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Presidencialismo LINZ PDF
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LINZ: PRESIDENCIALISMO
Y DEMOCRACIA
(UNA REVISIÓN CRÍTICA)*
SCOTT MAINWARING
M A T T H E W S. S H U G A R T
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Nosotros seguimos la definición de Arend Lijphart para el estilo de democracia
Westminster (británico). Lijphart analiza nueve rasgos de una democracia Westmins-
ter en Democracia: Pattems of Majoritarian and Consensus Government in TwerUy-One Coun¬
tries, New Haven, Yale University Press, 1984. Véanse en particular las pp. 1-20. Para
nuestros propósitos, los rasgos más importantes son: 1) gabinetes de mayoría mono-
partidista, 2) partidos disciplinados, 3) algo cercano a un sistema bipartidista en el ni-
vel legislativo, 4) distritos electorales uninominales de mayoría relativa y 5) un gobier-
no parlamentario.
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L o s RIESGOS D E L P R E S I D E N C I A L I S M O : E L A R G U M E N T O D E L I N Z
?
Los números de página en el texto se refieren n la versión abreviada del ensayo
de Linz, publicada como "The Perils of Presidentialism", Journal of Democracy, v o l t,
n ú m . 1 (invierno de 1990), pp. 51-69. Para una versión más amplia en castellano, véase
"Democracia: presidencialismo o parlamentarismo. ¿Hace alguna diferencia?", en
Óscar Godoy Arcaya (ed.), Hacia una democracia moderna: la opción parlamentaria, Santia-
go, Ediciones de la Universidad Católica de Chile, 1990, pp. 41-108. La versión, definiti-
va del ensayo de Linz está fijada para aparecer en Juan J. Linz y Arturo Valenzuela
(eds.), The Crisis of Presidential Democracy: The Latín American Evidence, Baltimore, The
Johns Hopkins University Press (en prensa).
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Para una elaboración de este punto, véase Matthew S. Shugart y John M. Carey,
Presidents and Assemblies: Constitutional Designs and Electoral Dynamics, Cambridge, Cam-
bridge University Press, 1992, cap. 2.
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Esta función dual no es inherente al presidencialismo; podría haber un monar-
ca u otro tipo ceremonial de jefe de Estado, más un jefe de gobierno popularmente
electo. Ha habido propuestas en Israel, Italia y Holanda para instituir la elección di-
recta del "primer ministro" (es decir, un presidente), aunque reteniendo el actual je-
fe de Estado ceremonial. Véase Shugart y Carey, op. cil, cap. 8.
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CUADRO 1
Democracias estables, 1967-1992
Nota: los años entre paréntesis se refieren al momento a partir del cual se han realizado elecciones
populares continuas.
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Si usáramos el criterio más estricto de Lijphart para definir una democracia es-
tablecida por mucho tiempo, por ejemplo en países que han tenido democracia conti-
nua desde 1950, sólo habría dos sistemas presidenciales (Estados Unidos y Costa Ri-
ca), comparados con 18 sistemas parlamentarios, dos sistemas semipresidenciales y
uno híbrido. A. Lijphart, op. cit.
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S. Mainwaring, "Presidentialism, Multipartidism and Democracy: The Diffícult
Combination", por aparecer en Comparative Poliücal Studies (1993).
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Este punto ha sido establecido por muchos analistas. Véase, por ejemplo, Ken¬
neth Bollen, "Political Democracy and The Timing of Development", American Soáolo-
gicalRmiew, vol. 44, agosto de 1979, pp. 572-587.
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CUADRO 2
Democracia en países menos desarrollados desde 1945 por tipo de r é g i m e n
Híbridos u otros
Sistemas parlamentarios Sistemas presidenáales tipos
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La Quinta República Francesa es semipresidencial.
