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¿LOS OBISPOS, CONTRA JESÚS DE NAZARET?

(otro título: “¿Tienen miedo los obispos a Jesús de Nazaret”?)

JUAN JOSÉ TAMAYO

Tras la Nota de censura de la Comisión para la Doctrina de la Fe contra el libro


de Pagola Jesús. Aproximación histórica, el obispo de San Sebastián, monseñor Uriarte,
dio el imprimatur a la nueva edición revisada por el propio autor, pero después ha
pedido que se paralice su difusión. Me gustaría hacer una reflexión de fondo a partir de
la situación creada en torno al polémico libro.
La crisis de las religiones acompaña a la historia de la modernidad europea.
Durante varios siglos se ha generalizado la idea de que el avance de las Luces hacía
retroceder las tinieblas de las religiones. Aun siendo un juicio que debe ser matizado,
hay que reconocer que han sido las propias religiones quienes se han ganado a pulso el
descrédito de que vienen siendo objeto y que tienen una responsabilidad no pequeña en
la crisis. Me viene a la memoria un chiste del Roto bien expresivo en el que aparecía el
Dios de la barba blanca en actitud meditativa diciendo “He decidido darme de baja de
todas las religiones”. Hoy, sin embargo, asistimos a cierto despertar de las religiones,
que, a decir verdad, no se caracteriza precisamente por la recuperación de su espíritu
originario liberador, sino, en muchos casos, por manifestaciones fundamentalistas.
También la crisis de Dios se ha dejado sentir con especial intensidad durante la
modernidad, hasta desembocar en las distintas formas de increencia: ateísmo filosófico,
científico, cultural, agnosticismo, indiferencia religiosa, etc. La crisis de las iglesias
cristianas, que empezó a gestarse a partir del Renacimiento, se está agudizando, al
menos en Europa, y amenaza con convertir la pertenencia eclesial en un fenómeno
residual, al menos en lo que a práctica religiosa se refiere.
La figura de Jesús de Nazaret, sin embargo, parece salir indemne de todas las
crisis. Los críticos de Dios y de la Iglesia siguen reconociéndole autoridad moral en una
época de ausencia de referentes éticos. Dos mil años después de su nacimiento, personas
de las más variadas procedencias culturales, sociales y religiosas siguen preguntándose
por su identidad: ¿Quién es Jesús de Nazaret, el judío que vivió durante el primer tercio
del siglo I de la Era Común y dio un giro de 360 grados a la historia humana, y a quien
siguen más dos mil millones de creyentes? ¿Por qué sigue atrayendo su vida e
interesando su mensaje a tanta gente, más allá de creencias y cosmovisiones?
La crisis de Dios de las religiones y de las iglesias no ha logrado acallar el
interés de los investigadores por la figura de Jesús, el fundador del cristianismo, nacido
en Nazaret, una pequeña y desconocida aldea de las montañas de la Baja Galilea, a
quien Albert Schweitzer, uno de los grandes exegetas del siglo XX, presenta como
profeta que anuncia la llegada inminente del reino de Dios como proyecto de
transformación de la humanidad, John Dominic Crossan, destacado especialista en el
estudio del Jesús histórico, le define como “un campesino judío” y John P. Meier, uno
de los más relevantes investigadores bíblicos actuales, le llama “un judío marginal”.
Y un dato todavía más llamativo: el consenso en torno a su persona. De Jesús de
Nazaret todo el mundo habla bien: cristianos de las distintas iglesias, creyentes de las
más variadas religiones, no creyentes de diferentes ideologías, hasta los más
encarnizados enemigos del cristianismo. Federico Nietzsche, crítico acérrimo de la fe
cristiana y de sus seguidores, sentía una especial predilección por Jesús, a quien llamaba
“buen mensajero”, mientras que calificaba a Pablo de Tarso de “disangelista”.
Al coro de las personas que estudian la persona de Jesús con seriedad y hablan
de él con respeto se ha sumado José Antonio Pagola, vicario general de la diócesis de
San Sebastián durante cuatro lustros, especialista en Ciencias Bíblicas por el Instituto
Bíblico de Roma y la Escuela de Jerusalén y profesor de Sagrada Escritura durante
cuatro décadas, en un voluminoso y documentado libro de más de 500 páginas titulado
