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EDUCACIÓN, LA BASE DEL DESARROLLO

En Colombia, la educación es un derecho de toda persona y una obligación del Estado según la Constitución
política, en donde éste debe fomentar las condiciones necesarias para el desarrollo de nuestra educación. Sin
embargo, el Estado ha enfocado su labor en tratar de ofrecer cobertura a toda la población nacional en los
niveles básico y medio, dejando de lado la calidad como principal característica de la educación.

La falta de protección por parte de las autoridades competentes hacia la educación superior, es otra piedra en
el camino hacia el éxito de un sistema educativo eficiente; en nuestro país, sólo la minoría de los que tienen
un diploma bachiller, tienen la posibilidad de entrar a la universidad.

La falta de inversión en educación, es la raíz de la baja calidad que termina creando el gran abismo entre la
educación pública y la privada, pues a pesar de que la educación ofrecida por el estado es gratuita, en la gran
mayoría de instituciones no existen las condiciones para dar ni recibir educación de buena calidad. Según el
informe PISA, (Proyecto Internacional para la Producción de Indicadores de Rendimiento de los Alumnos),
que realiza la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Colombia consiguió
avanzar del 2006 al 2009, en cuanto a lectura. En las tres categorías principales: matemáticas, lenguaje y cien-
cias, el país está por debajo del promedio internacional y se encuentra clasificado en el segundo bloque de
América Latina, sin alcanzar los peores puestos que corresponden a Perú y Paraguay.

La educación superior en cualquier lugar del mundo equivale a adquirir un nivel profesional, tecnológico o
técnico, tiene como principal falla la incapacidad para cubrir la demanda de cupos. Para 934.199, inscritos en
2008 sólo había 184.568 cupos en instituciones de educación superior públicas. Además, la mayoría de los as-
pirantes a educación superior, el 90%, se presenta a universidades públicas, pero los escasos cupos son alta-
mente competidos, donde hay 4.5 aspirantes por cada cupo ofrecido. A raíz de la Ley 30 de 1992, la inversión
en las IES públicas no ha sido reconsiderada y sigue siendo mínima, en relación a los gastos que estas deman-
dan. Por esta razón, dicho déficit impide la posibilidad de nuevos cupos y la creación de nuevas IES y sedes.

¿Cuál es el resultado?, al no contar con un sistema de buena calidad y no brindar la oportunidad de acceder a
la educación secundaria, las personas optan por desempeñar puestos de trabajo menos calificados, con tal de
recibir un salario; de esta manera, la brecha con los empleos considerados de mayor nivel se hace más grande
y se subvalora al resto de ocupaciones, donde se remuneran con salarios que no corresponden al esfuerzo real
que estos implican, pero que finalmente se aceptan para poder cubrir las necesidades.

La falta de educación conlleva a la desocupación e insatisfacción de las necesidades primarias de las personas,
generando pobreza y aumentando los índices de delincuencia en la sociedad. Quienes no encuentran un
apoyo y oportunidades para salir adelante, se dedican (hurto, narcotráfico, prostitución), a una manera más
fácil de tener algún ingreso, poder subsistir y ayudar a sus familias. Todas estas consecuencias repercuten en
el desarrollo económico, especialmente en el desarrollo social de país.

Otro impulsor del déficit de educación que presenta Colombia es la mala remuneración de los docentes, ya
que estos reciben un ingreso inferior, en comparación con l

os promedios internacionales. En Colombia, un docente se gana en promedio 2 millones de pesos, mientras


que en países como Finlandia, primero en el escalafón mundial, esta profesión es una de las mejores remune-
radas y con mejor prestigio, punto clave para que el nivel de educación sea exigente. En este caso, el Estado
debe proponer mayores incentivos para mejorar la competitividad pedagógica, consiguiendo que haya maes-
tros bien remunerados y estudiantes preparados académicamente.

Para superar la falta de educación y por ende disminuir los niveles de pobreza y desigualdad, es necesario ex-
plotar fuentes distintas de producción y riquezas, entre ellas el conocimiento intelectual y los recursos huma-
nos. A partir de estos mecanismos se fomenta la creación de empresas y microempresas, en donde los estu-
diantes desde la universidad desarrollen ideas de negocio y su progreso no se base sólo en esperar a ser llama-
dos por otras empresas. De manera que es necesaria la tecnificación de las instituciones educativas; en Co-
lombia menos del 4 % del PIB se invierte en educación, y esto se refleja en su productividad a nivel mundial,
que ha caído en un 17% en los últimos años.

