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TRATAMIENTO DE AGUAS RESIDUALES EN LA INDUSTRIA PAPELERA

El papel, material tan utilizado en nuestro día a día, consiste en un entramado de fibras
vegetales con un elevado contenido de celulosa que han sido tratadas mediante diferentes
procesos basados en el uso del agua, dispuestas sobre un tamiz y finalmente secadas. Estas
fibras pueden provenir de diferentes plantas y árboles, pero la fuente mayormente empleada
es la de madera de coníferas, por la elevada longitud y resistencia de sus fibras. Un tercio de
toda la madera procesada en el mundo tiene como finalidad la producción de papel y de pulpa.

La fabricación de papel consume una gran cantidad de recursos, especialmente agua y energía,
aunque también precisa en gran cantidad de materia prima y de productos químicos.
Aproximadamente se necesitan entre 2 y 18 m3 de agua (depende del sistema de gestión de
los efluentes y de si se recupera el agua) y entre 2 y 2,5 toneladas de madera para producir
una tonelada de papel.

En el proceso de fabricación de papel el agua sirve de medio de desintegración de la materia


prima, transporte de las fibras y formación del papel. El proceso empieza con la separación de
la celulosa del resto de sustancias (lignina, aceites, resinas, etc.), la cual supone el 50% en
peso. Para la extracción de las fibras de celulosa, primero se debe moler la madera (pulpa
mecánica), o bien someter las astillas de madera a un tratamiento químico (pulpa química). En
este segundo caso, el tratamiento puede ser, o bien mediante la utilización de un producto
alcalino (sulfato o sosa caústica), o bien mediante el uso de sulfito. En ambos casos se busca
solubilizar la lignina para que las fibras de celulosa se liberen. Los dos tratamientos presentan
diferencias importantes. En el método alcalino se generan unos efluentes de color negro muy
contaminantes los cuales son tratados para recuperar el sulfuro de sodio y la sosa caústica. En
el método del sulfito también se pueden recuperar parte de los productos químicos utilizados,
como es el caso del ácido sulfúrico. Pero los productos químicos que no pueden ser
recuperados se pierden con los efluentes residuales, además de restos de celulosa que no ha
sido retenida y que confiere una elevada DQO al efluente. Si la pulpa se obtiene
mecánicamente, la calidad de la pasta obtenida es menor pero no se producen tantos residuos
líquidos. A la práctica, sólo el 30% de toda la pulpa producida a nivel mundial se obtiene
mediante el proceso mecánico.

Los restos de lignina que quedan junto a las fibras de celulosa le proporcionan color a la pasta,
especialmente en el caso de la pulpa mecánica. Para la obtención de pulpa blanca es necesario
someter la pulpa a un proceso de blanqueo, el cual puede ser llevado a cabo de diferentes
maneras. Una alternativa consiste en el uso de peróxido de hidrógeno que, aunque no elimina
la lignina, sí que este oxidante le sustrae el color. Otras tecnologías de blanqueo, mucho
menos sostenibles ambientalmente, se basan en la utilización de cloro gas o de dióxido de
cloro, los cuales oxidan la lignina con una elevada eficacia. No obstante, al tratarse de agentes
muy reactivos, inevitablemente también reaccionan con compuestos orgánicos presentes en la
pulpa y generan una gran cantidad de compuestos organoclorados, incluyendo dioxinas y
furanos. Otra opción para blanquear la pulpa que no genera subproductos consiste en la
utilización de ozono, el cual ha desplazado el uso de cloro al no producir contaminantes.

La mezcla de diferentes tipos de pulpa húmeda con sustancias de relleno (carbonato de calcio,
caolín, dióxido de titanio, etc.) y con otros aditivos (sulfato de aluminio, colorantes, almidón,
látex, etc.) se extiende uniformemente sobre un soporte metálico y se seca, obteniéndose el
papel. Para la obtención de papel para escritura o impresión, la superficie de papel se alisa
posteriormente mecánicamente.

En todos estos procesos se consume un elevado volumen de agua, la cual debe de ser además
de gran calidad. Estas características singularizan a la industria papelera. Como resultado de la
producción de papel y de pasta, los efluentes generados contienen una elevada contaminación
debida a más de 250 compuestos diferentes. Algunos son de origen natural, proceden de la
madera (lignina, taninos, etc.), otros son sintéticos, incorporados al efluente en los procesos
de fabricación y blanqueo de las pastas de celulosa, como es el caso de fenoles, dioxinas y
furanos.

