfabeto latino no d is­
tinguía de m odo general entre vocales largas y breves. En conse­
cuencia, un único signo e tenía, en la época que nos interesa, dos
valores: [e] de ë y [ç] de I. De m odo sim ilar, i podía rep resen tar
[i] de í y [e] de i. Esto significa que cuando u n a p ersona deficiente­
m ente instruida se veía fren te a la ta re a de n o ta r gráficam ente su
propia pronunciación [e] podía em plear e o i. E ncontram os así gra­
fías como sebe p o r sïbï, y ficit p o r fécit. Los ejem plos que siguen de
grafía no tradicional en los que se reflejan cam bios de pronunciación
van agrupados b ajo rú b ricas que rep resen tan los sonidos clásicos
(p. ej. e X i) a p a rtir de los que se inició el proceso.
ë Xi
posuiru (= posuerunt), minsibus (= mënsibus), filix, crudilitas;
sene (= sine), menus (= minus), frecare, elud, elo, semul, enitio,
trebuni.
é X ae
La pronunciación abierta de é está atestiguada por la grafía ae,
diptongo que había dado [ç] (véase infra) : baene, maerenti, daeder
(= deder(unt)).
öXü
annus = annos, cognusco, nubis, tonecas = tunicas.
norus = nurus, con — cum, alonnus — alumnus; cf. “coluber non
colober", Appendix Probi.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 161

Una fo rm a com o fru n te p o r fro n te no puede explicarse en


p u ra fonética. Es seguram ente analógica, b asad a en el nom inativo
frö (n )s > früs.
Tam bién los diptongos experim entaron im p o rtan tes alteraciones.
Ya hem os visto m ás a rrib a que en ciertas áre a s dialectales ru rales
ae se había m onoptongado en e. E ste proceso de m onoptongación
se hizo general en latin a p a rtir de las sílabas no acentuadas en épo­
ca republicana y se extendió a las tónicas en el siglo x d. C. El cam ­
bio está atestiguado p o r grafías que in tercam bian äe y e: baene,
daeder(un t), braevis, etc.; que = quae, precepto, etc. T am bién oe
pasó a e: penam p o r poenam , am enus p o r amoenus. P o r su p a rte
au, a pesar de que ya h abla m onoptongado en o en ciertas áreas
dialectales ru rales latinas y en los dialectos itálicos de la Italia sep­
ten trio n al y central, se conservó en el latín vulgar; aún hoy so b re­
vive en rum ano (aur < auru m ). En italiano la diferencia en tre luogo
y oro m u e stra que el paso de ö a uo tuvo que haberse com pletado
antes del cam bio au > ó. El testim onio del español y del francés
apoya la conclusión de que en latín vulgar au se conservó y d e que
su m onoptongación tuvo lugar separadam ente en las diversas len­
guas rom ances.
E n sílaba no acentuada las vocales ten d iero n a ser inestables o a
desaparecer p o r com pleto. La síncopa fue especialm ente frecuente
en las sílabas que seguían al acento. M uchos de los lemas d e la
A ppendix Probi atestiguan ta l fenóm eno: speculum non speclpm ,
vetulus non veclus, tabula n on tabla, cf. los ejem plos epigráficos
dulcisma, vetrani, Caesri. E n sílaba final, si b ien habla incertidum -
bres en el tim b re (o X u y e X i), las vocales se conservaron hasta
u n a época m uy p o sterio r a la fragm entación del rom ance com ún.
Q ueda alu d ir a los cam bios experim entados p o r i y u e n hiato tra s
consonante. Que tales sonidos tenían ocasionalm ente valor conso-
nántico au n en latín arcaico es evidente a la v ista de la escansión
de palabras com o dorm io, facias, abiete, etc. E sta pronunciación
se hizo general en época im perial. El alfabeto no ten ía ningún sig­
no especial p a ra n o ta r esta [ j] , pero el cam bio está atestiguado por
grafías com o abalenare, quetus. En posición inicial e intervocálica
la [j] consonántica se convirtió p rim ero en u n a esp iran te con valor
de j y luego dio u n a africada [d j] o [d g ], sonido que recibe n o ta ­
ciones varias com o z (Zanuarius, Zoviano), s (S u stu s = lu stu s), di
(codiugi = coniugi), gi (congiugi) o sim plem ente g (Troge = Troiae).
E ste m ism o sonido vino a ser el resu ltad o final de lo s grupos de,
di, ge, gi (véase in fra ). La u p o stconsonántica ten ía tam bién un valor
no silábico en el latín de la poesía (p. ej. quattuor disilábico en E n­
n io), y esta pronunciación esporádica anticipó su generalización en
el latín vulgar. Tam bién en este caso el valor consonántico está im -
162 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

plícito en form as de la A ppendix Probi (jebrarius) y de las in s­


cripciones (quattor, lanarius, etc.).

Consonantes

En la modificación del sistem a consonántico son de n o ta r como


pu n to s principales:
1. El paso de b intervocálica a u n a bilabial fricativa [ß], id én ­
tica en su pronunciación a la v consonantica (de ah í grafías com o
cuuiculo por cubiculo, y las grafías inversas de b p o r v: unibersis,
cibitatis, b ixit).
2. La palatalización (yodización). Ante vocal el grupo ti pasó a
ty, que a p a rtir del siglo n d. C. se convirtió en ts, según testim onian
grafías como Vincentza, sapiensie, tersiu, e tc .3 La palatalización de c
tuvo lugar m ucho m ás tarde, no habiendo testim onios inequívocos
h a sta el siglo vx. En el latín clásico este sonido e ra pronunciado como
[k ] oclusiva en todas las posiciones. Ante i, y algo m ás ta rd e ta m ­
bién ante i y e, la consonante se palatalizó, y u n sonido de tra n si­
ción dio lugar a [k j]. El siguiente estadio que se p o stu la es [ tj],
que —ál igual que ya vimos antes— pasó a ts, m anifestándose la
convergencia de ci y ti en las confusiones ortográficas: nuncius,
amicicia, tercium , nacione y conditio, solatium , in tcitam ento parece
im plicar u n a pronunciación africada [ts] o [ t / ] , pero el tratam ien to
varía en las distintas partes del territo rio rom ánico. M erece no tarse
que los dialectos m ás arcaicos del sardo h an perm anecido inm unes
a esta palatalización.
g tam bién se palatalizó ante una vocal anterior, produciendo un
sonido que se hizo igual al de i; de ahí las grafías inversas como
gi, etc., ya reseñadas. En posición intervocálica, precediendo al acen­
to, la fricativa palatal (evidente en septuazinta) fue elim inada: M e n ­
ta, Agrientum , quarranta (= quadraginta). A nte -m este sonido se
labializó: fraum enta, sauma, cf. “pegm a n on peum a” (App. Probi).
3. Las oclusivas sordas intervocálicas se sonorizaron en rom an­
ce occidental: logus, tridicum, fegit, quodannis. El fenóm eno se d ata
a p a rtir del siglo v.
4. La b intervocálica pasó a fricativa bilabial, según se ve p o r
la frecuente confusión de & y v: “plebes non plevis, tabes non tavis”
(App. Probi).

3. Un fenómeno paralelo es el desarrollo di > dy > dz, sonido representado


por la grafía z (cf. Isidoro: “solent Itali dicere oze pro hodie”): zes = dies,
oze = hodie, Ziomedes, etc.
ESBOZO DE UNA HISTORIA D E ’ LA LENGUA LATINA 163

5. La m final se pro n u n ciab a débilm ente ya desde época arc ai­


ca, y hay num erosos ejem plos epigráficos de su omisión. Según el
testim onio rom ánico se p erdió en to d as las p alab ras excepto en los
m onosílabos (de ahí el fr. rien < rem ). La n final resistió m ás, y su
desaparición, que las lenguas rom ances atestiguan en todas las p a ­
labras exceptuados los m onosílabos, fue seguram ente resultado de
desarrollos independientes posterio res a la fragm entación del latín
vulgar com ún. La t final h ab ía caído tam bién en época tem prana
en algunas áreas dialectales latinas (capítulo II I ) . El latín vulgar
m u e stra la m ism a tendencia con diferencias regionales. Ejem plos
epigráficos son ama, valia, fecerum .
6. De los fenóm enos de grupo m erecen m encionarse los que si­
guen. E ntre los m uchos casos de asim ilación podem os notar el de
-n d - > -n n - (“grundio n o n grunnio”), que es atrib uido por algu­
nos a influencia osea, x (es d ecir es) se asim ila en s(s) (visit = vixit).
La equivalencia fonética de x y s (s) puede verse en grafías inversas
(“m iles non m ilex”, App. P robi). La asim ilación paralela de ps se
encuentra p o r vez p rim era en Pom peya en el siglo i (isse por ipse).
Tam bién esto tiene su paralelo en oseo y u m bro. El paso de - r s - a
-s (s ) se m anifiesta tem p ran am en te en latín dialectal y vulgar (susum ,
rusum , dossum ). En o tro s grupos consonanticos en que el segundo
elem ento e ra u n a líquida o nasal, la pronunciación se facilitaba por
la inserción de u n a vocal anaptíctica: ineritia, frater es, omines, nu-
tirices, etc. Podem os incluir tam bién en este ap artad o el desarrollo
de u n a vocal p ro tética an te s seguida de oclusiva sorda: ispose =
sponsae, iscola = schola, ispeculator, istatuam .

M o r f o l o g ía

Género

El hipotético rom ance prim itivo reco n stru id o p o r el análisis y


com paración de las lenguas ro m án icas m u e stra un sistem a nom inal
con sólo dos géneros. El proceso de elim inación del n e u tro se inició
en fecha tem prana. Casos de confusión de género han sido exam ina­
dos ya m ás arrib a. En época im perial el proceso se aceleró p o r la
elim inación de la m ayoría de las distinciones fonéticas entre m a s­
culinos y n eu tro s de la segunda declinación. H allam os asi fatus, cae­
lus, m onim en tu s, etc. A hora bien, com o suele o c u rrir e n los p e río ­
dos de transición, la categoría que estaba d estin ad a a desaparecer
experim entó ganancias tem porales: p. ej. titulum . Sin em bargo, la
evolución fonética h abía dejado in ta c ta la m ás llam ativa de las dife­
rencias en tre los m asculinos y los n eu tro s de la segunda declinación:
164 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

m asculino -i, -ös, y n eutro -a en el nom inativo y acusativo de plural.


En general en las lenguas rom ances han prevalecido -i, -ös, pero ha
habido en el p lural extensiones de -a que conocieron el éxito: dígita
(digitus), caso en el que servía de apoyo la coherencia de u n grupo
de nom bres que denotaba p artes del cuerpo: bracchia, cubita, ge­
mía, etc. Ein o tro s casos el plural en -a fue tratado como un singu-
gular colectivo y se convirtió en la base de nuevos nom bres fem e­
ninos de la p rim era declinación: castra, gaudia, ligna, bracchia, ar­
m enta.

Declinación

La pérd id a de -m final, la débil pronunciación de -s en algunas


regiones, así com o la confusión de u y o y de i y e en sílaba final
destruyó en gran m edida la base fonética del sistem a flexional clá­
sico, según puede verse en la ta b la que sigue:

L . C. t. V. L. C. L. V. L. C. L. V.
Nom. “ä -a -US -o(s) -ÏS -e(s)
Ac. -am -a(m) -um -ofm) -em -e(m)
Gen. -ae -e -ï -i -Is -e(s)
Dat. -ae -e -ö -0 -Î -i
Abi. -ä -a -Ô -0 -e -e

A estas fuerzas p ertu rb ad o ras podem os añadir la evolución de


lo sintáctico, que desde época tem prana había creado giros p rep o ­
sicionales como sustitutivos de las sim ples form as casuales (p. ej.
ad con acusativo en lugar del dativo; véase infra). La consecuencia
de estos cam bios fue que a m ediados del siglo viii las declinaciones
latinas se habían quedado reducidas a un sistem a de dos casos.

Prim era declinación

Estos nom bres se vieron increm entados por una tendencia ge­
neral hacia u n a caracterización m ás clara del género. Así, los fem e­
ninos en -u s depusieron su engañoso atuendo: nura, socra. Hubo
incorporaciones sim ilares procedentes de otros tipos: coniuga,
sacerda (por sacerdos), nepta, tempesta. Los préstam os neutros
griegos en -m a fueron tam bién adscritos a esta clase, como lo fue­
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 165

ro n asim ism o ciertos nom bres griegos de la tercera declinación que


los rom anos ad ap taro n a través de la form a del acusativo: hebdo­
mada, lampada.
P o r lo que m ira a la flexión, cabe señalar que el genitivo sin ­
gular presen ta u n a variedad de form as: -ae o -e, -as, y -aes o -es
(villaes, Quintiliaes, Prisces, sues, secundes, liberates), en las que la
-s puede deberse sea a la influencia de la te rc e ra declinación, sea
a la de la term inación itálica -as (conservada tam bién en paterfam i­
lias). Los dativos y ablativos como fem inabus, filiabus siguen el
ejem plo de deabus, pero h an sido elim inados en rom ance. Un c u rio ­
so desarrollo, según parece basado en n om bres propios griegos como
Psyche, Psychenis, fue el de la declinación A nna: Annanis, m am m a:
m am m anis. Algunos m asculinos en -a recibieron la m ism a declina­
ción: scriba: *scribanis (> fr. écrivain, esp. escribano).

Segunda declinación

Tam bién aquí encontram os u n a tendencia a una caracterización


distintiva del género en los n eu tro s: vas > vasum , os > ossum . A
p esar de la elim inación del n eu tro (véase su p ra ), el p lu ral en -a so­
brevivió en la Ita lia m eridional y cen tral y en la Dacia, e incluso fue
adoptado p o r algunos nom bres m asculinos: fructa, dígita. En la
flexión encontram os aberraciones circunstanciales en las form as de
dativo y ablativo: diibus, f ilibus, alum nibus, amicibus.

Tercera declinación

La evolución fonética b o rró la distinción e n tre -es e -is. De ahí


las frecuentes confusiones que los gram áticos se esfuerzan en c o rre ­
gir: “tabes non tav is”, “suboles non subolis”, “lues no n luis”, “fa ­
m es non fam is” etc. (App. Probi).
EI nom inativo de singular experim entó frecuentes alteraciones
p o r causas analógicas: ejem plos tem pranos son lovis, bovis, lacle.
Encontram os luego carnis y stirpis. La A ppendix Probi corrige una
form a gruis, y suis es utilizado p o r Prudencio. Tales nom inativos
establecían u n sistem a parisilábico. El proceso inverso se ve en las
form as orbs y nubs p ro scritas p o r la Appendix.
Tam bién en esta declinación los n eu tro s p asaro n a m asculinos
(frigorem , p e d o re m , roborem ). A hora bien, tam bién surgieron n u e ­
vos neutros : cinus p o r cinis, cineris, y u n *pulvus que viene exigido
p o r form as rom ances com o esp. polvo. La nivelación analógica h a­
b ía afectado ya en época tem p ran a al tipo flexional sanguis, san-
166 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

guinis y h abía creado un nom inativo sanguen. En época p o sterio r


vemos el proceso inverso en el nom inativo poliis p o r pollen. Un
nuevo nom inativo glandis sustituyó a glans (véase supra) y en ­
tonces se creó u n nuevo tem a (glandinis) com parable a lendis, len-
dinis.
En el resto de la flexión podem os n o ta r que en el ablativo singu­
lar -ë prevalece sobre -i, y en él acusativo p lu ral -ës sobre -ts. Los
genitivos de p lu ral del tipo om niorum , parentaliorum e stá n basados
sobre el nom. y ac. omnia, parentalia, en ta n to que m ensis se m ues­
tra voluble presentando m ensorum o m enserum según su fra la a tra c ­
ción de annorum o la de dierum.
Las declinaciones cu arta y quin ta fueron ab sorbidas respectiva­
m ente por la segunda y la prim era. Tam bién este proceso había te ­
nido un tem prano origen (senati); en época m á s ta rd ía las in scrip ­
ciones presentan frecuentem ente form as com o portico, mano, in­
troito, sum ptis, spirito, etc. En la quin ta declinación los dobletes ya
existentes como materies, materia facilitaron la tran sfo rm ació n de
palabras com o glacia, facia, *rabia, spes y res p asaro n a la tercera
declinación, si bien p ara spes había tam bién u n tem a con -n - en los
casos oblicuos: spes, spenem (cf. supra, p rim era declinación).

Adjetivos

Tam bién en este apartado hallam os u n a tendencia a la caracteri­


zación distintiva de los géneros. La A ppendix Probi, p o r ejem plo,
condena las form as paupera, acrum, tristus, tetrus (= taeter). F o r­
m as del m ism o tipo son gracilus, sublim us, praecoca.
P a ra la expresión de los grados de com paración el rom ance u ti­
liza las form as analíticas con magis o plus según las regiones (véase
in fra ). Los inicios del proceso de sustitución pueden rastre a rse h as­
ta épocas m uy antiguas del latín, al e sta r com parativos y su p erlati­
vos particularm ente sujetos a la tendencia popular a la hipercarac-
terización: p. ej. magis maiores (Plauto). Tal clase de pleonasm os
se hizo crecientem ente frecuente en la lengua vulgar de la época
tardía, en la que podemos observar form as con doble sufijo com o
proxim ior, extremior, pessim issim us, m inim issim us, e incluso las
com binaciones plus magis y magis plus, magis m agisque amplius.
El tipo m iserrim a se regulariza con la fo rm a m iserissim a, cf. in -
tegrissima. Nótense tam bién iuvenior y pientissim us.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 167

Pronom bres

M erecen su b rayarse el uso indiscrim inado de hic, ille e iste, el


empleo de ipse como pro n o m b re anafórico en lugar de is, y la re ­
ducción de Ule a la condición de artículo definido y la de unus a la
de indefinido, cuius y cui continúan influyendo en la declinación de
los dem ás p ronom bres: ipsuius, illui (para las form as anteriores
véanse pp. 255 s.). P a ra el dativo singular fem enino se encuentran
form as com o illae e illaei. Los dem ostrativos se refuerzan con el p re ­
fijo ecce; de ahí el francés cet < ecce istum . Sobre ipsim us, form a
enfática de ipse, véase p. 156.
Los pronom bres proporcionan u n in teresan te ejem plo de la cons­
tan te renovación de los elem entos de la lengua. Ya en época p re ­
histórica el latín hab ía reforzado los dem ostrativos uniendo dos
tem as distintos: *ol-se, is-te (véanse pp. 255 s.). E sta tendencia su b ­
siste en el uso de los escritores tardíos, que com binan los dem o stra­
tivo: is ipse, ipse ille.
Los adverbios y preposiciones p articip an tam bién de esta ten d e n ­
cia hacia form as m ás plenas. A bundan los com puestos como abante,
ab intus, de contra, in ante, etc., y a m enudo se los em plea como
preposiciones. Preposiciones com puestas son de post, de super, de
inter. Tam bién giros preposicionales funcionan como preposiciones:
“per girum ipsius colliculi”, “in giro parietes ecclesiae”, “de latus
m ontem ”, “de latus casa” (Per. A eth.).

Verbos

La confusion de deponente y activo continúa: sequis (cf. loquis,


P etro n io ), conarit, deprecebat, m iraret; pero doleatur, dubitam ur,
vetor, obitus sum , iuvantur (m odelado sobre auxilior, opitulor). Las
form as de pasiva con -r h a n desaparecido en rom ance, en el que
han sido sustituidas por p erífrasis del p articipio de perfecto con el
verbo “s e r” (am atur y a m atus est), o por expresiones reflexivas.
Ambos procedim ientos de sustitución están p resentes en el latín
vulgar. Los giros reflexivos son p articu larm en te frecuentes en la te r­
cera persona cuando el su jeto es u n a cosa, estando la raíz del p ro ­
ceso en personificaciones com o “M yrina quae Sebastopolis se vocat”
(Plinio, N. H., 5, 121). En ocasiones las construcciones reflexiva y
pasiva se contam inan: se extinguitur.
La tendencia a la confusión en tre las clases de conjugación del
tem a de presente continúa actuando (véase su p ra sobre sonëre, to-
168 INTRODUCCIÓN AL LATIN

nére, fulgére, fe n e r e , e tc .). Ahora bien, m ien tras que antes la terce ra
conjugación había experim entado pérd id as en favor de la segunda,
ahora el proceso se invierte y los cam bios ejem plificados p o r lugunt,
;p endunt, m iscère y ridère vinieron a desem bocar en la elim inación
del tipo en -ëre en algunas ram as del rom ance, si bien fue el triu n ­
fante en Hispania. A dviértase, sin em bargo, que la lingüística com pa­
rativa rom ánica exige p ostular *sapëre (basado en el perfecto sapui)
y *cadëre. El segundo puede ser debido a la influencia de iacëre,
pero p ara este verbo las inscripciones atestiguan iacio y iacis. É stas
podrían, naturalm ente, ser variantes fonéticas debidas a la confusión
de e e i como en iubis, pero el paso a la c u a rta conjugación es evi­
d ente en doliens, libiens y en florivit, florire, m ien tras que doleunt
parece ser una grafía de doliunt. La c u a rta conjugación recibe ta m ­
bién nuevos m iem bros procedentes de la tercera: disciunt, serpio,
*lucire, gemire.
O riginariam ente las desinencias eran suficientes p a ra indicar la
persona, y los pronom bres ego, tu, etc., se utilizaban con finalidad
enfática. En la lengua popular su empleo se hizo h ab itual y su fu e r­
za se debilitó, de m odo que acabaron reducidos a la condición de
prefijos: j ’aime, tu aimes, il aime.
En las desinencias personales la evolución fonética pro d u jo la
p érdida de i en hiato (-io > -o, -iu n t > -u n t) y la elim inación de
diferencias en la pronunciación en tre -ës e -is o -et e -it en posi­
ción átona. La Peregrinatio Aetheriae m u estra preferencia p o r la
grafía contiget, benedicet, colliget, prendet. Las correspondientes
form as del plural ponent, tendent, vadent, tollent, reponent no pue­
den, naturalm ente, ser equivalentes fonéticos del correcto -unt. A
la vista del hecho de que la segunda conjugación e stab a m uriendo
en el latín vulgar p odría pensarse que la preferencia de E teria era
la reacción de la ignorancia solícita ante el tro n a r del m aestro de
escuela: “pendent non p en d u n t”; sin em bargo, -ent h a prevalecido
en Hispania, y hay notables indicios de que E teria procedía de G a­
licia.
Pasando a los tiem pos, el im perfecto sufrió pocos cam bios y ha
sobrevivido casi intacto en rom ance, si bien -iebam > -ebam . Sin em ­
bargo, las form as en -ibam se m antuvieron tam bién a lo largo de toda,
la latinidad.
Los futuros de indicativo latinos fueron en su origen o bien fo r­
m as de subjuntivo (legam), o bien form as com puestas con el verbo
“ser” (-bo) (véanse pp. 271 s.). A través de to d a la h isto ria del latín
este tiempo se m antuvo fiel a su origen m odal (“volitivo”) : por una
parte, el fu tu ro de indicativo se usó con valor de im perativo; p o r
otra, el subjuntivo expresaba idea de futuro. T am bién en rom ance,
en el que las antiguas form as de fu tu ro h an desaparecido, su lugar
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 169

h a sido ocupado p o r p erífrasis de valor m odal: (1) facere volo,


(2) facere debeo, (3) facere habeo. En el latín tard ío encontram os
am plios testim onios de estos desarrollos: (1) se conserva en ru m a ­
no, (2) aparece en sardo, y (3) en las d em ás lenguas rom ánicas. E sta
ú ltim a construcción tenía en origen el valor de “tener q u e ” (“vallem
nos tra v ersa re h abebam us”, Per. Aeth., 2, 1), p ero los ejem plos de
significación sim plem ente fu tu r al son b a sta n te frecuentes en latín
tardío. Los tipos clásicos de las d istin tas conjugaciones se co n fu n ­
den en ocasiones: con form as de la A tellana com o dicebo, vivebo
(véase supra) podem os co m p arar, p o r ejem plo, inferevit ( = infere-
b it), en tan to que la segunda declinación hace a m enudo su fu tu ro
en -am : habeam, lugea(t).
E n el perfecto las fo rm as irregulares (“fu e rte s”) tienden a ser
reem plazadas p o r form as regulares (“débiles” ) : así praestavi a p a ­
rece en lugar de praestiti y salw i p o r salui. En el p erfecto en -v - las
form as con tractas [ N o t a 17] -asti, -astis, -arunt h abían sido siem pre
las preferid as p o r la lengua popular. O riginadas p o r la pérdida p u ­
ram en te fonética de -« --e n tre vocales iguales (delevero > delero),
el proceso se vio am pliado p o r influencias analógicas. Así en co n tra­
m os -ái (probai, calcai) so b re el m odelo de -ii. En la tercera p e r­
sona del singular las inscripciones vulgares atestiguan la form a la-
borait (conservada tam bién en antiguo s a rd o ). P ero m ás num erosos
son los ejem plos de -aut (pedicaut, trium phant, donaut, etc.), form a
d e la que proceden las term inaciones rom ánicas (itáfl. amó, amao;
p a ra ei desarrollo fonético cf. auca < avica).
De e n tre los perfectos “fu e rte s” el tip o reduplicado m u estra aún
p o der expansivo: im pendidi, edidit, prandiderit. Estas form as a n a ­
lógicas quedaron circu n scritas a tem as en d en tal (modelo credo,
credidi); en los d em ás casos las form as reduplicadas fueron eli­
m inadas, quedando dedi y ste ti com o únicos supervivientes en ro ­
m ance. El tipo con vocal larga tam b ién cede terren o : lexerit aparece
p o r lëgerit, capui p o r cëpi, etc. M ás vigoroso se m o stró el tipo en
-si, que ganó considerable terren o en el latín tardío y en rom ance
(“en latín vulgar hubo tal vez unas tre in ta o m ás form aciones n u e ­
vas”, G ran d g en t). El tipo en -ui, aunque perdió apoyo en la p rim era
y c u a rta conjugaciones, en las que e ra anóm alo, se extendió en la
segunda y tercera; este proceso puede d etectarse en época tem prana
(parcuit, Nevio; serui, E nnio). E jem plos epigráficos son reguit, co-
guit, convertuit e incluso fecuit, en ta n to que la filología rom ánica
p o stu la *bibui, lëgui, vidui, etc.
P o r lo que m ira a las inflexiones del perfecto, no hay restos en
rom ance del arcaico -ëre, ni de la fo rm a -é ru n t que predom ina en
170 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

la litera tu ra clásica. Así pues, la fo rm a con vocal breve -ëru n t que


se encuentra en los autores cóm icos tiene que haberse m antenido en
la lengua popular.

S in t a x is

Exam inarem os solam ente algunos de los rasgos m ás im p o r­


tantes.

Uso de los casos

Sobre la evolución hacia u n sistem a de dos casos véase lo ya di­


cho m ás arriba.
La tendencia que se observa ya desde P lauto a u sa r giros p re ­
posicionales en lugar de sim ples casos recibe nuevo estím ulo d e la
ruina fonética de las form as flexivas (véase p. 164) : así, ad con acu­
sativo suplantó al dativo (ad eu m dicit, ad febricitantes prosunt,
etc.). T ras la confusión de las expresiones que significaban “donde”
y “a donde” (véase infra p. 180), ad con acusativo hace tam b ién ofi­
cio de expresión locativa (“fui ad ecclesiam ”, Per. A eth.), si bien
ejem plos con nom bres de ciudades y países se encu entran ya desde
Livio (véase Sintaxis).
De modo sim ilar el sim ple ablativo es reem plazado por p e rífra ­
sis con ex, ab y de, dándose preferencia en la lengua p o p ular a la
últim a de ellas (de navibus egredi, de palatio exit, de m arm ore fac­
ta). Indluso se sustituye de este m odo al ablativo in stru m e n tal y
causal: fatigati de vigiliis, de oculis tangentes crucem , ungeatur...
de Mo oleo (Per. Aeth.). in con ablativo de lugar aparece en expre­
siones, contrariam ente al uso clásico (véase Sintaxis).
De de con ablativo en lugar del genitivo se en cu entran ejem plos
desde Plauto (dim idium de praeda); en época p o sterio r este uso
adquirió tal desarrollo que podía incluso aparecer sin u n nom bre
regente: “am pullam in qua de oleo... co n tin eb atu r” (V ita Aridii).
En los giros preposicionales había gran confusión e n tre áblativo
y acusativo (ab h o rtu (m ), con quen, cum libertos, ex donationem,
pro salutem, pro hoc ipsud, sine lesionem, a m onazontes, de hoc
ipsud, de carnem; contra ipso loco, venit in civitate sua). Ahora bien,
m uchos de estos ejem plos tienen u n a significación m eram ente o rto ­
gráfica a la vista de la pérdida de -m final.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 171

El verbo

El perfecto latino clásico tenía dos valores : aoristo (“dije”) y


perfecto (“he dicho”) . 4 La creación de u n a fo rm a p erifrástica p a ra
ex presar el “estado p resen te” com enzó tem p ran am ente —“m u lta
ho n a bene p a rta habem us”, P lauto—, pero su pleno desarrollo no
se alcanzó h asta época ta rd ía : “haec om nia p ro b atu m habem us”,
Oribasio; “episcopum in vitatum hab es”, G regorio de Tours. De las
form as no personales del verbo sólo el infinitivo de presente activo
y los particip io s de p resen te y perfecto qued aro n intactos. El supino
fue generalm ente reem plazado p o r el infinitivo, si bien ha so b re ­
vivido en rum ano. Se m o stró m ás resisten te en ciertos giros com o
do rm itu m ire, en lugar del cual los au to res ta rd ío s u tilizaron a m e ­
nudo la v ariante dorm ito vadit (cf. “reponent se d o rm ito”, A eth.).
T am bién el gerundio fue reem plazado p o r el infinitivo, aunque en el
ablativo de m odo sirvió como su stitu to del p articipio de presente
(“re d ire ... dicendo psalm os”, Per. A eth .), uso cuyo principio puede
ra stre a rse ya en P lauto (véanse pp. 320 s.). El gerundivo aparece
en latin tardío com o su stitu to del p articipio de fu tu ro pasivo. E n u n
principio era indiferente a la noción de voz (secundus = “el que si­
gue” ), y P lauto lo em plea en u n sentido que se aproxim a al d e un
participio de fu tu ro activo (“haecine ubi scibit senex, puppis pereun-
d a st p ro b e”, Epid., 73-4). T am bién en latín de época m ás tardía hay
ejem plos en que u n gerundivo com o m oriendi es equivalente a m o ri­
turi. Una vez m ás nos hallam os an te u n rasgo típico de una época
de transició n en la que u n a fo rm a m oribunda d a una p o strera se­
ñal de vida; así, recepturus es usado p o r recipiendus, y scripturas
p o r scribendas. Finalm ente, el gerundivo en nom inativo aparece
tam bién com o su stitu to del p articip io de p resente: iubandi su n t
“son provechosos” = iuvant, Oribasio. El p articipio de fu tu ro activo
es ra ro en latín vulgar, pero se u sa en giros p erifrásticos que s u sti­
tuyen al fu tu ro : redditurus sit (Per. A eth.). T am bién el participio de
p resen te aparece en perífrasis. En rom ance sobrevive com o adjetivo,
u su rp ad a su función participial p o r el gerundio. El infinitivo de p r e ­
sente pasivo y el infinitivo de perfecto h an desaparecido en ro m an ­
ce. Que el infinitivo de perfecto era u n a form a m oribunda aparece
diaro en el hecho de que los escritores tardíos lo usen a m enudo
como su stitu to del presente.
Siguen ahora algunos p u n to s notables de sintaxis de los modos.
El subjuntivo es reem plazado p o r el indicativo en m uchas co n struc­
ciones. D esde época prim itiva se en contraba el indicativo en in te rro ­

4. Sobre este p u n to véase N o ta s de lo s tr a d u c to r e s , N ota 45.


172 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

gaciones indirectas. Posteriorm ente se extiende a o tras m uchas cons­


trucciones: en oraciones consecutivas (“ecclesia valde p u lc h ra ... u t
vere digna est esse dom us Dei”, Per. A eth.); tra s cum causal (“cum
his omnes ta m excelsi su n t”) ; tra s expresiones de duda (“procul
dubium est qu o d ... perm an sit”, Greg. T.). Sin em bargo, el su b ju n ­
tivo se encuentra a su vez en lugar del indicativo clásico en varios
tipos de oración subordinada, y tiende a tran sfo rm arse en u n a m era
señal de subordinación. Lo hallam os, p o r ejem plo, tra s quod causal
(“lulia... fecit quod Ambibolus frater negligendus facere n o lu erit”,
DV 1481); en oraciones tem porales introducidas por priusquam ,
dum , etc. (“tu dum esses ad superos nem o m ihi form onsior ulla”,
DV 1373). Particularm ente característico del latín tardío es el su b ­
juntivo —si bien hay tam bién ejem plos del indicativo—, en oracio­
nes com pletivas introducidas p o r quod, quoniam, y quia tra s verbos
de decir, etc., en lugar del clásico infinitivo con acusativo.

V o c a b u l a r io

Antes de considerar las relaciones del vocabulario del latín h a ­


blado p o r el pueblo con el de la literatu ra será conveniente re c o r­
d ar una vez m ás que en latín no había u n vocabulario literario u n i­
forme. El diccionario era como un guardarropa cuyos diversos esta n ­
tes contenían atuendos verbales apropiados p a ra cada ocasión. Löfs-
ted t ha señalado que la distinción que se halla en los m anuales de
sinónim os al antiguo estilo en tre portare “llevar u n a carga pesada
o fastidiosa” y el m ás descolorido ferre no es válida. La distinción
es m ás bien de estilo. El autor del B ellum Africanum , p o r ejem plo,
emplea sarcinas in acervum comportare (69, 2), en ta n to que el es­
tricto clasicista que es César usa conferre. La m ism a relación existe
entre deportare y devehere, se reportare y se ferre. Así, las lenguas
rom ánicas con sus portare, porter, etc., han conservado la p alab ra
que podem os adscribir al genus dem issum . Lo m ism o ocu rre con
los sinónim os magnus y granáis: el Bellum A fricanum em plea gran­
de praesidium , etc., m ientras que César prefería magnus, y las len­
guas rom ánicas confirm an esta distinción (fr. grand, it. grande). No
menos ilum inadora resulta la relación entre occidere e interficere.
El prim ero de estos verbos, por su obvia conexión etim ológica con
caedo, tiene u n sentido m ás drástico, “golpear, m a ta r de u n golpe”,
frente al descolorido y eufemístico interficere, “elim inar”. Es occi­
dere e4 que predom ina en Plauto y Terencio, en Petronio, Eteria, la
Mulomedicina, Oribasio y las Defixiones, en las q u e hallam os ta m ­
bién el com puesto reforzado peroccidere (véase in fra ). R esta añ ad ir
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 173

que el rom ance h a conservado occidere (it. u ccidere), poro no inter­


ficere.
Teniendo p resente e sta distinción esencial de estilo y géneros,
podem os afirm ar que el fondo básico del vocabulario popular de co­
m ienzos del Im perio apenas diferia del del latín literario. La lengua
coloquial se caracteriza, desde luego, p o r su preferencia p o r las
expresiones d rásticas y de colores vivos, q u e con el cambio de ge­
neraciones fueron perdiendo su fuerza y p o d er enfático. Un niño que
p rim aria y constantem ente oiga la expresión “je ta ” la u sa rá con
to d a inocencia como norm al. P o r e ste proceso universal de desgas­
te lingüístico los verbos incoativos y frecuentativos latinos perdie­
ro n gradualm ente su fuerza original y acabaron sustituyendo a los
verbos sim ples de los que h abían derivado. Así, cantare, adiutare,
iactare, pensare, saltare son los únicos que sobreviven en rom ance:
fr. chanter, aider, jeter, penser, sauter.
Tam bién de gran im p o rtan cia con vistas al rom ance son los in­
coativos en -éscere e -iscere (canescere, virlscere, florescere, dor-
m iscere). U na m anifestación m ás d e la co n stan te búsqueda de
fuerza expresiva que caracteriza a la lengua pop u lar es su prefe­
rencia p o r las p alab ras d e fo rm a m á s plena. Según puso de relieve
W ackernagel, el im perativo de scire es scito, n o sci. Del m ism o modo
en la Biblia latin a esto se u sa en lugar de es, y vade asum e las fun­
ciones de i, m ientras que sí hallam os el p lu ral ite y nunca vadite.
T am bién en el indicativo vadis, vadit desplazan a is, it, en ta n to que
en el plu ral u n a gram ática que re g istra ra solam ente las form as de
m ayor frecuencia conjugaría vadam, vadas, vadat, eamus, eatis, va­
dant. Muy parecidas observaciones se h an hecho acerca del uso del
verbo “ir ” en o tro s au to res “vulgares” : las form as m onosilábicas
son evitadas, apareciendo en su lugar las correspondientes d e vade-
re y ambulare. Del m ism o m odo diu cede an te expresiones como
longo tem pore, to t y quot ante ta n ti y quanti, vir ante hom o, etc.
EI grado de esta aversión hacia las p alab ras de escaso cuerpo lo
revela una interesante observación q u e h a hecho Löfstedt: el escri­
to r m édico Teodoro Prisciano al d escrib ir el tratam iento que se
h a de aplicar a los pacientes u sa norm alm en te el p resente (nutrió,
concedo, etc.), p ero cuando h a de em plear el verbo “d ar” usa el
fu tu ro dabo p a ra evitar el m onosilábico do. Una im p o rtan te con­
secuencia de esta p referencia p o r las p alab ras de m ayor volum en
fue el predom inio que adquirieron los verbos com puestos so bre sus
correspondientes simples. U n ejem plo típico es la elim inación de edo
(que en cualquier caso su fría el handicap d e su conjugación anó­
m ala edo, ës, ëst) en favor de com edo, al que originariam ente su
prefijo daba u n valor perfectivo “com er to talm en te”. Los que siguen
son unos pocos de los num erosos ejem plos d e la preferencia p o r los
174 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

verbos com puestos que se da en el latín vulgar: pertransire, perexi-


re, perconfirm are, disseparare, perdiscoperire, conducere, expandere.
En los nom bres y adjetivos la preferencia de la lengua popular por
las m ás plenas y expresivas form as dim inutivas y sus reflejos en
el vocabulario de las lenguas rom ances h an sido ya exam inadas. Al­
gunos ejem plos son: avicellus (oiseau), soliculus (soleil), genucu-
lu m (genou), agnellus (agneau), cultellus (couteau), vetulus, re d u ­
cido a vetius y pronunciado veclus (it. vecchio, fr. vieux, esp. viejo).
El vocabulario del latín vulgar y de las lenguas rom ánicas ofrece
otros m uchos ejem plos de elim inación de p alab ras usuales que eran
lugares com unes de la lengua refinada en favor de equivalentes de
m arcados colores procedentes de las jergas. La p alab ra testa, por
ejem plo, “cán taro de b a rro ” se usó en sentido traslaticio por V arrón
y Cicerón con el significado de “concha”. M ás ta rd e aparece con el
de “calavera” y acabó p o r convertirse en el térm in o norm al p a ra
significar “cabeza” (fr. tête, etc.). Un pasaje del escrito r de atelanas
Pom ponio (179) da una p ista sobre la clase de contexto (“te voy a
p a rtir la m ollera”) en que este cam bio de significado se p ro dujo:
“iam istam calvam colapis com m inuissem testatim tib i”, donde tes­
ta tim = “en pedazos”. De modo sim ilar bucca “m ejilla (hinchada) ”
(cf. “puls in buccam veniet”, Pom ponio) se u sa eventualm ente con
el sentido de “boca” (cf. “quod in buccam venerit scrib ito ”, Cic., Ad
Att., 1, 12, 4); en varios dialectos rom ánicos encontram os descen­
dientes de otros equivalentes dotados de sim ilar fuerza: gula, gur­
ges, gurga. spatula “pala” se empleó p a ra designar la paletilla del
cerdo y de ahí pasó a hacerse habitual p a ra designar la espalda (cf.
épaule, etc .). Como casos paralólos de este tip o de generalización de
significado en palabras que se referían estrictam en te a anim ales
(cf. el empleo en argot alem án de fressen p o r essen) podem os citar
gam ba (del gr. καμπή), que era el térm ino técnico p a ra designar
la articulación de la p ata trasera del caballo. El significado ro m án i­
co de “pierna” (jam be) aparece en u n a glosa: crura: gambe, tibie
(CGIL, V, 495). Tam bién perna, en sentido estricto “p iern a de cerdo”,
aparece en el esp. pierna, port, perna. Expresiones llenas de fuerza
se encuentran tam bién en los verbos que se refieren a actividades
com unes; p. ej. “h ablar” (garrire, garrulare, fabulari, parabolare);
o tra palab ra llena de expresividad perteneciente a este grupo, m u tti­
re, se basa en m u ttu m (usado en la expresión m u ttu m nu llu m “ ¡ni
u n gruñido !”), que es el antepasado del fr. m ot; “b u scar” (circare,
chercher); “com er” (manducare, pappare, cf. CGL, V, 525, 15; “u t
dicam us infantibus papa” , i. e. m anduca); “m a rc h a r”, “p a rtir” (sa­
lire); “llegar, acercarse” (se plicare, cf. esp. llegar); “a p u ra r” (ad­
densare). m ittere y conicere desem peñan las funciones de ponere y
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 175

locare, en tan to que eicere5 llega a significar sim plem ente “saca r”.
Una com adrona in stru id a en el latín clásico se q uedaría sorprendida
ante el consejo q u e le d a Sorano; m as su foras eiciat significa sim ­
plem ente “que saque al niño” y no “que lo a rro je fuera” .
La búsqueda de fuerza expresiva se refleja tam bién en las ex p re­
siones pleonásticas (véase su p ra p. 83) : par idem , om nes universi
ceteri alii, om ne to tu m , am bo duo, singulis diebus cottidie, su rsu m
ascendere, intus penetrare, ante praeparatus, am plius augmentare, e
incluso m uliebria fem inarum . La m ism a tendencia produce adver­
bios, conjunciones y preposiciones dobles: tu m deinde, itaque ergo,
ergo igitur, deinde postea, paene vix, ita sic, sic taliter, u t quia, nec
non etiam et.
Ciertos rasgos característicos del latín tard ío m encionados en
el análisis que precede, algunos de los cuales sobreviven en ro m a n ­
ce, e stá n tam bién atestiguados en el latín arcaico, pero están au sen­
tes de la lengua de los autores clásicos. E ste fenóm eno d e la “laguna
clásica” fue exam inado hace ya largo tiem po p o r F. M arx, fabulari,
p o r ejem plo, según vim os en el capítulo IV, fue usado de m odo
constante p o r los au to res de la com edia como térm ino coloquial p o r
dicere. Fue evitado p o r C ésar y Cicerón, pero que perm aneció de
m odo con stan te en la lengua coloquial parece evidente p o r el hecho
de sobrevivir actualm ente en el esp. hablar. O tra p alab ra española,
m ozo (port, m oço), deriva de m usteus, siendo m u stu s u n a p alab ra
rú stica qu e significaba “nuevo, fresco”; Catón la aplica a un joven
cordero y Nevio a u n a m uchacha (virgo). Sin em bargo, la lengua
clásica conoce sólo el m u stu m sustantivado, “m o sto ”. E n tre las p r i­
m eras palab ras griegas que e n tra ro n en la lengua popular estab a
campsare, térm in o náutico que significaba “d o b lar u n cabo”, etc.
(véase p. 88). Aparece en Ennio, pero se pierd e de vista hasta re ­
aparecer m uchos siglos después en la Peregrinatio Aetheriae, con
u n ligero cam bio de significado, “cam biar de ru m b o ”; la evolución
sem ántica es evidentem ente “d oblar (un cabo, e tc .)” > “cam biar de
ru m b o ” (cf. CGL, IV, 227, 38: “deverticulum , ubi cam satu r”) . La
p alab ra sobrevive en el it. cansare. Löfstedt, que ha exam inado öl
tem a m ás recientem ente, hace n o ta r que el adjetivo canutus se halla
en u n fragm ento de P lauto p a ra reaparecer en el latín tard ío en los
A cta Andreae et M atthiae y sobrevive en el it. canuto, etc. Minaciae,
que es plautino, reaparece en el Liber ad G regoriam (siglo v) y es el
antepasado de fr. m enace e it. minacci. La ausencia de tales palabras
de los tex to s clásicos —excepto en la m edida en que pueda explicar­
se p o r lo reducido d e la gam a objetiva cu b ierta p o r la literatu ra c lá ­
sica, que no h ab ría hallado ocasión d e em plear ciertas palabras—

5. V éase supra p. 154.


176 INTRODUCCIÓN AL LATIN

puede achacarse a su puntillosidad p u rista en m aterias lingüísticas,


a esa elegantia y evitación de rusticitas que hem os exam inado en el
capítulo precedente. Y así u n a p an talla selectiva se interpone entre
el observador m oderno y la lengua viva. M ás tard e se abrieron vanos
en esta pantalla, pero nunca fue rem ovida del todo, de m odo que gran
p a rte del latín hablado quedó oculto de vistas h a sta em erger en las
lenguas rom ánicas.
Más difícil de explicar es la aparente p a ra d o ja de que m uchos
“vulgarism os” aparezcan en la lengua de los poetas. El pleonástico
nec non et, p o r ejemplo, es frecuente, especialm ente en la lengua
vulgar tardía. Hay ejem plos en V arrón, p ero es significativo que la
expresión aparezca m ucho m ás frecuentem ente en el De re rustica
que en el De lingua latina, de m ás elevadas pretensiones estilísticas.
P ero hay ejem plos tam bién en Virgilio, Lucano, Estacio y en otros
poetas. P o r o tra parte, los singulares colectivos com o m iles son un
giro frecuente en los poetas augústeos y posterio res y en la p ro sa de
colorido poético de Livio y Tácito. En el o tro platillo de la balanza
podem os pon er ejem plos de la M ulom edicina Chironis y de la Pere­
grinatio Aetheriae, p o r citar sólo dos fuentes de la latinidad vulgar.
En el uso del dativo podemos observar coincidencias sim ilares de las
dos esferas. Dativos adnom inales del tipo del m iseris velam ina nau­
tis de Virgilio y del m inistros bello, seditioni duces de T ácito son
paralelos al satui sem en de Catón, y los d ato s del rom ance m ues­
tra n que este uso pervivió en la lengua popular. El llam ado “dativo
sim patético” es tam bién u n rasgo característico del latín p o p ular que
puede observarse en Plauto, en las p artes dialogadas de P etronio y
en las fuentes tard ías del latín vulgar. Y, sin em bargo, es tam bién
u n giro favorito de los poetas augústeos. Del em pleo adverbial del
adjetivo predicativo hemos citado ya u n ejem plo coloquial de las
ca rta s de Cicerón (nullus tu quidem d o m u m ) y e stá atestiguado
todo a lo largo de la historia del latín coloquial desde P lauto (is
nullus venit, citus e cuneis exsilit, etc.), h a sta ejem plos tard ío s como
festinus v e n it. (Vitae Patrum ). Pero los poetas p ro p orcionan una
serie de ejem plos no menos llam ativa: citi... venim us (Livio A ndro­
nico) ; solvite vela citi (Virgilio).
La explicación del fenómeno está ap u n tad a p o r la observación
de que el “dativo sim patético” tiene u n m ayor calor y un carácter
m ás íntim o que la correspondiente construcción con genitivo; la
explicación es, en resum en, que las coincidencias d e uso en polos
estilísticos opuestos tienen raíces psicológicas com unes. B ajo el estí­
m ulo de la situación personal, el hablante, liberándose de la lógica,
m oviéndose m ás en el terreno de la alusión y de la elipsis que en el
de la precisión explícita, echa m ano de estos m odos de expresión
llenos de vida y de calor, de colorido y em otividad, que no resultan
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 177

m enos apropiados a la poesía. Las expresiones p opulares fueron sin


lugar a du d a u n artificio consciente en cierto s géneros poéticos
(p. ej. uni, culus, verpa, futuere, n u m m i = pecunia en Catulo, y fe­
nóm enos sim ilares en las Sátiras de H o racio ), p ero a u n a poesía ta n
estu d iad a en sus técnicas com o la de los augústeos no pueden ach a ­
cársele “vulgarism os” , al igual que a la p ro sa de T ácito con su
perm anente b ú squeda de la σεμνότης. En n u estro s análisis estilísti­
cos hem os de p rescin d ir de la oposición “arcaico-poético”. Lo m is­
m o cabe decir acerca de la “vulgar-arcaico” . Con frecuencia los
dialectos rústicos conservan en el uso com ún m uchos térm inos d e ­
saparecidos m ucho tiem po antes de la lengua están d ar. Un jardinero
del Cheshire m e advirtió u n a vez que m i tie rra exhausta necesitaba
“trench-delving” (“ser cavada en su rco s”) , utilizando u n a p alab ra
que yo conocía antes soflámente p o r tex to s poéticos (“the deep-
delved e a rth ”). E ran sin d u d a ejem plos de e sta clase los que p ro ­
vocaban la observación de C icerón: “ru stica vox e t agrestis quosdam
delectat, quo m agis a n tiq u itatem si ita sonet, eorum serm o retin ere
v id eatu r” (De or., 3, 11, 42). Tales rasgos deben su inclusion en la
poesía elevada y en la p ro sa solem ne a esta cualidad d e la a n tiqui­
tas. Las leyes de los géneros exigirían la rígida exclusión de todo lo
que fu era “rústico” o “vulgar”.
El latín vulgar que hem os som eram ente caracterizado en el a n á ­
lisis que precede fue llevado p o r los soldados, adm inistradores, co­
lonos y com erciantes rom anos a las diversas p a rte s de su creciente
Im perio. Sicilia, Cerdeña, Córcega, D alm acia y las costas orientales
y meridionalles de E spaña estab an ya som etidas al dom inio rom ano
hacia fines del siglo n i a. C., y la expansión continuó h a sta que con
la co n quista d e la Dacia p o r T rajan o el Im perio R om ano alcanzó su
extensión m áxim a, incluyendo B ritannia en el confín de Occidente y
los reinos helenísticos en el oriental, con el R in y el Danubio com o
fro n te ra norte. El im pacto del latín sobre los pueblos indígenas de
esta vasta á re a varió según el grado d e civilización p o r ellos alcan­
zado. H ablando en térm in o s generales puede decirse que en las r e ­
giones en que la lengua y civilización griegas habían echado raíces
firm es el latín tuvo escasa penetración (véase in f r a ) . E n el occidente,
en cam bio, los nativos sucum bieron an te la cu ltu ra y genio o rg a­
nizador de sus nuevos señores no en m enor grado que ante su su p e ­
rio r técnica m ilitar. La consecuencia fue el d esarro llo de una civi­
lización que variaba poco de p aís a país. El latín, la lengua del nuevo
pueblo dom inador, fue adoptado p o r las aristocracias nativas y a
la p o stre p o r todos los elem entos de la población, h a sta que las len ­
guas indígenas, excepto en algunos enclaves aislados, acabaron por
extinguirse. E ste proceso fue sin d uda gradual y afectó en prim er
lugar a las ciudades rom anizadas, p a ra ex tenderse luego a las .zonas
178 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

rurales. P o r o tra parte, a p esar de lo rá p id a que fue la expansión


del Im perio, m ás de trescientos años tra n sc u rrie ro n entre la in cor­
poración de C erdeña y la conquista de la Dacia. D u rante este período
el latín, com o todas las lenguas, evolucionó sin detenerse, y es claro
que el latín de los colonos del siglo m a. C. difería del de los legiona­
rios de César del siglo i a. C. y del de los de T rajan o del ix d. C. Si
añadim os a esto la enorm e variedad de razas, lenguas y cu ltu ras de
los pueblos sojuzgados y las notables diferencias de la política ro ­
m ana con relación a ellos, el filólogo p o d ría confiadam ente esp erar
to p arse con considerables diferencias dialectales en una lengua ex­
tendida sob re u n área ta n vasta y ad q u irid a com o lengua e x tra n je ­
ra por pueblos de su stra to s ta n diferentes. P ues bien, a pesar de
esforzados análisis de los docum entos disponibles procedentes de
las diversas p artes del Im perio, las peculiaridades regionales que se
h a logrado establecer no son sino unas pocas y triviales. [ N o t a 18.]
Así, H. F. M uller (A chronology o f Vulgar Latin) observa que aun
en el período m erovingio los b arb arism o s que de m odo creciente
desfiguran los docum entos escritos son “p rácticam ente los m ism os
en toda la R om ania occidental”. P o r su p a rte hace n o ta r E ntw istle
que “los vulgarism os que aparecen en las inscripciones de España
son los típicam ente generales de to d a la R om ania m á s que p a rtic u ­
lares de España, y no ra ra m e n te resu ltan co n trario s a los posteriores
hábitos lingüísticos peninsu lares” (Spanish language, 51). En el vo­
cabulario, es cierto, los pueblos p rerro m an o s hicieron ciertas ap o r­
taciones lim itadas al latín hablado en su respectivo territo rio . En su
m ayor p a rte se refieren, com o cabía esp erar, a objetos y actividades
peculiares de las regiones particulares. Así, ciertas palab ras de la
religión gálica sobreviven en los dialectos galo-rom ánicos: el valón
d úhin “gnom o” se rem o n ta a dusius “u n a especie d e dem onio”, en
ta n to que el nom bre del bosque sagrado de los d ru idas, cassanus,
sobrevive en el francés chêne. A estos ejem plos pueden añadirse
ciertos térm inos de carp in tería com o charpente, copeau, tonneau;
térm inos topográficos com o arpent y borne; las “p alab ras de m u je­
re s” pièce y bercer. Von W artb u rg (Les origines des peuples rom ains,
50) hace n o ta r tam bién, acerca de los térm in o s ru rales, que “la p a r ­
te de la term inología que es com ún a la ciudad y al cam po es latina;
en cam bio, la p a rte que pertenece exclusivam ente al agricultor es
gala” . Cita como ejem plos cham p, pré, pierre, sable, p o r u n a p arte,
y raie, sillon, caillou, grève, boue, p o r la o tra. S obre las escasas p a ­
labras prerrom anas conservadas en español, que incluyen térm inos
de m inería y de accidentes topográficos com o nava (vase, naba), vega
(vasc. ibaiko), véase Entwistle, Spanish language, 33 ss. La co n tri­
bución germ ánica fue m ás considerable, cosa n a tu ra l dado el im por­
ta n te papel representado p o r los pueblos germ ánicos en la historia
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 179

del tard o Im perio. La com ún posesión de m uchas de estas palabras


p o r varias lenguas rom ánicas indica que tuvieron que ser tom adas en
p réstam o d u ran te el período del “latín vulgar”. No sorprende encon­
tra rse con que m uchas de ellas son p alab ras referentes a la m ilicia
—werra, helm, wardan (= observare), sporo “espuela”— ■, y nom bres
del color de los caballos : blank, brun, grisi, falwa. P ero si bien se ha
calculado que alrededor de u n as cien p alab ras germ ánicas habían e n ­
tra d o en el latín vulgar antes del 400 a. C., sorprendentem ente sólo
unas pocas está n atestiguadas en los au to res rom anos : burgus (defi­
nido como castellum parvulum p o r V egecio), bandum “b andera”, uar-
gus “vagabundo”, u n latinizado deraubare “ro b a r” , algunos térm inos
zoológicos com o ganta “ganso blanco”, bison, carpa, urus, taxo (adj.
taxinus > fr. taisson), y u n grupo m isceláneo en el q u e se hallan
brado “p e m il”, canna “especie de v asija”, flasca “recipiente de cuero
p a ra beber, b o ta ”, harpa “a rp a ”, hosa “calzones”, etc.
H. F. M uller afirm a que los textos escritos reflejan u n a real u n i­
form idad de lengua en la R om ania occidental, y atribuye esta au sen­
cia de dialectalización a la “colosal o b ra de colonización y tra n sfo r­
m ación social” llevada a cabo p o r la Iglesia cristiana entre los
siglos v y vm . “Nunca hubo u n a m ás com pleta interpenetración en tre
los pueblos de estas regiones.” En este p u n to debem os apostillar
que los hechos garantizan la conclusión solam ente en lo que se refie­
re a las gentes letradas. De hecho es difícil reconciliar la unidad de
lengua evidenciada p o r los textos todo a lo ancho de u n área tan
vasta con la diferenciación dialectal de las lenguas vivas que el t r a ­
b a jo sobre el terren o ha d em ostrado p a ra tod o s los casos incluso
en los estados m ás altam ente organizados y centralizados. Nos ve­
m os así forzados a concluir que la lengua de los docum entos latinos
vulgares de que disponem os es u n a κοινή escrita, una lingua franca
em pleada con fines adm inistrativos y de com unicación y escrita en
to das p artes, aunque con concesiones m enores al uso popular, p o r to ­
das las personas letradas. Así, las únicas fuentes d irectas que posee­
m os p a ra el latín vulgar del ta rd o Im perio im piden la efectiva o b ser­
vación de las diferencias dialectales que tienen que h ab er existido
siem pre y co n tin u arán existiendo. Es sintom ático el hecho de que
los datos epigráficos de España contradigan los p o steriores d e sa rro ­
llos peninsulares. Tam bién es significativo el hecho de que hallem os
u n fenóm eno análogo en la m itad griega del Im perio Rom ano, d o n ­
d e tam bién se h a revelado im posible d etectar diferencias dialectales
en la κοινή que en los testim onios escritos h ab ía suplantado a los
n um erosos dialectos locales (con u n a excepción).
En los capítulos precedentes hem os visto am plios testim onios de
la poderosa influencia griega en la lengua y la lite ra tu ra de los r o ­
m anos. Desde la época m ás antigua los griegos h abían penetrado
180 INTRODUCCIÓN AL LATIN

y m oldeado la civilización itálica. A rtesanos griegos y griegos p o rta ­


dores de cultura, de alta y b aja condición, se h ab ían asentado en
R om a y sum inistraban p alab ras propias de sus variadas profesiones.
Los rom anos nobles h abían traíd o pedagogos griegos p a ra fo rm ar a
sus hijos, que en los años p o steriores hacían su gran viaje a G recia
p ara ser educados como hom bres de m undo. Las clases superiores
habían llegado a ser bilingües, recibiendo instru cción regular en
griego incluso antes que en su p ro p ia lengua. Con la expansión y
consolidación del Im perio los lazos se hicieron m á s estrechos, y
llegamos a u n período de plena sim biosis en que R om a tan to dio
com o recibió. El resultado es u n a im presionante serie de desarrollos
paralelos en el latín y el griego de este período. Tal vez debam os
excluir los fenóm enos que son producto d e las fuerzas lingüísticas
universales, tales como las nivelaciones analógicas en la m orfología;
la sustitución de las sim ples form as causales p o r construcciones
preposicionales; la hipercaracterización y el pleonasm o como pos­
trem issim us, extrem ior, y la co nstante renovación del vocabulario
p or la preferencia concedida a los m odos d e expresión provistos de
fuerza y de color. Más dudoso es el uso intransitivo de los verbos
transitivos que puede observarse en am bas lenguas (avertere y άιτοσ­
τρέφω), m ien tras que tan to en latín como en griego los m oribundos
deponentes afectan ten er la salud de los activos (véase p. 167 y com ­
p á re se έλτΓίζεσθαι). Tam bién en griego encontram os b o rrad a la d is­
tinción en tre las expresiones “donde” y “a donde” (ubi, quo, που y
ποί). Tam bién resu lta paralela la creciente p referencia p o r las fo r­
m as com puestas de los adverbios y preposiciones (έκπαλαι, ύπεράνω,
απέναντι, κατέναντι, Ινεκεν χάριν; p a ra el latín véase p. 167). Pode­
m os m encionar tam bién aquí la preferencia creciente p o r los m odos
de expresión abstractos y nom inales fren te a los concretos y ver­
bales. E ntre los desarrollos sintácticos com unes e stá n la creación
de u n fu tu ro p erifrástico y el uso de ab y από tra s el com parativo.
Hay com unicación incluso a nivel de sufijos: el gr. -ισσα, de origen
m acedonio, aparece en abbatissa, prophetissa, dueissa, y llegó a ser
altam ente productivo en las lenguas rom ances. La preposición grie­
ga κατά, usada en frases distributivas (“cata singulos ym nos... o ra ­
tiones dicunt”, Per. Aeth.), aparece tam bién en catunus, calco del
gr. καθείς (tardío por έκαστος), y se funde con la expresión original
latina quisque unus p a ra form ar caseunus, antepasado del it. ciascu-
no y fr. chacun. P or su p arte παρά se com binó con la p alab ra céltica
veredus p a ra fo rm ar el tard o latino antecedente del al. Pferd. En el
vocabulario se observan fenómenos sim ilares. La lite ra tu ra latina
continuaba dependiendo en gran m edida de la trad u cción e im ita ­
ción de la griega. Sin embargo, las p alabras difieren d e lengua a len­
gua en la extensión de su campo sem ántico. Así, la p alab ra inglesa
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 181

way, aunque etim ológicam ente idéntica a al. Weg, tiene aplicaciones
que no se dan en la p alab ra alem ana: en inglés puede decirse “a Way
of life” (“u n m odo de vida” ), pero no Lebensweg en alem án. A hora
bien, en u n a lite ra tu ra de traducción la p alab ra de la lengua reci­
piente puede ad q u irir p a rte del cam po sem ántico de la palabra ex­
tra n je ra traducida. E jem plos a m enudo citados son los térm inos
técnicos de los gram áticos. Así, πτωσις “caída” a p a rtir del sentido
p a rtic u lar de “la caída del d ad o ” h ab ía llegado a significar en griego
u n “caso” gram atical. La p alab ra latin a casus, q u e es u n a traducción
literal, adquirió el m ism o significado técnico en la term inología gra­
m atical rom ana. De m odo sem ejante p u n c tu m adquirió un nuevo
significado d e στιγμή, conquirere “d isc u tir” de συζητεΐν, idoneus
“ju sto y p ro p io ” de χρηστός, advocare “consolar” de παρακαλεΐν,
crep are “m o rir” de ψοφίζειν, en ta n to que sera “atardecer” c o rre s­
ponde a όψία. En la sintaxis ciertas traducciones dem asiado lite ra ­
les llevan al uso de construcciones que no ten ian n ada de latinas;
p. ej. si percutim us in gladio? (22, 49) p o r εί ιτατάξομεν έν μαχαίρη;
en san Lucas. Que este uso in stru m en tal de in con dativo no es latino
está expresam ente afirm ado p o r san A gustín en su com entario a
la versión del Éxodo de la “Ita la ” (XVII, 5) : “ «in q ua percussisti»
d ix it p ro eo quod dicim us «de qua p ercussisti»”. E ste últim o giro
es u n interesan te testim onio del uso corriente en latín vulgar q u e es
continuado p o r el em pleo in stru m en tal de de en francés. R esta
añ ad ir que la p opularidad de la construcción en griego tardío debe
algo a la influencia hebrea.
La uniform idad del latín tard ío tal como aparece en las fuentes
accesibles, ya lo hem os dicho, difícilm ente p o d ría reflejar las varie­
dades de la realidad lingüística actual de las diversas p artes d e la
Rom ania. Con todo, la postulación p o r los estudiosos d e un m á s o
m enos uniform e rom ance prim itivo, lengua m ad re de las m odernas
lenguas rom ánicas, p lan tea necesariam ente el interrogante d e la
fecha en que ocurrió la “q uiebra” . Antes de in ten tar una respuesta
será conveniente reflexionar sobre los m étodos utilizados en lin­
güística histórica. P a ra establecer u n lím ite cronológico del tipo que
nos interesa debem os en p rim er lugar d eterm in ar las características
que im prim en a u n a form a de lengua d ad a el carácter de “francés”
y no de “latín ”. Tal clase de definición sólo puede to m ar la form a
de u n a lista de p untos concretos de fonética, m orfología, sintaxis y
vocabulario. En la p ráctica es difícil definir u n dialecto o una lengua
salvo in extenso com o la sum a de sus características. IJna vez de­
term inados esos rasgos genéricos, se explora u n a serie cronológica
de textos a fin de establecer el m om ento en que p o r vez prim era
aparecen los fenóm enos en cuestión, lo cual nos prop orcionará una
serie de term ini p o st quos. De hecho n u estro m étodo es atom ista, y
182 INTRODUCCIÓN AL LATIN

las fechas de p rim era aparición v arían de p u n to a p unto. Esto ap a­


rece evidente en una reciente discusión de la fecha del pro to rro m an ce
debida a R. A. Hall:
Es perfectamente cierto que sin el latín es imposible fechar el pro­
torromance. Pero, tal como se presentan las cosas, debemos colo­
carlo en época lo bastante temprana como para incluir la simplifi­
cación de ei en i (ca. 150 a. C.), de ae en ë (siglo i d. C.) y de la
nasalización procedente de n ante s (siglo i a. C.) y la pérdida
de h (Catulo o antes). Por otra parte debemos colocarlo en una
época lo bastante tardía como para que preceda a la confusión
de ë e i y de ö y u (siglos i-ii d. C.) y al establecimiento de una
nueva serie de fonemas palatales por la confusión de los alófonos
palatales de k y g ante vocales anteriores con los resultados de la
evolución de ki y gi respectivamente. En conjunto, el período final
de la República y de comienzos del Imperio (época augústea) es la
época más indicada para situar el protorromance. Ciertas probables
supervivencias de rasgos documentados en el latín anterior (p. ej. el
plautino cuius, -a, -um, adjetivo en ibero-romance; el plautino
-nunt de 3.“ pl. de los verbos en el it. -no) indicaría que el co­
mienzo de nuestro período debería situarse, como muy pronto, en
250-200 a. C. (“Language”, XXVI, 1950, 19.)

Al tiem po que algunos de los hechos enum erados pueden conside­


ra rse abiertos a la duda —es totalm ente im probable que las form as
arcaicas latinas como danunt tengan algo q u e ver con la term inación
italiana de la 3.a p. pl.—, las afirm aciones de H all p u eden servir para
ejem plificar la clase de conclusiones a las que el m étodo de investi­
gación lingüística esencialm ente ato m ista lleva inevitablem ente. El
no com prender esto ha acarreado ta n ta s discusiones estériles acerca,
p o r ejem plo, de los grados de relación en tre lenguas, acerca de la
existencia y posición de las fro n teras lingüísticas, y, lo que ahora
nos im porta, acerca de la fecha de la “q u ieb ra” del protorrom ance
en las diversas lenguas rom ánicas. No re su lta so rprendente que
los cálculos estim ativos varíen en tre el siglo v y el ix d. C., desde el
m om ento en que los diversos fenóm enos escogidos como definidores
del “francés” como opuesto al latín tienen d istin tas fechas de p rim e ­
ra aparición. El problem a no es diferente del de la distinción entre
dialecto y lengua. Una solución de tipo ta ja n te es la que se logra
utilizando el criterio de la inteligibilidad (véanse pp. 16 s.). Si
echam os m ano del m ism o criterio p a ra tra z a r una línea entre el
“latín ” y las “lenguas rom ánicas”, la resp u esta a la p regunta “ ¿C uán­
do dejó el latín de ser inteligible p a ra las m asas iletrad as?” nos la
da tal vez la experiencia de Carlomagno. E n la convicción de que
Dios no se sen tiría menos complacido p o r u n correcto h ablar que por
u n a recta conducta y de que el estudio de la lite ra tu ra capacitarla al
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 183

clero p a ra p e n e tra r m ás p rofundam ente en los m isterios de los libros


sagrados, C arlom agno ordenó u n a restauración de los estudios.
P ronto tuvo que ad m itir que no se puede com unicar con el pueblo
en una lengua que ha dejado de entender hace ya tiem po, ni, por
tanto, salvar sus alm as. En 813 la legitim ación del serm o rusticus
dio reconocim iento form al al hecho de la ininteligibilidad. Esta fecha
puede servir com o lím ite cronológico adecuado entre el latín y los
dialectos galo-rom ánicos. El estudiante no p recisará, sin duda, que
se le recuerde que el proceso de cam bio que fue constantem ente
am pliando el vacío que separab a la lengua hablada de la escrita duró
m uchos siglos. P o r últim o, la afirm ación de que el “latín vulgar y el
m edieval son u n a excrecencia del latin clásico desarrollada por con­
diciones sociales diferentes” 6 es cierta sólo si entendem os por “latín
vulgar” la κοινή escrita vulgarizada que aparece con escasas v aria­
ciones en las fuentes ya m encionadas. Debe tenerse presente que
desde sus comienzos h a sta su fin el latín escrito en todas sus fo r­
m as es u n a lengua artificial.

6. M u l l e r a n d T a y l o r , C h resto m a th y o f Vulgar L a tin , P reface, p. m .


C a pít u l o V II

LENGUAS ESPECIALES. EL LATIN CRISTIANO

El lenguaje —ya lo hem os dicho— es u n a actividad social, y la


lengua, u n in stru m en to p o r cuya m ediación el hablante coordina su
com portam iento con el de sus sem ejantes. Este in strum ento y su
em pleo los conoce el hablante p o r im itación de la sociedad en que
h a nacido: prim eram ente, com o es natu ral, en el circulo de su p ro ­
p ia familia; luego, en el de sus com pañeros de juego y escuela, y
Analmente, en el de los que com parten su vida adulta. Si bien los
h ábitos fundam entales del lenguaje se establecen en u n a época tem ­
p ra n a de la vida, el proceso de adaptación a las m últiples y cam ­
b iantes exigencias de las relaciones sociales no cesa nunca. P o r ello
los hábito s lingüísticos de u n hom bre, su lengua, reflejan fielmente
las influencias a que ha estado expuesto a lo largo de su vida. Es un
producto de la actividad de u n grupo. El com portam iento lingüístico
varía, naturalm ente, de individuo a individuo. Es, en p arte, un reflejo
de la personalidad singular de cada hablante y, en p arte, el resultado
de u n fracaso en la consecución de u n a perfección im itativa, porque
debem os reco rd ar que el lenguaje es fundam entalm ente un proceso
m im ético. Tales particularidades personales no im piden el funcio­
nam iento del lenguaje com o m edio de com unicación. Sim plem ente
se superponen a u n a fundam ental identidad de h ábitos que es el
requisito indispensable del entendim iento m utuo. E ste constituyen­
te com ún de los hábitos lingüísticos de los individuos de una com u­
n id ad es la lengua de esa com unidad. Una “lengua” es, pues, una
abstracción, u n a especie de fotografía m últiple elaborada por la
superposición de innum erables tom as individuales. La imagen va­
ria rá de acuerdo con los individuos escogidos p a ra rep resentar a los
“com pañeros” del hablante a que antes nos referíam os. Porque cada
persona interviene en relaciones sociales de com plejidad infinita, que
varían desde la intim idad de su p ro p ia fam ilia al tra to m ás form al
y distante. Su com portam iento social se adapta a esas circuns­
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 185

tancias, y en consecuencia sus actos lingüísticos individuales form an


p a rte de u n a serie de “lenguas d istin tas que reflejan diferencias en
grado de intim idad, diferencias locales, dialectos, diferencias de p o ­
sición social, etc. Mas, a p esar de to d as estas diferencias, podem os
reu n ir u n fondo de p alab ras y expresiones que, ju n to con la nece­
saria m aq u in aria gram atical, son de uso general en tre la m ayoría
de los m iem bros de u n a com unidad dada. Es lo que podem os llam ar
la “lengua com ún” . Sin em bargo, aun en las m á s prim itivas socie­
dades los individuos form an p a rte de círculos m ás estrechos y ex-
cluyentes : así los sacerdotes, adivinos, m agos, m édicos, herreros, etc.
Tales grupos tienen sus p ropios intereses esotéricos, u n m undo e s­
pecial de objetos y nociones, y d esarro llan la necesaria m aquinaria
lingüística p a ra com unicarse y coordinar sus actividades peculiares.
A u n a lengua de este tipo, la de u n a com unidad d entro de una com u­
nidad, es a la que llam am os “lengua especial” . En su m ayor p a rte
consistirá en u n vocabulario especial, p ero a veces se hallan tam bién
peculiaridades d e pronunciación, de fo rm a de las p alab ras y de sin ­
taxis (véase in fra sobre el latín cristian o ). En tan to que especiali­
zada y técnica, u n a lengua d e este tip o está caracterizada por una
m ayor precisión y exclusividad, que pueden llegar a ser estudiadas
y deliberadas. No existe, naturalm ente, u n a línea ta ja n te de se p a ra ­
ción en tre la lengua especial y la general de la que es u n a ram a. Un
abogado puede ser p ad re de fam ilia y p asar su s ta rd e s en el café.
Allí no se d esp o jará to talm en te de sus h áb ito s lingüísticos peculia­
res de cuño legal, y convertido en litigante no profesional entre sus
am igos ex perim entará la tentación de airear su conocim iento del
derecho y de su lenguaje. De este m odo se p roduce u n constante
intercam bio en tre la lengua general y las especiales, con el consi­
guiente enriquecim iento de am bas.
P a ra designar sus objetos, procesos y nociones peculiares un g ru ­
po de especialistas puede acuñar p alab ras y expresiones nuevas (neo­
logismos) o, lo que es m ás frecuente, d a r u n giro a p alab ras ya ex is­
ten tes en la lengua general (cam bio se m á n tic o ). Así el soldado
ro m a n o 1 designaba los diversos tipos de form ación de batalla con
las palab ras cuneus “cu ñ a”, globus “tro p el”, fo rfe x “tenazas”, serra
“sie rra ”, turris “to rre ”, caput porci “cabeza de cerd o ”. Diversos n o m ­
bres de anim ales se aplicaban a operaciones de asedio: testudo
“to rtu g a ”, m usculus “m antelete”, aries “a rie te ”, scorpius “especie
de catap u lta”, cuniculus, etc. Podem os citar tam bién papilio “tienda
de cam paña”. El tono colorista y pintoresco que es característica
universal de la lengua de los soldados aparece en noverca “m ad ras­
tr a ”, “terren o áspero en u n cam pam ento”, m u li Mariani “pértigas

1. V éase W. H e ra e u s, A L L , 12, 255 ss.


186 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

en form a de horca p ara tra n sp o rta r bagajes”, turturilla “dicitur


locus in castris ex tra vallum in quo sco rta p ro sta n t” (CGL, V, 524,
30), tenebrio “gandul”, litterio “ch u p atin tas”, m uger “tram poso”,
“is q u i talis m ale lu d it”, m urcus “el que se co rta el pulgar p a ra li­
b ra rse del servicio m ilitar”, focaria “m u jer del soldado”. El espe­
cialista en m a ta r necesita variedad de expresiones p a ra distinguir
los diferentes m odos de hacerlo. Asi, Servio, com entando Aen., 10,
314, nos dice que haurire aliquem es “h erir p o r el costado” : “cum
a latere quis aliquem ad o rtu s gladio occidit”. El eufem ism o allevare
es expresam ente citado p o r san Agustín como p alab ra soldadesca
(véase infra, pp. 194 s.). Los ejercicios m ilitares o gladiatorios eran
llam ados battualia, del verbo vulgar battuere, ya exam inado. De la
fo rm a vulgar de esta palabra, battalia, vienen el fr. bataille, ing.
battle, esp. batalla.
De m ucho m ayor im portancia p a ra la h isto ria del latín y tam bién
de la civilización occidental fue la lengua d esarro llad a por otro gru­
po excluyente. Las prim itivas com unidades cristianas vivieron su
vida en condiciones em inentem ente indicadas p a ra la creación de
u n a lengua especial. Con u n a visión nueva que p enetró y transform ó
todo su m undo, viviendo una inten sa y altam ente organizada vida
de com unidad con sus ágapes rituales y com unitarios, repudiando el
paganism o trad icio n al y todas sus obras, replegados sobre sí m ism os
p o r las persecuciones, los prim eros cristianos se tran sfo rm aro n casi
en u n a sociedad secreta, dando origen a u n a especie de latín que
resultaba en gran m edida incom prensible a los extraños. Puesto que
con el triu n fo del cristianism o ese latín especial llegó a d ar su color
a la lengua de todo el m undo occidental, debem os indagar las con­
diciones en que se desarrolló. La vida de las p rim eras com unidades
cristianas está, sin em bargo, envuelta en la oscuridad, y todo lo
que podem os hacer es analizar las peculiaridades de la lengua tal
com o aparecen en los m ás antiguos docum entos del latín cristiano
e in ten ta r reco n stru ir la condiciones sociales que p o d rían d ar cuenta
de ellas.
Se h a dicho que el latín se extendió dos veces p o r el m undo oc­
cidental, y en am bas ocasiones transm itiendo un m ensaje proceden­
te de Grecia. Cicerón hab ía absorbido y dado u n a expresión latina
al helenism o hum anístico pagano que es aún hoy en gran m edida
el arm azón de nuestro m undo m ental. El latín se im puso en la Euro­
p a occidental p o r obra de las legiones conquistadoras y de los go­
bernadores m ilitares, adm inistradores y com erciantes que llegaron
con y tra s ellas. Tiene no m enos vital im portancia el saber que ta m ­
b ién el latín cristiano es, y aún en m ayor m edida, una lengua de
traducción del griego. Fue el griego la lengua en la que el m ensaje
cristiano llegó a los gentiles desde su cuna de palestina. La infinita
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 187

flexibilidad del griego no sólo se m o stró adecuada p a ra co n tar en


lenguaje llano la conm ovedora h isto ria del Salvador y su Pasión,
sino que tam bién p roporcionó en poco tiem po u n rico lenguaje téc­
nico a la organización y form ulación d o ctrin al de la Iglesia. El ca­
rá c te r del griego bíblico cae m ás allá de los fines de este volumen.
B aste decir que sustancialm ente se tra ta b a del griego “vulgar”, de
la lengua com ún d esarro llad a d u ran te el Im perio de A lejandro y
sus sucesores, no sin las peculiaridades de vocabulario inevitables en
u n a lengua especial que conservaba, adem ás, algunas huellas de sus
orígenes hebraicos. En su nueva fo rm a helenizada el cristianism o
p en etró gradualm ente en el m undo occidental, haciendo sus prim eros
conversos en tre los pobladores grecoparlantes de las grandes ciu­
dades. Así, M arcos escribió en griego p a ra la com unidad de Rom a, y
tam bién Pablo com puso en griego su epístola a los rom anos. Sobre
el c arác ter de la población griega de R om a ya hem os hablado en los
capítulos precedentes. “La κοινή griega era la lengua usual de todos
los déracinés, p risioneros de guerra, libertos, pequeños com ercian­
tes, m arinos, y m uchos o tro s h om bres que, de origen oriental pero
arrancados de sus casas p o r las guerras o p o r causas económ icas o
sociales, se h abían establecido en las grandes ciudades y especial­
m ente en los grandes p u e rto s de O ccidente.” 2 E ntre estas gentes
hum ildes ganó el cristianism o sus p rim ero s adeptos. El R eino de
los cielos había sido prom etid o a los pobres. D os hechos son de fu n ­
dam ental im portancia p a ra com prender el latín cristiano : la nueva
religión llegó con atuendo griego y a las gentes hum ildes de los b a ­
rrio s bajos. N aturalm ente, se daba u n alto grado de bilingüism o en
la R om a de este período. La B uena Nueva tuvo que haberse tra n sm i­
tido p ro n to a los latinoparlantes. Sin duda se dieron entre amigos
que ten ían lenguas m atern as diferentes num erosos titubeos y con­
fusiones de traducción y exposición. La lengua sería vulgar, salpica­
da de tecnicism os griegos y d isto rsio n ad a p o r la fuerza del original;
p o rq u e u n a traducción adecuada e idiom ática es u n a tarea que re ­
quiere pericia. Este proceso se refleja en las prim itivas versiones la­
tinas de la Biblia, exigidas sin d uda p o r el creciente núm ero de
conversos que no conocían el griego. E stas versiones se hicieron
probablem ente de m odo fragm entario y sin u n a dirección u orga­
nización central; san A gustín escribe (De doctrina C h ristia n a , 2, 11,
16) : “u t enim cuique p rim is fldei tem poribus in m anus venit codex
graecus, et aliquantulum facultatis sibi u triu sq u e linguae habere vi­
deb atu r, ausus est in te rp re ta ri”. Algunos ejem plos entresacados de
las p a rtes supervivientes de estas versiones prim itivas —la así lla­
m ada Itala o m ejo r Vetus Latina— nos m o stra rá n sus caracteres

2. Ch. M o h rm a n n , “V igiliae C h ristian ae”, III, 1949, pp. 67 s.


188 INTRODUCCIÓN AL LATIN

fundam entales : vulgarism os, literalidad y empleo de p réstam os o


calcos griegos. Lo pequeño que e ra ese aliquantulum de griego salta
a la vista en u n a traducción de ιδού el καλη “m ira que eres bella”
com o vide si speciosa, en la que u n traductor, de p alabra p o r p ala­
b ra ha confundido εί “si” con εΐ “eres”, 3 La versión latina de la
Epístola de B ernabé hace u n a cita del Antiguo T estam ento (Is., 58,
8 a), vestim enta tua cito orientur, que resu lta incom prensible h a s­
ta que una ojeada al gr. τά ΐάματά σου ταχύ άνατελεΐ resuelve el enig­
m a: ιάματα “rem edios” h a sido tom ado com o tμάτια “vestidos”. El
m ism o au to r trad u ce χειροτονία com o suadela malorum, sin duda
p o r h ab er puesto en relación falsam ente la palabra griega con χεΐρων
“p eo r”. E sta extrem a literalidad debe atrib u irse sin duda a u n sen­
tido de reverencia hacia las inspiradas sagradas escrituras, de las
que no se podía p erd er n i u n a sílaba. Un ejem plo de ello es la t r a ­
ducción de ύπεράνω p or super su m m u m . S in embargo, las p rep o ­
siciones y adverbios com puestos son característicos tan to del latín
como del griego de esta época (véase el capítulo precedente); así
όπεράνω e ra sim plem ente u n a fo rm a reforzada de άνω. Se p lan ­
tea el problem a de buscar u n equivalente latino p a ra la partícu la
interrogativa griega <3pa; se la trad u ce com o putas, en tanto que
δ ρ ά γε aparece como putasne: putasne intelligis? (Act., 8, 30).
S tum m er cita tam b ién ejem plos de defectuoso empleo de los géneros
gram aticales. En Amos, 6, 2, τάς κρατιστας έκ πασών των βασιλείων
τούτων aparece en u n a versión p rim itiva com o “quae su n t optim ae
ex om nibus regnis eorum ”, donde optim ae aparece en fem enino como
en griego a pesar de referirse a u n nom bre neutro, regnum. O tros
ejem plos de literalism o extrem o en las versiones latinas prim itivas
están recogidos p o r Ch. M ohrm ann en u n reciente artículo acerca
•de los orígenes del latín cristiano en R o m a.4 La versión latina de
la epístola de san Clemente a los corintios se atiene fielmente al
orden de las palabras, y la sum isión al texto griego provoca incluso
construcciones ajenas a la sintaxis latina en lo que se refiere a la
elección de form as casuales. Asi μάλλον άνθρώποις αφροσι... προσ-
κόψωμεν ή τω θεω aparece traducido como “magis hom inibus d e­
m entibus... offendam us quam D eum ”. Tam bién en lo sintáctico son
num erosos los helenism os : dignari se construye con genitivo como
καταξιοϋσθαι; u t con infinitivo establece u n paralelism o con ώστε;
qualiter hace u n oficio de conjunción correspondiendo a σπως (“ob­
secrationem facientes qualiter... custo d iat” = όπως... διαψυλάξη);
ni siquiera el uso sustantivado del participio griego, que en latín se
traduce norm alm ente con u n a oración de relativo, acobarda al au to r
3. V éase P. S t u m m e r , E in fü h ru n g in d ie latein isch e B ibel, obra de la que
me considero p len a m en te deudor en este párrafo.
4. “V igiliae C h ristian ae”, III, 1949, pp. 67 ss.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 189

del Clemens Latinus: p o r τούς... δουλεύοντας se atreve a escribir


“eos qui... servientes”.
M uchos de los térm inos técnicos griegos q u e denotaban cosas
y nociones ex trañ as al m u n d o pagano no tenían, naturalm ente,
correspondientes latinos. En consecuencia fuero n sim plem ente tra n s-
literados y se afincaron de m odo definitivo en la lengua de la c ris­
tian d ad latina: anathem a, anathem atizo, angelus, apostata, a p osto-'
lus, baptism a (b a p tism u m ), baptizo, catechum enus, charisma, clerus,
diaconus, ecclesia, episcopus, presbyter, etc. Incluso en los casos en
que hu b iera sido posible en co n trar equivalentes, resu ltaro n elim ina­
dos a causa de asociaciones paganas poco deseables, vates o fa ti­
dicus no p odían desem peñar las funciones de propheta, ni tem plum
o fa n u m las de ecclesia. M as no fu ero n estas p alab ras técnicas las
únicas incorporadas p o r los autores de las p rim eras versiones b íb li­
cas. Ya fu era p o r solícita devoción, ya p o r sim ple incom petencia,
m uchas palab ras griegas com o ακηδία fueron sim plem ente tra n sli-
terad as (acedia), llegándose a acuñar denom inativos como acediari,
equivalente de άκηδειν. άγγαρεύειν aparece com o angariare. A algu­
nas de estas form as tran sliterad as se les da a veces el sentido no
técnico de sus equivalentes griegos. Así, p resbyter se encuentra en
lugar de senior, paradisus p o r hortus, diabolus p o r accusator. Sin
em bargo se tra ta de aberraciones. H em os visto cómo el griego in u n ­
daba la lengua de la vida diaria, ta n to en su form a cultivada como
en la vulgar. A hora bien, el orgullo nacional expulsó en gran m edi­
d a a los in tru so s griegos de la lengua oficial y de la de la prosa lite­
raria. Ch. M ohrm ann, en u n reciente estudio so b re las palabras grie­
gas en el latín cristiano, h a señalado que en los préstam os que
to m aro n los cristianos se m antuvieron fieles a esta tradición del latín
literario: “La m ayoría de los préstam o s léxicos griegos en el latín
cristiano son m uy antiguos y casi siem pre resultado de préstam os
vulgares o m ás bien «preliterarios»... Son residuos del bilingüism o
de las prim itivas com unidades cristianas, y la m ayoría de ellos han
sido, p o r decirlo así, santificados p o r la m em oria de la predicación
oral.” T an firm em ente arraigados en el afecto popular, estos tecn i­
cism os griegos resistieron todos los em bates del purism o y fueron a
la larga aceptados como patrim onio de la p ro sa latina artística de
los cristianos. Los poetas perm anecieron largo tiem po sujetos a las
norm as excluyentes de la poesía tradicional pagana (véase M ohr­
m ann, R. E. L., XXV, 1947, pp. 285 s.) : m artyr, angelus, apostolus,
episcopus, propheta, etc., hubieran producido ese exceso de “glos­
sae” que, en opinión de A ristóteles, lleva al b arbarism o. Los p rim e ­
ros poetas cristianos utilizan a m enudo, en lugar de las palabras
citadas, testis, n u n tiu s o m inister, m issus, a ntistes y vates (o praeco)
dei. Pero gradualm ente tam bién la resistencia de los poetas se que-
190 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

bró, y Prudencio ofrece ya ejem plos de la m ayoría de los p réstam os


cristianos del griego.
A parte de estas p alabras técnicas el latín cristiano descartó las
trasliteraciones de algunas de las versiones p rim itivas y recurrió a
los m ucho m ás sutiles procedim ientos que ya hem os estudiado en
la creación del vocabulario filosófico p o r Cicerón : el fenóm eno de
la traducción-préstam o o calco, p o r el que u n a p a la b ra nativa a d ­
quiere ciertos significados que corresponden a su equivalente literal
en la lengua que proporciona el préstam o . Así, virtu tes como eq u i­
valente de άρεταί significa a veces “m ilagros” ; cogitans, cogitatus tr a ­
duciendo μερίμνων, μέριμνα, y φροντίς llegan a significar “p ensa­
m iento solícito, preocupación”; conspersio tom a de φύραμα el
sentido de “m asa”; dom inicum com o κυριακόν significa “(la Casa)
del Señor”; magnalia “grandes o b ras” = μεγαλεία; m ediator “C ris­
to com o m ediador en tre Dios y el ho m b re” = μεσίτης; m undus a d ­
quiere el doble sentido de κόσμος; verb u m o serm o la fuerza del
intraducibie λόγος con sus dos facetas de “razón” y “p alab ra” .
Si tales fenóm enos característicos del latín cristiano b a sta ­
rían en ausencia de otros datos p a ra d e ja r sentado el hecho de que
el m ensaje cristiano llegó a Ita lia en griego, no es m enos evidente
que fue comunicado an te todo a los p obres y hum ildes. Los p rim e­
ros m isioneros que pred icaro n el Evangelio en el O ccidente latino
como los profetas de tiem pos antiguos hablaro n a sus oyentes en
lengua del pueblo (cf. “p ro p h etae com m uni ac sim plici serm one u t
ad populum su n t locuti”, Lactancio, Div. inst., 5, 1, 15). La lengua
literaria, con su c arácter artificial, in stru m en to de declam aciones
de salón que exigía largo entrenam iento y estudio p a ra su correcto
m anejo, anulaba la sinceridad. P a ra in fu n d ir esperanza y consuelo,
p a ra desterrar el m al y disipar las tinieblas, los m isioneros usaron
la lengua casera de la vida cotidiana. La consecuencia es que u n a
revisión gram atical de la V etus Latina y la V ulgata su pondría en
esencia una repetición de lo dicho en el capítulo precedente. En el
cam po de la form ación de p alabras hallam os la ya v ista preferencia
p or las palabras de m ayor cuerpo (aeram entum , coronam entum ,
factitam entum , gaudim onium , aegrim onium ), ab stracto s en -tudo
(grossitudo, rectitudo, poenitudo), dim inutivos (oviculus, agniculus,
um erulus, leunculus, auricula, dom uncula — (traduciendo οικος!—,
iuvencula), etc. E n tre los adjetivos hallam os las form aciones de ca­
rá c te r popular en -bilis (acceptabilis, odibilis, reprehensibilis),
-osus (linguosus, m eticulosus, staturosus) y -b u n d u s (biliabundus,
fam ulabundus). Encontram os tam bién los adverbios en -im y -ter
(com m ixtim , particulatim , duriter, granditer, sinceriter), los verbos
denom inativos de p alabras de la p rim era declinación (aeruginare,
cibare, custodiare, potionare, nutricare, m inorare, amaricare, m ani-
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 191

core = όρθρίζειν), form aciones intensivo-frecuentativas (applotare,


febricitare). En m orfología reaparecen los fenóm enos que ya nos
son fam iliares: nom . sg. lampada, retía p o r rete, ossum , ossuum por
os, ossis, tendencia a la elim inación de los n eu tro s (signus, verbus,
vinus, etc.); fam is, nubis p o r fam es, nubes, etc. “H ipercaracteriza-
ción” en los grados de com paración (pluriora), y em pleo del su p e r­
lativo p o r el positivo (de ahí los com parativos infim ior, p ro xim io r).
El sistem a verbal e stá su jeto a los m ism os procesos de nivelación
analógica (odio, odibo, odibam , odivi; adviértanse tam bién las fo r­
m as de perfecto accédi, collexi, avertui, sinui, salivi, silevi). Los ver­
bos cam bian de conjugación (exercëre, lugêre, florire, fuglre, ser-
pire). Se m anifiesta tam bién la incertidum bre vulgar en torno a las
form as de fu tu ro (augeam, doceam, díligebit, m etuebitis, sepelibo).
Las form as activas y deponentes se intercam b ian (admirare, exh o r­
tare, certari, paeniteri, taederi, e, inevitablem ente, antiguo y m oderno,
el horrible fieretur). En sintaxis se confunden las expresiones de
“donde” y “a donde”, ad y apud se intercam bian, el instrum ental
aparece con de e in, el dem ostrativo se aproxim a al artículo d e te r­
m inado y unus al indeterm inado. O raciones com pletivas in troduci­
das p o r quod, guia y quoniam hacen el oficio del infinitivo con acu ­
sativo clásico, el indicativo se em plea en interrogaciones indirectas,
y el ablativo del gerundio desem peña las funciones del participio de
presente. En u n a p alab ra: tenem os rep ro d u cid a aquí de modo com ­
pleto la fisonom ía de latín vulgar.
El tono vulgar del latín bíblico reflejaba, ya lo hem os dicho, los
h áb ito s lingüísticos de los prim eros conversos latinoparlantes a
los que el Evangelio fue predicado. Mas el uso constante de esta
lengua en el servicio divino dio u n a dignidad y santidad nuevas a
estas hum ildes form as lingüísticas, de m odo que la lengua de la B i­
blia y la liturgia acabaría p o r ejercer una p ro fu n d a influencia in clu ­
so en la de los cristianos rom anos de elevada educación y cultura a lo
largo de los siglos. Lo atestigua expresam ente san Agustín en el
De doctrina Christiana, 2, 14, 21:
q u a m q u a m t a n t a e s t v is c o n s u e t u d i n is e t i a m a d d is c e n d u m , u t q u i
in S c r i p t u r i s s a n c t i s q u o d a m m o d o n u t r i t i e d u c a t i q u e s u n t, m a g i s
a l i a s l o c u t i o n e s m i r e n t u r , e a s q u e m i n u s l a t i n a s p u t e n t q u a m illas
q u a s i n S c r i p t u r i s d i d i c e r u n t n e q u e i n L a t i n a e li n g u a e a u c t o r i b u s
re p e r iu n tu r .

