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EL ANGEL NEGRO

Las luces azul y roja están por todas partes tintineando y alertando una horrenda
escena del crimen, de un carro blindado sale Gonzalo Murillo, con un traje de
terciopelo negro, camisa celeste y una corbata que hace juego con el traje, los zapatos
lustrados con betún, brillantes como el sol. Camina sin decir una palabra, se acerca al
macabro hallazgo.

-¿Y bien? ¿Identificamos al cadáver?

El oficial, sabiendo de la autoridad del detective con respeto se dirige a él.

-No señor… el cuerpo parece ser de un niño de entre 3 a 6 años, despedazado en 14


partes iguales, excluyendo su cabeza, por el estado diríamos que estuvo aquí al
menos una semana y las únicas pistas que tenemos son Cuatro letras que forman la
palabra A-M-E-N, encontradas en la cabeza, el pecho y en los hombros derecho e
izquierdo.

-En pocas palabras, ¿tenemos a un psicópata católico libre por las calles?

-No del todo señor, las muertes denunciadas en esta semana no presentan ningún
patrón alguno.

Pensando el detective Gonzalo ve la demacrada cara del pútrido cadáver, al parecer


es un caso especial, sin pistas explicitas ni marcas, ni huellas ni nada que les pueda
ayudar están estancados por el momento; el detective pide que lleven los restos a la
morgue para que lo analicen y saber la identidad del cadáver.

Los policías cumplen con el mandato y poco a poco las unidades se retiran, Murillo,
quedándose aparentemente solo mira en donde estaba la traumática caja, sin
embargo, una pista yacía entre el negro pasto, un pedazo de papel con una nota
inscrita pero ilegible.

- “Quizás sea algún código…tendré que llevarlo”.

Lo deja en un bolsillo cálido de su traje y se retira lentamente, vuelve a revisar la


misteriosa nota, en un lado se encuentra una sobresaliente “C”, pero por el otro un
montón de símbolos desenfocados pareciendo números. Un pensamiento rodo la
cabeza del joven Sherlock, esta noche no acabaría su turno temprano.

Mañana numero 1 después de iniciar la búsqueda de aquel psicópata, las fotos de la


morgue llegaron y sin embargo en la base de nacimientos de Filadelfia no se hallaba
aquel muchacho, es decir, era de otro país.

Pensativo el detective volvió a ver la negra chaqueta que ayer usaba, recordó lo que
parecían ser números inscritos en el papel, lo tomo y con una lupa pudo descifrar lo
más que pudo, tomando nota con pluma y papel obtuvo lo que cree que es unas
coordenadas.
- “38.966114, -77.011126”… Eso queda en Washington DC… veamos si encuentro
alguna pista.

Rápidamente toma su chaqueta y un sombrero gris, agarra sus llaves, cierra su puerta
y lentamente se dirige a su automóvil, en busca de más pistas (…)

La dirección apuntaba a un pequeño departamento en el centro de la ciudad,


considerablemente cerca a la Iglesia, sin saber bien el número de departamentos a la
suerte toco uno al azar, rápidamente un chico, no más de 17 años, delgados, con una
mirada animada y celeste como el mar, cabello despeinado y con una cámara sujetada
por su cuello.

-Detective Gonzalo, de Filadelfia – se presentó de manera formal ante el joven.

-Pues supongo que no vino a tomarse un te verdad?

-No, obviamente, sabes acerca de este joven?

(…)Le muestra la demacrada cabeza del infante ya difunto, el joven sin pizca de tonto
responde con calma.

-No puedo reconocer a este niño y le aseguro que jamás he matado a nadie, es más,
yo me dedico a ser periodista y me causa repudio los asesinos.

Gonzalo sigue la conversación intentando conseguir más información sigue la charla.

-Entonces, solo por curiosidad no le suena los números 16; 18; 08 y 13, verdad?

-Supongo que sí, es un pasaje bíblico, creo que hablaba del miedo a Dios y esas
cosas.

Asombrado el detective sigue interrogando.

-No conoces a alguien que le fascine ese pasaje bíblico?

-Pues si mi memoria no me logra fallar, a mi hermano, recuerdo, claro como el agua, a


un joven creyente que le encanta ese párrafo, no paraba de hablar de este y como
Dios era tan imponente, el pobre fue abandonado por su madre y dejado a mi cuidado,
lo crie como un hijo, sin embargo… al cumplir los 23 años se fue sin decir nada,
jurando que él se asemejaría a Dios.

