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Expansión de cultivos amenaza a la selva

Se halló recientemente un área de 1 645 ha de cultivo de soya ilegal en Brasil.


Archivo/ Daniel Beltra para EL COMERCIO

Isabel Alarcón
Redactora (I)
ialarcon@elcomercio.com
En áreas que antes eran grandes bosques nativos, poco a poco se ha ido transformando
su paisaje. Estos amplios territorios se han convertido en lugares destinados únicamente
para la agricultura.
Según el último Estado de los Bosques del Mundo realizado por la FAO, esta práctica
es el factor principal de deforestación en el mundo. El objetivo ahora es buscar formas
en la que se logre una agricultura que respete el ambiente.
La práctica comercial causa alrededor del 70% de la deforestación en América Latina.
La introducción de productos ajenos a la región ha sido uno de los principales
problemas. Plantaciones como la soya, la caña de azúcar o la palma africana se han
visto constantemente en el centro de las polémicas ambientales. A estos se suman otros
como el banano, el café y el aguacate.
Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), la expansión de las plantaciones de
soya en zonas de bosques implica un gran riesgo. La selva amazónica alberga entre 90
a 140 billones de toneladas de carbono. Si estas zonas son utilizadas para estos
cultivos, contribuirá a la aceleración del cambio climático, ya que los bosques no podrán
almacenar la misma cantidad de carbono.
El aguacate ha sido el protagonista de varios debates ambientales en México. Al ser
considerado uno de los “superalimentos” del momento, se han tenido que quemar
grandes zonas de vegetación para aumentar su producción y ha ocasionado un impacto
en la biodiversidad.
Las principales afectadas han sido las mariposas monarcas que migran cada año desde
Estados Unidos a Michoacán. Allí la producción del aguacate ha crecido en un 342%
desde 1980. Cada año se reduce el número de mariposas que llegan a esta zona de
México, por lo que la Unesco decidió declarar a los santuarios, donde llegan estas
especies en invierno de cada año, como Patrimonio Natural de la Humanidad.
Nicolás Cuvi, profesor investigador del departamento de Desarrollo, Ambiente y
Territorio de la Flacso, sostiene que la agricultura no es lo malo, sino ciertas técnicas
agrícolas y formas de hacerla. Cuvi explica que desde 1940 se empezaron a acelerar
los procesos de incorporación de nuevas tierras para uso agrícola. El mayor problema
es que se convirtieron en monocultivos que generaron un solo tipo de plantaciones.
Según Cuvi, ahora se suma el uso de agrotóxicos que producen daños “irreparables con
el ambiente”. El problema es que esta tendencia va en aumento, sobre todo en las
prácticas a gran escala.
Mientras la población mundial sigue creciendo, según la FAO la demanda de producción
agrícola en el mundo también continuará en ascenso. Por eso, el reto es lograr una
agricultura que piense tanto en “la producción, como en la conservación de los
recursos”.
En la Amazonía brasileña se ha empezado a adoptar formas de agricultura sustentable
de soya. En esta práctica se implementa un sistema agroforestal que combina cultivos
y árboles. La WWF también lleva a cabo proyectos para el cultivo responsable de soya,
caña de azúcar y palma africana.
La soya ha causado la degradación del suelo en Bolivia.
La caña ocupa 23,8 millones de ha en el mundo.
El aceite de palma amenaza el hábitat del orangután.
Aguacate afecta a las mariposas monarcas en México.
El cultivo de café, si no es a la sombra, afecta al ambiente.

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Desperdicio, un aliado del hambre

Casi 800 millones de personas no tienen qué comer, mientras cada año se bota un
tercio de toda la comida que se produce. Falta concienciación.

