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Valiente, magnánimo, leal, generoso con sus amigos, encarnizado enemigo y el enamorado

más puro del mundo. Estos son los adjetivos que mejor definen a sir Lancelot, un hombre
desdichado por tener que elegir entre el amor y el deber, entre la pasión y la honestidad, entre
su rey y su reina. Intentó ser fiel a ambos pero era algo imposible de lograr y con su caída
arrastró al reino de Arturo.

Casi todas las leyendas sitúan su nacimiento en Bayona, cerca de la frontera franco-española,
y era hijo del rey Ban de Benwick. Nada más nacer, su padre se vio envuelto en una guerra con
un rey vecino, Claudas, que invadió el reino y obligó a huir a su familia. Mientras escapaban,
Ban volvió la cabeza y viendo destruido todo lo que tenía, cayó desmayado, siendo atendido
por su esposa Elena, la cual para ello dejó a su hijo solo un momento, lo que aprovechó la
Dama del Lago para llevárselo. Desde entonces no volvieron a verle.

Lo cierto es que la Dama deseaba un hijo y al no poder tenerlo optó por raptar al hijo del
destronado rey Ban. Ella le crió y le dio un nuevo nombre, por el que pasaría a la historia:
Lancelot. Sobre la Dama del Lago circulan varias leyendas, algunas dicen que era una señora
poderosa y rica, con abundantes posesiones en Europa; otras, en cambio, la señalan como una
habitante del lago, un hada o ser sobrenatural.

Sea como fuere, parece ser que Lancelot fue criado en el mundo de las Cortes europeas,
donde aprendió con rapidez modales caballerescos y destreza con las armas. Se relacionaba
entonces con sus primos Boores y Lionel, con los que se crió hasta cumplir los dieciocho años,
edad suficiente para unirse a la corte de Camelot, que le había entusiasmado desde hacía
años. Con el tiempo, pasaría a la historia como uno de los caballeros más destacados de su
famosa Mesa Redonda.

Su relación con el rey Arturo fue siempre de amistad y entrega personal, siendo de gran ayuda
tanto para él como persona, como para Camelot. Sin ninguna duda era respetado y querido por
Arturo, quien desde siempre lo consideró su lugarteniente y mejor aliado... Pero el destino se
empeñó en que ambos amaran a la misma mujer, la reina de Camelot: Ginebra.

De hecho, una de las primeras tareas que le encomendó el rey fue ir en busca de su prometida,
Ginebra, y llevarla hasta Camelot para la boda. Aquí empezaría a mascarse la tragedia,
comenzando, sin poder ambos evitarlo, Ginebra y Lancelot, su historia de amor platónico.
Lancelot, no obstante, terminó por declarar su apasionado amor a Ginebra, quien también le
correspondía, si bien, ambos fueron siempre conscientes de la imposibilidad de materializarlo.
Eso hizo que la vida de Lancelot se convirtiera en una continua lucha entre su deseo y su
conciencia, entre su amor por la reina, su amistad hacia el rey y sus obligaciones en Camelot,
así como en una constante búsqueda de métodos para alejarse de la Corte y de Ginebra.

Por aquellos días un grupo de campesinos de la aldea de Carbonek, donde gobernaba el rey
Pelles, llamó a Lancelot para decirle que la hija de éste estaba encerrada desde hacía cinco
años dentro de la torre de un castillo próximo y que nadie había conseguido liberarla. Los
aldeanos le acompañaron a la puerta del recinto y Lancelot entró con su típica audacia y
valentía, rescató a la doncella y escaparon ambos. La muchacha le contó que Lady Morgana y
la reina del Norte de Gales la habían encerrado allí mediante encantamientos, por envidia, pues
se decía que ella era la mujer más hermosa de aquellos lares, y que tan solo el mejor caballero
del mundo podría liberarla del hechizo y rescatarla. Esto hizo que desde entonces y hasta
siempre Lancelot fue considerado “el mejor caballero del mundo”. La joven se llamaba Elaine.

Cuentan también que allí en Carnobek campaba a sus anchas un dragón que desde hacía
años atormentaba a las gentes del lugar, por lo que éstas, aprovechando la presencia de
Lancelot, le pidieron que acabase con el monstruo. En el camino hasta la guarida del dragón
vio una tumba donde había una inscripción que decía:"Hasta aquí llegará un leopardo de
sangre real que matará a la serpiente que vive bajo esta losa. El leopardo engendrará a un león
que será el mejor caballero del mundo". Finalmente, el dragón murió a manos de Lancelot, pero
esa inscripción quedó grabada en su cabeza, pues el leopardo representaba el emblema de
Lancelot, el que lucía en su escudo.

El rey Pelles dio una gran fiesta para celebrar el regreso de su hija y la muerte del dragón. Lo
que nadie esperaba fue la aparición de una paloma que llevaba en el pico un incensario que, al
verterse, hizo que todo se impregnara de un maravilloso olor. A continuación apareció una
doncella con una copa en la mano. Todos se arrodillaron y elevaron plegarias al cielo. Al poco
doncella y copa desaparecieron. Sir Lancelot no entendía nada, hasta que el rey Pelles le
explicó que lo que acababa de ver era el Santo Grial.

La princesa Elaine se había enamorado de Lancelot y se lo comunicó a una doncella suya que
era una gran hechicera. La hechicera le dio un veneno a Lancelot y este quedó a merced de la
dama, casándose ambos esa misma noche. Fueron después de la boda a unos aposentos
preparados al efecto y privados de toda luz, pues para que el encantamiento tuviera efecto la
oscuridad debía ser absoluta. Cuando Lancelot despertó por la mañana lo primero que hizo fue
abrir de par en par la ventana y al hacerlo desapareció el encantamiento, por lo que al mirar en
el lecho y ver a Elaine no sabía a que atenerse. Elaine le contó lo sucedido y como Lancelot
creía que su fuerza en el combate provenía de los votos de fidelidad, hechos tanto a su rey
como a su reina, se sintió débil, inútil y desgraciado. En cuanto pudo regresó a Camelot,
abandonando a Elaine y deseando ver a la auténtica reina de su corazón: Ginebra.

Antes que él, llegó a Camelot la noticia de que Lady Elaine había tenido un niño al que llamó
Galahad. Al enterarse la reina Ginebra de lo sucedido, sólo pudo llorar e insultarle, llena de
indignación. Le llamó traidor y le dijo que le odiaba y no quería volver a verle. A tal efecto, le
obligó a partir de Camelot en una misión que duraría años.

Cuando regresó, estaban esperándole su suegro, su esposa y su hijo Galahad, pero a Lancelot
aún le daba miedo enfrentarse a la realidad y se encerró en una torre para que nadie supiese
de su dolor por sus verdaderos sentimientos de amor. Los comentarios no cesaron y la reina
Ginebra, que ya había olvidado todo lo sucedido, volvió a enemistarse con él, aunque seguía
amándole con todas sus fuerzas. Ambos eran conscientes de la imposibilidad de su amor, pero
el mismo hecho de esa imposibilidad hacía que se deseasen más todavía. Él no pudo aguantar
la situación y huyó a los bosques, donde pasó dos años privado de razón. Fue encontrado y
cuidado por Elaine, con la que convivió finalmente durante algunos años.

Poco después emprendió a fondo la búsqueda del Grial. Llegó hasta la puerta de la capilla que
lo guardaba, pero una presencia angelical le hizo saber que su pecaminoso amor por la reina,
aun siendo platónico, le impediría seguir con la búsqueda, pues no era digno de ella.

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