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El período del gobierno de Pérez Jiménez, según la Constitución elaborada por sus
partidarios, finalizaba en 1957; pero en lugar de convocar a elecciones presidenciales, el
régimen optó por organizar una consulta plebiscitaria para legalizar y prolongar la
permanencia en la Presidencia de Pérez Jiménez y de sus candidatos al Congreso, a las
Asambleas Legislativas y Concejos Municipales para el período presidencial 1958-1963.
La amenaza de que el Dictador se perpetuara sirvió de detonante para que los diversos
sectores opositores al régimen, incluyendo a los que hacían vida en las Fuerzas Armadas,
manifestarán su rechazo y se creara un clima de protestas populares que culminó con el
derrocamiento de la dictadura. Por las lecciones que pudieran derivarse de lo acontecido el
23 de enero de 1958, creo que no debemos olvidar que, si bien es cierto, diversos sectores
de la sociedad y de los partidos políticos opositores al régimen jugaron un rol determinante,
el desenlace no hubiera sido posible sin la participación del sector militar que le quitó el
apoyo al Dictador.
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Pérez Jiménez no fue un dictador benevolente. Desde el derrocamiento del Presidente
Gallegos en noviembre de 1948, la incipiente democracia venezolana tuvo un eclipse que
comenzó con la Junta Militar de gobierno presidida por Carlos Delgado Chalbaud, y se
intensificó durante el período de Pérez Jiménez. El Dictador impidió el desarrollo de los
partidos políticos y de los sindicatos, de la libertad de prensa, persiguió, asesinó, mantuvo
en el exilio y encarceló a muchos venezolanos que luchaban por la restitución de la
democracia y de las libertades civiles.
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absorción del capital invertido en la economía, el exceso de bienes de capital o sobre
mecanización de la producción que restringía el empleo de la mano de obra no calificada, el
poco impacto de la construcción de obras públicas y el hecho de que el aumento del
consumo beneficiara a los sectores de más altos ingresos. Furtado en ese estudio pronosticó
que de no aplicarse los correctivos necesarios la economía venezolana, en el largo plazo,
tendía hacia el estancamiento. La verdad es que Furtado, al igual que otros economistas
como José Antonio Mayobre y Ernesto Peltzer, estaba alertando sobre las debilidades del
modelo de desarrollo venezolano, cuyo dinamismo dependía de un elevado gasto público
financiado con una renta petrolera altamente volátil, que, a su vez, generaba impactos
negativos para los sectores productivos no petroleros, obstaculizando la diversificación de
la economía. Esa renta petrolera dotaba de un inmenso poder económico al Estado
venezolano, que la percibía en representación de la nación, y en consecuencia le daba una
alta autonomía financiera. Es decir, el Estado no dependía para sus gastos de los impuestos
que pagaban los ciudadanos como en una economía normal, condición necesaria para que
los ciudadanos establezcan un contrapeso de poder que limite el poder del Estado y de las
elites gobernantes. El Estado al tener, mediante la captación de la renta petrolera,
autonomía para financiar sus gastos, no tenía necesidad de ser transparente y de rendir
cuenta a los ciudadanos en el uso de los dineros públicos, menos en el caso de una
Dictadura. Esa condición estructural, propia de los Estados que viven de la Renta de un
recurso mineral como el petróleo, crea condiciones para la proliferación de la corrupción, el
desarrollo de una baja calidad institucional, con reglas de juego para favorecer a las elites
gobernantes y económicas (Acemoglu y Robinson, 2012). La renta petrolera como lo han
revelado varios estudios puede ayudar a consolidar una democracia, pero existe abundante
evidencia empírica que la renta petrolera también sirve para prolongar la permanencia de
las autocracias en el poder, a la vez, que obstaculiza las transiciones hacia la democracia
(Ross, 2015).
