Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Saavedra PDF
Saavedra PDF
Introdución
Este enfoque que predominó fuertemente hasta la década del 90 y que aún es posible
observar en algunas prácticas institucionales y sectoriales, impactó en que el diseño e
implementación de las políticas públicas tuviera fundamentalmente dos variantes, por un
lado aquellas políticas orientadas a la población infantil general, y por otro el de políticas
más bien basadas en el control de niños y niñas que vivían alguna situación de vagancia,
mendicidad, delincuencia u orfandad.
En este contexto, surge la inquietud por descubrir la manera en que se implementan las
políticas públicas dirigidas a la infancia y adolescencia en los espacios locales, haciendo
particular hincapié en el acceso de niños, niñas y adolescentes vulnerados en sus
derechos a las prestaciones universales, reconociendo los nudos que se presentan e
indagando en la existencia y características de los modelos de gestión que posibilitan o
no dicha operativización.
El análisis contenido en las páginas siguientes, lejos de buscar hacer una aproximación
conceptual, es una invitación a reflexionar respecto de la manera en que se implementan
las políticas de infancia, teniendo como referencia los planteamientos realizados por
Emilio García Méndez en su artículo “Entre el Autoritarismo y la Banalidad: Infancia y
Derechos en América Latina”, donde identifica tres etapas para la aproximación que
como continente se ha tenido respecto del sujeto niño.
La diferenciación y poco diálogo entre los principales aparatos públicos que hoy diseñan
e implementan las políticas públicas orientadas a la infancia, ha contribuido precisamente
a que la forma de intervenir en situaciones de vulneraciones de derecho de alta
complejidad, perpetúen el control sobre niños, niñas y adolescentes, las que aunque no
aparecen como prácticas intencionales y planificadamente estigmatizadoras, poco a poco
se van legitimando.
Las fuentes directas que han sido entrevistadas, están ligadas a los ámbitos central,
regional y local y poseen una vasta experiencia en el trabajo con la infancia y
adolescencia tanto en el ámbito público como privado.
En el primer capítulo de este ensayo, se realiza una breve descripción del sujeto de esta
investigación ¿quienes son los niños, niñas y adolescentes que se registran como
vulnerados en sus derechos, y qué situaciones están identificándose como vulneradoras?
En un segundo momento, se realizará una revisión de las modalidades de diseño que
como Estado, se han utilizado para las políticas de infancia, continuando en el capítulo
tres con el análisis de las coordinaciones locales y la manera en que ellas posibilitan la
implementación de políticas que faciliten el acceso de niños/as vulnerados en sus
derechos a la prestaciones y servicios públicos. Finalmente y a manera de conclusiones,
se identifican algunos ejes claves respecto de los cuales se han realizado algunas
constataciones que plantean desafíos para el diseño e implementación coordinada de las
políticas públicas de infancia.
Las apariciones de los niños en la historia fueron lentas, más bien ellos no figuraron en
los relatos históricos, sin embargo, poco a poco se fue tejiendo una significación y una
diferenciación respecto de las formas de ser niño y niña en nuestro país (Salazar, 2002).
Así y sumando progresivamente otras variables, la clara distinción entre ser huacho y ser
hijo de familia, fue marcando una segmentación, que determinó la manera en que el
Estado se relacionó con la infancia callejera, la que visualizó desde tempranamente como
peligrosa, "se acumulaban en las calles y plazas como un problema de higiene y
moralidad públicos, es decir: constituían un escándalo público, que requería de castigos
públicos" (Salazar, 2002).
Desde ese entonces se fue instalando una conceptualización que quedó plasmada en lo
que algunos autores como Emilio García Méndez denominaron como “doctrina de
situación irregular” para referirse al enfoque epistemológico con que se enfrentaría la
intervención con la infancia vulnerada en sus derechos, y que fue moldeando la manera
en que las políticas públicas abordarían los problemas sociales que afectaban a este
grupo.
