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LAS 48 LEYES

DEL PODER

RESUMEN

Autor: Greene Robert


Las 48 Leyes del Poder
—Robert Greene y Joost Elffers—

La sensación de no tener poder sobre la gente y los eventos es algo


que generalmente nos resulta insoportable —cuando nos sentimos
desvalidos nos sentimos miserables. Nadie quiere menos poder; todo el
mundo quiere más. Sin embargo, en el mundo actual, el parecer ávido y
sediento de poder es peligroso, el ser evidente en tu lucha por el poder.
Tenemos que parecer honestos y decentes. Por lo tanto, necesitamos ser
sutiles —congeniales pero astutos, democráticos pero tortuosos.

Este juego de duplicidad constante se asemeja a la dinámica de poder


que existía en el mundo de las antiguas cortes aristocráticas. A lo largo de
la historia, siempre se formaba una corte alrededor de la persona que
detentaba el poder —rey, reina, emperador, líder. Los cortesanos que
llenaban esta corte estaban en una posición especialmente delicada:
Tenían que servir a sus amos, pero si parecían adular, si se congraciaban
de manera demasiado obvia, los otros cortesanos lo notarían y actuarían
en su contra. Luego, los intentos de ganarse el favor del amo tenían que
ser sutiles. Y aún hasta los más hábiles cortesanos que eran capaces de
tales sutilezas tenían que protegerse a sí mismos de sus compañeros,
quienes en todo momento estaban intrigando para hacerlos a un lado.

Mientras tanto, se suponía que la corte representaba el cúlmen del


refinamiento y la civilización. La lucha abierta por el poder era vista con
malos ojos; los cortesanos trabajarían silenciosamente y en secreto
contra cualquiera entre ellos que usase la fuerza. Tal era el dilema de la
corte: Mientras parecían ser el parangón de la elegancia, tenían que
superar y aplastar a sus enemigos de la manera más sutil posible. El
cortesano exitoso aprendía con el tiempo a hacer indirectos todos sus
movimientos; si apuñalaba a alguien por la espalda, era con un guante de
terciopelo en su mano y en su rostro la más dulce de las sonrisas. En
lugar de utilzar la coherción o la traición descarada, el cortesano perfecto
se abría paso por medio de la seducción, el encanto, el engaño, y la
estrategia sutil, planeando siempre, con mucha anticipación, todos sus
movimientos. La vida en la corte era un juego sin fin que requería
vigilancia constante y pensamiento táctico. Era una guerra civilizada.

Hoy en día encaramos una paradoja peculiarmente similar a la del


cortesano: Todo debe parecer civilizado, decente, democrático, y limpio.
Pero si jugamos según esas reglas, muy estrictamente, si las tomamos
muy al pie de la letra, seremos aplastados por quienes nos rodean, que
no serán tan tontos. Como escribió el gran diplomático y cortesano
Nicolás Maquiavelo, "Cualquier hombre que intente ser bueno todo el
tiempo, entre la mayoría de quienes no lo son, está condenado a la ruina."
La corte creía ser el cúlmen del refinamiento y la honestidad, pero debajo
de su deslumbrante superficie hervía un caldero de emociones oscuras —
codicia, envidia, lujuria, odio. Hoy en día, de manera similar, nuestro
mundo cree ser el pináculo del refinamiento y la honestidad, y sin
embargo las mismas emociones siguen con nosotros, como siempre lo
han hecho. El juego es el mismo. Por fuera, debes parecer alguien que
respetas las delicadezas, pero por dentro, a menos que seas un tonto,
aprendes rápidamente a ser prudente, y hacer como aconsejaba
Napoleón. Coloca tu mano de hierro en un guante de terciopelo. Si, como
en los días pasados de las cortes, puedes dominar el arte de ser indirecto,
aprendiendo a seducir, encantar, engañar, y maniobrar sutilmente para
superar a tus oponentes, alcanzarás las cumbres del poder. Serás capaz
de hacer que la gente se incline a tus deseos sin darse cuenta de lo que
has hecho. Y si no se dan cuenta de lo que hayas hecho, no te guardarán
rencor, ni te opondrán resistencia.

Para algunas personas, la idea de ejercer concientemente juegos de


poder —sin importar cuan indirectamente lo hagan— parece malvada,
asocial, o en el mejor de los casos, una reliquia del pasado. Creen que
pueden escapar de dichos juegos comportándose de formas que no
tengan nada que ver con poder. Debes cuidarte de tales personas, ya que
mientras expresan abiertamente semejantes opiniones, casi siempre se
cuentan entre los más adeptos jugadores de poder. Utilizan estrategias
que disfrazan astutamente la naturaleza de la manipulación que
conllevan. Por ejemplo, esta clase de personas suelen presentar su
debilidad y falta de poder como si fuese algún tipo de virtud moral. Pero la
verdadera falta de poder, sin motivo de interés personal, no hace
publicidad de su debilidad para ganar compasión, simpatía o respeto.
Demostrar abiertamente la propia debilidad es de hecho una estrategia
muy efectiva, sutil y engañosa, en el Juego del Poder.