Para evitar el impacto ambiental que supondría el vertido directo de estos efluentes al medio
ambiente, existen dos estrategias diametralmente opuestas. La opción más sencilla consiste en
tratar adecuadamente los efluentes y descargar el caudal tratado al medio ambiente. No
obstante, existe una alternativa más sostenible y en la mayoría de los casos también más
económica, que se basa en tratar los efluentes con la finalidad de recuperar el agua para su
reutilización. Así, se desea alcanzar un doble objetivo: la minimización del agua consumida y la
minimización de los residuos líquidos. Este modelo de gestión es denominado «ciclo cerrado»
o lo que es equivalente, un sistema de vertido cero.

Tratamiento de las aguas sin reutilización (ciclo abierto)

En este caso, el objetivo del tratamiento es la reducción de la contaminación de los efluentes


en grado suficiente para que puedan ser vertidos cumpliendo la normativa y así evitar
cualquier impacto ambiental.

Los efluentes a tratar incorporan valores extremos de pH, elevado contenido de materia
orgánica, sólidos en suspensión, compuestos organohalogenados (AOX), nitrógeno y fósforo
entre otros contaminantes.
Un tratamiento satisfactorio de los efluentes comprendería etapas como una
homogeneización y neutralización de pH, una coagulación-floculación previa a una
decantación y finalmente la eliminación de la materia orgánica mediante un proceso biológico
(anaerobio o aerobio) o mediante una oxidación avanzada (con ozono, Fenton o foto-Fenton).
Posteriormente a todas estas etapas el efluente podría ser vertido al medio ambiente.

Tratamiento mediante un sistema de vertido cero (ciclo cerrado)

La implantación de un sistema de vertido cero no es meramente una tecnología de


tratamiento de los efluentes, sino que representa un concepto mucho más amplio. Se trata de
un sistema de gestión ambiental que persigue el menor impacto ambiental del proceso en su
conjunto. Así, se minimiza tanto la generación de vertidos líquidos como el consumo de agua
potable mediante la reutilización del agua recuperada de los efluentes.

Para conseguir tratar los efluentes hasta conseguir una calidad suficiente que permita la
reutilización del agua recuperada, se deberían diseñar un tratamiento más exhaustivo que en
el caso anterior. Inicialmente es necesaria una etapa de homogeneización y neutralización de
pH y una decantación para sedimentar los sólidos en suspensión de mayor tamaño de
partícula. A continuación, continua el tratamiento con una oxidación avanzada (ozonización
preferiblemente) para destruir los moléculas orgánicas de gran tamaño y que pueden ser
refractarias en un posterior proceso biológico, un tratamiento biológico anaerobio, en el que
se reduzca el contenido de materia orgánica disuelta en el líquido a la vez que se genera biogás
y una filtración del efluente de la digestión, primero mediante filtros de arena y
posteriormente con membranas de ultrafiltración. Finalmente un proceso de ósmosis inversa
finaliza el tratamiento. El permeado de la ósmosis inversa tiene la calidad necesaria para poder
ser reutilizado dentro del proceso de fabricación de papel, mientras que los rechazos se tratan
mediante un proceso de evaporación al vacío para reducir todo lo posible su volumen. El agua
recuperada en la evaporación también puede ser reutilizada mientras que el concentrado, un
volumen mínimo, se debe gestionar como un residuo. Los lodos generados en el proceso de
digestión anaerobia, conjuntamente con residuos vegetales como cortezas de árboles, serrín,
etc. que se generan en la preparación inicial de la madera, se queman en una caldera. Y tanto
el calor producido en la caldera, como el generado en el aprovechamiento del biogás, sirven
para satisfacer los requerimientos energéticos del evaporador al vacío.
Así de este modo, se recupera la mayor parte del agua utilizada en el proceso, se genera una
cantidad mínima de residuo a gestionar externamente, energéticamente se producen grandes
sinergias entre diferentes procesos, por lo que a nivel global, se dispone de un sistema de
gestión ambiental muy sostenible.

Cabe destacar que la implantación de un sistema así es más compleja cuanto mayor es la
contaminación de les efluentes. Para garantizar el éxito de la implantación es fundamental
introducir en el proceso de fabricación de papel y pulpa todas las mejoras posibles que
permitan generar menos compuestos contaminantes. Es el caso de la sustitución del cloro y
sus derivados, en el proceso de blanqueo de la pasta, por compuestos de oxígeno (peróxido de
hidrógeno u ozono).

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