Los usos vulgares se arraig aro n firm em ente p o r su constante re p e ­


tición en la com unicación hablada y, naturalm ente, en el canto. Así,
san Agustín, a p ropósito de la form a vulgar de fu tu ro floriet, escribe
(De doctr. christ., 2, 13, 20) :
192 INTRODUCCIÓN AL LATIN

illu d e tia m q u o d ia m a u f e r r e n o n p o s s u m u s d e o r e c a n ta n tiu m


p o p u l o r u m : “ s u p e r i p s u m a u t e m f l o r i e t s a n c t if i c a ti o m e a ” n ih il p r o ­
f e c t o s e n t e n t i a e d e t r a h i t , a u d i t o r t a m e n p e r i t i o r m a l l e t h o c c o r r ig i,
u t n o n “ f l o r i e t " s e d “f l o r e b i t ” d i c e r e t u r , n e c q u i d q u a m i m p e d it c o r ­
r e c t i o n e m n i s i c o n s u e tu d o c a n t a n t i u m .

La m ism a reverencia p o r la lengua de las Sagradas Escrituras se


observa en todos los escritores latinocristianos. Ch. M ohrm ann hace
n o ta r que n i siquiera autores cultos o in struidos como Cipriano
rechazan los “vulgarism os” tradicionales —m ereciendo así el es­
carnio de los paganos, que le pusieron p o r m ote “C oprianus”—. Mi-
nució Félix, que in ten tab a influir en los círculos cultivados, se
esforzó po r evitar el choque con su sensibilidad lingüística, y eludió
p o r ello las p alab ras y giros específicam ente cristianos, a excepción
de unos pocos térm inos indispensables com o carnalis, vivificare y
resurrectio. M ás significativa es la actitu d de Lactancio, “el Cicerón
cristiano”. Incluso él, a pesar de que p resu m ía del clasicismo de su
lengua y estilo, no evitó las peculiaridades ya tradicionales del latín
cristiano. P o r lo que se refiere a san Agustín, escribe la doctora
M ohrm ann, es preciso hacer u n a distinción clara en tre sus diferen­
tes estilos. En su Ciudad de Dios preten d ía defender a los cristianos
co n tra las acusaciones paganas de que la nueva religión era respon­
sable de las catástro fes que habían afligido al Im perio. Dirigida a
círculos paganos obsesionados p o r el antiguo hum anism o, esta obra
m u estra u n grado de perfección y refinam iento literarios superior
al de sus serm ones, de carácter m ás popular. Sin em bargo, lo que
se h a dicho de Lactancio vale tam bién p a ra el De civitate Dei. Agus­
tín echa m ano librem ente del léxico especial cristiano, e incluso en
su sintaxis, en la que m u estra un m ás solícito respeto p o r el correc­
to uso literario, no faltan los típicos cristianism os. Podem os recor­
d a r p o r últim o el procedim iento seguido p o r san Jerónim o en su
revisión de las versiones latinas de la Biblia ya existentes, en la que
procuró hacer el m ínim o de alteraciones. Al disponerse a em pren­
d er su obra no quiso ignorar la tem pestad de p ro testas que era p re ­
sum ible se levantase co n tra el hom bre que osara in terferir en el
bien conocido y venerado texto:
q u i s e n i m d o c t u s p a r i t e r v e l in d o c t u s , c u m in m a n u s v o lu m e n a s ­
s u m p s e r i t e t a s a liv a q u a m s e m e l i m b i b i t v i d e r i t d i s c r e p a r e q u o d
l e c t i t a t , n o n s t a t i m e r u m p a t in v o c e m m e f a l s a r i u m m e c la m a n s e s s e
s a c r i l e g u m , q u i a u d e a m a li q u i d i n v e t e r i b u s l i b r i s a d d e r e , m u t a r e ,
c o r r i g e r e ? (P raefatio in evangelistas ad D am asu m .)

En general san Jerónim o se m antuvo fiel a los principios estableci­


dos, y, a p esar de todos sus esfuerzos p o r lograr un m ayor refina­
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 193

m iento lingüístico, su p ied ad y b uen juicio d ejaro n intactos m uchos


de los “vulgarism os” de los antiguos textos. Consagrados p o r siglos
de uso en la Iglesia, h abían quedado libres de to d a sospecha de “avul-
garam iento” incluso p a ra los m ás refinados y cultivados autores
cristianos. Fue este sentim iento el que inspiró la orgullosa resp u es­
ta de un A gustín fren te al escarnio pagano de los solecismos y b a r­
barism os de la Sagrada E scritu ra y de la lengua de los fieles. “Un
hom bre que pide a Dios que p erdone (ut ignoscat) su s pecados no
se cuida m ucho de si la tercera sílaba de ignoscere se pronuncia
larga o breve... ¿Qué es pues el correcto h ab lar sino observar el uso
de los dem ás confirm ado p o r la au to rid ad de los hablantes de an ta ­
ñ o ?” (De doctr. christ., 2, 13, 19); “m elius in b arb arism o n o stro vos
intellegitis quam in n o stra d isertitu d in e vos d eserti e ritis”, exclam a
en o tro lugar (Serm ., 3, 6). Una p o stu ra m uy p arecida de acepta­
ción y defensa de los b arb arism o s h abía sido ya exteriorizada por
Arnobio (Adv. gent., 1. 59) e incluso p o r el ciceroniano Lactancio;
y este encomio de lo vulgar se convirtió en una especie de topos
en tre los autores cristianos (cf. G regorio Magno, Ep., 5, 53 a, p . 357,
33 E .-H .). P a ra lo que ah o ra nos in teresa lo im p o rtan te es n o ta r que
ciertos vulgarism os h ab ían llegado a ser constituyentes casi obliga­
torios de una lengua especial cristiana. La conversión de A gustín
llevó consigo u n a conversión lingüística.
La tesis de que el latín de los cristianos co n stitu ía una lengua es­
pecial (Sondersprache) fue expuesta p o r vez p rim era p o r m onseñor
J. S chrijnen y m antenida vigorosam ente en u n a serie de estudios
p o r sus discípulos, especialm ente p o r la d o cto ra M ohrm ann. Esta
escuela pone gran énfasis en el hecho sociológico de que los p rim e ­
ros cristianos constituían u n grupo social altam ente com pacto con
intereses especiales y u n a estric ta disciplina que afectaba a todos
los aspectos de su vida, colocándolos al m argen del cuerpo de la
sociedad pagana. El resultado fue u n sistem a coherente de d iferen ­
cias lingüísticas que afectaba no sólo al vocabulario, sino tam bién
a la m orfología y a la sintaxis e incluso a ciertos fenóm enos m é tri­
cos. Que se acuñaran nuevos tecnicism os a m edida p a ra ideas, ob je­
to s e instituciones cristian as era algo que podía esperarse. A los
de esta clase los denom ina S chrijnen “cristianism os directos”, pero
lo que resu lta m ás llam ativo es que tam bién se crearon térm inos
especiales cristianos p a ra designar cosas que no eran específica­
m ente cristian as (“cristianism os indirectos”) . S chrijnen y sus discí­
pulos h a n catalogado u n a serie de u so s de e sta clase que aparecen
exclusivam ente en autores cristianos: veraciter, subsequenter, tra n s­
gressor, exspoliatio, aporiari, indeficiens, confortare, supplantatio,
honorificare, subintrare, degradare, cohabitare, m ortificare, retri­
butio, fornicari, p ro stitutio, operator, negator, etc. El propio A gustín
194 INTRODUCCIÓN AL LATIN

se refiere a una ecclesiastica loquendi consuetudo distintiva que se


va im plantando en tre los cristianos: “hos —se refiere a los m á rti­
res—· m ulto elegantius, si ecclesiastica loquendi consuetudo p a te re ­
tu r, nostro s «heroas» vocarem us” (De civ. Dei, 10, 21). En otro p a ­
saje se refiere a la lengua especial de las E scrituras a propósito del
significado de “a stu to ” que sapiens tiene en Gen., 3, 1, y con orgullo
en frenta el uso cristiano al de la lengua secular: “n am quem adm o­
dum loqu an tu r auctores m undi quid ad nos?” . Que palab ras espe­
ciales de este tipo aparecían en la lengua cotidiana de los cristianos
parece deducirse de otro pasaje de san Agustín. A gustín com enta
(Quaest. fiept., 7, 56) el uso de occurrere en el sentido de “m a ta r”
en Jueces y Reyes (p. ej. vade, occurre illi):
q u o d id e o n o n in t e l l e g i tu r , q u ia n o n e s t c o n s u e t u d i n i s a p u d n o s i t a
d ic i, s ic e n i m q u o d m i l i ta r e s p o t e s t a t e s d i c u n t : v a d e , a l le v a illu m ,
e t s ig n if ic a t “o c c id e i l l u m ”, q u is in t e ll e g a t, n i s i q u i ill i u s lo c u ti o n i s
c o n s u e t u d i n e m n o v it?

EI contexto, en este caso, se refiere a los significados peculiares


que las palabras pueden tener en círculos especializados —aquí la
lengua de los soldados—, que resultan ininteligibles p a ra los que no
están fam iliarizados con el uso (consuetudo). C ontinúa luego con
o tro ejem plo. “Solet vulgo apud nos dici: «com pendiavit illi», quod
est «occidit illum »; et hoc nem o intellegit, nisi qui au d ire consuevit”,
Si vulgo apud nos significa “corrientem ente en tre nosotros los c ris­
tian o s” —y es difícil interpretarlo de otro m odo—, tenem os en este
p asaje u n testim onio directo de la existencia de u n a p alab ra especial
cristian a referente a una cosa no específicam ente cristiana, en la
term inología de Schrijnen un “cristianism o indirecto”. Los prin cip a­
les procedim ientos seguidos en la creación de estos nuevos térm inos
específicam ente cristianos h an sido ya apuntados m ás arriba: p ré s­
tam os (apostatas, etc.), calcos sem ánticos (lavacrum “b au tism o ”),
neologism os (trinitas, incarnatio, tribulatio, salvatio, univira), y, el
m ás im portante, uso de palabras latinas ya existentes con sentidos
cristianos nuevos. En estos casos los trad u cto res y expositores m os­
tra ro n a m enudo gran sensibilidad ante los sutiles m atices sem án ­
ticos de las p alabras latinas. Ha señalado L öfstedt que de los num e­
rosos sinónim os latinos de “ro g ar” orare fue gradualm ente elim inado
p o r rogare, petere, precari, etc., p a ra sobrevivir solam ente en unas
cuantas frases estereotipadas. Así, orare adquirió u n aire rem oto y
arcaico, una calidad de “glossa” que lo hizo apropiado p a ra designar
el acto de rogar hum ildem ente a Dios. De ahí el significado cristiano
de orare “ro g ar”. El sentido peyorativo de saeculum “el m undo p a ­
gano” tuvo tam bién sus raíces en el latín “secular” : en latín arcaico
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 195

encontram os contextos en que la p alab ra es usada en un sentido


que denota m á s bien desconfianza y censura como “el m undo m o­
dern o ”, “esta generación” ; así, “novi hoc saeculum m oribus quibus
siet” (Plauto, Trin., 284) y el fam oso pasaje de Tácito “nemo illic vitia
ridet, nec corru m p ere et co rru m p i saeculum —“m oderno”— voca­
tu r ” (Germania, 19, 1). Los rom anos experim entaron cierta dificul­
tad en la traducción de la im p o rtan te p alab ra σωτήρ “salvador”. 5
C icerón h abía definido el térm ino (In Verrem, 2, 2, 154) ; “is est
nim irum «soter» qui salutem d ed it”. En o tro lugar acuñó la p alab ra
servator, m ientras que en la época im perial encontram os el com ­
puesto conservator como u no de los títu lo s de Jú p iter. Fue sin duda
este olor a pagano lo que movió a los p rim ero s trad u cto res de la
Biblia a prescindir de conservator. U saron en ocasiones el raro salu­
taris que en Cicerón (De fin., 3, 20, 66) se aplica a Júp iter, pero
acabó p o r acuñarse u n nuevo térm in o a p a rtir de salvare (que ya
e ra un. neologism o) : salvator. T ertuliano se atrevió a crear salu tifi­
cator, que nació m uerto, salvator no consiguió aprobación inm edia­
ta. A rnobio hab la de C risto como sospitator. San Agustín dio de
lado a los escrúpulos p u ristas con su característico sentido com ún :
Christus, inquit, Jesus, id est Christus Salvator, hoc est enim Latine
Jesus, nec quaerant grammatici quam sit Latinum, sed C h ristia n i
quam verum, salus enim Latmum nomen est. salvare et salvator
non fuerunt haec Latina antequam veniret salvator: quando ad La­
tinos venit et haec Latina fecit. (Serm., 299, 6.)

Tam bién χάρισμα dio lugar a experiencias encam inadas a recoger


los m últiples sentidos de esta p alab ra central del cristianism o : do­
num , donatio, m u n u s fu ero n objeto de p ru eb a; pero a la p o stre la
elección recayó en gratia. Se dio u n giro a algunas lenguas especia­
les y se rellenaron sus térm inos con contenido cristiano. C oncreta­
m ente los cristianos, que se consideraban soldados de Cristo, hicie­
ro n abundante uso de la term inología m ilita r,6 “vocati sum us ad m i­
litiam dei vivi iam tunc cum in sacram en ti verba respondem us”
(T ertuliano, Mart., 30, 1, 9). El sacram entum es el ju ram en to del
soldado; los catechum eni son los reclutas (tirocinium , novicioli).
Los clérigos son los duces, y su rebaño, el gregarius num erus. 11
m á rtir, tra s haberse ejercitado en la prisión, cuando ya se ha despo­
jado de los anim ae im pedim enta, m uere com o u n valeroso y au té n ­
tico soldado: “huic sacram ento m ilitans ab hostibus provocor, par
sum illis, nisi illis m anus dedero, hoc defendendo depugno in acie,

5. V éase Ch. M o h r m a n n , “V igiliae C h ristian ae”, IV, 1950, pp. 193 ss.
6. Sobre este p u n to véase W. J. T e e u w e n , S p ra ch lich er B edeu tu n gsw an del
bei T ertu llia n , 1926.
196 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

vulneror, concidor, occidor” (Scorp., 4: EW. p. 153, 14). El galardón


que recibe del Im perator C hristus es el d onativum vitae aeternae.
Podem os recordar, en fin, que paganus era u n térm ino despectiva­
m ente aplicado p o r el soldado al “paisano”. U sado p o r los cristia ­
n o s p a ra designar a cuantos no estab an enrolados en el ejército de
C risto, adquirió su sentido m oderno de pagano.
U n últim o ejem plo tom ado del rep erto rio de Teeuwen b a sta rá
p a ra ilu stra r el fascinante su rg ir de este m undo m ental y esp iritu al­
m ente nuevo. D urante las dificultades de los prim eros siglos pax sig­
nifica p a ra los cristianos no tan to el final de u n a g u erra cuanto la
“cesación de la persecución”. Pero ten ía o tro sentido m ás profundo,
la pax que C risto dio a sus seguidores, la paz en tre el hom bre y su
Dios que C risto m ediador h abía establecido. Los fieles eran filii
pacis, Cristo m ism o es la pax, y los que m ueren en la fe in pace
dorm iunt, expresión que dio lugar a u n a división sem ántica de pax:
(1) “estado del alm a después de la m u erte”, (2) “lugar de la paz
eterna” . E sta paz sólo se otorgaba a los que m o rían “en la fe” . Así,
p a x im plica tam bién “fe en C risto”, p ero esta fe se confirm a en
el bautism o q u e d a la pax e inscribe al que lo recibe en la com uni­
dad d e la Iglesia, en la fam ilia Christi. Así, pax llega a significar
“la com unidad de la Iglesia”. La pertenencia a la Iglesia im plica la
aceptación d e la fe ortodoxa, de m odo que litterae pacis podía sig­
nificar “certificado de ortodoxia”. La pertenencia a la Iglesia im plica
tam bién participación en el culto com unitario, y en la Iglesia p rim i­
tiva d u ran te la m isa los m iem bros de la congregación se daban unos
a otros u n osculum sanctum en p ren d a de su fraternidad. Se le co­
noció tam bién com o osculum pacis y finalm ente com o pax. El té rm i­
no llegó a u sarse tam b ién fu era del ritu al p a ra designar el “beso”
intercam biado p o r cristianos parientes o amigos. E ste uso h a so b re­
vivido en el airl. póc “beso” y en gaélico esc. pög.
La existencia de un vocabulario especial cristiano queda así d e­
m o strad a sin lugar a d uda razonable. Los intentos d e aislar hechos
correlativos d e m orfología y sintaxis han resultado m enos convin­
centes; fenóm enos p articu lares que se h an aducido, tales com o las
construcciones con quia y quod en lugar de infinitivo con acusativo,
el indicativo en interrogativas indirectas, el infinitivo de finalidad,
el nom inativus pendens, etc., tienen todos ellos correspondencia en
los textos p rofanos contem poráneos (véase el capítulo a n te rio r). La
aparición de u n grupo lim itado de vulgarism os, de u n a constelación
de construcciones sin tácticas “sub están d ar”, en o tras palabras: de
un a G estalt que sólo com parece en esta form a precisa en los docu­
m entos cristianos, puede ser aceptada como testim onio positivo en
favor de u n a lengua especial cristiana. Sin em bargo, no se ha llegado
a ta l constatación, y no parece que puedan d etectarse diferencias
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 197

im p ortantes de carácter sintáctico en tre la p ro sa latina secular y


la cristiana.
El “latín cristiano” no m enos q u e el “latín vulgar” h a dado lugar
a discusiones term inológicas. Nos encontram os ante u n a adaptación
p articu lar de la lengua latin a a la expresión de “cosas” nuevas — ob­
jetos, actos, nociones, form as de organización—, y particularm ente
a la traducción de los térm in o s griegos ya habilitados p ara designar
estas cosas. No parece necesario d ecir que el interés de los c ris­
tianos p o r estas cosas específicam ente cristian as y sus referencias
lingüísticas a ellas varía en intensidad y extensión. Los “cristianis­
m os” alcanzarán lógicam ente su m ayor densidad en las Sagradas
E scrituras y en los textos litúrgicos. Convertidos en fam iliares por
su constante uso en el servicio divino, lecturas bíblicas, serm ones
y epístolas pastorales, m uchos de estos térm inos y giros especiales
p asaro n a la lengua h ab itu al de las com unidades cristianas. Sería
vano in te n ta r fijar los diversos grados de co ncentración y d isp e r­
sión, y aú n m ás el fijar etiquetas distintivas. Sin em bargo, S chrijnen
se h a esforzado en in sistir en u n a distinción entre: (1) la lengua
vernácula de los p rim ero s cristianos; (2) el la tín eclesiástico (el u sa ­
do en la Itala y en la Vulgata, en los acta m artyrum , decretos concilia­
res, epístolas p asto rales), y (3) el latín litúrgico. Es difícil alcanzar
a ver qué finalidad p rá c tic a se persigue con estas m inuciosidades
term inológicas. Tam poco es preciso d em o rarse en el problem a de
si los “cristianism os” establecidos fo rm an sim plem ente un “aglom e­
ra d o ” o b ien constituyen u n sistem a “sensiblem ente unitario” . Éste
es uno m ás de los seudoproblem as creados p o r la fatal dicotom ía
saussurean a en tre “langue” y “p aro le”. La investigación establece
p o r el estudio p articu lar de detalles individuales que tales y tales
hechos son o no peculiares del latín de los cristianos. La sum a total
de esos hechos constituye el latín cristiano; su presentación siste ­
m átic a p o r o b ra de los gram áticos es la “lengua” latin a cristiana.
Que térm in o s referentes a organización aparezcan en los docum en­
to s adm inistrativos es de esperar, n i debe tam poco producir so r­
p resa el que térm in o s litúrgicos aparezcan en la liturgia, ni que la
frecuencia de térm inos cristianos sea m enor en la lengua cotidiana de
los prim ero s cristianos. M as esto últim o, natu ralm en te, no tenem os
posibilidad de estudiarlo.
La existencia de u n a lengua especial de los cristianos, aun cuando
la lim item os provisionalm ente a hechos m anifiestos de vocabulario,
p la n tea la cuestión de cóm o y cuándo llegó a form arse. Basándose
en el predom inio de los africanos en tre los prim eros grandes a u to ­
res cristianos y en el hecho de que las m ás antiguas actas oficiales
de los m á rtire s, los acta sanctorum Scillitanorum (a. 180 d. C.),
relativas a los cristianos de la ciudad de Scilli, recibieran ya su p ri­
198 INTRODUCCIÓN AL LATIN

m era redacción en latín, se ha m antenido d u ran te largo tiem po la


opinión de que la cuna del latín cristiano habla sido la provincia
rom ana de África y de que desde allí se h ab ía extendido a Ita lia y
al resto de las provincias latinoparlantes. E sta opinión fue im pug­
nada por Schrijnen y ha sido recientem ente objeto de u n artículo
inform ativo de la doctora M ohrm ann, quien se p lan tea la cuestión
del desarrollo del latín cristiano ere Rom a. Su p rim e ra fase, la ap a­
rición de una lengua especial cristiana hablada, e stá o culta a nu estra
vista, pero es la que condicionó la evolución subsiguiente. Se habría
producido —según las líneas esbozadas m ás a rrib a (véanse pp. 187
s.)— p o r im crecim iento gradual de los latino p arlan tes en el seno
de lo que en u n principio había sido u n a com unidad de cristianos
greçoparlantes bilingües. Su núm ero creciente p lan tearía u n a exi­
gencia peren to ria de versiones latinas de las Sagradas E scrituras
y obras pastorales. Esto hab ría ocurrido d u ran te el siglo n . La se­
gunda fase de la latinización de la Iglesia rom ana, el uso del latín
en la correspondencia oficial de la Iglesia, puede d a ta rse a p a rtir de
m ediados del siglo n i, en tanto que la fase tercera y final se h abría
alcanzado cuando el latín invadió la ciudadela conservadora d e la
liturgia, acontecim iento que tuvo lugar d u ran te el pontificado del
papa D ám aso entre el 360 y el 382.7 De la fase p rim era y decisiva,
como hem os dicho ya, no tenem os datos d e p rim e ra m ano, pero
hay algunos textos entre las versiones latinas escritas en R om a que
arro ja n luz sobre la segunda. La traducción de la epístola de san
Clem ente a los de Corinto puede datarse con certeza en el siglo ix
d. C.; esto la hace probablem ente m ás antigua aú n que el m ás a n ti­
guo docum ento datado de la cristiandad latina, la passio m a rtyru m
Scillitanorum . En el Clemens Latinus hay num erosas citas del a n ti­
guo Testam ento en u n latín que difiere notablem ente del de la propia
epístola. Estos especímenes de u n a Biblia latina m u estran el extre­
m o literalism o y “avulgaram iento” de las m ás antiguas versiones.
Lo que es m ás im portante es que esta versión difiere considerable­
m ente del Antiguo Testam ento usado p o r el africano Cipriano. La
versión de la epístola m uestra los vulgarism os ya conocidos. Pero,
aunque literal en grado extrem o, es sensible a las sutilezas del grie­
go y en conjunto atestigua la existencia de u n a m ad u ra y rica lengua
especial cristian a con muchos de los “cristianism os directos” a los
que hem os pasado lista m ás arrib a: apostolus, angelus, baptizare,
ecclesia, episcopus, etc.; caritas, confiteri en el doble sentido de “ala­
b a r” y “confesar”, gratia, orare, passio, pax, saeculum, etc. Hay cier­
tas experiencias que no fueron acogidas p o r la lengua de los c ristia­
n os; m inister “diácono”, honorati “jerarcas, clérigos”, scissura

7. T h . K l a t j s e r , Miscellanea Mercati, I, 467 ss.


ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 199

“cism a”. Tam poco se im plantó definitivam ente scripturae p a ra de­


signar “las Sagradas E scritu ras”. La doctora M ohrm ann concluye
que en este docum ento de la com unidad rom ana del siglo n enco n tra­
m os el m ism o proceso de diferenciación lingüística que se h a o b ser­
vado en los docum entos cristianos de procedencia africana. Las
diferencias en tre u n a y o tra lengua carecen de im portancia. La
“Sondersprache” de la que es espécim en rudim en tario tiene ya ca­
rá c te r ecuménico. Tam bién el Pastor Hermae, cuyo au to r fue p ro ­
bablem ente u n latinoparlante que vivía en Rom a, proporciona datos
en favor de la existencia en Rom a de térm inos técnicos latinos
relativos a la vida cristiana. P o r ejem plo, em plea la expresión
στατίωνα εχω, y él m ism o la explica por m edio del griego νησ­
τεύω “ayunar”. Ahora bien, statio como térm ino técnico por
ieiunium es conocido a p a rtir de T ertuliano y designa u n tipo p a r­
ticular de ayuno en m iércoles y viernes. Así, el Pastor Hermae a te s­
tigua la existencia de u n térm ino altam ente técnico relativo a la
organización de la vida cristiana, u n “cristianism o directo” p u ra ­
m ente latino cincuenta años antes de T ertuliano y tal vez trein ta
antes de la com posición de la passio m a rtyru m Scillitanorum . El que
hu b iera escrito en griego no es m enos significativo: u n a lengua es­
pecial latina cristiana estab a surgiendo cuando aún la lengua oficial
de la Iglesia seguía siendo el griego.
Sólo hacia la m itad del siglo i i i em pezam os a encontrar textos
cristianos rom anos que no son traducciones, sino originalm ente
com puestos en latín. Las obras del cism ático Novaciano, escritor de
considerables dotes literarias e inclinado al purism o, m u estran los
elem entos norm ales del latín cristiano. En u n a com paración de
Novaciano con T ertuliano la doctora M ohrm ann señala la indepen­
dencia del prim ero con relación a su predecesor. Prefiere así el m ás
p o pular incorruptio al incorruptibilitas de T ertuliano. En la tra d u c ­
ción de una palabra tan im p o rtan te como λόγος en la Biblia afri­
cana se prefirió sermo, m ien tras que las antiguas versiones europeas
em pleaban verbum . E sta ú ltim a p a la b ra aparece en las citas b íb li­
cas de Novaciano, si bien en su texto em plea p o r igual las dos. C ier­
tas contribuciones al vocabulario teológico pueden, según parece,
deberse a Novaciano; praedestinatio, p o r ejem plo, se encuentra por
vez prim era en sus obras.
Las cartas del papa Cornelio, contem poráneo de Novaciano, a
Cipriano son m ás conservadoras en su e stru c tu ra sintáctica, pero
tam bién en ellas —escribe la d octora M ohrm ann— “hallam os todo
el vocabulario técnico relativo a la organización y la vida de las co­
m unidades cristian as”; valgan como ejem plos populus y plebs, fra­
ternitas, pax (en el sentido de arm onía y unidad d en tro de la Igle-
200 INTRODUCCIÓN AL LATIN

sia), schism a (que reem plaza al prim itivo scissura), catholicus, y la


serie com pleta de térm inos que designan a lá jerarq u ía eclesiástica.
Tenem os finalm ente algunas m u estras de u n tipo m ás popular
de lengua especial cristiana. La Epístola 8 de la correspondencia de
Cipriano em ana de la com unidad cristiana de Rom a y subraya la
necesidad de ayudar y red im ir a los que h a n resultado vencidos
en ese enfrentam iento con el Adversario que es la persecución. Los
vulgarism os son de tipo extrem o (“discere p o teritis a plu res a n o b is...
quoniam ea om nia... et fecim us et facim us; excubat pro omnes;
om nis periculus” , etc.) y tam bién su sintaxis es torpe y descuidada
en grado extrem o. Podem os p o r ello suponer que el texto se ciñe
de cerca a la lengua corrientem ente hablada en tre los m iem bros m e­
nos cultivados de la com unidad rom ana. Es interesante n o tar los
térm inos técnicos papas (acus. papatem ), títu lo aplicado a todos
los obispos en e sta época, subdiaconus, ecclesia, fraternitas, caticu-
m eni (vulgar p o r catechum eni), presbyter, com m unio, saeculum,
saecularis. La persecución dio lugar a u n a term inología propia: es
u n agon, u n certam en, concebido como lucha con el adversarius, uno
de los eufem ism os populares p a ra designar al Demonio. Los que
vencen (vincere, stare in fid e (m )) reciben la corona de los m á rti­
res. O tros, sin em bargo, son víctim as de su debilidad (adprehendi
infirm itate) y caen (cadere, ruere), y hacen el sacrificio pagano
(ascendere). Mas pueden arrep en tirse y volver al b u en camino y
desear ser de nuevo adm itidos en el seno de la Iglesia (com m unio­
nem desiderare). Hem os señalado ya en los capítulos precedentes
que la lengua p o p u lar de los rom anos estaba salpicada de palabras
griegas. R esulta de interés n o ta r que en este texto rom ano-cristiano
de c arácter vulgar encontram os u n p réstam o griego que no aparece
en o tro lugar -thlib o m en i “los afligidos” y adem ás la expresión
zelus dei. A p esar de su brevedad, el texto nos p erm ite echar una
ojeada fascinante a la lengua usual en tre los cristianos no culti­
vados de la R om a del siglo m , lengua rica en térm inos técnicos y
en gran m edida incom prensible p a ra los no iniciados; en una pala­
bra: u n a lengua especial.
Podem os ah o ra resu m ir brevem ente las conclusiones a las que
la doctora M ohrm ann ha llegado tras su estudio de los textos de la
Rom a cristiana. El Clemens Latinus, con u n a lengua ya característi­
cam ente cx’istiana, im pugna la creencia en la p rio rid ad del latín c ris­
tiano del n o rte de Africa. Cien años m ás tarde, las obras de Novacia-
no, las epístolas de Cornelio y la epístola del clero rom ano revelan
un a lengua especial altam ente desarrollada, b astan te avanzada en el
cam ino de la m adurez que alcanza en san Agustín y san Jerónim o.
Lo interesante es la estabilidad de esta lengua especial. A pesar de
sus bien d istintos niveles estilísticos, los tres grupos de textos de
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 201

la R om a del siglo n i tienen u n núcleo com ún: p o r ejem plo, es sin ­


tom ático que incluso Novaciano con to d a su cu ltu ra lite ra ria u se la
construcción quoniam p a ra in tro d u cir oraciones com pletivas. P or
o tra p arte , esta lengua es ecum énica, p orque las diferencias e n tre
A frica y R om a son insignificantes. U na m ism a lengua, que m ás ta rd e
aparecería tam b ién en E spaña y la Galia, fue fo rjándose gradual­
m ente —podem os suponerlo sin m iedo a e rra r— , conform e la h isto ­
ria del Evangelio y los fundam entos de la fe cristian a fueron siendo
com unicados p o r hablantes bilingües a conversos latinos m onóglo-
tas. Fue sin d u d a el resultado de u n largo proceso, en gran p a rte
oculto a n u estro s ojos, de g ran com plejidad, en el que estuvieron
im plicadas m uchas gentes de d istin ta capacidad y grado de ed u ca­
ción; avanzando p o r el cam ino del ensayo y el error, cada p ala b ra
y cada giro h ubieron de ganarse la aceptación popular. En este sen­
tido puede decirse que la nueva lengua cristian a fue creación del
pueblo (M ohrm ann). Su c a rá c ter ecum énico, la relativa u n iform i­
d ad que subyace a las insignificantes diferencias observables en las
versiones y escritos p rocedentes de las diversas provincias, se o ri­
ginó —com o to d a unifo rm id ad lingüística— p o r una intensa in te r­
com unicación. No debem os ignorar, n atu ralm en te, la fundam ental
u n id ad de cu ltu ra y lengua que ab arcab a a la p a rte latinoparlante
del Im perio Rom ano. E ste m edio favoreció la uniform idad en la
reacción del latín an te las nuevas ideas cristianas. Sin em bargo, el
desarrollo y m antenim iento de u n latín cristiano universal se debió
en gran m edida al co n stan te ir y venir de rep resen tantes de las d i­
ferentes Iglesias y al intercam bio de ideas a trav és de los contactos
personales y —facto r que no es el m enos im p o rtan te— de la co ­
rrespondencia. La epístola, se h a dicho, es u n a form a característica
de la lite ra tu ra cristiana.
Q ueda ah o ra b a sta n te claro que el latín hablado p o r la com uni­
dad cristian a de R om a no fue recibido como u n don del norte de
Africa. E sta tesis ten ía en cualquier caso escasas posibilidades a
priori. Cuesta tra b a jo creer que los cristianos latinoparlantes de
R om a se h u b ieran visto privados del norm al m ecanism o hum ano
del intercam bio lingüístico, con su adap tab ilid ad a las nuevas ideas
y situaciones, y se hub ieran quedado en una m u d a im potencia p a ra
aprender, d iscu tir y tra n sm itir la B uena nueva en latín hasta que
A frica del n o rte les q u ita ra el sello de los labios. T ertuliano, en p a r ­
ticular, h a sido destronado p o r S ch rijn en y sus discípulos y despo­
jad o de su títu lo honorífico de “padre del latín cristiano” : “T e rtu ­
liano no fue n i el p a d re del latín eclesiástico n i del prim itivo latín
cristian o ” (S ch rijn en ).
202 INTRODUCCIÓN AL LATIN

El juicio de N orden sobre T ertuliano es bien conocido.8 Fue un


hijo de su tiem po, u n rep resen tan te del m ovim iento asiánico, que
d u rab a ya entonces m ás de m edio milenio. Su esp íritu apasionado
e im petuoso hizo violencia al latín. En concreto, este au to r bilin­
güe im portó tan to s helenism os de vocabulario y de construcción que
a d u ras penas se le puede com prender sin conocer el griego. Un es­
tudio m á s detenido de la o b ra de T ertuliano ha m ostrado que este
juicio estab a distorsionado p o r el hecho de haberse ceñido N orden
a u n a dem asiado estrech a selección de textos. Especialm ente se ha
exagerado la densidad de los grecism os. En cam bio, la caracteriza­
ción de su estilo com o estigm a del asianism o sigue siendo válida.
E ncontram os en T ertuliano todos los recursos del estilo “m oderno”
que analizam os en el capítulo V: concisión, agudeza, antítesis, asín­
deton, sim etría y, sobre todo, los efectos de asonancia que asum irán
gran im portancia en la p ro sa cristian a ilustrada. Algunos ejem plos
se com entan p o r sí m ism os: “sordent silent stu p en t cuncta” ; “m u ­
lorum et m ilvorum carnes et c o rp o ra ”; “co rru p ti tam vitio valetu­
dinis quam senio sep u ltu rae”; “iu stitia rarescit, iniquitas increbres­
cit, bo n aru m om nium disciplinarum cu ra to rp escit” (tricolon de
“m agnitud creciente” y h om oioteleuton), y, finalm ente, un magnífico
ejem plo de la e stru c tu ra del período asiánico con parison, anáfora,
hom oioteleuton, etc. (véase H o p p e,9 p. 141):
o m n i a ia m p e r v ia
o m n ia n o ta
o m n ia n e g o t io s a
s o litu d in e s fa m o s a s r e tr o f u n d i a m o e n is s im i o b litte ra v e ru n t,
s ilv a s a r v a d o m u e r u n t
fe ra s p e c o ra fu g a v e ru n t
h a re n a e s e ru n tu r
sa x a p a n d u n tu r
p a lu d e s e liq u a n tu r
ta n ta e u rb e s q u a n ta e n o n c a sae q u o n d a m .
ia m n e c in s u la e h o r r e n t
n e c sc o p u li te r r e n t
u b iq u e d o m u s
u b iq u e p o p u lu s
u b iq u e re s p u b lic a
u b i q u e v ita .
(De An., 30: p . 350, 2 R .)

Fue en el m anejo del vocabulario donde T ertuliano m ostró m a ­


yor genio y tam b ién capricho. “Es y seguirá siendo un enigma de

8. D ie a n tik e K u n stp ro sa , II, 608 s.


9. S y n ta x u n d S til d es T ertu llia n (Leipzig, 1903).
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 203

difícil solución —escribe Hoppe— la fo rm a en que Tertuliano llegó


a a lte ra r com pletam ente el significado ordinario y com ún de m uchas
palabras.” S chrijnen im pugnó la prim acía de T ertuliano y m antuvo
que su lengua presupone la existencia de u n a considerable actividad
lingüística que h ab ría fo rjad o ya el vocabulario distintivo del latín
cristiano. Q ue algunas p alab ras aparezcan p o r vez p rim era en T e r­
tuliano no p ru eb a que las cre a ra él. Sin em bargo, no se puede negar
el audaz virtuosism o de T ertuliano al dom ar y disto rsionar las p a ­
lab ras p a ra expresar la tem p estu o sa y casi dem oníaca intensidad
de su voluntad de dom inio. Si, con S chrijnen, le negam os toda p a r ­
ticipación en la creación de la lengua vernácula cristiana, seguirá
todavía siendo cierto que T ertuliano fue el prim ero en utilizar el
latín cristianizado en obras literarias de altos vuelos. Su decisiva
contribución a la polém ica y teología cristianas cae fu era del alcan ­
ce de esta obra. Mas no se puede negar su influencia decisiva en el
latín cristiano com o lengua de literatu ra. P a ra los h istoriadores de
la lengua es y seguirá siendo la p rim era y principal fuente de co n o ­
cim iento del latín cristiano (T eeuw en). El “p ad re del latín cristiano”,
en el sentido de Schrijnen, no puede haberlo sido. ¿Diremos m á s
bien que tom ó en tre sus m anos a u n niño que prom etía, lo crió y
lo dotó de unos recursos que hicieron de él el dueño de un m undo
m ental y esp iritu al nuevo?
Con el c o rrer de los siglos la organización de la Iglesia y la vida
cristian a progresaron rápidam ente. El pensam iento cristiano se hizo
m ás m adu ro y profundo. Su in stru m en to de expresión se hizo m ás
sutil y sensible p o r o b ra de u n a serie de escritores bien dotados (Ci­
priano, Arnobio, Lactancio, A m brosio). En Jerónim o y Agustín la
lengua de la cristiandad latina alcanzó su m ás alto florecim iento. De
la o b ra de san Jerónim o como revisor y tra d u c to r hem os hablado
ya. Al tra ta r de “la lengua” de san A gustín nos enfrentam os con una
situación m ás com pleja que en el caso de Cicerón. P o rque no sólo
escribió en géneros de niveles estilísticos diferentes; hay que añadir
la com plicación que supone el que, tra s un com pleto aprendizaje
de la retó rica tradicional de las escuelas paganas, se viera obligado,
después de su conversión, a apren d er el nuevo latín que era p re c i­
so em plear con los cristianos: “nec illa sane praetereo quae c a te ­
chum enus iam, licet relicta spe quam terren am gerebam , sed adhuc
saecularium litte ra ru m inflatus consuetudine scripsi” (Retract, pro L,
3). E sta consuetudo secular dom ina todavía en sus prim eros d iálo ­
gos, que son com pletam ente ciceronianos en su e stru c tu ra de p e río ­
do, vocabulario e incluso en las cláusulas. P ero después de su con­
versión y bautism o tuvo lugar un cam bio. No deja de ten er
im portancia p a ra el desarrollo de su estilo el que en Ep., 24, tra s
su ordenación, pidiera al obispo Valerio licencia p ara dedicarse a
204 INTRODUCCIÓN AL LATIN

estudiar la Biblia. E ste acontecim iento señala ta/1 vez el punto de


inflexión de su evolución, o, p o r m e jo r decirlo, conversión, estilística.
A p a rtir de entonces A gustín abandonó la inlecebra suaviloquentiae
y adquirió gradualm ente la ecclesiastica consuetudo —esto se ve ya
en lo m uy diferente de la lengua y estilo del De vera religione, escri­
to en 389—, h a sta alcanzar la plena m aestría en las ob ras escritas
después de su entronización. P ero incluso en estas o b ras podem os
h ab lar en cierto m odo de u n a “ley de los géneros”, po rq u e A gustín
adaptó su estilo a la condición de sus destin atario s. El ca rá cter m ás
literario y pagano del De civitate Dei ya lo hem os explicado. Sus
Confesiones, au n q u e estilizadas, son de u n to n o m á s llano en su
e stru c tu ra y difieren de aquella o b ra de m odo n o table en los re ­
cursos utilizados p a ra m arcar las cadencias de los períodos (véase
in fra ). Sin em bargo, es en sus serm ones donde m ás se acerca a la
lengua popu lar, p o rq u e son en esencia conversaciones am istosas.
Los serm ones populares de san A gustín re sp ira n u n a estrecha in ti­
m idad en tre la congregación y el pred icad o r sensible a cada rea c­
ción y ansioso de hacerse en ten d er incluso p o r los m ás to rp es (tar­
diores) de los fieles. Sobre las características generales de este tipo
de lengua podem os decir, resum iendo, que en carn a y ejem plifica
todos los signos distintivos del latín cristiano con sus cristianism os
directos e indirectos. Las contribuciones nuevas que sa n A gustín hizo
se conform aron a las tendencias generales del latín cristiano y tardío.
Hay, sin em bargo, aspectos lingüísticos de su conversión que m e­
recen com entario. H em os advertido ya m ás a rrib a que las prim eras
obras, de c a rá c ter ciceroniano, se m antuvieron fieles, en cuanto a
las cadencias, a los recursos de la retó rica pagana. El nuevo estilo de
Agustín, el cristiano, está caracterizado no sólo p o r el abandono de
los cánones clásicos en el vocabulario, en la sintaxis y en la e stru c ­
tu ra del período, sino que tam bién evita las cláusulas ciceronianas
y en su lug ar hace uso de los recursos estilísticos de ca rá cter m á s
p o pular que hem os observado com o endém icos en Ita lia y que h a ­
bían estado p resen tes en la infancia de la p ro sa latina: frases co r­
tas equilibradas, en paralelo o en antítesis, con los o rnatos p rim i­
tivos de la sonancia, la aliteración y la rim a. Tales son los que h alla­
m os en las m ás populares de las obras de san Agustín, sus ca rta s
y sus serm ones (G laser, “W iener S tu d ien ”, XLVI, 193 ss.), y en m enor
m edida en el De civitate Dei. De las epistulae cita G laser, inter alia
(137, 10):
“ q u id a u te m n o n m iru m D e u s f a c it in o m n ib u s c r e a tu r a e m o tib u s ,
n i s i c o n s u e t u d i n e c o t i d i a n a v i lu i s s e n t? d e n i q u e q u a m m u l t a u s i t a t a
c a l c a n t u r , q u a e c o n s i d e r a t a s t u p e n t u r ! s i c u t i p s a v is s e m in u m ,
q u o s n u m e r o s h a b e t , q u a m v iv a c e s q u a m e f fic a c e s , q u a m la te n -
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 205

t e r p o t e n t e s , q u a m i n p a r v o m a g n a m o l i e n t e s , q u i s a d e a t a n im o ,
q u is p r o m a t e lo q u io ? ”

Cf. 173, 2, 3, lin. 5 ss.:


“ n a m s i e a in m e r e p r e h e n d e r i s , q u a e r e p r e h e n d e n d a n o n s u n t , te
la e d is m a g is q u a m m e , q u o d a b s it a m o r ib u s e t s a n c to p r o p o s ito
t u o , u t h o c f a c i a s v o l u n t a t e la e d e n d i , c u l p a n s i n m e a l iq u id d e n t e
m a l e d i c o , q u o d m e n t e v e r i d i c a s c is n o n e s s e c u l p a n d u m , a c p e r
h o c a u t b e n iv o lo c o r d e a r g u e s , e t i a m s i c a r e t d e l i c to q u o d a r g u e n ­
d u m p u ta s , a u t p a te r n o a ffe c tu m u lc e a s q u e m a d ic e re n e q u e a s ,
p o t e s t e n i m f le r i u t t i b i a l i u d v i d e a t u r q u a m v e r i t a s h a b e t , d u m
ta m e n a b s te a liu d n o n fia t q u a m c a r ita s h a b e t”.

A bundan los ejem plos en los serm ones, p. ej., 316, 1, 1:


“ q u i d q u i d v i d e t i s q u i a f it p e r m e m o r ia m S t e p h a n i ,
i n n o m i n e C h r i s t i fit,
u t C h ris tu s c o m m e n d e tu r,
C h ris tu s a d o r e tu r
C h ris tu s e x p e c te tu r,
i u d e x v iv o r u m e t m o r t u o r u m ,
e t a b e is q u i illu m d ilig u n t
a d d e x te ra m s te tu r ,
q u a n d o e n im v e n e rit,
s ta b u n t a d d e x te ra m ,
s ta b u n t a d s in is tra m ,
b e a ti q u i a d d e x te ra m ,
m is e ri q u i a d s in is tr a m ” .

Pero es en los serm ones m ás form ales, dedicados a las grandes o ca­
siones del año cristiano, donde estos recursos d e la retó rica popular
e stá n elevados a la categoría de u n a nueva fo rm a artística. Como
ejem plo podem os c ita r u n p asaje del Serm o 199 ira epiphania dom ini:
“ ip s e e n i m n a t u s e x m a t r e ,
d e c o e lo t e r r a e n o v u m s i d u s o s t e n d i t ,
q u i n a tu s ex P a tre
c o e lu m t e r r a m q u e f o r m a v i t .
e o n a s c e n t e lu x n o v a e s t i n s t e l l a r e v e l a t a ,
q u o m o r i e n t e lu x a n t i q u a e s t i n s o l e v e la ta .
e o n a s c e n te s u p e ri n o v o h o n o r e c la r u e r u n t,
q u o m o r ie n te in f e ri n o v o tim o re tr e m u e r u n t,
q u o r e s u r g e n t e d i s c ip u l i n o v o a m o r e e x a r s e r u n t ,
q u o a s c e n d e n t e c o e li n o v o o b s e q u io p a t u e r u n t .
c e l e b r e m u s e r g o d e v o t a s o l e m n i t a t e e t h u n c d ie m ,
q u o c o g n itu m C h r is tu m M a g i e x g e n tib u s a d o r a v e r u n t,
s i c u t c e l e b r a v i m u s i l l u m d ie m ,
q u o n a tu m C h ris tu m p a s to r e s ex Iu d a e a v id e ru n t.
206 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

i p s e e n i m D o m in u s D e u s n o s t e r e le g it A p o s to lo s e x l u d a e a p a s t o r e s ,
p e r q u o s c o n g re g a re t s a lv a n d o s e tia m ex g e n tib u s p e c c a to r e s ” .

Cuán pro fundam ente estaban arraigados en la antigua tradición


rom ana esta clase de efectos estilísticos puede verse p o r una sim ­
ple cita de Ennio: 10
h a e c o m n i a v id i in f la m m a r i
P ria m o v i v ita m e v ita ri
l o v i s a r a m s a n g u i n e t u r p a r i . (T rag ., 106-8 W .)

Hemos seguido h asta aquí la adaptación y “conversión” del latín


p o pular en in stru m en to de expresión de ese m undo nuevo que es
el cristianism o. Fue prim ero la lengua especial de-pequeños grupos
estrictam en te organizados y ap artados del resto de la sociedad.
Tales grupos, sin em bargo, tienen contactos con el m undo exterior,
y a través de tales contactos las palabras pasan de la lengua especial
al uso com ún. Los cristianos, a pesar de su esp íritu excluyente, no
lograron sep ararse to talm ente del m undo pagano. T ertuliano escri­
bió en su Apología:
n o n s i n e f o r o , n o n s in e m a c e llo , n o n s i n e b a l n e i s , t a b e r n i s , o f fic in is ,
s t a b u li s , n u n d i n i s v e s t r i s c e t e r i s q u e c o m m e r c i is c o h a b i t a m u s h o c
s a e c u lu m , n a v i g a m u s e t n o s v o b is c u m e t m i l i ta m u s e t r u s t i c a m u r e t
m e r c a t u s p r o i n d e m is c e m u s , a r t e s , o p e r a s n o s t r a s p u b l i c a m u s u s u i
v e s t r o . (C a p . 42.)

P o r via de este tra to , de estos contactos con el m undo pagano, pue­


de esperarse en co n trar p alabras y giros que se convierten en p a tri­
m onio com ún de to d a la com unidad lingüística. A gustín exagera tal
vez cuando dice que todo el m undo em plea la palabra natales en su
sentido cristiano de “pretiosae m arty ru m m o rtes” :
q u i s e n im h o d ie , n o n d i c a m i n h a c n o s t r a c i v ita te , s e d p l a n e p e r
A f r i c a m t o t a m t r a n s m a r i n a s q u e r e g io n e s , n o n C h r is ti a n u s s o lu m ,
s e d p a g a n u s a u t I u d a e u s a u t e t i a m h a e r e t i c u s p o t e r i t in v e n i r i q u i
n o n n o b i s c u m d i c a t n a t a l e m m a r t y r i s C y p r ia n i? (S e rm ., 310, 1, 2.)

Sin em bargo, tales p réstam o s son m uy raros. El estudio de la lengua


de un au to r no cristiano como Ammiano Marcelino ha m ostrado que,

10. Cf. tam b ién el conjuro para m ales de los pies citad o por Varrón,
R . B „ 1, 2, 27:
ego tu i m em ini
m edere m eis pedibus
terra pestem ten eto
salu s h ic m aneto
in m eis pedibus.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 207

si bien conoce expresiones cristianas, sólo u n as pocas, por no decir


ninguna, pertenecen a su vocabulario norm al. Cuando tiene ocasión
de em plear tales térm inos al tra ta r tem as cristianos añade h ab itu al­
m ente un com entario del tipo u t Christiani appellant. No fue p o r es­
tos cam inos p o r los que el latín com ún se cristianizó. Lo que ocurrió
no fue que u n grupo altam ente com pacto con intereses especiales h i­
ciera p asa r su m oneda lingüística a la circulación general. El grupo
fue adm itiendo de m odo co nstante nuevos adeptos, y los conversos
fu eron in stru id o s en la lengua especial. El grano de m ostaza creció
hasta fo rm ar un árbol poderoso. T ertuliano puede ya proclam ar con
orgullo (Apol., 37, 4) “h estern i sum us e t orbem iam et vestra om nia
im plevim us, urbes, insulas, castella, m unicipia, conciliabula, cas­
tr a ipsa, trib u s, decurias, palatium , senatum , forum , sola vobis
reliquim us tem pla” . Al final ni siquiera los tem plos se les dejaron.
El grupo absorbió a la en tera com unidad, y su lengua especial se
convirtió en la κοινή del m undo occidental. Es el latín medieval.
SEG UN D A PARTE

Gramática histórico-comparada
C a p ítu lo V III

F O N É T I C A

E n los capítulos siguientes harem os uso co nstante de fórm ulas


com o “*p indoeuropea p asa a / en germ ánico”. Será bueno em pezar
explicando qué significan tales fórm ulas.
Al ra stre a r la h isto ria de los sonidos de u n a lengua el filólogo
em plea dos m étodos. En p rim e r lugar estu d ia las variantes que
adopta u n a p alab ra registradas en u n a serie de textos dispuestos
en orden cronológico. P o r ejem plo, podem os rem o n tar el fr. père
al lat. patrem . Pero cuando h a llegado a los textos m ás antiguos
disponibles, el m étodo h istórico cede el paso al com parativo. El m é ­
todo com parativo se basa sobre el axiom a p rim ario lingüístico de
que la relación en tre sonido y significado es arb itra ria . Con esto
querem os decir que no hay en la n aturaleza psicofísica del hom bre
n ad a que provoque, p o r ejem plo, la pronunciación instintiva del
com plejo fónico “h ierb a” ante la observación de esa realidad b o tá ­
nica. Usam os ese signo fónico con esa referencia p o rque hemos im i­
tad o a los m iem bros m ás viejos de la com unidad de hablantes en
que hem os nacido, p orque h ab lar es u n proceso esencialm ente m i-
m ético. Si luego observam os que en o tra com unidad de hablantes,
digam os la francesa, el signo fónico herbe es usado con el m ism o
significado, concluim os que es altam ente im probable que tal asig­
nación a rb itra ria de sentido al sonido o cu rriera p o r vía independiente
en am bas com unidades. C uanto m ayor es el núm ero de tales coin­
cidencias, m ayor se hace la im probabilidad. Cuando observam os
que esp. hierba, vaca, leche, buey, cam po, etc., se corresponden con
fr. herbe, vache lait, boeuf, champ, etc., hem os de concluir que debe
h ab er alguna conexión histórica en tre los dos sistem as. Con o tras
palabras: si podem os seguir los eslabones del proceso m im ético a
través de sucesivas generaciones, llegam os finalm ente a alguna fo r­
m a de com unidad de lengua entre los antepasados lingüísticos de
los franceses y españoles que explica las sem ejanzas observadas
e n tre estas dos lenguas. Del m ism o m odo, lat. pater se iguala con
212 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

una serie de p alab ras en las lenguas em parentadas, o. patír, gr.


πατήρ, ser. p ita r-, gót. fadar. En u n a serie com pleta de tales ecua­
ciones evidentes p o r sí m ism as se observará que p en latín c o rre s­
ponde a p en m uchas o tras lenguas, p. ej. en griego, sánscrito, balto -
eslavo, etc., m ien tras en las p alabras correspondientes de lenguas
germ ánicas aparece u n a /. Dado que tal paralelism o en la e stru c tu ­
ra fónica de p alabras con significado sim ilar no p o d ría ser fo rtu ita
en m ayor m edida que lo sería la identidad absoluta, concluirem os
que esas p alab ras germ ánicas tam bién descienden, a trav és de diver­
sos procesos m im éticos, de la m ism a lengua m ad re com ún. La re ­
construcción de las p alabras y form as de esta lengua m adre es ta m ­
bién asunto de probabilidad. Las consonantes de la p alab ra p a ra
“p a d re ” aparecen en la m ayoría de las lenguas com o p -t-r, y así
podem os atrib u irlas con cierto grado de prob ab ilid ad a la lengua
m adre. Las vocales son m ás difíciles de fijar, pero los estudiosos
coinciden en re p re se n ta r la form a ide. com o *p9tër. Debe tenerse
presen te que esto no es m ás que u n a fórm ula ú til p a ra expresar la
incóm oda ecuación
lat. pater = gr. πατήρ = ser. p itá r- = gót. fadar = airl. athir, etc.
Igualm ente el paralelism o observado en los sonidos integrantes
de la serie de correspondencias puede ser resum ido cóm odam ente
p o r el h isto ria d o r de la lengua latina con fórm ulas como “ide.
*p > lat. p ”, m ejo r que con el engorroso lat. p = gr. p = ser. p =
germ . / = célt. cero. Debe insistirse en que las form as reco n stru i­
das ides. no tienen existencia m ás que com o fórm ulas convenientes
a los paralelism os observados. Son m eros sum arios de parentescos.
P o r ello no s e rá objeción válida a u n a form a reco n struida tal como
*stV uH ró- el decir que ja m á s órgano vocal hum ano alguno p ro ­
nunció ta l serie d e sonidos. No se p retende tal existencia fonética
p a ra la fórm ula. No obstante, hay sonidos que, con d istin to s grados
de probabilidad, podem os asignar a la lengua m adre ide., y es útil
a efectos de exposición y referencia u sar u n a fórm ula tipo ide.
*p > lat. p en vez de em plear en cada ocasión la ecuación com pleta
de la que la fó rm u la es u n compendio.

V ocales

Acento

El trata m ie n to de las vocales ides. en latín varía según el tipo


de sílaba en que se encuentran. E stán m uy influidas p o r el acento.
Acento es la p rom inencia dada p o r diversos m edios a u n a sílaba
de u n a p alab ra sobre o tra s de la m ism a p alab ra o expresión. Dicha
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 213

prom inencia puede conseguirse p ronunciándola con u n tono m ás


elevado (tono o acento m usical) o p o r u n a expulsión m á s fu erte del
aire (acento de intensidad o e x p ira to rio ). En u n as lenguas el acento
puede recaer sobre cualquier sílaba de la palabra, y el acento se
llam a “libre”. En o tras recae regularm ente so b re u n a determ inada
sílaba, y recibe entonces el no m b re de “fijo”. El acento prim itivo
ide. e ra m usical libre, pero ese sistem a no existía ya en latín clásico,
en el que el acento carga sob re la p enúltim a sílaba si ésta es larga
y sobre la antepenúltim a si la p enúltim a es breve. P o r ello debem os
p ro n unciar dúclm us pero ducám us (para las excepciones véase
p. 222). Sin em bargo, los estudiosos está n divididos en lo que re s­
pecta a sus opiniones sobre la n aturaleza del acento latino, y hem os
de revisar brevem ente los datos. Tenem os en p rim er lugar el te sti­
m onio directo de los gram áticos latinos, que, al describir el acento
de su lengua, utilizan u n a term inología que sugiere distinciones de
tono m ás que de intensidad. Así, V arrón c o n tra sta el tono d e un
sonido, su altitudo, con su cantidad, longitudo: p. ej. “cum p ars v er­
bi a u t in grave d ep rim itu r a u t su b lim atu r in acu tu m ” (L. L., 210,
10-16, GS.). S em ejante testim onio p o d ría p arecer p o n er fu e ra de
duda que el latín clásico ten ía u n acento m usical. La p ráctica d e los
poetas clásicos, que b asab an su versificación en la cantidad de las
sílabas olvidando el acento, se considera com o u n a p ru e b a indirec­
ta. É sta es la opinión m an ten id a p o r la m ayoría de los lingüistas
franceses, que creen que el acento to n al o m usical se m antuvo h a sta
el siglo IV d. C.
P ero fuera de F rancia los estudiosos se inclinan a poner en tela
de juicio la credibilidad de los gram áticos rom anos. E n los estudios
gram aticales, com o en otros m uchos cam pos, los rom anos fu ero n
im itadores serviles de los griegos. L as m ism as p alabras accentus,
gravis y acutus son “calcos” de los térm in o s griegos προσωδία, βαρεία
y οξεία. P o r ello, se advierte, deberíam os cuidarnos de aceptar des­
cripciones del acento latino que está n m etidas a la .fuerza en una
term inología científica proyectada p a ra d escribir una lengua de tipo
diferente. In te re sa advertir, adem ás, que los gram áticos griegos si­
guieron hablando de οξεία y βαρεία m ucho después de que el acento
griego hubiese pasado de ser m usical a ser de intensidad. P or tan to
puede resu lta r m ás seguro ignorar tan sospechoso testim onio y con­
fiar en deducciones sacadas de hechos que podam os observar por
n o sotros m ism os. De la m ayor im portancia es el fenóm eno d e la
síncopa, la elim inación de vocales átonas, ya que es generalm ente
u n acom pañante de u n fu erte acento de intensidad. Topónim os
ingleses com o G ódm anchester y W ávendon, que se pronuncian
[gAmsta] y [w sndgn], proporcio n an ejem plos clarísim os. En irla n ­
dés antiguo, tam bién, p réstam o s latinos com o philosophus y aposto-
214 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

lus aparecen en la fo rm a sincopada felsub y a p sta l.1 Síncopas sem e­


ja n tes se dieron en todos los períodos del latín (véase infra) : p. ej.
auceps < *avicaps, officina < * opificina (cf. o p ifex), undecim <
*unodecem, etc. Cuando las vocales de las sílabas no iniciales no
se perdieron absolutam ente p o r síncopa, su friero n debilitam iento
de varios tipos: p. ej. afficio < *ad-facio. M ás abajo se h ab lará con
detalle de estos cam bios. P o r el m om ento baste con ad v ertir que la
síncopa o debilitam iento nunca afectan a la vocal de la p rim era
sílaba en palabras tónicas. Estos hechos sugieren la conclusión de
que el latín tuvo en algún m om ento u n acento de intensidad sobre la
sílaba inicial y que fue éste el que p ro d u jo síncopas como aetas <
) *aevitas y debilitam ientos como occido < *obcado. La ley de la p e­
núltim a sílaba del latín clásico refleja u n cam bio p o sterio r de hábitos
que restringió el acento según las condiciones a rrib a fijadas. Adviér­
ta se que en las palabras de c u atro o m ás sílabas h ab ía u n acento
secundario: aèdificâvit, tém pesthtem . P ru e b a n esto: (1) el hecho de
que en italiano se produzca^ la gem inación de la consonante siguien­
te (p. ej. scellerato = sceleratus), y (2) el hecho de que ta l acento se ­
cundario cuente como pleno en versificación (p. ej. en el s a tu rn io 2
dédet tem pestatibus || aide m éretod y en cu arto pie de un p e n tá ­
m etro dïl&ni I antür <5|pés; véase in fra ). U na enclítica adelanta el
acento a la últim a sílaba de la p alab ra a la que está u n id a: vidés-ne,
egó-ne. Con síncopa de la vocal final tenem os la pronunciación vidén,
egón. Que el acento del latín prim itivo caía sob re la p rim era sílaba
está confirm ado p o r el testim onio del osco-um bro, d onde la síncopa
es m ás violenta que en latín y afecta a to d as las sílabas excepto a la
prim era. La m étrica p lau tin a tam bién im plica que la p rim itiv a acen­
tuación p ersistiera todavía en algunas p alab ras: las que ten ían la
e stru ctu ra rítm ica ^ ^ ^ a (p. ej. fâcîlîüs, m ülïêrëm , seqm nüní) se
acentuaban en la p rim era sílaba. En o tro s aspectos la pro so d ia p la u ­
tin a m u estra que la ley de la p en ú ltim a estab a operando ya en su
época. Que el acento era todavía de intensidad viene sugerido p o r la
persistencia de la síncopa en la sílaba inm ediata siguiente al acento,
p. ej. audäcter < audáciter, sinistra < *sinístera. P ru e b a tam bién la
existencia del acento de intensidad la ley de abreviación yám bica
(brevis brevians) según la cual la sílaba larga en u n a sucesión yám ­
bica se abrevia si el acento la sigue o precede in m ediatam ente: p. ej.
m odo > modo, m ih ï > m ïhï, benë > bènë, etc.
Que el acento latino difería en el período clásico del acento m u ­
sical del griego clásico viene indicado p o r las d iferentes prácticas

1. L i n d s a y , L a tin language, p. 170.


2. S in e m b a r g o h a y m u c h a in s e g u rid a d en c u a n to a la b ase m é tric a de
la m e d i d a s a t u r n i a . [ N o t a 19.1
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 215
m étricas introducidas p o r los poetas rom anos en los m etros que
im itaro n de m odelos griegos. P lauto y Terencio tienden a arm oni­
zar el ictus del verso con el acento de la palabra, m ientras en griego
el acento de p alab ra no desem peña papel alguno. Lo m ism o ocurre
en el hexám etro com puesto p o r Ennio, contem poráneo de Plauto.
Aquí hem os de in tro d u cir u n a advertencia sob re el ritm o en general.
El ritm o surge de la recu rren cia regular de im presiones sensoriales.
Una rigidez dem asiado grande en el tipo recu rren te, sin em bargo,
p roduce p ro n to cansancio, y agrado las variaciones en el ritm o b á ­
sico. Pero la peculiar tensión en tre variaciones y tipo básico queda
d e stru id a si tales variaciones son ta n frecuentes o tan com plicadas
que .el sentido del ritm o fund am en tal se pierde.
P o r consiguiente, al oyente ha de recordársele a intervalos este
ritm o básico, y tales reco rd ato rio s son m uy oportunos en el final
de las e stru ctu ras rítm icas com plejas, en las cadencias. P or ejem plo,
el hexám etro siem pre term in ab a en - w | - - , Pues bien, se ha
hecho ver que m ientras los poetas rom anos no aseguraban la coin­
cidencia de ictus y acento en los prim eros c u atro pies del hexám e­
tro , dicha arm onía aparece en los dos últim os pies, elevándose la
p roporción de casos positivos desde u n 92,8 % en Ennio a m á s del
99 % en Virgilio. [N o t a 20.] P a ra el p en tám etro se h an observado
hechos sim ilares, p o r lo cual se h a sostenido recientem ente que “el
ritm o buscado p o r Tibulo, P ropercio, Ovidio y M arcial para la se­
gunda m ita d del p en tám etro contiene u n a m arcad a concordancia
ic tu s-acento en el cu arto pie y u n conflicto ¿cíws-acento en la según-
4 S· 5 «
d a p a rte del quinto p ie” : 3 p. ej. unde m o\vetur á]mor, donde la
intención obvia es sen tar firm em ente el ritm o dactilico al comienzo
de la segunda m itad del p en tám etro , p ero evitar el ritm o pobre d is­
poniendo u n choque en el siguiente pie. De todo ello resulta que al
m enos u n principio de variación rítm ica usado p o r los poetas ro m a ­
nos fue la interacción del ictus de verso y acento d e palabra, con
vuelta a la coincidencia en la p a rte cadencial del verso donde era
deseable m arcar claram ente el ritm o básico. E n griego no en co n tra­
m os nada sim ilar h a sta los coliam bos de B abrio ■—que siem pre pone
u n acento sobre la p enúltim a sílaba—, y p o r entonces el acento grie­
go había pasado de m usical a de intensidad. Es difícil, pues, re sistir
a la conclusión de que esta diferencia de p rá c tic a m étrica im plica
u n acento latino diferente del griego m usical, a despecho del uso
com ún de térm in o s técnicos que im plican acento m usical. E sto no
excluye la posibilidad de que la sílaba acentuada latin a fuese p ro ­
nunciada con u n tono m ás elevado que la átona, pero éste es u n ra s ­
go secundario del acento intensivo al igual que en inglés.
. 3. G. A. W ilk in s o n , “Class. Q u.”, X L II, 1948, p. 74.
216 INTRODUCCIÓN AL LATIN

P a ra el período p o sterio r al 300 d. C. hay acuerdo general entre


los estudiosos en que el latín se caracterizaba p o r ten er acento de
intensidad. P ara ello contam os con el testim onio de gram áticos como
Pom peyo (siglo v d. C.) : “ergo illa syllaba quae accentum habet plus
so n at” (V, 126 Κ .). Tam bién la síncopa es u n d ato m á s que nos p ro ­
p o rcio n a testim onio inequívoco: dom ina > dom na (de aquí it. donna
y esp. dueña), oculum > oclu (it. occhio, esp. ojo).

V o cales

El sistem a fonológico ide. com prendía las vocales a, e, o, i, u, que


podían ser largas o breves, y las com binaciones en diptongo de las
tre s prim eras con las semivocales o sonantes i, u, r, l, m , n. El tr a ­
tam iento de estos sonidos heredados en latín varía según el tip o de
sílaba en que aparecen. Los exam inarem os b ajo los tre s epígrafes
(1) sílaba inicial, (2) sílaba m edial, (3) sílaba final.

Sílabas iniciales

En el latín m ás antiguo, como hem os visto, estas vocales esta ­


b a n acentuadas, y p o r ello se m antienen con regular constancia.
a aciés = gr. άκ ρ ό ς.4
ago = gr. αγω.
ager = gr. αγρός, ser. ájras, ing. acre,
alius = gr. άλλος.
ä m ä ter = gr. dór. μάτηρ, ser. m atar-,
frä ter = gr. φρόΐηρ.
fä m a = gr. dór. φάμα.
e ego = gr. έγώ.
genus = gr. γένος.
est = gr. έστί.
1. Ante una nasal velar [η] e > i: Unguo — τέγγω, quinque <
*penque (con vocal alargada por analogía con quintus). Obsérvese
que gn se pronunciaba [qn] : por ello dignus de *dec-nos, cf. dec-et.
2. La proximidad del sonido u producía el cambio de e a o:
p. ej. novos = vá(F)oq, novem = (év)véFa; socer = (σ)Ρεκυρός, cf. ser.
çvâçuras, soror < *suesör, cf. al. Schwester; somnus < *suepnos,
cf. ser. svápnas, anor. svefn; coquo < *quequo (véase p. 226), bonus <
4. El griego conserva las vocales ides, con u n a lto g rad o de fidelidad; por
e llo n o s b a s ta rá con c ita r las p alab ras griegas correspondientes. A d viértase que
e l signo = significa “em parentado con” y no “id én tico a ”.
GRAMÁTICA HISTÓRICO “COMP AR ADA 217

lat. arc. dueños. Esta tendencia debe haber persistido hasta la época
de los primeros contactos de Roma con Grecia si, como parece pro­
bable, ovare deriva del grito ritual griego de las bacantes.
3. e pasa a o ante velar [1] (véase infra). Esto explica la vocal
de volo, etc., en cuanto opuesto a velim, velle: además téngase en
cuenta solvo < *se-luo, oliva < *elaiuä. E s te cambio f u e f r e n a d o por
una consonante palatal precedente: así tenemos scelus, gelu, e tc ., pero
holus < más antiguo helus.

jëm ina = gr. θη-λή, etc.


fëcit = gr. ë-θη-κε.
plënus = gr. πλή-ρης.
octö = gr. όκτώ.
ovis = gr. ö(F) ις.
potis = gr. πόσις, ser. pâtis.
1. o > u ante nasal velar [η] y ante [m] : uncus = ογκος; un­
guis, cf. βνυξ; umbo, cf. όμψαλός; hunc, lat. arc. hone < *hom-ce
(pero repárese en longus, gót. laggs).
2. o > u ante [H + consonante: sulcus = δλκος, vult, pero volo
(véase infra), culpa, lat. are. colpa, multa, lat. arc. molta.
3. ou > au en sílaba que precede al acento: cavere, cf. k o ( F ) é k >,
favissae, pero fóvea, lavare, cf. λό(Ρ)ω.
4. uo- > ue- ante r, s y t, cambio que tuvo lugar hacia mediados
del siglo i i a. C.: vor sus, voster, vortex, voto > versus, vester, vertex,
veto. [N o ta 2 1.]
5. En algunas palabras de posible origen dialectal aparece u en
lugar de o ante r en sílaba cerrada (cf. i en lugar de e, p. 69) : ursus
por *orsos (cf. άρκτος, ser. flesas); furnus pero fornax.

dönum = gr. δώ-ρον.


öcior = gr. ώκύς.
(g)nötus = gr. γνωτός.
1. También aquí encontramos la vocal cerrada en ü ante u n a r,
en fur cf. gr. φώρ y cur, lat. arc. quör. Esto puede deberse al influjo
de la consonante labial o labiovelar precedente, pero se ha apuntado
que für es un préstamo antiguo del griego a través del etrusco (véa­
se p. 60).
2. öu > äu en oetävus, paralelo al cambio öu > äu; pero se
trata de un ejemplo aislado incluido aquí por comodidad.

Este sonido ide. viene exigido p o r la necesidad de d a r razón de


ecuaciones com o p ä ter = gr. πατήρ = ser. pitá; sta tus = gr. στα-
τός = ser. sthitás. R esulta de esto que la representación latina
218 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

es á, como en todas las lenguas ides. excepto el indo-iranio.


[N o t a 2 2 .]

i> i video = gr. (F)iôeîv, ing. wit, ser. vidm á “sabem os” .
*dix, dlcis, dlcare = gr. δίκ-η.
1. i > e a n te la r p ro c e d e n te d e s in te r v o c á lic a (v é a s e p. 2 3 1 ) :
*si-sö > sero; cinis, cineris < *cinises.

I> i vis = gr. (F)iq.


vivus = ser. jïvâs < *g»iu- (véase p . 2 2 8 ) .
virus = gr. (F)Tóq < (*ulsos).
u > u iuvenis = ser. yúvan-,
iugum = gr. ζυγόν, ser. yugám , got. ju k (ing. yoke),
ruber = gr. έ-ρυθρός, ser. rudhiräs.
1. E n tre l y u n a la b ia l u p a s ó a i, p r e s u m ib le m e n te a t r a v é s
d e [ü ] : lubet > libet (cf. m á s a d e la n te s o b re oi). [N o ta 23.]

ü > ü m us = gr. μϋς, aaa. m us, “ra tó n ”.


süs = gr. 6ς, aaa. sü, “cerda” .
fü m u s = gr. θυμός, ser. dhüm ás.