Para el caso de los niños que cometían infracciones a la ley, al igual que el niño
abandonado, él será síntoma de un grave problema que urgía remediar, por ser un
peligro importante para el resto de la sociedad. Es así como entre los fundamentos de la
ley 14.550 de 1961 y que posteriormente sería refundida y sistematizada en la Ley de
menores Nº 16.618, se invoca como uno de sus fundamentos, el aumento de la
delincuencia juvenil.
1. Las Políticas Públicas de Infancia surgen desde su origen como una alternativa
para los “menores en situación de irregularidad” (niños y niñas pobres, huérfanos o
aquellos que cometían delitos.)
Esta identificación fue impactando en que los diversos servicios públicos que otorgan
prestaciones de carácter universal, principalmente la escuela y los servicios de salud
pública, se presentarán y aún en la actualidad se presenten, resistentes a garantizar el
acceso oportuno y efectivo a sus prestaciones y servicios o a la generación de
mecanismos que posibiliten en definitiva el ejercicio de derechos, a niños y niñas con
graves vulneraciones, dificultando el desarrollo de procesos equitativos que permitan la
integración e inclusión. Esta resistencia se justificó además debido a que la
responsabilidad de ejercicio de esos derechos, o más bien, la satisfacción de esas
necesidades, para el caso de este grupo de la infancia, recayó durante mucho tiempo en
institucionalidades públicas de carácter totalizante a la hora de cubrir las carencias de los
niños a su cuidado, lo que contribuyó a su marginación.
Como parte de las variables que hoy tensionan el diseño e implementación de las
políticas de infancia en nuestro país, se identifican precisamente, por un lado, que la
respuesta a niños, niñas y adolescentes vulnerados en sus derechos esté administrada o
canalizada en el sector Justicia, lo que daría cuenta de una relación implícita entre
vulnerabilidad y peligrosidad, y por otro a que nuestro país no ha desarrollado una
institucionalidad que desde la lógica de la protección y promoción de derechos, articule la
oferta pública dirigida a toda la infancia[2] la categoría niño, “persistirá el segmento,
diseñando políticas focalizadas, que lo sitúan aislado del contexto, visualizando
escasamente la integralidad en la implementación. La práctica pública relatará la
sectorialidad, la burocracia y la improvisación (Aranda, Saavedra, 2006). Lo cual impacta
en la generación de respuestas sectoriales sin ninguna vinculación entre ellas, y se
traduce en que si bien se instala
Junto con dicho proceso y asumido el período presidencial de Michelle Bachelet, durante
el año 2006 se encargará a un Consejo Asesor una propuesta de estrategia para abordar
las diversas problemáticas que se visualizaban afectando a este grupo social. La principal
propuesta elaborada por este Consejo, dará cuenta de la necesidad de articulación de un
sistema de protección a la infancia, el que deberá coordinar las diversas políticas, planes
y programas existentes.
Aún cuando el SENAME, no se define como un organismo de infancia que abarque este
primer nivel, durante un importante período y aún en la actualidad, implementa una oferta
programática orientada a la prevención y promoción de derechos de niños, niñas y
adolescentes. No obstante, a partir de la definición realizada, en el año 2007 comienza
un proceso de reducción de la oferta contemplada en este ámbito, disminuyendo los
programas CIJ (Centros Infanto Juveniles, con una fuerte línea de promoción comunitaria
y prevención de vulneración de derechos) de alrededor de 200 en el período de mayor
oferta a 67, en la actualidad.
