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Filosofía en México II
Existe otro aspecto particular en la obra de Villoro, y si hay que hablar justamente, cabe
mencionar que este resulta un aspecto imprescindible: si bien, Villoro nos narra historias de
un pasado no vivido, es decir, de un pasado del que no se puede tener recuerdos directos,
puesto que no se tuvo la vivencia directa de él, hay algo que permanece de aquel tiempo —
Facultad de Estudios Superiores Acatlán
Filosofía en México II
en efecto— ya transcurrido, y de lo que podemos tener aún hoy día una vivencia directa, a
saber: la música, o más específicamente, el rock —estela eléctrica y fulgurante que ha dejado
el devenir del tiempo—. El rock aparece aquí como un segundo impulso o motivo para dar
origen a estas crónicas imaginarias, se presenta como un elemento tan esencial que bien
puede decirse que le sirve a Villoro como un medio para inventar el pasado, pues como él
mismo menciona: “He tratado, simplemente, de imaginar historias a partir de ciertos
episodios reales y de un puñado de canciones.” Basta simplemente con dirigirse a las crónicas
para encontrar al rock como eje, como hilo conductor de las mismas: desde el primer
momento puede advertirse el avance paralelo de cada una de las crónicas con el recorrido
metamórfico del rock —que va desde el sonido del Jailhouse Rock, la distorsión en la guitarra
de Hendrix, la nauseabunda agitación de los hoyos funki, pasando por los alucinantes paisajes
del progresivo, la radicalidad del punk y la extravagancia del glam—. Así pues, Tiempo
Transcurrido se presenta como una reinvención nostálgica del tiempo, como una singular
pieza de literatura a partir del rock.