Está en la página 1de 17

EL CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

DURANTE LA VIGENCIA DE LA CONSTITUCIÓN DE 1886

_____________________________________________________________________

Andrés David Moncayo Clavijo1

RESUMEN

El presente trabajo es resultado de un proceso de investigación bibliográfico y


hermenéutico, se examina el desarrollo del Control de Constitucionalidad en Colombia
durante la vigencia de las constituciones republicanas hasta la Constitución Nacional de
1886. Para ello, se pretende avocar al lector en una revisión del diseño constitucional e
institucional de los siglos XIX y XX, que permitió la materialización efectiva del principio
de la supremacía de la constitución, revisando con ello el desarrollo paulatino de la tesis
ampliamente difundida de la garantía jurisdiccional de la Constitución.

Palabras claves

Control Constitucional. Corte Suprema de Justicia. Supremacía constitucional.

1 Abogado y especialista en Derecho Constitucional de la Universidad Libre Seccional Pereira. Docente


investigador de la Fundación Universitaria Autónoma de las Américas y Coordinador de investigaciones
de la misma institución, además docente de la Universidad Cooperativa de Colombia Sede Cartago. Correo
electrónico institucional: andres.moncayocl@uam.edu.co.

1
1. INTRODUCCIÓN

Es recurrente en la enseñanza del Control de Constitucionalidad, tanto en las


Facultades de Derecho del país, como en demás Facultades de Derecho a nivel mundial,
citar el célebre caso judicial Marbury vs. Madison (1803) proferido por la Corte Suprema
de Justicia de los Estados Unidos de América, para ubicar en él la génesis del control
jurisdiccional de la Constitución; control que aun cuando lo haya ejercido, no estaba
reconocido expresamente en la Constitución de los Estados Unidos de América de 1779.

Su importancia, o mejor, la importancia de la decisión, radica entonces en el


hecho de establecer el “derecho” (entendiéndose también como la competencia) de los
tribunales a determinar la constitucionalidad de las acciones de las otras ramas del
poder público, en razón a ello se volvería trascendental las palabras del Juez Marshall,
cuando afirmaba “A Law repugnant to the Constitution is void”, puesto que con estas
palabras la Corte Suprema declararía por vez primera la inconstitucionalidad de una ley
aprobada por el Congreso y sancionada por el presidente.

Sin embargo, en el escenario constitucionalista mundial, centrando desde luego


la atención en la juridicidad de la constitución, el constitucionalismo norteamericano
no fue el único protagónico.

Finalizada la Primera Guerra Mundial, para entonces el otrora Imperio Austro-


húngaro, al igual que el Imperio Alemán, se dividió como consecuencia de la derrota
propiciada por los aliados en el escenario bélico, esta división política marco la creación
de la República de Austria y con ello la expedición de la Constitución Austriaca de 1920.
Este texto constitucional, sin lugar a dudas se propició como un pacto jurídico y político
que marcara el rumbo de la naciente república. Aquí es importante denotar que muchas
de las Constituciones que aún están vigentes, así como también muchas derogadas, se
han promulgado como pactos políticos, jurídicos, sociales y económicos al término de
la finalización de alguna guerra civil o militar bien sea a nivel mundial o interna, ejemplo
de ello es la Ley Fundamental 2 de Bonn de 1949 promulgada en la Alemania occidental
después de la Segunda Guerra Mundial y actualmente vigente.

2 Es importante denotar que el término de Ley Fundamental se utilizó en el sentido de reservar el término

Constitución para cuando se consumase la reunificación del pueblo alemán, sin embargo, aun cuando la
reunificación se dio con la caída del Muro de Berlín, esta Ley fundamental sigue vigente en la actualidad.
Al respecto, reza el artículo 146 de la norma fundamental en mención: “La presente Ley Fundamental que,
después de haberse consumado la unidad y la libertad de Alemania, es válida para todo el pueblo alemán,
perderá su vigencia el día en que entre en vigor una Constitución que hubiere sido adoptada por libre
decisión de todo el pueblo alemán”.

2
Pues bien, retomando las líneas descritas acerca de la expedición de la
Constitución Austriaca, este texto constitucional que, bien sea dicho de paso, tuvo en su
diseño de la justicia constitucional al más importante jurista del siglo XX el señor Hans
Kelsen, marco un singular referente en lo que sería el diseño de la estructura de la
justicia constitucional, al introducir en la Europa occidental la institución del Tribunal
Constitucional (TC) de Austria en 1920 y, con ello, la aparición del sistema austriaco de
justicia constitucional concentrado.