Los defensores de las dictaduras, sobre todo después del éxito económico de China y otros
países asiáticos con gobiernos autoritarios, han argumentado que las autocracias son
superiores a las democracias para producir crecimiento económico y prosperidad. Sin
embargo, debo aclarar que las investigaciones realizadas no muestran una asociación fuerte
entre crecimiento económico y el tipo de régimen político. Los economistas y politólogos
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que han investigado el tema, no han encontrado evidencias empíricas sólidas que permitan
concluir una superioridad de las dictaduras sobre las democracias en esta materia
(Przekowsky, 2003). Lo que sí está claro, es que no hay necesidad de sacrificar la
democracia para obtener crecimiento económico. La democracia tiene un valor por sí
misma. Y lo que es más importante, el desarrollo humano, que es un concepto más amplio
que el crecimiento económico porque tiene como fin es el mejoramiento permanente del
bienestar de la gente, la ampliación de las opciones de la gente, requiere
imprescindiblemente de la democracia y de las libertades civiles. Como lo ha afirmado el
premio nobel de economía 1999, Amartya Sen (2001), la libertad es el medio y es el fin del
desarrollo.
Hago esta aclaratoria porque los defensores de la dictadura de Pérez Jiménez se regodean y
defienden su obra de gobierno por sus logros en materia económica y la construcción de
obras públicas que han perdurado. No obstante, hay evidencias de que durante el período de
la dictadura no solo se reprimió a los opositores, se prohibió la libertad de pensamiento y
prensa y se violaron los derechos humanos. También siguió prevaleciendo la exclusión
social, la pobreza y la desigualdad en la distribución de la riqueza, a la par de que al salir el
régimen se develó no solo la corrupción sino el pésimo manejo administrativo de los
cuantiosos ingresos de los cuales dispuso, al crear una alta deuda flotante que tuvo que
pagar el primer gobierno de la democracia. Autores como Cartay (2008: p. 240-241) al
analizar la economía política de la dictadura han concluido que el gobierno de Pérez
Jiménez redujo la proporción del gasto social en el gasto total, y fue tan “…ineficiente en
el uso de los recursos disponibles, que hacia 1957 ya se estaba fracturando la alianza de
las fuerzas políticas y económicas que lo mantenían en el poder…el gobierno de Pérez
Jiménez había sido eficaz en su habilidad para movilizar recursos, pero ineficiente en su
habilidad para emplearlos con idoneidad”.
En un estudio sobre el desarrollo económico de Venezuela durante los años que gobernó la
dictadura, realizado por el Banco Mundial a finales de la década de los cincuenta, se
reconocían las elevadas tasas de crecimiento económico que había tenido Venezuela. Sin
embargo, también se concluía que la distribución de los beneficios del progreso económico
eran extremadamente desiguales (International Bank for Reconstruction and Development,
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1961). El estudio del Banco Mundial reveló que para 1957 el 12,5% de los perceptores de
ingresos se apropiaba del 50% del ingreso total, mientras que en el otro extremo, 45% de
los perceptores de ingreso apenas recibía el 10% del ingreso total. El estudio también
concluyó que el 50% más pobre de la población vivía en condiciones de subsistencia.
Venezuela para ese entonces todavía tenía cerca del 40% de la población en áreas rurales,
más de 2,5 millones de hab. El estudio en referencia afirmaba que las visitas realizadas por
el equipo de investigadores a las áreas rurales evidenciaban que gran parte de la población
vivía en pobreza extrema. Esta situación de desigualdad y de pobreza que existía en el país,
se explicaba principalmente por las diferencias salariales surgidas de las pocas
oportunidades de educación que existían en el país y a una estructura tributaria regresiva,
donde los ricos pagaban pocos impuestos, lo que impedía la redistribución de los ingresos
fiscales no petroleros. En síntesis, las cifras mostraban el poco nivel de desarrollo humano
que prevalecía en el país, en medio de la prosperidad económica sobre la cual pretendía
prolongarse la tiranía de Pérez Jiménez.
A la fuga del Dictador Pérez Jiménez el gobierno lo asumió una Junta de gobierno
provisional, presidida, inicialmente, por el Vicealmirante Wolfang Larrazábal y
posteriormente por el Doctor Edgar Sanabria, al convertirse Larrazábal en candidato
Presidencial. El domingo 7 de diciembre de 1958 se realizaron las segundas elecciones
presidenciales libres, resultando electo, quién en la medida que transcurre el tiempo, se
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reafirma y se reconoce como el Padre de la Democracia venezolana: Rómulo Betancourt,
máximo líder histórico del partido Acción Democrática.