María Carvajal A.
Editora (O)
mcarvajal@elcomercio.com
Un escolar se niega a comer un alimento que no le gusta. A su lado, la mamá, la tía o
la abuelita llegan al límite de su paciencia y le dicen “Hay muchos niños que no tienen
nada para llevarse a la boca, y tú desperdicias la comida”. Es posible que esta escena
se haya repetido durante generaciones, en miles de hogares, pero parece que recién
casi al terminar la segunda década del siglo XXI, el mundo entero recibe ese mismo
llamado de atención: millones perecen mientras otros malbaratan la comida.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por
sus siglas en inglés), denuncia que en el planeta se botan 1 300 millones de toneladas
de alimentos cada año. Es decir, 1,63 toneladas por cada una de las 795 millones de
personas que pasa hambre en los cinco continentes.
El científico y analista político Vaclav Smith reflexionaba el año pasado, en una columna
para el diario británico Financial Times, que pese a que para nada es una problemática
nueva, la atención que se le ha brindado sí que lo es. Recuerda que lo que más lo
impresionó durante un trabajo realizado para la FAO en Roma, en 1999, fueron las
“miles de personas preocupadas en cómo aumentar la producción de comida, mientras
el estudio del desperdicio de alimentos estaba delegado a un solo hombre aislado en
una oficina”.
Pero ahora vivimos en un contexto de cambio climático y el cada vez más rápido
agotamiento de recursos no renovables, por lo que la urgencia por tomar cartas en el
asunto trasciende las mesas de estudio de los organismos multilaterales y se vuelve un
asunto pendiente para gobiernos, grandes corporaciones y ciudadanía.
El año pasado, Francia logró ir más allá de las prácticas de reciclaje de alimentos, que
se clasificaban para destinarlos a la producción de abonos y biocombustibles. Todo fue
gracias a Arash Derambarsh, un concejal del municipio de Coubervoie, que presentó un
proyecto de ley al Parlamento galo ante el “escandaloso y absurdo” desperdicio de
comida en los grandes supermercados. El resultado fue una normativa que obliga a
estos centros de expendio a donar los productos alimenticios que no vendan, a
organizaciones benéficas que ahora se encargan de distribuirlos entre los más
necesitados.
Esta iniciativa lleva también a reflexionar sobre la dinámica del mercado de alimentos,
donde los consumidores evitan comprar productos cuya fecha de caducidad está
próxima -aunque tomar un yogur que venció uno o dos días atrás pueda no hacer daño
a nadie-, y por eso mantenerlos en las estanterías no es rentable.
Y a falta de reglas para dar un buen uso a eso que sirve, pero no a los ojos del comprador
que prefiere lo más nuevo o reciente, se producen escenas dramáticas como las de los
años luego de la crisis del 2008 en España. Los reportes de prensa mostraban a cientos
de personas desempleadas que se acercaban a recoger fruta, verdura y otros alimentos
de los inmensos contenedores de basura de los supermercados, con el consiguiente
riesgo de contaminación cruzada -porque todo se tira sin clasificar- qué amenaza más
a la salud que un queso caducado hace tres días.
Pero el desperdicio no solamente es un pecado de los países más ricos. La FAO ha
establecido que su gran tarea pendiente es la concienciación y leyes que disminuyan
paulatinamente el desperdicio en todo el mundo.
En las naciones en vías de desarrollo también se bota mucha comida, aunque tengan
un mayor número de personas que no pueden cubrir sus necesidades calóricas diarias
(solo en América Latina fueron 42,5 millones en el 2016). Ahí lo que más hace falta es
intervenir en la cadena de producción e invertir en educación e infraestructura, porque
los métodos rudimentarios en cultivos, las plagas y la falta de técnica en el transporte
hacen que gran número de productos se pierdan mucho antes de llegar a un mercado.
La meta de Hambre Cero para el 2030 es parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible
(ODS) de la ONU. Pero enfrenta un gran escollo en toda la comida que se deja de
producir en las zonas de guerra y conflicto -con la consecuente crisis alimentaria de los
desplazados- frente a todo lo que se bota en países como EE.UU., donde la
disponibilidad diaria para cada persona alcanza las 3 500 calorías, mientras el promedio
de consumo no supera las 2 100 calorías.
Eso, sin contar con el sobrepeso y la obesidad, problemas subyacentes de una época
donde parecería que hay comida para derrochar. En Sudamérica, un tercio de los
adolescentes y dos tercios de adultos los padecen.
Durante las dos guerras mundiales en el siglo XX, el racionamiento se convirtió en la
forma de vida de naciones tan poderosas como el Reino Unido, donde el desperdicio
era mal visto e incluso fuertemente castigado. Hoy es la rutina más normal comprar,
consumir, botar las sobras, volver a comprar, desperdiciar y botar, y así...
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Economía presiona a la selva de Brasil

Vista aérea de la Central Hidroeléctrica Teles Pires, en Brasil. Foto: Cortesía CHTP /
IPS.

