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MARTIN BUBER Y EL JASIDISMO Martin Buber, nieto del gran midraschista Salomén Buber de Lemberg, nacié en Viena en el afio 1878. Des- — pués de haber estudiado filosofta y arte en varias uni- versidades europeas, comenz6 a tomar parte activa en el movimiento stonista, siendo ya en 1901 uno de los direc- tores del periddico ‘Die Welt’’. A los veintiséts aftos se retiré de la polttica activa, para dedicarse enteramente a los estudios jastdicos y trabajos literarios hebreos.. Des- . de 1906 hasta 1916 vivid en Berlin, donde ayudé a fundar el célebre JUMDISCHER VERLAG. Mas tarde ftjé su residencia en Heppenheim, cerca de Francfort, donde edité6, durante ocho afios, la revista mensual ‘““DER JUDE”’’, un pertédico de valor no igualado todavia por publicacién judia alguna. Desde 1923 hasta la catéstrofe de 1933 ocupé la cétedra de religiin y ética de la Uni- versidad de Francfort, siendo escuchado con veneracién por disctpulos de ambas religiones. Buber previno duran- te muchos aftos a los judios alemanes del desenlace fatal que les esperaba, pero los profetas en Israel raras veces - han sido escuchados... Por intermedio de una nueva editorial, la magnifica obra de Salman Schocken, Martin Buber publicéd en los! " ultimos aftos muchos estudios y discursos, destinados ‘a dar a los judtos alemanes un sostén moral y espirttual, un nuevo contenido de la esencia de la vida. En 1987 fué Uamado por la Universidad Hebrea de Jerusalem pa- ra ocupar una cdtedra, la que, seguramente, atraerd la atencién del mundo judio. co Martin Buber es considerado como -el suikeennbridor \ —6— del jasidismo, habiendo vuelto a crear aquel pasado mfs- tico en el alma del judto moderno. Su reinterpretactén de este movimiento tiene la permanencia de la gran visidn artistica. En su libro ‘MEIN WEG ZUM CHASSIDIS- MUS” (Mi Camino al Jasidismo), Buber describe cdmo, siendo nifio, se sintié atratdo por los jasidims de Galitzia, donde oyo por primera vez el nombre ‘‘BESCHT’”’, pala- bra compuesta de las iniciales de “BAAL SCHEM . TOV’’, mas tarde se alejé del judatsmo, y recién Teodoro Herzl supo ganar otra vez al joven mistico para la causa nacional. El sionismo levé a Buber de nuevo a la lengua hebrea, y entonces empezdé a estudiar y devorar viejos escritos y libros de sus antepasados jasidicos, retirdndose por completo de tada actividad. Ast descubrid al judats- mo como religiosidad, como ‘‘jasidut’’. Cuidadosamente comenzo Buber a reunir escritos y viejos cuentos judtos, las leyendas, dichos y sagas que se refieren y atribuyen al Baalschem y a sus sucesores. Como fruto de su labor paciente de muchos afios ha hecho conocer sucesivamente al lector de habla alemana sus descubrimientos en los CUENTOS DEL. RABI NAJMAN, LA LEYENDA DEL BAALSCHEM, EL GRAN MAGUID Y SUS DISCIPU- LOS, LA LUZ ESCONDIDA, siendo sus libros traducidos a varios idiomas principales. Mas el trabajo de Buber no ha terminado: Actualmente esté empetiado — en colabo- racién con el célebre escritor hebreo 8. J. Agnon —, en componer una obra completa, que abarcard todos los as- pectos del jasidismo — un CORPUS HASIDICUM —. Se considera a Buber como uno de los mds eminentes y el mds proftindo de los pensadores judtos del momento. - Representa a la escuela neojasidica. Se puede decir que, “mientras hisidricamente el jasidismo ha sucwmbido, pst- coldgicamente ha cambiado simplemente su contenido: su —T— vital entusiasmo es un gran factor para la regeneracion del esptritu judto actual. Moisés Hess, el fundador del stonismo moderno, observd que el jasidismo constituye la transicién entre el judaismo medioeval y wno nuevo, re- generado, que estd por nacer, y pronuncid las palabras proféticas: ‘‘Sus consecuencias serdn incalculables, si el movimiento nacional se apodera de él (del movimiento jastdico)’’. Y ast ha sucedido. La vieja “‘jasidut’’ ha muerto, pero ha nacido la ‘‘jalutziut’’ intstica de Eretz Israel. Mucho tienen de comin los ‘pioneers’? de Tierra Santa con los viejos jasidims; valen para los primeros las palabras del Baalschem: ‘‘Dios es visible en todas las cosas y alcanzable por toda accién pura’’. Y también es aplicable la siguiente frase de Rabt Najman, el poeta en- tre los rabts jastdicos: ‘‘Toda la santidad de Israel pende de Eretz.Israel, y cada vez que un ‘judio se redime y se sacrifica, conquista y redime un pedazo de Nuestra Tie- rra’’, Buber traduce la palabra BAAL SCHEM TOV, una designacitén que une el saber profundo del Nombre Divino con la buena fama de la que goza el rabt en el puedlo, como ‘MAESTRO DEL MILAGROSO NOMBRE” (DE DIOS), (Meister des wundersamen Gottesnamen) o “DUENO DEL BUEN NOMBRE’?. Siendo este libro publicado en la tierra libre y liberal de América, hemos preferido darle el titulo moderno ““EL RABI DE LA BUENA FAMA”’, traduciendo la palabra hebrea Baal- | schem sencillamente por Rabi. EL EDITOR. ADVERTENCIA El pequefio libro que presentamos aqui al lector bajo veste castellana es un extracto de los “Chassidischen Bii- cher”, de Martin Buber. Lo hemos traducido con el propésito de dar a los lectores de Hispanoamérica una idea — un pre- gusto, si se quiere — del movimiento mistico que abrazé a las juderfas en el siglo XVIII. El pueblo de Ia Biblia “bibli- za” en todo momento — aun en sus mayores angustias —, como la rosa da su perfume hasta cuando yace aplastada y desecada entre las pdginas de vulgar infundio. Sirva la presente antologia de antologia, pues Buber recopilé sédlo parte de las narraciones populares jasidicas, de muestra y estimulo para ediciones mds amplias. “En poco azticar — decia el Arcipreste de Hita — hay mucho dulzor”. Los pala- dares finos apreciardn estas gotas de miel genuina. AARON SPIVAK. LF DEL PROLOGO DEL AUTOR A LA EDICION COMPLETA Veintitrés afios antes de que naciera el Rabi de la Buena Fama murieron, con breve intervalo, dos judfos de renombre. : Aunque ninguno de ellos pertenecfa ya a la sinagoga — el uno, el fildsofo Baruj Espinoza habia sido anatemizado; el otro, el “mesias” Sabatay Zevi pasdrase al |slam —, carac- terizaron una tardia catdstrofe del judafsmo de la didspora, pues el mismo Espinoza, que no ejercié influencia directa sobre el desarrollo ulterior del pueblo judio, sefialé una de las mayores crisis de su historia. La caida de Sabatay puso a prueba la solidez del mesianismo; las ensefianzas de Espi- noza, el valor de la fe. Ambos dieron fin a un proceso ini- ciado con la apariciédn de Jestis. Recibieron la consiguiente réplica — una generacién mds tarde — de ‘boca del Baal- schem, el Rabi de la Buena Fama. El principal merecimiento de Israel no es haber origi- nado la fe en el Dios Unico, comienzo y fin de todo lo exis- tente, introducido el “’tuteo” en su coloquio con el Creador, establecido, en fin, una relacién directa entre la criatura y el Altisimo. Todos los pueblos practican la oracién, pero sdlo Israel ha convertido la existencia en un pleito con el Todopoderoso, una sucesién de preguntas y respuestas, en las que el hombre interroga y Dios contesta. Dios se apa- rece al judio como un platicador, cuyo lenguaje es la Crea- cién entera, habla a la Nada y las cosas, que se forman, son el eco de sus palabras. Si el mundo constituye un discur-: so, natural que la existencia del hombre sea una pldtica entre él y el Altisimo. . an [Pi Jestis — no el de carne y hueso, sino su imagen, que penetré en el alma de los pueblos, para transformarla — inici6 un nuevo didlogo con Dios, en el que ningtn otro ser humano participaba. El camino al Padre pasa por Cristo y Unicamente por Cristo. Los pueblos gentiles recibieron por su conducto la doctrina del Dios que platica, pero no quisie- ron intervenir directamente en la conversacién y dejaron que Jess hablara por ellos. Espinoza se propuso despojar al Todopoderoso de su naturaleza dialogante. Su “Deus sive natura” no es otro Dios, sino aquel con quien él mismo conversara en la sina- goga siendo nifio, el principio y fin de todas las cosas. El fildsofo quiso purificarlo de la mdcula del didlogo con su criatura. Ese fué su error fundamental. Vid en el Dios judfo a un Dios personificado, a quien la personificacién disminuye _,en sus atributos. Pero la verdad es que Adonaf es TAMBIEN “pergena y no-exclusivamente persona. La personificacién complémenta su pureza no platicante. Salomén, que cons- truy6é el templo, sabia que Dios se aparece a los hombres en la luz, aunque muere en la sombra; que todos los cielos no alcanzan para contenerlo y, no obstante, desea tener una casa en medio de sus criaturas; que es ambas cosas, ilimitado e innominado, y padre que ensefia a sus hijos a dirigirle la palabra. Espinoza conocfa sdélo la alternativa: persona 0 no persona. Rechazé a la persona por ser un idolo y pregoné el culto de la “substancia que es”, a la que tratar de tu constituye una irreverencia o la manifestacién de un lirismo de mal gusto. El Rabi de la Buena Fama respondié, sin conocer a Espi- ‘Aoza, a todas sus objeciones. Ensefia la sabidurfa de Israel que el mundo no es el lugar de Dios, sino Dios “el lugar del mundo”, en el cual — no obstante — habita. El jasidismo ‘did a esta verdad una nueva expresion. El hecho de que el! —3— Creador que lo sobrepasa viva, sin embargo, en el universo : y esté en contacto con el hombre, le confiere cardcter sacra- mental. Las cosas y seres son puestas a nuestro alcance, para que al rozarnos con ellas redimamos las chispas de divinidad que encierran. Este es el sentido de la existencia humana: entrar en contacto con los datos de la sensibilidad en sus posibilidades sacramentales. El mensaje jasidico es una ratificacién y ampliacién de la antigua sabidurfa de Israel. Una ratificacién: el impe- rativo “Santificaos, pues yo soy santo” no significa que el hombre debe apartarse de las cosas para elevarse hacia Dios, sino que las cosas se tienen que santificar por el hombre, quien realiza con ello su supremo servicio al mundo. Una ampliacién: el Sacrificio era en el antiguo Israel her- mano gemelo littirgico de la Cena, la santificacién de: la materia organizada que sirve para la nutricién de la Cria- tura; en la vida jasidica hdse vuelto la Cena sacramento de por si: el ser animal y vegetal santificado en alimento es redimido por el hombre. Todo lo que sirve a la criatura contiene chispazos de la Divinidad, que debemos redimir. Pero no sélo el mundo revélase un sacramento. Lo es también el alma humana. En sus imagenes, pensamientos y deseos vibran centellas, que quieren ser redimidas. Nada es de por sf profano o perverso. Lo que Ilamamos el Mal no es sino la tempestuosa y ciega embestidura de las centellas necesitadas de redencién. Esta fuerza, orientada y provista de sentido, se vuelve buena y santa. En el alma del hombre no estdn separadas cualitativamente lo concreto y lo espi- ritual; hay nada mds que fuerza y direccién. Quien divide... su vida entre Dios y el universo, y da al universo lo “suyo”**e y a Dios lo que “le corresponde”, niega a la Divinidad el servicio que exige de nosotros, la santificacién de lo coti- diano en la materia y el espfritu. —4— El mensaje jasfdico supera la oposicién entre “vivir en Dios” y “vivir en el mundo”, que es el defecto esencial de todas las religiones y funde ambos modos de vivir en una perfecta y concreta unidad. El anhelo de redencién del mundo y el hecho de que Dios viva en él “en medio de sus manchas”, dan origen a uno y al mismo problema. Las mdculas de la Creacién conftin- dense con la necesidad de redencién inmediata. “Dios habita en las cosas” es sindnimo de “Dios las redime”. Lo que Ilamamos el Mal reside en el hombre y en el mundo, es la mancha de la Creacién. Mas esta mancha no constituye una propiedad de la materia. Es sdlo un no man- tenerse firme, un no encontrar la direccién, un no poder decidirse. Dios ha creado el mundo, éde dénde viene, pues, el Mal? Dios ha creado el mundo y festejado la terminacién de su obra, écdmo es que esta incompleta? La gnosis de todos los tiempos opone al poder del Dios bondadoso una fuerza originaria perversa. La lucha entre ambos crearfa la Historia, su final victorioso serfa !a Reden- cién. Mas sabemos, porque lo anuncié el profeta innominado, cuyas palabras figuran en la segunda parte del libro de Isafas, que el Dios que creara la luz y la sombra originé, al mismo tiempo, el bien y el mal. El mensaje jasidico constituye también una respuesta a la gran catdstrofe del mesianismo judio, causada por Sa- batay Zevi. Es errado creer que nuestro anhelo de redencién se agota en la espera de un Unico acontecimiento final. Ya en‘ las profecias del primer exilio hdblase de la serie de “siervos —5— de Dios”, que se renuevan de generacién en generacién y llevan sobre sus hombros la mdcula del mundo. Los libros posteriores suministraron una perspectiva de la historia uni- versal, en la que los grandes personajes de la narraci6n biblica asumieron cardcter mesidnico, Con la destrucci6n — del Segundo Templo el mesianismo abandoné la escena ilu- minada de la historia y se ocult6 en la oscuridad de vidas penosas, cuyo martirio no llegé a conocimiento del mundo. Pero es un hecho: cuanto mds doliente se vuelve el destino del planeta, cuyas angustias Dios comparte al habitarlo, tanto mds rica se torna la vida interior de los portadores: de la redencién y mayor su influjo sobre el hombre. Cada uno de ellos puede ser el Mesias; ninguno de ellos debe . ser, en Su propia conciencia, mds que un siervo de Dios. Sea cual sea el significado de Jestis en el mundo de los gentiles (significado que da valor, a mi criterio, a la historia del Occidente), el judaismo debe considerarlo sélo como el primero de la serie de hombres que, renunciando a la vida recoleta de los siervos de Dios, encarnaron el verdadero “mis- terio mesidnico” y !e entregaron su espfritu y su palabra. EI que Jess fuera el mds puro de todos ellos, el mejor dotado de verdadera fuerza mesidnica, no Je quita su cardcter de primer redentor. Sabatay Zevi, muerto el mismo afio que Espinoza, cerré la serie iniciada por Jestis. Sus discipulos no formaron un grupo inadvertido y mintisculo. Lo siguié, de hecho, toda fa juderia de su tiempo, atormentada por una crisis’ violenta, que debja acarrear el final del mesianismo. El pueblo se hab/a resistido hasta entonces a las proclamas de los “Me- slas” y sofocado su propia sed de redencidn. Esta vez dejé de oponerse, lo que produjo una catéstrofe, no sélo para el mesianismo de Zevi, sino para el mismo concepto de reden- cién del Mal, — 16 — Después de la ruidosa cafda de Sabatay, el Rabf de la Buena Fama alzése contra el mesianismo corrompido, y traté de dar al pueblo un substituto que no volviera a desen- gafiarlo. - EI episodio de la tentacién es caracterfstico. Una conseja popular jasfdica presenta al Rabf de la Buena Fama tentado por el espfritu del falso Mesfas. Zevi pidiéd al Baalschem