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Facultad de Estudios Superiores Acatlán

Filosofía en México II

Comentario a Tiempo Transcurrido de


Juan Villoro
Escribe: Eduardo Peinado Gaona

Mi lectura de Tiempo Transcurrido ha guardado un cierto carácter particular, el cual tiene


que ver con el impulso que da origen a la obra: su autor, Juan Villoro, combina los
procedimientos del novelista —quien busca la creación de un mundo único e irrepetible— y
los del cronista —quien asimila todo tipo de lugares comunes— para crear lo que denomina
como crónicas imaginarias; dichas crónicas se presentan como un conjunto de historias
imaginadas a partir de ciertos episodios reales, o en otras palabras, puede decirse que se trata
de literatura que se mueve entre la realidad y la fantasía. Ahora bien, lo particular recae en la
intención que movió al autor a escribir estas crónicas, pues tal y como menciona el propio
Villoro: “Tiempo Transcurrido es una manera de cobrar venganza, de rescatar sucesos no
vividos, de inventar el pasado.” Más que impulsos “vengativos”, en las crónicas de Tiempo
Transcurrido pude percibir cierta «nostalgia»: someramente, puede decirse que la
«nostalgia» se presenta como una especie de tristeza ante la ausencia de alguien o de algún
lugar, como la nostalgia que puede sentir cualquiera ante la lejanía de la patria —o del
hogar—, o aquella que nos invade ante el recuerdo de alguien que se ha marchado, sin
embargo, la «nostalgia» que se advierte en Tiempo Transcurrido guarda un cierto carácter
particular, pues, a diferencia de la nostalgia que brota ante la ausencia o la lejanía del hogar
—lugar en el que se mora o se ha estado— ésta se presenta como cierta tristeza ante un lugar
—o mejor dicho un tiempo, una época— en el que nunca se ha estado, en el que no se ha
vivido; no obstante, esta «nostalgia de un tiempo no vivido» funge aquí como un impulso
para rescatar dicho tiempo de alguna manera: impulsa a “imaginar historias a partir de
sucesos reales”, o bien, a «inventar el pasado»; así pues, esta singular invención, infundida
por la nostalgia, se muestra en última instancia como una forma en la que el propio Villoro
hace suyo aquel pasado.

Existe otro aspecto particular en la obra de Villoro, y si hay que hablar justamente, cabe
mencionar que este resulta un aspecto imprescindible: si bien, Villoro nos narra historias de
un pasado no vivido, es decir, de un pasado del que no se puede tener recuerdos directos,
puesto que no se tuvo la vivencia directa de él, hay algo que permanece de aquel tiempo —
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en efecto— ya transcurrido, y de lo que podemos tener aún hoy día una vivencia directa, a
saber: la música, o más específicamente, el rock —estela eléctrica y fulgurante que ha dejado
el devenir del tiempo—. El rock aparece aquí como un segundo impulso o motivo para dar
origen a estas crónicas imaginarias, se presenta como un elemento tan esencial que bien
puede decirse que le sirve a Villoro como un medio para inventar el pasado, pues como él
mismo menciona: “He tratado, simplemente, de imaginar historias a partir de ciertos
episodios reales y de un puñado de canciones.” Basta simplemente con dirigirse a las crónicas
para encontrar al rock como eje, como hilo conductor de las mismas: desde el primer
momento puede advertirse el avance paralelo de cada una de las crónicas con el recorrido
metamórfico del rock —que va desde el sonido del Jailhouse Rock, la distorsión en la guitarra
de Hendrix, la nauseabunda agitación de los hoyos funki, pasando por los alucinantes paisajes
del progresivo, la radicalidad del punk y la extravagancia del glam—. Así pues, Tiempo
Transcurrido se presenta como una reinvención nostálgica del tiempo, como una singular
pieza de literatura a partir del rock.

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