Mario Osva. IPS (I)


tendencias@elcomercio.com
El incendio del bosque local, el 29 de junio de 1979, fue el acto inaugural de la ciudad
de Paranaíta, un municipio que ahora intenta superar el estigma de un gran deforestador
del Brasil amazónico y que pasó a autodenominarse ‘La Capital de la Energía’.
Dos grandes centrales hidroeléctricas, una todavía en construcción, alteraron la vida en
Paranaíta. Pero aún no se define su futuro entre los bosques amazónicos, la ganadería
extensiva y los monocultivos de soya y maíz que avanzaron desde el sur, deforestando
el Mato Grosso, estado del centro-oeste de Brasil y portal suroriental de la Amazonía.
La Central Hidroeléctrica de Teles Pires (CHTP), 85 kilómetros al noroeste de Paranaíta,
empleó 5 719 trabajadores en su mayor apogeo, en julio del 2014.
Su construcción comenzó en agosto del 2011 y terminó al final del 2014, cuando ya
empezaban las obras de la central São Manoel (antiguo nombre del río Teles Pires),
menor y más alejada de la ciudad, a 125 kilómetros río abajo.
São Manoel sufrió interrupciones judiciales y la casi quiebra de su constructora, por
escándalos de corrupción, con consecuentes atrasos y despidos masivos en el 2016.
La hotelería, venta de dragas, motores y otros equipos mineros les aseguraron el éxito
comercial a los pobladores de la zona. El ‘garimpo’ hizo surgir 11 hoteles en la ciudad,
entre 1982 y 1989, y sustituyó los frustrados intentos de sembrar tomates, café, cacao
y frutas amazónicas, como el guaraná, contó Francisco Karasiaki, otro pionero que vivió
37 de sus 53 años en Paranaíta y heredó el hotel construido por su padre.
La minería decayó en los años 90 y la crisis se superó por la intensificación de la
extracción maderera y la proliferación de aserraderos en la ciudad. “Pasamos a vender
motosierras como agua, unas 12 cada día”, contó Ster Petrofeza.
Ese ciclo concluyó la década siguiente, ante la represión ambiental. La construcción de
las centrales hidroeléctricas “permitió un renacimiento”, reactivando el mercado local,
pero “no dejaron nada de permanente para nosotros”, lamentó la empresaria, viuda
desde 1991.
“La agricultura es la esperanza”, coinciden Karasiaki y Petrofeza, cuyos dos hijos se
dedican a cultivar soya y maíz.
Paranaíta ejemplifica la alternancia ‘boom-colapso’ que afecta a una economía que se
basa en la explotación de recursos naturales de la Amazonía brasileña, explicó el
economista João Andrade, coordinador de Redes Socioambientales en el Instituto
Centro de Vida (ICV), que actúa en el norte de Mato Grosso.
Minería, caucho, madera, ganadería y monocultivos se suceden de forma insostenible
en distintas áreas, algunas recién atropelladas por los proyectos hidroeléctricos.
Las centrales no cambian el modelo de ocupación de la Amazonía, sino que pueden
inaugurar un nuevo ciclo, al facilitar energía para la minería y la expansión
agroexportadora con mejores carreteras, teme Andrade.
Paranaíta, con 10 684 habitantes según en el censo del 2010, decretó un estado de
emergencia en noviembre del 2013, ante el colapso en los servicios públicos, porque la
población había aumentado en dos tercios en los primeros años de construcción de la
Central Teles Pires, según la Prefectura de la ciudad. Aumentaron las enfermedades
contagiosas, como malaria, y las transmisibles sexualmente, en el apogeo de las obras
en los municipios afectados, dijo Carina Sernaglia Gomes, analista de Gestión
Ambiental Municipal de ICV.
Las visiones negativas contrastan con las millonarias inversiones sociales y ambientales
hechas por las empresas. En ese tipo de proyectos, las compensaciones y medidas
mitigadoras llegan tarde, después que ya ocurrieron los peores impactos de las obras.
En relación con los indígenas, la CHTP los compensó con 20 programas específicos,
principalmente de donación de vehículos, embarcaciones, combustibles y casas
comunitarias. Sin embargo, se inundó un sitio sagrado para el pueblo Munduruku.
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Los futbolistas se exponen a la radiación UV en Costa y Sierra

Liga de Quito se entrena -todas las mañanas- en su complejo en el sector de Pomasqui.


