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Lesko: EL AtoR, SoS FUENTES YY SUS
LAORIRONTES - Clavetro Nelctolesr
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“Instruyanse por que necesitaremos toda vuestra inteligencia :
agitense por que necesitaremos todo vuestro entusiasmo ,
organicense por que necesitaremos toda vuestra fuerza”
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Estudiar ,Luchar y Vencer !!
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prensa: prensa.ceadi@gmail.com
grupos facebook: cuerpo de delegados ,comisién de espacios.TEATRO XxXI, Afio XII, N° 22 (paginas 7.a 13)
ARTICULOS
EL ACTOR, SUS FUENTES Y SUS HORIZONTES
Claudio Meldolesi
Universidad de Bologna
meldolesi@muspe.unibo.it
En Ja Ultima década, en Italia la historiografia del actor -
me refiero al actor profesional del Seiscientos en adelan
te- ha encontrado su centralidad en el interior de fa histo-
ria del teatro. Pienso en la politica cultural del Museo-Bi-
blioteca del Actor de Génova, en los libros recientes de
Molinari, en ciertos nuevos andlisis criticos de Fecrone y
de Livio, en las aperturas tematicas de la Aliverti sobre la
iconograffa del setecientos y de Savarese sobre los teatros
orientales, en las adquisiciones de Taviani y de la Schino
luego centradas en Ia linea programatica de “Teatro
Storia”. Con el siguiente escrito quisiera aclarar de qué
manera la extensa onda de estas investigaciones ha deter-
‘minado una fractura en el estudio del actor en nuestro pafs
y de qué manera el historiador especialista se encuentra
hoy en dia frente a clecciones de orientacién que en el pa-
sado no se formulaban o no parecfan tan relevantes,
Comencemes répidamente con el tema a grandes
rasgos. Con el pretexto del cardcter efimero de los espec-
écalos, se vefa al actor como un sujeto que no se podia
estudiar por sf mismo, sino mAs bien en relacisn a lo que
permnanecfa al finalizar su trabajo: el texto y el piiblico, De
aqui cl dogma del actor-mediador, que se puede conside-
rar s6lo en la éptica de sus mediaciones. Los estudiosos,
que no se contentaban con esta concepcién eran muy po-
0s, se los podfa contar con los dedos de una mano. Ahora,
en los afios "80, la idea del actor-mediador no desapareci6
completamente -los prejuicios mayoritarios no desapare-
cen nunca- pero ha perdido hegemonia. Hoy en dia es po-
sible colocar como historiograffa discriminante el hecho
de que ningin actor se siente un mediador. Ningtin actor
Jamas se considers tal, ni siquiera en el apogeo del teatro
de tradicién. Emesto Rossi, de paso por Estocolrao, quiso
representar Hamlet con 1a actriz finlandesa més famosa
de aquél tiempo, despreocupadio del hecho que los intér-
retes no se entendieran entre ellos y que el piblico no
entendiera a los intérpretes, o bien que las lenguas del tex-
to y de los espectadores fuesen no influyentes. Un actor-
mediador jamés lo hubiese hecho de esta manera. Por lo
TEATRO XxXI
tanto, lo importante hoy en dia es esto: que a pesar de que
sobreviva la idea del actor-mediador, la historiografia es-
peeffica ha puesto a la orden del dia el descubrimiento de
nucvos horizontes, de otras existencias teatrales,
Elactor-se lee en los manuales- da voz y gestos ala
obra del autor, pero esta funcién es una de las tantas que
puede ejercitar. En la Comedia del Arte no existe el autor;
enel Seiscientos-Setecientos existe el actor completo, a su
vez comediante, poeta, misico, bailarin, transformista, ti
tiritero; el actor del ochocientos, por su parte, interpreta et
texto superponiéndole su mundo personal o el mundo de
su comunidad. Como recitante, el actor es el artista de tan-
tas funciones, de tantas caras; al punto tal que interrogarse
sobre él, en general, es como preguntarse quién es el hom-
bre. Por esto el actor no debe ser considerado solamente
enel rol del intérprete y del que entretiene al publico. El es
también aquél que, con sus habilidades escénicas, con sus
extrayagancias de comportamiento, con su espiritu mer-
cantil, siendo é1 mismo, logra reactivar en el presente le
vida antigua del teatro. Desde este punto de vista, que nos
eva a ver tanto dentro como fuera de Ia escena y tanto en
Ja corta como en la larga duracién, el actor tiene que ser
considerado un artista comprometide amovilizar en senti-
do espectacular los recursos expresivos del cuerpo y de la
mente en las condiciones dadas, es decir un artista activo
contemporéneamente en cuatro niveles: el nivel de las imé-
‘genes externas (de los espectécutos), el nivel de las image-
nes fntimas (de los recursos), el nivel de las técnicas (de la
movilizaci6n) y el nivel contextual (de las condiciones,
dadas).
