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La historia detrás de las 95 quejas

de Lutero contra la Iglesia


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Hace cinco siglos el monje clavó en la puerta del templo de Wittenberg un
documento con profundas críticas sobre el poder del catolicismo. Ese papel habría
de cambiar la historia de la humanidad hasta hoy. Esto fue lo que pasó.

La historia detrás de las 95 quejas de Lutero contra la Iglesia


En 1510, cuando a sus 27 años llegó a Roma por primera vez, el monje Martín
Lutero estaba impaciente por conocer la ciudad que consideraba más cercana al
cielo. Devoto, peregrinó por dos meses desde Alemania hasta el corazón de
la Iglesia católica, que lo recibió harapiento, penitente y desgastado, como se
esperaba de un monje sacrificado como él. No podía estar más emocionado. La
metrópoli no se parecía a los pueblos y aldeas que había conocido, y la época era
especial. Miguel Ángel trabajaba en la Capilla Sixtina, Rafael decoraba el
apartamento privado del papa, el Renacimiento campeaba y todo parecía mágico.
Pero el benedictino, un hombre de principios férreos y lógicos, se sintió
abofeteado por la realidad que encontró.

La impronta de San Pedro y los restos de cientos de mártires y santos palidecían


ante la corrupta burocracia de la Iglesia, que operaba como una corporación de
tentáculos económicos y brazo militar. La ciudad, como la describió, “un lugar
espiritual lleno de gente sin espíritu”, vivía en torno a la riqueza generada por la
religión. Lutero sufrió con la hipocresía eclesiástica, que señalaba al dinero como
la raíz de todo mal, pero lo prestaba a interés, lo derrochaba en construcciones,
festines absurdos y caravanas de celebración o pujas de poder contra Venecia.
Para financiarse, el papado de Julio II cobraba por el más mínimo gesto, acta o
permiso, y explotaba descaradamente su monopolio de la salvación. En un
momento en el que la peste acechaba, la muerte rondaba y nadie quería pasar la
eternidad en el purgatorio. Era un negocio sencillo y muy rentable.

Lutero pagó una suma para entrar a las catacumbas de San Calixto, ver los restos
de 46.000 mártires y hasta para comprar una ‘indulgencia’, un pase
comercializado por la Iglesia (gran fuente de sus ingresos) para evitarle al portador
pasar por el purgatorio. Confirmó en carne propia la mercantilización del miedo y
de la fe, y esto lo perturbó.

Regresó destruido y confundido a su monasterio en Erfurt. “Por más que viva


irreprochablemente como un monje, me veo como un pecador lleno de culpa”,
escribió. Trataba de limpiar su alma confesándose por horas cuatro veces al día. Y
justo al borde del quiebre con un Dios que decía odiar, sintió que la providencia le
lanzó un salvavidas. En 1511 su comunidad lo envió al pueblo de Wittenberg,
donde encontró alivio gracias a su superior Johann von Staupitz, quien reconoció
sus virtudes y le encargó enseñar estudios bíblicos en la universidad del pueblo,
recién fundada por un hombre que resultaría clave en su vida: Federico III, el
Sabio, príncipe de Sajonia.

Lutero, obsesivo en lo que asumía, se sumergió en la Biblia. La leyó en latín,


griego, hebreo, y así encontró la revelación que cambió el curso de la historia.
Según interpretó en las escrituras sagradas, la relación entre el hombre y Dios no
requería intermediarios. Ese postulado le dio una paz que jamás había vivido.
“Siento que nací de nuevo”, aseguró, “y que entré por las puertas del cielo”.

Años después, en 1517, en Roma, el papa León X, sucesor de Julio II, había dado
rienda suelta a sus gustos estrafalarios, entre estos la caza de jabalíes salvajes y
fiestas para las que encargaba tortas gigantes de las cuales salían niños. León X
tenía en sus manos el proyecto de construir la basílica de San Pedro y, víctima de
su desperdicio, miró a sus súbditos para llenar las arcas. Reclutó al dominico
Johann Tetzel para mover la fe y vender indulgencias para seres vivos e incluso
para sus familiares muertos. La salvación estaba a la mano de quienes pudieran
comprarla. Y miles lo hicieron.

Muchos académicos atribuyen a Tetzel el primer eslogan publicitario. Lanzó en el


mercado su frase “Tan pronto la moneda suena, sale del purgatorio el alma buena”
y tuvo amplia resonancia. Con el tiempo los efectos se sintieron en Wittenberg.
Los creyentes que pagaban por indulgencias se las mostraban a Lutero para
probarle que ya no necesitaban confesarse, estaban salvados.

Lutero no se cruzó de brazos. Determinado a suscitar una discusión académica, el


31 de octubre de 1517 clavó 95 postulados en latín en la puerta de la iglesia de
Wittenberg. El Cuestionamiento al poder y eficacia de las indulgencias desafiaba
el statu quo del poder papal y denunciaba su avaricia y abusos. Además retaba a
sus emisarios para debatir el concepto de las indulgencias desde las escrituras.
Los escritos desataron un movimiento que superó los alcances de su imaginación,
una reforma tan poderosa que cambió la manera como millones de hombres y
sociedades interactuaron con Dios.

