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Teen Hier Bay btoerey ee ae Erhard F riedberg : - EL ACTOR Y EL SISTEMA { Las restricciones de la accién colectiva Alianza Editorial Mexicana Alianza Politica Director de la coleccién Fernando Danel Janet Michel Crozier Erhard Friedberg El actor y el sistema Las restricciones de la accidn colectiva Alianza Editorial Mexicana Titulo original: , Liacteur et le systeme, Les contraintes de Vaction collective Esta obra ha sido publicada en francés por Editions du Seuil Primera edicién en México, 1990 Portada: Carlos Aguirre Tipograffa: Ediciones Aleph © Editions du Seuil, 1977 © Editorial Patria, S.A. de C.V., bajo el sello de Alianza Editorial Mexicana, 1990 Canoa 521, 60. piso, Col. Tizapén 01090 México, D.F. ‘Tels. 550-40-44, 581-81-00 y 656-14-46 ISBN: 968-39-0380-8 Impreso en México/Printed in Mexico Esta obra se terminé de imprimir en el mes de abril de 1990 en, Talleres Griticos Continental, S.A. Calz. de Tlalpan n 4620 Col. Nifio Jesus, México, D.F. Se tiraron 2000 ejemplares mas sobrantes para reposicién AGRADECIMIENTOS Esta obra es producto de un largo trabajo de elaboracién que se Ilev6 a cabo en el Centro de Sociologia de las Organizaciones, de la Universidad de Harvard, en el Centro de Ciencias de Berlin occidental y en el Ciclo Superior de Sociologia del Instituto de Estudios Politicos de Paris. Deseamos dar las mds cumplidas gracias a los colegas de esas diversas instituciones, y a los universitarios, investigadores y estudiantes que nos ayudaron con sus observaciones y sus juicios criticos. Ambos autores aprovechamos, por una parte, la ayuda brindada por fundaciones cientificas cuya generosidad nos facilit6 inmensamente el trabajo. Uno de nosotros fue huésped del Center for Advanced Stu- dies in the Behavioral Sciences de Stanford y alli empez6 la redaccién de esta obra. El otro recibié el apoyo, durante la elaboracién de la misma, del Internationales Institut fiir Management und Verwaltung, del Centro de Ciencias de Berlin occidental, especialmente de su direc- tor, el profesor Fritz W. Scharpf. Por ultimo, ambos fuimos huéspedes de la Fundacién Rockefeller en la Villa Serbelloni, donde terminamos de redactar la obra. Queremos también expresar nuestra gratitud a es- tas instituciones y a sus respectivos directores. Por ultimo, consideramos que un trabajo socioldgico, incluso de or- den terico, no puede dejar de alimentarse de los numerosos experi- mentos de investigacién in situ que han realizado los autores. Encuen- tren aqui la expresién de nuestra m4s profunda gratitud los responsa- bles del cnrs, del CORDES, de la DGRST y de Ja Fundacién Ford, cuyo apoyo financiero nos permitié emprender y llevar a buen fin estas in- 7 INTRODUCCION: LAS RESTRICCIONES DE LA ACCION COLECTIVA éEn qué condiciones y a qué precio, en cuanto a restricciones, es posible la accién colectiva, es decir, la acci6n organizada de los hombres? Esta es la pregunta central de este libro. Pues si la accién colectiva constituye un s sociedades, esto se debe ante todo a que no e: Es un constructo social, cuya existencia plantea problemas y del cual todavia hay que explicar las condiciones en que surge y c6mo mantenerlo. Opuestamente a la idea que solemos tener, contraria, también, a la manera en que los soci6logos y analistas hayan planteado —y to- davia plantean— los problemas de organizacién, nuestros modos de accién colectiva no son circunstancias “naturales” que pudieran surgir esponténeament i i i mpoco son el huma- nas, de una manera dinamica espontanea que llevaria a los hombres, en tanto “seres sociales”, a unirse, agruparse y “organi: ”; ni la conse- Cuencia l6gica y predeterminada de | CERHELETOGIEEEO. los pro- blemas que deberén re; i las determina- ciones externas que el y el “nivel de desarrollo técnico y econdmico” harfan recaer sobre los hombres. No Son mas que soluciones especificas que han creado, inventado o insti- tuido actores relativamente auténomos con sus recursos y capacidades Particulares, para resolver los problemas que plantea la acci6n colectiva Y, Sobre todo, lo mas fundamental de éstos, el de su cooperacion con miras a cumplir objetivos comunes, aunque de orientacién divergente. 13 14 Crozier/Friedberg En esta materia, no existe ni fatalidad ni determinismo simple. Es- tas soluciones no son las tnicas posibles ni las mejores, ni siquiera las mejores con relaci6n a un “contexto” determinado. tingentes en el més estricto sentido de la palabra, es decir, ampliamente “indererinadtas por lo tanto, arbitrarias. Pero no por eso dejan de ser restrictivas. En tanto modo de articulaci6n y de integracién de compor- tamientos divergentes y contradictorios, suponen e instituyen al mismo tiempo s deci; inimo de “ i- zacién” de los campos de Ia acci6n social. estar puede haber sido “naturé creencias, al grado de que puede parecer obvia. Nunca deja de ser, fundamentalmente, un jue —al orientar los comportamientos de los actores y circunscribir su libertad y sus capacidades de accién— hace posible el desarrollo de las empresas colectivas de los hombres y, al mismo tiempo, condiciona profundamente sus resultados. Antes de hacer una critica de esas solucio; ites de proponer, eventualmente, otras nuevas, Ss myortnts cancels, es dir, somprend a Kgs racional dad propias, preguntandonos cudles son los problemas que los hombres han tratado de resolver a través de ellas y cuales las dificultades y res- tricciones que de ello derivan. Esta interrogaci6n se puede resumir y concretar poniendo en evi- dencia y dilucidando algunos efectos contraintuitivos 0 “efectos perver- sos” que caracterizan los asuntos humanos.’ En su acepci6n mas gene- limite, aberrantes, sobre el plan colectivo de una multitu elecciones individuales aut6nomas y, en consecuencia, cada uno en su nivel y den- tro de su propio marco, perfectamente racionales. Marcan el desfase, incluso la oposici6n, con frecuencia fatal, entre las orientaciones y las intuiciones de los actores y el efecto de conjunto de sus componentes en el tiempo, ese mecanismo fundamental que provoca que aun queriendo hacer el bien, hagamos dafio. Existen numerosos ejemplos de esta operacién de magia negra que nos vienen a la memoria y que abarcan todos los niveles de la vida social. Se percibe tanto en lo que Marx describid con el teorema 1Los primeros andlisis de los efectos contraintuitivos y el término en sf se debe a J. Forrester, Urban Dynamics, Cambridge, Mass., MIT Press, 1970, pero después de todo, no son mas que el redescubrimiento, con otro nombre, de esas “consecuencias inesperadas de la accién” de las que Robert K. Merton habla, desde 1936, en un célebre articulo. Cf. R.K. Merton. “The Unanticipated Consequences of Purposive Social Action”, American Sociological Review, vol. 1, 1936, pp. 894-904. ricciones de la acci6n colectiva 15 Las rest! de la tendencia a la baja de la tasa de ganancia, como en la ley de pronce de la oligarquia, enunciada primero por R. Michels? y seguida después por muchos pensadores politicos, 0 en la dinamica perversa que pretende que los padres, preocupados por beneficiar a sus hijos con una pedagogia antiautoritaria, acaban por crear estructuras, en ciertos aspectos mAs “disciplinarias” 3 que las de las escuelas maternales “comunes”.* Continuar esta enumeraci6n es indtil, sin duda. Todas nuestras acciones tienen el riesgo de caer en lo contrario de lo que buscabamos: col : A pesar de sus implicaciones morales evidentes, este dilema no puede resolverse dirigiendo la discusién en el nivel de las finalidades, pues no es tnicamente, ni ante todo, una cuestién de finalidades de la accion o de motivaci6n de los actores.> Ni nuestras intenciones, ni nuestras motivaciones, ni nuestros objetivos, ni nuestras relaciones trascendentales con el sentido de la historia, son una garantia 0 una prueba del éxito de nuestras empresas. Ya sabemos que el camino infierno esta empedrado de buenas intenciones. El caso es que el ie es el de los medios que utilizamos 0 que perseguimos, por un lado, y | ligados a emplear para alcanzarlos, por otro. Esta mediaci6n son precisamente los constructos de accidn colectiva y la estructuracién de los campos que €stos instituyen. El efecto contraintuitivo puede parecer de buenas a primeras un di- lema légico inherente, de alguna manera, a la estructura de los proble- mas materiales por resolver. Asi fue de hecho como lo comprendia una corriente anglosajona de andlisis centrada en el estudio de los proble- mas de los bienes colectivos, de las disyuntivas publicas y de las dificul- 2; r a eS Michels, Les partis politiques, Paris, Giard et Briére, 1913; Flammarion, 1971 y 5En el sentido de M. Foucault, Surveiller et punir, Gallimard, 1975, en la medida en que éstas instituyen una cuadricula que permite un control mas estrecho de los nifios por Parte de los padres. Cualquier institucién de educacién en nuestras sociedades desarrolladas, yno Gnica- 7 ahf, es de hecho el campo de dichos efectos contraintuitivos; as{ lo han demostrado, AL . asu manera, R. Boudon eI. Illich. Cf. R. Boudon, L inégalité des chances, Paris, 2 lin, 1973; I. Illich, “Comment éduquer sans école?”, Esprit, junio de 1971. ey afadamos que es muy bueno que esto sea asi, pues si no, todo cambio que no fuera itario quedarfa excluido, 16 Crozier/Friedberg Si los resultados de la accién colec- tiva se contraponen a las voluntades de los actores, esto nunca se debe Unicamente a las propiedades intrinsecas de los problemas “objetivos”, por més que tal distincién tenga sentido;” turaci6n social del campo de accién, es decir, a las propiedades de la organizacién, de los sistemas de accién organizados, o de ambos; en re- sumen, de los constructos de acci6n colectiva a través de los cuales se tratan estos problemas y sin los cuales no podrian serlo o no serian lo que son. - Para concretar esta proposicién, tomemos un ejemplo simplista que hizo las delicias de los especialistas de la teoria de los juegos: el dilema del prisionero. Se trata, segin recordamos, del dilema ante el cual se encuentran dos criminales que han sido detenidos por el mismo crimen, pero contra los cuales la policia no tiene mas prueba material que las denuncias que se hacen el uno al otro. Ante esta situacién, cada prisionero no puede seguir m4s que dos técticas para “salir del paso”: negar los hechos o incriminar al otro. Si los dos niegan, la policia no tiene pruebas para hacer los cargos y no podra condenarlos mas