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El consumo no evita la queja.

Entrevista
a Eduardo Viveiros de Castro

Volviendo a la cuestión del consumo, ¿no cree que cierta crítica al consumo debería
plantearse el desafío de deshacerse de toda carga moral?

Me parece que la democratización en América Latina no llega por el consumo sino por la
ampliación de servicios del Estado: salud, transporte, educación. Lo que pasa en Brasil
es que el consumo ha sustituido esa provisión de servicios para las clases populares.
Entonces, las clases populares en vez de tener más y mejores servicios tienen su crédito
para comprar bienes producidos por el gran capital, sea su motocicleta o su heladera. La
cuestión es qué resulta más importante: ¿que el gobierno invierta en cloacas, puestos de
salud y escuelas o que invierta en liberar de impuestos la compra de autos baratos para
que los pobres puedan tener un auto? Se podría responder “las dos cosas” y es una buena
cuestión. El hecho a subrayar es que el gobierno brasileño ha invertido masivamente en
el consumo mediante el crédito. Y el pedido de mejoramiento de servicios públicos es
justamente uno de los reclamos del Movimiento de Passe Livre que inició la ola de
manifestaciones. La verdadera inclusión pasa por la inclusión en el acceso a servicios que
el Estado tiene la obligación de proveer a todos. Además creo que hay dos tipos diferentes
de consumo que hay que distinguir.

¿Cuáles?

Por un lado, el consumo de quienes no tenían nada y ahora pueden comprar su tv o su


heladera. Nadie puede oponerse. De todas maneras, eso no los convierte en clase media,
como dice el gobierno. Pasan de ser pobres a un poco menos pobres. Y después está el
consumo inmenso de una clase media-media que pasa a ser una clase media-alta y
protagoniza un ascenso de clase verdaderamente consumista: es la gente que va a Miami
o a Buenos Aires para llenar valijas con productos importados de marcas de lujo. Esta
gente se multiplicó tanto o más que los pobres que acceden a un crédito.

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