Resulta interesante observar que esta definición fue realizada, de manera interna y sin
incluir en esa construcción a los otros sectores públicos. La enunciación del Servicio
Nacional de Menores, como un organismo de protección especializada, que
implementará política pública para un segmento de la infancia que se encuentra en
situaciones que requieren de una protección especial, es algo que define la institución
misma, dejando poco desarrollado el vínculo entre esa política y la de un carácter más
bien universal.[4]
Se observa aquí una primera tensión, la que impactará en que aunque este Servicio ha
definido no otorgar prestaciones que tengan relación con la promoción de derechos, las
que debieran ser cubiertas por las políticas de carácter universal, ningún otro aparato
público asumirá la entrega de esa oferta para el desarrollo de programas orientados
específicamente a la prevención y promoción de los derechos de los niños y niñas de 0 a
18 años, generando dificultades en las instituciones que desarrollaron este tipo de
intervenciones al alero del Servicio Nacional de Menores y para el propio SENAME, el
que deberá asumir posteriormente la generación de nuevos programas orientados a la
prevención general producto de la inexistencia de otras ofertas públicas en este ámbito.
A partir del año 2006, con la propuesta del Consejo Asesor de Infancia, se comienza a
diseñar la generación de un Sistema Integral de Protección a la Primera Infancia, Chile
Crece Contigo, el que se implementa progresivamente en todas las comunas del país
desde el año 2007, y que se convertirá en el principal mecanismo preventivo para la
población de 0 a 4 años de edad.
Esta afirmación daría cuenta que los procesos de definición de las políticas dirigidas a la
infancia, es percibida por los actores que la ejecutan, como poco relacionada entre sí.
Aparentemente hoy, aparecen nuevos actores públicos en el escenario del diseño,
implementación y articulación de las políticas y la manera en que las diversas respuestas
se van integrando, aparecen confusas.
Así entonces, el desafío estaría en integrar, coordinar u ordenar, las diversas respuestas
existentes, para este caso, la protección especializada y su lugar en el circuito de
protección social a la infancia, más que en crear nuevas alternativas, de manera de
implementar coordinadamente las diferentes servicios.
Finalmente, en un tercer nivel y definido como de “alta complejidad” se encuentran
aquellos niños, niñas y adolescentes que experimentan situaciones de vulneración que
ponen en riesgo su integridad y se constituyen en delitos. En este caso se incluyen
situaciones de peores formas de trabajo infantil, situación de calle, explotación sexual
comercial infantil y adolescente, abuso sexual y maltrato… “en él, la intervención
psicosocial está en el centro de la acción, articulándose también con iniciativas más
especializadas existentes en otros sectores” (Sename 2006).
Una tercera tensión identificada como parte de este proceso, resulta de la aparente
disminución de la oferta que SENAME otorgaría para el trabajo con niños, niñas y
adolescentes vulnerados en sus derechos, ello en la medida que redefinir sus campos de
acción implicó un completo rediseño de las líneas programáticas, lo que se observa no
sólo en la disminución de los programas preventivos, si no en un nuevo orden de los
programas especializados. Ello se refleja en el surgimiento de dos nuevas ofertas, los
Programas Integrales de Intervención Especializada y los Programas para la Prevención
Focalizada. El primero de ellos dará respuesta a múltiples situaciones de vulneración,
tales como niños en situación de calle, trabajo infantil, consumo problemático de drogas,
etc. El segundo, apuntaría a situaciones de mediana complejidad que no lograban ser
abordadas por aquellos programas de carácter más preventivo y promocional o que aún
no siendo parte de sus orientaciones técnicas, eran abordadas debido a la necesidad de
enfrentar las problemáticas en los diversos territorios.
Se refleja aquí una particularidad, sobre la que vale la pena detenerse un momento. Para
la ejecución de las políticas públicas de diversa índole y especialmente en las dirigidas a
la infancia vulnerada en sus derechos, el rol de las ONG`s es clave. Ello podría dar
cuenta de una relación de cooperación mutua entre Estado y Sociedad Civil, que no
aparece del todo clara.
Sin duda la Sociedad Civil representada para el caso de la implementación de los
programas SENAME por las Instituciones Colaboradoras, son claves en la ejecución de
las diversas líneas programáticas desarrolladas por este organismo.
