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Módulo 2

Los presupuestos de
la responsabilidad
(continuación) y sus
eximentes
5. Antijuricidad en el
cumplimiento
obligacional
5.1. El incumplimiento obligacional

5.1.1. Definición
El incumplimiento obligacional está relacionado íntimamente con lo enseñado
en la materia obligaciones. Por ello, conviene repasar algunos aspectos y
conceptos de esa materia.

En este sentido, recordemos que el pago se conceptualiza como el


cumplimiento de la prestación que hace al objeto de la obligación y que debe
ser fiel y exacto respecto de lo pactado, conforme la definición legal del art. 865
del CCC. El objeto del pago es el exacto cumplimiento del programa de
actuación del deudor, que satisface el interés del acreedor. Los requisitos del
pago deben coincidir con los elementos de la obligación: con los sujetos y con el
objeto. Según el art. 867 del CCC, el objeto del pago debe reunir los requisitos
de identidad, integridad, puntualidad y localización. La contracara del pago –en
los términos expuestos- es el incumplimiento obligacional.

Lo expuesto nos permite colegir que el incumplimiento obligacional tiene una


importancia fundamental en la teoría general de las obligaciones, tal como
estudiamos en materias anteriores. Nos limitaremos a un repaso breve de
algunos puntos, remitiendo en todo lo demás al contenido de Derecho Privado
II (Obligaciones).

Vale aquí recordar que, una vez nacida la obligación, el deudor tendrá la
necesidad de cumplir espontánea y voluntariamente con la prestación que
haya comprometido, satisfaciendo el interés del acreedor. Sin embargo, puede
suceder que el deudor incumpla con la obligación comprometida, debiendo en
consecuencia soportar las consecuencias económicas negativas que ello
implicará.

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El incumplimiento lesiona la defensa de la seguridad jurídica y la celeridad del
tráfico jurídico. Es más, a mayor objetivación de las bases de la
responsabilidad civil por incumplimiento obligacional, mayor es la protección
que le otorgamos a los valores señalados.

Conforme los arts. 724 y 730 del CCC, la obligación impone al deudor el deber
jurídico de cumplir con la prestación a su cargo, satisfaciendo el interés del
acreedor; de lo contrario, ante incumplimiento, éste tendrá todas las
herramientas que le brinda el ordenamiento jurídico. El cumplimiento supone
la ejecución de la prestación fiel, exacta y puntual por parte del deudor, el
desinterés del acreedor y la extinción de la obligación; de lo contrario,
ingresamos a la esfera del incumplimiento obligacional.

Como podrá advertir el alumno, el tema del incumplimiento se relaciona con la


responsabilidad civil, o tutela resarcitoria, que impone al deudor el deber de
reparar los daños causados como consecuencia de su incumplimiento.

5.1.2. Diferentes manifestaciones del incumplimiento


Tal como tuvimos oportunidad de estudiar en Derecho Privado III
(Obligaciones), el incumplimiento obligacional puede manifestarse de
diferentes formas. Puede ser total o parcial; absoluto o relativo; imputable o no
imputable, etc. Dependiendo de la clase de incumplimiento que se presente,
las consecuencias serán diferentes.

Sin embargo, podemos anticiparnos y afirmar que el incumplimiento de una


obligación puede ser tardío cuando aún sea material y jurídicamente posible y
aún le interese al acreedor. Esta calidad dependerá de la prevalencia del
“interés del acreedor”, que torne posible el cumplimiento tardío, es decir,
luego de cumplido el plazo en que debía ajustarse el despliegue de prestación
comprometida.

5.1.3. El incumplimiento en sentido propio.


Incumplimiento definitivo (absoluto)
El incumplimiento es definitivo o absoluto cuando obstan las posibilidades de
cumplimiento específico ulterior. Esta situación puede derivarse de la
imposibilidad material o jurídica de cumplimiento, o de la falta de interés del
acreedor de cumplimiento específico tardío.

Como ejemplos de estas situaciones podemos brindar los siguientes: la


imposibilidad material de cumplimiento puede radicar en la destrucción de la

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cosa (obligación de dar) imputable al deudor; la imposibilidad jurídica por la
exclusión del comercio de la cosa; la desaparición del interés del acreedor
podría darse en casos obvios, como ante el incumplimiento de la obligación de
un remisero de llevar al acreedor al aeropuerto para tomar un vuelo. En este
último ejemplo, está claro que, pasada esa oportunidad sin haberse
registrado el cumplimiento del deudor, el acreedor pierde todo interés en el
cumplimiento tardío de dicha obligación.

Esta situación es irreversible, a diferencia del incumplimiento relativo, que


admite un cumplimiento específico tardío. Lo que caracterizará al
incumplimiento tardío, en última instancia, es la frustración definitiva e
irreversible del interés del acreedor derivada de la falta de ejecución in natura
de la obligación comprometida por parte del deudor.

Entonces, cuando el incumplimiento es definitivo, la prestación no es


susceptible de ser específicamente cumplida. Es material, jurídica u
objetivamente imposible. Es una situación irreversible. En materia de
resolución contractual, es un requisito que el incumplimiento sea “esencial”, y
éste se define en el art. 1084 del CCC, que debe ser relacionado con el
“absoluto”, pues los supuestos se reiteran.

El incumplimiento no definitivo (o relativo)

A diferencia del incumplimiento definitivo o absoluto, admite aún la


posibilidad de cumplimiento específico tardío. Cabe decir que, pese a no haber
sido ejecutada específicamente en tiempo propio, o haber sido
deficientemente ejecutada, aún es material y jurídicamente susceptible de ser
cumplida de manera específica y es aún apta para satisfacer el interés del
acreedor.

Dentro de esta categoría encontramos diversos supuestos:

a) En primer lugar, encontramos el incumplimiento retrasado, y dentro de


éste, la mora del deudor. En este caso, mientras la prestación sea
susceptible de ser realizada con interés del acreedor, el deudor debe
cumplir. Si el retraso fuese imputable al deudor, el mismo deberá
adherir a la prestación original los daños y perjuicios moratorios que
se encuentran en relación causal adecuada con su incumplimiento.

b) En segundo lugar, encontramos los supuestos de incumplimiento


defectuoso, que veremos a continuación.

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5.1.4. El cumplimiento defectuoso
Se trata de otro supuesto del incumplimiento relativo. En este caso, la
prestación no reúne los requisitos de acuerdo al plan de conducta futura en
relación al sujeto, el objeto o el lugar. Se configura cuando el deudor no ajusta
su comportamiento solutorio al plan prestacional adeudado. Es decir, la
prestación cumplida no reúne los requisitos de carácter objetivo o subjetivo de
acuerdo a los presupuestos o condiciones comprometidos por el deudor para
satisfacer el interés del acreedor. Por ejemplo, cumple con la prestación
principal –dinero-, pero no con la accesoria –intereses-; cumple parcialmente
con la prestación; la entrega en un lugar distinto; entrega una cosa distinta.
Esta inadecuación entre lo ejecutado y lo comprometido puede estar
relacionada con los sujetos, el objeto, el lugar o el tiempo de cumplimiento de
la prestación. Tal como en los ejemplos, esta situación puede darse cuando el
deudor omite ejecutar de manera adecuada la prestación principal, omite
cumplimentar la prestación accesoria, cuando debe cumplir una serie de
prestaciones singulares y sólo satisface algunas de ellas, o cuando el deudor
ejecuta la prestación conforme a lo pactado pero causa un daño al acreedor.

5.1.5. La cuestión en la ley de defensa del consumidor


Repasando los conocimientos adquiridos en Derecho Privado III, en caso de
incumplimiento obligacional, la ley 24240 estipula las opciones del consumidor
o usuario. Esto se plasma en dos artículos, similares al 730 del CCC1 (ex 505 del
CC).

La norma consumeril, en su art. 10 bis, dispone

Incumplimiento de la obligación. El incumplimiento de la oferta o


del contrato por el proveedor, salvo caso fortuito o fuerza
mayor, faculta al consumidor, a su libre elección a:
a) Exigir el cumplimiento forzado de la obligación, siempre que
ello fuera posible;

1 “Efectos con relación al acreedor. La obligación da derecho al acreedor a:


a) emplear los medios legales para que el deudor le procure aquello a que se ha obligado;
b) hacérselo procurar por otro a costa del deudor;
c) obtener del deudor las indemnizaciones correspondientes.
Si el incumplimiento de la obligación, cualquiera sea su fuente, deriva en litigio judicial o arbitral,
la responsabilidad por el pago de las costas, incluidos los honorarios profesionales, de todo tipo,
allí devengados y correspondientes a la primera o única instancia, no debe exceder del
veinticinco por ciento del monto de la sentencia, laudo, transacción o instrumento que ponga fin
al diferendo. Si las regulaciones de honorarios practicadas conforme a las leyes arancelarias o
usos locales, correspondientes a todas las profesiones y especialidades, superan dicho
porcentaje, el juez debe proceder a prorratear los montos entre los beneficiarios. Para el cómputo
del porcentaje indicado, no se debe tener en cuenta el monto de los honorarios de los
profesionales que han representado, patrocinado o asistido a la parte condenada en costas” (Art.
730 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina).

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b) Aceptar otro producto o prestación de servicio equivalente;
c) Rescindir el contrato con derecho a la restitución de lo
pagado, sin perjuicio de los efectos producidos, considerando la
integridad del contrato.
Todo ello sin perjuicio de las acciones de daños y perjuicios que
correspondan.2

Por otro lado, el art. 17 de la norma establece:

Reparación no Satisfactoria. En los supuestos en que la


reparación efectuada no resulte satisfactoria por no reunir la
cosa reparada, las condiciones óptimas para cumplir con el uso
al que está destinada, el consumidor puede:
a) Pedir la sustitución de la cosa adquirida por otra de idénticas
características. En tal caso el plazo de la garantía legal se
computa a partir de la fecha de la entrega de la nueva cosa;
b) Devolver la cosa en el estado en que se encuentre a cambio
de recibir el importe equivalente a las sumas pagadas, conforme
el precio actual en plaza de la cosa, al momento de abonarse
dicha suma o parte proporcional, si hubiere efectuado pagos
parciales;
c) Obtener una quita proporcional del precio.3

Cuadra señalar –tal como se enseña en derecho privado de las obligaciones-


que, en todos los casos, la opción por parte del consumidor no impide la
reclamación de los eventuales daños y perjuicios que pudieren corresponder.
Esto implica ejercer la función resarcitoria del derecho de daños
independientemente de la opción ejercida a tenor de los citados art. 10 bis y 17
de la LDC.

5.1.6. Cumplimiento parcial. Remisión


Tal como se analizó más arriba, el incumplimiento de una obligación
corresponde a la no realización de la prestación debida por parte del deudor al
acreedor, que puede presentarse como la prestación debida no realizada en
absoluto por el deudor, realizada incompletamente o en forma defectuosa, o
realizada fuera del tiempo originariamente acordado. Conforme lo expuesto, el
incumplimiento será total, parcial o inoportuno.

2 Art. 10 bis. Ley 24240 – Defensa del consumidor. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
3 Art. 17. Ley 24240 – Defensa del consumidor. Honorable Congreso de la Nación Argentina.

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5.1.7. Incumplimiento temporal. La mora del deudor.
Remisión
Sin perjuicio de remitir a lo estudiado en Derecho Privado II (Obligaciones),
brevemente, podemos decir que la mora está regulada en el Código en los arts.
886 a 888, en el Libro Tercero, Título I, dentro del Capítulo 4: “Pago”.

Tal como se pudo ver en Obligaciones, la mora se conceptualiza como la


situación específica de incumplimiento relativo, en donde se afecta el término
de cumplimiento, con responsabilidad en el deudor, caracterizado por el interés
que aún guarda el acreedor. Es una situación dinámica y transitoria: porque
todavía se admite el cumplimiento, el acreedor conserva el interés.

5.2. La obligación de seguridad en el


Código Civil y Comercial

La obligación de seguridad. Definición


Abordamos en este punto la obligación de seguridad, pues se trata –por
definición- de una obligación accesoria a la principal y, en caso de
incumplimiento de ésta (la seguridad del deudor), deben analizarse sus efectos
y la responsabilidad civil que genera.

En este sentido, la obligación de seguridad implica un deber secundario y


autónomo que, de forma expresa o tácita, asumen las partes en ciertos
contratos y que se refieren a la preservación de las personas y bienes de los
contratantes, respecto de los daños que pudieran ocasionarse durante su
ejecución. Esta obligación de seguridad, en el Código de Vélez, tenía
fundamento en el principio de la buena fe, receptado en el art. 1198, y en el
orden público de protección al consumidor que impera en dicha materia.

La utilidad práctica de esta obligación se manifiesta cuando se afectan intereses


diferentes al de la prestación principal. En concreto, a los daños que puedan
generarse en la persona o los bienes de los contratantes con motivo de la
ejecución contractual, constituyendo una obligación distinta de las que
esencialmente están comprometidas en el contrato celebrado por las partes.

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Como se explicaba en el régimen del Código derogado, había supuestos, como
por ejemplo en el contrato de depósito o comodato, en los cuales la obligación
de conservar una cosa implicaba una obligación de seguridad que coincidía
con la obligación principal; ante su incumplimiento, se aplicaban las normas
que regulaban el incumplimiento contractual específico. En este caso no
será necesario acudir a la noción de obligación de seguridad en el sentido y
alcance ahora señalado.

Orígenes y fundamento

Los primeros precedentes de esta figura tienen conexión con el derecho francés
de comienzos del siglo XX, en el cual imperaba la existencia de un doble
régimen de responsabilidad (obligacional y aquiliano), tal como en nuestro
ordenamiento jurídico.

En este contexto, en el año 1911, la Corte de Casación francesa


estableció que la obligación de seguridad estaba presente en el contrato
de transporte, toda vez que el transportador se obligaba no sólo a realizar
el traslado de un pasajero de un lugar a otro (obligación principal), sino que
además debía hacerlo preservando la incolumidad en su persona y sus cosas.
En consecuencia, si durante la ejecución de ese contrato se le causa un daño
(v. g., vuelca el ómnibus con motivo de un accidente de tránsito), queda el
deudor obligado a responder por el daño ocasionado, debido al incumplimiento
de la obligación de seguridad, aun si el pasajero llegase eventualmente al
destino acordado.

La jurisprudencia francesa asimiló esta obligación de garantía a la figura de la


estipulación por otro, a fin de reconocer este beneficio a los familiares del
pasajero que resultase fallecido en estas condiciones.

Este mismo razonamiento fue posteriormente utilizado en diversos campos


del derecho, abarcando supuestos como la responsabilidad médica,
espectáculos deportivos, etc. En algunos de estos casos (responsabilidad
médica), la obligación de seguridad es, por regla, una obligación de medios.

Durante la vigencia del Código Civil derogado, la obligación de seguridad tuvo


plena vigencia, pues permitía objetivar la responsabilidad del deudor, en caso
de incumplimiento contractual, para todos los supuestos no incluidos en la ley
de defensa del consumidor.

Dicha obligación no fue receptada expresamente por el nuevo Código, lo cual


genera alguna discusión doctrinaria de importancia. Veamos.

La obligación de seguridad y el Código Civil y Comercial

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Como explicamos antes, la obligación tácita de seguridad cumplió una
importante función, en el Código Civil derogado, como instrumento para
objetivar la responsabilidad del deudor por los daños causados al acreedor con
motivo de la ejecución del contrato. Sin embargo, como dice Sebastián Picasso,

...esa obligación, así concebida, tenía sentido en un sistema que


—como el del Código de Vélez- sentaba normas distintas para
regular la responsabilidad contractual y la extracontractual,
donde —por expresa previsión del art. 1107 de ese Código- no
era posible aplicar la responsabilidad por riesgo creado (art.
1113, Código derogado) al ámbito del contrato.
Por añadidura, un sector doctrinal venía denunciando desde
hace tiempo diversas falencias de la obligación de seguridad
concebida en esos términos. En ese sentido, se ponía de resalto
su carácter ficticio y se afirmaba que su origen pretoriano
llevaba a una aplicación práctica muchas veces contradictoria y
contraria a la seguridad jurídica. En particular, se señalaba que
no resultaba claro en qué contratos existía, si era de medios o de
resultado, o qué vinculación debía existir entre el daño y el
incumplimiento para poder entender que ese deber de
protección del acreedor había sido incumplido. También se
criticaba la existencia de obligaciones de seguridad de medios,
que terminaban jugando en perjuicio de las víctimas en aquellos
casos en los cuales, de no haber existido ese deber contractual,
estas últimas habrían podido recurrir al régimen de la
responsabilidad extracontractual objetiva por el hecho de las
cosas. (2014, p. 151).

Explica Picasso que estas objeciones fueron superadas con la introducción de la


obligación de seguridad en el derecho del consumo (art. 42 de CN y art. 5 de la
ley 24240). Y prosigue:

En ese ámbito, por disposición de las normas citadas, aquel


deber de protección existe en todas las relaciones de consumo, y
no depende de la existencia o no de un contrato. Asimismo, la
obligación de seguridad que surge de las mencionadas normas es
expresa, y —en los términos del art. 10 bis, primero y último
párrafos, de la ley 24240- tiene el carácter de un deber de
resultado, por lo que su incumplimiento genera responsabilidad
objetiva en cabeza del proveedor.
La obligación expresa de seguridad existente en el derecho
del consumo abarca hoy en día la enorme mayoría de los
supuestos en los cuales la doctrina y la jurisprudencia argentinas
afirmaban la existencia de obligaciones tácitas de seguridad
(hotelería, clínicas, juegos de feria, espectáculos deportivos,

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casinos, bingos, locales bailables, jardines de infantes, centros
comerciales, etc.). Quedan fuera, casi exclusivamente, los
contratos celebrados con profesionales liberales, en la medida
en que se encuentran excluidos del régimen de la ley 24240 (art.
2 de la ley citada). (2014,152).

Ante ese panorama, dice Picasso,

…el mantenimiento de la obligación de seguridad en el derecho


común carece de sentido. Por un lado, porque —como acaba de
mencionarse- la mayoría de los supuestos en los que se
justificaba echar mano de esa obligación están ahora regidos por
la legislación especial tuitiva de los consumidores y usuarios, y
por el otro porque la unificación de la responsabilidad civil torna
aplicables al ámbito del contrato las disposiciones referidas a la
responsabilidad objetiva por riesgo (arts. 1757 y 1758), con lo
que no es necesario seguir recurriendo a la obligación de
seguridad de resultado para objetivar la responsabilidad del
deudor.
Por ese motivo no se ha incorporado en el flamante código
ninguna alusión a la obligación tácita de seguridad, a diferencia
del Proyecto de 1998, que expresamente la contemplaba en sus
arts. 1668 y 1669. También por eso se dice en los fundamentos
del anteproyecto que se unifican los supuestos que habían
generado dificultades serias, como ocurre con los daños a la
persona en el ámbito de la responsabilidad contractual. En tales
situaciones, la reparación del daño se regirá, según los casos, por
los arts. 1749 (responsabilidad por culpa o dolo) o 1757 y 1758
(riesgo), según que se hayan empleado o no cosas viciosas o
riesgosas para ejecutar la obligación, o bien que la actividad
desplegada por el deudor pueda o no calificarse en sí misma
como peligrosa en los términos del art. 1757. Si los daños a la
persona fueron ocasionados por un dependiente del deudor, se
aplicará el art. 1753.
Coherentemente con este sistema, y previendo los
problemas que podría generar la aplicación a los profesionales
liberales (particularmente, los médicos) de la responsabilidad
por riesgo creado en los términos de los arts. 1757 y 1758, el art.
1768 establece que cuando la obligación de hacer se preste con
cosas la responsabilidad no se rige por aquellas normas, excepto
que el daño provenga de su vicio.
Asimismo, en el ámbito del contrato de transporte, si bien
aparecen referencias a la obligación de seguridad (arts. 1289 inc.
"c", 1291 y concs.), el art. 1286 somete la reparación de los
daños a las personas transportadas al régimen de los arts. 1757 y

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siguientes, es decir, a la responsabilidad por riesgo o vicio de las
cosas. De todos modos, en la medida en que el transporte
configure un contrato de consumo —lo que ocurrirá en la gran
mayoría de los supuestos- regirá la obligación de seguridad
prevista por los arts. 5 y concs. de la ley 24240. (2014,152).

En un sentido diferente, otro sector de la doctrina sostiene que la obligación de


seguridad es una obligación específica que consiste en preservar la indemnidad
de la persona y los bienes del cocontratante durante la ejecución del contrato.
Se aplica en contratos en los que, por sus características, al acreedor no sólo le
interesa que el deudor satisfaga la obligación tipificante del contrato, sino que
también su persona o bienes resulten indemnes de daños que puedan
ocasionarse durante su ejecución. Si bien el fundamento general de la
obligación de seguridad se encuentra en el principio de buena fe, prescripto en
los arts. 961 y 1061 del CCC, en la mayoría de los contratos que se aplica está
impuesta por la ley (Cerutti, 2015).

Se advierten entonces, claramente, dos posturas concretas en torno a la figura


de la obligación de seguridad: por un lado, la de Sebastián Picasso, quien
sostiene que la misma carece de utilidad en el actual marco normativo; por
otro, la de María del Carmen Cerutti, quien afirma la plena vigencia de la
obligación de seguridad, que –al igual que en el Código derogado- derivaría del
principio de buena fe consagrado en los arts. 961 y 1061 del CCC (ex 1198 del
CC).

La obligación de seguridad y la Ley de Defensa del Consumidor

La obligación de seguridad que pesa al prestador de servicios públicos es de


resultado y tiene sustento en el art. 42 de la Constitución Nacional, al igual que
en el principio de buena fe (art. 1198 CC). En materia específica del derecho del
consumidor, diversas normas fundamentan lo sostenido (arts. 5, 6, 28 in fine,
40 de la ley 24240).

Respecto de la obligación del proveedor de bienes y servicios, esta


obligación surge expresa o tácitamente de la publicidad realizada. Para ampliar
sobre la obligación de seguridad y el contrato de consumo remitimos a la obra
de Pizarro y Vallespinos (2010, p. 135).

5.3. La mora del deudor. La mora en el


Código Civil y Comercial. Remisión

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Definición

Tal como dijéramos en el encabezamiento de esta unidad, todo lo relacionado


con el incumplimiento obligacional fue estudiado en Derecho Privado III
(Obligaciones), por lo cual remitidos a todo lo allí expuesto. Aquí, simplemente,
diremos que la mora es el retraso imputable al deudor que no quita la
posibilidad de cumplimiento tardío. Es la “situación específica de
cumplimiento relativo, en donde se afecta el término de cumplimiento, con
responsabilidad en el deudor y caracterizado por el interés que aún guarda el
acreedor en el cumplimiento” (Pizarro & Vallespinos, 2013, 506).

La mora constituye una situación eminentemente dinámica y transitoria


que habrá de finalizar con el cumplimiento tardío, o en la realización de
ofertas reales de cumplimiento, o en la renuncia del acreedor a los derechos
que le confiere el estado de mora de su deudor, o en el incumplimiento
definitivo. La mora supone una prestación exigible, pero que ha sido retardada
en su ejecución temporal con imputabilidad del deudor, de allí que todavía
es susceptible de ser ejecutada en caso que aún sea apta para satisfacer el
interés del acreedor.

Remitimos en este punto a lo expuesto en Derecho Privado II (Obligaciones).

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6. La relación de
causalidad
6.1. Relación de causalidad

6.1.1. Definición. Diferencias entre causa, condición y


ocasión
La relación de causalidad es la necesaria conexión fáctica que
debe existir entre la acción humana y el resultado dañoso producido.
La relación de causalidad es el nexo que vincula materialmente y de
manera directa al incumplimiento obligacional o al acto ilícito con el
daño, y en forma sucedánea e indirecta, a éste con el factor de
atribución (Pizarro & Vallespinos, 2014, p.137)

La relación de causalidad nos permite determinar si un resultado dañoso


puede ser atribuido materialmente a una persona. De igual modo, respecto
de la función preventiva del daño, nos permite establecer un vínculo
razonable y necesario entre una amenaza de daño y el hecho generador.

La relación de causalidad se refiere a la causalidad jurídica y difiere de la


casualidad de las ciencias naturales. La relación de causalidad jurídica indaga
la responsabilidad civil o penal que surge de una conducta humana. Tal como
bien ha sostenido Llambías, “la casualidad jurídicamente relevante no apunta
a un mecanicismo material, sino al hombre como artífice y protagonista de
los procesos y de las situaciones a través de sus actos”4 .