El detective fascinado por el enorme descubrimiento saco su libreta y siguió la charla.

- ¿Y puede recordar el nombre del joven?

-Lo siento, mi memoria hasta ahí llega, aunque recuerdo las tres primeras palabras….C-H-R…

Lo apunta con una rapidez enorme, agradece la información y se retira del lugar, con
la frente en alto pide un taxi para tener un hospedaje, necesitaba unir todas las piezas,
necesitaba acabar con ese infierno, necesitaba que las atormentadas almas de las
victimas puedan descansar en paz y poner a ese desgraciado tras las rejas.

-Ojalá lo pudiese recordar, ojalá el me recuerde, ojalá no sea lo que pienso ahora.
En eso una segunda figura, tan negra como la primera entra cual fantasma y en
silencio absoluto, y con un certero corte en la yugular, el joven periodista se desangra
y lo último que sus ojos alcanzan a ver es a su hijo, su hijo prodigo, aquel que con
frialdad acabo con su vida.

Apenas había podía asimilarlo, un nuevo asesinato, justo después de salir de la


iglesia, juraría que no vio a nadie a su salida, el pastor presentaba un corte en la
yugular, quiere decir que su muerte fue rápida, pero… algo más se encontró, en vez
de los ojos, ese maniático los cambio por un par de bolas con números inscritos, pude
descifrarlos, pero fue en vano, los números daban a las letras que el padre ya me
había proporcionado.

El desgraciado estaba jugando conmigo, con mi propia cordura, como logro ingresar
sin que yo o las mismísimas cámaras lo detectaran, ¿cómo supo que recurrirá a el?

-No puede ser verdad, no tiene sentido alguno.

Vuelve a revisar las dos cámaras de seguridad, estas decepcionan al detective, no


muestran a nadie que haya entrado después de que el se retirara, solo se muestra, un
par de horas después como la interior parpadea y se apaga por 15 segundos, después
se ve la imagen del pastor degollado y con bolas en vez de ojos.

-Tendré… tendré que verificarlo más tarde.

No sabía por dónde seguir, Las letras no creo que ayudarían por ahora, ¿no se puede
decir mucho de un “CRH” verdad? Quizás las familias del difunto puedan ayudarme a
saber de quién me hablaba, sería lo más recomendable con lo poco que tengo, pedí a
mi equipo que me dieran la dirección de la familia del cura lo más rápido posible, se
tardaron más de lo esperado, pero me lograron dar la información.

Mientras me acercaba a mi destino, pude pensar con más tranquilidad, ese chico era
muy parecido a mí en mi juventud, no me refiero en apariencia física, si no, en el
entusiasmo de resolver enigmas y darle un cierre a las personas que necesitaban
ayuda, amo mi trabajo, no por ver gente enferma tras las rejas, eso lo puedo ver sin
necesidad de una placa o un documento, si no, por el ayudar a las familias o personas
afligidas debido a un misterio que pudo afectar a un ser querido.

Sé cómo se siente, se la desesperación de que tu hermano, amigo, padre … madre;


estén desaparecidos o algo peor, yo mismo experimente eso, yo mismo perdí a mi
madre, yo mismo descubrí su terrible paradero; sin embargo, jamás atraparon a un
sospechoso, su muerte se mantuvo como un misterio, uno que el tiempo mismo lo
entierra y jamás vea la luz, y que ese psicópata, al que los demás apodan como “El
Ángel Negro”, se lleve a tantas personas que tenían gente que les quería, familias y
amigos, que tenían sueños y esperanza, y al final quede archivado como “sin
resolver”. Solo de pensarlo me hierve la sangre y más si es que se cree tan listo que
me hace jugar al juego del gato y el ratón.

Una casa a la lejanía me saco de mis pensamientos, era gris en todos los sentidos,
mal pintada, con la fachada queriendo desmoronarse y prácticamente existiendo en la
nada. Me acerqué, pero algo andaba mal, vi a un equipo de la ley revisando la casa,
siguiendo avanzando vi que se llevaban un par de bolsas negras, bolsas del tamaño
de un padre y una madre. Rápidamente, como si de un instinto se trataba, me bajé
rápidamente y me dirigí a uno de ellos.