Otra estrategia bastante utilizada por este tipo de personas es la de


exigir igualdad en todos los aspectos de la vida. Todos deben ser tratados
por igual, sin importar su estatus o su fuerza. Pero si, para evitar la
mácula del poder, intentas tratar a todos por igual y de una manera justa,
tendrás un problema: verás que algunas personas hacen ciertas cosas
mejor que otras. El tratar a todos por igual implica ignorar sus diferencias,
elevando a los menos hábiles y suprimiendo a quienes sobresalen. Una
vez más, muchos de quienes se comportan de esa manera despliegan
otra estrategia de poder, redistribuyendo las recompensas de otros a
quienes ellos determinen.

Otra manera de evitar el juego sería la franqueza y honestidad


perfectas, ya que una de las técnicas principales de quienes buscan
poder es el secreto y el engaño. Pero el ser perfectamente honesto herirá
e insultará —inevitablemente— a muchas personas que pueden serte
valiosas, algunas de las cuales se inclinarán por devolverte el daño. Nadie
verá tu honestidad como algo objetivo y libre de motivaciones personales.
Y tendrán razón: En realidad el utilizar la honestidad es de hecho una
estrategia de poder, que se utiliza para convencer a la gente del carácter
noble, desprendido y de buen corazón que uno tiene. Es una forma de
persuasión, y hasta una forma sutil de coerción.

Finalmente, quienes digan no interesarse por semejantes intrigas


pueden afectar un aire de ingenuidad, para protegerse de la acusación de
que están tras el poder.. Una vez más, estad atentos, ya que la apariencia
de ingenuidad puede ser un medio efectivo de engaño. Incluso la
ingenuidad verdadera no está libre de las trampas del poder. Los niños
pueden ser ingenuos de muchas formas, pero suelen actuar así debido a
una necesidad elemental de ganar control sobre quienes los rodean. Los
niños sufren mucho si se sienten impotentes en el mundo adulto, y utilizan
cualquier medio que esté a su alcance para salirse con la suya. La gente
verdaderamente ingenua puede jugar al juego del poder, y suelen ser
horriblemente efectivos en dicho juego, ya que no se hallan
obstaculizados por la reticencia de otros. Una vez más, quienes dan
grandes muestras de inocencia son los menos inocentes de todos.

Puedes reconocer estos "no jugadores" por la manera como ventilan


sus cualidades morales, su piedad, su exquisito sentido de la justicia.
Pero como todos nosotros estamos hambrientos de poder, y casi todas
nuestras acciones están dirigidas a conseguirlo, lo que hacen éstos los
"no jugadores" es tirarnos arena a los ojos, distrayéndonos de sus juegos
de poder con su aire de superioridad moral. Si los observas de cerca,
verás que suelen ser los más hábiles en el arte de la manipulación
indirecta, aún si algunos de ellos lo practican inconscientemente. Y
resienten cualquier publicidad que se haga de las tácticas que utilizan a
diario.

Si el mundo es como una corte gigantesca y estamos atrapados dentro


de ella, de nada sirve tratar de salirse del juego. Lo único que lograrás
con eso será quedar impotente, y dicha impotecia te hará miserable. En
lugar de luchar contra lo inevitable, en lugar de discutir y quejarte y
sentirte culpable, resulta mucho mejor sobresalir en el juego, y ganar
poder. De hecho, mientras mejor seas en el juego del poder, mejor amigo,
amante, esposo, esposa, persona te harás. Siguiendo el camino del
cortesano perfecto, aprenderás a hacer que otros se sientan mejor acerca
de sí mismos, convirtiéndote así en fuente de placer para ellos. Se harán
cada vez más dependientes de tus habilidades y deseosos de tu
presencia. Al dominar las 48 leyes del poder, le ahorrarás a otros la
molestia y el dolor causados por chapotear con el poder —jugando con
fuego sin conocer sus propiedades. Si el juego de poder es inevitable, es
mejor ser un artista que un negador o un chapucero..

