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ALFAGUARA INFANTIL, eT El terror de Sexto Yolanda Reyes llustraciones de Daniel Rabanal vespe LO anos EI terror de Sexto "B" Yolanda Reyes Justracones de Danial Rabanal Da la impresion de que los adultos no se acuerdan de sus examenes, sus deberes (© sus malas notas, Las historias de este libro no son tan dulces como las que cuentan los padres. Es mds, algunas merecerian un cero en Conducta, Por eso es mejor que alejes este libro de los mayores, Es un consejo, ALAR NRA mens INFANTIL AME ALFAGUARA INFANTIL, El terror de Sexto "B" y otras historias del colegio Yolanda Reyes tlustraciones de Danie! Rabanat INFANTIL A Hernando y Beatriz. A Luis, Isabel y Emilio, en orden de estatura y con un amor demasiado grande. Z indice . Circular para los lectores de estas historias . 9 Frida...... ee 13 El dfa que no hubo clase . 19 Un Arbol terminantemente prol 27 El terror de Sexto “B” . . “335: Martes a Ja quinta hora o la clase de gimnasia.. SL Saber perder... . 59 Un amor demas + 6 a Circular para , los lectores de estas historias Los papas siempre dicen: “Cuando yo tenia tu edad, era el mejor de la clase”. Dicen también que el colegio es la época mis divertida de la vida, la més feliz y sencilla... Dicen y dicen mil maravillas por el estilo. Claro que los pap4s llevan muchos afios fuera del colegio y son gente de pésima memoria. Ya no se acuerdan del jefe de estudios ni de las malas notas. Es mas, yo creo que s6lo se acuerdan de las vacaciones. Estas historias del colegio no son asf, Sucedieron hace muy poco tiempo, sorprenderfan si supieran todo lo que ellos mismos me han confesado. Sé, por ejemplo, de una profesora de miisica que se morfa del susto con los monstruos de Cuarto “C”. Las manos le sudaban, las rodillas le temblaban y se le borraba la voz, hasta que la mamé tuvo que ir a ha- blar con la directora, porque le iban a traumatizar a su hijita. También me sé historias muy ro- minticas que han sucedido entre las cua- tro paredes del colegio. Todas son reales. Como me las contaron, las cuento. 10 en lugares muy cercanos, y me las conta- ron alumnos que tienen la memoria nue- vecita, porque la han gastado poco en aprenderse los accidentes geograficos 0 los rfos mds largos del mundo. Si por casualidad encuentran a un compafiero con un nombre parecido en su colegio, piensen que es una simple coincidencia y no se lo digan a nadie, para evitar problemas. Ya es suficiente con los que tiene que resolver un alumno durante cinco dfas a la semana, durante cuatro semanas al mes, durante nueve meses al afio, durante doce 0 més afios de colegio. Si son buenos para multipli- car, hagan la cuenta del tiempo que eso significa: ( dias x 4 semanas x 9 meses x 12 afios. Pero si les da pereza, envienle el problema al profesor de matematicas. Se- guro disfrutaré resolviéndolo con célcu- los mentales o incluyéndolo en su pr6xi- mo examen escrito. Y a propésito de los profesores, no crean que siempre se divierten. Se aa Frida by De regreso al estudio. Otra vez, pri- mer dfa de colegio. Faltan tres meses, veinte dias y cinco horas para las proxi- mas vacaciones. El profesor no preparé clase. Parece que el nuevo curso lo toma de sorpresa. Para salir del paso, ordena con una voz aprendida de memoria: —Saquen el cuaderno y escriban, con boligrafo azul y buena letra, una composicién sobre las vacaciones. Mini- mo una hoja por los dos lados, sin saltar rengl6n. Ojo con la ortografia y la pun- tuaci6n. Tienen cuarenta y cinco minu- tos. zHay preguntas? 16 pasajeros, porque en el cielo del pais por donde volaban era de noche. Asi, de tan lejos, es ella y yo no pue- do dejar de pensar en ella un solo minuto. Cierro los ojos para repasar todos los mo- mentos de estas vacaciones, para volver a pasar la pelicula de Frida por mi cabeza. Cuando me concentro bien, puedo ofr su voz y sus palabras enredando el es- pafiol. Yo le ensefié a decir camarén con chipichipi, chévere, zapote y otras cosas que no puedo repetir. Ella me ensefié a besar. Fuimos al muelle y me pregunté si habfa besado a alguien, como en las pe- liculas. Yo le dije que sf, para no quedar como un inmaduro, pero no tenfa ni idea y las piernas me temblaban y me puse del color de este papel. Ella tom6 la iniciativa, Me bes6 No fue tan dificil como yo crefa. Ade- més fue tan rapido que no tuve tiempo de pensar “qué hago”, como pasa en el cine, con esos besos larguisimos. Pero fue suficiente para no olvidarla nunca. Nunca jamés, asf me pasen muchas co- sas de ahora en adelante. 