que lo redimiese, para lo cual era necesario que se ligara al ser del muerto. El Rabf comenzé a hacerlo, con suma cautela, a fin de no caer en una trampa de Satan&s. Durante el transcurso de este proceso de redencién, Sabatay volviéd a aparecérsele en,.suefios y lo tenté, pero el Rabf lo aparté de un empellén y el espiritu torné a desplomarse en el abismo. “Una chispa divina habita en él — dijo el Maestro mds tarde —, pero el Malo lo ha hecho caer en el Jazo de la altanerfa”. Este episodio es la condena definitiva del mesianismo. La doctrina jasfdica no admite que un hombre particular, una €poca particular o una actividad particular se distinga de los demds como animado de especiales dotes redentoras. Toda la humanidad esté provista del mismo poder mesidnico, todo siglo es propicio para recibir la Palabra, toda actividad bien intencionada es actividad redentora. Vivimos en un mundo irredimido, pero de cada vida: humana cae en é! — como el polen de la flor en el cdéliz — una semilla salvadora. Y la cosecha es de Dios. NOTA DE LA EDITORIAL Siguiendo el orden de los "CHASSIDISCHE BUECHER” de Martin Buber, damos antes de la leyenda del Baalschem los relatos sobre Rabi Najman, biznieto del fundador deél jasidismo. Rabf Najman vivid ya en la época de decadencia - de este movimiento, cuando los zadikim ambiciosos se habfan hecho intérpretes exclusivos de las ensefianzas del Baal- schem ante el pueblo ignorante, al cual explotaban. Contra estos “’falsos justos”, Rabf Najman, el “sionista” entre los rabfs jasfdicos, luch6é durante toda su vida, pero no pudo impedir que este movimiento mds puro y profundo del ghetto milenario degenerara en un sistema de santurronerfa y torpes costumbres irreligiosas. . LA MISTICA JUDIA Rabi Najman de Brazlay, nacido en 1772 y muerto en 1810 fué, tal vez, el Ultimo mfstico judio. Con él extinguidse una tradicién ininterrumpida, cuyo comienzo desconocemos. Se ha querido negar la existencia de esa tradicién; hoy na- die duda ya de ella. Esta demostrado que se abrevaba al comienzo én fuentes persas, después posthelénicas y, por Ultimo, albigenses; pero logré conservar en todo tiempo la frescura de su propio manantial interior, que podia recibir las aguas de numerosos confluentes, sin identificarse con ellos. Llamdbanla cdbala, es decir, doctrina oral que se transmite de generacién en generacién, enriqueciéndose a medida que pasa de boca en boca y conservando, no obs- tante, su unidad, su peculiaridad y su vigoroso acondicio- namiento al destino y la idiosincrasia del pueblo. La aptitud mistica es propia de los judios desde tiempos inmemoriales,.,.y sus manifestaciones no constituyen, como sucede generalmente, una reaccién contra el dominio abso- luto del intelecto, Es caracterfstica judfa notable no haber cambiado de modo de ser en el transcurso de los milenios y que las tendencias extremas se inflamen en ellos con mayor rapidez y fuerza que en los demas. E! alma del judio es pobre en plasticidad. Mads dindmico que sensible, reacciona en su vida intima con intensidad , mayor a la reactividad de sus sentidos. Sus sensaciones tien- den a convertirse en conceptos e ideas mds que en repre- sentaciones e imdgenes. Ajeno a las cosas y capaz de com- prender sdlo lo subjetivo — el mismo Espinoza se represen- taba a la naturaleza geométricamente —, existe menos en substancia que en relacidén. Tiene el sentido de lo genérico — 19 — y revelado, de las fntimas funciones del cosmos y la psique y sabe expresarlos en férmulas matemdticas y definiciones Idgicas o en ritmos y melodias, Es mucho menos sensible, en cambio, a la realidad de un Grbol, un pdjaro o un hombre, y rara vez sabe representar un objeto o una figura. Lleva, esencialmente, vida de relacién; si tiene el alma estrecha, dedicase a lo utilitario; si su espfritu es amplio, dase por entero a una idea; pero casi nunca vive con las cosas 0 las cuida amorosamente, en paz con el mundo y tranquilo y seguro en su posicién. Hay un elemento que substituye en el alma del judio lo que es incapaz de aprehender: el “pathos”. . Se lo podrfa definir: la voluntad de lo imposible. En Moisés y los profetas, la voluntad de la justicia absoluta; en Jesus y San Pablo, del amor absoluto; en Espinoza, de comprender el ser; en Fil6én y los cabalistas, de la uniédn con Dios, que el Libro del Zohar llama “zivug’. El alma judia, falta de sostén en la realidad, se redime de sus deficiencias echando rafces en lo imposible. La mfstica judia procede de una aptitud innata del pueblo. Las migraciones y el martirio empujan su alma hacia los bordes de la desesperacién, que se iluminan a veces con stibitos reldmpagos de éxtasis. Pero su misma vida insegura le impide expresar el éxtasis con claridad. Asf nacié el “Zohar”, el “Libro del Esplendor”, en el que las revela- ciones extraordinarias aparecen seguidas de superfluidades y bizantinismos fatigosos. El “pathos” se rebaja en el mundo hasta volverse retdérica, para elevarse luego a las cimas de la especulacién religiosa. En tiempo del Talmud la doctrina mistica era todavia un enigma, que se podia confiar sdlo a los “maestros en artes y peritos en susurros’”. Sabemos por Josefo con cudnto cui- dado los esenios ocultaban sus misterios y libros secretos que conservaban desde tiempos antiquisimos. Con todo, sus —n-— ensefianzas cruzaron los Ifmites de la secta y de la tradici6n oral. El primer escrito Ilegado a nosotros, el pitagérico “Libro de la Creacién”, fué compuesto, probablemente, entre los siglos séptimo y noveno. El “Zohar” — en su versié6n actual — procede del siglo trece. En el intervalo el cabalis- mo completé su desarrollo. La doctrina de la cdbala no salié durante mucho tiempo del cfirculo de una “orden” secreta, cuyos miembros estaban dispetsos por Francia, Espafia, Italia, Alemania, Egipto’y Palestina. Era una ensefianza ajena a la vida, simple visién de Dios que no exigfa nada a la realidad, a diferencia de la mistica jasidica posterior. Se oponfa a los ' otros poderes del] judafsmo: la Ley dura, fria y el raciondlis- mo aristotélico; pero no cre6 una ética propia y no pudo conquistar a las masas. La expulsién de los judfos de Espafia dié a la Cdbala un impulso mesidnico. La nica enérgica tentativa de la didspora de crear un hogar espiritual habfa terminado con un estrepitoso fracaso. El abismo de la desesperacié6n volvié a abrirse y florecer otra vez en suefios de redencién frené- ticos e imperiosos como no se habifan conocido desde el tiempo de los romanos. El mesianismo exigfa lo imposible. * Lo absoluto debfa de tornarse realidad. La cdbala no podfa continuar encerrada entre los limites de una secta. Tuvo que dar cabida en su seno al fervor de! pueblo y penetré en el pueblo — de rebote —, como el propio Mesfas en ciudad redimida. La nueva era mistica fué inaugurada por !saac Loria en el siglo XVI. Dice el Talmud que el Mesias vendré cuando todas las almas se hayan encarnado en sus respectivos cuer- pos. Los cabalistas de la Edad Media distingufan entre el alma de una persona que procedia del “limbo” de los nonatos y la que habia vuelto a este mundo por uno de los azares de la transmigracién. El Zohar y los cabalistas posteriores —24— dieron forma a la doctrina que encontramos constitufda de modo definitivo en Loria. Habrfa dos clases de metempsf- cosis: la transmigracién, o Guilgul, y la concepcién, o Ibur. Un hombre provisto ya de un alma puede, en determinado momento de su vida, recibir una o varias almas mds, que se unen a la suya, si estan emparentadas con ella, es decir, si proceden de la misma irradiacién del hombre primitivo. El alma de un muerto se agrega en ocasiones a la de un vivo, para terminar la obra que dejé incompleta. Un alto espfritu separado del cuerpo se incorpora a veces a un espi- ritu imperfecto, para ayudarlo a perfeccionarse. De ese modo nace la profecia. Dos almas incompletas se unen para com- pletarse e iluminarse mutuamente. Si una de ellas se debilita, \lévala la otra en su seno como una madre y la alimenta de su ser. Cuando todas las almas se hayan depurado de sus malas. inclinaciones, alboreard el dia en que comenzaré el Reino de Dios. La ultima en encarnarse seré el alma del Mesfas. Loria hizo depender este desarrollo césmico de la con- ducta de algunos hombres selectos que pueden acelerar el proceso de redencién con abluciones, vigilias, contemplacién extdtica y amor absoluto. El movimiento iniciado cien afios después por Sabatay Zevi dié forma a estas ideas. Por primera vez se revelaron las posibilidades ocultas en el alma popular, Los valores in- mediatos de la vida vacidronse de sentido. El pueblo comulgé con lo absoluto. Estaba dispuesto a seguir al Mesfas. Fraca- sado el intento de Zevi, penetré6 mds hondo aun ‘en el alma popular la conviccién de que se podia “forzar el fin” con ejercicios misticos. Mil quinientos judfos iniciaron en 1700 una ascética: peregrinacién a Tierra Santa, en la que la mayorfa murié y los demés sufrieron privaciones sin cuento. Hubo quienes sintieron estrecho el horizonte de sus mise- —2~ rables puebluchos y, después de Ilenar sus alforjas con lo que encontraban a mano, echaron a caminar sin rumbo, de aldea en aldea, hasta que !a muerte los sorprendié lejos de Ja tierra natal. Esos martires de su propia voluntad de redencién fue- ron los predecesores del Ultimo y mds alto desenvolvimiento de la mistica judia: el jasidismo, nacido a mediados del si- glo XVIII. El jasidismo es la cdbala mds una ética. Predica, no la “askesis”, sino la alegria en Dios. Jasid significa de- voto; pero el jasidismo no es pietista. Huye de toda osten- tacién de sentimientos. Trae el mds alld al mds acd y deja que lo plasme como e! alma plasma el cuerpo. . El jasidismo, que se propagé muy rdpido por Polonia y las estepas de Ucrania, fué creado por Israel de Mesbiz, el Baal Schem Tov, o sea, el Rabi de la Buena Fama. Sus ensefianzas nos han Ilegado en forma incompleta. No dejé nada escrito y compartid sus ideas con sus discipulos en la medida que le desbordaban como un vaso demasiado Ileno, seguin su propia expresién. Dios, decia el Baalschem, es la esencia de las cosas, pero no habla en ellas, sino que piensa por su intermedio. Sélo espfritus de gran pureza pueden aprehender sus medi- taciones. En todos los objetos, aun en los aparentemente inertes, habitan chispas divinas. Lo que Ilamamos el Mal no es una cualidad del ser, sino una ausencia; es el “exilio de Dios”, el Ultimo escalén del Bien; es -— segtin la termi- nologia de la antigua cdbala — la “cdscara” que encierra y oculta la esencia de las cosas. No hay objeto que no merezca ser amado. Los instintos del hombre tampoco son malos. Cuanto mds grande el hom- bre, tanto mds poderosos sus instintos, pero el puro y santo los convierte en la “carroza de Dios”. El horibre debe sen- tir sus inclinaciones y dominarlas, conocer el orgullo y no — 23 ~ ser orgulloso, conocer la célera y no encolerizarse. El pensa- miento de la persona es su ser: quien piensa en el otro mundo esté en él. El mds alld no es exterior a nosotros. Es el “mundo del pensamiento”. Las ensefianzas de! Baalschem encontraron rdpida acep- tacién entre las masas. El pueblo, oprimido y entristecido por mds de un milenio de casufstica, descubrié la alegria. Se liberté de pronto de la casta de conocedores del Talmud, “aristocracia espiritual’’ estéril, improductiva, ajena a las realidades dolorosas del ghetto. Supo que no era el conoci- miento lo que calificaba a los hombres, sino la pureza del alma, que lo acercaba a Dios. La nueva doctrina fué reci- bida como una revelacién. Los ortodoxos declararon una guerra santa a los herejes. Todos los medios fueron utilizados para exterminarlos: la ex- comunién, la denuncia a las autoridades, la clausura de sinagogas, la quema de libros, el encarcelamiento, los aten- tados contra los prohombres. Sin embargo, el jasidismo se impuso, pues era la fuerza nueva, arrolladora y fresca. En- contré un temible enemigo en la Haskald, el ‘iluminismo judio, que combatia la “supersticién’” en nombre de Europa, la ciencia y la cultura. Pero la Haskaldé no logré quitar terre- no a la mistica popular, cuyo fin fué precipitado sélo por un proceso de descomposicién interna. El jasidismo exigfa lo imposible, imponfa una tesitura espiritual en la que el pueblo no podfa mantenerse, le daba la redencién a un precio que superaba las posibilidades de sus limitadas poten- cias. Era una doctrina para una aristocracia del espfritu, que se dirigfa, en cambio, a la multitud. Las masas no podfan . comprenderla sino con Ia ayuda de intermediarios, los zadi- — kim (o justos), que vivian en ambos mundos y servian de lazo de unién entre ellos. El zadik dié a la comunidad jasf- dica una seguridad en Dios que no habia posefdo antes, pero — 24 — le quité lo Unico que tenia de valioso: la biisqueda, el afdn por llegar a la divinidad. En un principio los zadikim fueron personas dignas, discipulos o discfpulos de discfpulos del Baalschem. Pero como la comunidad Jos mantenfa — por lo general regiamente —-, para que pudieran dedicarse a sus funciones de intermediarios misticos, el “zadikato” se volvid una prebenda y sus detentadores — incapaces y codiciosos — empezaron a negociar con magias y encantamientos. Poco a poco surgieron dinastias de zadikim, que vivian en una opulencia nada mistica, incompatible con el estado de pure- za. El jasidismo degeneré de ese modo en sectarismo delez- | nable. RABI NAJMAN DE BRAZLAV Una de las figuras més grandes, puras y trdgicas del jasidismo fué el Rabi Najman Ben Simja, llamado “de Braz- lav’, por haber predicado en esa ciudad. Su deseo era “res- taurar la corona del viejo esplendor’”’. Ardfa en él la ira contra los violadores del Templo. Querfa ser “el alma del pueblo”. Para conseguirlo sacrificé su felicidad personal, per- did a sus mejores amigos, se empobrecié y encontré la muerte a destiempo. Vivid tan enteramente entregadg a sus ensue- fios, que no quiso anotar en el papel sus ensefianzas, y sdlo poseemos de él los fragmentos de discursos, conversaciones y cuentos recogidos por sus discfpulos. Rabi- Najman, biznieto del Baalschem, nacié en la ciu- dad del Rabi, Miedzborz. Su nifiez se caracteriz6é por la infructuosa bisqueda de paz y Jas continuas Juchas consigo mismo, No cumplia el mandamiento de servir a Dios alegre- mente; se atormentaba, ayunaba y evitaba el sosiego. La tra- dicién de la vida extdtica, que reinaba en su casa, lo domind - desde nifio; no podia soportar el curso lento, pesado, de la vida cotidiana. Tampoco lo satisfacfan los servicios divinos. EI ritual lo tenia maniatado. Hufa de noche a lugares desier- tos y hablaba a Dios en la lengua popular, el idisch. Pero Dios no le contestaba. Se sentia entonces despreciado por el Altisimo, Estremecialo una tempestad de desesperacién, cuyo final era un nuevo éxtasis. El mismo refirié en afios posterio- res