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Algunas instrucciones específicas sobre cómo ignorar una rabieta, por ejemplo:
«Sepárese a dos pasos. Continúe haciendo lo que estuviese haciendo. No
hable o hable sólo con un tono de voz neutral. Si su hijo está cerca de un
objeto peligroso, mueva al niño o al objeto. No deje que el niño se haga daño o
cause daño a nadie».
Muchas de las rabietas del niño tienen como objetivo primordial una simple
llamada de atención, aunque se presenten enmascaradas bajo otras peticiones
concretas (como una bolsa de gominolas).
No olvidemos que los medios de que dispone el niño pequeño para interactuar
con nosotros están aún por elaborar y perfeccionarse, de ahí que en ocasiones
recurra a algo tan sencillo como el enfado desproporcionado simplemente para
decir: “estoy aquí, hazme caso”.
Si usted reconoce que un evento en particular va a hacer que su hijo pierda los
estribos, trate de desviar su atención hacia alguna otra cosa. Sin embargo, no
ceda ante las demandas de su hijo. Durante la rabieta, si el comportamiento del
niño es inofensivo, ignórelo por completo.
Una vez que ha empezado, una rabieta rara vez puede ser interrumpida.
Aléjese, incluso yendo a otro cuarto para que el niño ya no tenga quien le
escuche. No trate de razonar con su hijo. Simplemente dígale: "Veo que
estás muy enfadado, te dejaré solo hasta que te calmes”. Deje que el niño
recupere el control. Después de la rabieta, asuma una actitud amistosa y trate
de normalizar las cosas. Usted puede prevenir algunas de estas rabietas
diciendo "No" con menos frecuencia.
Tome al niño en sus brazos, dígale que usted sabe que está enfadado y
muéstrele, con su ejemplo, la manera de dominarse. Téngalo en brazos hasta
sentir que empieza a relajarse. Esto generalmente requiere de 1 a 3 minutos.
Luego, suéltelo. Esta respuesta reconfortante raras veces es necesaria
después de los 3 años de edad.