14 Nadie tiene preguntas. Ni respues- tas. S6lo una mano que no obedece 6r- denes porque viene de vacaciones. Y un cuaderno rayado de cien paginas, que hoy se estrena con el viejo tema de to- dos los afios:“;Qué hice en mis vacacio- nes?”. “En mis vacaciones conocf a una sueca. Se llama Frida y vino desde muy lejos a visitar a sus abuelos colombia- nos. Tiene el pelo ms largo, més liso y més blanco que he conocido. Las cejas y las pestafias también son blancas, Los ‘ojos son de color cielo y, cuando se rie, se le arruga la nariz. Es un poco mas al- ta que yo, y eso que es un afio menor. Es lindisima. Para venir desde Estocolmo, capital de Suecia, hasta Cartagena, ciudad de Co- lombia, tuvo que atravesar pricticamente la mitad del mundo. Pasé tres dias cam- biando de aviones y de horarios. Me conté que en un avin le sirvieron el desayuno a la hora del almuerzo y el almuerzo a la hora de la comida y que luego apagaron las luces del avi6n para hacer dormir a los 17 Casi no pudimos estar solos Frida y yo. Siempre estaban mis primas por ahi, con sus risitas y sus secretos, molestan- do a los “novios”. S6lo el ditimo dia, para la despedida, nos dejaron en paz. Tuvi- mos tiempo de tomar un granizado y de caminar a la orilla del mar, tomados de la mano y sin decir ni una palabra, para que la voz.no nos temblara. Unnegrito pasé porla playa vendien- do anillos de carey y compramos uno para cada uno. Alcanzamos a hacer un trato: no quitarnos los anillos hasta el dfa en que volvamos a encontrarnos. Después apare- cieron otra vez las primas y ya no se vol- vieron a ir. Nos toc6 decimos adiés, como si apenas fuéramos conocidos, para no ir a Ilorar ahi, delante de todo el mundo. Ahora esta muy lejos. En “esto es el colmo de lo lejos”, jen Suecial y yo ni si- quiera puedo imaginarla all porque no co- nozco ni su cuarto ni su casa ni su horario. Seguro est4 dormida mientras yo escribo aqui esta composicién. Para mf la vida se divide en dos: an- tes y después de Frida. No sé c6mo pude a El dia en que *, no hubo clase Era domingo en su peor hora. Seis en punto de la tarde. Al otro dia, cole- gio. A Juan Guillermo se le hizo un nudo en el est6mago. Ahi en su cuarto estaba la mochila intacta, con todos los libros guardados, y las tareas sin hacer. Habia pensado en hacerlas el vier- nes para salir de “eso”, pero luego legé Pablo y lo invité a montar en bicicleta. “Las hago el sébado por la ma na”, pens6 Juangui, pero el sabado se fue al mercado con la abuela. “Las hago después”, pero después era el cumpleafios de Silvia y después 20 estaba tan cansado que dijo “mejor el do- mingo por la mafiana”, pero el domingo se levants tardfsimo y, para completar, daban buenos programas en la television y luego le tocé arreglar el cuarto y salir a almorzar y asf sucesivamente. Al final, nunca hubo tiempo de ha- cer tareas... Era domingo a la peor hora y el nudo en el estémago se enredaba cada vez mas. Entonces, para disimular los ner- vios, encendié la television. —S6lo un ratito, por saber qué es- tan dando y luego sf empiezo. Total, a esta hora nunca hay buenos progra- mas. En la pantalla habia una especie de mago: un mentalista famoso con tur- bante en la cabeza y acento extranjero. Doblaba una cuchara con las cejas frun- cidas; el tipico y viejo truco. La cuchara se dobl6. Juan Guillermo, como tantos millones de televidentes, obedeci6 las 6rdenes del mentalista. Se fue a la coci- na y trajo un tenedor. Hizo todo al pie de ia letra. Fruncié las cejas y cerré los 18 vivir estos once afios de mi vida sin ella. No sé cémo hacer para vivir de ahora en adelante. No existe nadie mejor para mf. Paso revista, una por una, a todas las nifias de mi clase (las habr besado al- guien?). Anoche me dormf Iorando y de- bf lorar en suefios porque la almohada amanecié mojada. Esto de enamorarse es muy duro...”. Levanto la cabeza del cuaderno y me encuentro con los ojos del profesor clavados en los mios. —A ver, Santiago. Léenos en voz alta lo que escribiste tan concentrado. Y yo empiezo a leer, con una voz automatica, la misma composicién de to- dos los afios: “En mis vacaciones no hice nada especial. No salf a ninguna parte, me que- dé en la casa, ordené el cuarto, jugué al fétbol, lef muchos libros, monté en bici- cleta, etcétera, etcétera”. El profesor me mira con una mirada lejana, incrédula, distrafda. ;Serd que él también se enamors en estas vacaciones? 