Una excelente y reforzada educación desde los primeros años de edad es el inicio para que toda la sociedad
sea capaz de entender la información emitida por los grupos polít

icos y los medios de comunicación, evitando que se produzca un debilitamiento en la democracia y decisiones
políticas.

Según Bourdieu, la concentración del poder intelectual sólo en las clases favorecidas y dar ocupaciones de
mínima exigencia intelectual a los sectores vulnerables, por falta de oportu

nidades, es reforzar la “reproducción cultural de la desigualdad social”.

Educación y desarrollo regional en Colombia

Existe un consenso en que la inversión en capital humano, particularmente en la educación,


conlleva importantes beneficios, tanto individuales como colectivos. Invertir en educación permite
aumentar los salarios, favorece la movilidad social, reduce la desigualdad y tiene efectos
disuasivos sobre la criminalidad y el embarazo adolescente. Se trata, entonces, de una de las
formas más eficaces para incentivar el crecimiento y desarrollo económico.

Durante las últimas décadas Colombia alcanzó logros importantes en materia de cobertura escolar,
logrando una convergencia con respecto a los referentes internacionales. No obstante, en cuanto a
la calidad aún queda mucho por hacer, como se evidencia en los resultados obtenidos por los
estudiantes en pruebas internacionales estandarizadas. Por ejemplo, en la prueba PISA de 2012
(Programme for International Student Assessment) el promedio nacional se ubicó en el puesto 56
en el área de lectura; en el 62 en matemáticas, y en el 60 en ciencias, entre un grupo de 65 países.

Lo más preocupante de esta situación radica en que la calidad educativa explica la mayor parte de
la divergencia en el ingreso per cápita, tanto internacional como interregional. De hecho, Eric A.
Hanushek demuestra que la asistencia escolar explica una cuarta parte de las variaciones en el
crecimiento económico de largo plazo. Sin embargo, al incluir las habilidades cognitivas, medidas a
través de los resultados en la pruebas PISA, se explican tres cuartas partes de la variación en el
ingreso regional. Incluso, cuando se incluyen las dos medidas al tiempo, la asistencia escolar deja
de tener un efecto significativo.

De acuerdo con la literatura internacional, el rezago en el nivel del capital humano de Colombia
permite pronosticar que el crecimiento económico de largo Educación y desarrollo regional en
Colombia plazo se verá limitado por la falta de habilidades de la fuerza laboral. Más allá de lo
anterior, Colombia no solo se encuentra rezagada en este aspecto, sino que dentro del país
existen amplias desigualdades en su distribución, las cuales podrían incidir sobre las posibilidades
de algunas regiones colombianas para alcanzar tasas de crecimiento económico que permitan
lograr una convergencia cierta paridad regional en el ingreso.

Y es que dichas disparidades son evidentes: en 2010 el PIB per cápita del Chocó fue solo el 20%
del de Bogotá; y el de la región Caribe fue el 42%. Igualmente, el índice de necesidades básicas
insatisfechas (NBI) en la costa Caribe asciende a 49%, mientras que en Bogotá es de 9,2% y en
los Andes orientales y occidentales es de 27,8% y 18,6%, respectivamente. Estas desigualdades
también se presentan al analizar el indicador más básico de capital humano: el analfabetismo, que
en el Caribe asciende a 20%, en tanto que en Bogotá es de 6,4% y en las otras dos regiones es de
13% y 11%, respectivamente.

Por las razones expuestas, el Centro de Estudios Económicos Regionales (CEER) del Banco de la
República sintió la necesidad de preparar un libro sobre la calidad de la educación en Colombia,
cuyo objetivo principal consiste en indagar por los factores que explican el rezago educativo, con el
propósito de estimular un debate académico sobre el tema e invitar a considerar cómo la inversión
en este rubro permitiría reducir las disparidades regionales.

Entre los resultados se encuentra que los estudiantes de jornada escolar completa tienen un
rendimiento académico superior al de sus compañeros de media jornada. Asimismo, los
profesionales que ejercen la docencia suelen ser aquellos con un bajo desempeño académico al
momento de culminar sus estudios de educación media. Este último resultado es en particular
preocupante, pues uno de los capítulos del libro demuestra que la calidad docente incide de
manera significativa sobre el rendimiento académico de los estudiantes. Precisamente, una de las
investigaciones encontró que la baja calidad docente ha redundado en bajo nivel de bilingüismo
entre los estudiantes colombianos, lo que podría limitar el crecimiento económico de largo plazo,
pues se restringe la capacidad del país para estrechar vínculos comerciales y culturales con otros
países.

