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F. M. CORNFORD ANTES Y DESPUES DE SOCRATES El presente volumen esta constituido por tres brillantes en- sayos del profesor Cornford sobre e] pensamiento heleno y ‘su actitud:ante la vida: “Antes y después de Sécrates”, ‘Las religiones mistéricas y la filosofia presocrdtica’ y “Las es- cuelas filos6ficas de Atenas”. En el que da titulo al libro ex- plica-el autor por qué la vida y la obra de Sécrates sobresa- len como un momento crucial en !a@ historia del pensa- miento. Muestra cémo Sécrates revolucioné el concepte de filosoffa, transformdndola de estudio de la Naturaleza en es- tudio del alma humana, y el significads del bien y del mal, asi come los fines para los que debemes vivir, Esta es, de he- cho. la historia de toda la época creativa de la filosofia griega: la ciencia jénica presocratica de ia Naturaleza, la figura del propio Sécrates, y sus principales seguidores, Platén y su discipulo Aristételes. F. M. CORNFORD ANTES Y DESPUES DE SOCRATES Traducelén de ANTONIO PEREZ-RAMOS EDITORIAL ARIEL BARCELONA - CARACAS - MEXICO Titulo original: BEFORE AND AFTER SOCRATES Cambridge University Press, Londres Los capitulos “Mistery Religions and pre-Socratic Philosophy” y “The Athenian Philosophical Schools” proceden de la Cambridge Ancient History, vols. [V (1926) y VI (1927), Tespectivamente Cubierta: Josep Navas 17 edicién: agosto de 1980 © 1926, 1927 y 1972: Cambridge University Press, Londres © 1980 de la eraduccién castellana para Espaiia y América: Ariel, $, A., Tambor del Bruch. s/n - Sant Joan Despi (Barcelona) Depdsito legal: B. 7.191 - 1980 ISBN: 84 344 08104 Empreso en Espafia 1980. — L G, Seix y Barral Hnos., 5. A. Carretera de Cornell, 134, Esplugues de Llobregat (Barcelona) En memoria de GoLpsworTHy Lowss Dickinson PREFACIO El estudioso de cualquier campo del conocimiento a quien se in- vita a exponer, ante un priblico no perito y en un lapso de cuatro ho- ras, ta esencia y ef fruto de sus estudios * hard bien en someterse a la disciplina implicada en tal propdsito, Sabe bien que el especialista Jfruncirg el cetto al ofr algunas de sus afirmaciones, por estimartas cuestionables en sui contemdo y dogmidticas en su empaque, a la vex que sevialard la omisién de multitud de extremos para los que fue imposible hallar espacio. Sin embargo, no dejard de aprovecharle ef Silenciar tales criticas y buscar en lo expruesto el desarrollo capital, al que tan a menudo oscurece la masa de los detalles. Estaba claro que hablamas de tomar a Sécrates como ta figura central del periode que se me ha encomendado, y que mi cometido era el de sacar a tux et significado de su conversién filosdfica desde el estudio de la Natu- taleza al estudio de la vida humana, He tratado, en consecuencia, de mostrar por qué la primitiva ciencia jonia no legs a satisfacer a Sécrates, y he contemplado tos sistemas de Platn y Aristételes como intentas de Uevar a ta interpretacién del casmos las consecuencias del descubrimiento socrdtico, Por to que tespecta a éste, to he com- prendido mejor gracias a la obra de Henri Bergson Les deux 1. Las cuatro conferencias que este libro contiene fueron pronunda- das como parte de un curso sebre Filosofia Griega en el Summer Meeting organizado por el Board of Extra-Mural Studies en Cambridge en agosto de i932. E] tema escogide para las sesiones fue el de la contribucion de la Grecia antigua a la vida moderna. [E) autor se refiere alo que aqui consti- tuyen tos cuatro primeros capftulos, que en la edicién original inglesa aparecieron como un libro independiente bajo el stulo Before and after Socrates, Cambridge University Press, Londres, 1972. A la presente edicion espafiola se han aftadido otros dos ensayos del autor relacionados con el tema (capitulos V y V1) y que originariamente formaban parte, respectiva- mente, de los volismenes IV y VI de la Cambridge Ancient History, N. del Ed.] 1 sources de la morale et de la religion, que cayé.en mis manos cuando componta estas conferencias. Antes de pronunciar la dltima, lego a mf la noticia de la muerte de Goldsworthy Lowes Dickinson, ef docto y melijlue huma- nista que tan justamente escogido fue para inaugurar el presente es tudto de la contribucién de Grecia a ta vida moderna. Ningtin eru- dito inglés ha mostrado mejor que él, en su persona