una de esas experiencias. Cierta vez resolvid recibir el dia sGbado en la mayor pureza. Se bafid a media noche en el manantial, volvi6 a su casa, se puso las ropas sabdticas y se dirigid a la sinagoga. A solas en la casa de oracién semioscura, pased de un extremo al otro, concentradas todas — 6 — sus potencias espirituales en el propdsito de captar las ema- naciones del espiritu divino, que desciende los*sdbados sobre los hombres. Aguzé sus sentidos, se torné un manojo de nervios en su deseo de ver algo, pues la revelaci6n DEBIA producirse. Se abrasaba de impaciencia, mas no vié nada. Mientras tanto Ilegaron a la sinagoga varios devotos, se ubicaron en sus puestos y entonaron el rezo sin prestar aten- cién al nifio, quien se acurrucé a los pies de un atril, apoyd en él la cabeza y se eché a Ilorar, calladamente. Horas y horas rodaron las ldgrimas por sus mejillas, sin que alzara una sola vez los ojos hinchados de Ilanto. Llegé la noche. Movido por un suibito impulso irguid la cabeza. El reflejo de los cirios aparecidsele — tenfa los ojos velados por las l4grimas — como una gran luz Unica, y su alma se serenéd. — Sufria a menudo por Dios, sin que el mundo se enterara de sus intimos padecimientos. Recurrfa a multiples artima- Aas, para ocultar sus ayunos, y cuando caminaba por la calle hacia toda clase de chiquilladas y bromas, como el “giullare di Dio”, el poeta franciscano Jacopone da Todi, a fin de que a nadie se le ocurriese pensar que se consumia de ansias misticas. El yugo de su vocacién no le fué siempre facil. Amaba la alegria y tenfa el sentido de la belleza. Sdlo en afios posteriores encontré la sintesis y pudo servir a Dios alegremente. Pero en aquel perfodo critico de su infancia, el mundo pareciale un impedimento para llegar al Altisimo. A fin de fortalecerse, pensaba todas las mafianas que ése era el Ultimo dia que le quedaba, y por la noche corria a la tumba del bisabuelo, a impetrar su apoyo. Asi passé su nifiez. Tenia catorce afios cuando lo casaron, segtin la’ cos- tumbre judia de la época, y se fué a vivir en la aldea de-su suegro. Allf entré por primera vez en contacto con la ndtu- raleza. Las inclinaciones ascéticas lo abandonaron de inme- diato. Ces6 la lucha interior, No tuvo necesidad de seguir —7~ buscando la revelacién. Dios aparecfasele ahora en las cosas. El bote en el que se dejaba llevar por las ondgs del rio le conducia hacia el Altisimo, cuya voz ofa resonar entre las cafias. El caballo en el cual cabalgaba por el bosque lo acercaba igualmente a Dios, que lo contemplaba de entre el ramaje. Asi fué tomando cuerpo su doctrina del servicio. de Dios en medio de !a naturaleza. El amor a lo vegetal era en é) tan poderoso qué, habiendo dormido una noche en una casa construfda de madera de Grboles jévenes, sod que es- taba acostado entre muertos. A la mafiana siguiente repro- chéselo al duefio, y le dijo: “Hachar un drbol antes de tiempo es como matar un alma”. De la aldea pasé a vivir a un pueblito, donde empezd a ser conocido entre los devotos; pero no quiso rodearse de ‘la pompa de los zadikim. La decadencia del jasidismo lo apenaba. Poco a poco, hizose firme en é! el propdsito de reanimarlo y dignificarlo. Querfa que las ensefianzas pa- saran de boca en boca y convirtieran “el desierto de los corazones en una ciudad habitada por Dios’’. Traté de acer- carse al pueblo, para convivir sus penas y deseos. “En un principio — contd mds tarde — pedi a Dios que me permi- tiera sufrir todos los dolores de Israel, pues a veces alguien venia a verme, me contaba sus penas, y yo no los sentia. Pero ahora, cuando una persona me refiere sus sufrimientos, los padezco mds que él. Otras ideas pueden distraerlo y hacerle olvidar sus angustias, pero a mi no”. De ese modo vivia con el pueblo, como el Baalschem y sus discfpulos. Antes de iniciar su prédica deseé recibir la bendicién de Tierra Santa, del pais del destino, que es el corazén y la, cancién del mundo. Quiso visitar las tumbos de Simén Ben | Jojai (*) e Isaac Loria (*) y oir las voces que flotan sobre (1) Maestro legendario del siglo I!, a quien se atribuye la compo- sicién del “Zohar”, el “Libro del Esplendor”. Condenado a muerte por los —B— las ciudades de las profecfas. La realizacién del viaje fué dificultosa. Era pobre; no tenfa con qué cubrir sus gastos y los de su familia durante su ausencia. Los devotos de la comarca lo ayudaron cuando supieron su propésito. Sus pa- rientes quisieron disuadirlo, pero él les replicaba con una sola frase: “Mi mayor parte esté ya alla”. Inicié la excursién en 1798, acompafiado de uno de sus discfpulos, que refirié las peripecias de la misma en estilo sencillo y conmovedor : el rabf no quiso revelar su nombre durante el viaje; para humillarse en el umbral de Tierra Santa, saliéd a pasear por las calles de Estambul descalzo, sin cinturén ni levita; a causa de la “guerra de los franceses” (la conquista del — Egipto por Napoleén) viéronse detenidos largo tiempo en la capital de Turqufa; en alta mar sorprendidles una tem- pestad terrifica; los Grabes de Jaffa tomdronlo por un espfa francés y no lo dejaron bajar; cuando pisé, por fin, el suelo de Palestina, sintiéd tanta alegria, que deseé “arrojar el alma de si’; después acongojdle una gran pesadumbre en la ca- verna del profeta Elias, todo ello hdllase descrito:en tono crédulo y colorido. Desde ese viaje comenzé para Rabi Naj- man su verdadera vida. “Lo que yo sabfa antes de Erez Israel no es nada”, solia decir, y prohibid conservar las’ anotaciones de sus ensefianzas anteriores. Palestina volvidse — para él una visidn, que no lo abandoné mds, “Mi lugar — repetia — es Erez Israel, y adonde vaya, voy siempre a Erez Israel’. En los ultimos dias de su enfermedad aseguraba: “Vivo de mis recuerdos de Tierra Santa”. A su regreso establecidse en Brazlav. Algunas zadikim romanos, vivid muchos afios con su hijo en una caverna. Después se esta- bleci6 en Merén, en la Alta Galilea, donde murié. Allf se encuentra su tumba, y en los aniversarios de su muerte realfzanse en el lugar grandes festejos populares, que atraen masas de jasidim de todo el pafs. (2) Gran maestro de la cdbala posterior (1534-1572), pasé los til- timos afios de su vida en Safed, donde murié. 20 — que detestaban sus doctrinas iniciaron contra é! una cam- pafia feroz, que se prolongé hasta después de su muerte. “éPor qué no han de combatirnos?, decfa Rabf Najman. No pertenecemos a este mundo, y por eso el mundo no nos. soporta”’. No se le ocurrié luchar contra sus enemigos. Por el contrario, trataba de justificarlos. ‘“éAcasa me odian a mf?” preguntaba. “Han tallado una figura humana y le dirigen sus ataques’”. Solfa repetir la pardbola del Baalschem: varios musicos tocaban y una gran multitud bailaba una ronda al son dé sus instrumentos; en eso {legd un sordo, que no conocfa la musica ni el baile, y se maravillé: “j;Qué tontos son esos hombres! Golpean con los dedos en cajas de madera y los de mds alld giran de un lado para el otro”. En Brazlay formé escuela rdpidamente. La ensefianza era para é/ un misterio. Cada palabra que decfa se habfa purificado por las penas y lavado en ldgrimas. ‘Estoy Ileno — decfa — de ideas desnudas; mas me es muy dificil ves- ~ tirlas’’. Cuando tenfa que pronunciar una palabra, sentia que se le iba el alma. La influencia de su prédica sobre los demds espiritus lo serenaba. “A veces — comentaba — penetran mis palabras en los oyentes como un silencio y obran después, como un remedio lento. Otras, no influyen sobre el hombre a quien se las dije hasta que é! mismo las repite a un prdjimo y advierte entonces su sentido. Cuando se habla, nace una luz y un reflejo. Pero puede suceder- que se forme el reflejo sin la luz. El oyente debe repetir lo ofdo, para que la luz aparezca, pues sus palabras la encienden al salir de su boca”. Lo fundamental, segtin Najman, no es la influencia de la palabra sobre el que habla, sino sobre el que oye. La palabra revela su sentido absoluto cuando el oyente comienza a hablar. El alma del discfpulo complementa y perfecciona la del maestro. Este es el sentido oculto del diGlogo. “Cuando converso con una persona, quiero oir de — 30 — él las palabras supremas”. Como se ve, la ensefianza de Rabi Najman es la contraparte de la mayéutica socrdtica. Después de cinco afios de residencia en Brazlav, enfer- mése de tisis, a consecuencia de las luchas y persecuciones, que -no afectaron a su espiritu,. pero influyeron sobre su salud. Sintid que iba a morir, mas no experimenté la angustia del mds alld. “Para quien ha alcanzado el verdadero saber no hay discontinuidad entre la vida y la muerte, pues estd adherido a Dios y vive la vida eterna como Dios mismo”. Veia la muerte como una ascensién. “Quisiera poder qui- tarme de una vez la camisa — decia a sus discipulos —, pues no soporto el estar parado tanto tiempo en el mismo peldafio, sin subir mds alto’. Cuando sinti6 que la muer- te se acercaba, pidiéd ser trasladado a Uman. Algunos afios antes de su nacimiento, en 1768, entraron las bandas de los “haidamakes” en esa ciudad, que polacos y judios defendian en comtin, mataron a los ultimos y arrojaron sus caddveres por encima del muro. Rabi Najman crefa que las almas de los millares de victimas segufan adheridas al lugar de su muerte y no subirfan al cielo hasta que se les uniese unsalma pode- rosa, que las levantara consigo. Se sentia destinado a redi- mirlos; por eso queria morir y ser enterrado entre ellos. Cuando Ilegé a Uman, alojése en una casa, cuya ventana daba a la “Residencia de los vivos”, como los judfos acos- tumbran a llamar al cementerio; y apoyado en el alféizar solia contemplar las tumbas con alegria. Preocupdbale tan sdlo el temor de que su prédica no diese el fruto apetecido. En los ultimos dias recuperé por completo la paz de su espfritu. “éUstedes ven esa gran montafia que se levanta alld lejos?, pregunté. No sé si vamos hacia alld o ella viene hacia nosotros”. Muriéd en paz. Uno de sus discipulos escribid: “El rostro del muerto, era como el del vivo cuando caminaba pensativo por su habitacién”. PALABRAS DE RABI NAJMAN El mundo El mundo es como un dado que rueda. Todo gira con él. El hombre se vuelve angel; el dngel hombre; la cabeza pie; el pie cabeza. Asi ruedan y giran las cosas y se transforman ésta en aquélla y aquélla en ésta, lo superior en lo inferior y lo inferior en lo superior, pues en la raiz todo es uno y en la transformacién y repeticién de las cosas esta contenida la redencién. > La contemplacién del mundo Como la mano mantenida delante de los ojos oculta la alta montafia, la pequefia vida terrena oculta los enormes misterios y luces de que el universo estd Ileno. Quien puede apartarla, como se aparta una mano, ve las luminarias pren- didas en el centro del mundo. Dios y el mundo Todas las privaciones del hombre vienen de su propio ser. La luz de Dios se vierte sobre él eternamente, pero - la vida excesivamente corporal esparce una sombra a su alrededor, y la luz divina no puede alcanzarlo. Dos idiomas Hay hombres que pronuncian las palabras de la oracién con espfritu de verdad; sus palabras lucen como piedras preciosas que poseyesen luz propia. Otros hay, cuyas palabras son sdlo como una ventana, que da entrada a la luz de los demds y se ilumina de su reflejo. — 32 — Adentro y afuera El hombre se angustia por cosas que no pueden dafiarle, y lo sabe; desea cosas que no pueden aprovecharle, y lo’ sabe; pero en verdad hay una sola cosa dentro del hombre mismo que él teme, y otra sola cosa, en su interior, que desea. Pensamiento y lenguaje Los pensamientos de los hombres son palabras y movi- mientos vocales, aun cuando él no lo sepa. Perfeccién Hay que renovarse cada dia, para perfeccionarse. El instinto El mal instinto es como un hombre que corretea entre sus semejantes con el pufio cerrado, sin que nadie sepa lo que encierra. E! hombre se acerca a sus préjimos y les interroga: ““éQué tengo aqui?”. Todos piensan que la mano contiene lo que mds desean y corren detrds de él. El hombre abre entonces el! pufio, y no hay nada adentro. Se puede servir a Dios con el mal instinto, cuando se orienta hacia’ él el propio ardor. Sin mal instinto no hay posibilidad de servir a Dios enteramente. La direccién Cuando un hombre no se dirige 4! mismo, le dirigen las cosas, que se vuelven para él mensajeros de Dios. Voluntad e impedimento No hay impedimentos que no se puedan romper, pues — 3 — los impedimentos han sido creados para espolear la voluntad, y existen sdlo en el espiritu. Lo oculto Algunas personas no tienen poder en el mundo de lo revelado, pero en el mundo de lo oculto gobiernan a la es- pecie. ’ EI reino de Dios Quienes no Ilevan vida solitaria se sentirdn perdidos cuando el Mesias los Ilame; pero nosotros seremos como un hombre que acaba de levantarse del suefio, y cuyos sentidos estdn reposados y serenos. EL CUENTISTA En los ultimos afios de su vida, Rabf Najman refirié a sus discipulos muchos cuentos y leyendas. E! impulso inicial de sus relatos era la intima convicciédn de que sus ensefianzas estaban desnudas. Las narraciones debfan ser- virles de vestidura. Cuando queria plantar, por ejemplo, al- guna idea mistica o verdad trascendental en el alma de sus discipulos, la idea o verdad revestiase en su boca con ropaje de cuento. Rabi Najman encontré una tradicién de relatos popula- res judios y abrevé en ella. Sus cuentos distinguense de las creaciones andénimas por la manifiesta intencién y vigorosa forma personal. Fueron anotados por sus discipulos, espe- cialmente por Natdn de Nemirov, en forma fragmentaria, y no siempre fiel. Trece de ellos se publicaron después de la | muerte del autor, en 1815, en el original idisch con traduc- © cién hebrea adjunta. CUENTOS DE RABI NAJMAN La historia del rabi y su hijo Hubo una vez un rabf que habia pasado su vida en el estudio de la Ley y cuidado escrupulosamente los preceptos. Cuando le nacié; a edad avanzada, su hijo dnico, parecidle un don del cielo. Era como si hubiesen ratificado desde lo alto la santidad de su devocién. Juré dedicar los dias que le quedaban, a cuidar que su hijo penetrase como él en las profundidades de la Ley, la respetara y odiara a Jos ilusos, que se dejan guiar por el corazén cuando debiera imponerse el pensamiento frio. El hijo crecié e hizo suya — 35 — toda la sabidurfa de los Libros Santos. Tenfa en la.casa de su padre un pequefio gabinete de trabajo, en el que se sumia en los misterios de las Escrituras. Pero su alma no se detenia mucho tiempoen los Libros; su mirada no quedaba fija en la planicie sin limites de las letras rigidas, sino que se desli- zaba por sobre las ondas rubias de las espigas hasta la linea oscura del lejano bosque de abetos. Junto con ella escapd- basele el alma y se hamacaba en el aire quieto, espantadiza como un pdjaro joven. Con esfuerzo volvia a concentrar los ojos y el-corazén en la estrecha