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H U
El Código Penal del 2000 tipificaba como delitos contra la libertad, la integridad
y la formación sexual los siguientes: el acceso carnal violento, el acto sexual
violento, el acceso carnal o acto sexual en persona puesta en incapacidad de
resistir, el acceso carnal abusivo con menor de 14 años, los actos sexuales con
menor de 14 años, y el acceso carnal o acto sexual abusivos con incapacidad de
resistir. A su vez, contemplaba como como circunstancia de agravación para
estos delitos el hecho de que la conducta fuera cometida por una persona que
ostentara cualquier carácter, posición o cargo que le diera autoridad sobre la
víctima o la llevara a depositar en ella su confianza. Sin embargo, el acoso sexual
–del que muchas personas, principalmente mujeres, han sido víctimas
históricamente– no estaba tipificado de manera autónoma.
Desde el año 2000 este grupo de delitos fue objeto de una reforma en el 2004,
que llevó a un incremento de las penas establecidas. Así por ejemplo, el acceso
carnal violento pasó de tener una pena de 8 a 15 años a tener una pena de 128
meses a 270 meses (aproximadamente entre 10 años y medio, y 22 años y
medio). En 2008, una nueva ley vuelve a modificar las penas de este grupo de
delitos, e incorpora finalmente el tipo de penal de acoso sexual como delito
autónomo. El tipo penal cuando una persona “en beneficio suyo o de un tercero
y valiéndose de su superioridad manifiesta o relaciones de autoridad o de poder,
edad, sexo, posición laboral, social, familiar o económica, acose, persiga,
hostigue o asedie física o verbalmente, con fines sexuales no consentidos, a otra
persona” (Código Penal, art. 210-A).
Es necesario tener en cuenta que si bien la tipificación del acoso sexual como
delito autónomo supone que esta es establecida como una conducta lesiva de
bienes jurídicos que no es socialmente aceptada; en la vida cotidiana este tipo
de violencia continúa siendo naturalizado en muchos de los casos. El acoso
sexual ocurre con frecuencia en distintos tipos espacios sociales, familiares,
laborales, etc., y las víctimas se abstienen de denunciar por miedo, por
vergüenza, por falta de confianza en las instituciones encargadas de la
investigación y judicialización de sus casos, entre otras razones. Todo esto
sucede en un contexto en el que la cultura machista permite que se
responsabilice a la víctima y se le considere merecedora del acoso que padece.
La democracia no son solo las acciones del legislador sino también las que día
a día realizamos en una sociedad participativa y que tiene como más altos
estándares el respeto a la dignidad humana y la igualdad. En ese sentido,
continúa siendo necesario empoderar a la sociedad para que reconozca en cada
una de las personas que la conformamos el valor intrínseco que cada una tiene
como ser humano y de la misma manera garantice y defienda sus derechos.
Esperamos que el hecho de que esta oleada que en buena hora tiene gran
acogida en la sociedad de pedir “No más violencia sexual ni acoso contra las
mujeres” en medio de un proceso electoral en el país; sea la oportunidad, no solo
para convertirlo en un tema de agenda mediática de campañas y debates, sino
que nos dé por fin la oportunidad de construir entre sociedad y Estado, un plan
de acción que busque eliminar estas prácticas violentas, previniéndolas,
tratándolas y sancionándolas y sobre todo se asuman compromisos serios y
reales en materia de educación ciudadana no sexista y en diversidad, para
avanzar en garantías plenas para las mujeres y los ejercicios de sexualidad con
libertad y autonomía en Colombia.