incluso mds que en sus escritos, cOmo, en un mundo que a veces semeja olvidar mds de lo que ha aprendido desde la desaparicion de Atenas, el espirity de Sécrates puede revivir, F.M.G. Agosto 1932, CAPITULOI LA CIENCIA JONIA ANTES DE SOCRATES En el curso de estas conferencias me ha correspondido versar sobre el periodo creativo de la filosofia helena en str integridad, esto es, ef correspondiente a la ciencia jonia de ja Naturaleza anterior a Sécrates, a Sécrates mismo y a sus principales seguidores, Platén y Aristételes su discipulo. Es obvio que no me serd posible trazar ni siquiera un resu- mido bosquejo de la historia del pensamiento en un pe- tiodo que se extiende por cerca de tres centurias, la sexta, la quinta y la cuarta previas a nuestra era. Por tanto, solo trataré de explicar por qué la vida y la obra de Sdcrates se yerguen como jalones de la crisis central o pivote de tal his- toria. Asi hablamos de los presocraticos, a continuacién de Sécrates y por ultimo de la filosofia socratica elaborada por Platén y Aristételes. ¢Por qué se emplea el nombre de Scrates para designar tanto a la filosofia que le precedié como a la que encontramos tras él? En uno de sus didlogos hace Platén que sea el mismo Sdécrates quien describa la revolucién del pensamiento a la gue él habia dado origen, o sea, como desvi6 Ia filosofia desde el estudio de Ia Naturaleza externa al estudio del hombre y de los propésitos de la accion de éste en la co- munidad. En el Fedén, la conversa que: pueden cc comenzar y_ pasar revista a las exp! Caciones Giie se han ofrecido para dar razén del devenir y perecer ‘de las cosas transitorias. Gonsideremos el nucleo de tan famoso pasaje. Sécrates comienza diciendd que, en su juventud, se ha- bia sentido ganoso de saber cémo los fildsofos, whabian,ex- plicadg 2.e! ori ‘orbe y de los seres vivos. Mas pronto abandono esa dé 1a Natiraleza por no quedar satis- fecho con las explicaciones o razones que la tal ofrecia. Al- gunos, por ejemplo, habian hallado el origen de la vida en un proceso de fermentacién desencadenado por Ia accién del calor y del frio. Sécrates estimaba que tal explica- cién no le hacia mas sabio, de lo que concluyé que carecia de disposiciones naturales para tal suerte de indagacién. De este pasaje podemos inferir por qué estaba insatisfe- cho. En aquella ciencia primitiva un evento fisico se esti- maba “explicado” cuando, por decirle asi, se le habia re- ducido a sus partes o bien se te habia descrito en términos de otros acontecimientos fisicos que le precedian o que le componian. Asi tal explicacién ofrece un cuadro mas'deta- llado de cémo tal evento acontecid; pero no nos dice, pen- saba Sécrates, por gué. El tipo de razén que Socrates de- seaba era el de la razon por qué. Sécrates oyé entonces a alguien que lefa en voz alta ‘un libro compuesto por Anaxdgoras, el filasofe amigo de Pe- ricles, en el que se afirmaba que el orbe habia sido orde- nado por una Inteligencia. Y esto acrecenté sobremanera sus esperanzas, pues que una Inteligencia que ordenase to- dos los seres habia de disponerlos, tal pensaba él, “paralo mejor”. Confiaba de esta suerte en que Anaxagoras expli- caria el orden universal como el resultado de un plan y no el fruto de una ciega necesidad mecdnica. Asi la razén de ese orden se hallaria, no en un estadio previo de los seres del cual éste hubiera surgido, sino en algun fin o propésito al que pudiera mostrarse que el tal servia. Eran las explica- ciones de esta indole las que le parecian a Sécrates inteligi- bles y satisfactorias. Asi por ejemplo? ¢por qué se hallaba 1 en aquel momento en prision, aguardando la muerte? Por cierto que ‘no porque los musculos de su cuerpo estu- viesen contraidos de tal manera que le hubieran transpor- tado alli y le hubiesen colocado en postura sedente, sino 10 porque.su es iritu babii mgjorcl_someterse.a Ja. sentencia del eribun 2 Att Con todo, al leer a Ana~ STpos Halls SOE G que ue la accion de tal Inteligencia se limitaba a comenzar el movimiento en el espacio; para lo demas Anaxagoras volvia a recurrir a las usuales causas mecinicas, En, su sistema, no se le asignaba al universo nin- at ‘opésito_de que és abie cumplir. Pues 5 ien, Socrates tomaria el camino alli donde A ae ras lo habia dejado; abandoné hallar un ib it "De esta suerte halfaremos que el