No obstante, el principal vínculo de esa relación está dado por el financiamiento, por el
traspaso de recursos, desde el Estado a los organismos privados y no ha sido definida
como una relación de intercambio, donde las ONG´s aporten el conocimiento empírico
respecto del comportamiento de los diferentes modelos técnicos propuestos desde el
aparato público.
Lo que hoy sucede es una especie de “disputa” por los recursos, entre las diversas
instituciones, lo que atenta contra la construcción común de espacios colaborativos,
generando a su vez poca autonomía en las instituciones “las instituciones pasan ser
meros ejecutores, perdiendo su identidad.[7] Sin duda, esta instrumentalización es una
relación de ida y vuelta, esto en la medida que en muchas ocasiones las instituciones
pasan ser ejecutoras y poco propositivas, asumiendo disminuidamente la
responsabilización de construcción de política social, convirtiendo así a la infancia en un
“nicho de mercado” que permite la puesta en marcha de toda una institucionalidad.
Desde el propio SENAME, esta relación es un proceso que está aún en construcción, ya
que a partir de la entrada en vigencia de la ley de Subvenciones Nº 20.032, en el año
2006, se ha comenzado a establecer una nueva forma de coordinación entre Estado y
sociedad civil, lo que también ha traído consigo la dificultad que aunque Sename, haya
incorporado un cambio paradigmático, algunas de las instituciones colaboradoras que
ejecutan programas, no han cambiado sus prácticas, permaneciendo con una mirada a la
infancia más bien asistencialista.
Junto con ello, la tercerización de la oferta programática impacta en que muchas de las
buenas prácticas instaladas en los territorios, no se reconozcan como una aporte
realizado también por Sename, ya que las propias ONG`s que se vinculan a este
organismo no se encargan de difundir que es una acción conjunta. Así entonces se
continúa asociando a este organismo con la instalación de una oferta de carácter más
bien residencial, asociada al antigua paradigma de situación irregular.[8]
Esta relación entre Estado y las instituciones colaboradoras, es percibida con bastante
dificultad por otros organismos públicos, la red de estas instituciones sería difícil de
articular y del mismo modo se observa que SENAME posee mecanismos de exigibilidad
muy limitados. A ello se sumaría la identificación de débiles instrumentos de gestión que
se orienten precisamente a medir el logro de los objetivos de las instituciones
colaboradoras y su impacto en la propia política de este organismo, así el resultado es la
pérdida de credibilidad de esta institucionalidad pública.[9]
Un segundo aspecto relevado desde las instituciones colaboradoras en esta tensión, está
dado porque los nuevos procesos de concursos públicos se percibirían como la única
alternativa para continuar trabajando con la infancia, esto también es percibido como
instrumentalización de la instituciones, e impactaría como se señalara anteriormente, en
una pérdida de identidad en las mismas “los temas se instalan de la noche a la mañana
como el género por ejemplo, y nadie sabe cuál es la expectativa”.[10] El llamado en este
sentido es a claridades respecto de los objetivos comunes que se esperan lograr con la
implementación de una política en que participan Estado y sociedad civil, apuntando a la
definición de estrategias de implementación y gestión compartidos y socializados.
Esta construcción no puede ser sólo parte de una reflexión al interior de un organismo
especializado. La definición que como país estamos llamados a realizar al momento de
definir políticas integrales, fundamentadas en el enfoque de derechos humanos, es una
tarea que debe incluir a todos los servicios públicos.
Este proceso como hemos visto, contó con un hito, que marca un antes y un después en
la discusión: la instalación en el discurso público de los derechos del niño. Sin embargo,
los cambios culturales demorarán mucho más que la reforma legal y la evolución de las
políticas públicas de infancia, como parte de ese continuo, estará también caracterizada
por la evolución que el reconocimiento del niño/a ha tenido en la esfera pública.