que a un ano de prisién por delitos menores. Si uno de los prisioneros acepta ser el crown- witness denunciando al otro, se liberar4 al denunciante y al otro se le condenard a veinte afios de carcel. Si ambos se denuncian mutuamente, cada uno de ellos tendra diez afios de carcel. Conociendo estas consecuencias, cada prisionero sabe que el éxito de su propia tactica dependerd de la que adopte el otro. Pero como estén en celdas separadas no tienen posibilidad de comunicarse para ponerse de acuerdo. La estructura l6gica del problema es tal que si ambos actiian “racionalmente”, es decir, en funcién de sus intereses personales, denunciaran a su cémplice y se quedarén en la carcel durante diez afios. Insistimos: aqu{ no esté implicado ningiin juicio sobre la “naturaleza humana”; simplemente se supone que ambos tratarén de ganar y que cada uno preferira sus propios intereses a los En un excelente libro, Mancur Olson sintetiza perfectamente toda la experiencia de una reflexién sobre la accién colectiva todavia bastante ignorada en Francia. Cr. M. Olson, The Logic of Collective Action, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1965. Pues ningin problema existe por sf solo. Existe tnicamente si hay un constructo capaz de tratarlo, pero ese constructo, a su vez, lo redefinird y lo transformard para poder tratarlo. Las restricciones de la acci6n colectiva 7 del otro. Conocer el resultado no cambia nada; los dos son prisioneros de una “légica infernal” que los lleva fatalmente al fracaso, lo cual es la consecuencia de la estructura del problema. S6lo una cosa podria cambiar la situaci6n y permitir que cada uno sa- liera del paso con bien: la capacidad de confiar el uno en el otro, y con ello la certeza de que el otro no lo denunciar4. Esta observaci6n aparen- temente pudiera estar poniendo en juego una dimensi6n ética; es cierto, pero como suele suceder, la ética puede y debe analizarse aqui como un constructo social, como una invenci6n humana que estructura el campo de accién de tal manera que, al perseguir sus propios intereses, los ac- tores no se perjudican mutuamente. Para convencerse basta con ver qué sucede en el “centro”. La “ley del silencio” puede comprenderse perfectamente como un constructo humano creado y mantenido por aprendizaje y sancién. Siendo en un principio una simple medida de retorsién, poco a poco se convierte en principio organizador relativa- mente aut6nomo, manipulado, es cierto, por aquellos que son capaces de imponerse y de servirse de él, pero que forma la base implicita o explicita de toda actividad colectiva que se ponga de manifiesto en este contexto parti Asi pues, on las dos facetas indisociables de un mismo problema: el de la estructu- raci6n de los campos dentro de los cuales se de: 1 Noe pd cone una determina sein clecta Unc mente por las propiedades “intrinsecas” de los problemas por resolver, pues quedarfa atrapada en dilemas sin clue (aE nizaci6n, en el sentido de redefinicién de los pro! a _esiruturacin humana de los campos, har posible salir de esos ato- icros logicos y los efectos contraintuitivos “primarios” que acarrean. Pero en la medida en que sea un medio para controlar y regular a éstos, la organizaci6n produciré otros, que de alguna manera son los “efec- tos perversos” que ella misma fabrica; los efectos contraintuitivos “se- cundarios” propiamente sistemdticos, los que de hecho encontramos en nuestra vida cotidiana. _. No estamos considerando aqui ni los objetivos ni las motivaciones. Estos actéan “racionalmente” en el cuadro de constructos que, a su vez, son arbitrarios. Son los prisioneros de los medios que utilizaron para re- gular su cooperaci6n y que circunscriben hasta sus capacidades de de- finir nuevas finalidades. Pueden cambiar de medios y transformar esos constructos, e incluso deberdén hacerlo si desean cambiar de manera du- table los resultados de la accién colectiva. Pero no pueden prescindir completamente de esta restriccién ni la pueden hacer desaparecer: no 18 Crozier/Friedberg existe un campo neutro, no estructurado. Es imposible la transparencia social. A partir de este momento, para comprender los problemas y las dificultades de la acci6n colectiva, es necesario dirigir el andlisis ha- cia esta estructuraci6n de los campos y preguntarse qué pasa con los mecanismos mediante los cuales opera y también se opera. Aqui es tar una contribucién deci mn de un nuevo modo (Geaenaaneno sabe osasitohamaRER Er ods Is gama de estructuraciones posibles de un campo de accion, la organizaci6n cons- tituye, sin duda, la forma més visible y mds formalizada; la que, por lo menos parcialmente, se instituye y se controla de una manera cons- ciente. Puede, pues, proporcionarnos un modelo, hasta cierto punto ex- perimental, del efecto sistema en un marco ciertamente més artificial, pero en el cual evidentemente el problema es el mismo: el de la coope- raci6n y la interdependencia de los actores que persiguen intereses, si no contradictorios, por lo menos divergentes. Segtin lo ha demostrado Herbert Simon, el estudio de la maquina artificial implica un progreso para comprender el organismo natural que tratamos precisamente de estudiar. Ver la organizacién desde esta perspectiva, no como una