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La Revolución y el Otro,

Elementos Fundamentales Para El Cambio

Desde que entré al programa de antropología y en general al mundo de la


antropología, mi mundo -el que conocía- se hizo pequeño, se transformó de tantas
formas que me sentí pequeño. Náufrago en el basto universo de los saberes. Desde
el principio sabía que quería una vida en fin de la transformación; de ahí la decisión
de entrar a estudiar una carrera social, humana. En mi horizonte siempre han estado
las utopías, desde la de Tomas Moro hasta la de Marx. Lo más importante es
entender que más allá de ser un soñador, más allá de las ilusiones idealistas sobre
lo que debería ser y no es, está la decisión de construir un camino y unas formas
que materialicen los sueños de un mundo mejor. Es mi deber el de continuar
construyendo ese mundo que muchos han soñado, ese mundo por el que muchos
han caído.

Entendiendo un poco mejor la historia del mundo y las formas en la que cambian
las sociedades, he concluido que el motor que impulsa la historia y en particular, la
historia de las trasformaciones es el mundo de la revolución y que esa “Revolución”
debe tender un sentido humano.

Ser revolucionario es un acto individual con unos fines naturalmente colectivos, es


deber de todo revolucionario pensar y ver, para sí mismo como en los demás. Ser
revolucionario es el acto humano más simple, pero a su vez complejo al que nos
enfrentamos todos los que nos pensamos unas formas de entender el mundo, la
sociedad, incluso la vida misma de diferente manera; por tanto, es deber de todo
ser revolucionario pensar y proyectar unas formas diferentes de vida y de
entendimiento de las realidades de cada lugar y tiempo en el que existen. Sus
luchas son y deben ser actos individuales con repercusiones estructurales
colectivas cuyos fines no son más que el de cambiar y reestructurar las condiciones
elementales de la existencia.
La lucha, debe ser entendida como un escenario constate de resistencias y de
reestructuraciones de lo que deba ser reestructurado. Somos seres cambiantes, el
crecimiento y formación de la persona implica una deconstrucción y una
reconstrucción de la totalidad del ser, por tanto, desde lo material hasta lo inmaterial
es y debe ser un escenario de lucha; la lucha no es necesariamente en fin de
destruir, la lucha es también para conservar. El fin de la lucha debe ser
necesariamente consolidación del ser, de las formas de existencias del ser y de lo
que lo rodea.

Ser capaces de entender al otro es también un acto revolucionario, pero lo es más


pensar para y con el otro. Desapegarnos del individualismo, comprender la
existencia de los demás, su función como su importancia en el mundo, es una de
las labores más complejas del ser revolucionario pues implica luchar contra sí
mismo para poder aceptar al otro, aunque es clave entender: “cómo pensando en
el otro también pensamos en nosotros mismos” es por eso que esta labor es
fundamental para el ejercicio revolucionario. Reconocer al otro no solo implicar ser
capaces de dimensionar su existencia, implica pensar en las necesidades de otro -
de lo otro- como si fueran necesidades propias, es entender que si el otro está bien
yo estaré bien.

Sé que mi camino es arduo, es extenso. Espero que estos pensamientos sean, -


como mi vida-, reestructurados, transformados, pero que crezcan, que maduren y
sobre todo que no queden en el ideal. Deseo sinceramente que mi vida se
materialice se consolide y funcione para mí como para los demás.

Tengo miles de preguntas, tantas dudas incompletas como preguntas por formular,
solo espero que la vida me alcance para dar respuesta a mi vida y con ella a mis
preguntas y respectivamente a mis deseos.

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