En términos amplios podemos distinguir al menos dos maneras en que se ha instalado la
definición, diseño e implementación de las políticas públicas en nuestro país, las que han
convivido en líneas divergentes:
Las políticas de carácter universal, es decir aquellas orientadas a todos los niños
y niñas, las que se han distinguido por ser respuestas sectoriales y de diseños
más bien verticales, es decir, sus lineamientos son generados desde los ámbitos
centrales de administración y sin reconocimiento de las particularidades
territoriales.
Las políticas de carácter focalizado que centraron su atención en aquellos niños
y niñas desadaptados socialmente haciendo instalar la imagen colectiva de dos
categorías de niños. (Larraín, 2005)
Compartiendo ese diagnóstico general, a partir del año 2002, el Gobierno del Presidente
Ricardo Lagos, se propone el desafío de dar un viraje en la forma en que las políticas
públicas para la erradicación de la pobreza y la indigencia estaban llegando precisamente
a los que más urgentemente requerían de ellas. Basados en el enfoque del manejo social
del riesgo (Banco Mundial, 2000) surge desde Mideplan, el Programa Sistema Chile
Solidario, como una nueva forma de aproximarse a las familias en extrema pobreza. Ese
proceso ha seguido avanzando, instalando hoy la claridad política y técnica de la
importancia de un Sistema de Protección Social que abarque desde la primara infancia,
hasta la tercera edad.
El énfasis del trabajo de este grupo estará en concebir las prestaciones y beneficios
sociales como derechos que deben ser garantizados por el Estado, y se considerarán las
unidades territoriales como ejes en torno a los cuales articular las políticas sociales”
(Mideplan 2007). Aparece fuertemente en el aparato público, el concepto de
intersectorialidad y articulación.
¿Dónde comienza una y empieza la otra, cómo se complementan ambas propuestas, qué
ocurre cuando un niño o niña parte del sistema de protección integral a la primera
infancia es también hijo/a de una familia que presenta un historial de vulneración hacia
sus otros miembros del grupo familiar, cómo se complementan las intervenciones, cuál es
el rol que en ambas juegan otros organismo o sectores públicos?
Aparece aquí una cuarta tensión, observando que la definición de ambas propuestas
para enfrentar los desafíos país con sectores vulnerables, se producen en paralelo, pero
aparentemente sin ninguna conexión, diálogo o coordinación entre sí. Si bien el Ministerio
de Justicia forma parte del Área de Protección Social del Gobierno, conformada además
por los Ministerios de Educación, Salud, Vivienda, Trabajo, Cultura y Sernam, coordinada
por el Ministerio de Planificación y cuyo objetivo es articular y complementar los
organismos públicos e impulsar servicios de mayor calidad para la atención de la
población más pobre y con riesgo social del país, la conexión entre el sistema de
protección social y dentro de él la protección especializada, aparece confusa para el
propio SENAME y para los otros organismos públicos.
Una de las explicaciones que podría dar cuenta de la dificultad en este diálogo, es la
dependencia administrativa que SENAME tiene del Ministerio de Justicia. Llama la
atención que aún cuando este Ministerio forma parte del Área Social mencionada, no se
haya visualizado por ejemplo, la importancia de fortalecer la propuesta de sistema local
de protección de derechos, que ya venía reflexionándose en este servicio o cómo se
correspondía con un Sistema de Protección a la Primera Infancia, integrando y
complementando desde un inicio, ambas propuestas.