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U N A CRÍTICA A L A R G U M E N T O DE L I N Z
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Juan J. Linz, The Breakdown of Democracies: Crisis, Breakdown and Reequilibraiion,
Baltimore, t h e Johns Hopkins University Press, 1978. (Traducción al español: La quie-
bra de las democracias, Madrid, Alianza Editorial.)
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Véase A. Lijphart, op. cit., para un análisis de dicha crisis constitucional en Aus-
tralia.
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A. Lijphart, op. cit, cap. 6.
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la convocatoria a elecciones anticipadas. La estipulación de elecciones
anticipadas representa una desviación del presidencialismo p u r o , el
cual se define por sus periodos fijos. Sin embargo, en tanto que u n po-
der no pueda hacer renunciar al otro sin que él mismo tenga que pos-
tularse para la reelección, el principio de la separación de poderes esta-
r á conservado m á s que en cualquier otra variante del parlamentarismo.
No estamos de acuerdo con Linz cuando dice que el presidencia-
lismo induce m á s a una tendencia hacia la política de "ganador úni-
co" que el parlamentarismo. Desde nuestro p u n t o de vista, los siste-
mas parlamentarios no proporcionan mayor ventaja en este aspecto.
El grado en el cual las democracias promueven las reglas del juego de
tipo "ganador ú n i c o " depende t a m b i é n del sistema partidario y del sis-
tema electoral. Los sistemas parlamentarios con partidos disciplinados
y u n partido de m a y o r í a ofrecen los menores controles sobre el poder
ejecutivo, y por ende promueven m á s una tendencia de "ganador úni-
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co" que los sistemas presidenciales.
En Gran Bretaña, por ejemplo, en las últimas dos décadas, u n parti-
do ha ganado frecuentemente una mayoría decisiva de asientos parla-
mentarios a pesar de haber obtenido mucho menos de 50% de los vo-
tos populares. A pesar de que le falta la mayoría de los votos populares,
el partido puede controlar por entero todo el poder ejecutivo y la legis-
latura por u n prolongado periodo. E incluso puede usar estratégica-
mente su poder de disolución para renovar su mandato por otros cinco
a ñ o s al llamar a una nueva elección antes de que expire su periodo.
Debido a la presencia de partidos disciplinados, combinada con la
habilidad del p r i m e r ministro para disolver el parlamento, en esencia
los sistemas Westminster no proporcionan control legislativo sobre el
primer ministro. Los miembros del parlamento suelen apoyar las ini-
ciativas políticas y legislativas de su propio partido al margen de los
m é r i t o s de cada una de las propuestas. A q u í , m á s que en cualquier
otro sistema presidencial, hay u n "ganador ú n i c o " .
Si u n partido tiene m a y o r í a en el parlamento, es improbable que
u n voto de censura prevalezca, pues existe poca o ninguna oposición
para controlar al gobierno. Debido a estas imperfecciones, el líder la-
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Después de dos golpes militares fallidos en 1992, los políticos venezolanos con-
sideraron seriamente un plan para permitir a los votantes remover al jefe del ejecutivo
mediante una elección de revocación. Dicho poder existe en algunos estados de Esta-
dos Unidos.
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Este punto ayuda a ilustrar uno de nuestros argumentos principales en este ar-
tículo, concretamente, el que los rasgos del sistema de partido son muy importantes
tanto para la democracia parlamentaria como para la democracia presidencial.
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L A S VENTAJAS D E E O S SISTEMAS P R E S I D E N C I A L E S
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G. Bingham Powell Jr., "Constitutional Design and Citizen Electoral Control",
Journal ofTheoretical Politics, vol. 1, 1989, pp. 107-130.
