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Por designio divino

Por el élder Ronald A. Rasband

Del Cuórum de los Doce Apóstoles

La mano del Señor los guía. Por “designio divino”, Él se ocupa de los pequeños detalles de su
vida, así como de los sucesos importantes.

Hermanos y hermanas, al ponerme de pie aquí, en esta inspiradora conferencia general mundial
y sentir su fortaleza y su espíritu, no puedo evitar pensar en las palabras del apóstol Pedro:
“[Señor], bueno es que estemos aquí”1.
Eso no es exactamente lo que dijo Alma tras predicar al pueblo de Ammoníah. Alma dejó la
ciudad debido a la iniquidad del pueblo; pronto se le apareció un ángel y mandó “que [volviera]
a la ciudad de Ammoníah y [predicara] otra vez a los habitantes de esa ciudad”2.

Alma lo hizo “prestamente ”, entrando “en la ciudad por otro camino”3.

“Y tuvo hambre al entrar en la ciudad, y dijo a un hombre: ¿Quieres dar algo de comer a un
humilde siervo de Dios?

“Y le dijo el hombre: Soy nefita, y sé que eres un santo profeta de Dios, porque tú eres el
hombre de quien un ángel dijo en una visión: Tú lo recibirás”4.

El hombre era Amulek.

Ahora bien, ¿se encontró Alma con Amulek por azar? No, no fue coincidencia que entrara en la
ciudad por el camino que lo llevaría hasta aquel hombre fiel que llegaría a ser su compañero de
misión.

El élder Neal A. Maxwell explicó en una ocasión: “Ninguno de nosotros utiliza todas las
oportunidades tocantes a las personas que se nos asignan dentro de nuestros círculos de
amistades. Ustedes y yo podríamos llamar ‘coincidencia’ a dichas confluencias; es comprensible
que los mortales usen esa palabra, pero coincidencia no es un término apropiado para describir
las obras de un Dios omnisciente. Él no hace las cosas por ‘coincidencia’, sino… por ‘designio
divino’”5.

Nuestra vida es como un tablero de ajedrez y el Señor nos mueve de un lugar a otro, si es que
somos receptivos a las impresiones del Espíritu. En retrospectiva, podemos ver Su mano en
nuestra vida.

Vemos tal intervención celestial cuando Nefi regresa a buscar las planchas de manos de Labán.
Este “iba guiado por el Espíritu, sin saber de antemano lo que tendría que hacer”6. No mucho
después, Labán se halló ante él en el sopor de la embriaguez y Nefi lo mató, tomó las planchas, y
huyó de regreso adonde estaban sus hermanos. ¿Tuvo la fortuna de hallar a Labán por azar? ¿O
fue por “designio divino”?

Hay acontecimientos significativos que suceden en el Evangelio y en la Iglesia que hacen avanzar
el Reino de Dios sobre la tierra; no ocurren por accidente, sino según el plan de Dios. Aquel que
formó este mundo puede calmar los mares por Su palabra, y puede conducir tanto a Alma y a
Amulek, como a Nefi y a Labán, a estar en el lugar indicado precisamente en el momento
indicado.

De igual modo, hay acontecimientos y relaciones que ocurren en cada una de nuestras vidas que
hacen avanzar la obra de Dios sobre la tierra.

Nuestro querido élder Joseph B. Wirthlin se refirió a una ocasión en que el presidente Monson
le dijo: “‘Existe una influencia celestial sobre todas las cosas. A menudo, cuando suceden las
cosas, no es por accidente. Un día, cuando miremos atrás a aquello que pareció coincidencia en
nuestra vida, nos daremos cuenta de que quizás, después de todo, tal vez no haya sido así’”7.
En su mayoría, solo algunas personas conocen nuestras buenas obras; sin embargo, estas
quedan registradas en el cielo. Un día, seremos testigos de nuestra íntegra dedicación a las
obras de rectitud. Ninguna prueba ni calamidad puede alterar el plan de salvación de felicidad.
Ciertamente, por “designio divino”, “a la mañana vendrá la alegría”8. Jesús enseñó: “Vine al
mundo a cumplir la voluntad [del] Padre”9. Queridos hermanos y hermanas, nosotros también
tenemos que cumplirla.

