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' | Seccién: Humanidades Stanley G. Payne: El fascismo EI Libro de Bolsillo Alianza Editorial Madrid 1 (Qué significa el término fascisme? El desastre sin precedentes de la primera guerra ‘mundial barrié una gran parte de la base del liberalismo decimondnico e inicié una era de revolucion y de con- flicto politico mis intensos, de lo que jamas habia ha- bbido antes ni ha habido después. Une de las principales fuerzas revolucionarias, el comunismo ruso, procedia directamente de la teoria marxista europea y revolu- cionaria rusa del siglo xix. La otra gran fuerza radical nueva desencadenada por la primera guerra mundial, el fascismo, era mas nueva y més original, pues fue un producto directo de la propia guerra. Antes de 1919 no existia un partido fascista ni una doctrina fascista como tales. Sin embargo, el comunismo se vio rechazado en seneral por la izquierda europea, y durante toda la ge- neracion siguiente se limit6, como régimen, a Rusia. El fascismo italiano '; fundado en 1919, se vio seguido de imitaciones y paralelismas o por movimientos un tanto andlogos en muchos otros paises europeos. El fascismo se hizo con una gran parte del poder en Italia a partir de 1922, y un decenio después lo siguid el nazismo 10 Stanley G. Payne alemén. Hubo fuerzas poderosas de caricter aparente- mente similar que adquitieron impulso en la Europa ‘entco orieotal y en Espaiia en el decenio de 1930, he tal modo que muchos historiadores caliicas a toda‘Iy sencracioa anterior a la segunda guerca mundial como 4a era fascista en Europa. Pero la extension de este tivo a la descripcién de todo un period de fa ies tons de Europa ha intoducide canta confusion como claridad © compreasidn, pues lo que el concepto he Es probable que el término faicsmo sea el mis vago de os términos politicos contemporineos. Quiet ee deba a que la palabra en si no contiene nigguna refer rencia politica implicta, por vaza que sea, como las gue sontenen los stminos democrat liberalism, sia smo y comunismo. El decir que el farce italiano (Lee face Tt feisean, Esp: Has) sigatca 80, un hate 0 luna «unidn», no nos dice mucho. Parece que aiecass de las definiciones coloquiales mis comunee deh imino ton las de_sviolenton,sbrutls sda 0 si fueron esos los punts primarios de referencia, Probablemencehabria que califcar los rogisense oe ‘munistas de los mis fascistas, La cuestion de Is chon, cion cre6 problemas a los fundadores del fascisino ten Fiano desde un principio, pues no elaboraron un com junto codificado oficial de doctrinas sino ex pas oe lunos afios después de la llegada de Mussolini al porter, € incluso entonces sélo en parte, El problema ce ve complicado por el hecho de que mientras casi todos log Pattidos y regimenes comunistas prefieren source omnis, le tayor parte de los movimientos poles cos de la Europa de entreguerras 2 los que se! eccle callfica de fascistas no utilzzbans de hecho ex Sule bre al hablar de si mismos. Los problemas de definicon ¥ clasficacin que surgen son tan graves que no oo forprendente que algunos estudiosos preficran dat a {os movimientos fascistas putativos sus hombres indivi, tales especificos, sin aplicarles el adjetivo clasifreon Otros legan incluso a nepar que exista el fenders Bfsxismo " general del fascismo europeo, como cosa distinta del fascismo italiano de Mussolini, Si se ha de estudiar el fascismo, primero hay que identificarlo, y es dudoso que puede hacerse en ausen- cia de algiin tipo de definicion de trabajo. Esa defini- 20 Stanley G. Payne porcionadamente a los activistas j6venes. Para el dece- nio de 1920 incluso los partidos parlamentarios mode- rados habjan empezado a formar sus propias secciones siuveniles. Pero la exaltacién fascista de la juventud era ‘excepcional, porque 0 s6lo le hacia un llamamiento especial, sino que ademas exaltaba a la juventud por cencima de las demas generaciones sin excepcidn, y en mayor medida que ninguna otra fuerza se basaba en el conflicto entre generaciones. Sin duda, ello se debia en parte a lo reciente que era el fascismo y a la identifica- cidn de las fuerzas establecidas, comprendida gran parte de Ia izquierda, con dirigentes y miembros de la ‘generacin mayor, procedente de la preguerra. Tam- bién se debia en parte al concepto organico de la na- cidn y de la juventud como su nueva fuerza vital, y al predominio de la juventud en la lucha y la miliariza- idn. El culto fascista de la osadia, la accién y la volun- tad de un nuevo ideal, sintonizaba inherentemente con lu juventud, que podia responder de una forma que reesultaba imposible a publicos mas viejos, mis débiles y mas experimentados y prudentes, o mas materialistas. Por altimo, podemos convenir con Pareto y Michels cen que casi odos los partidos y movimientos dependen de élites y de lideres para su funcionamiento; pero algunos lo reconocen de forma més explicita y llevan la idea a mayores extremos. Es evidente que la jefarura fuerte y autoritaria, y ef culto de la personalidad del jefe, no se hmitan & los movimiento fascias, ni Hasler certo que todos los movimientos fics consagraran, como sugiere Nolte, el Fibrerprinzip de tun s6lo jefe todopoderoso. La mayor parte de los mo- vimientos fascistas empezaron basindose en una jefa- tura elegida —elegida al menos por la élite del par- tido—, y asi ocurrié incluso con los nacionalsocialistas. La versi6n espafiola del Fihrerprinzip, la teoria y Ia prictica del caudillaje *, la introdujo la derecha nacio- nalista en la persona de Franco y se les impuso a los fascistas. Pero existia una tendencia general a exaltar la funcin de la jefatura, la jerarquia y la subordinacién, a mostrar deferencia ante la funcién creadora de la jefa- Elfaxismo a ura, més que ante la ideologia precedente o una linea burocratizada de partido. Tres caras del nacionalismo autoritario El andlisis comparado de los movimientos de tipo fascista se ha visto complicado, y muchas veces entur- biado, por una tendencia comin a identficar a estos movimientos con formas mas conservadoras y derechis- tas de nacionalismo autoritario en el periodo de entre- creas y después de ésce. ‘Los movimientos fascists representaron la expresién mis extremada del nacionalismo europeo moderno, Pero no eran sindnimos de todos los grupos nacionalis. {as autortarios. Estos Glkimos eran pluriformes y may diversos, y en su tipologia iban mucho mas lejos que él fascismo, 0 se quedaban muy cortos en compara: cidn con él, ademas de diferenciarse de él en aspectos fundamentales La confusidn entre los movimientos fascistas en par- ticular y los grupos nacionalistas autoritarios en general se debe a que el apogeo del fascismo coincidié con una cra general de autoritarismo politico que en visperas de Ja segunda guerra mundial se habia hecho con el con- ttol, de una forma o de otra, de las intieuciones politi cas de la mayoria de los paises europeos. Seria torpe- mente inexacto aducir que este proceso ocurrié inde- pendientemente del fascismo, pero tampoco era me- ramente sindnimo de fascismo. Por es0, con fines del anilisis comparado, resulta crucial distingui claramente entre los movimientos fas- cistas per sey la derecha autoritaria no fascista (0 a veces protofascista). A principios del siglo XX surgié un ‘grupo de nuevas fuerzas derechistas y conservadoras autoritarias ea la politica europea que rechazaba el conservadurismo moderado del siglo XIX y la reacci6n simple a la vieja usanza y propugnaba un sistema auto- fitario mis moderno, técnicamente eficaz, distinto tanto de la revolucién izquierdista como del radica- Tismo fascisea A su vez, estas fuerzas de la nueva dere- | | a Stanley G,Payae cha pueden dividisse en, por una parte, los elementos de la derecha radical y, por otra, la derécha autoritaria mis conservadora*, como se sugerira mis adelante (wéanse como ejemplos los sugeridos en el cuadro 2). Los nuevos grupos autoritarios