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“Si no fuera por estos cabros estaríamos completamente botados”. Raquel Flores,
encargada del albergue Caleuche, ubicado al final de un pasaje escondido en el cerro
Las Canchas, habla mostrando la cadena humana que rodea la casa en construcción
que hoy recibe a más de 30 adultos y cercas de 15 menores de edad.
El panorama se repite en varios cerros, donde además se reiteran las críticas a la
ausencia de una autoridad que dirija y ordene el vendaval de ayuda que estos días
asoma en casi el 100% de los sectores incendiados.
Su albergue apenas tiene algunas frazadas para tapar el frío de ventanas y puertas en la
construcción a medias donde hoy se encuentra este grupo de damnificados. Para peor:
los ratones ya hicieron de las suyas en una sede social contigua que ocupan para
acopiar alimento y el único baño que tenían disponible se desbordó ayer en la tarde,
pasada la hora de almuerzo.
“Nadie puede creer que llegaron los ratones, pero hoy amaneció la sede con cacá de
ratones en varios lados. Ahora con el baño tapado y ese montón de basura, ¿tú creís
que no van a salir de nuevo en la noche?”, reclama la señora Raquel.
A casi cuatro días del incendio, las críticas de Raquel se repiten en los cerros La Cruz,
el Litre, Mariposas y la entrada de Ramaditas, según pudo constatar The Clinic
Online. Todos alegan que la ayuda es escasa, llega desparramada y muchas veces no
ataca los problemas más complejos.
Sobreintervención psicológica
El arribo de masas de voluntarios sin dirección ni una autoridad central que ordene la
entrega de ayuda, ya comienzan a aflorar los efectos posteriores al incendio. En la calle
Picton, casi al llegar al paradero de 10 de La Cruz, siete funcionarios de salud de
Coquimbo que llegaron en una ambulancia desde la Cuarta Región, pararon un punto
médico en lo que quedó del primer piso de una casa quemada.
“Los albergues deberían ser lugares tranquilos y en vez de eso tenemos voluntarios que
preguntan una y otra vez lo que pasó o que generan dinámicas de estrés con los niños,
que no hace descansar a nadie. No queremos que baje el nivel de ayuda, lo
agradecemos enormemente, pero esto debe ordenarse porque las semanas venideras
van a ser críticas”, señala Bahamondes.
A eso se suma la “histeria colectiva” magnificada por los medios de comunicación, que
alega Bahamondes, y que ha provocado una saturación en la ciudad y un desembarco
de voluntarios que no está preparado para contener emocionalmente a los mas de
12.500 damnificados.
Un efecto parecido al “terremoto psicológico” que vino después del 27F en las zonas
afectadas por el terremoto y tsunami de 2010, y que se vislumbra puede acrecentarse
con el invierno venidero y el escaso aporte de autoridades hasta ahora en los lugares
más afectados.
Ayer, por ejemplo, llegaron apenas seis buses a buscar las cuadrillas de estudiantes de
la Universidad de Valparaíso, y al llegar a los cerros se encontraron con el bloqueo del
contingente militar, que no estaba informado de sus servicios.