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Similitudes extrañas

Como es bien sabido, el régimen bolchevique de Lenin ha sido impuesto en Rusia con el
apoyo financiero apreciable de la Alemania imperial, que esperaba de esta manera sacar a Rusia
de sus enemigos y finalmente ganar la guerra contra los países de los Aliados (entre cuales se
encontraba también Rumanía). Por supuesto que la historia oficial que nuestros hijos estudian en
la escuela sigue sin reconocer esta verdad histórica. Se habla en cambio del papel de las masas
populares en los trágicos eventos del año 1917, cuando en realidad sólo se ha tratado de una gran
operación de propaganda y manipulación muy bien manejada por los bolcheviques. En aquel
tiempo no se consideraba el problema de una acción popular de tal amplitud, puesto que los
rusos – que aún vivían, psicológicamente hablando, en la época del motín de Emelian Pugaciov –
no eran muy capaces de organizar una verdadera revolución. Claro, una parte de la población
rusa estaba insatisfecha, pero le faltaba la clarividencia, la lucidez y la educación necesaria para
llevar a cabo una revolución digna de este título.
Tras el éxito del golpe de estado dado por Lenin y sus conmilitones, un equipo de
especialistas militares alemanes se ha establecido en Petrograd (al parecer entre ellos estuvo el
mismo Martin Bormann, el futuro adjunto de Hitler) por bastante tiempo, con el propósito de
proteger a los líderes bolcheviques (aún inseguros de su poder) y de ayudar, entre otros, a Leiba
Bronstein apodado Troţki a levantar el así llamado Ejército Rojo (que era el ejército de un estado
totalitario en formación). Que las cosas hayan sucedido de esta manera, aunque Lenin y todos los
oficiales soviéticos lo han negado constantemente, lo demuestra también un pequeño, pero
elocuente hecho. Un detalle que generalmente es ignorado por los observadores. El primer
modelo de casco militar del Ejército Rojo (con un accesorio como una punta de lanza encima) ha
sido inspirado al cien por ciento por el casco militar de los soldados de infantería del Káiser. La
única diferencia entre el casco alemán y el casco bolchevique es que el que usaban los militares
del Ejército Rojo en los primeros años después del 1917 estaba hecho de un material textil de
inferior calidad (probablemente para que parezca más “proletario”).
Véase en anejo dos fotografías en espejo que ponen en evidencia esta similitud extraña. Como
puede verse, no solamente los militares del Imperio Alemán han trabajado duro para edificar el
Imperio Bolchevique, sino también los sastres del Káiser, en unión fraternal con los sastres de
Lenin, se han esforzado en concebir y realizar los uniformes que los militares del Ejército Rojo
iban a usar. Una perfecta escrupulosidad alemana, bajo las ordenes de la dictadura leninista, que
ha cortado de raíz las oportunidades de Rusia de volverse un país democrático.
Por esta complicidad, el Káiser Guillermo II habría merecido ser juzgado y condenado de por
vida después de la guerra por un tribunal de las naciones, pero los vencedores le han permitido
generosamente pasar el resto de su vida tranquilo en el refugio de Holandia. Ha incendiado
Europa, ha difundido el virus letal del bolchevismo en Rusia y al final se echó a correr como si
nada hubiera pasado. El retrato de este autócrata imperial alemán habría tenido que figurar en las
banderas soviéticas junto a Marx y Engels.

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