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CUADRO 3
Poderes legislativos presidenciales
CUADRO 3 (conclusión)
Argentina 2 0 0 0 0 0 2
Bolivia 2 0 0 0 0 0 2
Brasil (1946) 2 3 0 1 1 0 7
Brasil (1988) 1 2 2 1 1 0 7
Chile (1925) 2 3 1 1 1 0 8
Chile (1970) 2 4 1 2 1 2 12
Chile (1989) 2 0 0 1 2 0 5
Colombia 1.5 2.5 2 1 1 0 8
(antes del991)
(gasto) (2) (3)
(otros) (1) (2)
Colombia (1991) 1 2 1 0 1 0 5
Corea del Sur 2 0 1 0 3 0 6
Costa Rica 1 0 0 0 0 0 1
(presupuesto) (0)
(otros) (2)
Ecuador 1.5 1.5 1 0 0 2 6
(presupuesto) (0) (0)
(otros) (4) (4)
Estados Unidos 2 0 0 0 0 0 2
Filipinas 2 1.5 0 0 3 0 6.5
(gasto) (2) (3)
(otros) (2) (0)
México 2 0 0 0 0 0 2
República 2 0 0 0 0 0 2
Dominicana
Uruguay 1 1 0 2 2 0 6
Venezuela 0 0 0 0 0 0 0
EL, P R E S I D E N C I A L I S M O Y L A D I S C I P L I N A D E P A R T I D O
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Fred Riggs formula el argumento opuesto, afirmando que partidos indisciplina-
dos facilitan el funcionamiento de las democracias presidenciales. Véase su 'The Sur-
vival of Presidentialism in America: Para-Constitutional Practices", International Political
Science Review, vol. 9 (1988), pp. 247-278. Riggs basa su argumento en el supuesto de
que los partidos estadunidenses son indisciplinados, una presunción que supuesta-
mente ayuda a explicar por qué el presidencialismo en Estados Unidos no resulta más
pernicioso. Pero Riggs subestima el grado de disciplina de los partidos estadunidenses.
Véase D. Roderick Kieweit y Mathew D. McCubbins, The Logic of Delegation: Congressio-
nal Parties and the Appropiations Process, Chicago, The University of Chicago Press, 1991.
Las otras dos democracias presidenciales más antiguas, además de Estados Unidos
(Costa Rica v especialmente Venezuela), tienen partidos centralizados y disciplinados.
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Lo inverso es también cierto; los políticos que optan por partidos indisciplina-
dos escogen métodos de selección de candidatos y sistemas electorales de acuerdo con
sus preferencias.
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del presidencialismo afectan sobre todo a los países con severos con-
flictos o numerosos partidos políticos. En los países donde las diferen-
cias políticas sean menos profundas y en donde el sistema de partido
no esté particularmente fragmentado, se r e d u c i r á n los problemas del
presidencialismo. La m a y o r í a de los países con sistemas presidenciales
tienen profundas divisiones políticas o muchos partidos; p o r lo tanto,
los argumentos de Linz acerca de los problemas del presidencialismo
suelen ser pertinentes. Pero algunos sistemas presidenciales tienen d i -
visiones menos arraigadas y menor f r a g m e n t a c i ó n en su sistema parti-
dario. E n estos casos, el presidencialismo con frecuencia funciona ra-
zonablemente bien, como sugieren los de Estados Unidos, Costa Rica
o Venezuela. Este p u n t o es importante porque indica que una manera
de aliviar las presiones sobre los sistemas presidenciales sería tomar
medidas para limitar la f r a g m e n t a c i ó n del sistema partidario.