Los albos juegan sus partidos de local a las 11:30. Foto: David Paredes / EL COMERCIO

Mauricio Bayas
Redactor (D)

El entrenamiento de Independiente del Valle se inicia bajo la sombra de los árboles, en


el complejo de Chillo Jijón.
Es martes, el cielo luce despejado y el sol castiga. Alexis Mendoza, DT de los rayados,
da una charla grupal protegido con una gorra. La práctica se inicia a las 10:00.
A esa hora, el índice de radiación de los rayos ultravioletas (UV), según la Secretaría de
Ambiente del Municipio de Quito, marcaba 10 puntos. El índice UV es una medida de la
radiación solar en la superficie. Los futbolistas comienzan a estirar sus extremidades,
corren y su transpiración aumenta. El sol sigue brillando.
En Quito, los partidos del campeonato local y los entrenamientos de lunes a viernes se
realizan entre las 09:00 y las 13:00. Son horas en que se recomienda evitar la exposición
al sol por los rayos UV. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y entidades
ambientales internacionales manejan una tabla de los parámetros establecidos para los
rayos ultravioletas (ver infografía).
“No soy especialista en rayos UV, pero tomamos las precauciones. Hay muchachos que
usan protector para el sol. Le insisto, no soy especialista, pero tenemos que jugar fútbol
bajo la lluvia o bajo el sol”, dice el entrenador Mendoza.
La discusión sobre la radiación entró con fuerza al fútbol. El Municipio de Quito y el
Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi) advirtieron el riesgo de
exponerse directamente al sol entre las 10:00 y las 15:00, en las dos últimas semanas.
Sin embargo, los clubes -basados en el artículo 24 del Comité Ejecutivo de la
Ecuafútbol- programan sus partidos de locales al mediodía, pues tienen la potestad para
hacerlo. Los equipos de Quito, Cuenca y Manta actúan tradicionalmente en la mañana.
Ante este escenario, Barcelona de Guayaquil exhibió una pancarta pidiendo que los
cotejos no se jueguen a las 12:00.
Pero la advertencia de evitar la exposición al sol no se cumple ni en el mismo cuadro
amarillo. Sus divisiones formativas programan sus partidos a las 11:00.
Efrén Mera, volante de Independiente, ha escuchado sobre los riesgos de exponerse al
sol. Por eso tiene entre sus implementos un protector solar. Se lo pone en su rostro
antes de la práctica. Horacio Salaberry, de LDU, es otro futbolista que se protege y su
rostro luce blanco al iniciar el entrenamiento.
Gabriel Cortez, en cambio, no toma ninguna medida de protección. Tampoco lo hace en
los partidos de fútbol. “Al sudar, el protector se vuelve fastidioso”. En los entrenamientos
de las juveniles de El Nacional no se habla del tema de protegerse del sol.
Los directivos de los clubes quiteños están convencidos que Barcelona intenta cambiar
los horarios para no sentir los efectos de la altitud. El cuadro amarillo, a través de la
Asociación de Guayas, pondrá el tema en la agenda para el Congreso de Fútbol del
2018.
Juan José Ambrosi, de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología, aclara que se debe
partir entendiendo que los altos índices de rayos han causado una pandemia mundial:
el cáncer de piel.
El galeno cuencano sostiene que los rayos UV son perjudiciales en la altitud de Quito,
pero no solo aquí: también en las ciudades de la Costa. “En Quito y en ciudades de
altitud los rayos son perpendiculares. En Guayaquil y a nivel del mar es igual de
peligrosa la exposición a los rayos UV y hay que tomar precauciones”.
Hay estudios técnicos que sustentan el riesgo de exposición excesiva. El último informe
del Registro Nacional de Tumores (RNT) de la Sociedad de Lucha contra el Cáncer
(Solca) demuestran que hay una alta tasa de impacto.
El cáncer de piel superó al cáncer de mama en mujeres y se ubicó en el primer lugar.
En cambio, en varones ocupa el segundo lugar. En el 2016 se detectaron 143 casos.
La Comisión Médica de la Federación Ecuatoriana de Fútbol analizará el tema. Sin
embargo, Ambrosi advierte que ya se presentó un proyecto en la Asamblea Nacional
(Ley Orgánica de Salud) con las recomendaciones en las distintas actividades
cotidianas, entre ellas la de los futbolistas.
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Expedición de Ecuador mapeó el retiro del glaciar en la Antártida

Un estudio realizado por el Instituto Oceanográfico de la Armada (Inocar) y el Instituto


Antártico Ecuatoriano (INAE) evidencia un retroceso, en cada verano austral, del glaciar
Quito ubicado en el área que el país mantiene soberanía en la Antártida, solo con fines
de investigación.