Historiografia tradicional y documentos de los actores
Hablando polémicamente de historiograffa tradicional, no
haremos referencia a los estudiosos-fundadores a Tos que,
contintia apuntando nuestra admiraci6n, a Rasi y a Monval,
a Mantzius y a Apollonio, sino més bien a 1a mo:
producto de la sucesiva mezcla de, todos los ¢6]
historiografia y a la primacia final de una mitada HiARTICULOS
desde lo extemo 0 desde lo alto: Ia mirade de la interpreta
tién de rutina y de la direcci6n mediocre. Como en todos
tos campos en los que se miré més hacia horizontes cOmo-
os que al terreno éoncreto a disposici6n -pensar por ejem-
plo en la politologia- he aqui los defectos de la tadicién
ue, afianzéndose, han prevalecido sobre las cualidades.
‘Bpkinaieria de fuentes documentales, la historiogratia
tradicional considera informadores reales s6t0 a los suje-
tos de la relacién espectacular: los aetores -si cultos ideal-
mente en el acto de recitar- y a los espectadores -all{ in~
‘cluidos también los historiadores-. Los espectadores se
toman en consideracién como portadores de “verdad”:
como autores de resefias y descripciones, ensayos biogré-
ficos, palabras de almanaque y de diccionario y, excepcio-
nalmente, de un ntimero bien seleccionado de tratados y
documentos iconogréficos. Los actores, por su parte, son
tomados en consideracién como portadores de datos tée~
nicos y de costumbres, por lo cual generalmente sus trata;
dos se distinguen en ttiles ¢ indtiles: tratados ttiles serfan
aquellos que-dan “un poco de luz” en el vaivén de las ex-
periencias escénicas, como el Art du théatre de A. F
Riccoboni o An Apology for Actors de Heywood; inéti-
les -0 bien s6lo para nombrar- serfan en cambio aquellos
corroidos por la impureza cultural de los actores, como
De la réformation du théatre de L. Riccoboni, obra no
‘casualmente muy estimulante desde nuestra éptica.
‘Aste punto se podria afirmar que Ia historiografia
tradicional ha establecido una relacién superficial con los
documentos sobre los actores; al decir superficial, sin em-
‘argo, se dirfa poco porque ésta, de hecho, ha mutilado la
vicisitud actoral
Para evaluar la cntidad y el sentido de la mutilaci6n
bastard volver a pensar en los custro niveles constitutivos
del trabajo del actor. Si es verdad lo que vetamos primero,
gue la historiografia tradicional ha aceptado -como tales-
‘60 las fuentes del nivel externo o espectacular y del nivel
técnico, su actitud resultard sustancialmente caracterizada
por haber ignorado el nivel fntimo y el nivel de contexto.
Mutilacién no os una palabra muy fuerte: no nos encontra~
mos en presencia de una eleccién critica, como podria ser
Ta de un estudioso de la poesia que clige interesarse solo
en la métrica; en nuestro caso la historiografia tradicional
ha desfigurado su objeto, como lo desfigurarfa aquél que
teorizase que la métrica es la poesia.