D iptongos

ai > ai en lat. arc. > ae a principios del siglo π a. C.


aedes (lat. are. aidilis) ~ gr. αιθω, ser. édhas.
laevus = gr. Xoci(F)óq; scaevus = gr. aKoci(F)óq.
ei En las inscripciones de fecha tem p ran a este sonido está dife­
renciado claram ente de l heredada, pero pasó a l hacia m ediados
del siglo i i a. C. El estadio interm edio de ë cerrad a aparece en
grafías tales com o devos, vecos, y e sta pronunciación al parecer
se m antuvo en ciertos dialectos rústicos. P o r ejem plo vella por
villa es atribuido a los r u s tid p o r V arrón, R. R., 1, 2, 14.
lat. are. deico = gr. δείκνυμι, etc.
fid o = gr. πείθω (*φε[θω), etc.
It = gr. εΐ-σι, ser. éti, lit. eïti.
■oi Se conservó en latín arcaico, pero p o r la época de P lauto, si
hemos de juzgar p o r su juego de p alabras con Lydus y ludus
(< loidos), se había m onoptongado en ü. Hubo evidentem ente
u n estadio interm edio oe que se continuó en grafías arcaicas
como las que encontram os, p o r ejem plo, en las Leyes de Cicerón
(coerari, etc.).
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 219

lat. are. oino, lat. clás. ünus = gr. οίνή “el as (en los d a d o s)”
gót. ains, etc.
lat. are. com oinem , lat. clás. co m m ü n is = airl. m&in, m ö in <
*moinl~.
lat. are. coiravit, pelig. coisatens = cüràvërunt.
lat. are. sudor = ser. svédas, aaa. sweiz “su d o r” < * s woid.
1. En sílabas iniciales, detrás de u, oi pasó a ei en latín arcaico
por disimilación, y ei luego se convirtió en z (véase ei) :
vidi = ( F ) οΐδα, ser. véda, etc.
vïeus — (F)οίκος, etc.; vinum = (F)οίνος, etc.
2. El mismo cambio se da después de I ante una consonante labial
en liquit, si esta forma procede de *leloiq'‘et, lo que es inseguro. l a
ï podría ser importada del compuesto reliquit, donde î es resultado
normal de oi en sílaba medial (véase infra).
3. La grafía antigua se conservó en ciertas palabras pertenecientes
a las esferas conservadoras del derecho y la religión: poena (gr. ποι­
νή) pero pünio, foedus (lat. are. foidere), moenia (pero mñrus, lat. are.
moiros, moerus —emparentado con ing. mere en mere-stone, “mo­
jón”—); Poeni pero Pünicus (gr. Φοίνικες).

au Se m antiene sin cam bio.


auris, aus-culto = lit. ausis, gót. ausö.
augeo, augur, etc. = gr. ,αυξω, gót. aukan.
paucus = gr. ιταϋρος.
1. au en latin representa también avi- sincopado: auceps < *avi-
caps; naufragus < *navifragos.
2. En el habla dialectal y popular au > ö: p. ej. olla, plostrum, etc.
Publio Clodio por razones políticas adoptó la pronunciación vulgar
de su nombre gentilicio Claudius. La reacción contra ö como signo
de vulgaridad produjo el hiperurbanismo plaudo, como se deduce
del compuesto explödo, porque expiando hubiera dado explüdo (véa­
se p. 222). Se cuenta de Vespasiano que, censurado por su pronuncia­
ción vulgar piastra, se dirigió a su corrector llamándole Flaurus en
vez de Flörus.

eu > ou en m uchas lenguas de Ita lia antigua incluyendo el latín


(p. 18). ou se m antuvo en latín arcaico p ero pasó a ü en el clá­
sico (el ejem plo m ás antiguo en el siglo m a. C . ) .
lat. are. abdoucit, lat. clás. düeit — gót. tiuhan < *deuk.
lat. are. Loucilios, lat. clás. Lücius, lücem = gr. λευκός, gót,.
liuhap < *leuk.
uro = gr. εϋω < *euso.
220 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

1. E n la tin o -fa lis c o e n t r e l y c o n s o n a n te la b ia l ou s e d is im iló


e n oi. P o r e je m p lo *leudhro- “li b r e ” (of. g r. έ -λ ε υ θ - ε ρ ό ς ) > *loufro-
(p. 229 s o b r e -dh > f) e n la t ín a rc a ic o . É ste lu e g o s e d is im iló e n
*loifro- (cf. fa l. loifirtato). E n la t. a rc . e s te s o n id o p a s ó a ei (leiber)
y d e a q u í a l (líber, v é a s e p . 2 1 8 ) . E ste c a m b io e s u n t ip o d e d is im i­
la c ió n a n á lo g o a l d e u e n t r e l y u n a c o n s o n a n te la b ia l (v é a s e s u p r a ,
p . 2 18 ).

ou > ou en latín arcaico, de donde > ü.


lat. are. loucom, lücus = aaa. löh “claro de bosque”, ing. lea,
lit. laükas.
noutrïx, n û trlx < antiguo fem enino *noutrï < raíz *sneu.
En general podem os decir que la tendencia del la tín es a asi­
m ilar el p rim e r elem ento de los diptongos al segundo, si bien
en condiciones específicas dom ina el p rim e r elem ento (p. ej.
oi > ei).
Adem ás de los diptongos breves el indoeuropeo ten ía una
serie de diptongos largos, que se conservaron m ejo r que en n in ­
guna o tra lengua en indo-iranio. Ya en indoeuropeo prim itivo,
sin em bargo, se perdió el segundo elem ento en ciertas posicio­
nes: p. ej. an te una -m (*g^óus pero acusativo *guöm). En latín
estos sonidos son distinguibles de los co rrespondientes diptongos
breves solam ente en posición final: an te consonantes se h a n a b re­
viado, pero ante vocales la serie con i d ejó caer este sonido, de
m odo que äi > ä, öl > δ.
ëi rës = ser. ras, gen. sg. rayás < *rëis.
öu duö = ser. dvä, dväu < *d(u)uöu.
octö = ser. as tau, gót. ahtau < *oktöu.

Sílabas no iniciales [N o t a 24]

En sílabas no iniciales, como hem os visto m ás arrib a, las voca­


les breves y diptongos breves experim entaron alteraciones que dife­
ría n según la sílaba term inase en vocal o consonante: *ád-fa-cio,
*ád-fac-tos > a f-fi-cio, af-fec-tus. En v irtu d de esto, los hechos p u e­
d en resum irse bajo los epígrafes de (1) sílabas ab iertas y (2) ce­
rradas.

Sílabas abiertas. Todas las vocales breves p asaro n a ,i.


a fació: con/icio; cado: occido; ratus: irritus; m âcina < *m äcänä
(gr. dór. τταχανδ). ;
e sedeo: obsideo; m edius: dim idius; lego: colligo, etc.
o (st)locu s: ilico < in stlocö (véase p. 233); novitäs, cf. gr.
νε(Γ) ότάς; hospitem < *hostipotem .
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 221

i video: Invideo; cito: incito; rigo: irrigo,


u caput: capitis; cornu: corniger; m anus: manica.
1. Ante I el tratamiento varía según que dicho sonido tenga un
timbre palatal (l exilis) o velar (l pinguis). Ante l palatal (es decir,
seguida por i) la vocal breve aparece como ¿’ ante l velar (es decir,
seguida por e, a, o, u) como u: p. ej. sédulo < sedólo; exilium: exu-
lans; familia: famulus; similis: simulare. Lo mismo los préstamos
griegos; scutula < σκυτάλδ; crápula < κραιπάλδ; paenula < φαι­
νόλης.'Obsérvese que o aparece tras υ o una vocal: parvolus, filiolus,
viola.
2. La evolución progresiva hacia i se detuvo en el estadio inter:
medio e ante r, consonante que en muchas lenguas tiene el efecto
de atraer a las vocales vecina^: cinis: cineris; genus: generis; Falis­
ci: Falerii; dare: reddere; camera < καμάρα. Ante r se conservó
la o: memoria, pectoris, temporis, etc.
3. Ante labiales la vocal aparece diversamente como i o w, siendo
al parecer [y] la pronunciación real: “medius est quidam u et i lit­
terae sonus, non enim optimum dicimus aut optumum" (Quintiliano,
I, 4, 8). [N ota 25.] Es difícil ignorar este testimonio de un gramático
experto, pero es posible que grafías persistentes como incipio pero
occubo, regimentum pero documentum, reflejen diferencias reales
de pronunciación,' *és decir, i tras i, e y a, pero u tras o y u en la
sílaba precedente.

Sílabas cerradas
a > e, y o > u; e, i y u perm anecen inalteradas.
a aptus; ineptus; castus: incestus; annus: biennis; arm a: inerm is;
parco: peperci; dam no: condem no; gr. τάλαντον: talentum .
1. Ante [η] esta e, al igual que e acentuada, pasa a i: frango:
confringo; tango: contingo.
2. Ante [1] velar (véase supra) esta *e > u: calco: inculco;
salsus: insulsus.

e sessus: obsessus.
1. Ante l velar, e > u: percello: perculsus < *per-celsos.

o onustus < *onostos; euntis < *eiontes; alum nus < *alomnos;
secundus < *seq*ondos; industrius < *endostruos; gr. άμόργη >
am urca (este p réstam o en tró a trav és del e tru s c o ).
1. Después de u, o se mantuvo hasta el siglo i d. C. Por ello las
grafías clásicas fueron fruontur, sequontur, etc.

u *düctos: adductus, etc.


222 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Diptongos

ei y ou experim entaron los m ism os cam'bios que en sílaba inicial,


es decir, se m antuvieron en latín arcaico y luego > i y ü: p. ej. feido:
confído; douco: addüco.
ai > ei en latín arcaico y luego > l: inceideretis < *encaid-; aestim o:
existimo·; aequos: iniquos; gr. èÀaiFa: oliva,
au > ü, posiblem ente via ou: fraudo: lat. arc. defrüdo; claudo: in­
cludo. audio: oboedio no ha sido explicado satisfactoriam ente.
Puede ser sim plem ente u n a pronunciación arcaizante de *obüdio
en la lengua jurídica.
oi El único ejem plo es pôm ërium < *postm oiriovi.

Vocales y diptongos en sílabas finales

Sílabas abiertas
a se ha conservado claram ente en ita, aliuta (cf. itid em ). En opi­
nión de algunos estudiosos, estas form as se p ro d u jero n p o r ab re­
viación yám bica de *itä, *utä (véase sin em bargo p. 281).
e se m antiene: age, domine.
0 > e: sequere < *sequeso, cf. gr. εττεο. Respecto a Ule véase “P ro ­
nom bres”, p. 255.
1 > e: mare, m ari-a; *anti (gr. αντί) > ante. Los ablativos pede,
etc., son en su origen locativos co rrespondientes a ποδί, etc., en
griego.
En ciertas p artícu las y form as de pronunciación rá p id a la vocal
breve se ha perdido en algún caso : quin < qui-ne, sin < sine, vidén <
vidësne, ain < ais-ne. Esto es lo que ha originadç excepciones apa­
rentes a las leyes de acentuación: m dés-ne > vidén.
La i final se perdió en las desinencias p rim a ria s del verbo: tre-
m o n ti > trem unt, *sonti > sunt, * es-ti > est (pero véase p. 263 so­
b re ess).

Sílabas cerradas
a > e: artifex < *-fax, rém ex < *-ags, cornicen < *-can, princeps,
auceps < *~caps.
e se m antiene: auspex, senex, nöm en (con e n < n ) , decem (con
em < m ).
1. Ante -s y -t, e > i en el siglo in a. C.: por ello agis < *ages(i),
agit < *aget(i); cf. los genitivos de lat. are., Cereres, etc., y el per­
fecto dedet.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 223
i se ha m antenido en ovis, lapis < *lapid-s, salix, etc. El diferente
tratam ien to que vemos en iüdex < *iouz-diks, com es < *com it-s
se debe probablem ente a la analogía de form as com o auspicem :
auspex; artificem : artifex,
u no cam bio: m anus, m anum , etc.
o > i i e n aliud, Istud. A nte -s y -m se m antuvo en lat. are. : m a ­
ntos, Luciom , etc., pero > u en época clásica, excepto cuando iba
precedida de v, u: p o r ello dom inus pero parvos, exiguos, etc.
1. E l d e s a r r o llo d ife r e n te , d e hospes < *hostipots, se d e b e t a m ­
b ié n a a n a lo g ía d e artificem : artifex, e tc .

Diptongos

P a ra los diptongos largos véase p. 220. Los diptongos breves ex­


perim en taro n los m ism os cam bios que en sílabas m ediales.
-ai, -et y -oi todos > lat. arc. -ei > lat. clás. -I. P a ra ejem plos
véanse las desinencias casuales en “M orfología”. Las vocales largas
en sílabas finales se conservaron p o r lo general, pero en latín clásico
se p ro d u jo la abreviación an te -m , - t y -nt, y en las palabras p o li­
sílabas tam bién ante - r y -l. P o r ello tenem os dücds, dücës, etc., pero
dücäm , düeär, dücät, dücëm , dûcënt, dücët. A éstos hem os de añ a­
d ir los num erosos ejem plos de abreviación yám bica como ëquâ,
bönä, ego, etc. P ero este fenóm eno fue tan to extendido como re s­
tringido p o r influencias analógicas. Así, P lau to tiene los esperados
röga, cave, aunque m ás ta rd e encontram os rögä, cüvë. En m ödö,
bënê se ven abreviaciones regulares, pero ergo y contra no pueden,
desde luego, deberse a la acción de esa ley. Sobre el alargam iento
de vocales an te ciertos grupos consonánticos véase p. 232.

Las so n a n t e s

Ciertos tipos de sonidos, según el contexto fonético en que se


hallen, funcionan com o vocales o consonantes, es decir, como centro
silábico o no. Tales eran en ide. las sonantes i(i), u (u ), r(r), 1(1),
m ( m ), n (n ).
¿ (sobre i véase supra) en posición inicial se conservó en latín:
p. ej. iugum : gr. ζυγόν, ser. yugám , ing. yoke; iecur: gr. fjmxp,
ser. yakrt. E n tre vocales i se perdió: p. ej. très < *treies, cf. ser.
tráyas; m oneo < *mone-iö.
T ras consonantes i vocalizó en i.
m edius = o. méfiai, gr. μέσ(σ)ος, ser. m ádhyas < *medhios.
224 INTRODUCCIÓN AL LATIN

alius = o. alio-, gr. άλλος < *a,líos.


venio < (véase p. 228).
1. -di-, -gi-, -si- > -ii- que se escribió i, p. ej. maius (pronuncia­
do maiius) < *mag-ios; peius (pronunciado peiius) < *pedios. Para
quoius < *quosio-s véase p. 256. Se dice que Cicerón prefería las gra­
fías con ii en tales palabras (Quintiliano, I, 4, 11).
2. lovis < *dieues todavía se escribe Diovis en lat. are.

u se conservó en posición inicial ante vocales y en tre vocales:


m di = gr. ( F ) olóoc, ser. véda, etc.
vlcus = gr. (F ) οίκος, etc.
novem = ser. nava, etc.
novos = gr. v é ( F ) o ç , ser. navas, ing. nem
ovis = gr. ó ( F ) ις, etc.
1. Entre vocales iguales u desapareció y las vocales se contra­
jeron: sis ,'< slvls, latrina < lavatrina, ditias < divitias. Pero -vi- fue
restaurado con frecuencia por la analogía.
2. u se conservó tras k, s: equos = ser. divas, etc. < * ekuos;
suavis — ser. svádús, ing. sweet, etc. < *suadui-s.
3. u se vocalizó tras í medial: quattuor = ser. catvaras, gal.
pedwar < *q«etuöres (véase p. 260).
4. u se perdió tras las labiales p y f: aperio < *ap-ueriô; fores =
aesl. dvtri, ing. door < *dhuer-/ dhuor-,
5. u entraba en combinación con d (p. 227), gh (p. 230) y gvh
(p. 230).
6. u se perdió ante u y, excepto en posición inicial, ante o:
somnus < *suopnos *suepnos (p. 232); parum < parvom; deorsum <
devorsum; soror < *suesó¡· (véase infra).
Sobre colo, cum, cur, véase p. 228.

r r consonántica se m antiene.
ruber = gr. έ-ρυθρός, ing. red (p. 229).
fero = gr. φέρω, ing. bear (p. 229).
1. C u a n d o la v o c a l q u e le s e g u ía s e p e r d ía p o r s ín c o p a , la r s e
h a c ía silá b ic a , y e s tá r e p r e s e n ta d a e n la tín p o r -er: p . e j . ter = xρίς
(tris > ífs > ters > ter); c f. certus < *kritos, testis < *terstis <
“tristis (cf. o . tristaamentud = testamento); ager < *agros (gr.
άγρός); âcer < *âcris; agellus < *agflos < '*agrolos.

r La sonante ide. r (para distinguirla de la r que deviene sonante


secundariam ente en latín) está rep resen tad a en la tín como or:
fors = ser. bhrtis < *bhrtis.
m ors = ser. m rtis < *mrtis.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 225

posco = ser. prcchäm i “yo p reg u n to ”, al. forschen < *porc-scö <
*prk-skö.
En un a sílaba final -o r > -Mr: iecur: ser. î/afcri < *iequr-t
(p. 228).
Z se m antiene en latin.
linquo = gr. λείπω, ing. Zeawe < *leiqv (p. 228).
lego = gr. λέγω , etc. < *leg.
in-clutu s = gr. κλυτός, ser. érutás, < *klutós.
I en latín aparece como ol:
m ollis = gr. ά-μαλδ-ύνω, ser. m rd ú s < *m olduis < *m ldu-,
m se m antiene.
m a ter = gr. ματηρ, ing. m other, etc.
nóm en = gr. ονομα, ser. ñama, ing. name,
dom us = gr. δόμος, etc.
ψ > lat. em.
decem = gr. δέκα, ser. dása < *dekm.
septem = gr. έπτά, ser. saptá < *septm.
centum (en p o r em p o r asim ilación a la í siguiente) = gr. έ-κατόν,
ser. satdm < * (d )k m to m .
La m final tenía una pronunciación relajada y era poco más que
una nasalización de la vocal precedente: de aquí las grafías oino,
aide, duonoro, etc., en latín arcaico.

n se m antiene:
novem , novus (p. 216).
genus = gr. γένος, ing. Mn, etc. < *genos.
n > lat. en:
tentus = gr. τατός, ser. tatás < *tntós.
Sobre novem p o r *noven < *neun, véase p. 260.
Ante s, n latin a desaparecida en sílabas finales con alargam ien­
to de la vocal precedente: p. ej. servös, m ensas, rêgês < *servons,
*m ensäns, *reg~ns. En las sílabas m ediales la n se m antuvo
m ás tiem po (m ënsis, änser, etc.), pero la m ism a tendencia a su
pérd id a se m antuvo a lo ¡largo de la h isto ria del latín, de tal
m anera que las lenguas rom ánicas no p resen tan ejem plos de n
ante s. G rafías como cosol, cesor, etc., aparecen en fecha tem p ra­
na, y esa “n m u d a” fue introducida erróneam ente con frecuen­
cia, po r ejem plo en thensaurus, form onsus, etc.
Cuando se perdía por síncopa la vocal siguiente, al igual que r se
hacía silábica la n, y esa # está representada por en o in: p. ej.
Sabellus < *Safn(o)los; sigillum (< sigxßom < *signolom); cf. pugil­
lus < *pugno-los, pastillus < *pastnilos (pañis deriva de *pastnis).
226 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

L as c o n so n a n tes

Los fonem as consonánticos ides. com prendían u n a rica variedad


de oclusivas, sordas (p, t, k, q y q»), sonoras (b, d, g, g y g»), con
los correspondientes sonidos aspirados (ph, etc., y bh, etc,). La ú n i­
ca fricativa era la s (sonora z en ciertos contextos fó n ico s). [ N o t a 26.]
El latín no distingue en tre la serie p alatal y la velar ni en tre as­
pirad as sordas y sonoras. Del sistem a m encionado, el latín conservó
generalm ente p, t, k, (q), q», y b, d, g, (g), afectando los cam bios
im portantes a las labiovelares sonoras y a las oclusivas aspiradas.

Sordas Sonoras
Sordas Sonoras aspiradas aspiradas

Labiales P b ph bh

Dentales t d th dh

Palatales k 9 kh gh

Velares q g qh gft
Labiovelares qu g» quh g uh

Fricativas s z — —

p pater = gr. ιτατηρ, etc.


potis = gr. πόσις, ser. pátis.
septem = gr. έπτά, etc.
clepere = gr. κλέπτω, etc.
1. En p o s ic ió n in ic ia l la p se a s im ila c u a n d o la s íla b a s ig u ie n t e
o o m ie n z a c o n u n a la b io v e la r : *peqvö > *quequö > *quoqnö > coquö;
*penqve > *quenque > quinqué (i la r g a s e g ú n quintus).

b Se han fijado pocas ecuaciones que p resen ten este sonido.


trabs = o. trííbúm “dom um ”, lit. trobà “casa”, ing. thorp. d ë-b i-
lis = ser. balám “fuerza”.
t Véase tres, pater, est, septem , tego, etc.
1. ti > cl: p . e j. pöclom < *pôtlom; saeclom < *saitlom; ex­
ondare < ά ν τ λ ε ΐν . T a m b ié n a p a r e c e n f o r m a s s e c u n d a r ia s c o n u n a
v o c a l a n a p tíc tic a : poculum, saeculum, e tc .
GRAMÁTICA HISTORICO-COM PAR ADA 227

2. Tras consonante la t final se perdió: lac < *lact.


3. Tras vocal -í final > -d: p. ej. feced, etc. (véase p. 263).

d dom us = gr. δόμος, etc.


dönum , dare = gr. δώρον, etc.
edo = gr. εδω, ing. eat, etc.
cord-is = gr. καρδία, κραδίη, ing. heart < * kerd /krd.
1. En algunas formas dialectales se observa alternancia de d y l:
lingua x dingua; lacruma X dacruma; oleo x odor; sedeo X solium
(véase p. 48).
2. du > b-: p. ej. bonus, bellum, lat. arc. dueños, duellum.
3. Tras vocales largas la d final se perdió: sé por sêd, ablativo
en -ó por -öd (p. 244).
4. Tras consonante la d final se perdió: p. ej. cor < *cord.

k Véase centum , decem, vicus, dico (lat. arc. deico = gr. δείκ-νυμι),
etcétera.
q E sta oclusiva velar ide. viene exigida p o r la necesidad de dar
cuenta de ecuaciones en las que las lenguas satem (p. 41) p re ­
sentan u n a gutu ral oclusiva k, no la fricativa s, etc., y que en
o tras ecuaciones corresponde a la Te no satem : p. ej. crúor = gr.
κρέας, ser. kravís < *qreu 9 s. Las lenguas no satem no d istin ­
guen en tre la serie p alatal (k, etc.) y la velar (q, etc.).
g (g)nösco = gr. γι-γνώσκω, ser. jü ä -, etc., < *gnö.
genus = gr. γένος, ing. kin, ser. jánas < *genos.
ago — gr. άγω , ser. d jä m i < *agö.
augeo = gr. αϋξω, gót. auka, ser. ójas- “fuerza” < *aug.
g E sta oclusiva velar viene exigida al igual que q p o r ecuaciones
como la siguiente, donde g satem se corresponde con g no
satem : tego = gr. στέγος, lit. stógas, “tech o ” < *steg.

Las oclusivas labiovelares

Estos sonidos que se postulan p a ra el indoeuropeo eran p ro b a ­


blem ente oclusivas velares articuladas con u n avance sim ultáneo
de los labios (“redondeam iento labial”). En griego aparecen, según
el contexto, como dentales (τ, δ, Θ), labiales (π, β, φ) y palatales
(κ, γ, χ ). En las lenguas satem no se las distingue de las velares sen­
cillas. En los “dialectos itálicos” estos sonidos están representados
p o r labiales (para in trusiones en el latín véase p. 47).
ç» se m antiene en latín:
quis = o. pis, gr. ΐίς, ser. M s < *qH-,
quod = o. po, gr. itoö, πόθεν, ττοδ-απός, etc. < *q»o~.
228 INTRODUCCIÓN AL LATIN

quattuor = o. petora, gr. dór. τέτορες, ser. catväras (véase p. 260).


sequor = gr. έπομαι, ser. sácate < *seç».
linquo, llqui, gr. λείπω, ser. r i-n á -k ti < *leiqu.
1. El elemento labial se pierde:
a) Ante u y o: secundus < *sequon<Xos; iecur < *iequor <
*ieq*£-t (p. 225); colo < *quolo < *quelo (p. 216) < *qvel. Obsérve­
se el contraste de incola con inquilinus.
b) Ante i ide.: socius < *soquios; lacio < *laquiö (cf. laqueus).
c) Ante otra consonante: coctus (cf. coquo); relictus (cf. lin­
quo); cf. nec y ac, que son las formas de neque y atque ante con­
sonante.
d) Ante s: vöx < *uôqus (cf. gr. (Πέπος).
2. En ciertos grupos de consonantes complejos -qu- se perdió:
quintus < *quinqutos (con alargamiento de la vocal ante -rjfcí como
en sanctus, iünctus, etc.), tormentum < *torqumentum.

g» En inicial an te vocal y en posición intervocálica > v;


venio = u. benust “venerit”, o. kum b en ed = “convenit”, gr. βαίνω,
ser. gam -, gót. qim an < *gvmiö-.
vivus = o. bivus “vivi”, ser. jivás < *gyiuo-.
veru = u. berus “veribus”, gót. qairu, airl. bir < *g#erw.
flvo (lat. are. p o r figo) = lit. d yg ti < *dhlg*. lat. clás. figo ha
sido rehecho a p a rtir del perfecto fixi.
nüdus = gót. naqaps, ing. naked, 'iri. nocht. La p alab ra latina
tiene la raíz nog« con u n sufijo "edo.· *nogv-edos > *nove-
dos > nüdus.
1. Después de una nasal velar [ή] g» se mantiene: inguen = gr.
άδήν < *pgvën; unguen, unguo = u. umtu, “unguito”, ser. anákti, airl.
imi}, “manteca < *e/ongv-.
2. Ante r y Z, g« perdio el elemento labial: gravis = gr. βαρύς, gót.
kaurus, “pesado”, ser. gurús, ser. < *g»ρκ-.
Cf. grätus = o. brateis “gratiae”, ser. gürtás, lit. gïrtas < ’"gvfgtós.
glans, glandis y gr. βάλανος son de la misma raíz con un sufijo dife­
rente; la d de la palabra latina se encuentra en eslavo zelqdl: <
*g»eZa/guies.

Las oclusivas aspiradas

En la época prehistórica en latín y en los “dialectos itálicos” las


oclusivas sonoras aspiradas se hicieron so rd as y luego pasaro n a
espirantes sordas, excepto tra s s, posición en la que perdieron la
aspiración y se hicieron oclusivas sord as: bh > /, d h > *Q> f,
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 229

gh > * χ > h. Estos sonidos se conservaron en lo esencial en los dia­


lectos itálicos, pero en latín u rb an o el tratam ien to varió según el
contexto fónico.
bh En posición inicial > f:
fero = gr. φέρω, ser. bhárdm i, ing. bear < *bher.
flös = sabino Flusare “F lorali”, ing. blossom < *bhlö-s.
fä m a : gr. dór. φδμα < *bhä.
fu l = gr. φϋ-voci, ser. a -b h ú t “él fue”, gal. b u m i “yo fui” < *bhu.
frá te r = gr. φρατηρ, ser. bhrátar-, ing. brother < *bhrâtër.
1. Se encuentran formas dialectales con h por f: haba (faba),
horda “vaca preñada” (cf. fordus < fero).

En posición m edial la esp iran te se sonorizó y luego pasó a


b oclusiva sonora:
nebula = gr. νέφος, νεφέλη, ser. nábhas, al. Nebel < *nebh.
orbus = gr. ορφανός < *orbh.
am bo = gr. &μφω.
d h (> *θ) > / que se m antiene en posición inicial:
fëcl = gr. ε-θη-κα, ser. adhät < *dhë.
fë m im , fëcundus = gr. τιθήνη, θήλυς, ser. dhätrl “nodriza” <
*dhë “am am an tar”.
fú m u s = gr. θυμός, ser. d hüm ds < *dhüm os.
fingo, figulus = o. feih ú ss “m u ro s”, gr. τείχος, ser. dehas <
*dheigh (cf. p. 230).
Obsérvese que en griego y en sánscrito la primera de dos aspi­
radas que comienzan sílabas adyacentes pierde la aspiración (ley de
Grassmann).

En posición m edial esta espiran te se sonorizó tam bién y pasó


a d oclusiva sonora:
aedes = gr. αϊθω, ser. edhas < *aidh.
m edius = o. m éfiai “m ediae” , gr. μέσ(σ)ος (por *μεθζος), ser.
m ádhyas < *medhios.
fld o = gr. πείθω (por *φείθω, o tro ejem plo de la ley de G rass-
m ann) < *bheidh.
1. p interior procedente de dh pasó a b en determ inadas con
diciones.
a) Ante y tras r: p. ej. glaber = ing. glad, al. glatt, “liso”, pero
originariamente “claro, brillante”, lit. glodiis “liso” < *ghladh-ro-.
verbum = u. verfale, ing. word < *uerdh-. barba — ing. beard, aesl,
brada < *bhardhä, que normalmente debía dar lat. farba, pero la
primera consonante ha sido asimilada a la b siguiente. Para líber
véase p. 220.
230 INTRODUCCIÓN AL LATIN

b) Ante -I-, Así el sufijo de instrumento -dhlo (gr. -θλο-) apare­


ce como -blo- (-bulo-) en latín: stabulum < *stg-dhlom, cf. al. Stadel;
fábula < *bhâ-âhlâ.
c) Tras u: über = gr. οδθαρ, ser. udhar, ing. udder < *üdh.
rüber — gr. έ-ρυθρός, ser. rudhirás, ing. red < *rudhro-.
(Adviértase que el dialectal rüfus procede de *roudho-: cf. al. roí,
gót. raups, lit. raudas, robus es otra variante dialectal).
iubeo: = gr. ύσ-μίνη, ser. yudh-, “lucha” < *ieudh/iudh, El sig­
nificado originario de la raíz parece haber sido “mover, sacudir, tem­
blar”, etc. iubeo es un causativo = “poner en movimiento”.

gh > *χ, y luego ante y entre vocales > h:


(h)anser: < gr. χήν, ser. hamsás, ing. gander, goose < *ghans-,
hiem s: (h im - en bim us < *dui-him o-s) = gr. χίμαρος, χιών, ser.
him ás < *ghi-em, *ghi-m. O tro grado de alternancia ap are­
ce en hibernus < *gheimrinos, cf. g r χειμερινός.
hum us, hom o = gr. χοέμαί, gót. gum a < *ghem -, *ghom~.
hostis = ing. guest, al. Gast, aesl. gosti < *ghosti-,
veho = gr. (Ρ)οχέομαι, ser. váhati, ing. wagon < *uegh-.
1. gh inicial ante u > / (cf. guh):
fundo — gr. xéFco, χύ-το, gót. giutan < *gheu-, ghu-; ferus = gv. θήρ,
aesl. zvërï < *ghuer-,
2. En interior el grupo -ghu- > -gu- > -υ- (cf. el tratamiento de
la labiovelar g»): brevis = gr. βραχύς < *mreghu-i (la m viene exi­
gida por otros miembros de la ecuación no citados aquí).
3. Tras una nasal velar [q] gh > g:
fingo = gr. τείχος, ing. dike < *dheigh, *dhi-n-gh; lingo = gr. λείχω,
ing. lick < *leigh, li-n-gh; ango, angustus = gr. αγχω, gót. aggwus,
al. eng < *angh-.

g»h En inicial > f:


form u s = gr. θερμός, ser. gharm ás < *g^he/orm -,
de-fendo = gr. θείνω, φόνος, ser. h a n -ti “él golpea”, < *g'*hen-.
En interior:
a) en tre vocales > υ: nix, nivem = gr. νίφα, νειφει, aesl.
snëgü, ing. s now < *sneigvh - snig*h~; voveo = u. vufetes “vo­
tis ”, gr. εύχομαι < *uog»h-eiö; levis < *leg*hu-i-s.
b) tra s [η] > g: ninguit “nieva” <*sni-n-g»h; anguis = lit.
angis (cf. gr. δφις, ser. áhis).
c) Ante r encontram os u n a huella del tra ta m ie n to f en el
“arcaico” nefrundines (F esto ), pren estin o nefroñes, que en lanu-
vino aparece como b, nebrundines : cf. gr. νεφρός, al. Niere <
*negvhro-.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 231

La aspirada glotal [h] del latín e ra un sonido inestable y


fue elim inado progresivam ente. En posición intervocálica había
desaparecido p o r el siglo i i i a. C . (p. ej. nëm o < *nehemo,
bim us < *d u i-h im o s). En consecuencia esta letra se utilizó
como u n m ero recurso ortográfico p a ra m a rc a r la silabación,
p o r ejem plo en la g rafía ahënus, donde estaba injustificada e ti­
m ológicam ente (< *aies-nos). L a asp irad a se perdió en ciertos
dialectos rurales (p. ej. arena, edus, ircus, olus, etc.). La reacción
ignorante co n tra esa n o ta de rusticitas p ro d u jo hiperurbanism os
que in sp iraro n la b u rla de Catulo p o r las hinsidias de Arrio; cf.
el com entario de Nigidio (Aulo Gelio, 13, 6, 3) “rusticus fit serm o
si aspires p erp eram ”. U na h no etim ológica aparece tam bién en
hum erus, hü m o r y haurio (gr. αΰω, etc.).
s Este sonido se m antuvo sin cam bios en inicial y en final (véase
septem , sus, genus, etc.) y tam bién en in terio r ante y tr a s oclu­
sivas sordas (sisto, est, vesper, axis) y tras n (m ënsis, änser).
En posición intervocálica s se sonorizó en 2 y luego pasó
a r: generis < *genes-es, arborem < *arbos~em, m aiörem <
*magiös-em, flörem < *flös-em (cf. flös, flös-culus). E ste cam ­
bio se com pletó hacia m ediados del siglo iv a. C., p ero están
atestiguadas form as arcaicas como arbosem , pignosa, lasibus.
La s que aparece en p alab ras p u ram en te latinas (sobre p résta ­
m os y térm inos dialectales com o rosa, casa, véanse pp. 43, 66)
es resultado de la reducción de ss tra s vocales largas o dip­
tongos: p. ej. visus < *vissos < *vid-tos, causa < caussa, quae­
so < quaesso.
Ante las sonoras^, u, l, m , n, d, g y tras r y l, s se sonorizó
en z, que se convirtió en r an te g (p. ej. mergo, cf. lit. m azgóti),
pero ante los o tro s sonidos citados la z desapareció con alarga­
m iento com pensatorio de la vocal precedente: nldus < *nizdos
(ing. n est), quidam < quis-dam , p rim u s < *pris-m os, aënus <
*aies-nos, prëlu m < *pres-lom .
sr- inicial > fr - (frigus, cf. gr. ρίγος < *srigos); y en inte­
rior > -b r- (fünebris < *dhoines-ris, (co n )sobrinus < *~suesr~
inos; sobre soror < *suesör, véase p. 216).

Fenóm enos de grupo

El latín p resen ta fenóm enos fonéticos generales tales com o asi­


m ilación, disim ilación, sonidos de transición y simplificación de gru­
pos com plejos, que contribuyen a la econom ía de esfuerzo articu la­
to rio y a la facilidad de pronunciación. B astará con cita r unos
232 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

pocos ejem plos en los que dichos procesos h an nublado la claridad


etimológica.
Asimilación. Las consonantes yuxtapuestas se asim ilan con fre ­
cuencia. Lo m ás frecuente es que la p rim era se asim ile a la segunda
(“asim ilación regresiva”), hecho que se observa especialm ente bien
en el com portam iento de los prefijos verbales: occido < *ob-caedo,
attineo < ad-teneo, sufficio < *sub-faeio, differo < dis-fero, etc.
Obsérvense adem ás quippe < *quid-pe, topper < *tod-per, annus <
*at-nos (gót. apn); som nus < *suep-nos, su m m u s < *sup-m os,
sella < *sed~lá, grallae < *grad-s-lae, corölla < *corön-la. En los
participios de perfecto, cuando la consonante sonora final de la raíz
se hace sord a p o r asim ilación a la -t- del sufijo, la vocal precedente
se-alarga: âctus < *ag-tos, lêctus < *leg-tos, rëctus < *reg-tos.
P a ra la “asim ilación progresiva” , en la que prevalece la p rim era con­
sonante del grupo, podem os citar velle < *vel-se, collum < *col-
som (cf. al. Hals), torreo < *torseo, ferre < *fer-se, tollo < *tol-no.
La asim ilación puede afectar tam bién a vocales en sílabas contiguas.
Así hom o procede de hemô (cf. nêm o < *ne-hem o). Obsérvese,
tam bién, la vocal de la reduplicación en pupugi (lat. are. pepugi),
m om ordi (lat. are. m em ordi).
Disimilación. La dificultad de p ronunciar dos sonidos sim ilares
en sucesión ráp id a puede ser suavizada con el cam bio de uno de
ellos. Esto es especialm ente frecuente en latín con las com binacio­
nes r-r, l-l: p. ej. peregrinus pasó en lat. vulg. a pelegrinas (fr. pèle­
rin), m ientras caeruleus < *caeluleus es u n adjetivo form ado sobre
caelum. El efecto de tal disim ilación puede verse en el cam bio del
sufijo ordinario de adjetivos -älis (navalis, m ortalis) en - a n s cuan­
do se añade a nom bres que contienen u n a l: m ilitaris, consularis,
lunaris. Igualm ente el sufijo de in strum ento -lo - aparece como -ro -:
speculum , pero fulcrum , flagrum. O tros ejem plos de disim ilación
son carm en < *can-men, germ en < *gen-m en, m erîdië < m edí-
dië (form a que todavía se conservaba sobre u n reloj de sol en P re -
neste según Varrón, L. L., 6, 4). En algunos casos la disim ilación
puede conducir a la pérdida de uno de los sonidos en conflicto:
agrestis < *agrestris (cf. silvestris). A veces puede p erderse u n a
sílaba entera: p. ej. n u triz < *nütrï-trîx.
Sonidos de transición. La pronunciación puede facilitarse por
la inclusión de sonidos entre los m iem bros de ciertos grupos. Tal
ocurre con la vocal anaptíctica en dracum a < *dracmá, poculum <
poclom , m ina < m na (gr. μνδ). En otros casos puede aparecer u n a
consonante, como en ing. T ho m -p -so n : cf. su m -p -si, dem -p-si,
su m -p -tu s, exem plum < *exem-lom. N ótese adem ás la pronuncia­
ción vulgar autu m -p -n u s, som -p-nus, etc. Ya en indoeuropeo p a re ­
ce haberse desarrollado una consonante de transición entre dos
GRAMÁTICA HISTÓRICO-OOMPARADA 233
oclusivas dentales contiguas: *t-t, * d -t > - t st-, -d st-, etc., com bi­
nación de sonidos que aparece en latín (y germ ánico) como ss:
p. ej. m essis < *metHis (cf. m eto ), passus < *pat‘tos (patior), quas­
sus < *quat’tos (quatio). E sta ss se simplificó tra s vocal larga o
diptongo: visus < *vissos < *vid-tos, cäsus < cässus < c äd-tus.
E ntre ss y u n a r siguiente se desarrolló u n a - t- de transición (cf. ing.
sister) en rä stru m < *râssrom < *räd-trom .
P o r últim o podem os citar algunos ejem plos de simplificación
de grupos com plejos, arsi < *ard-si; fu lsi < *fulg-si; testis < *ters-
tis < tristis (p. 224); tostus < *tors-tos; ultus < *ulctos (ulciscor);
to rm en tu m < *torq^m entum ; iü m en tu m < lat. are. iouxm entum ;
sévir i < *sexviri; luna < *loucsna; cëna (lat. arc. ces na) < *cersna
(cf. o. kerssnais “cenis”) ; ilico < in stloco; posco < *porc-scö <
*prk-skö; pruina < *prusuina (cf. scr. prusvä “escarcha”, aaa. fr to­
san, ing. freeze). [ N o t a 2 7 J
C a p ít u l o I X

MORFOLOGÍA

N o c io n e s p r e l im in a r e s

Desinencia, tema, raíz

El análisis de u n a p alab ra latina como dediticius revela la exis­


tencia en ella de los com ponentes que siguen. Podem os n o ta r ante
todo que el ñnal de la p alab ra aparece con form as diferentes
(-m , -i, -ó, etc.) según el papel que la m ism a desem peña en la cons­
trucción de la frase. Estas p artes de la p alab ra dotadas de función
sintáctica se llam an desinencias; el sistem a com pleto de las desi­
nencias de un nom bre constituye su declinación. Lo que queda de la
palabra tra s sep arar la desinencia se llam a tem a: dediticio-. La
com paración con o tras p alabras como em pticius, m issicius, etc.,
revela la existencia de o tro com ponente, que se ha añadido a los
tem as de participio pasivo dédit-, em p t-, m iss-, A este elem ento
-icio se le llam a sufijo. Mas el análisis puede aún continuar. Si com ­
param os lo que nos queda, dëdit-, con dëdo, dëdere, p o r una parte,
y con la serie dict-, duct-, p o r la otra, aparece otro elem ento signifi­
cativo, -t-, sufijo que caracteriza al participio pasivo latino. Si lo
separam os nos queda dëdi-, elem ento constante de u n grupo de
form as que se refieren de m odos diversos al hecho de “en tre g ar”.
Pero nuestro análisis no h a term inado todavía: el verbo dëdo, se­
gún el testim onio de dë-pono, dë-duco, dë-doceo, etc., lleva u n p re ­
fijo dë-. Nos quedam os así con dö, que es el elem ento constante de
una constelación de palabras todas conectadas con el hecho de “d a r” :
dö-no-m , donare, dönatus, donativos, dos, daré, datos, etc. Este ele­
m ento, unidad funcional elem ental de la p alab ra latin a e indoeuro­
pea, se llam a raíz. ií(sí,jjmes, la p alab ra latina puede contener tre s
clases de unidades m orfológicas o “m orfem as” : la raíz, uno o va­
rios afijos (prefijos y sufijos), que se unen a la raíz p a ra fo rm ar el
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 235

tem a, y, p o r últim o, la desinencia, que indica la función sintáctica


del todo que form a la palabra.

Alternancias vocálicas (ablaut)

Sin duda no h a escapado a la atención del lector el hecho de


qué la raíz m ism a experim enta m odificaciones : dö fren te a dä. Es­
tam os ante u n ejem plo com plejo de u n fenóm eno m uy extendido
conocido con el nom b re de alternancia vocálica o ablaut (apofonía),
es decir, la variación de la vocal de la raíz —sobre el fenóm eno en
sufijos y desinencias véase in fra—, em pleada com o recurso m o rfo ­
lógico. Ejem plos de este m ecanism o son los llam ados verbos fu e r­
tes del inglés o el alem án: sing, sang, sung; singen sang, gesungen.
El griego, que atestigua con gran nitidez el sistem a original in d o ­
europeo represen tad o p o r los ejem plos citados, nos indica que d e­
bem os distinguir tre s grados de alternancia: (1) con la vocal e,
(2) con la vocal o, (3) sin vocal. Se les conoce con los nom bres de
“grado e”, “grado o” y “grado cero”, respectivam ente. Un ejem plo
típico en el que aparecen los tre s grados es (1) γένος, (2) γόνος,
(3) γί-γν-ομαι. Si la raíz contiene u n diptongo, es decir, si la e va
seguida de u n a de las sonantes i, u, r, l, m, n, en el grado cero, al
desaparecer la vocal, la sonante asum e función silábica si la sigue
u na consonante: (1) λείπω, (2) λέλοιττα, (3) λιπ-ειν; (1) μένος,
(2) μέ-μον-α-, (3) μέ-μα-μεν (* m e -m n -m e n ). dö: dä ejem plifica una
serie m ás com pleja de alternancias, en la que la raíz en grado pleno
no contiene u n a vocal breve n i u n diptongo, sino u n a vocal larga,
que en el grado cero no desaparece, sino que m u estra una form a
reducida. Esto, en principio, no difiere del com portam iento de los
diptongos, que dejan tam bién su sonante com o resto en el grado
cero. Hemos advertido hace u n m om ento que el diptongo en en la
raíz m en d eja como resto - n - (sobre el resultado de este sonido
indoeuropeo en latín y en las dem ás lenguas véase p. 225). Si ahora
dirigim os n u e stra atención a u n a raíz con vocal larga, por ejem plo
stä (“estar en pie”), encontram os en el adjetivo verbal en -to, que
norm alm en te p resen ta el grado cero (véase in fra ), la siguiente serie
de form as en latín, griego y sánscrito, respectivam ente: státus,
στατός, sthitás. O bservam os aquí la ecuación a = a = i que se re ­
m onta a u n *s indoeuropeo (véase p. 217). [ N o t a 28.] Así, la al­
ternancia de la raíz puede rep resen tarse como *stá: *st3. De m odo
paralelo el lat. dö: dä nos lleva a p o stu lar *dö: *ds y fëci: fäcio nos
lleva a p o stu lar *dhë: *dhs.
Mas todo esto no es sino u n elem ental esquem a simbólico. Su­
pongam os que el a del grado cero es el residuo de un diptongo, del
236 INTRODUCCIÓN AL LATIN

m ism o modo que i, u, r, l, m, n son, respectivam ente, los residuos


de ei, eu, er, el, em, en. En o tras palab ras: representem os el sonido
indoeuropeo desconocido que aparece com o ê en latín y en o tras
lenguas em parentadas no como *ë, sino com o *ea. Entonces, el
grado cero con p érdida del elem ento principal será 3 y la relación de
fëci con jacio p o d rá rem ontarse al indoeuropeo *dhes: *dhd. Del
m ism o modo, p a ra stá: sta podem os p o stu lar *stas: *sta, y p a ra
dö: da, *dod: *da. A hora bien, si buscam os u n com pleto paralelis­
m o con λείπω, λιπείν, etc., y que aparezca e en el p rim e r grado, todo lo
que tenem os que hacer es su stitu ir *ea, *as, *oa p o r *es¡, *e 3 ¡¡, *ea3,
respectivam ente. E stos tre s diptongos indoeuropeos quedan defini­
dos como los sonidos desconocidos que dan cuenta, respectivam en­
te, de la presencia de ë, ä, ö en las p alab ras exam inadas. Este a n á ­
lisis puram ente teórico, que lleva a la postulación de una nueva
serie de sonantes, a¡¡, (“laringales”), se h a visto parcialm ente
confirm ado p o r el testim onio del h etita, lengua en la que un fonem a
que se transcribe como h corresponde a veces a las laringales in d o ­
europeas postuladas. Nótese tam b ién que la de s ts 2tos, grado
cero de síeas (= sta), proporciona u n a explicación d e la aspirada
que aparece en el sánscrito sthitas. E ste ejem plo sugiere que la la­
ringal indoeuropea a2 que se p o stu la tenía u n a n atu raleza fonética
capaz de provocar la aspiración de u n a oclusiva d en tal sorda p re ­
cedente en sánscrito.
G racias a este análisis de las ap aren tem en te a b erran tes raíces
con vocal larga como resultado de diptongos podem os ahora resu ­
m ir de m odo sencillo y con validez general el fenóm eno de las a lte r­
nancias vocálicas de la raíz indoeuropea. La raíz puede p re sen ta r
tre s grados: u n grado e, u n grado o y u n grado cero. E n las raíces
que contienen u n diptongo el segundo elem ento (la sonante) queda
como residuo en el grado cero.
En latín las alternancias originales h an quedado m uy oscureci­
das p o r los cam bios fonéticos y analógicos. Como ejem plos pueden
servir pendo: pondus; tego: toga (grados e y o); e s-t: sunt; ed-o:
d-ens; genus: gi-gn-o (grado e y grado cero). V erem os otros en el
análisis de los nom bres y los verbos.
T ras haber establecido los principales m ecanism os m orfológicos
del indoeuropeo podem os estu d iar los procesos de sufijación p o r
m edio de los cuales se construyen tem as nom inales a p a rtir de ra í­
ces o de otros tem as. A doptarem os en este p u n to la acertada clasi­
ficación funcional p ro p u esta p o r M. L eu m an n .1

1. “M useum H elveticum ”, 1, 1944, pp. 129 ss.


GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 237

F o r m a c ió n de lo s n o m b r e s

El sufijo puede ser “cero” : son los llam ados “nom bres raíces”,
como du x (dúc-s), lux, p ä x (pâc-s), pës, vöx, ôs, etc. Los nom bres
raíces o radicales constituyen a m enudo el segundo elem ento de
nom bres com puestos: iüd ex < *ious-dic-s, opifex < *opi-fac-s,
auceps < *avi-cap-s, etc.

A. Sustantivos derivados de sustantivos

1. D im inutivos en -lo, -la (-ulus, -culus, -ellus, -cellus, etc.) :


filiolus, foculus, hom unculus, diecula; asellus, gemellus;
ocellus, agellus, puella; corölla, etc.
2. Peyorativos en -a stro -: filiaster.
3. Fem eninos:
a) - ( tr ) - ic - : genetrix, victrix.
b) -in â -: regina, gallina, libertina.
4. Colectivos;
a) -to -: arbustum , arboretum .
b) -ëlà -: clientela, parentela.
c) -â tu -: senatus, equitatus.
5. Nom bres abstracto s:
a) -ia: militia.
b) -Ina: medicina, doctrina.
c) -tü t- : virtus, inventus.
d) -&tu-: principatus.
6. Nom bres de personas derivados de nom bres de cosas:
a) -δ y -iö: praedo, restio (tam bién de ab stractos: ludio,
lucrio).
b) -n o -: dom inus.
c) -ä rio-: balnearius.
d) -tö r-: vinitor.
7. N om bres de lugares:
a) -ïnà: figlina.
b) -ärio-; granarium.
238 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

B. N om bres derivados de verbos

1. A bstractos verbales:
a) - ti-: m o rti-s (p ara la fo rm a del nom inativo singular,
véase in fra ).
b) -ti-ö n -: actio.
c) - tu -: cantus.
d) -tü rä : cultura, pictura.
e) -io -: im perium .
f) -ië -: species.
g) -ö r-: tim or.
2. In stru m en to s:
a) -tr o -: aratrum , feretrum .
b) -culo-: gubernaculum.
c) -e ro -; sepulcrum .
d) -b u lo -: stabulum .
e) -bro-, -b rä -: lavabrum; dolabra, latebra.
3. P roducto o resultado de la acción:
a) -m en, -m e n to -: semen, carm en; fu n d a m entum , vesti­
m en tu m .
b) -n o -: donum , lignum, signum.
4. Agente: -tô r-: victor (sobre los derivados fem eninos en
-trie-, véase su p ra).
5. Lugares: -torio-: dorm itorium , conditorium .

O. N om bres derivados de adjetivos

1. A bstractos:
a) -i&: superbia, audacia.
b) - ta l- : dignitas.
c) -itiâ, -itiës: laetitia, malitia; planities.
d) -tü d in -: m agnitudo, turpitudo.
e) -m önia: acrimonia.

D. Adjetivos derivados de adjetivos

1. D im inutivos (véase supra) : aureolus; tenellus; m inusculus.


2. Peyorativos (véase supra) : calvaster, surdaster.
GRAMATICA HISTÓRICO-COMPARADA 239

3. Elativos (com parativos y superlativos, véase in fra).


4. D erivados del p articipio en -to -:
a) -ívo -: captivus, em ptivus.
b) -icio -: dediticius, em pticius.
c) -ili-: textilis, fictilis.

A djetivos derivados de sustantivos


1. De nom bres referen tes a p ersonas y anim ales:
a) -io -: patrius.
b) -icio-: patricius, aedilicius, tribunicius.
c) -Ino-: divinus, bovinus, equinus.
d) -ico-: civicus, hosticus, poplicus.
2. De nom bres referentes a cosas:
a) -ali-: annalis, navalis (pero tam b ién regalis).
b) -ä rio-: argentarius, ferrarius.
3. Adjetivos de lugar:
a) -ä n o -: urbanus, paganus, oppidanus.
b) -tico -: rusticus, aquaticus.
c) -tili-: aquatilis.
d) -stri-: cam pestris, palustris; agrestis (con disim ilación
de -r -).
e) -ên si-: forensis, atriensis.
f) -tim o -: m aritim us, finitim us.
g) -â ti-: cuias (cf. optim ates, nostrates).
4. Adjetivos de tiem po:
a) -tlv o -: tem pestivus, prim itivus.
b) Podem os incluir en este apartado los adjetivos deriva­
dos de adverbios de tiem po: cras-tinus, hodie-rnus,
noctu-rnus.
5. Adjetivos que indican m ateria:
a) e-yo -: aureus, argenteus, aëneus.
b) -icio-: caem enticius.
c) -n o -: salignus, ilignus.
d) sufijo griego -in o -: prasinus.
6. Adjetivos que significan “provisto de”, “en posesión de” :
a) -ôso -: aquosus, herbosus, m orbosus.
b) -u len to -: lutulentus, virulentus.
240 IN T R O D U C C IÓ N AL LATIN

c) -to -: barbatus, hastatus.


d) -ido-: herbidus, fum idus.

F. A djetivos derivados de verbos

1. Participios y adjetivos verbales activos :


a) -n t-: am ant-, regent-, etc.
b) -tu ro -: am aturus, etc.
c) -äa-: edax, bibax, rapax.
d) -u lo -: credulus, pendulus, bibulus.
e) -bu n d o -: ridibundus, vagabundus.
f) -id o -: de verbos en -ère: calidus, aridus, nitidus, tim idus.
2. Participios y adjetivos verbales pasivos:
a) -to -: amatus, etc.
b) -n d o -: amandus, etc.
c) -bili-, -lis: amabilis; facilis, habilis.
d) - U 0 -: arvos, pascuus caeduud, praecipuus, exiguus, ir­
riguus.
e) -n o -: plenus.
f) -âneo-: praeliganeus, supervacaneus, consentaneus.
3. Adjetivos instrum entales y locales en -tö rio -: deversorius,
cubitorius, sudatorius.

E sta descripción sistem ática funcional n ad a dice acerca del ori­


gen e historia de los sufijos. Muchos de ellos son heredados del indo­
europeo: así, el de los dim inutivos en -lo-; el de agente en -tör-;
los de abstractos verbales -ti- y -tu -; el de los deverbativos m ascu­
linos en -ös (~ör~); *-tro-, *-tlo-, *-dhro- y *-dhlo~, de valor in s­
trum ental; el ta n extendido de los adjetivos en -yo -, el de los p a rti­
cipios verbales en -to -, -no-, -n t-, etc. O tros, en cam bio, son
com binaciones o form as reforzadas de sufijos heredados: -tör-io-,
-tü -d in -, -tü~t-, -tä -t-, -tü -ra -, -ti-ö n -; -culo- com bina u n antiguo
sufijo de dim inituvo *-qo- con -lo-.
O tras form as alargadas de los sufijos heredados se h an creado
por un falso análisis que separó una p a rte del tem a nom inal p a ra
un irla al sufijo : así, farrägin-eus ( < farrägo) se divide erróneam ente
en farr-ägineus, y en tal form a aparece el sufijo en ole-ägineus. De
m odo sim ilar -n o - aparece tam bién como -âno-, -în o -, y -uno-, fo r­
m as que llevan u n a vocal perteneciente en origen a los tem as nom i­
nales. Un caso parecido tenem os en nocturnus, derivado de u n tem a
en r/n *noctur (cf. gr. νύκτωρ, νύκτερος) p o r m edio del sufijo -no-.
GRAMÁTICA HISTÓ R IC O -COMP AR ADA 241
La p alab ra se analizó erró n eam en te com o noctu-rnus, y de ahí se
ex trajo un sufijo -rn o - que vemos ém pleado en otros adjetivos que
indican tiem po, com o diurnus, hodiernus, y m odernus (Casiodoro)
de m odo “ah o ra m ism o” . O tro proceso b astan te frecuente que m e­
rece consideración es el que podem os llam ar de desplazam iento
relacional en u n grupo de palabras. Así, a p a rtir de iudex se crea
el nom bre iudicium , que es una sustantivación de u n adjetivo en
-ius. Tam bién a p a rtir de iudex se crea el verbo denom inativo in d i­
care. H istóricam ente no hay conexión directa e n tre iudicium y in d i­
care, pero el h ablante no conoce la h isto ria y en su m ente establece
una relación e n tre el no m b re y el verbo. De este m odo -iu m se con­
virtió en sufijo deverbativo: desiderium , delirium , im perium .
P o r últim o, conviene ad v ertir que los sufijos ganan terreno a
causa de la infección en tre p alab ras estrecham ente asociadas en
contextos estereotipados. P a ra ilu stra r este proceso podem os to r ­
n a r al p rim e r ejem plo citado, dediticius. El sufijo -icio- se originó
probablem ente en la p alab ra novicius, que puede in terpretarse como
derivado en -io - de u n a fo rm a *novix. Aparece luego en em pticius
y se extendió en la lengua del derecho p a ra designar a personas
allegadas p o r conductos diversos: adoptaticius, adscripticius, con­
ducticius, dediticius. Se aplicaron tam bién esto s adjetivos a cosas
adquiridas y en la lengua del com ercio llegaron a em plearse e n la
descripción adjetival de diversos tipos de bienes, p o r ejem plo pañis
depsticius. En ú ltim a instancia, pues, la h isto ria de u n sufijo es la
sum a de las histo rias form ales de todas las p alab ras en que aparece,
m ateria que excedería con m ucho los estrechos lím ites de este
capítulo.

L as c i a s e s de d e c l in a c ió n y l a s d e s i n e n c i a s c a s u a l e s

El indoeuropeo distinguía ocho casos: nom inativo, vocativo, acu ­


sativo, genitivo, dativo, ablativo, locativo e instrum ental-sociativo
(sobre sus valores véase el capitulo sig u ien te). Este sistem a se sim ­
plificó en las diversas lenguas descendientes p o r diferentes procesos
de fusión que se conocen con el nom bre de “sincretism o”. Así, el
griego fundió genitivo y ablativo y, p o r o tra parte, dativo, locativo
e instrum ental. El ablativo latino reú n e las funciones del ablativo
origina], las del instrum ental-sociativo y las del locativo, si bien
sobreviven algunas form as de locativo con su valor originario. La
discusión de los detalles queda reservada p a ra el exam en del
esquem a de las clases flexivas.
P o r “clase de declinación” o sim plem ente “declinación” en te n ­
dem os un grupo de nom bres que tienen u n a flexión sim ilar.. El tipo
242 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

de flexión en indoeuropeo variaba según el tipo de tem a; podem os


co nstatar la existencia de tem as en á, -o (altern an te con e) -el/i,
-eu /u , -i, -ü, -ëu, äu, y en consonantes diversas. E sta m ultiplicidad
de clases flexionales fue reorganizada p o r el latín en las cinco “de­
clinaciones” de las gram áticas tradicionales.

Los tem as en -a

Singular:
N om inativo * - á : 2 gr. χώρα, etc. En latín la vocal se abrevió a
p a rtir de las p alabras yám bicas: rötä, tögä > rota, tögä (brevis
brevians), generalizándose luego a to d a e sta clase flexiva.
Acusativo *-m ; gr. χώρ«ν, ser. aevám. En latín las vocales largas
se abreviaron de m odo regular an te -m final (p. 222), de donde
réginam , etc.
Vocativo *-ä: gr. νόμφοί, probablem ente ide. a.
G enitivo *-äs: gr. χωράς, u. tutos, etc. E sta term inación se con­
serva en lat. arc. ëscâs, viäs, etc., y en la form ula estereotipada
(pater) fam iliâs. Fue reem plazada, sin em bargo, p o r ~äi (pictai,
Virgilio) m odelada sobre el genitivo en -i d e los tem as en -o (véase
in fra). Es probable que el proceso se iniciara en contextos en que
u n adjetivo en -o estuviera com binado con u n n o m bre m asculino
de tem a en -ä: *boni agricolas > boni agricoläi. -aes (Aquiliaes, etc.)
es una com binación de -ae y -äs.
Dativo *-ä + -ei > *-äi: gr. χώρδι. E sta fo rm a se conserva en
lat. are. Menervai, Fortunai, etc. En itálico la -i final caía ante vocal
inicial, de donde lat. are. m atuta. La term inación u su al -ae (para el
desarrollo fonético véase p. 222) se rem o n ta a la fo rm a anteconso-
nán tica generalizada. Nótense las form as dialectales como Fortune,
etc. (véase p. 68).
Ablativo. En indoeuropeo e ra idéntico al genitivo, al igual que
en el gr. χώρας. En itálico se creó u n a desinencia -cid analógica de
-öd (véase in fra ). La -d final se p erdió en to rn o al 200 a. C., de don­
de la term inación clásica -á. En latín arcaico tenem os sententiad,
praidad, etc.
Locativo. *-% añadida al tem a dio lugar al lat. are. Rom di, etc.,
que evolucionó de m anera regular a Rom ae. Nótese que las te rm i­
naciones de genitivo, dativo y locativo de e sta declinación, idénticas
en la época clásica, eran distintas en origen: *-äs, *-äei, *-àï.

2. L as form as con asterisco rep resen tan la s term in acion es indoeuropeas.


GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 243
P lural :
N om inativo *-äs < *-á + es: ser. açvâs, o. scriftas, aasas “a ra e ”.
Es ta l vez esta term inación la que se conserva en el laetitias in sp e­
ratas de Pom ponio (pero véase p. 154). La fo rm a m atrona, de P isau­
ru m (P esaro ), m u estra la p érd id a “rú stic a ” de -s final (véase p. 130).
Sin em bargo, ya en el latin arcaico encontram os -ai (tabelai), fo rm a
debida a la influencia del -o i de los tem as en -o (véase in fra ).
Acusativo *-äs < *ä + ns: scr. açvâs. En itálico -n s fue re sta u ­
rado p o r analogía y -äns en latín pasó regularm ente a -äs. Con el
solo testim onio del latín no p o d ría haberse detectado el estadio
interm edio, pero -ss del oseo (víass) y - / del um b ro (vitlaf) a te sti­
guan -ns. El griego m u e stra u n desarrollo sim ilar: cret. τιμανς.
G enitivo *-5m < *ä-öm. T anto el griego com o el latín reem pla­
zaron esta term inación p o r -söm , procedente del p ro n om bre dem os­
trativo (scr. täsäm , gr. τδων, lat. is-tä ru m , con rotacism o de la -s-
intervocálica; cf. o. egm azum ); de ahí dearum , etc.
Dativo y ablativo. Las desinencias originarias -bhos (galo Ναμαυ-
σικαβο) o -bhyos (scr. açvâbhyas) fu ero n reem plazadas en itálico
p o r u n a term inación nueva: -äis (o. kerssnais) basada en el -ois de
los tem as en -o (véase in fra ). P a ra el d esarrollo fonético latino
-ais > -eis > -ïs véase p. 223. E jem plos latinos arcaicos de los g ra ­
dos interm edios son soveis = suis y nuges = nugls. En ciertos n o m ­
b res se reconstruyó la oposición m asculino-fem enino utilizando ¡a
term inación -bus de las o tra s declinaciones: deabus, filiabus. E stas
form as tuvieron cierto éxito en la lengua vulgar; fem inabus, etc.
Los m asculinos de la flexión en -ä se declinan igual que los fe­
m eninos, pero aparece u n a -s en ciertos n om bres com puestos: hos-
ticapas, paricidas.

Los tem as en -o

Singular :
N om inativo *-s. Sobre -o s > -us véase p. 223: dom inus.
Vocativo. M uestra el tem a p u ro con el grado e de alternancia:
dom ine; cf. gr. άδελφε.
Acusativo *-m. Sobre -o m > -u m véase p. 223; dom inum ; cf.
gr. δοΟλον.
G enitivo *-o-syo: gr. ΐπιτοιο, scr. açvasya. E n céltico y en itálico
e sta term inación fue reem plazada p o r una -l de origen oscuro. Ad­
viértase que ésta n o e stá u n id a a la vocal tem ática -o-, pues el latín
arcaico distingue p erfectam ente e n tre una -i originaria y el d ip ­
tongo -ei: Latinl (genitivo singular), pero virei (nom inativo de p lu ­
ra l). P or tanto, la -i no procede de -oi; es u n sufijo de derivación
244 INTRODUCCIÓN AL LATIN

que tiene la m ism a entidad que el elem ento -o form ador del tem a.
Se lo h a puesto en conexión con u n sufijo adverbial -i que tiene el
sán scrito (véase p. 292) y tam b ién con la -l em pleada p a ra form ar
fem eninos (rëg-ï-na). [ N o t a 29.] En su origen puede haber sido
un sufijo form ad o r de adjetivos dotado de u n significado general de
“perteneciente a, conectado con”. Ello co ncordaría con el uso sin­
táctico del genitivo com o caso adjetival. Los denom inativos m ascu­
linos del tipo rathi “conductor de c a rro ” y los fem eninos como
rájñí, lat. regl-na, rep resen tan o tra s especializaciones del m ism o
su fijo .3
Dativo *-öi < **o + ei: gr. ΐτπτωι. La o se abrevió en itálico
cuando la p alab ra siguiente em pezaba p o r consonante. Un ejem plo
latino arcaico es N um asioi = Numeriö. A nte vocal la -i se perdió, y
fue -ö la term inación que se generalizó en latín.
Ablativo *-5d: ser. açvâd. Se conserva todavía en lat. are. Gnai-
vod, poplicod, etc. P a ra la p érd id a de la -d véase p. 227.
Locativo * -o + í. Cf. gr. οϊκοι. El oseo, sin em bargo, presenta -ei:
lúvkei “en el bosque”. Lat. -ei (Delei) e -ϊ (dom i, belli) pueden
rem o n tarse tan to a -oi com o a -ei. E sta fo rm a casual sobrevive en
latín sólo d e m odo esporádico, habiendo sido suplan tada p o r la del
ablativo.

P lu ral :
N om inativo *-ös < **o + es: ser. açvâs, o. Núvlanús = “Nolani”.
E n latín esta term inación fue reem plazada p o r -o i bajo el influjo
de los dem ostrativos, desarrollo paralelo al del griego. Sobre el
desarrollo fonético oí > oe (poploe, canto de los salios) > ei (ser­
vez, etc.) > e (ploirum e) > l (servi, etc.) véase p. 223. En textos
dialectales aparecen form as alargadas -eis, -es, -is, con -s tom ada
d e la tercera declinación: leibereis, m agistres, duom vires, m inistris.
Acusativo * -o -n s: cret. έλεύθερονς. S obre el desarrollo fonético
latino -ores > -os véase p. 225.
G enitivo *-öm < **o 4- óm. Se conserva en latín arcaico con
la regular abreviación de ö an te m , R om anom , etc. Este tipo de
form as eran aún frecuentes en la época arcaica (verbum , inim icum ,
P lau to ), y se m antienen en la fraseología conservadora de la reli­
gión y el derecho : deum , trium virum , n u m m u m , etc. La term ina­
ción norm al -ö ru m se creó analógicam ente sob re -ärum de los
tem as en -á (véase su p ra).
Dativo y ablativo. La term inación latina se rem o n ta a la del ins­
tru m e n tal indoeuropeo en -öis: gr. ϊπττοις, ser. açvâis, etc. El dip­

3. V éase T . B u r r o w , The Sanskrit language.


GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 245
tongo original se ve todavía en el pelígno suois cnatoís. Pesto cita
u n a form a arcaica privicloes. G rados del m ism o proceso fonético
son -eis (castréis), -ês (prenestino sueque = suisque) y finalm ente
el -is del latín clásico.
Los nom bres n eu tro s de tem a en -o p resen tan la antigua desi­
nencia -m de nom inativo y acusativo de singular. En el p lu ral la
term inación -a se rem o n ta a u n colectivo singular fem enino en -á
(de ahí la construcción griega con verbo en sin g u la r). En las pala­
b ras yám bicas com o iügd se p ro d u jo la regular abreviación en iügä
y acabó p o r generalizarse esta fo rm a de la desinencia.
Los nom bres en -io - (-iu s) tienen u n nom inativo de singular
dialectal en -is: Caecilis, etc. El vocativo d e singular es en i: fili
(adviértase que m i rem o n ta a u n genitivo enclítico *mei o *m oi).
F o rm as posterio res del tip o filie son innovaciones analógicas. E n el
genitivo -il se co n trajo en -i, pero tam bién en este caso la analo­
gía restau ró la u nidad de la declinación (el p rim er ejem plo d e -il
en u n nom b re aparece en P ropercio). La contracción en el locativo
de singular y en el nom inativo y dativo de p lu ral no se pro d u jo
h asta que -ei hubo pasado a -i. De ahí que en latín arcaico el loca­
tivo -iei se distinga claram ente del genitivo -l. Lo m ism o puede
decirse del nom inativo de p lu ral -iei y del dativo y ablativo d e p lu ­
ral -ieis, en los que la contracción no podía tener lugar m ientras
no se p ro d u je ra el paso de ei a l.
La evolución fonética fue responsable d e la creación de u n a se­
rie de dobletes en la declinación de la p a la b ra *deiwos. *deiwos y
*deiwom daban regularm ente *deios, *deiom > deus, deum; pero
donde no seguía -o se conservaba la w: deiitñ > dim. A p a rtir de
cada una de estas variantes se creó u n paradigm a com pleto : deus
y divus.
Los nom bres en -ro -s perd iero n p o r síncopa la -o - y subsiguien­
tem ente -rs > ers > err > er, de donge ager < *agros, sacer < *sa­
cros. El vocativo *-ere perdió la vocal final, p ero se la restau ró en el
habla vulgar; de ahí las form as p lau tin as com o puere, etc.

La tercera declinación

Las term inaciones de la tercera declinación latin a son el resu l­


tado de la fusión de las de los tem as en consonante, p o r una parte,
y de los tem as en -i, p o r o tra. La tab la que sigue m u estra la situ a­
ción original en indoeuropeo:
246 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

temas en -i temas en consonante


Singular: Nom. *owi-s duc-s
Voc.
Acus. *owi-m dúc-rfi
Gen.
Abl. *owei-s o *owi-os düc-es o -os
Dat. *owei-ei o *owi-ei düc-ei
Plural : Nom. *owei-es duc-ës
Acus. *owi-n$ duc-xts
Gen. *owi-öm duc-öm
Dat. *owi-bhos
Abl. duc-bhos

En los tem as en -i hay que distinguir e n tre la declinación de los


sustantivos, con acento en la raíz (*ów -i-os) y la p ro p ia de los ad je­
tivos, de sufijo tónico y en grado pleno (*ow -eí-s). El esquem a ex­
pu esto incorpora form as procedentes de am bas series. Los nom bres
con -i sufijal juegan u n im p o rtan te papel en el sistem a derivacional
del indoeu ro p eo .4
Tem as en consonante (p ara particu larid ad es de los tem as en líqui­
da véase in fra).
Singular:
N om inativo *-s: vôx, rëx, iudex, etc. A dviértase que la oclusiva
d ental final del tem a se asim ila: pës < *pëd-s, ferëns < *ferent-s.
Acusativo * -m > -e m : rëg-em , iüdicem , etc.; cf. gr. φύλακα.
G enitivo *-es: lat. are. Apolones, Veneres, -es > -is (p. 222). El
grado de alternancia *-os (gr. φύλακος, etc.) se en cu entra en textos
dialectales, especialm ente de P ren este y de la Ita lia m eridional, has­
ta la época del Im perio: nom inus, regus, Veneras, Diovos.
Dativo: *-ei: lat. are. Apolonei, salutei, virtutei; > clás. -i, cf.
p. 223: régi, etc.
Ablativo. El indoeuropeo no poseía u n a desinencia, específica p ara
este caso (salvo en los tem as en -o). La -e del la tín puede rem o n ­
tarse al locativo en -Ï (se conserva en el dativo griego : φύλακι). En
los tem as en -i se desarrolló u n a fo rm a en -id sob re el modelo de
-öd (de donde tam bién -ad, véase su p ra ). E sta term inación -id se
encuentra tam bién ocasionalm ente en tem as consonánticos : opid,
coventionid.
Locativo. Algunos n om bres tienen form as específicas de locativo
caracterizadas p o r u n a term inación -i sacada de los tem as en -o:
rüri, Carthagini, tem peri.

4. V éase T . B u r r o w , The Sanskrit language.


GRAMÁTICA HIST ÓBICO-COMP AR ADA 247

Plural :
Nominativo. La desinencia originaria *-ës, conservada todavía
en oseo (hum uns, con caída de ë p o r síncopa, = hom inés), fue reem ­
plazada en latín p o r -ës, que co rrespondía en propiedad a los tem as
en -i (véase in fra ): rêgès, etc.
Acusativo *-ns (gr. φύλακας con a < n) en itálico > ens, de
donde -ës de acuerdo con p. 225: vôcës, rëgês, etc.
G enitivo *-öm (gr. φυλάκων) evoluciona regularm ente a -ö m >
um : rëgum, etc.
Dativo y ablativo *-bhos se añadía en origen directam ente a la
consonante del tem a, como m u estra el ser. väg-bhyas, de väc = vöx.
Esperaríam os, p o r tan to , *rëgbus. La -i- de rëg-i-bus, etc., es un
préstam o de los tem as en -i.
El nom inativo singular de los nom bres n e u tro s era el tem a pu ro :
tac < *lact. El testim onio del gr. φέροντα y el ser. bharanti sugiere
que en el p lu ral la desinencia originaria era -9 (p. 2 17).5 El latín
presenta, com o era de esperar, -ä (nom ina), p ero este testim onio no
puede igualarse directam en te con ser. näm än-i, dado que conser­
vam os resto s de u n estadio a n terio r diferente. En efecto, la p ala b ra
que significa “trein ta” , tñ g in tü “tres series de diez”, presenta una
-à, cf. u. trioper “tres veces” y o. p etiro -p ert “q u a te r”, donde -o se
rem onta a u n a *-ä itálica. D ebem os concluir, p o r tanto, que la de­
sinencia indoeuropea de n e u tro p lu ral -a, que h ab ría dado -á en
latín, fue su stitu id a en u n p rim er m om ento p o r la -á de los n eu tro s
de tem a en -o, la cual se h a b ría abreviado luego según hemos vis­
to ya.

Alternancias en la declinación
Los tem as consonanticos del indoeuropeo m u estran a m enudo
alternancias vocálicas en la sílaba final del tem a. Podem os d istin ­
guir varios tipos. Algunos tem as en oclusiva p resen tan una vocal
larga en el nom inativo singular y el grado norm al en los dem ás
casos. Ejem plos latinos son pës: pëdis, abiës: abiëtis, pariés: parie­
tis. En general, sin em bargo, el latín h a igualado analógicam ente los
paradigm as: vöx: vöcis (pero nótese el verbo denom inativo vacare).
Los tem as polisilábicos en -s de nom bres m asculinos y fem eni­
nos p resen tan u n a alternancia sim ilar: Cerës: Cerëris, pubës, pu b ë-
5. E sta ecuación h a sido im pugnada por T. B urrow (“T rans. Phil. S o c.”,
1949, p. 46). Los p lurales n eu tros varían con sid erablem en te y p ueden ser r e la ­
tiv a m en te recien tes. E n védico y en h e tita aparecen form as con vocal larga
(het. w idar “a g u a s”) y a veces alargad as con - i Ga que se ve e n het. k u ru ri,
ser. nam ani). M uy bien pudiera ser que esta - i sea su fljal y paralela al sufijo
larin gal - H que subyace en la -a de colectivo ( < *a H ). Si e s te análisis es co­
rrecto, debe desaparecer de los m anu ales.
248 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

ris, arbos: arböris. Tam bién en este caso es h ab itu al la igualación


analógica: honös, honorem, etc. A dviértase que la -s- intervocálica
experim entó rotacism o y la - r - resu ltan te se in tro d u jo tam bién en
el nom inativo : honor, arbor, con la regular abreviación de o en síla­
ba final (p. 223). Tam bién m ulier parece proceder de *mulies, dado
que el adjetivo derivado m uliebris debe rem o n tarse a *m ulies-ris
(p. 231). El tem a original en -s de estos nom bres aparece claro en
sus derivados: honestus (con grado e), arbus-tum .
Los tem as en -s n eu tro s p resen tan grado o en el nom inativo
de singular y grado e en los dem ás casos; de ahí el tipo *genos:
*genes-es > genus: generis. Tam bién aquí se p ro duce nivelación
analógica: robur, p ero aún robus en C atón, y el derivado robus-tus;
cf. -fulgur, pero lat. are. fulgus (F e sto ).
Los tem as en -n m asculinos y fem eninos tam b ién experim enta­
ban alargam iento de la vocal del tem a en el nom inativo de singular,
desapareciendo la nasal ya en indoeuropeo. Los dem ás casos p resen ­
ta n grado norm al (gr. φρήν, φρενός) o grado cero (gr. άρήν, άρνός).
Έ1 latín ofrece u n solo ejem plo de este últim o caso: caro: carn-is.
Típicos ejem plos del grado norm al son hom o: h om inis y ordo:
ordinis. Pero tam bién en este tipo la nivelación analógica h a an u la­
do las alternancias vocálicas: serm ö: serm önis, lien: liënis. P o r lo
que m ira a los neutros, el ser. ñama, näm nas ap u n ta a u n a declina­
ción original *nöm -n, * n ö m n -e/o s que d a ría en latín *nömen,
*nómnis. nöm in-is, etc., suponen *nömenis, con extensión de -en-
a toda la declinación.
En los tem as en - r el nom inativo singular se fo rm a alargando
la vocal del tem a: gr. πατήρ, pero lat. patër con abreviación regular
de la vocal. El grado norm al aparecía originariam ente en el vocativo
y acusativo de singular y en el nom inativo de p lu ral (gr. πάτερ,
πατέρα, άνέρες). En los dem ás casos era de regla el grado cero (gr.
πατρός, etc.). En latín, sin em bargo, se generalizó el grado cero ex­
cepto en el nom inativo : pater, patrem , patris, etc. Los nom bres en
-tô r presentaban tam bién en origen alternancia vocálica, pero la vo­
cal larga acabó p o r generalizarse a todo el paradigm a, produciéndo­
se además, naturalm ente, la regular abreviación en la sílaba final del
nom inativo de singular.

Tem as en -i

Las alternancias vocálicas de la sílaba final del tem a (ei: i) pue­


den verse en el esquem a con que iniciam os el estudio de la tercera
declinación.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 249

Singular :

N om inativo *-s. La form a esperada aparece en hostis, ovis, etc.


En ciertos tem as, sin em bargo, com o m onti-, partí-, m orti-, p onti-,
etc., el nom inativo tiene la form a m ons, pars, mors, pons, etc. Si
ello se debe a causas fonéticas (síncopa) o b ien a la influencia de
los tem as consonánticos, es difícil precisarlo. La sincopa es, desde
luego, responsable del paso de los adjetivos en -ri-s como äcris al
tipo Acer, form a que en origen servía tan to p a ra el m asculino com o
p a ra el fem enino; luego se reconstruyó äcris com o form a específica
del fem enino, púgil, vigil y m ugil suelen considerarse tem as en -i a
pesar de sus genitivos de p lu ra l pugilum , vigilum y mugilum . La
pérd id a de su sílaba final suele explicarse com o hecho de analogía
según el genitivo pugil-is, etc., o bien como fenóm eno dialectal (cf.
o. aidil = aidilis). Algunos tem as en -i tienen el nom inativo de sin ­
gular en -ës (caedès, aedës, fam és, etc.) que puede provenir de un
grado alargado -éi-s. [N o ta 30.]
Acusativo. L a antigua fo rm a -im se conserva todavía en ciertos
nom bres de c a rá c ter técnico ; sitim , tussim , puppim , restim , así como
en adverbios del tipo sta tim y partim . De m odo general, sin em ­
bargo, los tem as en -i han adoptado la term inación -e m de los te ­
m as consonánticos.
Genitivo. *-eis d aría en latín -is. -is se ha introducido p o r in­
fluencia de los tem as consonánticos ; partis, etc.
Dativo. *-eiei evolucionó regularm ente a -eei > ei, cuya form a
anteconsonántica, -ei, constituye la base de la term inación clásica
-i: parti, ovl, etc.
Ablativo. Tam bién en este caso el latín creó una form a especial
en -id sobre la analogía de -öd, -äd: lat. arc. loucarïd, clás. parti,
etc. Sin em bargo, acabó p o r generalizarse la -é de los tem as conso­
nánticos. Sobre la introducción de la term inación -id en los tem as
consonánticos véase supra. A dviértase que en el participio de p re ­
sente se em plea -ë cuando es predom inante el valor verbal, e -%c u an ­
do lo es el adjetival.

P lural :
Nominativo. *-ei-ës evolucionó regularm ente hacia -ës: pariés,
ovés, etc.
Acusativo * -i-ns > is, que es la form a regular clásica; partis,
civis, etc. La introducción de la term inación -ës, p ro p ia de los te ­
m as consonánticos, comenzó en época tem prana, pero el proceso no·
se com pletó h asta la época imperial.
250 INTRODUCCIÓN AL LATIN

G enitivo * -i-ö m > -iu m : civium, partium , etc.


D ativo-ablativo *-i~bhos > -ibus: civibus, partibus.
El nom inativo-acusativo de los neu tro s de tem a en -i era el tem a
puro, pasando a -e la -i final (p. 222) : *mari > mare; *dulci > dulce;
*levi > leve. C iertos adjetivos sustantivados en -ri y en -li p resen­
ta n pérd id a de la vocal final: animal, tribunal, exem plar, calcar. El
nom inativo-acusativo de p lu ral term in a en -ia, pero en indoeuropeo
este caso se form aba p o r alargam iento de la vocal del tem a, tal vez
p o r contracción de *-ia. E sta term inación sobrevive en tri-gintd. Así
pues, la -a del latín (y del griego) puede considerarse tom ada de la
-ä de los tem as en -o (véase su p ra ). Que este p réstam o se produjo
en época m uy tem p ran a lo m u estra la form a aislada quia, que es
en su origen el acusativo p lural n eu tro del tem a interrogativo qui-s.

Tem as en -u (cuarta declinación)

Las alternancias vocálicas de esta declinación recuerdan las de


los tem as en -i: *-u-s, * -u-m , *-u-os o *-eu-s, * -(u )u -ei, [*-üd],
*-eu-es, *-u-ns, * -u (u )ó m , *-u-bhos. Algunos p u n to s m erecen co­
m entario especial. El genitivo singular -eu -s evolucionó de m anera
regular en itálico a -ous y de ahí a lat. -ú s: m anus, etc. Se regis­
tra n ciertas innovaciones analógicas esporádicas: dom u-is, senatu-is
tienen la term inación correspondiente a los tem as consonánticos,
en ta n to que lat. are. senatuos m u estra la desinencia -os ya exam i­
nada. Encontram os, adem ás, en la lengua vulgar las form as tipo
senat-i, etc., con la term inación p ro p ia de los tem as en -o. El dativo
en -u l (lat. are. senatuei) se rem o n ta a * -(u )u -e i, que es la te rm in a ­
ción indoeuropea, o bien a *-eu-ei, form a del dativo que tiene p a ra ­
lelos en o tras lenguas. El dativo en -ü e ra en origen u n locativo
que en indoeuropeo p resen tab a el tem a p u ro en -eu (o tal vez -éu).
El latín creó u n a form a especial p a ra el ablativo, -ü -d (véase supra) :
castüd, manü, etc.

