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Fray Luis de León en La perfecta casada cuando señalaba que la mujer
sujeta a la autoridad del marido, reforzaba, por el especial papel que se le
confiere en el seno de la familia, los valores de sumisión, disciplina,
respeto a la autoridad paterna, docilidad, etc., en suma, todos aquellos que
apuntan a la conservación del orden de cosas establecidas. Al mismo
tiempo se conseguiría reforzar las actitudes típicas de la ideología machista
tradicional (virilidad, competitividad, etc.) reduciendo a la mujer al
cumplimiento de una serie de roles tradicionales (y reputados como
naturales) que la colocaban en una situación de absoluta dependencia del
hombre y que la excluían de todos los mecanismos de participación social
(León, 1963).
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Esta postura también era apoyada por la Iglesia, la cual defendía que
la mujer debería ser pura y casta, “la castidad y virginidad, centro obsesivo
de la moral femenina, se expresaría en centímetros de ropa, formas de
pasear, hablar, divertirse, etc.” (Ballarín, 2001: 117).
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sociedad”, por lo que se creía necesaria una educación diferente para los
dos sexos. Pero la cuestión no es que fuesen diferentes sino que uno de esos
patrones educativos era considerado superior al otro: en la medida en que
el papel masculino es el dominante, la forma de educación que le
corresponde es siempre tenida por superior, y confiere por tanto, unas
mayores posibilidades de actuación a aquellos que la reciben. Por eso se
puede establecer que la diferencia se convierte inmediatamente en una
forma de discriminación (Subirats, 1977: 31).
Por otro lado, aunque ninguna ley prohibía directamente que la mujer
se incorporase a la educación superior, ésta se presentaba como inadecuada
para ella. También se reflejaba esta idea en la diferenciación de la
pedagogía española en la década de los sesenta, donde aun instruían a las
maestras en una educación diferencial por sexos, fundamentada ésta en las
supuestas diferencias naturales.
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A pesar de la aparente variedad de asignaturas que debían cursar las
niñas, el contenido de todas era similar, cuyo fin único era el de canalizar la
actividad de las mujeres hacia el servicio, servicio al hogar y a los otros, lo
que llamaba la Sección Femenina “el magnífico destino” de la mujer: el
matrimonio y la maternidad.
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consecuencia negativa, la desaparición del modelo “femenino” implicó la
pérdida de valores fundamentales, que hoy se tienden a despreciar,
precisamente porque han sido atribuidos a los comportamientos de las
mujeres. “Estimular la adopción de comportamientos de competición, de
agresividad, y de dominación, frente a los comportamientos que ponen en
primer plano el deseo de gustar o el desarrollo de la emotividad, no
implica, ... ninguna mejora evidente para la sociedad futura” (Subirats,
1977: 32).
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hogar de las últimas décadas del siglo no se ha visto acompañado del
abandono de sus funciones tradicionales, simplemente se ha añadido a ellas
el empleo. Lo que quiere decir que las mujeres además de realizar un
trabajo remunerado tienen que seguir realizando las tareas domésticas.
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masculinas, sin que se produjera el efecto contrario, acceso de los varones a
tareas tradicionalmente femeninas.
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3.- Los personajes femeninos, aparecen con una definición social limitada
y siguen prestándose de forma estereotipada.” (Ballarín, 2001: 153-154).
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superación de los hábitos sociales discriminatorios que condicionan el
acceso a los diferentes estudios y profesiones” (Ballarín, 2001: 157).
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aún imperante en la actividad docente y que haga realidad el cambio de las
prácticas.
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