Gracias a la experiencia de mi propia travesía por la vida, sé que el Señor nos moverá sobre
aquel imaginario tablero de ajedrez para hacer Su obra. Lo que podría parecer una oportunidad
al azar está, de hecho, dirigido por un amoroso Padre Celestial, quien puede conocer el número
de cabellos en cada cabeza10. Ni siquiera un pajarillo cae a tierra sin que lo note nuestro Padre11.
El Señor se ocupa de los pequeños detalles de nuestra vida, y esos incidentes y oportunidades
han de prepararnos para elevar a nuestra familia y otras personas conforme edificamos el Reino
de Dios en la tierra. Recuerden, tal como el Señor dijo a Abraham: “Conozco el fin desde el
principio; por lo tanto, te cubriré con mi mano”12.

El Señor me puso en un hogar con padres amorosos. Según los estándares del mundo, eran
personas muy comunes; mi padre, un hombre dedicado, era conductor de camiones; mi
angelical madre permanecía en casa para cuidarnos. El Señor me ayudó a encontrar a mi amada
esposa, Melanie. Inspiró a un empresario, que llegó a ser un querido amigo, a darme una
oportunidad laboral. El Señor me llamó a servir en el campo misional, tanto cuando era un
jovencito y posteriormente como presidente de misión; me llamó al Cuórum de los Setenta; y
ahora me ha llamado como Apóstol. En retrospectiva, entiendo que yo no dirigí ninguno de esos
movimientos; fue el Señor, tal y como dirige importantes movimientos para ustedes y para
aquellos a quienes ustedes aman.

¿Qué deben procurar ustedes en su vida? ¿Cuáles son los milagros de Dios que les recuerdan
que Él está cerca y que dice: “Aquí estoy”? Piensen en esos momentos, algunos de ellos diarios,
en que el Señor ha actuado en su vida, y en los que Él ha vuelto a actuar. Atesórenlos como
momentos en que el Señor ha mostrado confianza en ustedes y en sus decisiones; pero
permítanle magnificarlos a ustedes más de lo que pueden hacerlo por sí mismos. Atesoren Su
participación. A veces, consideramos que los cambios en nuestros planes durante nuestra
travesía son pasos en falso. Véanlos más como los primeros pasos para estar “en la obra del
Señor”13.

Hace algunos meses, nuestra nieta se unió a un grupo de jóvenes para recorrer varios sitios
históricos de la Iglesia. El itinerario final indicaba que pasaría por la zona donde su hermano
misionero, nuestro nieto, estaba prestando servicio. Nuestra nieta no tenía la intención de ver a
su hermano durante la misión. Sin embargo, mientras el autobús entraba en la ciudad donde
prestaba servicio su hermano, vieron a dos misioneros caminando por la calle; uno de ellos era
su hermano.

El autobús rebosaba de expectación conforme los jóvenes pedían al conductor que estacionara
para que ella pudiese saludar a su hermano. En menos de un minuto, tras algunas lágrimas y
dulces palabras, su hermano se encaminó de vuelta a cumplir con sus deberes misionales. Más
adelante, supimos que su hermano había estado en aquella calle por menos de cinco minutos, al
dirigirse al automóvil después de una cita.
El Padre Celestial puede colocarnos en situaciones con cierta intención específica en mente. Así
lo ha hecho en mi vida y así lo hace en la de ustedes, tal como lo hizo en la vida de nuestros
queridos nietos.

Cada uno de nosotros es preciado y amado para el Señor, quien se preocupa, susurra y vela por
nosotros de forma particular para cada uno. Él es infinitamente más sabio y más poderoso que
los hombres y mujeres mortales. Conoce nuestros retos, nuestros triunfos, y los deseos rectos
de nuestro corazón.

Hace más de un año, mientras caminaba por la Manzana del Templo, una de las hermanas
misioneras se me acercó y preguntó, “¿Se acuerda de mí? Soy de Florida”. Me dijo su nombre;
era la hermana Aida Chilan. Sí; recordaba haberla conocido a ella y a su familia. Su presidente de
estaca había sugerido que visitáramos a la familia de ella; resultó claro que estábamos allí por su
hija Aida, que no se había bautizado. Tras nuestra visita y después de más de un año de
enseñanza y hermanamiento, Aida se bautizó.

