La extensión universitaria no es únicamente una oportunidad de poner a prueba los
conocimientos de una forma más cabal que los exámenes regulares, o de desarrollar capacidades profesionales, sino que también aporta al estudiante herramientas para replantearse las relaciones con sus educadores y con la sociedad. La actividad de extensión de convierte también en un juego de experiencias que distinguirán los recorridos académicos de los estudiantes que, en general, “leen los mismos textos y repiten los mismo ejemplos” (FEUU, 2004); asimismo, el estudiante será sometido a formas de evaluación más heterogéneas, que tendrán en cuenta ya no sólo su capacidad de recordar conocimiento sino también su metodología, su capacidad de diálogo y de adaptar su conocimiento a la realidad. El evaluador no será solamente un profesor o supervisor, también la misma sociedad. Además, debido a la frecuente calidad interdisciplinaria de la extensión, el estudiante podrá pensar su conocimiento de forma más crítica y adquirir herramientas -mentales, además de teóricas- para pensar su futura actividad académica, tanto en el ejercicio de su profesión, en la enseñanza o en la investigación. Esta última se ve particularmente beneficiada de las actividades de extensión: contrastar los conocimientos teóricos con la realidad y evaluarlos de una forma más crítica, es decir, ponerlos a prueba, es una forma de mantener los conocimientos frescos y actualizados, y del investigador o futuro investigador de conocer las problemáticas que percibe la sociedad y tenerlas en cuenta a la hora de generar nuevo conocimiento.
2.
La forma tradicional de extensión se basaba en el afán de llevar el conocimiento a los
sectores menos privilegiados. Se reproducían las dinámicas clásicas del salón de clase: “un expositor que habla y un auditorio que escucha” (Carlevaro, 2009). Esta resulta una distribución de roles vertical, que no se presta al intercambio, al diálogo, a la igualdad de condiciones entre el estudiante y el no estudiante. No es tan sólo una visión paternalista, en el sentido de que encontramos a la figura de alguien sabio ayudando bienintencionadamente a alguien ignorante; también es, en mi opinión, clasista. Esta soberbia de la academia resulta un impedimento para el buen aprovechamiento de la instancia de extensión, que puede otorgar al docente y al estudiante mucho más que sólo un sentimiento condescendiente de satisfacción y altruismo. Idealmente, para Carlevaro, la extensión se desarrolla bajo la premisa de que todos los involucrados tienen conocimientos o experiencias que pueden resultar ricos para la actividad grupal o fundamentales para la solución de posibles problemas. Ningún conocimiento u opinión debe ser desestimado por modesto. Es necesario, entonces, que participen personas representativas de la comunidad en el planeamiento, en la realización y en la evaluación del trabajo. También es necesario, no sólo en la actividad de extensión sino también en las aulas, empezar a rever las dinámicas de autoridad entre el educador y el educando. La actividad de extensión, según la FEUU, debe verse también como una respuesta a una necesidad de los estudiantes: la necesidad de poner las problemáticas en contexto, de conocer la forma en que se relaciona el conocimiento con el mundo. No es coherente, entonces, plantear la extensión como un sacrificio o un regalo de los estudiantes a la sociedad. La extensión debe llevarse a cabo de forma tal que el beneficio sea mutuo.
Bibliografía
Carlevaro, Pablo. 2009. Universidad y sociedad: proyección y vínculos. Reencuentro
56: 40-51. Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay, FEUU (2004) Enseñanza- Extensión, un encuentro necesario.
DMT: La molécula del espíritu (DMT: The Spirit Molecule): Las revolucionarias investigaciones de un medico sobre la biologia de las experiencias misticas y cercanas a la muerte