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APOLOGÍA DE LA APOLOGÉTICA

Vamos a comenzar haciendo una apología de la apologética. Pero desde el principio aclaro que no
estoy hablando de apologética como pleito con los protestantes, sino de una exposición de nuestra fe
a aquellos que piden razones de nuestra esperanza. El razonamiento de la fe, la exposición clara de
principios y fundamentos bíblicos. La Apologética no es un arma para la evangelización, sino una
exposición entusiasta y animosa de la fe.

Y esto de defensa de la fe a algunos les suena a medieval, cruzado y hasta un poquito guerrillero, y es
para algunos de mal gusto y sabe a fanatismo. Se les olvida a estos señores piadosos que el
cristianismo es por esencia conquistador, y desde el Génesis al Apocalipsis la vida del cristiano es una
lucha entre la luz y las tinieblas, entre la Mujer y el Dragón, entre el Pastor y los lobos. Y que te quede
claro que esta guerra no soy yo el que la ha declarado, este pleito no lo he comenzado yo, el que dijo
pondré enemistad entre ti y la Mujer es el que declaró la guerra. El primero que le dio el pisotón a la
serpiente fue Cristo, el que anunció la oposición entre la luz y las tinieblas fue Juan Evangelista, el que
dijo: “vosotros resistís al Espíritu Santo”, fue San Esteban y su discurso es una extensa apología a los
que negaban al Mesías.

Los primeros cristianos, grandes conocedores no solo de la Escritura, sino del Espíritu, usaron la
apologética para probar a los judíos que Jesús era el Mesías, el hijo de Dios. Justino en su diálogo con
Trifón responde y confronta las ideas que este rabí judío exponía contra el mesianismo de Jesús,
contra la virginidad de María. En esta apología no hay gritos ni pleitos, es un debate intelectual, de
argumentos y razones. Aquellos hombres de esos tiempos le daban prioridad al cerebro y no al
ombligo. Por eso, a esos que le dan prioridad al ombligo sobre la razón, ni entienden ni son capaces de
entender.

El mundo de Trifón y de Justino no era el los slogans baratos de “hay, tu eres progresista”, “hay, tu
eres conservador”, “hay, ustedes son papistas”. Esos no eran los tiempos de Justino y Trifón, donde a
pesar de tener ideas distintas se enfrentaban en la arena del debate intelectual. No se insultaban con
frases copiadas de cuentos de borolas o aprendidos de memoria en un programa para pitufos.

Dominar la apologética es tener razones para creer, ser adultos en la fe. Hay algunos que creen que la
apologética es pelearse en la calle con protestantes, imponer con volumen lo que me falta de razón,
como hacen algunos evangélicos.

La verdadera apologética nos libra de dos extremos. Por un lado el fideísmo, es decir, creer por creer,
lo entienda o no. Creer porque lo dice el cura, porque me lo contó la abuela. Es evidente que esta
persona luego deja de creer en la abuela y termina creyéndose como verdad infalible lo que dice el
periódico, lo que dice la Tele o el teólogo de kiosko.

También el otro extremo es el racionalismo, la idolatría de mi pobre entender. El racionalismo es la


necedad de rechazar lo sobrenatural, el misterio, la revelación, por la sencilla razón de que no me cabe
en la cabeza, es autoconvencerme de que algo no puede ser verdad por la razón de que no lo
entiendo. La nueva apologética nos libra de esos extremos y nos ayuda a saborear el esplendor de la
Verdad.

La apologética que veremos es una apologética que da argumentos a 4 niveles y así lo vamos a hacer:
nivel de lógica (de sentido común); nivel de Escritura; nivel de Historia; y nivel de Magisterio.

