Está en la página 1de 24
G | T i | | ARNOLD J. BAUER SOMOS LO QUE COMPRAMOS HISTORIA DE LA CULTURA. MATERIAL EN AMERICA LATINA Traduccién de Eunice Cortés Gutiérrez Hasey “[Avaus Lo0Z © 2, BIENES DE CONTACTO La policia era un concepto central, una palabra que resumfa todo el proyecto de crear una coos nueva sociedad en América, Vivir en polieia ‘suponia alcanzar la idea europea de civilidad (que incluia la vestimenta, Is higiene de los alimentos, etcétera, pero, por encima de todo, laidea de llevar una vida urbana! Trcapaces en thi instancia de resist aa invasin euro- pea o de negociar con suficiente éxito los términos de su propia sumisién, los pueblos nativos de América quedaron sumergidos, después.de 1492, en patrones de intercambio, bienes y valores introducidos desde afuera. Asf, la invasion europea truncé por la fuerza el desarrollo orgénico de la cultura material en América. No podemos saber, por supues- to, qué habria ocurrido si esto no hubiera sucedido 0 si los pueblos de México y del Persi antiguos hubieran sido capa- ces de incorporar los nuevos bienes disponibles de Europa, Asia y Africa a sus sistemas de valores en sus propios térmi- nos. Lo que ocurri6, sin embargo, fue que la introduccién de alimentos, telas y atuendos nuevos, la organizacién del espacio piiblico, la arquitectura y las"herramientas estuvie- Fon acompaiiadas por una compulsién politica y religiosa, de tal modo que, al observar la interaccién entre la adop- cin, el rechazo y la apropiacién de los nuevos bienes, debe- mos recordar.que estamos siempre en presencia de una conguista y, mas tarde, de una cultura coloniat Por si fuera poco, en el mundo ibérico del siglo xvi, la expansion det ristianismo fue inseparable de la del imperialismo espafiol: las dos se reforzaron mutuamente. Como veremos, ambas venian de la mano de un nuevo calendario ceremonial de consumo, nuevos rituales y nuevos regimenes de bienes y En medio de la tucha por tos bienes y por Ia riqueza, nadie duda de que, desde el principio, los europeos estuvie- Sods 10 GUE ConPRAMOS, HISTONS HE LA GHETURA MATERIAL AusRICA LATIN ‘ran comprometidos con la expansién del cristianismo. La tarea de la evangelizacién se hizo explicita de acuerdo con Jas instrucciones de la Corona y con la confirmacién papal de la mision teal. Colén se sinti6 confundido, al principio, cuando desevbrié que los taino parecian no tener una fe propia pero, siempre optimist, imaginé que su tabla rasa espiritual haria més fécil la implantacién del eristianismo. Sin embargo, no llevé sacerdotes en su primer viaje; en cam- bio, sf encont-é lugar para un notario, un eirujano y un tra- ductor que sabfa algo de arabe y que la tripulacién esperaba resultara de frobable utilidad en la costa de Asia oriental. Cristébal Colén sentia misticamente que, al igual que el santa en honor del cual recibié el nombre, levaria a Cristo a wa- vés de las aguas." La evangelizacién de ios islefios comenz6 realmente con el humilde trabajo de un fraile catalan, Ra- mén Pané, uno de los seis clérigos del segundo viaje que legé a La Espafiola a fines de 1493. Casi al mismo tiempo, otros frailes asumieron una mi- sién paralela entre los recientemente conquistados moros de Granada, la culminaci6n de Ia reconquista de Espaiia que dur6 siete siglos. La evangelizacion de Granada ofrece un itil marco de referencia a las actitudes y politicas ibéricas en las Indias, asf como clerta perspecuiva sobre la expansion de la cultura matesial-Burante la primera décadla posterior” 4 Ta conquista espaiiola de Granada en 1492, los cristianos ‘mostraron una sorprendente tolerancia hacia los musulma- nes recientemente conqnistados. Se permitié que las moros practicaran sus propios rituales, “los almuédanos' segufan haciendo el lamado 2 la oraci6n” desde los minaretes, y los ideres musulmanes formaban parte del concejo de la ciu- dad de Granadla. Infortunadamente, la politica de toleran- cia en Granada logré pocos conversos y debido a ello, se impuso una Inea dura en los primeros aitos del siglo xv1. Ubicada cerca del centro de la ciudad, la poblacién musul- ‘mana de un nuevo distrito, el Albaicin, que se habfa estable- cido como refugio para gente que hua del avance cristiano, habia comenzado a aceptar s6lo rhuy lentamente la religion de los conquistadores. Impacientes con el ritmo de la con- 78 @. a 2, Benes De contacto version, los monarcas ca:6licos lamaron en 1499 a Francis- co Jiménez de Cisneros, primado de Espatia, reformador de la orden franciscana, confesor de la reina, y futuro inquisi- dor general y cardenal, para que insistiera en que el arzobis- po de Granada, Fray Hernando de Talavera, asumiera una linea dura; a esto siguié, muy pronto, Ia violaci6n y Ia des- truceién de las mezquitas, las conversions forzadas y las de- jortaciones” po Lanueva politica miitantee inflexible de Granada cons- tituyé el marco de referencia inmediiato para la entrada de Hernan Cortés en el reino azteca algunos afios después, asi como “los métodos coercitivos de Cisneros fueron practica- dos en paralelo a la conquista militar de México”. En efecto, Ja entrada de Cortés a México fue Ia primera conquista a gran escala de un pueblo no cristiano, después de la de Gra- nada, un hecho al que apelaba facilmente la mente del con- quistador para establecer comparaciones entre Ia capital lacustre de México-Tenachtitlén, con la poblacién y carac- teristicas econémicas de Granada. Mis atin, “utili26 el tmico vyocabulaiio con que contaba para describir los abominables elementos de una fe herética” Iamando mezquitas a los tem- plos aztecas y alfaguies a sus sacerdotes, ¥ mientras Cisneros seupaba las meaguitas y quemaha ejemplares de El Coran’ Cortés destrufa idolos, al mismo tiempo que los francisca- nos —incluyendo a dos de los famosos primeros doce que habian servido antes en Granada— arrojaban a la pira los dices antecas y mayas, La entrada de Pizarro en e) Tahuan- tinsuyu no fue inenos destructiva con los templos ¢ idolos incas* ‘Ahora bien, hubo, por supuesto, desde el punto de vis- ta de los espaioles, diferencias fundamentales entre la Gra- nada ishimica y los Ambitos “idélatras” de aztecas ¢ incas: 1a diferencia es entre un enclave infiel aunque todavia fami- liar dentro de la misma Espaia y un nuevo mundo descono- cido; entre el pueblo “del Libro”, a menudo mas sofisticado {que los conquistadores mismos, y los nativos americanos, 8 menudo descritos come barbaros, Sin embargo, a principios del siglo xv1, en ambos casos, Ia Igtesia insistié en la conver. 79 Sonos ok commanon sont. trun ull tv adic Lo sién forzada y el Estado en la sumisién politica, Un asunto fundamental tanto para la iglesia como para la politica de la Corona fue detérminar si fos cambios en la conversion y en Ja sumisién debian estar acompaiiados por cambios en la comida, la vestimenta y la vivienda. gIban juntos necesaria- mente? Para demostrat la asociaci6n cercana, en la mente de Jos espaficles del siglo xvr, entre la evangelizacién imperial y la ampliacién de un nuevo régimen de bienes y merean- ‘fas, comenceios con un documento fascinante, escrito, segiin parece, en 1501 o 1502, justo cuando el expansionis. ta Estado castellano, hombro con hombro con la Iglesia mi- litante, ejercia presidn en dos frentes: el tiltimo reducto moro de la-peninsula ibérica y las franjas que se iban abriendo répidamente en la América pagana. El “Memorial, al pare- cer, de Fray Hernando de Talavera para los moradores del Albaicin” comienza exponiendo el comportamiento conven- clonal que el pueblo del Albaicin debia practicar, Debéis olvidar todas las ceremonias y oraciones que ten- gan que ver con ayunos, festividades referidas a nacitnien- tos, bodas entiervos, o que tengan que ver con baiios y todas las otras cosas moriscas. Todos debéis conoces, y debéis instruir a uestras mujeres e hijos, grandes y pe. quefios, la manera de hacer la sefial de la Cruz, saber uti Hisar el agua bendita, e6mo rezar el Padre Nuestro y el Ave ‘Maria, como adorar la Santa Cruzy ofrecer la reverencia adecuada a las imagenes, El documento prosigue sefialando los sacramentos y los mo. dos de “Ios cristianos de nacién". Pero luego aparece la mate- ria central del argumento: De modo que miestio comporcamiento no sea escandalo- soaloscristianos propios, para que no piensei gue sepiis teniendo en el corazén, en secreto, la secta dé Mahoma, importante que os adecuéis en todo modo al compor- tamiento bueno y honesto de los cristianos buenos y hor nestos: en el modo de vestiros y rasurards, en el calzado bs 2 Busts: conracro que poriéis, en aquello que coméis, en vuestra forma de sentaros a Ia mesa, en que comais alimentos cocinaclos det modo en que se les cocina normalmente; tened cuida- do en westro andar yen wuestco dar y tomar y, por enci ma de todo, olvidad en cuanto podais la lengua arabiga y ‘nunca la habléis en vuestras casas’? EL objetivo de los monarcas catélicos, sin duda aplicado de manera desigual, tanto