- ¡Esperen, esperen! … Que sucedió?

-A un lado señor, no puede entrar en la escena del crimen- me dijo el oficial con
autoridad, como cuando yo quería apartar a cualquiera que quería solo tomar fotos del
acontecimiento.

-Soy el detective Gonzalo y estoy en un caso que tiene relación con esta casa y sus
habitantes así que dígame que sucedió.

-Pues Algún maniático asesino a todo lo vivo en esta residencia, ni su mascota pudo
salvarse, la madre fue encontrada en la bañera con su lengua tapando su tina llena de
sangre y mugre, el padre, colgado desde el techo con claros indicios de tortura en las
muñecas y las tripas desparramadas en el suelo, por último el pequeño, suponemos
que sufrió poco, solo lo encontramos con unas cintas adhesivas en los ojos y
asesinado por un corte limpio en el cuello.

No sabía que responder, él sabía que vendría aquí, pero ¿cómo?, me estuvo vigilando
eso es seguro. Otra vez volví al inicio, sin información alguna, solo un par de letras en
el mar de incertidumbre. Escéptico entre a la ascienda, la imagen era más turbia de lo
que describieron, toda la casa estaba teñida de rojo, olores pútridos atacaban a diestra
y siniestra a mi nariz, no me atrevo a ver los cadáveres por miedo a lo que ese
maniático pudo haber hecho; sin embargo, a pesar del horrible olor, hubo algo que lo
aparato de todo, una puerta, semiabierta, incitándolo a entrar como si el fuese un niño
de preescolar, no sabía qué hacer, si seguir la tentación, o rehusarse y empezar de
nuevo; a pesar de todo, las piernas y el cuerpo, como si no fuesen suyos se acercaron
a la tentadora habitación, al abrirla, lentamente, vio como en una pared llena de
sangre se divisaba una palabra legible, “IST”.

Viendo fijamente la pared, como si fuese hablarle, pudo entender de quien se trataba
el asesino, salió como alma que lleva el diablo hacia su camioneta, arranco sin dar
explicaciones y con una sonrisa de oreja a oreja se dirigió a su “despacho provicional2
en el hotel, Ya sabía lo que sucedía, pudo dar con el Asesino.

-Christopher G… - Dijo de manera calmada, pero se rompió con una risa maniática y
desenfrenada, no podía creerlo, el principal sospechoso del secuestro y asesinato de
su madre, era el, no tenía duda.

Ese desgraciado estuvo jugando con el todo el tiempo, compro a ese informante, uso
al chico como carnada, el lo atrapo en su juego, pero logró zafarse, ahora el estará
tras las rejas, como debió de ser hace 34 años. (…)

-Y es así como pude atrapar a uno de los asesinos seriales más peligrosos del país,
¿alguna pregunta más?

-En primera, sabe en donde esta señor?


-Que pregunta es esa? – dice el “detective” de manera sarcástica – obviamente en una
entrevista por el asombroso misterio que le pude dar fin.

-No, no es así, está en la sala de psicopatía de la comisaria (…) y por lo visto… por fin
logro admitir todo lo que hizo en estos dos meses señor Christopher Gonzalo Murillo.

-Esperen, yo no hice eso, fue un potente asesino, ¡lo juro!

Pero lo que el joven policía era cierto, nunca hubo un ángel negro, nunca hubo ningún
caso que el hombre pudo resolver, todo fue obra suya, con sus propias manos, Los
asesinatos, la sangre, las masacres, todo fue cosa suya.

Llamaron a los guardias y con una camisa de fuerza lo apresaron en una habitación
acolchonada, por el pasillo, sus clemencias se ven opacadas por la bulla de los demás
pacientes; dementes, psicópatas y sociópatas, enfermos y sin cordura yacen en pena,
adentro de la cárcel, “Black Angel Asylum”.

INTEGRANTES:

Cesar Huaman Briceño

Yordan Gutiérrez Gordillo

Carlos Palacios Castillo

(Autor del texto corto) Edson Antonio Quiros Arroyo Vera.

4º “C”

Obra basada en casos policiales reales y adaptados a cuento corto debido a limitaciones de la
tarea :).

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