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El sentido trascendente de la propiedad

junio 14, 2015, 12:26 pm


Filed under: Exégesis, Metapolítica | Etiquetas: herencia, herencia propiedad, Joseph de
Maistre, Maistre, propiedad, propiedad privada, redistribución riqueza, sentido trascendente
de la propiedad, Tradición, trascendencia

Intentar neutralizar la parte trascendente y perenne del hombre es uno de los peores errores
de la modernidad, propio del ciclo disolutivo en el cual nos encontramos, en la rebelión del
Quinto Estado, el paria de las sociedades; y en ese sentido se analiza toda reforma y todo
cambio y toda caída. A propósito de la propiedad y su herencia, por ejemplo, se ha omitido
la visión trascendente que de ella se tenía en las cosmovisiones tradicionales del planeta,
reduciéndolo todo a lo toscamente económico.

Los romanos no concebían –de hecho estaba prohibido por ley, vender o incluso dividir la
tierra de sus antepasados, allí moraban sus Manes, sus Lares y sus Penates, los dioses de
sus antepasados, ¿cómo podrían deshacerse de ellos en una transacción comercial?

Joseph de Maistre en sus Veladas de San Petersburgo afirmaba:

«No habitáis con gusto sino en la casa que acabáis de comprar. Desde las leyes hasta la
moda, todo se halla sometido á la infatigable rueda de nuestros cambios. Sin
embargo,contemplad las naciones que cubren el globo; precisamente el sistema contrario es
el que las ha conducido á la ilustración. El tenaz inglés os lo prueba: aun se glorían sus
soberanos de llevar los títulos que recibieron de los Pontífices; la espada que tenían en su
propia mano, marcha todavía delante de ellos el día de su consagración; por manera que
nada habrá que cambiar en el porvenir.
Se lee en sus almanaques el nombre del confesor de la corte: tan difícil es separarla de sus
antiguas instituciones. En fin, ¿qué pueblo la supera en fortaleza, en unidad,- en gloria
nacional?

¿Queréis ser tan grandes, como sois poderosos? Seguid estos ejemplos; contradecid sin
cesar ese espíritu de novedades y de cambios, hasta en las cosas más pequeñas; dejad que
cuelguen en las paredes las ahumadas tapicerías de vuestros abuelos; cargad vuestras mesas
con sus pesadas alhajas de plata. Decís: «mi padre ha muerto en esta casa; es menester que
la venda.» ¡Anatema sobre este sofisma de insensibilidad! Decid al contrario: «ha muerto;
no puedo, pues, venderla.» Colocad sobre la puerta vuestras armas de bronce, y que la
décima generación pise todavía el suelo que ha visto pasar las cenizas de los ascendientes.

Dejad á un lado las planchas, los clavos y esa innoble pasta. Dios os ha hecho, señores, del
hierro y del granito; usad de sus donativos, y no edifiquéis sino para la eternidad. Se buscan
monumentos entre vosotros, y no se diría sino que los despreciáis.

Diréis acaso que sois jóvenes; pero pensad que las pirámides de Egipto fueron modernas.
No hacéis nada en favor del tiempo; ¿qué queréis que haga el tiempo por vosotros?»

¿Redistribuir la riqueza entonces? Proudhon afirmaba que la propiedad es un robo.


Históricamente en nuestro país podemos afirmar que lo es, de hecho es una sucesión de
robos. Fue Bolívar quien inició la tradición –la Junta de Temporalidades por sus
características específicas puede y debe ser obviada-, repartiendo entre sus amigos las
propiedades de los vencidos, es decir del grueso de la población quitense que era realista,
desde las tierras comunales indígenas y de las ciudades, pueblos y villas, hasta las
haciendas de sus enemigos políticos. Después otros como Alfaro continuaron con la
tradición, si se la puede llamar así, robando a los que habían robado casi un siglo antes.
Hoy se quiere continuar con esa idea de redistribuir la riqueza, ¿redistribuirla entre
quiénes? Por supuesto, como ha sido desde hace un par de siglos, redistribuirla entre los
amigos del poder político del momento para también ser poder económico, cerrando la
argolla y alargando el momento.

¿Ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón?

Así son los ciclos de la historia, así de fríos y sencillos.

Nadie leyó a Maistre.

Simpliciter Francisco

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