de la derecha comba- ‘fan en gran medida las mismas cosas a las que se opo- rian los fascistas (en especial el liberalismo y el mar- xismo), y propugnaban efectivamente los mistos obje- tivos. Ademas, hubo muchos ejemplos de alianzas eac- ticas —por lo general pasajeras y circunstanciales— en- tre fascistas y derechistas aucoritarios, © incluso casos de fusién pura y simple, especialmente entre fascistas y derechistas radicales, que siempre estuvieron mas cerca de los fascistas que la derecha autoriearia mis mode- rada y conservadora, De ahi la tendencia general a po- nner en el mismo saco estos fendmenos distinras, que se ha visto reforzada por los historiadotes y los comenta- ristas ulteriores que tienden a identificar a los grupos fascistas con la categoria de la derecha o de la extrema derecha ?. Pero esto no es correcto sino en la medi- dda en que se tenga la intencin de separar a todas las fuerzas aucoritarias opuestas tanto al liberalismo como al marxismo y asignarles la etiqueta arbieraria de «fas- cismo», al mismo tiempo que se pasan por alto. las diferencias basicas entre ellas. Es un poco como si se identficara el estalinismo con la democracia roosevel- Giana porque ambos se opusieron al hitlerismo, al mi litarismo japonés yal colonialismo europeo occ dental El fascismo, Ia derecha radical y la derecha auorita- ria conservadora diferian entre si de varias formas. En lo teérico, la derecha auroritaria conservadors, y en ‘muchos casos también la derecha radical, se basaban en la religion mas que en nisguna nueva mistica cultural como el vitalismo, el irracionalismo » el neoidealismo secular. De ahi que el , encabezados por_Giuseppe Bottai y Massimo Rocca, (que de diversas formas querian adaptar el fascismo al Sstema consticucional vigeate en Tealia, como fuerza liusta y eutelar nueva, Estaban los squadristi radicals, Encabezados por Roberto Farinacci y sus afines, que no Se expresaban con claridad acerca del nacional sindica- smo y de las propuestas estructurales complejas, y aspiruban seacillamente a imponer una dictadura mo- ‘hopartidista basada en a fuerza y el elitismo, una «re- Volucion vacian, bastante parecida al sistema sudameri- Yano del hombre fuerte, Ademas, habia clementos de In nueva derecha fascista, encabezados por ex-nacio- falistas como Rocco y Mario Carli, que deseaban esta- blecer un sistema autoritario corporativista de gobierno de regulacioa econémica bajo la monarquia, a fin de Jigar un estado nuevo y fuerte que pudiera dar expan- Sion a una Ialia imperial ?. Dentro de estas agrupacio- thes generales de opinién y entre ellas aparecian muchas variantes individuales De extasactiudes, as Gnicas orientaciones que com cenian los gérmenes de un sistema institucional nuevo ¥ GR "Sean Tas de os nacional. sndicasas (ex uierdistas) y- los ex-corporativistas nacionalistas de Kerechas de Rocco. Lo que hizo Mussolini a partir de 1925 fue elaborar un auevo sistema autoritario y cor porstivista ad boc, basado en una fusidn inestable de 1% Stanley G: Payne las ideas de todos ellos, junto con una aplicacién con- trolada de la ambicion monopartidista de las radicales fascistas Se transformé al Parlamento y se convitti6 al go- bierno de Italia en un sistema de partido nico, pero al mismo tiempo se Hlevé a cabo tina purga y una transfor. ‘macién cuidadosa del partido en si. Se coloc6 al PNF bajo el contro! burocritico det estada, y no a la in- versa, y a principios de 1927 se habian reducido tos cefectivos del partido en casi un 25% (hasta dejarlo en 600.000 miembros), aunque al final de ese afio se vol ‘is a permitir una vez mas la ampliacién de unas listas ‘en su mayor parte buroccatizadas. Para entonces, el fuevo Partido Fascista, burocritico y de masas, es- taba integrado sobre todo por gente de la clase media baja y la clase media (el 75% aproximadamente), cada ‘vez mis empleados del estado, mientras que la propor- ‘in de tabajadores y campesinos habia descendido al 159 aproximadamente. Se habia eliminado a mas de 200.000 de los mas radicales, més idealistas y més bru- tales, y el partido se habia convertido en un instru- ‘mento burocritico al servicio del estado. Las figuras mas importantes en la transformacién ins- titucional no fueron tanto los fascistas iniciales como los ditigentes nacionalistas, como Rocco (ministsa de Justicia) y Luigi Federzoni (ministeo del Interior). En 1926 se inicié la formacién de un sistema nacional sin- dlicalista integrado por 13 sindicatos generales para re- gular y represeatar todas las grandes esferas de la acti- vvidad econdmica nacional, en los cusles los trabajado- resy los patronos estarian representados orginica- mente en diferentes ramas de agrupaciones de sindica- tos nacionales generales. Poco después se cred un mi- nisteria de Corporaciones y mis tarde, en 1934, se sustituy6 a los 13 sindicatos nacionales por 22 corpora- Edmondo Rossoni, dirigente de los sindicatos obre- ros fascistas, trat6 de mantener una asociacién nacional de trabajadores fascistas bajo el sistema nacional sindi- calista, pero pronto se vio atacado por los rivales del Elfacsmo 8 sido, Ia derecha fascista y los intereses empresatia- Pea fines de 1928 se produjo el sbloccamento(desblo- queo) de los sindicatos oe ee ave en Ce ice quedaron restringidos al nivel local ¥ regional, rarGhere se perantia ala coofederacion nacional de ine dustriales (Confindustria) mantener su esisuctura cen- tral junto al sistema estatal sindical/corportivista. Aun- que la interpretacién corriente de que ¢l corporati- vismo fascista era un sistema capitalista puro y simple ts xara parece caer mucha dda de Qu, S- fe tao en los primeros anos, el sstems nacional sin SlCr actud mas bien en beneficio det fapital que del trabajo. Ee 1928 se convirtié al Gran Consejo Fascista en el ‘érgano deliberante mas elevado del Gobierno, con fa- Cultades para aprobar cola las leyes importantes 108 Cambios Fonsitucionales, En 1928, exprar el primer congreso controlado por Mussolini, se hizo que las elecciones al Parlamento fueran indirectas y corporati- as mediante un proceso controlado por el estado y el partido. Dice aton después, se ssteuy6 el Parlament© Eorporadvo por una nueva Camare de Fasces y CorPo- raciones que formalizé la estructura corporativists de Fepresencscin nominal Bl estado totalitario filésofo académico mas destacado de Italia y un impor- tante tedrico abstracto del fascismo, empezaron a utili- zar el término de fofalitario para aladir a la estructura y Jos objetivos del nuevo estado, Como éste aspiraba a ‘una unidad orginica de la sociedad italiana, Ia actividad total de los objetivos nacionales. Asi nacié, de forma La paradoja de todo esto es aul paras ra as Staley G, Payne guiente al establecimiento del sistema de Mussolini, la dictadura leninista en la Unién Sovietica se vio teans- formada implacablemente por Stalin en un sistema completo de socialismo de estado con un control dicta- torial de facto casi coral de la economia y de todas las instituciones oficiales. Unos afios después, la dinémica ambicin de poder del résimen de Hitler e Alemania, con su eficacia policiaca, su poderio militarista, su sis. tema de campos de concentracién y, con el tiempo, sus politicas de exterminio en los territorios conquistados, pareci6 crear un equivalente nacionalsocialista no co- munisea del sistema estalinista de control. Estos dos fan aportado los modelos dominantes de lo que los analistas politicos, especialmente entre 1940 y 1960, tendian a calificar como totalitarismo. La Italia de Mus- solini se parecia muy poco a ninguno de los dos. Es importante comprender, en primer lugar, lo que se implicaba verdaderameate con el vago concepto del estado toralitario utilizado por Mussolini, Gentile y Rocco. Esta terminologia se derivaba en parte de la teoria del «Estado ético» elaborada por Gentile, 7 también por el idedlogo nacional sindicalista Panunzio. La teoria