Los niveles recortados no resultan sélo radicados
en conspicuos ambitos documentales, ciertamente més 1i-
cos que aquél de las técnicas; su interés deriva también de
‘una particular reciprocidad. Petrolini afirmé que la atrac-
cidn del piblico depende de a dimensién més intima de la
actuacién, de los “sentimientos y puntos de vista” perso-
niles del actor, que el actor mismo “iruca” ¢ “insinda”. Lo
‘que es decir que el nivel intimo interactéa naturalmente
TEATRO XXI, Afio Xil, N° 22 (paginas 7 a 13)
con el nivel contextual, 0 sea que en el origen del interés
por el actor est la confusién arte-vida, Concept extrafio
iste a la historiograffa tradicional, que hace entender de
qué manera en los viejos libros no existe verdadero con-
facto con el nivel contextual, a pesar de que 4 menudo se
hhage referencia a anécdotas del ambiente, Usando la
anecd6tica como reserva de color local, la historiografia
tradicional supone que, fuera del trabajo escénico, el actor
no vive sino mitos novelescos. Pero de los estudios no
‘mutilados emerge lo contrario: que los documentos de con-
texto, si bien Hlevados al nivel {ntimo, tienden a constituir
interrelaciones comparables a aquellas de los s{ntomas con
las pulsiones en los fendmenos psiquicos. Considerar al
actor sin los niveles intimnos y contextuales cs un poco como
jmaginar la existencia de un hombre sin vida inconsciente.
‘Todo esto autoriza a adelantar una hipétesis por
contraste: es veros{mil que la costumbre de mutilar haya
nacido por el interés de encuadrar al mundo de} actor en
tun marco que no es suyo.
‘Los documentos del nivel contextual transmiten
agitados hechas de vida, a menudo draméticos, a menudo
vividos con obstinado alejamiento de las normas. Los do-
‘cumentos del nivel {ntimo testimonian que tantos actores
posefan una buena cultura, ejercitada en formas no s6lo
‘excéntricas. Pero para la historiograffa tradicional el actor
debe sor un instintivo; ésta necesita que el comediante ten.
ga una fascinacién brutalmente aventurada para poderlo
luego presentar en contradicci6n con el poeta. ;Noes aca~
50 verdad que en los manualles teatrales y literarios los ac-
tores no aparecen casi nunca por su actuaci6n extraordina-
ria, sino por el hecho de haber opuesto resistencia a ésta.0
quella reforma ético-estética del teatro? Evidentemente,
si se hubiese tenido que hacer cargo de la vida intima y
contextual de los actores, Ia historiografia tradicional se
habria encontrado con que no podia encuadrar tantas co-
sas y que no podia cerrar tantos discursos (o6mo hacer
las cuentas con aquella condenada mezcla de desorden y
cultura?)
Del conjunto de tales encuadres hist6ricos ad hoc
se configuré Ia extrafia “historia” del actor que todos co-
nocemos: ignorante (mutilada) en algunas de sus partes,
‘erudita en otras y encuadrada por evaluaciones ético-artis-
ticas ajenas a 1a honestidad, la naturaleza, la modernidad
interpretativa 0 no, de los actores.
La memoria de las memiorias
El marco de Ins evaluaciones ajenas sirye todavia hoy al
historiador apresurado pata disfrazar el salto existente en-
ine la identidad y Jos docamentos del-actor estudiado. Es
cémodo y tranquilizidor siponér quel actor tenga su pris
en la “cultura”, en el repertorio de los textos y en la socie-
‘iad de los espeetadores: El verdadero punto de apoyo de
TEATRO XX! |TEATRO XXI, Afio XII, N° 22 (paginas 7 a 13)
ta tradicién historiogréfica es este prius, que en la actuali-
dad resulta lyjuriante incluso en los encuadres sociol6i-
cos, de deduccioncs de las “artes cultas”, de sinopsis de
los acontecimientos teatrales y politicos contempordneos
Pero si verdaderamente consideramos al actor como un
artista independiente, su prius se vuelve el arte de los 2c-
tores que lo han precedido, el marco ajeno pierde sentido,
y sa incumplimiento no puede sino hacer derrumbar la
compactabilidad de los retratos y de las historias atribui-
das alos recitantes,
Se deduce para el historiador del actor un salto de
imensién cuya materia prima esté constituida de hecho,
de manera incontrovertible, por desechos y fragmentos: ef
anilisis debe aceptar como constitutivo el desnivel entre
identidad y documentos. El panorama, en comparacién con
Jas bien cultivadas superficies imaginadas de los viejos i-
bros, aparece no arménico; la condici6n, ideal. Sin embar-
g0, salta ala vista que este estado de hecho acerca mucho
al historiador del actor a Io hist6rico general, acostimbra-
oa la arbitrariedad documental, a Ia falta de homogencidad
de las fuentes y al carécter effmero de los acontecimientos
[Bn términos cienificos se trata de un cambio para mejor; cuan.
o més en el interior de esta nueva credibilidad, mas parece
posible volver a acreditar su especificidad: como memoria de
las antiguas memorias de los actores.