Otros habían intentado cuestionar a la Iglesia, pero no habían contado con la


imprenta de Gutenberg. Como asegura la revista The Economist, las tesis de
Lutero volaron y lograron un efecto similar al que internet y las redes sociales
tuvieron en la Primavera Árabe de 2011, el fenómeno social que estalló en Egipto.
Sin duda, la imprenta fue protagonista, ayudó a propagar los postulados y llevó a
la gente a darse cuenta de que sus quejas eran las de muchos otros. Una vez
traducidos al alemán, sus postulados hicieron de Lutero un fenómeno editorial. Los
muchos otros panfletos que escribió luego, en su toma y dame desafiante con el
papado (algunos de los que acompañaba con ilustraciones para los analfabetas), y
otros que incluso componía en forma musical se consumían como pan caliente.
Como si fuera poco, sostenía que la gente debería poder leer la Biblia en su
idioma vernáculo, y comenzó por traducir el texto sagrado al alemán. Con lo cual,
sin quererlo, consolidó ese idioma como la simiente de esa nacionalidad.

Cuando llegó a Roma, el papa gritó “¡Hereje!” y envió un emisario para aplacar al
disidente. Lutero lo devolvió con el rabo entre las piernas. León X amenazó
entonces con excomulgarlo, una especie de muerte civil en ese punto de la
historia. Si no rectificaba, la Santa Inquisición tendría que pasarlo por la hoguera.
Lutero redobló su apuesta, escribió textos dirigidos a la nobleza alemana, también
cansada del yugo de la Iglesia, y así encendió una nueva realidad política. Poco a
poco se blindó contra el poder de la Iglesia. Cuando el anuncio de su
excomulgación llegó a Wittenberg, Lutero lo quemó en una hoguera en la que
proclamó que debían ir a buscarlo.
Y Federico el Sabio, orgulloso de lo que significaba Lutero para su región, lo
protegió. No solo le salvó la vida en la crucial reunión en Worms, en 1521, en la
que los poderes influyentes de Europa le pidieron rectificar sus posiciones, pero
solo recibieron argumentos que fortalecían su postura. También lo escondió luego
de esta para evitar que la Inquisición lo secuestrara. Roma trató de callarlo, pero
las ideas y su vuelo tomaron aún más fuerza.

Lutero desencadenó una revolución a primera vista imposible, pero luego la odió
visceralmente. Lo único que quería era establecer la relación hombre-Dios, salvar
a la Iglesia, no cambiar la estructura social. Pero los hechos tomaron su propio
impulso, y el mundo cristiano cambió para siempre, mientras el artífice del cambio
pasaba al primer plano de la historia.

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5 COMENTARIOS

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Kanoa25

Excelente artículo, lo impresionante es que después de tanto tiempo, haya tanta gente que siga creyendo
en las mismas mentiras de entonces.

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LorenzoFederico

Pier P. Pasolini nos dió versiones (cinematográficas) del mismo hecho Dios-hombre: "El Evangelio
según San Mateo"= una personalidad revolucionaria, despertador de conciencias en una sociedad
anestesiada y corrompida por sus propios actos; un Cristo líder ideal, capaz de sacrificar su propia vida
con tal de reivindicar la justicia social; en suma la encarnación de la idea de que los valores humanos
están por encima de la esclerotizada prédica de los mandamientos divinos.

Respuestas: 1Publicado: 30/04/2017 12:21 PM

COMENTARIO EN RESPUESTA A LORENZOFEDERICO

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LorenzoFederico

y "salo o los 120 días de sodoma"= en tiempos de connivencia entre el vaticano y el fascismo italiano, el
registro de la impunidad del poder expresado en un caso de sistemática sodomía infligida a la juventud
italiana por parte de una poderosa fracción de la burocarcia: pasolini desvela no solo la perversión sexual
los agentes del estado sino, principalmente, el descarnado abuso del poder político. por debajo del cisma
eclesiástico (la reforma), la precuela "la conexion lutero" (dw tv) ilustra de modo inteligente el quid de la
cuestión= las diferentes formas de abuso de poder en el bunker de la autoridad teocrática: roma. lo de
martín lutero es, antes que otras cosas, un quilombo personal que se salió de madre hace 500 años
debido a la valiente determinación de un atormentado hombre de fe, un teólogo perspicaz, en contra del
absolutismo de la alta jerarquía católica. más que una aporía teológica, lo que la reforma puso en
evidencia son las consecuencias de la estupidez que caracteriza todo exceso de poder institucional (en el
xvi o en el xxi), la falta de previsión (prolepsis) que acarrea el cerril ejercicio vertical de poder aún en
una época en la que la democracia no era, ni de lejos, el sueño de una utopia .

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Camarinro

Por encima de la vergüenza debo de relatar una vivencia propia. Procedo de una familia de profundas
raíces católicas, y hace unos 35 años fui a Roma y entre la compra de souvenirs en las tiendas laterales a
la entrada del vaticano me ofrecieron las idulgencias, compre para mí y cuatro familiares, quedaron de
enviar los diplomas por correo y nunca llegaron a Colombia, menos mal. Cuando comprendí la
ignorancia en que todos estamos sumidos comprendí la manipulación de la Iglesia romana. Ahora se que
católicos somos todos los que creemos en Dios. Apostólicos quienes cumplen con la gran comisión de id
y predicad el evangelio. Pero, romano, solo los que voluntariamente o aún a ciega siguen los postulados
corruptos y particulares de dicha congregación romana. Definitivamente ya sé que solo hay un
intermediario entre Dios y los hombres: Jesucristo

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elquique

Israel-3 te volviste cansón. No has dicho nada que no sepamos. O es que tambien te contagiaste del
mismo discurso de hace decadas? Progresa, madura, di algo productivo o sino callate la boca habladora
de paja.

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