P lural :
El nom inativo *-eues ten d ría que h ab er evolucionado a *-uis a
través de *-oues (p. 216). La form a clásica -ü s procedería, según
algunos estudiosos, de u n a form a sincopada *-ou-s, que no tiene
paralelo en o tra s clases flexionales. Es m ás verosím il que en Ios-
tem as en -u tengam os un a interacción de las term inaciones de n o ­
m inativo y acusativo de p lu ral basad a en la sim ilitud accidental del
nom inativo en -ês y el acusativo en -es de los tem as consonánticos
(véase s u p ra ). -ü s debe rem ontarse, pues, a la term inación del acu­
sativo de plural, caso en el que e ra p roducto regular de -u-ns. El
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COM PAR ADA 251

genitivo de p lural *m anu-öm > m a n u -ö m > m a nöm > m anum :


passum , exercitum . La fo rm a disilábica -u u m se debe a la analogía
con los tem as en -i: civis : civium : : m anüs : m anuum . En el dativo-
ablativo de p lu ral se en cuentra en ocasiones la form a esperada en
-u -b u s (arcubus, quercubus, etc .), p ero en general h a triu n fad o la
-i- procedente de los tem as en -i: m anibus, etc.
En los n eu tro s el nom inativo-acusativo de singular -ü (genü) en
lugar del esperado *genü puede rem o n tarse a antiguas form as del
plu ral o del dual. En el p lu ra l la fo rm a indoeuropea en *-ü ha sido
sustitu id a p o r -ua, con la -a de los tem as en -o que se había con­
vertido en term inación característica del n eu tro p lural p ara el n om i­
nativo y el acusativo.

La quinta declinación [ N ota 3 1 ]

E sta clase flexional latin a se form ó a base de un grupo h e te ro ­


géneo de nom bres. Algunos eran ab stracto s verbales en -ië (alte r­
nando con -i) : acië-s, facië-s, m acië-s, etc.; o tro s e ran abstractos
denom inativos con dobletes en -ia (luxuries, etc.). O tros, en cam bio,
surgieron de tem as en diptongo largo, * diëu-m (véase infra sobre
lu p p ite r), *rëi-m (ser. râ-m , e tc .). spës e ra u n antiguo tem a en -s
(cf. lat. arc. spëres y el verbo denom inativo spërare). quiës es un
antiguo tem a en -i *qui-ei~. Hay, adem ás, algunos nom bres hete-
róclitos: fam és, lâbës. De hecho, pocos nom bres de esta declinación
tienen el p aradigm a com pleto que figura en las gram áticas escola­
res. Vemos a la lengua em peñada en la ta re a de crear una nueva
clase flexiva de tem as con vocal larga, pero sólo diës y rës p rese n ­
ta n paradigm a completo.
El pu n to de p a rtid a fue el acusativo *diëm < *diëu-m (véase in­
fra ), del cual se fo rm a el nom inativo caracterizado p o r la -s h a b i­
tu al: diës.
El genitivo de singular de los tem as en -ië- eran originariam ente
-ië-s, form a conservada ocasionalm ente en latín arcaico : rabiës,
dië-s. Esta term inación fue reem plazada por la -i de los tem as en
-o: dië-l (nótense los diversos desarrollos fonéticos, diei, dië, dii).
En el dativo de singular *rëi-ei > *rëi > rël > rei > re (todas las
form as que no llevan asterisco están atestig u ad as). En el ■ablativo
encontram os la -d itálica en la form a falisca foied “hodie-’. Ha d e­
saparecido de m odo regular.

P lu ral :
rës, nom inativo y acusativo, procede regularm ente de *rëies y
*rei-ns respectivam ente. El genitivo tiene la term inación -ru m que
252 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

ya hem os estudiado : dié-rum . En el dativo y ablativo -bus se une


directam ente al tem a en -ë: dië-bus.

Tem as en -ï y en -ü
Todos los nom bres con tem a originario en -i p asaro n a tem as
en -ï en latín, con la excepción de vl-s, que tiene com o acusativo
y ablativo regulares υϊ-τη y vi, respectivam ente (en V arrón aparece
el genitivo v l-s). En el p lu ral tiene flexión de tem a en -s, vires, por
analogía con o tro s m onosílabos como m ös: môres; spës: spëres.
sus tiene u n genitivo de singular suis, q u e es el resultado regu­
lar de *suues. El resto de su declinación se h a reconstruido sobre
u n tem a consonántico su v-: su -em (en lugar de * sü-m ), etc. P o r
su-ibus encontram os tam bién sü-bus. La fo rm a sü -b u s es probable
que no descienda d irectam ente del indoeuropeo *sü-bhos, sino que
se deba m ás bien a la influencia de b ü -b u s (véase in f r a ) .

Tem as en diptongo

El indoeuropeo *näus “nave” pasó en latín a tem a en -i: nävis.


La p alab ra que designaba al buey, *g*öus (ser. gäus, gr. dór.
βώς), había perdido en indoeuropeo el segundo elem ento del d ip ­
tongo en el acusativo de singular *g*ö-m: gr. dór. βων, ser. gä-m .
A p a rtir de esta fo rm a se creó u n nuevo nom inativo bös en osco-
um bro, pasando al latín p o r p réstam o (véase p. 47). En los dem ás
casos el tem a aparecía así: *gvow-es, *g«ow-ei, etc., de donde bonis,
bovï, etc. La declinación latin a se reconstruyó sobre esta fo rm a del
tem a: bovem, bovés, etc. En el dativo y ablativo de plural bübus
continúa *g«ou-bhos; böbus ha tom ado su vocal de los otros casos
o bien se tra ta de una fo rm a dialectal con paso de ou a Ö.
*dyëus tiene u n a h isto ria sim ilar. El segundo elem ento del dip­
tongo se perdió en el acusativo de singular: * d yë-m (gr. Ζην, ser.
dyäm ). A p a rtir de él se creó u n nuevo nom inativo diës (véase su ­
p ra ). Iu -p ite r es u n antiguo vocativo de *d yeu-pater = gr. Ζεϋ w -
τερ. En los casos oblicuos *dyew-es, etc. > Iovis (p. 216 sobre eu >
ou). Éste fue el tem a que se generalizó, de m odo que lo vem reem pla­
zó al original diem , que se había especializado en el significado de
“día”.

Algunos nom bres irregulares


Existe u n grupo m uy antiguo de nom bres n eu tro s caracterizados
p o r una -r en el nom inativo-acusativo de singular y p o r una -n en
GRAMÁTICA H ISTÓRICO-COMP ARAD A 253

los dem ás casos. Así, el no m b re del “agua” m u estra u n a -r genera­


lizada en inglés (water) y en alem án (W asser), en ta n to que a p are ­
ce u n a -n en el sueco vatn. En gótico la declinación es wato, w atins
(gen. sg.). El griego tiene υδωρ como el um b ro utur, en tanto que
el sánscrito p resen ta -n (gen. sg. u d -n á s). E ste tipo de flexión ap a­
rece am pliam ente docum entado en h etita, p ero las dem ás lenguas
sólo m u estran fragm entos dispersos. El ejem plo latino m ás claro
es fém ur, fem inis “m uslo”, iecur debe h ab er tenido un genitivo
*iecines (cf. scr. yaknás), p ero se le creó uno analógico iecoris, que
se entrecruzó con la form a antigua p a ra d ar la clásica iecinoris. Lo
m ism o ocurre con iter, en el que el antiguo *itinis y el analógico
*iteris se com binaron p ara fo rm ar itineris, que a su vez dio lugar
a u n nuevo nom inativo itiner.
invents, a p esar de su apariencia, no es un tem a en -i, según p u e ­
de verse p o r su genitivo de p lu ral iu ven -u m y su derivado iuven-cus.
Se tra ta , en realidad, de u n tem a en -n: cf. scr. yúvd, yúvánam ,
yünás. El nom inativo latino e stá rehecho sobre la base del genitivo
iuven-is. Lo m ism o puede decirse de ca n is, 6 p ero en este caso los
hechos de flexión son m ás com plicados. P artiendo del gr. κόων, scr.
çvâ, lit. Suö podem os reco n stru ir el nom inativo indoeuropeo
* k u (u )ö (n ), cuyo genitivo sería *kun-os (gr. κυνός, scr. çunâs).
P o r el testim onio del latín se puede suponer u n tem a con grado re ­
ducido *Jcu3 n. La evolución fonética h ab ría producido en latín un
paradigm a"enorm em ente irreg u lar: *cö, *eonem, quanis, etc. Se n i­
veló en canem, canis, etc., y se creó u n nuevo nom inativo, canis,
com o en el caso de iuvenis. Que no es u n tem a en -i se ve bien claro
p o r su genitivo de p lural can-um .

Los ADJETIVOS

Los grados de com paración

Comparativo. Dos son los sufijos em pleados p o r las lenguas in d o ­


europeas p a ra fo rm ar el grado com parativo de los adjetivos. Uno
es -ios (con u n grado alargado -iös y u n grado cero -is-), al que
puede añadirse otro sufijo e /o n (gr. -ιων < * -is-ö n -). El adjetivo
así modificado no significaba en un principio “m á s ...”, sino que el
sufijo indicaba que la cualidad designada p o r la raíz estaba p rese n ­
te en u n grado indefinido : *mag-ios significaba “gran dote”, y a p a r ­
tir del contexto surgieron los significados “m á s bien grande”, “d e­
m asiado grande”, etc. Con el caso propio de la com paración (véase

6. can es en la tín arcaico (Varrón, L. L., 7, 32).


254 INTRODUCCIÓN AL LATIN

Sintaxis, p. 293), el significado “m ás bien grande exam inado con


relación a u n determ inado m odelo” evolucionó a “m ás grande que”.
El sufijo no se u nía al tem a del positivo, que tenía u n valor “abso­
lu to ” : m ag-nus “grande” com o opuesto a m ag-ios “grandote” ; cf.
nequam : nequior; senex: senior. En o tras palab ras: el com parativo
se form a con u n a raíz diferente: bonus: m el-ios. m inus no es, p ro ­
piam ente hablando, u n com parativo, sino u n sustantivo neutro
*m m uos del que deriva el verbo denom inativo m inuere.
El nom inativo p resen ta grado alargado que, com o en el caso de
honós, etc., se generalizó a toda la flexión. Como e ra de esperar, la
-s- intervocálica pasó a -r-, extendiéndose analógicam ente la inno­
vación al nom inativo de singular: *maiös, *maiösem, etc. > maior,
m aiôrem. El n eu tro singular m aíus es el resu ltado norm al de
*mazos < *m ag-ios (p. 224).
El otro sufijo de com parativo, -tero, estab a en origen adscrito
al segundo elem ento de p ares opuestos: gr. δεξιός: άρισ-τερός. Su
valor era con trastativ o y separativo. Ello puede verse todavía en el
adverbio inter, que es la fo rm a co n trastatív o -separativa de in:
inter-ficio “pon er aparte, echar de lado”, inter-dico “señalar como
excluido”, inter-eo, etc. Este sufijo, que aparece en ing. other, fu r­
ther, etc., se em pleó en latin p a ra caracterizar p ares co n trastantes:
dexter, alter, uter, m ater-tera (como opuesto a am ita). En algunas
palabras aparece com binado con el -is- que acabam os de estudiar:
sin-is-ter, m a g-is-ter, m in -is-ter.
Tam bién en el superlativo encontram os dos sufijos de funciones
originales distin tas, -to - aparece en los num erales ordinales (véase
in fra), en los que servía p a ra indicar el m iem bro que com pleta un
grupo dado; ten ía u n a función “com pletiva” (B enveniste). s e com ­
binó con -is- p a ra d ar el sufijo -isto - que aparece, p o r ejem plo, en
ing. sw eetest (gr. ήδιστος). El latín, sin em bargo, prefirió el sufijo
-mo ( - c m o - en ciertos contornos fó n ico s), cuyo valor originario —en
opinión de Benveniste— era la designación del m iem bro extrem o de
un grupo, es decir, tenía en u n principio valor de referencia espacial
como en su m m u s ( * su p -m o -s) “el que está en el to p e”, dëm us, in fi­
m us, p rim u s (* p ñ s -m o -s ). En suprem us, extrëm u s el sufijo se ha
añadido a antiguas form as de in stru m en tal (véase infra, adverbios).
El sufijo -m o - se com binó con -to - en intim us, ultim us, extim us,
optim us.
O tra form a alargada del sufijo es -sim us, en la que la s tiene
orígenes varios: (1) - t - t em o - > -ssim o - (pessim os < *ped-tem o -);
(2) probables form as sincopadas del sufijo -is-. La form a m ás ca­
racterística del sufijo superlativo latino, -is-sim o -, surgió de la com ­
binación d e -is- con -s cm o-. U nido à tem as nom inales term inados
en -r y -l, este sufijo quedó deform ado p o r cam bios fonéticos":
GRAMATICA HISTORICO-COMPARADA 255
*facil-s.m o -s > facillim us (p. 232 sobre -ls~), *acri-s,m o-s >
*acrs-sam os > *acers-sam os (p. 224) > acerrim us; de modo sim i­
la r pulcherrim us < *pulchro-semos.
Todavía no se ha dado u n a explicación totalm ente satisfactoria
de plüs, plürim us. Es evidente que son form as em parentadas con
los adjetivos que significan “m ucho” en otras lenguas (cf. gr. πο λύ ς),
los cuales e stá n form ados sobre la raíz *pel “llenar” (lat. p lë-nus).
El tem a com parativo p ié-yes-, plé-is que aparece en el gr. πλεΐν
(acusativo) y en el superlativo πλειστος, p roporciona u n a buena basé
*pleis-¿mo- al lat. are. piísim a conservado p o r Festo. P o r otra parte,
tenem os u n sustantivo n eu tro de la m ism a raíz, *plewes (gr. hom ér.
πλέος), que puede ser la base del lat. are. plous, de m odo que el lat.
clás. plüs no sería en origen m ás com parativo que su contrario m i-
nus. El verdadero com parativo *plë-yôs puede é sta r en el origen
del pleores del Carmen Arvale, si bien la presencia del rotacism o
indica que la fo rm a tra n sm itid a ha sido parcialm ente m od ern izad a.7
Podem os, pues, re sta u ra r el siguiente hipotético estado de cosas:
*plëyôs- *plë-is-em o - que h ab ría dado en latín pleör- plirim o-.
Luego, el sustantivo n eu tro plous (frecuentem ente em parejado con
m inus) reem plazó al com parativo afectando entonces a la form a
del superlativo: de ahí plüs, plürim us. El ploirum e de CIL, I2, 9, pué-
de considerarse sim plem ente como u n ejem plo m ás del socorrido
m étodo de afectar arcaísm o sustituyendo la ü clásica p o r oi (véase
p. 218).

LOS PRONOMBRES

Hay que distinguir dos grupos: (1) los tem as dem ostrativos y el
relativo-interrogativo-indefinido, y (2) los p ronom bres personales.
(1) presen tan tem as en e /o y en ά p ara m asculino y femenino,
respectivam ente, m ientras que el n eu tro singular, nom inativo y acu ­
sativo, term in a en -od (> ud) : is-te, is-ta, is-tu d . En el genitivo y
dativo de singular tienen form as com unes a todos los géneros: -lus
e -i, respectiv am en te.8
En m uchas lenguas los dem ostrativos tienden a asum ir form as
reforzadas, sea p o r la com binación de tem as diferentes, sea p o r la
adición de p artícu las deícticas (fenómeno que podem os llam ar del
“este-de-aq u í” , “ese-d e-ah í”) . El latín p resen ta ejem plos de am bos
procedim ientos, is-tu d está com puesto del tem a anafórico i- y del
dem ostrativo *tod. ille ha sustituido a u n antiguo olle que un ía ol

7. T am b ién F esto m odernizó *pleisima en piísima.


8. Sobre la form a vulgar d el fem en in o illae, etc., véase p. 167.
256 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

(cf. ul-tra, ö l-im ) y el tem a -se (véase in fra ). Las principales p a r ­


tículas deícticas que se unen a los tem as pronom inales son -ce e -i
(sobre hic, istuc, etc., véase in fra).
La term inación del genitivo singular, -ius [N ota 32] (en P lauto
es frecuente la escansión éius, lo cual im plica u n a pronunciación
eiius confirm ada p o r la grafía eiivs de las inscripciones, etc.), no
tiene paralelo en o tras lenguas. E n indoeuropeo era e-syo (ser. asya),
y se h a pensado que el latin añadió a e sta fo rm a la -s habitual en
el genitivo (cf. su p ra ), evolucionando *esyos de m an era regular a
eiius. Del m ism o m odo, huius < *gho-syo-s, cuius < *quo-syo-s
(cf. ser. kásya). O tros estudiosos p reten d en explicar la term inación
p o r cuius, adjetivo en -ios que sobrevive aú n en el quoius de Plauto,
y que acabaría incorporándose a la flexión (sobre el genitivo como
caso adjetival véase in fra pp. 289 s s .). Los o tro s genitivos p ronom i­
nales serían sim ples im itaciones de quoius. De quoius analizado
com o quoi-us se ex trajo u n tem a quoi- que, con la adición de la
desinencia típica del dativo, dio lugar a quoiei (así en latín arcaico),
que en Plauto aparece como quoll y quoi. E sta ú ltim a es la form a
clásica, no apareciendo cui h asta la época augústea. De los re sta n ­
tes casos sólo el genitivo p lu ral exige com entario, -ru m debe rem o n ­
tarse a las form as fem eninas que en indoeuropeo tenían la te rm i­
nación * -ä -sö m (ser. tä sä m ). El m asculino -ó ru m es u n a innovación
analógica, puesto que el indoeuropeo tenía *-oi-sóm (ser. tësàm ,
kësâm = (is)-tö ru m , quorum .

hic
El tem a es *ghe/o, ghä- (p. 230), al que se añade la partícu la -ce.
El m asculino singular p resen ta -ï- en P lau to (hic), form a que se
rehízo en hice p o r analogía con el n eu tro hocc < *hod-ce. El tem a
en -i aparece tam bién en form as del p lu ral de procedencia ep ig rá-
flica: heis, heisce, hisce (Plauto). A parte de estos casos, el tem a ap a­
rece como ho-, hä-, que con la adición de la p artícu la -ce (frecuen­
tem ente en su fo rm a plena en latín arcaico) da lugar a la bien
conocida declinación clásica de este p ronom bre: *hom -ce, *häm-ce,
*hod-ce > hunc, hanc, hoc(c). A dviértase que el latín arcaico no
había introducido todavía la distinción artificiosa en tre hae (fem e­
nino plural < h á-l) y haec (neutro p lu ral < *ha-l-ce). S obre el
genitivo y dativo de singular, véase supra. El ablativo singular es
höc, häc < *höd-ce, *häd-ce.

ille
ille resu lta de u n a alteración del lat. arc. olle (cf. ul-trä, öl-im )
b ajo la influencia de is, iste, ipse, olle es u n a com binación de ol y
g r a m á t ic a HISTÓRICO-COMPARADA 257

se /o (véase in fra ). Tam bién e stá n atestiguadas form as con desinen­


cias adjetivales: ollus, olla. O casionalm ente se le u nen partículas
deícticas: illaec, illuc, illunc, etc. El nom inativo de p lu ra l aparece
en P lauto en la form a íllisce (cf. heisce, etc., s u p ra ). Sobre el geni­
tivo y dativo de singular véase lo ya dicho m ás arriba.

iste
Es o tro dem ostrativo com puesto, del que sólo se declina el segun­
do m iem bro. T am bién puede llevar p artícu las deícticas : nom inativo
singular m asculino istic, fem enino istaec, n e u tro istuc, etc. El geni­
tivo tiene n orm alm ente la term inación - ius (véase su p ra ), pero hay
un a form a istl (con la term inación p ro p ia de los tem as en -o) que
aparece en istim odi. El lat. are. istis (Plauto) es probablem ente no
una form a sincopada de istíus, sino isti + -s de genitivo.

is
Este tem a, que en indoeuropeo se em plea en correlación con el
p ronom bre relativo, aparece con alternancia i/ei. El grado cero a p a ­
rece en el nom inativo m asculino y en el n eu tro (i-s, i-d ), y el a cu ­
sativo que e ra de esperar, im, está atestiguado en las X II Tablas. A
una form a secundaria del nom inativo —grado pleno— se le añadió
una p artíc u la -om : *ei-om (cf. ser. ay a m ), fo rm a que el latín utilizó
como acusativo singular m asculino, *eiom > eum , y a p a rtir de la
cual se creó u n nuevo tem a *eio-, con u n ,co rrespondiente fem enino
*eiá~. En el nom inativo p lu ral m asculino, p o r u n proceso regular,
*eioi > *eiei > ei > l. El disilábico el es u n a refección analógica
sobre eum , etc. T am bién en este pro n o m b re encontram os nom ina­
tivos de plu ral en -s: is, eis, eeis e ieis. Las form as de dativo y ab la ­
tivo de plu ral atestiguadas son los resultados esperados de *eiois,
*eiais: eis, is, con las restauraciones disilábicas eeis, ieis, etc. El
lat. are. Ibus parece el resu ltad o esperable de *ei-bhos (ser. ebhyás).
Sobre el genitivo y dativo de singular véase lo ya dicho m ás arriba.
A este tem a se añadió u n a p artícu la -em. Un falso análisis del
nom inativo singular n eu tro id -em dio lugar a una p artícula dem.
Añadióse ésta a is, eä, etc., resu ltan d o ídem , eâdem, etc. Sobre los
adverbios ibi, etc., véase infra.

so-, to-
E1 indoeuropeo poseía un pro n o m b re dem ostrativo *so, *sá, *tod,
que dio, inter alia, el gr. 6, ή, τό(δ). Ennio atestigua las form as de
acusativo som, sam, sös, sás, q u e pueden atrib u irse a este tem a, en
tan to que to - aparece en turn, topper ( < *tod-per), etc. Tam bién
si(c) pertenece a este tem a: es una fo rm a de locativo, *sei(cej.
258 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

ipse
En las form as arcaicas eum psum , eam psam tenem os u n a com bi­
nación del tem a eio- con som, sam (la p es u n a consonante de tra n ­
sición, como en sum psi < sum -si. Es pro b ab le que este som , sam
sea d istin to del que acabam os de estu d iar y se rem o nte al reflexivo
*suos. Del acusativo se ex trajo u n tem a -pso -p sä que aparece en
el "nominativo fem enino eapsa, m asculino ipsus, etc. Este últim o
sufrió la influencia de iste e Ule, y así surgió la flexión norm al ipse,
ipsa, ipsum . Nótese que la asim ilación del n eu tro ipsud a illud, etc.,
no se produce h a sta época tard ía. S obre las form as vulgares isse,
issa, etc., véase p. 163.

Interrogativo. Indefinido. Relativo

El tem a interrogativo-indefinido del indoeuropeo tenía la form a


qui- quei, com ún a los tres géneros: quis, quid. El acusativo que
cabía esperar, *quim , tom ó la term inación -e m de los tem as conso­
nánticos (véase su p ra). El in stru m en tal qui se conserva como ad ­
verbio, en tan to que el nom inativo de p lu ral *quei-es dio lugar al
qués del Senatus C onsultum de Bacchanalibus. El p lu ral neu tro quia
se conservó como conjunción. El dativo-ablativo de plural quibus
se m antuvo como resto de la flexión regular.
En itálico se form ó u n tem a relativo co rrespondiente quo- qua-.
El m asculino (quoi > quei > qui) y el fem enino (quae) m u estran
la partícu la deíctica -i. quod lleva la -d característica de los neutros.
El acusativo quom se conserva sólo como conjunción, habiendo sido
reem plazado p o r quem (cf. su p ra ). Sobre el genitivo (quoius, etc.)
y el dativo singular véase lo ya dicho m ás arrib a. Las form as del
p lu ral son resultado regular de *quoi, *quai, *quäi, etc. El nom i­
nativo de p lu ral quäs es dialectal p o r quae (véase p. 243). Una fo r­
m a secundaria quis en dativo-ablativo de p lu ral continúa *quois,
* quais.

LOS PRONOMBRES PERSONALES

ego y tu son form as heredadas del indoeuropeo (cf. gr. έγώ , τύ,
σ ύ). Una fo rm a alargada con -om aparece en gr. έγών, ser. ahám , 9
y ésta es la base del lat. egom -et, del que, p o r u n falso análisis, se
extrajo u n sufijo -m e t: m ih i-m et, etc. En el acusativo m e y té con­
tin ú an form as tónicas indoeuropeas (el gr. tiene με, σε áto n o s). En
indoeuropeo las form as enclíticas *moi, *mei, *toi, *tei se em plea-

9. La co n so n a n te aspirada sugiere el an álisis *egH-om.


GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 259

ban p a ra el genitivo y locativo. A largadas p o r adición de la -s de


genitivo, *m ei-s, *tei-s fo rm aro n la base del lat. are. mis, tís. Las
form as clásicas m el y tu l está n tom adas de los posesivos, m ihî y tibí
se rem o n tan a *meghei, *tebhei (u. m ehe, tefe). El sánscrito p re se n ­
ta las m ism as consonantes en las form as m ahyam , tubhyam , pero
éstas presuponen ide. *meghi, *tubhi, con adición de u n a partícu la
posiblem ente em p aren tad a con el -o m de *eg-om. El ablativo in d o ­
europeo tenía las form as *m ëd, átona, y *mëd, tónica. El sánscrito
conserva la p rim era (m â t); la segunda aparece en lat. arc. m ëd (cf.
tëd < *tuëd). No hay que confundir estas fo rm as con las arcaicas
del acusativo m ëd, tëd, que llevan u n a p a rtíc u la -d de origen oscu­
ro. Es difícil creer que se p ro d u je ra u n a confusión en tre acusativo
y ablativo, o que la -d provenga de los p ro n o m b res neutros.
Las form as del p ro n o m b re reflexivo tienen gran sem ejanza con
las que acabam os de estudiar. së(d ) < *suë (el gr. ε continúa la
fo rm a breve áto n a). El genitivo sui e stá tom ado del adjetivo p o se ­
sivo. sïb ï < *sebhei con asim ilación de e a i y abreviación yám bica,
al igual que m ïhî, ñbl. El ablativo sé -d es paralelo a m ëd y tëd.
nös y vós son form as tónicas h eredadas que se corresponden con
las átonas del sán scrito nas y vas. n o stru m y v e stru m son genitivos
de p lu ra l de n oster y vester, n ostri y vestri, las form as co rrespon­
dientes del singular, se em pleaban específicam ente com o genitivos
“objetivos”, y aparecieron p o r vez p rim e ra en Terencio. El latín
rehízo el dativo y ablativo añadiendo la desinencia -bhei a los tem as
nö-, vö- extraídos de nos y vôs. A *nôbhei y *vóbhei se añadió u n a
-s p o r analogía con la desinencia n o rm al -bus.
Los adjetivos posesivos se fo rm aro n p o r adición de la vocal te ­
m ática -o - a los tem as pronom inales: *m ei-o-s > m eus; *teu-o-s
(gr. τεΡός) > lat. are. tovos > tuus; *seu-os (gr. áFóq) > sovos
(lat. are. d at.-abl. pl. soveis) > suus. E n el p lu ra l el su ñjo c o n tras-
tativo - te r (o) se añadió a las form as breves nös, vos. El lat. are. v o s­
ter pasó a vester (p. 217). [N o ta 33.] El vocativo singular m asculi­
no m i puede rem o n tarse al genitivo enclícito *mei, ya exam inado.

LOS NUMERALES

Cardinales
Sobre üñus < *oino- véase p. 219. La raíz *sem (gr. εις, μία, εν)
aparece en sem -el, sim -plex, sin-guli y sem -per.
dúo (dúo p o r abreviación yám bica) es u n a fo rm a heredada < ide.
*duuö(u). E ste num eral te n ía en origen las desinencias del dual,
según m u estran las form as latinas de acusativo p lural m asculino
duo (P lau to ), n e u tro dúo. Las form as con desinencias de plural-duös,
260 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

dwom y duórum , dativo-ablativo duôbus y, adem ás, la serie com ­


pleta de form as fem eninas duae, etc., son innovaciones, pues en o ri­
gen duó valía tan to p a ra el m asculino com o p a ra el fem enino, am bo
es tam bién form a heredad a (gr. α:μφω).
très (mase, y í'em.) es el resultado regular de *treies (gr. τρεις,
ser. trapas).
La p alab ra que significa “c u a tro ” p re se n ta alternancia vocálica
con generalización de form as d iferentes en los d istintos dialectos
indoeuropeos. El lat. quattuor se rem o n ta a *quetuores, con u n a vor-
cal reducida en la p rim era sílaba y el grado -o - característico del
nom inativo en la segunda sílaba (cf. gr. dór. τέτορες). El latín h a
elim inado la flexión convirtiendo a este n u m eral en indeclinable. No
se h a dado u n a explicación convincente de la fo rm a quadru- em plea­
d a en com puestos.
Sobre quinqué < itál. quenq^e < ide. *penq»e, véase p. 226.
sex puede ser resultado ta n to de *seks com o de *sweks, cf. gr.
ες, FéÇ.
Sobre sep tem < *septm (gr. έ π τά ), véase p. 225.
octö < * o ktö (u ) es u n a fo rm a de d ual de u n a p a la b ra que signi­
ficaba “conju n to de cu atro dedos” (conservado en el avéstico aSti
“ancho de cu atro dedos” ).
novem procede de *new -n (cf. nönus, ing. nine). La fo rm a que
cab ría esperar, *noven, se ha tran sfo rm ad o b ajo la influencia de
sep tem y decem.
Los num erales de 20 a 90 se derivan de u n tem a nom inal
*(d)Jcmti- que significaba “con ju n to de diez”. El dual aparece en
vi-gintï, donde vi- (cf. gr. dór. FI-κατι) puede estar em parentado con
el adverbio sán scrito vi, que significa “a p a rte ”. El resto de los n u ­
m erales del grupo conservan el p lu ra l n e u tro en -á (véanse pp. 245
s .) . trî- y quadrä- 10 son p lurales n e u tro s cuya ä se extendió an a­
lógicam ente a quinquägintä, sexägintä, septuaginta, nonaginta, oc­
toginta está p robablem ente en el lugar d e u n *octuägintä (cf. gr.
όγδο(Γ)ήκοντα), que influyó en la fo rm a de septuägintä.
Sobre cen tu m < * (d)Icm tom , véase p. 225.
Los num erales de 200 a 900 son sim ples com puestos de los n u ­
m erales cardinales de 2 a 9 y centum . Indeclinables en origen, el
latin hizo de ellos adjetivos num erales, ducenti, trecenti, sescenti
conservaron la c, q u e se sonorizó en nöngenti, (* n o vem -g enti), quin­
genti, de donde tam bién el -ingenti de quadringenti, septingenti,
octingenti.
El indoeuropeo no parece h ab er poseído u n a p a la b ra que signifi­
cara “m il”; el lat. m ille no tiene co rrespondencias.

10. La - d n o h a recibido explicación.


GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 261

Ordinales

Los ordinales p resentan los sufijos -to - y -m o - que hem os exa­


m inado en la com paración de adjetivos.
p rim u s < * p ñ s-m o -s, superlativo de prius.
secundus es u n adjetivo verbal (véase g erundivo), del verbo
sequor: < *seqi>ondo-s.
tertius < *trityos, a través de *trtyos (p. 224).
quartus. La fo rm a original parece h ab er sido *qH ru-tós, con el
grado cero del num eral (cf. o. tru tu m = q uartum ). La form a latina
puede estar b asad a en *q^atw or-tos, con restauración de la form a
plena del num eral cardinal y p érd id a p o r haplología de la prim era
dental. El dialecto p renestino conserva la esperada contracción
quorta, que el latín tran sfo rm ó luego en quartus p o r influencia del
cardinal.
quintus (< *quinqH os) y sextus p resen tan el sufijo -to-,
septim u s y octavus (sobre óv > äv véase p. 217) y decim us son
adjetivos form ados p o r adición de la -o - tem ática al cardinal. El
m ism o tipo de form ación lo tenem os en * novenos, que debería
hab er dado regularm ente *nünus, pero la ö se conservó p o r influencia
de novem .
El ordinal “vigésimo” se fo rm a p o r la adición del sufijo - t em o
(véase superlativos) : * vî-km t-U m o > *iñcenssimos (p a ra el cam bio
t - t > ss véase p. 232) > vicesim us.
Los adjetivos num erales m ultiplicativos son com puestos cuyo se­
gundo elem ento es o bien (1) p ío- de la raíz p ié- “llen ar” (duplus,
triplus, etc .), ο bien (2) p le k - de la raíz que significaba “plegar” (s im ­
plex, duplex, etc.). De los adverbios correspondientes, sem el contie­
n e el num eral sem -, pero su sufijo no h a sido explicado, bis (*duis),
ter (*tris), quater (*q»atrus) llevan u n a -s adverbial. La te rm in a ­
ción -iëns que aparece en los dem ás adverbios de esta clase se ori­
ginó probablem ente en los derivados pronom inales quotiens, totiens,
en los que, basándonos en el testim onio del sánscrito, podem os id en ­
tificar un sufijo * -in t- > lat. *-ient~. E sta form a, com binada con la
-s adverbial que acabam os de exam inar, d aría lugar a -iëns-.
Los adjetivos num erales d istributivos, a p a rte del aislado singulus
(< *sem -gelo), está n form ados con el sufijo -n - y los adverbios
m ultiplicativos: *duis-noi > bini, *tris-noi > te m í (con ter re s­
tau rad o en lugar del resultado fonético esperado * tñ n i).
262 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

E l verbo [N ota 34]

Desinencias

Activas. Las desinencias del verbo indoeuropeo se referían p r i­


m ariam ente a la p ersona gram atical, incluyendo en sí la categoría
del núm ero (singular y p lu ral). Así, -m , -s, - t rep resentaban la p ri­
m era, segunda y tercera personas del singular, y -m e/o , -te y
~ (e/o )n t, las form as correspondientes del plural. En un m om ento
dado de la h isto ria del indoeuropeo se añadió u n a p artícu la -i que
significaba “aquí y ah o ra” . De ahí surgió la oposición en tre desi­
nencias p rim arias y secundarias con referencia tem poral al p re ­
sente y al pasado, respectivam ente: -m i: -m , -ti: -t, -n ti: -nt. La
p artícu la -i, según puede presum irse, sería en origen de empleo
potestativo: de hecho no aparece en la p rim e ra y segunda personas
del plural, y no es seguro que el -si de segunda p ersona del singu­
lar pueda a trib u irse al indoeuropeo.
O tra distinción necesaria es la que sep ara fo rm as verbales te ­
m áticas y atem áticas. En paradigm as com o *bhero-m es, *bhere-te,
*bhero-nti, etc., el tem a que queda tra s la su presión de la desinencia
term in a en vocal -e/o . Es la llam ada vocal tem ática. O tros verbos
com o *ei-mi, *i-m es, cuyo tem a carece de tal vocal, se llam an ate-
m áticos. E sta distinción aparentem ente trivial es de fundam ental
im portancia en la m orfología verbal indoeuropea, dado que los dos
tipos de verbos se distinguen in ter alia en sus procedim ientos de
form ación de los m odos (véase in fra ). P o r lo que m ira a las desi­
nencias, sin em bargo, sólo se distinguen en la p rim era persona de
singular activa : -o es p rim ario tem ático y -m i p rim ario atem ático.

Medias. El indoeuropeo distinguía dos “voces” . En la “activa”


la acción verbal estaba dirigida hacia fu era del sujeto “ergativo”
(véase Sintaxis, p. 284). En la “m edia” la acción se concebía como
actuando en o sobre el su jeto: la acción tiene lugar en la persona
del sujeto, en in terés del sujeto, etc. Así, verto “yo vuelvo” (algo)
se opone a vertor “la acción de volver tiene lugar en mí, m e vuel­
vo” ; πορίζω “p roporciono”, πορίζομαι “proporciono a m í mismo,,
m e procuro” . Así, las form as m edias del verbo, en cuanto que de­
no taban in ter alia las acciones que tenían lugar en la persona del
sujeto, se em plearon tam bién p a ra la expresión de la pasiva, que
no tenía form as pro p ias en indoeuropeo. Las desinencias de la m e­
dia se crearon p o r adición de diversas p artícu las a las prim itivas
desinencias personales, y tam bién es pro b ab le en este caso que la
oposición tem poral en tre p rim arias y secundarias fuera u n desa­
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 263

rrollo tai’dío en la h isto ria del indoeuropeo. Las únicas desinencias


m edias indoeuropeas relevantes p a ra el estudio de las latinas son
-so, -to, -nto, que aparecen en griego como desinencias m edias se­
cundarias de la segunda y te rc e ra p ersonas de singular y de la te r ­
cera de plural, respectivam ente, opuestas a las p rim arias -sai, -tai,
-ntai. El perfecto ten ía en el singular una serie de desinencias
distintas de las que hem os visto : -a, -tha, -e. Y ahora podem os
p ro ceder al estudio de las desinencias verbales del latín.

P rim era persona singular. Primaria. La atem ática -m i sólo se


conserva en sum , donde h a perdido la -i. Con esta excepción, se ha
generalizado la -δ tem ática: eo, fero, amo, moneo. La m ism a d esi­
nencia la encontram os en el fu tu ro en *-bhô (p. 271). El lat. eró
procede de u n antiguo subjuntivo *esó (p. 271).
Secundaria. El latín conserva -m : amabam, ferebam , amaveram,
etc. Aparece tam bién en las form as de subjuntivo y optativo: am em ,
regam, siem , etc.

Segunda persona singular. A causa de la caída de -i final no q u e­


da en latín resto de la oposición en tre form as p rim arias y secunda­
rias: ducis, amas, eras, amabas, sies, etc. La fo rm a p lau tin a ess suele
ponerse en ecuación con el hom érico έσσί. P ero hay testim onio de
u n a form a hom érica m ás antigua, εις, grafía que p reten d e solam en­
te indicar la cantidad larga de la sílaba εσ-ς. E sta form a m ás a n ti­
gua recibió u n a -i p o r influencia de έστί: έσσί. El ess plautino p u e ­
de, p o r tan to , considerarse equivalente de la form a hom érica m ás
arcaica. De hecho es dudoso que el indoeuropeo llegara a d e sarro ­
llar u n a form a p rim aria independiente p a ra la segunda persona de
singular, dado que falta en el plural.

Tercera persona singular. El latín arcaico distinguía la -t (< *-ti)


p rim a ria de la -d ( < *-t, p. 227) : esed, feced, sied. La m ism a d istin ­
ción aparece en osco-um bro : fu s t “e rit”, fu síd “fo ret” . En el latín
clásico se hab ía generalizado la -t p rim aria: dedit, fecit, siet, es­
set, etc.

P rim era persona plural. No hay restos de la desinencia secun­


d aria *-m o en latín, que h a generalizado *-m os > - m u s : ducim us,
ducebam us, duxim us, etc. Un grado distinto de alternancia, *-me,
aparece en el gr. dór. φέρομες, etc.

Segunda persona plural. El latín -tis deriva de -*tes, form a en


la que se h a añadido la -s de la form a correspondiente del singular
al *-íe que vemos en gr. φέρετε, etc.
264 INTRODUCCIÓN AL LATIN

Tercera persona plural. El oseo y el um b ro distinguían en tre la


desinencia p rim a ria -n t < *-n ti (sent = sunt) y la secundaría
-ns < *-nt (deicans = dicant, sins = sin t). El latín tiene solam ente
-nt, que deriva de la p rim a ria * -n ti generalizada, y de la que el
único testim onio directo es el dudoso trem o n ti del Carmen Saliare
(N.° 53). La term inación -nont, m uy extendida en la época arcaica
(danunt, explënunt, redïnunt, n eq u în u n t), no ha sido explicada. Si
la -n es un sufijo form ad o r d s tem as (p. 267), es difícil explicar p o r
qué aparece sólo en esta persona. Es posible que e sta desinencia
haya surgido de form as dialectales en las que se h u b iera perdido
la -t final (dedron = dederont). Luego, *dan, * expíen, etc., que no
tenían la característica -n t, h ab rían sido alargados p o r m edio del
u sual -ont.

Voz m edio-pasiva

En itálico y en céltico las desinencias de la voz m edio-pasiva es­


tá n caracterizadas p o r u n a -r que falta en sánscrito, griego, ger­
m ánico, etc. E sta -r puede igualarse, en p rim e r lugar, con la term i­
nación que en osco-um bro distingue a la pasiva im personal: fera-r
“debe llevarse”, tipo que se en cuentra tam b ién en antiguo irlandés.
C orresponde en latín a los usos pasivos im personales como pugna-
tu r “se lucha”. Así pues, lat. -tur, -ntur, etc., pueden explicarse com o
com binación de las desinencias m edias con la - r de im personal. La
relación de este form an te con la -r que en diversidad de funciones
aparece en los paradigm as verbales de o tra s lenguas indoeuropeas
(indo-iranio, frigio y arm enio, tocario, h etita) no e stá clara. Es p o ­
sible que las prim itivas form as con -r del itálico y del céltico sean
en origen sim ples nom bres verbales que designan la acción.

Prim era persona singular. En -or (lat. are. -ör) sim plem ente se
h a añadido la - r a la desinencia p rim aria tem ática -ó. En los dem ás
casos se añade directam ente al tem a verbal: amer, regar, amabar,
etcétera.

Segunda persona singular. La term inación latin a m ás antigua


del latín es -re, desarrollo regular de la desinencia secundaria m e­
dia -so (p. 222); p o r tan to , sequere = gr. επεο (* seq^e-so), según
todas las apariencias. Salvo en el im perativo, se le añadió - s p o r
analogía de la activa * -e s : *sequere-s > sequeris. En las form as
dialectales del tipo spatiarus, utarus, la - s tiene que haberse aña­
dido antes de que -o final p asara a -e.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPAHADA 265

Tercera persona singular, -tu r surgió p o r la adición de - r a la


desinencia secundaria m edia -to.

Prim era persona plural, -m u r < secundaria -m o + r.

Segunda persona plural. Las fo rm as en -m in i suelen explicarse


como nom inativos del particip io de p resente medio em pleados en
perífrasis como *ferom enoi (este) (gr. φερόμενοί έστε). De ahí se
h ab ría extraído u n sufijo -m in i y se lo h ab ría aplicado a los diver­
sos tem as verbales: regebam ini, etc. Esto resu lta m uy poco p ro b a ­
ble, y otros estudiosos relacionan la desinencia con los infinitivos en
-m enai usados con valor de im perativo. Dado que la form a es idén­
tica a la del im perativo, será m ás o portuno estu d iarla en el a p a r­
tado correspondiente al m ism o.

Tercera persona plural, -n tu r surgió de la adición de - r a la


desinencia secundaria m edia -nto.
. Sobre las desinencias del perfecto véanse pp. 274 s. Para el im ­
perativo véanse pp. 276 s.

F o r m a c ió n de l o s t e m a s v e r b a l e s

Los tem as tem porales

El estu d ian te de griego advierte p ro n to la necesidad de d istin ­


guir tres tem as tem porales: p resente λειπ-, aoristo λιπ- y perfecto
λε-λοιπ-, (correspondientes al mg. drive, drove, driven, véanse
pp. 234 ss.). A prende luego que estos tem as, salvo el indicativo, no
tienen valor tem poral, sino que se refieren al tipo de acción (aspec­
to) ; el así llam ado tem a de p resente significa acción continuada (te­
m a durativ o ), el terna ele aoristo (Xtn-) significa acción m om entánea,
y el perfecto (λε-λοιπ-), el estado resu ltan te de una acción. Así, el
tem a de, presente θνήσκειν significa “estar en el proceso de m o rir”
θανεΐν “exp irar” y τεθνάναι “estar m u e rto ”. E sta doctrina, la p re-
valente en las gram áticas escolares, necesita m odificarse sólo en
u n punto: el tem a no tiene valor tem poral ni siquiera en el indicati­
vo, en el que la única referencia al pasado es la contenida en el
aum ento y en las desinencias secundarias. Así, de uno y el m ism o
tem a durativo λ ε γ ε /ο podem os form ar u n p resen te λέγω y un pasado
ε-λεγο-ν. E stas diferentes representaciones de la acción verbal, du-
rativa, aorística y perfecta, p o r m edio de diferentes tem as “tem po­
rales”, son lo que se conoce con el nom bre de aspectos del verbo.
La situación del griego refleja la del indoeuropeo. Sin em bargo, la
266 INTRODUCCIÓN AL LATIN

descripción del valor del tem a de “p resen te” como durativo, opuesto
al de aoristo, “m om entáneo”, no cubre todos los hechos. En el Fedón
de Platón, p o r ejem plo, los am igos de Sócrates está n esperando a
la p u e rta de la cárcel después de ser p ronunciada la sentencia de
m uerte. El guard ián les invita a e n tra r, y “encontram os a Sócrates
que acababa de ser liberado de sus grillos”. El verbo que hem os
traducido p o r “encontram os” es κα τα λα μ βά νει, que significa p ro ­
piam ente “coger”, “so rp ren d er”. La acción a la que se refiere es cla­
ram ente m om entánea, y sin em bargo P latón em plea la form a d u ra -
tiva κατελαμβάνομεν. Éste no es sino uno de los m uchos ejem plos
que sugieren que la diferencia esencial en tre los aspectos del “p re ­
sen te” y el “ao risto ” no es la de continuidad-m om entaneidad, sino
m ás bien la de que el tem a durativo tiene u n sentido m ás directo y
lleno de vida: pone el acontecim iento ante los ojos, en pleno de­
sarrollo, com o u n docum ental cinem atográfico. Podem os llam arlo
“aspecto del testim onio ocular” o “aspecto de la presentación”. El
aoristo, p o r su parte, supone u n a referencia m enos viva al aconte­
cim iento com o a u n a unid ad de la historia,. Uno y el m ism o aconte­
cim iento, aunque sea m om entáneo, puede ser presentado com o
teniendo lugar ante n uestros ojos, κατελαμβάνομεν “estábam os so r­
prendiendo a, S ócrates”, o bien κατελάβομεν “encontram os a Sócra­
te s”. Del m ism o m odo, θνήσκειν nos lleva a ía presencia de la agonía,
θανεΐν da cuenta del hecho de la m uerte, y τεθνάναι, del estado de
m uerte.
Ein latín los tre s aspectos del verbo indoeuropeo se red u jero n a
dos [ N o t a 3 5 ] , pues el sistem a verbal p resen ta solam ente u n a opo­
sición entre el in fectu m y el perfectum , reuniendo el segundo los
valores originarios del aoristo y del perfecto. P a ra cada uno de
estos dos aspectos se desarrolló u n sistem a com pleto de tiem pos
(presente, pasado, futuro) : dico, dicam, dicebam : dixi, dixeró,
dixeram. En consecuencia, n u estra exposición del sistem a latino
de tiem pos debe co n star de dos p artes : la form ación de los tem as
(1) del in fectu m y (2) del perfectum .

Tem as del infectum

Parece o portuno com enzar ejem plificando algunos de los p rin ­


cipales m ecanism os m orfológicos u tilizados p o r el indoeuropeo p a ra
la form ación del tem a propio del aspecto progresivo (“del testim o ­
nio ocular”) . Hem os escogido los m ás relevantes p a ra el estudio del
latín.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 267

I. Tem as radicales, que pueden ser: a) atem áticos: *ei-mi; b) te ­


m ático s: *deik-ö. El tip o tem ático p resen ta alternancias vocá­
licas, apareciendo el grado pleno en el singular y el grado cero
en el p lu ral; *eí-m i, * i-m e/ós.
El latín conserva todavía algunos resto s del tipo atem ático:
í-s, í- t (< *ei-s, *ei-ti); volt, vu lt < *uel-ti; m -s, de la raíz
*uei “d esear”; es, est < *ed-s, *ed-ti “com er”; fer-s, fe r - t <
*bher-s, *bher-ti, sob re es “eres” véase p. 269. S in em bargo,
la m ayor p a rte de los tem as radicales latinos son del tipo te ­
m ático: düco, dlco, etc.
II. Tem as con reduplicación. T am bién éstos se dividen en a) a te ­
m áticos y b) tem áticos. El tipo a) p resen ta alternancias com o
en griego τί-θη-μι: τί-θε-μεν, δί-δω -μι: δί-δο-μεν. En el tipo
tem ático reduplicado la raíz aparece n orm alm ente en el grado
cercj: gi-gn-o (raíz *gen), sido < ~si-sd-ö (raíz *sed). sero <
*si-s-ö (raíz * se/ss, cf. së-vl, sâ -tu s).
III. Tem as con nasal infija: iu-n -g o (raíz *yeug/yug), li-n -q u o
(raíz *leiqu/liqu), scindo, rum po.
IV. Tem as con sufijo n asal: gr. κάμ-ν-ω, δάκ-ν-ω, lat. cer-n-o
(*krinc¡), ster-no, si-no (perf. sí-ví), pello < *pel-nö, tollo <
*tl-nô (cf. perf. tuli).
V. Verbos incoativos en -sk ó : gr. βάσκω, lat. poseo ( < prk, grado
cero de p re k -sk o ). E ste tip o lo encontram os tam bién con re ­
duplicación : γι-γνώ-σκω. El lat. gnösco puede proceder ta m ­
bién de u n a fo rm a reduplicada. La evolución fonética h a en ­
m ascarado disco < *d i-d k-sko , con el grado cero de la m ism a
raíz que tenem os en dec-et, doc-eo, etc.
VI. De gran im portancia es el sufijo -ye/yo . (1) Puede unirse a una
raíz verbal : spec-io (raíz en grado n o rm a l), venio (raíz en g ra­
do cero: *g«m-yö, cf. gr. βαίνω ). El sufijo puede tam bién a ñ a ­
dirse a tem as de p resen te ya caracterizados: vinc-io. (2) Con
la ayuda de este sufijo se fo rm an verbos a p a rtir de nom bres
(verbos “denom inativos”). En contacto con un tem a vocálico
la -y - intervocálica se pierde. Según esto podem os distinguir
los tipos siguientes :
a) de tem as en -ä: fugo, fugäre < *fugä-yö; b) de tem as
en e /o : albeo, audeo (de avidus); c) de tem as en· i: finio;
d) de tem as en -u: m etuo; e) de tem as en consonante : c u sto ­
dio. Del tipo denom inativo albeo, etc., hay que distinguir
(1) los verbos causativos en -éyó con grado -o - de la raíz, com o
son m oneo, doceo, torreo, etc., y (2) los p resentes estáticos
form ados p o r adición de u n sufijo -é (el m ism o que se em plea
268 INTRODUCCIÓN AL LATIN

en ao risto s pasivos griegos com o έ-μάνη-ν) a la raíz verbal:


videre, tacëre, iacëre (opuesto al tran sitiv o iac-io), etc.

Estos tipos diversos de form ación de tem as fueron organizados


p o r el latín en las cu atro conjugaciones bien conocidas p o r las gra­
m áticas escolares.
La p rim era conjugación está fo rm ad a en buena p a rte p o r deno­
m inativos en -yo del tip o fuga, fugare. E ncontram os adem ás algu­
nos verbos atem áticos de raíces term in ad as en -a (larga) : fä ri (cf.
fä tu m , gr. dór. φ δ-μί). T am bién stâre puede p erten ecer a esta clase.
Los verbos irregulares de esta conjugación, com o dom are, sonare,
con perfectos dojnui, sonui, e stá n form ados sobre raíces disilábícas,
*domä, *sonä, con el sufijo -ye/yo . Los grados cero de estas raíces
*dom s, *sona aparecen en el p articipio en -to (p. 280) : dom itus,
sonitus.
La segunda conjugación com prende (1) verbos atem áticos de
raíces term in ad as en ë: plëre, flëre; (2) los denom inativos en -y e /y o
de tem as en e/o ; (3) los causativos del tipo m oneo, y (4) las fo r­
m aciones en -ë, en origen in transitivas, del tipo vïdë-re.
La cu a rta conjugación in teg ra (1) tem as radicales (scio, fío );
(2) denom inativos de tem as en -i (finio, vestio), y (3) u n grupo de
yerbos en que la raíz ha sido alargada p o r m edio del sufijo -i-, que
altern a con -i- según u n curioso principio rítm ico. [N o ta 36.] Los
tem as form ados p o r u n a sílaba larga o dos breves llevan -i: audlre,
sâgïre, vagire, farcire, sarcire, sëpëllre, ôpërîre, âpërlre. Tenem os
en cambio iäcio, iacëre, cäpio, capëre, fació, facëre, fügio, fügëre,
quätio, quätere (todos con ë de î an te -r según p. 221). N ótese que
en ferire, salire, venire la vocal breve va seguida de una sonante.
pario, parere, m orior, m o ri son excepciones. La rep artició n co nfor­
m e à u n principio rítm ico claro parece sugerir que la - i de capis, etc.,
se debe a la abreviación yám bica de capis. Sin em bargo es u n fenó­
m eno indoeuropeo: gót. h afja "yo levanto”, ser. ku p ya ti (lat. cupió).
Debem os po stu lar, p o r tan to , dos form as de este sufijo p rim ario:
-î e -i (ésta posiblem ente resu ltad o de í + larin g al).
En estas tre s conjugaciones las vocales á, ë, i, tra s la caída d e la
-y - intervocálica, se c o n tra je ro n con la vocal q ue seguía. Así,
*am äye-s, *am äye-t > am as, am ät (abreviado en a m ä t en latín c lá ­
sico), y esta fo rm a am ä- del tem a se generalizó excepto p a ra am o <
*amäy-ö. Lo m ism o ocurrió con los denom inativos y causativos dé
la segunda conjugación: *m oneye-sJ etc. > m o n is, etc. La generali­
zación de esta fo rm a m o n ë- del tem a a las dem ás personas (excep­
to m oneo < *m oney-ô) se vio ayudada p o r las form as com o vidë-s,
vidë-m usj vident, etc., en las que las desinencias se u n ían directam ente
al tem a vidé-. En la c u a rta conjugación audio y audiunt son resul-
GRAMÁTICA HISTÓBICO-COMPARADA 269

tad o norm al de audl-ö, audl-ont. En las dem ás p ersonas audís, etc.,


tenem os form as de desarrollo paralelo a las de la p rim era y segunda
conjugaciones.
La terc e ra conjugación engloba el resto de los tip o s inventaria­
dos en las pp. 267 ss.: (1) verbos radicales tem áticos, como dico,
ago, etc.; (2) los tem as reduplicados: gigno, etc.; (3) tem as con n a ­
sal infija: rum po, etc.; ('i) tem as con sufijo nasal; (ti) incoativos
en -seo; (6) form aciones con sufijos m enos frecuentes y que n o h e­
m os incluido en n u estro inventario: -to (necto), -d o (tendo), -so
(sufljo desiderativo que tenem os en quaesso, viso; de quaesso se ex­
tra jo un sufijo -sse /o que podem os ver en petesso, lacesso, capesso).
En esta conjugación la vocal tem ática e /o aparece con el de­
bilitam iento en -i- que e ra de esp erar en las sílabas átonas (p á­
gina 220) : *-esi, *-eti, *-ete-s > -is, -it, -itis, *-om os > -im us,
’ ■■onti > -unt.

Algunos verbos anóm alos

sum . La raíz es “se r” aparecía en origen, com o e ra habitual en


los verbos atem áticos, en grado pleno en el singular *es~mi, *es-s,
*es-ü, y en grado cero en el p lu ral *s-m os, *s~te, *s-enti. es y est
son resultado regular de este sistem a. En la segunda persona del
plural, estis, aparece u n grado pleno debido a la analogía del sin ­
gular. A s-en ti se le dio la term inación tem ática: s-o n ti > su n t, y
esta* form a influyó sobre la de p rim e ra p erso n a del p lu ral: *som os >
sum us; a p a rtir de ésta se creó u n a nueva fo rm a p a ra la primera-
p erso n a del singular, sum , que acabó reem plazando a * es-mi.
p ossum procede del adjetivo pote o potis + sum : lat. arc. potisit,
p o tis est. p o test procede de la contracción de la fo rm a n eu tra pote
con est.
volo es u n antiguo verbo atem ático de raíz *wel. La tercera per ­
sona de singular volt es resu ltad o regular d e u el-ti (véase p. 217
sobre el > ol). En el p lural, *vl-te-s, con el grado cero, dio voltis.
La adopción de la term inación tem á tic a -o n t en la terce ra persona
del p lu ral constituyó el p u n to de p a rtid a p a ra el d esarrollo d e las
form as tem áticas volum us, volo. vis, podem os recordarlo, está fo r­
m ado sobre u n a raíz diferente, *wei, que vem os tam b ién en in -vi-tu s.
nölo y m alo son contracciones d e n e -v o lo y m ag (i)s-volo, respecti­
vam ente. E n latín arcaico se en cu en tran las form as no contractas
ne vis, ne volt, m ä-volo, m ä-velim .
T am bién fero p resen ta form as atem áticas : fers, fert, fertis (cf.
gr. φέρτε). P o d ría p resu m irse que la fuente d e las form as tem áticas
e stá en la te rc e ra p ersona del p lu ral ferunt, pero en griego y en
270 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

sán scrito este verbo, ap a rte algunas form as aisladas, pertenece al


tipo tem ático.
edo tiene form as atem áticas: ës, ëst, ësse, etc., pero fue pasando
progresivam ente a la clase tem ática: edunt, edimus, edo, y en oca­
siones edis, edit, edere.
fio. El tem a fi se form ó añadiendo el sufljo -i ■ al grado cero de
la raíz “s e r” : *bh»-l-. E ra atem ático en origen, pero acabó siguien­
do en gran m edida la c u a rta conjugación. Nótese, sin embargo, el
infinitivo arcaico fiere (véase in fra).

Los tiem pos del in fectu m

Imperfecto. En indoeuropeo p a ra la form ación de un tiempo


pasado b astab a con añ ad ir a u n tem a durativo las desinencias se­
cundarias y (en algunos dialectos) p refijarle una partícula adverbial,
el aum ento, si bien éste podía om itirse. El latín elim inó este recurso
y utilizó u n nuevo sufijo de p retérito , -a (que se encuentra tam bién
en céltico y en litu an o ), el cual se añadía a la raíz: *es-ü-m > eräm
(eräm con abreviación de acuerdo con pp. 223 s.). Este sufijo se aña­
dió a la raíz bhu, y es este p re té rito *bhuäm el que aparece en el
nuevo p re té rito durativo latino (“im perfecto”), amä-bä-m, monê-
bä-m, regë-bâ-m, audië-bâ-m. El origen del p rim er elemento de
e sta perífrasis h a dado lugar a discusiones. Es adm isible que se
tra te dé u n participio, pues *amans-bhmâm, etc., d aría por evolución
fonética regular las form as atestiguadas del singular, a p a rtir de las
que se h ab ría extendido ama-, etc., al plural. O tros estudiosos veri
en ama-, regë-, etc., form as casuales (tal vez de locativo) de un
sustantivo verbal en -ä o en -ë, legë-bâm = “yo estaba en la ac­
ción de leer”. n. Se h a apuntado tam bién que estas form as pueden
derivarse de la term inación regular del infinitivo, -si (p. 2'78) :
*regesi-bäm > *regezbäm (con síncopa de la vocal átona) > re~
gëbam.
En. la c u a rta conjugación la fo rm a m ás frecuente del im perfecto
es audiebam , p ero el tipo audibam , aunque menos común, aparece
todo a lo largo de la h isto ria del latín. P robablem ente se tra ta de
u n a form a analógica creada sobre el m odelo am äre: amäbam, m o ­
nere: m o n ëb a m : : audi-re: audibam . Adviértase que se creó una
fo rm a paralela de fu tu ro , audibq, q u e no es m enos frecuente que el
im perfecto audibam .

11. N ó tese que la m ism a form a verbal ap arece en los com puestos arë-facio,
pu trë-facio , etc.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 271

Futuro. El indoeuropeo no poseía ningún fu tu ro de indica­


tivo; las lenguas descendientes han desarrollado independientem en­
te form as especiales con este valor a p a rtir de expresiones de vo lu n ­
tad, deseo, probabilidad, etc. E n tre ellas estab a el subjuntivo indo ­
europeo con su doble función de expresar voluntad y posibilidad
(subjuntivo volitivo y prospectivo, véase Sintaxis, pp. 306 ss.). La
m orfología del subjuntivo se rá exam inada m ás adelante. B aste por
ahora con decir que el latín h ab ía d esarrollado dos form antes de
subjuntivo; (1) -a, (2) -ë. El p rim e ro siguió em pleándose p a ra ex­
p resar los valores heredados del subjuntivo (pp. 306 ss.) y el segun­
do se especializó en la expresión del futuro. De ahí la partición de
funciones en tre las dos series de form as en la tercera y cuarta con­
jugaciones: regäs, regät, etc., subjuntivo; regës, reget, etc., futuro.
En la p rim era p ersona del singular el regó de-la segunda serie r e s u l­
tab a idéntico al p resente de indicativo, Jo que dio lugar a que el
regam de la o tra serie asum iera u n a duplicidad de funciones.
En la p rim era y segunda conjugaciones, sin em bargo, la evolu­
ción fonética n eutralizaba u no u o tro de los sub ju n tivos indicados.
Así, am äy-äs se confundía con el indicativo am äs, en tanto que en
la segunda declinación o cu rría lo m ism o con el tipo en -ë: m oney-ës.
Así, pues, en estas dos conjugaciones sólo los tipos am ës y m one-ás,
respectivam ente, quedaban disponibles p a ra asum ir funciones de
subjuntivo. El vacío producido se llenó con la creación d e un fu tu ro
perifrástico en la m ism a línea que el im perfecto: es u n a com bina­
ción de los tem as verbales am á-, m oné-, con un subjuntivo con
vocal breve (p. 277) de la raíz *bhu: *bhwô, *bhwës, etc., que dio
lugar a las form as históricas am â-bis, m onë-bis. Acerca de la in n o ­
vación analógica audíbo p o r audiam véase lo dicho en el apartado
precedente.
ero, eris, etc., tiene su origen en u n subjuntivo con vocal breve
de la raíz *es: *esö, e s e s , ese-ti.
En ciertas lenguas el fu tu ro se h a form ado a p a rtir de form as
desiderativas con el sufijo -s - (cf. quaes-so y los fu tu ro s griegos
tipo λύ-σ-ω, etc.). Éste puede ser tam b ién el origen de form as la ti­
nas com o capso, faxo, dixo. En latín arcaico aparecen ocasionalm en­
te fu tu ro s en -s - tam bién en verbos de tem a en -â y en -ë. La -s-
no experim entó rotacism o y se la notó p o r m edio de .ss-: amässo,
enicässo, com m onsträsso. Podem os com parar con estas form as los
verbos desiderativos del tipo quaesso, capesso, lacesso, y los “o p ta ti­
vos” servassint, etc. (p. 277). A dviértase que P lauto em plea a m enudo
infinitivos en -assere en lugar de las form as de fu tu ro en -tu ru m :
“illum confido dom um in his diebus m e reconciliassere) (Capt,., 168).
272 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

El perfectum [N o ta 3 7]

Esta p arte del verbo latino, con su doble valor que corresponde
a los del aoristo y perfecto indoeuropeos, com prende tem as proce­
dentes de am bos campos. Los antiguos tem as de perfecto aparecen
especialm ente claros en el tipo con reduplicación (gr. Χέ-λοιπ-α,
etc.) : ce-cin-l, pe-pul-i, pe-per-l, etc. En estos ejem plos hem os vis­
to que la vocal de la reduplicación es e com o en indoeuropeo. En
algunos verbos, sin embargo, la vocal se h a asim ilado a la de la raíz:
m om ordi {lat. are. m em ordl), poposci (lat. are. peposci), cucurri
(lat. are. cecurri), tu tu d i (< tundo). En los verbos com puestos en que
el acento caía sobre la sílaba inicial la reduplicación podía p e rd e r­
se por síncopa: cecidi, pero occidi ( < ^ob-ce-ca idi); tetigl, pero
contigi; spopondi, pero respondi, rettu li corresponde al arcaico te-
tulï, que acabó siendo desplazado p o r tuli, sacado de las form as
com puestas. D istinto del perfecto reduplicado es el tipo latino con
vocal alargada en la raíz. El origen de estas form as es vario. Algunas
como liqui y fúgl suelen considerarse sim plem ente como perfectos
del prim er tipo que han perdido la reduplicación. O tros, como vënï,
sëdi, lëgi, ëdi, tienen correspondencia en p re té rito s germ ánicos: 12
q ëm u m “vinimos” , sëtu m “nos sentam os” . O tros descienden de
aoristos fuertes originarios: fëcl (gr. ε-θηκ-α), iëci (η κ α ), ju n to con
los que podem os poner pegi (pango), cêpï (capio) y frëgi (frango),
form ados sobre la analogía de los dos prim eros. En raíces que co­
m ienzan con vocal la vocal larga puede deberse a la acción de una
sonante laringal perdida, con lo que tal clase de form as quedan
r educidas al tipo reduplicado: así, p o r ejem plo, si em < * 9 tem el
perfecto reduplicado *dte s ^ m - a i d aría en latín ëm ï. Sin em bargo,
dentro de la estru ctu ra del sistem a latino el grado largo del perfecto
en todos los casos que hem os visto se corresponde con el grado n o r­
m al del presente. La relación sim ilar scäbi: scäbo, födi : födio pue­
de tam bién ser heredada y haberse extendido a o tros verbos como
cävt: caveo, m övi: moveo, etc. Nótese que, si bien ödi no tiene n in ­
gún presente que se corresponda con él, la vocal breve aparece en
ödium; el perfecto ödi puede rem o n tarse a u n a fo rm a reduplicada
de la raíz *dsed > *od.
Por últim o, vldi constituye u n caso a p a rte con correspondencia
en gr. FoTboc, ser. véda; es u n perfecto sin reduplicación de la raíz
*weid. vidi: video puede h aber sido el m odelo de las extensiones
analógicas del tipo cävi: caveo que acabam os de señalar.

12. N ótese, sin embargo, que en germ ánico la vocal larga caracteriza sola-
m en te al plural : s a t (sg.) : së t u m Tpl.)'.‘~ ----------- ------'---........................... —....
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 273

El tipo sigm ático dlxl se corresponde con los aoristos sigm áticos
de o tra s lenguas, como gr. Ιδειξα < * e-d ëik-s-m . E stos aoristos te ­
nían en indoeuropeo grado largo de la raíz en el singular activo del
indicativo y el grado cero en el resto de las form as del indicativo,
pero el latín generalizó las form as con vocal larga. Así tenem os vëxl
(raíz *wegh), réxl (regó), sc ñ p sl (scrlbo), tëxï (tego), β χ ϊ (figo,
lat. arc. flvo), d ü x l (düco), etc.
Estos tem as ^pertenecían p ro p iam en te a raíces term inadas en
oclusiva o en -s: cédo: cessi, claudo·:clausi, rädo: räsl, clëpo:
clëpsi, repo: rëpsi. El tip o de form ación se extendió^ luego a otras
clases de raíces : maneo, m änsi. Nótese que la -p - de süm psl, dëm psï
es u n sonido de transición. Se p ro d u je ro n algunas extensiones ana­
lógicas. Así, la raíz de vivo no term in a en oclusiva ( < *gHv), de­
biéndose su perfecto vlxl al ejem plo del lat. are. flvo : / m ; flvo es
el resultado norm al de la raíz *dhlgv (véase p. 228). La fo rm a del
tem a de perfecto sufrió en ocasiones influencias del de presente;
así, iunxí lleva el infijo nasal que con propiedad sólo correspondía
al te m a 'd e p resente iungo (cf. pingo: pinxi, vincio: vinxi, etc.).
Las form as reducidas del perfecto en -s i (dixtl, dïxem , dïxe,
m isti, accestis, etc.) se deben a la p érd id a d e u n a sílab a por haplo-
ÎS Ë fe . ............... ......' ...... ......... ................................... .............. ;.............................. *
El tipo de perfecto m ás característicam ente latino es el perfecto
en -vi, que no se en cu en tra en ninguna o tra lengua. [ N o t a 3 8 .] Que,
sin em bargo, es de origen antiguo parece deducirse del hecho de
que a m enudo p resen ta u n grado de alternancia distinto del del pre­
sente : sëvi fren te a sero (*si-s-p). L a m ás aceptable de las teorías
sobre su origen es la que supone que al aoristo radical atem ático
*bhü (cf. gr. ε-φϋν) se le añadió la desinencia -ai del perfecto (véa­
se supra) : *bhü-ai > fu (v )-e i. E sta fo rm a h ab ría sido analizada
com o fu-vei, con lo que -vei sé extendería a otros aoristos rad ica­
les como *gnô, *plë-: gnövl, plëvl. S ubsecuentem ente se habría
unido a o tros tem as ’verbales term inados en vocal larga p a ra dar
lugar al tipo regular de perfecto am ävi, finïvî, etc. E n los tem as te r­
m inados en vocal breve -e-uei, -a-uei, -o -u ei > -u t (cf. denuo <
*denovo, etc.), de donde el tipo m oneó, m onui. De m odo sim ilar en
raíces dísilábicas dom a /d o m a , etc., *dom d/uei > dom ui.
O tros estudiosos buscan el origen del perfecto en -v en la -u que
aparece en perfectos sán scrito s del tipo jajñüu “gnovi”, papräu
“plevi”. E sta explicación resu lta m enos satisfactoria que la prece­
dente, dado que en sán scrito la -u aparece solam ente en perfectos
reduplicados, m ien tras que en latín son tipos que se excluyen m u­
tuam ente; adem ás, no consigue explicar la vocal larga de la raíz de
gnövl, plëvl. ‘ ■ .
274 INTRODUCCIÓN AL LATIN

E ntre vocales iguales -v - desaparecía con subsiguiente con­


tracción de las vocales en contacto [ N o ta 39]; así, consueveram >
consueram , audivisti > audisti. Las form as abreviadas del tem a se
extendieron a los casos en que la caída de -v - no estaba fonética­
m ente justificada: am âsti, amasse, etc., dëlësti, delësse, nôram,
nôrunt.
Los perfectos en -ïvi son un caso especial, pues las form as con­
trac tas suponen siem pre ~iví (audistis) y, en cambio, no encontra­
m os nunca *audlro, *audirunt, *audiram, correspondientes a am a ­
ro, am ärunt, am áram . P or o tra parte, la v se pierde especialm ente
ante -e a p a rtir de la época de Terencio: audieram, etc., pero no
encontram os las form as correspondientes del tipo *amaero, etc. P o r
tan to , es preciso b uscar u n a explicación distinta. Puede suponerse
que estas form as tuvieron su origen en audii, audiit, que representan
u n estadio interm edio en el que la -v - se había perdido ya, pero las
vocales no se h ab ían contraído todavía. Ahora bien, en Plauto estas
form as son escasas, y las que se encuentran (perierunt, sierint)
son paralelas a las form as del perfecto del verbo eo: ii, 1eram, etc.
Y este ii es la fo rm a regular en Plauto, en tan to que ivl es una crea­
ción posterior. P o r o tra parte, la -v - se conserva de m anera regu­
lar en scivl,' sivl, etc. Estos hechos apuntan a il, ieram, etc., com o
fu en te de los perfectos en -ii. Sobre el modelo de u na serie como
perit, periit, perieram se hab ría creado la serie audit, audiit,
audieram. ** '

Las desinencias del perfecto [N o ta 4 0 ]

El perfecto indoeuropeo era u n “tiem po intransitivo” que ex­


p resab a u n estado p ersisten te en la persona del sujeto (véase s u p ra ).
Las desinencias del perfecto latino pueden tam bién hacerse rem on­
ta r a las desinencias intransitivas tal como aparecen reflejadas en
la voz m edia del griego y del indo-iranio, así como en la conjuga­
ción en h i- del hetita.

P rim era persona singular. En indoeuropeo la term inación era


-a (gr. Foîôa, ser. veda). Lat. -i (are. -ei) se corresponde con la
term inación m edia - ë que se encuentra en sánscrito y en eslavo.
Supone ide. -ai o -Hai.

Segunda persona singular. La desinencia ide. era -th a (gr. Foía-


θα), con u n a posible fo rm a alternante *-thai debida a la influencia
de la p rim era p ersona singular. E sta form a evolucionó regularm ente
a -ti: vld is-tl (sobre -is- véase infra).
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COM PAR ADA 275

Tercera persona singular. Ide. -e (gr. Foîôs, etc.). En itálico reci­


bió como alargam iento la desinencia secundaria -t, que pasó a -d:
lat. are. feced. Luego -d fue su stitu id a p o r la desinencia p rim a ­
ria -t.
Sin em bargo, form as arcaicas com o fuveit, redieit (Plauto vîxît,
etc.) se rem ontan a la antigua desinencia in tran sitiv a *-ai, alargada
p o r la desinencia - t norm al en la tercera p erso n a singular *-a i-t >
-e i-t > -lt.
Las desinencias de la p rim e ra y segunda perso n as del plu ral no
precisan com entario.

Tercera persona plural. A parecen tre s term inaciones (1) -ë ru n t <


*-is-ont, en la que -o n t es la desinencia tem ática p rim aria (sobre -is-
véase in f r a ) . (2) -ere conserva resto s de la desinencia con -r que se
encuentra en riada m enos que seis de las fam ilias lingüísticas in d o ­
europeas (véanse pp. 23 s .). P a ra lo que ah o ra nos in teresa conviene
ad v ertir que - r era la desinencia activa secundaria correspondiente
a la p rim a ria -ri que cabía esperar. ~n h ab ría dado en latín -re, fo r­
m a que parece haberse añadido al tem a verbal en - ë que significa­
ba estado (p. 267). (3) -ërunt, que puede considerarse contam inación
de -ëru n t y -ëre.
En la segunda p erso n a de singular y en u de p lural, así com o en
la tercera p ersona de p lural, aparece u n elem ento -is-, [N ota 4L]
Se lo encuentra tam bién en o tras form as del perfecto: am äm s-se,
am ävero (*am äviso), am äveram (*am ävisam ), etc. Se cree que este
elem ento -is- se originó en aoristos sigm áticos de raíces disilábi-
cas: p. ej. *w eidi-s-, a p a rtir de los que se h ab ría extendido analó­
gicam ente a verbos de tipos diferentes.

Los tiem pos del perfecto

El fu tu ro es en su origen u n subjuntivo con vocal breve de a o ris­


to s del tipo que acabam os de exam inar: *weidi-s-o, *w eidi-s-es >
videro, vlderis, etc. En la tercera p erso n a del p lural se adoptó la
desinencia del perfecto de subjuntivo (véase infra) p a ra evitar la
confusión con el indicativo m dërunt.
En el p re té rito del p erfecto (pluscuam perfecto) encontram os el
m ism o m o rfem a -à - que en el im perfecto. P arece que se añadió al
tem a alargado con -is-, *w eidis-ä-m > vlderäm , o bien puede ser
el pluscuam perfecto u n a creación analógica fo rm ad a p a ra c o rre s­
p o n derse con el fu tu ro en ero sobre el m odelo de ero: er&m, -
276 INTRODUCCIÓN AL LATIN

Los m odos

Im perativo. En latín se form a el im perativo sólo a p a rtir del


tem a de presente, con la excepción de m em ento (< *m em ntod, cf.
gr. μεμάτω; sobre -töd véase in fra). Consiste en el tem a puro: es,
dä, pie (atem ático s), age, lege, rege, etc. (tem áticos). Nótese que
algunos im perativos de m uy frecuente uso h an perdido su vocal
final: fac, die, duc. En el plural la desinencia es -te.
Las form as pasivas amare, m onëre, sequere presentan el re ­
sultado de la desinencia -so (véase sup ra p. 264). La desinencia co­
rrespondiente del plural, -m ini, puede considerarse equivalente al
-μενοι de los participios m edios griegos, o bien a la term inación
-μεναι (δό-μενοα) de infinitivo. No parece haber d uda respecto a que
-m in - sea idéntico al extendido sufijo -m e n - que fo rm a nom bres y
adjetivos verbales (p. ej. los infinitivos griegos como δό-μεν; véanse
tam bién pp. 278 s .). Una form a tem ática con el grado reducido -m n o -
caracteriza a los participios m edios del tipo alum nus (véase in fra).
P arecería así que el sufijo tenía ciertos valores m edio-pasivos. Aho­
ra bien, u n a p artícula -i/í, posiblem ente idéntica a la deíctica, ap a­
rece en o tras lenguas indoeuropeas en form as de im perativo e infi­
nitivo. En consecuencia, u n im perativo del tipo agim ini puede an a­
lizarse de m odo aceptable como u n nom bre verbal *age-m en re fo r­
zado con la p artícu la -i (véase infra, sobre el infinitivo pasivo).
El im perativo en -tö (agito, etc.) e stá en latín arcaico claram ente
diferenciado del presente: hanc a m e accipe atque illi dato (Plauto).
Se encuentran form as correspondientes en o tras lenguas indoeuro­
peas (p. ej. gr. άγέ-τω), y parece claro que el indoeuropeo tenía u n a
sola form a de este im perativo que se em pleaba p a ra la segunda y
tercera personas, tan to del singular como del plural. El latín creó
una form a d istin ta p ara el p lural añadiéndole la desinencia típica -te:
agito-te, etc., quedando agito reservado a la segunda y tercera p e r­
sonas del singular, -töd (lat. arc. statod, licetod, datod, etc.) e ra en
origen el ablativo del dem ostrativo to-; significaba “a p a rtir de este
(m om ento, e tc .)”.
Sobre la base de es-to analizado como est-o se crearo n nuevas
form as de tercera persona de p lu ral : sunt-od, ferunto, etc. Sobre las
form as dialectales fundatid, parentatid, proiecitad que aparecen en
una inscripción de Luceria, véase m ás abajo el ap artad o referente
al subjuntivo. Las form as pasivas del im perativo de fu tu ro e stá n
form adas p o r adición de la -r característica a -to. L a ex traña form a
en -m ino (lat. are. progredim ino) tiene, evidentem ente, el m ism o
origen que la en -m ini, con u n a -δ to m ad a de las form as en -tö.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 277

Subjuntivo. [ N o t a 4 2 .] E l subjuntivo latino recoge los valores


del subjuntivo y optativo indoeuropeos, (véase Sintaxis) y, m o rfo ­
lógicam ente considerado, agrupa form as procedentes de am bos. En
indoeuropeo existían tre s procedim ientos de form ación del su b ju n ­
tivo. En verbos atem áticos se fo rm ab a u n subjuntivo añadiendo la
vocal e /o : gr. ΐ-μεν (indicativo), ΐ-ο-μεν (su b ju n tiv o ). Este tipo con
vocal breve subyace en los fu tu ro s ero, videro, etc. (véase s u p ra ).
El subjuntivo de tem as tem ático s se fo rm ab a p o r alargam iento
de la vocal tem ática : ê/ô. E n latín se generalizó la -ë -: am ë-m ,
amës, am et, am ëm us, am ëtis, am ent. Según hem os visto ya, este tipo
de subjuntivo fue em pleado como fu tu ro de indicativo en la te rc era
y c u a rta conjugaciones. L a -ë - se añadió tam b ién al aoristo en -s,
dando lugar al m orfem a -sé - característico del llam ado im perfecto
de subjuntivo (Sintaxis, p. 307). e s -s i-m , am a-ré-m , etc. Nótese
forent < * bhu-së-m . -sé - aparece tam bién en el pluscuam perfecto
de subjuntivo vid is-së-m , etc.
El te rc e r tipo de subjuntivo indoeuropeo afecta a los tem as ate ­
m áticos term inados en vocal; en éstos se fo rm ab a p o r alargam iento
de la vocal (gr. δύναται: δύναται). Tal vez se pueda hacer rem ontar
a este tipo los subjuntivos en -à - que son típicos del itálico. Algunos
estudiosos igualan este sufijo con la -a - de p re té rito que ya hem os
estudiado. Sin em bargo, es difícil co m p ren d er cóm o u n m orfem a
m odal, que en esencia expresa u n a a c titu d de c ara al futuro, puede
h aber adquirido valor de p retérito . Es in teresan te observar que en
latín arcaico aparecen ejem plos en que la -a - se añadía a la raíz y
no al tem a de presen te: fuat, attigas (de tag-, no tang-), abstulas,
advenat, duas.
El optativo indoeuropeo se form aba añadiendo -l a los tem as te ­
m áticos (gr. φέρο-ι-μι, e tc .). El m orfem a de optativo de los tem as
atem áticos p resen tab a alternancia vocálica: -y é - en el singular e -l-
en el dual y en el plural. El único resto latino de e ste tipo es el
subjuntivo arcaico de esse: *s-ië- en siem, siés, siet, y * s-l- en
sim us, sitis, sient. Sin em bargo, el p aradigm a se regularizó p o r ge­
neralización del tem a si-; sim , sis, sit. La - î aparece tam bién en
las form as de subjuntivo velim , edim, d u im , 13 creduls, así com o en
optativos form ados so b re aoristos en -s: faxim , faoñs, faxit, ausim ;
curassls, celassls, prohibessls (pp. 271 s.). E n este tip o de fo rm a­
ciones está el origen del perfecto de subjuntivo: viderim < *wei~
dis-l-m . De viderim se sacó u n sufijo - e n - que se añadió a todos los
tipos de perfecto de subjuntivo : egerim, dixerim , am averim, etc. El
latín no conserva resto s del tipo tem ático en -oi-,

13. E sta form a tien e com o b ase *dou, form a alargad a de la raíz dö q u e e n ­
con tram os tam b ién en griego.
278 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

R esta exam inar las curiosas form as de im perativo fundatid, pa-


rentatid, proiecitad que se encuentran en u n a inscripción de Lu­
ceria. Es evidente que la lengua de esta inscripción refleja una
fo rm a dialectal influida p o r el oseo. En oseo el subjuntivo de los te ­
m as en -ä aparece en la form a -äld (â -è-d ) y el del tip o iacio como
-iäd. parentatid y proiecitad pueden explicarse así aceptablem ente
com o interferencias del im perativo en -töd con los correspondientes
subjuntivos yusivos *parentäid, *proieciäd.

Las form as nom inales del verbo

El infinitivo. El llam ado m odo infinitivo no es, estrictam en te h a­


blando, un modo; en todas las lenguas indoeuropeas procede de fo r­
m as casuales aisladas (principalm ente dativo y locativo) de nom bres
verbales. Estos nom bres verbales pueden consistir en la p u ra raíz
(*ag), o bien en la raíz con sufijos y alargam ientos, p a rtic u la r im ­
p o rtancia tienen los nom bres verbales n eu tro s en -i, -s, -r, -n y las
form as com plejas -w er/w en, -m e r/m e n , en las que los sufijos
er/e n se añaden a las raíces alargadas p o r m edio d e -w y -m .
El infinitivo de presente latino en -se (es-se, *vel-se > velle,
*fer-se > ferre) puede in terp retarse como locativo singular de un
tem a en -s; la -i final pasaría regularm ente a -e (p. 222). Precedida
p o r la vocal tem ática, la -s experim entaba rotacism o: *age-se >
agere. El latín arcaico ofrece algunos ejem plos de caída de la vocal
final; biber, tanger.
" -se se añadió tam bién al tem a de perfecto en -is- p a ra dar lugar
ai infinitivo de perfecto en -isse: amavisse, dixisse, etc.
El infinitivo pasivo term in a en -1. Algunos estudiosos suponen que
procede de -ei, que puede ser la desinencia de dativo de u n nom bre
radical *ag-ei, o bien el locativo de u n nom bre tem ático 'ago-, cuyo
acusativo aparecería en el infinitivo oseo acum < *ago-m. C ontra
e sta interp retació n está el testim onio de la inscripción de Dueños,
cuya form a pacari sugiere que la -i latina es u n a vocal originaria­
m en te larga y no el p roducto de u n diptongo. A dem ás, la hipótesis
expuesta no explica satisfactoriam ente la especialización de este
caso de un nom bre verbal p a ra la expresión de la pasiva. Debemos
ten er en cuenta, m ás bien, que u n a -l larga, como hem os visto ya,
caracteriza tam bién a la pasiva de la segunda p erso n a de plural
■■mini. Parecería, pues, m ás convincente establecer u n a correspon ­
dencia en tre am bas partículas y su valor m edio-pasivo. En los im pe­
rativos se añadió la -l a u n nom bre verbal en m en; en los infiniti­
vos se hab ría añadido a los nom bres raíces ag~, áüc-, dlc··, etc.
GRAMÁTICA HISTÓKICO-COMPARADA 279

La i puede hacerse provenir de *iH; cf. la alternancia de i e i en la


form ación de los tem as verbales fací- y audi-.
E n las form as arcaicas del infinitivo de p resen te pasivo agier,
vortier, etc., que p roporcionaban u n a “glossa” de g ran utilidad m é­
tric a a los poetas, la term inación -ier suele explicarse co rrien te­
m ente com o -í m ás la term inación del infinitivo activo con p é r.
dida de la vocal final, como en biber y tanger. H. Pedersen sugiere,
sin em bargo, que nos hallam os an te u n sufijo com puesto -i-e r que
form a un no m b re verbal com parable a los ab stracto s verbales h eti.
ta s en -S-ar, -tar, -m ar, -w ar (cf. i-ter).