La memoria al centro: a pesar de que se asusta de
Jas oleadas de subjetivismo, esta centralizaci6n extiende
Ja base material de nuestro saber.
De los nombres de los diccionarios biogréficas nos
hemos acostumbrado a pensar que en fa Europa de la
profesionalidad teatral han existido alrededor de dos mil
actores, més 0 menos la cantidad de los escritores contem-
poréneos de una cierta trascendencia. Pero mientras los
nombres de los escritores resultan parte de una cataloga-
‘ion més general -la literatura de los diversos pafses- que
s¢ puede estudiar también en los términos colectivos de la
institucién literaria, el teatro de los actores no contempla
ni siquiera una palabra apta para designar su identidad
colectiva: debajo de tos dos mil actores de los que quedé
el nombre se presupone la nada a un teéfico de infames
comercios. Esto hace pensar en el maxco de la historiografia
tradicional. Pues ia asuncién de la memoria como base del
andlisis puede volver a poner las cosas con los pies sobre
latierra: en un cuadro de memoria de las memorias se nos
Neva esponténeamente a pensar que los dos mil nombres
eran parte de un conjunto més grande.
La categoria de memoria plantea de improviso el
Problema de e6mo se selecciona la memoria. {De qué
‘manera se han seleccionado esos dos mil nombres del pue-
blo de los actores? Y, de los dos mil, ge6mo se han selec.
ionado los cincuenta que en las “historias del actor” Ile-
nan todo el espacio? Basta preguntarse de esta manera,
TEATRO XXI
ue ya nos encontramos orientados a estudiar la realidad
colectivadel actor: problema sin nombre institucional pero,
sin embargo esencial para designar los demés problemas
De hecho, este tipo de enfoque obviamente no requiere
ue se agrande el parcuie de los nombres dignos de men,
cionar; mis bien requiere analogia en términos crticos, es
decir que el razonamicato histérico rompa la cadena de
las explicaciones deductivas que fueron dadas fingiendo
que los actores del pasado fueron cincuenta. En este sent.
do se reconsideran los fragmentos documentales existen.
tes: como memorias en contraste con la seleceidn
historiogréfica, inciertas del futuro, para leer pensando en
una realidad colectiva.
El historiador tiene frente a si mismo més documen-
tos vacfos que completos, pero es un experto de las dind.
micas del recordar; por lo tanto, estudiando los comple
tos, también se puede ocupar de los vacfos: se puede bus-
car lo general en lo particular, distinguir entre una caren-
cia y otra -existen carencias tipicas en el estudio del actor
Que, como tales, pueden ser analizadas y valorizadas. ade
lantar hip6tesis interpretativas segiin logicas de probabili-
dad. Por ejemplo, é! sabe poco del Gran Actor, pero ese
poco esté en neto contraste con la imagen, fijada por la
bistoriografia tradicional, de un artista instintivo, prepotente
¥ grit6n: a él le resulta que el artista estudiaba minuciosa-
mente la pose y los movimientos corcogréficos de sus es-
pectdculos. ;Qué hacer? El historiador puede no limitarse
a decir aquello que sabe por verdadero, puede realizar hi-
potesis de que el Gran Actor era un creador esencialmente
visual y, si esta probabilidad se extendiera sobre los va-
fos documentales hard que los completos transmitan se-
ales posteriores, entonces podré volver a lanzar su hip6-
tesis: recurriendo a comparaciones documentales més li-
bres, apuntando a las artes visuales o a la literatura visio-
naria 0 a la fenomenologia del romanticismo positivo.