circunstan- cia natural cuya existencia seria evidente, sino como un problema por explicar, consiste, no obstante, en invertir la tendencia dominante de los tedricos de la organizacién, que van de la naturaleza a la organizacién, y utilizar la reflexion sobre la organizacién (fendmeno mas artificial y mas facil de analizar) mediante la comprensi6n de la “naturaleza”. Pregun- tarse sobre la organizaci6n como un problema es por lo tanto tratar de elaborar un modo de razonamiento que permita analizar y comprender la “naturaleza” y las dificultades de la acci6n colectiva. Pero regresemos a nuestro punto de partida: los modos de organi- zaciOn en tanto soluciones construidas, y por ende artificiales, de los problemas de acci6n colectiva, y tratemos de precisar cudles son estos problemas. Ante todo, en un primer nivel, est4 el de la cooperacién. Toda empresa colectiva —y esto es innegable— se basa en un minimo de Spara una buena discusi6n del cardcter heuristico de lo artificial, que sobrepasa con mucho nuestro problema, recomendamos la lectura del ensayo de H. Simon, La science des systdmes, science de Vantificiel, Paris, Ed. de VEpi, 1974. Las restricciones de la acci6n colectiva 19 Gime eae: los individuos o de los grupos, enresumen, Ss actores sociales involucrados, cada uno de los cuales persigue objetivos divergentes, incluso contradictorios. Muy esquematicamente, esta integracién Ja manipulacién afectiva 0 5 5 sumisién impuesta o consentida de las voluntades “parciales” de los que participan en la voluntad y en los objetivos del conjunto,? 0 por el contrato, es decir, la negociaci6n y el regateo que puede desarrollarse tanto explicita como implement” Bf legas6n ys elasones onal no) se establecen en forma natural; son procesos dificiles en Ios que Tos actores no se comprometen si no se sienten protegidos, pues para ellos son doblemente amenazadores. Por una parte, estos procesos siempre implican el reconocimiento de relaciones de poder y de dependencia con las consecuentes restricciones; por otra, su propia dindmica puede perjudicar a todas las partes involucradas. Los constructos de accién colectiva en sus diferentes modalidades constituyen la solucién. Mediante ellos, se redefinen los problemas, y los campos de interaccién se acondicionan o se “organizan” de tal manera que los actores, en la bisqueda de sus intereses especificos, no ponen en peligro los resultados de la empresa colectiva; incluso los mejoran. Enresumen, organizan los modos de integraci6n que afianzan la cooperaci6n necesaria entre actores sin suprimir sus libertades, es decir, sus posibilidades de perseguir objetivos contradictorios. Esto se debe a que estos constructos operan indirectamente y no determinan los comportamientos de los actores. Instituyen lo que podriamos conceptuar mejor como juegos estructurados de una manera mas 0 menos relajada, m4s o menos formalizada, 0 mds 0 menos cons- ciente y cuya naturaleza y cuyas reglas indican una serie de estrategias que pueden resultar ganadoras, entre las cuales podran y deberdn esco- ger los actores, y si sus recursos se lo permiten, pueden también jugar en contra, es decir, adoptar una estrategia momenténeamente perdedora con la esperanza 0 con el propésito de que haya un viraje a su favor del 0 de los juegos.? Como quiera que sea, estos juegos quedan abiertos °En este caso dejamos de lado el problema de los procesos de elaboracién de los Objetivos de conjunto. 1Esta diferenciacién es evidentemente analitica. Cualquier situacién social real encierra, de hecho, las dos modalidades en diferentes grados. “Naturalmente, también pueden cometer errores, equivocarse sobre la naturaleza del juego, olvidar las reglas, etc., y con esto descubrir nuevas oportunidades y nuevas estrategias ganadoras. 20 Crozier/Friedberg y su restriccion es indirecta: ésta es el resultado de que un actor, tanto tiempo como quiera seguir jugando, y asegurarse simulténeamente de que su participacion en el juego le sera beneficiosa, tendra que adoptar una de Jas estrategias ganadoras posibles. Pero al hacer esto contri- buird nolens, volens a que se los objetivos del conjunto.” Pero vayamos mas lejos en la medida en que no es natural, no es un ejercicio gratuito; de hombres contra la naturaleza con mira: teriales. Los constructos inventados para este efecto redefinen y rea- condicionan sin duda estos problemas. Pero ni sus configuraciones y sus modalidades concretas, ni sus resultados se pueden abstraer de las propiedades y de la estructura “intrinseca” de estos ultimos, en especial del elemento més fundamental de aquellas: la incertidumbre. Cuanto mas desplacemos el andlisis “racional” de su estructura légica o “natural consigo una parte apreciable di en cuanto a las modalidades concretas de su solucién. En el caso contrario, no constituye un problema, en el estricto sentido de Ja palabra, puesto que podria resolverse por medio de una maquina 0 por cualquier otro mecanismo automitico. Ahora bien, ecificas, como veremos mas adelante, oda negoicion. Si hay incertidumbres aria la utilizaran en sus transacciones con los que dependen de ellos, pues lo que es incertidumbre desde el punto de vista de los proble- mas, es poder desde el de los actores: —individuales 0 colectivos— entre ellos y con el problema qui atafie, se circunscriben, pues, en un campo desigual, estructurado por relaciones de poder y de dependencia. En efecto, los actores son des- iguales ante las incertidumbres pertinentes del problema. Aquellos que por su situacién, sus recursos 0 sus capacidades (que, por supuesto, siempre son personales y sociales puesto que no podemos concebir un campo no estructurado), son capaces de controlarlas, hardn uso de su poder para imponerse ante los otros. Cualesquiera que scan sus modalidades concretas, ya sea que tomen la forma de juegos organizativos relativamente formalizados, o juegos 11 4 obligacién y la coercién pueden analizarse aqui como un caso limite en el que la integracién se obtiene de alguna manera por la prescripcién imperativa de comportamientos, lo que se puede conceptuar como un tipo particular de juego negativo, un juego estructurado por castigos y no por recompensas. Las restricciones de la accién colectiva 21 mds desordenados y empiricos, articulados en una especie de sistema organizado, los constructos de accién colect tar esos problemas se fundan siempre en las' que provienen de las caracteristicas técnicas, econdmicas u otras, de estos uiltimos. Por lo menos en el corto plazo, éstas se imponen como circunstancias de hecho." afirmar y de imponer su domi Pero la redefinicién de los problemas, y con ella la restructuracion de los campos que operan estos constructos, permitiran crear incertidum- bres “artificiales” para contrarrestar las incertidumbres “naturales” y por ende, reducir las ganancias y las pérdidas de unos y otros en dimen- siones més aceptables. He aqui, incluso, una condicién de su desarrollo y de su estabili- zacion. En otros términos, ningin problema existe como tal. Para po- der tratarlo, siempre debe retomarse y redefinirse, ya sea para ajustarlo a las caracteristicas de los juegos que ya estén operando, o para permi- tir la creacién de esas incertidumbres “ar! s”, sin las cuales no es posible ni el regateo ni cualquier juego. ntre la estruc- tura “objetiva” de un problema y su solucién mediante la accién colec- tiva, se intercala una mediacién aut6noma que es la de los constructos de accién colectiva, que impone sus propias exigencias y su logica pro- pia. Como ademis no se percibe mas que lo que se sabe resolver —y lo que no se sabe resolver, por lo menos en el corto plazo, es lo que se puede tratar en el cuadro de los constructos existentes—, la conclusion es clara. Los constructos de accién colectiva, en tanto instrumentos para la solucién de los problemas, son también restricciones para esas soluciones, cuando no lo: é ien totalment resultados de la accion colectiv: ara dar un ejemplo burdo que igual puede manifestarse en el marco del capitalismo triunfante de Estados Unidos hacia fines del siglo que en la Rusia soviética después de la revoluci6n proletaria de octubre, el taylorismo sigue siendo un taylorismo y trae consigo, como modo de estructuracién de las 3En una perspectiva a més largo plazo, todas estas obligaciones que de ello derivan pueden y deben considerarse, por supuesto, como constructos humanos, como una estructuraci6n anterior de los campos, de ninguna manera evidente, pero que puede reconsiderarse y transformarse. La definicién del problema reviste, por supuesto, una importancia crucial. Defi- nir un problema implica también determinar las incertidumbres correspondientes y, por ende, circunscribir también, indirectamente con ellas, 1a estructura de poder ¢el cons- tructo humano que deberé tratarlo. 22 Crozier/Friedberg actividades colectivas, su propia l6gica de organizaci6n de las relaciones humanas. En este nivel, los medios son mas importantes que el fin. Toda estructura de acci6n colectiva, por estar sostenida sobre las in- certidumbres “naturales”*’ de los problemas por resolver, se constituye como sistema de poder. Es un fendmeno, un efecto y un hecho de po- der. En tanto constructo humano acondiciona, regulariza, “aplaca” y crea pod rmitir a los hombres cooperar en las empresas co- 0 agian serio dea sion oles debe, pues one siderar el poder como centro de sus reflexiones, pues Ia accion colectiva, finalmente, no es otra cosa que la politica cotidiana, y el poder su “ma- teria prima”. Esta afirmaci6n puede parecer trivial debido a las numerosas refe- rencias que se hacen al “poder”, al “ejercicio del poder” y a las “rela- ciones de dominio” en el lenguaje comin y en los andlisis cientificos de la vida social. A este respecto, no acabamos de deshacernos de la racionalidad tecnicista dominante del one best way’ y de su fundamento filos6fico y moral, el racionalismo positivista y cientificista del siglo pasado, cuyos mas ilustres representantes, desde Hegel a Lenin, pasando por Saint— Simon, Marx y Comte predijeron —cada uno a su manera—: el “fin de lo politico”, es decir, el advenimiento de la sociedad racional, sometida a s{ misma y duefia de sf misma; la era de la transparencia social en la que, segin la formula consagrada de Saint-Simon, el gobierno de ios hombres ser4 remplazado por la administraci6n de las cosas.” No cesaremos de acorralar lo instituido, la autoridad establecida bajo todas 15]nsistimos en que una formulacién de este género no puede ser més que un abuso del lenguaje, puesto que un problema no existe més que si ya est4 redefinido en el marco de un constructo ya existente, cuyas propiedades condicionan también las incertidumbres pertinentes. 