El análisis docente va más allá, pues se muestra que estos no solo son aquellos de bajo logro
académico durante sus estudios bachilleres, sino que su distribución espacial está determinada por
los ingresos regionales. Específicamente, en Bogotá y la región Andina se localizan docentes con
mayor preparación, medida con sus estudios de posgrado, mientras que en la periferia,
concretamente en la costa Caribe y el Pacífico, se hallan docentes con bajo nivel de capital
humano. Además, el libro muestra otro tipo de factores que contribuyen a aumentar las
desigualdades. Por ejemplo, se observa cómo la mayoría de los beneficiarios de los programas
beca-crédito de Colfuturo se localizan en Bogotá al regresar al país luego de haber finalizado sus
programas de posgrado en el exterior, lo que significa una fuga interregional de capital humano,
pues una proporción para nada despreciable de los que retornan son oriundos de la provincia.

Un análisis de los estudiantes que pertenecen a algunas minorías étnicas revela que estos
enfrentan desventajas académicas basadas en su entorno socioeconómico, en especial como
consecuencia de los menores niveles educativos de sus padres. También, influyen en ellos
variables no observables, relacionadas con la motivación, la autoestima y el componente
lingüístico. Dichos estudiantes suelen localizarse en la periferia colombiana, donde la brecha
académica con respecto a los no étnicos tiende a hacerse mayor.

Con base en las desigualdades en la calidad educativa de Colombia, el último capítulo, escrito por
Adolfo Meisel, propone una serie de inversiones en el capital humano de las regiones rezagadas.
Estas no solo permitirían cerrar las disparidades regionales en el ingreso, mediante el incremento
en las oportunidades para los habitantes de la periferia, sino que son financieramente factibles e
implican un bajo riesgo.

A partir de los resultados presentados, se espera que las políticas de desarrollo territorial
incorporen a la educación como uno de los ejes fundamentales del desarrollo económico,
entendiendo que la inversión en la calidad educativa conlleva mayores retornos sociales y
económicos.

Los países latinoamericanos ocupan los últimos puestos del informe Pisa 2012
sobre los conocimientos educativos en 65 países, divulgado este martespor la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

El Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes, más conocido como


Pisa, analiza el rendimiento de los alumnos de 15 años en asignaturas como
matemáticas, lenguaje y ciencia, a partir de unas pruebas a las que fueron
sometidos los escolares de los 65 países, que representan el 80 % de la población
mundial.

El informe, muy seguido por las autoridades educativas en todo el mundo, presta
especial atención a las matemáticas, por considerar que se trata de una materia
que ayuda a predecir el futuro éxito de los alumnos después de la educación
secundaria.
De los países latinoamericanos, Chile es el mejor situado al colocarse en el puesto
51 con 423 puntos en matemáticas, por debajo de la media fijada por Pisa, de 494
puntos, mientras que en lectura obtiene 441 puntos y en ciencia 445. El último de
la lista y del grupo de América Latina es Perú.

A Chile le sigue México en el puesto 53, con 413 puntos para matemáticas, 424
para lectura y 415 para ciencia, lo que representa un gran avance en la última
década, aunque sin llegar a la puntuación media fijada por la OCDE.

Según la directora de Gabinete de la OCDE, Gabriela Ramos, México "tiene una


diferencia de 80 puntos con el promedio de la OCDE, lo que equivale a que los
estudiantes mexicanos tienen el equivalente de dos años menos de educación que
sus contrapartes".

En el puesto 55 se sitúa Uruguay, con 409 puntos en matemáticas, 411 en lectura


y 416 en ciencia, que ha retrocedido en estas tres asignaturas en la última década,
según el informe.

A Uruguay le sigue Costa Rica, que tampoco ha conseguido mejorar al bajar más
de un punto al año y situarse actualmente en el puesto 56 de la lista, con una
puntuación total de 407 para matemáticas, 441 en lectura y 429 en ciencia.

En el caso de Brasil, se encuentra en el lugar 58, con una puntuación por debajo
de la media de la OCDE, al obtener 391 puntos en matemáticas, 410 en lectura y
405 en ciencia.