cdrcel, pues queria saber, y la ciencia estaba en los libros. Mas aunque sostenfa con ° ambas manos Ia cabeza inclinada sobre las pdginas cubiertas de signos, su alma continuaba desaferrada. Como no podfa volar hacia los bienes que se vislumbraban mds alld de la ventana, concentrdbase en la apasionada y cdlida contem- placién de sus paisajes interiores. Con el andar de los dias, sus conocimientos qumentaron; pero su saber flufa, no de la confusién de las palabras que bailaban delante de sus ojos, _sino de lo hondo de su corazén. Al mismo tiempo, fortalecidése en él la potencia del ser, llamada santidad; sus palabras eran claras como el cristal; todo lo que hacia tenfa un sello de pureza; y cuando caminaba por su gabinete era como si andara sobre las olas de un mar solitario. Sabidurfa y santi- dad formaban en él una unién perfecta, “el estado de la ‘pequefia luz”, que suele aparecer de vez en vez en un alma de Dios. En su involuntario error seguia estudiando las Escritu- ras, para poseer mds a fondo la verdad. Pero en cuanto se acercaba a los libros, pareciale que penetraba en un yacio, oprimiale una penosa sensacidn de ausencia, como si lo hu- bieran abandonado en medio de lo infinito. Volvia, pues, constantemente sobre si mismo, y se entregaba a las seduc- _ciones del gran silencio. Mas tampoco le trafan la paz, que — 36 — anhelaba como las almas aun no nacidas desean la vida terrena. En los mayores éxtasis faltdbale algo, no sabia qué; en las horas plenas de gracia de la contemplacién sentia una nostalgia, para la que no encontraba nombre. No se atrevia a hablar de ello. Era demasiado poderoso para ser expresado, y cuando intentaba hacerlo, la palabra que lle- gaba a sus labios exteriorizaba algo distinto de lo que pasaba en su alma. De entre todos los hombres preferia la amistad de los jasidim, los ilusos a quienes su padre odiaba tanto. Sentia palpitar en su modo de ser irrefrenado algo de lo que vibraba en sus propios suefos. Su padre le reprendia, pero él no podia separarse de ellos. Una vez, estando en compafiia de dos jasidim jévenes, fortalecié su corazén para hablar. Lidid con sus palabras hasta hacerlas inteligibles. Refiri6 a sus amigos que le mortificaba una sensacién de ausencia y el ansia de un algo inefable. Ellos le dijeron: ~~Hay una sola persona que puede ayudarte. Es el gran zadik, que vive a un dia de viaje de acd. Le ha sido dado el poder de libertar a las almas. Camina por entre los hombres, y del resplandor de sus ojos fluye und bendicién de Dios sobre los que se le acercan. Extiende la mano hacia los oprimidos y respiran de alivio. Su dedo borra de las frentes las sefiales de cansancio y pesadumbre. Su palabra redime del odio y revela a los melancdlicos las bellezas de esta vida, —¢Es un sabio? —Lo ignoramos, pues no ayalora la ciencia ni habla de las cosas que se aprenden. Pero sabemos, en cambio, que su influencia se deja sentir de cerca y de lejos. E! mundo de fa creacién le pertenece. —¢Es un santo? —No sabemos si es santo, pues no se mantiene apartado —37— ni se cuida del contacto de los pecadores. Pero lo cierto es » que no deja irse a sus visitantes sin haberles quitado el fardo que les oprime el alma. Ciertamente, el suyo es el reino de la redencién. | —Pero, éno es verdad, acaso — pregunté con los ojos puestos mds en el interior de sf mismo que en ellos —, que accién y redencién se funden en la mds alta gracia, llamada “el estado de la gran luz”, y que ésta se presenta una vez en muchos siglos en una sola alma, e irradia después sobre miles de criaturas? , Los jévenes jasidim no contestaron, tocados por la des- acostumbrada impetuosidad de sus palabras. Pero él se sintié transportado a otro mundo, y desde esa hora resolvié visitar al zadik, para recibir la revelaciédn de su ser. Informé a su padre de su proyecto y le pidid que le dejase realizar el viaje, si no querfa que la vida perdiera para él todo sentido. El rabi consideré una gran vergiienza que su hijo visitara al tonto mago, y expuso las primeras razones que se le ocu- rrieron para oponerse. Como el joven insistiera, indignése, _y le dié a entender cudn poco sentaba al sabio hijo de tan devota familia ir a buscar su salvacién de boca de un igno- rante enajenado. Mas aquél no se desaniméd, y en cuanta oportunidad se le presentaba repitid su pedido. Consumido por el deseo insatisfecho, su vida comenzé a apagarse y vacilar como.una llama moribunda. EI corazén del anciano se compadecié de él. Prometidle satisfacer su propdsito y resolvié conducir en persona a su hijo a casa del zadik, pues su amor por su Unico retofio era poderoso y esperanzdbase, quizd, con la ilusidn de que su propia gran inteligencia le per- mitirfia confundir al zadik y hacerlo aparecer como un tonto. —Si en el transcurso del viaje — dijo — no ocurre nada que altere el ritmo natural de los acontecimientos, seré ‘ sefial de que el cielo nos es propicio, mas, si nos sucediese — 38 — un tropiezo, volveremos a casa, porque quedard demostrado que en lo Alto se oponen. Padre e hijo iniciaron la travesia. Después de varias. horas de troté, el caballo trastabillé y volcé la carroza. Los viajeros no sufrieron dafio, pero el anciano vid en el accidente una advertencia, y ordend el regreso. Desde esa hora cayé sobre el joven una melancolia tan profunda, que el padre, conmovido por sus ruegos, resolvid, varios dias después, re- iniciar el viaje. Habfan hecho ya la mitad del camino, cuando el eje del coche se partid en dos. El rabi lo interpreté como ‘una nueva sefal, y retornaron al pueblo. Su hijo volvié a‘ enflaquecer, y el anciano, incapaz de soportar su pena, consintiéd en hacer el viaje por tercera vez, decidido ya a no interrumpirlo, sucediese lo que sucediese en el camino. . Viajaron hasta la noche, y cuando oscurecié, se cobijaron en un albergue. Mientras descansaban, unidseles un tercer viajero, al parecer un negociante. El rabi absttivose de hablar con él de su visita al zadik, pues se avergonzaba de ello. Charlaron sobre diversos temas. El anciano quedé maravilla- do de la vasta experiencia del forastero y de la habilidad’ con que sabfa llevar el didlogo. Después de rozar distintos tépicos, el mercader menté a los zadikim, y se acordé de que en las cercanfas vivia uno de quien se hablaba mucho. Al decir estas palabras, taladré al joven, que habfa estado sumido en sus pensamientos, con una mirada fulminante. El mozo se estremecid, como si hubiera recibido una esto- cada en el suefio, y oyé que su padre preguntaba al viajero,- si conocia al zadik. —jY bien que lo conozco! ~ repuso el negociante con sonrisa despreciativa. —Usted ha de saber, pues, si es en realidad un hombre tan noble y devoto como se dice. El forastero solté una carcajada, — 39 — —déEl zadik, una persona noble y devota? No he encon- trado en el mundo malvado semejante. He sido testigo de su conducta pecaminosa. Acudf a él en busca de ayuda, y abandoné este lugar, mds desesperado y triste que nunca. El anciano se volvid a su hijo: —Me imaginé que debfa de ser como dice este bar hombre. Volveremos a casa. Y ahora que tu mismo lo has oido, te serd mds fdcil librarte de tu locura. Cuando regresaron, el hijo cayé enfermo y no volvid a levantarse mds. Su muerte sumié al viejo rabi en hondo duelo. Varias semanas después, el difunto aparecidsele en suefios, todo desgrefiado y Ilameante de cédlera. —¢Por qué tienes ese aspecto, hijo mio? — preguntdle el anciano. —Vera ver al zadik y lo sabrds. El rabf creyé haber sido engafiado por sus sentidos. Pero su suefio se repitié las dos noches siguiéntes. Por tilti- mo, no se atrevié ya a resistirse y emprendié el viaje. Vencido por la oscuridad, y el cansancio, recogidse al anochecer en un albergue. Era el mismo en el cual descansara con su hijo tres semanas antes. La idea lo asusté. Alzé la cabeza y vid sentado enfrente de é] al forastero. Cuando Ilegd, la sala estaba vacia, y mientras descan- saba, no habia ofdo entrar a nadie. Mas el dolor por la pérdi- da de su hijo era mayor que su sorpresa, y pregunté al extrafio: —éNo es usted el comerciante con quien conversé en este mismo lugar hace algunas semanas? EI otro solté una carcajada, —Si, soy yo — repuso —, y he conseguido lo que me proponfa. éSe acuerda de que quiso ir a ver al zadik con su hijo? La primera vez tropezé su caballo y se volcd la — 49 — carroza; la segunda, partidse el eje del coche; la tercera, ‘me encontré en el albergue. Hizo caso de mis palabras y se volvié a su casa. Pero ahora, que he muerto a su hijo, puede seguir viaje, pues sepa que su hijo tenia el grado de la pequefia luz y el zadik el de la gran luz, y si se hubieran encontrado, habrfase cumplido la Palabra y se habria reve- lado el Mesias. Mas su hijo est4é muerto, y puede seguir viaje. Dichas estas palabras desaparecié, y el rabf se quedé mirando el aire. Cuando se repuso de su emocidn prosiguid su camino, !legé a casa del zadik y se arroj6 a sus pies. —jAy por los que se han perdido — exclamé — y no pueden ‘ser recuperados! $ La historia del listo y el simple En una ciudad del Oeste vivian dos hombres ricos, que’ posefan muchos bienes, casas, campos que se extendian mds allé de donde alcanzaba la vista, dinero en abundancia y joyas para alegrar el corazén. Cada uno de ellos tenia un hijo. Las criaturas crecieron juntas, jugaban juntas y con- currian a la misma escuela. El uno era muy listo, de inteli- gencia aguda y didfana, y no habfa cosa, por compleja que fuese, que no entendiera. El otro, en cambio, era simple de espiritu; podia distinguir lo bueno de lo malo, pero nada mds. Cuando los nifios terminaron sus estudios, sus padres se empobrecieron al mismo tiempo, y no les quedé mds que la casa en que vivian. - Llamaron a sus hijos, y dijéronles: —Btisquense alguna ocupacién en la vida. Nosotros no podemos ayudarles mds, pues nada tenemos fuera del techo sobre nuestra cabeza. EI simple, que consideraba insuperables las dificultades — 4) — del mundo, ingenidse para entrar de aprendiz en casa de un zapatero. El listo, en cambio, resolvid conquistar una posi- cién, volvid la espalda a su pais natal y se fué, rumbo a otras tierras. Mlentras*vagaba por el camino alcanzéle una magnifica carroza repleta de mercaderias, que cuatro caballos arras- traban con dificultad. Junto al carro marchaba el negociante con sus criados. E! listo los saludé y se unid a ellos. Pronto entraron en conversacién. Supo asi que el mercader se dirigfa a Varsovia y pensaba detenerse en el camino, para completar algunos negocios. De inmediato se ofrecié para trabajar . a sus érdenes. El comerciante aceptédlo a su servicio, pues se habfa ya dado cuenta de que era un muchacho vivo y hdabil. Ef listo aprendié con rapidez fas artes del comercio y . supo desenvolverse como el mds experimentado mercader. Cuando Ilegdron a Varsovia interrogé a la gente de la ciudad, y se enteré de que su patrén era un hombre respe- tado y honesto, pero sus negocios se consideraban arries- gados, pues le imponfan la realizacién de largos viajes q lejanos paises. En su paseo por las calles céntricas, habfa visto a los criados de las tiendas con sus brillantes uniformes y aspecto imponente. Quiso ser como ellos, se despidid del mercader y entré a trabajar en un negocio de venta al de- talle. Como es la costumbre, debid desempefiar al principio tareas pesadas, por poca paga. Pero esto no le disgusté; conquisté rdpidamente la confianza de su patrén, y fué incorporado a la gerencia de la tienda. Cuando vid que no tenia ya nada mds que aprender alli, renuncié a su puesto y se uniéd a una caravana de comerciantes, que se dirigia a Londres. Mantuvo los ojos siempre bien abiertos en el viaje, tratando de aprender y comprender, y cohocié muchos usos y prdcticas para él desconocidos. Cuando !legaba a un "pais nuevo se hacia mostrar y explicar todo lo que habfa — 42 — en él de interesante. Viajé por Inglaterra, Alemania, Francia, Espafia e Italia. En la ultima vié maravillas de orfebreria, como no las encontrara en otro pais. El lugar y las cir-: cunstancias lo favorecieron y aprendié el oficio. No se ne- cesit6 mucho tiempo para que sus manos fabricaran joyas maravillosas, y los viejos maestros debieron reconocer que no habfan visto en su vida dijes tan bien logrados. Cuando no tuvo ya rivales, resolvid renunciar a su arte, y aprender otro mucho mds dificil e igualmente reputado. Entré en el taller de un escultor que tallaba en piedra cabezas humanas y figuras de animales. A los pocos meses no hubo entre sus compafieros quien lo igualase. La nueva actividad a que se, dedicaba lo cansé pronto, y como su mano era ya hdabil en toda clase de oficios, decididé cultivar su espiritu y profun- dizar la naturaleza del hombre y de las cosas. Ingresé en una universidad,’en la que un profesor renombrado ensefiaba el arte de curar, a jdvenes estudiantes venidos de todos los paises, y se apropié la pericia y sabiduria de su maestro con tanta agudeza, que el espfritu y la materia dejaron de tener para él secretos. EI disgusto que le producia la imperfeccién de todo lo viviente empujdbale de pais en pafs, sin que en- contrara sosiego en ninguna parte. Acordése por Ultimo de su tierra natal y decidiéd regresar a ella. EI simple habia trabajado, mientras tanto, en el taller del zapatero y empefiddose durante largos afios en aprender el oficio, sin lograrlo del todo. Cuando pudo fabricar con sus propias manos un par de botas riisticas instalé un taller y se cas6. Pero como era muy mal zapatero, acudian a él sélo los pobres, y como ademas trabajaba lentamente, gand- base a duras penas el sustento. Su penosa existencia no alteraba su buen humor, y aun cuando no tenia en todo el dia un momento libre para comer, estaba siempré satis- — 4B — fecho. A veces gritaba a su consorte, mienttas enhebraba una aguja: —Mujer, trdeme Ia sopa de sémola. Ella le alcanzaba un pedazo de pan seco. El zapatero lo devoraba y decfa: —Mujer, la sopa de sémola no te ha salido nunca tan lograda. Dame ahora un buen trozo de asado. Ella volvia a ofrecerle una rebanada de pan. Después de comerla, exclamaba, con satisfaccién: —Mujer, éste es el asado mds sabroso que he probado en mi vida. Sirveme ahora el postre. Recibifa otro pedazo de pan, y lo elogiaba como si hu- biese sido el manjar mds exquisito. De ese modo condimen- taba todos los dias el alimento escaso con ocurrencias inge- niosas, y mientras comia pareciale paladear, en efecto, golo- sinas. Cuando tenia sed gritaba: —Mujer, trdeme una copa de vino, pero del mejor. Ella le alcanzaba un vaso de agua. El lo sostenfa contra la luz y decia, satisfecho: —Apostaria que el rey no bebe vino mds claro — y crefa gustar, en verdad, un licor de reyes. El zapatero y su mujer tenfan en comtin un manto de piel de oveja, pelado. Cuando hacia frio y él tenfa que salir al campo, Ilamaba a su consorte. —Querida, ponme la piel sobre los hombros. La