planteaba un estado tutor com mis aucoridad que el antiguo regimen liberal para desarrollar los re- cursos de todo el pueblo y realizar las aspiraciones més elevadas (xéticas») de la naci6n, ambicin derivada de Rousseau que se ha venido haciendo cada vez mis fre- cuente en el siglo XX. Pero aunque la formulacién de Mussolini, més tosca, indicaba que no se trataba de crear nada que sobrepasara el ambito de un superes- tado que, en un sentido u otro (nunca definido con ‘exactitud), seria omnicomprensivo, aunca se hizo la mis ligera propuesta, ai que sepamos hubo la més minima intencién, de establecer un sistema poli ciaco total que tuviera el control directo sobre las inst- tuciones. Ninguno de estos te6ricos propuso el pleno control estatal de todas las insticuciones italiangs en la prictica Rocco, como ministro de Justicia, sf que habl6 de la autoridad suprema det nuevo estado sobre otras instituciones, pero parecia aludir sobre todo a Blfacemo 8 esferas conflictvas, y no « una estructura burocritica prictica para aplicar la intervenciOn gubernamental a todas las vias de la vida italiana a escala cotidiana, En la prictia, el «otaltarismo> del Partido Fascista se refe- Fia ala autoridad preeminence del estado en las esferas Confliccvas, ¥ no a un coatrol institucional totaly cot diano, y en la mayoria de los casos ni siquiera a algo aproximado a 50, Sin embargo, aunque no eabe mun cha duda de que éste era el caricter verdadero del estado mussoliniano, también es cierto que Is teoria stotalitariay del estado preeminente y sis exigencias “éticas» brindaban efecuvamente un concepto de un poder estatal mis general y que podia ampliarse e Ipemente en Ia pritca Sempre pers Is ps dad hipotética —-que preocupabs por igual a los quierdstas y los conservadores— de que la dictadura de Mussolini pudiera, con el tiempo, hacerse més radi- cal_y mis expansiva, En la practca, cabria calificarla de dictadura primor. dialmente politica que dominaba un sistema insticacio- nal pluralsta 0 semipluralisa. Vicror Manuel Ill, y 90 €l Duce, sigud siendo el jefe constitucional del estado El mismo PNF se habia convertido casi concretamente en una burocracia, sometida al propio estado. Aunque los. inereses de os trabajadores extaban eficatmence regimentados, la gran empresa, la industria y las finan- zs, mantuvieron una gran autonomia, sobre todo en los primeros afios. Las fuerzas armadas gozaron de vat autoaomia por lo menos igual, ¥en gran parte, aunque fo del todo, se las dej6 que hicieran fo que quisicran Se situa la milicia del Partido Fascista bajo el control general del ejércto, aunque a su vez goz6 de una exis- tencia semisutGnoma cuando pas6 a ser parte de las insticuciones militares regulares *. El sistema judicial premussoliniano quedé en gran parce intact, y ademas Con una autonomia parcial. La polica siguié extando dirigida por funcionarios del estado, y no se hicieron con ella los jefes del partido, como en la Alemania nazi, ni se cred una importance élite policfaca, como ‘ocurtié en Alemania y en la Rusia Soviética, Aunque “ Sunley G. Payne en 1932 se formé una nueva policia politica (la OVRA), en la Italia de Mussolini los presos politicos se contaban por centenares —nunca llegaron a ser més de unos miles—, y no por decenas ni centenares de miles, como en-la Alemania nazi, 0 por millones, como en la Rusia de Stalin, El Tratado de Letrin de 1929 estable- ié- un madus vivendi con la Iglesia Carslica que siguié vigente * pese a los conflictos entre Ia jglesia y el es- tado de los primeros afios del decenio de 1930. Nunca se rato de imponer a la iglesia la sumisién total al résimen, como en Alemania, ni mucho menos el con- ‘rol casi total que ha solido’darse en Rusia. Sectores considerables de la vida cultural italiana mantuvieron luna autonomia bastante extensa, y no existié un gran ministerio de propaganda y cultura, hasta que en 1936 se imit6 con retraso el ejemplo aleman *. Dentro de lo ave han sido las dictaduras del siglo XX, el régimen de Mussolini no fue sanguinario ni particularmente repre- El Fascismo llegé al poder en vireud de una especie de transaccién técita con las instituciones establecidas, y Mussolini nunca lleg6 a escapar del todo a las limita: ciones de aguella transaccién. El «totalitarismo» se quedé en una vaga amenaza posible para el futuro, pero alo largo de todo el régimen fascista fue una mera palabra. El régimen estaba tan poco integrado y era tan asistematico que Norman Kogan ha llegado a dudar que jamés existiera algo a lo que se pudicra calificar de Estado Fascista Sin embargo, el régimen de Mussolini loge6 alcanzar importancia hist6rica a cierto nivel, porque fue el p mer régimen autoritario efectivamente institucionali- zado no marxista que alcanz6 suficiente coherencia es- tructural, cualesquiera fuesen sus limitaciones, para du- rar toda una generaci6n o algo mix. Cay6 derrotado, pero al revés que los gobiernos de Primo de Rivera y de Pangalos, no cayé por su propio peso. Asi, en a década de 1930, se habia convertido en una especie de modelo o ejemplo de un nuevo tipo de dictadura si crética, semipluralista, basada al menos te6ricamente Elfascsmo ® en un partido estatal dnico, el primero de mas de una veintena de regimenes de ese tipo que se establecieron sobre una base segura. EL «Fascismo universal» Para el momento en que lleg6 la Depresién, el régi- men estaba firmemente establecido y hasta cierto punto habia logrado incluso codificar una ideologia fas- Cista formal en varias publicaciones oficiales de fines de la década de 1920. Pero persistia un malestar subya- cente, y sobre todo los fascistas jévenes lamentaban las limitaciones de la «revoluci6n fascista» y el que no se hhubiera logrado una nueva cultura fascista. Estas quejas persistentes se debian al contraste entre las doctcinas oficiales de vitalismo, jefarura de la élite y corporati- vismo ongiinico oficial y a la no realizacién por el rég- men de una tansformacin a fondo de la vida italiana ni de nada parecido a una revolucién toral de las insti- El dilema era igual de grave para el propio Mussolini, dado que éste carecia tanto de una politica clara como de la autoconfianza politica necesaria para hacer nada parecido a una «revoluciGn fascista». El debilitamiento del partido en Italia fue consecuencia directa de su propia politica. Entre 1929 y 1933, Mussolini ces6 a la mayor parte de sus ministros mas capaces y a algunos de los mejores administradores del Partido Fascista, como Augusto Turati, honrado y eficaz (cesado en 1931), que segiin reconocio el propio Mussolini era el secretario més eficaz que jamés tuvo el partido. «La evolucién del régimen en 1929-1933 demostrd la de- terminacién de Mussolini de no permitir que cristali- zase una élite gobernante estable» *. Para 1932, el par- tido habia llegado a 1,000,000 de miembros, y cuando tun reglamento ulterior hizo miembros automatica- mente a la mayor parte de los funcionarios y los profe- sores, en 1939 legs a 2.600.000. Asi, los desgarra- mientos y la burocratizacién masiva del Partido Fascista avanzaron pari pastu, de forma que cuanto més crecia w Stanley G, Payne cl partido, menos era una élite rectora. Esto aclar6 que los propios fascistas nunca harfan una revolucién, y Mussolini casi se resigné al hecho de que, en el mejor de los casos, no podria aparecer una sociedad fascista hasta una generacisn después, mis o menos, cuando las escuelas puiblicas hubicran formado una nueva genera- cidn de la juventud italiana. Pero como los servicios de propaganda del PNF siguieron siendo como mucho ‘medianos, y el adoctrinamiento en las escuelas no era en absoluto total, el plazo prometia ser verdadera- mente largo. En estas circunstancias, tanto el Duce como algunos de los lideres jSvenes del partido fueron interesindose cada vez mis, en los afios de la Depresiéa, por la ex- pansién del fascismo en Italia, pero todavia nias en el