El retiro de la nieve se ha monitoreado desde 2004 en la punta Fort William de la isla


Greenwich. Luis Burbano, hidrógrafo del Inocar, indicó en la II Jornada Antártica
realizada recientemente en la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol) que la
información, los mapas y las fotos pueden utilizarse como insumos para futuras
investigaciones en las que se determine la tasa de retiro del glaciar. “Podemos ver
cuánto está disminuyendo en su altura. Solo en 2007 la línea de costa se viene un poco
más hacia el interior y se evidenció un retiro del glaciar importante de 3,38 hectáreas”,
afirma Burbano.
La conclusión es que entre 2004 y 2009, el glaciar Quito registró como resultado un
retiro que se inicia con 30 m, 40 m y 230 m de la línea de costa. Este último tramo fue
el de mayor impacto en el año 2007.

El proyecto, dice Burbano, consistió en realizar el levantamiento topográfico de la zona


para tener un patrón de comparación y establecer los cambios tanto en el ámbito
histórico como en el futuro.

“En el mapa hemos marcado el trayecto del bautizado como río Culebra, que se forma
desde el descongelamiento del glaciar... Esto es importante para saber dónde se puede
captar el agua (dulce) para la estación ecuatoriana Pedro Vicente Maldonado. Hoy es
un agua que se está perdiendo, se va directo al mar”, dice Burbano.

El estudio se hizo en ocho expediciones. Las investigaciones ecuatorianas seguirán en


la XXII Campaña Antártica que partirá en enero próximo.

Los profesores de la Facultad de Ingeniería en Ciencias de la Tierra y Marítima de la


Espol Carlos Martillo, Beatriz Fajardo y Christophe Fatras han planteado investigar las
evidencias geológicas sobre cambios climáticos y la presencia del hombre en la isla
Greenwich.

Martillo dice que se busca analizar los eventos geológicos con las variaciones
climáticas y su relación con la posible actividad humana en la zona. El análisis del
posible poblamiento americano temprano, a través del Paso Drake (brazo de mar que
separa América del Sur de la Antártida), y su posterior uso como lugar de caza de focas
y ballenas desde el siglo XIX, hasta la actualidad, es uno de los objetivos, afirma.

“Cuando hablamos de características geológicas de la isla (de Greenwich) estamos


hablando de por lo menos veinte millones de años”, dice Martillo, quien agrega que
actualmente se habla del cambio climático, pero hay evidencias de que es un proceso
que se viene dando siempre, pero con periodos de cuarenta mil a cien mil años desde
aproximadamente un millón de años.

Lea también: Iceberg causa muerte de 150.000 pingüinos en la Antártica, según


investigadores

Una de las metodologías planteadas en el proyecto es el micropaleontología, con el


estudio del registro microfósil de vida que pudo haber existido en las diferentes épocas
glaciares e interglaciares, indica Martillo: “Estos cambios climáticos o procesos de
glaciaciones e interglaciaciones (periodos de era de hielo y de deshielo) habría permitido
al hombre distribuirse en el planeta”.

Fatras asegura que en la historia se han dado variaciones climáticas. Así, por ejemplo,
hace 500 millones de años la temperatura estaba 14 grados centígrados más alta en
comparación con la registrada durante el siglo pasado. “Lo que nos interesa es la última
era de hielo que tuvo su máxima extensión hace 20 mil años y desde ahí la temperatura
fue subiendo dando final a la última era de hielo, que acabó hace unos 10 mil años.
Desde allí la temperatura promedio ha sido estable”, señala.

El problema es que este proceso natural está siendo acelerado por la actividad humana.
“Las predicciones indican que para 2050 y 2100 tendremos un aumento de entre 2°C y
4°C y de eso va a depender el nivel del mar... por eso es importante entender lo que ha
ocurrido en el pasado para predecir mejor lo que ocurrirá”, señala Fatras.
Estas investigaciones son clave para que la presencia del país en el continente blanco
siga dentro de los parámetros del Tratado Antártico. Este indica que las expediciones
con fines de investigación son el único objetivo por el cual se entrega soberanía a los
países en el territorio antártico.

Ecuador pasó a ser un miembro Adherente del Tratado y a participar en las reuniones
consultivas con derecho a voz, pero no a voto para tomar decisiones desde agosto de
1987, con lo que ya son tres décadas de la presencia del país en el que es el cuarto
continente más extenso del planeta.

Los estatutos del acuerdo establecen que, si los países adherentes no realizan
investigaciones y expediciones en el transcurso de dos años, se entiende como el retiro
de la nación del Tratado Antártico. (I)

ELIRD recomienda al Estado asumir el estudio permanente del Cotopaxi para prever las
posibles consecuencias de una erupción.

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