Socrates que nos pin- tan Jenofonte y Platén no dialoga s sobre la Naturaleza, sino i Platon nos ha descrito aqui algo de importancia mucho mayor que lo que pudiese ser un momento critico en la vida del individuo Sécrates, En efecto, no sdlo era éste, elto del “mundo tonces los ojos dé la Hi- ‘Tes6tia Habian ntemplado Jo externo para encontrar una explicacién razonable del cambiante espectaculo de la.Na- turaleza en torno. Su mirada se dirije ahora a otro campo —al orden y los propésitos de la vida humana— y al centro de éste, a saber, fa naturaleza del alma individual. La filo- sofia presocrdtica comienza, como trataré de mostrar, con el descubrimiento de la Naturaleza; !a filosofia de Sécrates comienza_con el _descubrimiento del alma Rimana — Hallo la vida dé aquél su mids 3 apropiado Tema en ia ins- cripci6n délfica del “conécete a ti mismo”. Nos pregunta- mos ahora: ¢como fue que, precisamente en ese momento y lugar, el hombre descubre en si un problema de impor- tancia mds urgente que el del desentrafiamiento de la Na- turaleza externa? Estimarfamos tal vez que la filosofia po- dia haber principiado en casa, es decir, en ef entendi- miento de que el alma del humano y el significado de su il vida revestian para él importancia mayor que no la historia natural de las cosas inertes. Asi pues, ¢por qué estudié el hombre Ja Naturaleza en lugar primero y olvidé de cono- cerse a si mismo hasta que Sécrates proclamé tal necesidad como su capital preocupacién? Para hallar respuesta a este interrogante nos es menester ahora considerar la antigua ciencia jonica de la Naturaleza, su caracter y come se ori- gind. Llamase “jénica” a esta ciencia porque fue inaugurada por Tales y sus sucesores de Mileto, una de fas colonias jo- nias situadas en la costa de Asia Menor. Se concede en ge- neral que con é] algo nuevo, lo que ahora apeliidamos ciencia occidental, aparecié en el mundo, o sea, Ja ciencia como comuinmente se define: la busqueda del saber por el saber y no por el uso practico al que éste pudiera servir. Tales de Mileto, en sus viajes por Oriente, hallé que los egipcios detentaban ya algunas reglas aproximadas de agrimensura. Todos los afios la inundacién del Nilo bo- rraba los mojones y los campos de fos agricultores tenian que ser delimitados de nuevo. Los egipcios poseian un métode para caicular dreas rectangulares y resolver asi su problema practico. El inquisitivo griego no sentia interés en delimitar los agros. Lo que éi advirtié fue que ese método podia desgajarse de aquei su propésito particular y generalizarse en un método que permitiese calcular su- perficies de cualquier forma. De esta suerte, las reglas de la agrimensura se convirtieron en [a ciencia de la geometria. El problema —algo que es menester hacer—cedié el puesto al teorema —algo que es menester contemplar—. La razén hallé un nuevo gozo en saber que los angulos de la base de un tridngulo isosceles son siempre iguales y por qué ello ha de ser asi. El perito topdlogo hace atin uso de tal regia al construir sus mapas; el filésofo se contenta con deleitarse en ella porque expresa una verdad. De similar manera los helenos trocaron el arte de ka as- trologia en la ciencia de la astronomia. Los sacerdotes de Babilonia ya habian registrado ef movimiento de tos astros 12 } desde hacia centurias con el fin de predecir aconteceres hu- manos que las estrellas pretendidamente gobernaban. Los griegos se hicicron con el fruto de esa observacion y Tales de Mileto predijo un eclipse acaecido en Asia Menor en el afio 585 a. de G, Lo que dejaron a un lado fue el edificio integro de supersticiones astrolégicas que hasta entonces habian brindado el motivo practico para observar los cie- los. Apenas si existe traza de astrologia en el pensamiento heleno antes de la fusion del Occidente y del Oriente que siguid a las conquistas de Alejandro. La aparicién de la ciencia significo, pues, que la inteli- gencia se torn desinteresada y se sindé libre para empren- der su singladura por mares del pensamiento extrafios a las afios, vislumbramos las cosmologias milesias como la al- borada o Ia nifiez de la ciencia. Es aqui donde comienzan Tas historias de Ia filosofia, was conceder algunas observa- ciones a la edad primitiva de la mitologfa y la supersticién. No obstante, para servir a nuestro propdsito de apreciar