en Granada como en América, era difundlir la verdadera fe: campafia que, como vemos en el Memorial de tos pobladores del Albaictn, estaba ligada inex tricablemente a la hispanizacion. De haber contado con la Palabra en su vocabulatio, los oficiales espaiioles del siglo x habrfan hablado de una misién “civilizadora", o incluso de la necesidad de acompafiar el cristianismo de “bienes ci- Vilizadores”o de un “orden civilizador”. Pero al no tener ese término, apelaron al griego polis en lugar de al latin eivitas, para diseftar su proyecto urbano. Ei pueblo siibdito iba a vivir en buena policia. Policia significaba leyes, orden, com- portamiento, costumbres, respeto; efectivamente, en gran medida aquello que “civilizado” legaria a significar en si- glos subsecuentes* Por supuesto, de lo que los imperialistas espafioles del siglo xvI trataban de acompafiar si misién evangelizadora era de poder, energia y conviccion mediante un programa deliberado de buena poticéa. Muy poco después de la recon- guista de Granada y de la intrusion en América, otros religio- sos —franciscanos, dominicos y jesuitas— se expandieron a 'o largo del litoral asiético, en un esfuerzo por llevar su fe a China y a Japén. Sin embargo, por no contar con el apoyo del poder colonial, no albergaban la ilusin de reorganizar el panorama o de cambiar las vestimentas, la comida, la be- bida, la ropa o el lenguaje de los pueblos que se esforzaban por convertir: De hecho, buscaron adaptarse de manera dis- creta; los clérigos adoptaron incluso el vestido nativo chino sJaponés. En las Indias, el régimen espaiiol, en su esfuerzo por moldear fa cultura material americana, ¢jercié su poder clerical y civil directamente, a menudo quijotescamente, por a Sonos Lo QUE ccpases. HISTORIA DE La CULTURA MATERIAL AutRICA Lata decreto. Masimportante afin es que el régimen colonial, por su propia naxuraleza, establecis estindares estratificados de consumo o “grupos de referencia de consumo”, que fomen- taron la emulacién para aquellas personas que querian as- cender en Ia escala social. Volvamos ahora a ta interaccién entre la politica institucional y las mercancfas, en la medida cen que los habitantes de diversas clases y etnias del emer. gente mundo colonial se confrontaban, a fin de explorar los vinculos entre el poder colonial y el consumo, Gomence- mos con las primeras décadas en que los europeosy los ame~ ricanos nativas estaban muy ocupados tantedndose entre si, en una suest2 de alboroto experimental. Durante los primeros dias de su encuentro con los pueblos del Caribe, Colén tenia en mente el modelo de expansion portuguesa de la Costa de Oro africana, que conocia por experiencia previa. Imagin6 una serie de plazas fortificadas para adquiri cualquier mercancia que pudiera obtener a cambio de los bienes europeos. Los monarcas catélicos, Isa- bely Fernando, proclamé, tendran tanto algodén y especias “como pidan”; tanto lentisco y madera de aloe “como orde- nen para ser embarcados’. Al recibir como obsequio los bbulbos verde y rojo de una planta llamada ajfpor los nativos cariberios, Colén tomé un poco, le parecié de sabor picante y fuerte y se convencié asi mismo, a pesar de toda evidencia en conira, de que habfa hallado pimienta, Ia cotizada espe- cia del Oriente cuya biisqueda habia promovido en gran medida su viaje. Esta “pimienta”, sin embargo, era en reali dad una capsicum, planta sin relacién alguna con la pimien- ta asiética (piper nigrum). Un poco més tarde, otros espafioles encontraron la misma planta en México, donde se conocia en nahuat! como “chilli”. Llevada a Espatia y de alli alrede- dor del mundo —es dificil imaginar India sin los currys 0 Hungria sin ‘a paprika—, la “pimienta” de Colén confundié alos angloperlantes. Incapaces de decidir, transamos y deci- dimos lamar a la planta chili pepper. En su segundo. viaje, Colén llevé « un experto boténico. El doctor Diego Chanca se sintié cast'apabullado frente a las nuevas variedades de a 2, ves ne contacto plantas, y especialmente ance una especie exética que com- binaba en si el aroma del clavo, la canelay la nuez moscada Hoy, los hispanoparlantes la llaman “pimienta inglesa” y los angloparlantes {a llarmamos allspice y su nica fuente de abas- tecimiento sigue siendo el Caribe® Confrontado con ura realidad de bienes escasos y pri- mitivos, y con un estrecho mercado para los productos eu- ropeos, muy pronto los pensamientos de Colén se volvieron hacia la colonizacién como una forma de hacer las islas ren- tables. Sin embargo, para la primavera del hemisferio nor te de 1496, bajo la presién de sus rapaces compasieros que formaban la colonia, dec dié la explotacién directa del pue- ‘lo que habfa bautizado erréneamente. El Gran Navegante, un genio en el mar pere un desastre en tierra, impuso un tributo de “una campane de halcon flamenco (...] Nena de oro [...] 0 una arroba de algodén”, que debia ser pagada cada tres meses por los habitantes de la isla La Espanola, quienes, segtin aseguré, “aman a sus vecinos como a si mis- ‘mos, tienen una lengua ce Jo mas dulce, son gentiles y siem- pre rien". En la siguiente década, conforme los habitantes natives de todo el Carike desaparecian rapidamente bajo los asaltos de los depredadores y de los nuevos agentes p2- tOgenvs curupcus, los c2stellanos se cnfrascaron en morti- ferai luchas entre sf.!° ‘Ademis de ‘servir a Diosy al rey", los invasores espaiio- tes querfan, evidentemente, mejorar su suerte. Asi, debemos tener en mente que en eos primeros aftos habia varios cien- tos de hombres rebeldes, acompaiiados de vez en cuando por esclavos africanos y, en ocasiones, por mujeres, de ori gen y oficios diversos, con varias habilidades y diferentes motivaciones, que recor-fan las islas a todo lo largo del lito- ral caribeio, a través de Panam§, para seguir al sur por la costa del Pacifico; no dedicacos todavia en estos atios al tra- bajo de granja o de mina sino, més bien, a encontrar cual- quier mercancia que pudiera intercambiarse por productos ‘europeos, o al menos, bienes que pudieran saquear para satisfacer sus necesidades de subsistencia. Fueron menos afortunados que los po-tugueses, que para entonces esta- a & Sobos 10 Que coumawos. HisToRIA OE LA CULTURA MATERIAL 8 AMERICA LaTNA ban pagando con oro y plata en barras, cargas de especias, sedas y manufacturas exdticas provenientes de Malasia, lo India y el sur de la costa china. Los natives de las Antillas y de los alrededores del Caribe no cultivaban la pimienta, el clavo ni la canela, tan codiciados por los europeos, y se resis an a desprenderse de su escasa provisin de oro a menos gue los obligaran. De hecho, en estos primeros afios, los por- tugueses y os espaiioles tenfan problemas comerciales opues- tos. Los primeros no tenfan bienes para comerciat en Europa que resulkaran suficientemente aceptables para las sofistica das sociedades orientales, y en consecuencia, tenfan que pagar por las especias asidticas con metales preciosos; los espafioles estaban preparados para surtir una atnplia varie dad de productos curopeos comunes pero ni siquiera en- contraron meteado para eso con los habitantes del Caribe, quienes eran menos avanzados econdmicamente. Asi, se in- clinaron por la fuerza y la explotacién directa Desde el comienzo de la Colonia en el Caribe, Colén instauré la encomienda, una medida que otorgaba el derecho a recibir tributo, en principio, un impuesto recogido por oficiales reales, a los conquistadores y. sus descendientes como recompensa por el servicio prestado a la Corona. Fue la primera institucién de explotacién formal de los euro- peos, organizada con la Complicidad de los.lideres indios locales. A falta de moneda, se exigia a cada hogar nativo que contribuyera con alimentos, vestimentasy materiales de cons- truccién basicos pero, al enconirarlos apenas aceptables, los encomenderos insistieron en recibir servicios personales en trabajo en lugar del tributo. Luego de contribuir a la devas tacién de las islas, la encomienda fue llevada a tierras conti- nentales. En México, los primeros conquistadores adoptaton el propio sistema tributario de los aztecas al ocupar sui centro de gobierno establecido en Tenochtitlan y al asignar, des- pués, el tributo de las numerosas comunidades indias a cada uno de los conquistadores, quienes ganaron dé este modo el derecho a los bienes y 2 1a mano de obra. Incluso.en ese México prédigo, las encomiendas no rin- dieron al principio mas que para una variedad de exéticos a 2 Bienes Dé covmacto animalitos, como salamandras, larvas y anguilas, “que no gus- taban a los paladares espaitoles’. Pero los pollos, traidos en 108 primeros viajes, se reprodujeron répidamente y pronto hubo a disposicién comida miucho mas apetecible. El tribu- toa través de la encomienda inclu‘a también cargamentos de ropa dealgodén, (el quachtli precolombino) y de'cacao, que podfan ser intercambiadas por objetos como pepitas de oro 0 forraje para caballos, ambos preciadlos