1 Célebre, porque fue explicitamente formulada por Taylor, que en este sentido no merece ni ese exceso de honores, ni ese exceso de indignidad, puesto que lo tnico que hizo fue retomar y aplicar una dimensién fundamental de un ambiente intelectual y de un modo de razonamiento que la precede y sobrepasa por todas partes. Mserfa necesario, probablemente, remontarse més lejos y mucho més cerca de nosotros. Mas lejos, porque todas las utopias —de Platén a Tomas Moro— se basan en el mito de la transparencia social, mito del cual los positivismos burgueses y marxistas no son més que ta formulacién “cientifica”. Mas cerca de nosotros, porque muchos escritos contempordneos vuelven a instituir ese mito. Para no citar mas que un ejemplo, la “sociedad racional” de J. Attali (La parole et l’outil, Paris, PUF, 1975), en su complicado lenguaje, no hace mas que esconder a la sociedad fraternal, a la sociedad armoniosa, ‘en cuyo Seno esa patologia de las “sociedades explosivas” —el poder— se reduciré a su “parte incomprensible” (p. 197). Esta es probablemente la raz6n por la cual, aunque se mencione con frecuencia, el poder nunca ser4 verdaderamente analizado en este libro. Las restricciones de la accién colectiva 23 sus formas (la familia, la Iglesia, la escuela, la medicina, la psiquiatria, etc.) y de desenmascararla como lo que es: una relacién de fuerza y de dominio que en tanto lo que es, es siempre, ¢ irreductiblemente Cc ir, no se apoya en ninguna justificacién, en ninguna En pocas palabras, todo es politica puesto que el poder esta en todas partes. Sin embargo, la impresién confunde. La omnipresencia de la palabra esconde, de hecho escamotea del anilisis del fendmeno que encubre. O bien el poder se excluye completamente del campo de investigacién y de reflexién, ya sea porque no constituye mas que un “comodin” para desarrollar un razonamiento, por demés determinista 0 porque su emp i hecho, a un yerdadero abuso del lenguaje —como en las versiones estructuralistas y ultradeterministas del marxismo de Althusser 0 de Poulantzas-;* o bien se incluye en este campo y se toma en cuenta en el anilisis, pero bajo una forma totalmente inerte que prohibe el estudio. El poder esta conceptuado como un atributo, como una propiedad que opone a los que tienen con los que no tienen, como un mecanismo impersonal, una cosa que se impone a actores sociales del exterior sin que por otro lado jams se precise de dénde viene. Seguin la orientacién ideolégica y normativa del analista, aqui se destaca algo diferente: lo que no es mas que el ejercicio de una autoridad legiti ; s abuso de poder, domina y represién de las potenct: umana‘ coco: ER EA poder con la autoridad, con el Estado, con el orden mo rechazo a enfocarlo 18No nos cansaremos de repetir que en un cuadro tedrico que afirma la determinacién rigurosa de los elementos de un conjunto por la estructura de este conjunto, no hay cabida para el concepto de poder. Decir que el poder de una clase social, de un grupo © de una colectividad es su capacidad de realizar sus intereses objetivos especificos, estrictamente hablando carece de sentido. O més bien, sdlo tiene sentido si se admite que los miembros de esa clase, ese grupo 0 esa colectividad se hubieran podido organizar y actuar de otra manera, Pues bien, una eventualidad as{ queda excluida precisamente de un planteamiento que conceptia las clases sociales como estructuras objetivas y sus relaciones como un sistema objetivo en el que los actores no son mds que los soportes y que est4 gobernado, hasta en sus determinaciones més concretas, por las leyes —también objetivas— de su montaje. A este respecto, cf. N. Poulantzas, Pouvoir politique et classes sociales, Paris, Maspero, 1966, y su controversia con R. Miliband, “The Problem of the Capitalist State”, New Left Review, vol. 58, noviembre—diciembre de 1969, pp. 67-78, as{ como las interesantes exposiciones de S. Lukes, Power: A Radical View, Londres, MacMillan, 1974, 24 Crozier/Friedberg desde el punto de vista de su riqueza y su dindémica contradictoria y a analizarlo como lo que realmente es: una dimensi6n irreductible e ineluctable tanto del instituyente como del instituido, y tanto del movimiento como de la estabilidad; en resumen, de la accion social.” acci6n social.” En la medida en que los este blanco se recubre simplemente de “modernos” en algunos de sus puntos, cia supina de los mecanismos de poder. Nos referimos, por supuesto, ju I > > cias de la acci6n, si no nos sorprende, por lo menos nos inquieta. No se nos malinterprete. Sintiendo que ha llegado el momento oportuno y con toda la prudencia necesaria en este género de “trasplantes”, aprove- char los conceptos y los descubrimientos de otras disciplinas puede ser til pars i ivas ii i hecho lo son— contraproducentes, porque no pueden tomar imensién fundamental de los sistemas humanos, que es Esto es particularmente claro en el caso de la ana- logia cibernética subyacente en una parte creciente de los “andlisis de