El infinitivo de futuro. Al exam inar la m orfología de este infi­


nitivo hem os de ten er m uy p resente que en la tín arcaico puede apa­
recer com o u n a fo rm a invariable -tü ru m sin consideración del gé­
nero, caso o nú m ero del no m b re al que se refiere (“illi polliciti sese
factu ru m om nia”, C atón ap u d Prisciano; cf. “hanc sibi rem p ra esi­
dio sp e ra n t fu tu ru m ”, Cic., In Verr., 2, 5, 65, 167). En consecuencia,
afirm an algunos estudiosos, este infinitivo no es idéntico al p a rtic i­
pio de fu tu ro activo (véase in fra), sino que es el producto d e la
fusión del supino con u n infinitivo del verbo “ser” , *esom, que apa­
rece en el oseo ezum : *factu-esom > facturum . A p a rtir de su em ­
pleo con u n nom bre m asculino o n e u tro en acusativo acabó sin tién ­
dose e sta fo rm a invariable com o u n adjetivo concertado con el nom ­
bre, dotándosela en consecuencia de la apropiada flexión adjetival.
El p u n to débil de esta explicación reside en el hecho de que en latín
no aparece testim onio alguno del tipo de infinitivo oseo de referen­
cia. P odría, desde luego, atrib u irse al período “itálico”, pero debe
recordarse que en el capítulo I nos hem os atrevido a dudar de la
existencia de u n “itálico com ún”, fore, que funciona como infinitivo
de fu tu ro , es el infinitivo norm al latino de la raíz bhu: *bhu-s-i.
Sobre los infinitivos de los verbos desiderativos en -ässo véase
p. 272.
S obre la base de los infinitivos de fu tu ro perifrásticos activos
com o cub itu m ire, el latín creó u n infinitivo de fu tu ro pasivo del
tipo fa ctu m irí.

El supino. Los supinos en -tu m y -tü son los acusativos y d a ti­


vos (o locativos o ablativ o s), respectivam ente, de los nom bres ver­
bales en -tu s (p. 238). En alguna ocasión se en cu en tran tam bién fo r­
m as del dativo en -u l: p. ej. m em oratui (Plauto).

Los participios. El participio de p resen te es u n adjetivo verbal


form ado con el sufijo -n t-. Com binado con la vocal tem ática -o-
aparece este sufijo en la form a -o n t-. El único ejem plo latino de
280 INTRODUCCIÓN AL LATIN

esta últim a se encuentra en la flexión d e iens: euntem , etc.


< *eiontem y en sons, insons, en el que tenem os el participio de
p resente del verbo “ser” : s-o n t-. E n el resto de los casos el latín
presenta -en t-, que puede proceder tan to de * -en t- como de * -n t-,
grado cero este últim o que aparece en indoeuropeo en la flexión
de los tem as atem áticos term inados en consonante. N ótese que dens
es el participio de presente, con grado cero, de la raíz edo: d-ens.
El participio de perfecto pasivo latino es en su origen u n ad je ­
tivo en -to - indiferente a la noción de voz. En indoeuropeo el acen­
to iba sobre el sufijo, y la raíz aparecía en grado cero: díc-tós,
düc-tós, ü s-tó s (raíz *eus, com o en uro), sta tó s (de sta-tós, raíz
stä), sätus (*së). En los adjetivos verbales term inados en -itu s la
-i- representa el grado cero de las raíces disilábicas del tipo d o m ä f
dom s, tacé/ta c s: dom itus, tacitus. Cuando la raíz term in ab a en
oclusiva dental, - t - t - y - d - t- p asab an a -s s- (p. 232), simplificado
tra s vocal larga o diptongo: *claud-tos > claussus > clausus,
*fid-tos > fissus, *fod-tos > fossus, sed-tos > sessus.
Si bien -to - se añadía en origen d irectam ente a la raíz, y el ad ­
jetivo era independiente de los tem as tem porales, su incorporación
a la flexión verbal dio lugar a num erosas interferencias analógicas:
así, m ansus (perf. m ansi), flexus (flexi), sparsus (sparsi), flu xu s
(fluxi). En com binación con el verbo “se r” form ó la conjugación
perifrástica del perfecto pasivo: am atus est.
El participio de fu tu ro activo es u n adjetivo con el conocido su ­
fijo -ro- unido al tem a del nom bre verbal en -tú : fu tü -ro -s.

El gerundivo. No se h a dado todavía u n a explicación satisfacto ­


ria del adjetivo verbal latino en -ndus. El sufijo -d o - aparece, sin
em bargo, en o tro s adjetivos verbales com o tim idus, en el que se ha
añadido a u n nom bre verbal en -i-. El significado del gerundivo era
el de “im plicado en el hecho d e ...” . En verbos intransitivos ten ía
valor intransitivo: oriundus, secundus. En verbos tran sitivos (agnus
caedundus) el significado de “im plicado en el sacrificio” podía d a r
lugar fácilm ente a los varios sentidos apropiados a los diferentes
contextos: “listo p a ra ser sacrificado” , “que va a ser sacrificado” ,
“destinado a ser sacrificado”, etc. En la tercera y c u a rta conjugacio­
nes el sufijo aparece en época arcaica con la fo rm a -undus. Que
el paso a -endus se debió a la influencia del p articipio de presente
resulta evidente a p a rtir del hecho de que eundum , que no p resen ta
jam ás la fo rm a en -endus, tiene en el p articipio de p resen te euntem .
El gerundio consiste en u n a serie de casos del gerundivo neu tro
sustantivado (pero véanse pp. 317 s. y p. 336).
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 281

Escasos son los restos que el latín conserva del participio medio
en -m en o -: fém ina, de la raíz *dhé “m am ar”, alum nus de *al “n u ­
tr ir ”. Ya hem os visto las razones que hay p a ra p oner en d u d a la
teoría que iguala la desinencia de im perativo m edio -m ini con la
form a plu ral del p articipio medio.

I n d e c l in a b l e s

Incluim os en este ap artad o los adverbios, preposiciones, prefijos


y partículas que sirven p a ra señalar o co ncretar las relaciones sin ­
tácticas e n tre las p alab ras y dan indicaciones de orden local, tem ­
poral y, eventualm ente, lógico. Algunas de éstas son m uy antiguas
y se resisten al análisis: *en (in), *anti (ante), *op(i) (ob, obs),
*apo (ap, ab, abs), *pro (pro), *eks (ex, ë), etc. En otros casos es
posible la identificación ( 1 ) de tem as dem ostrativos: to- en turn,
. tam , tan-dem , topper, etc.; i- en ita, item , iam, etc.; no- en nam,
dô-ni-cum , dô-ni-que; y ( 2) del tem a interrogativo-relativo q u i/quo:
quid-em , quip-pe, quom , quôr, etc.
Muchos de los form antes son específicos de las form aciones adver­
biales. ut, p o r ejem plo, según el testim onio de aliuta, uti-nam , y del
correlativo ita, lleva u n sufijo -ta que puede proceder de ide. *-ts
(cf. ser. iti). E ste sufijo se añadió a la raíz A u ta se añadió la
desinencia de locativo o bien la p artícu la deíctica -i: de ahí utei,
u tl < *uta-i. * q m t- podía alargarse p o r m edio de u n a -s adverbial
(o. pu z < *quut-s), fo rm a que da cuenta de uspiam , usquam, usque.
La m ism a raíz *q»u- subyace en (c )u b i (ali-cubi, në-cubi). El te sti­
m onio del osco-um bro (u, p u je) y de o tras lenguas indoeuropeas
m u e stra que la form a p rim itiv a era *q*u-dhe, que fue alargada por
m edio de la desinencia de locativo, *qvudhe-i, que d aría regularm ente
(c)u b i (p. 228). ubi ha influido sobre la fo rm a de su correlativo ibi
dado que, según el testim onio del ser. iha, cabía esperar *idi <
*i-dhe-i. cür, lat. are. quör, contiene u n form ante adverbial r que
aparece tam bién en el ing. where, lit. ku-r.
La gran m ayoría de los adverbios son form as casuales nom inales
fosilizadas. N om inativos son versus y secundus. Acusativos son
( 1 ) parum , prim um , m u ltu m , nim ium , magis, m inus, plus, etc. (neu­
tros) ; (2 ) quom , tum , dum , nunc < *num -ce, partim , statim , olim
(mase, y fern.). Los adverbios del tip o iam, nam , tam , quam, clara,
palam, característicam ente latinos, pueden ser acusativos fem eninos
de i-, no-, to-, etc. G enitivos de tiem po son n o x y dius. Ablativos
son los de los tipos com unes en -ö (d ), -ë (d ) y -ä (d ): primo,
m érito (d), intrö, retrö; bene, facilum ëd; exträd, infrä. El «rtos de
282 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

intus (gr. εντός), penitus, funditus, subtus, etc., es tam bién una
antigua term inación de ablativo. Locativos son Me, noctü, tem ere
(“en la oscuridad”), tem peri y penes. E stas form as casuales pueden
estar com binadas con afijos com o -per: parum per, sem per, topper
( *tod-per), y -em : quidem (cf. idem , p. 257). El dö- d e donec (lat.
arc. donicum, donique) es idéntico al ing. to. Hay tam b ién adverbios
que proceden de grupos de p alabras fosilizados: quârë, inter ea,
häctenus, interim , adfatim , scilicet (= scire licet), d u m ta xa t (taxat
es subjuntivo de u n aoristo en -s o de u n a fo rm a desiderativa de
la raíz *tag, ta-n-go). El extendido form an te adverbial -ter parece
ser idéntico al sufijo contrastativo -te r (p. 254). El p u nto de p a rtid a
sería aliter, y desde él se h ab ría extendido a p alabras de sentido
próxim o, como pariter, sim iliter, y luego a o tras m ás alejadas.
C a p ít u l o X
SINTAXIS

La sintaxis de u n a lengua como el latín h a de ocuparse del as­


pecto funcional de la m orfología (véase el capítulo p reced en te). Con­
tem pla, en p rim er lugar, las relaciones en tre las p alabras en la fra ­
se tal com o están expresadas p o r las desinencias, es decir, ante todo
las funciones de los casos, tiem pos, m odos, etc. S in em bargo, el
estudiante de latín se da cuenta p ro n to de que no hay una d is tri­
bución clara y ta ja n te de funciones, p o r ejem plo, e n tre las varias
term inaciones casuales. Al contrario, se en cuentra con una m u lti­
plicidad u n tan to desconcertante; p o r ejem plo, dativos de interés,
provecho y daño, ético, sim patético y final. E sto se debe a u n sen­
cillo hecho lingüístico que es esencial tener en cuenta en el estudio
analítico e histórico de la sintaxis. Las p alab ras no existen aislada­
m ente en la m ente del hablante, sino integradas en grupos asociati­
vos. Todos los m iem bros de tales grupos te n d e rá n a u n a u n iform i­
d ad de com portam iento sintáctico. Así, si im pero lleva dativo,
tam bién es de suponer que lo lleve su sinónim o iubeo. De hecho,
iubeo aparece así construido p o r Catulo e incluso p o r Cicerón en
u n a de sus cartas (Ad Att., 9, 13, 2). De m odo sim ilar, laedere sigue
el ejem plo de nocere y sinere; pati, el de p erm itto, e im pedire (¡en
el gram ático V arró n !), el de obstare. Así, el desarrollo sintáctico
puede com pararse al crecim iento gradual del circulo que se va fo r­
m ando p o r el agrupam iento de hongos en to rn o a u n “hongo p a d re ”
originario. Estos círculos sintácticos pueden interferirse, es decir,
una p alab ra puede p ertenecer a varios grupos asociativos y p a r­
ticipar en construcciones diferentes. El cam po sintáctico de una
lengua presen ta así ante los ojos del investigador u n com plejo es­
quem a de tales círculos. Su com etido es establecer y definir su
á rea e in te n ta r luego seguir m archa a trá s su d esarrollo h a sta el
foco original del proceso. En la p rá c tic a d escu b rirá que el “hongo
originario” era a su vez m iem bro de otro círculo, p o rque el agrupa-
284 INTRODUCCIÓN AL LATIN

m iento asociativo de las palabras es un fenóm eno com ún a todas


las lenguas. Q uiere esto decir que el investigador nunca llega, p o r
ejem plo, a d a r con la función prim itiva de u n caso. Lo que encuen­
t r a es u n sistem a organizado de círculos. A los efectos de descrip ­
ción y clasificación el estudioso de la sintaxis a rb itra rá fórm ulas
generales que com prendan los usos observados; p o r ejem plo, “el
n o m bre en dativo designa a la persona (o cosa) im plicada en el
acontecim iento a que se refiere el verbo” . E sta fórm ula no debe
confundirse con la “función específica p rim itiva”, que p ro bable­
m ente no ha existido nunca. En todas sus épocas u n a lengua, consi­
derad a desde el punto de vista sintáctico, consta de grupos asociati­
vos (círculos) de uso concreto. En el transcurso de las generaciones
los círculos crecen y dism inuyen y los esquem as cam bian. D elim itar
esos círculos y ra s tre a r la historia de su desarrollo son los com etidos
fundam entales de la sintaxis descriptiva, histórica y com parativa.

El nombre

N om inativo [N ota 43]

El nom inativo es el caso que sirve p a ra “n o m b ra r”; en él la p ala­


bra es un a m era etiqueta, tal como aparece en listas, inventarios, etc.
E n esta función puede u sarse predicativam ente “se llam aba «Corvi­
no»”, cognom en habuit “Corvinus”·, cf. “p e r valle illa quam dixi
ingens” (Per. A eth.). El nom inativo como caso de la designación hace
u n anuncio previo que concentra la atención sobre el polo tem poral
de interés, el “su jeto ” de la frase. Así, dos nom inativos form an u n
tipo prim itivo de frase: uno es el “su jeto ”; el otro, el “predicado” :
ille servus. Ciertos verbos se em plean p ara expresar la relación en tre
el su jeto y el predicado: est, jactus est, creatus est, adest (tu m i
accusatrix ades), etc. Cuando el centro del in terés está ya estable­
cido y no necesita referencia explícita, estos nom inativos p red ica­
tivos funcionan como exclam aciones: nugae!, fabulae!; con u n a ex­
presió n deíctica in tro d u cto ria: “em tib i anus lepida” (Plauto, Cure.,
120 ).
M uchas veces en la referencia a u n acontecim iento la persona o
cosa “no m b rad a” como centro de in terés es concebida como inicia­
d o ra de la acción; de ahí la así llam ada función “ergativa” del n om i­
nativo, que puede representarse así 4 ,
En las expresiones “designativas”, el p rim e r tipo, encontram os
a veces dos nom inativos en aposición: hom o adulescens, hom o ser­
vus, m ulier m eretrix. En tales casos p o d ría decirse que se da p re ­
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 285

cisión a u n térm ino general vago p o r m edio de u n a reflexión p o ste ­


rio r: cf. “nos libertinae sum us, et ego et tu a m a te r”.
En la lengua coloquial, negligente p o r naturaleza, u n a vez n o m ­
b rad o el tem a de la conversación a m enudo la frase p asa a una co n s­
trucción diferente. Sobre este nom inativus pendens véase p. 88 .

Vocativo

El vocativo es el caso de la apelación que tr a ta de llam ar la a te n ­


ción del oyente. Asem eja en su función al im perativo del verbo, con
el que tiene tam bién u n paralelism o m orfológico : am bos consisten
en el tem a puro. En latín tiene u n a caracterización m orfológica p ro ­
p ia solam ente en la segunda declinación (véase el capítulo preceden­
te ), y aun en este caso se en cu en tra con frecuencia el nom inativo
usado com o vocativo, especialm ente en poesía. El nom bre en voca­
tivo e stá sintácticam ente aislado del resto de la frase, e incluso en
u n principio u n adjetivo que lo calificara to m ab a la form a del n om i­
nativo: “salve, prim us om nium ” (Plinio, N. H., 7, 117). Pero y a en
latín arcaico encontram os u n ejem plo de atracción al vocativo, si
m acte, com o parece probable, es el vocativo de m actus (véanse
pp. 75 s .) . De todos m odos este fenóm eno es u n grecism o de los poe­
ta s augústeos : “p rim a dicte m ihi, sum m a dicende C am ena... Maece­
n a s” (Hör., Ep., 1, 1, 1-3). E sta clase de ejem plos son generalm ente
poéticos, prefiriendo la p ro sa las expresiones del tipo o tu qui... A trac­
ciones del m ism o tipo se d an con el adjetivo predicativo : “quo m o ­
ritu re ru is” (Virg., Aen., 10, 811); “tu quoque... m iserande iaceres”
(ibid., 10, 324 ss.).

Acusativo

El acusativo p resen ta u n a gam a de usos que puede definirse de


m anera general como el fin o térm ino al que tiende o se dirige la
acción. La relación se concibe así: —>|. Esto se ve m ás claram ente
con verbos de m ovim iento, dado que el latín conserva el sim ple
acusativo p a ra expresar e sta relación en dom um , rus, con nom bres
de ciudades e islas m enores, y en algunos o tro s giros como exse­
quias, infitias ire, ven u m ducere, etc. M ás frecuentem ente, sin em ­
bargo, el adverbio auxiliar se h a convertido en la indispensable
“preposición” que “rige” al caso. El perfecto de estos verbos de
m ovim iento expresa el estado resu ltan te de la acción, pero la frase
preposicional apropiada a los o tros “aspectos” (véanse pp. 265 s.)
p ersiste: ad urbem venire > ad u rb em venisse, y de ahí p o r una
286 INTRODUCCIÓN AL LATIN

fácil conexión etimológica ad urbem adesse. De este m odo la p re ­


posición ad con acusativo llega a asum ir u n a v ariedad de funciones
locativas : “ubi sum m us im perator non adest ad exercitum ” (Plauto,
A m p h ; 504) ; “esse ad sororem -’ (Ter., H. T., 979); “to tam hiem em
ipse ad exercitum m anere decrevit” (César, B. G., 5, 53, 3); “habes
hortos ad T iberim ” (Cic., Pro Cael., 36); “m ih i... est ad p o rtu m ne­
gotium ” (Plauto, Mere., 328); “ego ad forum illum conveniam ” (id.,
M il, 930). Así, ad llega a ser equivalente a apud.
Los verbos com puestos surgieron de la fusión de verbos sim ples
con adverbios que en cierta época h abían sido unidades indepen­
dientes en la frase. Una vez que esta fusión tuvo lugar, m antenién­
dose el acusativo de térm ino, el verbo com puesto apareció como
regente de u n com plem ento directo (véase infra) : aliquem ad + ire >
aliquem adire. Es el fenómeno llam ado función transitivizante de
los prefijos verbales: accedere, advenire, aggredi, antecedere, circu­
mire, incurrere, irrumpere., introire, percurrere, subire, transm ittere,
oppugnare, etc. El grupo se agrandó p o r in flu en d as analógicas de
varios tipos: así, tra s egredi, exire esperaríam os ablativo. El acu­
sativo puede deberse a la relación con el co n trario inire o con expre­
siones de sentido sim ilar, como relinquere.
Con ciertos verbos el acusativo de térm ino o fin a que se dirige
la acción es u n a cosa o persona ex tern a: “h e rir a u n ciervo” , “co­
m er pan”, “sem b rar m aíz”. Son acusativos “extern os”, que expre­
san el objeto directo del verbo. Los estudiosos se inclinan a sep a ra r
esta clase de em pleos del “lativo” de “térm in o ” o “finalidad” , pero
no hay u n a gran diferencia entre ellos. El rep erto rio de los verbos
que regían esta clase de acusativos creció en latín de m odo cons­
ta n te por las influencias analógicas. Así, am are atra e a su ó rb ita a
toda una serie de expresiones sinónim as: “hic te... deperit, ea de­
m o ritu r te ” (Plauto, Mil., 970), e incluso “am are eum haec p erd i-
ta s t” (Cist., 132). A través de procesos sim ilares, cierto núm ero de
verbos que expresaban estados em ocionales llegaron a ser tra n s i­
tivos: tem or (tim eo, m etuo, abhorrere), esperanza y expectación
(sperare, desperare, manere, expectore, m o r a r i), 1 alegría y tristeza
(laetari, ridere, gaudere, flere, lugere, gemere, dolere, maerere,
plorare, frem ere, trem ere, etc. Los verbos im personales que de­
notan estados em ocionales se construyen así: m e m iseret, pae-
nitet, pudet, taedet, piget. Muchos verbos que se construían o ri­
ginariam ente con o tros casos (genitivo, dativo o a b lativ o ), a través
de interferencias analógicas llegaron a usarse con acusativo : abutor,
careo, fungor, supero, indulgeo, servio, curo, studeo, ausculto, etc.
1. El acusativo con m orari debe clasificarse aquí al lado de su sin ón im o
manere·, “id m odo m oratus u t consulem p ercon taretu r” (Livio, 23, 47, 1) es c la ­
sificado por E rnout y T h om as com o acu sativo adverbial “in te rn o ” (véase in fr a ).
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 287

P o r m últiples procesos de este tipo el acusativo extendió su cam po


d e m odo gradual h a sta que, tra s h ab er tenido en su origen un signi­
ficado espacial concreto de “térm in o o fin”, se convirtió en la e x p re­
sión gram atical del com plem ento del verbo.
. Acusativos externos los hallam os en la tín arcaico tam bién con
nom bres verbales: “quid ibi hanc aditio e st” (Plauto, Truc., 622);
“quid tib i hanc cu ratio st re m ? ” (id., A m ph., 519). Tam bién es a n ti­
guo el acusativo con verbos m edios que signifiquen “vestirse” o “des­
vestirse” : “quid e ra t in d u ta ?; aspexit virginem ibi stantem in capi­
te o strin u m ind u tam ricu lam ” (Turp., 73); cf. loricam induitur. La
p a rte del cuerpo a que se hace referencia podía aparecer en a c u s a ­
tivo (caput velati) con la prenda, etc., o bien en ablativo in stru m en ­
tal: “togae p a rte velati” (C atón), cf. “succincti co rd a m achaeris”
(Ennio). De aquí se tom ó u n m olde o riginariam ente latino p a ra las
expresiones poéticas helenizantes del tipo “exuta pedem ” (Virg.,
Aen., 4, 518), “suspensi loculos” (Hör., Sat., 1, 6 , 74), “concussa m etu
m entem ” (Virg., Aen., 12, 468), y del ta n discutido “saepes Hyblaeis
apibus florem d epasta salicti” (id., Buc., 1, 53-54). La construcción
acabó extendiéndose tam bién a los adjetivos, dado que exuta pedem
llevaba de m an era n a tu ra l a nuda pedem . Con esto llegamos al a c u ­
sativo de relación, categoría en la que convergen o tras líneas d e de­
sarrollo que ah o ra hem os de ra stre a r.
En ciertas expresiones el acusativo-objeto no se refiere a algo
externo, sino al contenido del verbo, al resu ltad o hacia el que a v a n ­
za la acción verbal. Tales usos son clasificados p o r los gram áticos
bajo la rú b ric a de acusativo interno, como opuestos a los usos ex­
ternos exam inados en el p á rra fo an terio r. Como es frecuente en los
fenóm enos sintácticos, las dos esferas de em pleo se in terp en etran :
“c o n stru ir u n a casa”, “encender u n a lum bre” , “fo rja r una espada”,
“decir u n a m e n tira ”, “dar u n golpe”, etc. Ejem plos latinos son: fa­
cinus audere, m endacium dicere, foedus ferire, verbum m uttire, la­
pides loqui, propino tibi salutem (éste ligado tam bién con el acusati­
vo externo con volo, etc.). Un tipo antiguo que se rem onta a ép o ca
indoeuropea es el acusativo de contenido que designa la acción sig­
nificada p o r el verbo: aetatem vivere. U na subvariedad e stilístic a
es el “acusativo de figura etim ológica”, sacado de la m ism a raíz
que el verbo: vota vovere, d o num dare, cenam cenare, dicta dicere,
auspicium auspicare. E ste tipo de acusativo heredado conoció cier­
to desarrollo p o r influencia griega: el p ro to tip o es el “vicit O ly m p ia”
de Ennio.
Ciertos casos de acusativo intern o fructificaron y p ro d u je ro n
círculos de em pleo lo b a sta n te im p o rtan tes como p a r a exigir r ú ­
bricas especiales. A p a rtir de expresiones com o longam viam ire y
noctem pernoctare se desarro llaro n los acusativos de e x te n sió n r e ­
288 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

feridos a espacio y a tiem po. A p a rtir del “espacio reco rrid o ” de


expresiones com o non pedem discedat es fácil la transición a “d is­
tan cia” con abest, distat, etc. Expresiones tem porales paralelas son:
“abhinc ducentos annos m o rtu u s e st”; y aún con m ayor libertad
“iam m ultos annos est quom possideo” (P la u to ). T am bién se en ­
cuentran este tipo de acusativos con adjetivos de m edida: panem
tris pedes latum , cf. annos octingentos natus. Sobre la introm isión
del ablativo de tiem po, tota vita, etc., véase infra.
El neutro singular de los p ro n o m b res se u saba con especial lib er­
tad como acusativo interno: istuc pessu m e consulis; istuc crucior;
si quid erro; si id fallo; “advorte u t quod ego ad te advenio («el fin
p a ra el que estoy aquí») intelligas” (Plauto, Epid., 456). Ejem plos
como id m aeret dan lugar a “id m isera m aesta e st” (id., Rud., 397),*
en que el acusativo es de “relación” (véase su p ra ). En expresiones
puram ente latin as tales acusativos de relación está n lim itados a los
pronom bres n eu tro s: nescio quid tristis est. Este uso se desarrolló
con m ayor lib ertad sólo a p a rtir de los p oetas augústeos p o r im ita­
ción del griego: “qui genus?” (Virg., Aen., 8, 114); “m aculosus alvum ”,
(id., G., 3, 427); “nigra pedes” (Ον., M., 7, 468). T ácito fue el p rim e ­
ro que se atrevió a utilizar la expresión en p ro sa: “clari genus’*
(Ann., 6, 9); “m anum aeger” (Hist., 4, 81).
En latín arcaico tam bién los n eu tro s de ciertos adjetivos funció-,
nan como acusativos internos. Plauto, de m an era general, se limita;
a los adjetivos de cantidad: m u ltu m , nim ium , m agnum , m axum uní.'
Tam bién en este caso el griego dio im pulso a u n uso originariam ente
latino; abrió el cam ino Catulo con su dulce ridentem , que traduce.,
el γελαίσας ίμέ^οεν de Safo. La p ro sa se abstiene de esta licencia
h asta la época p o sterio r a Livio.
Los diferentes tipos de acusativo pueden ap arecer en una m ism a
frase; así, “quid nunc te litteras doceam ” (Cic.). Con los verbos de
“enseñar” podem os ag ru p ar sus contrarios, los de “ocultar’’, que!
tam bién llevan dos acusativos: “u t celem p atrem tu a ñagitia” (Plau­
to, Bacch., 375). Los verbos de “h acer”, “p en sar” y “llam ar” llevan
un acusativo com plem ento directo y u n acusativo predicativo: “i s :
m e heredem fecit” (id., Poen., 1070). Tam bién aquí en m uchos casos
el acusativo predicativo expresa el resultado de la acción. En otros
los dos acusativos están en aposición : “m alam fo rtu n am in aedis te
adduxi m eas” (id., Bud., 501). Del m ism o tipo son los acusativos
“del todo y de la p a rte ” : “m eretrices... m aiorem p a rte m videas valgis
saviis” (id., Mil., 93), donde el segundo acusativo es sim plem ente
una reflexión p o sterio r de c arácter correctivo: “es decir, la m ayor
p arte de ellas”.
Los acusativos internos y aposicionales quedan a m enudo p e tri­
ficados com o adverbios. Valgan como ejem plos nim ium , plus, m u í-
GRAMÁTICA HISTORICO-COMPARADA 289

turn; los adverbios del tipo partim , statim , etc. (véase capítulo a n ­
terio r); antiguas aposiciones son id genus, om ne genus: “corona-
m enta —om ne genus— facito u t se ra n tu r” (Catón) ; “aliquid id genus
solitum scribere” (Cic., Ad Att., 13, 12, 3); “in hoc genus p raediis”
(V arrón, R. R., 1, 16, 4). En este ap artad o podem os colocar tam bién
expresiones tem porales del tipo id aetatis: “ego istuc aetatis non
am ori operam dabam ” (Ter., H. T., 110). Finalm ente, tenem os los
acusativos de exclam ación, que dependen de u n verbo elíptico [ N o t a
44] : nugas! hercle rem gestam bene! artificem probum !

Genitivo

Es difícil en co n trar u n a fórm ula que abarque todos los usos del
genitivo. P o r ello com enzarem os con algunos de los grupos de em ­
pleo m ejo r establecidos, y cuya antigüedad parece fuera de duda.

El genitivo posesivo. Su propio no m b re d a razón del concepto:


aedes eri, filius eri, patris am icus, etc. Los adjetivos derivados concu­
rre n en cierta m edida con este tipo de genitivo (erilis filius, Campus
Martius, virgo Vestalis, etc.), y algunos estudiosos han m antenido que
éste es el uso m ás antiguo. Sin em bargo, el genitivo con sentido p u ra ­
m ente posesivo es regular incluso en los m ás antiguos textos latinos,
teniendo el adjetivo u n sentido m ás am plio y difuso: “conectado
con”. Su esfera de referencia incluye así la del genitivo. Como s u s ti­
tu to del genitivo pertenece a u n nivel estilístico superior (por
ejem plo los “m etro s largos” plau tin o s). Los genitivos posesivos
pueden u sarse predicativam ente : “fra tris ig itu r T hais tota e st”
(P lau to ); “agrum n u m quam siris fleri gnati tu i” (id.). La elipsis
de u n nom bre fácilm ente sobreentendido explica expresiones com o
ad Dianae (fanum ).

El genitivo partitivo. A p a rtir de “perteneciente a” se da una fácil


transición a “p arte de”. En este caso el genitivo está con respecto al
nom bre determ inado en una relación del todo a su(s) p a rte (s ). Esto
resu lta m ás claro en expresiones de cantidad : granum salis, vini
gutta, panis pondo quattuor, cadus vini, etc. EI genitivo partitivo
es especialm ente frecuente tra s p ronom bres y adjetivos sin g u lares
n eu tro s: aliquid, quid, m u ltu m , plus (negoti, rei, aetatis, animi, etc.).
Com únm ente se tra ta de genitivos de nom bres, pero se encuentran
tam bién algunos adjetivos n eu tro s sustantivados : mali y boni p re ­
dom inan en el la tín arcaico, pero Cicerón increm entó considerable­
m ente el núm ero de adjetivos neu tro s sustantivados em pleados en
genitivo partitivo. Este uso del genitivo se encuentra tam bién en
290 INTRODUCCIÓN AL LATIN

cierta m edida en expresiones no cuantitativas. C arácter coloquial


tienen los que siguen a adverbios de lugar y tiem po: ubi terrarum ,
nusquam gentium (de donde tam bién m inum e g e n tiu m ). O tros ejem ­
plos con adjetivos neutros no cuantitativos pertenecen sobre todo a
la poesía o p ro sa poética: “incerto noctis” (Salustio), “sub obscu­
ru m noctis” (V irg.). EI genitivo partitivo es raro tra s plurales neu­
tro s sustantivados; Cicerón escribe “sum m a pecto ris” e “in teriora
aedium ”, pero el uso se extendió por influencia griega: “in infera
n o ctis” (Ennio), “p er cava terrae” (Salustio), “stra ta viarum ”
(Virg.), “angusta viarum ” (T ác.).
O riginariam ente el p artitivo podía funcionar com o sujeto, o b je­
to, etc., de la oración (“algunos de los enem igos” fueron m uertos;
he bebido “algo de vino”) . Hay en el latín arcaico algunos restos de
e sta clase de usos (“aquae... addito”, C atón), pero acabaron siendo
suprim idos p o r el purism o clásico. Reaparecen en el latín vulgar,
donde, reem plazados p o r de + ablativo, se convirtieron en antece­
d ente de expresiones rom ánicas como de l’eau.
El partitiv o se usa con verbos que significan “llen ar” o conceptos
sim ilares: complere, abundare, etc.; egere, indigere, carere, levare
(“m e om nium iam laborum levas”, Plauto, Rud., 247), etc. Los ad je­
tivos correspondientes tienen la m ism a construcción: plenus, largus,
refertus, onustus, particeps, expers, ieiunus, etc. D esde la firm e base
latina del genitivo p artitivo con expresiones de carencia, privación,
etc., H oracio dio el salto al grecismo: “desine m ollium tandem que­
rellaru m ” (Carm., 2, 9, 17-18). En origen tam bién potiri (“apode­
ra rse de”) y los adjetivos correspondientes, compos, im pos, llevaban
este genitivo, im pos animi, com pos animi, expers consili y expresio­
nes sim ilares llevaron fácilm ente a o tras expresiones que indicaban
azoram iento e incertidum bre : incertus consili e incluso falsus anim i
(T er.). Los genitivos adverbiales como desipiebam m entís (Plauto),
anim i excruciari, anim i pendere y sim ilares se integ ran tam bién n a ­
tu ralm en te en este círculo sem ántico, y no parece necesario colocar­
los ap arte com o “locativos”. La construcción p u ram ente latina de
potiri con genitivo hizo posible a Horacio aventurar regnavit popu­
lorum im itando al griego (Carm., 3, 30, 12 ).
El partitiv o se usó en origen tam bién con verbos de com er y
beber. Esto llevó de m odo n atu ral al “tener ham bre de”, “tener sed
de”. De este m odo podem os tal vez clasificar com o partitivos los
genitivos con verbos de deseo y sus opuestos (dom i cupio, m ein
fastidis?, studeat tui), e incluso los genitivos con verbos dë recordar
y olvidar. Véase, sin em bargo, lo que luego direm os sobre el “ge­
nitivo de esfera”.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 291

El genitivo de determ inación (genitivo de cualidad). El genitivo


posesivo no estaba confinado a la expresión de la posesión física. En
nom bres de lugar los genitivos posesivos del nom bre de la deidad
soberana, etc. (lacus Averni, urbs Patavi), dan lugar a los así llam a-
dos genitivos epexegéticos o aposicionales, en tre los que está urbs
Romae, ese “coco” de los profesores que aparece a finales de la
República. Pero los posesivos se extendieron tam bién a otras rela ­
ciones en que la noción de posesión se fue debilitando progresiva­
m ente: corporis candor, adventus hostium , fides clientum , in iu sti-
tiam lenonum , h a sta que en supplicium virgarum las “varas” en ge­
nitivo indican sim plem ente la clase de castigo. Del m ism o m odo
Poenorum bellum es u n a “g u erra de los cartagineses” ; si se hace
p o r o co n tra los cartagineses, hay que deducirlo del contexto. Mas
no parece necesario establecer las categorías gram aticales especiales
de genitivo “subjetivo” y “objetivo” . De m odo sim ilar los partitivos
ensancharon su cam po: virga lauri puede llevar al “aposicionaí”
arbor fici (Livio, etc.).
En ciertas expresiones el partitiv o se interfirió con el posesivo
p a ra fo rm ar u n im p o rtan te círculo, el genitivo de cualidad. La re ­
lación del todo a la p arte se extiende fácilm ente a la del género a
la especie, la clase al individuo, etc. De m odo sim ilar, posesivos como
patris filius llevaron a Graeci generis homo. Tal fue el origen del
genitivo de cualidad, categoría que en latín arcaico se concentra en
gran m edida en torno a expresiones de origen y pertenencia, así
como de p recio , 2 m edida y sim ilares: “talen tu m rem ... decem ”,
“vir m inim i p re ti”, “triu m litteraru m hom o” (P la u to ). Los únicos
ejem plos que en latín arcaico están fuera de este estrecho m arco
sem ántico son “hom o iracundus, anim i p e rd iti” (Plauto, Men., 269)
y “ta m iners, ta m nulli consili su m ” (Ter., And., 608). Todavía en
Cicerón y en César los genitivos de cualidad están prácticam ente
lim itados a nom bres calificados p o r los adjetivos magnus, tantus,
sum m us, m axim us. M ás tard e, sin em bargo, esta construcción acabó
p o r im ponerse a su com petidor, el ablativo sociativo (véase in fra).
Los genitivos determ inativos pueden u sarse predicativam en­
te: “m agni su n t oneris” (P la u to ). En ese punto nos topam os
con u n a im p o rtan te derivación, el genitivo “característico” : “est
m iserorum u t... invideant bonis” (P lauto); “ea exquirere iniqui pa­
tris e st” (T er.). Aquí la contribución del posesivo resu lta p a rtic u ­
larm ente visible.

El “genitivo de esfera” (genitivo de respecto, referencia). La p a r­


titiva y la posesiva son sim plem ente dos de un conjunto entrelazado

2. V éase in íra acerca del gen itivo de rúbrica.


292 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

de funciones del genitivo que se reúnen bajo el epígrafe de “genitivo


de esfera”. Hemos visto cómo el p artitivo podía exp resar u n a clase
(iuniorum est, “es uno de, pertenece a, los iuniores) y tam bién cómo
el posesivo se extendió hasta convertirse en el caso por el que un
nom bre define a otro. En u n a frase com o ei non fid em habui ar­
genti, el genitivo es adnom inal y determ ina a fidem . P ero si la cone­
xión adnom inal se debilita, es posible, p o r u n “desplazam iento re ­
lacio n ar’, in terp retar la frase en el sentido de “no tuve confianza
en él en lo referente al dinero”. Tal vez el genitivo de referencia n a ­
ció de este modo. Lo que es claro es que e stá ya firm em ente e sta­
blecido en el latín arcaico, especialm ente en contextos legales y ju ­
diciales, con verbos de acusar, ordenar, condenar; “in iu ria ru m ...
induci”; “quem m endaci prendit m anifesto”; “p ro b ri accusare”;
“quarum rerum , litium , causarum condixit p a te r p a tra tu s” (Livio, I,
32, 11), etc. El círculo de estos verbos se am plió g radualm ente (in­
terrogare, postulare, arcessere, urgere, etc.). U na especie de satélite
aislado de este grupo es el genitivo, que a veces se encuentra con
credo', "quoii om nium reru m ipsus sem per cred it” (Plauto, Asin.,
459). Otro grupo bien conocido que debe clasificarse en este a p a r­
tado com prende los genitivos con verbos im personales com o paeni-
tet, pudet, piget, etc.: facti piget; taedet tui serm onis. Los genitivos
exclamativos como m ercim oni lepidi! o m ercis m alae! deben colo­
carse tam bién aquí.

El genitivo de rúbrica

Los gram áticos ponen esta etiq u eta a u n pequeño grupo de ge­
nitivos que se encuentran en lo que podem os llam ar contextos de
“teneduría de libros” : lucri facere, p oner algo en el capítulo de “ga­
nancias”, “considerar como beneficio” (cf. com pendi, dispendi,
su m p ti facere; aequi bonique facere). Hay que con sid erar tam bién en
este apartado los bien conocidos genitivos en expresiones de evalua­
ción: flocci, nauci, nihili, tanti, quanti, pluris, m inoris. La m ayor p a r­
te de éstos son genitivos en -i, y W ackernagel supuso que este caso
en -l era u n caso especial de carácter adverbial, conservado en usos
sim ilares tam bién en sánscrito, y que en origen n a d a tenía que ver
con el genitivo. Esta teoría ha sido im pugnada, y parece m ás verosí­
m il que estos genitivos se hayan desarrollado a p a r tir de los usos
que ya hem os exam inado, dotis dare “d ar en concepto de dote”, difí­
cilm ente podría separarse de expresiones p artitiv as del tipo “et dotis
quid prom iseris” (Plauto, Poen., 1279). T am bién h ab rían contribuido
los genitivos de cualidad como vir m in im i preti, que ha de conside­
rarse en estrecha relación con hom o triu m litterarum , dado que el
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 293

así llam ado genitivo de precio no es sino u n a subvariedad léxica


especial del genitivo de cualidad. Así pues, el genitivo de rú b rica
—“en concepto de”— ha de incluirse d entro del “genitivo de esfera”.
Podem os in te n ta r ah o ra u n a form ulación general de la función
del genitivo: u n nom bre en genitivo define y delim ita el cam po de
referencia de otro nom bre o de un verbo. En sus em pleos adnom i­
nales puede rep resen tarse así: © ; en sus usos adverbiales, así: @.
En época tard ía el genitivo empezó a verse reem plazado por nexos
preposicionales (ex, de). E n su función posesiva sufrió la peligrosa
com petencia del dativo posesivo, m ás cálido, lleno de color e íntim o
(véase in fra). Su m ayor pervivencia se dio en las funciones posesi­
va, p artitiv a y cualitativa.

El dativo

El dativo indica que la p erso n a designada está im plicada o afec­


ta d a p o r el acontecim iento o estado de cosas al que el verbo o la
expresión verbal se refieren. E sta función se transfirió secundaria­
m ente a nom bres no personales, p ero se h a advertido que en latín
arcaico sólo u n a doceava p a rte de los n om bres (y pronom bres) en
dativo registrados se refieren a cosas. La función del dativo puede
rep resen tarse así: -1».
Las relaciones así indicadas de m odo general p o r el dativo, en
las que un a p ersona (o cosa) puede e sta r fre n te a u n acontecim ien­
to o situación, son innum erables. Las que ah o ra exam inarem os son
solam ente algunos· de los círculos sem ánticos considerados p o r los
gram áticos lo suficientem ente definidos como p a ra exigir rúbricas
especiales. Debe tenerse en cuenta que, estrictam en te hablando, no
son divisiones gram aticales, sino léxicas.
La persona está interesad a como beneficiaria o p erjudicada (da­
tivo de provecho o daño) : ‘‘tib i aras, tibi occas, tibi se ris” (Plauto) ;
“si quid peccat, m ihi p eccat” (Ter.) ; “m ihi ego video, m ihi ego sa­
p io ” (Plauto) ; “ego tibi com m inuam cap u t” (Plauto) ; “saluti ves­
tra e providere” (Cic.); “pacem exposcere T eucris” (Virg.) ; “vobis
a ra b itu r ager” (Livio). E n tre los verbos afectados fo rm a n grupos
característicos los de d ar (do, m ando, praebeo, largiri, solvo, sacri­
fico (r), fero, etc.) y q u itar (dem o, adimo, eripio, defendo, deest).
P recisam ente a este im p o rtan te cam po sem ántico debe el caso su
no m bre : dativus, “el caso de d a r” (gr. δοτική). Estos dativos de p ro ­
vecho y daño se en cuentran a veces en latín con verbos algunos de
cuyos equivalentes m odernos son tran sitiv o s : parco, indulgeo, in vi­
deo, m edicor (éstos tam b ién transitivos en latin arcaico), faveo,
ignosco, servio, noceo, obsum , consulo, studeo, nubo, etc. El cam po
294 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

de estos dativos fue notablem ente am pliado p o r los poetas: “hunc.;,


arcebis gravido pecori” (Virg., G., 3, 154-5).
El latín com bina a m enudo un dativo de provecho con el verbo
“se r” p ara expresar el hecho de la posesión. En la m ayor p a rte de
los ejem plos arcaicos y ciceronianos el sujeto es u n nom bre abs­
tracto. Dado que éste es el caso norm al en germ ánico, es p o ­
sible que este uso restringido constituya u n a herencia antigua.
Sin em bargo, ya en el latín arcaico los dativos posesivos se habían
extendido a cosas concretas: “est ager... nob is”; “quot digiti tib i
su n t? ” ; “illi... duae fuere filiae”, etc. P o r u n “desplazam iento rela­
ciona!” el valor posesivo pasó a atrib u irse a los nom bres. El proceso
puede verse claram ente en el siguiente ejem plo: “quis est hom o? : :
am icus vobis” (Plauto, Poen., 1213); cf. “quis e ra t igitur? :: Philo-
com asio am ato r” (id., Mil., 1431). (Sobre los dativos adnom inales
de finalidad como pabulum ovibus, véase infra.)
El dativo de los pronom bres personales se usab a frecuentem en­
te en la lengua coloquial p a ra expresar im plicación física o em o­
cional en la acción: “anim us m ihi d o let”; “ego tib i com m inuam ca­
p u t” ; “m in atu r m ihi oculos exurere” ; “oculi splendent m ihi” ; “quoi
auro dentes iuncti escunt” (X II T ablas). Es el “dativo sim patético”,
uso heredado del indoeuropeo. Desde el p u n to de v ista del significa­
do no está lejos del genitivo posesivo, de m odo que en latín se pue­
de decir “n o stris anim us augetur” (C ésar), o bien “ea anim um eius
n o n augebant” (Cic.). La diferencia en tre estos dos m odos de expre­
sión es solam ente de tono. El dativo lleva m ayor carga em ocional y
es preferido p o r la lengua popular. Así, en p etro n io la m ayor p a rte
de estos dativos aparecen en los pasajes dialogados de carácter “vul­
gar”, y se tra ta de u n uso que sobrevive en rom ance. El tono m ás
cálido del dativo lo hizo tam bién m ás idóneo p a ra la expresión poé­
tica. La p ro sa clásica evita esta construcción del dativo con nom ­
bres, pero C ésar la adm ite p a ra los p ronom bres, en lo cual se m ues­
tr a m enos puntilloso que Cicerón. L a idea de posesión en la lengua
p o p u lar se expresa tam bién p o r m edio del adjetivo posesivo: “m eas
m ihi ancillas invito m e eripis” (Plauto). E stas com binaciones hab i­
tuales de adjetivo posesivo y dativo sim patético en la tercera perso­
n a dieron com o resultado la construcción suus sibi, em pleada inclu­
so cuando el p ronom bre reflexivo resu ltab a incorrecto: “reddam
suom sibi” (Plauto, Trin., 156) ; “cum suo sibi gnato” (id., Asín, 825) ;
“priu sq u am tu suum sibi venderes” (Cic., Philipp., 2, 96).
La persona (o cosa) puede estar im plicada sin que ello signifique
ven taja ni daño m ateriales; la relación indicada puede ser del tipo
m ás débil. Con el uso del dativo, especialm ente el de la segunda
perso n a de los pronom bres, el h ablante echa u n lazo, por decirlo así,
al oyente y lo atrae a la ó rb ita de la acción, se c a p ta su interés y
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPAR ADA 295

sim patía, y le asegura que el acontecim iento le concierne, como en


la expresión española “ ¡vaya lío p a ra ti! ”. Es el llam ado dativo ético,
que es predom inantem ente u n rasgo de la lengua coloquial, cálida
e íntim a: “em ergo hoc tib i” (P lauto); “atq u e eccum tibi lupum in
serm one” (id.). m ihi tiene los m ism os usos: “quid mihi Celsus
ag it?” (“¿qué hace Celso que m e concierna a m í?”, H o r.). El in te ­
rés indicado puede ser sim plem ente el de un observador del acon­
tecim iento de referencia. Es el dativus iudicantis: “quasi piscis est
am ato r lenae” (“u n am ante p a ra u n a lena es com o u n pez”, P lauto) ;
“u t m e purg arem tib i” (“cóm o p o d ría yo justificarm e ante ti”, id.);
“erit ille m ihi sem per deus” (Virg.). E ste tipo de dativo conoció en
época posterio r u n especial desarrollo en los p articipios de referen ­
cia no definida en expresiones de orientación local. E sta co nstruc­
ción, ta n frecuente en griego, no se en cu en tra en el latín arcaico ni
en Cicerón; el p rim er ejem plo conocido es “quod est oppidum p r i­
m um Thessaliae venientibus ab E piro” (César, B. C., 3, 80). Conviene
n o ta r que el latín prefiere la form a del plural, en tan to que el griego
la del singular. E sta construcción, a p a rtir de H oracio y especial­
m ente de Livio, llegó a ab arcar tam bién la expresión del punto de
vista: “vere aestim anti A etolium m agis bellum fu it” (Livio).
En expresiones que deno tan obligación la persona afectada es
considerada como agente: “faciendum est tib i” (“algo debe hacerse,
y es com etido tuyo” , P lau to ). Esta clase de dativos se encuentran,
sobre todo, con form as del gerundivo (abeundum est m ihi; tibi ca­
ven d u m censeo; virtu s nobis est colenda). El uso se extendió luego
al participio de perfecto pasivo —“argenti quinquaginta m ihi illa
e m p tast m inis” (id.), donde la conexión con el dativo de provecho
es aún clara; “m ihi decretu m st rem unerare om ne a u ru m ” (id.)— , y
finalm ente a las form as personales del verbo incluido el infectum
(“dissim illim is b estiis com m uniter cibus q u a e ritu r”, Cic., N. D., 2,
123). En latín arcaico los dativos construidos con abstractos v erb a­
les (p. ej. “quid tib i hanc digito tactio est?”, y “quid tibi... hic...
clam itatio st?”, Plauto) pueden in te rp re ta rse como agentes, pero
m u estran clara afinidad con la categoría de la “posesión” : “¿qué es
ese g ritar tuyo aq u í?”. Dativos agentes los encontram os tam bién con
los adjetivos verbales en -bilis: am ico exoptabilem (Lucilio), pero
puede tam bién considerarse dativus iudicantis “deseable a los ojos
de”, o bien desarrollo analógico del dativo de provecho con utilis,
etc. Estas dificultades que aparecen al in te n ta r trazar distinciones
claras pueden servir p a ra reco rd ar la esencial unidad funcional del
dativo latino.
E strecham ente ligados a los verbos de dar y q u itar está n los g ru ­
pos sem ánticos que com prenden las expresiones de llevar y enviar:
“hom inem alicui adducere” (Plauto); “iu ssit Euclioni haec m itte re ”
296 INTRODUCCIÓN AL LATIN

(Ter.), etc., así como las de aproxim arse y re tira rse (occurro, ap­
propinquo, cedo). En oraciones con este tip o de verbos el dativo de
la persona tiene habitualm ente la función de expresar daño o p ro ­
vecho. Sin em bargo, cuando este uso se extendió a nom bres que
indicaban cosas tuvo lugar u n desarrollo u lterio r: la intervención
de la cosa en la acción vino a considerarse com o el ñ n de la acción.
Tal es el origen del dativo de finalidad. E ntre los usos m ás antiguos
de esta clase está n los de los dativos de n om bres ab stracto s en
-tu s: “receptui canere” ; “cibatui offas p o sitas”, tipo de expresión
especialm ente característico de las lenguas especiales m ilitar y
agrícola. O tros ejem plos son: “ager o p p o situ st pignori” (T er.), “a rra ­
boni dare”, “pecuniam doti d are”, “auxilio venire”, “su ccurrere”,
“m ittere”, etc. EI dativo de cosa puede com binarse con u n dativo
personal de provecho: de ahí la construcción castizam ente latina
“dare alicui pecuniam faenori” (Cic.) ; cf. “em it eam dono m ihi”
(Ter.); “Sabinis eunt subsidio” ; “res et fo rtu n ae tu ae m ihi m axim ae
curae su n t” (Cic.), etc. P o r u n desplazam iento relacional en frases
como satui sem en dare, receptui signum dare, el dativo de finalidad
llegó a em plearse adnom inalm ente: “p abulum ovibus, bubus m e­
dicam entum ” (C atón), “trium viri agris dandis adsignandis”, etc.
EI dativo com m odi con verbos de m ovim iento dio lugar a otro
círculo: el dativo de dirección. Surgió con dativos personales del
tipo “tu n m ihi huc h ostis venis” (Plauto, Stich., 326). Tam bién en
este caso la extension de la construcción a nom bres no personales
proporcionó la base p a ra u n a nueva in terp retació n que fue el ger­
m en del desarrollo ulterior. El ejem plo m ás antiguo conocido es la
vieja fórm ula Quiris leto datus, cf. “m e m o rti dabo” (Plauto, Merc.,
476). Desde dare se tendió fácilm ente una conexión sem ántica hasta
m ittere; de ahí “m o rti m ittere” (Plauto). Ennio se perm ite escribir
“conveniunt... tela trib u n o ”. Un ejem plo esclarecedor del desarrollo
lo proporciona la construcción de dativo con la expresión m anus
tendere. Los p ro sistas clásicos se lim itan a em plear dativo p erso­
nal: “Rom anis de m uro m anus ten d eb an t” (César, B. G., 7, 48, 3) ;
cf. “m anus diis im m ortalibus ten d ere” (Cic.). En el lugar de dits
introduce Virgilio cáelo: “cáelo palm as teten d it”. U na vez estable­
cida en latín esta posibilidad sintáctica, fue estim ulada p o r la m a­
yor libertad del griego en el em pleo locativo del dativo final; de ahí
el virgiliano “it clam or caelo”; cf. “facilis descensus Averno”, “pe-
lago dona p raecip itare”, etc.
Hemos considerado h a sta aquí el dativo como expresión del in ­
terés o im plicación en u n a acción verbal. Los usos exam inados se
extendieron a los correspondientes adjetivos verbales, que a ctu aro n
como focos en torno a los que se fueron agrupando una gran can­
tid ad de adjetivos latinos que p asaro n así a regir dativo. G rupo des­
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 297

tacado lo constituyen los adjetivos que den o tan proxim idad (pro­
p in q u u s, adfinis, vicinus, etc.), así com o los de sem ejanza (similis,
par, aequalis, congruens, aptus, etc.), am istad (amicus, carus, be­
nevolus, fidus, etc.), y sus opuestos.

El ablativo

El ablativo latino, según hem os visto ya en el capítulo preceden­


te, es u n caso sincrético que h a asum ido las funciones del antiguo
ablativo, las del in stru m en tal y las del locativo, p o r ello n u estro
análisis de los usos latinos debe a ju sta rse a esa m ism a tripartición.

El ablativo propio. E ste caso indica el p u n to de p artid a de una


acción. Puede rep resen tarse así: |->. El sim ple ablativo se co n ser­
va en nom bres de ciudades y de ciertas islas, en las expresiones
dom o y rure, así como en algunas fórm ulas estereotipadas como
m anum ittere, cedere loco, etc. De m an era general, en cambio, se
tendió a reforzar el sentido local p o r medio de preposiciones tales
como ab, ex, de, etc. Si éstas se funden con el verbo para fo rm ar
verbos com puestos, el sim ple ablativo puede m antenerse: “p a tria
hac ecfugiam ”, “oppido eicere”, “p o rtu exire”, “castris producit
exercitum ”. P o r el co ntrario, es difícil encontrarlo con verbos sim ­
ples: “p rim u s cubitu su rg a t” (Catón); la poesía, naturalm ente, lo
usó con profusión p o r su tendencia a librarse de las p alabras innece­
sarias, que p o r su p ro p ia n aturaleza llevan escasa carga em ocional
El ablativo se em plea tam bién en expresiones que indican p ro ­
cedencia u origen: “genere quo sim n a tu s ”, “sanguen dis oriundum ”,
“hum ana m atre n a tu s”, etc. Tam bién aquí se m antiene el sim ple
ablativo en poesía y en la época arcaica, si bien ya en ésta enco n tra­
m os las preposiciones (“quo de genere n atu s e s t”, Plauto) que m ás
ta rd e serán habituales. El desplazam iento relacional dio lugar a ab la­
tivos adnom inales de origen: “P eriphanes Rhodo m ercator dives”
(id.), “Philocratem ex Alide” (id.); “video ibi hospitem Z acy n th o ”
(id.).
El así llam ado ablativo de separación es sim plem ente u n a su b -
variedad léxica del ablativo propio. Se en cuentra con verbos d e m a n ­
tener lejos, alejar, etc.: “u t te a ra arceam ” (Pac.); “interdicere igni
et aqua”; “ab stinere nupta, vidua, virgine”; “anim a privabo v iru m ”,
etc. E sta clase de ablativos se en cuentran tam b ién con adjetivos de
significado paralelo: “expers m etu”; “virginem dote cassam ” (P lau­
to ); “arce e t u rb e o rb a su m ” (Ennio); “R om a... recentes” (Cic.).
cf. “recentem caede locum ” (V irg.).
298 INTRODUCCIÓN AL LATIN

El ablativo de com paración se desarrolló a p a r tir del ablativo


propio expresando el pun to con relación al que se juzgaba a otro
objeto. En latín arcaico la construcción con ablativo es m ucho m e­
nos frecuente que la de quam, lim itándose en la generalidad de los
casos a: ( 1 ) expresiones negativas o v irtualm ente negativas de los
tipos nihil hoc hom ine audacius y quis hom o est m e h o m inum m i­
serior; (2) expresiones del tipo m elle dulcior; y (3) expresiones n u ­
m éricas tra s plus, m inus, etc. En la com paración ordinaria del tipo
“Cicerón es m ás elocuente que C ésar” el ablativo com parativo no
se usa en la época arcaica. Aun en los p ro sistas clásicos la m ayor
p arte de los ejem plos corresponden a expresiones negativas o cuasi-
negativas. Los poetas m u estran cierta preferencia p o r el ablativo
,frente a la u n tan to pesada construcción con quam, si bien tam poco
en este caso se puede excluir la influencia de los m odelos griegos.
De todos m odos, persiste a todo lo largo de la latin idad la tenden­
cia a expresar las com paraciones reales p o r m edio de la co nstruc­
ción de quam y a reservar el ablativo de com paración p a ra las expre­
siones felativas"’ del tipo nive candidior, que en realidad debem os
traducir, en u n plano de igualdad, p o r “ta n blanco como la nieve” .
En la época tard ía, cuando ya la evolución fonética había borrado
las distinciones casuales, el ablativo de com paración fue desplazado
por nexos.preposicionales, ab aparece tem pran am en te: se encuentra
tra s secundus en Horacio y tra s alter en Virgilio. U n ejem plo te m ­
prano de empleo tra s u n com parativo es “nec P riam o st a te dignior
ulla n u ru s” (Ον., Her., 15, 98). E n época posterio r, cuando ab se
confundió con ad, se la reem plazó p o r de en los em pleos com para­
tivos. El p rim e r ejem plo de esta construcción, origen de expresiones
rom ances com o plus de, aparece en las Vitae P atrum (siglos iv-v) :
“plus facitis de nobis” .

El instrum ental-sociativo. Este caso expresa “asociación” : “estar


con, llevar con” , etc. Puede sim bolizarse así: — Est a función
resulta m ás visible en los verbos de ju n ta r y m ezclar (“tignum iunc-
tum aedibus”, X II Tablas; “vinum m iscere aq u a”). De “llevar en com ­
p añía” es fácil la transición a “co m p arar”, “coincidir” y “d iscordar” :
“oratio verbis d iscrepat sententiis congruens” (Cic.). “Ju n to con”
lleva natu ralm en te a “com partiendo con” : “quin serm one suo ali­
quem particip av erit” (Plauto, Mil., 263); “com m unicabo sem per te
m ensa m ea” (ibid., 51). El ablativo sociativo se em plea tam bién
p a ra referirse a la p erso n a o personas en cuya com pañía se realiza
u n a acción. El sim ple ablativo se u sa todavía en expresiones m ilita­
res del tipo om nibus copiis (“exitum est m axum a copia”, P lau to ).
Desde la época m ás antigua, sin em bargo, se reforzó el ablativo so-
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 299

d a tiv o con la preposición cum , y ello era de regla en el caso de su s­


tantivos personales no acom pañados de un adjetivo.
Un caso especial es el ablativo de circunstancia concom itante:
Caesare duce, m agno com itatu, clam ore magno, luna silenti, inim ico
omine, etc. T am bién aquí tiende a in stalarse cum : “m agno cum p e­
riculo optum a o p p o rtu n itate advenis” (P lauto). P o r medio de un
desplazam iento de relaciones, el ablativo de circunstancia acom pa­
ñan te queda ligado a u n nom bre. De ahí surge el ablativo de cuali­
dad: “sum m a v irtu te adulescens”; “cano capite atq ue alba b a rb a
m iserum m e” (id.). Puede usarse predicativam ente: “u t tu es g ra­
dibus gran d ib u s” (id.), “fo rm a lepida et liberali est” (id.). Tam bién
en este caso encontram os cu m ya en el latín arcaico: “quis hic est
hom o cum conlativo ventre atque oculis h erb eis” (id ); “probo et
fideli et fido et cum m agna fide” (id.).
Los usos instru m en tales del ablativo están estrecham ente conec­
tados con los sociativos; así, “n o stro servire nos sibi censet cibo”
(Plauto, Poen., 810) puede in te rp re ta rse “cree que som os sus escla­
vos, ju n to con n u e stra com ida”. Intrín secam en te el in stru m en tal
era posible con nom bres personales. El latín, sin em bargo, tendió a
reservar el sim ple ablativo in stru m en tal p a ra cosas y a expresar los
in stru m en to s personales con per y acusativo: virgis caedere, oculis
cernere, senio confectus, m aledictis deterrere, etc. C iertas subvarie-
dades léxicas exigen m ención p articu lar. E ncontram os ablativos in s­
tru m en tales con verbos de llenar, ab u n d ar en y sim ilares (am ore
abundas, fru m en to affluere, vino scatere, etc.) y con los adjetivos
correspondientes (plenus, refertus, fecundus, etc.). El instrum ental
se encuentra tam bién con verbos de n u trirse y gozar de, como ves-
cor; sin em bargo, no puede precisarse si esta construcción es h e re ­
dada en el caso de los verbos fru o r y uto r (los m ás antiguos ejem ­
plos de acusativo aparecen en C ató n ). usus est atrajo a su ó rb ita al
sem ánticam ente próxim o opus est, que estrictam en te re q u eriría un
genitivo, potiri se co n stru ía en época arcaica con u n instrum ento,
“apoderarse p o r m edio de”. En latín arcaico lleva tam bién acu sati­
vo (sobre el genitivo véase su p ra ). El in stru m en tal indoeuropeo con
fungor no está atestiguado en latín arcaico, en el que este verbo
lleva acusativo. La influencia de utor y fruor parece ser la responsa­
ble de la reintroducción (por vez p rim era en ad H erennium ) del
instru m en tal con fungor. T am bién al sim ple ablativo instrum ental
se fueron añadiendo gradualm ente en la latinidad ta rd ía preposicio­
nes reforzantes: ab, ex, cum , in, y, sobre todo, de.
Deben clasificarse tam b ién como usos in stru m en tales los a b la ­
tivos locales del “cam ino p o r donde” (recta porta invadam, ire p u ­
blica via, y con elipsis de via, ea, liac, recta, etc.) y los ablativos del
precio por el que se adquiere una propiedad (“quantillo argenti te
300 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

conduxit” (Plauto); “trib u s num m is locavi”, e tc .). E sta zona de uso


sufrió cierta m engua p o r o b ra de las expresiones genitivales de va­
lor (véase supra) ; tanti, quanti, pluris y m inoris se encuentran en
expresiones de precio. P o r o tra p arte, u n ablativo de valor aparece
en latín tardío con el verbo valeo.
Aparece el in stru m en tal con expresiones que significan “su p e ra r”
(“por medio de”, “en”) ; “divitiis su p e ra re ” ; “cave sis te su perare
siris faciendo bene” (P lau to ); “vincere cervom c u rsu ” (id.). A p a r ­
tir del instru m en tal en esta clase de expresiones se desarrolló el
ablativo de referencia; “n u m quam victus e st v irtu tei” (“n un ca fue
vencido en cuanto a v irtu s”, CE, 9, 4); “sicut... p raestitim u s p u l­
chritudine” (Plauto, Poen., 1193), etc. Este tipo de in stru m en tal se
encuentra tam bién con adjetivos com parativos en giros como m aior
natu, que lleva de m odo n a tu ra l a natu grandis, etc. U na cierta con­
tribución a la form ación de esta categoría puede deberse a los ab la­
tivos de cualidad: “nescio u t m oribus sient v ostrae” (“cómo son de
carácter vuestras m u jeres”, id., Most., 708) difícilm ente po d ría se­
pararse de “antiquis adulescens m o rib u s” (id., Capt., 105). E ntre los
verbos que indican su perioridad e inferioridad y los que indican
distancia hay u n a relación asociativa obvia: “alio intervallo d ista­
re ” (Cic.). Así se form ó la base del empleo del ablativo en las ex­
presiones de distancia: “m ilibus passu u m sex a C aesaris castris sub
m onte consedit” (César, B. G., 48, 1) ; c arácter sim ilar tiene el abla­
tivo empleado con consisto en B. G., 2, 23, 4. M ás ta rd e este uso se
extendió a verbos de m ovim iento (y alejam iento) : “x v n m ilibus
passuum ab urbe secessit” (Plinio, Ep., 2, 17, 2).
EI ablativo de m odo es u n a variedad léxica del sociativo de c ir­
cunstancia acom pañante o del in stru m en tal: dolo “con un engaño”,
arte, astu, audacia, iniuria, vitio, silentio; “adire blandis verbis”;
“cum ea serm onem nec ioco, nec serio habeas” (P lauto), cum se
añade frecuentem ente al ablativo de m odo: “cum clam ore, cum in ­
vidia sum m a” (id.). En el latín clásico se estableció como norm a
obligatoria el uso de cum con nom bres aislados, en tan to que el
nom bre calificado p o r u n adjetivo podía p rescin d ir de la p rep o si­
ción. Las transgresiones ap aren tes de esta regla se deben al hecho
de que algunos de los m ás com unes ablativos de m odo se habían
petrificado en cuasi-adverbios: arte, m odo, casu, etc. Un antiguo
recurso estilístico era la d eterm inación de u n verbo p o r u n nom bre
etim ológicam ente relacionado con él en ablativo de m odo: “aequo...
censetur censu” (id.) ; “fugit m ax u m a fugella” (Catón) ; “curro c u r­
riculo” (P lau to ), cf. “curriculo sequi” . E stas form ulas hechas se
conservaron en las lenguas especiales, en la lengua popular y en
los autores arcaizantes.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 301

El ablativo de causa puede rem o n tarse ta n to a los usos in s tru ­


m entales como al p uro ablativo de origen: “is aegritudine em or-
tu o st” (id.); “am ore p e rire ” ; “lacrum are gaudio”; “nim is serm one
huius ira incendor” (id.). EI ablativo de “m ateria” puede tam bién
ten er u n origen doble. Ejem plos como “cupam m ateria u lm ea ...
facito” (Catón) y “nescit quid faciat a u ro ” (Plauto) sugieren un
origen instrum ental. Estos sim ples instru m en tales resu ltab an com ­
parativam en te raros, y la tendencia clásica a in tro d u cir la p rep o si­
ción ex (“sta tu a ex aere facta”) sugiere que, al m enos p a ra el
Sprachgefühl rom ano, se tra ta b a de ablativos de origen. El empleo
con nom bres no m ateriales, como en “quid eo fecisti p u ero ?” (P lau­
to ), “de fra tre quid flet?” (T er.), es coloquial.

El ablativo locativo. E ste caso exp resa “lugar en donde” y “tiem ­


po cuando”. Los antiguos ablativos locativos fueron reem plazados
en gran m edida en el período p reliterario p o r construcciones p re­
posicionales con ablativo, m anteniéndose el sim ple ablativo p rin ci­
palm ente con los nom bres d e ciudades y algunos o tro s de significa­
do local. Los únicos ejem plos seguros que se en cuentran en latín
arcaico está n lim itados a la p a la b ra locus: “hom o idem duobus
locis u t sim ul s it” (P la u to ). M ás ta rd e p arte (R het. ad Her.)
y regione (César) siguen el ejem plo de loco. E stos y otros nom bres
calificados p o r m edius, im u s y su m m u s agotan el uso clásico en
este punto, pero en la p ro sa postclásica se am plió notablem ente el
dom inio del ablativo local sin acom pañam iento alguno. La poesía
y la p ro sa poética se p erm itiero n m ayor libertad; así, “densantur
cam pis h o rren tia tela v iro ru m ” (E n n io ), cf. “nebula cam po quam
m ontibus densior sed erat” (Livio). EI ablativo acom pañado p o r to­
tus se usa p a ra indicar “lugar d e n tro del q u e” : “to to me oppido
exanim atum q uaerere” (T er.); “om nes festin an t intus to tis aedibus”
(Plauto, Cas., 793). Este uso toca d e cerca a los instrum entales del
“cam ino p o r el que” (véase su p ra).
El sim ple ablativo locativo de tiem po es frecuente con nom bres
de significación tem poral: aestate, hiem e, prim ulo, crepusculo, mane,
nocte, tertiis nundinis, etc. El locativo puede indicar tam bién “tiem ­
po dentro del cual”, si bien h a de n o tarse que casi todos los ejem ­
plos se refieren a expresiones negativas o v irtu alm ente negativas :
“ñeque edes quicquam ñeque bibes his decem d iebus” (Plauto) ;
“anno vix possum eloqui” (id.). Al em plearse la construcción en
sentido afirm ativo se hacía posible u n a nueva interpretación : me
hoc triduo expecta “espéram e tres días a p a r tir de a h o ra”; hoc tri­
duo venit “h a venido en tre s días a co n tar desde hoy”, es decir,
“hace tres días”. E jem plos antiguos son “em i istanc anno uxori
m eae” (id.) ; “his annis paucis ex Asia m issus est” (Gayo G raco ).
302 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

En expresiones negativas como “ .. . u t trid u o hoc p erpetuo e lecto


nequeat surgere” (Ter.) el ablativo puede ser in terp retad o com o si
significara extensión de tiem po: “no puede levantarse del lecho d u ­
ra n te estos tres días” . Al igual que su correspondiente espacial, esta
construcción se originó en casos en que el nom b re estaba apoyado
por el adjetivo to tu s: “quoi bini custodes sem per to tis horis occu­
b a n t” (Plauto); “to ta p erducere vita... foedus am icitiae” (C atulo);
cf. “ .. . u t eo tem pore om ni Neapoli fu e rit” (Cic.); “to ta nocte con­
tin en ter ie ru n t” (C ésar). La construcción fue ganando terren o gra­
dualm ente h a sta que v ixit annis... se convirtió en la fórm ula p re d o ­
m inante en los epitafios. Incluso César ofrece ejem plos como “hoc
cum esset m odo p u gnatum continenter h o ris quinque” (B. C., 1,
46, 1). Nótese que en este caso el valor durativo está subrayado p o r
continenter (cf. perpetuo en los ejem plos de T erencio citados m ás
a rrib a ).
Los nom bres que no tenían significación tem poral requerían n o r­
m alm ente, incluso en latín arcaico, el apoyo de la preposición in,
si bien en P lauto se en cu en tra tan to nuptiis com o in nuptiis. La
construcción se propagó gradualm ente en la lengua popular a los
nom bres de significación tem poral (in tem pore, T er.) h a sta que en
latín tardío in nocte, etc., se convirtió en el tipo n o rm al de ex p re­
sión. La preposición aparece tam b ién en las expresiones de “tiem po
dentro del cual” : “illum confido dom um in his diebus m e reconci-
liassere” (Plauto) ; cf. “in diebus p aucis” (T e r.). La preposición es
de regla en el uso clásico p a ra las expresiones d istributivas: “ter
in anno” (Plauto); “bis in die” (Cic.). Sin em bargo, en los autores
no clásicos y especialm ente en los postclásicos aparece tam bién el
tipo bis die, septiens die, etc.

El ablativo absoluto. E sta construcción se originó en frases en


las que u n nom b re en ablativo estab a determ inado p o r u n adjetivo,
y en particu lar p o r u n adjetivo verbal. El ablativo podía tener cual­
quiera de las funciones ya exam inadas. La m ayor contribución fue
sin du d a la del in strum ental-sociativo de p erso n a o circunstancia
acom pañante: “m e quidem p raesente n u m quam fa ctu m st” (P lau­
to ); “tu te istic (d ix isti), etiam astan te hoc Sosia” (id.) ; “Atticus
quidam olim navi fracta ad A ndrum eiectus e st” (T e r.). Sin em b ar­
go, tam bién los ablativos de instrum ento, m odo, causa, tiem po, cua­
lidad, etc., desem peñaron u n papel. El nom bre puede estar d eter­
m inado po r u n adjetivo (m e vivo) o p o r o tro nom b re (m e auctore,
Caesare duce). De los p articipios pred o m in a el de perfecto, siendo
el de presente relativam ente ra ro en latín arcaico, excepto en fó r­
m ulas fijas, como m e praesente y m e absente. En ocasiones encon­
tram os construcciones absolutas en las que se ha suprim ido el
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPAR ADA 303
sujeto. Tienen éstas cierta afinidad con los ablativos de m odo de
participios de perfecto sustantivados, tales com o m erito, consulto,
sortito, etc. auspicato, en Plauto, Pers., 607, es u n ablativo de m odo:
“con (buenos) auspicios”. En Ter., Andr., 807, sin em bargo, haud
auspicato puede in te rp re ta rse como “sin h ab er tom ado los au sp i­
cios” . El p rim er ejem plo que no ofrece d uda es Cl. Quadr., fr. 12:
“im p etrato p riu s a consulibus u t in G allum pugnare se p erm itte re n t”.
La construcción es infrecuente en la p ro sa clásica (nunca se da en
C ésar), pero gana terren o con Livio y los au to res subsiguientes.

El verbo

Los tiem pos

El indoeuropeo, com o hem os visto en el capítulo anterior, no h a­


bía desarrollado la categoría gram atical de tiem po; los llam ados
“tem as tem porales” indicaban diferentes “aspectos” de la acción
verbal. El latín, en cam bio, desarrolló u n sistem a gram atical com ­
pleto de referencias al presente, pasado y fu tu ro en cada uno de
sus dos tem as aspectuales, indicando tam bién cuidadosam ente las
relaciones cronológicas e n tre los acontecim ientos escalonados en el
tiem po. T am bién ésta fue u n a innovación latin a que el griego no
conoce. [ N o t a 45.]

El tem a durativo

El presente. El tem a de p resente indica lo que e stá producién­


dose en el m om ento en que se habla, aunque la acción haya co­
m enzado con anterio rid ad : “iam dudum tacitu s te sequor” (Plauto);
“triennium iam hinc abest” (id.). Los acontecim ientos p retérito s
pueden presen tarse com o si tuvieran lugar an te los ojos del oyente,
supliéndose la referencia tem poral p o r el contexto. Se tra ta del “p r e ­
sente histórico”, funcionalm ente equivalente al perfecto aorístico
(véase in fra), y que m uy raram en te ocupa el lugar de u n im p e rfe c ­
to. En época tardía, sin em bargo —a p a rtir de P etronio — , se hace
u n uso m ás indiscrim inado del p resen te histórico. E s un rasgo ya
antiguo de la lengua coloquial m uy utilizado p o r los analistas. Su
vivacidad y sencillez lo hicieron tam bién apropiado p a ra la lengua
poética, y es p articu larm en te corriente en la lengua del dram a, fiján ­
dose la estru c tu ra tem poral p o r m edio de perfectos introductorios
o a m odo de conclusión. El futuro, de m odo sim ilar, puede ser no­
tado p o r m edio de u n presente, especialm ente con verbos dç m ovi-
304 INTRODUCCIÓN AL LATIN

miento : “ego hos conveniam; p o st huc redeo” (Ter.) ; “m ane istic :


iam exeo” (Plauto) ; “in ius voco te : : non eo” (id.) ; cf. “tuem ini,
inquit, castra...; ego reliquas p o rta s circum eo et castro ru m p ra e­
sidia confirm o” (César, B. C., 3, 94, 5). Tenem os, p o r últim o, el asi
llamado uso “acrónico” del p resente (“ah o ra y siem pre”) : “facile
omnes quom valem us recta consilia aegrotis dam us” (Ter.) ; “dulce
et decorum est pro p a tria m o ri” (H ö r.).

El im perfecto. El p re té rito del durativo —el im perfecto— no


tenia, estrictam ente hablando, n ad a que ver con la duración actual
del acontecim iento de referencia, del m ism o m odo que en caste­
llano uno y el m ism o acontecim iento puede ser objeto de referen­
cia como retazo de la h isto ria (“¿Qué p lan taste ayer en el ja rd ín ? ’.’)
o representado como en su desarrollo ante' los ojos del oyente
(“¿Qué estabas plantando ayer en el ja rd ín ? ”). Así, el im perfecto,
pretérito del aspecto del “testim onio o cular”, se u sa prim ariam en­
te en descripciones a las que se quiere infundir vida: “lacrim as ta ­
citus auscultabat” (Plauto); “u t trepidabat, u t festin ab at!” (id.). A
p a rtir de esta función básica se desarrolló el uso como expresión
de la acción habitual (“optum i quique expectabant a me doctrinam
sibi”, id.), y de la acción repetida (“cottidie accusabam ”, Ter.; pero
nótese el h abitual saepe dixi). El uso del im perfecto p a ra expresar
tiem po relativo, es decir, acción contem poránea de o tra acción, es
tam bién u n fenóm eno secundario. P o r o tra p arte, resu lta dudosa
la oportunidad de establecer las subcategorías de im perfecto ingre­
sivo y conativo. Tienen éstas su origen en las dificultades que p re ­
senta la traducción a lenguas que no tienen, o h an desarrollado de
m odo distinto, las categorías gram aticales del aspecto. Así, tune
dentes m ihi cadebant prim ulum significa p ropiam ente “yo estaba
con los dientes cayéndom e” (aspecto del “testim onio ocular”). En
español traducim os “los dientes em pezaban a caérsem e” y los gra­
m áticos catalogan este uso como “ingresivo”. De m odo sim ilar, eos
captabant significa “estaban en el proceso de cogerlos”. En cas­
tellano traducim os “estaban intentando cogerlos” , y los g ram á ti­
cos establecen el ap artado titulado “im perfectum de conatu”.

El futuro. El tem a em pleado p a ra referirse fácticam ente a acon­


tecim ientos fu tu ro s se desarrolló, com o hem os visto, a p a rtir de
antiguos subjuntivos y desiderativos. Podem os todavía observar
num erosos restos del antiguo valor m odal. El valor prospectivo
(véase infra) es evidente en ejem plos como “haec e rit bono genere
n ata” ; “dicet aliquis” (Cic.) ; “si viderit, gnatam n o n d a b it”. Estos
futuros prospectivos se em plean en expresiones gnóm icas: “virgo
atque m ulier nulla erit quin sit m ala” (P la u to ). A bundan tam bién
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 305

los usos voluntativos, especialm ente en la lengua coloquial : “tu,


m iles, apud m e cenabis” (id .); “tu cavebis ne m e attingas” (id.);
“num quam edepol viva m e in rid eb it” (id.) ; “quae opus sunt dom i­
n us p raebeb it” (C ató n ). A veces este fu tu ro voluntativo altern a con
el im perativo: “depsito bene... p ostea m agis d epset” (id.).

El tem a de perfecto

EI perfecto latino [ N o t a 46] asum e las funciones del aoristo y


del perfecto indoeuropeos. En cuanto aoristo, el perfecto de indi­
cativo se reflere a u n acontecim iento como a u n retazo de la his­
to ria sin m ás calificación, prescindiendo de su duración actual (“hae
perm an seru n t aquae dies com plures”, C ésar). Puede usarse tam ­
bién con referencia a cualidades d u rad eras (“qui proxim i Oceano
fu e ru n t hi insulis sese occultaverunt”, (id.) y a acciones repetidas
(saepe dixi, etc.).
El empleo gnómico aparece ya en Plauto (saepe is cautor captus
est), pero este desarrollo original fue estim ulado en gran m edida
p o r el ejem plo del griego. En la p ro sa son sus principales expo­
nentes Salustio, Séneca y T ácito (“avaritia pecuniae studium habet
quam nem o sapiens concupivit”, Salustio).
El “p erfecto -p resen te” indica el estado resu ltan te de una acción.
E sto resu lta claro en form as antiguas como m em in i y odi, que tienen
exclusivam ente significado p resente (cf. perii, “soy hom bre m u e r­
to ”, e tc .). A m enudo el p erfecto indica que la acción h a pasado ya
y está cum plida: “actum est, viximus, floruim us”, cf. “vixerunt!”
(anunciando la ejecución de los cóm plices de la conspiración de Ca­
tilina) (Cic.), “fuim us Troes, fuit Iliu m ” (Virg.). El im aginar como
presen te u n estado fu tu ro confiere viveza a la expresión: “si offen­
dero, periisti” (Ter.). Sobre las perífrasis de perfecto véase p. 171.
El pluscuam perfecto, com o p re té rito del perfecto [ N o t a 4 7 ] , indi­
ca el estado pasado. En latín, sin em bargo, este valor se observa so­
lam ente en las form as p re té rita s de “p erfecto s-p resentes” del tipo
odi, m em ini. En la m ayor p a rte de los casos la función de este tiem ­
p o es expresar la p rio rid ad de u n acontecim iento pasado con re la ­
ción a otro acontecim iento pasado : “alium m e fecisti, alius vene­
ra m ” (Plauto). E ste escalonam iento en el tiem po no tenía expresión
form al en indoeuropeo, e incluso en latín se descuida a m enudo :
“quam duxit uxorem ex ea n a ta st haec” (id.). El uso del perfecto,
incluso con referencia a acontecim ientos anteriores, es de regla en
la época clásica en oraciones tem porales introducidas p o r postquam ,
ubi, u t (p. 328). La elipsis de la expresión del term inus ante quem en
frases como “fugitivos ille, u t dixeram ante, vendidit” (id.) “n o n te
306 INTRODUCCIÓN AL LATIN

provideram ” (id.) fue el p unto de p a rtid a de u n proceso gradual de


interferencia en el perfecto p o r p a rte del pluscuam perfecto: “earn
osculantem hic videras” (id.); “quan ti hosce em eras” (id.). Que este
uso tenía u n tin te coloquial resu lta evidente del hecho de que Ci­
cerón raram en te lo u sa a no ser en su correspondencia. Su frecuen­
cia creciente en el latín p o sterio r se vio estim ulada p o r la am bigüe­
dad fonética de form as com o vidit, etc. (recuérdese la pérd id a de - t
final, véase p. 163).
El futu ro perfecto raram en te expresa el estado futuro, salvo
como fu tu ro de los perfectos de significación p resen te: m em inero,
novero, odero. Se u sab a n orm alm ente p a ra indicar p rio rid ad de un
acontecim iento fu tu ro con relación a otro acontecim iento futuro,
empleo que no precisa ejem plificación. La distinción en tre los dos
fu tu ro s resu lta b o rro sa ya en Plauto, cuyo uso aparece a m enudo
gobernado p o r consideraciones m étricas; en efecto, las term inacio­
nes del fu tu ro perfecto p roporcionan una cláusula apropiada al tr í­
m etro y al septenario: “vos tam en cenabitis, / cena ubi e rit cocta;
ego ru ri cenavero” (Plauto, Cas., 780). Como fu tu ro de u n tem a de
aoristo el fu tu ru m exactum se opone a veces claram ente al fu tu ro
del in fectu m desde u n p u n to de vista aspectual: “hanc m iserrim am
vitam vel sustentabo vel, quod m ulto est melius, abiecero” (Cic.).
E ste uso es coloquial y arcaico. En el período postclásico observa­
mos, adem ás, el desarrollo de u n empleo deliberativo: “occidi ius-
sero?” (“ ¿m andaré que lo m aten ?”, Séneca).