Lo anteriormente reseñado, es muy importante en la medida en que Kelsen


desarrollo una institución única, particular y especializada en la guarda de la
constitución, sumado a los demás Tribunales existentes, en cuya competencia, además
de las consagradas en virtud de los artículos 137 al 147, estaba la de entender de la
posible anticonstitucionalidad de una ley federal o regional (…) solo cuando se haya
pedido expresamente su anulación o el propio Tribunal tuviera que aplicarla en el litigio
pendiente ante él. (art. 140. Constitución Austriaca)

Sin embargo, si bien iniciando el párrafo precedente se resaltaba la importancia


de Kelsen en el diseño de esa única institución constitucional, pues no menos cierto con
la historia es el hecho de que la figura del control de constitucionalidad concentrado, ese
mismo que en el diseño de la Constitución Austriaca estaba en cabeza del TC, ya existía
en el diseño constitucional colombiano, con la diferencia de que quien desarrollaba el
Control no era un órgano especializado, es decir, un TC, sino el órgano jurisdiccional
por excelencia en los ordenamientos jurídicos del mundo, la Corte Suprema de Justicia.

La Corte Suprema de Justicia, en el marco de la vigencia de la Constitución


colombiana de 1886 y, mediante el Acto Legislativo 03 de 1910, se le confió “la guarda
de la integridad de la Constitución”, de manera que sería quien decidiera
“definitivamente sobre la exequibilidad de los Actos legislativos que hayan sido objetados
como inconstitucionales por el Gobierno, o sobre todas las leyes o decretos acusados ante
ella por cualquier ciudadano como inconstitucionales (…)”. (Art. 41. Constitución de la
República de Colombia de 1886)

De tal suerte entonces que, en realidad, si bien Kelsen fue el primero en crear un
órgano especializado para la guarda y protección de la Constitución –cabe denotar que
luego Colombia tomaría ese modelo a partir de la Constitución de 1991 como se verá
más adelante-, no sería entonces el primero, ni en crear el control de constitucionalidad
concentrado y, menos aún, el difuso, cuyo origen de mayor consenso se encuentra en el
caso del Juez Marshall ya mencionado. Desde luego no con ello pretendiendo restar la
debida importancia que se merece el gran jurista Austriaco.

3
Antes de entrar en detalle acerca de lo que se constituyó como los antecedentes
del control de constitucionalidad en Colombia, es importante mencionar que, con
posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, gran parte de los países sobre todo aquellos
que habían sido derrotados, empezaron a promulgar Constituciones en cuyo diseño
institucional y constitucional, estaba presente el modelo Kelseniano del Tribunal o
Corte Constitucional para el desarrollo, especialmente, aunque no exclusivamente, del
control de constitucionalidad, algunos optando por el modelo concentrado de
constitucionalidad como Italia, Alemania y España, y otros por el difuso, éstos últimos
sobre todo en los diseños constitucionales de América latina, ya a finales del siglo XX.

2. ANTECEDENTES DEL CONTROL CONSTITUCIONAL. EL CASO COLOMBIANO

El control de constitucionalidad, como se ha expuesto en términos generales,


surge desde la idea misma de dotar al texto constitucional del principio teórico de
supremacía constitucional, el cual ubica la Constitución (o norma fundante según la
concepción Kelseniana o Norma de reconocimiento según Hart) como la norma jurídica
de mayor jerarquía dentro de un ordenamiento jurídico.

En la historia de lo que ha sido el desarrollo del derecho constitucional


colombiano a lo largo de los 200 años de vida republicana, se reconoce en los diversos
textos constitucionales que se han proferido, diversos antecedentes normativos que
sentaron las bases de la garantía constitucional por parte de los poderes públicos, así
como el principio -que para la época de inicios de siglo XIX no se había desarrollado
profundamente-, de la supremacía de la constitución y, posteriormente, de dotar de la
guarda de la constitución a los Tribunales o alguna Corte en específico. De manera
entonces que a continuación se desarrollará este recuento histórico que, en todo caso,
busca es presentarle al lector la evolución de lo que ha sido el control de
constitucionalidad en el derecho constitucional colombiano.

Revisando los textos constitucionales, los primeros antecedentes que se


encaminaron a proteger y garantizar el texto constitucional, se encuentran en la
Constitución del Estado de Cundinamarca del 4 de abril de 1811, erigida como una
monarquía constitucional, la cual consagra en el artículo 9º del título I, que:

“Habrá un Senado de censura y protección, compuesto de un presidente, que lo será ́


el vicepresidente de la Representación Nacional, y cuatro miembros, para sostener
esta Constitución y los derechos del pueblo, a fin de que de oficio o requerido por
cualquiera ciudadano, reclame cualquiera infracción o usurpación de todos o cada

4
uno de los tres Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial que sea contra el tenor de
la Constitución”.

Para entonces, como se denota en la norma citada, la protección o en palabras


de la misma, el sostenimiento de la Constitución, estaba en cabeza del Senado,
entendiendo por este un órgano jurisdiccional que hace parte del poder judicial, no del
legislativo, y cuyo “objetivo primitivo (…) es velar sobre el cumplimiento exacto de esta
Constitución e impedir que se atropellen los derechos imprescriptibles del pueblo y del
ciudadano” (Art. 4. Título VII, del Poder Judicial. Constitución de Cundinamarca de
1811); con lo cual no queda sino resaltar de su texto normativo la existencia de un único
órgano encargado de la garantía de la Constitución, así como la posibilidad del
ciudadano de reclamar la infracción de la norma superior por parte de alguno de los
poderes públicos, lo cual, llevado a hoy, sería la acción de inconstitucionalidad.