acariciaba y decia: —éNo es una piel fina? ;Y qué bien calienta! Cuando debfa hacer alguna visita en la ciudad, ex- clamaba: —Mujer, tréeme el abrigo de pafio. Ella le trafa la piel, y él observaba, riendo: — inmedia- tamente. En todo lugar adonde Ilegaban no veian mds que ilusiones y locuras. La idea de que no habia rey se volvid para ellos ejemplo usual y medida de todas las cosas falsas. —Esto es tan cierto como que no hay rey — solian decir. Se ocupaban sdélo de descubrir muestras de la estupidez humana. Tras mucho viajar empezaron a escasearles los re- cursos. Tuvieron que vender sus caballos y cuanta cosa de va- lor Ilevaban consigo, para subvenir a sus necesidades inme- » ’ diatas, Expuestos a las injusticias que sufren los peregrinos pobres, siguieron acumulando amargas experiencias. Final- mente, resolvieron regresar a su tierra natal, para utilizar su sabidurfa en provecho de sus conciudadanos. Asi llegaron a Ja ciudad donde el que fuera pobre zapa-\ tero era entonces primer ministro. Mientras caminaban por ° las calles vieron, a la puerta de una humilde vivienda, a una multitud de enfermos y lisiados, que esperaban turno para entrar. Los que salfan irradiaban alegrfa y se hacian lenguas del hombre milagroso, que con sus buenas palabras y la fuerza que emanaba de todo su ser aliviaba las dolencias de los enfermos y, en muchos casos, los dejaba curados. El listo creyé al principio que se trataba de un médico famo- sO, pero, para sorpresa suya, supo que no tenia los mds minimos conocimientos de medicina. El pueblo to Ilamaba “el hombre de los milagros’. -—éHemos viajado por el mundo entero — exclamé el listo, después de soltar una estrepitosa carcajada: —, para encontrarnos con ,estupideces semejantes en nuestra propia patria? Hermano, ese hombre es un tramposo que les roba su dinero a los pobres de espiritu. — §2 — Se apartaron del lugar y siguieron caminandoa.Como hacia tiempo que no habjan probado bocado y sentfian ham- bre, entraron en una posada y se hicieron servir un almuerzo. Mientras comian, comentaron en alta voz los supuestos en- ‘ gafios del hombre milagroso. Era mediodia, y el lugar se llené pronto de gente, que no pudo ocultar su enojo al oir lo que decian los forasteros. El posadero no quiso escuchar mds sus irreverencias y los puso en Ia puerta, donde varios parro- quianos les sacudieron una tunda ejemplar. Los listos fueron a pedir auxilio a la policia. Cuando el comisario supo el ori- gen de la rifia, indignése con ellos, pues él también crefa en el hombre milagroso, y les ordené retirarse. Fueron enton- ces con sus quejas de tribunal en tribunal, pero en todas partes les daban con la puerta en las narices. As{ llegaron al palacio del ministro. Explicaron a los guardias que se habia cometido con ellos una gran injusticia y querfan ex- poner sus tribulaciones a la suprema autoridad del pafs, Los llevaron a presencia del simple, quien reconocié a primera vista a su amigo. Este, en cambio, no identificé al ex zapa- tero, Cuyo porte estaba adecuado a la dignidad de su alto rango. _EI simple se did a conocer, saludé al listo con carifio y le preguntd en qué podia servirle. Aquél le hablé de los golpes que habia recibido por causa del tramposo que hacia milagros. El ministro se eché a reir, calmé su enojo con buenas palabras y les recomendé tomar un bafio y. ponerse las ropas que les entregarfan sus criados. Después les invit6 a comer con él. Ya en la mesa, el listo pregunté con asombro’ acerca del cambio operado en la condicién de su amigo. —El rey me ha hecho lo que soy — repuso el simple. —éCémo? ¢Tu también estas tocado de esa locura y- crees en la existencia del rey? Te digo que no hay rey. —Yo lo veo todos los dias. ~ 3 — —éQuién te ha dicho que el hombre con quien conver- sas en el palacio real es, en verdad, el rey? éLo conoces, aca- so, desde nifio? éHas conocido a su padre y su abuelo, que fueron reyes como él? Personas malintencionadas te hacen , creer que ése es el monarca. Pues sabe: te engafian. —<¢Sigues haciendo gala de tu ingenio — pregunté el ministro — sin ver la realidad de la vida? Dijiste una vez, que te seria a ti mds fdcil volverte cdndido, que a mf llegar a ser inteligente. Pero no, veo que no Ilegards a gozar jamds del don de la simpleza. LA LEYENDA DEL RABL DE LA BUENA FAMA Introduccién En las pdginas que siguen ndrranse las experiencias es- pirituales del creador de la secta de los jasidim, el Rabf Israel Ben Eliezer, llamado Baalschem Tov, esto es, el de la Buena Fama, que vivid en las provincias rusas de Podolia y Volinia, de 1700 a 1760. Los acontecimientos que refiero aqui no son los que acos- tumbran a constituir el tema de una biografia. No cito fechas y hechos, no me interesan el desarrollo y decadencia de la secta, ni sus usos y caracteristicas. Quiero describir sdlo las relaciones de esos hombres con Dios y el mundo. He re- construido la existencia del Baalschem sobre la base de la leyenda, en la que tomaron cuerpo los suefios y nostalgias del pueblo. La he recogido en libros populares, cuadernos y volantes, y, a veces, de viva voz, de boca de viejos jasidim, que escucharon»sus primeros balbuceos. No la he reelabo- rado como una pieza literaria, sino vuelto a narrar para mi generacién, en su idioma. Tengo la sangre y el espiritu de los que la crearon. Soy sdlo un eslabén de la cadena. No se busque en este libro objetividad o color local. Mis relatos han florecido en el suelo del mito judio. El cielo del mito extiéndese sobre ellos. Los judfos son, tal vez, el Unico pueblo que no ha inte- rrumpido jamds el proceso de creacién mistica. Base de su mistica es el mds puro de todos los simbolos, el Elohim plural y singular, y el mds altivo, la lucha de Jacob con el Altisimo. — 35 — De aquellos tiempos primitivos procede la corriente creadora volcada actualmente en el jasidismo. Toda religién positiva descansa sobre una gigantesca: simplificaci6n de los complicados e intrincados datos de la sensibilidad; es un freno aplicado al sentimiento inmediato _ del ser. Todo mito es, por el contrario, una expresién del mismo sentimiento, su imagen, su signo; se abreva en el manantial impetuoso de la vida. La religidn ve en el mito a su enemigo, y cuando no puede sojuzgarlo, lo combate. La historia de la religién judia es la historia de su lucha con el mito. En esa contienda, la religién vence siempre en aparien- cia y el mito en realidad. Los profetas combatieron con la palabra las inclinaciones naturales del pueblo; pero en sus visiones vive la fantasfa popular extdtica vuelta poesia. Los esenios quisieron realizar el objetivo de los profetas, simpli- ficando las formas de la vida; de entre ellos nacié el gran Nazareno, a quien se debe el mayor triunfo del mito. Los maestros del Talmud propusiéronse levantar — con su ciclé- pea codificacién de las leyes religiosas — un dique que con- tuviese el desborde de las pasiones de las masas, y en su propio seno Ilevaban Ja doctrina secreta, germen de la cdba- la, y la “hagada”, germen del folklore. Los horrores del exilio convirtieron la religién en el sos- tén del pueblo. La posicién de la Ley hfzose cada vez mds firme; el mito tuvo que huir. Refugidse en el folklore y la cdbala. El primero era demasiado humilde para enfrén- tarse con la Ley; el segundo estaba al alcance de una mino- ria selecta, que no tenia ningtin contacto con el pueblo. La religién dominéd en forma absoluta hasta que se inicié , en las juderias de Polonia y Pequefia Rusia un movimiento, el jasidismo, que depuré y devolvid al mito su fuerza primi- tiva. En él fundiéronse folklore y mistica en una unidad per- — % — fecta. Con el jasidismo triunfé el judafsmo subterrdneo sobre el oficial. Triunfo breve, por cierto. Existen aun en nuestros dias centenares de miles de jasidim; pero el movimiento estd corrompido. Sélo quedan de él los escritos que nos han trans- mitido su doctrina,y leyenda. La doctrina jasidica es la mds vigorosa y original que ha creado la didspora. Es el anuncio del Renacimiento. No es: posible una renovacién del judaismo que no Ileve en sf sus gérmenes. La leyenda le sirve de cuerpo, de mensajero, de signo en los caminos del mundo. Es la ultima manifestacién del mito judfo que conocemos. La leyenda del Rabf de la’ Bue- na Fama no constituye la historia de un hombre, sino de una vocacién. Relata una predestinaciédn mds que un destino, No se mueve en el tiempo, sino en los tres circulos de la san- tidad. Su final esté en su comienzo y un nuevo comienzo en su final. % LA VIDA DE LOS JASIDIM ' Hitlahavut: el entusiasmo Hitlahavut es “el ardor”; el entusiasmo del éxtasis. Es el cdéliz de la gracia y la llave eterna. . Una espada de fuego custodia el camino que conduce al drbol de la vida. La espada se desvanece al contacto del hitlahavut. Su dedo ligero le es superior en fuerza. El camino le esta abierto y todas las barreras caen a su paso. . EI entusiasmo da sentido a Ia vida. Sin él, el cielo mismo carece de significado. “Si un hombre ha cumplido la Ley y sus mandamientos, mas no ha conocido la alegria y el fervor, Gbresele el paraiso cuando muere, pero no siente las delicias del mds alld”. 8 EI hitlahavut manifiéstase en todo lugar y tiempo. Nada se le puede oponer. Quien estd entusiasmado estd en santi- dad. “No importa que diga palabras frivolas, la doctrina del Sefior estd en él; no importa que rece susurrando, su corazén grita en su pecho; se encuentra en compafifa de los hombres y camina con Dios; esté mezclado con las criaturas y sepa- | rado del mundo”. Un justo sentiase sobrecogido de entusiasmo cada vez que lefa en la Biblia las palabras: “Y Dios dijo”. Un sabio jasidico, que se lo referia a sus discfpulos, agregé: “Creo que cuando una persona habla Ia verdad y Ia otra Ia escucha con espiritu de verdad, basta una sola palabra para levantar el mundo y purificarlo de pecado”. Un zadik contemplaba el. amanecer desde la ventana y exclamaba todo temblo- roso: “Hace pocos minutos era todavia noche y ahora es ya dia. jDios hace salir el sol!”. Y estaba lleno de espanto. Luego agregé: “Todo ser creado debiera avergonzarse ante — 58 — el Creador; si fuese perfecto, tendria que sentir maravilla, viendo cémo Ja creacién se renueva”’. El entusiasmo no es una stibita inmersién en la eter- nidad, sino un lento ascenso hacia lo infinito. Un jasid vid en suefios a su maestro muerto, e! cual pasaba cada dia de un mundo al otro. El mundo que estaba ayer extendido como un cielo sobre su cabeza, era hoy la tierra bajo sus pies; y el cielo de hoy, la tierra de mafiana. Cada mundo era mds puro, bello y profundo que el anterior. Los dngeles reposan en Dios, los espiritus santos cami- nan en él. Estos son puros, superiores a los angeles. El éxtasis es el camino de la santidad. Quien estd en un instante de fervor, afirmase de él que esta sobre la natu- raleza, el tiempo y el pensamiento. Se halla libre de toda - pena y todo peso. “Dulces padecimientos, os acojo con amor”, decia un justo moribundo, y Rabf Susia exclamaba, maravi-’ llado, retirando su mano del fuego, en el cual la habia man- | tenido breves instantes: “| Qué grande se ha puesto el cuerpo de Susia, que hasta teme el! fuego!”, Quien estd en fervor domina la vida. Cuéntase de un justo que, habiéndose la sagrada Cena de la Ley prolongado hasta la madrugada, dijo a sus discf- pulos: No hemos entrado en los confines del dia, sino que el dia ha entrado en nuestros confines, y no es admisible que nos retiremos ante él”. En el éxtasis, el pasado y el porvenir se funden con el. presente. El tiempo se contrae, vive sélo en el momento, y el momento es la eternidad. La leyenda jasfdica sabe contar muchas cosas de los hombres milagrosos que se acordaban de sus anteriores formas de existencia; conocfan el porvenir como su propio respiro; abarcaban de una mirada toda la tierra, de una extremidad a la otra; y advertian los cambios que acaecfan —- 59 — en el universo como si sucediesen en su propio cuerpo. Né- rrase de un maestro que debia mirar el reloj para mante-, nerse en este mundo en Jas horas de éxtasis; y de otro, que debfa ponerse los anteojos cuando queria ver algo, pues de otro modo veia todas las cosas singulares como una sola. El grado mds alto que puede alcanzarse es aquel en que el arrebato del éxtasis ahuyenta el fervor. Como un discipulo notara el “enfriamiento” de un justo y se lo repro- chase, recibiéd de otro justo la siguiente leccién: “La suya es una santidad altisima; cuando se llega a ella, piérdese toda substancia y no se puede arder mds”. El fervor del éxta- » sis acarrea su propia anulacién, El entusiasmo se manifiesta a veces en un acto que lo santifica. Su forma mds pura, en la que todo el cuerpo sirve al alma exaltada y cada uno de sus movimientos. rit- micos constituye un reflejo visible del éxtasis, es el baile. De la danza de un justo se cuenta: ‘Su pie era figero como el de un nifio de cuatro afios, y su baile producia en el cora- z6n de todos los que le vefan, llanto y delicia juntos”. : Puede suceder que el alma se apodere de la voz del hombre y le haga contar lo que,ha Ilegado a saber en los cielos, sin que la voz sepa lo que hace. Un justo estaba absorto en el rezo - durante los “Dias Terribles’” (Afio Nuevo y Dia de la Expia- cidn), y cantaba melodias nuevas, “extraordinarias mara- villas que no habfa ofdo jamds y que ningtin ofdo humano conocia; y él no sabia qué cantaba y qué melodia cantaba, porque estaba Jigado a] mundo superior. Pero la verdadera vida del devoto no esta entre los hombres. Dicese de un maestro que se comportaba como un extrafio, segtin las palabras del rey David: “Un extrafio soy sobre la tierra”. Era como un hombre que viene de lejos, de la ciudad de su nacimiento. No puede pensar en honores ni en cosa alguna hecha para su bien; piensa sdélo en el retorno. Nada lo puede detener, pues sabe que es un ex- tranjero y debe regresar a su casa. Algunos Ilevan vida reco- leta o van errando por el mundo. Rabf Susia solfa vagar por los bosques y cantar himnos con tan gran ardor “que la gente casi decfa de él que habia perdido la razén”’. Otro va- gabundeaba siempre por los caminos 0 las praderas: Un dia que su suegro se lo eché en cara, respondié con la pardbola de la gallina que habia empollado huevos de pato: “y cuan- do viéd que sus pollitos nadaban en el agua, se puso a correr como loca de un lado al otro, pidiendo socorro; no com- prendia que ésa era la vida de sus criaturas: bogar sobre la superficie del agua”. ' Hay quienes viyen en una segregacién mds completa. Se van al “exilio”, para sufrirlo junto con la “schejind” (Ma- jestad divina que, segtin la leyenda, abandoné Ia Tierra de Israel en compafiia de su pueblo), Es una antigua idea de la cdbala que la schejind, la gloria y la majestad de Dios, erra en lo infinito, separada de su “Sefior’’ y sdlo en la hora de la redencién reunirdse con El. Los