Los modos [N ota 48]

El subjuntivo

El verbo indoeuropeo, según hem os visto en el capítulo anterior,


tenía una serie de recursos m orfológicos p a ra expresar diferentes
m odos de referencia a los acontecim ientos. Usando el m odo indica­
tivo el hablan te hacía una referencia objetiva a los hechos, afirm an­
do que la situación era ésta o esta otra. Los otros m odos expresaban
diversas actitudes en relación con los acontecim ientos o estado de
cosas de referencia; el subjuntivo expresaba de m odo general (a) vo­
lu n tad (subjuntivo volitivo) y (b) probabilidad o expectación (sub­
juntivo prospectivo); el optativo indicaba (a) deseo y (b) contin­
gencia (optativo potencial). Según hem os visto ya, estos dos m odos
se fundieron en latín, p o r u n proceso de sincretism o, en uno solo,
el subjuntivo, con características m orfológicas derivadas del su b ­
juntivo y optativo de la lengua m ad re y num erosas innovaciones
particulares. E sta variedad m orfológica p o d ría de p o r sí llevarnos a
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 307

esperar u n a m ultiplicidad funcional, y esto es lo que de hecho re ­


velan los textos m ás antiguos. P o r ello, el in te n ta r establecer la
“unidad del subjuntivo latin o ” y el delinear, p o r m edio de una elec­
ción plausible pero a rb itra ria de ejem plos, u n a cadena de desarrollo
a p a rtir de la “función p rim itiv a”, viene a quedarse en un puro
ejercicio de ingenio. Es éste un tipo de investigación propio de los
etim ólogos, quienes derivan los significados concretos de las p a la ­
b ra s en los contextos observados de u n a “U rbedeutung” un tan to
vaga de la raíz. Dado el hecho del parentesco con o tras lenguas, ta ­
les como el griego, y las supervivencias m orfológicas evidentes del
subjuntivo y optativo indoeuropeos, lo m ás seguro será dar por
sentado que algunas de las funciones de estos m odos sobrevivieron
en el prim itivo latín y hacer de estas funciones antiguas la base de
n u estro breve y sum ario análisis y clasificación, del m ism o m odo
que ordenam os las m últiples funciones del ablativo según el esq u e­
m a de ablativo, locativo e instrum ental. La distinción funcional en ­
tre voluntad y deseo y en tre prospectivo y potencial es, desde luego,
delicada, y m uchos de los ejem plos adm iten interpretaciones diver­
sas. Conviene reco rd ar que los tem as “tem porales” no expresaban
en origen relaciones de tiem po. A hora bien, resu lta especialm ente
característico del latín su continuo avance hacia u n a precisa dife­
renciación de las relaciones tem porales dentro de los modos.

1. Volitivo (orden, consejo, etc.). La p rim era persona del p lu ­


ral (eamus, “vayam os”, “tenem os que ir ”) es m ás frecuente que la
del singular: ostende: inspiciam “m u éstram elo : quiero verlo”, “que
lo vea” (Plauto, Poen., 1075); cf. “videam m odo m ercim onium ” (id.,
Pers., 542); “quod p erd u n d u m st p roperem p erd ere” (id., Bacch.,
1049).
En la segunda persona del singular el subjuntivo es frecuente
en latín arcaico com o equivalente — ¿tal vez atem perado?— del
im perativo. Más ta rd e este tipo (facias) es coloquial y poético. En
Cicerón está prácticam ente lim itado a la correspondencia (nótese
tam bién “isto bono u ta re dum adsit, cum ab sit ne req u iras”, De
sen., 33). La tercera persona es de uso com ún en todas las épocas.
M ucho m ás ra ra es la segunda p ersona del p lu ral: velitis iubeatis
Quirites. El tiem po em pleado es norm alm ente el presente; perierint
{Plauto, Stich., 385) es el im perativo del “perfecto -presente” perii
“estoy p erd id o ”. El perfecto es algo m ás corriente en la pasiva: “hoc
sit nobis dictum ” (Cic., De invent., 2, 50). En el latín arcaico estos
subjuntivos yusivos están frecuentem ente introducidos por u t(i),
que en origen significaba “de algún m odo” : “p ro in tu ab eo u t ca­
veas tib i” (Plauto, Bacch., 739); “sed u ti adserventur) (id., Capt., 115).
En esta esfera de empleo encontram os ejem plos del desarrolló s is­
308 INTRODUCCIÓN AL LATIN

tem ático latino de gradaciones tem porales. Así, el im perfecto se


usa como volitivo del pasado: “si volebas p articip ari, auferres dim i­
dium dom um ” (“debías haber tom ado”, id., Truc., 748); cf. Cic.,
Pro. Rab. Post., 29. El pluscuam perfecto es m ás frecuente en latín
clásico que el im perfecto: “quid facere d ebuisti?... rettu lisses”, etc.
(id., ln Verr., 2, 3, 195). Una vez que quedó establecido este uso del
pluscuam perfecto, el im perfecto, p o r oposición, pasó a em plearse
para designar la obligación presente.
P ara las “prohibiciones” el latín arcaico disponía de los siguien­
tes modos de expresión:
I) ne time. Conservó c arácter coloquial y poético.
II) ne facias (cave facias). Tam bién típico de la lengua colo­
quial. El único ejem plo seguro en la p ro sa clásica es el pasaje del
De senectute citado m ás arriba, caso que h a de explicarse p o r la
cuidadosa concinnitas y el equilibrio quiástico del período. El fre ­
cuente empleo de este giro en F ro n tó n y Apuleyo puede considerar­
se uno m ás de sus m anierism os arcaizantes.
III) ne feceris. Es u n tipo raro en la tercera p ersona del singu­
lar, si bien hay u n cierto núm ero de ejem plos con nem o: “satui
semen... m utuum dederit nem ini”. (Catón, Agr., 5, 3). La distinción
entre el presente y el perfecto de subjuntivo en prohibiciones puede
haber sido en origen de “aspecto” : ne facias “d eja de h acer”, ne
feceris “que no se te o curra hacer”; sin em bargo, la distinción se
habría borrado en gran m edida ya en el latín arcaico. El perfecto no
conoce un uso amplio en el latín clásico. César lo evita y hay u n solo
ejemplo en los discursos de Cicerón, si bien es m ás ab undante en las
cartas y en las obras filosóficas y retóricas.
IV) El giro característico de la “u rb an id ad ” clásica, noli facere,
estaba ya am pliam ente desarrollado en latín arcaico.
El subjuntivo en interrogaciones es a m enudo difícil de clasifi­
car. Asi, E rnout y Thom as in te rp re ta n “an ego occasionem ... am it­
terem ?” (Ter., Eun., 604-6) como subjuntivo de posibilidad y tra d u ­
cen “pouvais-je laisser échapper l’occasion?”. S in em bargo, las
interrogaciones asum en generalm ente, p o r u n a especie de asim ila­
ción anticipatoria, la form a de la resp u esta esperada, o bien expe­
rim entan la influencia de la frase que provoca la interrogación. E sta
consideración puede servir de guía a n u estro análisis. Así, eloquar
an sileam? espera u n a resp u esta del tipo sile (sileas), es decir, u n a
form a de orden o m andato, no u n a predicción de acontecim ientos.
Estos subjuntivos, deliberativos, tienen, p o r tanto, u n carácter cla­
ram ente volitivo. Lo m ism o puede decirse de los subjuntivos su s­
citados po r u n a orden: “sequere : : quo seq u ar?” (Plauto, Bacch.,
406). La fuerza volitiva in herente al subjuntivo puede ponerse en
g r a m á t ic a HISTÓRICO-COMPa r a d a 309

relieve por un vis intercalado : “redde hue sis : : quid tibi vis red ­
d am ?” . T am bién en esta construcción se u sa el im perfecto para tr a s ­
po n er la acción al pasado: “quid agerem ? : : adulescenti m orem ges­
tu m o p o rtu it” (Ter., Adel., 214); “an tu tetigisti has aedis? :: cur
n on tangerem ?” (Plauto, Most., 454). Es m uy raro el empleo del
pluscuam perfecto con este sentido: “egone u t beneficium accepis­
sem contum eliam ” “ ¿debía yo recibir este insulto como un favor?”
(Cic., Ad Att., 15, 11, 1). El fu tu ro de indicativo con valor volitivo
aparece a m enudo en lugar del p resente de subjuntivo : “salta sic : :
ego saltab o ?” (Plauto, Men., 198). La resp u esta deliberativa a una
o rden puede ten er u n tono de indignación y protesta. Ejem plos
típicos son: “intus serva : : ego intus servem !” (id., Aul., 81); “m eum
collum circum plecte : : te n co m p lectatu r!” (id., Asin., 696). E ncon­
tram o s este uso tam b ién proyectado hacia el pasado; así, con el
im perfecto: “ille d a re t illi!” (Ter., Phorm., 120); con el perfecto:
“ille aedis em e rit!” (Plauto, Most., 1026 d).
El m atiz de indignación y p ro te sta se desprende del contexto y
del tono de la voz y no es in herente al subjuntivo, que, según hem os
visto, tiene carácter volitivo. Sin em bargo, dado que este tip o de
expresión llegó a u sarse p a ra hacer frente no sólo a órdenes, sino
tam bién a afirm aciones, hay cierta justificación p ara establecer una
subcategoxía que podem os designar “subjuntivo de repudio” : “vir
ego tuos sim !” (id., Am ph., 813); “egon haec p atiar au t taceam !”
(id., Asin., 810); “tecum fui : : tu n m ecum fu eris!” (id., Amph., 818).
De este m odo este uso va derivando gradualm ente hacia el su b ju n ­
tivo de “cita”, el subjuntivo “oblicuo” : “quid fecit? :: quid ille fe­
ce rit...” “ ¡preguntas qué h a hecho!” (Ter., Ad., 84).
Algunos de los ejem plos citados en este ap artad o resultan am ­
biguos. Así “egone u t haec conclusa gestem clanculum ? ut celem
p a tre m ... tu a flagitia” (Plauto, Bacch., 375) ten d ría com o traducción
m á s lógica “cóm o p o d ría yo ocultar tu s desaguisados”, es decir, con
valor potencial. Del m ism o m odo “som nium ! utine haec ignoraret
suom p a tre m ? ” (Ter., Phor., 874) p odría traducirse “ ¡sueños! ¿cómo
p o d ría ella desconocer a su propio p ad re?” (potencial), o tal vez “a
buena h o ra iba ella a desconocer a su p ad re!” (repudio).
O tra derivación del subjuntivo volitivo es el em pleo con valor
perm isivo : “ubi illum quaeram gentium ? : : dum sine m e quaeras,
quaeras m ea causa vel m edio in m ari” (“puedes buscarlo en m itad
del m a r”, P lauto, Epid., 678). El uso concesivo, estrecham ente liga­
do al precedente (“a u n q u e ...”), no se desarrolla plenam ente h a sta el
latín clásico. El ejem plo m á s antiguo es “sane sint superbi: quid id
ad nos a ttin e t” (Catón, p. 25, 4; Jo rd an ). El empleo correlativo del
perfecto de subjuntivo con referencia al pasado no se encuentra h a s­
ta Cicerón: “fu erin t cupidi, fu erin t ira ti” (“adm ito que se dëjaron
310 INTRODUCCIÓN AL LATIN

llevar por la avidez, p o r la ira ...”, Pro Q. Lig., 18). El subjuntivo con­
cesivo lleva en su form a negativa rae, señal clara de su carácter vo­
litivo.

2. Optativo (deseo). El sim ple subjuntivo se conserva en algu­


nas fórm ulas: di te am ent, di bene vortant, valeas, salvos sis, etc.;
sin embargo, en la m ayor p a rte de los casos las expresiones de d e­
seo están introducidas p o r la p artícu la u t (en latín arcaico) o bien
por su form a reforzada uti-nam , qué en origen significaban “de
algún m odo”. Tal es tam bién el valor de la poco u sada form a qui,
instrum ental del pronom bre indefinido: “qui illum di om nes deaeque
perd an t” (Plauto, Cas., 279). El único ejem plo en latin clásico es
“qui illi di ira ti [s in t]” (Cic., Ad Att., 4, 7, 1). si y sic (“de este
m odo”) se encuentran de m odo ocasional, especialm ente en poesía,
pero la aparición de la segunda de dichas p artícu las en P etronio y
en las lenguas rom ances hace sospechar que se tra ta b a de un uso
popular. El tiem po em pleado es, en la generalidad de los casos, el
presente de subjuntivo. E n la p rim era p erso n a raram en te aparece sin
utinam , si bien es m ás frecuente su om isión en im precaciones: m o ­
riar, peream. La segunda p ersona aparece ra ra m e n te en la p ro sa
clásica. Poco frecuente es el perfecto de subjuntivo, siendo la m ayor
p arte de los ejem plos arcaicos aoristos sigm áticos [ N o t a 49]: “ita
di faxint”, “di te servassint”. Las form as en -r del perfecto de su b ­
juntivo son, en Plauto, m ucho m enos frecuentes (“n e di siverint”,
Merc., 323). En ocasiones el perfecto es u n verdadero “perfecto-
presente” : “u t satis contem plata sis” (Ter., H. T., 617). La negación
es norm alm ente ne, utinam ne; se da tam bién non, pero no en latín
arcaico. Tam bién en la expresión de deseos encontram os a veces
el futuro de indicativo con valor volitivo en lugar del subjuntivo:
“dabunt di quae velitis vobis” (Plauto, Asin., 623); “di fo rtu n ab u n t
vostra consilia” (id., Trin., 576). La construcción clásica p o r la que
deseos “irreales” o im posibles se expresan p o r m edio del im perfecto
de subjuntivo y, con referencia al pasado, del pluscuam perfecto está
ya firm em ente establecida en el latín arcaico. Sin em bargo, se en­
cuentran ejem plos de p resente de subjuntivo expresando deseos p re ­
sentes (“utinam nunc stim ulus in m anu m ihi s it”, Plauto, Asin., 418)
y de im perfecto referido a deseos pasados (“u tin am te di prius p e r­
derent quam periisti e p a tria tu a ” , id., Capt., 537). La expresión
de deseos irreales está casi siem pre in tro d u cid a p o r utinam , siendo
la única excepción Catulo, 2, 9.

3. Prospectivo. E ste antiguo valor del subjuntivo indoeuropeo


h a dejado pocos restos, y algunos estudiosos han negado su existen­
cia en latin. La distinción en tre “yo creo que va a suceder tal cosa”
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 311

y el potencial “tal cosa p o d ría suceder en circunstancias dadas” es,


desde luego, delicada. En la p rim era p ersona (“quid ego cesso hos
conloqui? sed m aneam etiam opin o r” (Plauto, Trin. 1135) el m odo
puede in te rp re ta rse sea com o volitivo (“prefiero e sp erar”) o como
prospectivo (“creo que voy a e sp e ra r”) . Un em pleo claram ente p ro s­
pectivo es “ubi senex sen serit sibi d ata esse verba, virgis dorsum
dispoliet m eum ” (Plauto, Epid., 92). Sin em bargo, en la m ayor p a r­
te de los casos el em pleo del subjuntivo latino p ara la afirmación
con reservas de u n acontecim iento fu tu ro es derivable del antiguo
optativo potencial indoeuropeo. Un ejem plo am biguo es “nec me
m iserior fem ina est ñeque u lla v ideatur m agis” (id., Am ph., 1060).

4. Potencial (O ptativo). Es el m odo de la expresión de los acon­


tecim ientos contingentes: tal cosa o cu rriría o p o d ría ocurrir en ta ­
les circunstancias. En el latín arcaico resu lta sorp ren dente el escaso
núm ero de ejem plos que se en cuentran sin ir acom pañados de una
cláusula condicional, siendo en u n a gran m ayoría de los casos la
fo rm a velim o sus com puestos nolim y m alim . E sta restricción en el
uso, com parada con la m ucho m ayor lib ertad observada en el grie­
go y el sánscrito, h a llevado a algunos estudiosos (entre ellos K roll)
a derivar los usos potenciales latinos de expresiones de voluntad,
deseo y “fu tu rid a d ”. velim , según esta posición, no es m ás que una
fórm ula de cortesía. Y p a ra ser u n a “fórm u la de co rtesía” el m odo
tiene que expresar u n m atiz significativo d istin to al del indicativo
como afirm ación ta ja n te de u n hecho; se tra ta de la diferencia entre
“m e g u staría” y “quiero”. L a explicación b asad a en la “fórm ula de
cortesía” hace realm ente adm isible en su con ju n to la tesis. El que
u n antiguo uso indoeuropeo haya sobrevivido sólo en algunas fó r­
m ulas m ás resistentes no supone dificultad teórica alguna. Pode­
m os reco rd ar que en griego ta rd ío el optativo sobrevió fundam ental­
m ente en fórm ulas como χαίροις, μή γένοιτο. N uestra exposición,
pues, debe to m ar la fo rm a de u n catálogo del efectivam ente re d u ­
cido núm ero de tipos de em pleo. No tiene dem asiado sentido dis­
tinguir en tre u n potencial del tipo inglés “should /w ould” y uno del
tipo “can”. La distinción no es inherente al m odo; viene provocada,
sim plem ente, p o r la traducción a lenguas que no tienen esas piezas
en su m aq u in aria gram atical. Conviene term in ar con las lam enta­
ciones tradicionales y con la tiran ía de las g ram áticas de las dis­
tin ta s lenguas m odernas sobre la latina. El potencial, pues, se da:
a) E n las form as velim , m alim , nolim ; ejem plos passim .
b) En la segunda p erso n a im personal, especialm ente con verbos
de conocim iento y percepción: videas, audias, cernas, scias, invenias,
censeas, possis, etc.
312 INTRODUCCIÓN al l a t ín

c) La tercera p ersona de singular es ra ra en latín arcaico; “id


flagitium m eum sit” (Plauto, Bacch., 97) va seguido de u n a oración,
de infinitivo que equivale a u n a p rótasis; “quid sit hoc hom inis?”
(“¿qué clase de hom bre puede ser éste?”, id., A m ph., 576) es u n desa­
rrollo del subjuntivo de repudio (cf. “bonus est hic vir ; ; hic vir
sit bonus?”, Ter., And., 915). Con verbos de decir y creer se citan
como los m ás antiguos algunos ejem plos de Terencio: “roget quis ” 3
(i'¡un., 511); “quis non credat? (And., 489). Sin em bargo, en la p ro ­
sa clásica es m ás frecuente con este sentido el perfecto de su b ju n ti­
vo. El prim er ejem plo, dixerit aliquis, aparece en Catón, pero fue
Cicerón quien desarrolló este empleo, especialm ente en sus obras
filosóficas y retóricas y en sus cartas, com o equivalente latino del
optativo griego —conviene n o ta r que César los evita—, prim ero
en expresiones de decir y pen sar y luego con otros verbos: “quis
eum iure rep reh en d erit” (De fin., 1, 32). Este uso se extendió a las
oraciones subordinadas en la latinidad postclásica (véase in fra).
Tam bién en el caso del potencial a rb itró el latín un m edio de
expresión del p retérito . El uso del im perfecto de subjuntivo con
este valor es raro en Plauto, excepto en oraciones plenam ente con­
dicionales “scires” (“podías h aber sabido”, Plauto, Cure., 331), “quo
nunc ibas? : : exsulatum : : quid ibi faceres?” (id., Merc., 884) ; “m are
velis florere videres” (Catón, 34, 4, J.). E ste empleo de la segunda
persona de singular im personal es todavía m uy escaso en P lauto y
sólo a p a rtir de Terencio se hace frecuente. La p rim era y tercera p e r­
sonas fueron ra ra s en todas las épocas en oraciones independientes;
el tipo quis crederet se encuentra p o r vez p rim era en Cicerón. T am ­
bién fue siem pre infrecuente el perfecto con significado de pasado:
“non illam vir p rio r attig erit” (Catón, 67, 20); “hoc dixerit potius
E nnius” (Cic., De fin., 2, 41). “Them istocles nihil d ix erit...” (Id., De
off., 1, 75); “qui am bo saltus eum ... deduxerint” (Livio, 21, 38, 7). ;
Las gradaciones de tiem po se desarro llaro n de m odo m ás sis­
tem ático en las oraciones potenciales “irreales” (es decir, que ex­
presan algo co ntrario a los hechos). El indoeuropeo no poseía m e­
dios específicos p a ra la expresión de la “irrealid ad ”; el uso del
presente, im perfecto y pluscuam perfecto de subjuntivo con los va­
lores respectivos de futuro, p resente y pasado es u n a innovación
latina que se corresponde con la serie establecida p a ra la expresión

3. D ado que en este caso el sentid o es “supongam os que algu ien p reg u n ta ”,
podría considerarse el ejem plo com o yusivo. E xactam en te igu al es “atqui a li­
quis d ica t” (“y supongam os que alguno d ice”, Ter., And., 640), con el que p o­
dem os com parar “v en d at aed es vir b on u s” (“supongam os que u n hom bre h o n ­
rado vende una ca sa ”, Cic., D e of]., 3, 54). N o deja de ser sign ificativo con vistas
a la in terp retación yusiva el que el im perativo aparezca co n valores sim ilares
(véase in fra ). E l em pleo que consideram os puede trasponerse tam b ién al p asa­
do: “d iceret «quid feci»” (“supongam os que hub iera d ich o ...”, Ter., A n d. 138).
GRAMÁTICA HISTORIOO-OOMPARADA 313

de los deseos. En u n p rim er m om ento, según hem os visto, el im p e r­


fecto se usó como p retérito . Su acceso al valor de presente se p ro ­
dujo por u n proceso de reorganización en el que sirvió de c o n tra ­
peso al pluscuam perfecto de subjuntivo, ra ro en latín arcaico
especialm ente fuera de oraciones plenam ente condicionales (véase
in fra). Bennet cita sólo dos ejem plos independientes en P lau to y
seis en Terencio.

El indicativo “irreal”
En ciertos giros el indicativo aparece usado con valor irreal. Te­
nem os en p rim er lugar los m odos retóricos de expresión que p re te n ­
den dar vida a la descripción de u n acontecim iento presentándolo
como presente o como cum plido, previniendo lo aparentem ente ine­
vitable po r m edio de circunstancias inesperadas: “praeclare vicera­
m us, nisi spoliatum , inerm em , fugientem Lepidus recepisset A nto­
n ium ” (Cic., Ad fam., 12, 10, 3); “a t ille... ferru m ... deferebat in
pectus, ni proxim i prensam dex tram vi attin u issen t” (Tác., Ann., 1,
35). Cabe considerar tam bién aquí el “solus eram , si non saevus
adesset A m or” de Ovidio (Am., 1, 6, 34).
En otros casos la aparente contradicción in herente al indicativo
irreal se explica p o r el alto grado de precisión del latín, porque
cuando existe o ha existido una posibilidad, probabilidad, obliga­
ción o conveniencia, la afirm ación que a ella se refiera va, con toda
lógica, en indicativo: p o ssu m “soy capaz”, potu i “fui capaz”, “p u d e”,
etc. De ahí el empleo “irre a l” del indicativo con verbos como p o s­
sum , debeo, oportet, en frases como par, satius, m elius est y con el
gerundivo y el perifrástico fu tu ru s fu it “estuvo en condiciones d e”.
P o r o tra parte, si la posibilidad depende o h a dependido de una
condición incum plida, resu lta adecuado que la expresión asum a el
colorido “irreal” del subjuntivo. No es preciso decir que esta sutil
distinción lógica no se observaba con fidelidad. En la práctica, potui,
etc., y potuissem , etc., se intercam biaban, siendo el subjuntivo m ás
frecuente en la p ro sa clásica: “quid facere potuissem nisi consul
fuissem ?... consul esse qui potui nisi eum vitae cursum tenuissem ”
(Cic.). En el latín arcaico el uso de los tiem pos es el lógico: satius
est “sería m e jo r”; satius erat, fu it “h abría sido m ejo r” . Sin e m b ar­
go, en la época clásica ya se había producido el m ism o desplaza­
m iento de referencia tem poral que hem os observado en el su b ju n ­
tivo “irreal” , satius erat pasó a significar “sería m e jo r”. P a ra el
pasado, sin em bargo, se prefirió el perfecto al pluscuam perfecto, par
fuerat, aequum fuerat aparece en Plauto, y potuerat en Terencio,
pero aun en la p ro sa ciceroniana potueram , debueram , oportuerat
continuaron siendo raros.
314 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

El imperativo
P ara la distinción entre el im perativo de presente y el de futuro
véase “Morfología” (pp. 276 s .).
El im perativo tiene u n amplio cam po significativo; se em plea para
expresar órdenes, m andatos, deseos (bene ambula, “que te vaya
bien”), ruegos, etc. P articu lar interés tiene su em pleo para expresar
una previsión o suposición: “ausculta, scies” (“escucha y sa b rá s”,
Plauto, Asín., 350); “verbum etiam adde u num : iam in cerebro co­
laphos apstrudam tu o ” (“di una p alab ra m ás y te rom peré la ca­
beza”, id., Rud., 388); “m odo sis veni huc: invenies infortunium ”
("ven aquí y lo pasarás m al”, id., Am ph., 286); cf. “lacesse: iam vi­
debis furentem ” (Cic., Tuse., 4, 54). E ste em pleo del im perativo p a ra
expresar una suposición apoya la interp retació n de los subjuntivos
del tipo aliquis dicat (“supongam os que alguien dice”) como yusivos
en lugar de com o potenciales (véase s u p ra ).

L as fo rm a s n o m in a l e s d el v er b o

El infinitivo

M orfológicam ente los infinitivos latinos son innovaciones que


n ad a tienen en com ún con los infinitivos del griego, ni siquiera con
los del osco-um bro y el céltico. P o r tanto, los num erosos paralelis­
mos de uso existentes entre el latín y el griego tienen que deberse a
desarrollos independientes. Los infinitivos latinos fueron en origen
form as casuales de nom bres verbales que se fueron despojando gra^
dualm ente de algunas de sus funciones nom inales p a ra ligarse m ás
estrecham ente al sistem a verbal, adquiriendo en este proceso d istin ­
ciones morfológicas de tiem po y voz. En ciertos em pleos latinos
resulta todavía claro el carácter nom inal: el infinitivo designa sim ­
plem ente la acción significada por la raíz verbal. Esto resu lta espe­
cialm ente claro en el llam ado infinitivo histórico, que aparece cuan­
do una narración se delinea con pinceladas ráp id as y am plias que
dejan los detalles de persona y tiem po a m erced del contexto. Estas
frases nom inales son un tipo prim itivo de expresión del que ya
Plauto hace escaso uso. No deja de ser significativo el hecho de que
el infinitivo histórico sea frecuente en los h isto riad o res arcaizantes,
Salustio y Tácito, m ientras que César tiende a evitarlo. La m ayor
p a rte de los ejem plos ciceronianos aparecen en los discursos de la
prim era época. E ntre los m ás antiguos están : “consonat terra, cla­
m orem utrim q u e eeferunt, im perator u trim q u e lo v i vota suscipere,
h o rta ri exercitum ” (Plauto, Am ph, 229) ; “circum stabant navem ven-
GRAMÁTICA HISTÓHICO-COMPARADA 315

ti, im bres atq u e procellae frangere m alum , ru ere antennas, scindere


vela” (id., Trin., 836). Este últim o ejem plo b a sta ría p a ra re fu ta r la
tan repetid a afirm ación de que el infinitivo histórico nunca tuvo
valor aoristico, sino siem pre el de im perfecto. De hecho tiene un
valor neutro, y el tipo de acción (aspecto) queda determ inado por
el significado del verbo.
El infinitivo, designando u n acontecim iento, puede aparecer com o
exclam ativo o im perativo según el contexto y el tono de la voz: “vae
m isero m ihi: p ro p te r m eum caput labores hom ini evenisse” (Plauto,
Capt., 945) ; “huncine hom inem te am plexari” (id., Truc., 953). EI in­
finitivo se u sa con valor de im perativo en b astan tes lenguas in d o ­
europeas, pero en latín este em pleo surgió de m anera independien­
te a p a rtir de la designación de la acción en tono de m andato. Es un
rasgo esencialm ente coloquial que no aparece en textos literarios
h asta Valerio Flaco: “tu socios adhibere sacris” (3, 412). A bundan
los ejem plos en la p ro sa de los au to res vulgares, y el rom ance ha
conservado este uso en prohibiciones. La presencia de esta co n stru c­
ción en los escrito res eclesiásticos puede ser considerada como uno
m ás de los rasgos vulgares del latín cristiano, si bien no puede ex­
cluirse la influencia griega.
La naturaleza sustantiva del infinitivo está p uesta claram ente de
relieve p o r el uso de p ronom bres a él referidos: “tuom conferto
am are” (Plauto, Cure., 28) ; “istuc nihil dolere” (Cic., Tuse., 3, 6 , 12) ;
“m e hoc ipsum nihil agere et plane cessare delectat” (id., De or.,
2, 24). Este tipo de infinitivo, que resu ltab a apropiado para tra d u cir
el infinitivo griego precedido del artículo, conoció cierta boga en
los textos filosóficos. Que tenía u n tono coloquial se desprende del
hecho de que Cicerón lo em plea —p o r lo que m ira a o tra clase de
escritos— fundam entalm ente en sus cartas; es tam bién frecuente en
Petronio. El infinitivo sustantivado puede tam bién ir regido por una
preposición. El p rim er ejem plo se registra en Cicerón: “inter o p ti­
me valere et gravissim e aegro tare nihil interesse” (De /¿re., 2, 43). En
el latín clásico sus funciones nom inales se am pliaron de tal m anera
que el infinitivo puede incluso ap arecer determ inado por un geni­
tivo (“cuius non dim icare vincere fu it”, Val. Max., 7, 3, 7) y p o r un
adjetivo en lugar de un adverbio (“illud iners quidem , iucundum
tam en nihil agere”, Plinio, Ep., 8, 9, 1).
EI infinitivo como nom bre verbal puede funcionar como sujeto,
predicado u objeto (com plem ento directo) de u n verbo.

Sujeto. “P etere honorem p ro flagitio m ore fit” (Plauto, Trin.,


1035); “quos om nes eadem cupere, eadem odisse, eadem m etuere in
u num coegit” (Salustio, J., 31, 14). En esta función de nom inativo
el infinitivo aparece las m ás de las veces com o sujeto o com plem en­
316 INTRODUCCIÓN AL LATIN

to de los verbos im personales decet, libet, licet, oportet, piget, p u ­


det, etc., y en giros como bonum est, aequom est, difficile est, etc.

C om plem ento. “Hic vereri p e rd id it” (“éste h a perdido la v er­


güenza”, P lauto, Bacch., 158) ; “G allia duas res p erseq u itu r, rem m ili­
tarem et argute loqui” (Catón, 9, 12 J.) ; “hoc volo, m eam rem agere”
(Plauto, Cure., 670). E sta clase de infinitivos ap arecían con especial
frecuencia com o com plem ento directo de volo, y las influencias analó­
gicas extendieron esta construcción a u n núm ero creciente de verbos
que significaban deseo y esfuerzo —y a sus co n trario s—·: cupio, stu ­
deo, cogito, experior, intendo, enitor, quaero, ardeo, etc.; nolo, d u ­
bito, cesso, vereor, om itto, etc. Tam bién p o ssu m resultó u n núcleo
im portante que extendió su construcción a seto, calleo, valeo, etc.
En estas construcciones el infinitivo va n o rm alm en te en presente.
E n la fraseología ju ríd ica se encuentra a veces el perfecto: “neiquis
eorum Bacanal habuise velet” (Sen. Cons. de Bacch.).
El infinitivo con verbos de esfuerzo puede rem o n tarse a las fu n ­
ciones casuales originarias del infinitivo. Éste es form alm ente, según
hem os visto, resultado de la evolución de antiguos dativos o locati­
vos, y am bos casos podían expresar finalidad. E ste valor aparece
claro en la expresión dare bibere, que es frecuente en todos los p e ­
ríodos, si bien —hecho curioso— la correlativa dare edere, m an d u ­
care no aparece h a sta el latín tard ío . Los infinitivos con valor de
finalidad son especialm ente frecuentes en los textos coloquiales y
poéticos con verbos de m ovim iento: “tu rb a re qui huc it” (Plauto,
Bacch., 354); “eam us visere” (Ter., Phorm., 102); “venerat a u ra m
petere” (Plauto, Bacch., 631). La p ro sa clásica evita esta co n stru c­
ción, si bien los poetas, a p a rtir de Lucrecio, y los pro sistas arcai­
zantes la em plean afectadam ente como arcaísm o. Sobrevivió en la
lengua coloquial y se conserva en rom ance.
El infinitivo de finalidad se em plea tam bién con los verbos cau­
sativos iubeo, cogo, m oneo, subigo y o tro s verbos que signifiquen
urgir, persu ad ir u obligar, si bien la p rosa clásica prefirió u sa r con
la m ayoría de ellos el subjuntivo yusivo. Es de expresiones como
iussit eum manere, en las que originariam ente eum era el com ple­
m ento directo de iussit, de donde se cree que surgió la co n struc­
ción de infinitivo con acusativo, a través de u n “desplazam iento
relacional” : iu ssit: eum manere, in terp retació n en la que se consi­
d era eum com o sujeto del infinitivo. La construcción se extendió
paulatinam ente al fo rm arse cadenas o “circuios” analógicos (véanse
pp. 283 s.) (postulo, dehortor, decerno, etc.). Alguna contribución
se debió tam bién a los verbos que llevan doble acusativo: “q u anti
istuc unum m e coquinare perdoces?” (Plauto, Pseud., 874).
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 317

El nom inativo con infinitivo tra s verbos de lengua y entendi­


m iento no aparece en latín arcaico. Su introducción en el latín se
debe enteram ente a la influencia griega. El p rim e r ejem plo cono­
cido aparece en Catulo: “phaselus ille... ait fuisse navium ce lerri­
m us” (4, 1-2). En griego el infinitivo puede d eterm in ar tam b ién el
sentido de u n adjetivo (θέειν άριστος). E sta construcción no aparece
en Plauto excepto tra s p articipios conectados con el verbo “se r”.
Así, “anim atu st facere” (Truc., 966) es claram ente sinónim o de
vult, cupit facere, etc. Del m ism o m odo potens está estrecham ente
ligado a potest, y consuetus, insolitus, peritus a solet. Así, a través
de estos procesos analógicos se pro p o rcio n aro n unos cim ientos in d í­
genas a u n giro m á s audaz que afectaro n especialm ente los poetas
augústeos im itando al griego. El p rim e r ejem plo helenizante p u ra ­
m ente adjetival es el “solvere nulli len tu s” de Lucilio, en el que p u e ­
de sentirse todavía la influencia de piget.
El infinitivo puede co n stru irse tam b ién con nom bres. En frases
como “nünc adest occasio bene facta cum ulare” (Plauto, Capt., 423)
el infinitivo com plem enta a la expresión adest occasio ( = licet). Sin
em bargo, p o r u n “desplazam iento relacional” llegó a e star regido por
el nom bre occasio; de ahí ejem plos como “u t h ab erent facultatem ...
pug n are” (César, Bell. Afr., 78, 4).

El gerundio y el gerundivo

Como el latín no tenía artículo no podía h acer un uso tan flexi­


ble del infinitivo sustantivado como el griego. En su lugar empleó
o tra form a nom inal del verbo que sirvió de caso oblicuo al infiniti­
vo: el gerundio. Así, m ittere: m itten d u m , m itten d i, m ittendo. Todo
a lo largo de la latinidad existieron severas restricciones al uso de
este nom b re verbal, y su empleo ha de ser considerado c o n ju n ta­
m ente con el del m orfológicam ente sim ilar adjetivo en -ndus. Sig­
nificaba éste “capaz de, propenso a, susceptible de, listo p ara ” (m a­
tar, m orir, surgir, ro d ar, e tc .). En ciertos sentidos es difícilm ente d is­
tinguible del participio de p resente: secundus, oriundus, volvendus.
E ra en origen u n adjetivo indiferente a la noción de voz, y, así, se
daba tan to en verbos transitivos como en los intransitivos: p ereun­
dus, placendus, caedendus. Sin em bargo es, en su significación, p r e ­
dom inantem ente pasivo, si bien existen algunos ejem plos en que el
adjetivo verbal tiene u n valor m uy próxim o al del participio de
fu tu ro activo: “puppis p ereunda est pro b e” (Plauto, Epid., 74). El
significado de necesidad y obligación fue u n desarrollo secundario
surgido en ciertos contextos. Asi, agnus caedundus significaba “c o r­
dero apropiado p a ra el sacrificio”, ah o ra bien, en el empleo p re d i­
318 INTRODUCCIÓN AL LATIN

cativo —agnus est caedundus—, del valor de “es a p to p a ra el sa cri­


ficio” se pasó fácilm ente al de “va a ser sacrificado, tiene que ser
sacrificado”. En com binación con esse el gerundivo form a tiem pos
perifrásticos. El n eutro se u sa frecuentem ente con valor im personal
(agendum est) y eventualm ente puede llevar u n com plem ento direc­
to en acusativo : “agitandum st vigilias” (Plauto, Trin., 859), cons­
trucción que se encuentra como arcaísm o en los au to res posteriores
(Lucrecio, Catulo, Virgilio; u n a vez en C icerón). S obre el gerundivo
como participio de fu tu ro pasivo véase su p ra p. 171.
P o r su carácter verbal el gerundio te n ía capacidad intrínseca
para llevar u n com plem ento directo en acusativo, p ero esta posibi­
lidad se ejercitó poco en la p ráctica. César sólo p erm ite al gerundio
regir u n nom bre en acusativo cuando va en genitivo. Cicerón adm i­
te esta construcción tam bién con gerundio en ablativo. Pero inclu­
so en estos casos se daba preferencia a la construcción de gerun­
divo, em pleándose el gerundio p o r razones especiales (claridad,
énfasis sobre la noción verbal y, ta l vez, e u fo n ía). E n el latín arcai­
co el gerundio se em pleaba con m ayor profusión que el gerundivo,
al que cedió gradualm ente el terren o con el c o rrer del tiem po. Hay,
sin em bargo, restos de u n a construcción m ás antigua en la que el
nom bre no e stá regido p o r el gerundio, sino que aparece en apo­
sición a él: “lucis das tuendi copiam ” (Plauto, Ca.pt,, 1008), donde
el nom bre copia (“o portunidad”) e stá determ inado p o r dos geniti­
vos, lucis y tuendi, siendo el segundo u n a especie de epexegético,
que da m ayor precisión a la expresión: “o p o rtu n id ad de luz, de ver-
la”. Si el nom bre fuera m asculino o n eu tro (como en operis fruendi
causa), cabría in te rp re ta r el gerundio com o adjetivo verbal concer­
tado con el nom bre. Algunos estudiosos h a n sugerido que la cons­
trucción de gerundivo se originó de este modo. P uede aducirse en
apoyo de esta teoría (1) que el “gerundivo” aparece en latín arcai­
co como invariable fren te a los p ronom bres personales, aun cuando
éstos se refieran a personas del género fem enino: “tu i (fern.) viden­
di copiast” (Plauto, Truc., 370); (2) que el genitivo del gerundivo
tiene en el latín arcaico u n cam po sem ántico reducido, en co n trán ­
doselo sobre todo con verbos de percepción y conocim iento, de
buscar y obtener. Sin em bargo, no puede h ab er d uda respecto a la
antigüedad del adjetivo verbal, secundus es ta n antiguo que ha
quedado totalm ente aislado del verbo del que se form ó; la cons­
trucción de gerundivo es frecuente en las antiguas plegarias que
nos h a conservado Catón en su De agri cultura: “te hoc ferto om -
movendo bonas preces p reco r” (134, 2), etc. Debe advertirse, sin
em bargo, que el uso atributivo del gerundivo e stá prácticam ente
lim itado a los verbos que expresan aprobación o desaprobación:
m irandus, expetendus, pudendus, m iserandus, am andus, contem nen-
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 319

dus, etc. El uso predicativo tra s verbos de d ar y tom ar, pedir y o fre ­
cer, y sim ilares e stá todavía en sus com ienzos en P lauto (“quos u te n ­
dos dedi”, Asín., 444), en ta n to que la bien conocida construcción
clásica con curo aparece p o r vez p rim e ra en Terencio.
El acusativo del gerundio se em plea solam ente con ciertas p re ­
posiciones: sólo con ad en Plauto, aunque el latín clásico adm ite
tam bién in (no C ésar), en tan to que Cicerón p resen ta ejem plos con
ob en textos jurídicos, giro que aparece p o r vez p rim era en Catón.
Hay ejem plos esporádicos de otras preposiciones: ante (Virg.), inter
(Ennio), p ropter (p o r vez p rim e ra en V arrón), circa (postclásico,
p o r vez p rim era en Q uintiliano). La construcción de gerundio se da
con nom bres (“canes ad venandum ”, Ter., And., 57), con adjetivos
(“doctus... ad m ale faciendum ”, P lauto, Epid., 378), y tam bién con
verbos (“quo conductus venio : : ad fu ran d u m quidem ”, id., Pseud.,
850). En latín arcaico no hay ningún ejem plo seguro de acusativo
del gerundio rigiendo com plem ento directo. V arrón es el prim ero
en av en tu rar esta construcción (“ad discernendum vocis verbi figu­
ra s”, L. L., 9, 42), que en la lite ra tu ra latin a ta rd ía de las traduccio­
nes resultó m uy indicada p a ra recoger la construcción griega de εις
con infinitivo sustantivado p o r el artículo (ad sanandum eos = εις τό
ίδσθαι αύτούς, san Lucas, 5, 17). El latín clásico, como el arcaico,
empleó en este tipo de construcciones el gerundivo (“ad aquam p ra e ­
bendam ”, P lauto, A m ph., 669).
El genitivo del gerundio en latín arcaico es siem pre adnom inal,
y suele depender de un pequeño grupo de nom bres abstractos:
occasio, tem pus, copia, causa, gratia, etc. (“non enim nunc tibi d o r ­
m itandi neque cunctandi copia e s t”, plauto, Epid., 162). El latín
clásico em plea el genitivo tam bién con algunos nom bres que desig­
n an agentes personales, tales como auctor, dux, artifex, etc. Tam bién
ciertos adjetivos rigen el genitivo de estas form as nom inales. Co­
m ienza este uso con cupidus en Terencio —P lau to no ofrece ejem ­
plo alguno—; el rep erto rio se fue extendiendo gradualm ente, a u n ­
que no en gran m edida h a sta la época postclásica.
El genitivo del gerundio y del gerundivo puede indicar tam bién
finalidad. El ejem plo que se suele citar como m ás antiguo es “ne
id adsentandi m age quam quo habeam g ratu m facere existum es”
(Ter., Ad., 270), y a la vista de construcciones sim ilares existentes
en oseo y um bro suele atrib u irse el giro al período “itálico”. Sin
em bargo, el ejem plo de Terencio no e stá libre de la sospecha de
ser u n anacoluto, y dado que la construcción aparece usada con
am plitud sólo a p a rtir de Salustio, es m ás p robable que se tra te de
un desarrollo latino independiente. En res evertendae reipublicae,
“cosas que im plican la subversión de la república”, el genitivo tiene
la función determ in an te que es no rm al en él. Usado predicativa­
320 INTRODUCCIÓN AL LATIN

m ente (res evertendae reipublicae su n t) se aproxim a m ucho a un


valor final com o en el “quae res evertendae reipublicae su n t” de
Cicerón (In Verr., 2, 132). U na vez establecidas las bases de u n geni­
tivo de finalidad indigena, se m o stró éste equivalente adecuado del
genitivo griego del infinitivo sustantivado p o r el artículo con senti­
do final. Salustio lo introdujo en su p ro sa h istó rica —adviértase
que no lo u san César ni Cicerón—, y fue im itado p o r Livio, Tácito
y otros (“Aegyptum proficiscitur cognoscendae an tiq u itatis”, Tác.,
Ann., 2, 59).
El dativo se em plea con valor final con ciertos verbos com o stu ­
deo, operam do (“auscultando operam d a re ”, P lauto, Am ph., 1006)
y ciertos adjetivos como natus, optim us, firm us, etc. En este caso
el gerundivo predom ina sobre el gerundio, que rara m en te se en ­
cuentra. P lauto em plea el gerundio con u n com plem ento directo
(“hom inem investigando o p eram ... d abo”, Mil., 260), pero en Cice­
rón aparece solam ente en la fraseología ju ríd ica tradicional (scri­
bendo adesse, solvendo non esse); César no p resen ta ejem plo algu­
no. Incluso el gerundivo continuó sien d o 'relativ am en te escaso h asta
que Livio y Tácito, im itando a los poetas, am pliaron grandem ente
el núm ero de adjetivos que llevaban esta construcción (intentus,
prom ptus, exiguus, levis, etc.).
El empleo del ablativo en el latín arcaico está p rácticam en te li­
m itado al instrum ental, siendo m ás frecuente el gerundio que el ge­
rundivo (“legiones... vi pugnando cepim us”, P lauto, Am ph., 414).
Con verbos que indican superioridad el in stru m en tal se interfiere
con el ablativo de referencia (“m endicum ... m endicando vincere”, id,.
Bacch., 514, de donde ejem plos m ás libres como “astu e t fallendo
callet”, Accio, fr. 475 W ). El valor in stru m en tal es en ocasiones ta n
leve que el gerundio puede expresar sim plem ente acción concom i­
tante. Ejem plos claros hay pocos en el latín arcaico (“hic expec-
tando obdurui” , Plauto, Truc., 916) e incluso en Cicerón. Este empleo
no se asentó firm em ente h asta Salustio y los escritores del Im perio,
y acabó p o r funcionar como equivalente del p articipio de presente:
“novi consules populando usque ad m oenia p erv en erunt” (Livio, 8,
17, 1); “ex tu rb ab an t agris, captivos servos appellando” (Tác., Ann.,
14, 31, 2). En la lengua coloquial ganó terren o este uso, y funcionan­
do como participio es el único m odo en que el gerundio h a sobre­
vivido en las lenguas rom ances.
El ablativo del gerundio y del gerundivo puede ir regido p o r p re ­
posiciones. Las m ás frecuentes son in y de, em pleadas p o r P lauto
y adm itidas p o r César. Cicerón u sa tam bién ex, pro (éstas tam bién
en Plauto) y ab, que aparece p o r p rim era vez en Catón. El gerun­
dio en este caso lleva frecuentem ente u n com plem ento directo en
el latín arcaico, pero el latín clásico m u estra m ayor reserva. Los
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 321

poetas, Salustio y T ácito son m enos estricto s y en el latín tard ío


se llega a la plena libertad. Es m uy poco frecuente que u n ablativo
de gerundio con preposición lleve com plem ento directo. El prim er
ejem plo es el “in supponendo ova” de V arrón (R. R., 3, 9, 12).

Los supinos

Los supinos son restos de ab stracto s verbales en -tu s (véase


p. 279). El supino “activo” (prim ero) es el acusativo empleado p a ra
expresar fln o intención de la acción, especialm ente tra s verbos de
m ovim iento: “com issatum ibo” (Plauto, Most., 317); “abiit am b u ­
latum ” (id., Mil., 251). A p a rtir de los verbos que significaban “en ­
viar” y sim ilares se tendió fácilm ente u n a conexión analógica con
el grupo “d a r”, “to m a r”, q u e form ó así un segundo foco de em pleo:
“n u p tu m ... d a re t” (id., Aul., 27); “n u p tu m conlocet” (id., Trin., 735);
“coctum ego, n on vapulatum , dudum conductus fui” (id., Aul., 457).
Estos usos p ersisten en los autores arcaizantes, pero los p u ristas
clásicos se m u estran m ás reservados; Cicerón apenas se aventura m ás
allá de expresiones com unes como cubitum ire, que se conservó
tam bién en la lengua h ablada h asta la tard a latinidad. Este supino
en el latín arcaico puede llevar u n com plem ento directo (“it p e ti­
tu m ... g ratiam ”, P lauto, Aul., 247), y no faltan ejem plos en los
autores posteriores, incluidos César y Cicerón. Con el verbo eo el
supino form a una conjugación p erifrástica que proporciona el infi­
nitivo de fu tu ro pasivo en -tu m iri, rellenando así una laguna del sis­
tem a verbal latino; era, sin em bargo, u n a fo rm a relativam ente rara.
La m orfología del llam ado supino segundo (“pasivo”) es am b i­
gua (véase p. 279). Ciertos em pleos corresponden claram ente al a b la­
tivo: “prim u s cubitu su rg a t” (Catón, Agr., 5, 5); “ita dictu opus
e st” (Ter., H. T., 941). O tros, en cam bio, se explican m ejor como
dativos : “hoc m ihi factu st optu m u m ” (Plauto, Aul., 582) ; “dictu fa ­
cilius” (Ter., Phor., 300). No deja de ser significativa la form a -tu i
que aparece u n a vez en P lauto : “istaec lepida su nt m em oratui”
(Bacch., 62). De todos m odos es posible in te rp re ta r la form a en -tu
com o ablativo de referencia.

Los participios

Los participios son p artes de la oración que “p articipan” a un


tiem po de la naturaleza del verbo y de la del nom bre. La denom ina­
ción, por tan to , sería estrictam ente aplicable tam bién a las form as
nom inales ya exam inadas. Sin em bargo, se la em plea específicam en­
322 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

te con referencia a u n a serie de adjetivos verbales m ás estrecha­


m ente ligados al sistem a verbal de la conjugación. De los p a rtic i­
pios indoeuropeos sólo el de p resen te activo sobrevivió en latín, y
aun éste con escasas funciones verbales en la época arcaica. P a ra el
perfecto el latín, como el oseo y el um bro, utilizó como participio
el adjetivo verbal en -to -, pero no llegó a poseer u n a form a activa
correlativa. El participio de fu tu ro en -tu ru s es u n a creación latina
(véase p. 280).

El participio de presente. En el latín arcaico estaba p rá ctica ­


m ente lim itado a funciones adjetivales, apareciendo sobre todo en
nom inativo: vigilans “despierto”, m aerens “dolido”, sedens “se n ta­
do”, sapiens, intellegens, cupiens, etc. E sta situación se m antiene
todo a lo largo de la latin id ad coloquial, y en rom ance los p artic i­
pios de p resen te sobreviven sólo como adjetivos. Sobre el d esarro ­
llo gradual de las construcciones participiales en la lengua literaria
véase p. 135.
Estos adjetivos pueden em plearse sustantivalm ente, pero este uso
es ra ro en el nom inativo singular h a sta la época de Séneca. E jem ­
plos tem pranos son: “quot am ans (“u n am an te”) exem plis ludifice­
tu r” (Plauto, Truc., 26) ; “stu lto intellegens quid in ter e st” (Ter.,
Eun., 232). Como adjetivos se em plean tam bién predicativam ente con
esse en u n a especie de conjugación p erifrástica que pone el acento
sobre el aspecto durativo: “tu u t sis sciens” (Plauto, Poen., 1038);
cf. “utei scientes esetis” (Sen. Cons. de Bacch.); “te carens dum hic
fui” (Plauto, Capt., 925).
Como adjetivo, el “p articipio de p resen te” en u n principio des­
cribía sim plem ente las circunstancias en que el sujeto —y m enos
frecuentem ente el com plem ento— del verbo principal se hallaba.
Como tal no hacía referencia explícita al tiem po ni a relación lógica
alguna, que debía deducirse del contexto. En la m ayor p arte de los
casos se refiere a u n acontecim iento o estado sim ultáneo, aunque
ocasionalm ente, especialm ente con verbos de llegar y p a rtir, el p a r­
ticipio hace referencia al pasado: “pueru m servos su rp u it eum que
hinc profugiens vendidit” (Plauto, Capt., 8 s.). Ejem plos de este
tipo se encu en tran tam bién en Cicerón y Salustio, si bien el p artic i­
pio de p resente no se uso librem ente en este sentido h asta Livio y,
ya m ás, desde Tácito. En el latín tard ío se reveló como un buen
sustitu to del participio de perfecto activo que el latín no poseía.
En ciertos contextos se hace necesario suponer u n a referencia de
tipo futuro-final: “dicto m e em it audientem , h au d im peratorem
sibi” (Plauto, Men., 444) ; “m issitare supplicantis legatos” (Salustio,
Jug., 31, 1). O tras relaciones lógicas (causal, m odal, concesiva, con­
dicional, etc.) quedaron sin expresión en el latín arcaico. H asta la
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 323

época clásica no encontram os el p articipio de presente acom paña­


do de partícu las como quam quam , etsi, ut, etc., desarrollo del que no
se puede excluir la influencia de m odelos griegos como καίπερ, ώς,
ίίτε, etc.
El participio de fu tu ro se desarrolló a p a rtir de u n adjetivo que
significaba “apto p ara, que va a, que e stá a p u n to de” . En latín a r ­
caico sólo se lo encuentra con esse, form ando u n fu tu ro p erifrástico:
“quid nunc es fa c tu ru s” (Plauto, Bacch., 716); “im m ortalis est, vivit
victuraque e st” (id., Trin., 55). La liberación del participio de fu ­
tu ro de esta estrecha asociación con esse y su em pleo atributivo
como adjetivo fueron el resultado de u n largo y lento proceso. T o­
davía Cicerón em plea en ese m odo solam ente fu tu ru s y venturus
(una vez); la em ancipación fue en g ran m edida obra de Virgilio y
Ovidio, po r lo que m ira a la poesía, y de Livio, p a ra la prosa. El
ejem plo m ás antiguo de em pleo predicativo es de Gayo Graco (“qui
p ro d eu n t dissuasuri”), si bien el texto no está libre de sospecha. S i­
gue luego Cicerón con “Servilius adest de te sententiam la tu ru s”
(In Verr., 2, 1, 56). La lib ertad de uso aum enta con Virgilio y Livio.

El participio de perfecto. Los adjetivos verbales en -to - denotan


cualidades o estados durad ero s: tacitus, doctus, scitus. P o r ello fue­
ron atraído s a la ó rb ita del perfecto. En origen eran indiferentes a
la noción de voz y ello puede verse todavía en form as “activas” como
potus, pransus, cenatus, adultus, nupta, iuratus, lautus, etc. Este ad ­
jetivo verbal tam poco se refería en origen a acontecim ientos p a sa ­
dos. La referencia al p resente es frecuente en el caso de los verbos
deponentes: “qui com plexus cum Alcum ena cu b at” (Plauto, Am ph.,
290). Ahora bien, el estado presente im plica acontecim ientos p a sa ­
dos, y el sistem a latino del perfecto ten ía este doble valor de refe­
rencia. Fue así como el p articipio de perfecto llegó a usarse p re fe ­
rentem ente p a ra referirse a acontecim ientos que habían tenido lugar
con an terio rid ad al significado p o r el verbo principal: “acceptae
bene... exim us” (Plauto, Cas., 855). C iertos ejem plos tienen un valor
tem poral am biguo debido a la naturaleza de la acción verbal; así, en
“coactus legibus eam uxorem ducet” (Ter., And., 780) la coerción
legal es un a circunstancia concom itante con la acción principal. A
p a rtir de ejem plos de este tipo conoció el valor indicado un cierto
desarrollo en el latín del Im perio, de m odo que el participio de p e r­
fecto llegó a convertirse en su stitu to del participio de presente p a ­
sivo que el latín no tenia: “quo saepe m odo obsessi in obsidentes
eru p e ru n t” (Livio, 9, 4, 9); “servum sub furca caesum medio egerat
circo” (id., 2, 36, 1); “p rae se actam p raed am ostentantes” (id.,
23, 1, 6).
324 INTRODUCCIÓN AL LATIN

Al igual que los p articipios de p resen te y de fu tu ro , el adjetivo


en -to - se com bina con esse p a ra fo rm ar u n tiem po perifrástico:
el perfecto pasivo del tipo ille est oneratus. En acusativo se lo em ­
plea predicativam ente con verbos de carácter vario, especialm ente
causativos : “m issum facio T eresiam senem ” (Plauto, Am ph., 1145);
“tam frictu m ego illum red d am ” (id., Bacch., 767) ; “factum e t c u ra ­
tu m dabo” (id., Cas., 439). habere aparece frecuentem ente acom pa­
ñ ado del particip io en u n a expresión que supone to d a su plenitud
sem ántica: “a b stru sam h abebam ” (“la m an ten ía escondida” , p lau ­
to, Merc., 360); “dom itos habere... oculos” (id., Mil., 564). En otras
ocasiones estos giros resu ltan prácticam en te equivalentes al perfec­
to -p re sen te : “hasce aedis conductas h ab et” (id., Cist., 319). Sobre
la sustitució n del p erfecto -p resen te p o r e sta p erífrasis en rom ance,
véanse pp. 171 s.

La o r a c ió n c o m pl e ja

La oración com pleja es u n desarrollo relativam ente reciente en


la h isto ria lingüística. En u n estadio prim itivo no h ab ía sino m era
yuxtaposición de frases independientes, sin indicación explícita de
su relación lógica. E sta sim ple yuxtaposición es conocida p o r los
gram áticos con el nom b re de p aratax is: Está bien; que venga. En un
período de este tip o la ausencia de p au sa en tre las dos p artes es sufi­
ciente p a ra hacer del com plejo u n todo fundido e indicar la su b o r­
dinación de la segunda p a rte a la prim era. Será conveniente, sin
em bargo, em plear el térm in o p aratax is tam bién p a ra referirse a las
frases en que no existe conjunción com o indicador explícito de su ­
bordinación. Q uedan en latín num erosos resto s de este m ecanism o
prim itivo de la paratax is sintáctica. En velim facias, por ejem plo,
sim plem ente se yuxtaponen u n subjuntivo potencial, velim , y un
facias yusivo; cf. fac fidelis sis; sine am et; taceas oportet; licet abeas;
servos iube hunc ad m e ferant. A hora bien, los yusivos y optativos
ib an frecuentem ente acom pañados p o r u n u t(i) adverbial, que en
origen significaba “de algún m odo” (en ocasiones tam bién p o r qui,
instru m en tal “p o r algún m edio” : efficite qui detur tibi “haced que
se te dé p o r algún m edio”). E sta p artíc u la uti, al convertirse en
habitual, perdió su pleno sentido y se red u jo a la conjunción ut,
que acabó p o r “reg ir” al subjuntivo. E ste caso puede servir como
ejem plo que resum e el desarrollo de las oraciones subordinadas en
latín. Se sigue de esto que en un tiem po los m odos de tales oraciones
tuvieron las m ism as funciones que hem os exam inado al tra ta r de
las oraciones independientes. [ N o t a 50.] Así, en las interrogaciones
indirectas el latin arcaico m antiene aún en gran m edida la distin ­
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 325

ción entre el subjuntivo deliberativo y el indicativo (real). En m u­


chas situaciones, sin em bargo, am bos m odos de expresión resultaban
posibles, y se fue así a u n a gradual neutralización de la distinción.
La asociación de la interrogación su b o rd in an te con el subjuntivo
—originalm ente deliberativo— se hizo habitual, de m odo que el p ro ­
n om bre interrogativo in tro d u cto rio pasó a “regir” el subjuntivo,
proceso análogo al de la evolución de los adverbios originariam ente
independientes hacia preposiciones “regentes” de casos. A este fe­
nóm eno lo llam arem os “habituación” . Con el tran scu rso del tiem po
estas habituaciones dieron lugar a series de conjunciones sem án ti­
cam ente equivalentes con construcciones d iferentes: quam quam
con indicativo y quam vis con el subjuntivo “concesivo” . Sin em b ar­
go, las expresiones sem ánticam ente equivalentes tienden a asim ilar­
se, y asi quam quam cedió en ocasiones a la influencia de quam vis
y de o tras conjunciones concesivas y llegó a “reg ir” subjuntivo.
Las m ism as tendencias actu aro n en los dem ás tipos de oraciones
su b ordinad as h a sta que los valores originalm ente distintivos del
subjuntivo se neutralizaron y se convirtió en sim ple modo de la
subordinación; de ahí sus nom bres latinos de subiunctivus y coniun-
ctivus. Al seguir las líneas m aestras de esta evolución em pezarem os
con algunos casos claros (1) de subjuntivo volitivo-optativo, y (2) de
subjuntivo prospectivo-potencial. Luego, teniendo en cuenta los fe­
nóm enos de habituación y rección, será conveniente estudiar los
valores de las diversas conjugaciones y exam inar sus interacciones
bajo la rú b rica de “equivalencia funcional” .

S u b ju n tivo volitivo

El subjuntivo yusivo se observa con la m ayor claridad, n a tu ra l­


m ente, en las órdenes indirectas. Se lo en cuentra no sólo con verbos
de ordenar, sino tam bién con los de aconsejar, rogar, perm itir, p ro ­
yectar, y o tra s expresiones verbales relacionadas: “lex est u t orbae
n u b a n t” (T er.); “o p tu m u m est u t loces” (P lauto); “opus est u t la­
vem ” (id .); “fac A m phitruonem u t abigas” (id.); “feci ut flerent”
(Ter.) ; “venit in m entem m ihi argentum u t p etam ” (P lau to ). La ne­
gación es ne, com o en las correspondientes construcciones indepen­
dientes (en ocasiones tam b ién u t ne).
Muy próxim o al subju n tiv o yusivo con verbos de proyectar y
p ro c u ra r (efficio ut, curo ut, etc.) está el subjuntivo de las expre­
siones de finalidad. Suelen ir éstas introducidas p o r u t (n e): “me
praem isit u t haec n u n tiem ” (P la u to ); “servate istu m ... ne quoquam
pedem re fe ra t” (Id .).
326 INTRODUCCIÓN AL LATIN

El subjuntivo de las oraciones consecutivas tiene orígenes diver­


sos. Así, en “u t m en tiar nullius p atrim o n iu m ta n ti facio” (Petronio)
se ve todavía el que hem os llam ado subjuntivo de repudio: “ ¡decir
yo una m e n tira !” . P o r o tra parte, u n yusivo con efficio u t se ex ten­
dió de m odo n a tu ra l al perfecto ita effectu m est u t..., expresión
equivalente a varias o tras, como evenit ut, accidit u t: “evenit u t
praeda onustu s cederem ” (Plauto). Con verbos de qu erer y p ro c u ­
rar, especialm ente si van acom pañados de u n correlativo, es difícil
distinguir en tre finalidad y consecuencia: “sic in tim orem dabo u t
ten eat”, donde el subjuntivo puede ser volitivo o tal vez prospectivo.
En “ita te o rn atu m am ittam u t te n on noveris” (Plauto) el su b ju n ­
tivo es potencial. Fue en contextos como éste en los que se estable­
ció el háb ito de co n stru ir u t con subjuntivo p a ra extenderse luego
incluso a la expresión de u n a consecuencia actual. E sta habituación
se pro d u jo en latín en época an terio r a la de los prim eros textos,
de m odo que el latín histórico ya no podía hacer la distinción, posi­
ble en griego, e n tre consecuencia actual y potencial.
El subjuntivo yusivo podía em plearse en sentido estipulativo :
“veniat quando volt atq u e ita: ne m ihi sit m o ra ” (“que venga cuan­
do quiera con esta condición: que no m e haga esp e ra r”, P lau to );
cf. “duae condiciones su n t: vel u t au ru m p erd as vel u t am ato r pe­
rie rit” (id.). E strecham ente relacionados con los usos estipulativos
(“con tal que”) está n los concesivos (“au n q u e”) del subjuntivo vo-
litivo-optativo. E ste tipo se encuentra aún con poca frecuencia en
latín arcaico en oraciones subordinadas (“licet laudem F o rtu n am :
tam en u t ne Salutem culpem ”, Plauto, y “sin t sane superbi: quid id
ad nos a ttin e t”, Catón, son aún claram ente p aratáctico s) ; la co n ju n ­
ción “facto tu m ” u t no introduce oraciones concesivas hasta T eren-
cio: “iam in hac re, u t taceam , quoivis facile scitu e s t” .

El su bjun tivo optativo

E ste valor se percibe claram ente en frases como las que siguen:
“eveniant volo tib i quae o p tas”; “u t ille te videat volo” ; “quaeso u t
tu a sors effugerit” (P la u to ). Es tam bién éste el origen de la cons­
trucción con verbos de tem or, dado que m etu o ne redeat se anali­
za fácilm ente com o “tengo miedo; ¡qué no venga!” cf. “m etuo ne
techinae p e rie rin t” (P lauto). Se sigue de ahí que el equivalente la­
tino de “tem o que no vuelva el m aestro ” to m a la fo rm a “tengo m ie­
do; ¡que vuelva el m a e stro !” : m etu o u t erus redeat. É sta es la fo r­
m a norm al en latín arcaico: “vereor u t placari p o ssit” (T e r.).; cf.
“id paves ne ducas: tu autem u t ducas” (“tú tienes m iedo de casar­
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 327

te; tú, en cam bio, de no ca sa rte ”, id .). Cicerón, sin em bargo, prefiere
ne non a ut.
El subjuntivo en ciertas p ró tasis de períodos condicionales es
tam bién optativo en su origen. Ello puede verse en ejem plos p ara-
tácticos com o el siguiente: “virum m e n atam vellem: ego ostende­
rem ” (“hubiera yo nacido hom bre: ya les e n se ñ a ría ...”, Ter.). Otros
casos pueden rem o n tarse al em pleo del yusivo en hipótesis (véase
p. 312) : “p ro sit obsit, nil vident nisi quod lu b et”. A estas suposicio­
nes y deseos servia de p artícu la in tro d u cto ria el locativo del dem os­
trativo so-, es decir, sl(c) : “sic: gladium quis apud te sana m ente
deposuerit, rep etat insaniens, reddere peccatum s it” (“tom em os este
c a so : supongam os que u n hom bre ha depositado... supongam os
que lo reclam a... sería u n e rro r...”, Cíe.); cf. “m eam rem non cures:
sic recte facias” (P lauto), y la antigua form ula citada por Livio (10,
19, 17) : “Bellona, si hodie nobis victoriam duis, a s t ego tem plum
tibi voveo”. O tras p ró tasis son derivables de subjuntivos prospec-
tivo-potenciales; así, “si sapias, eas ac decum bas do m i” (Plauto) se
resuelve sencillam ente en “así o b ra rá s con p rudencia: vete a casa
y acuéstate”.
En el latín arcaico, según hem os visto ya, el p resente de su b ju n ­
tivo podía referirse tan to al fu tu ro como al p resente: (futuro) si
neget, am ittat; si sciat, suscenseat; (presente) si sit domi, dicam
tibi; si habeat aurum , faciat; si nunc habeas quod des (Plauto). EI
im perfecto, p o r su parte, podía referirse al pasado: “si esset unde
fieret, facerem us” (Ter.); “ni vellent, non fieret” (“si no hubieran
querido no se h ubiera hecho”, P lau to ). Hay supervivencias d e este
estado de cosas incluso en el latín clásico. Sin em bargo, la reorga­
nización p o r la que el p resente de subjuntivo queda destinado a la
referencia al fu tu ro , el im perfecto al p resen te y el pluscuam perfec­
to al pasado h abía comenzado ya en la época arcaica: “si equos
esses, esses indom abilis” (Plauto); “si appellasses, respondisset” (id.).
Fue como consecuencia de esta reorganización de las referencias
tem porales de los diversos tiem pos del subjuntivo com o este modo
adquirió su nuevo valor “irreal” apto p a ra la expresión de supo­
siciones “co n trarias a la realidad”. U na serie tan sutil de distincio­
nes establecida en el disciplinado m arco de la lengua literaria a du­
ras penas podía m antenerse viva en el habla popular. Plauto vacila
incluso en el seno de u n a m ism a frase (“com pellarem ni m etu am ”) ,
y el m ism o uso clásico no es tan co nsistente como indican las gra­
m áticas escolares, pues el p resen te de subjuntivo hace a m enudo
referencia al p resente y el im perfecto al pasado: “si ego cuperem
ille vel plures [dies] fu isset” (“si yo h u b iera q u e rid o ...”, C ic.). En
latín tardío, según ya se h a señalado, el pluscuam perfecto de su b ju n ­
tivo suplantó paulatinam ente al im perfecto.
328 INTRODUCCIÓN AL LATIN

Del empleo del indicativo en ciertos tipos de expresiones “p o ten ­


ciales” hem os hablado ya (p. 313). Tenem os, adem ás, los num erosos
cam bios de m odo de presentación d entro de u n a y la m ism a frase
com o resultado de las llam adas condicionales m ixtas: “ni hebes
m achaera foret, uno ictu occideras” (P lauto); “praeclare viceram us
nisi... fugientem Lepidus recepisset” (Cic.), “perieram us si m agis­
tra tu s esset” (S én.). E sta clase de expresiones se hicieron h ab itu a ­
les en el latín tardío, con el resultado de que el im perfecto y el
pluscuam perfecto de indicativo tendieron a su p lan tar al subjuntivo
en las apódosis irreales.

L as - c o n j u n c io n e s

El prim er paso en la evolución de las conjunciones se había dado


ya en época indoeuropea. En frases com o he visto a los pastores:
ellos estaban apacentando sus rebaños, este ellos “reasuntivo” se ex­
p resab a p o r m edio del pro n o m b re “anafórico” *z- (lat. is), a p a rtir
del cual se h abía form ado u n tem a relativo *yo- (gr. δς). En latín,
sin em bargo, había abandonado esta form a del relativo y, com o el
germ ánico, form ó u n a serie nueva a p a rtir del tem a interrogativo-
indefinido qui-, quo-, etc. (véanse pp. 258 s.). A p a rtir de este tem a
in ter rogativo - relati vo se form aro n la m ayor p a rte de las conjuncio­
nes latinas: quod, quia, quam, quando, quoniam, quom (cum ), quam ­
vis, quam quam , ubi, u t (p ara la m orfología de las dos últim as véase
p. 281). La oración de relativo rep resen tab a d entro de las su b o rd i­
n adas el tipo m ás libre de conexión, siendo poco m ás que el tipo
coordinado “y é sto s...”. Consecuentem ente los m odos y tiem pos de
estas subordinadas tenían en origen los m ism os valores que en fra ­
ses plenam ente independientes. De ahí que encontrem os oraciones
de relativo consecutivas, adversativas, causales y condicionales. F i­
nales, con u n subjuntivo volitivo, son las que corresponden al bien
conocido m odelo legatos m iserunt qui pacem p eterent: “gubernato­
rem arcessat qui nobiscum p ra n d e a t” (P lauto); “perfodi p arietem
qu a com m eatus esset” (id.); “eme lanam unde pallium conficiatur”
(id .). Debe notarse, sin em bargo, que m uchos de los ejem plos que
a m enudo se colocan en este apartado son susceptibles de u n a in te r­
p retación diferente: “eam [rem ] n arrab o u n d ’ tu p ergrande lucrum
facias” es u n a oración “genérica” (véase infra) en la que el m odo
m ejo r de tra d u c ir el subjuntivo sería “puedes sa c a r” (potencial),
m ás bien que “p ro cu ra sa c a r” (yusivo).
El subjuntivo de las llam adas oraciones de relativo “genéricas”,
que se suele clasificar en tre los usos “consecutivos”, es claram ente
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 329

potencial en su origen: “consilium dederim quod laudetis”; “ecquis


est qui po ssit” ; “quid est quod m e velis”; “pauci su n t qui certi sien t”;
“m ihi adsu n t testes qui ad sen tian t” ; “conclave dedit quo nemo infer­
r e t pedem ”; “num quam hom inem conveni unde abierim lubentius”;
“nihil est quo m e recipiam ” (todos de P la u to ).
El subjuntivo de las oraciones causales de relativo puede haberse
desarrollado a p a rtir de los usos descriptivos (genéricos) : “ego in­
scitus [sum ] qui postulem ” ; “sanus tu non es qui fu rem me voces”;
“ego stu ltio r qui credam ” ; “eb riast quae com pellet m e”, etc. (Plau­
to ). Sin em bargo, en m uchos de estos ejem plos podem os c a p ta r un
tono de p ro te sta que recuerda al subjuntivo “de repudio” (véase
p. 309): “ ¡estás loco: llam arm e a m í la d ró n !” . En este tipo de ex­
presiones el uso fluctúa ta n to en el latín arcaico como en el clásico:
“sed sum ne ego stu ltu s qui rem curo publicam ” (Plauto) ; “nos q u i­
dem contem nendi qui actorem odim us” (Cic.). E stas oraciones de
relativo pueden estar precedidas p o r quippe, que fue en origen una
interrogación de tipo interjectivo *quid pe? “¿por q ué?”, según se
ve todavía en: “a te quidem apte, quippe? habes enim a rh e to ri­
b u s ” (Cic., De fin., 4, 7). En latín arcaico quippe qui se construye
con indicativo en la m ayor p a rte de los casos, pero el subjuntivo es
de regla en el latín clásico. Un ejem plo que m u estra todavía con
claridad el carácter interjeccional de quippe es “ «Convivia cum p a ­
tr e n o n inibat» : quippe qui ne in oppidum quidem nisi p e rraro ve­
n ire t” (“... ¿cómo p odría él q u e ...”, Cic., Rose. Am., 18, 52).
Nos quedan ahora p o r estu d iar las conjunciones surgidas del
tem a del relativo-interrogativo.

quod, quia
Las diversas funciones asum idas por quod en la sintaxis latina
provienen de frases relativas en las que el n eu tro singular del p ro ­
nom bre relativo funcionaba como sujeto o com plem ento directo.
Así, en “quod m ale feci, cru cio r” (P lauto), aunque quod es clara­
m ente el objeto interno de feci y u n id correlativo podía suplirse
fácilm ente con crucior, la frase se desliza sin esfuerzo hacia u n a in­
terpretació n causal, “p orque he hecho m al”. Lo m ism o ocurre con
el genérico “quid sit id quod sollicitere ad hunc m odum ?” (Ter.),
“¿cuál es la razón p o r la q u e ...”. Tal fue el origen de quod, como
conjunción causal. La distinción de m odos, que h a de explicarse
com o en las dem ás oraciones de relativo (véase su p ra ), se n eu trali­
zó en época tardía.
A p a rtir de otros contextos en que el valor relativo de quod está
todavía claro (“gnatus quod se assim ulat laetum , id dicis”, Plauto;
“adde huc quod caelestum p a te r prodigium m isit”, Accio; “m itte id
330 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

quod scio”, Ter.; “istuc tim es quod ille operam am ico d a t”, id.),
llegó a em plearse quod p a ra in tro d u cir oraciones com pletivas con
verbos de entendim iento, lengua, sentido, etc.: “scio iam filius quod
a m et”, Plauto, Asin., 52. En “id iam lucrum est quod vivis” la o ra­
ción de relativo es equivalente a “el hecho de que estés vivo”. En
“ego quod m ala sum , m atris opera m ala su m ” (P lau to), “en cuanto
al hecho de q u e ...” pasa im perceptiblem ente a “si yo soy m a la ...”.
El sim ilar “quod dicat allatam epistulam ” “en cuanto a lo que dice...”
(id., Asin., 761) equivale en su contexto a “aunque”. P or m edio de
m últiples procesos de este tipo quod acabó p o r convertirse con el
paso del tiem po en conjunción universal, en u n signo desvaído de
subordinació n como nuestro que.
quia es en origen el p lu ral n eu tro del interrogativo: cf. quianam
“ ¿por qué?”. A dquirió valor de conjunción causal a p a rtir de su
em pleo en interrogaciones interjeccionales : “discrucior animi, quia?
ab eundum st” “m i ánim o está atorm entado. ¿Por qué? Tengo que
p a rtir” (cf. el origen del fr. car a p a rtir de u n quare in te rjeccional).
En el latín arcaico quia es m ás frecuente com o conjunción causal
que quod, que, sin em bargo, es preferido p o r los autores clásicos.
De todos m odos quia volvió a ganar p opularidad en el latín tardío.
quia es paralelo a quod tam bién en otras funciones: “at nos pudet
quia cum catenis su m u s” (P lauto), “nos da vergüenza estar con
cadenas”, cf. “istuc acerbum st quia ero caren d u m st” (id.), “id doles
quia non colu n t” (id .). El empleo de quia com o in tro d u cto r de o ra­
ciones com pletivas con verbos de entendim iento, lengua y sentido
surge en época m ucho m ás ta rd ía que el co rrespondiente de quod:
no se lo en cuentra h asta la época de Petronio.

cum (quom )
E sta conjunción era en su origen el acusativo de singular m ascu­
lino del tem a del relativo, según puede verse todavía en expresiones
correlativas com o turn... cum , eo tem pore cum . T am bién desarrolló
una serie de valores (causal, concesivo) al m argen del originario,
que era el tem poral; pero en P lauto lleva siem pre indicativo sea
cual sea su valor. La construcción con indicativo se m antuvo h asta
la época clásica con cum tem poral cuando éste era claram ente rela ­
tivo (ya con u n antecedente expreso como tum , etc., ya sin é l), in ­
cluidas oraciones de conexión relativa tan laxa como las llam adas
de cum inversum y las del tipo cu m interea: “plus trig in ta annis
n atu s sum quom interea loci num quam quicquam facinus feci peius”
(Plauto, Men., 446-7). El subjuntivo empezó a u sarse en contextos
causales y concesivos. El origen de su irrupción en las oraciones cir­
cunstanciales del tip o “cuando” está sum ido en la oscuridad, si bien
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 331

m erece cierto crédito la teo ría de que el subjuntivo de esta s ora­


ciones es análogo al de las oraciones genéricas de relativo: “en un
tiem po en q u e ...” como opuesto a “en el tiem po en q u e...”. El p ri­
m er ejem plo aparece en Terencio : “m ag istratu s quom ibi adesset,
occeptast agi” (“u n a vez que apareció el m a g istra d o ...”, Eun., 22), y
hacia el final de la R epública ya e stab a establecido el canon clásico
según el cual el cum “cuando” lleva im perfecto o pluscuam perfecto
de subjuntivo, salvo cuando es claram ente relativo. Sin em bargo, se
en cuentran excepciones a esta regla aun en los principales autores:
“accepit agrum tem poribus eis cum iacerent p re tia ” (Cic., Q. Rose.,
33); “ñeque enim , si tib i tu m cum peteres consulatum studui, nunc
cum M urenam ipsum p e ta s ad iu to r eodem pacto esse debeo” (id.,
Mur., 3, 8); “fu it antea tem pus cum G erm anos Galli virtute su p era­
re n t” (C ésar). El análisis puede entrev er aq u í un sentido genérico;
el hecho es que en las construcciones de cum , como en todas las de­
m ás, el subjuntivo de subordinación fue invadiendo el terren o del
indicativo real y que incluso en la época clásica el uso es fluctuante.

dum
A unque la etim ología de esta conjunción es oscura, su sentido ori­
ginal parece h ab er sido el de “u n m om ento” (posiblem ente conecta­
do con durare); así, m a nedum “espera u n m om ento”, interdum , “a
veces”, “en tre dos m om entos”, n o n d u m “a ú n no, no es el m om ento”.
A p a rtir de este valor am plió su cam po p a ra significar “m ien tras”
y “h asta q u e”. No deja de ser curioso que el ing. till (“h asta que”)
derive tam bién de una p alab ra que, en germ ánico, significaba “tiem ­
p o ”. El “m ien tras”, “d u ran te el tiem po q u e” puram ente tem poral
no precisa de am plio com entario. Puede suponerse que se originó
en usos correlativos com o “sic virgo, dum in tacta m anet, d u m cara
suis est” (Catulo). En expresiones del tipo “d u ran te el tiem po en
que tal acontecim iento estab a teniendo lugar ocurrió tal cosa” se
em pleaba u n p resente durativo atem poral en la oración de dum,
aunque ésta se refiriera al pasado. Sin em bargo, el im perfecto, que es
m ás lógico, aparece u n a vez en u n discurso de la p rim era época de
Cicerón (Rose. Am ., 32, 91), y se hace m ás frecuente en los autores
posteriores. La equivalencia funcional de d u m con el cum histori­
cum acabó p o r llevarlo a la construcción con subjuntivo, especial­
m ente en Livio y p ro sistas posteriores.
Tam bién encontram os oraciones finales introducidas p o r dum.
Este valor puede haberse originado en yuxtaposiciones como mane
d u m : scribam “espera u n m om ento, voy a escrib ir”, desde donde
era fácil el trá n sito al sentido final: “espera a (para) que ..escriba”.
332 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Este valor se encuentra ya a p a rtir de la época arcaica: “observavit


dum dorm itaren t canes” (Plauto) : “opperiar eru m d u m veniat” (id .).
Finalm ente, encontram os d u m con subjuntivo estipulativo en el
sentido de “con tal que, m ie n tra s” : oderint d u m m etu a n t “que m e
odien con tal que m e tem an ”. Tenem os ejem plos desde el latín a r­
caico: “me etiam vende dum sa tu ru m vendas” (P lau to); “quid m ea
refert dum m ihi recte serviant” (id .). Una conjunción de valor sim i­
lar, es modo = “con la condición de que” : “scies m odo u t tacere
possis” (Ter.). Ambas conjunciones pueden ap arecer com binadas:
“absit dum m odo laude p a rta dom um recip iat se” (P lauto).
El sentido “term inativo” de dum , “h a sta q u e”, co rrespondía m ás
propiam ente a doñee. En latín arcaico esta conjunción se em plea
raram ente con subjuntivo, y los p u rista s clásicos tienden a evitarla
totalm ente. Los p rosistas augústeos y los posterio res, sin em bargo,
m uestran preferencia p o r doñee fren te a d u m y lo em plean con su b ­
juntivo. La parcial equivalencia funcional con d u m llevó al em pleo
de doñee con el sentido de “en la m edida en que” (Lucrecio, augús­
teos y poesía y p ro sa p o ste rio re s). El m odo em pleado p a ra la signi­
ficación de este valor fue el indicativo. Sobre el subjuntivo iterativo
véase infra.

quam (tam quam , quasi, priusquam , antequam )


quam es u n caso del tem a in terrogativo-relativo que significa “de
qué m odo”, “h a sta qué grado”. Como relativo se le em pleaba ju n to
con su correlativo tam, sacado de u n tem a d em ostrativo: “ta m ille
apud nos servit quam ego apud te servio” (P lauto). Luego llegó a
om itirse el tam antecedente: “non pisces expeto quam tu i serm onis
sum indigens” (Plauto). E stando coordinados los dos m iem bros de
la com paración, quam “regía”, com o era n atu ral, el m ism o m odo
que su antecedente: “tam duim quam p erd u im ” .
tam ... quam acabó form ando u n a única conjunción: tam quam ,
especializada en la introducción de com paraciones supuestas, “com o
s i...”. En los ejem plos m ás antiguos el subjuntivo es claram ente yu­
sivo: “inde tam quam restim tractes facito”; “facito tam quam faex
fiat” (C ató n ). Con este valor, tam quam com petía con quasi (= quam
si), siendo usado el p rim e ro p o r Cicerón, pero no p o r César. A p a r­
tir del significado “como si” tam quam (y m enos frecuentem ente
quasi) desarrolló u n valor causal en la expresión del p retexto con
verbos de acusar, sostener y tem er. El p rim er ejem plo aparece en
Livio : “plus ira... valebat quia non u t hostibus m odo sed tam quam
indom itae et insociabili genti suscensebat” (37, 1, 4).
En una frase com o hic ta m beatus est quam ille el sentido de
tam beatus podia igualm ente expresarse p o r medio de n on beatior.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 333

P uede p resu m irse que fue p o r m edio de la sustitución p o r expresio­


nes equivalentes (“contam inación”) —a p a rtir de expresiones nega­
tivas—· com o llegó a em plearse con com parativos el quarn (“com o”)
ilógico. Sea cual sea su origen, se tr a ta de u n uso b ien establecido
en el latín arcaico con com parativos tan to de adjetivos com o de
adverbios: “hau m agis cupis quam ego te cupio” ; “citius abeunt
quam in cu rsu ro tu la circu m v o rtitu r” (P la u to ). T am bién aquí ap a­
rece el m ism o m odo en los dos m iem bros de la com paración. E jem ­
plos de subjuntivo son: “plus viderem quam deceret”; “hercle au fu ­
gerim potius quam redeam ” ; “dem potius au ru m quam illum
co rrum pi sinam ” (Plauto). Sin em bargo, podem os identificar un
“círculo de em pleo” : el grupo sem ántico que incluye al verbo m alo
(< magis volo), en el que e n tra n los verbos calificados por el ad ­
verbio potius. Eii dependencia de u n verbo de voluntad como malo
resu ltab a ju sto y apropiado el em pleo de u n subjuntivo volitivo : “ta ­
ceas m alo quam tacere dicas” (Plauto, Pseud., 209). E ste tipo de
construcción se extendió luego a los dem ás m iem bros del “círculo” :
“quid m ihi m elius est quam o pperiar e ru m ?” ; “m ussitabo potius
quam inteream ” ; “inopem optavit p o tiu s eum relin q u ere quam com -
m o strare ” (P lau to ). En o tro s ejem plos es fácil identificar el su b ju n ­
tivo de “repudio” : “nam hercle ego quam illam anum inridere me
u t sinam : satiu s m ihi quovis exitio in te rire ” (id., Cist., 662-3).
U na vez que quam hubo adquirido p o r su asociación con los
com parativos el significado de “que”, llegó a em plearse tam bién sin
com parativo; así, p o r ejem plo, con statuo, certu m est y expresiones
equivalentes. Un ejem plo extrem o es “ ... quin vidua vivam quam
tu o s m ores p erferam ” , “ ...p o r qué n o vivir v iu d a (antes que) so p o r­
ta r tu m odo de proced er” (Plauto, Men., 726), que equivale a “p re ­
fiero ser viuda q u e ...”. Fue a p a rtir de oraciones de este tipo, en
las que el subjuntivo estab a plenam ente m otivado, com o por “h a b i­
tuación” p en etró dicho m odo en las oraciones com parativas con
quam , en las que no estab a justificado.
priusquam es sim plem ente u n caso de construcción d e quam tra s
un adverbio com parativo (antequam aparece p o r vez p rim era en
C atón y Terencio, y Cicerón lo prefiere a priusquam , que, sin em b a r­
go, obtiene el favor de C é sa r). En consecuencia, el em pleo de los m o ­
dos se som ete a los principios ya exam inados en el apartado p rec e­
dente. Que el subjuntivo, en los casos en que se registra, tiene o ri­
gen volitivo se desprende del hecho de que en latín arcaico, a p arte
ejem plos de atracción y “oblicuos”, se lo en cu en tra solam ente tra s
expresiones de voluntad : “dicam us censeo p riu sq u am abeam us”
(Plauto) ; “haec facito antequam incipias” (Catón) ; “p riu s resicato
quam ad arborem ponas” (id.). Una excepción aparente, “anim am
334 INTRODUCCIÓN AL LATIN

o m ittu n t priu sq u am loco dem igrent” (P lau to ), está estrecham ente


ligada a las construcciones de potius quam, que hem os exam inado
hace u n m om ento. Así pues, no parece haber base p a ra considerar
estos subjuntivos como eventuales o prospectivos. La “habituación”
comenzó en época tem prana (frecuentem ente e incluso en el latín
clásico se encuentra ya el subjuntivo con u n valor puram ente te m ­
p o ra l); el subjuntivo se convirtió en la construcción regular en el
la tín tardío.

quam quam , quam vis


Hemos exam inado ya el empleo de subjuntivo con sentido con­
cesivo. En el latín arcaico, sin em bargo, la conjunción concesiva m ás
frecuente es quam quam (= “sin em bargo”, “del m odo que sea”, “en
la m edida que sea”, en su origen) y se construye con indicativo como
en el latín clásico; “inde observabo... quam quam hic m anere m e
eru s sese iu sse ra t” (Platon), quam vis en época arcaica está todavía
estrecham ente ligado a algún adjetivo o adverbio: “audacter quam ­
vis dicito” (id.); “locus hic... quam vis subito venias, sem per liber
est” (id., Bacch., 82). El prim er ejem plo sin relación con adjetivo ni
adverbio aparece en Cicerón: “quam vis res m ihi non placeat tam en...
pugnare n o n p o te ro ” (In Verr., 2, 3, 209), pero la conjunción es aún
evitada p o r César y Livio. Tam bién licet es poco frecuente como
conjunción concesiva hasta la época de M arcial y Juvenal y los p ro ­
sistas posterio res. La equivalencia funcional de quam vis y quam quam
dio lugar a fluctuaciones en el empleo de los m odos, construyéndose
a veces quam vis con indicativo (postclásico) y quam quam con su b ­
juntivo (por p rim e ra vez en Nepote).

quom inus y quin


En el la tín arcaico los verbos de prevenir iban com plem entados
p o r u n su b ju n tiv o voluntativo introducido p o r ne. La conjunción
típicam ente clásica, quom inus, es em pleada m uy raram en te p o r P lau­
to. La preferen cia clásica por quom inus com plem entando a verbos
de prevenir fu e tal vez u n recurso conscientem ente em pleado en
interés de la σαφήνεια p a ra evitar el recargam iento producido por
la repetición d e ne (véase p. 131 sobre este aspecto del p urism o). Se
tra ta de u n caso especial de empleo del in stru m en tal quo con com ­
parativos en oraciones relativas de valor final: “id ea faciam gratia
quo ille eam facilius d ucat” (Plauto); “si sensero hodie quicquam
in h is te n u p tiis fallaciae conari quo flant m in u s...” (T er.). Tras
expresiones negativas de prevención el latín clásico solía em plear
la conjunción quin. Se originó a p a rtir del in stru m ental del in te rro ­
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 335

gativo: qui ne, “¿cómo n o ?”. Podía in tro d u cir interrogaciones in d e­


pendientes de tono im paciente que ten ían valor de im perativo (quin
tu taces? “ ¿por qué no te callas?”) ; podía in tro d u cir tam bién im pe­
rativos (quin audi) y subjuntivos deliberativos (quin rogem ?). Que
el empleo de quin con expresiones de prevención se originó en o ra ­
ciones deliberativas dependientes se ve claro en ejem plos como:
“quin loquar, num quam m e p otes d e te rre re ” (Plauto) ; “quid causae
est quin proficiscar” (Ter.); cf. “quid o b stat q uor non fiant” (id.).
Las oraciones de quin resu ltab an apropiadas tam bién p a ra o tras ex­
presiones d istin tas de las de prevención, especialm ente negativas de
du d a (haud d ubium est q u in ...). El dom inio de estas expresiones
negativas se fue extendiendo p o r procesos analógicos h a sta perderse
el sentido original de quin: “n u m quam egredior quin conspicer”
“nunca salgo sin ser visto” (P lauto); cf. “nec recedit loco quin sta-
tim rem g erat” (id.); “nullum adhuc interm isi diem quin aliquid
ad te litte ra ru m d arem ” (“no he dejado p asar n i u n día sin ponerte
u nas letra s”, Cic.). En época p o sterio r se abandonó el canon clásico
y quin pasó a em plearse tam bién con expresiones positivas de p re ­
vención y sim ilares.