Ja revoluci6n socratica del pensamiento, nos sera util consi- derar aquel momento primero de la ciencia desde el otro lado, esto es, desde el lado que esté mas lejos de nosotros. Si nos fuese factible considerar el desarrollo del género hu- mano en su integridad, estos ultimos veinticinco siglos de ciencia transcurridos desde los dias de Tales de Mileto hasta los nuestros propios aparecerian en proporcién .y perspectiva muy diferentes. Veriamos entonces a la filoso- fia como el mas grande de los logros humanos. La especu- lacién presocratica cesaria de parecernos rudimentaria ¢ infantil para erguirse como la época culminante de un de- sarrollo que cubre muchas mas edades de las que ha regis- trado la Historia. Me referi antes a tal época como a la del descubri- miento de la Naturaleza: he aqui una expresi6n que es me- 18 nester explicar. Designo con ella ei descubrimiento de que el mundo circundante en su integridad, mundo del que nuestros sentidos nos ofrecen el conocimiento, es pura- mente natural y fo en parte natural y en parte supranatu- ral. Asi, la ciencia comienza cuando se entiende que el uni- verso es un todo natural que posee sus modos de accién in- mutables, 0 sea, modps que la razon humana puede averi- guar, pero que se hallan fuera del control ejercido por la accién del hombre. Arribar a tal perspectiva constituyé un logro muy grande, cuya magnitud podremos medir si re- trotraemos nuestra reflextén a ciertos aspectos propios de las épocas precientificas. Los tales son: 1) la separacién del yo con respecto al objeto externo, esto es, el descubri- miento del objeto; 2) la ocupacién de la inteligencia con las necesidades practicas de la accién al manipular él ob- jeto; 3) la creencia en poderes sobrenaturales e invisibles que se encuentran en o tras el objeto que se pretende mani- pular. 1) Gon respecto al primer punto —la separacién del yo y del objeto~— diremos que, si es verdad que el individuo si- gue siendo un compendio en miniatura de la historia de la especie, entonces se trata aqui de algo que se pierde muy lejos en las etapas del desarrollo humano. En efecto, el nifio es solipsista tan s6lo durante las primeras semanas de su existencia, cuando da por seguro que su entorno no es sino una parte de si, Esta filosofia infantil, sin embargo, se pone pronto en cuestion merced a la duda; en efecto, hay algo que falla: el alimento no aparece como la respuesta inmediata al estimulo del hambre. El infante Horara de ra- bia y de zozobra. Tendra que afirmarse a si mismo para ha- cer que el entorno se comporte como él desea. El sueiio so- lipsista queda pronto destruido y en un mes o dos ya sera consciente de que, ademas de si, existen otras cosas que es menester adular o engafiar. El nifio (tal dicen las ayas) “‘co- mienza a darse cuenta de las cosas’, 0 (tal dice Virgilio) co- taienza a “reconocer a su madre con una sonrisa”. De esta suerte, el abismo que separa el yo y el mundo exterior em- 14 pieza a abrirse. Esta creencia naciente en Ja existencia independiente de los objetos exteriores constituye el cimiento de la filosofia del sentido comin, impuesta en el nijie con la derrota del solipsismo ingenuo. En el desarrollo del género humano el descubrimiento de que existen cosas situadas fuera del yo tiene que situarse, como apunté arriba, en un pasado muy remoto. Con todo, es preciso distinguir entre efectuar tal descubrimiento y dar en la idea de que esos objetos exter- hos poseen una naturaleza que les es propia, extraiia a la del hombre y carente tanto de simpatia como de hostilidad para con sus temores y deseos. Hubo de transcurrir un lapso de tiempo sumamente largo antes de que la frontera que separa el yo y el objeto se trazase precisamente alli donde la ciencia la coloca, desgajando del todo al objeto. 