Seguidamente, se reconoce la Constitución de la República de Colombia de 1830,


en la cual se destaca en su artículo 157 que “todo funcionario y empleado público, al
entrar en el ejercicio de sus funciones, deberá prestar juramento de sostener y defender la
Constitución, y de cumplir fiel y exactamente los deberes de su empleo”, artículo que, si
bien no consagra a un único órgano la competencia privativa de defender la
Constitución, si lo extiende a todas las autoridades del Estado dicha función.

La Constitución de 1830 tuvo en realidad una corta vigencia, y tempranamente


fue derogada por la Constitución Política del Estado de Nueva Granada de 1832, la cual
estableció en el artículo 162, la competencia al poder ejecutivo de suspender todos los
actos y resoluciones de las cámaras de provincia (lo que bajo el actual diseño
institucional serían las asambleas departamentales), que sean contrarios a la
Constitución o a las leyes, mientras que la facultad de anularlos recaía en el poder
legislativo.

En las constituciones posteriores a la de 1832, a saber, la de 1843 y 1853,


constituciones de la nueva granada, no hubo grandes cambios entorno a los diseños de
defensa de la Constitución previamente esbozados en la 1832, sin embargo, no ocurrió
lo mismo a partir del diseño de la Constitución para la Confederación Granadina de
1858, la cual le empieza a otorgar al poder judicial, en particular a la Corte Suprema de
Justicia, la facultad, hasta entonces no reconocida expresamente, de ser garante de la
constitución. Al respecto, reza el artículo 50 de la citada constitución:

“Corresponde a la Corte Suprema suspender la ejecución de los actos de las


Legislaturas de los Estados, en cuanto sean contrarios a la Constitución o a las leyes

5
de la Confederación; dando cuenta de la suspensión al Senado, para que éste decida
definitivamente sobre la validez o nulidad de dichos actos”.

Si bien como se denota de la redacción del artículo, la exclusión o no de la norma


suspendida por la Corte Suprema seguía privativamente en cabeza del Senado –poder
legislativo-, por lo menos ya la Corte, un órgano propiamente jurisdiccional, empezaba
a tomar empuje en el conocimiento de la defensa del texto constitucional; caso
semejante presentado en la redacción del artículo 72 de la Constitución Política de los
Estados Unidos de Colombia de 1863, la cual consagra que:

“Corresponde a la Corte Suprema suspender, por unanimidad de votos, a


pedimento del Procurador General o de cualquier ciudadano, la ejecución de los
actos legislativos de las Asambleas de los Estados, en cuanto sean contrarios a la
Constitución o a las leyes de la Unión, dando, en todo caso, cuenta al Senado para
que éste decida definitivamente sobre la validez o nulidad de dichos actos”

Algunos elementos importantes por los cuales hacer hincapié, es el hecho de las
normas jurídicas sobre las cuales recaía el control. En la Constitución de 1858, el control
versaba sobre los “actos de las Legislaturas”, para lo cual, si se entiende que la forma de
gobierno era federal, se debe entonces reconocer que por una parte estaba el Congreso
(poder legislativo) y, por otro lado, estaba la independencia de los Estados, en los cuales
cada uno tenía una “legislatura”, de modo entonces que se reconocía la existencia de la
Unión y los Estados, recayendo el control únicamente sobre los “actos” de los Estados,
no de la Unión.

Por su parte, la Constitución de 1863, siendo de igual forma Federal, determina


que el análisis de constitucionalidad recaería únicamente sobre la “ejecución de los actos
legislativos de las Asambleas de los Estados”, lo cual en primer término denota
nuevamente que los actos de la Unión no estaban sometidos a control alguno de
constitucionalidad y, que en segundo término, el control se centra no en el acto
legislativo propiamente –norma jurídica-, sino en la “ejecución” de la misma, lo cual es
importante resaltar toda vez que como se verá seguidamente, la Constitución de 1886
y su consecuente, la de 1991, elimina la palabra ejecución, dejando que el control recaiga
propiamente sobre las normas jurídicas y no sobre la ejecución de las mismas.

Con todo y lo anterior, en este punto bien vale entonces dejar claridad sobre lo
que hasta antes de la Constitución de 1886 fue la defensa de la Constitución y su
consecuente control. Como bien se denotó, en ninguno de los textos constitucionales
expuestos el principio de la supremacía de la Constitución estaba consagrado de manera
explícita, sin embargo, siempre hubo el reconocimiento expreso de que el texto

6
constitucional debía ser defendido y salvaguardado por las distintas autoridades del
Estado, llegando incluso expresamente algunas constituciones a consagrar el
“juramento constitucional”, como es el caso de la Constitución de 1843 en su artículo
168 el cual denotaba que:

“Ningún empleado público tomará posesión de su destino, ni ejercerá las funciones


que le estén atribuidas, sin prestar juramento de defender y sostener la
Constitución de la República y cumplir fiel y exactamente los deberes de su
destino”. (Negrilla fuera de texto)

A su vez, esta defensa de la constitución se tradujo en el plano normativo en la


posibilidad de llegar a declarar la nulidad de determinadas normas jurídicas que fuesen
contrarias a la Constitución y a las leyes vigentes.

