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CÓMO ACTUAR ANTE UNA RABIETA

Ignorar es una manera efectiva de impedir las rabietas o, al menos, de evitar


reforzarlas. Debemos saber, que cuando empezamos a ignorar las rabietas,
éstas pueden intensificarse durante un período de días o semanas antes de
empezar a ceder.

Si no se logra controlar la rabieta, y la situación lo permite, se puede adoptar


una actitud de indiferencia y hacer como que se ignora la conducta del niño,
para lo cual no debe manifestarse enfado, ni deben hacerse promesas o
proferir amenazas. Porque el niño, con la rabieta, pretende llamar la atención y
si hacemos todo eso, aunque no consiga aquello que motivó el berrinche, de
algún modo habrá salido ganando y, sin querer, podemos reforzar ese
comportamiento o sea le "enseñaremos" a tener más rabietas.

Algunas instrucciones específicas sobre cómo ignorar una rabieta, por ejemplo:
«Sepárese a dos pasos. Continúe haciendo lo que estuviese haciendo. No
hable o hable sólo con un tono de voz neutral. Si su hijo está cerca de un
objeto peligroso, mueva al niño o al objeto. No deje que el niño se haga daño o
cause daño a nadie».

Muchas de las rabietas del niño tienen como objetivo primordial una simple
llamada de atención, aunque se presenten enmascaradas bajo otras peticiones
concretas (como una bolsa de gominolas).

No olvidemos que los medios de que dispone el niño pequeño para interactuar
con nosotros están aún por elaborar y perfeccionarse, de ahí que en ocasiones
recurra a algo tan sencillo como el enfado desproporcionado simplemente para
decir: “estoy aquí, hazme caso”.

Cuando los padres intuyan que se trata de una llamada de atención


inapropiada, deben dejarle claro lo inadecuado de su conducta, ¿cómo?: -no
prestándole atención, ignorándole-. También en este caso es importante no
ceder al final, porque si no, el niño aprenderá que manteniéndose en su
posición obtiene los beneficios que persigue.

Si la "escena" ocurre en un sitio público, procure llevarle a un sitio tranquilo y si


fuera necesario contenerle físicamente porque presente una actitud violenta,
procure sujetarle pero sin hablarle ni mirarle.

Es muy importante perseverar en la decisión adoptada hasta el final, hasta sus


ultimas consecuencias. Por ejemplo, si se ha decidido que aquello que el niño
pide es inadecuado, los padres se mantendrán firmes en su decisión con
independencia de las respuestas del niño.

No haga caso a las rabietas motivadas por el deseo de llamar la atención o


exigir algo. Los niños pequeños pueden tener rabietas para salirse con la suya.
En las rabietas para llamar la atención el niño puede gemir, llorar, golpear el
piso o la puerta, cerrar una puerta con violencia, o contener la respiración.
Mientras su hijo permanezca en un solo lugar y su comportamiento no sea
destructivo, usted puede dejarlo tranquilo.

Si usted reconoce que un evento en particular va a hacer que su hijo pierda los
estribos, trate de desviar su atención hacia alguna otra cosa. Sin embargo, no
ceda ante las demandas de su hijo. Durante la rabieta, si el comportamiento del
niño es inofensivo, ignórelo por completo.

Una vez que ha empezado, una rabieta rara vez puede ser interrumpida.
Aléjese, incluso yendo a otro cuarto para que el niño ya no tenga quien le
escuche. No trate de razonar con su hijo. Simplemente dígale: "Veo que
estás muy enfadado, te dejaré solo hasta que te calmes”. Deje que el niño
recupere el control. Después de la rabieta, asuma una actitud amistosa y trate
de normalizar las cosas. Usted puede prevenir algunas de estas rabietas
diciendo "No" con menos frecuencia.