Debe destacarse que el 31 de octubre de 1958 se había firmado en la Residencia del Doctor
Rafael Caldera, la quinta Punto Fijo, el histórico Pacto de Punto Fijo, firmado por los
representantes de los partidos: Acción Democrática, Copei y Unión Republicana
democrática. El Pacto de Punto Fijo tenía tres elementos determinantes:1) defensa de la
constitucionalidad y del derecho a gobernar según el resultado electoral; 2) Constituir un
gobierno de unidad nacional; y 3) los tres partidos se comprometían a presentar un
programa mínimo común (Caballero, 2010).
La denominada democracia derivada del Pacto de Punto Fijo se prolongó por 7 períodos
constitucionales y garantizó la alternabilidad en el poder de los dos principales partidos
(Acción Democrática y Copei). La consolidación de la democracia se logró a pesar de los
intentos de golpe de Estado que hubo durante el gobierno de Betancourt y del desarrollo del
movimiento guerrillero, que fue finalmente derrotado, pacificado e incorporados sus
principales líderes a la vida democrática en el primer gobierno de Rafael Caldera.
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trabajo por encima de sus necesidades para compensar el insuficiente empleo que generaba
la actividad privada. Así, la renta petrolera sirvió para mantener la armonía entre
empresarios y trabajadores. La renta la percibía el Estado y este la privatizaba a través del
gasto público, de los programas de inversión y de estímulo a la inversión privada, de la
sobrevaluación del tipo de cambio y de la baja tasa impositiva (Baptista y Mommer, 1989).
La tasa de ganancia era elevada y los salarios reales crecían independientemente de los
bajos niveles de productividad. La tasa de inversión aumentó e igualmente lo hizo el
consumo. La renta goteaba para unos más que otros pero goteaba para todos, de manera tal
que para finales de la década de los setenta todavía prevalecía lo que luego sirvió para el
título de un importante libro, de consulta obligatoria, publicado por el IESA en 1984,
titulado: El caso Venezuela: Una ilusión de armonía (Naím y Piñango, 1984). La renta
petrolera había servido para eso, para construir una ilusión de armonía que no iba a durar
eternamente porque la renta se hizo insuficiente y porque el modelo rentista llevaba en sus
entrañas el germen de su inviabilidad al generar un desbalance de poder entre el Estado y
los ciudadanos. Los ciudadanos estaban subordinados al Estado poderoso que percibía y
distribuía la renta en lugar de controlarlo (Baptista, 2010).
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dependiente del petróleo y para producir las reformas políticas que despojaran al Estado
venezolano del inmenso poder que le daba la disposición de la renta petrolera. Se
necesitaba corregir las fallas que tenía el modelo económico rentista y la democracia
puntofijista con más democracia, con cambios institucionales profundos que disminuyeran
el inmenso poder económico del Estado venezolano, que podía distribuir la renta petrolera
y subordinar a los ciudadanos, quienes no podían ejercer el control de los gobernantes,
como es normal en una democracia no rentista.
En su segundo mandato presidencial, Carlos Andrés Pérez, forzado por la crisis económica
que dejó como legado el gobierno de su copartidario Jaime Lusinchi, en 1989, adelantó un
importante programa de reformas económicas con orientación de mercado. Dicho programa
reducía los niveles de protección y subsidios a la producción nacional, liberaba precios a la
par que disminuía la discrecionalidad y el poder del Estado en la economía, abriéndole
nuevos espacios al sector privado. Pérez también se atrevió a implementar algunas de las
propuestas de la ya desaparecida Comisión Presidencial para la Reforma del Estado
(COPRE), realizando las elecciones de Gobernadores de estado y de Alcaldes, a la par que
dio inicio a un programa de descentralización y desconcentración del Estado. Las reformas
políticas y económicas, algunas de ellas aplicadas sin gradualismo y con subestimación de
la realidad por el brillante equipo de jóvenes ministros del que se había rodeado Pérez, no
contaron con el apoyo entusiasta de su partido Acción Democrática. El programa de
reformas, fue rechazado por las elites políticas y económicas tradicionales, también por
sectores poderosos de los medios de comunicación y por parte de las elites ilustradas del
país, organizadas en un grupo de opinión conocidos como “los Notables”. Al final, acusado
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de haber malversado la cantidad de 17 MILLONES DE DÓLARES, Carlos Andrés Pérez
fue destituido de la Presidencia por el Congreso Nacional, el 21 de mayo de 1993 y
sometido a enjuiciamiento, cuando faltaban apenas 8 meses para terminar su período
constitucional. La historia y el tiempo se han encargado de develar la verdadera trama y los
actores que estuvieron detrás de este episodio, que sin duda alguna tuvo consecuencias
negativas para la ya débil democracia que existía. Como en la magistral obra de Lope de
Vega titulada Fuente Ovejuna ¿Quién mató al Comendador? Fuente Ovejuna, todos a una.