sistemas” contempordncos. Durante la obra volveremos con frecuen- cia a este tema, pero ahora es conveniente decir que este entusiasmo por la cibernética en un contexto cada vez mas sensibilizado a los efec- tos de poder nos deja perplejos, pues el modelo cibernético reproduce la misma incapacidad que por otra parte criticamos.21_Es el modelo de un sistema regulado por —y por lo tanto sometido a— un regulador central, es decir, de un sistema no politico que opera en un campo en 1En ese sentido, las sociedades analizadas por P. Clastres no fueron consideradas —como lo fueron por la moda pseudosubversiva parisina— como sociedades sin poder. Més bien, si seguimos los andlisis de Clastres, son sociedades que no conocen un modo particular del poder: el Estado. Cf. P. Clastres, La société contre l'Etat, Parts, Minuit, 1974. 2°Después de todo, es también el reproche que se puede hacer a un libro tan importante como el de C. Castoriadis, L 'institution imaginaire de la société, Parts, Seuil, 1975. El tema de este libro, que es una critica magistral del marxismo como encarnacién especifica de los esquemas positivistas y de los fantasmas racionalizadores del mundo greco-occidental, es una reflexin implicita sobre cl poder; pero curiosamente, el poder y los fenémenos politicos de la autoinstitucién de la sociedad preconizada por el actor, no quedan ni verdaderamente explicitos ni se tratan como obligaciones espectficas y relativamente auténomas. 21Cf. infra nuestros andlisis sobre los sistemas de accién concretos. Las restricciones de la accién colectiva 25 el que se postula la fluidez y la transparencia. En ciertos aspectos, es- tarfamos tentados a decir que la cibernética —por lo menos tal como se usa en cl estudio de los sistemas sociales— no es mas que la reedicion de un funcionamiento particularmente plano y cOncavo que reproduce los defectos del racionalismo positivista mas trasnochado: racionalidad a ior, Agi i i ecanicista > Quizds ahi reside la raz6n misma de su éxito: la cibernética tranquiliza por- que bajo la apariencia de un lenguaje esotérico, permite, una vez més, esquivar el verdadero debate y evita sacar todas las consecuencias del caracter irreductiblemente indeterminado, es decir politico, de los sis- tel saremos de repetir esta aseveraci6n fundamental: no existen sistemas sociales completamente regulados o controlados. Los actores individua- les 0 colectivos que los componen4amds pueden reducirse a funciones abstractas y desencarnadas.* nes, dentro de las restricciones, a veces muy pesadas que les impone en tanto mediacion comun de estrategias divergentes, ineluctable de regulaci6n del conjunto. Pero el poder del que estamos hablando no podria asimilarse al que detentaria una autoridad establecida. El poder no es el simple reflejo y producto de una estructura de autoridad, organizativa 0 social, como tampoco es un atributo 0 una propiedad de cuyos medios uno se pu- diera apropiar, como antafio se creia que podian apropiarse los me- dios de producci6n por la nacionalizacién.“ En el fondo no es otra *La conjuncién funcionalismo/cibernética no es fortuita, Esta implicita en un buen niimero de trabajos de la corriente estructuro-funcionalista americana. N. Luhman —denominado el Parsons alemn—lo intenta de manera més explicita en sus trabajos que constituyen un intento de sintesis de una teorfa funcionalista radicalizada de los sistemas sociales y de los trabajos cibernéticos. Los practi dek izaciones — irar la realidad d practicantes de las organizaciones —por poco que quieran mirar la realidad de frente— podrian tranquilizar al respecto a muchos investigadores ¢ intelectuales tentados a atribuir a las grandes organizaciones un poder condicionador del cual en realidad carecen. *Esta es Ia concepcién subyacente a los trabajos de G. Mendel, reconsiderada desafortunadamente por P, Rosanvallon en su excelente libro sobre la autogesti6n. Cf. P. Rosanvallon, L’age de l'autogestion, Paris, Seuil, 1976. En él se percibe el interés de una férmula (“la apropiacién de los medios de poder”) equiparable, pero més extensa, 26 Crozier/Friedberg cosa que el resultado, siempre contingente, de la movilizaci6n, por los actores, de las fuentes de incertidumbre pertinentes que ellos con- trolan en una estructura de determinado juego, por sus relaciones y transacciones con los otros participantes en ese juego. Es, pues, una relacion que en tanto mediaci6n especifica y autonoma de los obje- tivos divergentes de los actores, esta siempre ligada a una estructura de juego. Esta estructura, de hecho, define la pertinencia de las fuentes de incertidumbre “naturales” y “artificiales” que éstos pueden contro- lar. Debemos, pues, desechar esa concepcién puramente negativa y represiva del poder que se reafirm6 en los ultimos afios en las diversas corrientes del andlisis institucionalista, socioanalftico u otras, y en la critica neomarxista o simplemente radical en economfa,”° psiquiatria y pedagogia, concepcién que ve, en la existencia de las relaciones de poder y delos problemas que de ellas derivan, el simple producto —en el limite patolégico— y la prueba de la imposici6n de una estructura de ala formula marxista de la apropiacién de los medios de produccién. Pero