El informe destaca que los escolares brasileños han mejorado en nivel de lectura
desde el año 2000, a un promedio de 1,2 puntos al año, si bien quedan por debajo
de la puntuación media de la OCDE.
Detrás de Brasil se coloca la vecina Argentina, en el puesto 59 de la lista, con una
puntuación de 388 en matemáticas, de 396 para lectura y de 406 para ciencia.

A pesar de situarse entre los últimos, Argentina ha mejorado en más de un punto


en matemáticas y ciencia en la última década, pero ha registrado un retroceso de
1,6 puntos anuales en lectura.

Los dos últimos latinoamericanos de la lista son Colombia y Perú, al situarse en el


puesto 62 y 65, respectivamente.

Aunque ha conseguido mejoras anuales, Colombia obtiene 376 puntos en


matemáticas, 403 en lectura y 399 en ciencia, mientras que Perú ha recibido una
puntuación de 368 para matemáticas, 384 para lectura y 373 para ciencia.

Según Pisa, Perú ha conseguido un avance notable en materia de lectura al


registrar una mejora de 5,2 puntos anuales.

Para este informe, los alumnos fueron sometidos a evaluaciones en las que tenían
que resolver problemas y observar si eran capaces de extrapolar sus
conocimientos a situaciones de la vida diaria.

Al hacer la presentación del informe en Londres, Andreas Schleicher, asesor


especial del secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, dijo que Pisa ayuda a
medir "lo que saben los estudiantes y lo que pueden hacer con sus
conocimientos", si bien admitió que "las comparaciones internacionales no son
siempre fáciles y no son perfectas".

No obstante, Schleicher puntualizó que el documento ayuda a los países a


conocer los progresos conseguidos en otros países y a preparar a los niños de
cara a un "futuro con éxito".
Según el informe, los países con la mejor puntuación ponen énfasis en la
selección de los maestros, los incentivan a trabajar juntos y no dan tanta
importancia al número de alumnos en cada clase, mientras que facilitan autonomía
a los docentes.

En el informe, muy seguido por las autoridades educativas de todo el mundo,


varias regiones administrativas de China, con Shanghái a la cabeza, se sitúan
entre los diez primeros puestos.

En segundo lugar se sitúa Singapur, seguido de Hong Kong (China), Taipei


(China), Corea del Sur, Macao (China) y Japón, mientras que completan la lista de
los diez primeros Liechtenstein, Suiza y Holanda, indica el informe Pisa,
correspondiente al periodo 2003-2012.

Colombia ocupa el puesto 78 de 129 países


en educación (artículo opinión)
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OPINIÓN: Un informe revelado por la ONU ubica a Colombia, en materia de educación,


en el puesto 78 entre 129 países del mundo.
Mientras que el presupuesto para la guerra sea mayor del que se destina para la educación, las
posibilidades de un desarrollo real serán solo un sueño. Las estadísticas, en este sentido, no
mienten: en 2013 el presupuesto para la defensa del país superó los 15 mil millones de dólares,
una cifraastronómica si se piensa que su objetivo es el sostenimiento de un Ejército de casi 500 mil
hombres y la fabricación de bombas, fusiles, municiones y otros artefactos de destrucción y
muerte.

En la medida que la guerra se tecnifica (drones provistos de cohetes de precisión, capaces de


acertar un blanco a varios kilómetros sin producir daños colaterales), la educación nacional sufre
su debacle. Lo anterior lo demuestra un informe revelado por la ONU que ubica a Colombia, en
materia de educación, en el puesto 78 entre 129 países del mundo, solo por encima de algunas
naciones de África y Asia. Lo preocupante de este informe, que fue publicado en 2010 pero que
proyecta un seguimiento hasta el 2015, es que nuestro país es el único de Suramérica que no
garantiza el cubrimiento total de la educación primaria y secundaria de sus niños y jóvenes.
Asimismo, deja en evidencia que el porcentaje de deserción escolar es uno de los más altos de la
región.

A lo anterior se suma un problema de cobertura y, por supuesto, unos bajos estándares de calidad
que se manifiestan en los exámenes Saber 11, de obligatoriedad para los estudiantes de
secundaria que sueñan con ingresar a la universidad, y en las publicitadas pruebas Saber Pro que
se aplican a los universitarios que cursan los últimos semestres de sus respectivas carreras.