extdticos autoexilados vagan sobre la tierra, participes de los estremecimientos que vibran en la sangre del corazén universal. Quien estd segregado del mundo es amigo de Dios, “como un extranjero es amigo de otro extranjero”. A veces logran ver la schejind bajo ima- gen humana, cara a cara, como aquel justo la vid en Tierra Santa “en el rostro de una mujer que Iloraba y llamaba al esposo de su juventud”. Dios se ofrece a los que arden por él, no sélo en visiones desde entre las tinieblas, o en el silencio de la peregrinacién. Su ojo mira al ojo que le busca, y todo ser es el fruto en el cual se concede al alma que lo desea. El ser hdllase sin velos en la mano del santo. “El sentido del que estd encen- dido del deseo de una mujer y contempla sus vestiduras poli- cromas, no se dirige a las ricas telas y los colores, sino a la —6l — magnificencia de la mujer deseada, que se envuelve en ellas. Los demds, en cambio, sdlo ven el vestido. Asi, el que verda- deramente desea y abraza a Dios, ve en todas las cosas del mundo la potencia y majestad del Creador, que vive en ellas. Pero quien no ha Ilegado a este grado ve las cosas separadas de Dios”. Esta es la vida terrena del entusiasmo, que se alza sobre todos los confines y se desposa con et Altisimo. Es hijo de la voluntad humana y del Sefior de los Ejércitos, centella de un ser que debe morir y llama que consume espacio y tiempo. Dilata el alfna del todo. Restringe el todo a la nada. De él habla un maestro jasidico con palabras de misterio: “La creacién del cielo y la tierra es la conversién de la nada en cosa, el descenso de lo superior a lo inferior. Pero los santos que se separan del ser y comulgan para siempre con Dios, lo ven y-aferran en verdad, cual si la nada fuese como antes de la creacién. Trasmutan otra vez el algo en nada, Este es el milagro: elevar lo inferior. Como esta escrito en fa Guemara: “EI tltimo milagro es mds grande que el primero”. Hitlahavut es abrazar a Dios fuera del tiempo y el es- : pacio, AVODA: EL SERVICIO Avodé es servir a Dios en el tiempo y el espacio. Hitlahavut constituye la cena mistica; avodd, el sacri- ficio mistico. Son los dos polos entre los cuales oscila la vida del santo. El entusiasmo calla, pues reposa en el corazén de Dios. El servicio habla: ‘’éQué cosa somos yo y mi vida, para que quiera ofrecerte mi sangre y mi fuego?”. Todo-es Dios. Y todo sirve a Dios, Esta es la duplicidad originaria que se repliega y recoge en la existencia del mundo y la vida del santo. Es el misterio del cual nos aleja- mos, cuando hablamos de él. Vive en la realidad del alma que posee a Dios y lo busca: consciente en su nostalgia, dormido como germen en su éxtasis, articulado de modo visi- ble en el ritmo de sus acciones. -El entusiasmo estd tan lejos del- servicio como la satis- faccién del deseo. Sin embargo, brota de él como el hallazgo de Dios deriva de su busca. El Baalschem contaba: “Un rey habfa construfdo un grande y magnifico palacio, de innumerables estancias, en el cual habfa una sola puerta abierta. Cuando el edificio estuvo terminado, ordené a todos los principes que compareciesen delante de su trono, en la Ultima estancia. Al entrar, vieron puertas abiertas por to- dos los lados, de las cuales partian largos corredores tortuo- sos, y después otras puertas y otros corredores. Mas el hijo del rey comprendié que el engafio era producido: por el re- flejo de los espejos, y vid a su padre sentado en la sala enfrente de él.” | — 68 — El misterio de la gracia es inexplicable. ¢Por qué quiere Dios ser buscado, y cémo podria no ser buscado? El nieto de Rabi Baruj, el cual era a su vez nieto del Baalschem, jugaba con otro nifio a las escondidas. Se oculté. y esperé en un rincédn a que su compaiiero lo encontrase. Después de haber aguardado largo tiempo, abandoné su es- condite y, al no ver al otro, comprendid que lo habfan en- gafiado. Corriéd al aposento del abuelo, Ilorando y gritando con- tra su mal amigo. Con ldgrimas en los ojos, Rabi Baruj repu- so: “Lo mismo dice Dios”. Dios vigila al hombre como vigilaba el caos cuando el mundo estaba por nacer. Y como cuando él universo comen- z6 a distenderse y vid que si continuaba fluyendo por todos los lados, no habria podido retornar a sus raices, dijo: ““ Basta!”; asf, cuando el alma del hombre se disuelve en el dolor y el mal se torna en é! tan potente, que no podria ya volver en sf, despierta su piedad y dice: “j Basta!” . Pero también el hombre puede decir “jbasta!” a la mul- tiplicidad que encierra: Cuando se recoge y concentra, acér- case a la unidad de Dios y sirve a su Sefior. Esto es AVODA. Se ha dicho de un justo: “En él, doctrina y rezo, comida y suefio, todo es uno y puede elevar el alma hasta su raz”. De toda accién nace un angel: bueno o malo. Pero de las acciones hechas a medias, acciones sin sentido ni fuerza, nacen angeles de miembros inconexos, faltos de cabeza, manos 0 pies. No existe accién predilecta. Dios quiere ser servido de’ todos los modos. Hay dos clases de amor: el de un hombre por su mujer, que se expresa en secreto, en un lugar donde nadie lo ye, y el amor por los hermanos e hijos, que no necesita escon- derse. Del mismo modo, hay dos clases de amor por Dios: — 64 — el amor mediante la Ley, el rezo y el cumplimiento de los preceptos, que se expresa en secreto, para que no se extravie en la vanidad y el orgullo, y el amor en el tiempo, por la fusi6n con las criaturas, a las cuales se habla, oye y comulga con ellas, mientras en el misterio del propio corazén uno se acerca a Dios y no cesa de sentirlo. Este es un grado superior a aquél. De él se ha dicho: “jOh, si tu fueses para mi como un hermano que haya mamado de los pechos de mi madre; si te encontrara en la calle y te besara, no por eso me des- preciarfan!’, Cuéntase de un justo que santificaba sus miembros de tal modo, que cada paso de sus pies contenia los mundos como en un abrazo. “El hombre es una escala plantada en la tierra, cuya cima llega al cielo. Sus gestos, actos y pala- bras dejan un sello en el mundo superior”. Dios esté& dividido en dos: la esencia divina, elohut, que trasciende a las criaturas, y la gloria divina, schejind, que demora en las cosas, peregrina, vagabunda, dispersa. La re- dencién las uniré en la eternidad. Pero el espfritu humano posee la facultad de acercar — con su servicio — la schejind a su fuente y hacerla entrar en ella. En el momento del retorno, antes de que redescienda al ser de las cosas, callan las vordgines que silban en la vida de los planetas, se apagan las antorchas de la gran ruina, el ldtigo cae de manos del destino, el dolor universal se detiene y escucha: la gracia de las gracias ha aparecido, la bendicién centellea en lo infinito, pero, al final, la potencia de la seduccién empieza a atraer la gloria divina y todo torna a ser como era al principio. Este es el sentido del “servicio”. Sdlo la oracién dicha por amor de la schejind vive verdaderamente. “Yo soy la oracién”, dice la schejind. En la angustia del yo no puede florecer el rezo, Quien reza con dolor, por la melancolfa que — 6 — reina en él, y cree rezar en el temor de Dios; o quien reza con alegria, con la serenidad de su alma, y cree rezar en el: amor de Dios, su rezo es vano. Pues aquel temor no es mds que melancolia y aquel amor no es mds que alegria vacua. Cuéntase que el Baalschem se detuvo en el umbral de una sinagoga, y dijo con repugnancia: “No puedo entrar. La casa estd Ilena de rezos de un extremo al otro”. Como sus secuaces manifestasen estupor, pues les parecia que no era posible mayor elogio, explicd: “Si las palabras no estan dirigidas de primera intencién al mundo de lo alto, no pueden subir, y se acumulan en la casa hasta Ilenarla como una densa _niebla”. Los rezos detenidos en la tierra pueden escalar el cielo, si otra alma en éxtasis libra las palabras encadenadas y las lleva consigo a las alturas. Cuéntase de un justo que mien- tras la comunidad rezaba, estuvo largo tiempo mudo e in- mévil; y cuando todos se callaron comenzé a orar, “seme- jante a la tribu de Dan que se extendia hasta la extremidad del campamento y recogia todo lo que se habia perdido”. Su palabra era como una ttinica en cuyos pliegues posd- banse los rezos detenidos abajo y subfan con ella. El] entusiasmo es camino y meta para el individuo: una cuerda tendida sobre el abismo, atada a dos finos arbustos agitados por el huracdn; en soledad y con ansia avanza sobre ella el pie del hombre audaz. No es necesaria la so- ciedad de los semejantes, en la duda 0 en Ia posesién de lo deseado. El servicio, en cambio, revélasé a la eomunidad entera. No es una cuerda, sino un puente. Los que avanzan sobre la primera estdn cefiidos entre los brazos del amado; ante los que caminan’sobre el segundo dbrese la sala del rey. El éxtasis sdlo quiere completarse en Dios, en el cual se abandona: Pero en el servicio vive una intencién, una “ca- vanda”, — 6 ~— El Rabi de la Buena Fama narraba una parabola: ‘Varios amigos se encontraban al pie de un drbol altt- simo. Uno de ellos tenia ojos para ver, y vid que en la cima descarisaba un pdjaro de gran belleza; pero los otros no vieron nada. Un intenso deseo posesionédse de él: queria lle- gar hasta el ave y tomarla en sus manos. Mas el Grbol era tan alto, que no podia alcanzar la copa y no tenia escalera, Pidid entonces a los hombres que estaban a su alrededor que se subieran el uno sobre los hombros del otro. El subié el ultimo, de modo que pudo llegar hasta el pdjaro. Los hombres que lo ayudaron no conocian el ave ni la habfan visto. Pero él, que la conocia y veia, no hubiera podido al- canzarla, sin ellos. Si el mds bajo hubiera abandonado su puesto, et mds alto habria caido a tierra. El tiempo del Mesias es llamado, en el Libro del Esplendor, el nido del ave.’ No se crea que sdlo el rezo del justo es recogido por Dios. No hay oracién mds agradable para él que la del hombre simple que no sabe decir nada y le ofrece el inarticu- lado candor de su corazén. Dios lo recibe como un rey acoge en su jardin el canto de la alondra. Suena més dulce en sus ofdos que el homenaje de los principes en la sala del trono. Un aldeano que concurria, de afio en afio, en los “Dias Terribles”, a la sinagoga del Baalschem, tenfa un hijo de inteligencia obtusa, que no sabia distinguir la forma de las letras y mucho menos reconocer las palabras sagradas. El padre no lo llevaba consigo a la ciudad a rezar, porque no entendia nada, Pero cuando cumplié trece afios y se volvid mayor de edad ante la Ley de Dios, lo condujo el Dia de la Expiacién a la sinagoga, para que, en su candidez, no violase el ayuno. El muchacho tenia un flautin, con el cual tocaba cuando se encontraba solo en el campo, pastoreando ovejas y terneros. Estuvo un par de horas sentado sin saber — 61 — qué decir; pero cuando empezé el rezo del MUSAF (”) volviése a su padre: ““Papd — le dijo —, tengo aqui el pito y quiero silbar”’. El padre le amenazé: “Cufdate de hacerlo”. Cuando llegaron al rezo de la MINJA (”), insistid: “Papd, déjame tocar el pito’. “éDénde lo tienes?”. El muchacho sefa- 16 el bolsillo, El padre puso la mano encima. Comenzd la oracién de la NeILA (*). Las luces ardfan trémulas en el creptisculo, y los corazones ardian como fas luces, inexhaus- tos a pesar de Ia larga espera. Dijéronse las diez y ocho ben- diciones, y la gran confesidn retornd por ultima vez, y se pos6é frente al Arca del Sefior, con el rostro en el suelo y los brazos extendidos, antes de que descendiera la noche y Dios pronunciara la sentencia. El muchacho no pudo sofocar mds su fervor, extrajo el flautin con stibito ademan y lo hizo sqnar poderosamente. Todos se quedaron espantados y perplejos. pero el Baalschem dijo: “Ha sido quebrantada la fatalidad, y la célera se ha dispersado sobre la superficie de la tierra”. Toda adoracién que viene de un alma simple, falta de deseos, es suficiente y perfecta. El que sirve con perfeccién ha triunfado del dualismo original e introducido el ENTU- SIASMO. en el corazén del servicio. “Ha hecho de su cuerpo el trono de la vida, de la vida el trono del espfritu, del espiritu el trono del alma, del alma el trono del esplendor de la gloria divina. La luz lo rodea y él esta sentado en medio de ella y tiembla y exulta’’. (1) Se dice, después de la oracién matutina, los sdbados, primeros de mes y grandes fiestas. (2) Minja: la oferta. Se dice después de mediodfa. (3) El rezo final. CAVANA: LA INTENCION CAVANA ¢é8 el misterio del alma tendida hacia una meta. CAVANA no es Ia voluntad. No quiere arrojar la piedra de Ja accién en las ondas de la vida. Es el rayo de la gloria divina que se aloja en todo hombre, y significa: redencién. Mas Ia redencién es el retorno de la schejind del exilio, en sefial de lo cual aparece el Mesias. Hay personas que es- peran a todo momento su Ilegada. Cuéntase de un justo que aguardaba la redencién con mucha ansia: cuando ofa un rumor de la calle, preguntaba excitado si no habia arribado el Mensajero, y al acostarse ordenaba a su criado que lo despertara, apenas Ilegase a la ciudad. “La espera era tan profunda en su corazén como la de un padre, que aguarda a su Unico hijo procedente de un pafs extrafio. Esta en la dtalaya de la torre con los ojos ansiosos, espiando por todas las ventanas, y si se abre la puerta, corre a ver si no es el hijo que llega.” Otros, en cambio, conocen la medida del camino. El mundo se les aparece a sus ojos como una fruta sin madurar. Dentro de ellos mismos participan de la gloria divina, pero si miran hacia afuera, no ven nada. Cuando el gran zadik Rabi Menajem visité Jerusalem, un loco subié al Monte de los Olivos y soplé con el SCHOFAR (cuerno de carnero). Nadie lo habia visto, y entre el pueblo divulgése el rumor de que habfa sonado la trompeta de la redencién. La noticia Ilegé a ofdos del rabi, quien abrié- la ventana, contemplé el espacio abierto y dijo: “Nada ha cam- biado en el mundo”. Esta es la via de la redencidn: las almas y chispas de almas deben volver a sus fuentes purificadas. Los jasidim wa OF — suelen citar la pardbola del principe, que no permite se inicie la cena antes de que haya Ilegado el ultimo de los invitados. Todos los hombres son sedes de almas errantes que tienden a la perfeccién. Las que no logran purificarse vuél- vense prisioneras del “mundo de fo confuso” y viven en los estanques, las piedras, las plantas o los animales. Pero no sdlo las almas se hallan encerradas en las cosas, sino tam- bién las chispas de almas. Viven en todo cuanto existe. Toda forma es su prisién. Este es el sentido de la CAVANA: esta concedido a los hombres fa gracia de levantar a los cafdos y libertar a los prisioneros. El hombre no debe sdlo esperar y contemplar el camino; puede cooperar también a la redencién del mundo en esta vida o la otra. Un justo dijo al morir: “Mis amigos han partido de aqui con la intencién de traer el