A veces es difícil, pero se debe crear un clima de tranquilidad en torno a la


situación, es decir, mantener la calma y el control. No regañar, ni gritar al niño
porque, además de no solucionar nada, genera más inseguridad y constituye
un mal ejemplo. Tampoco hay que intentar razonar con el niño, porque en ese
momento no nos escuchará. El niño no debe percibir que su conducta altera a
sus padres, que les incomoda, que existe una discordancia entre lo que sienten
y lo que dicen. No podemos enfadarnos y, gritando, aclararle: “¡no me importa
cómo te pongas, así no vas a conseguir nada!”; porque estamos mostrando
que “algo” sí ha conseguido.

Por supuesto, no debe concedérsele lo que quería, para no reforzar su


conducta, como tampoco conviene ofrecer premios o recompensas para que
abandone su rabieta. En las fases iniciales, una pequeña dosis de humor y, si
es posible, intentar distraer al niño desviando su atención hacia otra actividad u
objeto, pueden ser de mucha utilidad.

El castigo es uno de las medidas más frecuentes y, por ello, debemos


emplearlo con cuentagotas y cautela. En primer lugar porque un castigo
repetido muchas veces pierde su poder sancionador y corrector. En segundo
lugar porque el castigo como respuesta ante una rabieta puede convertirse en
un arma de doble filo. Con el castigo, aunque parezca que el niño lo aborrece,
estamos dedicándole toda nuestra atención y, aunque no consiga lo que quería
(muchas veces algo insignificante), sí logra convertirse en el centro de todas
nuestras miradas.

Por extraño y paradójico que parezca, el niño acabará acostumbrándose al


castigo y, lo que es peor, buscándolo como “recompensa afectiva”. El castigo
tiene efectos pasajeros; a base de castigos no eliminamos las conductas
inapropiadas de las rabietas que por instaurarse como un patrón de
comportamiento, son conductas que persisten en el tiempo.

Asegurarse de que las rabietas no amenazan la autoestima del niño, evitad


declaraciones humillantes después de la rabieta. Los padres deben hablar de
«perder el control» en lugar de «portarse mal» y evitar hablar mucho de la
rabieta después.

Una vez que se ha pasado el berrinche, no se le debe castigar ni gritar, sino


darle seguridad y afecto, pero sin mimarle en exceso ni darle ningún tipo de
premio, explicándole lo inadecuado de su comportamiento.

Reforzar los comportamientos positivos. Es decir, entre otras cosas hacerle


caso y alabarle cuando su conducta es la adecuada. Es niño busca la atención
de sus padres y si la consigue sobre todo cuando hace "cosas malas", le
estaremos indicando que ese es el comportamiento que debe repetir para
conseguir que le dediquemos más tiempo.

Para las rabietas de tipo perturbador o destructivo, utilice suspensiones


temporales. Algunas veces las rabietas son demasiado perturbadoras o
agresivas para que los padres las pasen por alto: Se cuelga de nosotros, nos
pega, tiene una rabieta en un lugar público, rompe cosas... Sujete al niño
cuando tenga rabietas en las que podría causar daño o lastimarse. Si su hijo ha
perdido totalmente el control, usted podría sujetarlo. Perder el control
probablemente atemoriza al niño. Sujételo también cuando tenga rabietas
durante las cuales podría lastimarse (como cuando se arroja violentamente
hacia atrás).

Tome al niño en sus brazos, dígale que usted sabe que está enfadado y
muéstrele, con su ejemplo, la manera de dominarse. Téngalo en brazos hasta
sentir que empieza a relajarse. Esto generalmente requiere de 1 a 3 minutos.
Luego, suéltelo. Esta respuesta reconfortante raras veces es necesaria
después de los 3 años de edad.

Debemos saber que...

 No atender una rabieta no consiste en rechazar al niño afectivamente.


Consiste en retirar la atención ante la rabieta y darlo ante un
comportamiento más adecuado. Hay que tener cuidado para no
confundir una "rabieta" con una "necesidad real".

 Debemos saber que cuando empecemos a no atender las rabietas, la


conducta en lugar de disminuir va a aumentar. No hay que asustarse, es
normal.

 Luego va disminuyendo. Lo hace más rápidamente si atendemos las


demandas correctas.
 Las rabietas, ocasionalmente, vuelven a aparecer. Debemos actuar
entonces como teníamos prefijado. Con el paso del tiempo aparecen
cada vez menos.

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