incluso como metéfora, esta {6rmula es peligrosa, pues perpettia —incluso a pesar de ella— la concepcién errdnea segiin la cual el poder es susceptible de apropiaciGn. Pues bien, no hay apropiaci6n del poder, por la sencilla raz6n de que se trata de una relaci6n que como tal es inseparable de la interaccién humana y que ningin constructo de accién colectiva puede hacer desaparecer sin suprimir su fundamento: la autonomia de los individuos. A este respecto, cf. nuestras disertaciones del capitulo XV. 258s también la idea recientemente aparecida en la obra de M. Foucault, primero en una forma casi incidental en Surveiller et punir (Paris, Gallimard, 1975, en especial pp. 29-33), y después retomada y hecha explicita en La volonté de savoir (Paris, Gallimard, 1977, especialmente pp. 121-135). A nuestro parecer, esto deberia marcar un viraje en el pensamiento de Foucault. El reconocimiento explicito del fenémeno de poder como una relacién, como una mediacién ineluctable y aut6noma entre los proyectos colectivos de Jos hombres y su realizaci6n, si no permanece como un simple efecto retérico obliga, en efecto, a salirse de la I6gica estricta del discurso para centrar e} anélisis en los procesos concretos a través de los cuales ese discurso puede encarnarse en los hechos. En resumen, conduce a otro paso que, partiendo del actor, trata de estudiar la estructuracién de su campo de accién, y con ella la mediacién, que en tanto construct de poder con su dindmica propia, ésta impone al discurso. La lectura dc los andlisis, que por otra parte son fascinantes, tanto de Surveiller et punir como de la extensa argumentacién en La volonté de savoir, que ciertamente, no constituye todavia mas que una exposicion programitica y ‘metodoldgica para futuros estudios profundos, nos deja insatisfechos en este aspecto. La exposicién, muy articulada, de esta nueva manera de conceptuar el poder se manifiesta ‘como una idea abstracta, como un injerto que no prendié en un razonamiento constituido por otra parte y que no ha sido verdaderamente reconsiderado ni en su visién de conjunto nien su planteamiento general. Esta concepcin se encuentra en todas partes en el ultimo libro de J. Attali, La parole et l’outil, op. cit. Las restricciones de la acci6n colectiva 27 autoridad, de un modo de dominaci6n social, 0 de un algo instituido, que bastarfa romper para hacer desaparecer inmediatamente los pro- blemas del poder.” _Esto no quiere decir que no haya relaciones de poder opresivas y alienantes y que nuestras estructuras y modos de accién colectiva no instituyan racionalidades de acci6n y modos de control social, con todo lo que esto significa, pero no ir més all de esta aseveracin constituye distorsionar la realidad y cerrar los ojos ante lo esencial: el poder como dimensi6n fundamental e ineluctable de toda relaci6n social que siempre puede analizarse como un embrién de accién colectiva, lo que implica un regateo y una integracién, pues el poder constituye un mecanismo cotidiano de nuestra existencia social que utilizamos sin cesar en las relaciones con nuestros amigos, nuestros colegas, nuestra familia, etc. El hombre no explota las fuentes de incertidumbre que tiene a su disposici6n porque seria “malo” 0 porque la sociedad o un sistema perversos lo corromperfan. Sus relaciones con los otros siempre son relaciones de poder en la medida en que éste existe, es decir, en lugar de ser un simple medio, permanece como un actor relativamente aut6nomo, y s6lo puede permanecer asi haciendo uso de su autonomia, es decir, de su capacidad de regatear su “buena voluntad”, su comportamiento frente a los otros.” El problema no se puede evitar; la accion y la intervenci6n del hom- bre sobre el hombre, es decir, el poder y su faceta “vergonzosa”, la ma- nipulaci6n y el chantaje, son consustanciales a toda empresa colectiva, precisamente porque no hay determinismo estructural y social y porque no puede haber jamds un condicionamiento total. Su existencia plan- tea problemas especificos que es, y siempre ser4, necesario resolver. Por mis criticos que podamos o debamos ser respecto a los arreglos €structurales y jerérquicos heredados del pasado y continuamente res- tituidos por la accién presente, el hecho de liberarse no ser suficiente 2 ‘ oe En esta perspectiva, se puede ver la razén principal del carécter voluntarista, por pp der id alist en el sentido filoséfico del término, de la practica y del estilo de Barecens nde las corrientes institucionalistas, socioanaliticas, etc., que con frecuencia pre inmensos happenings en los que el que interviene desempesia de alguna manera el Papel de un lider carismatico, una especie de gurt, y en los que la manipulacién (hermana yor del idealismo) afectiva e ideoldgica no est4 totalmente ausente. F Romien estan presentes aquf la intuicién profunda y toda la riqueza de los trabajos 5 RD. Laing sobre la familia y la esquizofrenia. Cf. R.D. Laing, The Divided Self, Ao ttes, Tavistock, 1956 (trad. fr, Le moi divisé, Paris, Stock, 1971), y R.D. Laing y est rson, Sanity, Madness and the Family, Londres, Tavistock, 1964. otros ete, parecer, es el verdadero sentido del famoso “El infierno son los ~

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