Sin embargo, esta tensión estaría presente más bien en los espacios de gestión
centrales, siendo menor en los espacios de coordinación local. Ya que en el espacio local
la propuesta de Chile Crece Contigo se define principalmente por el trabajo de
coordinación de la red interinstitucional, los actores se ven, se reconocen y trabajan de
manera coordinada, principalmente en los municipios pequeños y medianos, en los
municipios grandes la discusión se ha centrado en quién lidera. En este sentido, se
reconoce un acierto centrar la gestión en el área de salud, ya que es un área con mucha
experiencia, y lo que se está haciendo no es nada nuevo, si no organizado de otra
forma.[13]
Desde SENAME, se observa que esa definición y articulación, debería darse en los
distintos niveles de gestión, a nivel nacional debiera darse una relectura a la política
nacional, viendo como se articula la política especializada y la política universal, existirían
algunos nudos respecto de los organismos encargados de esas definiciones, no han
reflexionado conjuntamente.[14]
Es así como en junio del presente año, se aprobó en el Senado, la creación de una
Subsecretaría de Prevención, la que dependerá del Ministerio del Interior. En su línea
preventiva, este Ministerio diseña e implementa programas psicosociales instalados en
diversos territorios, orientados fundamentalmente a la prevención de violencias, es decir,
la arista desde donde estos programas se instalan está fuertemente relacionada con
prevenir situaciones de violencia en niños, niñas y adolescentes, que por su condición de
vulnerabilidad social podrían llegar a cometer algún delito. La lógica a la base, no es la
protección de derechos si no la prevención de delitos y una vez más la criminalización de
sectores territoriales con más índices y tasa de infracciones a la ley.
A ello se sumaría el desconocimiento de los profesionales del aparto público del enfoque
de derechos y de la protección integral, lo que sumado al prejuicio existente, dificultaría
aún más los accesos equitativos a las políticas de carácter universal, “en los espacios
locales, los propios funcionarios no manejan conceptos como el enfoque de derechos […]
y al no existir una institucionalidad que coordine los temas de infancia a nivel país, nadie
sabe qué es y cómo se traduce”.[16]
Siendo conocedor de esa dificultad, la que se agudiza aún más al momento de integrar
políticas dirigidas a niños, niñas y adolescentes con mayores complejidades sociales, el
Servicio Nacional de Menores, ha establecido una serie de convenios intersectoriales con
diversas instituciones públicas y privadas, cuyo objeto es garantizar el acceso a diversas
prestaciones.
Lo paradójico en este caso, es que aún cuando se ha ratificado una Convención, cuyo
principal objetivo es promover al niño y niña como sujeto de derechos, protegerlo de
cualquier forma de abuso y vulneración, el aparato público no haya podido garantizar el
acceso expedito, oportuno y equitativo a las prestaciones y servicios a aquellos niños,
niñas y adolescentes que por su tipo de vulneración lo requieren con urgencia, obligando
a la generación de convenios específicos entre organismos del Estado que se orientan
precisamente a posibilitar dicho acceso.
En virtud de la Convención de los Derechos del Niño, del Plan Integrado a Favor de la
Infancia y Adolescencia 2001-2010, y de las propuestas del Consejo Asesor de Infancia
2006 cabe la inevitable pregunta respecto a si ¿niños, niñas y adolescentes vulnerados
en sus derechos en condiciones de desigualdad social, debieran o no tener una atención
preferencial en cualquier servicio público, de manera de generar todas las condiciones
que posibiliten la interrupción de la situación de vulneración o es necesario promover la
exigibilidad de acceso a prestaciones a partir de la generación de instrumentos
(convenios) específicos?
Este diagnóstico de poco diálogo entre ambos sectores, sería coincidente con lo
planteado por los organismos que ejecutan política en el espacio local “el comité de
infancia no tiene la mirada de incorporar la participación”.[21]Resulta al menos curioso
que la sociedad civil se defina desde esta posición, la que estaría legitimando que los
espacios de participación debieran otorgarse por el Estado, más que gestionarse
conjuntamente. La escasa participación a la que hacen referencia los organismos de la
sociedad civil, daría cuenta de una relación distante y poco colaborativa, lo que impacta
finalmente en un desconocimiento mutuo; desde el Estado, de la experiencia radicada en
los organismos ejecutores y desde estos hacia las maneras en que se van diseñando,
implementado y monitoreando las políticas públicas.