Luego, para que este impulso no se degenere, deberé natu-
ralmente realizar una verificacién de tipo tedrico: la se~
cuencia te6rica, sies rigurosamente intensa, no tiene me-
nor valor probatorio que los documentos; en nuestro caso,
podré concluir comparancio las dingmicas expresivas del Gran
Actor con aquellas de Ja espectacularidad pre-cinematograti-
ca, asumida como modelo teérico por excetencia.
De esta manera hemos esbozado un ejemplo
metodolégico de memoria de las memorias. Habiendo pues-
to esto a la luz tratemos de volver a considerar los cuatro
niveles del actor, para plantear alguna linea de superacion
de la historiografia tradicional. No sin recordar que algu-
nas de estas lineas ya han sido puestas en préctica con éxi:
to en el estudio de Ia Comedia del Arte que, en los titimos
aflos, se convirtié en el area mas avanzada de la buisquéd
del actor. ae
2-b) Ea los dos niveles practicos de la historidgeARTICULOS
tradicional, que por sentido comin deberfan suministrar
mayores informaciones, se registra una cierta opacidad
memorialista. Para el nivel de las imégenes externas, es
decir de los relatos de los espectadores, no hace falta co-
mentario. Taviani ha demostrado de manera definitiva que
este tipo de documentacién tiende a hacer referencia no
tanto a los sucesos escénicos, sino a la ideologie y a los
gustos del espectador a los que debemos el recuerdo: sea
éste critico, cronista, maestro de ceremonias o ilustrador.
El historiador del actor sabe por experiencia que las rese-
fias raramente pueden funcionar desde 1a primera fuente,
desde el fulcro testimonial para su trabajo. Estas se pres-
tan mucho mejor como documentacién comparativa: es
necesario tener otro tipo de fuentes para iniciar bésquedas
no superficiales. Un comentario, aunque sea breve, requiere
cen cambio el nivel de las técnicas, quizés el nivel mas os-
‘cure de nuestro entender sobre el actor, como muestra el
hecho mismo de que el teatro de prosa no posee un voca-
bulario técnico, a diferencia de la lirica y de la danza, sus
artes hermanes.
‘Cuando se encuentran informaciones técnicas en los
tratados de y sobre los actores, hay que sospechar: casi
‘nunca tieien que ver con informaciones de tipo artesanal
‘0 productivo, sino con preceptos camuflados (no ¢s ca~
sual, como vefamos, que en esta literatura se confunden
las observaciones técnicas y habituales). O bien se rela-
ciona con técnicas de excepcién, dado que los tratadistas
consideraron que las técnicas habituales no eran dignas de
registrarse. Reflexi6n: en los perfodos de mayor peticia
técnica de los actores fueron escritos tratados técnicamen-
te poco detallados; el segundo Sciscientos no nos ha deja-
do nada comparable alos detalladisimos Quattro dialoghi
in materia rappresentazioni seeniche de Leone de’
Somimi, simplemente porque los cémicos de aquel enton-
ces se acupaban sobre todo de inventar las técnicas; hicie~
ron esto un poco todos, desde Moliére a Baron en adelan-
te, Pareso el historiador del actor debera preocuparse por
revalorizar este nivel documental, tan débil como indis-
pensable para su trabajo, ampliando el Area de pertenen-
cia. Es necesario que por técnica se empiece a entender
algo més que las reglas para representar bien, Técnica como
niicleo de la presencia del actor, su elemento de fuerza y
de armonia; técnica como dialéctica particular de equello
que, enel actor, es materia y de aquello que es energia. Al
elevarse, el problema se podré encarar en términos de
memoria de Jas memorias.
¢) Pasemos al nivel de las imagenes intimas. Aquél
que frecuenta a los actores sabe que cada uno de ellos,
especialmente si es bueno, ejercita las técnicas con una
marca suya, cautivantes rasgos personales, de caracter, de
comportamiento individual, Por ello el conocimiento del
‘ctor como persona hace sentir al observador mas partici-
TEATRO XXI, Afio XII, N° 22 (paginas 7 a 13)
pe de su resultado artistico. La raz6n podria ser la misma
ue descubrieron los bi6logos del siglo pasado indagando
sobre los principios de los caracteres hereditarios: los Fac-
tores transmitidos al nuevo organismo conservan su indi-
vidualidad anterior. Asf parecen conservarla los factores
transmitidos por el intérprete del personaje.