El juicio que supone la relación de causalidad es neutro, ya que no valora la


justicia o injusticia de la acción, sino que se refiere a una cuestión meramente
fáctica y objetiva: si existe un enlace entre un hecho antecedente (causa) y el
resultado (efecto).

No deben ser confundidas la causa, la condición y la ocasión. La


condición es un mero antecedente del resultado que se produce. El derecho
no le atribuye la autoría del daño a un sujeto por el sólo hecho haber
aportado una condición, aun en el caso de que ésta haya contribuido. Sólo
en el caso de que dicha condición asuma especial entidad, por ser adecuada

4 Llambias, JJ. (s.f.), "El derecho no es una física de las acciones humanas", LL 107-1018.

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para producir ese resultado, se la eleva a categoría de causa jurídica
generadora del daño. De ese modo, podemos decir que una causa es una
condición, pero calificada como idónea para generar el detrimento.

Otro tipo de condición es la ocasión, que torna viable o favorece la


producción del resultado dañoso. En nuestro ordenamiento jurídico, por regla,
no se responde por el mero hecho de aportar la ocasión del evento dañoso. Sin
perjuicio de ello, puede haber casos en los cuales la ocasión deviene
jurídicamente relevante para que el ordenamiento jurídico la coloque en
posición de causa. Para ampliar estos conceptos, se recomienda el estudio de
la bibliografía obligatoria.

6.1.2. La doble función de la relación causal en la


responsabilidad por daños: autoría del daño y extensión
del resarcimiento
La relación de causalidad tiene una doble importancia:

1. Determinar la autoría. La relación de causalidad permite determinar,


con rigor científico, cuándo un daño es pasible de ser atribuido
materialmente a la conducta de un sujeto determinado. Esto se conoce
como imputatio facti. Esta operación nos revela la autoría del daño, lo
cual permite determinar quién responderá por el daño causado.

2. Adecuación. Provee, asimismo, los parámetros objetivos para


determinar la extensión del resarcimiento mediante un régimen
predeterminado de imputación de consecuencias (arts. 1726 y 1727 del
CCC). De tal modo, se determina hasta qué punto debe responder
el autor material por el daño causado.

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6.1.3. Causalidad y culpabilidad
Tabla 1: Culpabilidad y Causalidad

Causalidad Culpabilidad
- Se orienta a determinar si las - Tiende a dilucidar si se puede formular un
consecuencias dañosas de un hecho reproche subjetivo en el comportamiento
pueden ser atribuidas materialmente a antijurídico del autor material del hecho.
la conducta de un sujeto, lo cual
determina la autoría del daño.
-Se asienta en la noción de previsibilidad,
valorada en concreto desde el punto de
-Se determina previamente al juicio de vista interior del sujeto y atendiendo al
culpabilidad. comportamiento exteriorizado frente al
hecho producido.
-Se asienta en la noción de
previsibilidad, valorada en abstracto, -La previsibilidad agravada es extraña a la
con prescindencia de lo sucedido en el culpabilidad.
caso concreto, ex post facto, y de
acuerdo a lo que sucede conforme el
curso normal y ordinario de las cosas.

-La previsibilidad es objetiva; sin


embargo, puede agravase en ciertos
casos. En efecto, el primer párrafo del
art. 1725 del CCC dispone: “Cuanto
mayor sea el deber de obrar con
prudencia y pleno conocimiento de las
cosas, mayor es la diligencia exigible al
agente y la valoración de la
previsibilidad de las consecuencias”5.
Fuente: Anterior SAM

6.1.4. Distintas teorías sobre la relación de causalidad.


La teoría de la causalidad adecuada y su recepción por
el Código Civil y Comercial. Articulo 1726
Elegir el criterio que determina cuál es la causa jurídica de un daño muchas
veces constituye una tarea compleja. Muchas teorías se han formulado
tendientes a dilucidar cuál de los antecedentes materiales es apto para

5 Art. 1725 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.

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provocar el resultado dañoso. En concreto, podemos referirnos a cuatro teorías
que han sido receptadas en el derecho privado.

Tabla 2: Teorías sobre la relación de causalidad

Teoría de la Teoría de la causa Teorías de la condición Teoría de la causalidad


equivalencia de las próxima preponderante y de la adecuada
condiciones condición eficiente
-Atribuida a Stuart -Atribuida a Francis -Estas dos teorías se - Es la teoría de mayor
Mill, quien considera Bacon, busca una encuentran muy ligadas predicamento en la
que la causa es el condición entre todas entre sí. actualidad.
resultado de todas las a fin de elevarla a la
condiciones positivas y categoría de causa.
-La teoría de la condición -Atribuida a Luis von Bar y
negativas que en Considera que es tal,
preponderante sostiene desarrollada por von
conjunto contribuyen la condición más
que es causa del daño Kries.
a producir el daño. próxima al resultado
aquella condición que
en orden cronológico.
rompe con el equilibro
-La adecuación de la
-Toda condición que entre los factores
causa está ligada a la idea
contribuye a producir -Ha recibido diversas considerados favorables y
de regularidad, a lo que
el daño tiene igual críticas, ya que, si adversos para su
normalmente
valor. bien es frecuente que producción, influyendo
acostumbra a suceder.
la última condición de modo preponderante
sea la causa, esto no en el resultado.
-Ha sido objeto de
siempre es cierto. -El juicio de probabilidad
justas críticas, porque
es realizado ex post facto
amplía la -La teoría de la causa
y en abstracto.
responsabilidad hasta eficiente no difiere
el infinito; se podría mayormente de la
pensar en cuáles son anterior, considerando la -Atiende a lo que sucede
las causas de las causa a aquella condición conforme al curso normal
causas. que tenga mayor poder y ordinario de las cosas.
intrínseco de causación
del fenómeno. -El juicio de probabilidad
se realiza en abstracto.
-Se les critica a ambas Sin embargo, la misma
teorías la imposibilidad puede ser agravada
de escindir cuando la previsibilidad
materialmente un del agente sea superior
resultado para atribuir a (derogado art. 902 del CC
una condición per se un y actual art. 1722, primer
poder causal decisivo. párrafo, del CCC).
Fuente: Anterior SAM

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El CCC sigue los criterios más consolidados sobre el principio de la causalidad
adecuada y la extensión y simplificación de la responsabilidad a las
consecuencias inmediatas y mediatas.

Reza el art. 1726: "Relación causal. Son reparables las consecuencias dañosas
que tienen nexo adecuado de causalidad con el hecho productor del daño.
Excepto disposición legal en contrario, se indemnizan las consecuencias
inmediatas y las mediatas previsibles"6.

Y el art. 17277:

Tipos de consecuencias. Las consecuencias de un hecho que


acostumbran a suceder según el curso natural y ordinario de las
cosas, se llaman en este Código "consecuencias inmediatas". Las
consecuencias que resultan solamente de la conexión de un
hecho con un acontecimiento distinto, se llaman consecuencias
"mediatas". Las consecuencias mediatas que no pueden
preverse se llaman "consecuencias casuales".8

En síntesis: en materia de relación causal, el Código Civil y Comercial adopta


como principio general la teoría de la causalidad adecuada (art. 1726), que se
funda en un parámetro objetivo de comparación: hay que establecer, en cada
caso, si era previsible que cierto hecho generara determinado resultado, de
acuerdo a lo que habría previsto un hombre medio en el momento del hecho.

6.1.5. Causas concurrentes. Causalidad conjunta o


común, concurrente o alternativa o disyuntiva
Existe causalidad concurrente cuando varias causas confluyen para producir un
resultado. Son causas conjuntas o comunes cuando ambas son necesarias para
producir el resultado. Por ejemplo, si un peatón cruza en forma distraída por
el medio de la calle, y el automovilista (también distraído) atropella al
peatón, es probable que se determine que ambos han sido causantes del
daño al peatón, es decir que han concurrido en forma conjunta. Sin embargo,
podría suceder que una de las dos causas sea la que produce el resultado, y que
la existencia de una excluyera la de la otra. Supongamos ahora que un

6 Art. 1726 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
7 Dicen los fundamentos del anteproyecto elaborado por la comisión redactora: “En cuanto a la
relación causal se ha seguido el Art. 1557 del Proyecto de 1992, que ha mantenido la
clasificación de las consecuencias que existía en el Código Civil según la reforma de la ley
17711. Tanto en el ámbito contractual como extracontractual es necesario hacer precisiones
sobre la causalidad a nivel de autoría, así como en la extensión del daño resarcible, para lo cual
este sistema ha demostrado su eficacia en el derecho argentino” (Lorenzetti, Highton de Nolasco
& Kemelmajer de Carlucci, 2012, http://goo.gl/K8bpzE ).
8 Art. 1727 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.

16
paciente muere en un hospital y se intenta determinar la causa de su
muerte. Una de ellas podría ser que el médico anestesista realizó una mala
praxis (por ejemplo, que suministró una dosis excesiva de anestesia), y otra,
que en el nosocomio adquirió una infección intrahospitalaria. Si bien ambas
causas concurren, quizás una sola es la causante de la muerte del paciente,
excluyendo la relevancia causal de la otra.

6.1.6. Las llamadas presunciones de causalidad.


Análisis
La prueba de la relación de causalidad adecuada pesa sobre quien pretende la
reparación del daño, conforme el art. 1736 del CCC. Ésta es una derivación
lógica de los principios que rigen la carga de la prueba en materia procesal y
que indica que quien alega la existencia de un derecho tiene a cargo la
demostración de los extremos de su pretensión.

Pese a que ciertos autores consideran que, en materia de responsabilidad


objetiva derivada de la intervenciones de cosas y de ciertas actividades (arts.
1757, 1758 y 1759 CCC), la ley presume la relación de causalidad, es nuestra
opinión que esto no es así. Por el contrario, el actor debe siempre probar
la conexión causal entre un determinado hecho y el resultado. La causalidad
no se presume, lo que puede presumirse es el carácter adecuado de la
condición.

En el nuevo Código Civil y Comercial, la prueba de los factores de atribución, de


las eximentes y de la relación de causalidad, salvo las excepciones, incumbe a
quien alega (arts. 1734, 1736), receptándose las cargas probatorias dinámicas
(art. 17345). También la prueba del daño incumbe a quién lo alega, salvo
presunción o que sea presumida (art. 1744).

Sin embargo, la introducción al sistema normativo de la responsabilidad


anónima y colectiva (arts.1761, 1761 y 1762) puede generar alguna cuestión
controvertida sobre la presunción de la autoría o la presunción de la relación de
causalidad entre el daño y los sujetos del grupo que actúan como agentes del
daño.

Ampliaremos más adelante, al tratar la prueba en la relación de causalidad.

6.1.7. La causación y la no evitación del daño


En virtud del principio de no dañar a otro, existe una obligación genérica de no
causar daños a terceros en su persona o en sus cosas (art. 1716 del CCC). Sin

17
perjuicio de ello, habrá situaciones en las cuales el ordenamiento jurídico no
sólo espera la no causación del daño, sino que pone en cabeza de ciertas
personas físicas o jurídicas la obligación de evitar el daño, pudiendo
generarse responsabilidad en caso de que el agente no evitase el daño.
Por ejemplo, en cuestiones ambientales, reviste gran importancia la
prevención del mismo, y es un ámbito en el cual pueden prosperar normas
que obliguen a determinadas personas a tomar medidas para evitar la
causación del daño, y la responsabilidad civil subsidiaria en caso de no
cumplimiento.

Esta obligación de prevención, conforme vimos en la unidad 1, en el Código


Civil y Comercial está expresamente prevista como el deber de prevención. En
efecto, la Sección 2º dedica cuatro artículos a la función preventiva (arts. 1710,
1711, 1712 y 1713). Se establece el deber general de prevenir el daño (art.
1710), se regulan la acción preventiva (art. 1711), la legitimación (art. 1712) y el
alcance de la sentencia preventiva (art. 1713).

Establece el art. 1710

Deber de prevención del daño. Toda persona tiene el deber, en


cuanto de ella dependa, de: a) evitar causar un daño no
justificado; b) adoptar, de buena fe y conforme a las
circunstancias, las medidas razonables para evitar que se
produzca un daño, o disminuir su magnitud; si tales medidas
evitan o disminuyen la magnitud de un daño del cual un tercero
sería responsable, tiene derecho a que éste le reembolse el valor
de los gastos en que incurrió, conforme a las reglas del
enriquecimiento sin causa; c) no agravar el daño, si ya se
produjo.9

El artículo siguiente dispone que la acción preventiva "procede cuando una


acción u omisión antijurídica hace previsible la producción de un daño, su
continuación o agravamiento. No es exigible la concurrencia de ningún factor
de atribución"10. Entre las notas sobresalientes, mencionamos que se sienta
específicamente el deber de evitar causar o producir a las personas o a las
cosas un daño no justificado y se consagra el deber general de diligencia de
actuar, es decir, de obrar adoptando las conductas positivas o de acción, tanto
para evitar la producción de un daño probable como para disminuir su
magnitud o impedir su agravamiento. Todo esto sobre la base del principio de
buena fe y de razonabilidad que atienda a las singularidades de cada caso,
conforme el art. 1710, correlacionado con la pauta general de valoración de
conducta que establece el art. 1725: "cuanto mayor sea el deber de cobrar con

9Art. 1710 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
10Art. 1711 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación
Argentina.

18
prudencia y pleno conocimiento de las cosas, mayor es la diligencia exigible al
agente y la valoración de la previsibilidad de las consecuencias"11, en
congruencia con la directiva de ejercer los derechos de buena fe (arts. 9, 10 y
11 del Título Preliminar, Cap. 3). En definitiva, el deber general de acción u
omisión se centra en evitar o impedir el daño futuro, hacer cesar el daño actual,
disminuir la magnitud y disminuir la extensión de las consecuencias del daño
que comenzó a producirse. La magnitud del daño se relaciona con el aspecto
cualitativo (la entidad o medida del perjuicio) y la extensión al tiempo o a su
prolongación, por lo que se advierte que la tutela comprende todas las etapas y
supuestos posibles de evitación de la dañosidad (Galdós, 2012).

6.2. La recepción de la teoría de la


causalidad adecuada en el Código Civil y
Comercial
La doctrina y jurisprudencia de nuestro país expresan que la teoría que mejor
se adaptaba al Código Civil derogado era la teoría de la causalidad adecuada,
inspirado en esta materia en el Código de Prusia de 1794.

Tal como vimos antes, el CCC recepta expresamente esta teoría.

Así lo dispone el art. 1726. "Relación causal. Son reparables las consecuencias
dañosas que tienen nexo adecuado de causalidad con el hecho productor del
daño. Excepto disposición legal en contrario, se indemnizan las consecuencias
inmediatas y las mediatas previsibles"12.

Conforme lo expuesto –reiteramos-, el nuevo Código recepta la teoría de la


causalidad adecuada a los fines de este presupuesto. De lo cual deriva que en el
nuevo Código –en materia de responsabilidad civil- podemos observar los
siguientes supuestos:

a) Responsabilidad por el hecho propio o responsabilidad directa. En


estos casos, las connotaciones son similares a las que rigen el derecho
penal, ya que se observa la conexión establecida entre la acción del
agente y el daño (art. 1749 del CCC). Por ejemplo, quien, con un golpe
de puño, causa un daño a la víctima. En este caso, la relación de
causalidad es muy simple y vincula directamente al agente con el daño.

11 Art. 1725 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.
12 Art. 1726 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación

Argentina.

19
b) Responsabilidades reflejas. La responsabilidad por el hecho de terceros
es el caso establecido en la Sección 6ª "Responsabilidad por el hecho de
terceros" (arts. 1753 a 1756 del CCC). Se engloban las hipótesis de
responsabilidad civil por el hecho de otros: por el actuar de
subordinados, hijos, delegados en el ejercicio de la responsabilidad
parental, tutelados, curados y personas internadas. Para la
responsabilidad refleja, se utiliza de ejemplo la responsabilidad de los
padres por los daños causados por sus hijos menores de edad (art.
1754 del CCC); se considera que ellos son los autores mediatos del daño
causado por los últimos. En consecuencia, se considera que la causa
inmediata es la acción del menor, mientras que la causa mediata es la
negligencia en la vigilancia por parte de los progenitores. El juicio de
relación de causalidad opera del siguiente modo: en primer lugar, se
debe determinar si efectivamente fue el menor quien causó el daño;
una vez determinado este extremo, la relación de causalidad adecuada
entre la acción u omisión culpable de los padres y el acto ilícito
cometido por el menor es presumida, salvo que se pruebe lo contrario.

c) Responsabilidad objetiva por el hecho de un tercero. En estos casos (v.


g., responsabilidad del principal por el hecho del dependiente, art.
1753 CCC), la relación de causalidad debe ser indagada en relación a
la acción del dependiente y el daño. Si se acredita la misma, ésta se
traslada directamente al principal. Éste último no es un autor
mediato, sino un garante de la actuación del dependiente.

d) Responsabilidad por daños derivados de la intervención de cosas y de


ciertas actividades. En estos supuestos, la ley dispone que responden
frente a la víctima del daño tanto el guardián como el dueño de la cosa
(art. 1758 CCC). Lo que primero debe cuestionarse es si el daño fue
provocado por el riesgo o vicio de la cosa (art.1757). Si se comprueba
ese hecho, la ley presume la relación de causalidad entre el daño y el
riesgo creado por el dueño o el guardián de la cosa. La única forma en
que pueden liberarse estos últimos es por la acreditación de la
ruptura del nexo causal, tal como veremos más adelante, cuando
estudiemos las eximentes.

e) La responsabilidad colectiva y anónima. Conforme enseñan Tanzi, Silvia y


Casazza (2015) el nuevo Código establece una sección específica –la
octava- con tres artículos destinados a regular estos supuestos. El
primero de ellos –art.1760- resuelve el supuesto de las cosas caídas o
arrojadas de un edificio. La norma responsabiliza solidariamente a los
dueños y ocupantes de la parte de donde cayó o fue arrojada la cosa y
sólo se libera quien demuestre que no participó en la producción del
daño. Las autoras señaladas indican que “ello significa el
establecimiento de una presunción en favor de la víctima que ha sufrido
el daño por la caída de una cosa desde un edificio, de que los autores

20
son los ocupantes y que los dueños deben responder de manera
solidaria con aquéllos. Esa presunción se extingue si el determinado
autor prueba que no participó en la producción del daño” (Tanzi, Silvia y
Casazza, 2015).

El segundo de los artículos –1761- norma un claro supuesto: el daño es


cometido por un autor anónimo que pertenece a un grupo identificado.
El grupo está identificado pero no el sujeto. En este caso responden
solidariamente todos los integrantes, lo cual es razonable en tanto no
está identificado el agente. Pero regula una excepción, para quien
demuestre que no ha contribuido a la producción del daño. Se trata de
una responsabilidad instituida a favor de la víctima sobre la base de una
relación causal que sólo permite llegar al grupo de autores probables,
pero no admite llegar al autor concreto. La responsabilidad es objetiva y
se exime de responder quien demuestre que no contribuyó en la
producción del daño. Obviamente, si el autor es identificable, sólo éste
responderá, en tanto ya no hay anonimato que justifique
responsabilizar al grupo (Tanzi, Silvia y Casazza, 2015).

Finalmente, se incorpora en el art.1762 un supuesto trabajado en la


doctrina por Matilde Zavala de González y es el del grupo que realiza
una actividad peligrosa (Tanzi, Silvia Y.- Casazza 2015). Claro ejemplo de
ello es la barra brava del fútbol. En este caso, la responsabilidad
también es solidaria de todos los integrantes y sólo se libera quien
demuestra que no integraba el grupo. El presupuesto fáctico de la
norma es la realización de una actividad riesgosa por parte de un grupo
de personas. La causalidad que presupone la norma es la actuación
conjunta o en común del grupo. Es decir, el daño debe derivar de una
actividad peligrosa desarrollada en conjunto. La responsabilidad de
todos los miembros del grupo es solidaria y sólo se eximirá quien
demuestre que no integraba el grupo. Así, sería imposible considerar
causante del perjuicio, por falta de autoría, a quien pruebe que no se
encontró vinculado de manera relevante a las circunstancias de tiempo
y espacio en las que se produjo el resultado dañoso.

En estos tres casos de la relación de causalidad, tratándose de una


responsabilidad grupal, existe una presunción de causalidad a nivel de
autoría, por lo que se tendrían que probar, para la eximición total o
parcial, algunas de las causales de eximición descriptas en los arts. 1729,
o 1730, o 1731 del CCC. Al encontrarnos frente a una presunción de
causalidad a nivel de autoría, encuadraría en el art. 1736 del CCC, que
exime de la carga probatoria en caso de que la "ley la impute o la
presuma" (Messina de Estrella Gutiérrez, 2015, p. 66).

21
6.2.1. Clasificación de las consecuencias
Nuestro Código Civil y Comercial –en forma similar al Código derogado-
clasifica las consecuencias de los hechos en inmediatas, mediatas y
causales.

Dice el art. 1727.

Tipos de consecuencias. Las consecuencias de un hecho que


acostumbran a suceder según el curso natural y ordinario de las
cosas, se llaman en este Código "consecuencias inmediatas". Las
consecuencias que resultan solamente de la conexión de un
hecho con un acontecimiento distinto, se llaman consecuencias
"mediatas". Las consecuencias mediatas que no pueden
preverse se llaman "consecuencias casuales".13

La clasificación mencionada tiene gran relevancia teórica y práctica, tal como


veremos a continuación, ya que, de acuerdo a las mismas, los jueces
podrán ponderar objetivamente si una conducta ha tenido aptitud para generar
un determinado resultado dañoso.

Consecuencias inmediatas

Son consecuencias inmediatas aquellas que acostumbran suceder según el


curso normal y ordinario de las cosas (art. 1727 del CC). La previsibilidad está
implícita en ellas, ya que existe un principio de regularidad del cual surge que
una persona se representa necesariamente dicha consecuencia al momento
de desplegar determinada conducta. Por ejemplo, en el caso de una mala
praxis médica, el suministro de excesiva cantidad de anestesia, la causa
inmediata es la muerte de un paciente. Otro ejemplo, que dan Pizarro y
Vallespinos (2013), es el de la transfusión de sangre portadora del virus de HIV;
la consecuencia inmediata en tal caso será el contagio del paciente del
mencionado virus.

Consecuencias mediatas

Son consecuencias mediatas las que resultan solamente de la conexión de un


hecho con un acontecimiento distinto (art. 1727 del CCC). El vínculo no es
directo en este caso, sino que debe interferir otro hecho que coadyuva a la
generación del resultado dañoso. En el caso de mala praxis médica con
contagio de HIV del paciente, la consecuencia inmediata será el contagio de

13Art. 1727 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.

22
HIV del paciente y la consecuencia mediata el contagio –a s u vez- de la esposa
del paciente por vía sexual (suponiendo contacto sexual entre ambos esposos).
Se trata de dos consecuencias diferentes que tienen adecuada relación de
causalidad entre el hecho (transfusión de sangre) y el daño a las víctimas, con
una diferencia causal en las consecuencias: el HIV del esposo es una
consecuencia inmediata de la transfusión, el HIV de la esposa es una
consecuencia mediata. Estas consecuencias son imputables al autor del
hecho cuando las hubiere podido prever o cuando, empleando debida
atención, hubiera podido evitarlas. Dicha previsibilidad debe ser apreciada
en abstracto.

Consecuencias casuales

Son consecuencias casuales las consecuencias mediatas que no pueden


preverse (art. 1727 del CCC). Dado que corresponden a hechos que operan de
modo inesperado o sobreviniente en el proceso causal, interrumpen su
desarrollo. Son producidas por un hecho fortuito y, por lo tanto, imprevisibles.
En el caso brindado por Pizarro y Vallespinos (2013), será una consecuencia
casual el suicidio del hijo del paciente infectado con HIV en virtud de la grave
depresión de su padre a causa de la enfermedad.

Dada la imposibilidad de preverlas, normalmente no son imputables al autor,


salvo cuando el mismo las hubiera previsto de manera concreta, en función de
las circunstancias del caso, y las hubiera tenido en miras al actuar (art. 1727 del
CCC y 905 del derogado CC).

Consecuencias remotas

Son consecuencias remotas las consecuencias casuales que se hallan tan


alejadas del hecho que en ningún caso son imputables, decía el art. 906 del CC,
hoy derogado.

El actual Código no establece este tipo de consecuencias.