Así el concepto en red supera el espacio local o territorial para ampliarse también a un
espacio mayor, constituido por la articulación de diversos sectores del aparato público y
privado que realizan acciones hacia un sujeto común o temática. Esta ampliación de
coordinaciones, vínculos y construcciones entre sectores, la denominaremos
intersectorialidad. Como se ha mencionado, el territorio local se constituye en el espacio
en que las políticas públicas se operativizan, para llegar efectivamente a los diversos
usuarios. Sin duda para la instalación de la temática infancia las respuestas son tan
diversas como la diversidad de territorios.
No obstante este objetivo, la red no incorpora entre sus lineamientos el trabajo con los
sectores públicos presentes en el espacio local, la intersectorialidad no se ha instalado
como parte de sus estrategias. Si bien este rol puede competer al municipio y
específicamente en este caso a la OPD de dicha comuna, ya que como revisamos con
anterioridad, es parte de sus dos objetivos generales.
La poca visibilización de la importancia de este tipo de gestión en una entidad que contó
con una importante validación territorial, ha dificultado la instalación de mecanismos que
permitan exigir el ejercicio pleno de derechos por parte de niños y niñas vulnerados, aún
cuando existen las necesidades “hay necesidad de que se genere un piso mínimo, pero
la red […] no es algo que esté presente, la gestión intersectorial no está incorporada”.[22]
Así entonces, desde la coordinación desarrollada por esta oficina comunal, el concepto sí
está incluido como parte de las estrategias a desarrollar, logrando importantes avances
en coordinaciones que se pueden denominar como de “cara a cara, más que acuerdos
locales entre sectores con una formalización determinada”.[25] Se valora la relación de
colaboración mutua, destacando que la generación de acuerdos intersectoriales es un
proceso lento, que requiere de la construcción de vínculos con los representantes de los
sectores, más que exigir el cumplimiento de la integralidad como un principio consignado
en la Convención de los Derechos del Niño "ha sido un proceso lento, de construcción
de vínculos donde hay que generar una alianza con el otro”.[26]
Entre las estrategias desarrolladas para el logro de estas confianzas, se encuentra por
una parte la generación de una institucionalidad en la materia, que da las directrices a
todos lo servicios otorgados por el Municipio respecto de cómo articular las
intervenciones y por otra, la vinculación planificada con interlocutores de los sectores
salud y educación para el establecimiento de metas conjuntas.
Sin embargo, la articulación con los propios programas de la red SENAME, ejecutados
por organismos colaboradores, se visualiza compleja, ello al no existir en las
orientaciones técnicas de los mismos, o más bien en los convenios o contratos
establecidos con ellos, la obligatoriedad de la coordinación intersectorial “privatizar tiene
la consecuencia que si la institución quiere, se vincula”.[27] No existe la obligatoriedad de
coordinarse para la implementación de un sistema local de protección de derechos, al
menos no aparece explícitamente en las orientaciones técnicas de los programas.
Entre los principales aportes que el Sistema de Protección Integral a la Primera Infancia
ha traído consigo, es la promoción de la intersectorialidad, como un fuerte llamado a
coordinar los recursos existentes para garantizar una atención integral a niños y niñas y
el establecimiento de un modelo de gestión que posibilita el monitoreo de las
prestaciones, y servicios públicos destinados a niños y niñas atendidos por el sistema, de
manera de identificar claramente dónde se producen los quiebres del mismo y así
mejorar su aplicabilidad.
Sin duda el impacto que esta nueva forma de hacer política pública puede tener, se debe
a cinco grandes factores, los que sin duda influirán en la manera en que los espacios
locales la implementen (Mideplan, 2006):
Es un Mandato Presidencial
- Existen recursos destinados para su implementación.