Me- sfas, pero en su beatitud lo han olvidado. Yo no lo olvidaré”. Si un jasid no puede rezar en un lugar y se va a otro, el primero le pide cuentas: ”éPor qué no has querido pro- nunciar sobre mf las palabras sagradas? Si hay en mi algo de malo, esta en ti el redimirme”. Las centellas tienen su nido en todas partes. Estdn en las cosas como en pozos sellados, se ocultan en los seres como en cavernas muradas, exhalan angustia y respiran oscuridad. Esperan. Y los que demoran en el mundo, tiem- ' blan como mariposas locas de luz, buscando con los ojos en dénde entrar para ser redimidas. “La centella encerrada en una piedra, una planta o una criatura, es como una imagen perfecta que reside en el serio de la cosa, hecha un bloque, con las manos y los pies pegados al cuerpo y la cabeza doblada sobre las rodillas. Extraer la sagrada centella es libertarla. No hay rescate de prisioneros mds noble que esta redencidn. Es como si se resca- tase al hijo del rey y se lo condujera a presencia de su padre,“ — 770 — Pero la liberaci6én no se produce por el conjuro de fér- ~ mulas mdgicas. No hace falta saltar de la normalidad cotidiana al milagro. Decisiva es la santidad y no la materia de la accién. Quien reza y canta con santidad, quien come y habla con santidad, quien cumple con santidad el bafio ritual o se dedica con santidad a los negocios, liberta las centellas caidas, redime y renueva los mundos caidos. En torno a todo hombre, sumergida en la vasta esfera de sus actividades, hay una regién natural de cosas que estd destinado a libertar en primer término. Son los seres y obje- tos que constituyen su patrimonio: sus bestias, su jardin, sus utensilios, sus alimentos. Cuiddndolos y usdndolos con san- tidad, liberta sus almas. “Por eso el hombre debe tener pie- dad de su patrimonio y sus utensilios”. También en el alma puede haber elementos necesitados de redencién. “Cuando el hombre estd entregado al rezo, todo posefdo del deseo de unirse al Eterno, y se le ocurren pensamientos extrafios, es prueba de que hay en él centellas caidas que quieren reintegrarse a la libertad; le pertenecen, forman una sola cosa con la raiz de su alma: son sus propias* fuerzas que él debe redimir’”’. Las redime, si restituye todo pensamiento turbio a su fuente pura, si vierte en el divino instinto universal todo instinto que tiende a una existencia auténoma. La lengua fué siempre, para la mfstica hebrea, un ob- jeto extrafio, que suscitaba miedo. Hay una caracteristica teoria de las letras consideradas como elementos del uni- verso, que trata de las combinaciones de palabras como de procesos internos de la realidad. La palabra es el abismo sobre el cual camina el que habla. “Se deben pronunciar las palabras como si en ellas se abriesen los cielos, como si td no fueses a ponerlas en tu boca, sino que entrases en ellas”. — I] — Asif como el SERVICIO conduce al ENTUSIASMO, el prin- cipio originario de la vida jasfdica, !a INTENCION Ileva tam- bién a él. SCHIFLUT: LA HUMILDAD Dios no hizo dos veces la misma cosa, dijo Rabi Najman de Brazlav. “Lo existente es Unico y no se repite. Cada cual debe saber y pensar que es Unico en el mundo, Unico en su naturaleza, y que nadie ha sido igual a él, porque si hubiese existido alguien igual a él, no habria habido necesidad de que él fuese. Pero en verdad, cada cual es nuevo en el mundo y debe esforzarse por volver perfecto cuanto hay en él, pues su imperfeccién | retarda la venida del Mesias”. Quien aspira a algo no puede alcanzar la perfetcibi si no obra de acuerdo a su propia naturaleza. ‘’Muchos hi- cieron como Rabi Simdén Ben Jojai y fracasaron, porque no posefan sus cualidades. Hicieron como él sélo porque lo ha- bian visto tener éxito”. Cuanto mds el hombre es Unico en su virtud, tanto mds puede dar a los otros y tanto mds quiere darle$. Pero he aqui su dolor: su don estd limitado por el que recibe. “El que da hdllase del lado de la gracia, y el que recibe del lado del juicio. Lo mismo pasa con todas las cosas. Es como quien vierte el liquido de un vaso en una copa: el vaso se vacia en su totalidad, pero fa copa pone un limite al obsequio”. EI individuo contempla a Dios, lo abraza, y redime los mundos cafdos. Sin embargo, el individuo no es el todo, sino una parte. Y cuanto mds puro y perfecto es, tanto mds inti- mamente sabe que es und parte, y tanto mds despierta en él el sentimiento de camaraderia con lo creado. Este es el mis- terio de la humildad. “El hombre tiene una luz sobre sf, y cuando dos almas se encuentran, sus lucés se unen y nace una luz Unica. Esto Ts se llama generacién”’. Sentir la generacién universal como un mar y sentirse a sf mismo en el mar como una ola, he aqui el misterio dé la humildad. No es humildad cuando uno “se rebaja demasiado y olvida que el hombre puede hacer descender con su palabra y su gesto la bendiciédn sobre todos los mundos”. Esto se Hama humildad impura. “E| mal mds grande es cuando te olvidas de que.eres hijo de rey”. Humilde, en verdad, es el que siente a los demds en sf mismo y a sf mismo en los demas. Orgullo significa compararse. Soberbio es, no el que se conoce a sf mismo, sino el que se compara con los demas. Un justo decfa: “Si Ilegase hoy el Mesfas y me dijera: “Eres mejor que los demds”, yo le contestaria: “Td no eres el Mesias”. La accién que quiere ser apreciada no tiene cuerpo, sino superficie; no tiene consistencia, sino sdlo apariencia. El que mide y pesa se vuelve vacio e irreal como la medida y el peso. “En quien estd Ileno de sf, Dios no encuentra lugar”. Cuéntase de un joven que se aparté del mundo, para dedicarse Unicamente al estudio y el servicic de Dios, y se mantuvo aislado, ayunando de un sdbado al otro, estudiando y rezando. Pero dentro de sf tenia el orgullo de su obra, la cual resplandecfa delante de sus ojos, y sus dedos ardian del deseo de cefifrsela a la frente como la corona de la uncién. Su corazén se hinchaba siempre mds fuerte y se sentia caer, pues los demonios jugaban con sus acciones y se crefa poseido enteramente de Dios. . Una vez se asomé fuera de sf mismo, y vid las cosas alrededor de él mudas y hostiles. Entonces comprendié la verdad: sus actos estaban acumulados a los pies de un idolo gigantesco, y él nadaba en un vacio que daba vértigo. El humilde posee, en cambio, la “fuerza de atraccién”. w —~ 4 — En tanto que el hombre se ve sobre los demds y antes que los demas, tiene un limite, “y Dios no puede depositar en él su santidad, porque Dios no tiene limites’. Pero cuando el hombre reposa en sf mismo como en Ia nada, no esté limitado por ninguna otra cosa; “carece de confines y Dios vierte en él su gloria”. Rabf Jacob Izjak, de Lublin, el “vidente”, tenfa un ad- versario, un sabio duro y limitado, a quien habia puesto el, sobrenombre de “cabeza de hierro”. Este lo atormentaba sin tregua con demandas, objeciones y reproches. Cierta vez le dijo: ““Sabes perfectamente que no eres un justo. ¢Por qué llevas, pues, a los demds por tu camino y los atraes.a tu comunidad?”. Rabf Jacob Izjak repuso: ’éQué puedo hacer? Vienen a mi, se alegran con mis palabras y hasta las desean’’. A lo que el otro propuso: ‘Pues bien, hazles saber el sdbado que no eres uno de los sublimes”. El se declaré conforme, y el sdbado repitid a ofdos de sus discipulos las palabras que le habian ordenado decir, Una profunda y admirable humildad penetré entonces en todos los corazones, los cuales le amaron mds intensamente que ‘antes. Habiéndoselo hecho saber a “cabeza de hierro”, éste reflexionéd y dijo: “Es costumbre de los jasidim de amar a los humildes y evitar a los orgullosos. Dfles que eres uno de los electos, y te abandonardn’’. El maestro repuso: “No soy un justo, pero tampoco soy un embustero. éCémo puedo mentir?”. El humilde vive en cada ser y conoce su naturaleza y su virtud. Los colores del mundo no se funden para él en un color Unico, pues ve a toda alma en la magnificencia de su existencia individual. “En cada hombre hay algo de precioso que no se encuentra en ningtin otro. Hay que honrar, pues, a cada uno segtin las virtudes escondidas, que sdélo él posee y no tiene, en cambio, ninguno de sus compafieros”. Rabi Wolf, de Sbaraz, no veia lo malo de ninguna — 5 — persona y llamaba justo a todo el mundo. Habiendo una vez dos hombres litigado entre ellos, tratése de instigar a Wolf contra el culpable, pero él repuso: “Para mi son igua- les, é¢y quién osard distinguir entre dos justos?”. “Dios no mira hacia el lado malo — decia otro —. Por qué he de hacerlo yor” Persona que vive en los seres, segtin el misterio de la humildad, no” puede condenar a un semejante. “Quien pro- nuncia un juicio sobre un prdjimo, lo pronuncia sobre si mis- mo’. El Baalschem dijo a un rabi, que habia decretado un grave castigo contra un reo: “TU no has probado jamds el sabor de la culpa, ni siquiera el sentimiento del corazén lacerado”. Cuéntase de Rabi Susia, el beato enajenado de Dios, que cuando se enteraba de alguna falta ajena, sufria co- mo si él mismo la hubiera cometido. Un dia que estaba de viaje, se detuvo en un albergue y vid en el rostro del | posadero las huellas de los pecados de muchos afios, ex- tendidas como una red de surcos sutiles Estuvo un rato sereno e inmédvil; pero cuando se quedé solo en la estancia que le habia sido asignada, sobrecogidle el terror, y echén- dose al suelo grité: “Susia, Susia, perverso, équé has hecho? No hay mentira que no haya salido de tu boca, maldad que . no hayas agotado hasta las heces. Susia, loco, canalla, gen qué terminards tu vida?’”. Denuncidé en alta voz sus culpas, indicando el lugar y tiempo cuando las habia cometido; y se eché a Ilorar con desesperacién. El fondero, que lo siguiera cautelosamente, oyd sus quejas. En el primer instante en- cendiése de ira, pero después se sintié iluminado por el arrepentimiento y la gracia, y volvid a Dios. Un rabi era considerado justo por los vecinos porque juzgaba a cada uno seguin sus actos, ni mds ni menos, Una vez. presentédsele una mujer a pedirle un consejo. El le repro- he we 96 ché: “jEres una mala mujer!”, y le dijo todo cuanto sabia de los secretos de su vida, después de lo cual la puso en la puerta. La mujer repuso: “El Creador del mundo es magndnimo con los malvados, no se apresura a reprocharles sus culpas ni revela sus secretos a ningUin ser vivo, para que no se avergtiencen de dirigirse a él. En cambio, el rabi de Opatov esta sentado en su poltrona y no trepida en hacer ptiblico lo que el Creador mantiene oculto”. De entonces en adelante, el rabf solfa decir: “Nadie me ha vencido jamds, a no ser una mujer”. El amor es una cosa vastisima e ilimitada, que s@ ex- tiende a todos los seres vivos. Un justo objetaba: ”éCémo podéis decir de mf que soy un guia de la época, si siento en mi el amor por mi simiente y mis vecinos mds fuerte que por todos los hijos del hombre?”’. Los relatos de Rabi Wolf, el santo, que no podia gritar a un caballo, prueban que el amor se extiende también a las bestias. Rabi Mosché Leib daba de beber a los terneros, de quienes nadie se ocupaba en log mercados, y Rabi Susia no podia ver una jaula y “la infelicidad de los pdjaros y su deseo de vuelo, en el aire del mundo, segtin su naturaleza, que es la de ser libres”, sin’ devolverles la libertad, aceptando los golpes del propietario con risas, como una recompensa. Un maestro pregunté a uno de sus discipulos: “Sabes que dos fuerzas no pueden ocupar lugar, al mismo tiempo, en el espfritu humano. Ahora bien, si te presentaran dos caminos: el amor a Dios y el amor a las hombres, ¢cudl preferirfas?’””. El otro repuso: ”No sé”. Entonces el maestro dijo: ‘Esta escrito en el libro de rezos, que se encuentra en. las manos del pueblo: ;Ama a tu préjimo como a ti mismo! Si alguien te dice que ama a Dios y no siente amor por los seres vivos, miente y da a entender que posee lo imposible”. Como un padre se lamentara, en presencia del Baal- —7)— schem: “Mi hijo se ha apartado de Dios, équé debo hacer?”, el rabf repuso: “Amarlo mds” . Una de fas mdximas fundamentales de los jasidim es: amar mds. Rabi Rafael, el justo, decia: “Si alguien ve que su compafiero lo odia, debe amarlo mds. La comunidad de los seres vivos es el carro de la gloria divina. Cuando el carro se rompe, hay que repararlo, y cuando el amor es tan poco que todas las junturas se relajan, es necesario intensificar el amor, para vencer lo que falta”. Este mismo Rabf Rafael, habiendo resuelto efectuar un viaje, grité6 a un escolar que querfa acompafarlo a pie: “’Su- be a la carroza’’. A lo que el joven objeté: —Tengo miedo de que usted esté estrecho. El rabf repuso: —Amémonos mds, y nos sentiremos mds a nuestras anchas. Las cosas se ayudan mutuamente. Lo dice la parabola: “Si un hombre canta y no puede alzar la voz, y otro. co- mienza a cantar para ae el primero canta mds alto. Este es el misterio de la unién’”’ Hay otra especie de ayuda, una ayuda vasta y sapiente, nacida del dolor de los mundos, nutrida de su sangre. Quien socorre a la eternidad en lucha, socorre todas las vidas. También de esto habla una dulce pardbola. Tres hombres encontrdbanse en una cdrcel oscura. Dos de ellos eran sabios y el tercero un tonto. Cada dia les trafan comidas distintas y distintos cubiertos. La oscuridad y el dolor trastornaron al tonto de tal manera, que no sabia cémo usar el tenedor y la cuchara. Estaba sentado perplejo, sin comer ni beber, hasta que uno de los sabios acudfa en su auxilio. Al dia si- guiente los cubiertos nuevos volvian a desorientarlo, y su compafiero tenia que socorrerlo otra vez. El segundo sabio permanecia, mientras tanto, taciturno, y se preocupaba tan — 7% — s6lo de sus propios pensamientos. Un dia el primero le pre- gunté: “éPor qué callas y no me ayudas a educa? a este tonto?”. “Ta te fatigas en vano — repuso el otro —, pues mafiana traerdn cubiertos distintos y deberds comenzar de nuevo. Yo, en cambio, estoy aqui, pensando cémo abrir un agujero en la pared, para que penetre la luz del sol y nues- tro compafiero vea lo que come”. Vivir significa sentir las necesidades de los demds como si fuesen propias. Rabf Mosché Leib contaba: “He apren- dido a amar de un aldeano, a quien vi con un amigo en una taberna. El corazén se le ensanché del vino, y pregunté a su contertulio: “éMe quieres?”’