Una fragmentación significativa en el sistema partidario es u n pro-
blema para el presidencialismo porque incrementa la probabilidad de
u n conflicto insuperable entre la legislatura y el ejecutivo. Con una frag-
m e n t a c i ó n significativa del sistema partidario, el partido del presidente
no t e n d r í a nada que fuera cercano a una mayoría en el congreso, así
que se vería forzado a apoyarse en una coalición. Por desgraciadlas coali-
ciones interpartidarias tienden a ser m á s frágiles en los sistemas presi-
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denciales, por dos razones. En primer lugar, porque mientras en los sis-
temas parlamentarios las coaliciones de partidos se forman generalmente
d e s p u é s de la elección y obligan a los representantes a apoyar al gobier-
no, en ios sistemas presidenciales se forman con frecuencia antes de la
elección y no obligan a los representantes a respaldar al gobierno. El po-
der ejecutivo no está integrado mediante arreglos poselectorales entre
partidos y no está dividido entre varios partidos corresponsables de go-
bernar, aunque miembros de algunos de ellos a menudo participan en
los gabinetes. Las coaliciones gobernantes en sistemas presidenciales
pueden ser muy diferentes de las coaliciones electorales, mientras que
en los sistemas parlamentarios la coalición que tiene la responsabilidad
de formar el gobierno t a m b i é n tiene la de gobernar.
Dada la s e p a r a c i ó n de poderes, u n acuerdo entre partidos puede
afectar sólo los asuntos del congreso, sin n i n g u n a i m p l i c a c i ó n para las
relaciones entre los partidos y el presidente. Varios partidos pueden
apoyar al presidente durante la c a m p a ñ a electoral, pero este hecho
no garantiza el apoyo de los mismos una vez que se asuma el cargo.
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Sobre este punto, véase A. Lijphart, "Presidentialism and Majoritarian Demo-
cracy: Theoretical Observations", en J. Linz y A. Valenzuela (eds.), op. cit.
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El punto clave aquí es si los partidos son o no disciplinados, y nada garantiza
que lo sean en los sistemas parlamentarios. Sin embargo, la necesidad de apoyar al go-
bierno sirve como un incentivo para la disciplina de partido en los sistemas parlamen-
tarios, lo que está ausente en los sistemas presidenciales. Véase León Epstein, "A com¬
parative Study of Canadian Parties", American Politkal Science Review, vol. 58 (1964), pp.
46-59.
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L A S R E G L A S E L E C T O R A L E S PARA E L P R E S I D E N C I A L I S M O
Y E L SEMIPRESIDENCIALISMO
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Se calcula el n ú m e r o de partidos efectivos elevando al cuadrado la parte frac-
cional del voto (o de los escaños) de cada partido, haciendo la suma de todos los cua-
drados y dividiendo este n ú m e r o entre uno.
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Sobre este punto, véase A. Valenzuela, "Origins and Characteristics of the Chi-
lean Party System: A Proposal for a Parliamentary Form of Government", Latin Ameri-
can Program, The Woodrow Wilson Center, Working Paper, num. 164 (May, 1985).
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Los países cuyos datos están esbozados aquí son, para la mayoría relativa,
Brasil (1946-1960), Colombia, República Dominicana, Nicaragua (sólo 1990), Fili-
pinas (1946-1969) y Venezuela; para la mayoría absoluta, los actuales regímenes de
Brasil, Chile, Ecuador, Francia, Perú, Polonia y Portugal. Véase M. Shugart y J. Ca-
rey, op. cit., cap., 10.
2 3
Para los datos empíricos sobre este punto, véase M . Shugart, "The Effects of the
Timing of Elections for the President and the Assembly", en Scott Mainwaring y Ma-
tthew Shugart (eds.), Presidentialism and Democracy in Latin America (en prensa).
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Giovanni Sartori argumenta este punto en "Neither Presidentialism nor Parlia-
mentarism", en J. Linz y A. Valenzuela (eds.), The Crisis of Presidential Democracy. La ver-
sión en español de este artículo se puede consultar en Óscar Godoy Arcava (ed.), Cam-
bio de régimen político, Santiago, Ediciones de la Universidad Católica de Chile, 1992,
pp. 37-53.
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CONCLUSIÓN
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Desde una perspectiva diferente, James W. Ceaser hace un argumento similar.
Véase su "In Defense of Separation of Powers", en Robert A. Goldwin y Art Kaufman
(eds.), Separation of Powers: Does it Still Work}, Washington, D.C., American Enterprise
Institute, 1986, pp. 168-193.
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