extranjero, como parte de una pauta general europea de rejuvenecimiento nacional en el cual Italia habria sentado el primer ejemplo. Esas aspiraciones no eran nuevas, y ya las habian expresado varios dirigentes y publicistas del partido a fines de la década de 1920, ero crecieron con una nueva argencia a partir de 1930. Quizé sea un error dar a la tentativa de extender una influencia politica especificamente fascista por el ex- tranjero una fecha dererminada, pues Mussolini siem- pre tuvo la tendencia a apoyar de vez en cuando a movimientos utiles 0 paralelos o fuerzas de otros pa ses. Pero a partir de 1930, aproximadamente, se hizo lun esfuerzo mis directo por promover lo que él consi- deraba como fascismos extranjeros, que culmin6 en las iniciativas de cultivar el «fascismo universal» en 1933-1935, y que nunca desaparecié del todo hasta el final del régimen, La tentativa de lograr un fascismo universal, una es- pecie de internacional fascista, fue parte de la expan- sion general de la politica exterior italiana que co- ‘menz6 en 1935. Se suele explicar esto por la necesidad de Mussolini de reaccionar a los problemas econémicos de ia Depresi6n. De hecho, la Depresi6n no era peor en 1938-1934 que en los afios anteriores, ni era mas Elfaxisme " ave en Italia que en otros paises de estructura apro- Simadamente gual, Ya se habia iniciado una recupera- ciéa parcial antes de la movilizaci6n para la campana de Friopia, y nunca se adopt6 un programa importante de rearme. Es mis probable que la politica acivista se viera im- pulsada por otros dos incentivos diferentes. Uno fue el fstancamiento de la revolucién fascista en Tealia en sen- tido politico y cultural, lo cual producta inquietud en- tre los militantes fascistas jovenes, y el convencimiento por parte de Mussolini de que Io tinico que contaba ran las grandes politicas nacionales que aplicaba él mismo. Casi parecia como si cuanto mas disminufa la confianza de Mussolini en el fascismo interno, mas au- mentaba su sentido inflado de poder personal y de estimacién de si mismo. Al carecer de instrumentos para realizar una nueva transformacién en Italia, buseé poder y prestigio en el exterior, de forma no muy dis- tinta a los regimenes comunistas en la década de 1970. Por eso parece que, efectivamente, Mussolini se vio impulsado hacia el exterior por factores internos, pero probablemente eran més politicos que econdmicos. E segundo factor nuevo, que fue por lo menos igual de deco, fe le perturbacin del equi del pe der en Europa por la aparicién del régimen de Hisler ‘en Alemania. Por primera vez desde la Marcha sobre Roma, se abria nuevo espacio para una politica italiana mis completamente independiente y activa ese al aplauso inicial de Mussolini a la victoria del , lleg6 a advertirse que el rézimen pacional soils er un nuevo rival, pelos ¥ ask fatal, para la politica de la Europs oacionalista / impe- Fiala. En los primeros atios del gobierno de Hitler, las relaciones se enfriaron considerablemente, y a me- diados de 1934, con el asesinato por los nazis del Pri- mer Ministro de Austria y la aparente amenaza de ex- pansin alemana hacia el sur, se lleg6 a un punto de fran tension y de intercambio de insultos. Parece que los fascistas pasaron al ataque con especial frecuencia y vigor. Se formularon denuncias diversas y simultineas os Stanley G. Payne del Nacionalsocialismo por racista, militarsta, imperia- lista, pagano, implacablemente autoritario, anticris- sano, antieuropeo y opuesto af espiritu individual y a la cultura occidental. Entre los epitetos utilizados por los liberales occidentales contra los nazis, hubo pocos ‘que no les aplicaran también los fascistas, quienes acu- Baron, ademés, insultos especiales propios, pues por ejemplo denunciaron a los nazis como «movimiento politico de pederastas». Por contra, los fascistas distin- uian su sistema y su docttina de los planteamientos de Jos nazis al sefalar su carencia de racismo y antisemic tismo, su (supuesta) reconciliacién de lo individual y lo colectivo, su relacién intima con la culeura europea, y su simbiosis con el catolicismo ". Ta cencativa de crear una internacional fascsta nau- frago debido a algunas de esas mismas diferencias. A fines de la década de 1920, algunos autores fascistas hhabian sefialado que una internacional de cooperacion ‘entre movimientos nacionalistas radicales como el suyo era una contradiccién esencial en los vérminos. Y asi fue. A los fascistas encargados de las relaciones con los partidos fraternos les resultaba muy dificil definir ade- cuadamente el contenido de /o fascista, y la principal tentativa de formar una internacional fascista en 1934 naufagé en gran medida ante os escollos del racismo y el antisemieismo " Autarquia y Modernizaciin En Ios slkimos aos se ha suscitado un debate consi- derable, especialmente por parte de A.J. Gregor, acerca de la politica econémica del régimen' de Musso. lini y la tasa o grado de modernizacién econ6mica en Italia durante el periodo fascista , Esto guarda rela- cién con la cuestion de la «dominacién capitaista», tan cara a los comeataristas marxistas, en contraposicign al control estatal 0 el colectivismo fascist. 1a transacciGn derechista aceptads por Mussolini y ef PNF oficial es un hecho perfectamente obvio que no requiere mis elucidacién. Lo que hay que tener pre- Elfascsmo » sente 5 que fue una tansaccién, no una capitulacién otal y permanente. Auaque el régimen acept6 en gran medida el programa comporativisea y capitalista de dere- cha de la ANI en la década de 1920 y a comienzos de lade 1930, nunca se rechazaron del todo los proyectos nacionalsindicalistas de semicolectivismo y de remode- laci6n de la estructura de clases en Italia '. Los fas tas radicales consideraban que el fomento de Ia inver: sida privada, que dominé la politica italiana en la dé- cada de 1920, no era mis que una fase transitoria En 1935, con el comienzo de la guerra de Etiopia y Ja wansici6n a una politica més controlada por el Estado y mis autirquica, Mussolini hizo hincapié en una ma- yor incervencién dei Estado. En una declaracién oficial Sobre la doctrina fascista, realizada tres afios antes, ha- bia anunciado: «Nos hallamos en el siglo de lo eolec- tivo, y por lo tanto en el siglo del Estado» '¥. En 1936 atemoriz6 pasajeramente a los industrales italianos al anunciar que el régimen estaba a punto de empezar tna nacionalizacién parcial de la industria De hecho, el régimen de Mussolini jamais generd un \inico programa econémico completo ¢ integrado, sino que iba de una politica a otea distinta Nunca apareci6 el Estado Corporative como érgano rector ni de planificaciGn, La inversién directa del Bs- ‘ado en la industria se inicié como medida de urgencia con la Depresién en 1933, al introducirse el IRI (nsti- tuto de Reconstruccida Industrial). En 1940, el IRI poseia el 17°8% de los activos de capital de la industria italiana ', con lo que Italia tenia la segunda participa- cién estatal en la industria del mundo; pero esto no formaba parte de un plan coherente y organizado de colectivismo per st. A partir de 1935, la intervencién estatal en la economia fue en constante aumento ¥ en 1937 comprendia un gravamen del 10% sobre los acti- vos de capital de las empresas, aplicado con lenidad y cen general variable segiin los casos. Nuaca se aplicaron directamente los planes colectivistas de los nacional sindicalistas revolucionarios ". Si pasamos al funcionamiento real de la economia *” Stanley G. Payne italiana, los resultados son un tanto mixtos, aunque no desfavorables para el periodo mussoliniano. Conforme fa las estadisticas mundiales compiladas por Angus Maddison '7, Gregor observa que si se utiliza el nivel de 1913 como norma, en Italia la produccién econé- ‘mica agregada en 1938 habia Ilegado al 153'8 frente a un 109°4 en Francia y un 149°9 en Alemania. El indice agregado de producto por trabajador en 1938, en