6.2.2. Consecuencias indemnizables en la


responsabilidad extracontractual
Tal como habíamos comentado en las unidades anteriores, en el CCC se unificó
la extensión del resarcimiento. En virtud del art. 1726 se declaran resarcibles
las consecuencias inmediatas y las mediatas previsibles, lo cual es aplicable

23
tanto a la responsabilidad extracontractual como a la derivada del
incumplimiento de obligaciones.

Pero debe advertirse que cuando se trate de responsabilidad contractual, para


los “contratos celebrados de manera paritaria –lo que excluye a los contratos
de consumo” (Picasso, 2014) - la ley se aparta de ese principio general y
establece un parámetro distinto: el deudor incumplidor responde por las
consecuencias que las partes (y no un hombre medio) previeron o pudieron
haber previsto al momento de su celebración (y no al momento del hecho),
según el art. 1728.

Los fundamentos del anteproyecto aclaran que aquella limitación tampoco se


aplica a los contratos de consumo, lo que es lógico porque, en este último caso,
el esquema de riesgos y beneficios no habrá sido negociado por las partes, sino
que, por lo general, habrá sido impuesto al consumidor mediante condiciones
negociales predispuestas por el proveedor.

Al respecto, dicen los fundamentos del anteproyecto:

En un sistema que unifica la responsabilidad contractual y


extracontractual, es necesario regular claramente la
previsibilidad en materia contractual. Esta regla, con distintas
variantes, es la que se admite mayoritariamente. Ha comenzado
con un texto de Paulo (19.I.21,3) que limitaba el resarcimiento
obligacional, siguiendo por un enorme caudal de reglas
casuísticas del Medioevo, hasta llegar a la obra de Molineo que
estableció una fórmula única para decir que hay un límite en la
responsabilidad obligacional derivado justamente de la
obligación preexistente. El Código Civil francés (artículo 1150),
dispone que "el deudor responde por los daños que ha previsto
o podido prever al celebrarse el contrato”. En el derecho
anglosajón, la regla surge con el precedente “Hadley vs.
Baxendale” que toma en cuenta lo que ha sido previsible al
momento de contratar. Una regla similar es receptada en
diversos textos internacionales como la Convención sobre
Compraventa Internacional de Mercaderías. En la doctrina
internacional, puede señalarse que los Principios de Unidroit
disponen: “Artículo 4.4.- (Previsibilidad del daño): La parte
incumplidora es responsable solamente del daño previsto o que
razonablemente podría haber previsto al momento de la
celebración del contrato como consecuencia probable de su
incumplimiento”. En la legislación argentina, la norma de
resarcibilidad de las consecuencias inmediatas y necesarias está
emparentada con esta antigua regla, ya que Vélez la fundaba en
Pothier citado en la nota al artículo 521. El texto proyectado
tiene las siguientes características: a) su ámbito de aplicación

24
son los contratos, a diferencia de la redacción original del Código
Civil, que la establecía “para los daños e intereses de las
obligaciones que no tienen por objeto sumas de dinero” (Título
III, artículo 520). Ello generó litigios sobre el grado de extensión
de esta limitación, que ahora es restringido sólo a los contratos.
b) Esta es una regla que se aplica cuando las partes negocian el
precio y, para fijarlo, necesitan conocer los riesgos que asumen;
cuanto mayor información y seguridad exista en ese momento,
menor será el precio, con claro beneficio para el conjunto de la
sociedad. c) Se hace excepción al caso en que exista dolo, como
es tradición. d) No se aplica a los contratos de consumo.
(Lorenzetti, Highton de Nolasco & Kemelmajer de Carlucci, 2012,
http://goo.gl/K8bpzE ).

6.2.3 Consecuencias indemnizables en la


responsabilidad por incumplimiento obligacional.
Régimen legal: la previsibilidad contractual. Exclusión en
relaciones de consumo
Conforme analizáramos al inicio de esta unidad, para ingresar al estudio de las
consecuencias del incumplimiento de la obligación por parte del deudor,
repasamos la idea de mora del deudor (arts. 886 a 888 del CCC) y el
incumplimiento absoluto de las obligaciones mediante los modos extintivos.
Ahora abordaremos la responsabilidad por daños regulada a partir de los arts.
1708 y siguientes del CCC.

Podemos decir que el art. 1726 del CCC declara resarcibles las consecuencias
inmediatas y las mediatas previsibles, lo cual es aplicable tanto a la
responsabilidad extracontractual como a la derivada del incumplimiento de
obligaciones.

Esto es así pues, conforme pudimos ver, en materia de relación causal, el


Código Civil y Comercial adopta como principio general la teoría de la
causalidad adecuada (art. 1726 del CCC), que se funda en un parámetro
objetivo de comparación. Tal como enseña Picasso (2014) y fuera referenciado
supra, para el caso de contratos celebrados de manera paritaria el deudor
incumplidor responde por las consecuencias que las partes previeron o
pudieron haber previsto al momento de su celebración

25
6.2.4. Distinción entre el valor de la prestación y los
mayores daños
Conforme venimos viendo, el incumplimiento de una obligación no sólo da
lugar a la reparación del daño causado, sino que también genera el derecho del
acreedor a exigir la ejecución forzada de lo debido, conforme el art. 730 del CC.
Son dos supuestos diferenciables con presupuestos distintos. Para lograr la
ejecución forzada, basta al acreedor con alegar el incumplimiento, sin que nada
tengan que ver los elementos o presupuestos de la responsabilidad civil
(existencia de un daño, relación de causalidad, factor de atribución y
antijuridicidad). Conforme el art. 894 del CCC, la prueba del pago está a cargo
de quien lo invoca, que generalmente y por regla es el deudor, salvo en el
supuesto de las obligaciones de no hacer, cuestiones ya analizadas en la
materia obligaciones.

En lo que en responsabilidad civil interesa, la reparación del daño causado por


el incumplimiento también forma parte de las opciones del acreedor. En ese
sentido, la cuestión es debatida cuando la prestación se ha vuelto de imposible
cumplimiento por una causa imputable al deudor. En ese caso, el obligado debe
una suma de dinero equivalente al valor de la prestación más la reparación de
las restantes consecuencias dañosas –o "mayores daños"- derivadas del
incumplimiento. En este sentido enseña Picasso que:

A diferencia de lo que sucede en la responsabilidad


extracontractual, el incumplimiento de una obligación no
solo da lugar a la reparación del daño causado, sino que
también genera el derecho del acreedor a exigir la ejecución
forzada de lo debido (art. 730). Es claro que se trata de
remedios diferentes, cada uno de los cuales tiene sus
presupuestos propios: para lograr la ejecución forzada, basta
al acreedor con alegar el incumplimiento, sin necesidad de
probar la concurrencia de los presupuestos de la
responsabilidad civil, y en particular la existencia de un daño.
En ese caso, es aplicable el art. 894, que pone la prueba del
pago a cargo de quien lo invoca (por regla general, el
deudor), salvo en el supuesto de las obligaciones de no hacer.

La cuestión es más compleja —y debatida- cuando la


prestación se ha vuelto de imposible cumplimiento por una
causa imputable al deudor. En ese caso -previsto por el art.
955-, el obligado debe una suma de dinero equivalente al
valor de la prestación (aestimatio rei) más la reparación de
las restantes consecuencias dañosas —o "mayores daños"-
derivadas del incumplimiento (id quod interest). Sin

26
embargo, la doctrina se encuentra dividida acerca de la
naturaleza jurídica de esos conceptos; mientras que algunos
entienden que en ese caso tanto el valor de la prestación
como los mayores daños forman una única suma que tiene el
carácter de indemnización (tesis de la unidad), otros
entienden que el valor de la prestación no es un daño, sino
un sucedáneo de la obligación original, que subsiste pero con
una modificación en su objeto (que se traslada entonces a la
aestimatio rei), con lo cual el pago del mencionado valor se
regiría por las reglas del cumplimiento forzado, y no de la
responsabilidad (tesis de la autonomía). En cambio —siempre
de acuerdo a esta última postura-, la obligación de resarcir
los mayores daños nace a partir del incumplimiento, y
requiere para su configuración de la reunión de todos los
elementos de la responsabilidad civil, entre los que se
encuentra, naturalmente, la prueba del daño (23).

En los fundamentos del anteproyecto que dio lugar al nuevo


código se mencionan estas posturas y se señala que se ha
tratado de dar una solución práctica al problema, mediante la
distinción de la problemática del incumplimiento y su
ejecución, regulada en el campo de las obligaciones y los
contratos, y los aspectos que atañen a la responsabilidad por
daños. También se lee en los fundamentos que es preciso
diferenciar al valor de la prestación originalmente pactada de
los otros perjuicios que sufre el acreedor.

En consonancia con estos postulados —y pese a la


subsistencia de algunas normas con una redacción confusa
(como los arts. 730 inc. "c" y 955)-, la distinción entre el valor
de la prestación y los mayores daños sufridos por el acreedor
aparece expresamente en el texto del flamante código. Así, el
art. 781, para el caso de imposibilidad de cumplimiento de la
obligación alternativa regular, prevé que el deudor debe
entregar el valor de la prestación; el art. 838 establece que si
el cumplimiento de la obligación solidaria se hace imposible
por causas atribuibles a un codeudor "los demás responden
por el equivalente de la prestación debida y por los daños y
perjuicios"; el art. 1114, que regula la imposibilidad de
restituir en los casos de resolución o rescisión del contrato,
establece que si ella es imputable al deudor este debe el
valor de mercado de la prestación; el art. 1420 dice que si la
restitución de los títulos valores por el banco resulta de
cumplimiento imposible, aquel "debe cancelar la obligación
con el pago de una suma de dinero equivalente al valor de los

27
títulos al momento en que debe hacerse la devolución"; el
art. 1653 faculta al donatario a liberarse del cumplimiento de
los cargos "restituyendo la cosa donada, o su valor si ello es
imposible", y, finalmente, el art. 1747 dispone que "el
resarcimiento del daño moratorio es acumulable al del daño
compensatorio, o al valor de la prestación...", con lo que
diferencia expresamente ambos conceptos.

En el Código Civil y Comercial existe, entonces, un régimen


diferenciado para el reclamo del valor de la prestación, o
aestimatio rei (que se rige por las normas del cumplimiento
forzado), y el de los mayores daños sufridos al margen de
aquel (id quod interest). Por consiguiente, la acción para
reclamar el valor de la prestación prescribe —al igual que la
pretensión de cumplimiento forzado específico- en el plazo
genérico de cinco años del art. 2560, mientras que la dirigida
a la indemnización de los mayores daños se rige por el art.
2561, y prescribe, por ende, a los tres años. Por otra parte, no
es necesario probar haber sufrido un perjuicio para pedir el
valor de la prestación, pero sí cuando el reclamo recae sobre
daños adicionales, como el lucro cesante, el daño emergente
o el daño extrapatrimonial (art. 1744). Asimismo, la facultad
para morigerar la indemnización que el art. 1742 otorga a los
jueces únicamente puede ejercerse respecto de los mayores
daños, mas no del valor de la prestación (pues ello importaría
alterar la economía del contrato). También es importante
señalar que, mientras que la obligación de resarcir los daños
derivados del incumplimiento es solidaria —o concurrente,
según los casos- (art. 1751), la de pagar la aestimatio rei es
simplemente mancomunada, salvo que se haya pactado la
solidaridad (art. 828). Finalmente, en caso de resolución
contractual por incumplimiento el deudor incumplidor debe
reparar los daños sufridos por el acreedor (art. 1082), pero
no debe el valor de la prestación, dado que la obligación de
cumplirla se ha extinguido por efecto de la resolución (arts.
1079 y 1080)” (Picasso 2014)

El nuevo texto legal distingue entre el valor de la prestación y los “mayores


daños” sufridos por el acreedor, pues, por ejemplo, el art. 1747 del CCC dispone
que "el resarcimiento del daño moratorio es acumulable al del daño
compensatorio, o al valor de la prestación"14, con lo que diferencia
expresamente ambos conceptos. En el Código Civil y Comercial existe un

14Art. 1747 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.

28
régimen diferenciado para el reclamo del valor de la prestación, que se rige por
las normas del cumplimiento forzado y el de los mayores daños sufridos. No es
necesario probar haber sufrido un perjuicio para pedir el valor de la prestación,
pero sí cuando el reclamo recae sobre daños adicionales, como el lucro
cesante, el daño emergente o el daño extrapatrimonial, conforme el texto del
art. 1744 del CCC.

6.2.5 Cuestión procesal: i) prueba de la adecuación


causal. ii) facultades judiciales
El CCC aclara, sobre la cuestión de la imposición de la carga de la prueba de la
relación de causalidad, como así también de sus eximentes, que corresponde a
quien los alega, excepto que la ley los impute o los presuma (art. 1736). En
todos los casos, deberá acreditar la victima la relación de causalidad entre el
agente y el daño, salvo que la misma esté presumida. Así por ejemplo,
tratándose de una responsabilidad grupal, existe una presunción de causalidad
a nivel de autoría, por lo que se tendría que probar, para eximirse total o
parcialmente, algunas de las causales de eximición descriptas en los arts. 1729,
o 1730, o 1731 CCC. Según el criterio de Messina de Estrella Gutiérrez (2015),
nos encontramos frente a una presunción de causalidad a nivel de autoría; ella
encuadraría en el art. 1736 del CCC, que exime de la carga probatoria en caso
que la ley la impute o la presuma.

La otra cara de la moneda la constituye la prueba del eximente tendiente a la


ruptura del nexo de causalidad, que, conforme la norma citada, es carga
procesal del agente o dañador acreditarla.

En síntesis: la norma pone en cabeza del actor la prueba de la relación de


causalidad y en cabeza del demandado la ruptura del vínculo causal, salvo que
la ley se los impute o presuma.

Sin perjuicio de lo expuesto, el art. 1736 debe ser interpretado a la luz del art.
1735, que establece una atribución a favor de los jueces, quienes pueden
efectuar una modificación en las reglas de la carga de la prueba.

Al respecto, dice el artículo 1735:

No obstante, el juez puede distribuir la carga de la prueba de la


culpa o de haber actuado con la diligencia debida, ponderando
cuál de las partes se halla en mejor situación para aportarla. Si el
juez lo considera pertinente, durante el proceso comunicará a
las partes que aplicará este criterio, de modo de permitir a los

29
litigantes ofrecer y producir los elementos de convicción que
hagan a su defensa.15

En relación a la inclusión de estas normas en el Código Civil y Comercial, en los


fundamentos del Anteproyecto se dice que

En el Proyecto de 1998 se incluyen normas relativas a la carga de


la prueba en materia de responsabilidad, lo que ha sido recibido
positivamente por la doctrina, ya que disminuye la litigiosidad y
confiere seguridad en este tema. Este tipo de normas no es
procesal, sino que son directivas sustantivas dirigidas al juez a fin
del dictado de la sentencia en ausencia de pruebas concretas
sobre el tema a decidir. En tales casos, se establece cómo debe
distribuir ese riesgo probatorio y a quién adjudicarlo. En tales
condiciones, la prueba es una carga cuyo incumplimiento
acarrea la pérdida de un beneficio, que en este caso significa que
el hecho no está probado y el juez debe decidir en consonancia.
En materia de factores de atribución de la responsabilidad y las
eximentes, la carga de probar le incumbe a quien los alega,
conforme a lo expresado reiteradamente por la jurisprudencia y
la doctrina, siendo la solución del Proyecto de 1998 (artículo
1619). Esta regla puede resultar rígida en algunos casos en los
que existen dificultades en el acceso a los medios de prueba o en
la presentación de la misma, y es por eso que se habilita una
corrección para mitigar estos efectos. En particular, con relación
a la prueba de la culpa o de haber actuado con la diligencia
debida, el juez puede ponderar cuál de las partes se halla en
mejor situación para aportarla. Existe entonces una regla general
legal que adjudica la carga probatoria a quien invoca el factor de
atribución o la eximente. (Lorenzetti, Highton de Nolasco &
Kemelmajer de Carlucci, 2012, http://goo.gl/K8bpzE ).

Claramente, la norma y los fundamentos aportados por la comisión redactora


aluden al factor de atribución; la pregunta es si esta facultad judicial puede
aplicarse también para la relación de causalidad.

Al respecto, dice la doctrina:

Puede suceder que lo imposible de probar sea las características


concretas del origen causal. Sin embargo, el art. 1735 sólo se
refiere a una acreditación sobre culpa o, a la inversa, a propósito
de haber actuado con la diligencia debida; pero también debiera

15Art. 1735 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.

30
aplicarse, prioritariamente, a la prueba sobre la relación causal,
en tanto asunto previo a la indagación de cualquier factor de
atribución, subjetivo u objetivo. El art. 1735 se inserta a
continuación del 1734, que regula la prueba sobre factores de
atribución y las eximentes, y pretende correlacionarse
únicamente con esta disposición (“No obstante…”). No obstante,
insistimos, también la demostración causal (art. 1736) puede, y
con frecuencia debe, subordinarse a cargas dinámicas, pues
constituye inexorable antecedente de la culpa u otros factores
para atribuir responsabilidad. En su virtud, no compartimos el
criterio interpretativo de que el Código acota la aplicación de
cargas dinámicas sólo a la prueba del factor de atribución.
Aunque esa haya sido la intención legislativa, la causalidad no
queda fuera del dinamismo probatorio; máxime en tantas
hipótesis donde es idéntica la prueba tendiente a evidenciar que
alguien fue autor de un daño y culpable y, por eso, la
acreditación de culpabilidad con frecuencia absorbe una
conclusión afirmativa sobre causalidad. (Zavala de González &
González Zavala, 2015, p. 341).

6.3. Eximentes en materia de relación


de causalidad. La interrupción del nexo
causal

6.3.1. Remisión
Conforme venimos analizando, el daño cuya reparación se pretende debe estar
en relación causal adecuada con el hecho de la persona o de la cosa a las cuales
se atribuye su producción. Es necesaria la existencia de ese nexo de causalidad,
pues de otro modo se estaría atribuyendo a una persona el daño causado por
otro o por la cosa de otro; la "conexión causal" apunta al enlace material entre
un hecho antecedente y un hecho consecuente, la falta de ese nexo puede
provenir de la conducta de la propia víctima, de terceros, o bien del caso
fortuito. En este entendimiento aparecen las llamadas eximentes de
responsabilidad civil, que pueden identificarse como aquellas circunstancias
que operan enervando la relación de causalidad y que pueden aminorar o
eximir la responsabilidad por daño al sindicado como responsable.

El CCC regula las tres eximentes en la relación de causalidad.

31
El hecho del damnificado es regulado en el art. 1729, que establece que

La responsabilidad puede ser excluida o limitada por la


incidencia del hecho del damnificado en la producción del daño,
excepto que la ley o el contrato dispongan que debe tratarse de
su culpa, de su dolo, o de cualquier otra circunstancia especial.16

También se regula, en el art 1730, el caso fortuito o fuerza mayor,


estableciendo que

Se considera caso fortuito o fuerza mayor al hecho que no ha


podido ser previsto o que, habiendo sido previsto, no ha podido
ser evitado. El caso fortuito o fuerza mayor exime de
responsabilidad, excepto disposición en contrario. Este Código
emplea los términos “caso fortuito” y “fuerza mayor” como
sinónimos.17

El Código también se encarga de regular la imposiblidad de cumplimiento, que


es un casus en materia contractual (art. 1733 del CCC).

También regula, en el art. 1731, el hecho de un tercero, diciendo que “Para


eximir de responsabilidad, total o parcialmente, el hecho de un tercero por
quien no se debe responder debe reunir los caracteres del caso fortuito” 18 . Las
normas descriptas serán analizadas en detalle y comparativamente con el
Código de Vélez en la unidad 8.

16 Art. 1729 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.
17 Art. 1730 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación

Argentina.
18 Art. 1731 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación

Argentina.

32
7. Factor de atribución
7. 1. El factor de atribución

7.1.1. Definición e Importancia


El factor de atribución constituye el elemento valorativo (axiológico) en virtud del cual
el ordenamiento jurídico dispone la imputación de las consecuencias dañosas del
incumplimiento obligacional o de un hecho ilícito stricto sensu a una determinada
persona (Pizarro & Vallespinos, 2014).

7.1.2. Clasificación
Los factores de atribución pueden ser clasificados en subjetivos u objetivos.
Entre los primeros están la culpa y el dolo, mientras que los más relevantes de
la segunda categoría son el riesgo creado, la garantía, el deber calificado de
seguridad y la equidad.

7.1.3. Evolución histórica


Nos remitimos a lo analizado más abajo respecto de la evolución de los factores
de atribución subjetivo y objetivos.

7.1.4. Coexistencia de factores subjetivos y objetivos de


atribución. La cuestión en el Código Civil y Comercial
En del actual esquema de responsabilidad civil, se discute acerca del rol de la
responsabilidad subjetiva y del lugar que le corresponde.

Una primera posición sostiene que la culpa es la regla en la responsabilidad


civil, sin perjuicio que pueda coexistir con otros factores de atribución
objetivos. En tal concepción, la culpa sería una especie de piedra de toque y
sería aplicable residualmente a todo supuesto de responsabilidad civil al que no
le corresponda otro factor subjetivo u objetivo.

33
Lo expresado nos llevaría a limitar los alcances de la responsabilidad
objetiva, reduciendo la extensión y los límites del resarcimiento.

Otra doctrina, que sostenemos ampliamente, considera que de ningún modo


nos encontramos ante la presencia de una responsabilidad subsidiaria, sino
que, por el contrario, los factores objetivos de atribución poseen igual
jerarquía que la culpa, coexistiendo con similar amplitud.

En tan sentido, una interpretación amplia y flexible de las normas que


consagran responsabilidades objetivas, que permita amparar a la víctima
mediante soluciones equitativas y justas, permitirá brindar a los juzgadores
la normativa adecuada que sea dable a otorgar interpretaciones extensivas.

En el CCC, los factores de atribución son dos: subjetivos y objetivos (art. 1721),
tal como establecía la norma derogada.

En relación a los subjetivos, los enumera diciendo que son la culpa y el dolo
(art. 1724), y luego explica:

La culpa consiste en la omisión de la diligencia debida según la


naturaleza de la obligación y las circunstancias de las personas,
el tiempo y el lugar. Comprende la imprudencia, la negligencia y
la impericia en el arte o profesión. El dolo se configura por la
producción de un daño de manera intencional o con manifiesta
indiferencia por los intereses ajenos.19

El artículo alude a la “diligencia” debida o exigible, en singular, siguiendo la


observación critica que efectuaba la doctrina a la fórmula de Vélez Sarsfield en
el art. 512 y, especialmente, en su nota, pues allí se aludía a “diligencias”.
También incluye las conductas que pueden considerarse culposas: la
imprudencia, la negligencia y la impericia en el arte o profesión.

Según la nueva norma, el dolo comprende "la producción de un daño de


manera intencional" (dolo obligacional) o "con manifiesta indiferencia por los
intereses ajenos"20.

En relación al factor objetivo, se lo define en el art. 1722, estableciendo el


supuesto de aplicación de factores objetivos para la responsabilidad
contractual para el caso que el deudor haya comprometido un resultado (art.
1723). “Factor objetivo. El factor de atribución es objetivo cuando la culpa del
agente es irrelevante a los efectos de atribuir responsabilidad. En tales casos, el
responsable se libera demostrando la causa ajena, excepto disposición legal en

19 Art. 1724 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.
20 Art. 1724 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación

Argentina.

34
contrario”21; “Responsabilidad objetiva. Cuando de las circunstancias de la
obligación, o de lo convenido por las partes, surge que el deudor debe obtener
un resultado determinado, su responsabilidad es objetiva”22.

En efecto, si bien el CCC no enumera los factores objetivos, como sí lo hace


para los subjetivos, el legislador tipifica la responsabilidad objetiva
extracontractual en el citado art. 1722. La responsabilidad obligacional es
objetiva, como dispone el citado art. 1723, en sentido concordante con el
profesional liberal que comprometió un resultado (art. 1768).

Conforme el CCC, los factores objetivos –y los numerosos supuestos fácticos


que abarcan- quedan comprendidos en la ley en una fórmula amplia, por lo que
la culpa, residualmente, es el factor último de atribución y opera sólo en caso
de ausencia de norma expresa y si no rige la analogía por la existencia de
laguna normativa. Es decir que ambos factores tienen la misma jerarquía y la
culpa reviste el carácter de norma implícita sólo en caso de silencio y de laguna
acerca del factor de atribución Ese es el sentido de la frase: "En ausencia de
normativa, el factor de atribución es la culpa"23.