en el sistema de valores europeos. Pero aqui también el tributo fue répi damente sustituido por servicios en trabajo. En Peri, una encomienda podfa abarcar varias islas en un “archipiéiago” de gente dispersa a todo lo largo del paisaje andino. Cada uno de los primeros 169 conquistadores presentes en la cap- ura del inca Atahualpa en Cajamarca, por ejemplo, recibié como donacién trabajadores natives, y los invasores subse- cuentes dedicaron todos sus esfuerzos ~y lucharon hasta la muerte— por adquirir més, Estas encomiendas redituaban, por lo comin, sirvientes personales junto con cargamentos de matz, papas y materiales de construccién. En Perii como en. México, la tela era un objeto de tibuto altamente apre- ciado por los espaiioles, tanto para su propio uso como para intercambiarla por owos bienes."" En estas primeras décadas del siglo xvt, conforme se acla- raba la complejidad de fas avanzadas sociedades de México y Peni, y después de muchos debates y experimentos entre ju ristas y administradores, los espafioles trataron de establecer ‘un patron de asentamiento por el que las numerosas “reptibli- cas de indios” —al mismo tiempo que permanecian politica mente auténomas y socialmente segregadas bajo la Corona— abastecieran de bienes rudimentarios y servicios de trabajo a Ja pequefia “repiiblica de espaitoles”. Los primeros frailes, sin embargo, no podfan aceptar que la poblacién nativa perma- neciera en la oscutidad espiritual y fundaron con ese propési- to sus misiones —o, para usar un término contempordneo, sus docvinas—dentro de las comunidades nativas Una vez establecido el orden colonial, tanto la Iglesia como el Estado trataron directa y formalmente, con desigual éxito, de influir en los habitos de consuma de sus propios 3 @. ‘Sonos toque coNPRAMOS. HISTORIA OFLA CULTURA MATERIAL AMERICA Lan, ciudadanos en las Indias a través de mediclas tales como ex- hortar a la construeci6n de casas de piedra y molinos de hharina de crigo, o insistir en una estricta disposicin del es- pacio piblico en los nuevos pueblos y ciudades. Al mismo tiempo, ambas instituciones animaron a os piteblos nativos a abrazar el cristianismo, a aprender espaiiol y a adoptar ele- mentos de la alimentacién, la vestimenta y el orden urbano europeos. Otros decretos reales prohibieron ciertos bienes como el aleohol o los caballos y las armas de acero 2 los nati ‘vos comunes,#fin de desanimar la resistencia, Paralelamente, estos rhismos bienes se permitian a la elite india —caciques y kurakas— como parte de una politica de cooptacién. Asi, desde muy termprano, podfa verse a un lider nativo envuelto en una capa @ la vieja usanza montando a caballo; “usando armadura y portando aga, espada y lanza, a la cabeza de su séquito y sus mozos", Las sillas con brazos, los tapetes de felpa y 10s cojines “comenzaron a adornar las casas de los caciques icos*, Los frailes catélicos organizaron, desde el comienzo, nuevos rituales en las iglesias y las capillas que exigfan la com. pra de atavios clericales, nuevas vestimentas y velas. Durante las celebraciones de las festividades, te uenban vaor de plata y erietaleria de Murano roja, ver de y dozada, junto con recipientes de terracota mexicana [.-.] lasparroquias rurales comenzaron a parecer bazares exéticos con telas y cagullas de Rouen, Castilla y Holanda, Cilices y candelabros forjados en plata local [...], flautas, ‘michoacanas, rompetasitalianas.!* Afuera de las puertas de las parroquias, en nombre de la decencia, los frailes animaban alas mujeres de los trépicosa cubrir su desrudez y a los nativos a usar pantalones. La peneiraci6n clerical proporcion6, de distintas for. ‘mas, no sélo tn canal inmediato para el flujo de una nueva ‘cultura religicsa sino también de la cultura material ibérica hacia las comunidades nativas. Los pueblos estaban encasi- Nados en lo que legé a convertiée en el, conocido patron de tablero de ajedrez alrededor de la plaza central. Escua- 36 2, Res De conmacro dias, niveles, sicrras, planos, cinceles y otras herramientas de carpinterfa y albafileria fueron esenciales para construir las primeras iglesias, que a su vez requirieron de la parafernalia del ritual cristiano." Nostlgico de los alimentos de su tierra, el clero mendicante introdujo polos y semillas de plantas eu- ropeas. Los franciscanos y los dominicos trajevon el sistema medieval del parentesco ritual 0 compadrazgo, en el que el padrino y el candidata alos sacramentos del bautizo y la con- firmacién se unen en términos filiaes, lo que dio origen a rmevas pricticas de celearaci6n y entrega de regalos. Gon el tiempo, estos cuatro elementos —la religion, la planificacién urbana més la gubernacura ibérica, el compadrazgo y, con mayores vacilaciones, el lenguaje— iban a convertirse en las principales contribuciones culturales ibéricas a América. En el transcurso de los siglos de la Colonia, la imposi- ci6n yla fusion de nuevos elementos de la cultura material en América Latina terminzron por volverse dignos de admira- cién, La demanda era impulsada por el crecimiento econé- mico monetarizado y por una mezcla racial acelerada que, dentro de Ta jerarquia del poder colonial, animé a la gente a través del espectro émico y de clase @ construir nuevas identidades al ingresar al mundo de bienes europeo. Evi- dentemente esto era menos cierto conforme uno se alejalsa de las ciudades y de los pueblos para internarse en el cam- po, donde s6lo la falta de poder adquisitivo, para no men- Gionar la adherencia a las costumbres o la resistencia cultural, desaceleraba el ritmo de la occidentalizaci6n. Clé- rFigos y laicos europeos imaginaron que, con el tiempo, la poblacién nativa bajo su direccién serfa persuadida a acep- tar los elementos de la vida material europea, que se crefan esenciales para la gente civilizada, Pero al principio, en las primeras décadas del siglo xvi, ademas de un puiiado de metales preciosos o perlas de gran valor, en términos euro- eos, en relacién con el peso o el volumen y, en consecuen- cia, que flera exportable en las pequefias embarcaciones de aquel tiempo, no habia afin un gran volumen de mer cancias del Nuevo Mundo que pudiera intercambiarse por bienes europeos. 6 Sons 10 Que ConPRaitos. HISTORUA BELA GULYURA ATER ANENICA LAIMA Asi, en este momento histérico, alrededor de la década de 1540, antes de los primeros grandes hallazgos de la plata © del desarrollo de la agricultura espafiola a la que se recu- trio para abastecer a la creciente poblacién de los nuevos pueblos y ciudades espaitotes, no habia todavia mucho in ercambio con los pueblos nativos. Los bienes rudimenta- ios —las vigas y las piedras para la construccién, el forraje, yel algodén comtin— se obtenian a la fuerza de los nativos. Las telas, el hierto, las herramientas, y otros cientos de obje- tos que iban desde agujas hasta bridas, se traian de Europa hasta que gradualmente surgieron talleres textiles y una clase de artesanos locales para abastecer muchos de estos bienes. Quince atios después del asentamiento, en 1526, un comer- ciante en Panam, por ejemplo, todavia tenfa que pedir a su contraparte en Espaiia que le enviara hilo comtin, tela delino, alguna “estameita fina” de Carmona y clavos para el herraje de las mulas. En estas primeras décadas bubo, en efecto, dos poblaciones distintas con patrones de consumo dife- rentes: el mundo espaol que deseaba comer pan de tri go, aceite, came y vino, vestirse con ropajes europeos hechos de lana y seda, y vivir con mobiliario europeo en casas construidas de acuerdo con los estindares europeos, confrontado con el mundo indio que vivia(...} de mate y en América del Sur de yuca, papas, etcétera, que vestia Topas nativas americanas de algodén yde agave y en Amé- rica del Sur de lana de camélicos y vvia en ehozas 0 casas locales, amuebladas al estilo nativo," En el corto plazo, sin embargo, se hizo necesaria la adapta- cién, y conquistadores y conquistados comenzaron muy pron- to Ja compleja fusi6n de fa cultura material. La politica urbana de la Corona en las Indias fue clave para su control y fundamental para la interaccién de a cultu Ta material. Ao largo de las primeras épocas de América, los espafioles, siguiendo instrucciones reales, establecieron sus propios pueblosy ciudades, a menudo denavoy, et: ocasiones, como en el caso de México-Tenochtitlin o de Cuzco, sobre las ruinas de las estructuras locales. Las ciudades para los cs 2, Bibtes oscosrscro asentamientos europeos, como el Veracruz original, Panama © Quito, fueron las primeras que aplicaron el ahora familiar patron de rejilla o tablero de ajedrez, La Ordenanza de 1523 de Carlos V instrufa al embrionario Estado colonial: ‘Unayez hecho el plano, establéxcase la plaza, calles y man- zanas con rejila y cordel. Comiéricese por la plaza mayor trazando las calles principales y las puertas de la ciudad de tal manera que, aun cuando Ia poblacién pueda au- mentar significativamente, se expanda siempre en la mis- ma forma. Docenas de ciudades —por nombrar unas cuantas: Santi go de Chile, y Puebla y Valladolid de México, a principios de Ja década de 1840; Cordoba y Salta en lo que hoy es Argen- tina, en 1578 y 1582, respectivamente— se fundaron mas tarde en el mismo siglo de acuerdo con estos preceptos. Mas atin, el modelo se extendié a los reasentamientos nativos."