- Posee un sistema de monitoreo y un modelo de gestión definido (la intersectorialidad y
el concepto de red aparecen como clave para los resultados de implementación,
definición de resultados; fiscalización, instrumento de evaluación; definición de funciones
específicas dependiendo del ámbito de administración, local, regional o nacional)
- El espacio local y el rol que el mismo ocupa en la instalación de la política son relevados
y difundidos desde el diseño de la política
- El foco de atención es el niño/a y desde ahí su familia
IV. Conclusiones
Remontándose al inicio de este ensayo, la pregunta sobre la que se quiso reflexionar era
¿cuáles son las tensiones que dificultan que la implementación local de las políticas
públicas de infancia garantice el acceso oportuno y equitativo de niños niñas, y
adolescentes vulnerados en sus derechos a las distintas prestaciones y servicios
públicos?
1.- La manera en que las políticas públicas ha asumido a niños, niñas y adolescentes
vulnerados en sus derechos, ha estado marcado por un enfoque que ha criminalizado la
pobreza, contribuyendo con ello a generar políticas especializadas que permiten
visualizar difusamente la forma en que hoy están contenidas en un marco de protección
social más general.
2.- Como parte de este vacío o dificultad en la identificación de los puentes, la Sociedad
Civil que interviene e implementa programas dirigidos a la infancia y adolescencia
vulnerada en sus derechos, dentro de las cuales existen profesionales que conforman los
que algunos autores han llamado pro-derechos (Farías, 2002) se ha visto confundida,
ante el cambio de escenarios y con las expectativas de una respuesta integral, que no
necesariamente se ha dado, en muchas ocasiones debiendo instrumentalizarse frente a
la escasas posibilidades de ejecutar acciones en concordancia con sus misiones
institucionales.
Sin duda dicha institucionalidad requiere ser coherente con un Sistema de Protección
Social que resguarde el ejercicio de derechos y no la prevención de violencias, ya que en
este último caso la acción se orienta a la sanción y no al sujeto. Instalar la coordinación
de programas preventivos en un organismo con un enfoque que puntualice la seguridad,
se inserta en un sistema que tiene a la base la aplicación de estrategias represivas que
han involucionado hacia antiguas prácticas de control de la infancia. Como país, nos
encontramos frente a un claro problema de interpretación, la que como señala García
Méndez se refleja en la utilización en la vieja clave tutelar discrecional, de las
disposiciones y principios de las nuevas leyes de infancia (García Méndez, 2004).
Legislar e implementar política pública, que tenga como fin dar seguridad a la ciudadanía
a través de mecanismo controladores significaría remontarnos 20 años atrás, cuando
niños, niñas y adolescentes eran un grupo social amenazante, decantando en programas
orientados a controlar y no a garantizar equidad, oportunidades y ejercicio de derechos.
Bibliografía
Aranda, Carola y Saavedra, Claudia, La construcción del sujeto: niños, niñas y jóvenes.
La experiencia de la red infanto juvenil de Peñalolén, Santiago, Ponencia para Foro
Social de Trabajo Social y Derechos Humanos, 2006.
Couso, Jaime, “La otra Violencia: poder penal doméstico sobre los niños en el Derecho
chileno”, en Derechos legal y Social Democracia, Buenos Aires, SELA, 2003.
Farías, Ana María, El difícil camino hacia la construcción del niño como sujetos de
derechos, versión resumida de Tesis de Magíster en sociología, Universidad Católica de
Chile, 2002.
FLACSO, Intervención con Familias de extrema pobreza. El trabajo en y con las redes,
Santiago, 2004.
Instituto Interamericano del Niño, Manual de Aplicación del Prototipo de Políticas Públicas
de Infancia Localizadas, 2002.
Larraín, Soledad, Políticas hacia las familias, protección e inclusión social, Comisión
Económica para América Latina y el caribe, 2005.
Pilotti, Francisco, Globalización y Convención sobre los Derechos del Niño: el Contexto
del Texto, CEPAL, 2001.