Para aprender el juego del poder es necesaria cierta visión del mundo,
un cambio de perspectiva. Se requiere esfuerzo y años de práctica, ya
que es probable que muchos aspectos del juego no llegan de manera
natural. También necesitarás ciertas habilidades básicas, y una vez que
domines estas habilidades serás capaz de aplicar las leyes del poder de
una manera más fácil. La más importante de estas habilidades, y uno de
los fundamentos básicos del poder, es la capacidad de controlar tus
emociones. Una respuesta emocional a una situación es la barrera más
grande para alcanzar el poder, un error que puede costarte mucho más
que cualquier satisfacción temporal que puedas obtener expresando tus
emociones. Las emociones nublan la razón, y si no puedes ver la
situación con claridad no podrás prepararte ni responder a ella con algún
grado de control. La ira es la respuesta emocional más destructiva, ya que
es la que más nubla tu percepción de las cosas. También tiene un efecto
distorsionante que invariablemente hace menos controlables las
situaciones y aumenta la resolución de tu enemigo. Si intentas destruir un
enemigo que te ha hecho daño, es mejor mantenerlo fuera de guardia
fingiendo amistad que mostrar tu ira.

El amor y el afecto son potencialmente destructivos, ya que te ciegan a


los intereses egoístas frecuentes de quienes menos sospechas que
juegan un juego de poder. No puedes reprimir la ira ni el amor, o evitar
sentirlos, y no deberías intentarlo. Pero deberías ser cuidadoso sobre
cómo expresarlos, y lo más importante, nunca deberían influenciar de
ninguna manera tus planes y estrategias.

Algo relacionado al control de tus emociones es la capacidad de


alejarte del momento presente y pensar objetivamente sobre el pasado y
el futuro. Como Jano, la deidad romana de dos rostros y guardián de
todas las puertas y entradas, debes ser capaz de mirar al mismo tiempo
en ambas direcciones, para enfrentar mejor el peligro, de donde quiera
que éste venga. Tal es el rostro que debes crear para tí mismo —un rostro
mirando continuamente al futuro y la otra al pasado.

Para el futuro, el lema será "Que no pase un día sin estar alerta". Nada
debería tomarte por sorpresa por estar imaginando constantemente
problemas antes que éstos aparezcan. En lugar de desperdiciar tu tiempo
soñando con el final feliz de tu plan, debes obrar calculando toda
permutación y vacíos posibles que puedan emerger. Mientras más lejos
veas, más pasos adelantarás tu plan, y más poderoso te volverás.

El otro rostro de Jano mira constantemente al pasado —aunque no para


recordar heridas pasadas o guardar rencores. Eso sólo debilitaría tu
poder. La mitad del juego es aprender cómo olvidar aquellos eventos del
pasado que te devoran y nublan tu razón. El verdadero propósito de la
mirada retrospectiva es el educarte constantemente —miras al pasado
para aprender de quienes estaban antes que tú. (el estudio de la Historia
te será de gran ayuda en este proceso). Luego, habiendo mirado al
pasado, observas más de cerca tus propias acciones y las de tus amigos.
Ésta es la escuela más vital de la que puedas aprender, ya que aprendes
de tu experiencia personal.

Comienzas examinando los errores que has cometido en el pasado, los


que más tropiezos y retrocesos te hayan causado. Los analizas bajo los
términos de las 48 Leyes del Poder, y de ellos extraes una lección y un
juramento: "Nunca repetiré tal error; nunca caeré en esa trampa de
nuevo". Si de ésta manera puedes evaluarte y observarte a tí mismo,
puedes aprender a romper los patrones del apsado —una habilidad
invaluable..

El poder requiere la habilidad de jugar con las apariencias. Para este


fin debes aprender a usar nmuchas máscaras y mantener una bolsa llena
de trucos engañosos. El engaño y el disfraz no deben ser vistos como
algo feo e inmoral. Toda interacción humana requiere del engaño en
muchos niveles, y lo que a veces separa a los humanos de los animales
—muchas veces— es nuestra habilidad de mentir y engañar. En los Mitos
Greigos, en el ciclo Hindú del Mahabarata, en la saga Sumeria de
Gilgamesh, el utilizar las artes de engaño es privilegio de los dioses; un
gran hombre, Odiseo por ejemplo, fue juzgado por su habilidad para
rivalizar en astucia con los dioses, robando algo de su poder divino
engañándolos con su sagacidad y engaños. El engaño es un arte
avanzado de la civilización y el arma más potente en el juego del poder.

No podrás tener éxito en el arte del engaño a menos que hagas una
aproximación distanciada de tí mismo —a menos que puedas ser muchas
personas a la vez, usando la máscara ecesaria para el día y momento
apropiados. Con una aproximación tan flexible a toda apariencia,
incluyendo la tuya propia, pierdes mucho de la dureza interior que ... Haz
que tu rostro sea tan maleable como el de un actor, trabaja para ocultar
los demás tus propias intenciones, practica el arte de atraer a las
personas a tus trampas. El jugar con las apariencias y el dominio del arte
del engaño se cuentan entre los placeres estéticos de la vida. También
son componentes clave para la adquisición de poder.