El su bjun tivo en la oratio obliqua

En las páginas precedentes hem os exam inado los empleos y o rí­


genes del subjuntivo en oraciones su b ordinadas de m andato, in te ­
rrogación, pretexto, etc. A p a rtir de esas bases, p o r procesos de an a ­
logía y atracción, el subjuntivo llegó a em plearse en todas las
oraciones subordinadas que referían p alab ras ajenas introducidas
por verbos de decir, pregu n tar, ordenar, etc. Se tra ta de u n uso
regular en latín clásico, siendo su principal excepción lo que p u e­
de considerarse como anotación aclarato ria del au to r que no e sta ­
ba presente cuando las p alab ras referidas fueron pronunciadas:
“per exploratores certior factus est ex ea p a rte vici quam Gallis con­
cesserat om nes noctu discessisse” (C ésar).

El subjun tivo iterativo

El latín no tenía en origen procedim iento m odal alguno p a ra ex­


p re sa r la repetición. En saepe d ixit el hecho de la repetición es sig­
nificado p o r el adverbio, no p o r el m odo ni el tiem po del verbo. Del
m ism o m odo, en frases com o “u t quisque acciderat eum necabam ”
(Plauto) el pluscuam perfecto, como expresión del estado pasado,
indica la p rio rid ad del p rim e r acontecim iento sobre el segundo, in-
336 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Aleándose la repetición p o r m edio de quisque. G ram aticalm ente el


pluscuam perfecto en cuestión no es d istin to del que tenem os en
“iam u t m e conlocaverat, ventus e x o ritu r” (P la u to ), que se refiere a
u n a acción singular. En el latín clásico, sin em bargo, el pluscuam ­
perfecto de indicativo con cum , ubi y ut, p robablem ente a p a rtir de
expresiones que contuvieran alguna indicación explícita de iteración,
como, por ejemplo, quisque, poseía la función especifica de significar
acontecim ientos repetidos: “M essanam u t quisque n o stru m venerat,
haec visere solebat” (Cic.) ; “hostes u b i... conspexerant, ad o rieb an tu r”
(C ésar).
En la p ro sa augústea observam os una especialización sim ilar del
pluscuam perfecto de subjuntivo. Es difícil rem o n tarse a los orígenes
de este uso. El pluscuam perfecto de subjuntivo con cum hace refe­
rencia en ciertos contextos a acontecim ientos repetidos, incluso en
la pro sa clásica: “cum cohortes ex acie p ro cu cu rrissent, N um idae ef­
fugiebant” (C ésar). Ahora bien, en este caso, como en el de los p lu s­
cuam perfectos de indicativo que acabam os de exam inar, el signifi­
cado iterativo no es u n valor inherente al pluscuam perfecto de
subjuntivo, sino que m ás bien se desprende del contexto. Sin em ­
bargo, una vez que ubi fue atraíd o a la ó rb ita de cu m y llegó a em ­
plearse con subjuntivo (el p rim er ejem plo en el vulgar Bell. Afr.,
78, 4), el latín llegó a poseer dos construcciones : ubi vidit y ubi
vidisset. La segunda se especializó de Livio en adelante en la función
iterativa. No resu lta descabellado suponer que este uso fuera en sus
orígenes u n artificio literario consciente de au to res que echaron
m ano de lo que era u n doblete sintáctico de c a rá c ter vulgar para
a rb itra r un equivalente latino del optativo griego en oraciones ite ­
rativas de pasado. No existió en latín u n doblete de esta clase p a ra
los tiem pos prim arios, y ésta puede ser la razón p o r la que en tales
tiem pos no encontram os u n subjuntivo iterativo.

A ddendum

Gerundio y gerundivo

En hetita el genitivo del gerundio desem peña el papel de gerun­


divo, y en ocasiones ese genitivo aparece tra ta d o como adjetivo,
dotado de las correspondientes form as del p lu ral (H. Pedersen, H it-
titisch, p. 149). Pedersen en cu en tra u n desarrollo sim ilar en balto-
eslavo. A la vista de este gerundivo “invariable” (pp. 317 s.) es
probable que el gerundivo latino deba su origen a una re in te rp re ­
tación del genitivo adnom inal del gerundio.
NOTAS DE LOS TRA D U CTO RES

1. Este tipo de subjuntivos, común a latín, osco-umbro y céltico,


tiene una notable significación para el establecimiento de afinidades,
pues se trata de una innovación común dentro del grupo “extremo occi­
dental” (véase R , A drados , Evolución, pp. 506 ss, 517 ss, 560 ss, 589 ss,
8 7 2 ).

2. Acerca de este hipotético “acento de intensidad inicial” y sus efec­


tos véase la Nota 24.
3. Para el origen de estos perfectos véase la Nota 38.
4. Sobre el elemento -is- en el perfecto latino véase la Nota 41.
5. De la Esquisse de Meillet hay edición posterior (6.“, 1952), con bi­
bliografía reunida por J. Perrot.
6. Que lat. triump(h)us proceda del gr. θρίαμβος ha sido puesto en
duda, entro otros, por Richter, seguido, con matices, por García Calvo
(véase el artículo de este último en “Emerita”, XXV, 1957, esp. pp. 445 ss.).
Según estos autores, triumpus habría surgido de la reinterpretación como
vocativo de un imperativo triumpe, perteneciente a un verbo *tri-umpere
o ¡>tri-iumpere, “saltar tres veces”, cf. ing. up, jump. La hipótesis resul­
ta especialmente atrayente en el contexto de la interpretación del Car­
men Anale, que García Calvo intenta en el artículo de referencia.
7. Para intentos recientes de la interpretación de estos documentos
del latín protohistórico véase G. B. P ighi, La lingua latina nei mezzi
délia sua espressione, I: Storia della lingua latina, Enciclopedia Classica,
Turin, S.E.I., 1968, esp. pp. 39 ss.
8. En este sentido tenemos el expreso testimonio de Quintiliano
(I, 6, 40) : “Saliorum carmina vix sacerdotibus suis satis intellecta.”
9. Una original interpretación del Carmen Arvale ha sido intentada
por A. García Calvo en “Emerita”, XXV, 1957, pp. 386448.
10. No se olvide que el gallego actual sigue conservando “corte” y
“cortello” (cf. “cortijo”) = “cuadra”, con ese sentido primitivo de “lan­
gue de paysans”.
338 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

11. En general se ha tendido a etiquetar estas formas arcaicas del


verbo latino con excesiva rigidez. El que en ellas aparezca un elemento
-s- no basta para clasificarlas, sin más, como “de aoristo”. Los mor­
femas, en especial los más elementales por su masa, no tuvieron una
“Urbedeutung” per se; es por oposición, dentro de un sistema, como
adquieren un valor. Ténganse en cuenta, además, los drásticos reajustes
experimentados por el sistema. Acerca de estas formas sigmáticas en
concreto véase R. Adrados, Evolución, pp. 517 ss.
12. Sobre este supuesto “cambio” vor- / ver- véase la Nota 21.
13. Traducimos por “estilo rimbombante” el inglés “padded style”,
caracterización que el autor emplea con profusión, especialmente en el
capítulo siguiente. Literalmente, “padded” significa “guateado”; traslati­
ciamente, aplicado al modo de expresarse, “hinchado”. Opinamos que la
traducción “rimbombante” es la más procedente en la mayoría de los
contextos donde Palmer emplea “padded”, especialmente en considera­
ción al papel que en tal estilo primitivo desempeñan los elementos exter­
nos de la expresión, como son la rima, asonancias, aliteraciones, etc.
14. Acerca del supuesto cambio vo- / ve-, véase la Nota 21.
15. A los trabajos sobre la formación del latín literario que cita Pal­
mer en su acotación bibliográfica a este capítulo es preciso añadir uno
muy importante del ruso J. M. Tronskij, fácilmente accesible ahora en
su traducción italiana La formasione della lingua letteraria latina, pro­
cedente de su Esbogo de historia de la lengua latina, Moscú-Leningrado,
1953, cap. V, pp. 180-222, publicado como apéndice a la traducción ita­
liana del Stolz-Debrunner-Schmid (P. S t o l z , A. D e b r u n n e r , W. P. S c h m i d ,
Storia della lingua latina, trad. C. Benedikter, introd. y notas A. Traína,
Bolonia, Patron, 1968, pp. 145-194).
16. Al inicio mismo de este capítulo, admirable por tantos conceptos,
se hace necesaria la referencia a la obra de uno de los más importantes
especialistas actuales en latín vulgar, el finés Veikko Väänänen, y más
concretamente a su Introduction au latin vulgaire, París, Klincksieck, 1963,
lógicamente ignorado en este libro. Se trata de un manual que viene a
sustituir con notable ventaja al antes clásico manual de Grandgent. Hay
versión española de M . C a r r i ó n , Introducción al latín vulgar, Madrid,
Gredos, 1968.
17. Sobre la verdadera naturaleza de estas formas “contractas” véase
la Nota 39.
18. Acerca de los esfuerzos realizados hasta la fecha por detectar
auténticas diversidades geográficas en el latín tardío, a decir verdad fa­
llidos, véase E. L ö f s t e d t , Local variation in Latín, en Late Latin, Oslo,
1959, pp. 39 ss.
19. En efecto, y más que de base métrica conviene hablar de base
rítmica, dado que el saturnio, según los enfoques más recientes y fiables,
NOTAS DE LOS TRADUCTORES 339

no es un verso “métrico”. Intentos como los recogidos aún recientemen­


te por Nougaret (Traité de métrique latine classique, 3.a ed., París, Klinck-
sieck, 1963, pp. 18 ss.) de “m edir” cuantitativamente saturnios, nos pare­
cen tan condenados al fracaso como lo estuvieron los de los gramáticos
antiguos de los que derivan. Es, a nuestro entender, G. B. Pighi quien
ha puesto las cosas en su punto. Para Pighi, que considera la versifica­
ción saturnia “verbal no acentuativa de lengua cuantitativa”, “el saturnio
está formado por dos hemistiquios, en cada uno de los cuales hay una
palabra con función de tesis; la función de arsis está desempeñada en
el segundo hemistiquio por una palabra, en el primero más corriente­
mente por dos que por una”. De entre los abundantes trabajos de Pighi
sobre el tema citaremos solamente su “rapport” Lineamenti di metrica
storica delle lingue indoeuropee, en Atti della Accademia delle Scienze
dell’Istituto di Bologna. Rendiconti, L ili, 1964-1965, Bolonia, Composi­
tori, 1965, esp. pp. 20 ss.; y el apartado correspondiente de su manual
La metrica latina,, en La lingua latina net messi della sua espresione, II,
Enciclopedia Classica, Turin, S.E.I., 1968, esp. pp. 257 ss.
20. Según puede verse, Palmer se adhiere a la llamada “escuela
alemana” —postura adoptada ya también por Lindsay, (cf. Leumann-Hof-
mann, I, p. 185)—, que postula la naturaleza intensiva del acento clásico
latino. Los argumentos métricos que el autor esgrime en este punto se
basan, fundamentalmente, en las investigaciones de su compatriota Wil­
kinson, a quien cita a pie de página. Son, en resumen, una interpretación
de ciertas “coincidencias” y “discoincidencias” observadas entre ictus, o
acento de verso, y acento de palabra, en el sentido de considerarlas algo
buscado per se. Ahora bien, conviene advertir al lector no avezado que
tales “coincidencias” pueden, en buena parte, ser resultado automático
de dos factores de necesidad. Tenemos, por una parte, las rígidas nor­
mas lingüísticas que vinculan la colocación del acento clásico a la canti­
dad de la penúltima sílaba (“ley de la penúltima”); por otra, las precep­
tivas literarias que aconsejaban o vedaban ciertas tipologías verbales
(el monosílabo ante pausa rompe la unidad del verso) e imponían deter­
minadas pausas. Teniendo en cuenta todo esto, se comprendará fácilmen­
te la relatividad de estos argumentos en favor de la naturaleza intensiva
del acento clásico latino. Un censo muy completo de la bibliografía exis­
tente sobre el tema puede verse en la Metrica latina de Pighi (cf. Nota 19),
pp. 679 ss.
21. Este supuesto cambio fonético de vo- a ve- aparece planteado por
Palmer en términos demasiado tajantes —desgraciadamente tan habitua­
les— para no hacerlo por principio inadmisible. De modo semejante lo
plantean, entre otros, Niedermann (Phonétique, pp. 56 s.) y Bassols (Fo­
nética,Tp?j 113). El censo de palabras que suele aducirse como campo y
testimonio del pretendido cambio se reduce en esencia a las siguientes :
vorto/verto y sus derivados y compuestos (vorsus/versus, advorsus/ad-
versus, vortex/vertex, etc.); Vortumnus/Vertumnus; vorro/verro; vos­
ter/vester; voto/veto. Según la casi “communis doctrina”, que parece
arrancar de Solmsen, vö- habría pasado a ve- a mediados del siglo n a. C.;
340 in t r o d u c c ió n al l a t ín

pero un análisis más detallado de los hechos nos va obligar, al menos»


a un gesto de escepticismo ante este “cambio fonético”.
En primer lugar, es claro que la explicación que sirva para dar cuen­
ta de la oscilación-tránsito vorto/verto la dará también de toda su fami­
lia (advorsus, vorsus, etc.). Pues bien, como iian entrevisto ya no pocos
estudiosos —cf. Leumann-Hofmann, I, p 47; Ernout, Morphologie, p. 125—,
pudo ocurrir muy bien que en el caso de verto lo que en realidad afloró
al latín histórico fueran las ruinas de una antigua y regular alternancia
vocálica, según el siguiente esquema: pres. verto, perf. vorti (de vorti
antiguo, o del grado cero *utti), partie, perf. vorsus de *vorssus (< *uort·
tos, procedente, a su vez,~ del grado cero normal en estas formas, cf.
domitus). Esta serie tiene un paralelo perfecto en el alemán loerden,
wurde (de grado cero), (ge)worden, así como claras correspondencias
itálicas: umbro kuvertu “convertito”, pero trahvorfi “transvorse” (Ernout,
op. cit., p. 125). La aparición de “formas inversas” como vorto y verti de­
nunciaría, simplemente, el empleo asistemático de los restos de un sis­
tema morfológico anterior. En la época clásica se habría generalizado el
vocalismo del presente (é) de manera analógica (aversum ya en CIL, F,
583, 3, años 133-118 a. C.). En dos palabras: en el caso de vorto/verto y
su familia parece que nos hallamos ante hechos de morfología y analogía,
no de fonética. A la familia de verto hay que adscribir, además, Vortum-
nus/Vertumnus, nombre de un dios relacionado con el cambio de las es­
taciones (véase Ernout-Meillet, Dictionnaire). Posiblemente es en su ori­
gen el Voltumna o Veltumne etrusco (cf. Varrón, L. L., V, 46); se habría
visto atraído a la órbita etimológica de verto por su ya indicada relación
con el vertere del año. Acerca del arcaísmo técnico divortium véase Nie-
dermann, Phonétique, p. 56.
Respecto a vorro/verro diremos, ante todo, que es en esencia falso el
aserto simplista de Niedermann (véase loe. cit.) de que aparece vorre-
re, etc., en Plauto, Ennio y Terencio (véanse los correspondientes índices
léxicos). Conviene advertir, además, que a través de formas como su par­
ticipio versus —discrepan los gramáticos sobre algunas formas de este
verbo—, es fácil que entrara en la órbita analógica de verto (véase Ernout-
Meillet), si es que no tenía, como él, alternancias antiguas.
Acerca de voster/vester se puede afirmar que son formas sin relación
genética .directa entre sí, en ninguno de los dos sentidos posibles, vester
es forma heredada, según muestra claramente la comparación con umbro
vestra, etc. (véase Leumann-Hofmann, I, p. 284). De ahí que haya que
considerar a voster como forma analógica surgida de la proporción
nos-noster/vos-vester. No puede afirmarse —como hacen, por ejemplo,
Ernout-Meillet—, que voster haya pasado a vester, dado que los testimo­
nios romances como esp. vuestro, fr. vôtre, it. vostro, acreditan sin lugar
a dudas la forma voster (vostrum) como la verdaderamente viva en época
tardía. La desaparición de la forma, en los albores del clasicismo, de la
lengua escrita debe interpretarse simplemente como acto de urbanitas
purista frente a una forma, sin duda, popular; un caso más de convergen­
cia arcaico-vulgar.
Respecto a voto/veto, hay que reconocerlo, no se ha arbitrado hoy
por hoy una crítica consistente de la communis doctrina del cambio fo-
NOTAS DE LOS TRADUCTORES 341

nético, ni parece haber bases sólidas para ello. Sí cabe recordar la im­
portancia que como condicionantes de los cambios fonéticos tienen, en
latín las estructuras silábicas (abierta o cerrada). Por esto nos parece en
principio arriesgado colocar voto/veto (sílaba abierta) al lado de todos
los demás casos examinados (sílaba cerrada).
Otros supuestos testim onios que se han aducido a favor de este “cam­
bio fonético” (véase Leumann-Hofmann, I, p. 47) no tienen, en general,
vocalismo o a no ser en formas reconstruidas por la comparación, m ás
que sospechosas para quien sepa de las libérrimas reorganizaciones del
vocalismo indoeuropeo llevadas a cabo por muchos de los dialectos he­
rederos. Valga como ejemplo ·—en el terreno de las alternancias— el de
las desinencias griegas -σο y -ος, de 2.a pers. singular media secundaria y
genitivo singular, respectivamente, frente a las latinas *-se(s) > -re /
-ris y -es > -is.
Por último, el testimonio de Quintiliano (I, 7, 25), a más de dos siglos
de distancia, acerca del supuesto cambio que habría sido reconocido en
la escritura por iniciativa de Escipión Africano el Menor (?, 185-129 a. C.),
no es de excesiva confianza para un espíritu crítico moderno dotado de
sentido histórico, y que conozca en cuántas otras ocasiones los gramá­
ticos latinos han inducido a error a filólogos demasiado literalistas.
Con todo lo dicho sólo queremos dejar en claro que para postular el
paso de no- a ve- hacen falta más convincentes testimonios que los hasta
ahora aducidos. Tampoco nos atrevemos, desde luego, a negarlo de modo
tajante.
22. Acerca de la laringal 3 (H) véase la nota 28.
23. El cambio lubet > lïbet (u > i entre l y labial), es, al menos por
lo que mira a su causa y contexto, otro de los numerosos “cambios fan­
tasm a” que solemos hallar en nuestros manuales de fonética histórica
latina. En realidad se trata de un caso más de medius sonus (cf. Nota 25),
es decir, de timbre vacilante, con tendencia a paso de κ a i, de vocal
breve en sílaba interior abierta ante consonante labial (optumus/opti­
mus). Hemos subrayado interior porque debe recordarse que las formas
del impersonal lïbet se dan casi siempre en palabras fonéticas del tipo
quodlibet; ello llevó a que lu- no fuera en realidad una silaba inicial y
no gozara, en consecuencia, de la estabilidad de timbre’ propia de tales
sílabas en latín, produciéndose ante la labial b la norm al inseguridad de
tim bre del medius sonus, así como el casi general paso al timbre i.
lubido/libido p or su evidente relación etimológica con lïbet lo h ab ría
seguido por analogía en sus vicisitudes fonéticas. En cuanto a clupeus/
clipeus, hay que decir que es palabra altamente técnica y de oscuro ori­
gen (véase Ernout-Meillet). Así las cosas, no tiene sentido hablar de la l
como contexto condicionante ni de “silaba inicial” (así, en tre otros, B as­
sois, Fonética, p. 84).
24. Mucho se podría decir acerca de estas alteraciones de las vocales
breves interiores latinas y del modo en que Palmer las presenta. Nos li­
mitaremos a un par de aclaraciones fundamentales. Ante todo una ver­
342 INTRODUCCIÓN AL LATIN

dadera “nota de traductor”: Palmer, al hablar de estos procesos (p. 219


del texto original inglés) los denomina de “raising”, es decir de “eleva­
ción”. Al hablar, en cambio, de los efectos de -r- sobre vocal breve pre­
cedente (cf. cinis/cineris) constata de manera general para esta conso­
nante un efecto de “lowering” sobre las vocales, es decir, de “abajamien­
to ” o “abatimiento”. Uno y otro término nos parecen altamente impro­
pios, teniendo en cuenta el esquema de localización de las vocales latinas
y la naturaleza de los fenómenos a que aquí nos referimos. Por ello, aun
a sabiendas de traicionar en cierta medida el pensamiento del autor,
hemos preferido una traducción neutra de “raising” o “lowering”, un
simple enunciado de los hechos sin enjuiciarlos (en el caso de la -r-
es claro que se trata de la atracción al timbre vocálico más cercano a la
localización de una -r- latina, apical).
Puede verse, por lo demás, que Palmer acepta la hipótesis tradicional
del “acento prehistórico de intensidad inicial” como explicativa de estas
importantes alteraciones de las vocales breves latinas en sílaba no ini­
cial, localizadas en las vísperas de su período histórico. Esta hipótesis,
excogitada por Dietrich y ampliamente explotada por Vendryes, ha ve­
nido siendo aceptada hasta la fecha en la mayoría de los manuales al
uso. Las más serias críticas a la “intensidad inicial’’ arrancan ya de Ju­
ret y fueron continuadas por Graur y Mariner, entre otros. Del último
autor citado nos reconocemos directa y personalmente deudores en lo
referente a las notas que siguen. Entre los manuales recientes en los que
se intenta una explicación nueva puede verse el de P. M o n t e i l (Éléments
de phonétique et morphologie du latin, Paris, Nathan, 1970, pp. 91 ss.),
quien habla de una “dynamique du mot”. Véase también J. A. E n r î q u s z ,
Apunte sobre el problema de la apofonía vocálica en latín, en Actas del
III Congreso Español de Estudios Clásicos, Madrid, 1968, pp. 85-91.
Sin abordar cuestiones que excederían con mucho los límites de esta
nota, sí conviene advertir que, sea cual sea la causa de los fenómenos
en cuestión, no puede ser única, por ser éstos diversos e incluso contra­
dictorios (abertura en *cinisis > cineris; cerramiento en *ad-facio > af­
ficio; “adelantamiento” en *caputis > capitis.
De entre las críticas que a la hipótesis tradicional se han dirigido, nos
permitimos entresacar las consideraciones siguientes:
1) Si los resultados del cambio difieren tanto según se trate de sílaba
medial o final, habrá que atribuir a tal diferencia de condiciones la im­
portancia adecuada.
2) Lo mismo cabe decir de las diferencias sílaba abierta-sílaba ce­
rrada.
3) En latín, lengua pobre en compuestos, a diferencia del griego, la
sílaba inicial posee un “privilegio lexemático”; la final, un “privilegio
morfemático” (ideas repetidamente expuestas por Mariner).
4) Lo verdaderamente relevante en el sistema de las vocales latinas
no son las aberturas, sino las localizaciones (véase el esquema lineal
propuesto por Mariner en su Apéndice de fonemática latina a la Foné­
tica de Bassols, pp. 255 ss., frente al tradicional triángulo de Hellwag).
Si no se tiene en cuenta esta realidad, no se valorarán debidamente los
NOTAS DE LOS TRADUCTORES 343
fenómenos, corriéndose el riesgo de tomar por principal io que es se­
cundario; de ahí que se hable con tanta facilidad de "aberturas” y
“cierres”.
25. La cuestión del medius sonus está hoy situada, tras haber pro­
vocado abundante bibliografía, en los confines del bizantmismo. Acerca
de la cuestión en sí puede verse, por ejemplo, A. T r a í n a , Uulfabeto e la
pronunsia del latino, 2.“ ed., Bolonia, Patrón, 1963, pp. 43 ss. (al final
reúne amplia bibliografía). Respecto a la posición de Palmer queremos
hacer las precisiones siguientes:
El texto de Quintiliano, I, 4, 8, tal como lo presenta Palmer, es sim­
plemente trivial y ha sido profundamente transformado por una genial
intuición crítica debida, que sepamos, a Niedermann (véanse sus M. Fabii
Quintiliani Institutionis Oratoriae lïbri primi Capita de Grammatica
(I, 4-8), Neuchâtel, Griffon, 1947, p. 2). La corrección de Niedermann ha
sido apoyada, entre otros, por P. G. Goidanich (Del cosidetto ‘sonus qui­
dam medius u et i’ di Quintiliano, en A tti della Accademia dei Lineet.
Rendiconti. Scienze Moral. Stor. Philol., s. VIII, v. V, 1950, pp. 284-296).
El texto rectamente enmendado queda así: “non enim sic optimum dici­
mus ut opimum", es decir, trata de dejar bien sentada la diferencia en­
tre el timbre oscuro o vacilante de la i breve (optim um ) y el claro de la
i larga; Quintiliano escoge un término adecuado de comparación: a la
vocal larga sigue también una labial.
En el manual del propio Niedermann (p. 21), sin embargo, no se llegó
a introducir, que sepamos, esta importante corrección del texto.
26. Para una exposición reciente, sintética y clara del consonantismo
indoeuropeo véase el trabajo de J. M a n e s s y - G ü i t t o n en Le langage (En­
cyclopédie de la Pléiade, dir. A. Martinet, Paris, Gallimard, 1968, esp.
pp. 1242 ss.).
27. Al término del capítulo que Palmer dedica a la fonética histórica
del latín, conviene llamar la atención del lector sobre la ausencia en su
estudio de toda referencia a los sonidos latinos desde el punto de vista
de la fonología o fonemática. Para suplir esta laguna, realmente importan­
te por tratarse del estudio más propiamente lingüístico del sonido, según
advertía ya Trubetzkoy, puede verse el Apéndice de fonemática latina d e
S. Mariner a la Fonética latina de Bassols (Madrid, CSIC, 1962, p p . 249-271).
28. En su Mémoire sur le système prim itif des voyelles indo-européen­
nes (Leipzig, 1879), F. de Saussure puso las bases de la teoría la r in g a l:
del estudio de las alternancias vocálicas tipo τίθημι / τιθεμεν d e d u jo la e x i s ­
tencia en cierto estadio del indoeuropeo de tres “coeficientes sonánticos”
cuya naturaleza renunció deliberadamente a describir, atento sólo a la
función que tales coeficientes desempeñaban. Al postular estos c o e fic ie n ­
tes, de timbre e, a, o —notados posteriormente como 3i, 3 2, 9 3, o b ie n
Hi, He, Hj—, Saussure suscitó la cuestión que tal vez haya levantado
más agrias polémicas en la lingüística indoeuropea y, desde luego, la q u e
más puntos oscuros iluminó y más hizo avanzar la reconstrucción, d e l
344 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

llamado Indoeuropeo común: todo el vocalismo —sistema originario, pró­


tesis vocálica, vocales de apoyo, alternancias—, ciertos hechos del conso­
nantismo —oclusivas sordas aspiradas en primer plano— y hechos mor­
fológicos clave —teoría de la raíz y los sufijos, ciertas formaciones
nominales y verbales— son hoy incomprensibles o sólo parcialmente
estudiables, si no se admite la existencia de unos coeficientes o fonemas
que se han llamado laringales desde Meller, quien los comparó con las
laringales de las lenguas semíticas.
Para ciertos laringalistas —Saussure, Kurilowicz y Benveniste princi­
palmente— la descripción fonética de las laringales es innecesaria y su
intento incluso perjudicial; interesa de ellas solamente su función, su
rendimiento dentro de los modelos de reconstrucción. Para muchos no
laringalistas el primer reparo a sus contrarios es precisamente esta ma­
nera mecanicista de ver el lenguaje, ese reducirlo a ecuaciones. Otros, en
cambio, se han ocupado de conjeturar la naturaleza fonética de las larin­
gales, pero escaso ha sido el fruto: se trataba, al parecer, de sonidos
continuos o fricativos, posteriores —pero sin que se precise si velares,
glotales o faringales—, tal vez sordos o tal vez sonoros según el contexto
fónico; se admite por todos que debían ser sonidos muy abiertos, como
prueba el que, según contexto, pudieran desempeñar función vocálica;
en una palabra: eran sonantes.
Tampoco hay unanimidad en cuanto al número de laringales: desde
una para Zgusta hasta nueve para Cuny hay un amplio repertorio de
teorías. Para Adrados son seis: cada uno de los timbres, e, a, o aparece
con un apéndice palatal o labial, es decir, y ff~, íT~, ·
En cuanto a la evolución y efectos de las laringales hemos de advertir
que, consecuencia de lo que ya llevamos dicho, no hay acuerdo entre los
laringalistas, salvo en lo fundamental: la laringal que precede a la vocal
le da su timbre pero no la alarga, la laringal que sigue a la vocal le da
su timbre y la alarga, todo ello siempre que vocal y laringal pertenezcan
a la misma sílaba. En otros puntos el desacuerdo es grande: vocal de
apoyo de la laringal interconsonántica, prótesis vocálica, laringal inicial
ante consonante, geminación de laringales, etc.
Ninguna lengua indoeuropea ha conservado las laringales, excepto el
hetita, cuya h identificó con 9, Kurilowicz en 1927; y este resto mínimo
—y además con incongruencias notables—, unido al enorme rendimiento
funcional de lo que puede llamarse “coeficiente”, “laringal” o cualquier
otra cosa, es más que suficiente para que resulte incomprensible que se
niegue —como se sigue aún haciendo por lingüistas de prestigio— la “teo­
ría laringal”; desde luego muchos de los datos y resultados observados
y obtenidos por los laringalistas no encajan en el concepto tradicional
(neogramático) de “ley fonética”, pero defender a ultranza tal “ley” —-que
no es sino mera “tendencia”— equivale a renunciar a una suma grande
de esclarecimientos a cambio de la “seguridad” de la doctrina aceptada e
indiscutida. A los no laringalistas podría decírseles lo de Vendryes (BSL,
37, 3) a propósito de Benveniste (Origines..., uno de los frutos geniales
de la teoría laringal): “Le désastre est moins grand qu’une première
impression ne ferait croire”.
NOTAS DE LOS TRADUCTORES 345

Pueden consultarse: F . R . A d r a d o s , Estudios sobre las sonantes y la­


ringales indoeuropeas, Madrid, CSIC, 1973a; Evolución y estructura del
verbo indoeuropeo, Madrid, CSIC, 1963. W . W i n t e r (editor), Evidence for
laryngeals, La Haya, 1965 (especialmente los capítulos The laryngeal theo­
ry so far, de E. P o l o m é , y Evidence in Italie, de C. W a t k i n s ) . E. B e n v e n i s t e ,
Origines de la formation des noms en indo-européen, Paris, 1935. Le Langa­
ge (dir. A . M a r t i n e t , Encyclopédie de la Pléiade, Paris, Gallimard, 1968),
esp. pp. 1255 ss., de L’indo-européen, de J . M a n e s s y - G u i t t o n . J . G i l ,
La apofonía en indoeuropeo, en “Estudios Clásicos”, XIV (59), 1970, p. 1 ss.
Para aplicaciones serias de la teoría laringal al estudio del latín véanse,
como ejemplo, el artículo de J . G i l , L o s temas nominales en laringal, en
“Emerita”, XXXVII, 1969, pp. 371-409; y P. M o n t e i l , Éléments de phoné­
tique et morphologie du latin, Paris, Nathan, 1970, esp. pp. 61 ss.
29. Para un status quaestionis del origen del genitivo en -ï véanse el
artículo de J . G i l , El genitivo en -î y los orígenes de la declinación temá­
tica, en “Emerita”, XXXVI, 1968, esp. pp. 25 ss., y A. M. D e v i n e , The
Latin thematic genitive singular, Stanford University, 1970.
30. Afirmar que “algunos temas en -i tienen el nominativo de singu­
lar en -és” resulta desacertado tanto desde un punto de vista histórico
(pues son nombres de origen distinto) como sincrónico (pues algunos
funcionan en la órbita de los temas consonanticos) ; en todo caso es una
“simplificación pedagógica”. El grupo extraño y en recesión de los nom­
bres tipo caedës, famés, felês, etc., si bien en época clásica aparece, en
su gran mayoría, intensamente integrado por analogía en la flexión de
los temas en -i- (de donde nominativos como canis), tienen origen dis­
tinto de aquéllos, y seguramente no unitario. La labor de inventario filo­
lógico de estos nombres —muchos de ellos relegados en las hablas téc­
nicas o rústicas— ha sido objeto de un importante trabajo de A. E r n o u t
en sus Philologica III (París, Klincksieck, 1965, pp. 7-28). Desde un punto
de vista más propiamente lingüístico y con horizonte indoeuropeo han
sido estudiados, entre otros, por H. Pedersen y Sommer, y muy reciente­
mente por J . Gil (Los temas nominales en laringal, “Emerita”, XXXVII,
1969, pp. 371 ss.).
La explicación que de estos nombres da Palmer es marcadamente tra­
dicional: sei’ian temas en -i- con un grado largo -éi- en el nom i­
nativo (véase Sommer, p. 371). Pue Pedersen quien abrió el camino a la
verdadera explicación histórica de estos nombres en su libro La cinquiè­
me déclinaison latine (Copenhague, 1926). Comparó Pedersen estos nom ­
bres latinos del tipo vates con los del antiguo indio del tipo pánthás
(“camino” = pons), concluyendo que en su nominativo tenemos simple­
mente un grado pleno é, procedente de *-ea (véase la Nota 28), del ele­
mento predesinencial. Del grado cero procederían las formas latinas tipo
caedis (gen.), caedibus, etc., que acabaron arrastrando a estos nombres
a la órbita flexional de los temas en -i-.
J. Gil ha modernizado el análisis de Pedersen según el correspondiente
desarrollo de la teoría laringal: nom. -es *< -éH^s) (su “tipo B I ”, véase
art. cit., pp. 371, 393), pero postula también la contribución a la forma­
346 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

ción de este grupo de temas en -ëi < *-eH\, al lado de los en -ë(s). Tal
contribución vendría probada por la antigüedad de formas tipo aedium,
felium, nubium, etc. Estos temas en -ëi son los mismos que, en parte,
han formado la quinta declinación.
31. Para estudiar los orígenes de la quinta declinación latina es indis­
pensable el manejo de los trabajos de Pedersen y J. Gil citados en la
Nota precedente.
32. Para este punto es fundamental el trabajo de A. T o v a r , L os g e n i­
-ïus y la h ip e r c a r a c te r iz a c ió n e n la m o r f o lo g ía
tiv o s en la tin a , Coimbra,
Fac. de Letras, 1947.
33. Sobre voster véase la Nota 21.
34. Al iniciar el estudio de la morfología verbal latina es absoluta
mente necesario que llamemos la atención del lector sobre una obra ca­
pital, a la que se ha hecho ya referencia en estas Notas. Se trata del libro
de F. R o d r í g u e z A d r a d o s , Evolución y estructura del verbo indoeuropeo,
Madrid, CSIC, 1983; a la morfosintaxis histórica del verbo latino están
especialmente dedicadas las pp. 475-578.
35. Véase en la Nota 45 la crítica de este esquema tiempo-aspecto del
verbo latino, hoy inadmisible.
36. La diferencia entre capio (fació, etc.; infinitivo -ere < *-¿-se, tipo
integrado en la tercera conjugación) y audio (cuarta conjugación, infini­
tivo audire i reside, como es evidente, en la cantidad de la -i-. Palmer
expone aquí la doctrina que, en esencia, se denomina corrientemente “ley
de Sievers”, basada en* paralelos góticos, y que hace depender la cantidad
de la -i- de la de la sílaba o sílabas precedentes. R. Adrados cree hallar
una solución al problema suponiendo que la diferencia de cantidades es
fruto simplemente de la diversidad de posibilidades de vocalización de la
laringal H \ por él postulada como radical y luego elemento derivador en
esta clase de temas, a saber “H1“ > i o bien H‘° > i. Tal variedad de so­
luciones se da, según ha hecho notar el propio Adrados con anterioridad,
en la mayoría de las sonantes indoeuropeas (f > ar, ra, ara, etc.). Véase
R. Adrados, Evolución..., pp. 480 ss.
37. Sobre los orígenes del perfecto latino véase R. Adrados, Evolu­
ción..., pp. 486 ss.
38. Su explicación del origen de los perfectos latinos en -v- es, sin
duda, una de las más brillantes aportaciones de la teoría laringal. La
base sobre la que descansa es mencionada por Palmer, aunque con el
escaso entusiasmo que puede verse: la comparación con perfectos sáns­
critos del tipo ja jñ ü ú = g n ó v i, sin desinencia. De ahí se concluye sin
lugar a duda el origen radical àe la -v- (-U-), “arrancada” a ciertos temas
y convertida (gramaticalizada) en morfema de pretérito.
Como es sabido por los iniciados, A. Martinet postuló que la laringal
(timbre o) tenía un apéndice labial semejante al existente en el sonido
representado por el dígrafo latino QV (q’~l o k “), es decir, ff“3, que expli-
NOTAS DE LOS TRADUCTORES 347

caria la v de octavos frente a octö, o la de gnóvi (< *gneHva-) frente a


gnosti (véase Nota 39). La extensión por Adrados del apéndice labial a
las tres laringales permite explicar la -v- de todos los perfectos latinos
como procedente de temas en laringal (flavi, sevi, gnóvi, etc.), gramat’í-
calizada luego. Véase Adrados, Evolución..., pp. 489 ss.
39. La explicación fonético-analógica que admite Palmer para estas
supuestas formas contractas de tipo amasti había sido ob.jeto de crítica
dentro de la lingüística tradicional; en efecto, parecía a algunos estudio­
sos que el supuesto “foco de irradiación” del cambio (deleveram, audir
visti) no era lo bastante amplio como para provocar un tan enérgico
“movimiento analógico”.
También en este caso parece que la teoría laringal puede dar una
respuesta adecuada. Las formas “contractas” como gnosti serían tan
antiguas, al menos, como las “extensas” del tipo gnovisti. La diferencia
entre unas y otras estribaría, simplemente, en el diverso tratamiento ex­
perimentado por la sonante laringal de la que -v- de gnovisti procede
(véase Nota precedente), según el contexto fónico y las posibilidades de
realización (véase R. Adrados, Evolución..., pp. 492 ss.).
40. Para una reconstrucción moderna y laringalista de las desinencias
del perfecto indoeuropeo véase R. Adrados, Evolución..., pp. 487 ss.
41. Este elemento -is- del perfecto latino tiene documentadas co­
rrespondencias en otras lenguas indoeuropeas: het. is, aind. is, gr. *es- /
is-, o.-u. -us. Para R. Adrados es el resultado del encuentro de una larin­
gal —radical o gramaticalizada— con el formante -s- de aoristos, fu­
turos, subjuntivos y perfectos latinos, etc., es decir, un doblete fonético
de la simple -s-. Para R. Adrados este hallazgo representa, después
de la explicaciónde los perfectos en -v-, la más importante contribu­
ción de la teoría laringal a la reconstrucción y explicación del verbo indo­
europeo. Véase R. Adrados, Evolución..., p. 523.
42. Para la formación de los subjuntivos latinos véase R. Adrados,
Evolución..., pp. 506 ss. (temas con vocal larga) y 517 ss. (temas con s o
r < s).
43. Aceren de las diversas teorías sobre el nominativo y su crítica trata
L. R u b io , Introducción a la sintaxis estructural del latín, Barcelona, Ariel,
1982, pp. 130 s.
44. La consideración “elíptica” del acusativo exclamativo, es decir,
corno dependiente de un “verbo sobreentendido”, está hoy superado.. En
tales situaciones es el objeto —no propiamente gramatical— de algo extra-
lingüístico: la atención que sobre él se quiere llamar. Esto es fácilmente
comprensible al nivel relajado de la sintaxis impresivo-expresiva. Véase
Rubio (op. cit., Nota 43), pp. 130 s.
45. Como es bien sabido, fue G. Curtius quien a mediados del pasado
siglo “descubrió” en el verbo griego y latino la categoría del “aspecto”,
entendida como grado de desarrollo en que la acción verbal se contem­
pla (iniciación, duración, terminación, indeterminación), y representada
348 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

por los morfemas, que hasta entonces eran considerados como portado­
res de nociones de “tiempo”. En el “descubrimiento”, que realmente lo
íue para el verbo griego, tuvo gran importancia la comparación con las
categorías del verbo eslavo.
Por lo que mira al latín, puede decirse que la búsqueda de un sime-
trismo con el griego y con lo que se suponía “estadio primitivo común”
(en su primera parte presente ya en las equívocas disquisiciones de los
antiguos gramáticos romanos), llevó a consecuencias nefastas para la
verdad científica. A ello contribuyó no poco la tentadora simetría mor­
fológica que nos presenta al verbo latino tajantemente reorganizado en
dos temas: infectum y perfectum. Se pretendió ver en esta oposición for­
mal el reflejo de un paralelo sistema de significaciones: la oposición as­
pectual “acción no terminada”/ “acción terminada” (Meillet), o bien “va­
lor aorístico” (terminativo)/“valor continuativo” (presente) (autores ale­
manes). Dentro de cada tema aspectual se habría establecido la triple
gradación temporal pasado/presente/futuro. A esquemas de este tipo
se refiere Palmer, según puede verse. El más característico es el de Mei­
llet (véase Esquisse, p. 21), del que podemos presentar un espécimen
reducido según el modelo siguiente (indicativo) :
infectum perfectum
presente amo amavi
pasado amabam amaveram
futuro amabo amavero

Naturalmente, los restos individuales de estadios anteriores y los he­


lenismos de imitación contribuían notablemente a mantener en pie el
edificio: vixerunt, “han terminado de vivir” ■= “han m uerto”.
Pero el “sistema” no ha podido resistir a la larga la prueba de fuego
del empirismo sobre los textos, al menos sin formar un capítulo de “ex­
cepciones” mayor que el de “casos normales”. Véase, por ejemplo, el
modo más que prudente en que manejan esquemas de esta clase segui­
dores de Meillet como Ernout y Thomas (Syntaxe latine, 2.“ ed., París,
Klincksieck, pp. 215 ss.).
Era necesaria una afirmación tan tajante como la reciente de R. Adra­
dos: “No hay aspecto en el verbo latino, en la oposición presente/preté­
rito, que se refiere exclusivamente al tiempo; lo hay únicamente entre
el pretérito perfecto y el imperfecto” (Evolución..., p. 534).
La oposición amavi/amabam es una oposición no durativo/durativo,
siendo amabam el término marcado de la oposición. Ésta es la única oposi­
ción sistemática de aspecto que se da en el verbo latino (oposiciones no
sistemáticas pueden establecerse por otros procedimientos, como la prefi­
jación: facio/perficio; pero caen fuera del dominio morfosintáctico, preci­
samente por su asistematismo ). En cuanto a las oposiciones amavi, ama-
bam/amaveram y amabo/amavero (esta última bastante diluida en latín
histórico), hay que decir que responden a la noción de “tiempo relativo”,
es decir de anterioridad dentro de los campos generales del pasado y fu­
turo, respectivamente; no son en modo alguno aspectuales, amaveram y
NOTAS DE LOS TRADUCTORES 349

amavero, por decirlo así, dividen en dos los campos del pasado y del futu­
ro globalmente abarcados por las formas que se les oponen respectivamen­
te; no son “perfectos de pasado y de futuro”. Terminaremos insistiendo en
nuestra deuda al magisterio público de R. Adrados (Evolución..., pp. 533
ss.) y al personal de S. Mariner.
46. Sobre el verdadero valor del “perfecto” latino véase la Nota 45;
en realidad es simplemente un pasado o un anterior a presente.
47. Sobre el verdadero valor del “pluscuamperfecto” latino, en rea­
lidad un pretérito anterior, véase la Nota 45.
48. Como era de esperar teniendo en cuenta las fuentes que el autor
emplea, nos encontramos aquí con un tratamiento confuso y poco satis­
factorio del problema de los modos latinos. Este tipo de descripciones,
según ha hecho notar L. Rubio, suelen adolecer de un desenfoque espe­
cialmente patente en dos síntomas; en primer lugar, confusión de térm i­
nos; luego, un confesado pesimismo respecto a la posibilidad de llegar a
una comprensión verdaderamente científica de la cuestión de los modos, y
especialmente de ese “bugbear” de los estudiosos —por emplear términos
que el propio Palmer aduce en otro lugar— que es el llamado modo sub­
juntivo latino. El atomismo, la falta de sentido del sistema y la sincro­
nía han venido siendo el vicio radical del enfoque puramente historicista
de este y de tantos otros problemas lingüísticos.
Entendemos que sólo el enfoque estructural —más concretamente
funcional según la vertiente martinetiana de la Escuela de Praga— ha
dado una respuesta coherente al interrogante planteado por la categoría
“modo” en latín. Y han sido tres españoles, Mariner, García Calvo y
L. Rubio, quienes, en orden cronológico, -han contribuido en mayor me­
dida a la elaboración de esta respuesta. Las líneas que siguen pretenden
una apurada síntesis de su doctrina, sobre la base de los trabajos que
reseñamos al final de esta Nota, y a los que no haremos referencias con­
cretas, en la medida de lo posible, a lo largo de la misma. El lector in­
teresado en el tema deberá, desde luego, acudir directamente a esas
fuentes.
Como ha señalado muy acertadamente L. Rubio, los intentos realiza­
dos hasta la fecha para un estudio científico de los modos latinos h an
seguido un método “que pretende describir todas las posibles bazas del
juego, desentendiéndose de las reglas del juego en sí”. Este desquicia­
m iento se manifiesta, verbigracia, en la confusión de térm inos a que al
principio nos referíamos. Tomando como ejemplo la exposición del p ro ­
pio Palmer, vemos que “divide” el subjuntivo en “volitivo” ("yusivo”,
“deliberativo”, “de repudio” —indignantis—), “optativo”, “potencial” (“op­
tativo”), etc. Una “clasificación” de este tipo —sabemos muy bien que
el autor no pretende establecer departamentos estancos— no difiere m u ­
cho, con todo, de una que dividiera a los hombres en altos, sanos y es­
pañoles; o bien, volviendo al símil del juego, de una baraja española en
la que se hubieran mezclado naipes franceses. Es, preciso, pues, dividir lo
menos posible, en términos verdaderamente opuestos morfológica y se­
mánticamente, y según los niveles de comunicación.
350 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

El estudio de los modos latinos ha de tener en cuenta, entre otros, los


siguientes principios básicos:
1) “La no identidad de las oposiciones morfológicas que se interfie­
ren” (Ruipérez-Mariner ), es decir, que si dentro del llamado modo sub­
juntivo se llega a detectar dos verdaderos modos (potencial e irreal),
deja de tener sentido hablar de “modo subjuntivo”. Este principio tiene,
naturalmente, un alcance mucho más amplio que el ejemplo propuesto.
2) La base filológica para el estudio del problema han de ser los
textos en que los modos y, concretamente, las formas del subjuntivo son
fruto de empleo deliberado, libres de toda sospecha de automatismo. De
ahí que se deba partir de empleos no subordinados (lo que no excluye
que en usos subordinados se den auténticos valores modales).
3) Es preciso distinguir entre “nivel ,de forma verbal” y “nivel de
frase” (Rubio, sobre una idea “bühleriana” de García Calvo). A saber,
amarem es una forma que va modalmente marcada por un morfema
que indica irrealidad, sin necesidad de aditamentos; ahora bien, según el
contexto en que vaya y el valor modal de tal contexto, indicado por una
determinada curva melódica —de afirmación, interrogación, exclamación,
orden, etc.—, recibe, o, mejor, contribuye a formar, una significación
“suprasegmental” o “modalidad”. Adelantemos, a título de ejemplo, que
realidad/irrealidad/posibilidad son conceptos significados al nivel de la
forma verbal (modos), y se significan por ciertos morfemas (lego, “cero”;
legam, legerem, -rë-); en cambio, conceptos como afirmación, interroga­
ción, duda, orden, deseo, etc., se mueven en el ámbito de la modalidad de
frase y forman signo lingüístico con el correspondiente “prosodema supra­
segmental”. Son categorías, las de una y otra serie, que se interfieren; no
son, pues, idénticas. Se ha comparado con acierto esta interferencia a la
de las redes de meridianos y paralelos.
Pasemos ahora a la consideración concreta del “nivel de la forma ver­
bal” o nivel de los “modos” propiamente dichos. A este nivel nos move­
mos entre significados del tipo realidad/posibilidad/irrealidad, y unos
morfemas verbales que indican sistemáticamente tales valores: amo/
amem/amarem. Ha sido S. Mariner quien en su luminoso artículo de
“Emerita”, XXV (1957), ha esclarecido esta zona del problema, al nivel
sincrónico del latín clásico. Desmonta Mariner como modo el “subjun­
tivo” —su propio nombre es una invitación a descalificarlo como tal—■
en dos modos: potencial (amen, amaverim) e irreal (amarem, amavis­
sem), dentro de los cuales se tiende a establecer una oposición temporal
presente/pasado (en el potencial parecen menos sitemáticos los hechos
en este punto). En realidad la gramática tradicional de las oraciones con­
dicionales habían entrevisto de lejos el quid de la cuestión. El bloque
irreal/potencial, sobre la nota básica de la subjetividad, se opondría
como término marcado al indicativo, modo de la objetividad. Dentro del
bloque, el irreal sería el término marcado de la oposición. El “superblo­
que” de estos tres modos se opondría, como término no marcado, al
imperativo, modo exclusivo de la actuación (orden, mandato). El es­
NOTAS DE LOS TRADUCTORES 351

quema básico de Mariner, que precisa, como se verá, de ciertos retoques


es, pues, el siguiente:
IMPERATIVO

IRREAL / POTENCIAL

INDICATIVO

En el cual los términos no marcados —los que pueden también “apare­


cer por el otro”— ocupan los lugares inferiores y de la derecha del lector.
A nivel sintáctico, el de las modalidades de frase, el estudio debe par­
tir del importante artículo publicado por A. García Calvo en “Emerita”,
XXVII (1960), quien sienta las bases teóricas a las que ya hemos hecho
referencia marginal. Es mérito de García Calvo la introducción del con­
cepto de “modalidad de frase”, significación suprasegmental notada pol­
la entonación o curva melódica. Con base última en el esquema funcional
de Bühler, distingue García Calvo dos niveles distintos de modalidad:
a) impresiva (órdenes, deseos, exclamaciones, etc.); b) lógica o declara­
tiva, que se subdivide en afirmativa e interrogativa. Se ve ahora claro,
según ya insinuamos al principio, a dónde tienen que ir a parar ciertos
“naipes” que nada hacen, sino confundir, en el nivel de los verdaderos
“modos”; nos referimos a “optativo”, “yusivo”, “deliberativo”, y concep­
tos por el estilo. Cierto es que García Calvo creía agotar el problema
global con su solución, que no es sino la mitad de la verdadera, aunque
tan importante, desde luego, como la otra mitad, la “invención” de Mari­
ner. El problema global de los modos se presenta, pues, como un juego
de dos barajas combinadas, no confundidas.
La necesaria síntesis de uno y otro hallazgo ha sido obra de L. Rubio,
quien tuvo el mérito de observar la perpendicularidad existente entre uno
y otro eje, es decir, la “no identidad” de oposiciones tipo afirmación/de­
seo con las del tipo real-irreal. Quiere esto decir, claro está, que empleos
de carácter yusivo los puede haber —como de hecho los hay— también
en indicativo; como los hay afirmativos en el irreal o interrogativos en
el potencial; y sígase la combinación hasta el limite de lo posible.
Rubio ha perfeccionado, además, el esquema de Mariner, teniendo en
cuenta la autocrítica de aquél y las acotaciones de R. Adrados al artículo
de “Emerita” XXV. El imperativo quedaría aún más al margen, como
“modo” exclusivo de la impresividad y, por tanto, como un “modo en
sentido amplio”. Rubio insiste en su elementalidad morfológica —com­
parable sólo a la del caso vocativo—·, que cuadra muy bien a un nivel
“no lógico” de la comunicación lingüistica. El infinitivo, excluido en un
principio del esquema de Mariner, representa un extremo de no carac­
terización, pues puede aparecer por todos los demás modos y con todas
las modalidades. Debe colocarse, por tanto, en la base misma del es­
quema.
En resumen, pues, los modos del latín clásico son: infinitivo (valor
neutro), indicativo (realidad), potencial e irreal, cada uno de los cuales
puede emplearse en modalidad impresiva (órdenes, deseos, etc.) o bien
352 INTRODUCCIÓN AL LATIN

lógica (afirmación o interrogación). Queda aparte el imperativo, “modo


exclusivamente impresivo”.
Ni que decirse tiene que el estudio de los modos en la subordinación
ha de basarse en el de los usos libres. Los valores modales están todavía
muy claros en ciertas subordinadas. El subjuntivo de subordinación no
es, claro está, modo, sino pura marca externa de subalternación lógica,
sin conexión con la verdadera significación.
La doctrina que hemos intentado resumir aquí procede, fundamental­
mente, de las siguientes fuentes: S. Mariner, “Emerita” XXV, 1957, pp. 449-
486, y XXXIII, 1965, pp. 47 ss.: A. García Calvo, “Em erita”, XXVII, 1960,
pp. 1-47; F. R . A d r a d o s , Evolución..., pp. 542 ss.; L. R u b i o , op. cit. en
nota 43, pp. 234 ss. (sobre el cual hay una crítica reciente de Ch. T o u r a t i e h
en Revue des Études Latines, LV, 1977, pp. 394 ss., quien atribuye al sub­
juntivo valor potencial y volitivo, actualizables según contexto, y niega valor
modal al “irreal”, quizá no sin razón).
Sobre el estudio de los modos en griego y latín en el período 1903-
1966 ha publicado un densísimo “rapport” en el periódico “Lustrum”
(11/1966, pp. 173-349; 13/1968, pp. 404-511) el profesor de la Universidad
de Bolonia G. Calboli. Se trata de un trabajo clave que recoge exhausti­
vamente lo realizado en ese período, con importantes sugerencias crí­
ticas.
49. Sobre estos “aoristos sigmátioos” véase la Nota 11 y la bibliogra­
fía allí reseñada.
50. El estudio de los modos en la oración compleja es problema pen­
diente del esclarecimiento de los modos de empleo independiente. Véase
la Nota 48.
BIBLIOGRAFÍA

(N. T.: Hemos procurado actualizar y ampliar la Bibliografía confec­


cionada por el autor, sin afán alguno de exhaustividad, desde luego.
Nuestra atención se ha dirigido particularmente a la obra de estudio­
sos españoles. Nuestras adiciones van entre paréntesis.)

Como bibliografía general de obras sobre la lengua latina puede uti­


lizarse :
J. Cousin, Bibliographie de la langue latine. 1880-1948, Paris, 1951. (De las
publicaciones referentes al mundo clásico da cuenta anualmente
“L’Année Philologique”; véase también V. J. Herrero, Introducción al
estudio de la filología latina, Madrid, Gredos, 1965.)

H is t o r ia de la len gua

A. Meillet, Esquisse d’une histoire de la langue latine (6.* ed., 1952).


P. Kretschmer, “Die Sprache” en Gercke y Norden, Einleitung in die
Altertumswissenschaft, 3.“ ed., 1923 (véase también Introducción a la
lingüística griega y latina, trad. M. F. Galiano y S. F. Ramírez, Madrid,
CSIC, 1946).
(F. Stolz - A. Debrunner - W. P. Schmid, Storia della lingua latina, trad. Be-
nedikter-Traina, Bolonia, Pàtron, 1968.)
G. Devoto, Storia della lingua di Roma, 2.a ed., 1944.
J. Cousin, Evolution et structure de la langue latine, 1944.
(G. B. Pighi, Storia della lingua latina, en La lingua latina net mezzi della
sua espressione, t. I, Enciclopedia Classica, Turin, S.E.I., 1968.)

CAPITULO PRIMERO

Un interesante examen de las afinidades del latín es el artículo de


D. M. Jones The relation of Latin to Osco-Vmbrian, “Transactions of the
Philological Society”, 1950. Puede remitirse al estudioso a este artículo
para las más importantes referencias bibliográficas. Véase también el
trabajo de síntesis de M. Lejeune, La position du latin sur le domaine
indo-européen, en Memorial des études latines, 1943, pp. 7 ss.
354 in t r o d u c c i ó n al l a t ín

O SC O -U M B R O

C. D. Buck, A grammar of Osean and Umbrian, Boston, 2.a ed., 1928.


(A. Montenegro, Oseo y umbro, Madrid, CSIC, 1949.)
(A. Ernout, Le dialecte ombrien, París, Klincksieck, 1961.)

CAPÍTULO II

Una guía útil para la arqueología prehistórica de Italia y sus rela­


ciones con los datos lingüísticos es:
J. Whatmough, The foundation of Roman Italy (Manuales de Arqueología
de Methuen), 1937 (con amplia bibliografía).
Más moderno:
Handbuch der Archäologie, 4." parte, 1950 (en el Handbuch der Alter­
tumswissenschaft, VI, 2, 1).
Para trabajos más recientes véanse los artículos de F. Matz en “Neue
Jahrbücher für Antike und deutsche Bildung”, 1938, pp. 285 ss., y 1939,
pp. 32 ss., y en “Klio”, XXXIII, 1940, pp. 140 ss., y de J. Wiesner en “Die
Welt als Geschichte”, VIII, 1942, pp. 197 ss.

L as in v a s io n e s in d o e u r o p e a s de I t a l ia

H. Krähe, Die Indogermanisierung Griechenlands und Italiens, Heidelberg,


1949.

Lenguas no it á l ic a s de la I t a l ia a n t ig u a (aparte el griego)


R. S. Conway, S. E. Johnson, J. Whatmough, The Prae-Italic dialects of
Italy, Harvard U. P., 1933.
H. Krähe, Das Venetische, Heidelberg, 1950.
M. S. Beeler, The Venetic language, Univ. of California, 1949.

E tru sco

E. Fiesel, Etruskisch (= Geschichte der Indogermanischen Sprachwissen­


schaft, v. 4), Berlin, 1931.
M. Renard, Initiation à l’etruscologie, 2." ed., Bruselas, 1943 (con breve
bibliografía).
A. Ernout, Les éléments étrusques du vocabulaire latin, en BSL, 1929,
pp. 82 ss.
W. Schulze, Zur Geschichte der lateinischen Eigennamen, Berlin, 1904.
BIBLIOGRAFÍA 355

Corpus inscriptionum etruscarum, Leipzig, 1893.


(Véanse además:
M. Pallottino, Etruscologia, 5." ed., Milán, Hoepli, 1963.
— Testimonia linguae Etruscae, Florencia, 1954.
A. J. Püffig, Die etruskische Sprache, Graz, 1969.)

G r ie g o

B. Friedmann, Die ionischen und attischen Wörter im Altlatein, Helsinki,


1937.
O. Weise, Die griechischen Wörter in der lateinischen Sprache, Leipzig,
1882.
G. Pasquali, Preistoria della poesía romana, Florencia, 1936.
(J. Marouzeau, Grec et latin, deux fois parents, en Anales dei Instituto
de Literaturas Clásicas, t. I, Buenos Aires, 1939.)

CAPÍTULO III

A. Ernout, Les éléments dialectaux de vocabulaire latin, Paris, 1909.


— Le parler de Préneste d’après les inscriptions, en MSL, XIII,
pp. 283 ss.
— Recueil de textes latins archaïques, nueva edición, Paris, 1966.
E. Stolte, Der faliskische Dialekt, Munich, 1926.
(G. Giacomelli, La lingua falisca, Florencia, Olschki, 1963.)
E. Norden, Aus altrömischen Priesterbüchern, Lund, 1939.

CAPITULO IV

J. B. Hofmann, El latín familiar, trad. J. Corominas, Madrid, CSIC, 1958.


H. Haffter, Untersuchungen zur altlateinischen Dichtersprache, Berlín, 1934.
E. Fraenkel, Plautinisches im Plautus, Berlin, 1922.
W. Jachmann, Artículo sobre Terencio en Pauly-Wissowa, Realenzyclopä-
die, ser. II, v. A. 1, pp. 643 ss.

CAPITULO V

M. Leumann, Die lateinische Dichtersprache, “Museum Helveticum”, IV,


1947, pp. 116 ss. (= Kleine Schriften, pp. 131-156).
A. Cordier, Études sur le vocabulaire épique dans l’Énéide, Paris, 1939.
E. Norden, Die antike Kunstprosa, 3.* ed., Leipzig, 1915-1918.
— Comentario a Virgilio, Eneida VI, 3.“ ed., 1934.
356 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

W. Kroll, Die Entwicklung der lateinischen Schriftsaprache, “Glotta”,


XXII, 1933, pp. 1 ss.
— Artículo sobre la lengua de Salustio, “G lotta”, XV, 1927, pp. 280 ss.
J. Marouzeau, Quelques aspects de la formation du latin littéraire, Paris,
1948.
— Traité de stylistique latine, 2.“ ed., Paris, 1946.
— Pour mieux comprendre les textes latins, “Revue de Philologie”,
XLV, 1921, pp. 149 ss.
R. Till, Die Sprache Catos (— “Philologus” Suppl. Band XXVIII, 2), 1935.
(J. M. Tronskij; trabajo citado en N o t a s d e l o s t r a d u c t o r e s , Nota 15.)
S. P. Bonner, Roman declamation, Liverpool, 1949 (especialmente el ca­
pítulo VIII, acerca de la influencia declamatoria en la literatura de
inicios del Imperio).
A. W. de Groot, La prose métrique des anciens, París, 1937.

CAPITULO VI

C. H. Grandgent, Latín vulgar, reimpr., Madrid, CSIC, 1953.


W. A. Baehrens, Skizze der lateinischen Volkssprache (= Neue Wege zur
Antike, II, 45-66).
(M. C. Díaz y Díaz, Antología del latín vulgar, 2.“ ed., Madrid, Gredos, 1962.)
(Ch. Mohrmann, Latin vulgaire, Latin des chrétiens, Latin médiéval, París,
Klincksieck, 1955.)
M. Niedermann, über einige Quellen unserer Kenntniss des späteren Vul­
gärlateinischen, “Neue Jahrb. f. d. klass. Altertumswissenschaft”, XV,
1912, pp. 313 ss.
E. Löfstedt, Spätlateinische und romanische Sprachentwicklung, “Syntac-
tica”, II, pp. 373 ss. (con una lista de las obras más importantes sobre
latín vulgar).
— Philologischer Kommentar zur Peregrinatio Aetheriae, Uppsala, 1911.
( — Late Latín, Oslo, 1959.)
P. Marx, Die Beziehungen des Altlateins zum Spätlatein, “Neue Jahrb.”,
XXIII, 1909, pp. 434 ss.
H. F. Muller-P. Taylor, A chrestomathy of Vulgar Latin, Boston, 1932.
G. Rohlfs, Sermo vulgaris latinus, Halle, 1951.
(V. Väänänen, Introduction au latin vulgaire, Paris, Klincksieck, 1963;
trad. esp. M. Carrion, Introducción al latín vulgar, Madrid, Gredos,
1968.)

CAPITULO VII

J. Schrijnen, Charakteristik des altchristlichen Lateins, Nimega, 1932.


Para una revisión crítica de la obra de Schrijnen y su escuela:
J. de Ghellinck, Latin chrétien ou langue latine des chrétiens, “Les Études
• Classiques”, VIII, 1939, 449 ss.
BIBLIOGRAFÍA 357

Oh. Mohrmann: artículos en “Vigiliae Christianae”, X, 1947, pp. 1 ss.;


II, 1948, pp. 89 ss., 163 ss.; III, 1949, pp. 67 ss.; IV, 1950, pp. 193 ss.
(Véanse sus Études sur le latin des chrétiens, vols. i-III, Roma, 1961-
1965, que recopilan trabajos anteriores.)
( — Véase el trabajo citado para el capítulo anterior.)
(E. Löfstedt: Véase el trabajo citado para el capítulo anterior.)

T r a d u c c io n e s l a t in a s de la B ib l ia

F. Stummer, Einführung in die lateinische Bibel, 1928.


H. F. D. Sparks, The Latin Bible, en H. W. Robinson, The Bible in its
Ancient and English versions, Oxford, 1940.
H. Rönsch, Itala und Vulgata, 1875.
W. E. Platen-H. J. White, A grammar of the Vulgate, Oxford, 1926.

SEGUNDA PARTE

La obra clásica de referencia para la gramática histórico-comparativa


del latín es:
Leumann-Hofmann-Szantyr, Lateinische Grammatik, vol. I: Lat. Laut- und
Formenlehre (Leumann), edición renovada, Munich, Beck, 1977; vol. II:
Syntax und Stilistik (Hofmann-Szantyr), nueva edición, Munich, Beck,
1965.
W. Lindsay, The latin language, Oxford, 1894.
Gramática descriptiva:
R. Kühner, Ausführliche Grammatik der lateinischen Sprache, 2.* ed. de
la Syntax por C. Stegmann, Hannover, 1912-1914.

D ic c io n a r io s e t im o l ó g ic o s

A. Ernout-A. Meillet, Dictionnaire étymologique de la langue latine, 4.* ed.,


2.* reimpr. aum. y corr., Paris, Klincksieck, 1967.
Walde-Hofmann, 'Lateinisches etymologisches Wörterbuch, 3.“ ed., Heidel­
berg, 1930-1956.

M anuales

A. Meillet-J. Vendryes, Traité de grammaire comparée des langues clas­


siques, 2.* ed., 1948.
C. D. Buck, Comparative grammar of Greek, and Latin, Chicago, 1948.
E. Kieckers, Historische lateinische Grammatik, I-II, 1930-1931.
W. Lindsay, A short historical Latin grammar, 2." ed., Oxford, 1915.

F o n é t ic a

R. G. Kent, The sounds of Latin, 3.a ed., Baltimore, 1945.


M. Niedermann, Phonétique historique du latin, 4.* e,d., París, 1959.
358 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

(M. Bassols de Climent, Fonética latina, con un Apéndice sobre fonemá-


tica latina por S. Mariner Bigorra, Madrid, CSIC, 1962.)
(P. Monteil, Éléments de phonétique et morphologie du latin, Paris, Nathan,
1970.)
(F. Sommer, Handbuch der lateinischen Laut- und Formenlehre, 2." y 3." ed.,
Heidelberg, 1914; reimpr. 1948. Nueva ed. en curso a cargo de R. Pfister,
de la que ya ha aparecido el vol. I [Einleitung und Lautlehre] en 1977.)
M o r f o l o g ía

R. G. Kent, The forms of Latin, Baltimore, 1946.


A. Ernout, Morphologie historique du latin, 3.* ed., Paris, 1953. (Véanse,
además, los manuales de Monteil y Sommer citados en el apartado
precedente, así como las obras indicadas en las N o t a s b e l o s t r a d u c ­
t o r e s .)
(P. Monteil, op( cit. en Fonética.)

S in t a x is

A. Ernout-F. Thomas, Syntaxe latine, 2.a ed., París, 1959.


W. Kroll, La sintaxis científica y la enseñanza del latín, trad. A. Pariente,
Madrid, 1935.
C. E. Bennet, Syntax of Early Latin, I-II, Boston, 1910-1914.
E. Löfstedt, Syntactica, I, 2.a ed., Lund, 1942; XI, 1933.
J. Wackernagel, Vorlesungen über Syntax, I-II, Basilea, 1926-1928.
(M. Bassols de Climent, Sintaxis histórica de la lengua latina, t. I y Π, 1;
Barcelona, CSIC, 1945-1948.)
( — Sintaxis latina, I-II, Madrid, CSIC, 1956, reimpr. 1963.)
(L. Rubio, Introducción a la sintaxis estructural del latín, Barcelona, Ariel,
1982.)
(A. Tovar, Gramática histórica latina: Sintaxis, Madrid, 1946. Ténganse
muy en cuenta, además, los trabajos citados en las correspondientes
N otas de los t r a d u c t o r e s .)
APÉNDICE

TEXTOS LATINOS ARCAICOS


A. EPIGRÁFICOS

1. CIL I .2 3. E 1. Fíbula de Preñes te, c. 600 a. C.


Manios med vhe vhaked Numasioi

2. CIL I .3 4. E 3. Escrita sobre un vaso de tres compartimientos encon­


trado en el Quirinal. Siglo vi (?).
iouesat deiuos qoi med mitat, nei ted endo cosmis uirco sied |
asted noisi ope toitesiai pacari uois. |
dueños med feced en manom einom dze noine med maao statod

3. CIL I .2 1. E 2. Cipo hallado en el Foro Romano, c. 500 a. C.


quoi hoit...]
sakros ; es-
ed sorlC...]
[...]ia[.]ias
regei : ig[..J
[...] eiiam
quos; re[...]
[...]m ; kalato-
rem ; hai[...]
[...]iód ; iouxmen-
ta ; kapia ; dotauC...]
m : ite ; ri[...]
[..jm : quoi ha
uelod : nequ[...]
[...] od: iouestod
loiuquiod [...]

4. CIL I.* 2. E 146. Himno de los Fratres Arvales según Isis Actas del
año 218 d. C. Véanse pp. 71 s.
360 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

enos Lases iuuate,


[e]no s Lases iuuate,
enos Lases iuuate.
neue lu a e ru e M arm a sins in cu rre re in pleores,
neue lu e ru e M a rm a r [si]n s in cu rre re in pleoris,
neue lu e ru e M a rm a r sers in cu rre re in pleoris.
s a tu r fu re re M ars, lim en [sal]i, sta berber,
sa tu r fu, fe re M ars, lim en sali, sta berber,
s a tu r fu, fe re M ars, lim en sa [l]i, s [t]a berber.
[sem ]unis alte rn e i aduocapit conotos,
sem unis a lte rn e i aduocapit conotos,
sim unis a lte rn ie i] aduocapit [conctlos.
enos M arm o r iuuato,
enos M a rm o r iuuato,
enos M a rm o r iuuato.
-triu m p e triu m p e triu m pe trium üpe triiu m p e

5. CIL 1? 366. E 64. Spoleto.


honce louoom | n e qu(i)s u iolatod | ñeque exuehito neque | e x fe rto
quod louci || siet, neque cedito, | nesei quo die res dein a I an u a flet, eod
die, I quod re i d in ai cau(s)a | [f]ia t, sine dolo cedre |¡ [l]icetod. sei
quis I uiolasit, lo u e bouid ¡ piaclum datod. | sei quis scies | u io lasit
dolo m alo, || Iouei bouid piaclum | datod e t a. CCC ¡ m oltai suntod. |
eius p iacli | m oltaique d ica to riei] || exactio est[od]

6. CIL I.2 401. E 91. Luceria.


in hoce lou carid stircus | ne [qu]is fu n d a tid neue c ad au er | p roiecitad
neue p a re n ta tid . | sei quis aru orsu h ac fa x it, [in ] ium || quis uolet pro
ioudicatod n. [L] | m an um in iect[i]o estod. seiue j m a c [i]s te ra tu s uolet
m o ltare, | [li]cetod

7. CIL I .2 361. Roma.


Iunone L oucinai | Diouis c astu d fac itu d

8. CIL I .2 581. E 126. Placa rie bronce del 186 a. C. que contiene una copia
del Senatus Consultum, de Bacchanalibus.
[Q.] M arciu s L. f., S. Postum ius L. f. cos. sen atu m conso luerunt n.
Octob. apud eadem | D uelonai. sc. a rf. M . C laudi. M. f., L. V aleri. P. f.,
Q. M inuci. C. f.
de B acan alib u s quei fo id e ratei J esent, ita exdeicendum cen suere:
‘neiquis eorum <B>acanal habuise uelet. sei ques | esent, quei sibe,
d eiceren t necesus ese B ac an al hab ere, eeis u te i ad pr. u rb anum ||
R om am u en iren t, deque eeis rebus, ubei eorum u<e>r<b>a a u d ita esent
u tei sen atu s | n o ster decerneret, dum ne m inus senatoribus C adesent,
[quom e ]a re s cosoleretur. | B acas u ir nequis adiese u e le t ceiuis R o m a­
nu s neue nom inus L a tin i neue socium | quisquam , nisei pr. u rb an u m
adiesent, isque [d ]e senatuos sen ten tiad , dum n e | m in u s senatoribus C
adesent, quom ea res cosoleretur, iousisent. c e[n ]su ere. ||
sacerdos nequis u ir eset. m ag ister neque u ir neque m u lie r quisquam,
eset. I neue pecuniam quisquam eorum com oineim h la b u ise u e [l]e t.
TEXTOS LATINOS ARCAICOS 361

neue m ag istratu m , | neue pro magistratu<d>, ñeque u irum [neque


m u l]ierem quiquam fecise uelet. ¡ neue posthac in te r sed conioura[se
n eu ]e com uouise neue conspondise ¡ neue conprom esise uelet, neu e
quisquam fidem ín te r sed dedise uelet. j¡ sacra in <o>quoltod ne quis-
quam fecise uelet. neue in poplicod neue in j p reiu ato d neue exstrad
urbem sac ra quisquam fecise uelet, nisei | pr. u rb anum adieset, isque
de sen atu s sen ten tiad , dum ne m inus ¡ senato ribus C adesent, quom
ea res cosoleretur, iousisent. censuere. j
hom ines pious V oinuorsei u irei atque m ulieres sacra ne quisquam |j
fecise uelet, neue in te r ibei u irei plous duobus, m ulieribus plous trib us
a rfu ise uelent, nisei de pr. u rb an i senatuosque sen ten tiad , utei su p rad |
.scriptum est.’
haice u te i in couentionid exdeicatis n e m inus trin u m | noundinum ,
senatuosque sen ten tiam u te i scientes esetis, — eorum | sen ten tia ita
fu it: ‘sei ques esent, quei aru orsu m ead fecisent, quam su prad ¡¡ scrip tum
est, eeis rem cap u talem facien d am cen suere’ —atque u te i | hoce in
tab o lam a h en am inceideretis, ita sen atu s aiquom censuit, | uteique
eam fig ier ioubeatis, ubei facilum ed gnoscier potisit. atque ¡ u tei ea
B a ca n a lia, sei qua sunt, e x strad quam sei quid ibei sac ri est, | ita u te i
su p rad scrip tu m est, in diebus X , quibus uobeis tabelai d a ta i ¡¡ e ru n t,
fa c ia tis u te i dism ota sient. in agro T eurano

9. CIL I.“ 614. E 125. Alcalá de los Gazules (Cádiz), 189 a. C.


L. A im ilius L. f. in p e ira to r decreiuit, | utei quei H astensium seru ei |
in tu rri L ascu tan a h a b ita re n t, | leib erei essent, agrum oppidumqu., |
quod ea tem p estate posedisent, | item possidere habereque | iousit, dum
poplus senatusque | R om anus uellet, act. in castréis j a. d. X I I k. Febr.