Por lo tanto, buscar en ¢] obra del actor la persona
del actor no tiene nada que ver con Ia biografia de los
manuales de literatura; al contrario, ¢s la puerta més direc
ta para entrar en contacto con un arte de por s{ misterioso.
De la obra producida y consumida en escena, cada noche,
la cosa més concreta que permanece es el cuerpo del ac-
tor: y el cuerpo es la persona del actor. Conociendo a una
persona, se puede decir que se conoce una dimensién dela
cobra, y de los cortes accidentados de esta dimension se
puede extraer alguna indicacién sobre los cortes acciden-
tados de aquello que en la obra no es personal, Cartas,
iarios y escritos varios son por lo tanto lugares de revela-
cin para los actores teatrales, més de lo que pueden ser
para otro tipo de artistas. Et resto, aunque esté allf, al al-
‘cance de Ja mano, es incognoscible: podriamos conocerlo
‘6lo si tuviéramos Ja habilidad de ver Ia oscuridad.
‘Las publicaciones erfticas que se interesan en el ni-
vel intimo de los actores tienen también una riqueza de
significado testimonial en relacién al arte recitativo. Lo
tienen incluso los diccionarios biograficos y las recopila~
ciones de documentos. Libros como aquellos de
‘Campardon sobre tas Comédies parisina cubren de mane-
raextrafiael espacio que en los estudios literarios est ocu-
pado por las antotogias. {Cémo asombrarse de que se pa-
rezcan a antologias literarias, dado que alli se habla del
‘cuerpo de los actores y de que los actores son artistas del
cuerpo? El nivel intimo confiere una base de “naturalidad”
ala memoria de las memorias, ayuda a ésta Gtima a dis:
tanciarse de las convenciones exteriores, de dominio pti-
blico, de Ia historia del teatro.
4) La problemética del nivel de contexto estaba pre~
sente en la historiografia estudiosa acaballo entre el Ocho-
cientos y el Novecientos pero, al faltar un pleno reconoci-
miento cultural, fue luego abarrotada por genéricos dis
cursos sobre el poder. Recientemente se ha vuelto a reto-
mar eJ hilo, estudiando los cabros, 1os pagos, las costum-
bres del trabajo, las relaciones jerarquicas, la vida cotidia~
na, las ingerencias estatales en la prictica de los cémicos;
y en algunos casos seha afirmado la necesidad de analizar
esta documentacién causal como una red de referencias y
ide influencias: e! nivel del contexto no puede agotarse en
un sistema de datos sin explicacién.
En la base de este nivel, entendido en sentido mate-
rial, esté el hecho de que el actor profesional nunca ha
‘sido un artista puro y siempre se encontré trabajando al
lado de alguna otra persona: como actor mercante, al lado
TEATRO XXITEATRO XXI, Afio XII, N° 22 (paginas 7 a 13)
de vendedores de otras mercanefas (especieros, empresa-
rios de feria) 0 de organizadores 0 mediadores (agentes, cor-
tesanos, administradores); como miembro de una compafia,
allado de otros artistas, escritores y directores; como némade,
al lado de aventureros, gitanos, policfas, hoteleres.
Las anécdotas, 0 bien Jos relatos y los dichos
proverbiales de los actores basados en casos del compor-
tamiento y de co-existencia, constituyen ta espina dorsal
de este compuesto nivel documental. La mayor parte de
Jas anéedotas son espurias, porque tienen por sujeto la re~
accién del pablico a una circunstancia o a un suceso de
cescena, y no Ia experiencia directa de los cémicos. El que
no es auténtico es reconocido répidamente por el tono. Nada
peor que el tono de foyer hecho justamente por un actor en
Ja cena: en esta anecdética de agregado la actitud chismo-
ssa y la necesidad de corresponder a Jos lugares comunes
de la vida teatral entorpecen el razonamiento del cémico
que, de por sf, serfa en cambio fulgurante y ambiguo, Sin
embargo basta eliminar las anécdotas det priblico y Ia anéc-
dota de agregado, para que esta acumulaciéa documental
cencuentre su peculiar fisonomta. {Qué es lo que se parece
més a los hechos en la dimensién de lo efimero actorial?