2) La razén de ello reside en el hecho de que la inteli- gencia permanece, durante todo este periodo, inmersa en los intereses de la accién y carece del ‘ocio preciso para la reflexion desinteresada, Este es el segundo rasgo de la edad precientifica. En el hombre, al igual que en los animales superiores, el uso primario de la inteligencia fue el idear medios para llevar a términe aquelios fines practicos que no es factible lograr de manera inmediata. Si se le ofrece un pldtano a un simio, éste lo tomara y empezara a co- merlo; no hay aqui lugar para fa reflexion. Pero si se cuelga el placano fuera de su alcance, la acci6n se detiene. Sera menester emplazar Ja inteligencia en ayuda del deseo frustrado; esto es, se hard una pausa antes de que la accion se reanude. Una vez que hemos observado Ia accin consi- guiente, entonces colmamos el espacio de esa pausa con una elemental cadena de razonamiento. Asi imaginamos que el mono ha razonado de esta suerte: “¢cémo puedo hacerme con ese plétano? Aqui hay cajas. Si las pongo una encima de otra podré aicanzarlo”. De seguro que no sabe- mos qué ha sucedido en el cerebro de! simio. Pero el hom- bre, eso si lo sabemos, ha usado su inteligencia para vencer los obstdculos inusuales que se ponen a su acci6n y, me- 15 diante la invencién de hertamientas y ttiles de todas clases, ha ampliado sus poderes naturales por medios naturales, y los sigue ampliando. De esta suerte yen todo tiempo, la in- teli; de la accion; y nuestra con: jetura es que én un princpio sirvié con exclusividad a tales poderes. La limitacion de ja inteligencia a las cosas que merecen su atencién en razén de que se resuelven en algun fin prac- tico es atin hoy caracteristica de los primitivos. Bronislaw Malinowski ' escribe acerca de los melanesios lo que sigue: El mundo exterior les interesa tan sdlo en la medida en que es productor de cosas tiles. La utilidad, por supuesto, ha de entenderse aqui en su sentido més amplic, in- cluyenda no sélo lo que el hombre puede consumir como alimento, sino. todo lo que estimula sus actividades hidicas, rituales, guerreras o artisticas. Todas esas cosas revestidas de interés sobresalen en la mente del salvaje como unidades aisladas y desgajadas de un indiferenciado telén de fondo. Cuando yo evolucionaba. con los nativos en alguno de sus medios naturales —nave- gando en la mar, caminando en la playa o a través de la jungla o contemplando el cielo estrellado— me impresio- naba a menudo su tendencia a aislar los pocos objeros para . ellos importantes y a tratar lo demas como mero decorado. Asi por ejemplo, en la selva una planta o un drbol llama- ban mi atencién, y al requerir informacién sobre ellos, su respuesta era: “‘Bah, no es nada mds que ‘un arbusto””. Un insecto un ave que no desempefien ningim papel en la tradicién o en Ja cocina serén despachados diciendo que “son sdlo alimafias que vuelan” (maune wala}. Mas si; por el comtrario, es el caso que el objeto en cuestin les sea iti] de una u otra manera, entonces le darén un nombre, detalla- ran Jas referencias a sus empleos y propiedades y, de esta suerte, tal entidad quedara claramente individualizada [...]. En todos los campos existe la tendencia a aislar aquello que i. C.K Ggdeny I. A. Richards, The Meaning of Meaning (1980), Su- plemento 1, p. 883 (hay tad. cast: Paidés, Buenos Aires). 16 de alguna manera se rélaciona con el hombre —emotiva, ri- tualmente='y a colocar todo lo demds en un indiscrimi- nado montén. 8) En el principio, pues, el- campo propio al pensa- miento estaba limitado por los imperiosos limites de la ac- cion. La atencién prestada a las cosas externas se prodi- gaba en proporcién a las actividades de los humanos. Las tales no interesaban por si mismas, sino como objetos con los que se puede hacer algo, o bien como detentadores de influencia sobre nosotros, Considerémeslos ahora en esa su segunda capacidad, o sea, como agentes. Volvamos a nuestro ejemplo del simio que se detiene en su frustrado deseo por agarrar el platano. En el inter- valo de su acci6n suspensa nos es dable imaginar que re- siente a aquellas cosas que hacen frente a su deseo como detentadoras de una voluntad propia, experiencia de so- bras conocida en la sociedad de los otros monos, sus her- manos. Existen, pues, resistencias que es menester vencer, poderes que su propio poder ha de burlar. ¥ cuando ad- vierte que las cajas le ayudaran a conseguir su fin, sentira que no es el orbe todo el que esta contra él: en efecto, exis- ten seres con intenciones benévolas que simpatizan con sus deseos y favorecen su realizacién. Esas intenciones benéfi- cas o dafiinas, esas invisibles fuerzas que impulsan o entra- ban la accién vienen a ser fragmentarios elementos de per- sonalidad. Los tales constituyen la materia prima con la que el hombre, al comenzar a reflexionar, construyé el mundo sobrenatural. Asi