* Conforme la poblacién indigena fue mermindose, los clérigos espaiioles urgieron una supervisién més cercana de Jos sobrevivientes mientras que, al mismo tiempo, los mine- 708 y terratenientes espafioles clamaban por una fuerza de trabajo mas organizada. Consecuentemente, la Corona se dio a la tarea de agrupar a los indios en pueblos-de tipo mediterréneo, con casas contiguas, bajo el correspondiente modelo de gobierno al estilo espaiol. Entre el primer pue- blo —La Navidad, en Santo Domingo, en 1492—yel iltimo —Quenac, al sur de Chile, en 1809—, a administraci6n co- lonial espariola establecié mas de 900 asentamientos urba- nos por toda América; “la mayor empresa de construccié: urbana jamds levada a cabo por pueblo, nacién 0 imperi alguno en toda la historia’."* Los planificadores de las nue- vas ciudades reorganizaron él espacio piiblico y privado a fin de proveerlos de un foro para nuevos rituales, ceremo- nias y espectaculos, A partir de fa ocupaci6n de los centros urbanos por los invasores espaiioles, el control politico, los, valores religiosos, la cultura econtémica y los bienes se di- fundieron a las provincias. Las nuevas ciudades también sir vieron como centros de recoleccién que absorbian los 2, brie conracrO impuestos coloniales, los diezmos, los tributos y Is riqueza privada, | ‘Los nuevos asentamientos nativos tenfan un propésito diferente y, en algunos casos, tuvieron un impacto drésti- co. Esto se podfa apreciar més claramente en los Andes que en cualquier otro sitio, Alli donde anterior mente los nati- yos habian organizado sus ayllus o comunidades, particu larmente en los altiplanos de la zona central yal surde Pers, para ganar acceso @ un “archipiélago” de distintos nichos ecoldgicos situados a ciferentes altitudes, los nuevos asen: tamientos promovidos por el virrey Francisco de Toledo en la década de 1570 condensaron los dispersos componentes de un ayllu para formar nuevos pueblos indios, donde las familias tendrian que habitar en viviendas colindantes. De hecho, las personas que dirigieron la reorganizaci6n de los nuevos asentamientos tuvieron que quemat, en ocasiones, los caserfos existentes para desanimar la wuelta a los patro- | nes anteriores. El pairén de tablero de damas, marcado con “compas, cordel y regla" alrededer de la plaza central recibié la influen. cia, en algunos casos—como en el de México-Tenochtitlan o Cuzco—, de su antecedente prebispénico, Sin duda también provenia det bagaje cultural de los espaitoles, quieiies estar ban familiarizados con patrones similares en Espafa; para 1 caso; el patron rectangular ya se puede encontrar en la Grecia y la Roma antiguas. Sin embargo, la planificacion wr- bana en el Nuevo Mundo a lo largo de los siglos xvty Xvi se Gesarrollé en forma independiente de su antecedente ibéri- coy representé Ia imposici6n de una nueva idea en nuevas circunstancias, "con metas especificas en mente”. Esto cons- tituye en Jo particular, un buen ejemplo de un esfuerzo for- mal dirigido por el Estado para levar “orden”, y,lo que posteriores europeos llamarfan formas “civilizadas” de vida, alos nativos de América. La nueva planificaci6n urbana era mucho més que un patrén conveniente para los asentamien- tos europeos o mas que una soluci6n préctica a problemas de eficiencia clerical y abastecimiento de mano de obra: tam- bién suponfa una fuerte carga simbélica."" areas, 1750, ‘aponocmerizina: dl sustio de un orden. Figura 21. Plan dea ciudad de ajedrez en oT rey Francisco de . Fuente: Coleccion nba, en los altiplanos cl peivada, Cortesia de Ward Siavig. ‘Una vez que los pobladores espafioles hubieron deli- mitado la plaza central de sus nuevas ciudades, el primer acto esencial era.establecer la picota para representar la imposicién del orden y de la autoridad civil. Luego vinicron los tertenos para-el concejo de la ciudad o la iglesia. Las calles rectas en angulos rectos; las principales “orientadas" —eni el estticto sentido de la palabra— sobre un eje este- este, se diseiiaron explicitamente por los espaiioles para simbolizar un homenaje a Jerusalén y la presencia de la due na policie o las buenas costumbres en ta jerarquia del régimen colonial. Podemos observar, sin embargo, que la tendencia Ge los eurdpeos a orientar el altar de las éatedrales hacia el este fue menos observada en América. Las casas de los ricos y los poderosos estaban alineadas cerca de la iglesia y de los, edificios de gobierno; los lotes urbanos mas pequetios y las casas se extendian alejindose de la plaza y, con el tiempo, se convirticron en distritos habitados por nativos que pronto cercarfan las ciudades de estilo europeo. La congregacién de nativos en los nuevos pueblos de in- dies siguié el mismo procedlimiento: los eaciques y los Ii res indios se concentraban cerca de la plaza yla gente comin, en rango descendente, se alejaba cada vez mas. Los frailes rmismos, que “extendian el cordel, median las calles, asignae ban sitio para las casas y para la iglesia’, frecuentemente se encargaban de la organizacién de los piteblos nativos. En estas ciudades indias, a menudo se colocaba en lugar de la picota una enorme cruz, y mas tarde una fuente Contamos con tna rara descripcion de un lugar asf en la década de 1740, después de dos siglos de gobierno colo- nial. El pueblo indio de Amozoc, justo al este de la gran ciudad de Puebla en la parte ceniral de México, contaba con tna gran poblacién nativa en el tiempo de la Conquista, Reorganizaco como “pueblo de indios” a Io largo del siglo x, también se traz6 con conte y rela, y los franeiscanos su- pervisaron la construccién de la enorme iglesia en la plaza central, Aun cuando fue fundada como un pueblo indio, en 142, Amozoc tenfa unos tres mil habitantes, de los cuales el quince por cicnto era considerado por lasautoridades como 93 trazaton a partir de cero, Se suponia que 2 & page dela mer du Sud ou cites du Chil et dis Ps fit pendant det années 1712, 1713 et 1714. Cortesta de la Colecei6n Figura 2.3. Ciudades al exlo europea, tales come Lima (Fundada en 1535 el muto protegerfa a la cudad no de enemigos intemnot sino externo: Especial de ia Biblioteca de Ia Universidad de California en Davi. cespaiioles, mestizos o mulatos, que habfan logrado infiltrarse en el pueblo y ocupar las mejores casas, El resio'eran “in: dios”, clasificacién determinada en parte por su conocimien- to del néhuad, la lengua nativa local, aunque indudablemente muchos hablaban camnbién espaol. A los espaiioles, mestizos y mulatos, junto con el pequiefio niimero que integraba Ta elite del puieblo —los caaquesy principales, se les distinguia de los que se consideraban indios comunes por el derecho & vestir a la usanza espaiiola, portararmas o montar a caballo en lugar de caminar. Los indios de Amozoc producian sus propias coséchas, poseian unos cuantos animales y completaban sus ingresos con jornadas de trabajo en las haciendas cercanas. La herre- ria fue invroducida por los espafioles y, con el tiempo, los artesanos del pueblo Hegaron a ser famosos por sui produc: cién de espuelas; de hecho, incluso un siglo y medio mas tarde, el lider revoluciorario Emiliano Zapata “apreciaba las espuelas de Amozoc que obtuvo en una competencia”.® El registro de archivo también describe dos casas del pueblo mejor acondicionadas. Una, que parece poco modificada desde la época prehispanica, era en realidad un conjunto de pequefias choaas de adcbe no conectadas entre sf, techadas ton palos o tiras delgndas de madera. Cerea de éstas habia dos cocinas rudimentarias independientes del resto. La otra vivienda consistia de una choza de dos cuartos, més una co- cina y un establo separados, un temascal o basio de vapor estilo azteca, un patio encalado y cerrado, y un pozo priva- do. Una gran mesa y tres pequefias cajas, pero sin sillas ni cama, formaban el motiliario, Una vivienda asi costaba en- te 300 y 350 pesos a mediados de! siglo xv. Innumerables comentarios de la Corona y de los oficia- les administrativos, en las décadas que siguieron a la Con- quista, asocian el orden de las calles rectas, alineadas con las ‘casas s6lidas y apropiadas, con Ja “buena policia” o ¢! refina- miento, con Ia urbanidhd y el orden. Tan empefiados esta- ban Jos primeros espaitoles en crear tn orden simbélico que dispusieron el plano de tablero de damas justo sobre los te- rrenos més accidentados y abruptos. En La Paz, Bolivia, el Ww G ‘Sonos to Que CoMrnaNOos, HISTORIA DEA CULTURA MATERIAL Ex Anse LATOR plano en tablero de ajedrez se extiende por arriba de una colina; en Quito y en Caracas desciende por profundos ba rrancos. Una vez constituidos, los