Ese status quo, que se yergue como el pico más alto de la educación colombiana, se alcanza ver
con más claridad en las mediciones que realiza el Programa para la Evaluación Internacional de
los Estudiantes, PISA [por su sigla en inglés], en las que nuestro país ha participado en tres
oportunidades [2006, 2009, 2012] y cuyos resultados no han sido para nada alentadores, pues nos
ubican como una de las naciones más regulares de la región, superada por un bloque de países
conformados por Uruguay, Chile, México y Costa Rica, que en las tres mediciones señaladas han
ocupado siempre los primeros lugares.

Como al fracaso hay que justificarlo, para algunos expertos en el tema, entre los que encontramos
directivos de la Federación Colombiana de Educadores, FECODE, las razones por las que esto se
presenta son múltiples y complejas. Ya que van desde el pésimo sistema que rige la educación del
país y que se pone de manifiesto en algunos aspectos de la formación de los individuos, hasta el
mal estado de la infraestructura de las escuelas y la pésima remuneración que reciben los
docentes.

Si es cierto que el presupuesto asignado este año al Ministerio de Educación fue superior al del
2012, también lo es el hecho que en inversión nuestro país está muy lejos de alcanzar la meta
presupuestal que en materia educacional realizan países de Europa como Francia, Alemania,
Inglaterra y algunos de Asia como China e India. La ilustración no puede resultar más clara:
Finlandia, por ejemplo, destina un 13 por ciento de su PIB a este rubro, mientras que China se ha
convertido en la nación que más dinero invierte en investigaciones, asignándole un 1.7 por ciento
de su Producto Interno Bruto. En cuanto a educación pública, el gigante asiático destina un 3 por
ciento más, superando incluso a los Estados Unidos, que en 2008 invirtió solo un 3.2 por ciento en
educación.

En Colombia, los dineros que se asignan a este rubro no alcanzan el 4 por ciento de su Producto
Interno Bruto, y la remuneración de los docentes, en comparación con la de los países ya
mencionados, es diez veces inferior, lo que ha llevado a algunos especialistas sobre el tema a
señalar que ser maestro en Colombia es una profesión de hambre, pues para que un docente
alcance la categoría 14 del escalafón, que le representa dos millones 500 mil pesos, no solo debe
tener 15 años de antigüedad laboral y haber realizado como requisito una maestría, que en
términos de inversión le representaría 5 millones de pesos por semestre, sino también haber hecho
algún tipo de investigación en su respectiva área y, si es posible, haber escrito un libro.

El problema se hace más complejo cuando se le escucha decir a Ignacio Mantilla, rector de la
Universidad Nacional, que los docentes con posgrado en Colombia, al igual que el número de
investigadores, es de 160 por cada millón de habitantes, mientras que en países de Europa como
Alemania y Francia la cifra está en un promedio de 4 mil por cada millón. A esto se le agrega que
nuestras universidades, en general, no contratan docentes exclusivamente para los
departamentos de investigación, sino también para el desarrollo de las clases, tanto en los
programas de pregrados como los de posgrados.

Lo anterior, quizá nos aclare un poco el por qué en Colombia eso que llamamos ‘investigación’ en
las distintas disciplinas, sea solo un destello de luces en la oscuridad, pero no nos da las razones
por las cuales la educación nuestra está rezagada en comparación con otras naciones de la región
ya señaladas.

Hace poco, en este mismo espacio, Margarita Orozco Arbeláez reflexionaba sobre los mínimos
estándares de calidad que deberían cumplirse en el desarrollo de la educación superior. Su
conclusión era que en nuestro país la mediocridad se ha convertido prácticamente en una norma
que ha sido alimentada, sin duda, desde la casa pero que ha tenido una enorme repercusión en las
universidades colombianas, tanto públicas como privadas. Esta mediocridad se refleja en el
facilismo que adoptan los estudiantes frente al compromiso de las evaluaciones y el conformismo
de la nota mínima. El resultado, en este sentido, es la salida al mundo laboral de profesionales
mediocres que luego irán a ocupar las vacantes de un mercado donde las leyes de la selva siguen
teniendo validez. La caída de las Torres Space en Medellín se constituye en una muestra de lo
expresado anteriormente. Las cinco décimas que no se alcanzaron en el examen final pueden
resultar peligrosas a la hora de poner en práctica lo aprendido.

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