3. EL CONTROL CONSTITUCIONAL EN LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE 1886.

A lo largo de las distintas constituciones republicanas, el nombre del máximo


Tribunal de la Administración de Justicia en Colombia varió su nombre dependiendo,
en algunos casos, del modelo de Estado; “Alta Corte de Justicia” (Constituciones de 1821
y 1830), “Corte Suprema de Justicia” (Constituciones de 1832 y 1843), “Suprema Corte
de la Nación” (Constitución de 1853), “Corte Suprema” (Constitución de 1858), “Corte
Suprema Federal” (Constitución de 1863) y, finalmente, bajo la vigencia de la
Constitución de 1886 hasta la actualidad, se determinó para cuyo nombre “Corte
Suprema de Justicia”.

Sin embargo, a la luz de la Constitución de 1886, este cambio no solo se significó


el nombre ya adoptado en las Constituciones de 1832 y 1843 -que se mantiene en el
diseño constitucional de 1991-, sino fundamentalmente un cambio importante en las
facultades de la misma, en particular el tema de interés, el control de constitucionalidad
de las normas infra-constitucionales. De esta manera, las prerrogativas que se le habían
otorgado al Senado en la Constitución de 1858 y 1863, fueron suprimidas del órgano
legislativo, pasando el control de la constitución a la competencia exclusiva de la Corte
Suprema de Justicia.

La Constitución Política de Colombia de 1886, durante sus 105 años de “vida


constitucional”, tuvo dentro de sus 70 reformas constitucionales (aproximadamente 1.5
veces por año), sendas transformaciones que marcaron el desarrollo jurídico, político,
social y económico de la sociedad colombiana de postrimerías del siglo XIX y del siglo

7
XX; dentro de las cuales se destacan las reformas de 1910, 1936, 1945, 1957, 1960,
1963, 1968, 1979 y 1986, no obstante el control de constitucionalidad marco elementos
importantes tanto funcionales como institucionales.

En el diseño original de la Constitución de 1886, el control de constitucionalidad,


como se reseñaba anteriormente, quedo como una atribución –palabra utilizada en la
propia Constitución-, exclusivamente en cabeza de la Corte Suprema de Justicia, así en
el artículo 151 se determinaba que:

“Son atribuciones de la Corte Suprema de Justicia:


#5º. Decidir definitivamente sobre la exequibilidad de actos legislativos que hayan
sido objetados por el Gobierno como inconstitucionales”.

De la redacción del artículo se desprenden varios elementos, en primer lugar, las


normas, o en este caso, la norma jurídica objeto del control, son únicamente los actos
legislativos expedidos por el Congreso de la República, esto es importante destacar
puesto que, si los actos legislativos son aquellos expedidos para modificar la
Constitución, se deduce entonces que el control recaía sobre normas de igual nivel
jerárquico, excluyendo cualquier tipo de control de normas de inferior jerarquía, de
modo que una ley ordinaria, por ejemplo, no podía ser constitucionalmente analizada.

En segundo lugar, no se contemplaba ningún tipo de control posterior de


constitucionalidad de ninguna norma jurídica, empero, de los actos legislativos, el
control se desarrollaba de manera previa, siempre y cuando fuera objetada por
inconstitucionalidad por el Gobierno nacional.

Esta situación descrita tuvo una sustancial reforma a partir del Acto Legislativo
No. 03 de 1910, en el cual, no solo se incorporaron nuevos elementos normativos, sino
que, adicionalmente, se incorporó por vez primera, expresamente, el principio de la
supremacía de la Constitución. Dos de sus artículos son particularmente importantes
para el caso requerido, los artículos 40 y 41 del mencionado acto legislativo.

Rezan los artículos en mención:

“Artículo 40. En todo caso de incompatibilidad entre la Constitución y la ley se


aplicarán de preferencia las disposiciones constitucionales.

Artículo 41. A la Corte Suprema de Justicia se le confía la guarda de la integridad


de la Constitución. En consecuencia, además de las facultades que le confieren ésta
y las leyes, tendrá la siguiente:

8
Decidir definitivamente sobre la exequibilidad de los Actos Legislativos que hayan
sido objetados como inconstitucionales por el Gobierno, o sobre todas las leyes o
decretos acusados ante ella por cualquier ciudadano como
inconstitucionales, previa audiencia del Procurador General de la Nación”.
(Negrillas fuera del texto)

En los artículos descritos, como el lector puede denotar, se encuentran


resaltados con negrilla algunas palabras de los mismos sobre los cuales es importante
centrar la atención.