com- paracién con la misma base en 1913, era de 1452 en Italia, 136°5 en Francia, 122°4 en Alemania, 143°6 en Gran Bretaia y 136 en los Estados Unidos. Analoga- ‘mente, el indice de producto por horafhombre en 1958 era de 191'1 en Italia, 178'5 en Francia, 137'1 en Ale- mania, y 167°9 en Gran Bretaia. Aunque la tasa media del 1°7% de crecimiento industrial al afo en Italia du- ante los afios de la Depresidn era inferior a la de ‘Alemania, y considerablemente inferior a la de Suecia, era s6lo ligeramente inferior a la norma de Europa oc- cidencal, y muy superior ala cifra de ~2'8 de la Francia democritica liberal ™. En estos aspectos, el funciona- miento general fue digno, y de hecho cl valor de la producci6n industrial bajo Mussolini fue superior al de Ia agriculeura (en 1933) por primera vez. ‘Sin embargo, la mayoria de los historiadores econ6- micos tienden a criticar el periodo fascista porque la tasa de desarrollo habia sido superior justo antes de 1913, y volvié a serlo durante el gran auge de la se- gunda postguerra mundial, a partir de 1947 19, A veces sesalan también la reduccién de la tasa de inversion global en el decenio de 1930. Aunque estas criticas son Correctas técnicamente, olvidan los principales proble- ‘mas con que se enfrenté el régimen de Mussolini para superar la dislocacién de la primera guerra mundial y la depresion general de la década de 1930. Sencillamente, no se puede comparar el perfodo de centreguerras con los auges de antes de la primera gue- rra mundial y de después de la segunda, pues las difi- ccultades existentes eran mucho'mas grandes. En com- paracion con otras economias en estados parecidos de desarrollo, el sistema italiano funcion6 razonablemente Elfasismo a bien, En Rusia la gran industiaizacién estalinista se Togt6 gracias ‘una explotacion catasteotica de la eco- nomia rural y a una inversién humana y econédmica ‘eaormemente desproporcionada, lo cual no significa un fancionamienfo superior, pues él ingreso sovietico per Capita no suer6 el nivel de 1928 hasta 1953, aprosi- nidamente. Ademis, de los cratro estados industriales Que aumencaron ripidamente sa producciGn econdmica a fines de la década de 1930, eres —Alemania, el Japén 4) la Union Sovietica— lo hicieron en gran media gra- Gata la expansion del complejo militarindustrial. Pese ‘la retoria fanfarrona de Mussolini, en el sentido de Considerar Italia sen estado permanente de guerra», fuunea hizo inversiones verdaderamente grandes en Ia produccién militar. En consecuencia, Italia no estaba Dreparada para participar en la segunda guerra mundial, Pero la economia mixta de Italia estaba menos defor- Tada por la producciGn de armameatos que las de eros estados industriales importantes. Como por lo general se denigra al fascismo por militarista, es de su- oner que su falta de milicrismo merece alguna apro- Bacibn El socialismo —sea de tipo ruso, el alemén 0 el ‘nO es el dnico que permite un grado maximo de militarizacién, cosa que impedia la economia mixta y SemiautOnoma del régimen de Mussolini ‘A principios de la decada de 1930, Mussolini hacia gran hincapié en el ridimensionamento de la estructura socioeconémica de Italia, encaminado a controlar la “ubanizacion, mejorar las condiciones ambientales y mantener en el campo a un gran porcentaje de la po- BlaciGn rural Los criticos sostienen que esto es anti modernism, pero desde la perspectiva de 1980 pare- Cevia en algunos sentidos ser un presentimiento €x- traoedinariamente avanzado de los problemas de la ur- Banizacion y in industriaizacion picos del siglo XX, ‘mucho antes de que los socialdemécratas se subieran a este aro en martha De hecho [os fascists y los nai figuraron entee los primeros preocupados por el medio ambiente de la poltica del siglo XX, aunque no alcan- Zaron casi ninguno de los objetivos que estipulaban, 2 Stanley G, Payne El régimen también llev6 a cabo una reorganizacion fundamental del sistema bancario italiano, y de los c6- digos civil, mercantil y penal del Estado. Estas reformas han sobrevivido mucho tiempo al fascismo, y formaron parte de la estructura posterior a 1945. A ia inversa, el predominio de la intelligentsia humanistica entre las clases medias no se vio reducido durante el periodo de ‘Mussolini en favor de los expertos técnicos, como ocu- rrié tanto en Ia Alemania nazi como en la Uniéa Sovié- tica. Esta es otro prueba de Ia ausencia de una revola- cin cultural fascista, en comparacién con las estructu- ras mucho mis revolucionarias y meticulosas de Ale- mania y de Rusia, Seminazificacion y Satilite de Alemania La caida del régimen de Mussolini no la causaron su caracter represivo ni su impopularidad, ni tampoco su supuesta inepcia 0 su caricter reaccionario y antimo- derno. No fue muy represivo para tratarse de una dic- tadura moderna, probablemente no fue mis impopular que el régimen liberal oligirquico que lo precedié y, como ya se ha indicado, no fue notablemente reaccio nario ni antimoderno. Onganiz6 una economia en ex- ansién, y hasta 1939 no parecia mas inepto que la ‘mayor parte de los gobiernos. Por el contratio, su caida se produjo como resultado de la politica exterior aven- turera de Mussolini y de Ja alianza con la Alemania ‘nazi. Esto llev6 a la derrota en la segunda guerra mun- dial y a la destruccién total del régimen, aunque no de todas sus realizaciones, algunas de las cuales quedaron incorporadas en el «milagro econémico» de los afios siguientes a 1947. : Habida cuenta de las profundas diferenciss entre la Italia de Mussolini y la Alemania de Hider, y de la ‘enemiga expresada por los fascistas a los nazis en 1934, cabe preguntarse cémo se produjo esa alianza. La res- Puesta mas sencilla es la combinacién de temor y de envidia por parte de Mussolini. A partic de 1937, éste Etfacimo % estaba convencido de que Alemania iba a convertirse pronto en el Estado dominante de Europa, y de que la mejor manera de que Italia procegiera sus intereses era alinearse en gran medida con el nuevo orden hitle- rlano. A esto deben afiadirse las dimensiones de la me- galomania del propio Mussolini a fines de la década de 1930 y su sentido inflado del ducismo, constantemence rodeado de aduladores, que le hicieron perder perspec- vay creer que sus decisiones personales producti E’ momento critico bisico se dio ya en 1935, cuando Mussolini rechaz6 un reajuste razonablemente gene- 030 de las fronteras del Africa oriental, que le habian ofrecido Francia y Gran Bretafa, para decidir la inva- sion directa de Etiopia y la conquista militar. Durante cl primer decenio de su régimen, la actitud italiana respecto de la expansién habia sido ambivalente. En unas ocasiones predicaba la conquista de un nuevo Im- perio Romano; en otras insistia en que Italia podia crear una gran’ esfera moderna y nueva de influencia imperial sin conquistar un solo kilémetro de territorio nuevo. Pero en cuanto Mussolini rechaz6 la expansién moderada dentro del marco europeo existente en favor de un imperio del ". El nuevo sis- tema no lleg6 nunca a realizarse, como sigue obser- vando Milward, y entre tanto se mantuvieron la pro- piedad privada y el luero privado, aunque cada vez con mayores restricciones. De hecho, las utilidades aumen- taron, aunque el Estado zegul6 cuidadosamente su uso y su distribucién, Bajo Hitler, el sistema econémico alemin siguié siendo una mezcla de propiedad basicamente privada de los bienes inmuebles y el capital que funcionaba conforme a una estructura cada vez més extensa y mas rigida de reglamentos y controles estatales Asi, es dudoso que el triunfo de Hitler hubiera «salvado al capitalismo aleman», en el sentido convencional de tal frase; el capitalismo’aleman gozaba de mucha més au- tonomia y poder bajo la democracia liberal, canto antes como después de Hitler. La frase opuesta se acercaria mas a la verdad: lo que acab6 salvando al capitalisino aleman fue la derrota del nacionalsocialismo en