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Boros I

El café está algo tibio, pero Boros no se lo recrimina al camarero, un huraño tileano. Su

mesa, pequeña, madera oscura, le permite vislumbrar el resto de tabernas de la plaza y

las calles que se adentran en el barrio de los mercaderes. Kemperbad siempre ha sido

una villa ilustrada, pero, con la continua llegada de refugiados desde las provincias del

norte, ha podido entablar conversación con otros ingenieros como él. Les apasiona

discutir sobre la efectividad de la balística en los campos de batalla, aunque la mayor

parte del tiempo se diserta acerca de los recortes de presupuesto que afectan a las

Escuelas de Artillería, impuestos por la administración de Karl Franz para contener el

déficit después de la crisis bancaria élfica.

No obstante, mientras camina de vuelta del excusado, una tertulia en una mesa cercana

distrae su atención. Un joven, con un acento que no acierta a descifrar, discute con un

hombre alto y de tez pálida, y alguien encapuchado, de aspecto más que ruin.

- ... más que derrotado; el ejército había huido, y el noble contaba ya con solo unos

pocos de sus guardias, y estaba vendiendo caro su pellejo, decidido a morir y matar en

esos pantanos – el chico parecía tener prisa en contarlo –. Estaba empapado de sangre

hasta el yelmo, la mayoría ajena, y seguía blandiendo esa hoja a diestra y siniestra,

rebanando enemigos con cada tajo. En verdad era un acero formidable, pues por sí

mismo podía iluminar la penumbra, y el dragón de la empuñadura parecía rugir con

cada golpe.

Boros había contenido sus pasos, y decidió ir hacia la barra a pedir de nuevo, pues

quedaba cerca de esa mesa y le permitiría seguir la charla.

- Se lo puedo asegurar... ya solo quedaba el general, sosteniéndose a duras penas,

extenuado por el esfuerzo. Ninguna de esas bestias se atrevía a acercársele, pues la

espada brillaba más y más, con toda esa sangre derramada...

- ¿Y cómo acabaron con él? – inquirió el aristócrata, sin levantar la voz.

- Nadie lo alcanzó. Se desató una terrible tormenta, y las bestias huyeron hacia el

bosque. Los rayos partían árboles y gors por igual. En ese momento también me
levanté de mi escondrijo y me largué aterrado, intentando alcanzar los restos del

ejército mercenario.

El hombre adusto intercambió una mirada con el encapuchado.

- La profecía se ha cumplido, excelencia. La descripción encaja en todo. En esas tierras

de la locura, allí-allí reside un poder inmenso. – musitó el demacrado, bajo el velo.

- Hay que marchar hacía allí, antes que los otros lo sepan. Enviad los cuervos, nos

reuniremos con el ejército en el Cruce de Piedra - ordenó el individuo de cara blanca.

Su voz se volvió más irritada - La encontraré y volverá a mí, su legítimo dueño.

Mientras se levantaban, Boros permaneció atónito en la barra. Había oído algo

parecido hacía un par de noches, por boca de un borracho en Tasca Platina. Ahora ese

rumor ya tenía fundamento, y mientras caminaba de vuelta, con las últimas luces del

día, se cruzó con el gobernador y su guardia, templarios del Grifo, que atravesaban al

galope la calle Krieg. Cuando llegó al cuartel, se había tocado a rebato. Por la mañana

partirían.

Dia 2 desde la Presencia entre nosotros de la Gran Cornuda...

Cuando su maximo señor le llamo a su madriguera, el primer pensamiento que le vino

fue en lo bien o mal que habia realizado los ultimos trabajos, aquella incauta rata que

se creia escritora y osaba dejar por escrito nuestros actos y el ultimo trabajo en los

bosques observando a los Hombres Bestias preparandose para la batalla, no sin aquella

anecdotica situacion provocada por una borrachera, que habia acabado atando a unos a

un carro.

Por suerte para el, se trato de un nuevo encargo, pero esta vez se trataba en la ciudad

de Kemperbad.
A simple vista era mucho mas sencilla, esquivar a los humanos era mas sencillo que a

los hombres bestia, el olfato de los humanos no estaba tan desarrollado y detectarle

seria dificil.

Por otro lado, las ciudades de los humanos, no destacaban por su limpieza, era casi

como su segundo hogar.

Tras varios dias, en distintas tavernas, llego el momento esperado, situado en una zona

oscura, pude observar y escuchar rumores sobre los hombres bestia y que se preparaba

algo en la zona.

Fue en ese momento, cuando me di cuanta de un movimiento sospechoso de una

persona que parecia iba a salir de la tabarna cuando rectifico y se dirigio a la barra para

disimuladamente escuchar la conversacion que hacia un rato llevaba escuchando.

Cuando ambos tuvimos suficiente, decidi seguir a esta persona, Boros, creo que le

llamaban....

Si encontraba el momento, lo mataria, y asi lo segui por las calles, hasta que justamente

cuando estaba a escasos centimetros para clavarle mi daga envenenada, aparecieron al

galope por las calles el Gobernador junto con su Guardia y los Templarios a Grifo.

En ese momento salio corriendo hacia el cuartel y yo decidi que era el momento de

volver para informar de los movimientos militares previstos por el Imperio.

... Y eso es todo, mi señor.

.- Muy bien, tu informacion sera inmediatamente transmitida al consejo para su

analisis.

.- Gracias.

.- Supongo que estaras sediento despues del viaje, toma una copa conmigo.

.- No gracias, no tengo sed...

.- Acaso reusas tomar una copa con tu señor, reconozco que te he entrenado muy bien,

desconfiar es la primera regla, pero no te preocupes yo tomare primero la copa.


.- He tenido un buen maestro, señor. Usted primero.

.- Pues a nuestra salud, ¡¡ Por la Gran Cornuda!!!!

.- Salud, ¡¡ Por La Gran Cornuda!!!

....

.- Ufff, no me siento bien, señor...

.- Lo se, por eso yo soy tu maestro y tu eras mi mejor alumno.

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