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te ti marie de do pingue

d del individuo? ¿No detestamos el sufrimiento? Y, sin embargo, un ser que no lo conociera sería
un monstruo. Hasta puede suceder que el carácter natu- ral de una cosa y los deseos de
alejamiento que ins- pira sean solidarios. Si el dolor es un hecho natural, lo es a condición de que
no se le ame. Si el delito es normal, a condición de que se le deteste.' Nuestro método no tiene,
pues, nada de revolucionario. Es incluso, en cierto sentido, esencialmente conserva- dor, pues
considera los hechos sociales como cosas cuya naturaleza, por flexible y maleable que sea, no
podemos, pese a todo, modificar a voluntad. ¡Cuá

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