En efecto, el art. 1721 refiere que la atribución de un daño al responsable


puede basarse en factores objetivos y subjetivos. En ausencia de normativa, el
factor de atribución es la culpa.

En los fundamentos del Anteproyecto elaborado por la comisión redactora, se


expresa que no hay relación de jerarquía entre los factores objetivos y
subjetivos. En efecto, existe paridad desde el punto de vista cualitativo entre
los diversos criterios de imputación. Además, en los fundamentos del Proyecto,
se agrega que los factores objetivos son mencionados en primer lugar por ser
mayoritarios en cantidad. Con estos contenidos, parece que el Código ha
suprimido la regla y la excepción en la materia. Los factores objetivos surgen de
la ley con amplitud, vale decir, no son específicos y restrictivos. Según alguna
doctrina: todo es responsabilidad objetiva salvo cuando haya una laguna que
resulte imposible de suplir, en cuyo caso surge la culpa de manera residual, que
no es lo mismo que ésta venga a ser la norma de cierre del sistema (Gesualdi,
2015 )

21 Art. 1722 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.
22 Art. 1723 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación

Argentina.
23 Art. 1721 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación

Argentina.

35
7.1.5. La cuestión procesal. i) Prueba del factor de
atribución. ii) Facultades judiciales

Respecto de la prueba del factor de atribución, dice el art. 1734: “Prueba de los
factores de atribución y de las eximentes. Excepto disposición legal, la carga de
la prueba de los factores de atribución y de las circunstancias eximentes
corresponde a quien los alega”24.

Conforme el texto de la norma, la prueba del factor de atribución se encuentra


a cargo de la víctima, y el demandado deberá probar la eximente, es decir, la
ruptura del nexo causal.

Sin perjuicio de lo expuesto, el art. 1734 debe ser interpretado a la luz del art.
1735, que, como ya se ha dicho, establece una atribución a favor de los jueces,
quienes pueden efectuar una modificación en las reglas de la carga de la
prueba (ver punto 6.2.5).

Derecho comparado

Nos remitimos a las consideraciones específicas del derecho comparado


respecto de los factores subjetivos y objetivos de atribución.

7.2. Factores subjetivos de atribución

7.2.1. Definición
En el Código Civil derogado, los factores de atribución subjetivos son el dolo
(art. 521, 1067, 1072 y concs.) y la culpa (art. 512, 1067, 1109 y concs.).
Ambos suponen que el agente sea autor material del ilícito
extracontractual (aquiliano) o del incumplimiento obligacional, y la causa
inteligente y libre de ese comportamiento.

Como establecimos supra, en el CCC, también los factores de atribución son


subjetivos u objetivos (art. 1721); siendo los subjetivos la culpa y el dolo (art.
1724).

Dice el art. 1724:

24Art. 1734 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.

36
La culpa consiste en la omisión de la diligencia debida según la
naturaleza de la obligación y las circunstancias de las personas,
el tiempo y el lugar. Comprende la imprudencia, la negligencia y
la impericia en el arte o profesión. El dolo se configura por la
producción de un daño de manera intencional o con manifiesta
indiferencia por los intereses ajenos.25

Como ya se ha dicho, el artículo alude a la diligencia debida o exigible, en


singular, siguiendo la observación de la doctrina a la fórmula de Vélez Sarsfield.

Jorge Mario Galdós (2012) elabora una enunciación no taxativa, pero sí


ilustrativa de aplicación de los factores de atribución.

Respecto al factor subjetivo, enumera los siguientes supuestos:

en caso de encubrimiento (art. 1752);


en la responsabilidad en el ejercicio de las profesiones liberales,
incluidas las prestadas con cosas, salvo si se comprometió un
resultado (art. 1768);
en los supuestos de intromisión en la vida privada (art. 1770).
(Galdós, 2012).

Jorge Galdos (2012) trabaja también la responsabilidad subjetiva agravada, el


dolo o culpa grave, opera en la acusación calumniosa tal como puede verse en
art. 1771. El franquiciante responde por los defectos de diseño del sistema que
causen daños probados al franquiciado, no ocasionados por la negligencia
grave o dolo del franquiciado conforme regula el art. 1521. En el contrato de
donación (art. 1558) el donante sólo responde por los vicios ocultos de la cosa
donada si hubo dolo de su parte, caso en el cual debe reparar al donatario los
daños ocasionados.

Otros supuestos en los que rige la responsabilidad subjetiva,


también en enumeración ejemplificativa que no pretende ser
exhaustiva, son los siguientes:
en la responsabilidad de los administradores de las personas
jurídicas (art. 160);
en la responsabilidad solidaria de los fundadores y
administradores de la fundación frente a terceros en la etapa de
gestación (art. 200);
en caso de infracción de los administradores y otros miembros
de la persona jurídica en el pago de los gastos y de las
obligaciones fiscales en la etapa de liquidación (art. 167);

25Art. 1724 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.

37
en la responsabilidad de los integrantes del consejo de
administración de las fundaciones (art. 211);
para el autor del dolo esencial o incidental en la celebración de
actos jurídicos (arts. 271, 272, 273, 274, 275);
para el autor de los daños en los actos de fuerza o intimidación
en los actos jurídicos (art. 278);
en caso de simulación (art. 337);
para la responsabilidad de los directivos de las asociaciones
civiles (art. 177);
en el mandato, en caso de responsabilidad por inexistencia o
exceso en la representación (art. 376) y en la elección del
sustituto (art. 377);
en la indemnización de daños del codeudor solidario, salvo dolo
(art. 838);
el tutor por los daños causado al tutelado (art. 118);
el tutor frente al tutelado por culpa o dolo en la administración
(art. 129) o por la falta de rendición de cuentas (art. 134);

La falta de culpa libera al depositario de la pérdida de la cosa


depositada (art. 1364); habilita el resarcimiento contractual de la
parte que, sin culpa, confió en la otra en las tratativas
preliminares.
En algún supuesto la culpa sólo produce efectos si se le
adiciona la buena o la mala fe: por ejemplo, el poseedor de mala
fe que actuó con culpa pierde el derecho a reclamar las mejoras
necesarias (art. 1938). A veces la buena fe excluye la
procedencia del daño: el poseedor de buena fe sólo responde
por la destrucción total o parcial de la cosa y hasta el provecho
subsistente (art. 1936).
Finalmente, y aunque es sobreabundante puntualizarlo, la
culpa está presente en materia de actos jurídicos (por ejemplo
arts. 279, 282, 332, 957, 961, 1084, 1086; arts. 2515, 2517 para
las disposiciones testamentarias). (Galdós, 2012, pág. 5).

7.2.2. La voluntariedad del acto como presupuesto de


la culpabilidad. La imputabilidad
Este concepto nos lleva a la necesidad de una imputabilidad de primer grado,
es decir, aquella que se asienta sobre la voluntariedad del acto y que requiere
determinar previamente si el agente ha actuado con intención, discernimiento
y libertad (art.260 del CCC). Consecuentemente, carecen de discernimiento y
de reproche subjetivo los supuestos enumerados en el art. 261, que define
“acto involuntario” como:

38
1) el acto de quien, al momento de realizarlo, está privado de razón;

2) el acto ilícito de la persona menor de edad que no cumplió 10 años;

3) el acto lícito de la persona menor de edad que no cumplió los 13 años


(como observáramos, este último supuesto difiere del régimen del
Código Civil que exige como mínimo los 14 años de edad cumplidos para
ser responsable directo por actos lícitos, conforme arts. 921 y 1076).

El discernimiento es una aptitud de la inteligencia que permite distinguir lo


verdadero de lo falso, lo justo de lo injusto, lo conveniente de lo inconveniente
de las acciones humana. Son causas obstativas la inmadurez de la persona en
razón de su edad o de la alteración de las facultades mentales.

Por otra parte, el error o ignorancia de hecho que recae sobre el hecho
principal que constituye el acto ilícito (art. 265 y subsiguientes) y el error
provocado (dolo) no permiten la configuración de la intención del agente, con
lo cual también obstaculizan la imputabilidad de primer grado (art.271 y ss.). La
intención supone la aptitud para comprender el acto concreto que se realiza.

La fuerza irresistible y el temor fundado de sufrir un mal grave e inminente en


la persona, libertad, honra o bienes, o de su cónyuge, descendientes o
ascendientes, legítimos o ilegítimos, derivado de amenazas injustas impiden
la libertad de acción del agente y configuran el vicio de violencia (art. 276 y ss.).
Aquí se afecta la libertad, entendida como la facultad de elegir entre distintas
alternativas, sin coacciones o intimidaciones.

Una vez que se configura la imputabilidad de primer grado, es dable formular la


imputabilidad de segundo grado, que pone acento en la reprochabilidad de la
conducta y que se puede presentar como dolo o culpa.

7.2.3. Las causas de imputabilidad. Remisión


Nos remitimos a las causas de imputabilidad e inimputabilidad que
estudiaremos en el apartado 8.3.1. y a la bibliografía obligatoria allí señalada.

7.2.4. Supuestos de aplicación de factores subjetivos


de atribución en las órbitas contractual y
extracontractual. Efectos de la unificación del régimen
Conforme tuvimos oportunidad de ver en la unidad 1, el Código Civil y
Comercial unificó el sistema de responsabilidad civil, quedando bajo la misma
órbita la responsabilidad obligacional (contractual) y la aquiliana

39
(extracontractual). Sin embargo, existen algunas diferencias. Ello ocurre en el
factor de atribución (Picasso, 2014). Dice el autor citado

Mientras que el deber general de no dañar liga entre sí a todas


las personas (extracontractual), la obligación es un vínculo
específico que constriñe a uno o algunos sujetos a cumplir cierta
conducta en relación a otro u otros, en todos los casos
determinados o determinables (contractual). En este último tipo
de deberes calificados, la responsabilidad no deriva entonces de
la calidad de dañador, sino de la de deudor de la obligación.
Asimismo, contrariamente a lo que acontece en la esfera
extracontractual, donde el factor de atribución viene ligado a las
circunstancias en que el daño fue producido (por el hecho del
hombre —con o sin intención de dañar-, con cosas, por el riesgo
o vicio de la cosa, por el hecho de un dependiente, etc.), en el
ámbito contractual aquél depende simplemente del alcance de
lo debido en cada caso por el solvens. (Picasso, 2014, p. 154).

Si bien en ambos casos (obligacional y aquiliana) es necesario que exista un


factor de atribución para que nazca el deber de reparar en cabeza del deudor:

…a diferencia de lo que sucede en la esfera aquiliana –donde el


criterio legal de imputación se relaciona con la forma en que se
configura el hecho dañoso-, en el campo obligacional aquél
depende del alcance del deber de conducta asumido por el
obligado (sólo conducta diligente o un resultado concreto), y no
de la forma en que, de hecho, se incumple. Por eso dice
Castronovo que, en la responsabilidad contractual, la culpa, lejos
de ser un criterio de imputación de responsabilidad, integra per
se el incumplimiento que, en cuanto tal, es el fundamento único
y unitario de tal tipo de responsabilidad. No sucede lo mismo en
la esfera aquiliana, donde "lo debido" es, en todos los casos, no
dañar, y son las circunstancias que rodean al hecho dañoso
(intervención o no de cosas, características de éstas, existencia o
no de una relación de dependencia, etc.) las que determinan el
factor de atribución aplicable.
El nuevo código recoge claramente esa particularidad, pues,
a fin de establecer el factor de atribución en materia contractual,
consagra el distingo entre las obligaciones de medios y de
resultado. En efecto, el artículo 1723 establece claramente:
"Responsabilidad objetiva. Cuando de las circunstancias de la
obligación, o de lo convenido por las partes, surge que el deudor
debe obtener un resultado determinado, su responsabilidad es

40
objetiva"26. Por lo demás, dicha clasificación se encuentra
implícita en el art. 774, que en materia de obligaciones de hacer
distingue los casos en los cuales se ha prometido realizar cierta
actividad con la diligencia apropiada, independientemente de su
éxito, de aquellos otros en los que se debe procurar al acreedor
un resultado concreto (que puede variar en su extensión).
También para distinguir la locación de obra de la de servicios se
vuelve sobre esa idea, cuando se establece que, en la duda, debe
entenderse que hay un contrato de servicios cuando la
obligación de hacer consiste en realizar cierta actividad
independiente de su eficacia, y de obra cuando se promete un
resultado eficaz (art. 1252). Finalmente, el mismo distingo
reaparece en el art. 1768, que dispone que la responsabilidad
del profesional liberal es subjetiva, salvo que se haya
comprometido un resultado concreto.
En otras palabras, cuando lo debido sea un resultado se
aplica el art. 1723, razón por la cual el incumplimiento —y la
consiguiente responsabilidad del deudor- se configuran por su
sola falta de obtención. Cuando, en cambio, el plan prestacional
consista en una conducta diligente jugará el art. 1724 y la
configuración del incumplimiento —y de la responsabilidad del
obligado- requerirá de la presencia de culpa del solvens.
(Picasso, 2014, p. 154).

Dependerá entonces de la obligación asumida por el deudor para aplicar el


factor subjetivo (diligencias) u objetivo (resultado).

Bueno es aclarar que la configuración del factor de atribución en la


responsabilidad extracontractual requiere, en cambio, examinar de qué forma
se dañó: si se lo hizo con culpa o dolo (arts. 1724 y 1749), por un acto
involuntario (art. 1750), mediante el empleo de una cosa riesgosa o viciosa, o
por el ejercicio de una actividad peligrosa (arts. 1757 a 1759), o si el perjuicio
fue ocasionado por una persona no identificada dentro de un grupo
determinado (art. 1761), por un grupo de riesgo (art. 1762), por un
dependiente que ejecutaba una tarea para el principal (art. 1753), o por un
menor que habita con sus padres (arts. 1754 y 1755).

Dependerá entonces del ilícito realizado por el agente para determinar la


aplicación de un factor subjetivo u objetivo, en la responsabilidad aquiliana,
conforme sea la elección que al respecto hizo el legislador. Si, por ejemplo, el
ilícito tiene que ver con responsabilidad directa (art. 1749), como quien propina

26Art. 1724 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.

41
un golpe de puño a otro, podrá ser subjetivo27; pero si el daño es efectuado
mediante la utilización de una cosa riesgosa, como por ejemplo un automóvil,
el factor de atribución será objetivo (arts. 1769 y 1757)28.

7.3. La culpa

7.3.1. Definición. Requisitos


Pasamos ahora al estudio de uno de los factores de atribución subjetivos.

La culpa era considerada el factor de atribución subjetivo más importante,


conforme el Código Civil derogado. Allí se la definía, en el art. 512, como “la
omisión de aquellas diligencias que exigiere la naturaleza de la obligación, y que
correspondiesen a las circunstancias de las personas, del tiempo y del lugar” 29.

Por su parte, el Código Civil y Comercial dispone:

Factores subjetivos. Son factores subjetivos de atribución la


culpa y el dolo. La culpa consiste en la omisión de la diligencia
debida según la naturaleza de la obligación y las circunstancias
de las personas, el tiempo y el lugar. Comprende la imprudencia,
la negligencia y la impericia en el arte o profesión.30

Se advierte que la definición de culpa es casi reproducida por la nueva norma,


pero agrega las conductas que la configuran, pues dice “Comprende la
imprudencia, la negligencia y la impericia en el arte o profesión”. También se
modificó la expresión “diligencias” utilizada por Vélez, pues era equívoca (en
cuanto significaría “trámites”); ahora dice expresamente “diligencia” (cuidado).

27 El art. 1749 establece la responsabilidad del agente dañoso que incumple una obligación u
ocasiona un daño injustificado por acción u omisión antijurídica.
En esta norma se engloban a los arts. 1109 y 1074 del Código Civil derogado, que establecían la
responsabilidad civil extracontractual por culpa o negligencia en la acción y omisión,
respectivamente, y a los arts. 519 y siguientes, que enmarcan la responsabilidad civil contractual,
siguiendo la línea del nuevo CCC, que unifica casi todas las consecuencias de ambos regímenes
de responsabilidad civil. Veremos el estudio de esta figura en la unidad XI,
28 En este caso, la responsabilidad extracontractual será objetiva. Veremos la responsabilidad

por el hecho de las cosas en la unidad XIII.


29 Art. 512 – Código Civil de la Nación. Derogado por ley 26994. Honorable Congreso de la

Nación Argentina.
30 Art. 1724 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación

Argentina.

42
En ese sentido, corresponde definir a la culpa como la omisión de la diligencia
que exija la naturaleza de la obligación y que corresponda a las circunstancias
de las personas, del tiempo y del lugar.

En consecuencia, corresponde analizar los requisitos para que la misma se


configure:

a) La omisión de realizar la conducta que exige la naturaleza de la


obligación.

b) La ausencia de propósito deliberado de incumplir o de causar un daño.

Tabla 3: Requisitos de la culpa

La omisión de realizar la conducta que La ausencia de propósito deliberado de


exige la naturaleza de la obligación incumplir o de causar daño
La culpa se puede manifestar como: La ausencia de propósito deliberado de
incumplir o de causar un daño. La buena fe
implica la buena fe del deudor. Ésa es la
a) Negligencia (art. 1724 CCC), la cual
principal diferencia que la misma tiene
consiste en no prever lo que es
respecto del dolo. Esto implica, a su vez,
previsible, o en caso de hacerlo, no
que tenga un trato más favorable que los
adoptar la diligencia necesaria para la
supuestos de dolo. Tal como advierte
evitación del daño. Es una conducta
Bueres “el dolo es la voluntad dirigida a la
omisiva de cierta actividad, que en caso
infracción de la obligación como vínculo
de realizarla hubiera sido apta para
objetivo” por lo que “no necesita otro
evitar el daño.
requisito para su eficacia jurídica” (s.d).

b) Imprudencia: implica una conducta


positiva, precipitada o irreflexiva que es
llevada sin prever sus consecuencias.

c) Impericia: consiste en la incapacidad


técnica para la ejecución de una
determinada función, profesión o arte.

Todas ellas pueden estar presentes, en


tanto pueden combinarse entre sí.
Fuente: Anterior SAM

43
7.3.2. Unidad y pluralidad de culpa: a) culpa civil y
penal; b) culpa contractual y extracontractual
Durante décadas se ha discutido acerca de la culpa, si la misma constituye un
concepto unitario o si, por el contrario, se puede hablar de una culpa penal y
una culpa civil, y dentro de esta última, de una culpa contractual y de otra
extracontractual.
La culpa es un concepto unitario que es idéntico en el derecho civil y en el Derecho
Penal (Pizarro & Vallespinos, 2014). Respecto de la culpa contractual o
extracontractual, actualmente no es discutible que la ella constituye una noción
idéntica. Si durante la vigencia del Código Civil derogado esta afirmación se sostenía
en la única definición de culpa, en el art. 512, la actual unificación de los sistemas de
responsabilidad civil desecha cualquier tipo de discusión al respecto, concluyendo que
no existe diferencia entre ambas31.

7.3.3. Clasificación y graduación de la culpa


En el derecho romano postclásico y justinianeo, la culpa (contractual) estaba
estructurada rígidamente a través de un sistema de clasificación abstracta,
dividida en grados, lo cual se denominó la teoría de la gradación o graduación de la
culpa, o teoría de la culpa (Pizarro & Vallespinos, 2014). De tal modo, en Roma, se
distinguía en sus comienzos entre la culpa grave (lata) y la culpa leve. A su vez, se
observaba en abstracto los cuidados que se esperaban, por ejemplo, de un buen padre
de familia, de quien se cabía esperar no más que una culpa leve.

Los glosadores, más tarde, incorporan la culpa levísima, tomando a un muy


buen padre de familia o a un diligentísimo hombre.

Estas categorías importaban una suerte de cartabón abstracto, que era


cotejado con el caso concreto a fin de juzgar si había existido culpa o no del
agente.

Podemos clasificar la culpa, entonces, en las siguientes categorías:

a) La culpa grave implicaba que el agente no había previsto lo que era


previsible para cualquier persona.

b) La culpa leve era el modelo correspondiente a un buen padre de familia


o la que el propio responsable ponía habitualmente en sus asuntos.

31 Para ampliar sobre este aspecto, ver Pizarro & Vallespinos, 2014, p. 167-168.

44
c) La culpa levísima tomaba en consideración la conducta que hubiera
seguido, en el caso concreto, un diligentísimo padre de familia.

El sistema de gradación de culpas en abstracto fue seguido por diversos


ordenamientos jurídicos, como el español antiguo, y códigos, como los de Chile,
Colombia, Ecuador y Panamá. Los códigos de Alemania, Italia, Suiza y Uruguay
distinguen entre culpa grave y culpa leve. Otros abandonaron dicha
clasificación (Francia y España).

El código de Vélez rechazaba la teoría de la prestación de la culpa en el art.


512 y en su correspondiente nota. Esa es la opinión mayoritaria de la doctrina
argentina. Nos remitimos a lo analizado por Pizarro y Vallespinos en la
bibliografía obligatoria.

Lo mismo ocurre con nuestra actual norma, pues el art. 1724 no recepta tal
teoría.

Cabe agregar que el nuevo Código sigue el concepto de culpa del Código de
Vélez, prescindiendo de la división de las culpas. No obstante ello, se mantiene
la referencia a la culpa grave respecto de la acusación calumniosa, art. 1771, y
en los arts. 1819 y 1867 sobre títulos valores.

Asimismo, la culpa grave está contemplada en la Ley General de Sociedades,


art. 274, sobre responsabilidad de los directores de las sociedades anónimas;
ley, ésta, que forma parte del nuevo Código Civil y Comercial.

7.3.4. Criterios de apreciación. La cuestión en el Código


Civil y Comercial
Apreciar la culpa implica determinar en el caso concreto si se ha actuado con
culpa o no. Pizarro y Vallespinos, citando a Kemelmajer de Carlucci y Parellada,
sostienen que

…se trata de juzgar si para el sujeto era previsible la dañosidad


de la conducta. Los criterios de Los criterios de apreciación de
culpa difieren según cuál sea el sujeto que se tiene en miras para
realizar el juicio de previsibilidad: si un modelo abstracto o el
propio sujeto actuante. (Pizarro & Vallespinos, 2014, p. 161).

El criterio de apreciación de la culpa in abstracto toma como cartabón a un


módulo-tipo que varía de acuerdo a las legislaciones. La culpa en concreto
se valora comparando la conducta desplegada por el sujeto con el módulo
ideal de referencia antes indicado. La determinación de la culpa en concreto
prescinde de parámetros abstractos y está librada a la valoración judicial,
teniendo en cuenta al agente, las virtudes y defectos, y lo que era exigible

45
conforme a la naturaleza de la obligación y a las circunstancias concretas de
persona, tiempo y lugar.

De acuerdo a Pizarro y Vallespinos (2014), en concordancia con la opinión de


Orgaz, la separación entre ambos sistemas es puramente verbal, y nuestro
sistema es a la vez abstracto y concreto. Esto se debe a que el juez debe evaluar
en el caso concreto, ponderando los antecedentes del caso, y luego
contraponerlos con la diligencia que hubiera observado un hombre prudente.

En algunos casos, los deberes de exigencia serán mayores en razón de los


conocimientos o de la situación especial del agente, tal como lo indicaba el art.
902 del sistema derogado “Cuanto mayor sea el deber de obrar con prudencia y
pleno conocimiento de las cosas, mayor será la obligación que resulte de las
consecuencias posibles de los hechos”32

En el actual Código Civil y Comercial existe una norma de similar textura:

Valoración de la conducta. Cuanto mayor sea el deber de obrar


con prudencia y pleno conocimiento de las cosas, mayor es la
diligencia exigible al agente y la valoración de la previsibilidad de
las consecuencias.
Cuando existe una confianza especial, se debe tener en
cuenta la naturaleza del acto y las condiciones particulares de las
partes.
Para valorar la conducta no se toma en cuenta la condición
especial, o la facultad intelectual de una persona determinada, a
no ser en los contratos que suponen una confianza especial
entre las partes. En estos casos, se estima el grado de
responsabilidad, por la condición especial del agente.33

Respeto de la apreciación de la culpa, dicen los fundamentos del Anteproyecto:

En cuanto a la valoración de la conducta se establece que,


cuanto mayor sea el deber de obrar con prudencia y pleno
conocimiento de las cosas, mayor será la diligencia exigible al
agente y la valoración de las consecuencias. De esta manera, se
asigna a esta regla un doble campo de aplicación: en la culpa y
en la causalidad. También se señala que cuando exista una
confianza especial, se deberá tener en cuenta la naturaleza del
acto y las condiciones particulares de las partes. Para valorar la

32 Art. 902 – Código Civil de la Nación. Derogado por ley 26994. Honorable Congreso de la
Nación Argentina.
33 Art. 1725 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación

Argentina.