Primero, el artículo 40 es la consagración expresa del principio de la supremacía


de la Constitución, sin embargo, centrando la atención en la palabra resaltada, cuán
importante resulta ésta en la interpretación del mismo. Según el DRAE, preferencia
significa “primacía, ventaja o mayoría que alguien o algo tiene sobre otra persona o cosa,
ya en el valor, ya en el merecimiento”, de modo entonces que, al tenor literal del artículo,
las autoridades del Estado debían preferentemente aplicar las disposiciones
constitucionales, sin embargo, y aquí esta lo importante, esta preferencia no excluía la
posibilidad de aplicar las disposiciones legales. Lo anteriormente descrito se traduce
entonces que, si bien la supremacía se consagró expresamente, esta misma no fue de
carácter absoluto, puesto que el mismo articulado dejó abierta la puerta a una posible
aplicación de otras disposiciones normativas.

Finalmente, cabe anotar sobre el artículo 40 que éste derogó el artículo 6º de la


Ley 153 de 1887, cuyo texto original establecía que “Una disposición expresa de ley
posterior a la Constitución se reputa constitucional, y se aplicará aun cuando parezca
contraria a la Constitución. Pero si no fuere disposición terminante, sino oscura o
deficiente, se aplicará en el sentido más conforme con lo que la Constitución preceptúe”.

Al respecto cabe traer a colación un par de elementos, este artículo 6º desde la


óptica del principio de supremacía constitucional, volvía a la Constitución un texto
estéril, inútil, inocuo, pues al “consagrar la amplia presunción de constitucionalidad de
las leyes, se le otorgó al Legislativo un poder que no podía ser limitado por los jueces,
en cuanto las leyes debían cumplirse por los ciudadanos y aplicarse por los jueces sin
importar que fueran contrarias a la Constitución”. (Maya, 2012)

Ahora bien, en segundo lugar, el artículo 41 en mención en su primera parte,


aquella que se encuentra subrayada, conserva los mismos elementos que se
describieron inicialmente y que hacían parte hasta antes del Acto Legislativo No. 03 de
1910; ya con ocasión de la reforma constitucional, se añadió la parte resaltada con

9
negrilla que establece “o sobre todas las leyes o decretos acusados ante ella por cualquier
ciudadano como inconstitucionales”.

Esta reforma a la luz del control de constitucionalidad, significa en primer


término la ampliación del control a normas infra-constitucionales tales como leyes o
decretos, sin distinción de los mismos, colocando a la Corte Suprema de Justicia en la
posibilidad de declarar inexequible del ordenamiento jurídico las normas jurídicas
emanadas por el poder legislativo y por el ejecutivo, siempre que éstas hayan sido
demandadas por vía de acción por algún ciudadano.

De lo anteriormente mencionado se desligan dos elementos, por un lado, desde


lo jurídico, se reconoce en el artículo el control posterior de constitucionalidad sobre las
leyes y los decretos, pero también es importante resaltar que en ninguno de los dos
casos bajo los cuales la Corte Suprema de Justicia conocía de las normas que serían
objeto de control, podía ésta actuar de oficio, es decir, no se reconocía la existencia de
un control automático de constitucionalidad, sino que, contrario sensu, este siempre se
desarrollaba por acción concreta o del Gobierno –cuando objetaba- o de los ciudadanos
–cuando demandaban-; por otro lado –en relación con esto último-, el otorgarles a los
ciudadanos la facultad de demandar les significaba un reconocimiento de las garantías
a las cuales son titulares como sujetos activos –y pasivos- dentro de un sistema
democrático y de Derecho, capaz de velar por la garantía de la Constitución y con ello
de los derechos que ésta y el ordenamiento jurídico en general, les reconoce.

Cuando se hablaba inicialmente del valor de la obra del jurista Hans Kelsen
acerca de la creación del primer Tribunal Constitucional en el mundo, un órgano
jurisdiccional especializado en la defensa de la Constitución, se advertía de igual
manera, sea dicho de paso, en honor a reconocer más las grandes contribuciones del
derecho latinoamericano en el escenario global –lastimosamente despreciadas por
muchos círculos académicos-, que en Colombia, 10 años antes de la Constitución
austriaca, ya existía un único órgano con la facultad de decidir definitivamente sobre la
constitucionalidad de las leyes, misma función que se le otorgó posteriormente al
Tribunal Constitucional de Austria.

Desarrollo del Control de Constitucionalidad

Conforme al diseño constitucional del 86 y, en virtud de la Ley 105 de 1931,


antigua Ley que regulaba la organización judicial y el procedimiento civil, se tenía
establecido en su artículo 21 que: “La Corte Suprema se compone de doce (12)

10
Magistrados y se divide en cuatro Salas de Justicia, denominadas así: 1ª. Sala de Casación
en lo Civil, 2ª. Sala de Casación en lo Criminal, 3ª. Sala de Negocios Generales; y 4ª. Sala
Civil de única instancia”, sumándole desde luego la Sala Plena, la cual la constituía la
reunión de las tres primeras Salas.

Estas particularizaciones son importantes toda vez que en virtud del artículo 30
de la Ley 105 de 1931, decidir la constitucionalidad o no de una norma demandada era
competencia exclusiva del pleno de la Corte Suprema en los siguientes términos:

“Corresponde también a la Corte Suprema en pleno decidir definitivamente sobre


la exequibilidad de los actos legislativos objetados por el Gobierno como
inconstitucionales o de las leyes o decretos acusados ante ella por cualquier
ciudadano, previa audiencia del Procurador General de la Nación”.