Si el engaño es el arma más potente de tu arsenal, entonces la


paciencia es tu escudo más crucial. La paciencia evitará que hagas
metidas de pata estúpidas. La paciencia, al igual que el dominio de tus
emociones, es una habilidad —no es algo innato. Pero nada del poder es
natural, el poder está mas cerca a la divinidad que cualquier otra cosa en
el mundo natural. Y la paciencia es la virtud suprema de los dioses,
quienes lo único que disponen es del tiempo. Todo lo bueno pasará —si le
das tiempo y te adelantas varios pasos en el futuro, la hierba vovlerá a
crecer. En cambio, la impaciencia sólo te hace ver débil. Es el
impedimento principal de poder.

El poder es esencialmente amoral y una de las habilidades más


importantes que has de adquirir es la capacidad de ver las circunstancias
mucho más allá de buenas o malas. El poder es un juego —ésto no
puede repetirse demasiado— y en los juegos no juzgas a tus oponentes
por sus intenciones sino por el efecto que tienen sus acciones. Calculas
su estrategia y su poder por lo que puedes ver y sentir. Cuan a menudo
se hace que las intenciones de alguien se vuelven el meollo del asunto
sólo para confundir y engañar! ¿Qué importa si otro jugador, tu amigo o
rival, tenía buenas intenciones y solo pensaba en tus intereses, si los
efectos de su acción pueden ser tu ruina y confusión? Es natural que la
gente cubra sus acciones con todo tipo de justificaciones, siempre
suponiendo que han actuado para bien. Debes aprender a reir por dentro
cada vez que escuches a alguien decir esto y procurar jamás ser atrapado
midiendo las intenciones y acciones de otros con un grupo de juicios
morales cuando en realidad son una excusa para la acumulación de
poder

Es un juego. Tu oponente se sienta al otro lado. Ambos se comportan


como damas o caballeros, observando las reglas del juego y no toman
nada personalmente. Juegas con tu estrategia y observas los
movimientos de tu oponente con tanta calma como puedas reunir. Al final,
apreciarás la gentileza de quienes juegan con mucho más que sus
buenas y dulces intenciones. Entrena tu ojo para seguir los resultados de
sus movimientos, las circunstancias externas, y no te dejes distraer por
otra cosa.

La mitad de tu dominio de poder viene de lo que no hagas, aquelo a lo


que no te dejes arrastrar. Para esta habilidad debes aprender a juzgar las
cosas por lo que te cuestan. Como escribió Nietzsche: "A veces, el valor
de una cosa no está en lo que uno consigue con ella, sino en lo que uno
paga por ella —lo que nos cuesta." Tal vez alcances tu meta, y puede que
sea una meta valiosa, pero ¿a qué precio? Aplica este parámetro a todo,
ya sea incuyendo el colaborar con otros o llegar en su ayuda. Al final, la
vida es corta, las oportunidades son pocas, y lo único que tienes es
mucha energía para utilizar. Y en este sentido el tiempo es un factor tan
importante como cualquier otro. Nunca desperdicies un tiempo valioso, o
tu paz mental, en los asuntos de otros —ese es un precio muy alto para
pagar.

El poder es un juego social. Para aprenderlo y dominarlo, debes


desarrollar la capacidad de estudiar y entender a las personas. Como
escribió el pensador y cortesano del s. XVII Baltasar Gracián: "Muchas
personas gastan su tiempo estudiando las propiedades de las plantas o
animales; cuanto más importante sería estudiar las propiedades de las
personas, con las cuales uno debe vivir o morir!" Para ser un jugador
experto debes ser un psicólogo experto. Debes reconocer las
motivaciones y ver a tarvés de la nube de polvo con la que cada persona
envuelve sus acciones. La comprensión de los motivos ocultos de las
personas es el conocimiento más valioso que puedas tener para adquirir
poder. Abre posibilidades infinitas de engaño, seducción y manipulación.

Las personas son de una complejidad infinita y puedes pasarte toda


una vida observándolos sin llegar a entenderlos totalmente. Luego es
mucho más importante comenzar con tu educación ahora mismo. Al
hacerlo, debes tener en mente un principio básico: Nunca discrimines a
quién vas a estudiar y en quién has de confiar. Nunca confíes en alguien
por completo y estudia a todo el mundo, incluyendo a tus amigos y seres
queridos.
Finalmente, debes aprender a tomar siempre el camino menos directo
al poder. Disfraza tu astucia. Como una bola de billar que gira varias
veces antes de alcanzar su objetivo, tus movimientos deben ser
planeados y desarrollados de la manera menos obvia. El entrenarte a tí
mismo para ser indirecto, puedes prosperar en la corte moderna,
apareciendo como el parangón de la decencia a la vez que eres un
manipulador consumado.

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