46
conducta no se toma en cuenta la condición especial, o la
facultad intelectual de una persona determinada, a no ser en los
contratos que suponen una confianza especial entre las partes.
En estos casos se estimará el grado de responsabilidad por la
condición especial del agente. (Lorenzetti, Highton de Nolasco &
Kemelmajer de Carlucci, 2012, http://goo.gl/K8bpzE ).

7.3.5. Culpa de los representantes, dependientes y


auxiliares. Remisión
El deudor responde por la culpa de los dependientes y auxiliares que introduzca
para ejecutar la prestación por él debida.

Bajo el rótulo “Actuación de Auxiliares. Principio de Equiparación”, el nuevo


Código incorpora en forma expresa el principio general de la responsabilidad
obligacional por el hecho ajeno, cuestión no tratada en el texto de Vélez e
incluida en todos los proyectos de reforma elaborados en el último cuarto de
siglo. El deber de responder aparece, por un lado, como consecuencia de la
inejecución –o ejecución defectuosa- de las obligaciones asumidas, o bien por
el perjuicio originado a otro durante el desarrollo de las prestaciones.

Versa el 732: “Actuación de auxiliares. Principio de equiparación. El


incumplimiento de las personas de las que el deudor se sirve para la ejecución
de la obligación se equipara al derivado del propio hecho del obligado”34.

Equiparar significa "considerar a alguien o algo igual o equivalente a otra


persona o cosa" (Real Academia Española, 2014, 23.ª edición). Esto quiere decir
que la responsabilidad contractual del deudor por el hecho ajeno involucra la
actividad de toda persona introducida por el deudor para ejecutar el plan
prestacional que comprende el vínculo obligatorio, sea que el ejecutor pueda o
no ser considerado como dependiente del deudor, sin importar si éste posee
algún poder de dirección o control sobre las acciones del interpuesto. El auxiliar
autónomo que ha integrado la actividad destinada al cumplimiento de una
prestación comprometida por el comitente.

7.3.6. Prueba de la culpa. La cuestión en materia


contractual y extracontractual
Ya habíamos visto, en la unidad 2, que, si bien existe un régimen unificado para
ambas responsabilidades (contractual y extracontractual), quedan subsistentes
algunas diferencias. Lo mismo ocurre en torno a la prueba de la culpa. Respecto

34 Art. 732 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.

47
de la misma debemos distinguir según se trate del ámbito contractual
(obligacional) o extracontractual (aquiliana).

a) Responsabilidad extracontractual. En el ámbito extracontractual rige


el principio por medio del cual quien pretende reparación derivado de
un acto ilícito debe acreditar los extremos que constituyen dicha
relación jurídica (daño, relación de causalidad, antijuridicidad y
factor de atribución).

De tal modo, la culpa no se presume y debe ser probada por quien la


alega, salvo disposición en contrario. Para ello debe probarse la
existencia de los elementos de la responsabilidad civil. En ese sentido,
no basta la antijuridicidad de la conducta para demostrar la culpa. La
antijuridicidad y la culpabilidad se encuentran en planos distintos, de
modo tal que no autorizan a inferir sin más la culpa. Sin perjuicio
de ello, hay supuestos en los cuales la prueba de la antijuridicidad y del
daño permite que los jueces presuman la existencia de culpa invirtiendo
la carga de la prueba. De tal modo, quien deberá demostrar la ausencia
de culpa será el agente. En otros supuestos, la ley dispone la inversión
de la prueba, estableciendo una presunción normativa iuris tantum de
culpabilidad y la consiguiente inversión de la carga probatoria.

b) Responsabilidad contractual. Tradicionalmente se sostuvo que al


acreedor le correspondía probar el título de su crédito, mientras que al
deudor correspondía probar haber cumplido con su obligación, o que
hubiera existido una circunstancia extintiva o impediente de su
obligación. De tal modo, se sostenía que la culpa se presumía en el
incumplimiento contractual. La aceptación de esta distinción entre
obligaciones de medios y de resultados, atribuida a Demogue, llevó a la
doctrina mayoritaria a sostener que la prueba de la culpa era
independiente de la fuente de la obligación y que su carga debía pesar
sobre el acreedor o el deudor según la naturaleza de la prestación.

En las obligaciones de medios, el factor de atribución es subjetivo y


basado en la idea de culpa. En consecuencia, la carga de la prueba recae
por regla en el acreedor (damnificado). Sin perjuicio de ello, existen
ciertas obligaciones de medio agravadas en las cuales, pese a que el
factor de atribución es subjetivo, la culpa se presume por la ley o la
jurisprudencia. Esto sucede en cuestiones tales como la mora
subjetiva del deudor, en la cual éste debe acreditar que la misma no
le es imputable. En las obligaciones de resultado, por el contrario, se
presume la responsabilidad del deudor a partir de la constatación de
la no concreción del resultado esperado. En consecuencia, el deudor

48
deberá demostrar, para liberarse, la ruptura del nexo causal. Ello es así,
ya que esta responsabilidad es objetiva y no subjetiva.

7.3.7. Presunciones de culpabilidad


En principio si trabajamos la culpa desde el ilícito o la responsabilidad aquiliana
quien alega la culpa debe probarla. Pero no obstante ello la prueba de la
antijuridicidad y el daño hacen presumir la culpa. Ello ocurre por vía
jurisprudencial y son los jueces quienes al tener por acreditado el daño y la
antijuridicidad de la conducta invierten la carga de la prueba de la culpa
imponiéndosela al dañador, tal como sucedía en el anterior Código en el daño
causado CON las cosas según el segundo párrafo del derogado art. 1113
(Pizarro & Vallespinos, 2013, pág. 623) Existen situaciones en las cuales, si bien
el factor de atribución es subjetivo, la culpa aparece presumida legal o
jurisprudencialmente. Esto sucede, por ejemplo, en cuanto a la mora subjetiva
del deudor, en donde el art. 886 CCC regula que es el deudor quien debe
aportar la prueba para eximirse de las consecuencias de la mora,
acreditando que no le es imputable. En las obligaciones de resultado, en
cambio, se presume la responsabilidad del deudor a partir de la no obtención
del resultado, debiendo éste acreditar la ruptura del nexo causal (art. 1723), no
es presunción de culpa sino que el factor de atribución es objetivo.

En los casos en que se aplica un factor objetivo de atribución, la culpa queda


fuera de lado, pues la responsabilidad es objetiva. De ahí que el eventual
responsable deberá probar la ruptura del nexo causal, siendo insuficiente la
prueba de la ausencia de culpa. La prueba de la ruptura del nexo causal se logra
a través de la acreditación de una causa ajena, caso fortuito, hecho de un
tercero por quien no debe responder o el hecho de la propia víctima.

7.3.4. Eximentes en materia de responsabilidad


subjetiva. Remisión
Conforme venimos analizando, el daño cuya reparación se pretende debe estar
fundado en un factor de atribución, sea objetivo o subjetivo. En este
entendimiento, pueden existir algunos obstáculos a la configuración del factor
subjetivo. Aparecen las llamadas eximentes de responsabilidad civil, que
pueden identificarse como aquellas circunstancias que operan enervando el
factor de atribución y que pueden aminorar o eximir la responsabilidad por
daño al sindicado como responsable. Analizaremos en detalle estas
circunstancias en la unidad 8.

49
7.4. El dolo

7.4.1. Definición. Distintas acepciones


El dolo es uno de los factores de atribución subjetiva (art. 1724 del CCC). En el
Código derogado se reflejan las tres acepciones dadas al dolo: a) como vicio de
la voluntad, que afecta la intención, elemento interno del acto voluntario, arts.
931 a 936 del CC; b) el incumplimiento obligacional, art. 521 del CC y c) el dolo
delictual, aquél ejecutado a sabiendas y con intención de dañar, art. 1072 del
CC.

Se exponía que –conforme el Código de Vélez- las aserciones del dolo eran:

a) Vicio de la voluntad: como vicio de la voluntad, es “toda aserción de lo


que es falso o disimulación de lo verdadero, cualquier artificio, astucia o
maquinación que se emplee con ese fin”35. Se trata de una conducta
orientada a provocar el error en otra persona.

b) Elemento del delito: el dolo delictual implica ejecutar un hecho


ilícito a sabiendas y con intención de dañar a otra persona o a sus
derechos (art. 1072 del CC). Hay quienes consideran que debe existir un
maligno propósito de dañar. Nosotros pensamos que, para que se
configure el dolo delictual, es suficiente con que el agente se represente
internamente el resultado ligado al efecto querido, que lo quiera y
actúe. Lo determinante es la actitud del agente ante el resultado que se
ha representado, haya o no intención de provocar el daño. Un ejemplo
claro de esto es el caso del ladrón. El ladrón roba porque quiere
enriquecerse, no necesariamente para dañar a la víctima; sin perjuicio
de ello, el dolo está configurado.

c) El dolo en el incumplimiento obligacional: el mismo se configura por


el incumplimiento de manera consciente y deliberada, pudiendo
cumplir. No requiere la intención de dañar.

d) Dolo y “malicia”: el art. 521 del CC se refiere a la inejecución


maliciosa de la obligación; determina una mayor extensión del
resarcimiento y la no aplicación del tope porcentual previsto en materia
de honorarios (último párrafo, art. 505 CC). Ahora bien, es dable definir
qué es lo que debemos entender por “inejecución maliciosa”. Esta
inejecución maliciosa no configura una nueva categoría de

35Art. 931 – Código Civil de la Nación. Derogado por ley 26994. Honorable Congreso de la
Nación Argentina.

50
incumplimiento doloso, sino que la misma es la idéntica inejecución
deliberada que configura el dolo en el incumplimiento obligacional.

Resulta importarte conocer estas aserciones de dolo a fin de apreciar las


innovaciones introducidas por el CCC, en forma especial, las referidas al
incumplimiento obligacional y al dolo delictual.

Existen importantes modificaciones, a lo largo del nuevo Código, de suma


trascendencia respecto del dolo, que influyen sobre su concepto y
consecuencias. Según la nueva norma, el dolo se configura por la producción de
un daño de manera intencional o con manifiesta indiferencia por los intereses
ajenos.

La doctrina (Puig 2015) señala algunas modificaciones que debemos considerar


en la nueva norma:

a) La influencia derivada del art. 9º respecto del principio de buena fe, que
es elevado a principio general del derecho. El citado principio se
introduce metodológicamente en la parte introductoria del Código,
dentro del ejercicio de los derechos, con lo cual cobra relevancia, dado
que constituye una cláusula general aplicable al ejercicio de cualquier
derecho o situación jurídica. La norma expresa que "Los derechos deben
ser ejercidos de buena fe"36; cuando ello se conculca o ignora, el
ejercicio es de mala fe. El dolo es contrario a la buena fe. Reiterando,
ello alcanza a todo derecho o situación jurídica, a los deberes jurídicos
que impongan una actuación determinada u omisión. Acorde a ello es la
norma del art. 729 del CCC (Puig, 2015).

b) Se innova en la conceptualización del dolo contenida en la parte final del


art. 1724, y la diferenciación, en cuanto a consecuencias, cuando deriva
de fuente contractual, art. 1728.

c) Apartándose del Código de Vélez, se elimina el capítulo "De los delitos".

d) Acerca de las consecuencias dañosas, salvo disposición legal en


contrario, se responde por las consecuencias inmediatas y las mediatas
previsibles, art. 1726, prescindiéndose de la causales.

e) No se hace referencia a la inejecución maliciosa de la obligación, como


lo hacía el art. 521, última parte, del Código de Vélez, con el agregado
introducido por la ley 24432, referente a la limitación del pago de costas
preceptuado por el art. 730, última parte.

f) La acción preventiva del daño puede aplicarse al dolo, arts. 1710 y 1711.

36 Art. 9 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.

51
g) Se clarifica la actuación de los auxiliares en la ejecución de la obligación,
art. 732.

h) Se agrega la fórmula “manifiesta indiferencia”, la cual puede


relacionarse con la función sancionatoria del derecho de daños. En este
sentido. esa manifiesta indiferencia será la pauta para la sanción civil.

Conforme la actual redacción normativa podemos entender que al


equipararse el dolo contractual con el extracontractual se pone el
acento en “la situación del acreedor insatisfecho (Picasso 2015, pág.
411). El dolo se configura cuando el daño es producido en forma
intencional y cuando se actúa con manifiesta indiferencia por los
intereses ajenos. Aquí existe una diferencia con el régimen anterior que
requería actuar “a sabiendas” es decir según el código derogado hace
falta un resultado para configurar el dolo. Con la actual redacción basta
con actuar de manera intencional es decir “el agente se representa el
resulta e igual actúa” (Picasso 2014, pág. 412). Es decir que el resultado
dañoso se haya previsto y buscado aun cuando no se haya logrado.

7.4.2. El dolo y el principio de buena fe en los arts. 9 y


729 del Código Civil y Comercial
Como ya se ha mencionado en el punto anterior, existe una gran influencia
derivada del art. 9, que afirma al principio de buena fe como principio general
del derecho. La norma expresa que "Los derechos deben ser ejercidos de buena
fe"; cuando ello se conculca o ignora, el ejercicio es de mala fe. El dolo es
contrario a la buena fe. Reiterando, ello alcanza a todo derecho o situación
jurídica, a los deberes jurídicos que impongan una actuación determinada u
omisión. Acorde a ello es la norma del art. 729, establecida para el
cumplimiento de las obligaciones.

Reza el artículo 9°: “Principio de buena fe. Los derechos deben ser ejercidos de
buena fe”37. Y el artículo 729: “Buena fe. Deudor y acreedor deben obrar con
cuidado, previsión y según las exigencias de la buena fe”38. Con lo cual ambas
normas vienen a completar la idea de “buena fe” e implican una pauta
integradora para la interpretación del dolo en la responsabilidad civil.

7.4.3. El dolo en los arts. 1724 y 1729 del


Código Civil y Comercial

37Art. 9 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.


38Art. 729 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.

52
La parte final del art. 1724 dice: "El dolo se configura por la producción de un
daño de manera intencional o con manifiesta indiferencia por los intereses
ajenos"39.40

La unificación de los ámbitos de responsabilidad lleva a que en un mismo


párrafo se reúnan los conceptos antes diferenciados: a) la intencionalidad del
daño y b) la indiferencia por los intereses ajenos. El dolo aparece en un doble
aspecto, por una parte como "intención de dañar", y por otra como "la
actuación (u omisión) con indiferencia del daño que se cauce a los intereses
ajenos".

La unificación de la responsabilidad civil reunió en un mismo artículo, 1724, las


dos comentadas acepciones.

Para indemnizar el daño, se deberá demostrar que se conculque, por medio del
dolo, el derecho, acto o situación jurídica, por acción u omisión, y acreditar el
resultado dañoso.

Para ambas acepciones, las consecuencias son las mismas, ya que responderán
por las inmediatas y mediatas previsibles.

Clásicamente, el llamado "dolo obligacional" se consideraba aquel en que el


sujeto no quería directamente el perjuicio, pero era consciente del incumplir.

Con la nueva norma, el actuar con “indiferencia” significa aquel


comportamiento que "no importa que se haga de una u otra forma".
Aparentemente –dice Compagnucci de Caso- y según el sentido semántico, el
concepto no se iguala al dolo obligacional anterior, sino más bien al "dolo
eventual" del derecho penal (Compagnucci de Caso, 2015).

La fórmula actual es más certera, al aludir a la “producción de un daño de


manera intencional”41, y también más severa, porque incluye dentro del dolo a
“la manifiesta indiferencia por los intereses ajenos”42.

Como explica Mazzinghi: “Es que, cuando una persona exhibe un descuido
gravísimo y evidente, que revela un desinterés absoluto por la situación del
otro, es razonable que se califique su conducta como dolosa” (2012,
goo.gl/5eGBbE ).

39Art. 1724 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
40 Como se explicara supra, el nuevo Código prescinde del capítulo "De los delitos" contenido en
el sistema de Vélez, eliminado la norma del art. 1072 del Código derogado. Ello se refleja en una
simplificación de las normas referidas tanto al factor de atribución subjetivo y al daño, que llevará
a la doctrina a un detenido análisis.
41 Art. 1724 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación

Argentina.
42 Art. 1724 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación

Argentina.

53
El dolo es definido como “la intención de causar el daño” con “manifiesta
indiferencia por los intereses ajenos”. De allí que sostenga Vázquez Ferreyra,
(2015), que en el Código de Vélez, el dolo eventual era asimilable a la culpa,
mientras que en el nuevo ordenamiento, el dolo eventual es equiparable lisa y
llanamente al dolo.

Esta última apreciación implica una visión polémica sobre la modificación


introducida por el Código Civil y Comercial vigente, la que seguramente será
tratada por la doctrina especializada.

7.4.4. Efectos
Existen supuestos en los cuales el daño sólo resulta jurídicamente resarcible en
tanto y en cuanto el autor del evento haya actuado con dolo. En estos casos, el
dolo funciona como criterio de expansión del área resarcible, como sucede en
arts. 521 y 905 del Código de Vélez, o cuando, lisa y llanamente, el dolo se
convierte en un verdadero criterio de selección del daño, abriendo la puerta a
la tutela en casos en que, de no haber mediado dolo, no hubiera sido viable tal
protección (art. 1728).

Sin perjuicio de las consideraciones precedentes, el dolo genera efectos propios


en numerosas situaciones:

a) Es inválida la dispensa anticipada que exime o limita la responsabilidad,


total o parcialmente, del daño sufrido por dolo del deudor o de las
personas por las cuales debe responder (art. 1743). Aquí, el dolo se
suma a la invalidez de las cláusulas cuando afectan derechos
indisponibles, atentan contra la buena fe, las buenas costumbres o leyes
imperativas.

b) La invalidez de tales cláusulas no sólo alcanza al deudor, sino también a


las personas por las cuales debe responde; se impone la invalidez
anticipada de la dispensa de toda cláusula que exima de responder a los
dependientes, auxiliares o personas de las cuales se sirve el deudor
(arts. 1743 y 732).

Asimismo, permitir la dispensa anticipada es tolerar la mala fe y


someter el acto a la sola voluntad del deudor, el no cumplir.

No debe confundirse la dispensa anticipada con la renuncia del derecho


de reclamar daños y perjuicios por parte del acreedor, una vez operado
el incumplimiento doloso.

c) No se beneficia con la atenuación de la responsabilidad en relación a la


facultad del juez –al fijar la indemnización- de disminuirla, por un

54
fundamento de equidad y en función del patrimonio del deudor, la
situación personal de la víctima y las circunstancias de hecho del art.
1742. En este caso, la indemnización es plena (art. 1740).

d) La exclusión o limitación de la responsabilidad por la incidencia del


hecho del damnificado en la producción del daño, que se exceptúa
cuando la ley o el contrato dispongan que debe tratarse de su culpa, de
su dolo o de cualquier otra circunstancia especial (art. 1729).

e) La responsabilidad por caso fortuito o por imposibilidad de


cumplimiento. Si bien el inc. “d” del art. 1733 refiere a la culpa, es
aplicable si el caso fortuito o imposibilidad de cumplimiento
sobrevienen por su dolo.

f) En los daños causados por acusación calumniosa sólo se responde por


dolo o culpa grave (art. 1771).

El dolo y la extensión del resarcimiento

El art. 1726 del nuevo Código establece que “son reparables las consecuencias
dañosas que tienen nexo adecuado de causalidad con el hecho productor del
daño. Excepto disposición legal en contrario, se indemnizan las consecuencias
inmediatas y las mediatas previsibles”43. Se introduce así el factor previsibilidad
para éstas últimas, que no estaba en el texto del art. 901 del Código de Vélez,
respecto de las consecuencias mediatas.44

Introduce el nuevo Código otra novedad en materia de consecuencias


derivadas de los contratos, al establecer la previsibilidad, donde, de acuerdo al
art. 1728, se responde por las consecuencias que las partes previeron o
pudieron haber previsto al momento de su celebración. Aquí, la relevancia está
en la previsibilidad de las partes al momento de la celebración del acto
contractual o la posibilidad de haberlas previsto.

Pero, si existe dolo del deudor, la responsabilidad se fija tomando en cuenta


estas consecuencias al momento del incumplimiento. Es decir, además de las
consecuencias previstas al momento de la celebración, se le agregan las
consecuencias dañosas al producirse el incumplimiento, lo que cobra
importancia en los contratos de duración. Cuando se cualifica a la conducta del
deudor como "culposa", éste debe las consecuencias previsibles al tiempo de

43 Art. 1726 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.
44 Son consecuencias inmediatas las de un hecho que acostumbra a suceder según el curso

natural y ordinario de las cosas, y mediatas las consecuencias que resultan solamente de la
conexión de un hecho con un acontecimiento distinto. “Las consecuencias mediatas que no
pueden preverse se llaman «consecuencia casuales»" (art. 1727 – Código Civil y Comercial de la
Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina).

55
celebración o nacimiento del contrato; en tanto, cuando existe dolo del deudor,
se extiende la reparación hasta las consecuencias previsibles al tiempo del
incumplimiento.

Si bien la norma refiere al dolo del deudor, resulta aplicable al dolo del
acreedor, de acuerdo a lo convenido contractualmente, con respaldo en el art.
1716.

7.4.5. Prueba
El dolo no se presume; por el contrario, el mismo debe ser alegado y
probado. Dicha tarea corresponde a quien invoca su existencia. Se aplican en
esta temática los principios generales, admitiéndose inclusive la prueba
indiciaria o de presunciones, lo cual es cosa distinta a decir que el dolo se
presume.

7.4.6. Dolo y culpa concurrente


En cuanto concurren, en el evento dañoso, ambas conductas (culpa y dolo), por
parte de víctima y victimario, debemos decir que las mismas no se neutralizan,
sino que deben ser analizadas cada una en el caso particular.

Conforme analizaremos en detenimiento en las causales de exoneración (punto


8.4), pueden existir supuestos en los cuales el daño derive de la culpa del
demandado y de la víctima. En estos supuestos se distribuirán entre ambos las
consecuencias dañosas, soportando cada uno de ellos una carga proporcional a
la incidencia causal que hubieran aportado en la producción del daño.

7.4.7. Dolo concurrente


En cuanto concurren, en el evento dañoso, ambas conductas, por parte de
víctima y victimario, deben ser analizadas ambas conductas en el caso concreto
a los fines de la eximente de responsabilidad civil. En caso de concurrencia de
culpa, la víctima con el dolo del demandado, éste último absorbe el hecho
culpable o no de la víctima. De ese modo se considera que el sindicado como
responsable ha sido el único causante del daño. En la concurrencia del dolo de
la víctima y del demandado, procede la reparación del daño causado teniendo
en cuenta la incidencia de cada conducta dolosa en la producción del resultado.

56
7.4.8. Dispensa del dolo. Remisión
Son nulas las cláusulas que anticipadamente dispensen al deudor de la
responsabilidad por el incumplimiento de la obligación (art. 1743 CCC), ya que
esto atenta contra la naturaleza misma del concepto de obligación. Asimismo,
ello estaría reñido con el principio de buena fe, con la moral y las buenas
costumbres.

Versa el artículo 1743:

Dispensa anticipada de la responsabilidad. Son inválidas las


cláusulas que eximen o limitan la obligación de indemnizar
cuando afectan derechos indisponibles, atentan contra la buena
fe, las buenas costumbres o leyes imperativas, o son abusivas.
Son también inválidas si liberan anticipadamente, en forma total
o parcial, del daño sufrido por dolo del deudor o de las personas
por las cuales debe responder.45

Sin embargo, nada obstaría a que, una vez producido el incumplimiento doloso,
el acreedor pueda renunciar a los derechos resarcitorios que derivan del
mismo. Nos remitimos a la bibliografía obligatoria46 y a lo analizado en el
apartado 8.4.

7.5. Factores objetivos de atribución

7.5.1. Caracterización. Importancia


Los factores objetivos de atribución se caracterizan por:

a) Fundar la atribución del incumplimiento obligacional y la


responsabilidad que de él deriva, o la responsabilidad que emerge de
hechos ilícitos stricto sensu, en parámetros objetivos de imputación;

b) Con total abstracción de la idea de culpabilidad.

En efecto, la responsabilidad objetiva es mucho más que una responsabilidad


sin culpa, ya que tiene un elemento positivo, axiológico, que justifica
dicha responsabilidad y determina su procedencia (Pizarro & Vallespinos,
2014).