Ya el modelo rentista estaba agotado desde finales de la década de los setenta, la renta ya
no era suficiente para mantener la ilusión de armonía, la renta ya no goteaba para todos
como antes. No obstante, las elites políticas y económicas tradicionales no fueron capaces
de reconocer esa realidad ni de impulsar los cambios que se requerían. Al final, la crisis
económica y de la democracia puntofijista emergió con toda su fuerza. A la crisis
económica que se manifestó con fuerza en 1983 con la devaluación del bolívar, le siguieron
programas de ajuste económico que disminuyeron el gasto público y los subsidios, en 1989
sucedió el estallido social denominado “el caracazo”, el 4 de febrero de 1992 hubo un
intento de golpe de Estado liderado por el Teniente Coronel Hugo Chávez Frías a lo cual le
siguió otro golpe de Estado, también fracasado, el 27 de noviembre de 1992. Una vez
destituido el Presidente Carlos Andrés Pérez en mayo de 1993, El Presidente del Congreso
Nacional Octavio Lepage ocupó el cargo de Presidente interino; y finalmente, el Doctor
Ramón J. Velásquez completó el período constitucional.
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precios, del tipo de cambio y de mayor intervención del Estado en la economía para
enfrentar la crisis del sistema financiero. Ante el fracaso de la política de controles,
Caldera, con mucha reticencia, tuvo que acceder en la aplicación de un programa de ajustes
económicos, similar al del período de Carlos Andrés Pérez, la denominada Agenda
Venezuela. De nuevo se liberaron los mercados para reestablecer los equilibrios
macroeconómicos y se produjo una importante reforma de la Ley del Trabajo. Al finalizar
la segunda presidencia de Caldera, en 1998 se había retrocedido en el proceso de
descentralización y desconcentración del Estado y se había abortado la propuesta de
reformar la Constitución. Para 1998 no sólo había decrecido la economía, también había
aumentado la pobreza, la desigualdad en la distribución de la riqueza, los partidos políticos
y su dirigencia estaban desprestigiados y deslegitimados ante el pueblo y era evidente el
descontento de la población. La ilusión de armonía creada por la democracia puntofijista se
había agotado definitivamente. Estaban dadas las condiciones para que apareciera un
salvador de la patria, un nuevo caudillo.
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Hugo Chávez Frías y el movimiento que lo apoyó prometieron un cambio radical de la
sociedad venezolana, para lo cual era necesario desmantelar los partidos políticos
tradicionales y el sistema político prevaleciente, construir una democracia participativa
excluyendo a las elites corruptas, reducir la pobreza y la desigualdad, convocar una
asamblea constituyente para reformar la constitución y superar el rentismo (López Maya y
Panzzarelli, 2012). La nueva Constitución de 1999 amplió los poderes del Presidente y creó
las bases para que durante todos estos años se produjeran cambios radicales en las
instituciones, en la economía y en el nivel de vida de los venezolanos. En estos años el
chavismo evolucionó hacia un populismo autoritario, que dilapidó la renta generada por la
bonanza petrolera más larga en la historia económica del país, que poco a poco deriva hacia
una autocracia. El gobierno actual de Nicolás Maduro ya no tiene pudor para guardar las
mínimas normas de los gobiernos democráticos y por eso viola la constitución y los
derechos humanos con pleno apoyo de la cúpula militar, la cual ha ejercido una influencia
determinante reprimiendo la protesta y siendo factor determinante de la gestión de un
gobierno fracasado. Desde 1999, progresivamente, por medios legales, o cuando era
necesario violando la Constitución y las leyes, el chavismo ha logrado controlar los poderes
del Estado, ha realizado elecciones fraudulentas y ha impuesto una Asamblea Nacional
Constituyente espuria para anular a la legítima Asamblea Nacional controlada por la
oposición. El chavismo, violando la Constitución vigente, ha producido cambios
institucionales que le ha permitido disponer y gastar los dineros públicos sin restricciones,
ha establecido controles del tipo de cambio, de los precios, de las tasas de interés, de los
salarios y del comercio exterior; ha nacionalizado, confiscado y expropiado explotaciones
agropecuarias, empresas de diferentes ramas de la actividad económica; ha distribuido y
dilapidado la renta petrolera de los años de bonanza sin considerar sus efectos perversos
sobre la economía. Y ahora, para paliar el caos económico y el desabastecimiento que ha
creado confisca, al igual que en la extinta Unión Soviética Stalinista, la producción agrícola
e industrial y acosa a los comerciantes.
