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Tras la conclusión del largo periodo dictatorial conocido como Porfiriato y el

golpe militar que dio como resultado el asesinato del llamado “mártir de la
democracia”, Francisco I. Madero, Plutarco Elías Calles fundó el Partido Nacional
Revolucionario (PNR) en 1929. Partido con el cual se propagó un sistema político
nacional principalmente a través de las instituciones públicas y organismos
sindicales con un jefe sexenal al mando, el presidente, quien ha de designar a su
sucesor metaconstitucionalmente, el conocido “dedazo”.

El PNR cambió su nombre posteriormente a Partido de la Revolución Mexicana


(PRM) gracias a Lázaro Cárdenas. Las diferentes organizaciones de trabajadores
mexicanos se centralizaron en un gran concentrado de organizaciones populares
gestado por el mismo partido, la Confederación Nacional de Organizaciones
Populares (CNOP). Con esto se logró una presunta representación de los sectores
laborales de todo el país que ayudó a legitimar el régimen del partido único
durante más de medio siglo: el Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Toda lucha y oposición al régimen fue reprimido y cooptado en una guerra sucia
que abarcó un periodo de década y media desde los años 60 hasta los 80. En
1987 un grupo de ex-militantes del PRI se reveló formando una oposición con
Cuauhtémoc Cárdenas al frente como candidato a la presidencia de un nuevo
partido político que llamado Partido de la Revolución Democrática (PRD).

En ese mismo año Luis H. Álvarez llegó a la cumbre de su carrera política al


hacerse presidente nacional del Partido Acción Nacional y como tal condujo la
candidatura de Manual Clouthier Roncón a la presidencia en una contienda
encabezada por Carlos Salinas de Gortari del PRI y Cuauhtémoc Cárdenas del
PRD, contienda marcada por el fraude electoral.

Álvarez y otros prominentes panistas como Fernández de Cevallos y Carlos


Castillo Peraza, pactaron la validez del declamado fraude electoral de Salinas a
cambio de aprobar su agenda de reformas (privatizaciones, restablecimiento de
relaciones con la iglesia, etcétera). Álvarez y Salinas iniciaron las famosas
concertacesiones. Negociaciones en las que el PRI cedió la gubernatura al PAN
de estados como Baja California (1989), Chihuahua (1992) y Guanajuato, cuando
contendió Vicente Fox (1991).

También Álvarez pactó, a petición de Cevallos, la quema de boletas electorales de


las elecciones fraudulentas (decisión de la que se confesó arrepentido en su libro
“Andanzas de un político a favor de la democracia”).

Después vino la llegada del EZLN y el asesinato del candidato priista Luis Donaldo
Colosio dando inicio a una crisis política y una ruptura de poder dentro del PRI que
desembocó en la transferencia del poder al PAN en el año 2000. A casi un siglo de
la lucha por la democracia que culminó con la Revolución Mexicana, se da la
transición de poderes de un partido al otro. Llegó una época que los mexicanos
esperaban como el inicio de un cambio que nunca sucedió.

Los movimientos sociales fueron brutalmente reprimidos (por ejemplo, San


Salvador Atenco, Lázaro Cárdenas en Michoacán, Cananea en Sonora y Oaxaca),
la libertad de expresión coartada y unas elecciones con fundadas sospechas de
otro fraude electoral en 2006 fueron clamadas por Andrés Manuel López Obrador,
en ese entonces candidato del PRD a la presidencia, tras la llegada de Felipe
Calderón a la presidencia. Unas elecciones marcadas por la exigencia ciudadana
del recuento de votos.

Falto de credibilidad, apoyo social y presionado por los poderes fácticos como los
sindicatos, el empresariado, los inversionistas extranjeros y los gobernadores de
los estados mayormente priistas, Felipe Calderón inició una guerra contra el
crimen organizado que aún no termina y que funcionó como una estrategia
mediática poco efectiva.

Al final del sexenio de Calderón regresó el PRI al poder con un candidato


maquilado por la poderosa televisora Televisa y apadrinado por las altas esferas
del poder con personajes como Salinas de Gortari o Elba Esther Gordillo: Enrique
Peña Nieto, quien consiguió que dirigentes del PRI, PAN y PRD aprobaran sus
reformas laboral, energética, financiera, de telecomunicaciones y educativa,
facilitando así la represión y el control armado de la sociedad y los medios de
comunicación.

Con una institución electoral corrupta y costosa, un presidente evidentemente


poco preparado e impopular, gubernaturas llenas de ex-priistas y una sociedad
violenta e insegura, en la que el asesinato de periodistas y estudiantes está en
niveles alarmantes, el sexenio de Enrique Peña Nieto está a punto de terminar y la
siguiente contienda electoral ya ha dado inicio.

Se distinguen principalmente tres candidatos. Por el PRI: José Antonio Meade; por
la coalición PAN/PRD/Movimiento Ciudadano (MC): Ricardo Anaya; por
Movimiento Regeneración Nacional (MORENA) y por tercera vez consecutiva:
Andrés Manuel López Obrador. También se encuentran en el panorama los
candidatos independientes que poco pueden hacer contra las poderosas
maquinarias de los partidos políticos y los partidos políticos menores que solo
buscan mantener el registro en el Instituto Nacional Electoral para subsistir con el
mínimo de votos.

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