. “Te quiero”, contesté el otro. El primero repuso: “Dices te quiero, gpero sabes qué me falta? Si me quisieras bien, yo lo hubiera sentido”. El otro se call6é y no supo qué decir. Pero yo comprendi: amar a los hombres significa sentir sus necesidades y conllevar sus do- lores”, El humilde vive fundido con todos e intangible para to- dos: devoto de la pluralidad y recogido en su propio ser; concluye en las cimas de las rocas solitarias su alianza con’ lo infinito, y en el valle de la vida, que fluye como una fuen- te, la alianza con las cosas terrenas. No le asusta lo que era antes ni lo que serd después, lo que estd en lo alto ni lo que estd en lo bajo, la vida de acé ni la vida de alld. La tierra no puede ser su cuna ni el cielo puede ser su espejo. LEYENDAS DEL BAALSCHEM EI lobo Cuando la muerte se presentd al viejo Rabf Eliezer, — padre del pequefio Israel, cedidle el alma sin resistencia, cansado de los muchos afios de peregrinacién terrena. Sus ojos velados buscaron la rubia cabeza del nifio, lo alz6 una vez mds en sus brazos y lo estreché contra su pecho con apa- sionamiento. Era la luz bendita de sus ultimos pasos, que se habia encendido tarde para él y su anciana mujer. Lo miré, como si quisiera despertar bajo su frente un espfritu que dormia todavia, y dijo: “Hijo mio, el adversario que se ‘te opondrd en-!a hora de la decisién y la redencién, en la som- bra del suefio y la carne viva, es el abismo que debes cruzar al vyuelo. El cierra tu cfirculo y td el suyo. Habrd momentos en que penetrards como un reldmpago en su Ultimo escondite, y el adversario se desvanecerd ante tu potencia como una nube; pero habrd otros en que te cefird con torrentes de tinieblas obstinadas, y tu estards solitario, en tu umbral, en medio del mar de su noche. Pero serds siempre vencedor en tu alma, pues ésta es un bronce que nadie puede romper, y sdlo Dios puede fundir. No temas al enemigo. No temas nunca”. EI nifio lefa con los ojos abiertos y aténitos las palabras dibujadas en la boca marchita del anciano. Ellas penetraron en su alma y quedaron allf, fijas. Cuando Rabi Eliezer expiré, los hombres piadosos de la comunidad tomaron a su cargo el mantenimiento de la criatura. Lo mandaron a la escuela, a aprender las prime- ras letras. Pero é! aborrecfa aquel lugar angosto y rumo- — a — roso y se escapaba para corretear por el bosque, donde ju- gaba entre los drboles y en medio de los animales y se movia seguro y confiado, sin temer a la noche ni al mal tiempo. Cuando lo hacfan volver, con sermones y reproches, queddbase tranquilo algunos dias, y después se escapaba de nuevo. Sus tutores convenciéronse al final de que sus cuida- dos por aquel ser salvaje eran vanos, y lo dejaron corretear a sus anchas, A los doce afios entré al servicio del maestro como asis- tente, para conducir a los pequefios de la casa a la escuela y viceversa. Los pobladores de la pantanosa aldea asistieron entonces a una transformacién singular. Israel guiaba todos los dias una alegre procesién de nifios por !as calles, a quie- nes hacia dar una larga vuelta por los campos y la floresta antes de entrar en la escuela. Las criaturas no encorvaban ya, como antes, las cabezas exangties y pesadas. Estaban -contentos y Ilevaban en las manos flores y ramas verdes. En el corazén de los nifios prendié la devocién. Tan grande se volviéd esa llama, que ahuyenté el humo denso de la miseria y se elevé al cielo, ilumindndolo con su reflejo. La solitaria Majestad de Dios dettivose en su peregrinaje y alzé el rostro dolorido hacia aquella luz, que era como el amanecer de un reino futuro. Pero el Adversario, hinchado de odio y pavor, subié a lo alto y depuso ante el Trono su querella. Querfa tener Ia liber- tad de medirse con el Mensajero que habia yenido demasiado pronto. El Todopoderoso accedié. En el bosque donde Israel pasara los dias de su infan- cia vivia un carbonero, hombre timido, que no Sabfa distin- guir entre el bien y el mal, y hufa de sus semejantes. Al oscu- recer transformdbase en lobo y asaltaba a alguna bestia, sin morderla, o asustaba a algtin viandante. E] Adversario fo sorprendié una noche mientras dormfa atontado y todo tem= — 8] = bloroso por la proximidad del cambio que debia de operarse en él. Lo aferré del pecho, le extrajo el corazén y puso ‘en su lugar el suyo propio, simiente de la simiente de las ti- nieblas, ‘ Una mafiana que Israel conducia a los nifios en su vasta jira por los campos, el lobo irrumpid fuera del bosque, en- vuelto atin en las sombras de la noche, y se arrojé, livido y' monstruoso, en medio del grupo. Los nifios huyeron espan- tados, algunos cayeron desvanecidos en tierra, otros se apre- tujaron, temblorosos, alrededor de su guia. El animal des- aparecié sin hacer mayor dafio, pero el incidente provocé confusién y terror en la ciudad, y muchas de las criaturas se enfermaron con altisima fiebre, que les hacia delirar y la-’ mentarse en la noche oscura. A la memoria del joven Israel volvieron las palabras de su padre moribundo. Sdélo entonces les encontré sentido en su corazén. Fué de casa en casa y conjuré a los progehitores asustados a que le confiaran de nuevo sus hijos, seguro de saber defenderlos del monstruo. Habia tanta fuerza de con- viccién en sus palabras, y una tan fimpida luz de lealtad en su frente, que nadie pudo resistirsele. Reunié a los chicos, les hablé, y sus almas infantiles perdieron el miedo. A la mafiana siguiente los condujo de nuevo al campo y les ordendé detenerse y esperarlo a la en- trada de Ia floresta, mientras él se adelantaba solo hacia los rboles. E] animal saliéd a su encuentro, se planté delante de él y creciéd gigantescamente, hasta cubrir el bosque con su cuerpo y la Ilanura con sus patas. Una baba sanguinolenta le corrfa por las comisuras de los labios. Mas Israel. no cedié, - pues las palabras de la hora suprema estaban con él. Avanzé siempre mds hondo, penetré en el cuerpo del lobo y Ilegé al corazén oscuro y ardiente. En su tenebrosa cavidad estaba absorbido cuanto existe en el mundo. Los objetos singulares — 82 — volvian a salir de allf coloreados de un odio tan intenso, que el joven Israel no pudo pensar sino en la profundidad del amor divino cuando buscé un parangén, para no ser arrastrado por el abismo de tinieblas. Por fin tuvo el corazén en sus manos. Lo estreché fuertemente y lo sintid palpitar, lo vid gotear sangre, advirtid el dolor infinito que estaba encerrado en é! desde los mds remotos tiempos y para siem- pre. Cuando lo soltdé, tragéselo la tierra. Después, al verse solo a la entrada de la floresta, exhalé un profundo suspiro y regresé con los nifios. El carbonero solitario fué encontrado exdnime en el linde del bosque. La placidez de su rostro era asombrosa. Nadie supo dar razén del terror que provocara en vida, pues tenia en la muerte el aspecto de un gran nifio salvaje. Desde aquel dia las criaturas olvidaron sus canciones, comenzaron a asemejarse a sus padres y a los padres de sus padres, y cuando crecieron y se paseaban por la campifia, hundfan la cabeza entre los hombros, como lo habfan hecho siempre los judios. El principe del fuego Al envejecer Rabi Addn, el experto en encantamientos, acongojélo la idea de la suerte que correrfan sus manuscritos, en los que se sefialaba el camino a las potencias que rigen el destino del hombre. El maestro tenfa un hijo, que era heredero sdlo de su cuerpo. Su magia habfale parecido a menudo contradictoria y amarga, pues todo lo podia cam- biar, menos el espiritu del nifio. Cuando su vida estaba to- davia en el estio de su vigor, elevaba todas las noches los pufios al cielo y se querellaba con el Inefable, quien con- templaba desde fo alto su juego temerario, con la sonrisa del hombre que sigue con los ojos las travesuras de un nifio. oe ce Después vinieron los afios del cansancio, cuando su cuerpo se hizo grave e indomable y su alma tuvo que escalar sola las rispidas vias de la peregrinacién. Volvidse entonces dulce y pidié a Dios que lo perdonara. Despertaba por las noches y dejaba oir su gran clamor: “éA quién, oh Seftor, dejo las fuentes de mi certidumbre y de mis fuerzas?”’. La pregunta cafa en el vacfo, y las tinieblas permaneciari mudas. Mas una noche llegé la respuesta: ““Debes mandar tus escritos a Rabf Israel, hijo de. Eliezer, quien vive en la ciudad de Okopy”. Después sintié que lo estrechaban los velos de Ja diso- lucién corpérea. Llamé a su hijo y abrié la caja que conte- nia los folios misteriosos. Mas apenas hubo comenzado a hablar, desperté en él el dolor de los dias pasados y le corté la voz. Ahogé su gran dolor, indigno de quien parte de la tierra, e impartié a su hijo la orden: “Llévaselos a Israel; le pertenecen. Serd para ti un alto honor, si se mostrara dispuesto a hacerte participe de sus estudios, y compértate con humildad, pues no eres sino el pobre mensajero elegido para llevar al héroe la espada que los espfritus silenciosos, ocultos bajo la tierra, le han forjado y afilado en el transcurso de largas edades”. ‘ Poco después el anciano expiré. Su hijo confié a la tierra . el cuerpo caduco, liquidé su patrimonio terrestre, y cargado con los manuscritos, ptisose en camino. Habjia sido siempre un instrumento décil en las manos de su padre; falto de voluntad propia, abandonaba su alma, en su impulso hacia lo alto, en el alma paterna, como una barca se deja remolcar por otra a lo largo del rio. Su espiritu arrastrdbase ahora sin guia en una angustia pavorosa, y, agitado por las dudas, _ reflexionaba en el camino en cémo harfa para encontrar a aquel Israel que estaba destinado a ser el heredero de su padre y su propio apoyo. Cuando Ilegé a Okopy acogiéronle con honores, pues hizo saber que era el hijo del rabi mila- ” a 84 — groso, y le pareciéd cosa facil vivir allf con los ojos bien abiertos, para buscar al Elegido. Pero nadie se ofrecié a ayu- ’ darle, fuera del jovencito Israel, que tenia catorce afios- y prestaba pequefios servicios en la sinagoga. _ Por mds que el nifio moviase a la vista de todo el mundo del modo tranquilo e ingenuo que convenia a su edad, el investigador adivinéd que escondia en su alma infantil una misteriosa gracia. Se dirigid entonces al jefe de la comunidad y rogé se le concediera un lugar tranquilo en la sinagoga, pa- ra dedicarse en paz a la sacra ciencia; pidid, ademds, que se le diese al pequefio Israel por criado, a fin de tenerlo siem- pre a su disposicién. Su deseo fué cumplido, y se consideré un honor para Israel que sirviera al hijo del hombre pro- digioso, quien fingid sumergirse profundamente en los vie- jos infolios y no preocuparse de lo que pasaba a su alre- dedor. El nifio, a su vez, era feliz, pues podia levantarse todas las noches —— mientras lo creian dormido — y consa- grarse a solas al estudio. El rabf se did cuenta de ello y esperé el momento propicio para ponerlo a prueba. Una noche, después que Israel, exhausto por la tensidn de su espi- ritu, se hubo tirado en su jergén y dormido profundamente, el otro se alzé, tomé una hoja de los manuscritos milagrosos y la deposité sobre el pecho del durmiente. Después volvié a acostarse y se mantuvo quieto, con los ofdos tensos. Trans- currida una hora, vid que el nifio se movia. Vencido atin por el suefio, toméd el folio, levantése, como aferrado por manos poderosas, y, al resplandor de una lucecita de aceite, se sumergiéd en la lectura del manuscrito. Mientras lefa, pa- recia que el espacio volviase mds luminoso y vasto. Israel guardé, finalmente, la hoja en el bolsillo, y como cargado de un peso, retorné trastabillando a su yacija. Desde entonces el rabf lo tuvo en observacién, y cuando se hubo convencido, llamé al nifio y le revel6 su encargo. — 8 "Te doy una cosa — dijole — que ha estado pocas veces en manos mortales. Contadas personas la han posefdo hasta hoy. Permaneciéd sumergida durante muchos siglos y reflo- - recié después, para abrevar algunos espiritus corr el torrente primordial de su fuerza. Mi padre fué el Ultimo de ellos. Ahora es tuya; permiteme, si quieres mostrarte benigno con- migo, que cuando estudies los manuscritos, mi pobre alma vea el aire que aspira tu palabra’. Israel repuso: “Sea como: tu dices, pero conserva el secreto, para que nadie lo sepa fuera de nosotros, y trata de que la fisonomia exterior de | nuestra vida no revista aspecto diverso del que ha tenido hasta hoy”. El rabi consintid. Abandonaron la sinagoga y se establecieron en una casita alejada, fuera de la ciudad. Los judios de Okopy consideraron un privilegio que el hijo de Rabi Addn hubiese tomado a Israel bajo su proteccién y lo hiciese partfcipe de la sagrada doctrina. Y como no podian explicdérselo de otro modo, atribuyeron a los méritos de ‘su padre Eliezer el que hubiera encontrado gracia a los ojos de un hombre tan docto. Se encerraron en la mds completa soledad, ante la cual enmudecieron las voces de la tierra. De los libros de Rabi Addn se desprendia un resplandor de mundos inaccesibles y una dulzura espiritual jamds experimentada, que les satu- raba. Recurrrian a alimentos terrestres en la medida en que el cuerpo los necesita, para sustentar el alma fugitiva. El joven Israel abandondése con perfecta pureza y -sin ninguna simulacién a los libros maravillosos, y se abrevdé de su substancia, como una esponja se lena de agua o una _piedra se calienta al calor del sol. El hijo del Rabf Addn poseia, en cambio, un intelecto agudo, y tenia necesidad de algtin incentivo real para espolearlo. No le agradaba perma- necer en Ia luz dorada del arrebato. Experimentaba el deseo de examinar y sopesar en su cabeza las verdades extra- — % — _ fias que se elevaban de los libros antiguos, y, finalmente, de “Sgustar la potencia encerrada en las formulas magicas. A fal- ta de esas cosas, el alma se le contrafa y contemplaba a su compafiero tristemente. El joven Israel preguntdéle un dia: “Qué te falta?”. Y el rabf repuso, suspirando: “Nifto, jojald mi alma fuese intacta como la tuya! Pero lo que entra en ti como la miel y aquieta tu espfritu, a mf me corroe como lejia sobre una herida. En mi las dudas se agitan sin tregua y no se aquietan*jamds. Sdlo el Principe de la Luz puede venir en mi ayuda, y si quieres, pues la Palabra esté ahora en tu poder, haz que lo Ilamemos”. Israel se sobresaltd: “No rompamos la humildad de nuestra espera — dijo —. Me ciega el reflejo de las armas; no ha Ilegado todavia la hora de que las emplee”. El rabf se replegé sobre sf mismo, desilusionado, Pusose tan triste y pdlido, que Israel experimenté una gran piedad por la noble angustia que consumia a su compafiero. Domi- nando su propio espanto, ordené al rabi que se aprontara para la audaz empresa. A fin de alcanzar Ia CAVANA () necesaria para someter al Guardidn de la Ley, no se debfa probar alimento ni bebida de un sdbado al otro, ni admitir ningtin mensaje terreno, y esperar en perfecta soledad y pureza. Prepararon, pues, la casa, y atrancaron puertas y ventanas. Después se purificaron en el bafio sagrado y ayu- naron desde un sdbado hasta la vispera del siguiente. Lle- gada la noche decisiva, tendieron sus almas en el extremo arrebato, e Israel pronuncié en la oscuridad la férmula, con los brazos alzados. Cuando concluyé, desplomése como herido en tierra, gritando: “jAy de mf, hermano mio! Has hecho penetrar un error en nuestro CAVANA. De la boca de la ira ha salido una orden. Veo ya al hermano y vecino del Guar- (1) Intencién, tensién del alma dirigida hacia una meta,

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