Sin embargo, para iniciar el trámite del Control de constitucionalidad por parte
de la Corte Suprema, bien sea de las acciones interpuestas por los ciudadanos contra
las leyes o decretos, o de las objeciones por inconstitucionalidad del Gobierno nacional
de los actos legislativos y antes de que llegara a la Sala Plena, le correspondía “a los
Magistrados de la Sala de Negocios Generales la sustanciación y preparación de los
proyectos de acuerdo en los negocios de que conoce la Corte en pleno, conforme al Artículo
30”.

Esta norma fue posteriormente derogada por la Ley 96 de 1936, mediante la cual
en su artículo 1° estableció que la “sustanciación y preparación de los proyectos de
acuerdo en los negocios de que conoce la Corte Suprema, conforme al artículo 30 del
Código Judicial –Ley 105 de 1931-, corresponderá por turno a todos los Magistrados de
dicha Corte”, es decir, se debían turnar los doce (12) magistrados de las cuatro (4) salas
la sustanciación y preparación de los proyectos que luego pasarían al Pleno de la Corte.

Una vez reunido el pleno de la Corte Suprema y realizado el análisis de


constitucionalidad y con ello profiriera un fallo de exequibilidad o inexequibilidad, la
sentencia que emanara “solo declaraba inaplicable la parte inexequible del texto, no la
totalidad del artículo que quedaría vigente, si no se encontraban razones para declarar
la inconstitucionalidad de la totalidad del precepto” (Porras, Romero, Ochoa, & Carrillo,
2005), en todo caso, aun cuando existieran méritos para declarar la inexequibilidad, los
efectos de la declaratoria no se constituía como una derogatoria de la norma, pues las
normas jurídicas solo podían ser derogadas por el Legislador o quien profiriera la
misma.

11
Respecto de las sentencias de constitucionalidad:

“al ser la Corte, la última instancia en los procesos de constitucionalidad, las


sentencias proferidas en Sala Plena, resolvían la controversia de manera definitiva,
constituyendo cosa juzgada, por lo tanto, no existía en contra ella recurso alguno
o posterior acción de revisión. Así, la sentencia no producía efectos retroactivos,
solo producía efectos hacia futuro”. (Porras, Romero, Ochoa, & Carrillo, 2005)

Respecto de los recursos, se estableció en el artículo 3° de la Ley 96 de 1936 que


“en la tramitación de los asuntos a que se refiere el artículo 30 del Código Judicial no habrá
más Incidentes que los de impedimentos y recusaciones”, las cuales se reducían
únicamente al hecho de “haber conceptuado el Magistrado sobre la constitucionalidad
de la disposición acusada, haber dictado dicha disposición, haber sido miembro del
Congreso que la dictó o estar dentro del cuarto grado de parentesco de consanguinidad o
segundo de afinidad con el demandante o con su apoderado”. (Art. 4°. Ley 96 de 1936)

De modo entonces que, esbozando mejor ambos efectos de las sentencias de


constitucionalidad de la Corte Suprema, la misma mediante fallo del Magistrado
ponente Dr. Néstor Pineda, expresó que “la decisión de inexequibilidad se proyecta sobre
el futuro y no sobre el pasado; en principio, ella no produce los efectos de una declaración
de nulidad absoluta, sino los de una derogatoria de la norma acusada”. (Corte Suprema
de Justicia. Gaceta Judicial LXXX. Abril de 1955. Pág. 266)

En cuanto a los requisitos formales que debía presentar las demandas de


inconstitucionalidad, se establecía que el memorial o escrito en que se pida a la Corte
Suprema de Justicia la declaración de inexequibilidad de leyes o decretos debía
contener: 1°. La transcripción literal de la disposición o disposiciones acusadas como
inconstitucionales, 2°. El señalamiento o designación de los textos constitucionales que se
consideran infringidos y, 3°. Las razones por las cuales dichos textos se consideran
violados.

Pero si la Corte al fallar el negocio encontrare que han sido violados otros textos
o principios constitucionales distintos de los invocados en la demanda o que estos lo
han sido por causa o razón distinta de la alegada por el demandante, dicha entidad
estará siempre obligada a hacer la correspondiente declaración de
inconstitucionalidad. (Art. 2°. Ley 96 de 1936)

Por su parte, los Actos Legislativos No. 01 de 1960 y No. 01 de 1968, modificaron
lo relativo a la competencia de la Corte Suprema de Justicia como guardiana de la
integridad de la Constitución; así en la reforma constitucional de 1960, se dispuso que

12
la Corte Suprema estudiaría la constitucionalidad de los decretos legislativos expedidos
por el Gobierno bajo la declaratoria del estado de sitio, siempre que el Congreso así lo
decidiera.