en la religion romana encontra- mos ttamina sin cuento, esto es, poderes cuyo contenido viene expreso en nombres abstractos 0 somine: Janua, por ejemplo, no es un dios perfectamente personal que presida las puertas, sino, sencillamente, el espiritu de la “puertez”, concebido come un poder presente en todas las puertas, el cual puede ser favorable o malefico al que por ellas tran- sita, De estos numia elementales parte una escala que com- prende espiritus de. varias clases hasta llegar al dios ve completamente antropomoérfico, como los celicolas de Homero. Al principio, esos fragmentarios elementos de persona- Hdad residfan solamente en las cosas. En un sentido, los ta- les eran proyectados desde el yo humano hasta el objeto; imas no habremos de creer que son la creacién de una teo- tia consciente. A guisa de estadistica posterior, diremos que el hombre primitivo no invent6 su religién a la huelia de una concepcién “animista” o incluso “preanimista”’. Al supuesto de que las cosas benéficas o dafiinas detentan una voluntad de favorecer o Fesionar se arriba de forma tan poco refleja como la del nifio que la emprende a puntapiés con una puerta que le ha pillado el dedo o el jugador que maldice su bastén de golf porque éste ha fallado el golpe. } Si nuestro caballero fuese légico, no dejaria de implorar a f sus bastones de golf antes de comenzar la partida; o bien le : Oirfames murmurar algin conjuro para que éstos golpea- “ran la pelota con justeza. Pues bien, estos elementos proyectados de la personalidad constituyen los objetos propios del arte de la magia. Los tales son “sobrenatura- les’” en el sentido de que su comportamiente no ¢s ni cal- culable ni regular; no se puede saber con certeza de qué manera actuardn, de la misma forma de que se estd seguro que el contacto de una lama quemaré Ja mano. La magia comprende toda una coleccién de practicas destinadas a dominar de alguna manera esas fuerzas sobrenaturales. Y, obviamente, si éstas han de ser controladas, cuanto mas se- pamos de ellas mejor. La mitologia ministra a esta necesi- dad inventando una historia de lo sobrenatural con el fin de fijar esos paderes invisibles en una forma mas definida y de dotarfos de una substancia mas concreta. Los iales se desgajan de los ebjetos en los que en un principio residian. y se resuelven en personas completas, De esta suerte, la ma- gia y la mitologia ocupan la inmensa region exterior de lo desconocido y limitan el pequefio campo del saber factico comun. Lo sobrenatural reside en cualquier parte situada en o allende 1o natural; y el conocimiento de lo sobrenatu- 18 ral, que el humano cree detentar, puesto que no le viene de una experiencia directa y ordinaria, semeja ser conoti- miento de indole diversa y superior. El tal constituye una revelacin que es sdlo accesible al hombre inspirado o {como.decian los helenos) “divine”, esto es, al mago y al sacerdote, al vidente y al poeta. Ast pues, la aparicién de la ciencia esta sefialada en Grecia por la tacita negacién de esa distincién entre dos érdenes de conocimiento, revelacién y experiencia, y, a la vez, entre los dos tipos de vida a ellos correspondientes, el sobrenatural y el natural. Los cosmélogos jonios suponen (sin que ni siquiera sientan la necesidad de afirmarlo-asi) que todo ej universo es algo natural y que, potencialmente, se encuentra al alcance de-un conocimiento tan ordinario y racional como puede ser el que nosotros detentamos sobre el hecho de que el fuego quema y el agua ahoga. A esto me refiero yo con la expresién “el descubrimiento de la Natu- raleza’’. Asi la conicepcién de ésta sé amplia hasta incorpo- tar en ella todo cuanto habia constituido el dominio de lo sobrenatural, que, en la forma en que la mizologia lo habia conformado, sencillamente desaparece, Todo cuanto ver- daderamente existe es natural. ‘Tal vez ya se han aducido suficientes razones para justi- ficar la afirmacién de que el descubrimiento de la Natura- leza fue uno de los mayores logros del cerebro dei hombre. ¥ como otras grandes empresas, fue ésta la realizacién de unos pocos individuos excepcionalmente dotados. ¢Por qué fueron éstos precisamente griegos jonios del siglo v? Las ciudades helenas del Asia Menor halldbanse enton- ces en el cenit de la civilizacién occidental, En ellas vivian individuos que habian