45 Art. 1743 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.
46 Pizarro & Vallespinos, 2014, p. 159.

57
7.5.2. Clasificación
El CCC, en el Capítulo I –dedicado a la responsabilidad civil- contempla la
responsabilidad objetiva, con la doctrina (Galdos, 2012) podemos efectuar la
siguiente distinción de supuestos:

 el riesgo y el vicio (designaciones, éstas, que son las más difundidas en la


doctrina y jurisprudencia) de las cosas y de las actividades riesgosas o
peligrosas por su naturaleza, por los medios empleados o por las
circunstancias de su realización (arts. 1757, 1758, 1733 inc. “e”);

 la indemnización de equidad (art. 1742) y los daños causados por los


actos involuntarios (arts. 1750);

 la garantía (aludiendo al fundamento de las responsabilidades indirectas)


(art. 1753), en la responsabilidad contractual objetiva (art. 1723) y en la
responsabilidad profesional por resultado (art. 1768);

 la responsabilidad del grupo en caso de actividad peligrosa y la


responsabilidad del grupo en caso de autoría anónima (arts. 1762 y
1761);

 la del dueño y ocupante de un edificio por las cosas arrojadas o caídas


(art. 1760);

 el daño causado por animales (art. 1759);

 el daño derivado de los accidentes de tránsito (art. 1769);

 la responsabilidad de los padres y de los tutores, curadores y otras


personas encargadas de los menores e incapaces (arts. 1754, 1755,
1756);

 la de los titulares de los establecimientos educativos (art. 1767);

 la responsabilidad del principal por el hecho del dependiente (art. 1753);

 la responsabilidad por los hechos de quién se sirve para el cumplimiento


de sus obligaciones (art. 1753).

Pero a lo largo del Código se observa también la aplicación de factores de


responsabilidad objetiva, en enumeración no exhaustiva la doctrina (Galdos
2012) señala algunos de estos otros supuestos:

 en la responsabilidad del tomador en el contrato de leasing (art. 1243);

 en el transporte de personas por los daños causados a las personas (art.


1286);

58
 en el transporte de cosas, el transportista se exime probando la causa
ajena en caso de pérdida o deterioro de las cosas transportadas y del
equipaje del pasajero, salvo los objetos de valor extraordinarios y los
efectos que el pasajero lleva consigo (arts. 1286 y 1293);

 la responsabilidad del hotelero, conforme las normas del depósito


necesario (arts. 1369, 1370, 1371, 1372), por los daños o pérdida de los
efectos introducidos en el hotel, en el vehículo guardado en lugares del
establecimiento o puesto a disposición por el hotelero y en las cosas
dejadas en los vehículos, salvo "caso fortuito o fuerza mayor ajena a la
actividad hotelera" (arts. 1369, 1370, 1371, 1372, 1373, 1374, 1375 y
concs.). Las normas del depósito necesario se aplican a "los
establecimientos y locales asimilables": "los hospitales, sanatorios, casas
de salud y deporte, restaurantes, garajes, lugares y playas de
estacionamiento y otros establecimientos similares que presten sus
servicios a título oneroso".

 en los casos de ruina o por daños que comprometen la solidez de la obra,


y los que la hacen impropia para su destino, el constructor se libera si
prueba la causa ajena (art. 1373); y no es causa ajena el vicio del suelo ni
de los materiales (art. 1273); esa responsabilidad es extensible al
subcontratista, proyectista, director de obra, y cualquier profesional
ligado al comitente, según la causa de los daños (art. 1274 inc. c).

 el fiduciario responde sobre la base de la responsabilidad objetiva de los


arts. 1557 y concs. cuando no contrató el seguro obligatorio contra la
responsabilidad civil que cubra los daños causados por las cosas objeto
del fideicomiso, o cuando la cobertura de riesgos o montos resulte
irrazonable (art. 1685).

7.5.3. La teoría del riesgo. Distintas vertientes.


Aplicaciones. Artículos 1757 y 1758 del Código Civil y
Comercial
La teoría del riesgo tiene origen en el derecho francés de fines del siglo XIX, y
adquirió gran reconocimiento a partir de la primera mitad del siglo XX. Esta
doctrina intenta proveer una explicación a la responsabilidad civil basada en
el riesgo; sin embargo, se advierten diferentes líneas de pensamiento:

a) La teoría del riesgo creado. Según esta teoría, quien es dueño o se


sirve de cosas o realiza actividades que, por su naturaleza o modo
de empleo, producen riesgos potenciales a terceros, debe responder
por los daños que ellas ocasionen. En consecuencia, el factor de

59
atribución que rige es objetivo y es una contrapartida del riesgo
creado.

Éste es el criterio que sostienen Pizarro y Vallespinos47, consagrado


en los arts. 1757 y 1758 del CCC. En efecto, la persona que introduce
en la sociedad un factor de riesgo responde objetivamente por el
daño causado, se beneficie o no con el mismo.

b) La doctrina del riesgo-beneficio. Según esta doctrina, se debería


responder objetivamente por cualquier riesgo creado, siempre que
permita alcanzar un beneficio. En consecuencia, si dicho beneficio
no está presente, no se debería responder objetivamente. El alcance
y sentido de la noción “provecho o beneficio” fue perdiendo
gradualmente su contenido económico hasta comprender cualquier
tipo de utilidad o ventaja. Ateniéndonos a esa última interpretación,
la teoría del riesgo-beneficio se acerca notablemente a la teoría del
riesgo creado.

c) La doctrina del acto anormal. De acuerdo a esta línea de


pensamiento, quien incorpora a la sociedad un riesgo no debe
responder objetivamente por todas las consecuencias perjudiciales
que deriven de él, sino por aquellas que excedan la “normalidad”.
Se discute si dicho concepto incluye la negligencia del agente o no.
De algún modo, existiría una aproximación a la idea de culpa, oculta
bajo otra denominación. No parece lógico esto, ya que, de
aceptarse esta doctrina, quedarían fuera del campo del riesgo
creado daños como los causados por automóviles, aeronaves en
vuelo, etc., que, aun respondiendo a la actividad normal, son
idóneos para causar graves daños.

De acuerdo a lo expuesto y ateniéndonos a nuestro ordenamiento jurídico,


quedan incluidos en la esfera del riesgo creado: los daños causados por el
riesgo o vicio de la cosa (art. 1757 del CCC); los daños causados al consumidor
por el vicio o defecto de la cosa o en la prestación del servicio (art. 40 de la ley
24240); los daños derivados de actividades riesgosas (art. 1757); los daños
derivados de residuos peligrosos; la responsabilidad del propietario de una
mina (art. 58 del Código de Minería); la responsabilidad del explotador o de
quien usa una aeronave. Algunos juristas también incluyen a la responsabilidad
de las personas jurídicas y la del principal por el hecho de sus dependientes.

47 Véase Pizarro & Vallespinos, 2014, p. 172 y ss.

60
7.5.4. La seguridad y la garantía. Proyecto de 1998 y
Código Civil y Comercial
Cierta doctrina considera que la garantía constituye un factor de atribución
objetivo autónomo. Dentro de este esquema, se suelen mencionar, en el
ámbito extracontractual, la responsabilidad del principal por el hecho del
dependiente (art. 1753 del CCC) y la obligación de seguridad, incluida con
carácter general y accesorio, de manera tácita, en ciertos contratos, para
preservar a las personas y a su propiedad contra los daños que puedan
ocasionarse al momento de ejecutarlo (v. g., contrato de espectáculos
deportivos, contratos médicos, etc.). Esta obligación de garantía se encuentra
presente en todos los contratos de consumo, sin importar aquí la idea del
contrato en sí misma. Lo que importa para la norma es la protección del
consumidor. Conforme lo cual, la responsabilidad será de tipo objetiva, sea que
el daño tenga o no origen en un contrato.

De tal modo, también quedan incluidos dentro de la obligación de garantía


los daños que el deudor pueda causar al acreedor por medio de los terceros
que introduzca a fin de ejecutar la prestación.

7.5.5. La equidad. Responsabilidad por daños


involuntarios en el Código Civil y Comercial.
Este factor de atribución sigue el camino marcado en el Código Civil derogado,
que tenía aplicación en materia de daño involuntario (art. 921). Conforme la
norma derogada, los daños involuntarios, en principio, no generan
responsabilidad civil. Sin embargo, existen dos excepciones:

a) Contenida en el art. 907 del CC, se funda en el principio del


enriquecimiento sin causa. La norma reza:

…cuando por los hechos involuntarios se causare a otro algún


daño en su persona y bienes, sólo se responderá con la
indemnización correspondiente, si con el daño se enriqueció el
autor del hecho, y en tanto, en cuanto se hubiere enriquecido.48

b) La segunda excepción constituye la indemnización de equidad


contemplada en el texto agregado por ley 17711 al art. 907 del CC.
Dicha norma expresa: “Los jueces podrán también disponer un
resarcimiento a favor de la víctima del daño, fundados en razones

48Art. 907 – Código Civil de la Nación. Derogado por ley 26994. Honorable Congreso de la
Nación Argentina.

61
de equidad, teniendo en cuenta la importancia del patrimonio del autor
del hecho y la situación personal de la víctima”49.

El Código Civil y Comercial recepta esta línea de pensamiento, en tanto, por


regla, los daños involuntarios no generan responsabilidad civil, salvo lo
dispuesto por los arts. 1750 y 1742 del CCC.

Según en el art. 1750 del CCC, se determina que el agente dañoso responde por
"equidad" si el daño fue causado por un "acto involuntario" (conf. art. 260 del
CCC) y se reenvía al art. 1742, que establece las características a tener en
cuenta por el juzgador para fijar la indemnización.

El art. 1750 del CCC, por reenvío al art. 1742, prevé en forma similar a lo
preceptuado en el art. 907 del Código Civil derogado para los daños causados
por actos involuntarios, en el que se faculta al juez a disponer un resarcimiento
a favor del damnificado, fundado en razones de equidad; la indemnización
debe tener como base, para su fijación, el patrimonio del autor del hecho, la
situación personal de la víctima y las circunstancias del hecho, es decir que el
juzgador deberá balancear ambos patrimonios, el del agente dañoso y el del
damnificado, y, al sopesar ambos, si el del deudor del daño causado
involuntariamente lo amerita, podrá trasladar a la víctima una parte para cubrir
al menos parcialmente el perjuicio sufrido, cumpliendo así con la meta
equitativa de la norma en los arts. 1742 y 1750 del CCC.

Como señaláramos antes, el CCC, en su art. 261, preceptúa qué se considera


"acto involuntario", disponiendo que es: 1) el acto de quien al momento de
realizarlo está privado de razón, 2) el acto ilícito de la persona menor de edad
que no cumplió 10 años y 3) el acto lícito de la persona menor de edad que no
cumplió 13 años de edad. Como observáramos, este último supuesto difiere del
actual régimen, que exige como mínimo los 14 años de edad cumplidos para ser
responsable directo por actos lícitos (conf. arts. 921 y 1076 del CCC).

Para que se configure el segundo supuesto regulado (equidad), es necesario:

 Que exista un acto involuntario.

 Que cause daño a un tercero.

 Que medie relación causal adecuada entre ambos elementos.

El juez tiene la facultad de otorgar el resarcimiento, y, discrecionalmente,


establecerá la cuantía equitativa de la indemnización, teniendo en cuenta la
importancia del patrimonio del autor del hecho (demente o menor de diez

49Art. 907 – Código Civil de la Nación. Derogado por ley 26994. Honorable Congreso de la
Nación Argentina.

62
años) y la situación personal del damnificado. Esta reparación puede o no ser
plena e integral.

Versa el artículo 1750: “Daños causados por actos involuntarios. El autor de un


daño causado por un acto involuntario responde por razones de equidad. Se
aplica lo dispuesto en el artículo 1742”50. Por su parte, el art. 1742:

Atenuación de la responsabilidad. El juez, al fijar la


indemnización, puede atenuarla si es equitativo en función del
patrimonio del deudor, la situación personal de la víctima y las
circunstancias del hecho. Esta facultad no es aplicable en caso de
dolo del responsable.51

7.5.6. El abuso del derecho como posible factor objetivo


de atribución. Responsabilidad derivada del ejercicio
abusivo del derecho
Algunos autores consideran el abuso del derecho (art. 10 del CCC) como factor
de atribución. En ese sentido, esgrimen que esto es así ya que el artículo
consagra un concepto de abuso de derecho con carácter objetivo. De tal modo,
sostienen que, para comprometer la responsabilidad civil de quien incurre en
dichas conductas abusivas, no es suficiente la prueba de la culpa,
convirtiéndose éste en un factor de atribución subjetiva.

Dice el artículo citado:

Abuso del derecho. El ejercicio regular de un derecho propio o el


cumplimiento de una obligación legal no puede constituir como
ilícito ningún acto.
La ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos. Se
considera tal el que contraría los fines del ordenamiento jurídico
o el que excede los límites impuestos por la buena fe, la moral y
las buenas costumbres.
El juez debe ordenar lo necesario para evitar los efectos del
ejercicio abusivo o de la situación jurídica abusiva y, si
correspondiere, procurar la reposición al estado de hecho
anterior y fijar una indemnización.52

50 Art. 1750 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.
51 Art. 1742 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación

Argentina.
52 Art. 10 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.

63
En relación al punto, Pizarro y Vallespinos sostienen que el abuso del
derecho no es un factor autónomo de atribución, sino una modalidad de
antijuridicidad. En consecuencia, y según sea el tipo de trasgresión el factor
de atribución podrá ser objetivo o subjetivo, dependiendo las circunstancias
del caso (Pizarro & Vallespinos, 2014)

7.5.7. Exceso de la normal tolerancia entre vecinos


Al igual que respecto del abuso del derecho, algunos autores consideran que el
exceso en la normal tolerancia entre vecinos o “inmisiones”, tal como ahora las
llama el Código Civil y Comercial (art. 1973) constituye otro supuestos de
responsabilidad objetiva. Al respecto, esta norma reza:

Inmisiones. Las molestias que ocasionan el humo, calor, olores,


luminosidad, ruidos, vibraciones o inmisiones similares por el
ejercicio de actividades en inmuebles vecinos, no deben exceder
la normal tolerancia teniendo en cuenta las condiciones del lugar
y aunque medie autorización administrativa para aquéllas.
Según las circunstancias del caso, los jueces pueden disponer la
remoción de la causa de la molestia o su cesación y la
indemnización de los daños. Para disponer el cese de la inmisión,
el juez debe ponderar especialmente el respeto debido al uso
regular de la propiedad, la prioridad en el uso, el interés general
y las exigencias de la producción.53

Algunos autores sostienen que se trata de una responsabilidad objetiva,


propter rem, que opera como una carga sobre la propiedad y que va pasando
de dueño en dueño.

Al respecto, podemos decir que las conclusiones vertidas en materia de


abuso del derecho pueden ser igualmente aplicadas en esta materia. En
concreto, el exceso de la normal tolerancia entre vecinos no constituye un
factor de atribución objetivo autónomo, sino que es una modalidad de
antijuridicidad. Aun más, podemos decir que normalmente la responsabilidad
derivada de estos supuestos será objetiva, siempre que el daño sea causado
por el riesgo o vicio de la cosa (Pizarro & Vallespinos, 2014)

53Art. 1973 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.

64
7.5.8. Otros posibles factores objetivos de atribución
(igualdad ante las cargas públicas, seguridad social, el
riesgo de empresa, el crédito especial a la seguridad,
etc.)
Conforme el código derogado, algunos autores admiten la presencia de otros
factores de atribución subjetivos:

a) Igualdad ante las cargas públicas. Algunos juristas consideran como


factor objetivo de atribución la igualdad ante las cargas públicas, con
fundamento en el art. 16 de la CN. Este factor de atribución justificaría
la responsabilidad civil del estado por actos lícitos.

b) Seguridad social. Otro factor de atribución objetivo mencionado por la


doctrina es la seguridad social, como justificativo de la socialización del
daño.

c) El derecho a la intimidad. Otros autores, por su parte, incluyen la


violación a la intimidad (art. 1071 bis) como un factor objetivo de
atribución autónomo. Pizarro y Vallespinos (2014), explican claramente
las razones por las cuales dicha conclusión es errónea. En concreto,
señalan que dichas ideas no surgen del art. 1071 bis del CC, y ya que no
parece lógico que se proteja solamente el derecho a la intimidad y
no los demás derechos personalísimos. En consecuencia, podemos
sostener que la arbitrariedad importa un sinónimo de antijuridicidad y
es suficiente para revelar el factor de atribución aplicable.

d) La actividad económica como factor objetivo de atribución. En el


derecho estadounidense se establecen criterios económicos a fin de
atribuir responsabilidades civiles. De tal modo, en ciertos casos se
justifica la responsabilidad de un agente debido a que el mismo se
encontraba en mejores condiciones para prevenir el daño, o en base a
los réditos logrados por dicha actividad económica.

e) Falta de servicio. Se remite a la bibliografía obligatoria.

f) Sacrificio especial. Se remite a la bibliografía obligatoria54.

54 Pizarro & Vallespinos, 2014, p. 183.

65
7.5.9. Eximentes en materia de responsabilidad
objetiva. Remisión
Conforme venimos analizando, el daño cuya reparación se pretende debe estar
fundado en un factor de atribución, sea objetivo o subjetivo. Sin embargo,
pueden existir obstáculos a la configuración de este presupuesto. Aquí
aparecen las llamadas eximentes de responsabilidad civil, que pueden
identificarse como aquellas circunstancias que operan enervando el factor de
atribución y que pueden aminorar o eximir la responsabilidad por daño al
sindicado como responsable. En la unidad 8 analizaremos con detenimiento
cada uno de los supuestos de las eximentes en el caso de la responsabilidad
fundada en un factor objetivo de atribución.

7.6. Responsabilidad contractual


objetiva

7.6.1. La línea divisoria de la responsabilidad


subjetiva y objetiva en materia obligacional
(responsabilidad contractual)
Como sostuvimos en el unidad 1, el distingo entre la responsabilidad
contractual y la extracontractual surge como consecuencia de una diferencia
conceptual entre el origen de una y de otra, y lleva una larga historia en el
derecho privado, lo que llevó a generar la denominada "teoría de las culpas"
contractual y extracontractual.

Con la unificación del régimen de responsabilidad civil, no corresponde hacer


esta distinción, por lo cual el factor de atribución será subjetivo u objetivo, sin
importar el origen del daño.

Al respecto, señala el art. 1721: “Factores de atribución. La atribución de un


daño al responsable puede basarse en factores objetivos o subjetivos. Sin
efectuar distinción alguna”55.

Ahora bien, quedando claro que ante el incumplimiento contractual se puede


aplicar un factor objetivo o subjetivo, se impone preguntarnos ¿cómo podemos
saber cuándo el factor es objetivo y cuándo es subjetivo?

55Art. 1721 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.

66
La respuesta la otorga el art. 1723: “Responsabilidad objetiva. Cuando de las
circunstancias de la obligación, o de lo convenido por las partes, surge que el
deudor debe obtener un resultado determinado, su responsabilidad es
objetiva”56.

Se explica en los fundamentos del Anteproyecto:

Las diferencias entre la imputación objetiva y subjetiva son


claras: en la primera, el deudor se exime demostrando el caso
fortuito, el hecho de un tercero, o el hecho de la víctima, o sea
sólo puede invocar la ruptura del nexo causal. En cambio, en la
segunda, aun en los supuestos en los que la ley presuma la
culpa, el deudor se exime mediante la demostración de su falta
de culpa. (Lorenzetti, Highton de Nolasco & Kemelmajer de
Carlucci, 2012, http://goo.gl/K8bpzE ).

En la definición de la imputación objetiva, si bien se expresa en los


fundamentos que se ha prescindido de la clasificación entre obligaciones de
medios y de resultado, lo cierto es que, en el plano normativo, si el deudor
promete un resultado determinado y éste no se obtiene, no puede eximirse
demostrando su falta de culpa. En estos casos, la imputación es objetiva porque
sólo se libera con la prueba de la ruptura del nexo causal.

7.6.2. Las obligaciones de medios y resultados. Los arts.


1723 y 1724 del Código Civil y Comercial
Tal como expresáramos más arriba, si bien el Código no distingue
expresamente entre obligaciones de medios y resultados, para determinar el
ámbito de la responsabilidad subjetiva u objetiva en materia obligacional
(contractual), la remisión que efectúa la norma implica fácticamente su
distinción, por lo cual debemos comprender la extensión y diferencia entre
obligaciones de medios y resultados.

Esta construcción doctrinaria es atribuida a René Demogue; sin embargo, no


fue este jurista de origen francés su iniciador, ya que existen antecedentes de
ella en el derecho romano y en el antiguo derecho francés.

En el derecho alemán fue desarrollada por Bernhoft, quien evidenció la


necesidad de diferenciar las relaciones obligatorias, de acuerdo a la mayor o
menor correspondencia del objeto con el resultado final esperado por el
acreedor. Posteriormente, Fisher hizo avances importantes en la materia. En
Italia, y a principios del siglo XX, autores de importancia (entre los cuales
56Art. 1723 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación
Argentina.

67
se encuentra Osti) advirtieron la relevancia del distingo. Sin embargo, fue
Demogue quien hizo evidente la necesidad de distinguir entre las obligaciones
de medio y de resultados. En efecto, fue el primero en emplear con sentido
definido estas expresiones.

Esta teoría se fue enraizando en Francia, España e Italia, llegando a Argentina


con fuerte predicamento. Sin perjuicio de ello, hay quienes dudan de sus
fortalezas.

Pizarro y Vallespinos (2014) consideran que la distinción es útil y relevante, ya


que proyecta al plano del factor de atribución de la responsabilidad civil,
marcando la línea divisoria de las aguas: la responsabilidad subjetiva
(obligaciones de medios) y la responsabilidad objetiva (obligaciones de
resultados).

La distinción formulada ha tenido un desarrollo notable desde su nacimiento


hasta nuestros días57.

Entre nosotros, la adopción de estas construcciones jurídicas ha sido


fundamental, y gracias al aporte de Alberto J. Bueres. Este autor conceptúa al
objeto de la obligación como el plan o proyecto de una conducta futura del
deudor, con miras a dar satisfacción a un interés del acreedor. Ambos factores
(conducta humana más interés del acreedor) forman parte del objeto; sin
embargo, la relación jurídica puede distinguirse de acuerdo se trate de un
deber de medios o de resultados.

En las obligaciones de medios, también denominadas de prudencia o de


diligencia, el deudor se compromete a la realización de una conducta dirigida
a la concreción de un resultado que el acreedor espera y quiere, pero que no
es asegurado por el deudor. De tal modo, hay dos factores de los cuales
dependerá el resultado: el primero, que el deudor despliegue la conducta
diligente orientada a lograr el resultado; el segundo, de carácter aleatorio
(resultado), cuya efectivización no depende exclusivamente de la conducta del
deudor sino de otros factores contingentes. Un ejemplo de esto sería el caso
del abogado que asume la obligación de poner sus conocimientos y diligencia a
fin de lograr el reconocimiento de un derecho de acreedor. Sin embargo, el
abogado no podrá ni deberá asegurar el éxito de dicha tarea, ya que no
depende totalmente de su actuar. En consecuencia, en estas obligaciones,
Pizarro y Vallespinos sostienen que el interés final se halla in obligatione, pero
no in solutione.

En las obligaciones de medio, en consecuencia, el factor de atribución es


subjetivo. La prueba de la culpa del deudor puede pesar sobre el acreedor o,
excepcionalmente, puede ser presumida iuris tantum, con lo cual

57 Véase Pizarro & Vallespinos, 2014, p. 184 y ss.

68
corresponderá al deudor la acreditación de la no culpa, es decir de su actuación
diligente.

En las obligaciones de resultado, por el contrario, el deudor compromete su


conducta para el logro de un resultado no contingente ni aleatorio, de suerte
que la no concreción del mismo implica el incumplimiento del deudor, salvo
que pudiera acreditar la ruptura del nexo causal. En este sentido, el deudor
asegura el resultado exitoso. El factor de atribución en estos casos es objetivo.

Cabe preguntarnos qué efecto producen la falta de obtención del resultado y


la presunción de incumplimiento que deriva de ello. El deudor deberá probar la
ruptura del nexo causal, ya sea por el casus, el hecho de un tercero por quien
no deba responder o el hecho de la víctima.