occi- dente por las potencias capitalistas angloameticanas y la incorporacién de Alemania occidental a la esfera de hhegemonia estadounidense. ‘Igual que la Alemania nazi no estaba dominata por una élite econémica, tampoco estaba dominada por una clase socal. Los dirigentes del NSDAP tendian so- cialmente a proceder de la clase media més que los miembros del partido en su conjunto *, pero como se puede decir lo mismo de casi todos los movimientos politicos, incluidos muchos partidos comunistas, ¢s0 no demuestra nada conclayente. La concepcién hitleriana de la revolucién social consistia bisicamente en una transformacién de status: la identidad y los valores de una Volkigemeinschaft cacial ™. El nacionalsocialismo no logré una revolucién completa de la condicién orgé- nica, igual que la Unién Soviética no ha logrado la sociedad sin clases, pero al mismo tiempo debe reco- 100 Stanley G, Payne nocerse que Hier silogr6 romper el sistema de clases cexisteate en Alemania. A partir de 1933, 0 por lo me- 10s de 1936, las cases no fueron reconocidas espect camente como tales. Se rechaz6. el corporativismo como modelo para la economia politica alemaza preci- samente porque tiende a reconocer clases diferentes, intereses especficos y autonomias. Por es0 10 $e sist tuy6 a los sindicatos por un nacional sindicalismo, sino por un Frente Aleman del Trabajo (DAF) general, y Feastonoma de la que gozaron algunos stores det industria no les correspondia por clase y privilesio, sino como prerrogativa funcional de unidades funciona les especificas sobre una base establecida industria por industria, No existian contratos colectivos de trabajo, ni se reconocia un stand general de empresarios indus” triales. A partir de 1936, en Alemania ya no pervivid ninguna clase auténoma’ que existiera por y para sf ‘misma (por utilizar la terminologia marxiana) Sin embargo, a veces-se ha aplicado el mismo tipo de incerpretacién a la politica exterior nazi y al esfuerzo beélico aleman, como si el programa de expansién mili tar megalomaniaco y grandioso de Hitler escuviera mo- tivado primordialmente por el deseo mezquino de au- mentar las utilidades de la industria alemana. A este respecto suelen mencionarse dos factores: uno es el agoramiento de fos recursos econdmicos alemanes en 1938-1939, para reponer los cuales se dice que en -zquel momento hacia falta una guerra de conquista , y el otro es la participacién de las empresas y los circels industrales alemanes en la explotacion econdmica de las regiones conquistadas. Aunque el primer argumento expone correctamente la situacién de las finanzas y las ruterias primas alemanas en 1939, confunde la causa on el efecto. La situacidg de la economia alemana no dictaba la guerra por si misma —en aquel momento n0 ‘existia una economia alemana autéaoma—, sino que is bien se hallaba en aquel estado porque desde hacis ttes afios Hitler subordinaba los intereses econdmicos ala preparacién para la guerra. En lo que respecta al segundo argumento, hubo secroces de la economia Elfscismo vot alemana que participaron en la explotacién del territo- rio conquistado de forma muy parecida a como actua- ban en la propia Alemania, como unidades individuales subordinadas, no como unidades dominantes ni plena- mente auténomas. A fin de cuentas, esta estructura de Jas cosas fue un resultado de la inversion por Hitler de las prioridades revolucionarias de Stalin: la conquista revolucionaria en el exterior debe preceder a la termi- nacion de la revolucién en el interior (de hecho, el programa inicial de Lenin de «capitalismo de Estado» en 1917-1918, antes de que la colectivizacién obrera lo arrastrara mis hacia el socialismo de Estado, no era can diferente de la politica econémica del propio Hitler). La politica exterior de Hitler, al igual que toda su carrera politica, estaba a fin de cuentas dictada por la ideologia, y s6lo en parte moderada por consideracio- nes econémicas. Cuanto mas lejos iba él, mis completa se hacia la extensién del sistema y del Estado nazis, y sis abrumadora era la influencia de la ideologia. El ejemplo mas claro de esto fue la Solucién Final. La politica antijudia se inicié con no poca moderacién du- ante la fase inicial de transaccién del régimen ””, pero, mis tarde se fue acelerando como objetivo final en mismo, como tentativa de lograr un objetivo de revo- lucién racial mientras se perdia todo lo demas. El sistema estatal nazi también era muy peculiar y sui generis. Nunca alcanz6 la madurez ni el pleno desarro- lio, sino que tendié a oscilar constantemente, y siem- pre ha sido dificil comprenderlo. Uno de los enfoques iniciales més comunes consistie en el concepto del «Es- tado dual» *, en el cual «Estado dual» se referia al paralelo entre el mantenimieato por Hitler del aparato tradicional del Estado de la adminiscraci6n piblica de ‘Alemania, y el crecimiento del Partido Nazi, su organi- zacién territorial y sus funciones paragubernamentales. El rumano Mihail Manokescu, principal teérico euro- peo del corporativismo en el decenid de 1930, se com- placia en distinguir entre los sistentas ruso, italiano y aleman; el primero era un Estado dirigido por el par- tido, el segundo un Estado al que se habia subordinado 102 Stanley G. Payne el partido, y el cercero un sistema dual de poderes divididos entre partido y Estado. En épocas mis recien- tes, se han subrayado mucho el irracionalismo y la con- fusion del Estado hitleriano y la prolferaciéa, a dupli- cacién y la competencia mutua de una diversidad, a veces mareante, de organismos estatales, coherentes con la visién feudal que tenia Hitler del poder, la im- portancia que atribuia a las relaciones meramente per- sonales y ala lealtad exclusiva al jefe, y con su odio a la burocracia central racionalizada > Este enfoque tiende a olvidar algunos planes y logros cen la esfera de la racionalizacién y la coordinacién del Estado en la Reichsreform de 1934-1936 #, y es posi- ble que ademas subestime Ia funcién efectiva del NSDAP en la administracién alemana, A nivel local, es cierto que el partido tendié hasta cierto punto a apode- rarse del Estado y los gauleters se convirtieron en fun- cionarios de distro en un proceso que a veces fue el ‘puesto de lo que habia-ocurrido en Italia. Ademés, la direccién local del partido empez6 a desempefar un papel cada ver mayor durante la guerra, de forma que en los tltimos aos la direccién del partido se habia hecho, efectivamente, en gran parte con el frente in- terno. Por ikimo, el importante papel parapolitico y administrativo de las SS fue ampliando conseantemente este sector de élite del poder nazi en la dlkima fase del régimen #4 ‘Durante gran parte de la generacién de poswuerra estuvo de moda el concepto de totalitarismo, aunque comparaba a la Alemania nazi con la Union Soviética mucho més que con Italia. La definicién de cotalita- rismo siempre ha sido notablemente vaga, y la moda mis reciente ha consistido en negar que jamas haya existido o que exista tal cosa. Como los ce6ricos del ‘otaitarismo raras veces van més alli de cualidades tan rudimencarias y limitadas como el partido nico, el uso del error y la movilizacién de las masas, resulta facil aducir que o bien hay muchos tipos diferentes de regi- menes que son totalitarios, o, ala inversa, que ninguno de ellos es perfectamente’ total Etfascsmo 103 Pero el concepto de totalitarismo es tan vilido como itil si se define en el sentido preciso y literal de sis- tema estatal que trata de ejercer un control total sobre todos los aspectos importantes de todas las grandes ins- tituciones nacionales, desde la economia y las fuerzas armadas hasta el sistema judicial, las iglesias y la cul- tura. Ya se ha visto que en este sentido el régimen de ‘Mussolini no era en absoluto tocalitario, y el sistema de Hitler tampoco alcanz6 el pleno totalitarismo, aunque cen su sltima fase se fue acercando cada vez mas.a él. En este