abandonado las practicas magicas que nunca habrian de extinguirse entre el campesinado. A la vez, habian dejado atrds a la religion olimpica de Ho- mero. Merced a los poetas, la tendencia antropomérfica del mito habia ido demasiado lejos. La imaginacién He- lena era quizds tinica por su claridad visual, superando con mucho a la romana a este respecto. Los poderes sobrena- 19 turales habian tomado formas humanas tan concretas y tan bien definidas que a un griego le era posible reconocer a un dios con sdlo verlo. Asi, cuando el alto y barbudo Ber- nabé y el incansable y elocuente Pablo arribaron a Listra, los habitantes del lugar los identificaron de inmediato como Zeus y Hermes, Era, pues, inevitable que, cuando los dioses ya se hubieron trocado completamente en personas, algunos escépticos se negaran a creer que una tormenta acaecida en Asia Menor se debiera realmente a la cOlera de una deidad sentada en la cumbre del Olimpo. En el si- glo vi Jendfanes atacé el politeismo antropolégico con una resolucién devastadora: Si los caballos 0 los bueyes tuviesen manos y pudiesen dibujar o esculpir estatuas, los caballos representarian como caballos las formas de sus doses, y los bueyes como bueyes. De ahora en adelante 1a ciencia natural afiadié a sus provincias todo cuanto sucediese “en lo alto” del cielo o “bajo la tierra”. El trueno y el relampago, afirmé Anaxi- mandro, tenian por causa la explosién del viento. En efecto, encerrado en una espesa nube, el viento se proyecta afuera y al rasgar la nube produce el estruendo, y la hendi- dura semeja una llama en contraste con la negrura de la nube. Esta es una “explicacion” tipicamente cientifica: ya no se encuentra un telon de fondo sobrenatural, poblado de personalidades fragmentarias o completas que son acce- sibles a la plegaria y al sacrificio y susceptibles de coaccién magica. De esta suerte, el intelecto se desgaja de la accion y el pensamiento hace frente a la Naturaleza, la cual es ahora un universo impersonal de seres, indiferentes a los deseos humanos y existentes en si y para si. La separacion del ob- jeto y del yo es ahora completa. Es probable que a los pocos intelectos avanzados que habian alcanzado esta conclusion les pareciese que ya ha- bian desbancado a la mitologia de una vez para todas 20 It t como a un sencillo embuste. Es menester recordar, em- pero, que con ellos no levaron al resto del orbe heleno: en efecto, un milenio después el humo de los sacrificios atin ascendia del altar de Zeus. Otras mentes, tan agudas como las suyas y es posible que mas profundas, estimaron que el mito no era una supersticiosa quimera carente de base, sino que se asemejaba 2 las Musas de Hesiodo, quie- nes sabian no sdél. rodigar cmbustes.. con. aparienaa de, verdad, sino tamb én, cuando era de su. ‘grado, ofrecer la lad La Afrodita y la Artemisa del ‘Hipsliio ¥ “al Dioniso de las Bacantes de Euripides eran para el drama- turgo algo mas que proyecciones de la psicologia humana @ personificaciones ficticias de fuerzas naturales. De este modo estaba destinado el mito a sobrevivir el menosprecio del racionalismo jonio y a aguardar la reinterpretacién. Con todo, en el momento que estamos contemplando ahora, parece como si Ja ciencia hubiese dado al traste con la mitologia. Asi los sisternas del siglo v estén mol- deados segiin formas cosmogénicas y en ellos se ofrece res- puesta a dos preguntas capitales. La primera: ¢cémo dio el munde que percibimos en ordenarse de esta manera, © sea, con la tierra y las grandes masas de agua que colman los huecos mares en el centro, la aérea regién de la niebla, las nubes y la lluvia en derredor y, mas alla, las candelas celes- tiales? La segunda: ¢cémo advino la vida dentro de este orden? Y la respuesta constituye una historia de la apari- cién del orden universal a partir de un estado inicial de los seres (esto es, un “‘comienzo”’ o arché). Para ilustrar lo dicho tomemos como ejemplo la mas completa y osada de estas cosmogonias, el sisterma del su- cesor de Tales, Anaximandro, quien acufié el molde que habia de hacer suyo la tradicién jonia, En el principio exts- tia tan s6lo una masa ilimitada y desordenada de indiscri- minada materia que contenia los poderes antagénicos dei calor y el fric. En algtin punto, un nucleo prefiado de estas potencias en liza tomé forma —equivalente racionalizadc del huevo del mundo presente en la.cosmogonia mistica. 