21 ojos para sacar la energia magnética del cerebro y doblar las moléculas del tene- dor. Nada. El tenedor no se inmut6. Juan Guillermo no pudo terminar su leccién de energia magnética porque lo llamaron acenar. Después de la cena, el mentalista se habia ido de la T.V. y en su lugar daban Guerra de Estrellas. La vio entera y des- pués ya no hubo manera de hacer las ta- reas porque el suefio le cerraba los ojos. —Maijiana en la parada le pido a Andrés que me explique la tarea de mate- miticas, por si me Haman al pizarrn. Con esa idea, se le quit6 un poco el nudo del estémago y se durmié profun- damente. Adivinen con quién sofi6... Pues con el mentalista y con sus ejercicios de con- trol mental... El lunes, a la peor hora: jseis en punto de la mafiana! soné puntual el des- pertador. Juan Guillermo se acomod6 en- tre las mantas para despedirse del suefio y se despert6 una hora més tarde con los gritos de mama. 23 “Pobre mama”, pens6 Juan. Se veia tan ridicula con su cara de suefio y su pijama debajo del abrigo, que él intent6 hacer algo. Se acord6 del mentalista y le orden6 a las moléculas del coche que se arreglaran. Por pura casualidad, ma- mi le dio tres zapatazos a la baterfa y el coche estornuds tres veces y qued6 per- fecto. Pero ya era tardisimo y el trafico estaba imposible. Llegas porque llegas —dijo ma- ma y siguio su marcha sin decir una pala- bra mas. Por fin, ja las ocho y veinte minu- tos! Iegaron a la puerta de hierro del co- legio. Juan se bajé sin un beso porque mama segufa iracunda. “Qué lunes tan lunes”, pens6. ¥ de- se6 con todas sus fuerzas que ese dia no hubiera clase. Dentro todo estaba en silencio. El corredor, vacio de nifios y las puertas de todos los cursos cerradas. Juan Guiller- mo avanz6, con el terrible nudo en el es- témago, tratando de imaginar una buena disculpa para decirle al profesor. 22) —iMira que si te deja el autobtis, el castigo es para mf porque me toca Ie~ varte! Y asf fue. Juan Guillermo se tomé el chocolate sin pan ni jugo, se bafié en sesenta segundos, salié con la corbata en una mano y el peine en la otra y corrié sin parar, pero el autobtis ya iba en la otra esquina y no pudo alcanzarlo. ‘Asi que volvié a casa, con cara de nifio regafiado y mami, furibunda, con el pijama debajo del abrigo, salié rambo al colegio repitiendo la misma cantaleta reservada para esas ocasiones. “Que pasara algo y no pudiera le- gar”, pens6 Juan Guillermo y, por pura casualidad, el coche dio tres estornudos y quedo parado entre una fila de coches, en plena calle principal, en plena hora principal. Mami se bajé con el pijama aso- mando debajo del abrigo. Pas revista a todo el coche, desde las Ilantas hasta el motor, haciéndose la que sabfa de mecé- nica pero el coche no se creyé el cuento y sigui6 paralizado. 25 Por fin lleg6 a Cuarto “B”. A prime- ra hora, matemiticas, le record6 el hora- rio que estaba pegado fuera, y él no habia hecho la tarea, ya sabemos por qué. Juan Guillermo pegé la oreja a la puerta para tratar de ofr de qué iba la clase. El corazén le latfa a mil por hora. Del resto, no se ofa nada. Silencio absoluto. El estémago se le enred6 del todo, en un nudo ciego. El si- lencio era sfntoma de lo peor y lo peor era previa sorpresa. Y cero seguro para él. Con toda la valentfa que alcanz6 a reunir en su cuerpo, Juan Guillermo Man- tilla cerré los ojos, cruzé los dedos, recit6 el famoso Sortilegio para que no haya colegio y se obligé6 a entrar a clase, de un empuj6n... Abrié la puerta y fue como si hubiera dado un salto al vacfo. ‘Adentro no habfa clase. Nohabia pro- fesor ni alumnos. Ni pizarron, ni pupitres, ni armario, ni carteleras, ni techo, ni piso, ni paredes. Asi como suena: no habia cla- se. Detrés de la puerta, nada de nada. Cero absoluto, conjunto vacfo. Todo un lunes por delante. ;Todo un lunes, entero y nue- vecito, y no habfa clase! J Un Arbol *, terminantemente prohibido En mi colegio hay muchas cosas terminantemente prohibidas. No se pue- den traer radios ni zapatos de colores. Tampoco se pueden usar las medias por debajo de la rodilla ni la falda por enci- ma de la medida. Est4 prohibido subirse alos arboles, hacer guerra de agua, dejar comida en el plato, pintar en el pizarr6n, leer cémics, reirse en clase, etcétera, et- cétera. Pero entre las mil trescientas prohi biciones del reglamento, hay