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Comunic3b3n de Los Santos
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El respeto y veneración a los difuntos, mueve a dar cristiana
sepultura a los restos que a veces son hallados por los pobladores al
cavar un pozo y topar con ellos. La solidaridad los lleva a reunir estos
“huesitos” y enterrarlos dignamente en algún cementerio. Muchas veces,
estos favores son “recompensados” por estas ánimas con alguna
bendición o alguna gracia otorgada a sus benefactores sepultureros. A
veces, se les llama indiecitos, ya que, probablemente se trate de
antiguos pobladores indígenas. Muchos dan testimonio de favores
obtenidos por su mediación.
Atahualpa Yupanqui ilustra esta devoción, a través de un poema: Yo he
visto cruces de palo/ A la orilla del camino. Al que se muere en los
campos/ No lo olvida el campesino. Le cantan los chalchaleros/ Como
eligiendo sus trinos. Su nombre nadie lo supo;/ Pero no es desconocido.
Flores del campo soleado/ Con sus pétalos marchitos, Quedan mirando la
cruz./ Y el viento lleva un suspiro. Si lo ha quebrado un caballo,/ O en
duelo fue mal herido; Si se cansó el corazón,/ O en la nieve se ha
dormido… Muerte de aquel camina/ Por el último camino, Tiene una cruz
y un recuerdo/ Pegado a los sembradíos. Yo he visto cruces de palo/ A la
orilla del camino.
No podemos ser indiferentes ante estas devociones y sus numerosos
devotos que acuden a su intercesión. La actitud más común nos lleva a
ser indiferentes o a excluirlos de nuestra piedad católica. Muchos no
llegan a entender este rechazo eclesial. Sin embargo, despojándonos de
todo prejuicio, sería bueno descubrir algunos signos del Espíritu en
algunas de estas manifestaciones y asumir las semillas del Reino allí
presentes. Dice el P.Tello: En las leyendas religiosas lo principal no es
verificar su historicidad sino buscar los elementos que hacen que el
creyente entre en comunión con el misterio divino. Estas historias,
alojadas muchas veces en lo más profundo del corazón de los fieles,
pueden ofrecer muchas ocasiones de entrega sincera y confiada a Dios y a
los demás. La intensidad con las que generalmente se viven las
devociones populares hace pensar que son el emergente de fuerzas muy
profundas del espíritu humano que están destinadas a la comunión con lo
divino. Por eso, la riqueza salvífica de estas historias radica en la
capacidad que tienen para mover al creyente a poner un acto de entrega
sincera a Dios y al prójimo. Esto es algo que no debe ser desconocido ni
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desaprovechado en la pastoral a pesar de las dificultades que pueda
ofrecer a nuestra sensibilidad histórica moderna.