Incluso en ciertas anécdotas tontas y novelescas, en el fon
do, se encuentra una respuesta féctica y colectiva. Decfa
Paola Borbén, al término de un relato de vida: “Et rencor
es la cara inservible del odio”. Bste dicho, que podria pa-
recer machacado, no resulta tal si se piensa en relacién a la
vida de compafifa; esto nos sefiala que el odio formaba parte
de la normalidad de las compafiias tradicionales y podia
traducirse en estimulos positives de competitividad y de pa-
siGn, mientras el rencor, con sus recrudecimientos, fue soto
portador de desastres para las comunidades c6mnicas.
La vivencia de los actores continta emitiendo im-
pulsos iluminantes, tomando por sorpresa nuestra capaci-
dad de memoria. Ya hemos hecho alusiGn al respecto ha-
blando de la relaci6n del nivel de contexto con el nivel
fntimo, generador de una dialéctica similar a aquella de
los sintomas y de las pulsiones. Y ahora podemos agregar
que las anécdotas son aquellas que impulsan a buscar su
significado en lo profundo, en algo més profundo que el
sentido contextual, Stefano Geraci ha observado que la
anécdota late, comptimiéndose sobre Ja “pobreza” de un
hecho cotidiano para luego expandirse filoséficamente
La memoria del cuerpo
Los cuatro niveles del actor revelan el mal uso que se hizo
e las fuentes especificas. En esta Optica se ve répidamen-
te que algunos afluentes documentales han side
porfiadamente ignorados -conocemos las memorias y la
correspondencia de los actores en un porcentaje irrisorio~
+ ¥ que otros afluentes han sido apenas mencionados
especialmente aquellos en comin con Ja novela, con el
TEATRO XXI
ARTICUL OS)
melodrama, con el arte visual-. Y cuando se conoce tan
poco, evidentemente se conoce mal. Se conoce mal en los
paises mismos en los que se ha analizado e} patrimonio
documental de los teatros, como en Inglaterra y en los Es.
tados Unidos. De hecho, en términos de andlisis eritico, es
muy evidente también el limite de la desviacion pragmiti.
a, aquella de los historiadores convencidas de poder re-
solver todos los problemas con selecciones documentales
més severas, con Ja institucién de bancos de datos neo-
positivistas. Bs necesario pensar en el tema de las falsifi-
caciones. Algunos estudiosos se han comprometido a cen-
surar las falsificaciones en las auto-imdgenes memorialistas
de los actores, como si éstas no contuviesen indicaciones
preciosas: alli donde la historia de los actores es en prime-
ra instancia historia de imagenes artificiales, por o cual es
indispensable saber de qué manera los c6micos del pasado
han pretendido dejar memoria ideal de ellos mismos siglo
por siglo, forzando la realidad. Edmund Kean era un ex-
‘raordinario actor casi normal pero, queriendo pasar por
desordenado como el piiblico le pedfa, se cas6 con esta
imagen artificial que Io Hev6 a la muerte prematura. ;Fue
una falsificacién?
Por lo tanto, si cl historiador del actor deberd pasar
mis tiempo en los archivos para ser metodolégicamente
‘mas aguerrido, estarfa bien sin embargo que antes que nada
practique otra virtud: el respeto. La historiografia casi nunca
ha tenido una actitud respetuosa para el caso de los acto-
es, con su cultura extrafia y aparentemente subalterna a
los lugares comunes difundidos de una época a otra, en
realidad (en el caso de los actores artistas) muy poco pasa-
da de moda, siempre lista para reaccionar a los nuevos
estimulos de los estudiosos.