una escri- ta con maytisculas y subrayada: NOSE PUEDETRAER NICOMER NIVENDER ETRAER | 28 Es el peor enemigo de los profesores, quién sabe por qué. Los chocolates, las paletas y toda la familia de los caramelos estén permitidos. El chicle no. Y si a uno lo agarran haciendo un globo o simplemente saboreando con suavidad una insignificant “goma de mascar”, le arman un escandalo casi igual al que forman por tener mala con- ducta. Por eso nos hemos inventado mu- chas formas de esconder los chicles... De~ bajo del paladar 0 del pupitre, detris de las orejas, a veces en la suela del zapato 9 en otros escondites que seguro ustedes imaginan, pero que por simple pruden- cia, es mejor no escribir en esta pagina. (Nunca se sabe quién pueda llegar a leer estos cuentos...). Pues resulta que detrés de la venta- na de nuestra clase, en el huerto, habia un escondite a prueba de Iluvia y de pro- fesores. Alld enterrébamos todos los chi- cles ya masticados del curso, hasta que un dfa apareci6 una mata misteriosa... 31 interminable y todo el mundo venfaa opi- nar y el director tuvo que trasladarse, con escritorio, teléfonos y secretarias, debajo del Arbol, para contestar las preguntas de los informativos de television. Cuando el Arbol superé Ia talla de todos los 4rboles del mundo, Iegaron cientificos, ecologistas, presidentes y pe- riodistas de todas partes. Los mayores estaban felices diciendo que “ahora si tenfamos en nuestro pais el arbol mas grande del mundo”. Nosotros estébamos todavia més felices porque las raices del 4rbol empezaron a crecer entre los sa~ lones de Primaria. Entonces s6lo habia clases muy de vez en cuando y todas eran al aire libre. El colegio fue convirtiéndose po- co a poco en la casa del arbol y el rec- tor tuvo que organizar un bazar* para construir una nueva sede campestre. En el tronco del Arbol pusieron una placa de m4rmol con letras doradas y el Pre- sidente de la Republica vino a bautizar- lo personalmente. Como nadie sabia el nombre, inventaron uno larguisimo en 32 latin, que es una lengua muerta. Ese dia tampoco hubo clase, con tantos discur- Sos, y varios niflos de Kinder se desma- yaron por aguantar todo el tiempo de pie, bajo los rayos del sol y con unifor- me de gala. Han pasado ya dos afios desde en- tonces y el arbol no ha parado de crecer un solo dia. Ahora mide més de trescien- tos kil6metros y pronto empezara a ha- cerles cosquillas a las nubes. Dicen los cientificos que cuando las nubes se can- sen de tantas cosquillas, habré un agua- cero parecido al diluvio universal, pero muchisimo ms corto. S6lo nosotros, los de Quinto “A”, sabemos que en vez. de agua, lloverén chicles de todas las marcas, colores y ta- mafios. Y habré que salir a recogerlos con bolsas, baldes, maletas y maletines, para evitar una inundacién. Al dia siguiente al diluvio, cuando todo el mundo descubra el misterioso ori- gen del Arbol de chicle, se va a armar la gorda en el colegio. Seguro lloveran casti- gos, boletines y suspensiones para todos 30 El lunes, cuando Acevedo la des- cubrid, no media més de treinta centime- tros y sus hojas de color violeta se vefan equivocadas en medio de tantas marga- ritas. El martes, a la hora del recreo, se habia convertido en un Arbol respetable de uno con treinta de estatura y el jueves por la tarde ya era mucho més alto que el sauce Ilorén del patio. Entonces el profesor de biologfa lla- m6 al Jardin Boténico y el lunes siguiente Hegaron siete sabios a examinar el arbol de pies a cabeza. Hubo muchas discusio- nes a la hora de clasificarlo. Algunos de- cfan que era una variedad del eucalipto, por el aroma de sus hojas. Otros crefan que era un pariente de la familia de los robles, por la firmeza de su tronco, y no falt6 quien se atreviera a confundirlo con una palma africana, Mientras tanto, el arbol segufa cre- ciendo un metro diario sin ponerle aten- ci6n a los comentarios, hasta que lego a convertirse en el mas grande de Amé- rica. Lo bueno fue que no hubo clase en toda esa semana. Se armé una discusién 33 los del curso. Pero a nosotros no nos da miedo... 4A quién puede importarle un castigo, si es duefio de una fabrica gigan- te de chicle natural? Nota del editor Bazar: es und fiesta de colegio a la que los papds van, por lo {general los domingos, a beneficio de una buena obra pare et colegio. Una especte de kermesse. a™ El terror de Sexto «

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