caso, Hannah Arendt, por lo menos, esti de acuerdo, al observar que el pleno cotalitarismo nazi, equivalente al modelo soviético, no se podria haber desarrollade hasta después de la victoria en la guerra, dada la inversi6n por Hitler de las prioridades revolu- cionarias de Lenin y Stalin. De hecho, un sistema socia- lisea 0 comunista es el dnico que puede lograr el pleno totalitarismo, pues el control total requiere una revolu- cidn institucional total, que no se puede efectuar sino mediante el socialismo de Estado. El socialismo no ha de ser forzosamente rotaitario, pero el totalitarismo ha de ser socialista, y el nacionalsocialismo, con su enfo- que mixto, nunca hubiera podido establecer el modelo completo, aunque lo hubiera deseado, antes de 1945, Ulkimamence, la situacién se ha vuelto todavia mas confusa por Ia insistencia en los irracionalismos y en la a limitada dentro del sistema, que levaron a «las limitaciones del poder de Hitler» #2, Pero esto es alejarse demasiado en el sentido opuesto. Hitler evit6 adrede un sistema totalitario burocritico completa. mente centralizado, pero las limicadas autonomias que permitié en el sistema estaral aleméon, fuera adrede, por descuido © por necesidad, apenas si limitaron sus ex- traordinarios poderes de’ dictadura politica personal para aplicar sus propias prioridades revolucionarias. El régimen de Hitler tenia unos métodos y unos ob- jetivos tan confusos que muchos han renunciado to- talmente a interpretarlo y han recurrido para comprea- derlo a meras negaciones: la «revoluci6n del nihilistio» © a motivacién abrumadora del. «antimodernismo», 104 Stanley G. Payne Hitler y su gente, por repugnantes que fuesen, no eran niiliseas, sino que sostenian tenazmente unos valores firmes y" perversos. El aihilismo es més bien lo que vino después de Hitler, salvo que se considere el mero hhedonismo como un valor y no como tna ausencia de valores. ‘Como el hitlerismo es atipico, se le ha considerado cen general antimoderno en términos de una definicion reduccionista de lo moderao hasada en el urbanismo, la tecnologia y algo 2 10 que se califica de «raciona. lismos. Pero, por extremista que fuera, el hitlerismo fue va producto sintomético del mundo moderno, y nacionalsocialismo en sus diversas formas fue el con- junto nuevo de planes politicos més popular de siglo Xx. Como ya se ha indicado en el capitulo 2, las ideas de Hicler estaban en parte arraigadas en el cientficismo moderno de las ideas biol6gicas y zool6gicas alemanas de fines del siglo Xx ©. El agudo interés de los dirigen- tes nazis por las ciencias ocultas no se orientaba hacia las supersticiones populares tradicionales, sino hacia. los ‘nuevos mitos modernos y racistas de lo sobrenatural *, De hecho, Hitler rechazaba casi todas las ideas forma- Jes de ia cultura europea de le época medieval, sobre todo el cristianismo histrico, y ridiculizaba mucho las ssupersticiones» premodernas. Ea realidad, el racismo nazi ao era concebible mis que en el siglo XX, y no en singin momento anterior de la historia humana. La ancropologia humana, animalista y naturalista, de los nazis era estrictamente un concepto moderno sin ain- iin paralelo premoderno. Todas las ideas polticas de Hitler tenian su origen en la Ilustracién : el concepto de Ia nacién como fuerza histérica superior, las ideas sobre la soberania politica superior derivadas de la voluntad general del pueblo * y sobre las diferencias raciales inherentes en Ja cultura humana. Se trataba de derivaciones claras de Ja antropologia de la llustracién, que rechazaba la teo- fa premoderna y las raices y los intereses transcen- dentes comunes de la humanidad. El culro de la volun- tad es la base de la cultura moderna, y Hitler se limit Elfasmo ws a llevarlo a su extremo. El concepto mismo del nacio- nalsocialismo como «la volurtad de crear un hombre nuevo» no era posible sino en el contexto del siglo XX, ‘como idea eipicamente moderna y antitradicional. Lo mismo cabe decir de la busqueda nazi de la extrema autonomia, la libertad radical para el pueblo alemin. Hitler llevé hasta un extremo sin precedentes el obje- tivo moderno de romper limites y establecer nuevas marcas. Pues en ningin otro movimiento impers hasta tal extremo la doctrina moderna de que el hombre es la medida de todas las cosas ‘Lo mismo cabe decir respecto de los programas so- ales y econémicos. Ningiin gobernante moderno he llegado a tales extremos como Hitler para adguitir, en- tre otras cosas, los recursos naturales necesarios para tuna economia moderna. La Gikichshaltung nazi y el es- fuerzo por revolucionizar la condicion social vendieron unis a la sociedad alemana y a superar las distinciones de clase por primera vez en la historia de Alemania. Se dice que el antiurbanismo nazi era inherentemente reaccionario, pero el antiurbanismo radical se ha con- vvertido en una importante tendencia de fines del siglo XX. Los nuevos regimenes comunistas mas radicales del decenio de 1970 se jactan de su ruralismo y su antiur- banismo, De hecho, aunque la economia alemana de ‘guerra promovié la ‘urbanizacién y un aumento de la industrializacion de facto, y no lo contrario, uno de los objetivos finales nazis era equilibrar la agricuteura y la industria, Cuando son liberales los que aspiran a esto, se suele considerar que es ef méximo de ilustracién y progresismo. Por iiimo, Hitler iba muy por delante de sus tiempos en cuanto a su preocupacién por la ecolo- ia, la reforma ambiental y la contaminacién, Bl genocidio, © asesinato masivo en verdadera gran scala, es un acontecimiento prototipo del siglo xx, desde’ Turquia hasta Rusia, desde Alemania hasta Camboya y hasta Africa. La tictica exclusiva de los na- zis consistié en modernizar el proceso, realizar ¢] ase- sinato en masa de forma més eficaz y quirirgica de lo ‘que han hecho otros grandes liquidadores en Turquia, 106 Sealey G. Payne Rusia 0 Camboya. ¥ campoco fue el programa genocida de Hitler mis 0 menos «racional», porque ¢l objetivo del asesinaro en masa siempre ha sido politico, ideold- {co 0 religioso, y no cuestion de fines econdmicos rictices, pace Stalin 0 Mao Tse-tung, ‘De hecho, el nacionalsocialismo consticuy6 ua tipo exceptional y radical de revolucionarismo moderno, ‘Tambien ésta es una de las intexpretaciones controver- tidas del hitlerismo, pues como muchos comentaristas sostienen que el nacionalsocialismo ert antimoderno, (con lo que normalmente no quieren decir mas que antiliberal, aducen que necesariamente ha de haber sido «reaccionario», y no revolucionario. Quienes mis enazmente sostienen ese criterio son los comencaristas de izquierda, dada su hipétesis aprioristica de que el concepto reelucién debe referirse ipso facto a las bue- nas revoluciones, a las revoluciones que son positivas © creadoras. Pero, evidentemente, a menudo las revolu- ciones son destructvas ‘Quien més directamence se ha enftentado con el problema ha sido Karl Bracher, que ha identficado las siguientes cuslidades revolucionarias del nacionalsocia- lismo: 1, Un culto nuevo y supremo de la jefatura del Fiihrer como el «genio artista». 2. La tenuativa de elaborar una estructura dar- winista social del gobiera0 y de la sociedad 3, La sustiucién del nacionalismo tradicional por la revolucién racial. 4. La elaboracién del primer sistema nuevo de nacionalsocialismo regulado por el Estado en la economia 5. La aplicaciéa de la revolucién ongénica de la condicién social en pro de un nuevo Vellsgemeins- ca pre re El objetivo de un tipo completamente nuevo de imperialismo racial a escala mundial. 