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SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

(Síntesis)

La II Guerra Mundial fue la mayor y peor conflagración militar de la historia. En ella


participaron países de todo el mundo y fallecieron millones de personas. En cuanto a la
cantidad de sangre derramada, la Segunda Guerra Mundial fue el conflicto más horrendo
de la historia. Como en la Primera, murieron más civiles que soldados, unos cincuenta
millones de los primeros y unos quince millones de los últimos. Pero esta guerra mundial,
aún más que la anterior, fue una guerra total, en la que poblaciones enteras fueron
movilizadas para el combate o la producción militar, y toda la población se convirtió en
objetivo de los ataques.

El germen de la segunda guerra mundial estaba en la primera, en el descontento, la


privación y el enconado resentimiento de Alemania, insatisfecha con los términos del
tratado de Versalles.
A los alemanes les disgustaba en especial una cláusula de culpabilidad que los
responsabilizaba de todo. Abominaban el haber perdido territorios: Alsacia y Lorena
pertenecían ahora a Francia, la región occidental del Rin era zona desmilitarizada, y la
mayoría de los dominios coloniales de ultramar habían sido repartidos entre varias
potencias. Las reparaciones en dinero, fijadas en 6.500.000 libras esterlinas, resultaron
demasiado elevadas para una nación arrasada por la guerra.
Ruptura del tratado: Hitler moviliza su ejército Adolfo Hitler, jefe de un partido político
ultranacionalista que había sido nombrado canciller para convertirse luego en dictador de
Alemania (a pesar de ser austríaco), rearmó secretamente el país en la década de 1930 y
comenzó a movilizar sus tropas, en violación abierta del tratado de Versalles.
Hitler ocupó la zona desmilitarizada del Rin, anexó Austria y se dirigió a Checoslovaquia.
Consideraba que estaba en su derecho de actuar contra los checos, ya que había logrado
un acuerdo con los gobiernos de Italia, Francia y, en especial, Inglaterra, que le permitía
extender el dominio alemán a Checoslovaquia.
El dictador italiano, Benito Mussolini, cuyo ascenso posterior a la gran guerra había sido
similar al de Hitler, arregló una reunión en Múnich, en la cual el primer ministro inglés,
dispuesto a hacer concesiones para evitar un conflicto con Alemania, el primer ministro
francés, Mussolini y el propio Hitler, pactaron la entrega de Checoslovaquia sin consultar
a los checos.
Además Hitler firmó el pacto germano-soviético con José Stalin, el sucesor de Lenin en
Moscú. Ya en posesión los nazis se lanzaron luego sobre Polonia, con la idea de
repartirse el país con la Unión Soviética.
A las 5:45 h de la mañana del 1 de septiembre, el primero de un contingente de 1.250.000
soldados alemanes invadió Polonia, tras un duro bombardeo aéreo. Aquellas divisiones
armadas y mecanizadas se movían con rapidez, respaldadas por aviones de combate, y
pronto avanzaron hacia el este de la frontera germano-polaca y el sur de Prusia Oriental.
El ejército polaco no estaba preparado para este tipo de guerra y halló dificultades para
contraatacar. La invasión alemana de Polonia, en 1939, fue demasiado hasta para
Chamberlain, pacifista a ultranza. Londres no deseaba una nueva guerra, y, en particular,
no quería enfrentarse a la formidable Alemania, pero los ingleses hubieron de rendirse a
la evidencia de que era imposible evitarla, así que declararon la guerra ese mismo año.
La guerra total fue posible, sobre todo, debido a la tecnología moderna, en armamento,
comunicaciones y producción industrial. Sin embargo, la victoria estuvo sujeta a muchos
otros factores, tanto materiales como espirituales. Alemania, el principal agresor, al
principio se vislumbraba como la ganadora con un sector industrial coordinado a la
perfección y dedicado por completo a la guerra, con aviones modernos y un grupo de
generales cuyo sentido de la estrategia (aprendido por el método más duro, el de la
derrota) era mucho más sofisticado que el de sus adversarios. Tras la maquinaria bélica y
el pueblo alemán, se encontraba un hombre de ideas fanáticas, de extraordinaria
perspicacia política y con un magnetismo personal incomparable.
Adolf Hitler no provocó sin ayuda la Segunda Guerra Mundial pero sus contornos
estratégicos y su dimensión moral estaban configurados por sus obsesiones.

Tras el desembarco de Normandía y las derrotas alemanas en las batallas


de Stalingrado, Alamein y las Ardenas, las tropas aliadas dominaban el combate en
Europa. Este hecho junto con la conquista de Italia y la pérdida del dominio en el
Mediterráneo propició que las tropas alemanas tuvieran frentes de combate abiertos
prácticamente a lo largo de toda su frontera.

Atacados por EEUU y Reino Unido desde el Este y por la Unión Soviética desde el Oeste.
A pesar de que los generales alemanes le recomendaron retirar las tropas del frente y
reorganizarse, la orden de Hitler consistió en realizar una retirada progresiva y combativa
hacia el interior de Alemania. Esta decisión fue beneficiosa para los aliados que poco a
poco iban avanzando hacia Berlín.

Los ejércitos alemanes se iban rindiendo separadamente uno a uno ante la imposibilidad
de vencer a las numéricamente superiores y mejor aprovisionadas tropas aliadas. En el
frente Oriental, el Ejército Rojo se unía a las facciones resistivas antinazis de los países
bálticos e iba liberando una a una las ciudades, desde Yugoslavia hasta Austria.

El 25 de Abril se produjo el primer contacto entre tropas rusas y estadounidenses y dos días
más tarde Mussolini fue capturado, la República Social Italiana había caído. Italia se rindió
incondicionalmente el 29 de Abril en la denominada Rendición de Caserta, no quedaban
apoyos para Alemania en Europa.

El cerco sobre la capital del Tercer Reich era cada vez más pequeño, Hitler estaba rodeado.
El 20 de Abril de 1945 da comienzo la última gran batalla de la Segunda Guerra Mundial en
Europa. Tras la Operación Vístula-Óder iniciada en Enero, el Ejército Rojo se había situado
a 60 kilómetros de Berlín tras el río Óder.
La defensa de la ciudad se le encargó al general Gotthard Heinrici que anticipó el ataque
soviético desde el Óder. Los ejércitos de la URSS se dividieron en tres bloques que
atacaron desde tres posiciones diferentes, este, norte y sur.

Los últimos defensores de la ciudad se rindieron el 2 de Mayo de 1945 una vez conocido
el suicidio de Hitler junto a Goebbels en el Führerbunker de Berlín. Finalmente el 7 de este
mes, el general Alfred Jodl por aquel entonces Jefe del Estado Mayor de las fuerzas
armadas alemanas firmó en la ciudad francesa de Reims la rendición incondicional de todas
las fuerzas alemanas ante a los aliados, en lo que se conoce como Capitulación de Reims.
Las tropas depusieron las armas en todos los frentes de batalla el 8 de Mayo de 1945.

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