gobiernos de la ciudad insistieron con “Virtual fanatismo” que se mantuvieran las Ifmeas rectas, aun si debian ordenar que se demolierail las casas que estorbaban. La policia “era un concepto central, un término que resumfa todo el proyecto de crear una nue va sociedad” en América. Vivir en policia suponia una serie de costumbres relacionadas con conceptos europeos de civi- lidad que inclufan la ropa, la comida y la higiene; por enci ma de todo, “vivir en policfa significaba’lievar una vida urbana’. El caos de las calles las inestables viviendas nativas se alzaba en fuerte contraste con el ideal de “policia” y “or den", y constitufa un reto a los planificadores urbanos espa- fioles, El confesor jesuita del virrey Toledo, uno de los principales promotores del proyecto de reasentamientos na: tivos en los Andes, sefialé en una carta, en 1872, que los in- dios vivian en pequefias rancherfas conformadas por chozas oscuras y sucias, A fin de que vivieran en policia debian ser organizados en ciudades apropiadas, con calles rectasy casas adecuacas.” Mas alla de su aparente sentido practico y de su eficien- cia, el patvén de tablero de damas con una plaza central, picota, iglesia, edificios de gobierno, calles rectas en disefio geométrico y ordenamiento de la vivienda, demostraba un nuevo orden del espacio piiblico adecuado a la jerarquia del régimen colonial. Las nuevas casas de piedra, ias plazas, las fiaentes, los jardines y las cruces de disefio urbano eran elementos de wna cultura material que habia sido wansplan- tada y constitufan los ejemplos de “bienes” disefiados para ‘civilizar” a los habitantes nativosy a sus descendientes. Los materiales de construccién ayuclaban a definir la jerarquia social. El grado de civilidad de las personas podia determi- arse por una ‘jerarquia de elementos": Ia piedra era mas “noble” que la madera, “la gente que construfa con madera era menos civil que aquellos que construfan con piedra’.# En los nuevos asentamientos europeos, los habitantes “apro- piados”, con familia, dependientes y sirvientes —vezinos con 96 2 Buenas ox conracro casa poblada, en el lenguaje de la época— tenian albaifiles y carpinteros indios y negros construyendo sus viviendas. Dasi todo et mundo es conservador en su alimentacién: y os espanoles del siglo xvi no fueron la excepcién. Aun cuando 5 primeros cronistas escribieron cescripciones exaltadas sobre nuevos productos, “algunos tan duilces como si hubie- fan sido remojados en miel [...] otros tan fragantes que per fumaban Jas casas enteras’, muy pronto los mismos colonos dirigieron sus csfuerzos para traer de Europa la comida “ci- vilizada” que echaban de menos. Aunque los espaiioles no despreciaban el pan de casabe,* las tortillas o la humilde papa cuand® iban rumbo a Tenochtitlin 0 Cuzco, insistie son répidamente, quiza mas que otros conquistadores cris- tianos del siglo xvi, en la noci6n de lo que era un alimento adecnado —comenzando con la convencional trinidad de pan de trigo, aceite de oliva y vino—, una ver que se hubie- ton establecido, El hijo de Colén, Fernando, afiadié otros tres productos —ajo, vinagse y queso— a fo que considera- ba “las necesidades de la vida"." Los primeros esfuerzos por conformar un régimen alimentario mediterrneo en las In- dias resultaron arduos debido a la ausencia de mujeres es. patiolas. Hoy nos resultaria fascinante que alguien hubiese re- sistrado un didlogo durante los primeros atios posteriores a J Conquista entre las primeras inmigrantes espafiolas, diga- mos, Isabel Rodriguez, de la que Bernal Df Jer que en aquella raz6n era de un fulano de Guadalupe”, y las mujeres que hablaban nahuail en la casa que la mujer espatiola acababa de poner en la ciudad de México. 2Quién tenfa que poner la comida sobre la mesa? Sabemos que la harina ‘de trigo, las especias, los animales importados e in- dluso el azafran ya estaban disponibles. cInsistirfa “Isabel”, atravesando las barreras culturales y de lenguaje, en la for ma de preparar algtin platillo castellano? ¢Estaban prepara- os, ellay su “fulano”, para comer, e incluso'a sentarse en et Fiso, como lo hacian los nahuas? ¢Quiénes serian los intér Fretes culturales 0 incluso lingiiisticos en esos primeros afios? Sonos £0 que SONNE, HISTOR DE LA CULTURA MATERIA ANBIUCA LARD Un estudio reciente muestra que, durante las dos déca- das siguien:es (de 1521 a 1539), 845 espafolas ingresaron a México. Una cifra similar, alrededor de mil, se establecie- ron durante las dos décadas siguientes 2 la conquista del Perii; la proporeién era de una mujer por cada siete u ocho espaiioles varones, En todo el tervitorio de las Indias deben haber tenico lugar negociaciones sobre regimenes alimen- tarios en los hogares que otros espaiioles formaron con mu- Jjeres nativas y, en pocos casos, en Tas uniones conformadas ‘entre espaftolasy nativos. Tres mujeres castellanas, por ejem- plo, se casaron con tres descendientes (bautizados, por su- puesto) del cazonci (cacique) de Michoacan, don Pablo Huiczimengari, don Constantino Huitaimengariy don Fran- cisco Tariacuri.® Con seguridad, estas mujeres, castellanas y nativas, eran responsables —y seguramente sumaron a la Co- ina la ayuda de otras mujeres nativas— de los alimentos diasios, asi como de los banguetes mucho mas elaborados {que eran comunes en las capitales coloniales, jCémo nos gustarfa asomarnos a sus cocinas! Es facil imaginar wos cuantos gritos y el clima de frustracién en las burdas instalaciones. Sin duda, eran el lugar de conflicto, experimen:o y negociacién entre cocineras. Sabemos que las cacerolas de hierro, los ganchos, los cuchitios de acero y las sartenes fueron de Jas primeras cosas que se trajeron a las Indias y, del mismo modo como compartfan el espacio con platos de barro y metates en las cocinas de los primeros po- bladores, los nuevos ingredientes se incorporaban a los nuc- vos platilios. Inevitablemente, esta interacci6n en el hogar contribuyé a que se perpetuara la practica ibérica, pero a la larga desembocé en la aparicién de regimenes culinarios hibridos. La transferencia de plantas y animales del Viejo al Nuevo Mundo, que constituye la mitad de lo que Alfred Crosby Ila- mé el “intercambio colombino”, deriv6 originalmente de la alimentacién 0, mas particularmente, de la tendencia de los colonizaderes a insistir en que en sus colonias se consumie- ran los alimentos que les resultaban familiares. Conforme los europess del siglo xvi se adentraron hacia latitudes des- 8 2, BRENES DE CONTACTO conocidas y hacia las a menudo exéticas agriculturas del mundo no cristiano, tuvieron que asimilar alimentos extra- fos o bien, producir localmente lo que juzgaban elementos esenciales de una alimentacién civilizada, Los portugueses Megaron a aceptar la harina de yuca en el litoral brasilefio; Jos espatioles, reticentemente, s¢ las arreglaron sin trigo en las Filipinas, En lo que habria de convertirse después en Nueva Inglaterra, los pobladores ingleses parecieron mas inclinados a aceptar los productos de la alimentaci6n india, primero por necesidad y luego por gusto; adaptaci6n toda- Via presente hoy en dia en e) ment del “Dia de Accién de Gracias® estadounidense: otra tradicién inventada, segura: ‘mente, pero atin simbélica de un cierto sincretismo culina- rio original® ‘Muchos de los animales y las plantas del mundo medi terraneo atravesaron el Atléntico en.el segundo viaje de Co- én en 1493. Sus carabelas sirvieron como una verdadera Arca y, descendiendo por la pasarela (0, mas probablemen- te, nadando), llegaron a innumerables playas americanas va- rias especies de ganado ara multiplicarse en medio de la exuberante vegetacion del trépico, en los campos sin vallas de los.granjeros nativos. Quiz el més titil fue el pollo co: ‘mun traido con las patas smarradis y eacarearido en Ins lan chas del barcoy que, con eltiempo se rultiplic6 en los hogares de todo el hemisferio. En este viaje vinieron los primeros cor tes de caiia de aziicar, una planta fatidica cuya propagacion por toda la América tropical desembocatia finalmente en la importacién forzada de varios millones de africanos esclavi zados para satisfacer el gusto occidental por el dulce. El tri go, la cebada, las habas, le lechuga, los rébanos y los érboles frutales europeos le siguieron rapidamente, Antes de que todo esto se volviera abundante, los evropeos trafan sus pro- pios abastecimientos o tra:aban, reticentemente, de arreglsr- selas con Jos productos locales. Enfrentado a regimenes alimentarios desconocides € incluso sospechosos en el Cari- bbe, Col6n se dispuso a aprovisionar la ista La Espafiola como si fuera una de sus carabelas. Trajo bacalao seco a una de las zonas més ricas en peces en el mundo; rechazando los fru- oO © ‘Sowos Lo que CoMRaNos HISTOMA GF L CULTURA MATERIAL EN AMEICS Lah Figura 2.4. Espafioles desembarean con ganado, en 1619, cerea de lo gute actualmente es Veracruz. Fuente: Cidice flarentina Cortesfa de la Bi Dlioteca Medicea