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Marcel Broos Editoriales
Marcel Broos Editoriales
DIARIO EXPRESO
Después de la consulta
Como es tradicional en el Ecuador cuando se cumplen jornadas electorales, salvo unos resultados
contundentes, siempre es posible que todas las partes contendientes, a despecho del resultado
real, se adjudiquen como victoriosa su participación.
El hecho cierto es que, pese a los argumentos de las distintas organizaciones políticas que la
apoyaron o la impugnaron, el pueblo decidió votar positivamente en todas las preguntas que el
presidente de la República sometió a su consideración.
Toca entonces ahora, responder de la mejor manera cumpliéndolo estrictamente. En así hacerlo
tiene un rol fundamental la función Legislativa y es sano que se haya decidido crear una comisión
especial de carácter multipartidista para proceder en consecuencia.
Por lo demás, siempre será del interés de las fuerzas políticas y las organizaciones sociales, el
mirar detenidamente qué ocurrió cantón por cantón en todas y cada una de las provincias.
Lecciones muy importantes podrán devenir de un análisis serio que contribuirá a conocer mejor
las motivaciones del electorado y es válido intentarlo, dado que no es de fácil asimilación el
pronunciamiento de algunos de ellos, donde pareciera que la lucha contra la corrupción no la
conciben con la denominada muerte civil como instrumento de acción y peor la posibilidad de
retornar al Estado los dineros mal habidos.
Sin duda, uno de los males mayores sembrados a lo largo de la década pasada fue aquel que
instituye la visión de que los recursos públicos, tal vez por así denominarse, son del que tiene
transitoriamente la capacidad de administrarlos.
Cuando desde las más altas tribunas del Estado se califica a los actos de corrupción, claramente
perjudiciales al interés nacional, tal cual determinadas negociaciones vinculadas a la actividad
petrolera que han resultado sumamente onerosas, apenas como acuerdos entre privados y
propinitas a las coimas, el resultado comentado no debe sorprender. Lo que hay que hacer,
cultivando un alto grado de ejemplaridad pública, es demostrar que la política es un ejercicio
destinado a servir a la República y no un mecanismo de enriquecimiento vertiginoso.
Por el estilo, en cada caso en que las conductas ciudadanas sorprenden y generan justificadas
inquietudes, lo mejor será desvanecerlas con un comportamiento ejemplarizador.
DIARIO EL TELEGRAFO