Al respecto, establecía el artículo 1° del mencionado Acto legislativo:

“El Congreso, por medio de proposición aprobada por Mayoría absoluta de una y
otra Cámara, podrá decidir que cualquiera de los decretos que dicte el gobierno en
ejercicio de las facultades extraordinarias del estado de sitio, pase a la Corte
Suprema de Justicia para que decida sobre su constitucionalidad. La Corte fallará
dentro del término de seis (6) días, y si así no lo hiciere, el Decreto quedará
suspendido”.

Cabe recordar que la Constitución de 1886 le permitía al presidente de la


República amplias facultades para expedir, en momentos que la coyuntura nacional lo
necesitara y por razones de orden público, decretos legislativos que declaraban el
estado de sitio en toda la República o parte de ella. De tal suerte que la declaratoria del
estado de sitio se instauró como instrumento para el manejo de las perturbaciones de
orden público –conmoción interior- o guerra exterior; sin embargo, la circunstancia de
que el estado de sitio se convirtiera en regla y no en la excepción, y evitando que se
apelara a la declaratoria de la misma bajo circunstancias que no lo ameritaran, llenó de
críticas a la institución y aconsejó su revisión.

Primero y como se denota en el artículo 1° informado previamente, su revisión


procedía solo en la medida en que el Congreso aprobara, por mayoría absoluta, el
análisis de constitucionalidad, sin embargo, esta situación cambio a partir de la
expedición del Acto Legislativo No. 01 de 1968.

Este Acto Legislativo trajo consigo importantes cambios en materia del control
de constitucionalidad, por un lado, respecto de los decretos legislativos, se estableció
en el parágrafo del artículo 42 que modificó el Artículo 121 de la Constitución Nacional,
que: “El Gobierno enviará a la Corte Suprema de Justicia el día siguiente a su expedición,
los decretos legislativos que dicte en uso de las facultades a que se refiere este Artículo,
para que aquella decida definitivamente sobre su constitucionalidad. Si el Gobierno no
cumpliere con el deber de enviarlos, la Corte Suprema de justicia aprehenderá
inmediatamente de oficio su conocimiento”, así pues, ya no es competencia del Congreso
remitir o no a la Corte Suprema de Justicia los decretos legislativos para su revisión,
sino que, es deber del Presidente de la República enviarlos a la Corte para su análisis de
constitucionalidad, lo cual a la luz de la doctrina actual acerca del Control, se le
denomina un “control automático de constitucionalidad”.

13
El análisis de constitucionalidad que desarrollaba la Corte de los decretos
legislativos del Gobierno, seguía la tesis en muchas ocasiones de la revisión meramente
de los requisitos de forma, dejando el fondo a una mera constatación de la existencia de
un estado de guerra exterior o de conmoción interior, sin embargo, esta tesis también
guardaba sus detractores, ejemplo de ello es el salvamento de voto del magistrado Luis
Sarmiento Buitrago en sentencia del 15 de octubre de 1974 mediante la cual se
analizaba la constitucionalidad del Decreto Legislativo número 1970 del 17 de
septiembre de 1974, en cuyo momento manifestó que:

“En cuanto al estado de sitio y su levantamiento, la Corte ha aceptado que es


competente para conocer respecto de los requisitos de forma; y en cuanto al fondo
solamente ha investigado si existe guerra exterior o al menos estado de
beligerancia para justificar un estado de sitio, eludiendo el estudio de la conmoción
interior, con la afirmación de que esta calificación es un acto discrecional o de
poder, exclusivo del presidente por mandato del artículo 120-7 de la Carta.

En tratándose del estado de emergencia también acepta la ponencia su


competencia para decidir de la constitucionalidad del decreto que la declara,
solamente por razones de forma”.

Ni en el estado de sitio, menos en el de emergencia, puede haber actos


discrecionales, omnímodos, actividades que el Gobierno pueda desarrollar
arbitrariamente; todos los actos del Ejecutivo deben sujetarse a la Constitución y
a la ley por graves y urgentes que sean las situaciones que se trate de remediar; el
estado de derecho así lo exige; la invocación a actos de poder discrecionales del
presidente es un recuerdo obsoleto del absolutismo monárquico que la democracia
ha hecho desaparecer. Si el artículo 122 exige motivar la declaración de
emergencia, no es un acto discrecional. Si la Corte no analiza los motivos de la
emergencia y los encuentra. reales, ¿cómo puede cumplir la función que le confía
la Carta sobre que los decretos que dicte el presidente con fuerza legal "tengan
relación directa y específica con la situación que determine el estado de
emergencia"?”

Y concluye:

“El control debe ser, en consecuencia, integral o no tiene razón de existir. La


competencia tiene que ser por aspectos de forma y de fondo, o la guarda de la
Constitución no es integral”. (Corte Suprema de Justicia. Gaceta Judicial CXLIX-CL
n.º 2390-2391 de 1973. Pág. 430)

14
Se decía unos párrafos previos que la reseñada reforma constitucional había
marcado un giro en el diseño constitucional y en el desarrollo del control, pues bien, sin
lugar a dudas en esta labor una de las más importantes innovaciones institucionales al
interior de la Corte Suprema fue la creación de la Sala Constitucional.

La Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia se creó a partir del Acto


Legislativo No. 01 de 1968, en cuyo artículo 71 numeral 2 inciso 3 determino que “La
Corte Suprema de Justicia cumplirá estas funciones (las del control de constitucionalidad
que trata el artículo 214 de la Constitución Nacional) en Sala Plena, previo estudio de
la Sala Constitucional compuesta de Magistrados especialistas en Derecho Público”.
(Negrilla y paréntesis fuera del texto)

Las funciones a las que hace alusión el artículo 71, son las siguientes:

“1º. Decidir definitivamente sobre la exequibilidad de los proyectos de ley que


hayan sido objetados por el Gobierno como inconstitucionales, tanto por su
contenido material como por vicios de procedimiento en su formación;

2º. Decidir definitivamente sobre la exequibilidad de todas las leyes y los decretos
dictados por el Gobierno en ejercicio de las atribuciones de que tratan los Artículos
76, ordinales 11 y 12, y 80 de la Constitución Nacional, cuando fueren acusados
ante ella de inconstitucionalidad por cualquier ciudadano”.

Nótese entonces que el numeral primero consagra un control de


constitucionalidad previo por vía de acción, esto último significa que requiere de
objeción presidencial para activar el control y, además, el control de la norma se realiza
tanto por vicios de forma como de fondo, este último importante por su consagración
expresa.

En segundo lugar, anterior a la reforma constitucional sub examine, no existía


término para decidir sobre la exequibilidad o inexequibilidad de las normas
demandadas; no obstante, el Legislador estableció que “El Procurador General de la
Nación y la Sala Constitucional dispondrán cada uno, de un término de treinta días para
rendir concepto y ponencia, y la Corte Suprema de Justicia de sesenta días para decidir. El
incumplimiento de estos términos es causal de mala conducta que será sancionada
conforme a la Ley”. (Artículo 71. Acto Legislativo No. 01 de 1968)

Finalmente, como se ha podido desarrollar a lo largo del presente trabajo, la


realización de los fines perseguidos por el legislador para la supremacía de la
Constitución, en cuanto a las concepciones que desarrollan, protegen y vivifican las

15
prescripciones normativas en las cuales se garantiza la validez y coherencia del
ordenamiento jurídico colombiano, encontraron en las labores desarrolladas por la
Corte Suprema de Justicia, ese carácter de protección y guarda de la integridad del texto
constitucional.

4. CONCLUSIONES

El Control de Constitucionalidad y con ello la materialización efectiva del


principio de la Supremacía de la Constitución, a partir del reconocimiento de la garantía
jurisdiccional del texto constitucional y, posteriormente, de la evolución de la
jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia en el siglo pasado, fue un proceso lento
cuyo más importante desarrollo se vino a lograr solamente en la cuarta parte del siglo
XX, cuyo desarrollo se fue dando en la medida en que se reformaban los textos
constitucionales –como en el caso de las Constituciones republicanas- o se modificaban
los mismos –ejemplo las 70 reformas que tuvo la Constitución de 1886-.

La evolución del Control, cuyo en primeros casos estaba en cabeza del poder
Legislativo, en el cual más que desarrollar un control jurídico de las normas jurídicas
del Ejecutivo, desarrollaba un control político, se vio tempranamente en la necesidad de
dejar a un lado esta competencia y mejor disponer de la misma al poder Judicial, en
cabeza de su máximo órgano. Sin embargo, como se denoto aun cuando este cambio se
dio, el Congreso aún seguía guardando celosamente la potestad de determinar si una
norma jurídica podía ser objeto o no del Control de constitucionalidad, tal como se
presentó con los decretos legislativos que decretaban el estado de sitio.

Como se pudo apreciar, los procesos constitucionales son lentos y requieren que
se vayan desarrollando, en muchas ocasiones, de manera paulatina observando sus
impactos, su eficacia y, sobre todo, su concreción y armonía con el ordenamiento
jurídico, sin embargo, pese a esto, sus conquistas son irreversibles y, por el contrario,
al igual que la arcilla, se sigue moldeando, esculpiendo, a través de procesos de
mejoramiento constante.

Las garantías constitucionales, el control de constitucionalidad que hoy por hoy


desarrolla la Corte Constitucional, el análisis automático, las garantías de protección del
ciudadano de la Constitución, la posibilidad del análisis por vicios de fondo y no solo de
forma, son conquistas de los procesos constituyentes que ha vivido el país y de los que
se espera que puedan seguir mejorando en aras de garantizar la efectividad material

16
del texto constitucional, sobre todo en aquellos contextos que más la sociedad lo
necesita.
5. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Maya, M. J. (Abril de 2012). Discordia, reforma constitucional y excepción de


inconstitucionalidad. Revista de Estudios Sociales, 118-128.

Porras, C., Romero, M. J., Ochoa, S., & Carrillo, D. (2005). Particularidades del Control de
Constitucionalidad en la primera mitad del Siglo XX. Bogotá: Pontifica
Universidad Javeriana.

17

También podría gustarte