21 Tal vez en razén de que la enemistad del calor y del frio fo desunid, ese nticleo resulté de hecho diferenciado, Asi el frio se convirtié. en una masa acuosa de tierra, envuelta en una nube; el calor se trocé en una esfera de Hamas que lo envolvia todo, al igual que la corteza en derredor de un dr- bol. A continuacién, la esfera de Hamas estallé, segmentan- dose en anillos de fuego encerrados y ocultos en fosca nie- bla. El sol, la luna y las estrella, los puntos de luz que ve- mos en el firmamento, son lenguas de fuego que brotan de los agujeros de esos anillos opacos, como el aire sale por la boca de un fuelle. La terra secése entonces merced al calor de los fuegos celestiales y los mares se retiraron a sus hue- cos lechos. Al fin, surgié la vida en el limo caliente. Los primeros brutos semejaban erizos de mar encerrados en es- pinosas conchas; de esas criaturas marinas descenderian los animales terrestres y el hombre. La importancia de esta cosmogonia reside no tanto en lo que contiene cuanto en lo que rechaza. En efecto, la cos- mogonia ya se ha separado de la mitologia: no se pronun- cia ni una palabra sobre los dioses ni se alude a agencia so- brenatural alguna. Asi, esta nueva forma de pensamiento traduce al campo de la experiencia cotidiana lo que previa- mente se ubicaba fuera de él. Nos sera facil advertir la dife- rencia si comparamos esta historia del mundo con la ve- tusta teogonia poética de Hesiodo. Al remontarse éste en el tiempo desde su propia edad y desde la vida que conocia y con Ja que hacia frente a diario, allende las primeras eda- des —la Heroica, la de Plata— hasta el reinado de Cronos y de los mas antiguos dioses y, més alla avin, hasta el naci- miento de los dioses misrnos, vastagos del misterioso ma- trimonio entre el Cielo y la Tierra, de seguro que parecia que el orbe perdia cada vez mayores visos de semejanza con _¢l ordinario universo de la experiencia conocida. Aquellos acontecimientos —el matrimonio y el nacimiento de los dioses, la guerra entre los Olimpiadas y los Titanes, la leyenda de Prometeo— no eran acontecimientos de la misma naturaleza que los que acaecian en la Beocia con- 22 tempordnea a Hesiodo. Obtendremos idéntica impresion si pensamos en el Libro del Génesis, en todos los sucesos que van desde la Creacion del mundo hasta la vocacion-de Abraham. Al seguir la narracion vamos paulatinamente emergiendo en el mundo que nos es conocido, y las figuras suprahumanas se achican hasta reducirse a las proporcio- nes del hombre. Asi es precisamente como éste se habia re- presentado el pretérito antes de la aparicion de la ciencia Jonia; y disipar esa niebla de mitos acerca de los origenes del orbe y de la vida constituyé una extraordinaria proeza del pensamiento racional. De esta suerte, el sistema de Anaximandro retrotrae al principio mismo de las cosas la operacién de esas fuerzas ordinarias cuya labor en la Natu- raleza a diario advertimos. La formacién del mundo se convierte asi en un acontecimiento natural, no suprana- tural, : Tales cran las cosmogonias jonias del siglo vi: las tales describian de qué forma un mundo ordenado fue ex- traido de aquel estado inicial e indiferenciado de los seres. En el siglo v la.ciencia toma una orientacién en algin seritido distinta, que es la que he seguido hasta hoy. En efecto, conservando la forma de una cosmogonia, ésta s¢ particulariza ahora en una investigacién sobre la constitu- cidn ultima de la substancia material, esto es, la uniforme } permanente “naturaleza de las cosas”. Consideremos, pues, como conclusién el fruto de esta biisqueda, a saber, el atomismo democritano. El atomismo es una teoria de la substancia corpdrea } tangible, La nocién de substancia procede del sentido co- min. La creencia en entidades substanciales.situadas fuer: de nosotros se remonta a la separaci6n inicial del objeto ‘al Yo. Una substancia es algo cuya existencia es indepen ‘Wienke “de que yo lo vea o toque, esto es, algo que sizu siendo fo mismo aunque yo —el sujstomanoWssté-pressmte El problema para la cenda €s el siguiente: ecual es es: substancia que permanece una vez que ha cesado de cau sarnos sensaciones? Asi tengo bajo mis ojos algo que ape 2

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