7. Ta importancia atibuida a las nuevas formas de tecnologia avanzada en la utilizacién de los medios de comunicacién social y de la moviliza- Bifasmo a Gi6n de las masas, el culto de la nueva eficacia tecnologica, as ticticas militares nuevas y la tec~ nologia, la importancia atribuida a la tecnolos aérea y del automevil Cabriarefinarestalstay hacerla todavia mds detllada, pero como formula general cubre todos los aspectos Frincipales. A los fieles de las revoluciones coloniales y de «liberacién nacional» de las poblaciones minoritarias debe sefalérseles que, durante la segunda guerra mun- ial, la promocién de los movimientos de iberaci6n na- ‘Goual entre los pueblos coloniales y minoritarios de todo el mundo fue casi exelsfnamente labor de las Potencias de! Bje *. Durante sus doce afios en el poder, Hitler tuvo masimpacto en el mando que ningén otro revolucionario del siglo XX, tanto mas cuanto que, como ban sefalado Eugen Weber # y otros, las guerras constituyen los prin- ‘pales procesos revolucionarios de este silo. Jacques Ellul insist Jaca duende informades de ete peed de entre guerrasestin convencidas de que el nacionaltacialisma uc una revolucién importante y verdadera. De Rowge- ‘mont sehals basta qué punto evan identicos a todas las nivel el rgimen de Hist y el jacobing; R. Labrousse fina autoridad sobre la Revolucion Erancesa, asi le Confirma, por no citar mds que des opiniones. ‘La prdctica de eclasificar>, 9 por ende desechar, al nazismn debe cesar, pues representa wna autintica re resiin freudiana por parte de ls intelecuales, que se iniegan a reconocer lo que fue. Otros meten en el mismo Saco el nazismo, la ditadura, las matanzas, los campos ide concentracién, el racismo y ld lacura de Hitler. Con fro queda cubierta el tema. El nazismo fue una gran luciin: contra la burocracs, contra la senilidad, en Dro dela jusentud; contra las jerarquias etablecidas, fontra e-capitalismo, contra la mentalided pequeky- burguesa contra la comadidad y la seguridad, comtrala Sciedad de consumo, conirala moral tradicional;en pro dela liberacién del instant, desea las pasones, ado {bla polcia (jSi, rior!) la voluntad de poder y ta ‘reacion den orden de Uibersad mds elevado °', 108 Stanley G. Payne Principales diferencias entre of Régimen de Hitler y el de Mussolini Se ha sugerido que f movimiento nazi y el fascist: rrr de ie ayia cin Cuando se fer de cerca, muchas veces. ns diferen- con shag eects dren cesar Cais ce ancena ame 1. La ideologia hitleriana se basaba en fa raza, la y sinerética, Mussoling insistia en. que el fascismo iru rsme umes mild doctrinas tivales. Todos Jos. ‘aspirantes a revolucio- teosraceentoropeae ata eal lor andng cnet hombre non ict ies tet a mage Braco simplemente intensificar la ensefianza del fascismo caanss 2, En cuanto a estructura, el tégimen de Musso- lini siguié siendo en gran medida un Estado de ert on Span el Bea de marcel Nori sls el eeme de del Duce centro del Estado acabaran derrocindolo. EL Fubrerstaat hitler ano, pese a ao formular una ter cobs wml a 5, INSDAP desenpeiun papel mucho as importante que e) PNF. Aunque el régimen de Elfscismo 109 partido dirigido en teorie y aormalmente también en ia prictica) por el partido, como en los paises comunistas, fue surgiendo una dualidad de poderes el partido y del Estado que Hitler tendio a impul- sar cada vex mas en favor del partido o de sectores de éste. EIPNF, en cambio, n0 gozaba mas que de tuna autonomia muy limitada y en gran medida se vio transformado en una burocracia estatal subor- dinada. Sin embargo, la estructura semipluralisia y de derecho del régimen de Mussolini, al no ser ni ‘ozalitaria ni una dictadura completamente uniper- sonal, logré conservar un cierto nivel de autonor formal para el Gran Consejo Fascista, que éste acabé utilizando para deponer 2 Mussolini 4. El ancisemitismo en su forma més extremada era consustancial con el nacionalsocialismo, En cambio, el fascismo italiano no era racista més que fen el sentido convencional de principios dei siglo Xx en Europa, y en sus dos primeros decenios no fue normalmenteantsemita Eo los comienzos del fascismo, los judios tuvieron un papel despropor- cionado en relacién con su nimero en la sociedad italiana 5. Al final, la politica exterior de Hitler trans- ‘cendié los objetivos expansionistas e imperialistas teadicionales de Alemania, al intencar una reestruc- ‘uracién racial revolucionaria de Europa. Las aspi- raciones de Mussolini permanecieron en gran me- dida ena érbita dela politica nacional /imperialista italiana tradicional, cuyo objetivo era la expansién colonial y la exploracion de confiecs limitados dentro de fa zona del Mediterrines. Estas diferencias lasadvertian claramente de una forma 1 otca los nazis y los fascistas, y en diversas formas se volvierona expres enlos ios Bosde ixguerca a terminar la cust uno de los dirigentes fascistas inicial mils senibiesy observadores,y miembro del Gran Con- sejo—Giuseppe Bottai— estaba combatiendo en la Le- g6n Extranjera francesa contra Alemania no Stanley G, Payne Alguaos parecidos entre eb Nacionalscialisme y el Comsnismo La incapacidad del régimen de Mussolini para superar sus componendas derechistas, junto con sus origenes y sus doctrinas disfmiles, impidié una convergencia revo- Jucionaria entre el régimen de Mussolini y el de Hitler. A suvez, elrégimende Hitler, con su rechazo del marxismo y el materialismo y de los principios formales de totalita- sismo burocritico, no adoptd la misma forra que el comunismo ruso, pese a las teorias de algunos criticos acercade un supuesto totalitarismo compartido. Sin em- bargo, hubo algunas formas especificas en las que el nacionalsocialismo tenia paralelismos con el comunismo ‘uso, en medida mucho mayor de lo que podia tener el fascismo. En la siguiente lista se sugieren algunos de los parecidos y paralelos 1. El frecuente reconocimiento por Hitler y di- versos dirigentes nazis (y también por Mussolini) de que sus dnicos rivales revolucionarios ¢ ideolo- sicos se hallaban en la Rusia Soviética 2. a fundacién, tanto del nacionalsocialismo como del comunisrio nacional ruso, sobre la base de una teoria de Ia acci6n revolucionaria, segtin la cual el éxico en la practica daba validez a la innova- cin ideotsica, a medida que la Unidn Soviética fue abandonando gradualmente importantes aspec- tos de la teoria marxista tradicional, 3, Doctrinas revolucionarias de «lucha cons- 4. Un elitismo rigido y el principio de la jefa- ‘ura: efa nacionalsocialsta quien siguiera a Hitler, un bolchevique no era necesariamente un marxista, sino quien siguiera a Lenin, 5, Adopcidn de la teoria de las naciones despo- seidas y proletarias, que Lenin no hizo suya hasta después de que se hubiera introducide en Italia. 6. La construccién de una dictadura unipar disca independiente de cualquier clase determi nada Elfacismo ut 1._Atribucin de gran mporancia no s6lo una milicia politica (que era cada vez mas frecuente a aa eee (ie priacipcs del 330, sino 9 0 Fe Se cho con eject regula cont PuOSO; Gipurelos en 1945, Eller habia empe- ee Pee acs Oiiles de Onentaion Nacio- rato tna ch chejercio fepular, como eaua- Tents de los comisaries > we dean de In autarguta y de uaa gran miiaregcn (no slo parca) sngue a ausencla mtusnia Ge on sistema yuna economia de ‘porocracia estatal autoritaria hizo que esto fuera parece Ghasate algo menos completo ue en Rosis promoccn de la gua sevoluiont ‘9. Una fase NEP de pluralismo parcial en la via hacia una dictadura a couric ex Cane Juego, ala mayor parte de los sistemas dictatoriales, Iacbo 8a via en passes como China ¥ Cuba). +3 Proyesdm internacional de wn nuevo mito ideslogce como aternavas as orotoxs impe- rantes, capaz de obtener una respuesta tnternach nal nada "Tesdenable; las variantes de la ideologia nazi y de la fascista constituyeron las iltimas inno- vaciones ideologicas notables del mundo moderno: después del marxismo. 2s Pe Stsonal nos expone para proponer una en IE Biome rojons nn idea de que el come nismo y el nazismo han ere iguales Exis- ia forcnra fundamentals, come se ha sea. 1 ore cl sistema ro y cl ae. Pero el lade ens homo hidriano centa as peaelismos con arom tno ruso ue ningun oe Sistema no Com

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