Laurenziana, Florencia, tos tropicales, insistié en tracr consigo bollos rancios y pasas importadas; comprensiblemente incapaz de ver que se dirt ia hacia lo que llegaria a ser la colonia azucarera més rica del mundo, trajo cuatro arrobas de azticar blanca. Toda una libra de azafrén, almendras, miel y tres arrobas de manteca de cerdo fueron otros productos que el almirante “necesita ba con urgencia"” Con sombrora velocidad, ls aves europea e multi ‘caron y muy pronto los huevos y los pollos se-conyirtieron en bienes de tributo reglamentados. A principios det siglo xvi haba ganado pot todos lados, de modo, que los europeos, 106 2 Benes contacto acostumbrados a la carne de res, podfan “hartarse sin restric ciones en el Nuevo Mundo”, Los cerdos, ese “bastion de la cocina espafiola’, se volvieron atin mas abundantes. Ocupa- ‘on el trépico con entustasmo y se multiplicaron tan répida- mente que incluso las primeras expediciones espaiiolas integraron a hordas de porquerizos. Una década después del primer clesembarco en Peri, Gonzalo Pizarro, en su infortu- nada bisqueda de la tierra de la canela, “llegé escoltado por marranos", Aun asi, una inmigrante espafiola, que anhelaba un sabor particular, le suplicé a su hermano que seguia en Espafia que se tomara la molestia de encontrar “cuatro jamo- nes curados de Ronda’ y los trajera en esa peligrosa travesta que era cruzar e océano en una carabela del siglo xvi. La prictica de importar comida europea prevalecié en 4k cuarta década de la ocupacién, hecho notable conside- rando el peligro y el alto costo del transporte maritimo. Los emprendedores comerciantes ibéricos contaban con re- servas de aceite de oliva, micl, vinagre, vino y harina en Panama, en 1526; un hombre, desde Cuba, escribio que- Jindose de que tenia mucha harina de trigo importada pero “el pais [ya] tiene de sobra”. Los primeros aventureros, sin entusiasmo por vivir de la continental, fundian fas escasas pepitas de oro y luego se repartian ef metal para pagar a los mercaderes.” - La mas espectacular de las primeras demostraciones de tansferencia de un régimen culinario cspaiiol al Nuevo ‘Mundo se puede apreciat en dos banquetes extraordinarios ofrecidos en noches sucesivas por el virrey De Mendoza y por Hernan Cortés en el corazén mismo del México indio. Su sorprendente descripcién Ilena varias paginas de la cr6- rica de Bernal Diaz. En 1538, s6lo dieciséis aiios después de 1a Conquista; en la plaza central de México-Tenochtitlan, Gentos de los primeros colonizadores espaiioles, junto con ssus mujeres vestidas de seda y damasco, derramando oro y Flata, se sentaron desde la puesta de sol hasta las dos de la madrugada a paladear tn festin de ensaladas, becertos y ja- mones ahumados, pasteles de codorniz, pollo relleno, man- Jar blanco y luego torta real, mas pollo y perdices. . 10% Souos 19 QUE coMRAMOS, HISTORIA DFLA CULTURA MATERIAL-EN AMERICA LATING Esto dio paso a una segunda ronda de cordero hervi do, carne, puerco, nabos, calabazas y chicharos, acompaia- dos por ¢ajas de vino blanco y tinto espafiol. BI exdtico guajolote, que los espafioles, esforzandose por encontrar un nombre apropiado, lamaron gallos de papada, figuraba en el meni aun cuando no estaba cocinado en Ia exquisita inven- n del siglo xvi que es el mole. El igualmente exético cho- colate, servido en tazones que desbordaban espuma, también ‘ocupé su lugar en Ia mesa de los europeas. Se nos dice que habia una g-an cantidad de platillos para ser exhibidos y no consumidos. Conejos, codornices y palomas vivas encerra- dos en caparazones hojaldrados proporcionaron nn toque de extravagancia, Al abrirse simulténeamente, los conejos ¢ fueron huyendo-sobre las mesas”, mientras que los paja- ros revoloteaban por doquier. Bernal Dia? casi olvidé men ionar los novillos enteros asados, rellenos de pollos, perdices y jamén, que les sirvieron a los “mozos de espuelas y mula- tos y indios'*en el patio de abajo. La difunta Sophie Coe establece un contraste entre el banguete espaiiol, con su egregio despliegue de abundan- cia culinaria, y la “solemnidad, economia y decoro” de los festines de Moctezuma en ta vispera de la Conquista, Obser- vamos también la presencia, apenas unos cuantos afios des- pués de la Conquista, de una amplia variedad de alimentos de procedencia casi enteramente europea: La fruta local estaba'en le mesa pero el buen Bernal no se molest6 en mencionarla.A lo largo de las oscuras calles, més alla de las antorchas de resina de pino que iluminaban los salones de banquetes en México-Tenochtitlin, podemos imaginar mi. les de hogares de pobladores que hablaban nahuatl y que se conformaba con los productos locales, asombradiisimos por Ja glotoneria sin limite de los conquistadores por la carne y asqueados sin duda por Ia peste de la grasa animal que les Megaba del sanquete cercano. “El asco de los indios por la grasa de losanimales europeos es registrado una y otra veo" De hecho, en un caso listaron la “tortura con manteca” jun- to con las prisiones y los golpes como uno de los mayores horrores de Ia Conquista.” Es dificil imaginar, por cierto, 102 2, Benes De connacto 1una metafora que revele mas las diferencias entre los inva- sores ibéricos y los ingleses que este exuberante banquete espaol, en contraste con los productos nativos, bastante sim ples y asteros, que los serios puritanos pondrian en sus pla- tos un siglo mas tarde en Massachusetts. La vestimenta, tanto la falta total de ropa como su empleo especifico —o para el caso, podemos considerar la vestimenta en su sentido mas amplio para incluir el calzado, el maqui- Taje, el peinado, el ornato ¢ incluso las mutilaciones o de- formaciones del cuerpo, los tatuajes y cicatrices—, fue siempre el indicador fmdamental de identidad y status, En un mundo de muy pocasmercancias, comparaclo con la obs cena abundancia de nuestros tiempos, la tela representaba Ja mayor inversién en el hogar, o el mayor batin de ladrones y bribones. Tanto la palabra inglesa role como la espafiola ‘ropa derivan, en dltima instancia, de robo o botin Entre los productos esenciales de la cultura material, Jos regimenes slimentarios y la vivienda tienden a cambiar Jentamente, mientras que la vestimenta es la més voldtil y la mis susceptible a los caprichos de Ia moda. Los tipos de ves ‘ido, los textiles y la calidad del tefido, los colores y adornos, fueron percibids con years aguleca por los curopeos desele el momento de su primer encuentro con América, al mismo tiempo que “el indio americano del siglo xvi contempla por primera vez extrafias cascs florantes, extrafios animales velo- ces y hombres extrafios con vestiduras raras y excesivas”. Al principio, la completa falta de vestido les lam6 la atencién pero, para los espafioles del siglo xv, la desmudez era me- nos una fuente de escéndalo que una causa de conmisera- cin, La desnudez se asociaba naturalmente con la pobreza, aunque raramente era vista como algo repelente 0 asom- broso sino mas bien como algo que causaba mera curiosi- dad; de hecho, las ropas inadecuadas 0 los andrajos provocaban una reaccién mas negativa que cualquier des- nude2. Al parecer, la Iglesia todavia no adoptaba la actitud de vergiienza hacia el cuerpo desnudo como lo haria siglos mas tarde.” 10: Soitos 10 que coupmauios. HisToRA BELA CAuTUes MATERIAL HN AMERICA Late A través de dos sucesos que tuvieron lugar cuando la expedicién de Cortés avanzaba por el litoral de Yucatan para emprender la Conquista, podemos ver que tanto los espa- Aloles como los indios compartian el entendimiento de que Ia ropa representaba algo mas que una mera protecci6n fre te al medio ambiente. En sus expediciones a lo largo de la costa, Cortés escuché que un compatriota suyo, que habia naufragado varios afios atras, seguia con vida y habitaba en. tre los mayas. Lo buscaron y finalmente aparecié sobre cv- bierta Hevando una sandalia en la mano y calzando la otra, vestido con “una vieja capa y un taparrabos én estado atin més lamentable”. Escandalizado por su despreciable ropa, Cortés ordené inmediatamente que se le diera una camisa, chaleco, pantalones y zapatillas, e incluso se quit6 su propia “larga capa amarilla con bordes carmin” y se la entregé Aguilar como signo externo del cambio de vida que estaba a punto de emprender. Unos dias mis tarde, Melchorejo, un indio capturado en la expedicién anterior de Grijalva, y que ahora Cortés llevé consigo en calidad de traductor, decidio abandonar a los espaiioles y volver con su gente. Para dejar atras la marca de sumisién a un poder extranjero, “en la punta de un gancho, dejé colgados sus vestidos que tenfa de Castilla y se fue de noche en una canoa”* El patron de dominacién azteca en la zona central de México ejerci6 su influencia en la naturaleza del vestido. El sistema tributario de los aztecas, por ejemplo, surtia a Ia ca pital lacustre de Tenochtitlan con cargamentos de tela de algodén traidos desde las regiones calientes del sudeste. Al mismo tiempo, el