Jesús de Nazaret. Aproximación histórica. La obra ha escandalizado a algunos teólogos
católicos españoles y ha sido condenada por la Comisión Episcopal Española para la
Doctrina de la Fe, colocándola del lado de la herejía arriana. ¿Tan distorsionada es la
imagen de Jesús que ofrece Pagola para recibir un calificativo así de severo?
La primera respuesta a la condena episcopal es que los guardianes de la
ortodoxia han confundido de género la obra de Pagola, pues no se trata de una obra
teológica, sino de una investigación histórica sobre Jesús de Nazaret. Y este tipo de
estudios no exige sumisión al dogma, ni siquiera fe, sino competencia, rigor y
objetividad en los análisis, características que, creo, posee el libro de Pagola, amén de
estar escrito desde el seguimiento de Jesús, según propia confesión en las primeras
páginas. No puede decirse lo mismo de los obispos firmantes de la Nota condenatoria,
al menos a tenor de su contenido, que está en las antípodas de los resultados de las
investigaciones más recientes sobre la figura de Jesús de Nazaret, el judaísmo de su
tiempo y el cristianismo primitivo. Su juicio está instalado en el dogma, más aún, en las
formulaciones dogmáticas literales del pasado sin mediación hermenéutica alguna, lo
que les lleva a incurrir en tradicionalismo. No se olvide que el Evangelio es anterior al
dogma y que éste debe interpretarse a la luz de aquél, no viceversa, como hacen los
jerarcas católicos españoles. En la Nota, los obispos hacen una lectura literalista de los
propios evangelios, que puede desembocar fácilmente en fundamentalismo bíblico.
Demuestran, además un total desconocimiento de los avances más importantes de las
investigaciones históricas en torno al Jesús histórico. En consecuencia, su toma de
postura responde, más bien, a un juicio de valor previo y no a un estudio riguroso del
libro conforme a los métodos histórico-críticos, aceptados por el propio Magisterio
eclesiástico desde hace varias décadas.
Un investigador, nada sospechoso de heterodoxo y respetado por todos los
estudiosos del Nuevo Testamento como el ya citado exegeta católico norteamericano
John Meier, autor de la voluminosa obra “Un judío marginal. Nueva investigación sobre
el Jesús histórico”, uno de los estudios más reputados sobre el tema, explica con
claridad meridiana la actitud que adopta en su investigación: la aproximación objetiva a
la figura de Jesús, sin implicar en ella su fe. Éstas son sus palabras: “Haré todo lo
posible por poner entre paréntesis cuanto sostenga por fe y por examinar solamente lo
que se puede demostrar como cierto o probable por la investigación histórica y la
argumentación lógica”. Dirigiéndose a los estudiosos no católicos les pide que “le
señalen los puntos en los que deje de observar sus propias reglas introduciendo teología
católica en la investigación” (Verbo Divino, Estella, 1998, p. 34). Es todo un ejemplo de
rigor en los estudios exegéticos, que no se pueden ver condicionados por la fe, y menos
domesticados aún por el dogma. El papa Benedicto XVI cita la obra de Meier en la
bibliografía de su libro “Jesús de Nazaret”.
Lo mismo piensa John Dominic Crossan, quien, al comienzo de su obra “Jesús.
Vida de un campesino judío” defiende la necesidad de distinguir entre teología e
investigación histórica, ya que muchas veces se ofrecen como datos históricos lo que no
son más que elucubraciones teológicas.
Me resulta difícil entender por qué el libro de Pagola y otros similares pueden
sacar de sus casillas a los guardianes de la ortodoxia, cuando lo único que hace es poner
al servicio de los lectores –¡cerca de cincuenta mil!- en lenguaje asequible los resultados
más fiables y debidamente contrastados de las investigaciones científicas en torno al
Jesùs histórico. ¿Tendrán miedo los obispos a Jesús de Nazaret? Y ¿monseñor Uriarte, a
qué o a quién tiene miedo? ¿Acaso a la Congregación romana para la Doctrina de la Fe?
Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones, de
la Universidad Carlos III de Madrid y autor de “Nuevo Diccionario de Teología”
(Trotta, Madrid).

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