En suma, la distinción entre obligaciones de medios y resultados ha


evolucionado notablemente en nuestros días. Así, ha perdido el propósito de
fijar directiva en cuestión meramente probatoria, para determinar si el factor
de atribución aplicable es objetivo o subjetivo58.

Actualmente, el Código Civil y Comercial establece, en el art. 1723, la


responsabilidad objetiva ante el incumplimiento contractual “Cuando de las
circunstancias de la obligación, o de lo convenido por las partes, surge que el
deudor debe obtener un resultado determinado, su responsabilidad es
objetiva”59.

Luego, cuando el deudor no se comprometiera a un resultado, sino sólo a las


diligencias necesarias para obtenerlo, es decir, cuando asumiera una obligación
de medios, el factor de atribución ante el incumplimiento contractual será
subjetivo y de conformidad a lo establecido por el art. 172460.

58 Véase Pizarro & Vallespinos, 2014, p. 185.


59 Art. 1723 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación
Argentina.
60 “Factores subjetivos. Son factores subjetivos de atribución la culpa y el dolo. La culpa consiste

en la omisión de la diligencia debida según la naturaleza de la obligación y las circunstancias de


las personas, el tiempo y el lugar. Comprende la imprudencia, la negligencia y la impericia en el
arte o profesión. El dolo se configura por la producción de un daño de manera intencional o con
manifiesta indiferencia por los intereses ajenos” (art. 1724 – Código Civil y Comercial de la
Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina).

69
8. Eximentes
8.1. De las eximentes en general

8.1.1. Definición e importancia


Las eximentes son circunstancias que operan enervando la antijuridicidad, la
relación de causalidad o los factores de atribución. Las mismas poseen gran
importancia, ya que pueden aminorar o eximir la responsabilidad por daño al
sindicado como responsable.

8.1.2. Clasificación
Según el efecto que producen, encontramos eximentes vinculadas con la
antijuridicidad, con el factor de atribución y con la relación de causalidad.
Pasemos a analizar quién carga con la prueba de cada categoría y sus
particularidades.

8.1.3. Prueba de las eximentes. Facultades judiciales


El Código Civil y Comercial regula la carga de la prueba del factor de atribución
y la eximente en el art. 1734 del CCC, estableciendo que, excepto disposición
legal, la carga de la prueba de los factores de atribución y de las circunstancias
eximentes corresponde a quien la alega. Luego, el art.1736 establece que la
carga de la prueba de la relación de causalidad corresponde a quien la alega,
excepto que la ley la impute o la presuma. La carga de la prueba de la causa
ajena o de la imposibilidad de cumplimiento recae sobre quien la invoca.

Si bien la norma refiere al factor de atribución relación de causalidad, la misma


es aplicable para el resto de los presupuestos y eximentes. Quien invoque un
eximente que obstaculice la configuración de la antijuridicidad tendrá a su
cargo la prueba de tal afirmación.

Así como existe una regla, debemos decir que el legislador estableció las
facultades judiciales como excepción. En efecto, establece el art. 1735 del CCC
que, no obstante la regla expuesta, el juez puede distribuir la carga de la
prueba de la culpa o de haber actuado con la diligencia debida, ponderando

70
cuál de las partes se halla en mejor situación para aportarla. Si el juez lo
considera pertinente, durante el proceso debe comunicar a las partes que
aplicará este criterio, de modo de permitir a los litigantes ofrecer y producir los
elementos de convicción que hagan a su defensa.

Esta regla puede resultar rígida en algunos casos en los que existen dificultades
para el acceso a los medios de prueba o para la presentación de la misma, y es
por eso que se habilita una corrección para mitigar estos efectos. En particular,
con relación a la prueba de la culpa o de haber actuado con la diligencia debida,
el juez puede ponderar cuál de las partes se halla en mejor situación para
aportarla. Existe entonces una regla general legal que adjudica la carga
probatoria a quien invoca el factor de atribución o la eximente.

8.2. Eximentes vinculadas con la


antijuridicidad. Las causas de
justificación

8.2.1. Definición
Las causas de justificación enervan la antijuridicidad 61 de la conducta
y, bajo ciertas circunstancias, pueden actuar como eximentes de la
responsabilidad (v. g., legítima defensa) o justificar una reparación de
equidad no plena o integral (v. g., estado de necesidad). Entre ellas
encontramos el ejercicio regular de un derecho, el cumplimiento de una
obligación legal, el estado de necesidad, la legítima defensa y el consentimiento
del damnificado.

Las causas de justificación difieren de las causas de inimputabilidad. En tanto


las primeras obstan a la antijuridicidad de la conducta, estas últimas, sin
provocar tal efecto, excluyen la culpabilidad del agente, porque el agente obra
sin discernimiento (arts. 260 y 261 del CCC).

El nuevo Código enumera y desarrolla los elementos negativos de la


antijuridicidad conocidos como causales de justificación. Las causales de
justificación son una serie de motivos que excluyen la antijuridicidad; se trata
de supuestos excepcionales que, en principio, justifican la violación del
principio general de no dañar a otro. Se trata de un tema que siempre ha

61El art. 1717 se refiere expresamente a la antijuridicidad expresando: "Cualquier acción u


omisión que causa un daño a otro es antijurídica si no está justificada” (art. 1717 – Código Civil y
Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina).

71
merecido mayor atención –y regulación- por parte del derecho penal. En el art.
34 del Código Penal se encuentra una enumeración de estas causales.

Si bien toda acción generadora de un daño permite presumir la existencia de


antijuridicidad, dicha presunción desaparece ante la presencia de una causal de
justificación62.

En principio, la presencia de una causal de justificación borra la antijuridicidad,


lo que por su parte obsta al nacimiento de la obligación de indemnizar el daño
ocasionado. Un acto que en principio aparece como antijurídico, resulta
ajustado a derecho si está justificado.

Esta enunciación y regulación expresan una gran novedad, ya que, en el Código


anterior, las causales de justificación no estaban mencionadas, por lo que había
que recurrir a las normas del Código Penal o a los principios generales del
derecho y a la construcción de la doctrina y la jurisprudencia sobre el particular.

El nuevo Código menciona como causales de justificación o elementos


negativos de la antijuridicidad, en los arts. 1718, 1719 y 1720:

Legítima defensa, estado de necesidad y ejercicio regular de un


derecho. Está justificado el hecho que causa un daño:
a) en ejercicio regular de un derecho;
b) en legítima defensa propia o de terceros, por un medio
racionalmente proporcionado, frente a una agresión actual o
inminente, ilícita y no provocada; el tercero que no fue agresor
ilegítimo y sufre daños como consecuencia de un hecho
realizado en legítima defensa tiene derecho a obtener una
reparación plena;
c) para evitar un mal, actual o inminente, de otro modo
inevitable, que amenaza al agente o a un tercero, si el peligro no
se origina en un hecho suyo; el hecho se halla justificado
únicamente si el mal que se evita es mayor que el que se causa.
En este caso, el damnificado tiene derecho a ser indemnizado en
la medida en que el juez lo considere equitativo.63

Asunción de riesgos. La exposición voluntaria por parte de la


víctima a una situación de peligro no justifica el hecho dañoso ni
exime de responsabilidad a menos que, por las circunstancias del
caso, ella pueda calificarse como un hecho del damnificado que
interrumpe total o parcialmente el nexo causal.

62Recordemos aquí lo dispuesto por el citado art.1717.


63Art. 1718 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación
Argentina.

72
Quien voluntariamente se expone a una situación de peligro
para salvar la persona o los bienes de otro tiene derecho, en
caso de resultar dañado, a ser indemnizado por quien creó la
situación de peligro, o por el beneficiado por el acto de
abnegación. En este último caso, la reparación procede
únicamente en la medida del enriquecimiento por él obtenido.64

Consentimiento del damnificado. Sin perjuicio de disposiciones


especiales, el consentimiento libre e informado del damnificado,
en la medida en que no constituya una cláusula abusiva, libera
de la responsabilidad por los daños derivados de la lesión de
bienes disponibles.65

Queda entonces regulado:

a) legítima defensa;

b) estado de necesidad;

c) ejercicio regular de un derecho o el cumplimiento de un obligación legal;

d) asunción de riesgos (esta inclusión del código es a los fines de aclarar


que no se trata de una causa de justificación, como veremos infra);

e) consentimiento del damnificado.

8.2.2. Clasificación
Ejercicio regular de un derecho

El primer párrafo del artículo 10 del CCC establece que “El ejercicio regular de
un derecho propio o el cumplimiento de una obligación legal no puede
constituir como ilícito ningún acto”66. Idéntico es el texto del art. 1071 del
Código derogado.

La norma implica que el ejercicio regular de un derecho, dentro de los límites


reconocidos por el ordenamiento jurídico, se considera un obrar lícito. En

64 Art. 1719 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.
65 Art. 1720 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación

Argentina.
66 Art. 10 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.

73
consecuencia, en principio, la causación de un daño a un tercero, en esas
circunstancias, no sería indemnizable.

El concepto de ejercicio regular de un derecho tiene relación directa con


la esencia de la relatividad de los derechos que está reconocida en la
Constitución Nacional (arts. 14, 28 y concs.), dando base a la teoría del abuso
del derecho. El abuso de derecho, por el contrario, constituye un acto ilícito,
idóneo para producir responsabilidad civil en caso de causación de un daño a
un tercero.

El cumplimiento de una obligación legal

Esta causa de justificación de carácter genérico aparece igualmente en el


art. 10 del CCC. Asimismo, individualiza ciertos supuestos del Código Penal,
el cumplimiento de un deber, el ejercicio de una autoridad o cargo (art. 34
inc. 4 del CP) y la obediencia debida (art. 34 inc. 5 del CP).

En los supuestos mencionados, la ley impone una determinada conducta al


agente, y por tal razón, quien la ejecute sin incurrir en excesos está justificado.

Estado de necesidad

En el inc. “c” del art. 1718 se hace referencia al estado de necesidad que se
configura cuando se causa un mal menor para evitar un mal mayor, según la
clásica definición. El inciso contempla la posibilidad de que el juez conceda una
indemnización de equidad.

Por su parte, el Código Penal lo nombra en el art. 34 inc. 3, al momento de


justificar el comportamiento de quien causa un mal con el fin de evitar uno
mayor e inminente y respecto de cuyas causas ha sido extraño. El mismo se
refiere a la situación en la cual una persona, a fin de alejar un peligro
inminente que amenaza sus bienes de naturaleza patrimonial o personal, causa
legítimamente un mal menor a otra persona, que no es autor del peligro.

Se discute la naturaleza jurídica del estado de necesidad. Existen controversias


dentro del derecho argentino, al igual que en el derecho comparado. Una
primera doctrina (mayoritaria) considera que el estado de necesidad se trata
de una causa de justificación que enervaría la antijuridicidad de la conducta.
Otros (posición minoritaria), consideran que se trata de una causa de
inculpabilidad, ya que no enervaría la antijuridicidad, pero no comprometería
su responsabilidad por ausencia de culpa. La clara posición del Código Civil y
Comercial dio por finalizada esta discusión, pues la considera una causa de
justificación.

74
Respecto de la resarcibilidad del daño causado en estas circunstancias, la
doctrina también se encuentra dividida. La mayoría de los autores consideran
que, si el autor del hecho no generó el peligro, no le corresponde
responsabilidad civil, salvo disposición legal en contrario. Pizarro y Vallespinos,
por el contrario, consideran que la responsabilidad no queda excluida y
propician una interpretación amplia del art. 907 del derogado CC. De tal modo,
los jueces tendrían facultad de otorgar un resarcimiento de equidad teniendo
en cuenta la importancia del patrimonio del autor del hecho, el
enriquecimiento experimentado y la situación del damnificado.

La nueva norma dice expresamente: “si el peligro no se origina en un hecho


suyo; el hecho se halla justificado únicamente si el mal que se evita es mayor
que el que se causa. En este caso, el damnificado tiene derecho a ser
indemnizado en la medida en que el juez lo considere equitativo”67. Esta
inclusión normativa deja claramente sentado que el damnificado tiene derecho
a indemnización.

Legítima defensa

El Código Civil de Vélez tampoco regula de manera orgánica la legítima defensa;


ésta sólo aparecía insinuada por el art. 2470, en materia de la defensa privada
de la posesión, y la doctrina civilista la fue elaborando con ayuda de la norma
contenida en el Código Penal (citado art. 34).

Como ya dijimos, la actual norma del CCC la regula expresamente como causa
de justificación y exime de responsabilidad a quien causa un daño:

…en legítima defensa propia o de terceros, por un medio


racionalmente proporcionado, frente a una agresión actual o
inminente, ilícita y no provocada; el tercero que no fue agresor
ilegítimo y sufre daños como consecuencia de un hecho
realizado en legítima defensa tiene derecho a obtener una
reparación plena.68

Para que opere esta causa de justificación, es necesario:

a) Que exista una agresión ilegítima.

b) Que la misma recaiga sobre la persona o bienes materiales o morales de


quien se defiende.

c) El ataque debe ser actual y no meramente potencial.

67 Art. 1718 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.
68 Art. 1718 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación

Argentina.

75
d) El medio utilizado para impedir o rechazar la acción debe ser razonable.

e) No debe haber existido provocación por parte de quien se defiende.

La aplicación de esta causa de justificación en materia obligacional es


irrelevante.

Consentimiento del damnificado

El consentimiento del damnificado puede, en algunos casos, actuar como


causa de justificación, determinando la no resarcibilidad del daño ocasionado.

Dice el artículo 1720 “Consentimiento del damnificado. Sin perjuicio de


disposiciones especiales, el consentimiento libre e informado del damnificado,
en la medida en que no constituya una cláusula abusiva, libera de la
responsabilidad por los daños derivados de la lesión de bienes disponibles”69.

En principio, el consentimiento del damnificado excluye la antijuridicidad del


comportamiento de autor del daño, salvo cuando éste sea contrario a la ley, a
la moral o a las buenas costumbres y al orden público. Para que esta causa de
justificación opere, es indispensable que el consentimiento del titular del
derecho sea inequívoco, expreso o tácito. No puede ser deducido de la simple
tolerancia de la víctima ante situaciones anteriores. El consentimiento es
revocable.

Hay que advertir que, en ciertos casos, la ley autoriza a las personas mayores
de edad a dar el consentimiento en determinadas situaciones. En el sentido
expuesto por ejemplo, tenemos la ley 26529 de derechos del paciente. Esta ley
reguló de manera detallada cuestiones de suma importancia, como el
consentimiento informado del paciente y las relativas a las historias clínicas,
temas cruciales para el análisis de la responsabilidad civil de los profesionales
de la medicina. Conforme lo cual, será de aplicación dicha norma en lo atinente
a la responsabilidad profesional de los médicos.

Asimismo, otros derechos son parcialmente disponibles (tales como el derecho


a la intimidad, al honor, a la imagen, etc.); el titular del derecho puede
consentir la intrusión de terceras personas.

En cuanto a los requisitos para que el consentimiento sea considerado válido, la


doctrina (Tolosa, P & González Rodríguez, L 2015) señala algunos recaudos,
conforme la actual legislación. La norma expresa que debe ser efectaudo en
forma libre conforme el art. 260 y 958 del CCC. Debe también ser informado,
en situaciones en las cuales se asume que habrá entre las partes una relación

69Art. 1720 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.

76
caracterizada por la diferencia estructural de información (generalmente esto
ocurre en los contratos médicos. Por otro lado, este consentimiento no debe
ser fruto de una cláusula abusiva. En el mismo sentido que el apartado anterior,
se trata de una norma protectoria. En los casos de contratación con disparidad
sustancial entre las partes; cuanto mayor sea la desigualdad de facto entre los
sujetos de la relación, menor será la restricción tolerable del derecho
fundamental de la parte "débil" Este requisito deberá interpretarse en
concordancia con los arts. 988, 1117, 1118, 1119, 1120, 1121 y 1122 del nuevo
código, referidos a cláusulas abusivas.

Finalmente debe referirse a bienes disponibles. En este sentido, la doctrina


(Tolosa, P & González Rodríguez, L 2015) cita a la Comisión de Reformas en los
Fundamentos del Anteproyecto que establece: "Esta norma, se aplica
solamente a bienes disponibles con todas las seguridades de la voluntad libre".
Los individuos poseen amplias facultades de disposición de derechos
patrimoniales que, en principio, son disponibles y están comprendidos en esta
norma. No ocurre lo mismo con los derechos extrapatrimoniales, en principio
indisponibles, que estarían excluidos de la regla del art. 1720. En este punto,
debe remitirse al art. 55 del CCC que se refiere al consentimiento para la
disposición de derechos personalísimos y dispone que se admite siempre que
no sea contrario a la ley, a la moral y a las buenas costumbres (Tolosa, P &
González Rodríguez, L 2015) .

Asunción de riesgo

En relación a la asunción de riesgos, debemos decir que, en realidad, lo que


dice el Código es que ésta no tiene entidad como causal de justificación.

Si bien la incluimos en este punto, referido a las causales de justificación que


obstan la antijuridicidad, la asunción de riesgos no es causal de justificación, y
el legislador se encargó de dejarlo claro.

Vale aclarar que la decisión de mencionarla obedece a la intención pragmática


de dejar clara la solución adoptada. Si se observa con detenimiento la
redacción del primer párrafo del art. 1719, puede advertirse que se expresa que
la exposición voluntaria de la víctima a una situación de peligro no constituye
técnicamente ni una causal de justificación ni una eximente autónoma, y sólo
eximirá de responsabilidad en la medida que pueda calificarse como un hecho
del damnificado con virtualidad para interrumpir el nexo causal.

Asunción de riesgos. La exposición voluntaria por parte de la


víctima a una situación de peligro no justifica el hecho dañoso ni
exime de responsabilidad a menos que, por las circunstancias del

77
caso, ella pueda calificarse como un hecho del damnificado que
interrumpe total o parcialmente el nexo causal.70

8.2.3. Efectos
Las causas de justificación enervan la antijuridicidad de la conducta
y, bajo ciertas circunstancias, pueden actuar como eximentes de la
responsabilidad (v. g., legítima defensa) o justificar una reparación de equidad
no plena o integral (v. g., estado de necesidad). Las causas de justificación
obstan a la antijuridicidad de la conducta.

8.2.4. Quid de la responsabilidad por daños justificados.


El daño necesario
Nos remitimos a lo estudiado en el apartado 8.2.1., “c”.

8.3. Eximentes vinculadas con el factor


de atribución
Las eximentes vinculadas con el factor de atribución se distinguen según se
trate de un factor objetivo o subjetivo.

Respecto de las eximentes vinculadas con el factor subjetivo de atribución,


se admiten las siguientes.

8.3.1. La causas de inimputabilidad. La cuestión en


materia contractual y extracontractual
Eximen de responsabilidad: el error de hecho esencial (art. 265 del CCC), el dolo
y la violencia o intimidación (arts. 271 y 276 del CCC). Cuando se comprueba
alguna de estas circunstancias, el acto no posee intención ni libertad,
respectivamente, eliminándose la voluntariedad del acto, sobre la cual se
asienta el reproche de culpabilidad. Lo mismo ocurre cuando existen causales

70Art. 1719 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.

78
que obstan el discernimiento (arts. 260 y 261 del CCC), salvo lo dispuesto por el
art. 1750 del CCC.

8.3.2. La no culpa o falta de culpa como eximente. Su


diferencia con el caso fortuito o la fuerza mayor
La prueba de un actuar diligente, de acuerdo al objeto de la obligación y
en función a las circunstancias de persona, tiempo y lugar, puede constituirse
en eximente (art. 1724).

Dentro del sistema de responsabilidad subjetiva, basado en la idea de culpa,


debe alcanzar al sindicado como responsable la prueba de la no culpa para
liberarse.

Por el contrario, en un esquema de responsabilidad objetiva, la prueba de la no


culpa es insuficiente, ya que el sindicado como responsable deberá probar la
ruptura del nexo causal para liberarse. Esto lo puede lograr probando el caso
fortuito, el hecho de un tercero extraño o del damnificado.

8.3.3. Eximentes convencionales: a) cláusulas limitativas


de la responsabilidad. Aspectos generales; b) dispensa
anticipada de la responsabilidad por dolo propio y por
dolo de terceros por cuyo hecho de debe responder; c)
dispensa anticipada de la responsabilidad por culpa
propia y por la culpa de terceros por cuyo hecho se debe
responder
El código de Vélez no regulaba las cláusulas de limitación o eximición de daños.
Se consideraba que estaban incluidas dentro de la autonomía de la voluntad.
Otro sector de la doctrina consideraba que las mismas eran inaplicables para
los derechos indisponibles.

Al respecto, establece el nuevo Código:

Dispensa anticipada de la responsabilidad. Son inválidas las


cláusulas que eximen o limitan la obligación de indemnizar
cuando afectan derechos indisponibles, atentan contra la buena
fe, las buenas costumbres o leyes imperativas, o son abusivas.
Son también inválidas si liberan anticipadamente, en forma total

79
o parcial, del daño sufrido por dolo del deudor o de las personas
por las cuales debe responder.71

La doctrina distingue entre validez e invalidez de las cláusulas:

1. Validez de las cláusulas limitativas y exoneratorias. El código


regula los casos en que las cláusulas limitativas y exoneratorias
son inválidas. A contrario sensu debe entenderse que, como
regla, son válidas y liberan o eximen de pagar el daño.
La cláusula es limitativa cuando pone un tope a todo el daño o a
un tipo de daño. Por ejemplo puede pactarse que se garantizan
los daños que asciendan hasta tal cifra, o que sólo se pagará el
daño patrimonial pero no el extrapatrimonial. La cláusula es
exoneratoria cuando el deudor se libera de tener que indemnizar
si no cumple el contrato por su culpa. Equivale a dispensa de
culpa.
2. Invalidez de las cláusulas limitativas y exoneratorias. Por
excepción son inválidas las cláusulas limitativas o exoneratorias
cuando:
a) afectan derechos indisponibles:
Por regla los derechos disponibles son los patrimoniales, salvo
una ley especial protectoria lo prohíba. Los derechos
indisponibles, como la vida o la integridad física, no pueden ser
objeto de cláusulas exoneratorias, pero sí de un consentimiento
informado, que traslade los riesgos de una intervención
quirúrgica, por ejemplo. El médico informa al paciente de los
riesgos, y el paciente los toma a su cargo, pero lo que no entra
en el contrato es la diligencia del médico. El paciente sólo se
hace cargo de riesgos que sobrevienen por álea terapéutica,
pero no de la culpa del médico.
b) atentan contra la buena fe, las buenas costumbres o leyes
imperativas:
Por ejemplo serían las cláusulas que desnaturalizan la esencia de
un contrato, o cuando están prohibidas como en el contrato de
hotelería.
En otros casos son las leyes éticas de la profesión las que
impiden pactar este tipo de cláusulas. Por ejemplo un abogado
que pretendiese eximirse de responsabilidad si pierde el pleito
por su culpa, o el médico, si por su culpa un paciente fallece en
una operación quirúrgica, ya que ambas profesiones están
reglamentadas en cuanto a sus incumbencias por ley.
c) cuando son abusivas:

71Art. 1743 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.

80
Un ejemplo son las cláusulas abusivas que menciona la LDC. En
otros casos el abuso del derecho, deberá ser juzgado por las
reglas de este código. El código tiene algunos ejemplos de
cláusulas prohibidas o abusivas que se tienen por no escritas, a
saber: daños por muerte o daños corporales en el transporte de
personas, art. 1292; en el contrato de caja de seguridad, es
inválida la cláusula que exime de responsabilidad al prestador,
pero es válida la de limitación hasta un monto máximo sólo si el
usuario es debidamente informado y el límite no importa una
desnaturalización de las obligaciones del prestador; en el
contrato de hotelería, es inválida la cláusula que limita o excluye
la responsabilidad del hotelero, con excepción de los arts. 1372 y
1373; las cláusulas que limitan la obligación de saneamiento, se
tiene por no convenidas si el enajenante conoció, o debió
conocer el peligro de evicción, o la existencia de vicios o si el
enajenante actúa profesionalmente en la actividad a la que
corresponde la enajenación, a menos que el adquirente también
se desempeñe profesionalmente en esa actividad.
3. Dispensa del dolo y de la culpa de los dependientes La
dispensa anticipada del dolo no es ninguna novedad. Si se
pudiera dispensar el dolo, la obligación se convertiría en
potestativa.
La novedad es que se prohíbe expresamente la dispensa del
dolo del dependiente. La razón no es difícil de entender. Si se
permitiera la dispensa del dependiente, sería muy fácil evadir la
prohibición legal. El patrón contrataría dependientes insolventes
a quienes ordenaría no cumplir. También a contrario sensu debe
interpretarse que la dispensa de la culpa, sea propia o del
dependiente, está permitida, siempre que se cumplan los demás
requisitos.72

8.4. Eximentes vinculados con la


relación de causalidad y los factores
objetivos de atribución. La causa ajena

8.4.1. Interrupción del nexo de causalidad. La causa


ajena. Definición. Importancia. Efectos

72 Kemelmajer de Carlucci, Mariani de Vidal, Shina, Zunino, Zannoni, 2015,

81
La necesaria relación causal que debe existir entre la conducta y el daño puede
verse suprimida o aminorada en sus efectos por la presencia de factores
externos. En el primer caso hablamos de interrupción del nexo causal, mientras
que en el segundo nos encontramos frente a una concausa. En el caso de
interrupción del nexo de causalidad, el sindicado como responsable se verá
eximido de responsabilidad civil, ya que él no habrá sido el autor del mismo. En
el supuesto de la concausalidad, ésta aminorará la responsabilidad civil del
sindicado como responsable, ya que el daño no será causado solamente por el
actuar del mismo, sino por la concurrencia de su actuar con otro factor
(concausa). En efecto, la ausencia total o parcial de relación de causalidad
generará la ausencia total o parcial de responsabilidad civil.