hostigamiento azteca a sus rivales tlaxcal- tecas corté el acceso al algodén de las regiones célidas, como sefialé Xicoténcat! a los espafioles invasores para explicar por qué su pueblo usaba henequén en lugar de algodén Entre los aztecas, las prendas de algodén eran privilegio sefiores y sacerdotes. En contraste, “la gente pobre vestia neguen (es decir, henequén), que es una tela rugosa hecha del maguecy, mientras que los ricos vestian cle algod6n or! do con phumas y piel de conejo”, De hecho, antes de la Con- quista, las elites precolombinas se esforzaron por ejercer st 104 i iy propio poder para controlar directamente lo que debfa usar cada persona. En México, la tela de algod6n fino estaba es- trictamente prohibida a la gente comiin e incluso los hijos de los nobles eran severamente castigados si “antes de! mo- mento adecuado vestian vanidosamente’. Sin embargo, la gente comin podia ganarse el derecho a wn mejor vestido ‘mediante la realizacién de hazafias heroicas o escapando de sus enemigos. En tal caso, el cambio subsecuente del hene- quén al algodén era causa de una celebracién pablica, du- ante la cual varias prendas de algodén se distribuan entre los participantes. Después de la Conquista el utopico proyecto de Vasco de Quiroga en Michoacén trat6 (no del todo exitosamente) de continuar Ia prictica prehispanica al especificar que los indios comunes en Michoacén vistieran con ropa, estilo y calidad estandares a fin de “disminuir envidiasy no sembrar iscordias y oposicién”. También en los Andes, en la vispera ée la Conquista, las leyes suntuarias regulaban el tipo de ropa que debfa usar cada persona. Los incas contaban basi camente con dos tipos: “tejidos sencillos locales destinados ala gente comin, y kombi (cumbi), un algodén multicolor tejido finamente cuyo uso estaba restringido a la nobleza”, La gente de la parte alta de los Andes tenia lana de llama y de alpaca para hacer capasy gorros, sin dda una bendicion en el clima frio. Con la conquista vinieron nuevos estilos y cambios en el material. Una vez que cayé la capital azteca en 1521 y comenzé6 el proceso de establecimiento de la colonia, “una de las pre- ‘ocupaciones de los religiosos fue Ia de modificar cl vestido de los indios”. Recordemos que al no tener tijeras de acero era dificil confeccionar los textiles rectangulares comunes producidos eri telares nativos de algo que no fuera una ttni- ca o una falda recta. Los aymara del Alto Perd tejfan lana para fabricar sombreros (como siguen haciéndolo a la fe- cha), pero los pantalones o las mangas eran extremadamen- te raros entre ellos. Después de la Conquista, el uso de los pantalones amplios, los zaraguelles abombados, en realidad de origen flamenco y de popularidad muy reciente en Espa- 2. minws oe cosmicro 105 —_—_g@ Somes Lo QuecomPanios HisORA DEL cLATUR: MATERA En Anésica Lava ‘ia, fue ampliamente promovido bajo presién clerical y, junto on Ja camisa y el chaleco castellanos, llegaron a ser Ia vesti- menta masculina de uso comin, Para la década de 1570, Ia informaciéa compilada en las Relaciones gevgréficas muestra su difusion por las Américas. Los frailes esperaban que los hombres tanbién usaran pantalones en los Andes, lo que hi- cieron, habitwalmente debajo de la tinica prehispanica o tenku. Asi, el unku comenz6 a conocerse con el térinino espaiol camisea. Por otro lado, camisa fue uma de las primeras pala- bras castellanas que se pudo escribir en nahuatl, la lengua franca de la zona central de México. Ya desde 1550, la cami- sa europea, ajustada y con botones, “se habia vuelto tan po- ular que grupos enteros de comerciantes estaban dedicados a fabricar camisas y cuellos". En México, lo mismo que en Pera, el vestido para las mujeres, mas parecido al estilo eu- ropeo antes de la Conquista, se modific6 en menor grado. En Michoaetin, las faldas se hicieron més largas y la tnica prenda nueva que se afladié fue la toca espafiola para cubrir- se la cabeza® EI bautizo de Ja poblacién nativa también supuso un cambio forzado en el peinado y los adiornos, desde México hasta los Andes. En las tierras bajas de los tropicos de la tie- rra firmey en los afluentes del Amazonas, los save dutes vefant con horror los adornos inusuales y la pintura en el cuerpo en lugar de ropas. Los peinados lamaban su atencién tanto en- tonces come ahora, Como lo sefialaba un decreto real dirigi- do al arzobispo de Nueva Granada (Ia actual Colombia), ‘Hemos sido informados de que los indios de esa provin- cia tienen por antigua costumbre usar el cabello hasta los hhombros e incluso hasta la cintura. Consideran que el ca- bello largo es su adorno prineipalyy mas preciado y se sien- ten de lo mis ofendidos si, porvalgin crimen 0 exceso. cometido, el cacique o los oficiales espaiioles lo cortan. Debido a que su cabello también se cortaba en el bautizo, “muchos evitaban hacerse cristianos” por miedo a qué se les tomara como criminales por aquellos que todavia no habfan 106 ae ae 2. Benes conser Figura 2.5, Sastre nitivo con Ujeras, Las tijeras, desconocidas en la época prehispnia, se muestran aqui exageradamente grandes, Obsérvese que el sastre esi vestido con pantalones, los cuales se impusieron después le la Conguista, Fuente; Citic laentino, Cortesia dela Biblioteca Medicen Laurentiana, Florencia, aceptado la fe. La politica de la Corona en este caso ordend que el cabello de todoslos indios varones se cortara dejéndo- Jes s6lo un pequefio mechén. Por otvo lado, continué la amplia variedad de peinados para las mujeres dado que “el mundo femenino tendia a preservar las antiguas costum- bres”. En el México antiguo, las mujeres tenian “el habito de usar el cabello hasta la cintura”, mientras otras “tenfan el crdneo completamente rapado con mechones a cada lado de las sienes y las orejas™ Para los primeros espaiioles que‘emigraron a las Indias, Ja tela yla vestimenta, ademés de los metales preciosos, cons titufan por unanimidad fas més importantes de las mercan- cias, el signo més evidente de status y-el elemento mas revelador de la identidad europea. El séquito de nobles cas- Figura 2.6, Peinados femeninos, Si bien los sacerdotes espatiolesinsistié rotten que a los nativos varones se les cortara el cabela, las mujeres con servaron una mayor variedad incluso despues dela Conquista, Obsérvese nuevamente, en este dibujo de fines del siglo 30, que a Ins mujeres nat vas (nobles) se les representa con mangas y pantalones cortos, prenda: Faras inexistences ances de la invasién europea. Fuente: Cid loentine Cortesia de la Biblioteca Medicea Laurenziana, Florencia, tellanos de Pedro de Arias Avila llegé a la torrida costa de Panama en 1514, todos vestidos ce gala con camisas dle ola- nes; finas capas de laha y terciopelo, diamantes y cadena de oro, Antonio de Mendoza, primer virrey de la Nueva Espa fna, lego en 1585 acompafiado por siete sastres e innumera- bles arcones de ropa, incluyendo tres docenas de camisas y una docena de exquisitas capas de seda. Eran las mujeres espaiolas quienes transportaban la ropa a través del océa- no, un elemento central en su esfuerzo por establecer un hogar, en ocasiones una casa, en oposicién a los términos como chezas, bolts, jacales 0 rucas, utilizados por muchos es- paiioles para describir la viviencla nativa, a menudo de ado- be y techo de paja, que no se adecuaba a su noci6n de casa. Carta tras carta registra que los espafioles imploraban a sus mujeres que llenaran sus baiiles con ropa europea dle todo tipo, mientras que las mismas mujeres, al empacar en Sevilla para reunirse con el maridd en las Indias, saturaban sus in- ventarios con ribetes dle seda y de encaje orlado, lanas finas, hilo y botones. Una mujer lev6 consigo docenas dle medias y capas de seda para su maricio y varias tocas para ella.” La ropa de Into era de rigor; de hecho, el duelo parecia una ocupacién tan intensa que habfa decretos reales en con- tra del gasto excesivo en ropas de huto ¢ incluso en contra de guardar luto por personas que no fueran cereanas. Un herma- no en Cartagena (Ia actual Colombia) dconseja a su hermana en Espaita que traiga “toda tu ropa, nada tires”, Cuando wna tal dofia Antonia Brisefio murid en Panama, en 1594, dejo ‘un enorme guardarropa en el que figuraba toda tela imagi- nable, de colores y blanca, de seda, de lino y de la lana mas fina, También listé otras cuatro posesiones: cuatro piewas de Indias —cuatro "piezas” de humanidad esclavizada-— lama- das Esperanza de Biafra, Catalina de Angola y Rafaela y Bak tazara de Mandingas. Los hombres también se esforzaban por estar elegantisimos en el Nuevo Mundo. Un tal Juan de Espinoza, de Santa Maria lx Mayor, explicé en una carta, fe- chada en 1607, cémo compré para dos j6venes varones que estaban por embarcarse, “seis mantos de seda, gran canti- dad de jergueta y telillas que s6lo esto costé quinientos di 109 @_ @ ‘Sonos to Que courmanos. Histon Oe La cDLTUSA MATERA ARICA Lara cados", un srecio superior al de una casa respetable en la ciudad de México para esa época. Sin embargo, Juan de Espi- ‘noza sabia que "para que un hombre sea honrado y se le con- sidere un hijo digno de padres en las Indias, siempre debe dar a éstos ropas de gala, buena comida y dinero para gastar” Layestimenta también figuraba ampliamente como herencia consignada en las tiltimas woluntades y testamentos.