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Carolina Silva Rodé

4.890.061-6
2017

Primer parcial del Taller de extensión.

1.

La extensión universitaria no es únicamente una oportunidad de poner a prueba los


conocimientos de una forma más cabal que los exámenes regulares, o de desarrollar
capacidades profesionales, sino que también aporta al estudiante herramientas para
replantearse las relaciones con sus educadores y con la sociedad. La actividad de
extensión de convierte también en un juego de experiencias que distinguirán los
recorridos académicos de los estudiantes que, en general, “leen los mismos textos y
repiten los mismo ejemplos” (FEUU, 2004); asimismo, el estudiante será sometido a
formas de evaluación más heterogéneas, que tendrán en cuenta ya no sólo su
capacidad de recordar conocimiento sino también su metodología, su capacidad de
diálogo y de adaptar su conocimiento a la realidad. El evaluador no será solamente un
profesor o supervisor, también la misma sociedad.
Además, debido a la frecuente calidad interdisciplinaria de la extensión, el estudiante
podrá pensar su conocimiento de forma más crítica y adquirir herramientas -mentales,
además de teóricas- para pensar su futura actividad académica, tanto en el ejercicio de
su profesión, en la enseñanza o en la investigación. Esta última se ve particularmente
beneficiada de las actividades de extensión: contrastar los conocimientos teóricos con
la realidad y evaluarlos de una forma más crítica, es decir, ponerlos a prueba, es una
forma de mantener los conocimientos frescos y actualizados, y del investigador o futuro
investigador de conocer las problemáticas que percibe la sociedad y tenerlas en cuenta
a la hora de generar nuevo conocimiento.

2.

La forma tradicional de extensión se basaba en el afán de llevar el conocimiento a los


sectores menos privilegiados. Se reproducían las dinámicas clásicas del salón de
clase: “un expositor que habla y un auditorio que escucha” (Carlevaro, 2009). Esta
resulta una distribución de roles vertical, que no se presta al intercambio, al diálogo, a
la igualdad de condiciones entre el estudiante y el no estudiante. No es tan sólo una
visión paternalista, en el sentido de que encontramos a la figura de alguien sabio
ayudando bienintencionadamente a alguien ignorante; también es, en mi opinión,
clasista. Esta soberbia de la academia resulta un impedimento para el buen
aprovechamiento de la instancia de extensión, que puede otorgar al docente y al
estudiante mucho más que sólo un sentimiento condescendiente de satisfacción y
altruismo.
Idealmente, para Carlevaro, la extensión se desarrolla bajo la premisa de que todos los
involucrados tienen conocimientos o experiencias que pueden resultar ricos para la
actividad grupal o fundamentales para la solución de posibles problemas. Ningún
conocimiento u opinión debe ser desestimado por modesto. Es necesario, entonces,
que participen personas representativas de la comunidad en el planeamiento, en la
realización y en la evaluación del trabajo. También es necesario, no sólo en la actividad
de extensión sino también en las aulas, empezar a rever las dinámicas de autoridad
entre el educador y el educando.
La actividad de extensión, según la FEUU, debe verse también como una respuesta a
una necesidad de los estudiantes: la necesidad de poner las problemáticas en
contexto, de conocer la forma en que se relaciona el conocimiento con el mundo. No es
coherente, entonces, plantear la extensión como un sacrificio o un regalo de los
estudiantes a la sociedad. La extensión debe llevarse a cabo de forma tal que el
beneficio sea mutuo.

Bibliografía

Carlevaro, Pablo. 2009. Universidad y sociedad: proyección y vínculos. Reencuentro


56: 40-51.
Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay, FEUU (2004) Enseñanza-
Extensión, un encuentro necesario.

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