El nuevo Código Civil y Comercial regula las siguientes situaciones:

Hecho del damnificado. La responsabilidad puede ser excluida o


limitada por la incidencia del hecho del damnificado en la
producción del daño, excepto que la ley o el contrato dispongan
que debe tratarse de su culpa, de su dolo, o de cualquier otra
circunstancia especial.73

Caso fortuito. Fuerza mayor. Se considera caso fortuito o fuerza


mayor al hecho que no ha podido ser previsto o que, habiendo
sido previsto, no ha podido ser evitado. El caso fortuito o fuerza
mayor exime de responsabilidad, excepto disposición en
contrario.
Este Código emplea los términos “caso fortuito” y “fuerza
mayor” como sinónimos.74

Artículo 1731: “Hecho de un tercero. Para eximir de responsabilidad, total o


parcialmente, el hecho de un tercero por quien no se debe responder debe
reunir los caracteres del caso fortuito”75.

Conforme lo expuesto, la responsabilidad civil puede ser excluida total o


parcialmente por ciertas circunstancias que se agrupan bajo la denominación
de “causa ajena” y son: el hecho de la víctima, el hecho del tercero por quien
no se deba responder y el caso fortuito o la fuerza mayor. Los diversos
supuestos de eximentes en materia de relación de causalidad son los que
veremos a continuación.

73 Art. 1729 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.
74 Art. 1730 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación

Argentina.
75 Art. 1731 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación

Argentina.

82
8.4.2. El hecho o culpa de la víctima: régimen del Código
Civil de Vélez Sarsfield
La conducta de la víctima puede afectar la responsabilidad del sindicado
como responsable excluyéndola o aminorándola. Esto es así ya que no es
razonable que responda este último cuando el damnificado es autor material
del daño o de parte del mismo.

Los requisitos para que opere esta eximente son los siguientes: a) incidencia
causal; b) el hecho y no la culpa de la victima; c) hecho no imputable al agente.

a) Incidencia causal. El hecho de la víctima debe tener incidencia


causal adecuada en la producción del resultado, ya sea como
causa exclusiva o como concausa del daño en concurrencia con otros
hechos relevantes.

b) El hecho o culpa de la víctima. Con la vigencia del Código de Vélez, se


discutía si debe existir culpa en la conducta del damnificado para que
opere esta eximente o si alcanza con el mero hecho. Una primera
doctrina considera que es necesario que medie la culpa de la víctima.
Otra doctrina, en posición que compartimos, sostiene que el simple
hecho de la víctima es suficiente para provocar la ruptura del nexo
causal. Esto puede ser fundamentado por diversas razones, tal como
Pizarro y Vallespinos explican en detalles. Analicemos gráficamente los
argumentos que cada doctrina provee a fin de fundamentar su teoría.

Tabla 4: Hecho o culpa de la víctima

Culpa de la víctima Hecho de la víctima


a) La ley exige el requisito de la culpa, ya a) Consideran Pizarro y Vallespinos,
que la norma genérica del art. 1111 (que posición que compartimos, que la
se refiere a “falta imputable” al referencia de la ley a la “culpa” de la víctima
damnificado). Otros artículos también (arts. 1111, 1113 y concs. del CC) es
hacen mención de la culpa respecto de utilizada impropiamente. La culpa alude
las eximentes (arts. 1113, 1128, etc.). siempre a una conducta antijurídica
respecto de otras personas. En el caso
señalado, no existe reproche subjetivo que
b) Es la solución que más beneficiaría a
pueda formularse respecto de la víctima
la víctima, especialmente en materia de
que no daña a nadie más que a sí misma.
responsabilidad objetiva.

b) Dentro del esquema de la causalidad

83
c) Prescindir del requisito de la adecuada, el hecho de la víctima actúa
culpabilidad de la conducta del como nexo causal, desvirtuando el
damnificado es contrario a la evolución presupuesto de autoría total o
del derecho de la responsabilidad civil, parcialmente, según el caso.
que se orienta a proteger a la víctima.
c) El centro de la cuestión debe ser
d) Hay quienes, apegados a la emplazado en la relación de causalidad. Si
interpretación gramatical de la norma, el hecho es de la víctima (sea con culpa o
consideran que, si no hay culpa de la no), no puede atribuírsele a otra persona.
víctima, sí hay responsabilidad civil del
responsable de sus actos (v. g., padre, d) Es buena la intención de proteger a la
tutor o curador). víctima, pero ello no debe implicar atribuir
las consecuencias del daño a quien no es su
e) En estos casos, quienes participan autor.
de esta teoría consideran que hay
liberación del sindicado como
responsable, pero no por culpa por
hecho de la víctima, sino por caso
fortuito

f) La expresión “falta” contenida en el


art. 1111 del CC debe interpretarse
como antijuridicidad objetiva. Ése es el
sentido que se le debe atribuir a la
expresión “falta o culpa de la
víctima” en un sistema basado en la
causalidad adecuada.
Fuente: Anterior SAM.

c) Hecho no imputable al agente. Además, es necesario que el hecho de la


víctima no sea imputable objetiva o subjetivamente al agente. En otras
palabras, si él lo provoca, siendo la acción de la víctima una mera
consecuencia del acto del sindicado como responsable, obviamente, no
alcanzará para eximirlo.

8.4.3. Hecho del damnificado según el Código Civil y


Comercial
El actual sistema del CCC retoma los recaudos que pudimos ver con
anterioridad, identificados con la necesidad de una incidencia causal y de que el

84
hecho no sea imputable al agente. Pero con la actual redacción del art. 1729 se
descarta toda discusión al respecto, pues se alude al hecho del damnificado y
no de su culpa, salvo que la ley o la voluntad de las partes dispongan lo
contrario.

Dice el art. 1729:

Hecho del damnificado. La responsabilidad puede ser excluida o


limitada por la incidencia del hecho del damnificado en la
producción del daño, excepto que la ley o el contrato dispongan
que debe tratarse de su culpa, de su dolo, o de cualquier otra
circunstancia especial.76

Como dijimos, se mantienen los otros dos recaudos identificados como el


hecho no imputable al agente y, por cierto, la incidencia causal de la conducta.
Así por ejemplo, si un automotor en movimiento impacta con un peatón y lo
lesiona; pero el peatón cruza la calle con el semáforo en rojo (es decir hace un
cruce antirreglamentario) implica un hecho que interrumpe total o
parcialmente el nexo de causalidad, es decir el hecho del damnificado que
exime de responsabilidad al conductor del automotor, en este caso existe un
aporte causal de la víctima que puede destruir completamente la relación de
causalidad, o bien concurrir con la conducta del victimario.

Un aspecto estrechamente ligado al hecho de la víctima es la aceptación de


riesgos por parte del damnificado. La misma se configuraría cuando la víctima,
consciente o inconscientemente, asume las posibles consecuencias dañosas
futuras de un hecho determinado. Surge entonces la pregunta de si es posible
ver suprimido o disminuido el derecho al resarcimiento integral, por haber
aceptado la víctima el riesgo inherente a la actividad o a la cosa que lo generó.
Existen diversas respuestas a este interrogante:

a) Como eximente de responsabilidad civil. Ciertos autores consideran que


la aceptación de riesgos es asimilable al hecho de la víctima, afectando
el nexo causal hasta inclusive enervarlo completamente.

b) Como causal de inversión de la carga probatoria. Otros autores le


atribuyen un efecto más limitado y consideran que la aceptación de
riesgos invierte la carga probatoria.

c) Herramienta útil para la exoneración en el ámbito de la obligación de


seguridad. Para otros autores, la aceptación de riesgos constituye una
excepción específica a la garantía de indemnidad que caracteriza a la
obligación de seguridad. De todos modos, consideran que debería ser

76Art. 1729 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.

85
interpretada restrictivamente y en todos los casos sería imprescindible
el consentimiento informado y documentado.

d) La opinión de Pizarro y Vallespinos (2014) Los referidos autores


consideran que esta institución es artificiosa y que carece de
justificación en un sistema legal como el nuestro, que admite la
liberación del sindicado como responsable ante el hecho de la
víctima. Desde el punto de vista de estos juristas, conocer un riesgo no
importa su aceptación, ni mucho menos someterse a él mansamente,
sin posibilidad de reclamo alguno de las futuras consecuencias dañosas.

Conforme vimos más arriba, el Código establece que la asunción de riesgos no


tiene entidad como causal de justificación. Vale aclarar que la decisión del
legislador por mencionarla obedece a la intención pragmática de dejar clara la
solución adoptada. Si se observa con detenimiento la redacción del primer
párrafo del art. 1719, puede advertirse que se expresa que la exposición
voluntaria de la víctima a una situación de peligro no constituye técnicamente
ni una causal de justificación ni una eximente autónoma, y sólo eximirá de
responsabilidad en la medida que pueda calificarse como un hecho del
damnificado con virtualidad para interrumpir el nexo causal. Es decir, sólo
podría considerarse a los fines del art. 1729 si correspondiere, es decir, si se
dan los requisitos de esta norma. Pero en modo alguno la asunción de riesgos
exime de responsabilidad ni implica ruptura del nexo.

Lo expuesto surge claro del texto de la norma:

Asunción de riesgos. La exposición voluntaria por parte de la


víctima a una situación de peligro no justifica el hecho dañoso ni
exime de responsabilidad a menos que, por las circunstancias del
caso, ella pueda calificarse como un hecho del damnificado que
interrumpe total o parcialmente el nexo causal.77

Efectos del hecho de la víctima en la responsabilidad


civil
Corresponde analizar diversos supuestos.

a) Hecho exclusivo de la víctima. El hecho de la víctima en forma


exclusiva provoca la eximición de responsabilidad por parte del
demandado, en el ámbito contractual o extracontractual. Esto es así
ya que el damnificado deberá soportar las consecuencias dañosas si él
las hubiera causado.

77Art. 1719 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.

86
b) Concurrencia del hecho de la víctima con la culpa probada o
presumida del lesionante. Puede haber supuestos en los cuales el
daño derive de dos causas que actúan concurrentemente: la culpa del
demandado y el hecho propio de la víctima. En estos supuestos se
distribuirán entre ambos las consecuencias dañosas, soportando cada
uno de ellos una carga en función a la incidencia causal que hubieran
aportado a la producción del daño (v. g., cincuenta por ciento cada uno,
treinta por ciento y setenta por ciento, etc.).

c) Concurrencia del hecho de la víctima con el dolo del demandado. La


doctrina, de modo unánime, considera que el dolo del demandado
absorbe el hecho culpable o no de la víctima. De ese modo se considera
que el sindicado como responsable ha sido el único causante del daño.

d) Concurrencia del dolo de la víctima y del demandado. Algunos autores


han entendido, con criterio riguroso, que en este caso no cabría
reparación, porque ninguno de ellos podría alegar su propia torpeza.
Otra posición (Pizarro y Vallespinos), considera que dicho criterio es
inaceptable y que, por el contrario, procede la reparación del daño
causado, teniendo en cuenta la incidencia de cada conducta dolosa en la
producción del resultado.

e) Concurrencia del hecho de la víctima y el riesgo creado. Diversos


supuestos se deslindan de esta categoría:

i. Hecho exclusivo de la víctima. Cuando el daño es fruto del


hecho exclusivo de la víctima, el sindicado como responsable
queda eximido de responsabilidad civil.

ii. Hecho de la víctima concurrente con el riesgo creado o con otro


factor objetivo de atribución. En ciertos supuestos sucede que el
daño es causado por el hecho de la propia víctima en concurrencia
con un factor objetivo de atribución. En este caso, corresponderá
reducir la indemnización teniendo en cuenta la incidencia del hecho
de la víctima.

iii. El hecho de la víctima y los damnificados indirectos. Parece obvio


que en aquellos supuestos en los cuales el damnificado indirecto
ejercita un derecho del causante, en calidad de heredero, se pueda
computar la circunstancia del hecho de la víctima.

87
8.4.4. Hecho de un tercero según el Código Civil y
Comercial
El nexo causal se interrumpe en forma total o parcial cuando se demuestra que
el daño obedece al hecho de un tercero extraño por el cual el agente no
debe responder. En dicho caso, la atribución material del menoscabo se
realiza respecto del tercero.

Esta eximente aparece expresamente legislada en el art. 1731: “Hecho de un


tercero. Para eximir de responsabilidad, total o parcialmente, el hecho de un
tercero por quien no se debe responder debe reunir los caracteres del caso
fortuito”78.

Conforme la norma, el hecho de tercero constituye una causa ajena por la cual
el agente no debe responder.

El tercero por quien no se debe responder debe ser una persona distinta
del responsable presunto (demandado) y de la víctima. Puede ser una persona
física o jurídica, de carácter público o privado. Sin embargo, no cualquier hecho
de un tercero es apto para eximir al sindicado como responsable. El tercero
debe ser un tercero por el cual no se deba responder. Esto es importante
aclararlo, ya que la ley, en diversos supuestos, impone a una persona responder
por el hecho de un tercero (v. g., responsabilidad por el hecho del
dependiente).

Quedan al margen del concepto de tercero extraño por quien no se debe


responder:

a) Los daños causados por el dependiente en ejercicio o en ocasión de sus


funciones, respecto del principal.

b) Los daños producidor por ciertas personas que, sin llegar a ser
dependientes, tienen contacto con la cosa por voluntad expresa o
presunta del dueño o guardián.

c) El fabricante de un producto elaborado no es tercero por quien el dueño


o guardián no deban responder cuando el daño se produce por un vicio
de fabricación (art. 40 de la ley 24240).

d) El guardián de la cosa no es un tercero por quien no deba responder el


dueño.

78Art. 1731 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.

88
e) Aquellas personas por las que legalmente se debe responder (v. g., los
menores de edad respecto de los padres).

f) Los auxiliares introducidos por el deudor para ejecutar la obligación.

g) En los sistemas de ahorro para determinados fines, la sociedad


administradora no es un tercero por quien no deba responder el
fabricante.

En relaciona a la carga de la prueba, esta eximente no se presume; en


consecuencia, deberá ser probada por quien la invoca (art. 1736).

Para que opere esta eximente es necesaria la constatación de las siguientes


circunstancias:

a) Que el hecho del tercero tenga incidencia causal (exclusiva o


concurrente).

b) Respecto del debate sobre el hecho o la culpa del tercero, la doctrina


mayoritaria considera que es necesaria la culpa del tercero. La posición
que compartimos es que alcanza el mero hecho del tercero. Esta última
posición fue la recogida por el Código Civil y Comercial.

c) El hecho del tercero no debe ser imputable al demandado.

Diversos supuestos pueden presentarse:

a) Hecho exclusivo del tercero. Provoca la eximición total del demandado.

b) Concurrencia del hecho del tercero con la culpa probada o presumida


del demandado. En caso de que concurra la culpa del demandado con
la culpa del tercero, responderán solidariamente ante la víctima y luego
podrán ejercitar entre ellos las acciones de regreso. Ahora bien, si la
culpa del demandado incurriera con el hecho inculpable de un tercero,
se deberá reducir el monto indemnizatorio a cargo del demandado. Con
respecto al tercero podrá aplicarse la indemnización de equidad
(actuales arts. 1750 y 1742 del CCC).

c) Hecho del tercero concurrente con el riesgo creado por el demandado.


Esta cuestión fue bastante debatida durante la vigencia del código
derogado y está solucionada por el actual Código.

Para reconstruir el debate que se planteaba, podemos mencionar:

89
1. Doctrina que niega toda relevancia frente a la víctima al hecho
concausal de un tercero en la responsabilidad por riesgo creado. La
doctrina mayoritaria considera que el dueño, guardián y el tercero
deberían responder solidariamente frente al damnificado y luego
ejercitar las acciones de regreso. Esta solución surgiría por aplicación
analógica del art. 1109 del CC.

2. Doctrina que, de lege lata, asigna plena relevancia frente a la víctima al


hecho concausal de un tercero en la responsabilidad por riesgo creado.
Otra doctrina considera que la respuesta normativa surge del art. 1113
del CC, que es clara en cuanto admite la plena relevancia del hecho de
un tercero extraño respecto a la víctima.

Actualmente la norma aplicable descarta cualquier duda. Versa el artículo 1731:


“Hecho de un tercero. Para eximir de responsabilidad, total o parcialmente, el
hecho de un tercero por quien no se debe responder debe reunir los caracteres
del caso fortuito”79.

Existe asimismo una cuestión que puede ser problemática en torno a la


eximente y la responsabilidad grupal, que supone la intervención de varios
sujetos: ¿basta probar la falta de autoría o hay que probar la autoría ajena? En
otras palabras, ¿le alcanza al sujeto probar que él no fue el autor o deberá
acreditar la existencia de otro causante del hecho?

Como se verá, esto marca una diferencia a la hora de establecer la eximente en


la responsabilidad grupal (arts. 1761 y 1762).

8.4.5. Caso fortuito o fuerza mayor: a) Definición. La


cuestión de la asimilación o diferenciación conceptual.
La asimilación legal
El caso fortuito es otro de los factores extraños con idoneidad para provocar la
interrupción del nexo causal entre un hecho ilícito o incumplimiento
obligacional y el daño. El Código de Vélez lo define como aquel que “no ha
podido preverse, o que previsto, no ha podido evitarse”80.

El Código Civil y Comercial, al igual que el Código de Vélez, utiliza


indistintamente los términos caso fortuito y fuerza mayor, asignándoles
idénticos efectos, siendo indiferente la alusión a uno u otro vocablo. Ambos
términos se utilizan como sinónimos en cuanto a los efectos que producen

79 Art. 1731 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.
80 Art. 514 – Código Civil de la Nación. Derogado por ley 26994. Honorable Congreso de la

Nación Argentina.

90
sobre la obligación; por consiguiente, la definición del art. 1730 del Código Civil
y Comercial se aplica también a la fuerza mayor.

Al respecto dice la norma:

Caso fortuito. Fuerza mayor. Se considera caso fortuito o fuerza


mayor al hecho que no ha podido ser previsto o que, habiendo
sido previsto, no ha podido ser evitado. El caso fortuito o fuerza
mayor exime de responsabilidad, excepto disposición en
contrario.
Este Código emplea los términos “caso fortuito” y “fuerza
mayor” como sinónimos.81

En la esfera obligacional, el casus provoca dos consecuencias fundamentales:

a) Extingue la obligación por imposibilidad sobrevenida.

b) Exime al deudor de responsabilidad por incumplimiento.

Lo expuesto se justifica en que la causa material de la no realización de la


prestación debida es el casus y no la conducta del deudor. Pero vale remarcar
aquí que la falta o ausencia de culpa es una noción que opera dentro de la
esfera de la culpabilidad, y el caso fortuito es un concepto que juega respecto
del presupuesto de causalidad, que es anterior a la culpabilidad, pues, si no hay
relación causal entre hecho y daño, no tiene importancia si hubo culpa.

En la esfera extracontractual o aquiliana, el casus exime al responsable, ya


que obsta a la configuración del vínculo de causalidad adecuada entre la
conducta y el resultado dañoso.

Para que el casus opere, el hecho debe ser:

a) Imprevisible.

b) Inevitable.

c) Actual.

d) Ajeno al presunto responsable o al deudor.

e) Sobrevenido.

f) Obstáculo insuperable para el cumplimiento de la obligación.

81Art. 1730 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.

91
8.4.6. La imposibilidad de cumplimiento
Los contratos, al igual que las obligaciones que emergen de ellos, nacen para
ser cumplidos. Sin embargo, puede ocurrir que la obligación sea imposible.

La imposibilidad no es la imposibilidad originaria de la prestación, ya que ella no


es un obstáculo al cumplimiento, sino al propio nacimiento de la obligación y se
le aplica el régimen jurídico del art. 1732 del CCC.

Dice el nuevo código:

Imposibilidad de cumplimiento. El deudor de una obligación


queda eximido del cumplimiento, y no es responsable, si la
obligación se ha extinguido por imposibilidad de cumplimiento
objetiva y absoluta no imputable al obligado. La existencia de
esa imposibilidad debe apreciarse teniendo en cuenta las
exigencias de la buena fe y la prohibición del ejercicio abusivo de
los derechos.82

En la responsabilidad derivada del incumplimiento de obligaciones, el caso


fortuito exonera al deudor en la medida en que causa una imposibilidad de
cumplimiento. Para ello, deben darse los siguientes requisitos: objetiva y
absoluta –dice la norma- pero además –como estamos en presencia de un caso
fortuito contractual- debe ser sobreviniente, definitiva y no imputable al
deudor.

La imposibilidad de cumplimiento debe ser objetiva, es decir, debe estar


constituida por un impedimento inherente a la prestación en sí misma. Debe
ser sobrevenida, es decir, debe haber acaecido con posterioridad al nacimiento
de la obligación. Debe ser absoluta, es decir, la prestación no puede cumplirse.
Debe ser definitiva y no imputable al obligado al pago.

8.4.7. Responsabilidad por caso fortuito o por


imposibilidad de cumplimiento. Artículo 1733 del
Código Civil y Comercial
Con relación a los efectos del caso fortuito o la imposibilidad de
incumplimiento, establece el CCC:

Responsabilidad por caso fortuito o por imposibilidad de


cumplimiento. Aunque ocurra el caso fortuito o la imposibilidad

82Art. 1732 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.

92
de cumplimiento, el deudor es responsable en los siguientes
casos:
a) si ha asumido el cumplimiento aunque ocurra un caso
fortuito o una imposibilidad;
b) si de una disposición legal resulta que no se libera por caso
fortuito o por imposibilidad de cumplimiento;
c) si está en mora, a no ser que ésta sea indiferente para la
producción del caso fortuito o de la imposibilidad de
cumplimiento;
d) si el caso fortuito o la imposibilidad de cumplimiento
sobrevienen por su culpa;
e) si el caso fortuito y, en su caso, la imposibilidad de
cumplimiento que de él resulta, constituyen una contingencia
propia del riesgo de la cosa o la actividad;
f) si está obligado a restituir como consecuencia de un hecho
ilícito.83

En estos supuestos previstos por la norma transcripta se advierte configurado


el caso fortuito o imposibilidad de cumplimiento, pero no producen la libración
del deudor. Es una aplicación restrictiva a los casos expresamente establecidos
en la norma.

Un supuesto es la asunción contractual del caso fortuito: ante contratos


paritarios, lo pactado por las partes (autonomía de la voluntad) debe primar.
Quedan excluidas las relaciones de consumo. El inciso “b” señala la
responsabilidad en caso de disposición legal; en estos casos, la ley requiere un
plus al caso fortuito regulado en el art. 1730 del CCC, como por ejemplo en los
daños nucleares. La mora del deudor es otro supuesto donde el caso fortuito
no exonera, salvo que sea indiferente para la producción de la imposibilidad; el
inciso “d” establece que, en caso de existencia de culpa previa del responsable,
no exonera. Si el casus proviene de una contingencia propia al riesgo de la cosa
o la actividad, es decir, al no ser extraño a la prestación o la cosa considerada
en sí misma, por ejemplo, los daños causados por un automotor en una
tormenta. La última hipótesis establece la imposibilidad de exonerarse si la
obligación proviene de un hecho ilícito.

83Art. 1733 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación


Argentina.

93
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