Ademés de esto, y sin perder de vista el valor pro-
blemético y de conexidn de los cuatro niveles, el historia-
dor especialista podré reconstituirse en la memoria del
‘cuerpo del actor, esencial instramento complementario de
la documentacion escrita,
Es un poco el mismo principio por el cual los histo-
riadores del método global han afirmado que la historia
nace del presente, No por casualidad, para el historiador
del actor no existe mejor correctivo antiburocratico que
cultivar on interés experimental con respecto 2 los actores
vivientes, a aquellos que més lo atraen
‘Aunque el discurso exigirfa una explicacién mas
articulada, nos limitaremos a recordar, con fines
propedéuticos, que la cultura del actor es antes que nada
cultura de acumulacién. El nuevo actor se forma imitando
al viejo, para luego ofrecerse a la imitacién de los suceso-
res, y en cada pasaje, junto a las variantes del arte perso-
nal, se acumulan herencias en los cuerpos de los recitantés,
Es el elemento cultural de la condicién del actor como.es-
pecie, en perenne contraste con la légica de lo efimero.
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ARTICULOS
actorial, Llegando hasta nosotros, por Jo tanto, esta me-
moria del cuerpo del actor se ofrece a la sensibilidad del
historiador, educdndola para que vuelva a pensar. De esta
manera el cuerpo de Eduardo hizo volver a pensar en el
arte del Seiscientés de Scaramouche.
Vitajes de este tipo, mas que del presente al pasado,
pueden ir desde un cierto pasado a otro pasado, poniendo
en evidencia desviaciones reveladoras en las continuida-
des teatrales: de una generaci6n a otra, de un género a otro,
de una fase a otra de un mismo actor. Sin memoria del
‘cuerpo, no podrfamos darios cuenta de ciertas extraordi-
narias mutaciones en el interior de un trabajo
sustancialmente unitario, y viceversa: de ciertas asimila-
ciones en el interior de trabajos distintos. A comienzos del
Ochocientos Joseph Grimaldi invents a mascara del clo-
wn inglés partiendo de su viejo trabajo de saltador. Treinta
afios después Frédérick Lemaitre, actor “tipicamente fran-
és", volvié a dar mégicamente vida con su cuerpo al arte
del difunto Edmund Kean, a través del personaje escrito
por Dumas padre. Estos dos ejemplos demmuestran que el
‘cuerpo del actor posee virtualidades expresivas superiores
a aquellas que se muestran en los especticulos, y que ta
memoria es més rica que la conciencia. Sin saberlo todo,
Grimaldi debfa tener dentro de sf la sombra de un super-
Arlequin y Lemaitee, los automatismos de un Gran Actor
fen general. Por otra parte ciertos actores de la actualidad,
poco conscientes de sus verdaderas cualidades, estén en
condicién de entender otro fendmeno de la memoria del
‘cuerpo: su capacidad de comunicar en formas latentes &
inopinadas.
En definitiva, la memoria del cuerpo tiene el valor
de mostrar, segiin diversos puntos de vista, que la vida del
teatro no es lineal, que la tinealidad pertenece a la mirada
del historiador y no 2 la orientacién imprevisible de los
hechos, y que a pesar de lo imprevisible, es posible encon-
tar légicas. Pasaje fundamental para llegar a decir que la
memoria de la actuacién es misteriosa, pero no insond:
ble, y que por Jo tanto del actor se puede hacer historia, si
bien en formas metonimicas y con amplias zonas oscuras
La memoria del cuerpo constituye gran parte de la
fascinacién del teatro en general. Cuando Descartes se
definié “sustancia pesada”, renegé del cuerpo como mé-
quina quizés ilusoria y ciertamente “opaca a la mente”. La
historia del actor, desde este punto de vista, es historia de
‘una contraposiciOn en la préctica, historia de otra posibili-
dad de ser. Hilito indispensable para que 1a memoria es-
rita vuelva a tener sus sentidos.
Sensibilidad colectiva y calidad artistica
{Por qué Antonio Morrocchesi, el actor alfieriano, el au-
tor de las Letioni di declamazione, escribié también co-
medias conmovedoras? En la historiograffa tradicional esta
TEATRO XXI, Afio XII, N° 22 (paginas 7 a 13)
contradiccién encuentra una respuesta facil: el ptblico
queria ese tipo de comedias y el actor, para favorecer el
advenimiento de su reforma, considers que debfa dar una
sefial de respeto; es decir, Morrocchesi habrfa actuado un
poco en frfo apuntando al coraz6n, La memoria de las
memorias sin embargo nos advierte que eran y son mu-