10. CIL I .2 586. E 127.


L. C ornelius Cn. f. pr. sen. cons. a. d. III nonas M aias sub aede
K a sto ru s. I ser. a d f. A. M an liu s A. f., Sex. Iu liu s [...I, L. Postum ius
S. f. i
quod T eiburtes u(erba) f(ecistis) quibusque de rebus uos purgauistis,
ea sen atu s | anim um a d u o rtit ita u te i aequom fu it— nosque ea ita
aud iueram u s, || u t uos deixsistis uobeis n o n tia ta esse— : ea nos anim um
no stru m | no n indoucebam us ita fa c ta esse, p ro p te re a quod scibam us, |
eo uos m e rito n o stro fa c e re n o n potuisse, neque uos dignos esse, | quei
ea faceretis, neque id uobeis neque re i poplicae u ostrae | oitile esse
facere, et postquam u o stra uerba sen atu s au d iuit, |j tan to m agis
anim um n o stru m indoucim us (ita u te i a n te | a rb itra b a m u r), de eieis
re b u s ai' uobeis peccatum n o n esse. [ quonque d e eieis re b u s s e n a tu e i
p u rg a ti estis, credim us, uosque | anim um uostru m indoucere o p o rte t,
item uos populo j R om ano pu rg atos fo re

11. CIL I.! 25. E 147. Inscripción de la columna rostrata de C. Duilius,


restaurada o compuesta en época de Augusto o de Claudio.

... [S ecest]a n o [sq u e ........................ op -]


[sid io n e]d ex em et lecio n e[sq u e C artacin ien sis om nis]
[m a lx im o sq u e m a c istr la lto s l[u ci palam post dies]
£n]ouem castréis exfocion t, M acel[am que opidom ]
362 INTRODUCCIÓN AL LATIN

[p lu c n a n d o d cepet. enque eodem m a c fis tra tu d bene]


[r]e m nauebos m arid consol prim os e[eset copiasque]
[cllasesq u e n au ales prim os o rn a u et p a tra u e tq u e ],
cum que eis nauebos ciaseis Poenicas om n[is, item m a -]
[x lu m a s copias C artacin ien sis p ra ese n te fd H anibaled l
d ictato red o lio rlo m in a lto d m a rid pucnCandod uicet]
[u]ique n a u e tis c e p e lt cum socieis septer[esm om I q u in -]
[queresm josque triresm osque ñ au éis X I X X , m erset X I I I ],
[a u ro lm capto m : num ei Φ Φ Φ Β Ο Ι Ο
Γarcén J tom captom p ra ed a : num ei Φ ΐ [...]
[om ne] captom a e s C © © © © ( í © © ' © © [ . . . ]
Γ...1 (uT^{ ^ 7 ) (u17' ) (TXT)(vT7/) ( v (úí^) [... p ri- i
[mos qu]oque n au aled praed ad poplom [do n auet p ri-1
[m osquel C arta cin i[en s]is [in ce ln u o s d [u x it in]
[triu m p o d ...] eis c a p t[...]

12. CIL I .3 6. 7. E 13. Sarcófago de L. Cornelio Escipión Barbado, cónsul


en el 298 a. C.
IX. C o rn e lilo Cn. f. Scipio |
C ornelius Lucius Scipio B arb atu s
G n aiu o d p a tre | prognatus, fo rtis u ir sapiensque,
quoius fo rm a u irtu te i p arisu m a | fu it,
consol, censor, aid ilis quei fu it ap u d uos,
T au rasia, C isau n a | Sam n io cepit,
subigit om ne L oucanam opsidesque abdoucit

13. CIL 1,- 8 y 9. E 14. Sarcófago del cónsul del 259 a. C.


L. C ornelio L. f. Scipio | aidiles, cosol, cesor
hone oino ploiru m e cosentiont R io m an e]
duonoro optum o fu ise uiro,
Luciom Scipione, filios B arb a ti
consol, censor, aid ilis hie fu e t a[p u d uos].
hec cep it C orsica A leriaque urbe,
dedet T em pestatebus aide m ereto id]

14. CIL I .2 10. E 15. Sarcófago de un augur del 180 a. C.


quei apice insigne D ia ltis flla m in is gesistei, |
m ors p e rfe [c it] tu a u t essent om nia j breuia,
honos, fa m a uirtusq ue, | g loria atque ingenium ,
quibus sei | in longa lic u tils e t tibe u tie r u ita, |
fa c ile fa c teis superases g loriam | m aiorum ,
qua re lubens te in grem iu, | Scipio, re c ip t ilt
T erra, Publi, | p ro g n atu m Publio, C orneli

15. CIL I .2 11. E 16. Posiblemente del sarcófago del hermano de Cneo
Escipión Hispano (véase n.° 16).
L. C ornelius Cn. f. Cn. n. Scipio.
m ag na sap ien tia | m ultasque u irtu tes
ae ta te quom p a ru a | posidet hoc saxsum .
quoiei u ita defecit, n o n | honos, honore,
TEXTOS LATINOS ARCAICOS 363

is hic situs, quei n u nqu am | uictus est u irtu tei.


annos g n a tu s (uiginti) is ¡ l[oc]eis m an d atu s,
n e q u a ira tis hon ore | quei m inus sit m an d a tu ts]

16. CIL I .2 15. E 18. Sarcófago de Cneo Escipión, pretor peregrino en


139 a. C.
Cn. C ornelius Cn. f. Seipio H ispanus | pr., aid. cur., q., tr. m il. I I,
X u ir sl. iudik., | X u ir sacr. fac. j
u irtu te s g eneris m iéis m oribus accum ulaui,
progeniem genui, fa c ta p a tris petiei.
m aio ru m optenui lau dem , u t sibei m e esse creatu m
la e te n tu r: stirp e m n o b ilita u it h o n or

17. CIL 1: 1861. E 134. Amiterno.


P rotogen es C loul(i) j su auei heicei situ st J m im us,
p lo urum a que ¡ fe c it populo soueis |j gaudia nuges

18. CIL 1,- 1211. E 133. Roma.


hospes quod deico, p au llu m est, asta ac pellege.
heic e st sepu lcrum h au pu lcru m p u lc ra i fem in ae,
nom en p a ren te s n o m in a ru n t C laudiam ,
suom m a re itu m corde deilexit souo.
gnatos duos c reau it. h o ru n c alte ru m
in te rra linqu it, alium sub te r ra locat,
serm one lepido, tu m au tem incessu commodo,
dom um seru au it. la n a m fecit, dixi, abei

19. CIL I .2 1202. E 135. Roma.


hoc est fa c tu m m onu m en tum I M aarco C aicilio. |
hospes, g ra tu m est, quom apud j m eas re stitis te i seedes:
bene re m geras et ualeas, j dorm ias sine qu ra

20. CIL I .2 1600. E 92. Capua.


Pesceniaes | C. 1. Laudicaes | ossa heic sita su nt

21. CIL I.' 1249. E 93. Roma.


A q u illiaes C. 1. T e rtiae j C. A q u illiu s | So san d er 1.

22. CIL I .2 37. E 24. Roma.


M. M indios L. fi., j P. Condetios Va. fi. j aidiles uicesm a p a r ti ¡
Apolones dederi

23. CIL I.' 59. E 22. Preneste.


ApolonCe C. Q .?] | M etilio [C. f.? ] j m ag istere | coraueron. j C. Anicio
l.(?) st|riando | [...]
364 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

24. CIL 1.a 975. E 1 2 1 . T r a s te v e r e .


deuas | C o m iscas | sacrum

2 5. CIL V 376 . E 73. P is a u r u m ( P e s a ro ) .

C esula | A tilia | donu j da D iane

26. CIL I.2 42. E 29. N em i.

P oub lilia T u rp ilia Cn. u xo r | hoce seignum p ro Cn. filiod j D ian ai


donum dedit

27. CIL I.2 6 10 . N em i, 202 -20 0 a. C.

C. A u riiiu s C. f. I p ra ito r | ite ru m didit, | eisdim consl jj p ro b au it

28. CIL V 4 8. E 3 1. T u sc u lu m .

M. F ourio C. f. trib unos | [m ilita ire de p ra id a d F o rtu n e dedet

29. CIL I,- 60. E 34. P re n e s te .

O rceuia N um eri (uxor) j n a tio n u c ra tia | F o rtu n a , Diouo file ia |


prim ocenia, || donom dedi

30. CIL I.2 980. E 12 3 . T r a s te v e r e .


F o rte FoE rtunai] j uiolaries, | rosaries, | coronaries. || [m ]ac [istres]
coe[rau ere]

3 1. CIL V 3 94 . E 86.

T. V etio I duno | didet ¡ H erclo ¡¡ lo u io | b ra t. | d a ta

32. CIL I.2 30. E 2 1. R o m a .

M. C. Pom plio No(ui) f(ilii) | dedron | H ercole

33. CIL I.2 62. E 37. P re n e s te .

L. G em enio L. f. P e lt[.] | H ercole dono | d a t lubs m erto | pro sed


sueq. ¡I ede leigibus | a ra S a lu tu s

34. CIL I.= 1 5 3 1. E 12 8 . S o r a , c. 15 0 a. C.


M. P. V ertu leieis C. f.
quod re sua d i[f]e id e n s asp er | afleicta
p arens tim en s | héic uouit, uoto hoc | so lu t[o ]
[de]cum a fa c ta j poloucta leibereis lubejtes
donu d a n u n t | H ercolei m axsum e | m ereto,
sem ol te | o ra n t, se [u ]o ti crebro | condem nes
TEXTOS LATINOS ARCAICOS 365

35. CIL I .2 626. E 129. Roma.


L. Mummi L. f. eos.
duct(u) ¡ auspicio imperioque | eius Achaia capt(a),
Corinto I deleto Romam redieit | triumphans,
ob hasce | res bene, gestas quod | in bello uouerat, |
hanc aedem et signu | Herculis Victoris |
imperator dedicat

36. CIL 1.a 632. E 130. Reate (Rieti).


sancte,
de decuma, Victor, tibei Lucius Munius donum
moribus antiqueis pro usura hoc dare sese
uisum animo suo perfecit, tua pace rogans te
cogendei dissoluendei tu ut facilia faxseis,
perficias decumam ut faciat uerae rationis,
proque hoc atque aliéis donis des digna merent.

37. CIL V 360. E 61. Norba.


P. Rutilius M. f. I Iunonei Loucina | dedit meretod | Diouos castud

38. CIL I .3 378. E 75. Pisaurum (Pesaro).


Iunone rec(inai) | matrona j Pisaurese | dono dedrot

39. CIL I.J 364. E. 62. Falerii.


Iouei Iunonei Mineruai | Falesce, quei in Sardinia sunt, | donum
dederunt, magistreis | L. Latrius K. f., C. Salu[e]na Voltai f. coiraue-
ront
gonlegium quod est aciptum aetatei aged[ai],
opiparum a[d] ueitam quolundam festosque dies,
quei soueis aastutieis opidque Volgani
gondecorant sai[pi]sume comuiuia loidosque,
ququei huc dederu[nt i]nperatoribus summeis,
utei sesed lubenttes be]ne iouent optantis

40. CIL I.2 49. E 32. Tusculum.


M. Pourio C. f. tribunos |militare de praidad Maurte dedet

41. CIL V 379. E 76.


Matre | Matuta | dono dedro | matrona ¡| M’. Curia, ¡ Pola Liuia
deda

42. CIL 1.a 365. E 63. Falerii.


Menerua sacru. | [L]a(rs) Cotena, La(rtis) f., pretod de | zenatuo
sententiad uootum | dedet, cuando datu rected || cuncaptum
INTRODUCCIÓN AL LATÍN

CIL I .2 675. E 94. Capua, 108 a. C.


N. Pumidius Q. f. M. Raecius Q. f.
M. Cottius M. f. N. Ait íu s M . 1
M. Eppilius M. f. L. Heioleius P. f.
C. Antracius C. f. C. Tuceius C. f.
L. Sempronius L. f. Q. Vibius M. f.
P. Cicereius C. f. M. Valerius L. f.
heisce magistreis Venerus louíae murum | aedificandum coirauerunt
ped. CC I XX et I loidos fecerunt Ser. Sulpicio M. Aurelio co[s.]

CIL I .2 383. E 78. Firmum Picenum.


L. Terentio L. f., j C. Aprufenio C. f., | L. Turpilio C. f., | M. Albani
L. f., ¡I T. Munatio T. f. | quaistores | aire moltaticod | dederont

CIL I,- 1511. Cora.


M. Mf.ltlius M. f., L. Turpilius L. f. duomuires de senatus | sentetn]-
tia aedem faciendam coerauerunt eisdemque probauere

CIL V 1529. E. 132. Aletri. Entre el 130 y el 90 a. C.


L. Betilienus L. f. Vaarus | haec quae infera scripta | sont de senatu
sententia | facienda coirauit: semitas || in oppido omnis, porticum qua |
in arcem eitur, campum ubei | ludunt, horologium, macelum, | basili­
cam calecandam, seedes, | [llacum balinearium, lacum ad || [plortam,
aquam in opidum adqu. | arduom pedes CCCX 4 . fornicesq. | fecit,
fistulas soledas fecit. | ob hasce res censorem fecere bis, | senatus filio
stipendia mereta || ese iousit, populusque statuam | donauit Censorino

CIL I . a 1722. Aeclanum. Época de Cicerón.


C. Quinctius C. f. Valg. patron, munie., | M. Magi. Min. f. Surus, A.
Patlacius Q. f., | Illluir., d(e) s(enatus) s(ententia) portas, turréis
moiros I turreisque aequas qum moiro || faciundum coerauerunt

CIL V- 1471. E 58. Preneste.


M, Saufeius M. f. Rutilus, | C. Saufeius C. f. Flacus | q. |culinam
f(aciendam) d(e) s(enatus) s(ententia) c(uraverunt), eisdem|q. locum
emerunt de | L . Tondeio L . f. publicum. | est longu p. CX I VIIIS, | latum
af muro ad | L. Tondei uorsu p. X V I

CIL I.'-' 638. E 131. Forum Popillii (Lucania), 132 a. C.


uiam fecei ab Regio ad Capuam, et | in ea uia ponteis omneis, milia­
rios I tabelariosque poseiuei. hince sunt | Nouceriam meilia <-I, Capuam
XXCIIII, 11 Mmanum J, XIIII, Cosentiam CXXIII, | Valentiam
C I XXXt.l, I ad fretum ad | statuam CCXXXII.], | Regium
CCXXXVII. I suma af Capua Regium meilia CCCXXIU. | et eidem
praetor in j Sicilia fugiteiuos Italicorum | conquaeisiuei redideique I
homines BCCCCXVII. eidemque | primus fecei, ut de agro poplico |
aratoribus cederent paastores. | forum aedisque poplicas heic fecei
TEXTOS LATINOS ARCAICOS 367

CIL X.2 584. E 138. Cercanías de Génova, 117 a. C.


Q. M. Minucieis Q. f. Rufeis de controuorsieis ínter | Genuateis et
Veiturios in re praesente cognouerunt et coram inter eos controuosias
oomposeiuerunt, | et, qua lege agrum possiderent et qua finéis fierent,
dlxsei'unt. eos finéis facere terminosque statui luserunt; ¡ ubei ea facta
essent, Romam coram uenire iouserunt. Romae coram sententiam ex
senati consulto dixerunt eldib. || Decemb. L. Caecilio Q. f. Q. Muucio
Q. f. cos.—qua ager priuatus castell Vituriorum est, quem agrum eos
uendere heredemque ¡ sequi licet, is ager uectigal. nei siet.—Langatlum
finéis agri priuati: ab riuo infimo, qui oritur ab fontei in Mannicelo ad
floulum ¡ Edem; ibi terminus stat, inde flouio suso uorsum in flouium
Lemurim. inde flouio Lemurl susum usque ad riuom Comberane(am). j
inde riuo Comberanea susum usque ad comualem Caeptiemam; ibi
termina duo stant circum uiam Postumiam, ex eis terminis recta |
regione in riuo Vendupale. ex riuo Vindupale in flouium Neuiascam.
inde dorsum fluio Neuiasca in flouium Prócoberam. inde || flouio Proco-
beram deorsum usque ad riuom Vinelascam infumum; ibei terminus
stat, inde sursum riuo recto Vinelesca; | Ibel terminus stat propter ulam
Postumiam, inde alter trans uiam Postumiam terminus stat, ex eo
termino, quei stat I trans uiam Postumiam, recta regione in fontem in
Manicelum. inde deorsum riuo, quei oritur ab fonte en Manicelo |
ad terminum, quei stat ad flouium Edem.—agri poplici quod Langenses
posident, hisce finis uidentur esse: ubi comfluont | Edus et Procobera,
ibei terminus stat, inde Ede flouio sursuorsum in montem Lemurino
infumo; ibei terminus || stat, inde sursumuorsum iugo recto monte
Lemurino; ibei termin(u)s stat, inde susum iugo recto Lemurino; ibi
terminus ¡ stat in monte pro cauo. inde sursum iugo recto in montem
Lemurinum summum; ibi terminus stat, inde sursum iugo | recto in
castelum, quei uocitatust Alianus; ibei terminus stat, inde sursum iugo
recto in m ontem Iouentionem; ibi terminus | stat, inde sursum iugo
recto in montem Apeninum, quei uocatur Boplo; ibei terminus stat,
inde Apeninum iugo recto | in montem Tuledonem; ibei terminus stat,
inde deorsum iugo recto in flouium Veraglascam in montem Berigie-
mam || infumo; ibi terminus stat, inde sursum iugo recto in montem
Prenicum; ibi terminus stat, inde dorsum iugo recto in | flouium
Tulelascam; ibi terminus stat, inde sursum iugo recto Blustiemelo in
montem Claxelum; ibi terminus stat, inde | deorsum in fontem Lebrie-
melum; ibi terminus stat, inde recto riuo Eniseca in flouium Porco-
beram; ibi terminus stat. | inde deorsum in flouiom Porcoberam, ubei
conflouont floui Edus et Porcobera; ibi terminus stat.—quem agrum
poplicum J iudicamus esse, eum agrum castelanos Langenses Veiturios
po[si]dere fruique uidetur oportere, pro eo agro uectigal Langenses |j
Veituris i n poplicum Genuam dent in anos singulos u ic (to ria to s)
n(umos) CCCC. sei Langenses eam pequniam non dabunt neque satis |
facient arbitratuu Genuatium, quod per Genuenses motrla n o n fiat,
quo setius eam pequniam acipiant: tum quod in eo agro | natum e rit
frumenti partem uicensumam, uini partem sextam Langenses in p o p li­
cum Genuam dare debento ¡ in annos singolos.—quei intra eos finéis
agrum posedet Genuas aut Viturius, quei eorum posedeit k. Sextii. Li
Caicilio I Q. Muucio cos., eos ita posidere colereque liceat. e<i>s que.
posidebunt, uectigal Langensibus pro portione dent ita, uti ceteri j|
Langenses, qui eorum in eo agro agrum posidebunt fruenfcurque.
praeter ea in eo agro ni quis posideto nisi de maiore parte | Langensium
368 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Veituriorum sententia, dum ne alium intro mitat nisi Genuatem aut


Veiturium colendi causa, quei eorum de maiore parte | Langensium
Veiturium sententia ita non parebit, is eum agrum nei habeto niue
fruimino.—quei | ager compascuos erit, in eo agro quo minus pecus
[p]ascere Genuates Veituriosque liceat ita, utei in cetero agro | Genuati
compascuo, niquis prohibeto, niue quis uim facito, neiue prohibeto,
quomin s ex eo agro ligna materiamque || sumant utanturque,—
uectigal anni primi k. Ianuaris secundis Veturis Langenses in poplicum
Genuam dare | debento, quod ante k. lanuar. primas Langenses fructi
sunt eruntque, uectigal inuitei dare nei debento.— | prata quae fuerunt
proxuma faenisicei L. Caecilio Q. Muucio cos. in agro poplico, quem
Vituries Langenses | posident et quem Odiates et quem Dectunines et
quem Cauaturineis et quem Mentouines posident, ea prata | inuitis
Langensibus et Odiatibus et Dectuninebus et Cauaturines et Men­
touines, quem quisque eorum agrum |j posidebit, inuiteis eis niquis
sicet niue pascat niue fruatur. sei Langenses aut Odiates aut Dectunines
aut Cauaturines | aut Mentouines malent.in eo agro alia prata inmit-
tere, defendere, sicare, id uti facere liceat, dum ne ampliorem | modum
pratorum habeant, quam proxuma aestate habuerunt fructique sunt.
Vituries, que controuorsias | Genuensium ob iniourias iudicati aut
damnati sunt, sei quis in uinculeis ob eas res est, eos omneis | soluei,
mittei leiber(are)ique Genuenses uidetur oportere ante eidus Sextilis
primas.—sei quoi de ea re || iniquom uidebitur esse, ad nos adeant
primo quoque die et ab omnibus controuersis et hono. pubi, li. | —
leg(ati) Moco Meticanio Meticoni f., Plaucus Peliani. Pelioni f.

51. CIL I.” 1831. E 81. Cliternia.


uia inferior | priuatast | T. Vmbreni C. f., | precario itur. || pecus
plostru I niquis agat

B. PROCEDENTES DE FU ENTES LITERARIAS

52. Del De lingua latina de Varrón.


(i) 5. 97. Hircus, quod Sabini fircus; quod illic fedus, in Latio rure hedus,
qui in urbe ut in multis A addito haedus.
(ii) 5.101. Lepus, quod Siculi, ut Aeolis quidam Graeci, dicunt λέποριν:
a Roma quod orti Siculi, ut annales veteres nostri dicunt, fortasse
hinc illuc tulerunt et hic reliquerunt id nomen.
(iii) 5. 159. Vicus Cyprius a cypro, quod ibi Sabini cives additi consederunt,
qui a bono omine id appelarunt: nam cyprum Sabine bonum.
(iv) 5.173. In argento nummi, id ab Siculis.
(V) 6.2. Sic, inquam, consuetudo nostra multa decimavit a vetere, ut ab
solu solum, ab Loebeso Liberum, ab Lasibus hares.
(vi) 6. 4. Meridies ab eo quod medius dies. D antiqui, non R in hoc dicebant,
ut Praeneste incisum in solario vidi.
(vii) S. 13. Februm Sa,bini purgamentum, et id in sacris nostris verbum non
ignotum.
Cviii) 6. 28. Idus ab eo quod Tusci Itus, vel potius quod Sabini Idus dicunt.
(ix) 6. 68. Vicina horum quiritare, iubilare. Quiritare dicitur is qui Quiritum
fidem clamans inplorat. Quirites a Curensibus; ab his cum Tatio rege
TEXTOS LATINOS ARCAICOS 369

in societatem venerunt civitatis. Ut quiritare urbanorum, sic iubilare


rusticorum: Itaque hos imitans Aprissius ait:
Io bucco!—Quis me iubilat?
Vicinus tuus antiquus.
(x) 6. 86. Nunc primum ponam de Censoriis Tabulis:
Ubi noctu in templum censor auspicaverit atque de caelo nuntium
erit, praeconi sic imperato ut viros vocet: ‘Quod bonum fortunatum
felix salutareque siet populo Romano Quiritibus reique publicae populi
Romani Quiritium mihique collegaeque meo, fidei magistratuique nostro:
omnes Quirites pedites armatos, privatosque, curatores omnium tribuum,
si quis pro se sive pro altero rationem dari volet, voca inlicium huc ad
me.’
87. Praeco in templo primum vocat, postea de moeris item vocat.
Ubi lucet, censores scribae magistratus murra unguentisque unguentur.
Ubi praetores tribunique plebei quique inlicium vocati sunt venerunt,
censores inter se sortiuntur, uter lustrum faciat. Ubi templum factum
est, post tum conventionem habet qui lustrum conditurus est.
88. In Commentariis Consularibus scriptum sic inveni:
Qui exercitum imperaturus erit, accenso dicito: ‘C. Calpurni, voca
inlicium omnes Quirites huc ad me.’ Accensus dicit sic: Omnes Qui­
rites, inlicium vos ite huc ad iudices.’ ‘C. Calpurni’, cos. dicit, ‘voca
ad conventionem omnes Quirites huc ad me.’ Accensus dicit sic: ‘Omnes
Quirites, ite ad conventionem huc ad iudices.’ Dein consul eloquitur ad
exercitum: ‘Impero qua convenit ad comitia centuriata.’
(xi) 7. 29. Idem ostendit quod oppidum vocatur Casinum (hoc enim ab
Sabinis orti Samnites tenuerunt) et nostri etiam nunc Porum Vetus
appellant. Item significat in Atellanis aliquot Pappum, senem quod
Osci casnar appellant.
(xii) 7. 42. Olli valet dictum illi ab olla et ollo, quod alterum comitiis cum
recitatur a praecone dicitur olla centuria, non illa; alterum apparet in
funeribus indictivis, quo dicitur
Ollus leto datiis est.
53. EI Carmen Saliare.
a divum empta cante! divum deo supplicate!
b quome tonas, Leucesie prae tet tremonti
quot ibe tet e nubi deiscunt tonare
c cozeulodorieso. omnia vero adpatula coemisse, ian cusianes duonus
ceruses, dunus Ianusve vet pom melios eum recum
a = Varrón, L. L., 7, 27. Para empta propuso Bergk em pa = “in
patrem”.
b = T’erencio Scauro, G. L., vil, 28.
c = Varrón, L. L., 7, 26.

54. Catón, Agr., 141.


Mars pater, te precor quaesoque uti sies volens propitius mihi domo
familiaeque nostrae, quoius rei ergo agrum terram fundumque meum
suovitaurilia circumagi iussi, uti tu morbos visos invisosque, viduer­
tatem vastitudinemque, calamitates intemperiasque prohibessis defen­
das averruncesque. utique tu fruges, frumenta, vineta virgultaque
grandire beneque evenire siris, pastores pecuaque salva servassis duis-
que bonam salutem valetudinemque mihi domo familiaeque nostrae:
harumce rerum ergo, fundi terrae agrique mei lustrandi lustrique
370 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

faciendi ergo, sicuti dixi, macte hisce suovitaurilibus lactentibus inmo-


landis esto: Mars pater, eiusdem rei ergo macte hisce suovitaurilibus
lactentibus esto!

55. Fragmentos de las leges regiae,


(i) Pellex aram Iunonis ne tangito. Si tagit, Iunoni crinibus demissis agnum
feminam caedito.
(ii) (a) Si hominem fulmen lovis occisit, ne supra genua tollito.
(b) Homo si fulmine occisus est, ei iusta nulla fleri oportet.
(iii) Si qui(s) hominem liberum dolo sciens morti duit, paricidas esto.
(iv) Si quisquam aliuta faxit, ipsos Iovi sacer esto.
(v) Si parentem puer verberit ast olle plorassit paren<s>, puer divis paren­
tum sacer esto.

56. Fragmentos de las X II Tablas. E 114 ss.


(i) 1. Si in ius vocat, ito. Ni it, antestamino: igitur em capito. 2. Si calvi­
tur pedemve struit, manum endo iacito. 3. Si morbus aevitasve vitium
escit, [qui in ius vocabit] iumentum dato: si nolet, arceram ne sternito.
(ii) Adsiduo vindex adsiduos esto; proletario [iam civi] quis volet vindex
esto.
(iii) Rem ubi pacunt orato. 2. Ni pacunt, in comitio aut in foro ante
meridiem caussam coiciunto, cum peroranto ambo praesentes. 3. Post
meridiem praesenti litem addicito. 4. Si ambo praesentes, sol occasus
suprema tempestas esto.
(iv) Morbus sonticus... aut status dies cum hoste... quid horum fuit vi­
tium iudici arbitrove reove, eo dies diffensus esto.
(v) Cui testimonium defuerit, is tertiis diebus ob portum obvagulatum ito.
(vi) Aeris confessi rebusque iure iudicatis triginta dies iusti sunto.
2. Post deinde manus iniectio esto. In ius ducito. 3. Ni iudicatum facit
aut quis endo eo in iure vindicit, secum ducito. Vincito aut nervo aut
compedibus. XV pondo ne minore aut si volet maiore vincito. 4.Sivolet,
suo vivito. Ni suo vivit, [qui eum vinctum habebit,] libras farris endo
dies dato. Si volet, plus dato.
(vii) Tertiis nundinis partis secanto, si plus minusve secuerunt, se fraude
esto.
(viii) Adversus hostem aeterna auctoritas esto.
(ix) Si pater filium ter venumdavit (?) filius a patre liber esto.
(x) uti legassit super pecunia tutelave suae rei, ita ius esto.
(xi) si intestato moritur, cui heres nec escit, adgnatus proximus familiam
habeto, si adgnatus nec escit, gentiles familiam habento.
(xii) vias muniunto: ni sam delapidassint, qua volet, iumenta agito.
(xiii) qui malum carmen incantassit. occentassit.
(xiv) si membrum rupsit, ni cum eo pacit, talio esto.
si iniuriam alteri faxsit, viginti quinque aeris poenae sunto.
(XV) si nox furtum faxsit, si imoccisit, iure caesus esto.
(xvi) si adorat to to quod nec manifestum erit, duplione damnum decidito.
(xvii) patronus si clienti fraudem fecerit, sacer esto.
(xviii) qui se sierit testarier libripensve fuerit, ni testimonium fariatur, inpro-
bus intestabilisque esto.
(xix) si telum manu fugit magis quam iecit, caries subicitur>.
(xx)neve aurum addito, at cui auro dentes iuncti escunt, ast im cum illo
sepeliet uretve, se fraude esto.
(xxi) si servus to tu m faxit noxiamve noxit.
INDICE DE MATERIAS

-a, tem a s en, 242 — externo, 286


ablativo, 299 ss. — figura etim ológica, 287
— absoluto, 302 — con infinitivo, 316
— causa, 301 — interno, 287, 288
— com parativo, 298 — local, 285
— circu n sta n cia con com itan te, 299 — predicativo, 288
— cualidad, 299 — relación, 287, 288
— exp resion es distributivas, 302 — del todo y de la parte, 288
— in stru m en ta l, 299 acu sativos exclam ativos, 83
— in stru m en ta l-so cia tiv o , 298 adición, 87
— locativo, 301 ad jetivos de lugar, 239
— m odo, 300 ad n om in ales, dativos, 176
— precio, 299 adverbios, 288
— proced en cia u origen, 297 agen tes en -tö r, 238
— propio, 297 A gustín, san , 203
— referen cia, 300 aliteración , 94, 99, 111, 113, 114, 116,
— separación, 297 118, 124, 128
— tiem po, 301 aliterativos, pares, 128
ab lativos de origen (a d n o m in a les), altern a n cia s (ab lau t), 235
297 — declin ación , 247
abreviación yám bica, 214, 222 — grados, 267
absoluto, valor del positivo e n la A m m iano M arcelino, 206
com paración de adjetivos, 253 an acolu to, 87
abstractos, 238 anáfora, 99, 113
abstractos, nom bres, 237 anafórico, pronom bre, 83, 328
ab stractos verbales, 238 anafórico, tem a, 256
— en - t i- y - tu - , 240 an títesis, 111, 137
acen to, 212 ss. aoristo, 265, 272
— expiratorio, 213 — tem a, 266
— in ten sid a d , 213 apódosis irreales, 332
— m usical, 213 A p p e n d ix Probi, 158, 161, 166
— secundario, 214 a p u d , altern an do con ad, 286
acen tu ación , 159 Apuleyo, 149
acrónico, p resen te, 304 arcaísm os, 105, 116, 118, 127
activa, 262 arcaístas, 146
activos y d ep on en tes, verbos, 155 asiánico, estilo, 121
acu sativo, 285 asian ism o, 149, 202
— doble, 288 asim ilación, 231
— exclam ativo, 289 asín d eton , 99
— ex ten sión , 287 ason an cia, 111
372 IN T R O D U C C IÓ N A L L A T IN

aspecto, “testim on io o cu lar”, 266 co n cin n ita s, 122, 138, 139, 140
asp ecto verbal, 303 con d icion ales m ixtas, 328
— durativo, 303 con geries, 99, 133
aspectos del verbo, 265 con jun cion es, 328
A tella n a , 154 con secu tivas, 326
atem áticos, verbos, 262 con son an te, tem as en, 246, 247
aticistas, 140 con tam in ación , 333
aum ento, 270 con tam in acion es, 87
augural, fórm ula, 73 convergencia, 20
crem ación, 46
Bernabé, E pístola de, 188 cristian ism os, 192
Bíblico, griego, 187 cuarta con jugación, 268
bilingüism o, 187, 189 c um , 330 s.
binaria, estructura, 118 — con in d icativo en P lau to, 330
bronce, uso del, 44 — in versu m , 330
— tem poral, 330
caballo, 44 — d actilicas, form as, 110
calco, 188, 190 — d actilicas, palabras, 110
— sem án tico, 190
Calpurnio P isón, 126 dativo, 283, 293
C arlom agno, 182 — ad n om in al, 294, 296
C a rm en A rva le, 71 — agen te, 295
ca rm in a , 106, 111, 138 — dirección, 296
Catón, 127 — ético, 294 s.
— P. Valerio, 116 — finalidad, 296
causal, relativo, 329 — posesivo, 294
cau sativos, verbos, 267 — de provech o o daño, 293
Celio A ntipatro, 141 ■
— sim p atético, 294
céltico, 20, 61 ss. da tivu s in dican tis, 295
— y germ ánico, 26 daunos, 50
César, 133, 140 declin acion es, 241 ss.
Cicerón, cartas, 154 deícticas, partícu las, 256
científica, prosa, 103 δ εινότη ς, 121
civilización d el N oroeste, 27 dem ocrático”, “latín , 142
claridad ( σ α φ ή ν ε ια ) , 125 d em ostrativos, 255
clasicism o, 152 denom inativos, verbos, 267
cláusula, 139 desiderativo, sufijo, 269
cola, 121 d esid erativos e n -asso, 271
colectivos, 237 d esinencia, 234
colectivos, singulares, 176 desinencias, 262
coloquial, 82 — casuales, 241 s.
coloquialism o, 112 — prim arias, 262
collo ca tio , 138 — secundarias, 262, 270
com paración, 253 — verbales, 262 ss.
•— de adjetivos, 24 d esp lazam ien to relaclon al, 241, 317
com parativo, m étod o, 14, 211 deverbativo, sufijo, 241
com parativos dobles, 75 deverbativos en -os, 240
com pleja, oración, 324 dialecto, 16
co m p o sitio , 138 d ialectales, palabras, 107
com puestas, preposiciones, 188 “dicolon ab u n d an s”, 118
com puesto, 108 dim inutivos, 85, 97, 155, 174, 237, 238
com puestos, 97, 109, 114 — en -lo, 240
com puestos, verbos, 172 d iptongo, tem as en , 252
co n cep ta verb a , 138 d isim ilación, 232
concesivas, 334 dobletes fonéticos, 110
ÍN D IC E DE M A TERIA S 373

D oce T ablas, 73, 125 gen itivo, 289


du m , 331 ss. — cualidad, 291
— en oraciones finales, 331 — determ in ación , 291
— con su b ju n tivo estip u lativo, 332 — esfera, 291
— sen tid o term in ativo, 332 — ep exegético, 291
durativo, tem a, 265 — finalidad, 319
— fun ción del, 293
elativos, 239 — objetivo, 291
eleg a n tia , 132, 133, 152, 176 — partitivo, 289
E m ilio P aulo, 103 — posesivo, 289
en n ian ism os, 105 — de precio, 292 s.
E nnio, 111, 125, 128, 141 — respecto, referen cia, 291
— fraseología, 142 — rúbrica, 292
— rem in iscen cias, 119 — subjetivo, 291
épico, dialecto, 103 — p lurales arcaicos, 110
ergativo, 262 geografía lin gü ística, 37, 38
esnobism o, 153 germ ánicas, palabras, 179
especial, lengua, 185 gerundio:
E stacio, 145 — ablativo, 320
están d ar, lengua, 125 — acusativo, 319
estilo “rim b om b an te”, 93, 115 — dativo, 320
etrusco, 55 ss. — genitivo, 319
e tsi, con participio de presente, 322 s. — sin taxis, 320
E uforión, 108 gerundivo, 280
expresivos, com puestos, 84 — an tigü ed ad , 318
— uso atributivo, 318
falisco, 68 s. — origen, 317
fa lso a n álisis, 240 — com o partie, fut. act., 318
fem enin os, 237 glosas de R eich en au , 158
fig u ra etym o lo g ica , 92 glossae, 104, 106, 107, 113, 118, 120
filohelenísm o, 103 G ortina, leyes de, 17
finales, oraciones, 325 G ortina, tab las de, 73
finalid ad y con secu en cia, 325 s. G raco, G ayo, 126
F ra tres A n a le s , 16 grecism o, 284, 290
frecu en tativos, 173 grecism os, 188
— verbos, 85, 97 griega, influ en cia, 179, 317
F ron tón , 150 griegas, palabras, 88, 107
fuerza expresiva, 175 griego, en jerga, 90
futuro, 271 griego y la tín , d esarrollos paralelos,
— en -b , 23 180
— en -bo, 271 griegos, p réstam os léxicos, 90, 188
— en expresiones gnóm icas, 304
— in d icativo, 303 h ab itu ación , 325, 326, 334
— participio, 323 h elen ística, p oesía, 104
--------em pleo predicativo, 323 h elen izan tes, expresiones poéticas,
— perfecto, 275, 306 287
— prospectivo, 304 h exám etro, 110, 215
— em pleos volitivos, 305, 308 h ipercaracterización, 166, 180, 191
e n deseos, 310 h istórico, infinitivo, 314
h istórico, m étodo, 211
gaélico, 33 H ofm an n , 82
galas, palabras, 178 h om oioteleu ton , 99, 111, 113, 123, 128
galo, 33
gen éricas, oraciones de relativo, 329 -i, tem as en, 245, 248
géneros poéticos, 105 s. ictu s y acen to, 215
374 IN T RO D U C CIÓ N A L LA T ÍN

ilirio, 49 SS. íta lo -céltica , teoría, 22 ss.


im itación , 105 ítalo-griegas, afinidades, 31 ss.
im ita tio , 118
im perativo: Jerónim o, san , 192
— en h ip ótesis, 314 juegos de palabras, 111
— sin ta x is, 314
—■en -to , 276 lafoiovelares, 22
im perfecto, 270, 304 L actan cio, 192
— de acción h ab itu al, 304 “lan gu es de p a y sa n s”, 80
— de conato, 304 larin gales, 236
— en descripciones vivas, 304 “lascivia”, 150
— ingresivo, 304 lativo, 287
— de subjuntivo, 277 lengua, 16, 184
im personales, form as del verbo, 23 len gu aje, 184
im personales, verbos con dativo, 286 Lépido, M arco E m ilio, 136
in coativos, 173, 269 lepóntico, 62 s.
in coativos, verbos, 267 ley de lo s m iem bros crecientes, 94,
in d eclin ables, 281 100
indefinido, pronom bre, 258 liburnos, 50
in d icativo, en in terrogativas in d irec­ ligur, 63 ss.
ta s, 86 lírica coral, 103
literalism o de la s prim eras tra d u c­
in d ica tiv o irreal, 313
cion es la tin a s, 188
indoeuropea, civilización, 21
Livio, 142
indoeuropeo, 21 Livio Andrónico, 104
in fe c tu m , 266 locativo, ablativo, 301 s.
— tem a s del, 266 — ab lativo de tiem po, 302
in fin itivo, 278 L ucano, 145
—· com plem ento, 316 Lucrecio, 112
— exclam ativo, 315 lugar, nom bre de, 237
— de finalidad, 316
— futuro, 279 m argin ales, fen óm en os, 33 ss.
— futu ro pasivo, 280 “m a rg in a litá ”, 37
— griego con el articulo, 315 m aterial, ad jetivos de significación,
— n atu raleza n om in al, 315 239
— con nom bres, 317 m edia, voz, 262
— sin ta x is, 314 m ed io-p asiva, voz, 264
— su jeto, 315 m editerráneo, su strato, 64 ss.
in fin itiv o s e n -a ssere, 271 m esápico, 49
in fin itiv u s in d ig n a n tis, 83 m ilitar, term in ología, 195
in h um ación , 46 M inucio F élix, 192
in stru m entos, 238 m odern a”, “escuela, 115
in terjecciones, 82, 97 m odos, 276, 306 ss.
in terro g a tiv a s in d irectas, 324 M u lom edicin a C h iron is, 157, 176
interrogativo, pronom bre, 258
interrupción, 98 n asal infija, 267, 269
Isid oro de S ev illa , san , 158 n asal, sufijo, 267, 269
isocolia, 111, 123 n egativas, expresiones, 83
isoglosa, 40 nom bres, form ación, 236 ss.
Ita la , 187 s. nom bres de p ersonas derivados de
itálico, 16 nom bres de cosas, 237
Itálico com ún, 48 nom in ativo, fu n ció n ergativa, 284
— y germ ánico, 26 — en exclam acion es, 284
— occid en tal, 52 ss. — con infinitivo, 317
itálico, período, 20 — sin taxis, 284
ÍN D IC E DE M A TERIA S 375

n om in a tiv o s en aposición, 284 Plauto, 14


n o m in a tivu s p en d en s, 285 pleonasm o, 84, 180
N ovacian o, 201 p leon ásticas, expresiones, 175
“n o v i”, 115, 117 pleon ástico, uso de los pronombres,
N ovio, 154 84
num erales, 259 p lu rales poéticos, 110
n u m eru s, 138 pluscuam perfecto, 275, 305
— indicativo, 228
-o, tem a s en, 243 — su b ju n tivo por im perfecto d e sub­
ogám icas, inscripciones, 33 jun tivo, 327
on om ástica personal, 56 p o e ta e n ovi, 115
op tativo indoeuropeo, 277 P om ponio, 154
órd en es in d irectas, 325 p otencial, 326
ordinales, 261 — op tativo, 311
oseo, 15 prefijos verbales, efecto tra n sit!vi-
osco-u m b ro, 15 ss. zante, 286
P ren este, 69
P alad io, 157 p resen te histórico, 303
p aralelism o, 99
— participio, 135, 279
p aratácticas, construcciones, 86
------- com o partie, perf. activo, 322
parataxis, 324, 327
--------referen cia al pasado, 322
p arén tesis, 87
--------sin taxis, 322
“p a riso n ”, 123
— tem a de, 265
paronom asia, 111
— tiem po, 303
participio :
prim era con jugación, 268
— futu ro activo, 280
— perfecto pasivo, 280 proléptieo, acusativo, 87
—· transitivo, 135 pronom bres, 255 ss.
p articipios, 279, 321 “p rostáctico”, em pleo del pronombre,
p artitivos, 289 83
p asiva en -r, 167 protorrom ance, fragm entación , 182
p a ta v in ita s, 144 Prudencio, 190
patroním icas, expresiones, 119
p elign os, 50 qu am , 281
p en tám etro, 215 — tras com parativos, 333
p en ú ltim a, ley de la, 213 qu am qu am , con indicativo, 325
P ereg rin a tio A e th eria e, 157, 168, 176 — con p articipio presente, 323
perfecto, 265, 305 qu am vis, con subjuntivo concesivo,
— desinencias, 274 325
•— gnóm ico, 305 q uinta declinación, 251
— indoeuropeo, 274
— infinitivo por el de presen te, 110 -r, d esin en cias en, 275
— en - v i-, 273 s. raíz, 234
— participio, 323 — verbos tem áticos, 269
p erfec tu m , 266, 272 reconstruidas, form as, 211
— tiem p os del, 275 redundancia, 83
periférico, 34 reduplicación, 267, 272
p erifrástica, conjugación, 323 reduplicados, tem as, 269
p erifrástico, futuro, 180, 323 region ales, particularidades, 177
— perfecto, 171, 324 relación (gen ética), 19
período, 121 relativo, oración de, 328
personales, pronom bres, 258 — pronom bre, 258
P etronio, 155 religión, 106
p eucetios, 50 rep etición , 83
peyorativos, 236, 237 repudio, su b ju n tivo de, 309, 329
376 IN T RO D U C CIÓ N A L LA T ÍN

rim a, efectos de, 94 --------del pasado, 308


rom ances, dialectos, 182 — yusivo, 307, 325
su b ju n tivos en -ä, 277
sabélicos, dialectos, 16 sufijo, 234
Salu stio, 140 s. Suiza, h ab itan tes de los lagos de, 44
sátira, 103 superlativo, 254
satu rn io, 214 supinos, 279, 321
S ch rijn en , J., 193
segun d a conjugación, 268 T abula B a n tin a , 15
S egu n d a S ofística, 149 T abulae Igu vin ae, 15
S én eca, 146 T ácito, 146
síeulo, 52 ss. tem a, 234
Sid onio Apolinar, 151 tem as en - i y -ü, 252
sigm ático, aoristo, 273 — radicales, 267
sim etría, 123 — verbales, 265
sín cop a, 70, 213, 249 tem áticos, verbos, 262
sincretism o, 241 tem or, verbos de, 326
sin ta x is, 283 ss. tem porales, ad jetivos, 239
soldados, lengua de los, 185 — tem as, 265
subjuntivo, 24, 277 ss., 306 tiem pos, 303
— concesivo, 326 — del in fe ctu m , 270
— oraciones condicionales, 327 tercera conjugación, 269
— deliberativo, 308 — declinación, 245
— en deseos, 306, 310 Terencio, 96
— estip u lativo, 326 — palabras coloquiales, 98
— indoeuropeo, 271 terram ara, 44
— im perfecto, 308 T ertuliano, 201 ss.
— — d eliberativo del pasado, 308 tm esis, 108
--------p oten cial d el pasado, 312 Tószeg, cultura de, 44
--------referido al pasado, 327 trágico, estilo, 114
--------d eseos irreales o im posibles, tran sición , sonidos de, 231
310 tricola, 141
— in terrogativas, 308 — con aliteración , 94
— irreal, 312, 327 tricolon , 100, 122
— iterativo, 335 — en asín d eton , 115
— oblicuo, 309 Tucídides, 103
— op tativo, 306, 326 ss.
— e n ora tio obliqua, 335 -u, tem as en, 250
— perfecto, 309 um bro, 15, 17
--------prohibiciones, 308 un iform id ad del la tín tardío, 181
--------em pleo perm isivo del volitivo, un idad del sujeto, 135
309 “u n idad es”, 22
— pluscuam perfecto, 308, 310 u rban itas, 117, 125, 129, 130, 152
— — deliberativo del pasado, 308 urnas, cam pos de, 44
— p otencial, 324 — cultura de, 45
--------optativo, 306 u t, con p articipio presente, 323
—■p resen te, 327 — con subjuntivo, 326
— prohibiciones, 308
— prospectivo, 271, 307, 310 variatio, 146
p otencial, 327 vascuence, 178
— referen cia a l pasado, 310 Vegecio, 102
— d e repudio, 310, 312, 326 véneto, 51 ss.
— tiem pos, 327 V en etu lan i, 51
— co n vocal breve, 277 V illan ova, cultura de, 45, 46
— volitivo, 271, 306 ss. Virgilio, 117 ss., 151
ÍN D IC E DE M A TERIA S

V ita A rid ii, 170 --------m odos, 171


vocales, 212 ss., 216 ss. --------preposiciones, 167
— altern an cias, 235 ------- pronom bres, 167
vocativo, 285 --------sin taxis, 170
— atracción al, 285 ------- supino, 171
volitivo, subjuntivo, 325 ss. ------- vocabulario, 172
voz, 262 -------- vocales, 159
vulgar, la tín , 152 ss.
vulgar-arcaico, 177
--------ad jetivos, 166
vu lgar-poético, 177
------- adverbios, 167
------- casos, 170 vulgarism os, 144, 176, 193
------- con son an tes, 162 — en la tín cristiano, 190
--------declinación, 164

------- d iferen cias d ialectales, 179 W alde, A., 20
------- futuro, 168 W arm in gton , E. H., 126
— — género, 163
--------gerundio, 171 yusivo, 324, 325
------- gerundivo, 171 — en h ip ótesis, 327
INDICE DE PALABRAS

abbatissa, 180 agmen, 80 -aneo-, 240 -astro-, 237


abdoucit, 219 agnus, 29 angariare, 189 athletice, 90
abies, abietis, 247 ago, 216, 227 Angerona, 58 -ati-, 239
abstulas, 277 agrestis, 232 ango, 30, 230 atque, 228
ac, 228 Agrigentum, 53, 60 anguis, 106, 230 attigas, 277
-ac-, 240 ahenus, 231 angustus, 230 -atu-, 237
acediari, 189 aide, 225 animal, 250 auceps, 214, 219,
acer, 224, 249 ain, 222 annus, 27, 232 222
acerra, 67 Αΐτνη, 54 -ano, 239 audeo, 267
acerrimus, 255 alauda, 62 -an o-, 240 audibam, 270
Achivi, 59 alba, 66 anser, 225, 231 audibo, 271
acies, 216, 251 albeo, 267 ante, 222, 281 audiebam, 270
actus, 232 -ali-, 239 antidhac, 92 audieram, 274
ad, 286 alicubi, 281 ap, ab, abs, 281 audire, 268
adasia, 77 aliter, 282 aperio, 224 augeo, 219, 227
adfatim, 282 aliud, 221 aperire, 268 augur, 219
adolere, 106 alius, 216, 224 aplustra, 88 augustus, 106
adoptaticius, 241 aliuta, 222, 281 Apolonei, 246 auris, 219
adoria, 78 Allibae, 54 Apolones, 246 aus-culto, 219
adscripticius, 241 almus, 78, 106 aprilis, 58 ausim, 277
advenat, 277 alter, 254 Apsias, 49 auspex, 222
advocapit, 72 alternei, 72 aqua, 28, 38 ausum, 47
advocare, 181 alumnus, 221, 276, Aquiliaes, 70 autumnus, 58
aedes, 218, 229, 249 281 arbiter, 70 autumpnus, 232
aediles, 218 amabam, 270 arbor, 248 avunculus, 25
aenus, 231 Amantia, 49 arborem, 231
aer, 107 amaram, 274 arbos, 248 babaecalus, 156
aerumna, 80, 106 amaro, 274 arbosem, 231 baca, 66
aes, 44 amarunt, 274 arbustum, 248 balanus, 89
Aesculapius, 60 amasso, 271 architectus, 88 balineum, 60
aestifer, 109 amaverim, 277 arfuisse, 70 ballaena, 51, 89
aetas, 214 ambactus, 62, 107 -ario-, 237, 239 ballista, 88
agellus, 224 ambo, 229 arsi, 233 balneum, 60
ager, 216, 224, 245 ambulare, 30 artifex, -222 balsa, 66
Ager Teuranus, 54 amnis, 106 artus, 106 barba, 229
agier, 279 ampulla, 89 arvina, 53 bardus, 90
agimini, 276 amurca, 60, 221 arvorsum, 70, 92 basilice, 89
agito, 276 androgynos, 91 asia, 63 basus, 48
380 IN T R O D U C C IÓ N AL L A T ÍN

batioca, 90 calcar, 250 centum , 225, 260 com oinem , 219


bene, 223, 281 calcitro, 79 cepi, 272 com pendiare, 194
benna, 62 Camena, 106 cerasus, 60 concha, 89
berber, 72 C am ena, 107 Cereres, 222 condem no, 221
Berigiem a, 63, 64 cam era, 59, 221 Ceres, C ereris, 247 condicio, 74
b etulla, 62 cam psare, 88 cernere, 80 conducticius, 241
biber, 278, 279 cam pus, 53 cerno, 267 conea, 69
biennis, 221 canis, 253 certus, 224 conficio, 220
bifolco, 47 canna, 179 cesor, 225 confringo, 221
-b ili-, 240 cano, 25 cessi, 273 congraeco, 90
bim us, 231 cantharus, 89 charta, 107 conquirere, 181
b in i, 261 cantherius, 89 chiasm us, 92 conregio, 74
birrus, 62 capere, 268 choragium , 90 consobrinus, 231
bis, 261 capesso, 269, 271 cincinnus, 89 conspersio, 190
biso n , 179 capso, 271 cin is, 218 con sp icio, 74
blatea, 50 cardo, 45 cisium , 62 consularis, 232
blennus, 90 carefo, 69 cista, 89 contigi, 272
bobus, 252 carm en, 232 cisterna, 60 con tingo, 221
bonus, 216, 227 caro, carnis, 248 citrus, 65 contum ax, 79
Borm iae, 63 carpa, 179 civis, 27 con tu s, 88
bos, 47, 252 carpentum , 62 clam , 281 copones, 155
botulus, 47 carpo, 29 clam are, 26 coquo, 216, 226
-bra, 238 carrus, 62 claret, 106 cor, 227
bracae, 62 Carthagini, 246 clatrata, 89 coraveron, 69
brado, 179 Carventum, 51 clatri, 89 corcotarii, 89
bradys, 107 casa, 77, 230 claudo, 222 cordis, 227
brevis, 31, 230 cascunus, 180 clausi, 273 corilus, 27
‘brevis brevians’, cascus, 47 Clausus, 48 corn icen , 222
214, 242 caseus, 47, 77 clausus, 280 corniger, 221
-b r o -, 238 cassis, 62 clepere, 226 cornus, 33
Brundisium , 49 castud, 250 clepsi, 273 corolla, 232
bubulcus, 47 castus, 106 clodus, 77 cortum io, 74
bubus, 252 casus, 181, 233 clueo, 106 cosol, 225
bucca, 155 catam itus, 60 cnatois, 245 cotoneum , 60
bufa, 47 catechum eni, 195 Cocles, 61 coventionid, 246
bufo, 47 cateia, 62 coctus, 228 covinnus, 62
bulga, 62 caten a, 62 coda, 77 crapula, 61, 221
-b u lo -, 238 caterva, 62 codex, 77 crastinus, 239
-bu n d o-, 240 catillus, 53 coerari, 218 credo, 36
burgus, 179 catinus, 53 cogitatu s, 190 creduis, 92, 277
catunus, 180 cohors, 79 creo, 29
cacula, 57 caupo, 61 cohum , 107 crepare, 181
cadus, 89 causa, 234 coiravit, 219 crepida, 60
Caecilis, 245 cave, 223 coisaten s, 219 creterra, 60
caecus, 27 cávere, 217 colaphus, 91 Crixia, 51
caedes, 249 cavi, 272 colligo, 220 -ero -, 238
caedundus, 280 cavus, 31 collum , 232 crum ina, 58
cael, 108 cecidi, 272 colo, 228 eruor, 227
caelus, 163 cecurri, 272 com a, 107 cubi, 281
caerim onia, 58 cedre, 70 com issari, 91 cubitum ire, 279
caeruleus, 232 celassis, 277 com issor, 90 cucurri, 272
caesar, 47 eelox, 88 com m onstrasso, cudo, 27
Caesar, 77 celsus, 106 271 cuius, 256
Calaina, 60 cena, 233 com m unis, 219 culleus, 89
ÍN D IC E DE PA LABRA S 381

-cu lo -, 238 dic, 276 duim , 92, 277 est, 216


culpa, 217 dicare, 218 duis, 92 eum , 257
culus, 25 dicis, 218 d ulce, 250 eum psum , 258
cu m atile, 89 dicteria, 154 dum , 281 euntem , 280
cupencus, 58 dictus, 280 dum taxat, 282 euntis, 221
cupio, 268 dies, 251 duo, 220, 260 exagoga, 88
cupressus, 65 dignus, 216 duom vires, 244 exanclare, 88
cur, 217 dim idius, 220 duonoro, 225 exem plar, 250
curaseis, 277 dingua, 48, 227 duplex, 261 exem plum , 232
curis, 47 Diovos, 246 duplus, 261 exenterare, 90
cu stod io, 267 dirus, 47, 106 dusm o, 104 exilium , 221
cu tis, 28 disco, 267 dux, 53 exim ius, 79
cuturnium , 60 discus, 90 duxi, 273 existim o, 222
cyathissare, 91 ditias, 224 expedire, 79
cyathus, 89 dius, 281 eam psam , 258 experior, 31
divus, 245 eapsa, 258 explenunt, 264
da, 276 dixe, 273 easte, 74 expudoratus, 156
dacrum a, 48, 227 dixem , 273 eclutrum , 106 exsequias, 285
d anista, 88 dixerim , 277 edi, 272 extim us, 254
danunt, 264 dixi, 273 edim , 277 extrad, 281
dapino, 91 dixo, 271 edo, 227 extrem us, 254
daps, 30 d ixti, 273 eeis, 257 exui, 30
datod, 276 do, dare, 31 egerim , 277 exulans, 221
deabus, 243 doceo, 267 E gesta, 50 e-yo, 239
debilis, 226 docum entum , 221 ego, 216
decem , 225 domare, 268 egom et, 258 faba, 27
d ecet, 267 dom inicum , 190 egregius, 79 fahula, 230
decim us, 261 dom itus, 268, 280 eicere, 154, 175 fa c, 276
decum anus, 45 dom os, 77 eis, 257 facere, 268
deda. 50 dom ui, 273 eius, 256 facies, 251
d edant, 71 dom uis, 250 -eia, 237 facillim us, 255
d edet, 222 dom um , 285 elem entum , 61 facilum ed, 281
dediticius, 241 dom us, 28, 225 em i, 272 facturum , 279
dedron, 264 donare, 52 em o, 27 fala, 58
dedront, 70 donativum , 196 em olum entum , 78 F alerii, 221
defen do, 230 donec, 282 em pticius, 241 F alisci, 221
defit, 106 donicum , 281 enicasso, 271 fam a, 30, 216, 229
defrudo, 222 donique, 281 enos, 72 fam es, 249
deico, 218 donum , 217 -e n si-, 239 fam ilia, 221
delirare, 79 dorsum , 25 epulo, 106 fam ul, 107
dem psi, 232, 273 dos, 53 equos, 224 fam ulus, 221
dem us, 254 dossennus, 58 eram , 270 far, 27
d en s, 236, 280 douco, 222 -ere, 275 farcire, 268
detnuo, 273 douiad, 69 ergo, 223 farragineus, 240
d eorsum , 224 d rachum issare, 91 ero, 263 fasena, 47
depsticius, 241 dracum a, 232 ero, eris, 271 fatu s, 163
deraubare, 179 duas, 277 ervum , 33 fav-issa, 58
deus, 245 duc, 276 es, 276 favissae, 217
devas, 70 ducenti, 260 es, est, 267 faxim , 277
devos, 218 ducere, 26 escas, 242 faxis, 277
dexter, 31, 254 duces, 195 Esculapio, 69 fa x it, 277
. dextrabus, 104 ducissa, 180 esed, 263 faxo, 52, 271
diabathrarii, 89 ductus, 280 ess, 222, 263 feced , 263, 275
D iane, 70 dueños, 71, 227 essedum , 62 feci, 229, 'S72
IN T R O D U C C IÓ N A L LA T IN
382
gandeia, 50 h iem s, 230
íe c it, 217 foed us, 219
ganta, 179 h ileo, 69
fecundus, 229 foied, 69 hinsidias, 231
fore, 279 gau, 108
fedus, 47 h ircu s, 69
forem , 277 gaulus, 89
fefaced , 69 h isce, 256
fores, 224 gava, 66
feido, 222 h ister, 60
forfex, 47 gelu, 53, 217
fel, 47 h ister, h istrio, 58
fpliv 7Q form a, 61 genista, 58
genu, 251 histrio, 60
fem ina, 217, 229, form ica, 61
genus, 216, 225, 227 h occ, 256
281 form ido, 61
germ anos, 140 hodiernus, 239, 241
Eeminabus, 243 form onsus, 225
germ en, 232 hom o, 27, 230, 248
fem ur, fem inis, form us, 230
gigno, 236, 267 hom onem , 104
253 fors, 224
glaber, 27, 229 h on estu s, 248
fen estra, 58 Fortuna, 69
glans, 29, 228 honor, 248
fen um , 47 Fortune, 242
glaucum a, 88 honos, 254
fenus, 79 forum , 79
glos, 29 horda, 229
ferens, 35 fossa, 45
glubo, 29 horeia, 50
ferio, 27 fosse, 46
gnaivod, 244 h osa, 179
ferire, 268 fossus, 280
gnoscier, 92 hospes, 223
fero, 224, 229, 269 fovea, 217
gnosco, 227, 267 h osp item , 220
ferre, 232, 278 frater, 216, 229
(g) notus, 217 hosticapas, 243
ferrum , 44, 46 fregi, 272
gnovi, 273 h o stis, 27, 230
fers, fert, 267 frigus, 30, 231
G raeci, 50 huius, 256
feru n to , 276 frugi, 78
graecissare, 91 hum erus, 231
ferus, 230 fruniscor, 155
graecor, 90 h um or, 231
ficus, 65 fu , 72
grallae, 232 hum us, 230
fldes, 36 lu am , 92 hunc, 217
fido, 218, 229 fuas, 92 granum , 27
fuat, 118, 277 graphicus servus,
fifiked, 69 -ia, 237, 238
figier, 92 fucus, 89 90
gratia, 195 iacere, 268
figo, 228 fugare, 30
gratus, 228 iacio, 31
figulus, 229 fugere, 268 Iadatinus, 51
fugi, 272 gravis, 228
fili, 245 iam , 281
fugio, 30 gregarius n u m e­
filiabus, 243 ianitrices, 29
fugo, fugare, 267 rus, 195
filie, 245 ibus, 257
filiolus, 221 fui, 229 grossus, 25
grum a, 60 -ic io -, 239
fingo, 229, 230 fulcrum , 232
gubernare, 60 -icio -, 239
finio, 267, 268 fulgur, 248
gutturnium , 60 -ic o -, 239
fio, 268 fulgu s, 248
idem , 257, 282
fircus, 47 fulsi, 233
haba, 69, 229 -id o-, 240
firmus, 69 fum u s, 218, 229
hactenus, 282 idoneus, 181
fissus, 280 fundatid, 71, 276,
hae, 256 ieci, 272
fitum est, 104 278
haec, 256 iecinoris, 253
fivo, 228, 273 fu n d itu s, 282
haedus, 27 iecoris, 253
fixi, 273 fun d o, 230
harena, 25 iecur, 28, 223, 225,
flagrum, 232 funebris, 231
harpa, 179 228
flam en, 35, 106 fur, 217
harpago, 91 ieis, 257
flasca, 179 furnus, 77, 217
haurio, 231 -ies, 238
flere, 268 futuros, 280
heis, 256 ignis, 28
flexuntes, 57 fuvei, 273
heisce, 256 ilico, 220, 233
flexus, 280 fuveit, 275
H ercole, 69 -ilis, 239
florem , 231
gaesum , 62 hibernus, 230 illaec, 257
.flos, 27, 229
gallulascere, 154 hic, 256, 282 ille, 256
fluxus, 280 illisce, 257
ganda, 66 hice, 256
fodi, 272
ÍN D IC E D E PA LAB R A S 383

illu c, 257 is, 257 latex, 55 lubet, 218


illu ne, 257 is, 267 latrina, 224 lubs, 70
im , 257 issa, 258 lavare, 217 Luceres, 57
im pedire, 79 isse, 258 lectu s, 232 lu e(m ), 72
ln, 281 -issim o -, 254 legi, 272 luna, 233
-ina, 237 istarum , 243 lego, 29, 225 lunaris, 232
in ceid eretis, 222 iste, 257 leiber, 220 lupatria, 156
in cestu s, 221 istim odi, 257 leibereis, 244 lupus, 47
incipio, 221 istorum , 256 lem bus, 88 luxuria, 78
in cisa , 136 istud, 223 Lemonia, 57 luxuries, 251
inclu d o, 222 it, 218 lepista, 58 luxus, 78
in -clu tu s, 225 ita, 222, 281 lepus, 53 lychnus, 107
incohare, 79 item , 281 letu m , 106
Incola, 228 iter, 253 lev-en n a, 58 m acellum , 89
incoxare, 154 iteris, 253 levir, 48 m achaera, 88
inculco, 221 -itia , 238 levis, 230 m acies, 251
indo, 110 itineris, 253 lex, 36 m acina, 60, 220
induperare, 110 itin is, 253 libare, 30, 106 m actare, 106
industrius, 221 iubeo, 30, 230, 283 liber, 229 m acte, 75, 285
in ep tu s,. 221 iudex, 36, 223 libet, 218 m acula, 75
inerm is, 221 iugum, 218, 223 Libitina, 58 m agis, 281
inferus, 47 ium entum , 233 libra, 53 m agister, 254
infim us, 254 iunctus, 228 libum , 106 m a g istere(s), 70
infit, 106, 118 iungo, 267 licetod , 276 m agistres, 244
infitias ire, 285 iunxi, 273 lien , 248 m agnalia, 190
in fra, 281 ius, 36 lilium , 65 m agnus, 254
inguen, 28, 228 iuvenis, 218, 253 lingo, 230 m aiorem , 231
iniquos, 222 -ivus, 239 lingua, 48 m aius, 224
-in o -, 239, 240 linquo, 225, 228, m alacissare, 91
in q uilin u s, 228 K aisiosio, 69 267 m alo, 269
insons, 280 κοινή, 187 liqui, 272 m alva, 33
instigare, 79 “κ ύ κ λ ο ς ”, 122 liq u it, 219 m anducare, 154
insulsus, 221 lira, 27 m anduco, 154
inter, 74, 254 -ia, 237 -lis , 240 m anica, 221
interdico, 254 lac, 247 Liternum , 54 m anipulus, 79
interduim , 92 lacesso, 269, 271 lituus, 106 m annus, 50, 62
interea, 282 lacio, 75, 228 -lo -, 237 m ansi, 273
intereo, 254 lacrim a, 48 Locina, 70 m ansus, 280
interficio, 254 lada, 66 locuples, 78 m antissa, 58
in terim , 282 laedere, 283 loferta, 69 m are, 27, 222, 250
in tim u s, 254 laena, 60 logi, 90 m arsuppium , 89
intro, 281 laetam en, 78 logista, 88 m assa, 90
intus, 282 laetare, 78 loifirtato, 220 m ater, 216, 225
in victu s, 269 laetus, 78 lom entum , 77 m atertera, 254
-io -, 237, 238 laevus, 31, 218 longus, 217 m atrona, 243
iouxm enta, 71 lagona, 89 loquor, 25 matronas, 70
iouestod, 71 lam a, 51 lorica, 50 m atuta, 242
Iovis, 224, 252 lancea, 50, 62 losna, 70 m avelim , 269
ipse, 256, 258 laniena, 58 lotium , 77 m avolo, 269
ipsim us, 156 lanista, 58 lotus, 47, 77 m ed, 259
ipsud, 258 lanterna, 60 loucarid, 249 m eddix, 107
ipsus, 258 lapis, 223 Loucilios, 219 m ediator, 190
ire, 30 laqueus, 228 loucom , 220 m edius, 223, 229
irritus, 220 lasibus, 231 Louzera, 52 m ei, 259
384 IN T R O D U C C IÓ N A L LA T ÍN

M elerpanta, 61 m orus, 90 n os, 259 opilio, 77


m em bra, 136 m ovi, 272 n ostri, 259 opio, 75
m em ento, 276 m ugil, 249 nostrum , 259 opitulare, 106
m em ini, 305 m ulier, 248 noutrix, 220 optim us, 254
m em oratui, 279 m ulta, 217 n ovem , 216, 224, -o r -, 238
m em ordi, 272 m ultum , 281 225, 260 orare, 194
-mein, 238 m undus, 190 novicioli, 195 orbus, 229
m en sis, 225 m urobatharii, 89 novicius, 241 ordo, 248
m enta, 65 m urus, 219 novitas, 220 oricula, 154
-m e n tó -, 238 m us, 218 novos, 216, 224 oriundus, 280
m ereo, 30 m utuum , 53 novus, 225 os, 28
m ergo, 231 nox, 281 -o so -, 239
m eridie, 232 nam , 281 - n t - , 240 -osu s, 108
m erito, 281 narita, 89 nudus, 228 ovare, 217
m erula, 27 natrix, 27 nuges, 243 ovis, 217, 223, 224
m essis, 233 nauclerus, 88 N um asioi, 69 ovum , 29
m etere, 25 n aufragus, 219 n um m us, 53
m etu o, 267 nautea, 88 nunc, 281 pacari, 278
m eus, 259 n auta, 88 nurus, 29 paedagogus, 88
m i, 259 navis, 252 nutrix, 232 paelex, 61
m ih i, 259 -n d o -, 240 paenula, 221
m iles, 57 nebrundines, 70, -o, 237 paganus, 195
m ilitaris, 232 230 ob, obs, 281 pala, 63
m ille, 260 nebula, 229 oboedio, 222 p alaestra, 90
m ina, 232 nec, 228 obscenus, 106 palam , 281
m inister, 254 n ec n on e t..., 176 obsideo, 220 p ancratice, 90
m inistris, 244 necubi, 281 occidi, 272 panis, 225
m inuere, 254 nefrendes, 70 occido, 220 parasitus, 90
m inus, 254, 281 n efron es, 230 occupo, 221 parentare, 106
M irqurios, 69 nefrundines, 28, occurrere, 194 p arentatid, 71, 276,
m is, 259 47, 230 ocior, 217 278
m isti, 273 nem o, 231, 232 octavus, 217, 261 parere, 268
m itis, 25 nem us, 30, 106 octingenti, 260 paricidas, 243
m odernus, 241 nequam , 254 octo, 217, 220. 260 paries, parietis,
m odo, 223 neque, 228 octoginta, 260 247
m oech isso, 90 nequinont, 104, 264 odi, 272, 305 parm a, 62
m oechus, 90 ne vis, 269 odium , 272 paro, 50
m oenia, 219 n e vo lt, 269 odor, 48, 227 pars, 249
m oiros, 219 nidus, 27, 231 O druntum , 49 p articulo, 154
m ollis, 225 n im ium , 281 officina, 214 partim , 249, 281
m olo, 27 ninguit, 230 oino, 219, 225 parum , 224, 281
m olocinarii, 89 nivem , 230 ole-agineus, 240 parum per, 282
m om ordi, 232, 272 nix, 230 o l e o , 48, 2 2 7 parvolus, 221
m onebam , 270 -n o -, 237, 238, 239, o l i m , 256, 281 passus, 233
m oneo, 2'23, 267, 240 oliva, 59, 217, 222 pastillus, 225
268 n octu, 282 O l l a , 47, 77, 219 patagiarii, 89
-m on ia, 238 nocturnus, 2 3 9, ollaber, 74 pater, 226, 248
m onim entus, 163 240, 241 ollaner, 74 paterfam ilias, 242
m ons, 249 nolo, 269 olle, 256 patina, 53, 55, 89
m on s Caelius, 57 n om en, 225, 248 ollula, 77 paucus, 31, 219
m ons P alatinus, 57 n om inus, 246 ollus, olla, 257 pauper, 78
m o n s V eliu s, 57 n onaginta, 260 onustus, 221 pausarius, 88
m ori, 268 n o n gen ti, 260 operire, 268 pax, 74, 195
m ors, 224, 249 nonus, 261 opid, 246 p eccare, 79
ÍN D IC E D E PA LABRA S 385

peoous, 79 P oloces, 69 Punicus, 219 quod, quia, 329 ss.


p ectu s, 25 polubrum , 106 punio, 219 quoi, 71
pecunia, 78 pom erium , 222 P upinia, 57 quoiei, 256
pegi, 272 Pom pilius, 48 puppim , 249 quoius, 224, 256
p eius, 224 pondus, 236 pupugi, 232 quom, 258, 281
pelegrinus, 232 pons, 249 purpurissare, 91 quom inus, 334
p ellicu lam , 154 pontifex, 45 putare, 80 quor, 217, 281
p ellis, 28 popa, 47 quorta, 261
p ello , 267 popina, 47 -q o -, 240 quorum, 256
p en es, 282 poplicod, 244 quadra-, 260 quotiens, 261
p enis, 28 poploe, 244 quadrans, 55
p en itu s, 282 poposci, 272 quadringenti, 260 rabula, 58
peperci, 221 P orco-bera, 63 quaeso, 231 Ram nes, 57
peposci, 272 porcus, 27 quaesso, 269, 271 rasi, 273
percolopare, 91 porrum , 33 quam (tam quam, rastrum , 233
percontor, 88 posco, 225, 233, 267 q u a s i , prius­ recei, 71
perculsus, 221 possum , 269 quam , a n t e ­ rectus, 232
pergraecor, 90 potis, 217, 226 quam ), 332 ss. reda, 62
periculum , 31 pozzi, 46 quamde, 104 redieit, 275
perierunt, 274 praelum bare, 154 quamquam , quam ­ redinunt, 264
perii, 305 P raeneste, 51 vis, 334 regebam , 270
p eritus, 31 praevaricari, 79 quare, 282 regim entum , 221
p ersona, 60 praidad, 242 quartus, 261 regina, 244
p essim os, 254 prelum , 231 quas, 258 regus, 246
pessulus, 88 pretod, 69 quasi, 332 relictus, 228
p etesso , 269 prim o, 281 quassus, 233 rem ex, 222
p etorritu m , 62 prim ocenia, 69 quater, 261 Rem us, 57
phalerae, 60 prim um , 281 quatere, 268 renes, 70
phyrgio, 89 prim us, 231, 254, quattuor, 224, 228, repsi, 273
pictai, 242 261 260 res, 36, 220, 251
pignosa, 231 priusquam , 333 ques, 258 restim , 249
pinxi, 273 privlcloes, 245 qui, quo, 281 retro, 281
pipafo, 69 pro, 281 qui (instrum en ­ rettuli, 272
p iscis, 27 probus, 78 ta !), 310 rex, 35
p latea, 89 progredim ino, 276 quia, 155, 250, 258 rexi, 273
plaudo, 219 p rohibessis, 277 quianam , 330 rhetorissare, 154
ple, 276 proiecitad, 71, 276, quibus, 258 rivalis, 79
plenus, 217 278 quidam , 231 robigo, 47, 77
pleores, 255 prom ulgare, 80 quidem , 281 roborascere, 154
pleoris, 72 propagare, 80 quies, 251 robur, 248
p lere, 268 prophetissa, 180 quin, 222, 334 robus, 47, 77, 248
plevi, 273 prora, 88 quincunx, 55 robustus, 248
p lisim a, 255 prosapia, 141 quingenti, 260 roga, 223
ploirum e, 244, 255 pruina, 233 quinquaginta, 260 Roma, 56
p lostellu m , 77 pubescere, 154 quinque, 216, 226, R om ai, 242
plostrarius, 77 pugil, 249 260 rosa, 66, 231
plostrum , 219 pugillus, 225 quinquertio, 109 ruber, 218, 224, 230
plous, 255 pugnatur, 264 quintus, 228, 261 m e t a ) , 72
plum bum , 65 pugnus, 28 quippe, 232, 281, rufus, 47, 77, 230
Dlurimus, 255 pulcherrim us, 255 329" rumpia, 107
plus, 255, 281 pullam en, 157 quippe qui, 329 rum po, 267
poculum , 232 pullus, 29 quirquir, 75 ruri, 246
poena, 73, 219 pulvis, 25 quis, 227,7 258 rus, 285
Poani, 219 punctum , 181 quod, 227 R u tuli, 54'
386 IN T R O D U C C IÓ N A L LA T IN

Sabellus, 225 Segesta, 50, 51 socer, 21G sueque, 245


Sabini, 48 sella, 232 sociennus. 58 sugo, 27
sacer, 245 sem el, 259, 261 socius, 228 sulcus, 27, 217
sacram entum , 195 sem per, 259, 282 soiem n is, 106 sum , 263, 269
sacros, 71 senati, 250 solium , 48, 227 sum m us, 232, 254
saeculum , 25, 194 senatuei, 250 solvo, 217 sum psi, 232, 273
Saeturnus, 60 senatuis, 250 som , 257 sum ptos, 232
sagire, 268 senatuos, 250 som nus, 216, 224, suntod, 276
sagm en, 106 senex, 254 232 suprem us, 254
sagus, sagum , 62 senten tiad, 242 som pnus, 232 SUS, 27, 218, 252
Salapia, 49 sepelire, 268 sonare, 268 suus, 259
S alapitani, 49 septem , 225, 226, son itu s, 268 su u s sibi. 294
salio, 31 260 son s, 280 sycophanta, 90
salire, 268 septim us, 261 soror, 216, 224 syllaba, 88
saliunca, 63 septin gen ti, 260 sos, 257 sym bolum , 88
salix, 47, 223 septuaginta, 260 soveis, 243 syngraphus, 88
salutei, 246 sequere, 222, 264, sovos, 259
salvator, 195 276 sparus, 62 tacere, 26, 268
sam , 257 sequor, 228 sparsus, 280 tacitu s, 280
san ctu s, 228 sera, 181 spatiarus, 71, 264 talen tu m , 60, 22;
sapiens, 194 serm o, 199, 248 specio, 267 talus, 25
saplutus, 156 sero, 27, 218, 267 speculum , 232 tam , 281
sarcire, 268 sescen ti, 260 speres, 251 tam quam , 332
sarpo, 29 sessus, 280 spes, 251 tandem , 281
sas, 257 sevi, 273 spinter, 89 tanger, 278. 279
satelles, 57 seviri, 233 spondeo, 30 tapanta. 156
satura, 58 sex, 260 spopondi, 272 - ta t-, 238
satus, 267, 280 sexaginta, 260 sporta, 60 taxo, 179
scabi, 272 si, 327 spum ifer, 109 teba, 54
scabo, 27 sibi, 259 spurcus, 58 ted, 259
scaena, 90 sibyna, 107 spurius, 58 tego, 227
scaevu s, 31, 218 sic, 257 squam iger, 109 tellu s, 106
scelus, 217 Sicilinum , 53 S tab iae, 54 tem ere, 282
scena, 60 Siculi, 53 stabulum , 230 tem pere, 282
schoenus, 89 sido, 267 stare, 268 tem peri, 246
scien tes esetis, 92 sied, 263 statim , 249, 281 tem plum , 30
scilicet, 282 siem , 277 statio, 199 ten tu s, 225
scind o, 267 sierint, 274 statod, 276 ter, 261
scio, 268 sies, 277 statos, 280 term en, term inus,
scom ber, 89 siet, 277 status, 235 29
scripsi, 273 sigillu m . 225 stega, 88 tern i, 261
scrofa, 47 sim ilis, 221 sterno, 267 terra, 25, 28
scutula, 221 sim iliter, 282 stim ulare, 79 tertius, 261
scyphus, 89 sim plex, 259, 261 stipulari, 79 tesca, 106
se, 227 sim ulare, 221 stircu s, 69 tescum , 74
seco, 27 -sim us, 254 -str i-, 239 testis, 224, 233
secundus, 221, 228, sin, 222 strophiarii, 89 tetu li, 272
261, 280, 281 singuli, 259 suavis, 224 texi, 273
sed, 92, 259 singulus, 261 subigere, 79 thensaurus, 225
sedeo, 227 sinister, 254 sublabrare, 154 thylacistae, 89
sedere, 48 sino, 267 subtus, 282 - ti- , 238
sedi, 272 sins, 72 subula, 58 tibi, 259
sedulo, 221 sis, 224 Subura, 57 -tic o -, 239
seges, 25 sitim , 249 sudor, 219 - tili-, 239
ÍN D IC E D E PA LABRA S 387

tim id u s, 280 -tura, 238 uter, 254 viden, 222


-tim o -, 239 -tu ro -, 240 utinam , 281, 310 video, 218
tinguo, 216 tursus, 158 videram , 275
- ti- o n -, 238 Tusculum , 51 vaccinium , 33, 65 videre, 268
tirocinium , 195 tussim , 249 vacerra, 67 viderim , 277
tis, 259 -tu t-, 237 vafer, 47
Vidi, 219, 224, 272
T ities, 57 tutudi, 272 vagire, 268
V alesius, 77 vidissem , 277
-tiv o -, 239 tutu latu s, 106
vallum , 45 vidisti, 274
-to -, 237, 240 tuus, 259
tocu llio, 155 vallus, 29 vigil, 249
toga, 236 uargus, 179 vas, 27 viginti, 260
to llo , 232, 267 uber, 230 vastu s, 25 vincio, 267
ton g itio , 70 ubi, 281 vates, 25, 106 vinco, 27
topper, 232, 257, -u le n to -, 239 vecos, 218 vinxi, 273
281, 282 Ulixes, 50 veho, 230 viola, 65, 221
-to r -, 237, 238 ullaber, 72 veles, 57 vires, 252
-to rio -, 238 ulm us, 27 velim , 277 virtutei, 246
torm entum , 228, -u lo -, 240 vella, 218 virtutes, 190
233 ultim us, 254 velle, 232, 278 virus, 29, 218
torreo, 232, 267 ultra, 256 V eneres, 246 vis, 218, 252, 267,
to stu s, 233 ultus, 233 Venerus, 246 269
totien s, 261 um bo, 217 veni, 272 viso, 269
trabs, 27, 226 um eo, 106 venio, 224, 228, 267 visus, 231, 233
trap essita, 88 uncia, 53 venire, 268 vivus, 218, 228
trecenti, 260 uncus, 217 venum ducere, 285 vixi, 273
trem onti, 222, 264 unda, 28 ver-, 92 volo, 217, 269
tres, 223, 260 undecim , 214 verbum , 27. 199, volt, 267
tri-, 261 unguen, 228 229
Voltinia, 57
tribulum , 79 unguis, 217 veredus, 62
v o r-, 92
tribunal, 250 unus, 219, 259 versus, 281
versutus, 108 vorsus, 217
-tr ie -, 238 -UO-, 240
v ert-, 92 v o rt-, 92
triginta, 247, 250 urceus, 60
triplus, 261 urna, 60 veru, 228 vortex, 217
trium pus, 60 uro, 219 verus, 27 vortier, 279
-tr o -, 238 ursus, 29, 217 vester, 259 vos, 259
trossuli, 57 urus, 179 vestio, 268 voster, 217, 259
trutina, 60 uspiam , 281 vestri, 259 v oto, 217
trux, 25 usquam , 281 vestrum , 259 voveo, 30, 230
-tu -, 238 usque, 281 vetuo, 156 vox, 228
-tu d in -, 238 ustus, 280 vexi, 273 vult, 267
tui, 259 uta, 281 vias, 242
tu li, 272 utarus, 264 vicesim us, 261 zextoi, 69
tum , 257, 281 litei, 281 vicus, 29, 219, 224 zonarii, 89
ÍNDICE

Nota a la 2.* e d ic ió n ................................................................................. 5


P resen tación ................................................................................................. 7
Prefacio.......................................................................................................... 9

P r im e r a parte

Esbozo de una historia de la lengua latina

Capítulo I. El latín y las demás lenguas indoeuropeas . . 13


Capítulo II. Los protolatinos en I t a l i a ........................................ 43
Capítulo III. Los dialectos latinos y los primeros textos . . 68
Capítulo IV. El latín coloquial; Plauto y Terencio . . . 82
Capítulo V. El desarrollo de la lengua literaria . . . . 102
Capítulo VI. El latín v u l g a r .........................................................152
Capítulo VII. Lenguas especiales. El latín cristiano . . . 184

S egunda parte

Gramática histórico-comparada

Capítulo VIII. F on ética........................................................................ 211


Capítulo IX. M orfología........................................................................234
Capítulo X. S i n t a x i s .........................................................................283

Notas de los traductores.........................................................................337

B ib liografía.................................................................................................. 353

A p é n d ic e : Textos latinos arcaicos.........................................................359

Indice de m a t e r i a s ................................................ ........ 371

Indice de p a l a b r a s .................................................................................379
Im p reso e n el m es d e m a rz o d e 1988
e n T alleres G ráficos HUROPE, S. A.
R ecaredo, 2
08005 B a rcelo n a
INTRODUCCIÓN
AL LATÍN

L. R.
PALMER
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