Otra característica del mensaje católico es la Verdad en la Caridad. Hay que decir siempre la verdad,
pero movidos por la caridad, de celo por la salvación de las almas. No se trata de vencer al otro o de
imponerle mis ideas, sino de compartir de lo que yo hago, de lo que yo creo, de lo que estoy
convencido. La verdad se propone pero no se impone. Nosotros debemos seguir siempre el criterio de
decir la verdad y defender la verdad, pero el otro no tiene necesariamente la obligación de
escucharnos, por eso debemos respetar a los que no quieren escuchar, pero él también tiene que
respetar nuestro derecho de defender lo que nosotros creemos se debe proponer a todos.

SANTO DOMINGO DE GUZMAN

La Historia es gran maestra, y más la Historia de la Iglesia, la Historia de los santos. Porque en esa
historia quedan huellas, improntas de la fe vivida a pulso; de heroísmo y celo evangelizador. Santo
Domingo fue contemporáneo de San Francisco y vivió hacia el 1200 y participó en el Concilio Laterano
de 1213 convocado por el Papa Inocencio III. El s. XIII fue un siglo de grandes penalidades para la
Iglesia. Por un lado el clero se había ido acomodando a una vida más fácil, engordando con las
prevendas, estaban solo preocupados en comer “donnuts y chocolate”, y les preocupaba muy poco el
que las almas se estuvieran perdiendo y se las estuvieran comiendo los lobos. Las riquezas habían
hecho del clero un grupo acomodado y sin celo.

Por otro lado, las sectas que se aprovechaban de los descuides y desbarajustes del clero para
proclamar que ellos sí eran santos, ellos era puros y observantes del Evangelio. Esta secta perniciosa
era la secta de los Cátaros.

Pero bueno, resulta que Santo Domingo era un fraile español que acompañaba a su obispo en un viaje
a Roma y pasó por Tolosa (Francia) y se dio cuenta de los estragos que estaba haciendo la herejía de
los cátaros. Resultó que el mismo mesonero donde se había quedado era de esta secta y Domingo
lleno del Espíritu de Dios, con palabras persuasivas y argumentos contundentes decidió evangelizar a
éste hombre y aquel hombre se convirtió. En ese momento Domingo decidió formar una orden de
religiosos que se dedicaran a formarse intelectualmente y fueran celosos predicadores, y así se llamó
su grupo: Orden de Predicadores.

La apologética no tiene nada que ver con pleitos y discusiones sino con el celo por la salvación de las
almas. La indiferencia de los sacerdotes acomodados y la falta de formación iban haciendo que la
gente se fuera alejando poco a poco de la Iglesia.

La primera lección que les dio santo Domingo a sus frailes es que primero predicaran con el ejemplo y
se alejaran de toda ostentación. Así los predicadores de santo Domingo andaban de pie y vestían
pobremente y con su testimonio de vida fueron atrayendo a muchos de los que se habían alejado de la
Iglesia. Los herejes al ver que santo Domingo estaba arrasando con lo que habían trabajado por tantos
años se reunieron para estudiar los folletos de santo Domingo para poder atacar. Estando reunidos no
sabían que decir, entonces uno de ellos dijo: “para qué nos preocupamos de combatir estas ideas,
mejor veamos si es verdad lo que enseñan y tiremos al fuego sus enseñanzas, si se queman es que son
mentiras. Y tiraron el panfleto al fuego, y el fuego como si fuera viento lo expulsó para afuera. Lo
volvieron a tirar otras dos veces y éste no se quemó. A pesar de aquellos hechos maravillosos aquellos
hombres no se convirtieron ni hablaron a nadie de lo sucedido, pero el suceso fue divulgado por un
soldado que había sido testigo del hecho.

Un apologista como Santo Domingo es un fustigador de vicios, es decir, una persona que no tiene
miedo a decir la verdad y decirla con una claridad que penetra las almas. Santo Domingo era
adversario de las herejías, no de los herejes. Además era un animoso propagador de la fe.

Esta es una de las características de la nueva apologética, el entusiasmo. Santo Domingo predicaba con
tanto fuego que las almas se convertían. Hay que ser apologistas de verdad, con fuego.

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