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conformado así un régimen que deriva en una autocracia, cuyas características, actuaciones
y naturaleza desborda las tradicionales definiciones y comportamientos de los
autoritarismos tradicionales. Hasta tal punto que las democracias auténticas del Hemisferio
occidental, de la Unión Europea y de otras partes del mundo califican al chavismo y a su
permanencia en el poder como una amenaza al respeto de los derechos humanos y las
libertades civiles; y lo que es peor, una amenaza para la posibilidad de combatir con éxito
el terrorismo y el tráfico de drogas. De allí que varios gobiernos, y esta semana la Unión
Europea, hayan adoptado sanciones contra personalidades relevantes del régimen,
incluyendo al propio Presidente de la República mientras que apoyan el dialogo y una
salida negociada para restituir la democracia en Venezuela.
El resultado de la obra de gobierno chavista durante ya casi dos décadas está signado por un
fuerte retroceso en materia libertades civiles, de respeto a los derechos humanos y en el
ejercicio de la democracia. Hoy Venezuela es más dependiente que nunca de la renta
petrolera, pero PDVSA ha sido desmantelada y su producción declina con fuerza. La
economía se encuentra en crisis, el aparato productivo agrícola e industrial está en agonía,
las estadísticas del producto interno bruto por habitante, de la tasa de pobreza y de la
corrupción son peores que las que existían en 1998, nuestros jóvenes y mejores talentos
huyen del país en busca de mejores condiciones de vida desintegrando el núcleo familiar.
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Más aun, el país ahora vive una situación de hiperinflación, desconocida para los
venezolanos, que se creía imposible en un país exportador de petróleo como Venezuela. La
hiperinflación, sin duda alguna, agravará la crisis humanitaria y la hambruna que ya vive
parte importante de la población con todas sus consecuencias. El balance de la obra del
chavismo en materia económica es que ha logrado que Venezuela se conozca en el mundo
como la catástrofe económica más grande del planeta en tiempos de paz (Hausmann, 2017).
Entre tanto, Nicolás Maduro insiste en repetir las políticas iniciadas por Hugo Chávez y
Jorge Giordani, que son las que nos han conducido a esta tragedia.
En resumen, Venezuela sigue sin superar la crisis que dio origen a la llegada del chavismo
al gobierno. La crisis ha empeorado. Pero lo que es más grave es que existe la amenaza de
que el régimen que nos ha conducido a esta tragedia se mantenga en el poder, haciendo uso
de medios ilegales y fraudulentos.
MUCHAS GRACIAS.
Mérida, 23 de enero de 2018.
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Referencias
Acemoglu, Daron y Robinson, James (2012). Por qué fracasan los países. Deusto,
Barcelona.
Baptista, Asdrúbal y Mommer, Bernard. (1989). Renta petrolera y distribución factorial del
ingreso. En Nissen, Hans Peter y Mommer, Bernard. (Coordinadores). ¿Adios a la
bonanza? Crisis de la distribución del ingreso en Venezuela. ILDIS-CENDES, Editorial
Nueva Sociedad, Caracas, pp.15-40.
Baptista, Asdrúbal. (2010). Teoría económica del capitalismo rentista. Banco Central de
Venezuela, Caracas.
Caballero, Manuel (2010). Pacto de Punto Fijo. En Fundación Empresas Polar. Diccionario
de Historia de Venezuela, Tomo 3. Fundación Empresas Polar, Caracas, pág. 461.
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López Maya, M., & Panzarelli, D. A. (2011). Populismo, rentismo y socialismo del siglo
XXI: El caso Venezolano. RECSO Revista de Ciencias Sociales, 2(2), 39–61.
Naím, Moisés y Piñango, ramón. (1984). El caso Venezuela: una ilusión de armonía.
Ediciones IESA, Caracas.
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