Después de encontrarnos en la Manzana del Templo, me escribió una carta. Decía: “Sé con todo
mi corazón que el Padre Celestial nos conoce a cada uno de nosotros y que sigue cruzando
nuestros caminos por alguna razón. Gracias por ser uno de mis misioneros, por tenderme la
mano y buscarme hace cinco años”14. Aida también me envió la historia de su conversión, la cual
relata las “divinas coincidencias” que han tenido lugar en su vida y la han conducido al bautismo
y la confirmación, a servir en una misión en la Manzana del Templo y a su reciente matrimonio
en el templo15.
¿Fue mera coincidencia que el presidente de estaca nos hubiera llevado a la casa de la familia
Chilan, o que ella y yo nos hubiéramos encontrado luego en la Manzana del Templo? El
testimonio de Aida da fe de que todo era parte del “designio divino” de Dios.

El Señor ama estar con nosotros; no es coincidencia que, al sentir Su Espíritu y actuar de
conformidad con los primeros susurros, sientan lo que Él ha prometido: “Iré delante de vuestra
faz. Estaré a vuestra diestra y a vuestra siniestra, y mi Espíritu estará en vuestro corazón, y mis
ángeles alrededor de vosotros, para sosteneros”16.

A todos nos suceden cosas semejantes en la vida. Quizás conozcamos a alguien que nos parezca
familiar, reanudemos una relación con un conocido o encontremos puntos en común con un
extraño. Cuando esas cosas ocurren, tal vez sea el Señor que nos recuerda que en verdad todos
somos hermanos y hermanas. Ciertamente, estamos consagrados a la misma causa; aquella que
José Smith llamó “la causa de Cristo”17.

Ahora bien, ¿qué lugar ocupa el albedrío en el “designio divino”? Tenemos la opción de seguir o
no a nuestro Salvador y a Sus líderes escogidos. El proceso resulta claro en el Libro de Mormón
cuando los nefitas se habían apartado del Señor. Mormón se lamentó:

“Y vieron… que el Espíritu del Señor no los preservaba más; sí, se había apartado de ellos,
porque el Espíritu del Señor no habita en templos impuros;

“por lo tanto, el Señor cesó de preservarlos por su milagroso e incomparable poder, porque
habían caído en un estado de incredulidad y terrible iniquidad”18.

No todo lo que el Señor nos pide es resultado de lo fuertes que somos, lo fieles que somos, ni de
lo que podamos saber. Consideren a Saulo, a quien el Señor detuvo en el camino a Damasco. Iba
en la dirección equivocada en la vida; y eso no tenía nada que ver con el norte ni el sur. A Saulo
se lo redirigió de manera divina. Cuando más adelante fue conocido como Pablo, su ministerio
apostólico reflejó lo que el Señor ya sabía que este era capaz de hacer y llegar a ser, y no lo que
él se había propuesto hacer como Saulo. De igual manera, el Señor sabe lo que cada uno de
nosotros es capaz de hacer y llegar a ser. ¿Qué enseñó el apóstol Pablo? “Y sabemos que para
los que aman a Dios, todas las cosas obrarán juntamente para su bien, para los que conforme a
su propósito son llamados”19.

Cuando somos rectos y capaces, y estamos dispuestos, cuando luchamos por ser dignos y estar
calificados, progresamos hasta lugares que jamás imaginamos y llegamos a ser parte del
“designio divino” del Padre Celestial. Cada uno de nosotros tiene divinidad dentro de sí. Ruego
que cuando veamos a Dios obrar mediante nosotros y con nosotros, nos sintamos alentados, e
incluso agradecidos por esa guía. Cuando nuestro Padre Celestial dijo: “Esta es mi obra y mi
gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”20, se refería a todos Sus hijos; y
a usted en particular.

La mano del Señor los guía. Por “designio divino”, Él se ocupa de los pequeños detalles de su
vida, así como de los sucesos importantes. Tal como dice en Proverbios: “Confía en Jehová con
todo tu corazón, … y él enderezará tus veredas”21. Testifico que Él los bendecirá, los sostendrá y
les brindará paz. En el nombre de Jesucristo. Amén.

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