** Hay pocas referencias alas “recdmaras” —o para el caso, a la misma cama—, quizd porque el espacio para dormir todavia no era “nombrado” comtinmente, como los aposen- fos intimos con los que nos hemos legado a familiarizar. Pero los inventarios muestran largas listas de ropa de cama, en ocasiones destumbrantes por su abundancia. Incluso a fines del siglo xvi en Pert, cuando los talleres textiles loca- Jes estaban produciendo lanas de buena calidad, los batiles de las mujeres espatiolas que llegaban a Callao estaban-ge- neralmenie repletos con varios juegos de sabanas, almoha- das con biordes de oro, toalas de lino, cobijas de lana, tapices ¥, en un caso, “una alfornbrilla para delante de 12 cama” Cominmente se recibfa a los invitados, se les entretenia y se les servia chocolate y dulces en una habitacién amplia que servia también como cuarto de dormit, Era claro que el mayor despliegue de opulencia textil tenia lugar en este es- pacio; el mobiliario para otras habitaciones —la mesa para comer, una silla de cedro— era escaso en comparacion.” Inevitablemente, la insistencia de los espaiioles para que los ativos usaran ciertas prendas, el relajamiento de los con- twoles prehispanicos y la repentina introducci6n de toda una variedad de textiles y vestimentas nuevas que provenfan de Europa, comsnzaron a alterar el orden social. Las elites na- tivas que sobrevivicron se quejaban de los cambios en los cédigos del vestir y solicitaban-privilegios especiales. Esto no era en s{ an intento por recuperar su antigua posicién en la clispide de ta piramide social, que estaba fuera de su aleance en el nuevo orden, sino por encontrar al menos un espacio privilegiado en el nuevo régimen. Los virreyés, en respuesta, concedieron a los caciques e indlias principales ac- i 2. Buses ve conracro ‘e030 a Jas vestimentas espafiolas y el derecho a montar y a portar armas, La gente comin, @ menudo forzada hacia el sector minero o'la agricultura a través de la encomienda w otras formas de coercidn, también enconw6 que se habia trastocado su mundo marerial. Sin embargo, con toda seg: ridad, el impulso mas importante para él cambio en Jos pa- trones de consumo provino de la biologia. En un grado sin precedentes en otras relaciones coloniales, blancos, negros asidticos yamericanos nativos se unieron para crear wna pro- liferacion barroca de tipos étnicos, cada uno de Jos cuales buscaba la identidad més ventajosa al interior de la jeray quia de poder y del status impuesto por el mismo sistema colonial. La comida, la yestimenta, el ornato y la vivienda, “junto con el lenguaje, fLeron los elementos mas evidentes cn la fluida construcciér. de ld identidad. El simple asunto, por ejemplo, de Ja distancia sobre el suelo ala que se duermeo se come, estaba sobrecargada de significado. En el w6pico, muchos nativos americanos dor. ‘mfan en hamaca, ingenioso dispositive inventadoy bautizado por los tainos en el Carite. Pero tanto en las zonas centrales de Mesoamérica como en las de Ios Andes, los indios dor ian en petates y comfan sin sillas ni mesa, una prictica consignarla por varios espafioles. A sus ojos, “dormir en el suelo como tin turco” o ‘como bestias” era uin claro indicio de comportamiento indecente. El capitén Monségur observ Que los indios en la ciudad de México tenian “tal aversién” a los catres y colchones, pues crefan que causaban enferme- dades, que fue necesatic quitarlos de los hospitales. Un po- bre espaiiol en Oaxaca es descrito en una demanda de 1543, “tan despreciable que come con los indios en et suelo, como un india". Con el tiempo, al avanzar los subsecuentes siglos, “alejarse del suelo”, separarse de la tierra significé despla- zarse al status no indio, lo cual podia conseguirse dutmien- do en camas elevadas en ugar de hacerlo en petates tendidos al ras del suelo, usiizando metal en lugar de vasijas de barvo cocido, o usando zapates en lugar de sandalias a fin de dis- tanciarse de la tierra, inevitablemente asociada con los nati- vos inferiores.*” iit set comutoe Minas cate ance Las divisiones étnicas y de clase estan presentes en mu- chos paises pero son particularmente sobresalientes en las sociedades coloniales y poscoloniales. Entre éstas, América Latina presenta varias peculiaridades. Una breve reflexi6n sugiere las diferencias generales. En algunas partes del pla- nea, los clérigos y los comerciantes europeos no detentaban control politico; en el caso, por ejemplo, de Japon y de Chir nna en ]os siglos xvi y xvi, comprensiblemente, apenas logra- ron dejar huella en la cultura local. De hecho, lejos de imaginar que el pueblo chino hubiera podido adoptar los estilos de ropa europeos, los jesuitas del sigio xvi buscaron “adaptaise" rapandose la cabeza y usando iinicas budistas; en sintesis, "convirtiéndose en chinos a fin de ganar China para Cristo"! En los posteriores regimenes coloniales ya maduros y de los briténicos, en Birmania o en el subconti- nente indio, o de los franceses en Indochina, la cultura inva- sora no legé tan profundamente a la masa de gente como en las colonias espaiiolas de las Américas. Esto se debe, en parte, a que ni los britinicos ni los franceses tuvieron un efecto demografico tan devastador en Asia como los espaiioles 1o tuvieron en América. Los habitantes de la India 0 del sudes- te asidtico permanecieron intactos en su mayorfa; en conse- cuencia, las cifras de ingleses y franceses en relaci6n con la poblacién nativa se mantuvieron relativamente bajas. Hubo también menos “mestizaje", de modo que la frontera entre los ocupantes europeosy la mayor‘a de los nativos estaba mas claramente wazada y presentaba menor ambigiiedad que en Ja América hispénica. Aunque los britanicos y los franceses establecieron escuelas, y ambos estaban dispuestos a expan- dir la cultura cientifica y literaria europea, al final, después de la descolonializacién en los afios posteriores a la Segunda Guerra Mundial, la mayoria de la gente continud, y conti- nila, hablando su lengua local y orando a dioses no cristia nos. En contraste, actualmente la mayoria de la gente en . América Latina, en todo el espectro étnico y de clases; habla ‘spaiiol o portugués y practica el cristianismo, ‘Tampoco la cultura material de la gente comtin fue muy alterada por la presencia europea en Asia yen Aftica. De "i 2. Bives 8 comrncro hecho, los currys indios y los platillos indochinos tuvieron ‘més influencia ei Ia comida en Inglaterra yen Francia que la comida o los éstilos de cocina europeos en sus colonias. Mientras los regimenes coloniales britanico, francés y ale- man dejaron intactas a las grandes poblaciones locales de China, India, Asia Oriental y Africa, la intrusién espaiiola y portuguesa en América desembocé en cambios demografi- cos masivos, y eso marcé toda la diferencia. Siempre se discutird la cifra de la poblacién nativa en América al momento de establecer contacto pero, ya sea que comencemos en treinta y cinco 0 cien millones, todos coinci- dimos en que el avance europeo produjo una alta mortan- dad. Esta fue tan elevada que, durante el primer siglo colonial, setenta por ciento de Ja poblacién nativa perecié en el cen- wo de las zonas mesoamericana y andina, y ain més en las, tierras hajas tropicales, De no haber seguidp un colapso de- mogréfico en la poblacién nativa tras el contacto europeo, hubiera sido mucho mas probable que la gran masa de nati- ‘vos hubiera preservado intacta su lengua, su fe, sv alimenta ion y su vestimenta, Bajo estas circunstancias, uno puede imaginar todavia el control europeo en'América: un estrato reducido y aislado de oficiales europeos y empresarios que gobernaba a una masa no cristiana de natives de lengua quechua o néhuatl, con la ayuda de las elites nativas cooptar das. Pero tal como sucedi6, después del abrumador exter- minio de las poblaciones nativas, emergié alli, entre los pequeiios grupos que se consideraban a si mismos blancos y Ja seducida pero atin sustancial poblacién india, un estrato en expansion de culturas ambivalentes y de mezcla de razas Allejandose de los lugares de contacto iniciales a un paso mis veloz que el que vemos en otras zonas de expansi6n eu- ropea, los espafioles de todas las clases y oeupaciones se dise- minaron desde el Caribe, atravesando América del Norte y del Suu, hasta llegar a lo que actualmente es Kansas y al sur de Chile ya en lacdécacla de 1540. A partir de 1492, unos 150,000 * inmigrantes espafoles durante el primer siglo, y 450,000 en el siguiente, se mezclaron cultural y étnicamente con una Variedad de pueblos nativos y esclavos africanos para fimdar 113

También podría gustarte